“Camará se ilusionó conmigo y con el quince por ciento”

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ENTREVISTA
Julio
Aparicio:
“Camará
se ilusionó
conmigo y con el quince por ciento”
“Lo recuerdo, allá junto a los prados del Jarama, en el Soto de Aldovea, toreando a becerritas de los herederos del duque de Tovar, al cuidado de su padre, que supo de las amarguras del toreo contenidas en las cicatrices de cornadas y ha sabido de las
mieles en los triunfos de su hijo; aquel Julito de aspecto enfermizo que es ahora este mozo espigado y fuerte que va a torear a
un toro alegre (…) Y torea a la manera clásica, a la manera eterna; torea como enajenado, torea con la emoción temblándole
en la mano que aprieta el corazón, y esta su emoción se la transmite al público, que asiste enardecido a una faena reposada,
majestuosa, plena de dominio y también de gracia; de gracia torera, que no es privativa de Andalucía (…) Una faena en la que
se admira la maestría junto al coraje, la suavidad junto a la elegancia; faena de gran torero que en doce años se ha mantenido
al margen de los modernismos, dentro de la pura línea del toreo”. Antonio Díaz Cañabate, 24 de mayo de 1962, diario ABC.
Texto: José Ignacio de la Serna Miró
Fotos: Alfredo Arévalo y Archivo de Espasa Calpe
Pregunta | Su padre también quiso ser
torero.
Respuesta | Mi padre no quiso ser torero. Mi padre fue torero. Además fue él quién me inculcó mi afición al mundo del toro y el que me enseñó las cosas más importantes de la profesión.
Llegó a torear novilladas con picadores y luego se hizo banderillero, hasta que un día le pegaron una cornada muy gorda en Malagón. Tardó nada menos que año y medio en recuperarse. Durante todo ese tiempo estuvo ingresado
en el Sanatorio de Toreros. Tenía la pierna izquierda destrozada, de la rodilla a la cadera
abierta en canal. Entonces no existía la penicilina y como el riesgo de infección era muy alto
le llenaron la pierna de tubos para drenar la herida. Después se retiró, vino a Madrid y puso
una peluquería de señoras en la calle Alcalá. Mi
padre era un hombre muy especial. Muy buena persona. Un tío fuera de serie…
También era un gran aficionado.
¡Excepcional! Como aficionado le gustaba
mucho Marcial Lalanda, bueno, Marcial y todos los de aquella época. Unos eran mejores
y otros peores, pero todos eran toreros. Con
mayúsculas. Y además tenían personalidad. A
tu abuelo Victoriano de la Serna lo vi cuajar
un toro del duque de Tovar en Madrid… ¡Qué
forma de torear! Era muy amigo de mi padre,
íntimos. Recuerdo que en una ocasión, en el
Gran Hotel de Salamanca, en una tertulia entre amigos me escuchó decir algo sobre una
finca que me había comprado. Era hombre de
grandes sentencias, y cuando lo consideró
oportuno, me dijo: “Oiga usted –porque a mí,
siendo un chaval, me hablaba de usted– conociendo su temperamento le aseguro que le
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pega usted fuego a la finca en un par de meses”. Era un fenómeno.
¿Por qué tienen mala prensa los padres de
los toreros?
No conozco a los padres de los toreros, así que
no sé cómo son. Yo sólo conozco al mío. Y también sé lo que se quiere a un hijo. Al principio
me acompañaba a la plaza, pero luego como
lo pasaba tan mal prefirió quedarse en casa.
Sin embargo, para mí era un alivio que estuviera a mi lado. Lo que digan de los padres de
los toreros ni lo sé ni me interesa.
Compruebo que guarda un recuerdo imborrable…
De mi padre prefiero no hablar. Pienso en él
y me pongo a llorar… (El maestro se emociona y durante unos instantes interrumpe la
charla).
Julio Aparicio comenzó su carrera siendo
muy joven.
Con dieciséis años. Sin caballos no toreé ni una
novillada. Mi padre no quería, decía que no
merecía la pena andar por los pueblos. Así que
debuté con caballos en Puertollano, y al domingo siguiente me presenté en Barcelona.
Aunque era muy joven estaba preparado. Había hecho muchos tentaderos.
siempre cinco o seis cajetillas de tabaco encima, con dos cigarrillos en cada una, para no
darle a nadie. ¡Manolete no le daba un cigarro
ni a su padre!
Hombre, maestro, tratándose de Manolete algún cigarro daría…
Daría otra cosa, tabaco no. La que me recomendó a Manolete fue su novia, Lupe Sino, que
iba a la peluquería de mi padre. Le habló de mí
y por eso me llevó aquel día al campo. Era una
mujer guapísima, muy simpática y agradable.
Siendo tan joven, ¿le impresionó que el
gran Camará fuera su apoderado?
Nada, nada, fue una alegría inmensa.
”D
e mi padre
prefiero no hablar.
Pienso en él y me
pongo a llorar”
¿Qué ventajas o desventajas tiene empezar
tan joven?
No tengo ni idea. Con dieciséis años sólo me
preocupaba de torear, que era lo que me gustaba. Siempre tuve una gran afición.
Pero la responsabilidad…
Que no hombre, que no, que yo no pensaba
esas cosas, ni tenía dudas ni miedo ni nada.
Si era capaz tiraría para adelante y si no, a casa,
ya está.
¿Cómo andaba de valor?
No sé lo que es el valor ni el miedo. Yo sólo veía
que podía con aquello, que lo entendía, que
me gustaba y que quería, y ya está. Luego Dios
me ayudó. Dios me ha ayudado mucho en la
vida. He sido un privilegiado, porque no sólo
me ayudó a mí, también a mis padres y ahora a mis hijos.
Camará ¿hablaba de Manolete?
De vez en cuando salía la conversación, pero
yo nunca le pregunté. No me hacía falta. Yo sabía muy bien quién había sido Manolete y no
tenía que preguntar nada.
Apenas retirado del apoderamiento tras
la muerte de Manolete en 1947, José Flores
Camará comenzó a dirigir su carrera,
que arrancó formando una pareja histórica junto a Miguel Báez Litri. ¿Dónde conoció a Camará?
En un tentadero con Manolete en casa del ganadero Atanasio Fernández, en Salamanca. Me
vio y por lo visto le gusté. Cuando me apoderó sólo me había visto aquella vez en el campo. La tercera novillada que maté con picadores ya me apoderaba él.
¿Llegó a intimar con Manolete?
Bueno, lo conocí, pero apenas tuve trato con
él. Hola, cómo está usted, y poco más. Yo tenía
catorce años, así que imagina cómo era la relación. Solía mandarme a comprar tabaco, Philip Morris, que era lo que fumaba. Llevaba
¿Y quién fue?
Un monstruo, un fenómeno, un torero irrepetible. Colosal. Y una gran persona, dicen.
¿Quedó Camará traumatizado tras su
muerte?
No tengo ni idea. Ya te he dicho que nunca le
pregunté.
Tengo la impresión de que en aquella época no existía mucha comunicación….
Si hombre, la había, pero ¡joder! yo no le preguntaba a mi apoderado si estaba traumatizado o no.
De acuerdo. Entonces Camará, de nuevo,
volvió a la actividad taurina ilusionado
con un chaval de dieciséis años que podía
ser torero.
Se ilusionó con el chaval y con el quince por
ciento. Bueno, con el mío y con el de Litri, al
que también apoderaba.
¿Los taurinos sólo se ilusionan con el quince por ciento?
Los demás taurinos no lo sé. Pero éste se ilusionó con la comisión. Estuvimos juntos poco
tiempo. En 1951 me dejó. Ese año fui a la feria de Sevilla cinco tardes, ya como matador
de toros, y como sólo corté una oreja creyó que
Aparicio no servía y se quitó de en medio. Se
equivocó.
¿Le dolió?
¿A mí? Qué va, luego fui a Bilbao y le corté un
rabo a un toro de Guardiola, después corté seis
orejas en San Sebastián, cuatro en Vitoria…
¡Buah! Entonces se hizo cargo de mi carrera
Pepe Belmonte, y más tarde Andrés Gago; con
ese metí la pata bien, pero eso ya pasó a la historia. Es mejor olvidar esas cosas.
¿También se ilusionó con el quince…?
No recuerdo si era el quince, el doce o el once…
El caso es que decidí que fueran mi padre y mi
tío Alfredo quienes llevaran mi carrera.
Hace unos días falleció el inigualable torero sevillano Pepín Martín Vázquez. Aunque tomó la alternativa en el año 44, siete
antes que usted ¿llegaron a torear juntos?
Si no recuerdo mal creo que toreamos juntos
en Lima. Pepín ha sido una persona con una
calidad humana extraordinaria, ¡y un torero
estupendo! Lo he sentido mucho, de verdad.
Además tenía mucha casta delante del toro, era
un tío muy guapo, con muy buena figura… La
cornada que le pegó un toro de Concha y Sierra en Valdepeñas en el 47 lo destrozó.
Dicen que torear tantas tardes junto a Litri pudo influir negativamente en su concepto, que abandonó la línea clásica del toreo para convertirse en un torero más arrebatado y temperamental en las formas, en
su afán de triunfar todas las tardes.
¿Y luego qué línea cogí? ¿La del Metro? Venga
ya, hombre. El que ha dicho eso es tonto. O tonto o que no sabe de esto. Porque de toros no
sabe cualquiera. He sido torero, simplemente
torero. Ojo, con mis defectos y con mis virtudes, pero siempre torero, de eso estoy seguro.
Como antes, que todos eran toreros.
Se presentó en Las Ventas el 19 de junio de
1949 y abrió la Puerta Grande, éxito que repetiría una semana más tarde al desorejar a un utrero de José María Galache. Al
año siguiente toreó cuatro tardes y de nuevo salió a hombros en dos ocasiones. Esa
temporada, mano a mano con Litri, cortó
cuatro orejas en la Maestraza a un encierro de Carlos Núñez. Sin embargo nunca
fue torero de Sevilla, ¿Por qué?
Porque en Sevilla hace mucho calor y a mí el
calor no me va. Prefiero el Norte. En Sevilla
son muy suyos y como yo no era de allí no interesaba. El torero valenciano Vicente Barre-
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ENTREVISTA
ra fue figura durante muchos años y en Sevilla
no lo podían ver. Ellos tienen sus gustos y yo
lo respeto.
En 1950 sus honorarios como novillero
eran superiores a los de cualquier matador de alternativa.
Es cierto, gané mucho dinero, y Litri también.
Éramos la pareja de moda. Ese año en casi todas las ferias y plazas de máxima categoría se
dieron más novilladas que corridas de toros.
Había una gran expectación.
¿Qué hizo con el primer dinero?
Pues no lo sé, imagino que mi padre lo iría
guardando, o invirtiendo. Yo no sabía qué era
el dinero, ni me interesaba saberlo. Sin embargo con el tiempo me ha ido interesando,
porque de lo contrario ahora estaría metido
en un asilo de ancianos (risa socarrona). He tenido que sacar muchas cosas adelante, la familia, la finca, la ganadería, el chalet… Me gusta vivir bien, la verdad. Si tengo dinero pago
muy a gusto lo que haga falta.
¿Cómo asimiló la fama, la popularidad?
Bien, normal, estaba contento, tranquilo...
Nunca he sido vanidoso ni me ha gustado presumir de nada.
¿Con las chavalas sacaba pecho?
Tampoco, además si alguna ‘lagarta’ se me
acercaba ahí estaba mi madre para poner orden. “Eh, quieto”, decía.
Aparicio y Litri tomaron la alternativa en
Valencia el 12 de octubre de 1950, de manos de Joaquín Rodríguez Cagancho, con
toros de Antonio Urquijo. Repasando su
biografía observo que no acusó el cambio
del novillo al toro. Siguió triunfando con
idéntica regularidad en todas las plazas.
Porque tomé la alternativa con doscientas novilladas en el cuerpo.
¿En aquella época existía tanta diferencia
entre el toro y el novillo como ahora?
En todas las épocas ha habido diferencias entre el toro y el novillo. Pero como ahora no voy
a los toros no te puedo contestar.
Pues yo lo he visto en el tendido…
Ah, ¿sí?, ¿cuántos años hace de eso?
¿Y en la tele?
En la televisión sólo veo torear a mi hijo Julito.
Su hijo le gusta…
Soy su mayor partidario. Julio es un torero fuera de serie. ¿Te has fijado con qué gusto y con
qué arte torea? ¡Y cómo mata! Así no he visto
torear a nadie.
Vio en directo por televisión la terrible cornada que sufrió el pasado año en San Isidro.
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No me quiero ni acordar…Fue algo horrible.
Espeluznante. Además esa tarde estaba solo en
casa. La cornada de Julio me impresionó tanto que tuvieron que pasar varios días para darme cuenta de lo que pudo haber pasado… Estaba como nublado, desorientado… Tampoco
recuerdo qué hice después. Desde aquel día no
he visto una fotografía ni una imagen en televisión. Rezo mucho por Julio, sé que Dios está
con él y le deseo toda la suerte del mundo,
pero yo no quiero que mi hijo toree.
¿Ahora qué tal está?
¡Extraordinario! Para ponerse otra vez delante del toro después de sufrir esa cornada, como
hizo el año pasado, hay que tener mucho valor, y Julio lo ha demostrado.
En su primer año completo de matador de
toros anotó setenta festejos, pero inmediatamente después redujo considerablemente el número de actuaciones por
temporada, ¿por qué razón?
Porque con cuarenta corridas de toros al año
andaba más a gusto. Era el número perfecto,
por lo menos para mí. Ni más ni menos. Si toreas más festejos tienes que ir a plazas donde
hay muchas moscas. Y yo no aguanto el calor
ni las moscas (risas).
Su presencia en Las Ventas fue una constante hasta el año de su primera retirada
en 1963. Durante catorce años no faltó a
una sola feria de San Isidro. Aún así ¿es
cierto que el público de Madrid fue duro
con usted?
No es cierto. Nunca fue duro conmigo. Jamás.
Según tengo entendido, esa supuesta hostilidad, que ahora desmiente, tiene su
origen la tarde en que toreando mano a
mano con Antonio Bienvenida en la Corrida de la Prensa del 54, se autoproclamó
número uno levantando el dedo índice,
igual que lo hiciera Luis Miguel Dominguín unos años antes.
Delante de un toro yo no he levantado un dedo
en mi vida, y cuando lo he hecho ha sido de
pequeño en el colegio para hacer pis. ¿Pero
cómo voy yo a hacer esa ridiculez de levantar
un dedo? Eso es mentira, coño. Lo que pasó esa
tarde fue que me enfrenté con Antonio Bienvenida y le dije un par de cosas, por el tema
de las puntas. Fue cuando Antonio se puso de
parte del crítico taurino Antonio Díaz Cañabate en su campaña contra del afeitado. Pero
yo no era el único. Todos los toreros estaban
enfrentados con él.
Pues lo del dedo ha quedado escrito…
Porque no saben lo que dicen, o porque esa tarde estarían borrachos en la plaza. Vete tú a saber…
¿Tenía razón Bienvenida? ¿Se ‘arreglaban’ los toros?
Se arreglaba todo lo que se podía y más.
¿Entonces tenía razón?
No tenía razón, porque él era torero. Sinceramente, pienso que lo hizo sólo para torear.
Aunque tuvimos aquel desencuentro ocasional quiero dejar claro que Antonio Bienvenida fue un grandioso torero y una gran persona.
Esa tarde nos brindamos un toro cada uno, y
la cosa se arregló. He sido muy amigo de la familia Bienvenida, de Pepote, de Ángel Luis, de
Juanito... Y de su madre, que era una señora
guapísima y encantadora.
En Las Ventas ha toreado 56 tardes, ha cortado 33 orejas y ha salido 10 veces a hombros por la Puerta Grande.
Uno de los toros que mejor toreé en Madrid fue
en el año 62. Era de Atanasio Fernández y le
corté las dos orejas. Tengo la cabeza en la finca. Aunque en Las Ventas pasaba mucho paquete, ha sido una de mis plazas predilectas.
Me encantaba torear en Madrid. Además el público era fabuloso. Lo mismo sucedía en Valencia, en San Sebastian, en Santander, en Bilbao o en Barcelona. Los tendidos estaban
abarrotados de mujeres bellísimas y los tíos se
gastaban el dinero con categoría. Era una delicia. ¡Menuda generación de gente con clase
rriente. Aunque es cierto que tengo un fuerte carácter. Lo que pasa es que soy sincero y
digo lo que siento. Tengo amigos que me quieren y la gente me respeta. ¿Qué más puedo pedir? Nunca me he metido con nadie. Solo quiero cariño y amistad. Creo que soy una buena
persona y un hombre de bien.
Me explico: evita por sistema dar la mano
al saludar y siente rechazo al corcho, especialmente cuando se trata del tapón de
una botella de vino.
Es cierto, lo reconozco. No me gusta dar la
mano, aunque mi padre era igual o peor que
yo. Si veo que no me queda más remedio ‘trago’ y la doy. Pero es algo que odio.
¿Lo hace para evitar el contagio de la
gripe A?
¡Qué gripe ni qué leches! Qué no me gusta, joder.
¿Es verdad que durante un tiempo llegó a
utilizar un guante para evitar el contacto?
¿Un guante? Yo no he llevado guantes en mi
vida. El que ha dicho eso es un gilipollas. Eso
es mentira. Pero qué cosas tiene la gente…
¿Y lo del corcho?
Uy, eso sí que me da asco. Jamás he tocado un
corcho con las manos. Si estoy con amigos y
quiero abrir una botella de vino agarro el corcho con una servilleta o con un trozo de papel. ¡Me repugna!
”M
anolete
fue un torero
colosal, pero no
le daba un cigarro
ni a su padre”
había en España en aquella época! También
México era otra maravilla. Sabían apreciar el
arte al instante. ¡Y qué toreros ha dado México! Recuerdo que una tarde mano a mano con
Fermín Espinosa Armillita, después de verlo
torear con el capote pensé “dónde coño me he
metido”, de lo fabuloso que era. Por lo visto su
mujer lo había dejado ‘tieso’ como una regla
y el hombre tuvo que reaparecer. Pero mayor
y todo ¡qué pedazo de torero! Ahora, yo me entretuve en cortar cuatro orejas (risas). Al finalizar el festejo salimos a hombros los dos.
¿Y Arruza? ¡Cómo era Arruza…! Poderoso,
largo, guapo, simpático, otro fenómeno. Por
cierto, el otro día una ‘artista’ dijo en televisión que Carlos Arruza era ‘rarillo’…
Rarillo… ¿blandito de remos?
Creo que por ahí iban los tiros... ¿Rarillo
Arruza? ¡Menudo tío era! Si llego a estar ahí
le digo rarilla eres tú, boba. Qué barbaridad…
¿A México iba en avión o en barco?
¡Pero que coño en barco! Iba en avión, no me jodas. Lo del barco era en la época de Guerrita.
¿Por qué se retiró en el año 63?
Me dio por ahí. Antonio Ordóñez también se
retiró ese año. La temporada siguiente reaparecí en la Goyesca de Ronda, con Ordóñez.
El 19 de mayo de 1969, curiosamente el
mismo día de su presentación en Madrid, hizo su último paseíllo en Las Ventas.
Antes de torear tenía decidido que era mi última tarde en Madrid. Me dio mucha pena,
pero la vida es así.
Maestro, se lo digo con cariño, admiración
y respeto: dicen de usted que tiene un carácter algo complicado, que es amigo de
ciertas rarezas…
¿Yo? Para nada. Soy una persona normal y co-
¿Ahora cómo pasa el tiempo?
Entre el campo y la ciudad, con amigos, y algún viaje que me pego de vez en cuando. Si estoy en Madrid, por las mañanas me gusta ir a
la pastelería Mallorca de la calle Velázquez.
Como no hay sillas me siento en un taburete,
como un pájaro (risas).
¿Cazando?
(Risas) Bueno, digamos que las damas me tratan con cariño… En fin, llevo una vida normal
y tranquila, esperando el día en que me lleven
a la ‘balda’.
¿La balda?
Sí, hombre, la balda, el nicho donde te colocan cuando has ‘palmao’ (carcajadas).
Tiene usted un nieto.
Sí, de mi hija Pilarín. Tiene ocho años. Es un
niño muy guapo y muy simpático.
¿Se atreve a llamarle abuelo?
Por si acaso, me llama Julio.
¿Y si sale torero?
Ese va a ser un delincuente (risas).
Es importante la familia para usted, ¿verdad?
Mis hijos son lo más importante que tengo en
la vida.
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