From the SelectedWorks of Cesar A. Prieto Spring October 14, 2011 La presunción de inocencia como proposición sintética Cesar A. Prieto Available at: http://works.bepress.com/cesarprietor/1/ La presunción de inocencia como proposición sintética César Prieto “Sólo le estoy proporcionando al Senado casos en los que queda claro que hay conexiones comunistas definidas… de personas que, según considero, son comunistas y trabajan en nuestro Departamento de Estado… Del caso Nº 40, puedo decir que no tengo mucha información, a excepción de la proposición general de la agencia (de investigación) referida a que «no hay nada en los archivos que desacredite sus conexiones comunistas»1”. Aunque sea difícil de concebirlo, este tipo de frases era pronunciado cotidianamente por Joe McCarthy durante el período más crítico de la Guerra Fría. A la práctica generalizada de emitir acusaciones sin sustento se le llama “macartismo”. Y en el plano de la lógica informal a la alocución precitada se le conoce como una falacia que apela a la ignorancia (Argumentum Ad Ignorantiam). De acuerdo con Douglas Walton, lo que es característico del argumentum ad ignorantiam es una «transferencia en la carga probatoria 2». La carga probatoria al que se refiere Walton no es el concepto que se usa en el derecho procesal. Este autor la concibe de esta peculiar forma: «la carga probatoria está definida como la asignación, dentro de un diálogo razonado, que establece una fuerza (peso) de argumentación requerida a una parte a fin de persuadir a la otra parte3». En efecto, ubicándonos en el escenario del ejemplo precitado, en vez de que McCarthy se haya ocupado en presentar medios probatorios para demostrar sus acusaciones, éste fundamentaba sus imputaciones en la inexistencia de evidencia que lograse desmentirlas. En resumen, el esquema de la apelación a la ignorancia es: No hay evidencia en contra de p Entonces, p O también: No hay evidencia de p Entonces, - p 1 En Fallacy Files: «http://www.fallacyfiles.org/ignorant.html» 2 WALTON, Douglas. The Appeal to Ignorance, or Argumentum Ad Ignorantiam. En: Argumentation 13: 367377, 1999. 3 WALTON, Douglas. Burden of Proof. En: Argumentation 2: 233-254 Ahora bien, en el Sistema Internacional de Protección de los Derechos Humanos, el derecho a la presunción de inocencia aparece así considerado en el artículo 11.1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en juicio público en el que se le hayan asegurado todas las garantías necesarias para su defensa.4” Si tomamos la primera parte del contenido del principio de presunción de inocencia, es decir: “Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad…”, podemos reducirla a la expresión: «se presume la inocencia de una persona acusada mientras no se pruebe su culpabilidad», o mejor: “se debe presumir la inocencia de una persona acusada hasta que se demuestre su culpabilidad”. El lector atento se preguntará válidamente si la hechura de esta última proposición coincide con el antes indicado esquema perteneciente al argumentum ad ignorantiam. La respuesta es simple: No. Y no es una apelación a la ignorancia, porque, en nuestra opinión, el principio de presunción de inocencia no intenta demostrar nada. Recordemos que aquel que usa una construcción falaz tiene el ánimo de convencer al contrario sobre la verdad de su propuesta mediante un aparente razonamiento correcto. La similitud en la estructura del principio de presunción de inocencia con el esquema del argumentum ad ignorantiam, por tanto, no es razón suficiente para afirmar que ambos son idénticos. No obstante, somos de la opinión de que la presunción de inocencia sí contiene un defecto lógico. Nos explicamos. Alfred Ayer sostenía que existen dos tipos de proposiciones: (i) aquellos en las que no es necesario acudir a la realidad para verificar su contenido, así, por ejemplo, “todos los hombres solteros, no son casados” y (ii) aquellos que deben verificarse en la realidad para comprobar su contenido, verbigracia, “todos los cisnes son blancos5”. A los primeros, que no son otra cosa que juicios a priori, Ayer los llamó proposiciones sintéticas y a los segundos, proposiciones empíricas. Lo peculiar de los juicios sintéticos es que su verificabilidad se limita al mero manejo de los conceptos. Dicho de otro modo, basta con entender el significado de los conceptos circunstantes en un juicio sintético para comprobar su coherencia. Si sabemos que los hombres solteros precisamente lo son porque aún no se han casado, nadie podrá negar que “todos los hombres solteros no son casados”. La crítica de Ayer contra el uso de proposiciones sintéticas coherentes se centra en el hecho de que son tautológicas, en pocas palabras, ellas repiten el mismo pensamiento de formas diversas, con lo cual concluimos que las proposiciones a priori no aportan nada al conocimiento. 4 Ver sentencia del Tribunal Constitucional del Perú recaída en el EXP. N.° 10107-2005-PHC/TC 5 Ayer, Alfred. Language, Truth and Logic. Penguin Group. 1975, pág. 13 y siguientes. ¿Es la presunción de inocencia un juicio apriorístico? Creemos que sí. La tautología radica en que toda persona inocente no es culpable. La popular frase a que alude tal principio “Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad…” y que muchas personas se jactan en recordarnos ante situaciones en las que se encuentran muy comprometidas, es, insistimos, una frase vacía. Last but not least, postulamos que el verdadero valor de dicho principio está en su segunda parte, la cual está dedicada a las garantías que debe tener toda persona para su defensa. Sin embargo, esta disposición ya está contemplada como parte del derecho a la defensa e incluso del derecho al debido proceso. Por consiguiente, el principio de presunción de inocencia es vacuo y lo poco que podemos rescatar de su contenido, de acuerdo con lo mencionado en el párrafo anterior, ya está consagrado en otros derechos y, consecuentemente, resulta ocioso.