Image Credit: NASA/JSC Gateway to Astronaut Photography of Earth El Escape Atmosférico Gerardo Martínez Avilés Los cuerpos celestes que giran en torno al Sol poseen características muy diversas. Hay asteroides pequeños del tamaño de una pelota de golf y grandes como una montaña, hay planetas rocosos similares al nuestro y planetas enormes gaseosos junto con sus satélites en el exterior del Sistema Solar. Un ejemplo notable de esta diversidad es la enorme variedad de atmósferas planetarias. Venus y la Tierra, por ejemplo, tienen masas muy similares pero atmósferas muy diferentes. La superficie de Venus tiene una temperatura de 460°C y una presión equivalente a la de una columna de agua de un kilómetro de altura. Esto se debe a que la atmósfera de Venus está compuesta principalmente de dióxido de carbono, mientras que la El escape atmosférico / CIENCIORAMA 1 atmósfera de nuestro planeta se compone principalmente de nitrógeno y oxígeno. Otro ejemplo son las lunas de Júpiter y Saturno, Calisto y Titán, que aunque sus masas son comparables, Titán tiene una atmósfera gruesa con una gran cantidad de nitrógeno y Calisto prácticamente carece de atmósfera. Para encontrar la causa de estas diferencias debemos conocer los mecanismos de evolución de las atmósferas planetarias. Existen varias maneras en que los planetas y satélites obtienen sus atmósferas. Una es emitiendo vapores desde su interior; otra es capturando gases y elementos volátiles cuando el planeta o satélite es bombardeado por cometas; una tercera es captando gas del medio interplanetario por la simple acción de la gravedad. Pero una vez que en un astro se forma una atmósfera, diversos factores influyen en retenerla por cierto tiempo, cambiar su composición o perderla irremediablemente. Por ejemplo, podría parecer que la atmósfera de la Tierra se encuentra tan firmemente anclada a ella como nuestros pies, sin embargo todos los días una pequeña parte de esta valiosa mezcla de gases escapa al espacio. Se pierden alrededor de tres kilogramos de hidrógeno y unos 50 gramos de helio cada segundo. Y aunque para nuestra escala de tiempo dicha fuga es prácticamente imperceptible, en escalas de tiempo geológicas, de miles de millones de años, la pérdida se vuelve importante. Veamos más a detalle cómo funcionan los mecanismos de fuga presentes en la evolución de las atmósferas. La gravedad superficial de un cuerpo es fundamental para conocer el destino de su atmósfera, pues cuanto mayor es la aceleración generada por la gravedad en la superficie de un planeta, es más difícil que se escape su atmósfera. En otras palabras, cuando arrojamos un objeto hacia arriba, alcanza cierta altura antes de comenzar a caer, y cuando lo lanzamos nuevamente a una velocidad mayor, alcanzará mayor altura para después caer de nuevo. Existe sin embargo una velocidad a la que el objeto no volverá a caer después de ser arrojado, y que se El escape atmosférico / CIENCIORAMA 2 conoce como velocidad de escape; ésta depende de la aceleración gravitacional que genera la masa del planeta desde la que se lanza el objeto. A mayor aceleración gravitacional, mayor es la velocidad de escape. Los átomos y moléculas que conforman las atmósferas de planetas y satélites se encuentran en constante movimiento y muchas veces alcanzan esta velocidad de escape y logran salir al espacio. El calor en acción Las diferentes formas en que los gases de una atmósfera se pierden por la acción del calor son el factor más común de escape de una atmósfera. Todos los cuerpos del Sistema Solar se calientan con la radiación emitida por el Sol. Existen dos formas de perder el calor ganado: una es emitiendo radiación en el infrarrojo como lo hacen la Tierra y otros cuerpos de tamaños similares a ella, y la otra es perdiendo un poco del material más expuesto en su superficie, como es el caso de los cometas. Si el balance entre absorción y emisión de energía se pierde, es posible que un planeta o satélite pierda gran parte de su atmósfera en un tiempo muy breve. Se cree que esta pérdida térmica es la principal responsable de que una gran cantidad de cuerpos del Sistema Solar hayan perdido su atmósfera. A la forma más común de escape térmico se le llama escape de Jeans, en honor al astrónomo inglés James Jeans quien describió este fenómeno a principios del siglo pasado. En dicho mecanismo el gas atmosférico se pierde literalmente molécula por molécula en las partes más externas de las atmósferas. Las moléculas y los átomos que conforman un gas ganan velocidad al calentarse y sufren choques unos con otros en direcciones aleatorias. Pero en el caso de una atmósfera, después de cierta altura conocida como exobase, la concentración se vuelve tan tenue que es posible que dichas partículas de gas no encuentren con quien chocar y salgan disparadas al espacio. Por supuesto que mientras más ligero sea el El escape atmosférico / CIENCIORAMA 3 elemento que sufre las colisiones, más fácil le será escapar. Es por ello que el hidrógeno y el helio son de los elementos que más se pierden. Este es el caso de la Tierra. Esto también explica por qué la composición de una atmósfera cambia con el tiempo; las moléculas más pesadas como el agua, el metano o el dióxido de carbono nunca alcanzan la altura de la exobase, la atmósfera de la Tierra pierde mucho hidrógeno, pero prácticamente no pierde esas moléculas pesadas. Figura 1. Las partículas de las capas más altas de la atmósfera que alcanzan la velocidad de escape, salen disparadas al espacio, liberándose del campo gravitacional que las ataba al planeta o satélite. Credito: Silvia Zenteno 2014 Existe otra forma de escape térmico que es un poco más violenta; en ella las capas más altas de la atmósfera pueden absorber radiación ultravioleta proveniente del Sol. Al calentarse dichas capas sufren una expansión que puede acelerar los gases que El escape atmosférico / CIENCIORAMA 4 las conforman empujándolos hacia arriba. La velocidad puede alcanzar incluso a la del sonido, y por lo tanto superar la velocidad de escape. Dicha forma de escape térmico se conoce como escape hidrodinámico, aunque comúnmente se le llama viento planetario, en analogía al viento solar, que es el chorro de partículas cargadas emitidas al espacio por el Sol. El turno del campo magnético Hemos dicho que el escape térmico es responsable de la pérdida atmosférica de muchos de los cuerpos de nuestro sistema planetario. Pero si bien éste ha actuado de manera constante durante la historia de nuestra atmósfera y de atmósferas de planetas similares al nuestro, como Venus, no es el mecanismo más importante que ha transformado sus composiciones. Las formas de escape no térmicas, como la colisión entre iones o incluso reacciones químicas, pueden catapultar a las partículas de la atmósfera a velocidades mayores que la velocidad de escape. Lo que es común en este tipo de reacciones es que un átomo o molécula adquiera una enorme velocidad como resultado de un único evento que tiene lugar por encima de la exobase, lo que causa que incluso choques posteriores con otras partículas no impidan el escape. Gran parte de los escapes que no son térmicos involucran la presencia de iones, partículas cargadas eléctricamente. Los iones se encuentran normalmente atados a la atmósfera de un planeta por la presencia de un campo magnético. No importa si dicho campo es generado en el interior del planeta, como en el caso de la Tierra, o por un campo magnético inducido por un agente externo, como podría ser el paso del viento solar, pero las partículas con frecuencia encuentran una forma de vencer estos campos que las atan. Por ejemplo, en un tipo de evento conocido como intercambio de carga, un ión de hidrógeno colisiona a gran velocidad con un átomo de hidrógeno neutro, y este último “roba” el electrón del primer ión. El resultado es que el ión se transforma en hidrógeno El escape atmosférico / CIENCIORAMA 5 neutro pero su velocidad casi no se ve afectada, por lo que se obtiene un átomo de hidrógeno a gran velocidad pero sin carga, cosa que lo hace inmune al campo magnético y le permite escapar de su confinamiento. Este tipo de proceso da cuenta de entre el 60 y el 90 por ciento de la pérdida de hidrógeno en nuestra atmósfera y de la mayor parte de la pérdida de hidrógeno de nuestro planeta vecino, Venus. Otra forma de vencer al campo magnético es encontrando aquellos puntos en donde las líneas de campo están abiertas. La mayoría de las líneas del campo magnético de un planeta forman bucles que salen del polo norte y se cierran entrando nuevamente por el polo sur. Sin embargo, la presencia del viento solar hace que algunas de estas líneas queden abiertas al espacio exterior y que los iones puedan escapar a través de dichas aberturas. Por supuesto que para lograrlo los iones deben primero vencer a la fuerza de gravedad y es por ello que sólo los más ligeros pueden lograrlo. El resultado es un chorro de partículas cargadas conocido como viento polar (ojo, no confundir con el viento planetario) y que da cuenta del 15% de la pérdida de hidrógeno en la Tierra, así como prácticamente de toda la pérdida de helio. Dicha forma de escape atmosférico puede funcionar también para átomos más pesados, siempre que uno de los iones ligeros involucrados en el proceso lo “jale” consigo en su escape. Marte, Venus y el satélite Titán, a diferencia de la Tierra, carecen de campos magnéticos propios y esto los vuelve vulnerables a un tipo de escape atmosférico conocido como pulverización. Sin un campo magnético que las proteja, las capas más externas de las atmósferas de estos astros están totalmente expuestas al viento solar que arrastra consigo iones que después de un intercambio de carga, como ya se explicó, son capaces de escapar. Se cree que este tipo de proceso está fuertemente involucrado en el escape de la atmósfera de Marte, que ha perdido alrededor del 90% de su atmósfera original. El escape atmosférico / CIENCIORAMA 6 Eventos catastróficos Los tipos de escape atmosférico que hemos visto hasta ahora son solamente pequeños goteos que tienen gran impacto a lo largo de miles de millones de años de acción. Es por ello que no pueden compararse con la violencia del escape provocado por el choque de cometas o asteroides en un planeta o satélite. Si estos proyectiles son lo suficientemente grandes y veloces, pueden gasificar o pulverizar en su choque una enorme parte de su masa. Este gas o polvo de una temperatura muy alta se expande a una velocidad mayor que la de escape y arrastra consigo a las capas de atmósfera con las que está en contacto. Mientras mayor es la energía del impacto, mayor el cono de atmósfera que es arrojado al espacio. En un impacto como el del famoso asteroide que se cree que causó la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años, el cono causado tenía un ángulo de apertura de unos 80° y contenía aproximadamente una cienmilésima parte de la atmósfera terrestre. Se calcula que eventos aún más energéticos pueden llevarse consigo toda la parte de la atmósfera por encima de un plano tangente a la superficie del planeta donde ocurre el impacto. La densidad de la atmósfera influye en qué tan fácilmente ésta puede ser arrancada en un proceso de éste tipo. Por supuesto, son más susceptibles las atmósferas menos densas. Se cree que Marte ha sufrido numerosos bombardeos en su pasado, dada su cercanía al cinturón de asteroides que se encuentra entre él y su vecino, el gigante Júpiter. De hecho, el rompecabezas de los astrónomos planetarios no es explicar por qué Marte ha perdido casi toda su atmósfera ¡sino explicar por qué no la ha perdido completamente! Otros astros susceptibles a éste tipo de bombardeos son los satélites de Júpiter y Saturno, pues los enormes campos gravitacionales de estos gigantes gaseosos atraen hacia ellos a un gran número de asteroides y cometas. El escape atmosférico / CIENCIORAMA 7 Figura 2. La secuencia muestra una simulación del cono que se forma al chocar un asteroide con la atmósfera de un planeta o satélite. (http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Impact_sequence.jpg) El futuro de nuestra atmósfera La vida en la Tierra depende enormemente de su atmósfera y está íntimamente relacionada con ella. Pareciera que nuestro planeta ha sido afortunado en el sentido de haber conservado una atmósfera que nos permite respirar, comunicarnos (recordemos que el sonido de nuestras voces se transmite en el aire) y hasta volar. Además, nos protege de las radiaciones UV y gamma que pueden ser muy dañinas para la vida. Sin embargo, sabemos que dicha situación cambiará en el futuro. Hoy El escape atmosférico / CIENCIORAMA 8 en día el escape del hidrógeno es limitado gracias a que una gran parte se encuentra en forma de agua. El agua se condensa en las capas bajas de la atmósfera y vuelve a la superficie terrestre en forma de lluvia. El problema es que el Sol aumenta poco a poco su temperatura, incrementándola alrededor de 10% cada mil millones de años. A escalas de tiempo geológicas, dicho cambio tendrá un efecto considerable. Siguiendo la tendencia que le marque el Sol, nuestra atmósfera se volverá más húmeda y se calentará cada vez más, haciendo el escape de hidrógeno mucho más fácil. Esto ocurrirá en algo así como mil millones de años y en otro tanto el proceso desecará los océanos. La mayor parte de nuestro planeta se convertirá en un desierto, y el agua será un vestigio confinado a las regiones polares. Otros dos mil millones de años habrán de pasar para que el inclemente calor del Sol termine incluso también con el agua en las regiones polares. Lo último que quede del líquido se encontrará en forma de vapor, causando un efecto invernadero brutal que generará temperaturas capaces de fundir rocas en la superficie terrestre. Entonces la Tierra se parecerá a nuestro vecino Venus. Pero para que esto pase faltan varios miles de millones de años, lo cual nos puede calmar y hacernos conscientes de lo afortunados que somos. Para saber más: Catling, David & Zahnle, Kevin, The planetary air leak, Scientific American, Mayo 2009. http://www.atmosfera.unam.mx/vinculacion/videos.html http://www.windows2universe.org/earth/Atmosphere/overview.html〈=sp El escape atmosférico / CIENCIORAMA 9