NO MOLESTAR… EMPATIZANDO

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Monografía
Curso de Capacitación Docente
en Neurociencias
Alumna: Viviana G. Moyano
www.asociacioneducar.com
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MSN: [email protected]
NO MOLESTAR… EMPATIZANDO
NO MOLESTAR… EMPATIZANDO
La sociedad ha valorado de forma particular durante los últimos siglos un ideal
muy concreta del ser humano: la persona inteligente. En la escuela tradicional, se
consideraba que un niño era inteligente cuando dominaba las lenguas clásicas, el
idioma, y las matemáticas, el álgebra o la geometría.
Más recientemente, se ha identificado al niño inteligente con el que obtiene una
puntuación elevada en los tests de inteligencia. El cociente intelectual (CI) se ha
convertido en el referente de este ideal y este argumento se sustenta en la
relación positiva que existe entre el CI de los alumnos y su rendimiento
académico: los alumnos que más puntuación obtienen en los tests de CI suelen
conseguir las mejores calificaciones en la escuela.
En el siglo XXI esta visión ha entrado en crisis por dos razones. En primer lugar, la
inteligencia académica no es suficiente para alcanzar el éxito profesional. Un
planteo que me viene a la mente es la razón o motivo que nos lleva a decir que las
matemáticas son inteligencia pero la música es solo un talento?. Los abogados
que ganan más casos, los médicos más prestigiosos y visitados, los profesores
más brillantes, los empresarios con más éxito, los gestores que obtienen los
mejores resultados no son necesariamente los más inteligentes en su vida escolar.
En mi experiencia no me encuentro con aquellos adolescentes que siempre
levantan primero la mano en la escuela cuando se pregunta o resaltan por sus
magníficas notas académicas en el instituto. Por el contrario, siendo docente de
los últimos años de la secundaria, observo que en muchas ocasiones los alumnos
con muy buen rendimiento académico no logran ingresar a la facultad o dejan una
carrera a medio camino o regresan a sus hogares frustrados y depresivos.
No son aquellos adolescentes que se quedaban solos en el recreo mientras los
demás jugaban al fútbol o simplemente charlaban. Son los que supieron conocer
sus emociones y cómo gobernarlas de forma apropiada para que colaboraran con
su inteligencia. Estos jóvenes quizás pudieron conocer un poco más su U.C.C.M y
son los que cultivaron las relaciones humanas y los que conocieron los
mecanismos que motivan y mueven a las personas. Son los que se interesaron
más por las personas que por las cosas y que entendieron que la mayor riqueza
que poseemos es el capital humano. Considero que formarnos en el aprendizaje
social y emocional es uno de los grandes desafíos y que los niños y jóvenes se
juegan su futuro si como formadores no nos ponemos en marcha.
En segundo lugar, la inteligencia no garantiza el éxito en nuestra vida cotidiana.
No nos da certeza de que comprendimos el mensaje del otro o que fue
comprendido nuestro propio mensaje. La inteligencia no facilita la felicidad ni con
nuestra pareja, ni con nuestros hijos, ni que tengamos más y mejores amigos. El
CI de las personas no contribuye a nuestro equilibrio emocional ni a nuestra salud
mental. Todos percibimos el mundo exterior a través de los sentidos pero con
nuestro mundo interior no sucede lo mismo ya que contamos con los modelos
mentales, inteligencias múltiples, VAK o canales de representación y la
combinación del hemisferio derecho y el izquierdo y estos conjuntamente con
otros elementos como la personalidad nos ayudan a conformar un mapa distinto.
Son otras habilidades emocionales y sociales las responsables de nuestra
estabilidad emocional y mental, así como de nuestro ajuste social y relacional.
Esto me lleva a preguntar ¿por qué son tan importantes las emociones en la vida
cotidiana?¿por qué consideramos que el creativo es solo el que sabe componer
melodías? La respuesta no la encuentro fácil, pero considero que si estemos
abiertos a otros ideales, modelos de persona y a que la creatividad es un paso
adelante en le evolución humana conjuntamente al lóbulo frontal podremos
encontrar más respuestas.
En este momento de paradigma ya no vale el ideal exclusivo de la persona
inteligente y es cuando surge el concepto de inteligencia emocional (IE) como una
alternativa a la visión tradicional.
En nuestro país, el que ha tenido más difusión en los contextos educativos ha
sido el modelo mixto de inteligencia emocional de Daniel Goleman: los modelos
mixtos y el modelo de habilidad. Los modelos mixtos combinan dimensiones de
personalidad como el optimismo y la capacidad de automotivación con habilidades
emocionales (Goleman y Bar-On)
Las habilidades están enlazadas de forma que para una adecuada regulación
emocional es necesaria una buena comprensión emocional y, a su vez, para una
comprensión eficaz requerimos de una apropiada percepción emocional. Pero
también podemos ver que personas con una gran capacidad de percepción
emocional carecen a veces de comprensión y regulación emocional.
Sobre nosotros mismos podemos utilizar estas habilidades (competencia personal
o inteligencia intrapersonal) o sobre los demás (competencia social o inteligencia
interpersonal). Pero debo olvidar, la IE se diferencia de la inteligencia social y de
las habilidades sociales en que incluye emociones internas, privadas, que son
importantes para el crecimiento personal y el ajuste emocional.
Por otra parte, los aspectos personal e interpersonal también son bastante
independientes y no tienen que darse de forma concadenada. Podemos observar
estudiantes y docentes muy habilidosos en la comprensión y regulación de sus
emociones y muy equilibrados emocionalmente, pero con pocos recursos para
conectar con los demás. Lo contrario también ocurre, pues hay personas con una
gran capacidad empática para comprender a los demás, pero que nunca
aprendieron a gestionar sus emociones.
Si hablamos de inteligencia emocional, no podemos hablar como algo que es
perteneciente a nuestra personalidad o carácter. Podemos observar a un
estudiante que tiene como característica de su personalidad ser extravertido, pero,
¿podremos pronosticar el grado de inteligencia emocional personal o interpersonal
que posee? Verdaderamente considero que se nos hace muy complejo
pronosticar ya que no fuimos formados para ello. La ciencia está corroborando
ahora que la gestión de las emociones básicas y universales debería preceder a la
enseñanza de valores y, por supuesto, de contenidos académicos.
Si tomamos la postura de Richard Davidson, nos dice que “el tipo de habilidades
de las que hablamos incluyen habilidades para aprender a dominar las emociones,
en concreto la capacidad de controlar las emociones negativas para que, cuando
ocurre una adversidad, éstas no persistan más de lo necesario.” En este sentido,
las personas con cierto tipo de personalidad desarrollarán con más o menos
facilidad, con mayor o menor rapidez, sus habilidades emocionales. Al fin y al
cabo, la persona no es la suma de sus partes, sino una fusión U.C.C.M que
convive –milagrosamente– de forma integrada.
Considero que como formadores debemos evaluar que es un error pensar que la
cognición y las emociones son dos cosas totalmente separadas. Es la misma área
cerebral. De modo que, ayudar a los niños a gestionar mejor sus emociones
significa que pueden aprender mejor y con una mayor eficacia. Pero es verdad
que otra cosa que debemos enfrentar es que la mente se dispersa aquí y allá.
Incluso si estamos sentados, nuestra mente puede ser como la de un animalito
inquieto, que va de un lado a otro. Nuestras neuronas se ponen a hablar entre sí,
y las de nuestros alumnos, en realidad necesitamos una mente un poco más
calmada, con más claridad y más estabilidad, si no logramos, no podremos hacer
nada. Al no poder lograrlo es como si tuviéramos un martillo pero nos temblara la
mano todo el rato. Por eso es necesario, de alguna manera, utilizar un objeto de
concentración para estabilizar la mente. Hoy en día hay sólo una docena de
currículos escolares que enseñen a los niños mindfulness, que les permite
concentrarse mejor, ayuda a focalizar, a hacer introspección y a ser más
compasivos, a estar más atentos. Cosa que sería de mucha utilidad para los
estudiantes de la escuela donde trabajo, estos jóvenes, en su mayoría, no
focalizan su atención y a menudo expresan que lo explicado por los docentes en
una clase no lo recuerdan.
Sabemos que lo mejor para aprender, la mejor manera de aprender es asegurarse
de que el que aprende lo haga a un nivel que siga resultándole estimulante, pero
que le permita comprender lo que está pasando. El alumno debe encontrar
interesante la tarea: ¡tiene que resultarle un poco difícil, pero no demasiado!
Vygotsky, por ejemplo, acuñó la noción de «zona de desarrollo próximo», que es
la zona en la que el alumno debe encontrar interesante la tarea: ¡tiene que
resultarle un poco difícil, pero no demasiado! y su comprensión debe estar
acompañada del desarrollo de la creatividad como lo expresa Ken Robinson “La
creatividad se aprende igual que se aprende a leer”. Debemos pensar que
estamos formando niños y jóvenes para el futuro incierto por lo que enseñarles a
descubrir su creatividad es enseñarles a encontrar el camino a nuevas formas de
trabajo. Gracias a la imaginación, se puede visitar el pasado y anticipar el futuro;
se puede asumir el punto de vista de otra persona. La creatividad es un paso
adelante para nuestra evolución humana. La creatividad significa poner la
imaginación a trabajar y también podemos comprender a la creatividad como
imaginación aplicada: es el proceso de tener ideas nuevas que sean valiosas,
estas ideas necesitan de energía, esa misma energía que me hace preguntar
¿cómo un docente o un profesional tiene una agenda tan ocupada? ¡ese ritmo
acabaría con cualquier persona!, pero, la energía la obtienen de la pasión,
voluntad que les inspira lo que hacen.
Para concluir puedo decir que el propósito de este transitar en el curso ha sido
sensibilizarme para sensibilizar a los educadores de la institución donde trabajo
sobre la importancia de la educación explícita de las emociones y de los beneficios
personales y sociales que conlleva. Cuando revisábamos la bibliografía sobre
cómo deben educar los profesores, se enfatizaba el aprendizaje y la enseñanza de
modelos de conductas correctas y pautas de acción deseables en una relación.
Muy poca mención se daba a los sentimientos y emociones generadas por uno y
otro. Las tendencias arraigada era la de manejar y, hasta cierto punto controlar, el
comportamiento de nuestros alumnos sin atender a las emociones subyacentes a
tales conductas, ni atender nuestras propias emociones, muchas veces causales
de estrés u otras enfermedades.
Considero que debemos comprender y crear en nuestros adolescentes una forma
inteligente de sentir, sin olvidar cultivar los sentimientos de padres y educadores y,
tras ello, el comportamiento y las relaciones familiares y escolares irán, en mi
opinión, tornándose más equilibradas. Creo que, la enseñanza de emociones
inteligentes depende de la práctica, el entrenamiento y su perfeccionamiento y, no
tanto, de la instrucción verbal. Ante una reacción emocional desadaptativa de poco
sirve el sermón o la amenaza verbal de “te lo dije”, “no lo vuelvas a hacer”. Lo
esencial es ejercitar y practicar las capacidades emocionales y convertirlas en una
parte más del repertorio emocional del niño.
La escuela tendrá en el siglo XXI la responsabilidad de educar las emociones de
nuestros hijos tanto o más que la propia familia. La inteligencia emocional no es
sólo una cualidad individual. Cuando escucho que dicen los docente… “trabajen
en equipo”, “deben empatizar”…¿Cuándo lo enseñaron? y ¿Cuándo fue enseñado
a las generaciones docentes?. Creo que debemos comenzar por formarnos y
formar a los docentes para el siglo 2.0 o como últimamente se está comenzando a
visualizar que estamos entrando al mundo 3.0, es decir, una innovación tan radical
que romperá con los paradigmas anteriores y luego necesitara de
perfeccionamiento como está ocurriendo con la formación a distancia.
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