El reavivamiento prometido: el cumplimiento de la misión de Dios

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CAPÍTULO 13
El reavivamiento
prometido:
el cumplimiento
de la misión
de Dios
E
l desafío de llevar el mensaje divino de los últimos días al mundo
entero en esta generación puede parecer imposible.
Desde la perspectiva humana los obstáculos son formidables.
Considera los enormes números. Es cierto, la feligresía de la iglesia Adventista del Séptimo Día -miembros bautizados y niños- se está acercando a
los 25 millones. Pero hay más de 7.000 millones de personas en nuestro
planeta, y solo 2.200 millones de ellos se consideran cristianos. La iglesia
está creciendo rápidamente pero, lamentablemente, no se mantiene al paso
con el crecimiento de la población mundial, y hay numerosas áreas donde
el nombre “adventista del séptimo día” todavía es desconocido.
Estos números graves nos plantean varias preguntas serias. ¿Puede ser
predicado el evangelio a todo el mundo en esta generación? ¿Cómo se
terminará la obra de Dios en la Tierra? ¿Habrá algún evento que apresurará dramáticamente la proclamación de los mensajes traídos a la Tierra
por los tres ángeles del Apocalipsis?
Estas preguntas pueden perturbarnos, hasta que recordamos que aunque Dios nos ha dado el privilegio de cooperar con él en su obra, en última
instancia, la misión es de Dios, y él la realizará. El derramamiento del Espíritu Santo con poder en la lluvia tardía es lo que finalmente concluirá la
obra de Dios en la Tierra.
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El poder prometido
A la gran comisión de Jesús: “Id... a todo el mundo” (ver Mateo 28:1820), la acompaña su gran promesa. Sus seguidores predican el evangelio
por su autoridad y con su poder. Él ha prometido a su iglesia que cuando
lleven la misión él estará con ellos “todos los días, hasta el fin del mundo”
(Mateo 28:20). En la vida, muerte y resurrección de Jesús, él triunfó sobre
todas las fuerzas del mal, incluyendo todos los malos espíritus, fuerzas
demoníacas, enfermedad y muerte. Él es el amo de toda situación.
El Evangelio de Mateo muestra que Jesús tiene autoridad sobre las
fuerzas del mal en cada situación. Ya triunfó sobre las fuerzas del infierno,
y cuando salimos con fe para compartir el mensaje de Jesús con otros, vamos con su autoridad y con su poder. Él nos da sabiduría, fuerzas y ánimo.
Elena de White dice que cuando Jesús les dio la comisión a sus discípulos,
“proveyó ampliamente para la prosecución de la obra y tomó sobre sí la
responsabilidad de su éxito. Mientras ellos obedeciesen su palabra y trabajasen en relación con él, no podrían fracasar” (El Deseado de todas las gentes,
p. 761).
José y Sonia, dos personas sencillas, creían que el Espíritu Santo les daría poder para testificar por Jesús a pesar de sus limitaciones. No parecían
ser los mejores candidatos para compartir la Palabra de Dios con otros. No
tenían las cualidades generalmente necesarias para ser testigos efectivos.
Sin embargo, tenían la cualidad más importante: corazones entregados a
Dios y llenos del Espíritu Santo.
José vivía en una pequeña comunidad rural. Había crecido sin las ventajas de una educación formal. Aun siendo adulto, no sabía leer ni escribir.
Pero sus hijos sabían, de modo que les pedía que le leyeran la Biblia. De esta manera, memorizó centenares de textos bíblicos.
Un día, el Espíritu Santo lo impresionó para que compartiese su fe con
otras personas. Así que comenzó a visitar a otras familias de su comunidad
con su Biblia en la mano. Les decía a las personas con quienes se encontraba que él no sabía leer, y les pedía que le leyeran un pasaje de la Biblia. A
los que aceptaban leerle, los guiaba a textos sobre temas tales como la salvación, la segunda venida de Cristo y el sábado. José visitaba a estas personas cada semana, y con el tiempo, muchos de sus lectores estuvieron
dispuestos a estudiar y más, y finalmente se bautizaron.
Sonia es ciega, pero tiene una visión espiritual real. Una amiga era su
guía, y ella caminaba por las calles de la ciudad en el sur de la India donde
ella vivía, golpeaba las puertas de una persona tras otra, y les preguntaba
si les gustaría que ella orara por ellos. Por medio de su ministerio de oración ella desarrolló veintenas de amigos espirituales, muchos de los cuales
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pidieron estudios bíblicos y se bautizaron.
Las historias de José y de Sonia nos dicen una verdad eterna: Dios no
llama a los capacitados; él capacita a los que llama. Él usa a quienes están
dispuestos, les de poder, y los envía para testificar por él. La gran comisión
que Jesús dio no es para unos pocos elegidos. Es para toda la iglesia, para
cada miembro. Cuando Jesús tenga un pueblo totalmente comprometido
con él y dispuesto a compartir su amor y su verdad con las personas que
los rodean, él derramará su Espíritu Santo con el poder de la lluvia tardía
para la terminación de su obra.
La gran comisión que Jesús nos dio pide que vayamos a “todas las naciones” (Mateo 28:19). El texto griego dice tá éthn, que literalmente significa
“todos los grupos étnicos”, o “todos los pueblos”. Jesús comisionó a su
iglesia a proclamar el evangelio de su amor y verdad a cada persona en
cada aldea, pueblo, ciudad, estado o provincia, y país del mundo. La tarea
es grande, pero nuestro Dios es más grande.
Jesús prometió a sus discípulos: “Yo enviaré la promesa de mi Padre”, y
ellos recibirían “poder desde lo alto” (Lucas 24:49). Hechos lo hace muy
explícito: “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu
Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta
lo último de la Tierra” (Hechos 1:8).
No importa cuán aparentemente difícil sea la situación, las promesas de
Dios son seguras. La proclamación del evangelio al mundo entero en esta
generación puede parecer imposible, pero el poder de Dios vencerá todo
obstáculo. El poder del infierno será derrotado. Antes del retorno de nuestro Señor, cada persona sobre el planeta Tierra tendrá una oportunidad razonable para escuchar y comprender el mensaje de amor y verdad de Dios.
Una promesa que abarca todo
La historia registrada en el libro de los Hechos no es la de unas pocas
personas aisladas aquí y allí que recibieron el derramamiento del Espíritu
Santo. Es la historia de la iglesia entera que recibió el poderoso derramamiento del Espíritu. Toda la iglesia oró. Toda la iglesia confesó. Toda la
iglesia se arrepintió. Toda la iglesia se comprometió con la misión. Toda la
iglesia buscó ser llena con el Espíritu Santo. Y Dios respondió, y toda la
iglesia abrió su corazón a esta bendición de Dios. Repasemos una vez más
la reunión de oración del aposento alto.
“Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres y con María la madre de Jesús” (Hechos 1:14). Los ciento veinte creyentes que comprendían la naciente iglesia buscaron fervientemente a Dios en
oración (Hechos 1:15). Oraron por el derramamiento prometido del Espíri© Recursos Escuela Sabática
tu Santo. Reconocieron su incapacidad para alcanzar el mundo con la historia del Señor resucitado. Y mientras oraban, confesando sus pecados e
implorando el poder de Dios para proclamar su gracia, las compuertas del
Cielo se abrieron, y la lluvia del Espíritu cayó sobre ellos. Lucas describió
la escena de la siguiente manera: ‘Y fueron todos llenos del Espíritu Santo,
y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hechos 2:4; la cursiva fue añadida).
Nota que el texto dice: “Fueron todos llenos del Espíritu Santo”. ¿Quiénes eran “todos” los que fueron llenos? La palabra no quiere decir solo todos los apóstoles. Significa que fueron todos los que estaban en el aposento
alto, los 120 creyentes.
Pedro reconoció que lo que sucedió en el aposento alto era el cumplimiento de una profecía del libro de Joel, en el Antiguo Testamento.
Cuando explicó lo que sucedía, citó esa profecía: “Y en los postreros días,
dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y
vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en
aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán” (Hechos 2:17, 18).
Dios no presta atención al sexo: el Espíritu Santo fue derramado sin
medida a hombres y mujeres por igual. Dios no presta atención a la edad:
el Espíritu Santo fue derramado sin medida sobre jóvenes y ancianos por
igual. Dios no presta atención a la condición social: El Espíritu Santo fue
derramado sin medida sobre los siervos domésticos, los trabajadores comunes, los ricos y los fariseos por igual.
Ese derramamiento del Espíritu Santo tuvo un efecto dramático: ¡tres
mil fueron bautizados en un solo día! Dios hizo lo que esos creyentes del
siglo primero nunca soñaron posible. Cuando se despertaron la mañana de
Pentecostés, eran un grupo de creyentes que luchaban. Cuando se fueron a
la cama esa noche, eran una fuerza importante. Y aquí hay buenas noticias
para el pueblo de Dios de hoy: “Estas escenas han de repetirse, y con mayor poder. El descenso del Espíritu Santo en el día de Pentecostés fue la
primera lluvia, pero la última lluvia será más abundante” (Palabras de vida
del gran Maestro, p. 92). “El transcurso del tiempo no ha cambiado en nada
la promesa de despedida de Cristo de enviar el Espíritu Santo como su representante. No es por causa de alguna restricción de parte de Dios por lo
que las riquezas de su gracia no fluyen a los hombres sobre la Tierra. Si la
promesa no se cumple como se espera, se debe a que no se la aprecia plenamente. Si todos lo quisieran, todos serían llenos del Espíritu” (Los hechos
de los apóstoles, p. 41; la cursiva fue añadida).
A lo largo de los tiempos del Antiguo Testamento, Dios derramó su Espíritu Santo sobre personas, pero en Pentecostés, lo derramó sobre su igle© Recursos Escuela Sabática
sia entera. Y cuando los miembros de esa iglesia fueron llenos del Espíritu
de Dios, el mensaje del evangelio que llevaban cambió al mundo.
Dios anhela hacer eso otra vez. Ansia derramar su Espíritu sobre hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, ricos y pobres, educados y no educados. La promesa del Espíritu abarca todo. Es para ti, y es para mí. Es para
tu congregación y para el cuerpo mundial entero de los adventistas del
séptimo día. Es nuestra. Podemos reclamarla hoy. Jesús anhela llenarnos
con el poder de su Espíritu Santo ahora mismo.
¿Cómo podemos recibir al Espíritu Santo individualmente? ¿Y cómo
puede toda la iglesia recibir este poderoso derramamiento?
Aunque Dios ha prometido dar su Santo Espíritu a su pueblo de la Tierra en los últimos días, hay condiciones que deben cumplirse. Dios no enviará su Espíritu si no estamos orando por él. Lucas dice que la iglesia en
su día “perseveraban unánimes en oración y ruego” (Hechos 1:14). Elena
de White nota: “Debemos orar tan fervientemente por el descenso del Espíritu Santo como oraron los discípulos el día de Pentecostés” (“Our Battle
with Evil”, Review and Herald, 25 de agosto de 1896). Zacarías nos dijo:
“Pedid a Jehová lluvia en la estación tardía” (Zacarías 10:1).
Jesús nos da el siguiente consejo animador: “Pues si vosotros, siendo
malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro
Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lucas 11:13).
Y Elena de White aconsejó: “Mis hermanos y hermanas, rogad por el Espíritu Santo. Dios respalda cada promesa que ha hecho” (Testimonios para la iglesia,
tomo 8, p. 30).
Pasos hacia el reavivamiento espiritual
En el capítulo 5, mencioné el reavivamiento espiritual que sacudió Gales en 1904. Alguien le preguntó a Evan Roberts, el joven por medio del
cual comenzó el despertar, cuáles son los pasos que una persona debe dar
para iniciar un reavivamiento tal. Él dijo que debemos buscar a Dios y confesar todos los pecados conocidos, eliminar cualquier cosa que pudiera estorbar la relación de la persona con Jesús, obedecer al Espíritu en el instante y sin reservas, y confesar a Cristo públicamente.
Estos pasos requieren que busquemos a Dios en oración. Debemos orar
cada día por una nueva unción del Espíritu Santo. Debemos consagrar cada cosa que tenemos y somos a Dios. Debemos escuchar lo que el Espíritu
Santo nos dice por medio de la Palabra de Dios, y estar listos para seguirlo
de inmediato. Y debemos contar a otros lo que Dios está haciendo en nuestra vida.
No debemos vacilar en hablar del amor y la gracia de Dios a la gente
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que Dios trae a nuestra vida. La plenitud del poder del Espíritu Santo será
derramada solo sobre upa iglesia que ora, se compromete, está unida y testifica. El estar centrado en sí mismo, el orgullo y la competición limitan lo
que Dios puede hacer por nuestro intermedio. Su poder será liberado
cuando permitamos que él reine con supremacía en nuestras vidas. Su poder será derramado cuando le demos la gloria por cualquier cosa que él
logre por medio de nosotros. Su poder vendrá cuando amemos a los perdidos como él los ama. El poder del Espíritu Santo caerá del Cielo cuando
las cosas que nos importan más sean las cosas que le importan más a él.
Las lluvias temprana y tardía
Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamentos usan el agua como un
símbolo del Espíritu Santo. Por medio del profeta Isaías, nuestro Señor
prometió: “Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal... mi Espíritu derramaré sobre tu generación” (Isaías 44:3). Encontramos el mismo paralelismo y simbolismo en el libro de Joel. Dios promete regar los campos de
Israel y luego declara: “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne” (Joel 2:23, 28). Jesús también usó el agua para representar el Espíritu Santo. Juan nos cuenta que durante la Fiesta de los Tabernáculos, Jesús entró al templo y proclamó: “El que cree en mí, como dice la Escritura,
de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:38), y luego explica: “Esto dijo del Espíritu” (versículo 39).
Los agricultores en Israel comenzaban a arar sus campos y sembrar la
semilla a mediados de octubre, poco antes de que cayeran las lluvias tempranas. Estas lluvias permitían que las semillas germinaran, y nutrían su
primer crecimiento. La lluvia tardía venía a fines de la primavera (hemisferio norte, marzo-abril). Ayudaban al crecimiento final del grano.
La lluvia temprana del Espíritu cayó sobre los discípulos en Pentecostés, iniciando la iglesia cristiana, y la lluvia tardía correspondiente será derramada sobre la iglesia de Dios al final del tiempo, llevando su obra a su
plena madurez. Cuando caiga, la iglesia recibirá el poder para completar la
misión de Dios sobre la Tierra. Por medio del derramamiento del Espíritu
Santo con el poder de la lluvia tardía, la Tierra será iluminada por la gloria
de Dios.
Este derramamiento será la mayor manifestación del poder del Espíritu
de Dios desde el Pentecostés. La luz de la Palabra de Dios penetrará en los
rincones más oscuros de esta Tierra. Su amor se revelará en su pueblo,
mostrando al mundo que espera y a un universo que observa que la gracia
de Dios es suficiente para vencer todos los poderes del mal. Cuando el poder de Dios opere en las vidas de su pueblo, su mensaje triunfará y Jesús
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vendrá (Mateo 24:14).
No se requerirá menos que el poder de la lluvia tardía para que la iglesia complete la misión de Dios en la Tierra, y Dios no ofrece nada menos
que ese poder. Dios nos da una provisión infinita del don más precioso del
Cielo para capacitar que su iglesia realice la tarea más urgente e importante alguna vez confiada a los seres humanos.
El fin de la gran controversia
El Apocalipsis, el último libro de la Biblia, registra el mensaje final de
Dios a un planeta en grandes problemas. El último llamado de Dios está
lleno de esperanza. El mensaje de todo el libro del Apocalipsis puede resumirse en cuatro palabras: Jesús gana; Satanás pierde. Toda la historia está avanzando a la culminación gloriosa: la venida de Jesús. El regresará a
la Tierra como Rey de reyes y Señor de señores.
Esta es una buena noticia. De hecho, es la noticia más increíble en todo
el universo. El mismo Jesús que fue a la cruz para derrotar a Satanás, vendrá otra vez y triunfará sobre los poderes del infierno para liquidar completamente el mal. (Ver Apocalipsis 19:19-21; Ezequiel 28:18, 19.) El mal no
tendrá la última palabra. La pobreza y la pestilencia no tendrán la última
palabra. La enfermedad y el sufrimiento no tendrán la última palabra. El
caos y el crimen no tendrán la última palabra. Las dolencias y la muerte no
tendrán la última palabra. Dios tendrá la última palabra. Él escribirá el capítulo final de la controversia entre el bien y el mal.
¿Por qué todavía no lo ha hecho? Porque Dios anhela salvar a las personas perdidas. Su corazón de amor infinito no puede soportar el pensamiento de que una persona se pierda. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo están haciendo unidos todo lo que sea posible para alcanzar a toda persona posible.
Pronto la crisis final caerá sobre este mundo. Pronto Jesús derramará su
Espíritu con el poder de la lluvia tardía y la obra de Dios en la Tierra se
terminará. Pronto “vendrán siervos de Dios con semblantes iluminados y
resplandecientes de santa consagración, y se apresurarán de lugar en lugar
para proclamar el mensaje celestial. Miles de voces predicarán el mensaje
por toda la Tierra. Se realizarán milagros, los enfermos sanarán y signos y
prodigios seguirán a los creyentes” (El conflicto de los siglos, p. 670).
Pronto vendrá Jesús. Pronto el Cielo y la Tierra se regocijarán. Como
todo esto ocurrirá pronto, no hay nada más importante que nuestra experiencia de un reavivamiento de la gracia de Dios en nuestros corazones
cada día, y que invitemos que su Espíritu Santo nos reforme a su imagen (1
Juan 3:1-3).
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¿Abrirás tu corazón a Jesús ahora mismo, y le pedirás que haga una
obra profunda de gracia en tu vida? ¿Renovarás tu compromiso de orar,
estudiar la Biblia y testificar? ¿Rendirás todo lo que haya en tu vida que el
Espíritu Santo te señale por no estar en armonía con la voluntad de Dios?
Juntos hagamos este compromiso ahora mismo.
Material facilitado por RECURSOS ESCUELA SABATICA ©
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