Pakistán—Difícil encontrar justicia para las minorías

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2016
Pakistán—Difícil encontrar justicia para las minorías
¿Triunfará el estado de derecho o la violencia parapolicial en
Pakistán? Consideremos el caso de Salman Taseer, el
gobernador musulmán del estado más populoso. Taseer fue
asesinado en 2011 por su propio guardaespaldas, Mumtaz
Qadri, porque Taseer se atrevió a cuestionar las leyes
draconianas de blasfemia que se usan para justificar ataques a las
minorías religiosas. Qadri fue juzgado y condenado a
muerte, pero el juez tuvo que esconderse. Algunos imanes
llamaron héroe a Qadri y le pusieron su nombre a una nueva
mezquita. En marzo de 2016, Qadri fue ejecutado y hubo
estallidos de protestas a gran escala. Unos días después, el
grupo talibán pakistaní atacó un tribunal en Peshawar,
matando al menos a diez personas, para vengar la muerte de Qadri.
El día de Pascual, un terrorista suicida atacó las multitudes
reunida en un parque público, asesinando a 70 e hiriendo a
más de 300. El grupo talibán que se responsabilizó del
atentado dijo que su objetivo eran los cristianos.
No es de extrañar que ser un miembro de la minoría
religiosa es peligroso en Pakistán. No importa si tienes un
cargo de alto rango. El ministro federal para Asuntos de las
Minorías, Shahbaz Bhatti, cristiano, fue asesinado en marzo
de 2011 por promover los cambios a las leyes anti-blasfemia.
Un editorial del 8 de noviembre de 2014 del Daily Times
dijo: “Las disposiciones de la ley anti-blasfemia emergieron
como una justificación amplia del asesinato. Para eliminar a
un rival o alguien del que se puede obtener un beneficio
material solo hay que acusarlo de blasfemia, movilizar una
turba parapolicial con la ayuda de algún clérigo rabioso, y el
hecho es consumado. … “La simple acusación de blasfemia,
verdadera o falsa, a menudo sella el destino del acusado”.
En este ambiente hostil, las minorías pakistaníes viven en
constante temor. Iglesias, templos y mezquitas, hogares,
escuelas y negocios son incendiados y los medios de vida
destruidos. Un informe dice que cada año unas 1000
jóvenes cristianas e hindúes o ahmadis, muchas menores de
18 años han sido secuestradas, convertidas a la fuerza y
casadas con musulmanes. En las raras ocasiones, cuando
estos casos son juzgados, las niñas por lo general dicen que
se convirtieron voluntariamente por temor a que sus familias
fueran atacadas. Asia Bibi, una madre cristiana de cinco
hijos fue injustamente acusada de blasfemia en 2009, fue
sentenciada a muerte. Siete años más tarde, Bibi sigue
encarcelada en celda solitaria con salud precaria esperando
apelación y su familia escondida. Un abogado de derechos
humanos Rashid Rehman quién defendió casos de blasfemia
fue también asesinado a balazos. La ley de las turbas y la
inherente parcialidad hacen que la policía sea renuente a
registrar casos por parte de minorías religiosas.
En 2015, el gobierno pakistaní autorizó su primera
Comisión Nacional de Derechos Humanos, pero no le
proporcionó presupuesto. Del mismo modo, la creación de un
Ministerio de Derechos Humanos distinto no parece haber
llevado a una mayor protección de las minorías religiosas.
Falta de aplicación de la ley En efecto, las autoridades
parecen no poder o no estar dispuestas a responder de
manera efectiva a estos ataques a las minorías religiosas, por lo
cual impera un clima de impunidad. Esta impunidad fue
claramente evidente cuando los terroristas suicidas talibanes
pakistaníes atacaron dos iglesias en Lahore el día que en que los
Comisionados de la Comisión Parlamentaria sobre Libertad
Religiosa Internacional de Estados Unidos partió de
Pakistán después de su primera visita en marzo de 2015. En
septiembre de 2013, terroristas suicidas atacaron la Iglesia de Todos
los Santos en Peshawar mataron a 81 personas e hirieron a
más de 130, el mayor ataque a la comunidad cristiana.
Estas muertes trágicas llevaron a los obispos católicos a
afirmar que “tales incidentes reflejan la ausencia de
gobernanza, el fracaso de la administración y el poder judicial
civiles, que garantizan la impunidad de estos crímenes
contra la humanidad”. La Conferencia de Obispos Católicos
de Pakistán pidió a su gobierno que aprehendiera a los
responsables de los ataques, que protegiera mejor todos los
lugares de culto y que abordara la creciente intolerancia
religiosa y sectaria que amenaza la seguridad de todos los
pakistaníes. La pregunta sigue siendo la misma: ¿Triunfará el
estado de derecho o la violencia parapolicial en nombre de
la religión en Pakistán?
Departmento de Justicia, Paz y Desarrollo Humano
Oficina de Justicia y Paz Internacional
www.fortnight4freedom.org
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