Domingo V de PASCUA (Ciclo C)

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UNA PALABRA JOVEN (May 07)
Secretariado de Pastoral Juvenil-Vocacional de Huelva
Domingo V de PASCUA (Ciclo C)
Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros
Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús:
— Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él. (Si Dios es
glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará.) Hijos míos,
me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a
otros como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán
todos que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros.
(Jn 13, 31-33a.34-35)
En el contexto de la Última Cena, en el discurso de despedida, tras haber salido Judas del
cenáculo, Jesús pronuncia estas palabras: EL MANDAMIENTO NUEVO. «Se trata del testamento
que deja a sus discípulos: que os améis unos a otros como yo os he amado.
Tal vez nos podamos preguntar a qué ha venido Jesús al mundo. Él es la manifestación de la
gloria de Dios, es la percepción sensible del Dios-Amor, a la cuál, y en justa correspondencia, debe
corresponder la manifestación del amor por parte de sus discípulos.
El amor mutuo es la esencia del discipulado y su única manifestación auténtica. A la
novedad del mandamiento del amor contribuyen:
– Su causa: los discípulos deben amarse, porque ellos fueron amados primero (1Jn 4, 19).
– Dios manifestó su amor al mundo (Jn 4, 19).
– Jesús amó a los suyos hasta el fin (Jn 13, 1).
Sólo quien es amado y se siente amado es capaz de amar. El amor de Jesús es fundamental y
constitutivo del amor fraterno. No se trata sólo de una acción sino de una especie de atmósfera en la
que respira el creyente y donde halla la fuerza para amar a sus semejantes. Por lo que se refiere al
modo del mismo: es un amor de entrega, hecho de comunicación y de sacrificio. Así debe ser el de
los discípulos. También es importante la finalidad: no es simplemente un amor altruista y
humanitario, sino la continuación de la obra de Jesús; el amor mutuo debe ser manifestativo del
amor que Dios tiene a los hombres.»1
Si miramos a nuestro alrededor, es posible que nos demos cuenta de lo necesitado que está
nuestro mundo de amor, pero no de un amor cualquiera, sino de aquel que nos presenta Jesús como
modelo: nadie tiene amor más grande que el que da la vida por aquellos a los que ama; este amor de
Dios al mundo le llevó a entregarle a su propio Hijo. Con este precepto Jesús establece el
fundamento del ser y de la convivencia sobre una nueva base: el amor como entrega, el amor
absolutamente gratuito y desinteresado. Está proponiendo la utopía.
Ante la utopía propuesta por Jesús nos podemos preguntar: ¿somos capaces de vivir este
amor? Tal vez nuestro problema, el problema de nuestro mundo y de nuestra cultura sea creer que el
amor así entendido es imposible y, quizás, hayamos renunciado al mejor proyecto de vida posible.
Proponiendo un amor al otro como el suyo, Jesús está asentando los cimientos de un mundo nuevo
y mejor. Ignorar o menospreciar su propuesta conduce al miedo o a la huida. Cuando caemos en el
miedo, aparece la competencia, la envidia, la mentira, la manipulación, la ira, la división, el
sectarismo… Cuando huimos, nos refugiamos en paraísos imaginarios, en placeres que nunca
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Comentario al Nuevo Testamento, Ed. La casa de la Biblia, 1995.
www.pjvhuelva.org/servicios_una_palabra_joven.htm
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UNA PALABRA JOVEN (May 07)
Secretariado de Pastoral Juvenil-Vocacional de Huelva
satisfacen y que tantas veces llevan al vacío o la degradación del ser humano. Frente a la cultura del
desamor, el cristiano propone la cultura del amor y de la vida, es decir, se empeña en la
construcción de un mundo en el que los hombres se sienten y viven como hermanos y donde el
amor es el valor que inspira todos los proyectos.
Este amor es el distintivo de los discípulos de Jesús. Esto quiere decir que, cuando la joya
del amor se oscurece, no importa que brillen otras alhajas porque todo huele a falso. Pero si el amor
está presente, no importa la carencia de otras cosas, porque el amor da autenticidad y sumo valor a
todo lo humano por insignificante que sea. Jesús quiere crear un espacio donde el amor exista como
una realización de la utopía. Ese es precisamente el signo que ha de identificar a los cristianos en
medio del mundo: demostrar que es posible lo que parece imposible: que Dios es padre y que los
hombres pueden ser hermanos. En eso radica la gloria del hombre y la gloria de Dios. Y un último
detalle que no hay que olvidar: cuando Jesús habla, antes ya ha hecho. No es hombre de discursos,
sino de compromisos. Por eso antes de decir lo que hay que hacer, él ha lavado los pies a los suyos
para indicar con ello que el servicio es la manifestación más clara del amor.
No tengas miedo a vivir desde el Amor; sí, lo escribo con mayúsculas porque así se escribe
todo lo grande, hermoso, bello e importante de nuestra vida. El Amor así escrito, vivido y expresado
nos lleva a descubrir su propia medida en la grandeza y en la pequeñez de cada hombre: la medida
del amor es el amor sin medida. Así te ha amado Dios en Jesús y, aunque no quieras corresponderle,
te amará de igual modo siempre. Mostrar este don recibido y ayudar a vivirlo a todo aquél que
encuentres en tu camino es la gran transformación, la gran noticia, que necesita nuestro mundo.
Recuerda las palabras que Juan Pablo II pronunciaba 5 de octubre de 1995 con ocasión del
cincuenta aniversario de las Naciones Unidas: «la respuesta al miedo que ofusca la existencia
humana […] es el esfuerzo común por construir la civilización del amor, fundada en los valores
universales de la paz, de la solidaridad, de la justicia y de la libertad […]; el cambio cultural
deseado exige a todos el valor de asumir un nuevo estilo de vida que se manifieste en poner como
fundamento de las decisiones concretas —a nivel personal, familiar, social e internacional— la justa
escala de valores: la primacía del ser sobre el tener, de la persona sobre las cosas.»
Siente el Amor de Dios, déjate inundar por él y ofrécelo a los hombres, tus hermanos,
comprometiendo tu vida en la construcción de esa nueva civilización marcada por el Amor. Esta
será la señal de que eres su discípulo/a.
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