Repensando al Derecho administrativo en Venezuela

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REPENSANDO AL DERECHO ADMINISTRATIVO VENEZOLANO
Texto de la intervención en la Lección inaugural del curso de Derecho administrativo,
impartida conjuntamente con los profesores José Antonio Muci y José Valentín
González, el 25 de septiembre de 2013 en la Universidad Católica Andrés Bello
José Ignacio Hernández G.
Profesor de Derecho Administrativo en la Universidad
Central de Venezuela y la Universidad Católica Andrés Bello
Director del Centro de Estudios de Derecho Público de la
Universidad Monteávila
A la memoria del Profesor Eduardo García de Enterría
I
EL DERECHO ADMINISTRATIVO: UNA CUESTIÓN
DESESPERANTE
Al final del extraordinario libro de Prosper Weil (actualizado
1.
conjuntamente con Dominique Pouyard) se afirma que, pese a todos
los intentos de simplificación, el Derecho administrativo sigue estando
basado en ideas vagas, nociones ambiguas, fundamentos
contradictorios. No le falta razón a los autores. Para los estudiantes, e
incluso para los profesores, el Derecho administrativo suele ser una
“cuestión desesperante”.
2.
¿Qué hace del Derecho administrativo una disciplina tan
compleja y esquiva? La primera causa del problema reside en un dato
básico resaltado con insistencia por Sebastián Martín-Retortillo Baquer:
la cercanía del Derecho administrativo al poder. El Derecho
administrativo regula a la Administración, que es la expresión de
Poder más cercana al ciudadano. A lo largo de la historia del Estado
contemporáneo, la Administración ha sido el asiento del poder, o sea, la
herramienta de la cual se vale el Estado para relacionarse con los
ciudadanos. Por ello, de todo el Derecho Público, el Derecho
administrativo es el llamado a ordenar jurídicamente las relaciones del
Estado con el ciudadano. Como afirma Eduardo García de Enterría, “el
ciudadano se enfrenta con el Poder primariamente en cuanto poder
administrativo”.
1
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3.
Por ello el Derecho administrativo es Derecho estatal, en el sentido
que su presupuesto es el Estado.
Para que exista Derecho
administrativo debe existir Estado, todo lo cual realza la dependencia
de la Administración al Estado y, por ende, su gran movilidad. El
Derecho administrativo es, así, una categoría histórica, en tanto su
aparición y posterior evolución dependerá siempre de las condiciones
históricas imperantes.
4.
La segunda causa por la cual el Derecho administrativo resulta
tan complejo tiene que ver con el origen del sistema de Derecho
administrativo más difundido: el régimen administrativo, propio de
Francia. El Derecho administrativo en Francia se formó sobre la base
de criterios especiales, que se resumen en su doble autonomía
(Eisenmann): sustantiva y procesal. Sustantivamente, el Derecho
administrativo en Francia se organizó como un Derecho especial y
exorbitante del Derecho Común. Son dos características que deben quedar
muy claras. El Derecho administrativo es especial pues contiene reglas
propias. Es exorbitante, pues esas reglas son ajenas a las reglas
conocidas dentro del Derecho Civil, básicamente, pues la
Administración tiene poderes desconocidos en el ámbito del Derecho
Civil, aun cuando se admite eventualmente que puede obrar conforme
al Derecho Civil. Procesalmente, además, el Derecho administrativo en
Francia se caracteriza por la existencia de un orden jurisdiccional
especial y propio de la Administración: la jurisdicción contenciosoadministrativa. En Francia esa jurisdicción es administrativa, es decir,
reside en un órgano del Poder Ejecutivo –el Consejo de Estado- de lo
cual resulta que Administración en Francia queda sujeta a una doble
jurisdicción, según ejecute su Derecho propio –el Derecho
administrativo, conocido por la jurisdicción administrativa del
Consejo- o el Derecho Civil –conocido por la jurisdicción de los
Tribunales.
Por lo anterior, Pierre Delvolvè sostiene que el Derecho
5.
administrativo en Francia, como régimen administrativo, reposa
precisamente en la dualidad de jurisdicciones a la cual queda sometida
la Administración y, también, la dualidad de reglas que le resultan
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aplicables. Una cuestión considerada “desesperante”, visto que no es
fácil determinar cuándo actúa bajo uno u otro Derecho.
6.
En el régimen administrativo francés, por lo anterior, el Derecho
administrativo es el Derecho Público, especial y exorbitante del
Derecho Común que regula la acción de la Administración,
permitiéndole tomar decisiones que, en el ámbito del Derecho civil,
quedan prohibidas. De eso trata, precisamente, la “exorbitancia” del
Derecho administrativo: la Administración puede tomar decisiones
prohibidas a los ciudadanos. Y esas decisiones se resumen en el
concepto de acto administrativo o decisión ejecutoria. Mientras que los
ciudadanos no pueden hacerse justicia por su propia mano –todo
conflicto debe ser resuelto por el Poder Judicial- la Administración sí
puede hacerse justicia por su propia mano, dictando el acto administrativo
que, de manera unilateral, crea, extingue y modifica relaciones
jurídico-subjetivas, mediante el principio de “autotutela”.
7.
Esta idea de “autotutela” responde a otros de los conceptos
equívocos del Derecho administrativo: la “prerrogativa o privilegio”.
El Derecho administrativo en Francia fue un producto específico de la
Revolución Francesa, que abolió el Antiguo Régimen sobre la base del
Estado de Derecho. Esta afirmación en todo caso debe relativizarse:
ciertas figuras del Antiguo Régimen pervivieron en la Administración,
en lo que Eduardo García de Enterría llamó, con acierto, la “disidencia
revolucionaria”. Esas figuras fueron asumidas por el Derecho
administrativo como “privilegios y prerrogativas”, para arropar
aquellas reglas que, aplicables a la Administración, eran desconocidas
en el ámbito civil. De esas reglas, la más notable es la que estructura al
acto administrativo, considerado la principal creación del Derecho
administrativo.
8.
El acto administrativo, con su autotutela, es uno de los mayores
privilegios de la Administración, cuya esencia es una excepción a los
fundamentos básicos del Estado de Derecho, con lo cual, Eloy Lares
Martínez sostuvo que la noción de acto administrativo aparece
históricamente como negación del Estado de Derecho. Ante una
controversia, la Administración puede, unilateralmente, resolver esa
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controversia a través de una decisión que será presumida válida
(autotutela declarativa), y que podrá incluso ser ejecutada
forzosamente por la Administración (autotutela ejecutiva). También, la
Administración puede volver sobre sus propias decisiones, para
extinguirlas o modificarlas (autotutela revisora). La doctrina italiana ha
resumido estas ideas al aludir a la “autoridad” de la Administración
(Sandulli).
9.
De esa manera, el Derecho administrativo otorga, a la
Administración, “privilegios y prerrogativas”, cuyos orígenes
corresponden con el Estado absolutista. Pero como explicó en Francia
Jean Rivero, no sólo se trata de privilegios que le permiten adoptar
decisiones desconocidas en el Derecho Civil, sino también, privilegios
que le imponen mayores cargas a las conocidas en el Derecho Civil.
Esas mayores cargas se resumen en la idea del principio de legalidad:
la Administración sólo puede dictar actos administrativos si cuenta con
la expresa habilitación legal para ello. Mientras que en el Derecho Civil
la regla es la libertad, en el Derecho administrativo la regla es la
prohibición. El principio de legalidad, de acuerdo con Antonio Moles
Caubet, define por ello el ámbito válido de acción de la
Administración.
10. De todo esto resulta que el Derecho administrativo persigue fines
contradictorios: empoderar a la Administración con privilegios y
prerrogativas, pero al mismo tiempo, limitar su actividad. De allí una
idea muy difundida, que pretende ver al Derecho administrativo como
un equilibrio, o quizás, como la lucha por mantener el equilibrio entre
las prerrogativas basadas en el acto administrativo y la sujeción
derivada del principio de legalidad como defensa de la libertad.
11. Este Derecho administrativo, por su cercanía al poder, no es un
Derecho codificado. Más que apelar a reglas formales codificadas, el
Derecho administrativo tiene principalmente un origen pretoriano. El
poder cambia tanto que no es posible “encajonar” a la Administración
dentro de rígidos Códigos. De lo anterior deriva que el ámbito del
Derecho administrativo no dependerá de la aplicación de un cierto
Código, sino de la interpretación que en cada tiempo y lugar se haga
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de lo que debe ser la Administración de cara a su relación con el Poder.
Ese sistema movible, además, emplea un catálogo de conceptos
imprecisos, en tanto tratan de describir jurídicamente algo tan
complejo como es el poder. Prerrogativa, privilegios, servicio público,
son todas ideas deliberadamente imprecisas, pues sólo esa imprecisión
permite que el Derecho administrativo tenga la flexibilidad necesaria
para ajustarse a los vaivenes del poder. La falta de precisión
conceptual, debilita el alcance del principio de legalidad, como
observara Gonzalo Pérez Luciani. Con tan vagos conceptos, pretender
que la Administración se subordine efectivamente a la Ley no pasa de
ser un ideal pocas veces alcanzado.
12. El resultado final es desolador. Quien se enfrenta al Derecho
administrativo –muy en especial, los estudiantes de la carrera de
Derecho- no pueden acudir a las reglas racionales recogidas en un
Código para resolver sus problemas. Por el contrario, será necesario
navegar por un intrincado complejo de Leyes, referencias doctrinas y
sentencias, que además de imprecisas, parten de principios generales
no siempre debidamente sistematizados. Las soluciones a los
problemas, además, no suelen afirmarse de manera enfática, sino que
por el contrario, suelen abundar las matizaciones y las excepciones. Por
si fuera poco, el intérprete del Derecho administrativo no podrá acudir
al Derecho civil siquiera para buscar soluciones análogas, pues el
carácter especial y exorbitante del Derecho administrativo excluye la
aplicación de aquel Derecho.
13. Por eso, con los alumnos, hay un ejemplo que, por anecdótico, no
deja de tener fundamento. Ante cualquier problema de Derecho
administrativo, cualquier alumno podrá salir al paso señalando que el
tema en cuestión ha sido debatido, encontrándose posiciones a favor y
en contra en la doctrina, sin que la jurisprudencia haya asumido una
posición definitiva. Todas las veces que se ponga a prueba esta
“respuesta estándar”, se comprobará cómo ella se ajusta a cualquier
problema que pueda plantearse en el Derecho administrativo.
14. Tal grado de indeterminación sería suficiente para rechazar
cualquier intento de estudiar el Derecho administrativo. El jurista
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inglés Dicey, asombrado ante la indeterminación del Derecho
administrativo francés, llegó incluso a señalar que tal cosa siquiera
podía ser calificada de “Derecho”. Y sin embargo, lo es. E pur si move,
como concluyen Weil y Pouyaud en su magnífico libro.
II
EL CONCEPTO DE DERECHO ADMINISTRATIVO VENEZOLANO
15. En Venezuela hemos asumido el régimen administrativo francés,
o sea, se admite que el Derecho administrativo es autónomo y especial,
en el doble sentido sustancial y procesal ya referido. A partir del
privilegio y la prerrogativa, nuestro Derecho administrativo se asienta
en el dogma de la autotutela del acto administrativo. Sin embargo, a
diferencia de Francia, el control de la Administración no se confía a la
jurisdicción de la propia Administración, sino a la jurisdicción de los
Tribunales, de acuerdo con el artículo 259 constitucional. La llamada
jurisdicción contencioso-administrativa en Venezuela es, en realidad,
una jurisdicción judicial, de lo cual resulta que, en Venezuela, falta el
dato esencial que caracteriza al régimen administrativo francés: la
dualidad de jurisdicciones. Pese a ello, como comprobó Allan R.
Brewer-Carías
en
1964,
nuestro
Derecho
administrativo,
sustantivamente, sigue los cánones del régimen administrativo francés.
16. No siempre fue así. La formación del Estado nacional
venezolano, a partir de 1899, llevó a la intensa ordenación jurídica de
ese Estado por medio de numerosas Leyes administrativas, cuyo
estudio sistemático dio origen a los primeros textos de la disciplina, de
la mano de Federico Urbano, Federico Álvarez Feo y J.M. HernándezRon. El Derecho administrativo allí plasmado era, principalmente, el
Derecho de Leyes especiales que no negaban la aplicación del Código
Civil ni reconocían a la Administración la potestad de autotutela de
manera general.
17. Ahora bien, en Venezuela, el Derecho administrativo, en su más
sencilla acepción, puede ser definido como el Derecho de la
Administración Pública, o sea, el conjunto de reglas que regulan a la
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Administración. Esas reglas, como ya explicamos, parten de su
autonomía, especialidad y exorbitancia, con lo cual, se trata de reglas
propias de la Administración, distintas al Código Civil, o como se le
denomina en este contexto, “Derecho Común”.
18. De allí que el verdadero problema en el concepto de Derecho
administrativo es el concepto de Administración (Villar Palasí). Aquí
es donde nuestro Derecho administrativo tiene una particularidad,
pues se entiende que la Administración puede ser definida en sentido
orgánico y en sentido funcional, tal y como ha venido explicando
Brewer-Carías.
19. En sentido orgánico, la Administración es el conjunto de órganos y
entes del Poder Ejecutivo en su ejecución de la Ley. Este dato formal es
relevante, pues los órganos del Poder Ejecutivo pueden ejecutar
directamente la Constitución, en lo que se conoce como acción de
Gobierno. Sólo cuando ejecutan la Ley, o sea, en su actividad sub-legal,
esos órganos y entes del Poder Ejecutivo conforman a la
Administración Pública, con independencia del tipo de actividad que lleven
a cabo.
20. En sentido funcional, la Administración es la actividad que, en
ejecución de la Ley, se encarga de gestionar concretamente el interés
público, mediante relaciones con los ciudadanos. Sin importar que
órgano lleva a cabo esa actividad, la Administración será definida cada
vez que es ejercida la actividad o función administrativa así definida.
21. Este criterio funcional es a su vez muy amplio, pues no existe un
criterio único para definir qué ha de entenderse por actividad
administrativa. José Araujo-Juárez, por ejemplo, sostiene que hay que
recurrir alternativamente a la “prerrogativa y privilegio” y al servicio
público. Conviene referirnos a dos conceptos.
22. No hay duda del rol fundamental que en nuestro Derecho
cumple el servicio público, al punto que el ámbito del Derecho
administrativo suele depender de cuándo la Administración actúa en
servicio público. Con bastante amplitud –no otra cosa es posible- el
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servicio público ha sido definido como las necesidades de interés
general que son asumidas por la Administración para asegurar su
gestión de acuerdo con los principios de continuidad, regularidad y
mutabilidad (Peña Solís). El servicio público describe así, típicamente,
una actividad servicial o prestacional de la Administración, en la cual
sin embargo, para la tutela del servicio público, puede dictar actos
administrativos.
23. En sentido funcional, el privilegio o prerrogativa –prerrogativa de
Poder Público, como se le conoce en Francia- es un parámetro de
definición del ámbito del Derecho administrativo a través del concepto
de potestad, precisado por autores como Hildegard Rondón de Sansó.
La potestad es, así, la actividad que la Administración desarrollada por
encargo de la Ley y que le permite crear, extinguir o modificar,
unilateralmente, relaciones jurídico-subjetivas, a través del acto
administrativo. Describe, así, una actividad de limitación sobre la
libertad general del ciudadano.
24. De esa manera, la Administración –y sus distintas figuraspueden ser definidas orgánica y funcionalmente, y en sentido
funcional, la Administración puede referir al servicio público o a la
prerrogativa. Esto hace que nuestro Derecho administrativo sea dual,
pues todas sus figuras pueden ser definidas en sentido orgánico o
subjetivo (los órganos y entes del Poder Ejecutivo en su actividad sublegal) o en sentido funcional o material (la actividad administrativa con
independencia del sujeto que la lleva a cabo). Luego, hay un Derecho
administrativo orgánico y un Derecho administrativo funcional.
25. Pero la dualidad es, también, en cuanto al régimen jurídico de la
Administración. Frente a la visión, la expuesta, de un Derecho
administrativo como una manifestación exclusiva del Derecho Público,
en realidad, la Administración puede actuar en ejecución del Derecho
administrativo, es decir, actuando bajo “prerrogativas y privilegios” o
conforme con el Derecho Civil, cuando actúa “como un particular”, tal
y como estableció la temprana sentencia de Corte Federal y de
Casación de 12 de noviembre de 1954, caso Machado Machado. De allí
que la Administración actúa a través de una dualidad de medios: de
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Derecho Administrativo y de Derecho Civil. El mejor ejemplo es el
contrato: la Administración puede celebrar contratos de Derecho
administrativo (los llamados “contratos administrativos”) o de
Derecho Civil (los llamados “contratos de la Administración”). La
diferencia entre uno y otro radica en el objeto, lo que nos remite al
concepto funcional de Administración: todo contrato celebrado con
ocasión al servicio público es, así, contrato administrativo, y por tanto,
excluido de la aplicación del Código Civil (sentencia de la Sala PolíticoAdministrativa de 11 de julio de 1983, caso Acción Comercial).
26. Por ello, la definición de Derecho administrativo en Venezuela
depende de cuatro factores: los órganos y entes considerados
Administración; la actividad considerada actividad administrativa, lo que
a su vez depende de parámetros imprecisos como el servicio público y
la prerrogativa, y el Derecho aplicable, que podrá ser el Derecho
administrativo o el Derecho Civil. Como sea que estos factores son
intercambiables, las combinaciones hacen del Derecho administrativo
un concepto impreciso:
(i)
Órganos y entes
(iii) Derecho
administrativo
(ii) Actividad
(iv) Derecho Privado
27. Las combinaciones de esos cuatro elementos pueden ser
variadas, sin que además, los parámetros de combinación sean siempre
los mismos. En algunos casos predominará el criterio orgánico
mientras que en otros predominará el criterio material. El Derecho
aplicable será determinante en algunos casos, mientras que en otros no.
28. Esta amplitud del Derecho administrativo venezolano fue
asumida deliberadamente por doctrina y jurisprudencia, a fin de
ampliar el ámbito del control judicial. La Administración queda sujeta
al control de unos Tribunales especiales, que integran la denominada
“jurisdicción contencioso-administrativa”. Esos Tribunales típicamente
conocen de actos administrativos, de forma tal que sin acto no es
posible el control judicial (Farías Mata). De allí que el concepto del acto
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administrativo tuvo que ampliarse, para asumirlo a partir del criterio
alternativo del órgano y de la función.
29. Resultado de este proceso de expansión del concepto de acto
administrativo, como consecuencia de una cuestión puramente
procesal, fue el reconocimiento, como acto administrativo, de las
decisiones dictadas por la Administración en ejercicio de la función
jurisdiccional (sentencia de la Sala Político-Administrativa de 10 de
enero de 1980, caso Miranda Entidad de Ahorro y Préstamo), de lo cual
surgirá la muy confusa categoría del acto cuasi-jurisdicción, o sea, los
actos sub-legales emitidos por órganos y entes de la Administración en
ejercicio de la función jurisdiccional. Confusa categoría que además
envuelve una dudosa intervención administrativa sobre relaciones
puramente civiles.
30. La referencia a la jurisdicción contencioso-administrativa fuerza a
recordar que no se trata de una jurisdicción como tal, sino de la
competencia asignada por Ley a ciertos Tribunales del Poder Judicial.
En Venezuela no existe dualidad de jurisdicciones, pese a lo cual, se
admite la dualidad de aplicación del Derecho al cual puede someterse
la Administración, todo lo cual demuestra la insuficiencia de la
extensión del régimen administrativo entre nosotros.
31. En Venezuela, por ello, el Derecho administrativo puede ser
definido como el Derecho Público que regula a la Administración
Pública en su doble acepción de órganos y actividad. De manera
especial, el Derecho administrativo regula las relaciones jurídicas entre
la Administración y los ciudadanos que entran en contacto con aquélla.
32. A partir de la dualidad señalada, el Derecho administrativo tiene
un contenido orgánico, funcional y formal. Así, el Derecho
administrativo estudia a la Administración como órgano, a través de la
organización administrativa, así como a través de los recursos de los
cuales se vale la Administración, como son los funcionarios y bienes
públicos. Además, el Derecho administrativo regula la actividad
administrativa de acuerdo a su contenido, que se ha dividido
convencionalmente en actividad de policía, servicio público, fomento y
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gestión económica. Por último, el Derecho administrativo regula la forma a
través de la cual esa actividad se expresa, lo que lleva al estudio del
acto administrativo, el procedimiento administrativo, el contrato
administrativo y la actividad material o prestacional de la
Administración. También el Derecho administrativo se encarga de
estudiar el control de la actividad administrativa y de los órganos y
entes de la Administración, principalmente a través de la llamada
jurisdicción contencioso-administrativa, así como de fijar las reglas
para determinar la responsabilidad patrimonial de la Administración.
33. Es importante insistir que, al definirse desde el Derecho Público
(entendido como un Derecho autónomo y especial) el Derecho
administrativo presenta en ciertas áreas una clara duplicidad de
figuras respecto al Derecho Civil, lo que luce evidente en dos materias
concretas: el contrato y la responsabilidad. Así, en el Derecho
administrativo hay una categoría contractual paralela al contrato
regulado por el Derecho Civil, como es el contrato administrativo.
Además, la responsabilidad patrimonial de la Administración se rige
por reglas especiales, no por las normas del Código Civil. Sin duda, en
contratos y responsabilidad, la dualidad de figuras del Derecho
administrativo resulta bastante evidente (H. Iribarren).
34. La especialidad del Derecho administrativo venezolano, en el
sentido de la no-aplicación del Código Civil, introduce notables dosis
de inseguridad jurídica en la disciplina, pues como las reglas especiales
muchas veces no están recogidas en la Ley, sino que se basan en
principios generales, la Administración encuentra vacios normativos
que terminan, de una u otra manera, ampliando sus atribuciones. Por
ello Gonzalo Pérez Luciani criticó la propensión de nuestro Derecho de
emplear estos conceptos imprecisos como el servicio público, que en
definitiva, terminan ampliando el ámbito de actuación de la
Administración.
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Versión para la discusión
III
EL DERECHO ADMINISTRATIVO COMO DERECHO DEL PODER
35.
Nuestro Derecho administrativo, hasta la década de los noventa
del pasado siglo, y siguiendo en parte las tendencias del Derecho
administrativo comparado, colocó el énfasis en el estudio de la
Administración como poder, sujeta a un régimen exorbitante que le
reconocía notables “privilegios”, pero también con diversas
restricciones propias del principio de legalidad, el cual se extendió bajo
el principio de universalidad de control de todo acto administrativo.
36. De lo anterior derivó el reconocimiento de la Administración
como un poder subordinado completamente a la Ley y sujeta al control
judicial pleno del Poder Judicial, sin área alguna inmune a tal control,
el cual se extendió consecuentemente a la actividad discrecional de la
Administración (sentencia de la Sala Político-Administrativa de 2 de
noviembre de 1982, caso Depositaria Judicial). Estos principios, que
están en la base de nuestro Derecho administrativo, nos permiten
concluir que a diferencia de otros ordenamientos en los cuales tuvo
que recorrerse un largo camino para negar la inmunidad del poder al
control judicial, en Venezuela la Administración ha sido concebida
como un poder subordinado a la Ley y sujeto al control pleno del
Poder Judicial. De allí la importancia dada al recurso contencioso
administrativo de nulidad, como medio de impugnación universal de
todo acto administrativo, bajo un amplio catálogo de motivos de
impugnación (G. Urdaneta Troconis, R. Badell).
37. Sin embargo, por la impronta francesa fueron trasladadas ciertas
figuras que afianzaban al poder como el centro de nuestro Derecho
administrativo, a lo cual influyó, sin duda, que las bases de nuestro
Derecho tuvieron su origen en regímenes no democráticos que, sin
embargo, toleraron el desarrollo de un Derecho administrativo
centrado en la ordenación y limitación de la Administración por la Ley,
como sucedió durante la dictadura de J.V. Gómez.
38. Esas figuras que afianzaron la concepción del Derecho
administrativo centrado en el poder, partían de la centralidad del
12
Versión para la discusión
“privilegio y la prerrogativa”, traducidas en el acto administrativo. De
esa manera, en Venezuela, el acto administrativo fue concebido como
un título ejecutivo y ejecutorio, dotado además de presunción de
legalidad (sentencia de la Sala Político-Administrativa de 8 de
noviembre de 1989, caso Arnaldo Lovera). Acto administrativo sujeto a
un control universal del Poder Judicial, ciertamente, pero un control
limitado principalmente al control de la legalidad del acto, a partir de
la definición de la “materia y motivos de impugnación”. Acto
administrativo que en fin, y en este contexto, se erigía como auténtico
limitante para el acceso a la justicia, a través del dogma del acto previo y
su doble condición: (i) la necesidad de agotar la vía administrativa
mediante la interposición de los recursos administrativos y (ii) la
necesaria existencia de un acto previo y expreso como condición de
acceso a la jurisdicción contencioso-administrativa, incluso, en caso de
silencio administrativo de efecto negativo.
39. Por lo tanto, nuestra jurisdicción contencioso-administrativa se
configuró típicamente como un sistema de impugnación objetivo,
basado en un catálogo cerrado de recursos con materias de
impugnación igualmente cerradas, en las cuales predominaba el acto
administrativo, como manifestación primera del poder administrativo
(Urosa Maggi).
40. Este régimen administrativo basado en la supremacía y
deferencia de la Administración, cobró vida, además, en un contexto
de amplia promoción de la intervención administrativa en el orden
socioeconómico, como consecuencia del prolongado régimen de
excepción que habilitó permanentemente a la Administración a dictar
Decretos-Leyes, con el consecuentemente debilitamiento del principio
de separación de poderes y de legalidad.
41. Debemos en todo caso aclarar que la anterior configuración de
nuestro Derecho administrativo, no permitiría considerar que éste se
estructuró como un sistema contrario a la libertad, como parece asomar
cierto sector de la doctrina (Luis Alfonso Herrera). Todo lo contrario:
nuestro Derecho administrativo, desde la mitad del siglo pasado hasta
la década de los ochenta, se centró en el principio de legalidad y en el
13
Versión para la discusión
control judicial universal del acto administrativo, como mecanismos de
defensa de la libertad. La apreciación crítica que formulamos reside,
entonces, en otro aspecto: la excesiva preocupación por centrar a ese
Derecho en el poder y no en los ciudadanos.
IV
EL DERECHO ADMINISTRATIVO CENTRADO EN EL
CIUDADANO Y SU LIBERTAD
42. La condición descrita esquemáticamente no era, como
advertíamos, privativa de Venezuela. Por el contrario, respondía al
estado de formación del Derecho administrativos que, en sistemas no
democráticos, daba más importancia al control de legalidad de la
Administración que a la defensa efectiva de la libertad general del
ciudadano. Por ello, con la paulatina expansión de la democracia, el
Derecho administrativo cambió, de un Derecho centrado en el poder a
un Derecho centrado en el ciudadano.
43. Eduardo García de Enterría fue uno de los principales
exponentes de esta nueva visión, al socaire de la Constitución española
de 1978. Frente a la visión convencional del Derecho administrativo
basado en el poder que actúa en tutela del interés general, García de
Enterría postuló la necesidad de revaluar la relación “Administraciónadministrado” desde la primacía de los derechos humanos y, dentro de
ellos, la libertad. Así, no podía haber oposición alguna entre el interés
general y el ciudadano, en tanto ese interés general no era otra cosa
que la propia protección y defensa de la libertad general del
ciudadano. Esta nueva visión, arraigada en la concepción democrática
del Derecho administrativo, permitió una de las mayores renovaciones
de la disciplina.
44. A partir de ello se reexaminaron muchas figuras del Derecho
administrativo, precisamente, para atemperar la supremacía de la
Administración sustituyéndola por la supremacía de los derechos
humanos del ciudadano. La justicia administrativa asumió buena parte
de esas transformaciones, como quedó plasmado en los distintos
estudios de Brewer-Carías que postularon la necesidad de evaluar tal
14
Versión para la discusión
justicia no ya desde el control de legalidad del acto previo, sino desde
el ciudadano y su derecho a la tutela judicial efectiva.
45. El Derecho Europeo avanzó notablemente en esta dirección, al
punto de configurar el derecho a la buena Administración, el cual –
reconocido en la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión
Europea- postula la concepción de la Administración desde el
ciudadano y la promoción de su libertad (Jaime Rodríguez-Arana). Un
planteamiento plenamente trasladable en Venezuela: cuando el
artículo 141 de la Constitución de 1999 postula a la Administración al
servicio de los ciudadanos, en el fondo, está aludiendo a la
Administración al servicio de los derechos del ciudadano y, entre ellos,
la libertad.
46. La libertad general del ciudadano, como explicara Eduardo
García de Enterría, deja de ser una idea metafísica para pasar a ser
concebida como un auténtico derecho público subjetivo, oponible
como tal a la Administración. Desde el Derecho administrativo
centrado en el ciudadano, por ende, no resultan ya sostenibles las
figuras que a partir del “privilegio y la prerrogativa” otorgan una clara
supremacía a la Administración.
47. La Administración, en este contexto, no puede obrar amparada
en un manto de presunción de legalidad y ejecutoriedad de sus
decisiones. Tampoco es posible afirmar la deferencia de la
Administración frente al control judicial. En otras palabras: el principio
no puede ser la confianza de la Administración, sino justamente lo
contrario: la desconfianza de la Administración. Es la Administración la
que está obligada a razonar debidamente cada una de sus decisiones,
para hacer de éstas decisiones contestables, conforme al principio
conocido en Estados Unidos como “accountability” (J. Mashaw). No es
el ciudadano quien debe desvirtuar la presunción de validez del acto
administrativo, sino la Administración la que debe comprobar la
veracidad de su acto administrativo. Acto administrativo que ha de ser
concebido siempre como una invasión a la libertad general del
ciudadano (Bocanegra y García Luengo) y por ende, con una clara
exégesis restrictiva.
15
Versión para la discusión
48. Esta nueva concepción, que se impone en virtud del artículo 141
constitucional, fuerza a superar la concepción del Derecho
administrativo como un “régimen exorbitante”. En realidad, como
demostró ya Allan R. Brewer-Carías, frente a la Administración cabe
postular la interaplicación del Derecho Público y del Derecho Privado,
en tanto no existe una reserva constitucional a favor del Derecho
administrativo. Lo que exige el artículo 141 constitucional es que la
Administración actúe con subordinación plena a la Ley y al Derecho.
La idea de un “régimen exorbitante” es completamente ajena a la
Constitución.
49. A partir de este punto, resulta forzoso además abandonar la
figura del contrato administrativo, cuya introducción en Venezuela,
como demostró Pérez Luciani, se basó en la indebida trasposición de la
figura francesa, justificada quizás en un sistema de dualidad de
jurisdicciones, pero injustificada en Venezuela, que no ha conocido
nunca de esa dualidad. Es afortunado por ello que la figura del
contrato administrativo haya desaparecido del ordenamiento positivo
venezolano, tanto en el plano adjetivo (con la Ley Orgánica de la
Jurisdicción Contencioso-Administrativa) como en el plano sustantivo
(con la Ley de Contrataciones Públicas).
50. Tal es el reto que, creemos, debe asumir nuestro Derecho
administrativo: asumir su redefinición desde el carácter vicarial de la
Administración postulado en el artículo 141 constitucional, o sea,
desde el Derecho centrado en el ciudadano. Tanto más resulta
necesario este cambio en el contexto actual, en el cual la Ley se ha
convertido progresivamente al Derecho administrativo en un Derecho
opresor de la libertad general del ciudadano, que ha empoderado a la
Administración con indeterminadas e imprecisas facultades.
51. Este sistema opresor, ciertamente, se ha servido de ciertas figuras
tradicionales de nuestro Derecho, como la presunción de validez del
acto administrativo, el contrato administrativo o el servicio público.
Pero sería en exceso simplista entender que existe solución de
continuidad entre nuestro Derecho administrativo y el sistema opresor
16
Versión para la discusión
que hoy impera. Es, en realidad, justo lo contrario: tal sistema opresor
se ha instalado en contra de las bases de nuestro Derecho
administrativo, que como se ha señalado, partieron de la configuración
de una Administración plenamente subordinada a la Ley y al control
judicial.
V
EL DERECHO ADMINISTRATIVO DESDE EL ESTADO SOCIAL DE
DERECHO Y SU COMPATIBILIDAD CON LA LIBERTAD
52. Al repensar al Derecho administrativo, debe reflexionarse sobre
la relación entre éste y la cláusula constitucional del Estado social de
Derecho.
53. No podemos negar que la figura del Estado social incrementó la
indeterminación conceptual del Derecho administrativo, facilitando en
cierta medida la implementación de figuras basadas en el poder y no
en la defensa de la libertad del ciudadano, como es el caso del servicio
público. Ello fue así especialmente bajo la imperante visión nodemocrática del Estado social, en la cual la Administración asumió la
configuración de la sociedad, lo cual, en estos términos, resultaba en la
negación misma de la libertad.
54. Formulada esa apreciación, debe advertirse, en primer lugar, que
las figuras críticas del Derecho administrativo centrado en el poder
(acto y contrato administrativo) no encuentran su origen en el Estado
social, en tanto son anteriores a ése. Luego, no puede imputarse al
Estado social la configuración del Derecho administrativo desde el
poder, dado que se trata de una realidad previa.
55. Una segunda advertencia debe ser formulada: frente a la
Administración, el principal cambio derivado de la cláusula del
Estado social es la actividad prestacional no coactiva, que en modo
alguno puede ser concebida como una actividad ilimitada. Antes por el
contrario, de acuerdo con Wolff, la subordinación plena de la
Administración a la Ley impone, en este caso, dos límites
fundamentales: el principio de menor intervención y el principio de
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Versión para la discusión
subsidiariedad. No se trata de límites que pueden ser reconocidos de
acuerdo al ordenamiento positivo en vigor, sino de límites inherentes
al principio de legalidad y al Estado de Derecho.
56. Por ello, y como tercera advertencia, la actividad prestacional de
la Administración, si bien se orienta a promover condiciones de
igualdad de oportunidades (no igualdad real o igualitarismo, que es
un concepto autocrático), lo hace sólo con un claro carácter
instrumental. El fin último de la actividad prestacional de la
Administración no es así la igualdad sino la libertad general del
ciudadano y, con ello, la defensa de su dignidad. Si se promueven
condiciones de igualdad de oportunidades mediante una actuación
prestacional basada en la menor intervención y en la subsidiariedad, es
para promover el ejercicio efectivo de la libertad general del
ciudadano.
57. Bajo esta visión, el Derecho administrativo no puede ser
únicamente concebido como el equilibrio entre la libertad general del
ciudadano y las potestades de la Administración, en tanto ese esquema
sólo es válido para la actividad de limitación, no así para la actividad
de prestación. Como Eduardo García de Enterría y Tomás-Ramón
Fernández señalaron, ese esquema ya no resulta satisfactorio vista la
“radical transformación de los supuestos sociales en los cuales se
apoyaba”. Así “ya no basta con acotar reductos exentos frente a la
acción del poder a efecto de proporcionar al individuo una protección
efectiva”, pues es preciso extender el Derecho administrativo a la
actividad prestacional de la Administración
y “garantizar al
ciudadano una asistencia vital efectiva capaz de asegurar su
subsistencia a un nivel mínimamente razonable”.
58. La defensa plena de la libertad del ciudadano, desde el Derecho
administrativo, exige entonces articular ambos cometidos: la defensa
de la libertad frente a la actividad de limitación del ciudadano y la
defensa de esa libertad frente a la actividad prestacional de la
Administración, actividad que permite además desplazar la hegemonía
del acto administrativo, para introducir mecanismos no coactivos de
actuación.
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Versión para la discusión
59. Recientemente cierto sector de la doctrina venezolana ha
asumido una posición crítica frente a las bases del Derecho
administrativo venezolano, en especial, según su conformación en el
marco de la cláusula del Estado social. Alguna de esas críticas
pretenden volver retóricamente sobre temas exhaustivamente
trabajados en Derecho comparado –el carácter vinculante o
programático de esa cláusula, por ejemplo. Otra crítica, como es la
formulada por José Valentín González, apunta hacia cómo la cláusula
del Estado social propicia una vertiente totalitaria del Derecho
administrativo por el desconocimiento de la separación entre sociedad
y Estado. González es particularmente crítico con la literatura del
Estado social que asigna a la Administración el rol de “conformadora
de la sociedad”. Esta última crítica debe ser tenida especialmente en
cuenta en Venezuela.
60. Bajo la vigencia concepción del Estado rentista –el Estado dueño
de la riqueza petrolera- la intervención administrativa en el orden
social, en Venezuela, ha degenerado en claros signos de paternalismo.
No es, en absoluto, una realidad nueva: ya en la década de los setenta
del pasado siglo, sobre la base del monopolio en la gestión de la renta
petrolera, el Estado se configuró como el gran director de la economía,
promoviendo una intensa intervención administrativa, en especial,
como resultado del “régimen de excepción” sobre las garantías
económicas, que entre 1939 y 1991, configuró a una Administración
económica para la intervención.
61. Actualmente esta visión se ha exacerbado, al entender la Sala
Constitucional que el Estado social parte de la “desprotección” de los
“poderos”, conformándose así como un “Estado total” (sentencia de 24
de enero de 2002, caso Asovediprilara y de 23 de julio de 2009, caso
nulidad de la Ley de Protección al Consumidor y al Usuario). La
consecuencia de esta patológica visión, como hemos insistido
anteriormente, es el debilitamiento progresivo de las garantías
jurídicas de la libertad económica.
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Versión para la discusión
62. Cuestionar al Estado social de Derecho es siempre tarea útil, pues
llama la atención sobre los riesgos a la libertad de una concepción
totalitaria de ese Estado. Empero, entendemos que las críticas
formuladas en Venezuela distorsionan el concepto de Estado social de
Derecho. El Estado social no es el Estado que conforma y moldea
autoritariamente a la sociedad promoviendo el igualitarismo.
Sencillamente, tal acción social contradice los postulados más básicos
del Estado de Derecho, y sin Estado de Derecho no puede haber Estado
social.
63. La concepción del Estad social de Derecho, por ende, debe
formularse desde la actividad prestacional de la Administración,
promoviendo lo que García de Enterría y Fernández denominan –como
muchos otros autores- las “condiciones mínimas”. Por ello, es
inherente al Estado social de Derecho los dos principios rectores de la
actividad prestacional: menor intervención y subsidiariedad, que se
articulan por medio de prestaciones no coactivas orientadas
estrictamente a asegurar tales condiciones mínimas, en estricta sujeción
al Estado de Derecho.
64. Pero el problema no se agota aquí. Más que discusiones teóricas –
y en ciertos casos, posiciones retóricas de una gran carga subjetivasobre el Estado social de Derecho como concepto, nuestro Derecho
administrativo debe encargarse de repensar además cómo incide en la
libertad general del ciudadano la actual concepción del Estado rentista,
aspecto que el José Valentín González también ha venido analizando.
La dependencia de la economía venezolana a la renta petrolera
gestionada en monopolio por el Estado, amplía notablemente los
poderes de acción de la Administración y genera, por ello, un riesgo
latente a la libertad del ciudadano.
65. Por las condiciones socioeconómicas en las cuales se
desenvuelve, por ello, nuestro Derecho administrativo tiene una clara
vocación para la intervención autoritaria: al poder reconocido a la
Administración en el régimen administrativo que parte de su
supremacía y deferencia, se le agrega el poder económico de la
Administración como gestora –en monopolio- de la renta petrolera. Tal
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Versión para la discusión
es una de las cuestiones de primer orden que inciden en el Derecho
administrativo y afectan, muy mucho, la materialización de la
Administración vicarial basado en la promoción de los derechos
humanos del ciudadano, que parten de su libertad y dignidad.
VI
UN DERECHO ADMINISTRATIVO SIN ESTADO: EL DERECHO
ADMINISTRATIVO GLOBAL
66. Recientemente, como consecuencia de la globalización, ha venido
planteándose un fenómeno analizado con detenimiento por Cassese, y
que impacta también a nuestro Derecho administrativo: el
advenimiento de un Derecho administrativo sin Estado, o sea, el Derecho
administrativo global. Ello rompe con la idea central según la cual el
Derecho administrativo es un Derecho estatal: ello no es así, al menos,
en el orden global.
67. El Derecho administrativo global tiene, en este sentido, dos
grandes contenidos: el estudio de las Administraciones Globales, como la
Organización Mundial del Comercio (OMC) y el estudio del impacto del
Derecho global sobre las Administraciones domésticas (Kingsbury y
Stewart). En este último sentido, es notable cómo el Derecho
Internacional de las Inversiones Extranjeras promueve un mejor y
mayor control sobre las Administraciones domésticas (Dolzer).
68. El Derecho administrativo global, estudiado en Venezuela por
José Antonio Muci, plantea así una nueva dimensión a nuestro
Derecho administrativo, fortaleciendo el concepto de Administración
vicarial que opera en el contexto de la gobernanza democrática. Frente
al Derecho administrativo derivado del régimen francés, repleto de
ideas vagas que fortalecen la superioridad y deferencia de la
Administración, el Derecho administrativo global –con influencia
importante del Derecho Norteamericano y del Derecho Europeo, como
observara Meilán Gil- propende al control objetivo de la
Administración puesta al servicio de los ciudadanos. El concepto de
buena administración, de amplio tratamiento en Europa (J. RodríguezArana) es buen ejemplo de lo que se expone.
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Versión para la discusión
VII
EL RASGO ACTUAL DEL DERECHO ADMINISTRATIVO
VENEZOLANO
69. Repensar al Derecho administrativo venezolano es, hoy día, una
especial exigencia derivada del progresivo desmantelamiento de las
instituciones democráticas en la que asienta nuestro Derecho
administrativo. Entre la década de los cuarenta y ochenta del pasado
siglo, el Derecho administrativo venezolano se configuró como un
Derecho de la Administración sujeta al principio de legalidad, pero con
poca relevancia a su contenido democrático. La situación tenderá a
cambiar en la década de los noventa, al aceptarse la supremacía de los
derechos humanos, al punto que, como señala Allan R. Brewer-Carías,
el Derecho administrativo solamente puede entenderse dentro del
“derecho a la democracia”.
70. Con especial intensidad desde el 2006, las bases democráticas de
nuestro Derecho administrativo han comenzado a debilitarse, por la
aparición de un “nuevo concepto de democracia” que, en menoscabo
de las instituciones representativas y republicanas, otorga mayor
preferencia a la “participación popular directa”. Pero esa “directa
participación” se asume hegemónicamente desde y para el modelo
socialista, el cual pasa a ser así doctrina de Estado, tal y como quedó
formalizado en las Leyes del Poder Popular de 2010.
71. La consecuencia de ello es que se han exacerbado las
instituciones autoritarias del régimen administrativo, como el acto
administrativo, el contrato administrativo y el servicio público, en la
configuración de una Administración que, con base en “habilitaciones
legislativas” amplísimas, propende a la funcionalización social de la
libertad general del ciudadano.
72. La anterior situación es todavía más grave por las deficiencias de
la jurisdicción contencioso-administrativa, a las cuales se refiere
Antonio Canova, y que son en realidad, parte de las deficiencias
institucionales del Poder Judicial. Aun cuando no pueda generalizarse
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Versión para la discusión
y es necesario siempre un análisis casuístico, lo cierto es que nuestra
justicia administrativa no luce, hoy día, como el guardián primero de
la Ley en defensa de la libertad del ciudadano frente a la
Administración.
73. Por ello, actualmente, nuestro Derecho administrativo se ha
configurado, en términos generales, como un Derecho opresor de la
libertad general del ciudadano. Ese carácter es justificado por la
“nueva concepción” de la libertad, con planteamientos que tienen
cierta reminiscencia a cierta obra de Duguit. Más que la defensa de la
libertad como derecho público subjetivo, el Derecho administrativo en
Venezuela propende a la protección de “intereses colectivos” que
difuminan el carácter individual de la libertad. No es baladí que en la
Ley Orgánica de la Administración Pública, la referencia al ciudadano
haya sido sustituida por el indeterminado vocablo “persona”.
74. Para ello, el Derecho administrativo ha tomado prestadas figuras
que, aun de origen autoritario, fueron distorsionadas completamente,
como la expropiación. El punto de quiebre es el abandono de la idea
republicana –trabajada por uno de nuestros primeros iuspublicistas,
Francisco Javier Yanes- conforme a la cual, la Administración sólo
ejercerse poderes fiduciarios concretizados en la Ley. Frente a ello,
actualmente se acepta que la Administración goza de un poder general
inmanente para limitar la libertad general del ciudadano (Sala
Constitucional, sentencia de 15 de abril de 2008, caso Procuraduría
General de la República).
75. Frente a estas tendencias opresoras, repensar nuestro Derecho
administrativo implica volver a la idea original de Francisco Javier
Yanes: la sociedad, libre y organizada, fue primero. Al Gobierno le
corresponde obedecer, y a la sociedad mandar. Desde allí, el Derecho
administrativo venezolano debe hacer realidad el postulado básico en
el cual tanto insistiera Eduardo García de Enterría: hacer de la libertad
un verdadero derecho público subjetivo oponible al poder.
La Unión, septiembre de 2013
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