Interpretación del trabajo de Duménil y Lévy titulado “The Crisis of the Early 21st Century: Marxian perspectives” Introducción El propósito de este trabajo es proporcionar una interpretación del texto “The Crisis of the Early 21st Century: Marxian perspectives”, escrito por Duménil y Levy, que sirva como base para la posterior presentación del mencionado en clase. En este sentido, se organiza el presente trabajo según el orden y la diagramación que hemos elegido a los efectos de la posterior exposición oral. A grandes rasgos, el texto de Duménil y Levy busca arrojar luz sobre un tema sumamente controvertido, como ser la interpretación de la reciente crisis económica. Con ese fin, los autores comienzan definiendo el concepto de “neoliberalismo” y las características propias de dicho orden social. La comprensión de este concepto nos dará la pauta para visualizar el carácter marxista del enfoque propuesto por los autores. Asimismo, y como se verá más adelante, los autores entienden que la presente crisis puede caracterizarse como una crisis estructural del sistema; por ende, para poder comprender el desarrollo de la misma, resulta fundamental la comprensión de las características propias del sistema y su dinámica. Esto se detalla en la primer sección, titulada “Neoliberalismo: definición y características”. En una segunda sección, la cual denominamos “Un componente explicativo de la crisis: la crisis financiera norteamericana”, se analiza cómo, desde la óptica de los autores, la crisis hipotecaria y financiera sufrida por Estados Unidos, no hizo más que poner en evidencia conflictos preexistentes, inherentes al sistema. El fenómeno de la crisis hipotecaria será brevemente explicado, como parte de las “trayectorias al desequilibrio inherentes al orden neoliberalista”. Si bien, como veremos, los autores extienden el alcance de la presente crisis más allá del horizonte financiero, entendemos que la introducción a este componente abre la puerta para adentrarnos en la explicación de la dinámica de la crisis. Este fue el motivo por el cual se decidió analizar la crisis financiera antes de introducirnos en la lógica más amplia propuesta por los autores, o lo que ellos llaman la “crisis de hegemonía financiera”. En línea con el orden planteado, en la tercera sección se procurará describir los procesos y la dinámica de la crisis actual, entendida por los autores como una “Crisis de hegemonía financiera”. En esta parte del trabajo se describen y vinculan, tanto las características del neoliberalismo como orden social mundial, como las características intrínsecas de la economía norteamericana. En la cuarta y última sección, “Análisis de variables clave: tasa de ganancia y salario”, se analiza la evolución de variables fundamentales, desde la óptica marxista, para la explicación de los fenómenos económico-sociales. A su vez, se pone énfasis en los contrastes existentes entre la interpretación de Duménil y Lévy, y la de otros autores marxistas. Neoliberalismo: definición y características Duménil y Lévy entienden que el neoliberalismo es un orden social, impuesto a partir de la década del 1980, en el cual las clases capitalistas recobran el poder y los ingresos que habían perdido en las décadas keynesianas o social-democráticas de la posguerra. Ésta nueva clase opresora, en opinión de los autores, cuenta con el control de las instituciones financieras y se encuentra respaldada por la clase administradora. Duménil y Lévy llamarán a esta nueva forma de organización social como “hegemonía financiera”. Como se verá con mayor detalle en la tercera sección, los autores entienden que la presente crisis es una crisis estructural del actual sistema de organización social, y por ende la llamaron “crisis del neoliberalismo” o “crisis de hegemonía financiera”. En palabras de los autores: “la crisis es la “crisis del neoliberalismo”, fundamentalmente un fenómeno de clases”. Lo primero que se desprende de la definición del concepto de neoliberalismo, es el carácter marxista subyacente en la interpretación. En ese sentido, se puede afirmar que existe una referencia explícita a la “lucha de clases” y al concepto de opresión, la cual es ejercida por esta nueva clase dominante, sobre un contingente subordinado. Este nuevo orden social, tiene una serie de particularidades respecto de los órdenes que lo antecedieron, especialmente el keynesiano. El nuevo orden trajo consigo cambios, tanto para la clase trabajadora, como para la empresarial. El primero de los cambios que puede mencionarse es a nivel institucional y de políticas económicas, las cuales pasaron a ser el medio para que la clase dominante incrementara su poder e ingresos. Mediante el control de las instituciones, la clase dominante fue promoviendo el libre intercambio comercial, la libre movilidad de capitales y la desregulación. Estas características serán claves para entender el funcionamiento del presente sistema y su consecuente crisis. Un segundo cambio, y ya más focalizado en el caso norteamericano, se observa en la propensión al ahorro de los hogares, especialmente en aquellos de mayores ingresos. La tasa de ahorro de los hogares norteamericanos osciló, entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y 1980, alrededor del 9%, mientras que con el correr de las décadas neoliberales dicha tasa fue decreciendo hasta llegar a prácticamente cero. Un estudio de la Reserva Federal ha demostrado que dicha tendencia a la caída del ahorro se explica particularmente por cambios en la conducta de las clases altas, que han disminuido su propensión al ahorro en pos de un mayor consumo. Un tercer cambio se asocia al análisis de la inversión, particularmente en lo que respecta a su destino. Los autores subdividen el estudio de la inversión en 3 categorías: inversión en capital fijo (con el objetivo de aumentar la capacidad productiva), inversión en el sector financiero y distribución de dividendos. Asimismo, Duménil y Lévy entienden que las decisiones asociadas a la inversión “dependen del orden social prevaleciente”, lo que se ve respaldado por los cambios que se observan en este sentido con la imposición del neoliberalismo. Durante la posguerra, el énfasis en la inversión estuvo puesto en la incorporación de capital fijo, con un sector financiero que estaba al servicio de la acumulación y una relativamente baja distribución de dividendos. Las empresas generalmente destinaban grandes porciones del beneficio empresarial a la reinversión. Sin embargo, durante el neoliberalismo el objetivo de las corporaciones cambia. Este último pasa a ser la maximización del valor de las acciones, lo que trae aparejado un incremento en la distribución de dividendos. Las compañías exportan cada vez más capital, lo que consecuentemente disminuye la inversión doméstica. Por otra parte hay una tendencia creciente de las corporaciones a la autofinanciación, lo que hace que la inversión dependa directamente de la tasa de beneficios retenida. En el siguiente gráfico1 se evidencia el giro hacia la distribución de dividendos en desmedro de los beneficios retenidos en las compañías con destino de reinversión. La línea continua representa la participación de los beneficios después de haber pago los impuestos en el total de los ingresos del sector corporativo no financiero en Estados Unidos. La línea punteada, por su parte, representa la participación de los beneficios retenidos en el total de los ingresos del mismo sector. La distancia entre ambas líneas representa el porcentaje del beneficio generado por el sector que es distribuido entre los accionistas, o sea pagado en forma de dividendos. Es posible observar claramente en el gráfico que el monto de dividendos pagos en relación al ingreso generado se ha incrementado sustancialmente en las décadas neoliberales. Por último, cabe mencionar que hay un importante cambio en los patrones de distribución del ingreso, especialmente al interior de los salarios. Como se verá con mayor detenimiento en el último capítulo, “el neoliberalismo alteró la senda de distribución del ingreso en beneficio de los sectores de mayores ingresos”. A modo de conclusión, podemos decir que el capitalismo está en constante cambio, alterando las estructuras de clases y las estructuras productivas establecidas. En ese marco de constante mutación, definimos al neoliberalismo como una nueva fase del capitalismo. Un componente explicativo de la crisis: la crisis financiera norteamericana Previo a la explicación de la crisis financiera, resulta necesario poner en perspectiva el objeto de estudio de la presente sección. Si bien Duménil y Lévy entienden que la crisis actual no es una mera crisis financiera, reconocen que existe un fuerte componente financiero entre sus causales. Asimismo, es posible detectar una particularidad en el argumento de estos dos autores que los distingue de otros 1 El presente gráfico fue obtenido de otro artículo escrito por Duménil y Lévy, titulado “The Crisis of the Early 21st Century: A Critical Review of Alternative Interpretation”. Cabe mencionar que la versión de la cual se obtuvo dicho gráfico es un borrador preliminar del trabajo. autores marxistas: Duménil y Lévy no creen que el origen de la expansión del sector financiero se encuentre en la imposibilidad de obtener tasas de retorno atractivas. La expansión del sistema financiero, a entender de los autores, no guarda relación con la tasa de ganancia, sino que se presenta como un engranaje clave del sistema neoliberal impuesto. Por otra parte, existe consenso entre los diferentes autores al afirmar que, a los efectos de salir de la recesión en 2001, las autoridades norteamericanas estimularon el sector inmobiliario mediante la expansión del endeudamiento en formas de hipotecas. Las bajas de las tasas de interés, y especialmente la desregulación en lo que refiere al control del crédito, generaron un incremento en la cantidad de hipotecas, lo que consecuentemente impulsó la demanda en el sector inmobiliario, en la construcción y finalmente en el consumo. La expansión del sector financiero se hace evidente en el siguiente gráfico, donde es posible observar la evolución en la emisión de dos activos financieros, los Mortgage Backed Securities (MBSs) y los Collateralized Backed Obligations (CDOs), ambos derivados del endeudamiento de los hogares en forma de hipotecas. En ese sentido, se observa que la emisión mensual de estos activos pasó de 2 mil millones en el 2000, a 60 mil millones en diciembre de 2006. La expansión del sector financiero, la diversificación y la profundización de sus instrumentos, fue posible gracias a la activa participación de las clases altas que, en control de las instituciones financieras y con amplio poder político, fueron responsables del “lobby” que condujo a la desregulación. Si bien los autores no se detienen en el fenómeno de la crisis hipotecaria, hay un par de aspectos que entendemos es preciso puntualizar a los efectos de exponer la “fragilidad del sistema financiero”, particularmente el norteamericano, previo a la crisis. Como ya mencionáramos, la desregulación del sistema financiero llevó a un incremento en el crédito otorgado para la compra de viviendas. En un sistema financiero sumamente líquido, las bajas tasas de interés hacen que el costo de financiación se haga relativamente bajo, lo que incentiva al público a endeudarse, por ejemplo, para la compra de casas. Los bancos proveen el crédito, o sea entregan el dinero al público para la compra de la casa, a cambio del pago del capital e intereses, tomando como garantía de dicho préstamo la misma casa. Con una demanda de viviendas creciente, los precios de las casas también se incrementan. A medida que los precios de las casas suben, el riesgo que corren los bancos al otorgar los créditos a las viviendas disminuye, puesto que, en caso de incumplimiento por parte del prestatario en su obligación de pago (“default”), el banco obtiene la casa y la posibilidad de venderla por un precio inclusive superior al precio inicial del préstamo. En tanto la demanda se mantenga pujante y los precios sigan incrementándose, los bancos y las demás entidades prestadoras tenderán a seguir incrementando su cartera de clientes, prestando inclusive a personas con perfiles crediticios relativamente pobres. En ésta dinámica, los precios de los hogares tienden a crecer en forma descontrolada y por encima del “valor real” de mercado, generando en los propietarios una falsa impresión de riqueza que se traduce en mayores tasas de consumo. Un mercado en estas condiciones es muy propenso a la entrada de capitales especulativos, que no hacen más que acelerar ese proceso expansivo desmedido. Este fenómeno que acabamos de describir brevemente, es lo que se conoce como “burbuja económica”. Cabe destacar que en el contexto de la crisis actual, el mencionado proceso es bastante más complejo, dado que existen una serie de instrumentos y mercados financieros asociados a los créditos hipotecarios que también sufren el mismo efecto “burbuja”, y que en última instancia terminan amplificando los daños provocados por su posterior explosión. En todo este proceso de generación de la burbuja, dicen los autores, es responsabilidad de los Bancos Centrales (en el caso de Estados Unidos, la Reserva Federal) mantener el endeudamiento controlado en niveles seguros. Citando a los autores, “(…) el rol de las autoridades monetarias centrales es muchas veces pasado por alto, a pesar de su carácter crucial. (...) hubo una creciente “tolerancia” hacia nuevas y riesgosas prácticas que hicieron posible el boom; prácticas que eran inclusive bienvenidas por la Reserva Federal”. A nuestro entender, y si bien no expondremos al respecto pos de la brevedad, podría incluirse dentro de la lista de responsables de la burbuja a las entidades calificadoras de riesgo, las cuales jugaron un papel determinante en la distorsión de los mercados financieros. La etapa siguiente a la expansión es la de “explosión de la burbuja”, la cual se observa una vez que la demanda se frena y los precios dejan de crecer. Las instituciones financieras se vuelven más aversas al riesgo, el consumo que hasta hacía poco era exuberante, ahora se ve repentinamente detenido. La retracción en la demanda genera una caída en los niveles de producción, incrementando consecuentemente la tasa de desempleo, disminuyendo los salarios y retrayendo aún más los niveles de consumo. Algunos autores no Marxistas han caracterizado a la presente crisis económica como una “crisis financiera” o una “crisis subprime”, asociando la caída en los niveles de producto a un único evento financiero, la caída de Lehman Brothers. Por su parte, algunos autores Marxistas, contrarios a la interpretación meramente financiera de la crisis, han argumentado que la misma puede asociarse a uno de los siguientes argumentos: el poder de compra de la clase asalariada se encuentra deprimido, o la tasa de rentabilidad es demasiado baja. Duménil y Lévy entienden que, puesto que cualquiera de estos dos argumentos resulta frágil a la hora de explicar el devenir de la crisis, eso conduce a muchos a contentarse con la interpretación meramente financiera. En la última sección se hará especial foco en el análisis de las mencionadas variables y en la opinión de los autores respecto de las otras lecturas marxistas propuestas. En palabras de los autores, y a modo de cierre de la presente sección, “el problema no está en el énfasis en los mecanismos financieros, sino en la omisión de otros factores”. Crisis de hegemonía financiera Como fuera mencionado, los autores consideran que la crisis actual es de carácter estructural: es la crisis del orden social que tiene a Estados Unidos como centro hegemónico financiero. A los efectos de la exposición del argumento de los autores, utilizaremos un diagrama muy similar al expuesto por ellos en su trabajo. En el diagrama se presenta la forma de organización del neoliberalismo de hegemonía norteamericana, asociando las causas internas (factores específicos de la economía estadounidense) y externas que condujeron a la crisis. En la parte superior del diagrama se observan las características del neoliberalismo como orden social a nivel mundial: la búsqueda permanente por el incremento del ingreso, la financiarización y el proceso de globalización, asociado al libre comercio. Estas características fueron comentadas en la sección “Neoliberalismo: definición y características”, por lo que no volveremos a ahondar en ellas. En la parte inferior del cuadro se presentan las características propias de la economía de Estados Unidos: lenta acumulación, déficit de balanza comercial y altos niveles de endeudamiento. Como veremos a continuación, existe una fuerte interrelación entre las variables internas (lo que en el diagrama se llaman las “Causas internas US”), y las externas (“Neoliberalismo mundial”). Como se viera en la sección anterior, la caída en los niveles de producto en 2001 condujo a un proceso de desregulación del sector financiero con el fin de incentivar la demanda, especialmente en el sector inmobiliario y de la construcción. Eso generó un incremento en el endeudamiento de los hogares. En lo que respecta al déficit en balanza comercial de Estados Unidos, es preciso considerar, para poder comprender sus causas, 2 fenómenos: por un lado, la creciente desigualdad en la distribución de los salarios producto del neoliberalismo como orden social imperante, y por otro la caída en las propensiones de ahorro de las clases más altas. Si bien el tema de los salarios será tratado con mayor profundidad en la última sección, por el momento podemos afirmar que existe una distribución desigual que tiende a concentrar los salarios en un porcentaje muy reducido de la población. Coexisten en la sociedad norteamericana un enorme contingente asalariado, con un salario real sumamente deprimido y en situación de infra-consumo, con una clase alta perceptora de enormes ingresos, tanto vía salarios como vía beneficios e intereses. La clase media trabajadora, o “explotada” en términos marxistas, es la que históricamente ha impulsado la demanda, especialmente de producción nacional. En el marco de una economía mundial cada día más globalizada, el consumo de la sociedad norteamericana (nucleado principalmente en las clases altas) se focaliza en productos importados, deteriorando consecuentemente el saldo de balanza comercial. Esta realidad se explica en el segundo recuadro, donde se vinculan el comercio mundial y la globalización, con el déficit de balanza comercial de Estados Unidos. Un tercer aspecto de la realidad norteamericana gira en torno al lento proceso de acumulación. Como se verá en la última sección, los autores no creen que el origen de la lenta acumulación se deba a un deterioro en las tasas de ganancia (al menos no de aquellas medidas “à la Marx” o pre-impuestos). Como fuera visto, el neoliberalismo ha implicado cambios en las conductas de las corporaciones, las cuales han ido reduciendo las tasas de retención de ganancia en pos de un mayor reparto de dividendos. Asimismo, las clases altas, perceptoras de dichos dividendos, han disminuido considerablemente su propensión al ahorro durante las décadas neoliberales. El resultado de esos fenómenos es la caída en la tasa de inversión. Esta realidad se agrava si nos focalizamos en la inversión nacional, puesto que ésta, dada la libre movilidad de capitales, debe competir con las posibilidades de inversión en países emergentes. Estas últimas resultan generalmente más rentables dados los bajos costos de producción como consecuencia, por ejemplo, del menor costo en la mano de obra. La combinación de todos los factores mencionados conduce a lo que los autores llaman “la trayectoria al desequilibrio de la economía norteamericana”, condición que en última instancia termina desencadenando la crisis actual. Como puede observarse, los factores considerados en la explicación de la crisis superan ampliamente los “meramente financieros”, siendo necesaria una combinación de enfoques micro y macroeconómicos que permitan comprender cabalmente un fenómeno económico y social, tan complejo como la crisis. “El colapso de la pirámide hipotecaria desestabilizó el frágil sistema financiero, y finalmente, la economía real. Pero la pirámide ya estaba ahí, al igual que las trayectorias al desequilibrio inherentes al orden neoliberalista, y en particular a la macroeconomía norteamericana”. Análisis de variables clave: tasa de ganancia y salario En la presente sección nos proponemos estudiar la evolución de dos variables clave en el enfoque marxista: la tasa de ganancia y el salario. Como se comentara al cierre de la segunda sección dedicada a crisis financiera norteamericana, Duménil y Lévy responsabilizan en cierta medida a los autores marxistas de que la crisis actual sea presentada como una crisis “meramente financiera”. En términos generales, los autores marxistas a los que se hace referencia en el trabajo Duménil y Lévy entienden que la crisis es consecuencia de salarios deprimidos o de la caída de tasas de ganancia. Como se verá, la carencia de respaldo empírico que sustente dichas explicaciones conduce, a entender de los autores, a la errónea conclusión de que la interpretación de la crisis debe ser acotada al plano financiero. Lo que proponemos en la presente sección es estudiar la evolución, primero de la tasa de ganancia y luego del salario, deteniéndonos en la opinión de Duménil y Lévy respecto de las tendencias de ambas variables y las diferencias con otras interpretaciones marxistas. Tasa de ganancia Respecto de la tasa de ganancia, los autores se plantean dos preguntas esenciales, previo al estudio de su evolución: ¿cómo medirla? y ¿por qué resulta tan relevante su estudio? Con fines didácticos y expositivos, comenzaremos presentando el argumento de los autores que responden la segunda pregunta. ¿Por qué resulta relevante la tasa de ganancia? La tasa de ganancia es una variable de particular interés para los economistas marxistas, puesto que impacta sobre una de las variables clave a la hora de explicar el crecimiento de las economías: la tasa de acumulación de capital. ¿Cómo impacta? Los autores mencionan dos posibles mecanismos, el inductivo y la financiación. El primero asume que un incremento en las tasas de rentabilidad genera un impacto positivo sobre la propensión de los empresarios a invertir, que a su vez conduce a aumentar las dotaciones de capital. Por su parte, el mecanismo de la financiación vincula altos niveles de rentabilidad con grandes beneficios, lo que proporciona los flujos de caja necesarios para llevar adelante los negocios. ¿Cómo medir la tasa de rentabilidad? Como primera aproximación a esta interrogante, cabe mencionar que en todo trabajo de investigación económica, la metodología utilizada para medir una variable está fuertemente asociada a la teoría económica subyacente a dicho estudio. En este sentido, los autores presentan una serie de medidas de la tasa de ganancia, para posteriormente argumentar a favor de la que entienden resulta más apropiada. En el siguiente gráfico se presentan cinco medidas diferentes para la tasa de ganancia del sector corporativo no financiero norteamericano, cada una representada por una curva. La primera de las curvas (la más alejada del eje de las abscisas), es la tasa de ganancia “à la Marx”. Esta variable se calcula como el total de los ingresos, menos el costo de la mano de obra, sobre el stock de capital valuado al costo de reposición. Los beneficios son la suma de los impuestos, intereses, dividendos y beneficios retenidos por las compañías, y resulta la medida más próxima al concepto de plusvalor marxista. La segunda de las variables se calcula restándole a los beneficios, los impuestos a la producción. La tercera variable implica restarle a los beneficios iniciales todos los impuestos. La cuarta variable es la tasa de ganancia sobre los fondos propios, e implica restarle a los beneficios de la ecuación anterior, el pago de intereses. Por último, la quinta variable es la tasa de ganancia retenida en la empresa. A los beneficios que quedan tras haber descontado el costo del trabajo, todos los impuestos y el pago de los intereses netos, debe restársele el pago de dividendos. Análisis empírico del mecanismo inductivo Como viéramos, el mecanismo inductivo implica que la tasa de acumulación está positivamente relacionada a la tasa de rentabilidad. El problema, entienden Duménil y Lévy, es que no existe suficiente discusión entre los autores marxistas sobre cuál tasa de rentabilidad considerar. Estudios empíricos demuestran que la tasa de ganancia “à la Marx”, si bien ha presentado considerables variaciones desde 1955 a la fecha, generalmente ha oscilado alrededor del 16-19%. Sin embargo, y en franco contraste, la tasa de acumulación de capital fijo, medida como el cociente de la inversión neta sobre el stock de capital (medido a valores de reposición), tiene un valor promedio en todo el período de 2,9%. Lo anterior se evidencia en el siguiente gráfico, donde se representa con la línea continua la tasa de ganancia “à la Marx” y con la punteada la tasa de acumulación, ambas respecto del sector corporativo no financiero norteamericano. La enorme diferencia entre ambas variables conduce a los autores a afirmar que la selección de una medida apropiada para la tasa de ganancia es un aspecto crucial a los efectos del estudio de la evolución de la acumulación, y consecuentemente de las causas de la crisis. En otro artículo de Duménil y Lévy que fuera citado con anterioridad, los autores se plantean la siguiente interrogante: “¿Por qué en un mundo donde las empresas deben pagar impuestos, deberían las decisiones de inversión estar determinadas por una la tasa de ganancia, medida “à la Marx”? En un intento por encontrar una variable que explique mejor la evolución de la tasa de acumulación, y que consecuentemente respalde la teoría subyacente al mecanismo inductivo, los autores presentan el siguiente gráfico: En el mismo se representan la variable tasa de ganancia retenida y la tasa de acumulación para el sector corporativo no financiero estadounidense. Como es posible observar, ambas variables se encuentran fuertemente correlacionadas. Eso conduce a los autores a considerar a la tasa de ganancia retenida como la más relevante a los efectos del estudio de la evolución de la tasa de acumulación, y consecuentemente del estudio del crecimiento. La crisis económica: ¿una crisis de rentabilidad? Una vez que hemos introducido las diferentes formas de medir la variable “tasa de ganancia” y que hemos comprendido su importancia y el rol que juega en la dinámica macroeconómica, nos resta sólo una pregunta por hacernos: ¿puede explicase la crisis actual a raíz de una baja en la tasa de ganancia? Para poder respondernos la pregunta, volvemos a presentar el gráfico con las diferentes medidas de la tasa de rentabilidad. Si nos focalizamos en las dos líneas más próximas al eje de las abscisas, podemos observar la evolución de la tasa de ganancia luego de pagos los intereses y de la tasa de retorno retenida en la compañía. Como se distingue en el gráfico, la diferencia entre ambas curvas se ha incrementado en las últimas dos décadas. Esa constatación empírica permite respaldar la opinión de los autores respecto de que, durante las décadas neoliberales, ha existido un vuelco en las decisiones de inversión, en favor de la distribución de dividendos. Como viéramos con anterioridad, parecería ser que la tasa de ganancia “à la Marx” no resulta ser la más apropiada para estudiar el comportamiento de la inversión; lo mismo puede decirse de las tasas de ganancia a un nivel “pre-impuestos”. Si tomamos la tasa de ganancia luego de pagos todos los impuestos, podemos observar que en esta primera década del Siglo XXI la misma no sólo no cayó respecto de décadas anteriores, sino que es promedialmente más alta que en la década de 50’. Esta observación conduce a Duménil y Lévy a afirmar que, contrario a lo que opinan muchos economistas marxistas, la crisis actual no tiene sus raíces en la caída de la tasa de rentabilidad. A los efectos de reforzar el mencionado argumento, los autores presentan una gráfica con la evolución histórica de la tasa de rentabilidad del sector privado norteamericano, que va desde la Guerra Civil en el Siglo XIX, al presente. Los autores entienden que la crisis de competitividad de fines del Siglo XIX y la crisis asociada a la ola de inflación de los 70’s fueron “crisis de rentabilidad”, en que la economía se “hunde”. Por otra parte, tanto la crisis asociada a la Gran Depresión como la crisis actual son “crisis de hegemonía financiera”. En este tipo de crisis es posible observar una dinámica que vincula incrementos dramáticos de los índices bursátiles, niveles insostenibles de endeudamiento y un acelerado crecimiento del sector financiero especulativo. En este último tipo de crisis, en crisis como la actual, se dice que el capitalismo “explota”. Salarios En términos generales, los economistas marxistas tienden a asociar las crisis económicas con bajos salarios reales, y consecuentemente en una baja participación del salario en el ingreso de la economía. Lo primero que se plantean Duménil y Lévy es la observación de la evolución del salario en la economía norteamericana, para ver si existe evidencia de una caída, especialmente luego del 2000, que logre explicar la crisis. A esos efectos se presenta el siguiente gráfico: En el diagrama se grafica la evolución de la participación del salario en el ingreso total de la economía. La línea más alejada del eje de las abscisas es la participación del total de los salarios en el ingreso, en tanto las dos líneas que le siguen son la participación del 95% y 90% más pobre de la población respectivamente. Si bien algunos economistas marxistas afirman que el salario ha caído como participación del ingreso, ese argumento es refutado con la evidencia empírica que se presentara en el gráfico (la línea superior se mantiene relativamente constante a lo largo del tiempo, en el entorno del 70%). Duménil y Lévy afirman que esa conclusión (errónea) a la que arriban otros autores, se debe al siguiente razonamiento: puesto que la productividad del trabajo ha aumentado en mayor proporción que lo que ha aumentado el salario real, entonces necesariamente la participación del salario debe haber caído. La carencia de dicho argumento radica en que no se contemplan los precios relativos. Si se considera la evolución de las tres variables (salario real, precios relativos y productividad del trabajo), es posible observar que, entre 1960 y 2009, el salario real se duplicó, los precios relativos se incrementaron un 50%, en tanto la productividad del trabajo se triplicó. Si observamos la fórmula que determina la participación del salario, vemos que la misma se mantiene constante, lo cual es consistente con el gráfico expuesto: Una vez establecido que la participación del salario no cayó, los autores se adentran en la distribución al interior de la masa salarial. Volviendo al gráfico, es posible observar que si bien el salario no cayó, la participación del 90% más pobre de la población en total del ingreso se vio fuertemente disminuida. Mientras en 1980, el 90% de los trabajadores de menores salarios concentraban aproximadamente el 55% del ingreso total de la economía, para el 2000 dicho porcentaje había caído a aproximadamente el 45%. Esa caída en la participación se explica por un incremento en la masa salarial destinada a las clases más altas, especialmente en el 5% más pudiente. Este fenómeno de concentración del ingreso se ve potenciado si se considera que ese 5% de mayores ingresos, es al mismo tiempo el perceptor de los beneficios (cobrados en forma de dividendos) y de los intereses. ¿Cómo se vincula la evolución del salario expuesta por Duménil y Lévy con la interpretación de estos autores sobre la crisis? La concentración del salario en Estados Unidos juega un rol trascendente dentro del sistema neoliberalista, al tiempo que resulta una de las causas para la crisis del sistema. La desigualitaria distribución del salario, combinada con una nueva cultura consumista de las clases más altas, son la explicación para dos fenómenos clave para la comprensión de la crisis: la caída en la tasa de acumulación y el déficit de balanza comercial norteamericano. Como explicáramos con anterioridad, las empresas cada vez reparten una mayor proporción de sus beneficios en forma de dividendos, los cuales llegan a manos de la clase alta por ser dueña de las acciones de las corporaciones. Asimismo, en una economía global donde la financiarización es un fenómeno en expansión, los pagos realizados por concepto de intereses también se incrementan, y van a parar a esa misma clase alta, controladora de las instituciones financieras. Como vimos en esta última sección, el salario también ha tendido a concentrarse en un pequeño porcentaje. Si juntamos todos estos factores, lo que obtenemos es un número relativamente pequeño de personas que cada día ganan más, tanto por concepto de intereses, como de beneficios y salarios. Si a esa concentración del ingreso se la combina con una propensión cada vez menor al ahorro de las clases altas, lo que se obtiene son tasas de acumulación reducidas y excesos de consumo (puesto que la clase alta más que compensa el infraconsumo de la clase baja).