HAFIZ, EL MEJOR REPRESENTANTE DE LA POESÍA SUFI*

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HAFIZ, EL MEJOR
REPRESENTANTE
DE LA POESÍA SUFI*
N A S R O L L A H S. F A T E M I
budismo, cristianismo e Islam, pueden ser mejor apreciados en el sufismo,
"testimonio de la experiencia en constante profundización del
alma de los creyentes que se vuelcan sinceramente a D i o s " .
E l sufismo ha sido definido como " l a aprehensión de las
realidades divinas" y también como " u n mensaje universal de
amor, hermandad y unidad del hombre". N o se trata de una
religión, n i significa una nueva iglesia o secta, e intenta, en
palabras de R u m i , " e l i m i n a r los conflictos, enemistades y
luchas, para unificar a la gente en amor y armonía".
E l sufismo es un idealismo panteísta que presenta dos
aspectos: uno filosófico y otro místico. Los sufis tratan con
D i o s directamente. Él es la Verdad absoluta, el B i e n absoluto y
la Belleza absoluta. Su naturaleza divina puede ser descubierta
a través de la meditación trascendental, la negación de sí
mismo, el amor a la humanidad, la gnosis y el altruismo.
E l objetivo de los sufis es introducir el espíritu ecuménico,
así como espiritualizar y purificar el sistema islámico desde
dentro, para otorgarle profundidad mística e infundir en todas
las religiones el espíritu de amor y libertad. Estas ideas elevadas fueron diseminadas especialmente a través de la poesía
persa y árabe. E l sufismo produjo grandes nombres y famosos
oradores-poetas en una vasta área del mundo, desde España a
Indonesia. N o m b r e s tales como A l - G h a z a l i , R u m i , A l Junayd,
Ibni A r a b i , D h u l N u n , H a f i z , Sadi, M a n s u r al Hallaj, N i z a m i ,
Ornar K h a y y a m y K h a l i l Jaobran e Iqbal son conocidos más
allá del mundo islámico.
LOS E L E M E N T O S C O M U N E S A L JUDAÍSMO,
* Las versiones al inglés de los poemas de Hafiz han sido tomadas de Fifty P o e m s
of Hafiz,
Texts and translations collected and made, introduced and annotated by
Arthur J. Arberry, Cambridge, The University Press, 1953. (N. d e l T . )
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HAFIZ: POETA SUFI
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Cada nación tiene una literatura peculiarmente propia,
incluso si ha recibido influencias del exterior. T a l como e l
imperio universal persa fue fundado sobre las ruinas de
monarquías anteriores, reuniendo en las salas de los palacios
los restos de las naciones conquistadas, así su literatura fue
enriquecida por la filosofía, la ciencia, la poesía y la mitología
de sus predecesores. L a mentalidad de Persia fue, desde el
comienzo, universal. C i r o el Grande, el fundador del i m p e r i o ,
reinó basándose en la tolerancia y el respeto por otras culturas
y religiones. E l florecimiento del misticismo persa y de las
ideas universales puede ubicarse alrededor del siglo V a. C. S i n
embargo, la edad de oro de la literatura y la poesía persas
comienza en el siglo IX d. C. Los persas de este período parecen
haber nacido con una canción en los labios, ya que los poetas
sufis destacados son muchos, y sus contribuciones filosóficas,
místicas y espirituales son cuantiosas.
E l verdadero sueño de los sufis fue expresado p o r R u m i :
" N o favorecer, sino cicatrizar el cisma provocado por las
disputas entre las numerosas sectas musulmanas, cristianas y
judías". Esta esperanza de reconciliación fue incluida en los
dogmas sufis:
1 . N o hay D i o s , sino Dios, el Misericordioso y Compasivo.
2 . Los caminos para llegar a la Verdad (Dios) son tantos
como el número de seres en la superficie de la tierra. H a y una
forma de alcanzar la Verdad: la aniquilación del falso orgullo y
el ego, a través del desinterés y el altruismo.
3 . Existe una Ley: la ley de reciprocidad. U n a vida apacible y
armoniosa entre los hombres sólo puede lograrse cuando el
sentido de justicia se despierta en una mente perfectamente
ecuánime, libre de la arrogancia del poder, la riqueza, el d o m i nio, el nacimiento y la jerarquía. E l mundo es feliz y armonioso
cuando la justicia es el poder dominante.
4 . Existe una H e r m a n d a d : la hermandad humana, que une a
todos indiscriminadamente bajo la paternidad de Dios.
5. Existe una M o r a l : el amor, que brota en la negación de sí
m i s m o y florece en la devoción de servicio hacia la humanidad.
E l amor es como un médico, capaz de curar las heridas y
reconciliar a los enemigos. Su compasión vuelve amigos a
quienes están enfrentados, y santos a los pecadores.
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6. Existe una Verdad: el auténtico conocimiento de nuestro
ser, por dentro y por fuera. Conócete a ti m i s m o y conocerás a
Dios. Es el conocimiento de sí m i s m o el que conduce a Dios.
E n H a f i z , el gran poeta místico persa, encontramos las
mejores manifestaciones de las ideas sufis.
H a f i z , poeta del s u f i s m o
Shams u d - D i n M o h a m m e d H a f i z nació en Shiraz a c o m i e n zos del siglo X I X d. C. H a b i e n d o muerto su padre cuando él
contaba cinco años, su educación quedó en manos de su madre,
quien le dio lo mejor que se podía encontrar en Shiraz. Siendo
estudiante, H a f i z se distinguió en filosofía y teología islámicas,
en literatura persa y árabe, por lo cual muy pronto se ganó el
reconocimiento de sus maestros y mecenas. U n o de estos
últimos, Q a v u m u d - D i n , fundó para H a f i z una escuela de
teología en Shiraz en la que éste impartía clases de teología e
ideas islámicas. Su sabiduría, elocuencia y conocimientos le
ganaron la reputación de L e n g u a de ¡os I n v i s i b l e s e
Intérprete
de M i s t e r i o s , títulos con que se lo denominaba.
Shiraz, a quien H a f i z amaba entrañablemente, era la capital
del reinado de Muzafferi, y un centro de enfrentamientos y
discordia civil. Pero a pesar de las vicisitudes políticas, el
estado de la cultura en Persia era tan alto y la fama de H a f i z tan
extendida, que todos los partidos enfrentados le reservaban su
respeto y honor.
Poco se conoce de la vida personal de H a f i z , aparte de las
historias tradicionales relacionadas con ciertos versos de sus
poemas, y las anécdotas de algunos poetas contemporáneos
suyos. D e los siguientes poemas concluimos que H a f i z estaba
casado con una joven de nombre Shakh Nabat (azúcar de
cristal) y que tenía un hijo que murió cuando todavía él era
joven:
Esta casa ha sido un lugar donde las hadas moran, como los inmortales, pura de cabeza a pies.
Fue ella quien permaneció entre nosotros un pequeño espacio.
Entonces, cuando fue encontrada,
siguió su camino en inmortal viaje.
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C o n motivo de la muerte de su hijo. H a f i z escribió los
siguientes versos:
O h , corazón, has visto lo que ese inteligente hijo
experimentó bajo la cúpula de este panteón multicolor.
E n lugar de una pizarra de plata en sus manos
el Hado colocó una lápida de piedra en su cabeza.
Pequeño durmiente, la primavera está aquí;
los tulipanes y las rosas han vuelto.
Sólo tú en la tierra permaneces
durmiendo, querido.
Pequeño durmiente, la primavera está aquí;
yo, como una lluviosa nube de abril,
me inclino en vano sobre tu tumba,
llorando, querido.
Pequeña flor, la primavera está aquí;
qué sería si mis lágrimas no fueran en vano;
qué si ellas te trajeran otra vez,
pequeña flor.
La mayoría de los poemas de H a f i z fueron escritos en sus
últimos años de vida, y en ellos hay continuas referencias a su
vejez, lamentando los desatinos de una cabeza tan vieja asediada por pasiones tan jóvenes. Los nombres de algunas de sus
amantes aparecen ocasionalmente en Diván — S e l m a y
Ferrukh, por ejemplo—, aunque no nos ha llegado ninguna
historia relacionada con ellas. Las rosas fueron olvidadas. Sólo
se recuerda al ruiseñor.
T a l como en el caso de Ornar K h a y y a m , la cuestión de los
significados literales o simbólicos del epicureismo de H a f i z ha
sido por supuesto planteada y resuelta de la m i s m a forma.
Algunos sostendrán que el vino de H a f i z era el vino del
espíritu, y el amor que el celebra, el amor a Dios. H a y quienes
prefieren interpretar las obras maestras de este modo — i n t e ligencias abstractas, con un horror sagrado por la sangre y
la carne, que gustan deshumanizar 'la literatura y mostrar a
nuestros grandes clásicos como criptogramas de filosofía fantástica o especulativa—. S i n ir más lejos, tomemos el caso de la
Biblia como ejemplo. A l abrirla en la más grande canción de
amor de la literatura universal — l a de S a l o m ó n — leemos:
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Alza la voz mi amado y me dice:
Levántate, amada mía,
hermosa mía, ven.
Porque, mira, ha pasado el invierno,
ha cesado la lluvia y se ha ido.
H a n nacido las flores en la tierra,
ha llegado el tiempo de la poda.
Ya la voz de la tórtola se siente
en nuestra tierra.
Echa la higuera las yemas de sus higos;
las viñas en flor exhalan su perfume.
¡Levántate, amada mía,
hermosa mía, ven!*
Los persas tradicionalistas consideran a los poemas de
H a f i z de la misma forma en que los cristianos ortodoxos
consideran a la Canción de Salomón. H a y numerosos persas
que guardan por H a f i z la misma veneración que por u n profeta. Su libro ha sido canonizado y se encuentra en todos los
hogares junto al Corán. Los teólogos que en la actualidad
admiran a H a f i z son diferentes de sus predecesores, que lo
consideraban su enemigo y trataron de excomulgarlo. A su
muerte, hicieron todo lo posible porque no se lo enterrara con
ritos religiosos, acusándolo de hereje y libertino. Anticipándose a esta situación desagradable, H a f i z había advertido a sus
enemigos:
Eviten asistir al funeral de Hafiz;
porque, aunque él es un perenne pecador,
irá al Cielo.
L a creencia de H a f i z en la libertad intelectual era profunda.
Fue leal a la verdad y un enemigo declarado de la hipocresía. E n
una época en que la ortodoxia y el fanatismo prevalecían en el
mundo, H a f i z definió a " l a tela de la convención" como " l a
imbecilidad de los que la tejen".
C o m o H o m e r o compartió su desprecio por los oportunistas
* La versión española de este fragmento de "El Cantar de los Cantares" ha sido
tomada de La Santa Biblia,
Madrid-Bilbao-Bogotá-Buenos Aires-Caracas-MéxicoSantiago-Córdoba, Ediciones Paulinas, p. 791- ( N . d e l T . )
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sin principios: "Sostengo que un hombre que dice una cosa
mientras en su corazón se oculta otra es tan odioso como las
puertas del Infierno".
Cuando Mubarizud D i n , que gobernó en Fars desde 1353 hasta
1357, clausuró las tabernas de Shiras y prohibió la venta de
vino, H a f i z protestó enérgicamente:
Oh, ¿será que reabrirán las puertas de las tabernas,
y aflojarán los nudos de nuestros enmarañados asuntos?
H a n cerrado las puertas de las tabernas de vino.
Oh, Dios,
no sufras, pues ellos abrirían las puertas del engaño
y la hipocresía.
Si las han cerrado a causa del fanático egoísta
ten ánimo, porque a causa de Dios las volverán a abrir.
Cuando Shah Shuja sucedió a su padre, M u b a r i z u d D i n ,
suavizó las restricciones opresivas de su predecesor y ordenó la
reapertura de las tabernas. E l acontecimiento fue celebrado
por H a f i z con los siguientes versos:
E n la madrugada de una voz celestial buenas nuevas
llegaron a mi oído:
Ésta es la era de Shah Shuja; bebe abundante vino,
que ha pasado el tiempo en que los perspicaces estaban
apartados
con miles de palabras en sus mentes y sus labios callados.
A l sonido del arpa contaremos aquellas historias
y al oírlas hervirá la caldera de nuestros pechos.
O t r o poema hace referencia a los líderes religiosos, los
cuales, después de la muerte de Mubarizud D i n , cambiaron su
orientación, siguiendo a Shah Shuja en sus medidas liberales y
anticlericales:
Juro por la gloria, el honor y la elevada jerarquía
de Shan Shuja
que con nadie disputó por posesiones
o posiciones.
Vean cómo aquel que en el pasado no permitía escuchar
música
ahora danza a los acordes del arpa.
E n otro poema, H a f i z ataca al líder religioso de su época,
Imadi Fagih, cuyas falsedades habían tenido tanta resonancia
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que sus seguidores llegaron a afirmar que hasta a su gato le
había enseñado a recitar oraciones. Esta historia era considerado por los adherentes de Imadi como un milagro, p e r o para
H a f i z no pasaba de ser pura charlatanería:
E l asceta hizo un despliegue de virtudes y comenzó
sus halagos;
él inició su intriga con los engañosos cielos.
O h , perdiz de grácil movimiento que caminas con aire
de confianza,
no te engañes porque el gato del asceta
ha dicho sus oraciones.
E l desdén de H a f i z por los cortesanos y los líderes religiosos
irritó al gobernante quien, como poeta mediocre, sentía celos
de su fama y éxito literario. E n una ocasión, Shah Shuja dijo
a H a f i z que sus poemas eran misteriosos, vagos y oscuros.
"Ningún motivo te inspira —dijo el príncipe—. P o r m o m e n tos eres místico, y en otros, erótico y blasfemo. U n a s veces
serio y espiritual, y otras, impertinente, desdeñoso, sarcàstico y
seductor." "Es verdad —respondió H a f i z — , pero a pesar de tu
crítica la gente desde Fars hasta la India conoce, a d m i r a y
repite mis versos, mientras que los poemas de otros nunca van
más allá de la puerta de entrada a Shiraz."
H a f i z gozó del respeto y los honores no sólo de los gobernantes de Shiraz. Muchos otros príncipes buscaron la amistad del poeta y el placer de su compañía. E l Sultán A h m a d ,
gobernante de Bagdad y a su vez buen poeta, músico y p i n t o r ,
invitó a H a f i z a visitar su corte, pero éste se rehusó:
El céfiro de Musolla y el arroyo de Ruknabad
no me permiten viajar o vagar lejos.
M a h m u d Shah, de Deccan, en la India, mecenas liberal de
poetas, invitó a H a f i z a su tierra y le envío dinero para el viaje.
Antes de abandonar Shiraz, el poeta repartió parte del dinero
entre sus amigos y discípulos, y al arribar, a Lar, en su camino
al G o l f o Pérsico, se encontró con un amigo necesitado a quien
le dio el resto. D o s mercaderes ricos que viajaban con H a f i z le
ofrecieron pagarle sus gastos y acompañarlo hasta la corte en
Deccan. Viajaron juntos hasta H u r m u z , donde un barco los
esperaba para llevarlos a la India, pero en el momento de
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embarcarse, una tempestad hizo que H a f i z se asustara y abandonara su viaje para regresar a Shiraz. A l Sultán de Deccan le
envió los versos siguientes:
Bien fácil parecía el tormento del mar
aliviado por la esperanza de una recompensa:
demasiado rápido voló la esperanza.
Cien perlas fueron una pobre compensación,
no valían el estallido.
La corona del sultán, adornada de invaluables joyas,
cerca el miedo a la muerte y el constante terror.
Mucho se desea ese tocado y, sin embargo,
¿estás seguro que vale la furia en la cabeza?
Sería mejor que escondieras tu rostro de aquellos
que te anhelan: el premio del conquistador
no compensa las interminables penas del ejército,
merece fuego y espada.
A h , busca el tesoro de una mente serena
y guárdala en las arcas de la Tranquilidad;
N o merecen ni un corazón leal, ni un tranquilo pecho,
todas las riquezas de tus tierras y mares.
A h , desprecia, como Hafiz, las delicias de la tierra,
no pidas ni un grano de favor a lo bajo,
doscientos sacos de joyas no valían la desgracia de tu alma.
Tomando en cuenta la fina sensibilidad y las agudas sutilezas que irradia la poesía de H a f i z , es notable cómo este poeta
humano y liberal preservó la fuerza y serenidad de su imaginación en tiempos signados por eventos sangrientos. T o d a Per¬
sia se hallaba convulsionada. Fars y Shiraz no escapaban a la
caótica situación. H a f i z fue testigo del asesinato de reyes,
devastación de ciudades, enfrentamientos de ciudades, enfrentamientos religiosos, guerras fratricidas, disputas entre padres
e hijos, todo lo cual él consideró, desde una perspectiva espiritual, como pequeñas olas en el océano. Su mirada parecía estar
puesta más bien en la unidad del océano, en la naturaleza,
significado y propósitos del mundo. Su esperanza, oraciones y
objetivos estaban dirigidos a salvar al hombre de la estupidez,
los conflictos y la autodestrucción. Más aún, confiaba en que
D i o s está en nosotros en cada momento. Es nuestro orgullo,
indiferencia e ignorancia lo que nos aliena de la verdad y lo que
nos lleva a la destrucción.
H a f i z creía que el hombre es un animal racional cuya misión
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apunta a construir, ayudar, armonizar, y llevar alegría y felicidad a sus semejantes. Pero cuando observaba los acontecimientos de su época, sólo veía u n mundo hundido e n la
crueldad, el conflicto, la persecución y la opresión:
¿Qué turba el tiempo? ¿ N o hay, pues, más amistad?
¿Qué ha sido de los amables días antiguos?
Alguna vez el mundo pareció tan cálido y seguro con amigos,
nuevos hombres,
nuevos modos.
E l agua de la vida está barrosa y brota amarga,
clara como del pozo inmortal solía ser.
Que las rosas marchiten y se aplaquen las brisas.
¿Qué duele?: yo.
Y cuando las rosas florecen, florecen solas,
sin ruiseñores. N o puedo comprender:
¿Qué significa esta mancha mortal sobre la tierra?
Alguna vez el mundo fue cuna de grandes reyes
y había música y muchos amores;
pero ahora Venus ha quemado su laúd,
y asesinado sus palomas:
Nadie se emborracha y nadie canta;
un mundo melancólico, Hafiz,
no es un mundo para ti.
E l flujo y reflujo de los asuntos humanos entristecían a
H a f i z , aunque siempre regresaba a la ecuanimidad, buscando
la paz del corazón y de la mente, en u n mundo caótico y
confuso. A lo largo de guerras violentas y disputas dinásticas,
se mantuvo calmo, dedicado a sus principios. H a f i z habló de
todo ello tan escueta, aunque bellamente, que su influencia en
el pensamiento y estilo de los escritores persas ha llegado
hasta nuestros días:
E n el jardín del mundo, una rosa
para mí es suficiente;
muchas, una más bella en ese jardín crece:
la bella mía es suficiente.
Fuera, en el prado, toda la sombra que pido
cae del ciprés que llamo mío.
Oh, hipócrita Sufi, no nos reprendas:
déjanos solos.
De peso es tu asunto, pero nosotros encontramos la materia,
muy doctos sabios, en este corpulento frasco
que pesa suficiente.
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A h , no me eches, Amado, de tu puerta
con duro desaire;
¿Acaso no sabes que tu umbral es mi casa?
N o me envíes a algún lejano reino de felicidad:
nada anhelo del mundo porvenir,
porque de este mundo que es
nunca puedo tener yo suficiente.
Unirme a ti. N o en otra cosa pienso.
E n el mercado del cielo ningún deseo quiero comprar.
Aquí puedo ver y tocar lo que he comprado
no así la mercancía arcoiris de aquel cielo.
H a f i z raramente caía en la adulación y en el defecto de la
exageración. Se trataba de u n auténtico maestro de elocuencia,
simplicidad, franqueza, honestidad y decencia. Odiaba el dogmatismo y la hipocresía. Para los que andaban sumergidos en
los vericuetos del fanatismo religioso, H a f i z era un hereje, y su
poesía considerada como las fanfarronadas de un extraviado. A
todo ello H a f i z respondía como él sabía hacerlo:
N o : llama el ministro. Así, con lira y flauta,
rosas y muchachas, muchachas, y canciones y canciones.
Puedo, a la larga, usar mi atesorada virtud,
ah, tanto tiempo atesorada.
Pues estoy enfermo hasta la muerte de
y ahora que, al fin, estoy un rato libre
de la sabiduría de los tontos,
ah, total ventaja.de ello sacaré,
y mi sed más profunda de belleza y de vino
por una vez, al menos, yo aplacaré.
N o me hables del libro del pecado,
pues, amigo, a decir verdad.
en ese libro inscrito yo estaría.
Tan lleno está de juventud.
todas
Y señálame, amigo, cuando en el día del juicio
los libros negro y blanco
abra allá el ángel, a la luz de Alá,
para que todos lean lo que ha sido escrito;
nada más mira cuán solo el libro blanco estará.
Pero al libro negro, donde mi nombre está escrito
— m i nombre, mi vergüenza, mi f a m a acosado lo veo por afanosos lectores,
sí, casi deshojado.
Tan interesante está.
las
escuelas
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C o m o todos los hombres íntegros, de ideas elevadas, H a f i z
se sintió en más de una ocasión un extraño entre su gente, entre sus iguales y superiores. Acusado por los hipócritas y
vilipendiado por los bajos y viciosos mercaderes, continuó su
misión con resolución y firmeza:
Predicador, es en vano que para mí prediques,
es sólo asunto mío
dónde he pecado y cuál mi fin será.
Dos litros de vino añejo, y dos viejos amigos
que conozcan el mundo y entre sí se conozcan,
un rincón del prado, un viejo libro,
el fluir de un río:
Así de simple comienza y termina
todo lo que íe pido a Dios; quédense con el resto,
el lujoso mundo, y déjenme a mí este verde rincón:
yo me quedo con lo mejor.
Para un mundo azotado por la guerra, atosigado por la
sobrepoblación, arruinado por la contaminación y afligido por
la pobreza y alienación de las masas, H a f i z tiene un mensaje de
esperanza y consuelo:
Es éste un inestable mundo: todo se deshace y se desliza
y con seguridad se funde y desvanece;
aun como el engañoso viento vamos y venimos,
como el arrasante flujo y reflujo
de un naufragio: estorbadas playas de guijarros,
movedizas mareas,
olvidadas como la iridiscente espuma.
Saki (cantinero), soy el sirviente de ese hombre
que ante nadie se arrodilla bajo el azul del cielo,
pero que firme en espíritu, deja el mundo pasar.
Ven, lléname la copa, extrañas noticias tengo para ti.
Cómo diré lo que aconteció anoche
aquí, en esta apestosa taberna,
borracho, insomne, estúpido con vino añejo.
"Hafiz, renuncia al mundo", oí que los ángeles cantaban.
Novia de mil novios ha sido ella,
esa vieja mujer maquillada; la misma mentira
ha dicho a todos, ni siquiera en algo
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ha conservado fe; no esperes constancia,
enamorado ruiseñor, de semejante rosa.
Pocos son los poetas orientales que han gozado, como
H a f i z , de las alabanzas de los sabios occidentales. R a l p h W a l d o
E m e r s o n escribió:
Hafiz es el príncipe de los poetas persas. Sus dotes extraordinarias
añaden a algunos de los atributos de Píndaro, Anacreontes, Horacio y
Burns la penetración mental del místico, lo que a veces confiere a su
mirada una naturaleza aún más profunda que la de estos bardos. Él
aborda todos los tópicos con ligera audacia. Se trata de una mente
fluida en la que cada pensamiento y emoción afloraban espontáneamente a los labios. "Desata los nudos del corazón —decía—. Absorbemos suficientes elementos, pero carecemos de hojas y pulmones para
sudar saludablemente y crecer". Hafiz poseía la gran facultad de la
libertad intelectual, lo que prueba la profundidad de su pensamiento.
"Aceptamos la religión y la política ciegamente, y sólo pocos espíritus
tienen la capacidad de ver que la tela de la convención es la imbecilidad
de k>s que la tejen, que la mente no tiene en sí misma religión o
imperio". E l respeto por la verdad absoluta se muestra en el USO CJUC se
hace de los símbolos más estables y venerados, lo cual siempre
provoca la acusación de irreligiosidad. La hipocresía es el blanco
permanente de las flechas de Hafiz.
L a franqueza y el valor de H a f i z sorprendieron tanto a
E m e r s o n como a Goethe. E n una época de fanatismo e intolerancia religiosa, H a f i z le dice a su esposa que n i el hombre
sagrado, n i el monje, sino el amante es quien atesora en su
corazón el espíritu que hace al asceta y al santo. Ciertamente,
no son los ropajes y el ceremonial, sino la mirada de la amada
la que le confiere el fuego y la virtud necesarios para la
autonegación. " U n a ley o un estatuto son para H a f i z lo que un
muro para un escolar: la tentación de saltar." Respondiendo a
los líderes religiosos H a f i z dice: " N o haremos otra cosa que el
bien, pues de otra manera la vergüenza se abatiría sobre
nuestra alma".
Para H a f i z no hay límites a la libertad de pensamiento. Su
integridad, independencia e individualidad no conocen fronteras. A f i r m a que sus ideas son la manifestación de la dignidad
humana, dedicación, amor y bondad. "Ellas nacen en la inspiración del Cielo, y su objetivo es poner en alerta a la humani-
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dad contra la codicia y ambición de poder, el dinero y la
explicación humana". L a misión del hombre es servir y evitar
hacer daño a los semejantes:
¿Dónde está el piadoso hacedor?; y yo, el extraviado, ¿dónde?
Contempla cuán grande es la distancia de aquí a su seguro
hogar.
Oscuro es el pedregoso desierto, sin huellas, vasto y sombrío.
¿Dónde está la rectora luz de la esperanza? ¿Dónde la estrella de
la fe,
tan clara?
M i corazón voló del claustro y del canto del himno monacal.
¿ D e qué me sirven santidad, ayuno y oración puntual?
¿Cuál es la verdad que habrá de iluminarme el camino directo
hacia el cielo?
¿Hacia dónde, oh corazón, te apresuras? Detente y ten cuidado
Mira qué aventura de amor es tu interminable búsqueda.
Llena de qué mortal peligro. Colocada en qué invisible trampa.
D i no, un amigo a Hafiz, "aquiétate ahora y descansa".
Calma y contento, ¿donde están? Paciencia y paz, oh, ¿donde?
Cada canción de H a f i z muestra la poca importancia que le
daba al éxito mundano. E n f atiza la dignidad del hombre, así
como las virtudes de la compasión y la decencia, como dos
elementos superiores. A un hombre rico que regresaba de una
peregrinación a la Mecca, le dice: " N o te jactes irreflexivamente de tu fortuna. T u has visitado el templo, pero yo he
visto al Dios del templo".
Con frecuencia lo he dicho, lo digo una vez más:
Y o , un vagabundo, no me extravío de mi mismo.
Soy una especie de loro; el espejo está colgado a mí;
lo que dice el maestro de la eternidad, tartamudeando
lo repito.
A h , Sufi, puedes tú soñar que abandonaré
un amor como éste por un piadoso lugar común.
Oh, deja de exprimir la uva en la copa.
Yo, el Sufi, puedo estar equivocado, quizás tengas
razón:
HAFIZ: POETA SUFI
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Hafiz debe andar el camino que se ha señalado
y en los rojos labios de ella encontrar su celestial
comida.
Si debes hablar, habla otro día:
mas no esta noche.
Amado, no lo culpes si, buscando alivio,
el santuario de su corazón en ruinas,
que protege el precioso tesoro de su pena,
a la bondadosa taberna Hafiz trae; por otra parte,
no está avergonzado Hafiz de su vergüenza;
que si el mundo tuviera un nombre inmaculado
Hafiz, en verdad, estaría avergonzado de usarlo.
Llámalo bebedor de vino y adúltero.
Continúa. ¿Qué más? N o te dirá que no.
El amor es un mar que no tiene orillas
y en ese mar sin límite no hay ayuda alguna.
Quien zarpa nunca más pone sus ojos en la tierra;
y, sin embargo, feliz estoy de ir en este viaje,
porque, ah, qué bueno es navegar en ese mar.
Qué importa que el más largo de los viajes al final
termine.
Que importa que el más orgulloso de los barcos deba
hundirse.
M i amor está conmigo en el mismo inmenso barco,
y cuando ella se ahogue, yo también me ahogaré.
Las ideas místicas de H a f i z influyeron considerablemente
sobre Goethe. Después de concluir los Sonetos
y la novela D i e
W a h l v e r w a n d s c h a f t e n (Las afinidades electivas, 1809) su
fuente de inspiración se había casi secado. Durante cinco años
prácticamente no produjo ningún trabajo significativo, y se
mantuvo a la búsqueda de nuevas experiencias lo suficientemente poderosas como para "acelerar otra vez su fuerza creativa, algo que sacudiera su espíritu y su corazón". L a fuente de
inspiración para su cerebro gigante provino de u n desconocido: H a f i z .
E n su juventud Goethe había mostrado un gran interés por
la tradición e ideas islámicas. Había estudiado el Corán con
bastante detenimiento, definiendo a M a h o m a como genio
religioso. Pero su entusiasmo por la cultura islámica se desvaneció cuando sus experiencias en Italia hicieron de la antigüedad griega su norma máxima.
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A fines de 1814, Goethe tuvo acceso a la primera traducción
al alemán de las Odas de H a f i z , vertidas libremente por Joseph
V o n H a m m e r - P u r g s t a l l , de V i e n a . U n nuevo mundo se abrió
ante Goethe. "Tengo que responder produciendo — e s c r i b i ó porqué de otro modo no podría resistir su figura i m p o n e n t e " .
Esta inesperada inspiración inauguró un nuevo período de
creatividad en el poeta, que se sentía envejecer. ¿Cuán próxima
a las ideas de H a f i z estaba la madura mente de Goethe? M u y
cerca:
U n hombre anciano ha compuesto estos poemas;
ellos muestran los colores oscuros de un amor
tardío y la búsqueda luminosa de una alegría
vital que se basa en la tranquilidad de la
sabiduría madura y la piedad libre.
Además de compartir actitudes espirituales y morales,
ambos poetas experimentaron un destino histórico común.
Mientras los reinos sucumbían y proliferaban los usurpadores,
H a f i z cantaba serenamente a los ruiseñores y las rosas, al vino
y al amor. Esta poesía era como u n espejo que reflejaba la
propia situación de Goethe. A n t e él se alzaba el ejemplo de un
gran poeta que surgía de los caóticos eventos de su época para
elevarse hacia valores espirituales superiores. Goethe siguió el
ejemplo de H a f i z :
Norte y Oeste y Sur se están quebrando,
tronos estallan, reinos se estremecen:
Vuela, entonces, hacia el esencial Oriente
donde en el aire del Patriarca te deleitarás.
Allá amar y beber y cantar,
sacando juventud de la primavera de Khizr.
Puro y correcto allá rastrearé
hasta su fuente a la raza humana,
primera de naciones, cuando cada
verdad celestial en terrenal discurso
todavía por Dios era dada:
cerebros humanos no atormentados ni partidos.
Cuando rindieron honor a sus ancestros,
a extrañas doctrinas sus puertas cerraron.
HAFIZ: POETA SUFI
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Joviales vínculos serán mi orgullo,
mi pensamiento estrecho, mi fe amplia.
Y todo lo que encontraré será la señal
querido, porque es una palabra hablada.
Mezclado con cabreros en secos parajes,
buscando refresco en los oasis
cuando con caravanas viajo.
Chales cafés, y máscara mi utensilio,
cada camino y paso exploro,
desiertos, ciudades y playas.
Sagrado Hafiz, te recordaré
en todos los baños y tabernas,
cuando la amada levanta su velo,
Ambar sus rizos exhalan.
Más: la canción de amor del poeta debe
aplacar a las huríes, remover su deseo.
Ahora, deberías envidiarle esto,
lo bastante como para perturbar tal felicidad,
palabras de poeta, te hubiera hecho sabes;
alrededor de la puerta del Edén fluir
golpeando suavemente y sin descanso,
la perpetua vida, su búsqueda.
Goethe, en su Westóstlicher
D i w a n (Diván occidentaloriental), al igual que H a f i z , escapa del doloroso mundo e n
conflicto para ensalzar el amor y la esperanza. A d m i t e que su
conocimiento de H a f i z y su filosofía le permitieron rejuvenecer. E l poema con que comienza el Diván de Goethe se denomina "Hégira", en referencia al viaje que hizo M a h o m a de la
Mecca a Medina. E l viaje de Goethe no fue " u n viaje al exilio:
u n hombre atraído por la grandeza busca condiciones que le
permitan llevar a cabo su trabajo". Su huida de u n presente
desmoralizador fue también una hégira. Goethe siempre buscó
la verdad, por lo que no es sorpresa para nadie que el Poeta de
Occidente, el continuador de H o m e r o y Platón, estuviera dispuesto a buscar nuevas ideas en el Oriente, " l a tierra de la fe y
las revelaciones, las profecías y las promesas". Goethe encontró aceptable la filosofía del poeta persa a causa de su profunda
y básica sinceridad: las odas y las ideas de H a f i z no tienen nada
que ver con los deseos muelles y pasivos.
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ESTUDIOS DE ASIA Y ÁFRICA XVIII: 4, 1983
Goethe estudió las odas de H a f i z en u n momento en que no
se sentía conforme con el mundo y con lo que sucedía a su
alrededor. E l poderoso lenguaje de las odas de H a f i z mostraba
la madurez, la riqueza intelectual y el universalismo de una
cultura noble y antigua. E l estímulo vigorizante del encuentro
con H a f i z derivó en la aparición de una nueva juventud y en la
producción de una obra, Diván, que " n o es meramente u n libro
de sabiduría lírica, sino u n compendio de poesía de amor
tardío". Goethe, el viejo maestro, muestra completo control de
su arte y de su vida interior. Sus emociones y pensamientos son
expresados en u n estilo relajado, casi coloquial:
Cuando el amanecer llamea sobre las montañas,
alegrador de todo, alegremente te doy la bienvenida,
Y cuando el puro cielo se arquea sobre nosotros
ampliador de todo corazón yo sé que por ti respira.
Si algo aprendo por mi sentido interno o externo,
maestro omnisciente, lo aprendo todo a través de ti,
y cuando nombro los cien nombres de Alá,
allá resuenan con cada uno de tus nombres.
Como en el día que te trajeron a esta tierra
el sol estaba en conjunción con las estrellas,
así, tú estás modelado por las leyes del cielo
que marcan tus rutas y caminan contigo desde tu nacimiento.
Así estás marcado: por ti mismo no puedes volar.
Eso dijeron las sibilas, así hablaron los profetas.
N i el vasto tiempo ni poder alguno puede romper
la forma viviente que crece eternamente.
Por fin llega. Del cielo cae, bailando,
adonde voló desde el antiguo caos.
Alrededor flota, ahora cerca, y luego parte.
Ventila la frente y el pecho a través del día de primavera,
levantando vagos anhelos por lo Justo y la Verdad.
Mientras muchos corazones se desvanecen, sueltos, solos,
el más noble es devoto de uno.
E l Diván de Goethe recibió la inspiración y el nombre del
Diván de H a f i z , y fue publicado en 1819, cuando el maestro
contaba setenta años. " U n hombre viejo a quien el vigor
HAFIZ: POETA SUFI
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primaveral le había sido momentáneamente restaurado escribió el Diván. U n hombre cansado de la vida pero no descorazonado, un hombre sagaz, cuyo interior recóndito no se ha vuelto
escéptico, habla e n él. Inesperadamente, la vida regresa y le
concede una última gratificación. U n a vez más el a m o r y el
sentimiento de una existencia plena lo elevan a un estado e n
que la sabiduría devota y el fuego de la pasión se interpenetran
y alcanzan una unidad total y saludable."
Goethe llama a esta parte de su vida el resurgimiento del
pasado exaltado por el presente. E l espíritu es una clara fuerza
de amplitud cósmica, y no de racionalidad práctica, ni de
especulación metafísica. H a f i z proporcionó a Goethe u n espíritu de prescindencia y libertad soberana. Éste admiró en la
poesía de H a f i z el vuelo supremo del alma, "donde la tensión
entre la ansiedad y la resignación es resuelta en la unificación de
los opuestos: algo que el hombre sólo puede lograr en muy
pocos momentos de su vida". Goethe describe así a H a f i z :
"Contento e n la rectitud, feliz y sabio, tomando sólo lo que le
corresponde de la abundancia del mundo, mirando desde lejos
los secretos de Dios, pero rechazando la práctica religiosa y el
placer sensual: el intenso deleite de la vida evita que e l espíritu
se vuelva pesado y triste".
Para Goethe, los poemas del amor de H a f i z siempre gozan
de racionalidad y de una perfección que es la "expresión simbólica del hecho de que la unión de la conciencia y la pasión ha
sido consumada". H a f i z , según Goethe, produjo una obra de
singular abundancia y sublimidad. "Sabiduría y piedad, gozo de
los sentidos y del corazón, amor y belleza, juego divino del
espíritu y sacrificio reverente están combinados e n una imagen de perfección."
Gertrude L . Bell, orientalista que tradujo al inglés varios
poemas de H a f i z , a fines del siglo X I X , hace una evaluación
crítica, objetiva y maestra de H a f i z y su obra:
Para Hafiz [...] las instancias modernas no tienen valor: la historia
contemporánea es un episodio bastante insignificante como para
ocupar su pensamiento. Durante su vida, la ciudad que amó, quizá
tanto como Dante amó a Florencia, fue situada y ocupada cinco o seis
veces. Con mayor frecuencia aún cambio de manos. Fue bañada de
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ESTUDIOS DE ASIA Y ÁFRICA XVIII: 4, 1983
sangre por un conquistador, convertida en lugar de placer por otro y
sometida a la dura norma del ascetismo por un tercero. Uno tras otro,
Hafiz vio c ó m o reyes y príncipes subían al poder o desaparecían
"como la nieve en la faz polvorienta del desierto". Tristes tragedias y
grandes regocijos, caída de reyes y fragor de batallas, todo esto había
visto y oído. Pero ¿cuál es el eco en sus poemas? Casi ninguno. Alguien
sentirá que la aparente indiferencia de Hafiz le da a su filosofía una
calidad que Dante no posee. E l italiano está cercado por los límites de
su filosofía. Su teoría del universo tiene más o menos su misma edad, y
lo que para él fue muy real, para muchos es meramente una imagen
bella o terrible. E l cuadro que Hafiz pinta representa un paisaje más
amplio, aunque el primer plano no sea especialmente diferente. Es
como si su ojo mental, dotado de una maravillosa agudeza perceptiva,
hubiera penetrado en aquellas provincias del pensamiento que nosotros, en una edad posterior, estamos destinados a habitar. Podemos
perdonarle no habernos dejado una representación de su propia época
y de la vida del hombre en la misma, porque lo encontramos formulando ideas tan profundas como la advertencia de que no hay músico a
quien tanto el borracho como el sobrio lo puedan bailar.
M i pecho se adorna con cada flor alegre
tomo el cuenco, mi ninfa en regocijo.
E l monarca del mundo en aquella hora
es sólo un esclavo comparado conmigo.
Entonces no dejes que los momentos se vayan
sin tu amante y tu vino.
Las flores de la primavera florecen para marchitarse
y la juventud brilla sólo para nuestra vejez.
E n ocasiones, en los versos de H a f i z se nota la v o z del
escepticismo y la resignación, el lamento porque la mayor
parte de la abundancia de la vida le ha sido arrebatada. D e ahí
su pregunta: ¿qué es lo que puede hacer la vida más grata? L a
respuesta es: Ideas y A m o r .
Una lamentable locura avergüenza mis sesenta años:
M i cabeza blanca está enamorada de una verde doncella.
Guardo el secreto en mi corazón, pero al fin soy traicionado.
Como un simple niño caí en la trampa.
M i estúpido corazón siguió a mis estúpidos ojos,
y, sin embargo, cuando era joven —en edades pasadasera tan sabio.
HAFIZ: POETA SUFI
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¡Ah, siempre estuvo con nosotros quien cantaba!
Niños de fantasía, estamos bajo el poder
de cualquier sueño, y a merced de una simple flor.
Sin embargo, Hafiz, aunque muchas cosas tontas
atraparon tu corazón con maravilla, nunca
fuiste esclavo de la imaginación
como ahora eres.
N o olvides, oh, corazón mío, tus antiguos amigos:
los dulces, viejos y confiados rostros de los muertos.
Viejos encuentros y viejas despedidas: todo acaba,
tan amado, tan vivido y tan desvanecido.
N o olvides, oh, corazón mío, tus antiguos amigos
los tiempos son sin fe, pero recuerda tú
aquellos que te han amado, aunque no amen más.
Ahora para ellos está apagado y distante;
sigúelos amando por el amor que antes te dieron;
los tiempos son sin fe, pero recuerda tú.
Hafiz, anímate, el amor es un doloroso señor;
pero este será siempre el credo del amante,
bajo la verdadera sombra de la espada del amante
ni acto suave,
ni dulce acción falla en su recompensa.
Bien, Hafiz, la vida es un enigma. Déjala,
no hay respuesta a ella salvo esta copa.
Hafiz, cree, al fin te hiciste viejo:
Amar y beber era antes fácil
en tus días un poderoso mujeriego fuiste,
Pero ahora en ambas cosas eres un perfecto imbécil.
Ahora tu alma está seca, fría tu sangre caliente.
Y todo tu espíritu devastado por completo.
Traducción
del
inglés:
MARIELA ALVAREZ Y
GUILLERMO QUARTUCCI
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