Tres modelos para la Universidad Three models for University Vicente Manzano Arrondo Universidad de Sevilla. Departamento de Psicología Experimental. Sevilla, España. Luis Torrego Egido Universidad de Valladolid. Departamento de Pedagogía. Valladolid, España. Resumen Entre las diferentes posturas que se generan en torno a la función de la Universidad pueden destacarse dos modelos simplificados. Una tercera opción, hoy inexistente, es demandada desde diversos sectores sociales, especialmente desde movimientos sociales y sectores históricamente marginados. En el primer modelo, denominado «A», la Universidad es una entidad autónoma que se ocupa de la generación y transmisión de conocimiento para la formación integral de personas, científica e intelectualmente capaces. Es una institución que evita injerencias en su producción de saber. Para ello la institución requiere la ayuda económica del Estado. Para el modelo que hemos clasificado como «B», la Universidad es una entidad que debe ser sometida a procesos de control y que se ocupa de la generación de conocimiento relevante para el tejido económico y de la formación de profesionales bien cualificados. Para este modelo las palabras clave son excelencia, calidad, subsidiariedad o eficiencia, entre otras. Las fuertes presiones de cambio que vive la institución universitaria en la actualidad y las propuestas de los movimientos «alterglobalizadores» son catalizadores de un nuevo modelo. Esta postura, que hemos denotado como «C», toma de las anteriores la necesidad de la formación integral y la de rendir cuentas a la sociedad, si bien pone el énfasis en el trabajo de la Universidad básicamente orientado a la solución de los grandes problemas de la sociedad y de los nuevos problemas del planeta, no sólo desde la generación unilateral de conocimiento pertinente, sino también desde la intervención basada en el conocimiento generado junto con los protagonistas de la cotidianidad social. El modelo C surge desde la urgencia social que se lee desde las comunidades Revista de Educación, 350. Septiembre-diciembre 2009, pp. 477-489 Fecha de entrada: 28-05-2008 Fecha de aceptación: 17-11-2008 477 Manzano Arrondo, V. y Torrego Egido, L. Tres modelos para la Universidad olvidadas y la ciudadanía comprometida. Este modelo representa una esperanza: una Universidad comprometida, desde el conocimiento, con las mayores necesidades de la sociedad. Hoy su construcción está en proceso. Palabras clave: función de la universidad, funcionamiento de la universidad, «altermundialización» del conocimiento, control de la universidad, crisis universitarias, futuro de la universidad. Abstract Among the different attitudes most generally adopted about the main aim of the University, there are two simplified models that stand out, specially from social movements and historically excluded sectors. Third option, today non-existent, is demanded for several social sectors. According to a first model, so-called «A», University is an independent organization that takes care of the generation and transmission of knowledge for the comprehensive education and training for scientifically and intellectually able people. It is an institution that avoids meddlings for its knowledge creation. In order to that, institution requires economic aids from State. According to a second model so-called «B», University it is an organization that must be put under control processes, and that take care of the generation of the knowledge that is relevant to the economic system, as well as of the training of highly qualified professionals. For this model, keywords are excellence, quality, subsidiariness, the current strong pressures for changing upon university institutions, and the proposals from the alter-globalization movements are giving way to a new model. This attitude, which we are denoted like «C», takes from previous ones the need of the comprehensive education and the demand for accountability to the society, although it puts the biggest emphasis in the work of the University basically focused on searching for answers to the greatest problems of society, and to the new problems of the planet, not only by generating appropriate unilateral knowledge, but also by taking part in the generation of knowledge along with the main figures in the social daily nature. Model «C» arises from social urgency which is read from ignored communities and involved citizenship. This model represents a hope: involved University, from the knowledge, with the bigger society needs.Today its construction is in process. Key words: aims of the university, the functioning of the university, alter-globalization of the knowledge, university control, university crisis, future of the university. La forma con que se interpreta la función de la Universidad dista mucho de ser única: un ente romántico, una oportunidad de negocio, un motor de cambio social, un aliado para el tejido productivo, un espacio de aprendizaje, un edificio para la construcción 478 Revista de Educación, 350. Septiembre-diciembre 2009, pp. 477-489 Fecha de entrada: 28-05-2008 Fecha de aceptación: 17-11-2008 Manzano Arrondo, V. y Torrego Egido, L. Tres modelos para la Universidad de conocimiento, un escaparate de prestigio, una plataforma para el poder... Surgen, con ello, muchos rostros para un mismo ente que, razonablemente, sufre un problema de «multidefinición». Sousa (2006) expresa esta situación como el resultado de un enfrentamiento a partir de tres crisis: De hegemonía: formar élite intelectual y científica o profesionales requeridos por el mercado. De legitimidad: establecer criterios exigentes de acceso o democratizar su espacio. Institucional: trabajar con autonomía o seguir los patrones exteriores de eficiencia. Son crisis que han tomado forma como capítulo final (de momento) en una evolución histórica que ha ido acumulando lastre. Como señala Galcerán (2003), la Universidad se construye, tras los momentos iniciales, como un instrumento en el que se transmite el conocimiento ya generado a la élite que debe liderar la sociedad.Pasa después a constituirse como un espacio también de acceso limitado en el que se genera el saber. En su versión burguesa decimonónica, la orientación es «profesionalizante», pero únicamente en torno a las ocupaciones consideradas de interés para la élite y que indican una distinción de clase. En la segunda mitad del siglo XX, la Universidad se abre a un mayor sector poblacional y desdibuja su carácter de privilegio. Los centros se masifican, las instituciones proliferan y aumenta proporcionalmente el número de docentes e investigadores. La distinción social pierde fuerza y se reduce la probabilidad de traducir los estudios universitarios en una profesión adecuada a ello. El voluminoso segmento poblacional implicado en la Educación Superior, las infraestructuras que mueve y las conexiones con múltiples sectores de actividad terminan configurando a la Universidad, en los últimos años, más como una apetitosa oportunidad de negocio que como un servicio o un derecho. Desde esta multiplicidad de rostros cabe dibujar, no obstante, dos modelos más o menos destacados. Modelo A La Universidad debe ser un espacio de construcción del saber que forma personas desde una perspectiva compleja, con fuerte calado intelectual. Es el principal foco de generación Revista de Educación, 350. Septiembre-diciembre 2009, pp. 477-489 Fecha de entrada: 28-05-2008 Fecha de aceptación: 17-11-2008 479 Manzano Arrondo, V. y Torrego Egido, L. Tres modelos para la Universidad de conocimiento. Cualquier ciudadano o ciudadana debería tener la capacidad real de acceder a los estudios universitarios y, con ello, continuar con su proceso de educación integral en aras de su aportación cabal en la construcción de la sociedad. Para ello, la Universidad debe gozar de autonomía, de libertad para diseñar sus propios caminos de actuación. La autonomía está garantizada mediante el suficiente aporte de fondos públicos que otorgan a esta institución su carácter, precisamente, de servicio público. Los asuntos de docencia e investigación que deben ocupar a esta institución son los que observe en la sociedad incluso antes de que ésta lo demande mediante procedimientos de indagación adecuados, como el estudio de las urgencias sociales. Todo agente social (partidos políticos, empresas, movimientos sociales, organizaciones diversas, sindicatos, asociaciones, ciudadanía...) puede aspirar a ser un interlocutor válido, si bien son los propios miembros de la institución universitaria quienes deben gozar de mayor peso en las posibilidades de configuración. El mecanismo fundamental de progreso es la médula de la actividad científica: la curiosidad, el ansia por responder a los interrogantes, la búsqueda de la verdad. Obsérvense, por ejemplo, las siguientes citas: «Yo sigo creyendo que la Universidad es, esencialmente, como dice la antigua definición, una comunidad de maestros y de alumnos que buscan juntos avanzar en el saber» (Siguán, 2007, p. 36-37). La Universidad es o debería ser una institución «preocupada por la creación y transmisión de saberes, por que esa transmisión y esa creación afecten integralmente a la existencia y por que forme íntegramente a las personas implicadas en ella» (Gallego, 2003, p. 122). La Universidad debe ser «educadora de la razón, como apertura a todos los factores de la realidad» (Rubalcaba, 2003, p. 143). «La universidad tiene un fin social, que consiste en conseguir una sociedad mejor, una sociedad más justa y más humana, más libre, más democrática, más respetuosa con la dignidad de la persona, más sociable, más solidaria» (Ponce, 2003, p. 158). Modelo B La Universidad debe ser un espacio de formación donde los egresados y egresadas adquieran competencias y habilidades concretas para desempeñar su quehacer 480 Revista de Educación, 350. Septiembre-diciembre 2009, pp. 477-489 Fecha de entrada: 28-05-2008 Fecha de aceptación: 17-11-2008 Manzano Arrondo, V. y Torrego Egido, L. Tres modelos para la Universidad laboral al más alto nivel, lo que permite rentabilizar los recursos que la sociedad ha puesto en su formación. El esfuerzo colectivo puesto en ello exige que los recursos se utilicen bajo criterios de eficiencia, lo que aconseja poner en marcha procesos de excelencia, de control y de exigencia sobre todos los miembros y sobre quienes aspiren a serlo. La Universidad debe responder en el cumplimiento de estos procesos rindiendo cuentas a la sociedad mediante las estrategias que establezcan los legítimos representantes de ésta. La institución debe ser lo menos gravosa posible lo que obliga a la aplicación del principio de subsidiaridad y a la búsqueda de ingresos fuera del soporte del Estado, vendiendo su conocimiento según las leyes del mercado y, por tanto, adecuándose a la demanda. Son interlocutores válidos especialmente los gobiernos (principalmente del Estado y autonómico), los empleadores y los colegios profesionales. El mecanismo fundamental de progreso es la competitividad: la lucha en el terreno del mercado o en el académico, para ofrecer más que los demás o en mejores condiciones. Al hilo de esta postura, entre otros aspectos, más cercana al mercado, obsérvense las siguientes citas: «(hay) que acercar la Universidad a una concepción de empresa productora del capital humano demandado por los mercados» (Rafael Puyol, entonces rector de la Universidad Complutense de Madrid, citado por Galcerán, 2003). Nos encontramos en «una sociedad globalizada y competitiva en la que se introduce un nuevo concepto que se va difundiendo: el de universidad de mercado,siempre atenta y respondiendo a las demandas del sector productivo» (Plaza, 2003, p. 76). «Si has decidido ir a la Universidad y quieres marcar la diferencia dentro de tu sector profesional al finalizar tus estudios, te damos la bienvenida al CEU». (www.bienvenidoeltalento.com). «La competencia es buena para los negocios: las universidades experimentan actualmente cuánto de verdad encierra ese proverbio alemán. Con la Iniciativa de Excelencia, el Gobierno federal y los Länder impulsan la competencia científica entre las universidades. En juego están en total 1.900 millones de euros de subvenciones hasta el año 2011. El objetivo es que las mejores universidades, los faros de la ciencia y la docencia, se destaquen más. La iniciativa hace soplar nuevos vientos en las altas casas de estudio, dando pie a renovados impulsos e ideas. Al fin y al cabo, muchas de las 102 universidades alemanas ofrecen prestaciones de punta». (www.magazine-deutschland.de). Revista de Educación, 350. Septiembre-diciembre 2009, pp. 477-489 Fecha de entrada: 28-05-2008 Fecha de aceptación: 17-11-2008 481 Manzano Arrondo, V. y Torrego Egido, L. Tres modelos para la Universidad «Consideramos que es función de la universidad promover el potencial innovador de nuestros equipos investigadores mediante nuestra participación activa en espacios institucionales de encuentro y colaboración con las empresas, que identifiquen las necesidades productivas y propicien la colaboración mutua». (Primer Encuentro Internacional Universia de Rectores, 2005, en www.universia.net). «La demanda creciente de tecnología por la sociedad, la necesidad de innovar de modo permanente para mantener el vigor del tejido empresarial y de la actividad económica y la importancia de la formación de capital humano muy cualificado exigida por la sociedad del conocimiento, requieren de la universidad el ejercicio de nuevas funciones y nuevos compromisos con la sociedad, que la convierten en motor del desarrollo y en agente especial de movilidad social». (Fundación CYD, 2006). Lo que observamos hoy no se adecua realmente a ninguno de ambos modelos. La Universidad, como institución añeja que es, sigue mostrándose con la apariencia de un dinosaurio viejo y voluminoso difícil de mover. Sus miembros están demasiado ocupados en el estrés cotidiano intentando mantenerse al día en su pequeña cuota de especialización, y responder a las crecientes presiones por generar producción científica. Los gestores de la Universidad tienen una tarea difícil que incluye sobrellevar la inercia, responder como pueden a los requerimientos legislativos y financieros de cada momento y mantener su propia supervivencia en el poder (Pérez Manzano, 2003). Esta descripción no agota el objeto descrito. Por supuesto que la institución universitaria incluye características contempladas en las posturas A y B, además de otros añadidos. Sin embargo, para entender su comportamiento actual es importante señalar que mantiene los elementos definitorios propios de toda institución antigua, como la Iglesia o los partidos políticos, cuya energía se invierte en buena medida en el mantenimiento de su propia estructura de funcionamiento y su posición. Como señala Aguilera (2005), tanto las instituciones como las reglas del juego suelen cumplir dos funciones entremezcladas: instrumental (resolución de problemas) y ceremonial (mantenimiento del status quo). La Universidad no se aleja de este dilema de funcionamiento y ocupa una parte significativa de sus recursos en la función ceremonial, especialmente desde el quehacer de gestión y liderazgo de la institución. En un contexto siempre complejo, las dos posturas se han presentado de forma simplificada, si bien admitiendo múltiples matices y mezcolanzas. Aún así, representan con cierta holgura la tensión que se ejerce sobre la institución universitaria. La 482 Revista de Educación, 350. Septiembre-diciembre 2009, pp. 477-489 Fecha de entrada: 28-05-2008 Fecha de aceptación: 17-11-2008 Manzano Arrondo, V. y Torrego Egido, L. Tres modelos para la Universidad colisión ha despertado algunas conciencias intermedias. Así, desde el modelo B, se ha venido admitiendo la necesidad de una formación integral en el sentido de que no se rinda a los compartimentos estancos propios de una Universidad que absorbió la ideología del siglo de las luces mediante el paradigma de la simplicidad, generando «microsabios» «macroignorantes» (Vilar, 1997). La motivación no es construir una sociedad mejor, sino habilitar capacidades de adaptación a entornos complejos que no entienden de compartimentos disciplinares. Del mismo modo, desde el modelo A se va admitiendo la procedencia de someter a la Universidad a procesos de control. Mediante éstos y sin tocar la autonomía en los aspectos de su propia competencia (qué se debe saber e investigar para incrementar precisamente el conocimiento), la institución debe responder ante la sociedad sobre el grado en que está resultando ser una entidad socialmente útil. Aún así, qué duda cabe que es la postura B la que define la Universidad que vemos moldear en estos años (Manzano y Andrés, 2007). Sin embargo, el capítulo del moldeado no ha hecho más que abrirse. La colisión no es unidimensional. Sobre la institución universitaria, del mismo modo que sobre todo estamento con alguna competencia en los procesos de generación de conocimiento y de intervención social, se dejan sentir algunas presiones añadidas con fuerza creciente. Así, es cada vez más frecuente la reivindicación de una verdadera revolución del conocimiento académico y científico, que abra sus puertas al saber popular, tradicionalmente repudiado (Codina y Delgado, 2006). Esta presión tiene una suerte dispar según cuál sea la postura con la que colisiona. Los defensores de aceptar en la Universidad los valores y dinámicas del mercado asumen esta presión con más facilidad que quienes defienden una Universidad más intelectual y dedicada a la generación de conocimiento sin que éste deba rendir cuentas específicas a ningún frente. Esta circunstancia se explica desde el momento en que el saber popular resulta especialmente rentable en muchos casos, como ocurre en las industrias del ocio, de la alimentación o farmacéutica (Khor, 2003). Otra controversia de gran envergadura se está desarrollando en el contexto de los movimientos «altermundializadores». En la línea de lo que Morín (2001) denominó la hélice emancipadora, una creciente miríada de movimientos sociales planetarios reivindica una humanización radical de toda actividad, que considere como una extensión lógica e inevitable, al planeta como un ente vivo y completo. Este movimiento denuncia que la evolución del capitalismo ha generado una situación mundial insostenible tanto en las relaciones humanas como entre humanos y planeta. Esta insostenibilidad puede medirse de manera extensa, entre cuyos términos se encuentra Revista de Educación, 350. Septiembre-diciembre 2009, pp. 477-489 Fecha de entrada: 28-05-2008 Fecha de aceptación: 17-11-2008 483 Manzano Arrondo, V. y Torrego Egido, L. Tres modelos para la Universidad (Baudrillard y Morin, 2004; Camps, 2000; Casals, 2001; Codina y Delgado, 2006; Colectivo, 2003; Cortina, 2002; Estefanía, 2002; Freire, 2001; Galeano, 2001; Lindblom, 2002; Lucena, 2002; Manzano, 2002, 2004; Minetti, 2002; Sachs, 1996; Swift, 2003): Precariedad (laboral, educativa, de acceso a la vivienda, a la información y al conocimiento, etc.). Pérdida de la diversidad (exterminio de especies, desaparición de lenguas, homogeneización de la cultura, etc.). Aumento de los conflictos armados y de su grado de crueldad. Mantenimiento y, en muchos casos y zonas, aumento de problemas fundamentales como el hambre o las enfermedades curables. Desequilibrio exponencialmente creciente en términos de riqueza y miseria entre áreas del planeta y entre subpoblaciones dentro de los Estados. Dominación de los Estados más pobres mediante diversos mecanismos como la deuda externa o la pérdida de la soberanía alimentaria. Criminalización de las víctimas en los procesos de dominación en el caso de la inmigración, las guerras, el hambre, etc. Expoliación de riquezas naturales en los países del Sur. Daño medioambiental creciente en múltiples frentes: escasez de agua potable, contaminación de suelos, supresión de áreas forestales, deterioro de la capa de ozono, oscurecimiento del planeta, calentamiento global, desequilibrio de los ecosistemas, exterminio de fauna y flora marítima y un largo etcétera. En esencia, este macromovimiento establece que el desarrollo es una ideología, no una evidencia empírica. Su evolución ha sido independiente a la idea de que cada ser humano tiene en sí algo indestructible, una cualidad que merece respeto y que bien podría ser la dignidad humana, pues las personas no somos animales de rebaño, sino conciencias libres (Valencia, 2001). ¿Qué efecto tiene esta tentativa de influencia «altermundializadora» sobre la definición de la Universidad? La respuesta se articula en dos momentos: Ni la Universidad como institución ni los organismos políticos que diseñan la legislación orientada a la configuración de aquélla, son explícitamente permeables a esta presión internacional. Los efectos son más sensibles en los miembros de la institución universitaria, pues cada vez es más frecuente leer y escuchar discursos similares en el seno de la Universidad por parte de sus bases: profesorado, personal de administración y servicios, y estudiantes. La 484 Revista de Educación, 350. Septiembre-diciembre 2009, pp. 477-489 Fecha de entrada: 28-05-2008 Fecha de aceptación: 17-11-2008 Manzano Arrondo, V. y Torrego Egido, L. Tres modelos para la Universidad influencia es real, pero por este motivo se deja sentir especialmente en los espacios de libertad en el interior de los muros universitarios mediante: la configuración de asignaturas, los temas que se escogen, las dinámicas de clase, las jornadas, conferencias u otros eventos organizativos, a la vez que la entrada en la Universidad, cada vez más frecuente, de representantes de movimientos sociales locales. Hablamos pues de una influencia que se comporta como agregado de numerosos movimientos individuales. Dado que el conocimiento no se transmite sino que se construye en cada individuo (aunque de forma colectiva) mediante la transmisión de información (Canals, 2003), lo que procede es propiciar procesos de construcción acordes a las necesidades socioplanetarias reales y actuales. El listado previo de problemas que contienen las denuncias de los movimientos «altermundializadores» constituye un buen listado para ejemplificar a qué problemas se está refiriendo esta petición de construcción específica y concreta de conocimiento. Todo el desarrollo anterior muestra tres niveles de análisis identificables en torno al quehacer universitario y las problemáticas que inciden en él: los individuos, la propia universidad y la sociedad. Al aplicar esta perspectiva centrada en la construcción pertinente de conocimiento, el resultado podría quedar como sigue: Los individuos han de contar con suficiente conocimiento como para quedar capacitados en la realización de una vida plena. Ello exige capacidad para interpretar el entorno (leer el mundo, que diría Freire), capacidad para tomar decisiones coherentes definidas entre los extremos protagonistas (sus aspiraciones, la situación contextual y las aspiraciones de los demás) y capacidad para llevar a buen término el diseño de su propio proyecto de vida plena. La Universidad exige el derecho de contar con autonomía y garantías suficientes de subsistencia para llevar a cabo los procesos de construcción de conocimientos adecuados para responder a las exigencias de estos tres puntos. Del mismo modo, debe favorecer un trabajo continuo de autocrítica, igualmente basado en el conocimiento. La sociedad ostenta su propio derecho al desarrollo (íntegro) y la exigencia de contar con un conocimiento pertinente en su haber para realizar la función de convivencia y plenitud. La combinación de las tres dimensiones resulta perfectamente compatible desde la perspectiva de la «alterconstrucción» del conocimiento.Todos los frentes confluyen Revista de Educación, 350. Septiembre-diciembre 2009, pp. 477-489 Fecha de entrada: 28-05-2008 Fecha de aceptación: 17-11-2008 485 Manzano Arrondo, V. y Torrego Egido, L. Tres modelos para la Universidad en uno: procurar capacidad cognitiva para idear un mundo mejor para todos los habitantes del planeta y herramientas operativas para hacerlo realidad. Esta gruesa exigencia toma como soporte principal una postura cercana a la que se ha distinguido con la letra A, pero con identidad propia. Modelo C La Universidad debe ser un centro de investigación, docencia, diseño e intervención. El profesional de la Universidad no puede permanecer con los guantes puestos (Freire, 2001), sino que debe implicarse y comprometerse con la realidad que investiga y de la que genera conocimiento. El quehacer de la Universidad, como el de toda criatura generada por la sociedad, debe estar al servicio de ésta según su peculiaridad, en este caso la construcción de conocimiento. Lo que debe procurar, por tanto, es que los objetivos de esa creación se sitúen con absoluta claridad en las urgencias sociales, respondiendo con conocimiento a las principales necesidades de solución, tanto globales como locales. No debe limitarse a una posición reactiva, sino que ha de ser eminentemente proactiva: identificar los problemas antes de que éstos surjan, contar con sus propios medios para jerarquizar las urgencias, basados en el conocimiento, y proponer vías generales y concretas para el desarrollo social. Para este quehacer, la Universidad debe contar con suficiente autonomía, si bien ha de ser objeto de control social para comprobar el grado en que su función se está llevando a efecto o en qué medida los recursos de que dispone pueden estar desviándose hacia otros requerimientos (internos o externos). Esta autonomía exige financiación pública.Y esta fuente de financiación (compatible con la privada que no comprometa ninguno de estos puntos definitorios) exige una preocupación especial por la eficiencia, la eficacia y la relevancia: utilizar convenientemente los recursos para conseguir los objetivos que se le han encomendado y que concreta según lo considere pertinente en función del conocimiento que posee. La preocupación fundamental, por tanto, es la relevancia de las tareas: en qué medida resultan trascendentes para una Sociedad Buena. Son interlocutores válidos: sus propios miembros y los agentes sociales con competencia para señalar urgencias y vías de desarrollo, como es el caso de los representantes políticos o los movimientos sociales. De todos ellos, son los colectivos más ignorados o marginados quienes han de encontrar una vía de expresión y configuración privilegiada en la Universidad. 486 Revista de Educación, 350. Septiembre-diciembre 2009, pp. 477-489 Fecha de entrada: 28-05-2008 Fecha de aceptación: 17-11-2008 Manzano Arrondo, V. y Torrego Egido, L. Tres modelos para la Universidad En la práctica de la investigación universitaria, como señalan Codina y Delgado (2006), estos profundos y extensivos replanteamientos sobre el conocimiento científico en cuanto tiene de social está llevando a una orientación hacia cuatro frentes: Organización de los estudios mediante equipos mixtos con investigadores de tendencia teórico-social y empírico-social. Implementaciones participativas de la investigación con involucración en las propias realidades que se investigan, desde el seno de las comunidades implicadas. Transformación o cambio social, de abajo hacia arriba. Utilización de metodologías cualitativas para abordar la vida cotidiana y las prácticas colectivas. En cuanto al cometido de formación y bajo esta perspectiva, el objetivo es formar personas autónomas que no sólo cumplen con la capacitación individual a que se ha hecho referencia más arriba, sino que constituyen verdaderos agentes sociales de cambio. Tal vez no se dediquen al mundo de la ciencia. Posiblemente no terminen trabajando en la profesión para la que escogieron una titulación. Pero no dejarán nunca de ser personas que dieron forma a una actitud «prosocial» al menos durante su experiencia universitaria. La capacitación para un puesto de trabajo no solamente es compatible con esta visión, sino que resulta del todo fundamental que los egresados y las egresadas ingresen en el mundo laboral con mucho más que un interés crematístico para conseguir los objetos de consumo que procura el mercado y garantizar su subsistencia. El desempeño en el puesto de trabajo no debe ser una excepción a la norma general de que toda persona procura su propia felicidad en el mismo sentido en que trabaja para una colectividad también plena. Lo que añade la formación universitaria es un poderoso bagaje de conocimiento. El universitario es un utópico convencido en el sentido de que participa en las utopías y trabaja para hacerlas realidad. En palabras de Freire (2001, p. 43): «Si, en realidad, no estoy en el mundo para adaptarme a él sin más, sino para transformarlo, si no es posible cambiarlo sin un cierto sueño o proyecto de mundo, debo utilizar todas las posibilidades que tenga para participar en prácticas coherentes con mi utopía y no sólo para hablar de ella». Referencias bibliográficas Aguilera, F. (2005). Los mercados de agua en Tenerife. Bilbao: Bakeaz. Baudrillard, J. y Morin, E. (2004). La violencia en el mundo. Madrid: Paidós. Revista de Educación, 350. Septiembre-diciembre 2009, pp. 477-489 Fecha de entrada: 28-05-2008 Fecha de aceptación: 17-11-2008 487 Manzano Arrondo, V. y Torrego Egido, L. Tres modelos para la Universidad Camps, V. (2000). Los valores de la educación. Madrid: Anaya. Canals, A. (2003). La gestión del conocimiento. Barcelona: Gestión 2000. Casals, C. (2001). Globalización. Apuntes de un proceso que está transformando nuestras vidas. Barcelona: Intermón-Oxfam. Codina, S. y Delgado, C. J. 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