“Velen y oren para no caer en la tentación”

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“Velen y oren para no caer en la tentación”
Material para la Hora Santa 2011
Por el Rvdo. D. Higinio Sánchez Romero
La noche del Jueves Santo es toda una invitación a la oración, que debe
prolongarse durante muchos momentos más de intimidad con el Señor, durante todo
el año. En esta noche la oración la haremos siguiendo cinco pasos que podemos
realizar muchas veces en nuestras vidas. Se trata de un itinerario sencillo que recoge
los movimientos que debe impulsar el alma del orante. No es necesario realizarlos
siempre de esta forma y por este orden; pero tal vez la disciplina en su realización
durante un tiempo nos ayude a saber armonizar los elementos que nunca deben faltar
en una auténtica oración cristiana.
El Jueves Santo, noche que vislumbra la Pascua, es un espacio que invita a la
oración, a la intimidad, al fervor más profundo, a desnudar el alma ante quien nos
está amando tanto. Sí, y digo bien, nos está amando, conjugado en presente,
ahora, aquí y siempre. El Cenáculo y Getsemaní tienen la intimidad y la universalidad
de quien desea acogernos a todos, pero personalizando su amor; haciendo que nos
sintamos únicos y que propicia esa respuesta personal que cada uno de nosotros debe
dar al Señor.
Déjate conducir por el Espíritu; saca lo mejor de ti mismo; no temas a lo que
Jesús te pueda pedir; abre tu corazón a la gracia, después que hayas permitido que el
Señor te lave los pies y haya alimentado tu vida con su Cuerpo y Sangre.
Contempla el monumento
ornamentales, piensa en Jesús, tu
comunidad cristiana, expresado en
está amando, te está purificando,
amor más grande que el que da la
siempre.
y por encima de los elementos
Maestro y Señor, que rodeado del
esas flores, velas y signos, te está
te está de nuevo llamando amigo.
vida por sus amigos”. Y nosotros lo
artísticos u
cariño de la
hablando, te
“Nadie tiene
somos hoy y
Comparte también con Jesús en esta noche la angustia y el dolor. Vivir es una
aventura apasionante, pero llena de riesgos, traspasadas de sufrimientos y elecciones
donde se pone a prueba la consistencia de nuestros compromisos. El Huerto de los
Olivos nos invita a la constancia, a la fortaleza, a la perseverancia, a poner la mano en
el arado y no mirar atrás. Exprésale a Jesús tus miedos, tus inseguridades, tus deseos
no satisfechos, tus tentaciones y derrotas...El reza contigo y por tí; y aunque
duermas, Él sigue velando por tí.
Adoración y alabanza
Lectura de la Palabra:
“Yo te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas
cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te
ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más
que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera
revelar.”
Mt. 11, 25-26.
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-----------------------------------------------------------------------------------------Adorar a Dios, alabarle, bendecirle...es la expresión de un corazón que conoce
la felicidad de sentirse amado y cuidado.
Todo te lo debo a tí mi Dios, todo es producto de tu amor y de tu ternura. En
tus manos se construye mi vida, y me quieres igual a pesar de mis torpezas y
desatinos. En la Eucarístía aprendo de Jesús a llamarte tres veces santo, y en unión
espiritual me asocio a la dicha de los ángeles que te adoran eternamente. Todo el
honor y la gloria están en Tí, Dios de la vida; y en Cristo y por Cristo, te adoro en la
comunión con el Espíritu Santo. Invocarte como Padre es expresión de la ternura
regalada y siempre pronta de tu misericordia sobre mi vida, que me construye y me
sostiene. Edificado sobre tí experimento gozo y libertad. Que tu nombre sea siempre
santificado, honrado y bendito por los siglos.
-----------------------------------------------------------------------------------------Todos:
“Te ensalzaré Dios, mi rey; bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día, te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor, merece toda alabanza, es incalculable su grandeza,
una generación pondera tus obras a la otra y le cuenta tus hazañas...
El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor; que te bendigan tus fieles.
Que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas...
El Señor es justo en todos sus caminos, bondadoso en todas sus acciones.
Cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente....
Pronuncie mi boca la alabanza del Señor,
todo viviente bendiga su santo nombre por siempre jamás.”
(Del Salmo 145)
(Canto de alabanza)
Petición de perdón
Lectura de la Palabra.
“..Si alguno está en Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha
comenzado lo nuevo. Todo procede de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de
Cristo y nos encargó el ministerio de la reconciliación. Porque Dios mismo estaba en
Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirles cuenta de sus pecados, y ha
puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación. Por eso, nosotros actuamos como
enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhortara por medio de nosotros. En
nombre de Cristo les pedimos que se reconcilien con Dios. Al que no conocía el
pecado, lo hizo pecado en favor nuestro, para que nosotros llegáramos a ser justicia
de Dios en él.” (2Cor.5, 17-21.)
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-----------------------------------------------------------------------------------------Cuanto más nos acercamos a tí, Jesucristo, más conscientes nos hacemos de
nuestra maldad; de la del mundo, pero sobre todo de la propia. Sí, maldad, con todas
las palabras. Porque la omisión, la despreocupación; el mirar hacia otra parte, la
continua autojustificación, el querer vivir bien, la vida fácil y relajada...son ya maldad
en sí mismas. Y si a esto añadimos murmuraciones, comparaciones, favoritismos,
mentiras y enredos, envidias y discordias...
Mira mi corazón necesitado de la medicina de tu misericordia. Mira sobre todo
los sentimientos endurecidos, las actitudes anquilosadas, las costumbres rutinarias, la
incapacidad para la compasión. Me he acostumbrado a ser la medida de todas las
cosas, y no vivo como “hijo de la luz”, sembrando bondad, justicia y verdad en la
búsqueda de lo que agrada a Dios.
Nuestras comunidades no se libran tampoco del pecado y de las pequeñas y
grandes discordias. Somos pocos y en ocasiones distanciados y hasta enfrentados. En
vez de animarnos y sostenernos en las debilidades, crece en nosotros la desconfianza,
la negatividad, el silencio y el alejamiento. En aquellos discípulos dormidos y
despistados de Getsemaní se expresa mucho de nuestro pecado y de nuestra torpeza.
-----------------------------------------------------------------------------------------Todos:
“Señor no me corrijas con ira, no me castigues con cólera;
tus flechas se me han clavado, tu mano pesa sobre mí;
mis culpan sobrepasan mi cabeza, son un peso superior a mis fuerzas.
Señor todas mis ansias están en tu presencia,
no se te ocultan mis gemidos, siento palpitar mi corazón,
me abandonan las fuerzas, y me falta hasta la luz de los ojos...
En tí, Señor, espero, y tú me escucharás, Señor, Dios mío;
esto pido:que no se alegren por mi causa,
que cuando resbale mi pie, no canten triunfo.
No me abandones, Señor; Dios mío, no te quedes lejos;
ven aprisa a socorrerme, Señor mío, mi salvación. (Del salmo 37)
Acción de gracias
Lectura de la Palabra:
“Yendo camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a
entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos,
y a gritos le decían: Jesús, maestro, ten compasión de nosotros. Al verlos les dijo.
Vayan a presentarse a los sacerdotes. Y sucedió que, mientras iban de camino,
quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a
grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. Este
era un samaritano. Jesús tomó la palabra dijo: ¿No han quedado limpios los diez?; los
otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que
este extranjero?. Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado.
(Lc.17, 11-19.)
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----------------------------------------------------------------------------------------Sólo un leproso curado vino a darte gracias antes de ir a abrazar a su familia y
retomar su historia en medio de su pueblo. Los demás tenían prisa; y hasta cierto
punto era una prisa comprensible. Tanto tiempo marginados y consumidos por la
enfermedad, que al verse limpios quisieron recuperar el tiempo perdido. Se sentían
dueños de la vida y no se podía “malgastar” ningún minuto. Hay prisa por vivir y por
hacer cosas pendientes.
Les entiendo y me siento identificado con ellos. Tengo tantas cosas que hacer, y
tanto por lo que disfrutar que venir a darte gracias me parece un lujo. Es más, (y así
acallo mi conciencia) yo te voy dando gracias, mientras hago las cosas. Y sin
embargo, en las prisas se me va la vida y en lo pendiente se me escapa el gozo. Más
que vivir los que hago es consumir tiempo, y muchas veces perderlo.
Todos:
Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios.
Él perdona todas tus culpas, y cura tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa, y te colma de gracia y de ternura;
él sacia de bienes tus días, y como un águila se renueva tu juventud.
Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles;
porque conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro.
La misericordia del Señor dura desde siempre y por siempre,
para aquellos que le temen;
su justicia pasa de hijos a nietos, para los que guardan su alianza y cumplen sus
mandatos...
(Del salmo 103)
Canto de acción de gracias.
Súplica confiada
Lectura de la Palabra:
“Cuando recen, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en
las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En
verdad les digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores,
entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu
Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará. Cuando recen, no usen muchas
palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No
sean como ellos, pues su Padre sabe lo que les hace falta antes de que los
pidan..Ustedes recen así.. (puede añadirse los que sigue) (Mt. 6, 5-8).
Tú, Señor, sabes lo que necesitamos y esperas que te lo pidamos. Al pedir
desnudamos nuestro interior; nos salen los miedos, los egoísmos, las impaciencias...
Pedir es un volcán que estalla o una presa que rompe; no suele tener límites, como
nuestra ambición. Pero también puede aparecer lo noble y lo bello, moderando
nuestros deseos y aceptando la voluntad de Dios. En el saber pedir se refleja la
nobleza y elegancia de nuestro corazón, y sobre todo si estamos educando
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correctamente nuestra vida interior, según aquello que tú dijiste a la samaritana: “el
que beba del agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua
que salta hasta la vida eterna”.
En esta noche recordamos también tu oración sacerdotal. No le pedías al Padre
nada para tí. Pedías por los tuyos; por los creyentes de todos las épocas; por mí de
forma particular. Pedías para mí la gracia de la fidelidad, la brisa de la constancia y el
fuego de la concordia. Y no sólo pedías, ahora mismo lo estas haciendo de nuevo
porque eres el eterno sacerdote del Padre que deseas que yo y todos seamos
santificados en la verdad, porque tu palabra es veraz.
Presentamos ahora en silencio nuestras peticiones y súplicas. Podemos pasar por
nuestra mente el rostro de personas que son significativas para nosotros pidiéndole a
Cristo que las cuide y las santifique en la verdad.
Presentamos también situaciones del mundo que nos preocupe, y también nuestra
propia comunidad cristiana con sus luces y sombras.
Todos.
Libra mis ojos de la muerte, dales la luz que es su destino,
yo como el ciego del camino pido un milagro para verte.
Haz de esta piedra de mis manos una herramienta constructiva,
cura su fiebre posesiva, y ábrela al bien de mis hermanos.
Que yo comprenda, Señor mío, al que se queja y retrocede,
que el corazón no se quede desentendidamente frío.
Guarda mi fe del enemigo, tantos me dicen que estas muerto;
tú que conoces el desierto, dame tu mano y ven conmigo.
Canto.
Ofrecimiento
Lectura de la Palabra:
“Entonces Jesús dijo a los Doce: ¿También ustedes quieren marcharse?. Simón
Pedro contestó: Señor, ¿ a quien vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna;
nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”.
(Jn. 6, 67-69)
-----------------------------------------------------------------------------------------Ante tanto amor derramado, no puedo otra cosa que ofrecerte la vida, con
humildad, y fiándome de tí, y no tanto de mis pobres fuerzas. Como Pedro más que
prometerte cosas, te pido que me acojas y que sigas teniendo paciencia conmigo,
porque sin tí no se donde ir.
A pesar de todo, me sigo ofreciendo.Y para que este ofrecimiento no se quede
en papel mojado, quisiera que fuera concreto y personal. La vida que tengo es esta...y
las ocupaciones que realizo son....Mi cuerpo y mis energías son las que son. Pero has
depositado tanto en mí, que sería ingrato no ofrecerte, si no más cosas, al menos más
calidad en lo que ya realizo.
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Renueva, Señor en esta noche el amor que a veces se va enfriando, la
compasión que se torna en desconfianza y dureza, la voluntad que descae y se
convierte en rutina y pasividad.
-----------------------------------------------------------------------------------------Todos:
Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda
mi voluntad; todo mi haber y mi poseer; Vos me lo habéis dado; a Vos, Señor, lo
torno; todo es vuestro: disponed de mí según vuestra voluntad. Dadme vuestro amor
gracia, que esto me basta.
(San Ignacio de Loyola)
Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras:
sea lo que sea te doy las gracias.
Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad
se cumpla en mí y en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Padre.
Te confío mi alma, te la doy con todo el amor de que soy capaz,
porque te amo y necesito darme, ponerme en tus manos sin medida,
con una infinita confianza, porque tu eres mi Padre.
(Carlos de Foucauld)
(Terminamos adorando y cantando y prolongando de forma personal, hoy y mañana
viernes santo, nuestra oración y nuestra entrega)
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