BREVE ANÁLISIS SOBRE CONTRATACIÓN AGRARIA. TERCERA PARTE. CONTRATO DE CAPITALIZACIÓN DE GANADO En esta oportunidad trataremos un tema por demás conocido, surgido de la necesidad y práctica negocial, que si bien es muy empleado poco se conoce sobre sus formalidades legales y sobre su alcance jurídico al momento de iniciarse posibles acciones legales derivadas de esta modalidad contractual; el Contrato de Capitalización de Ganado. Este contrato carece de una regulación legal específica y es entendido como aquel mediante el cual una persona (llamémosla capitalista) física o jurídica, se obliga a entregar animales a otra persona (llamémosla tomador o capitalizador) física o jurídica, para que ésta aporte su trabajo para obtener el engorde, desarrollo, reproducción, etc. de los mismos en un predio que el tomador o capitalizador detenta a cualquier título (propietario, arrendatario, comodatario, etc.) con la finalidad de repartirse las utilidades pactadas, pudiendo acordarse repartir a modo de ejemplo, los kilogramos engordados en el período contractual, las crías de los animales, etc. Esta modalidad se encuentra mencionada en el Decreto Ley 14.384 de arrendamientos rurales el cual ya hemos mencionado en publicaciones anteriores, cuando se dice en su artículo 3 literal D que no se encuentran comprendidos en dicha normativa “los contratos de capitalización de ganado por los que el propietario del inmueble lo recibe de terceros, para repartir entre sí las utilidades emergentes”. Así vemos que la única referencia legal al respecto es a los efectos de exceptuarlo a título expreso de la normativa que regula los arrendamientos y aparcerías rurales, no asignándosele ninguna normativa aplicable, por lo que, careciendo de regulación específica, deberá analizarse qué normativa se le asigna. Esto es fundamental porque en función de su naturaleza jurídica dependerá la normativa aplicable y por ende las formalidades y consecuencias jurídicas. Doctrinariamente existen diferentes posturas al respecto, desde quienes le asignan autonomía frente a cualquier otra regulación contractual existente; quienes la tildan de ser una modalidad contractual atípica y la vinculan con modalidades asociativas; hasta quienes la identifican como una modalidad del contrato de aparcería. Careciendo de regulación específica no existe requerimiento de forma para la validez de éste contrato, siendo por lo tanto un contrato consensual el cual se perfeccionará con el simple acuerdo de voluntades de las partes. En cuanto al plazo no existe limitación legal alguna, siendo una modalidad de tracto sucesivo, que perdura en el tiempo. Ese tiempo deberá ser acordado de común acuerdo por ambas partes, pero será acorde a la actividad a realizarse, respetándose de esta forma el “principio del tiempo agrario”, por el cual se entiende que las actividades agrarias, dependiendo de cuál se trate, requieren de un tiempo mínimo necesario que es consecuencia de la propia naturaleza de la actividad. Por ejemplo si se pacta la capitalización para repartirse las crías, no se podrá fijar un plazo menor al de gestación de los animales. Ahora bien, ¿qué aspectos debe tener en cuenta el empresario rural a la hora de considerar este contrato? Esta modalidad surge cuando una de las partes, el tomador o capitalizador, explotadora del inmueble rural, tiene un exceso de pasturas para disponer y por ejemplo no posee capital necesario para adquirir animales y los requiere para una eficiente explotación y la otra parte, capitalista, tiene un exceso de animales o quiere invertir en la compra de ganado pero no cuenta con el elemento tierra. El capitalista puede ser una persona completamente ajena al sector rural o agropecuario, quien simplemente busca invertir en el sector ganadero, especulando con la suba del precio de la hacienda o de la utilidad perseguida. También puede ser considerada una herramienta para que el dueño del ganado pueda defender su capital ante la escasez de pasturas. Por su parte el tomador o capitalizador es quien detenta, a cualquier título, el inmueble rural sobre el cual se realizará la actividad acordada, por ejemplo por contar con buenas pasturas. Responderá por los daños cometidos por los animales quien detente la guarda material de los mismos, en la mayoría de los casos al tomador, aplicándose el artículo 1328 del Código Civil. Cumplido el plazo o en su caso las causas que generaron la convención, corresponderá al tomador la devolución de los animales y al capitalizador su retiro. De permanecer los animales en el predio, el tomador podrá optar por ampararse en el cuerpo normativo del Código Rural en lo referente a animales invasores o lo establecido por el artículo 546.3 del Código General del Proceso, proceso este último más “garantista” con un plazo de desalojo de 30 días. Situación por demás discutida ya que bien puede entenderse que no hay necesidad de desalojar por no existir cesión de uso y goce del predio, sino una entrega de animales. Recomendamos que si bien son contratos que muchas veces se realizan entre personas de confianza y de forma verbal, no es la mejor forma de hacerlo puesto que en caso de discrepancias o incumplimientos resulta muy difícil probar cuales eran las obligaciones y derechos de cada una de las partes. Aconsejamos realizar estas modalidades contractuales formalmente, por escrito, acordándose todas las cuestiones relativas a la actividad de que se trate. Dr. Ignacio Menéndez Integrante Catedra Derecho Agrario de la Universidad Católica del Uruguay. Montevideo - Tel.: (+598) 2.600.17.67 I Buenos Aires - Tel: (+5411) 59176495 I www.ba.com.uy I [email protected]