Peines perdues. Le Système pénal en question, de Louk Hulsman

Anuncio
Peines perdues. Le Système pénal en question,
de Louk Hulsman
por
ALI LASSER
Miembro honorario del Consejo Directivo de la SIDS
Me proponía iniciar este estudio con un resumen de la obra arriba
mencionada, traducida al español por Sergio Politoff con el título de
Sistema penal y seguridad ciudadana (Ed. Ariel, Barcelona, 1984), cuyo
contenido comentaría yo después del resumen. Sin embargo, desistí más
tarde de éste por respeto a la obra citada. En efecto, un resumen, por
acabado que sea, empobrece tanto el texto original que lo convierte en un
simple esquema, en una reducción, casi abstracta, del contenido de aquel.
El libro pierde así uno de sus principales atractivos y valores, el de su
desarrollo de los conceptos que ya Cervantes elogiaba en su Don Quijote de
la Mancha. Al compendio de un libro le ocurre algo parecido al sistema
penal, acusado por Hulsman de ser una reducción intolerable, una
abstracción de la realidad viva y compleja en que se mueven el victimario,
la víctima, los funcionarios, los testigos, etc. Por esto, en vez de un
resumen, elegiré algunas ideas fundamentales del libro, lo que
aproximarían más a lector y autor. Quizás en esas ideas se contenga todo el
texto.
Hulsman censura en su obra esa reducción o abstracción de la realidad
que caracteriza al sistema penal. Al delito lo llama Hulsman “hecho
indeseable”. En el capítulo “Cinco estudiantes”, (35. p. 88), dice: “Si las
claves abstractas reductoras que el sistema penal aplica a los sujetos fuera
sustituida por maneras de representación naturales que partieran de los
individuos en lugar de partir de la estructura socio estatal, podrían
desarrollarse diferentes tipos de reacción.” Para comprobar esto, Hulsman
emplea la parábola de cinco estudiantes que viven juntos. Uno de ellos se
lanza un día sobre un televisor y lo destroza. Sus compañeros reaccionan
ante el hecho de diferentes maneras y cada uno propone que se aplique la
172
medida que considera más apropiada, desde la muy drástica, de tipo
represivo, como la de echarlo a la calle (estudiante num. 2), o la de comprar
un nuevo televisor pagado por el autor del hecho (estudiante num. 3), o la
de buscar un médico o siquiatra que lo examine (estudiante num. 4), o la de
efectuar juntos un examen de conciencia, ya que algo no marcha
adecuadamente en la comunidad para que tal acción haya sido posible...”
(estudiante num. 5). Esta parábola contiene todo el libro. En ella, el
estudiante 2 representa al sistema penal. Los demás estudiantes representan
las soluciones compensatorias, terapéuticas y solidarias. Las tres últimas
desatendidas o marginadas por el sistema penal, aferrado a su posición
unilateral represiva. El modelo que propone Hulsman sería el conciliatorio,
el de la solidaridad de todas las partes implicadas en el hecho sin que esto
necesariamente signifique que se prescinda de la solución compensatoria o
siquiátrica. A la que se opone Hulsman con firmeza es a la solución penal .
A) Solidaridad
La solidaridad es una de las ideas centrales, quizás la primera, del
pensamiento de Hulsman quien escribe: “Los movimientos que procuran
devolver al detenido su dignidad humana por la vía de humanizar la
prisión, se fundan en la solidaridad con la suerte de los detenidos” (Ib. 2,
¿”Por qué clase de libertad”?, p. 83). La solidaridad sería la misma
fraternidad con diferencias de matices y corresponde al tercer término del
lema de la Revolución Francesa, o al de la tercera generación, según el
jurista Karel Vasak, precedida. Por la libertad y la igualdad. En vez de
generaciones, nosotros preferimos emplear el término “fases”, aunque
tenga un olor utópico, para interpretar la historia del hombre, la cual se
desarrollaría de acuerdo con esos tres principios. El primero, el de la
libertad, es el que ha alcanzado hasta hoy un mayor grado de realización,
al menos en las sociedades más evolucionadas, entre ellas la occidental. El
segundo, la igualdad, en su sentido de justicia social, caracteriza la época
actual, agitada por intensos conflictos socio económicos y de clases. La
tercera, la solidaridad, más lejana pero no menos real, predicada por
profetas y filósofos, llegará en su momento cuando su campo de acción
haya sido abonado por los dos primeros. No se crea que se trata de una
utopía. La solidaridad, ínsita en el hombre y tan real como el aire, es una
condición indispensable del abolicionismo del sistema penal. Dice
Hulsman: “Lejos de parecer utópica, la perspectiva abolicionista se
presenta como una necesidad lógica y como una actitud realista, como una
exigencia de la equidad”. (Ib.).
173
El abolicionismo del sistema penal, de carácter represivo, es un capítulo
brillante del tema universal de la evolución, la cual no solo se desarrolla en
el plano biológico – Darwin − sino también en el plano espiritual e
histórico – Hegel, Marx, Croce, Dilthey y otros −. Esta evolución ha
situado a los derechos humanos, tan conculcados por el sistema penal, en
plano de primera importancia.
Hay que vivir cuatro tipos de solidaridad, dice Hulsman. La primera se
practica con las personas condenadas, la segunda con las víctimas, la
tercera con la ciudadanía y la cuarta con los funcionarios del sistema penal.
Dostoyevski, en su máxima novela Los Hermanos Karamazovi, exalta la
solidaridad de todos los hombres cuando exclama por boca de Dimitri
Karamazovi, uno de los protagonistas de la novela, “¡Todos somos
culpables de todo y por todos!”, frase que equivale a la del último
estudiante de la parábola arriba citada, cuando invita a sus compañeros a
practicarse un examen de conciencia.
Uno se pregunta por qué la solidaridad, tan natural y profunda en el
hombre, no funciona en el sistema penal. La respuesta, según Hulsman, se
halla en los orígenes de ese sistema que se remonta al siglo XIII d. de C.
Volveremos sobre este punto.
Partiendo en primer lugar de sus experiencias externas e internas y, en
segundo lugar, de los estudios de otros autores sobre el mismo tema,
Hulsman elabora una crítica penetrante y objetiva del sistema penal al que
dedica 37 enfoques en sendos capítulos (Ib., primer tiempo de la segunda
parte). Detengámonos en el titulado “Hija de la Escolástica”, (10. p. 56).
B) Orígenes del sistema penal. El abolicionismo
desinstucionalización Estatal y la teología escolástica
penal,
la
Dice Hulsman: “El sistema penal ha sido concebido en un clima de
teología escolástica. De ahí que la designación de “autores” culpables “sea
el eje del proceso penal...” Tal cosmología, − la escolástica − implica la
existencia de un punto absoluto, un Dios omnipotente y omnisciente y, sin
ser conciente de ello, es con relación a este punto absoluto que están
tentados de identificarse los defensores del sistema penal cuya naturaleza es
maniquea. No supera la oposición inocente-culpable que la caracteriza. Se
trasmite así una teología heredada del Juicio Final”.
En otro pasaje, Hulsman afirma: “Mi trabajo de desinstitucionalización
estatal es, en efecto, una réplica del relativo a la Iglesia... He reconocido en
reiteradas ocasiones, siempre con la misma sorpresa, esta notable
174
semejanza entre las estructuras estatales y las de la Iglesia como institución
(Ib., p. 23, entrevista). “...la universidad tiene un sistema, tiene una
actividad que justifica el sistema estatal” (Ib., p. 13). En otro pasaje habla
de “demistificar” el Estado. Aunque Hulsman no emplea el término
“abolición” respecto al Estado sino el de desinstitucionalizacion y como la
estructura del Estado es muy semejante a la de la teología escolástica que
debe descartarse o abolirse por su carácter metafísico, surge la siguiente
pregunta: ¿Propone también el autor la abolición del Estado? No
concibiéndose una abolición del sistema penal sin la del ente que lo
establece y lo sostiene y que, a su vez, ha sido engendrado por la teología
escolástica, hay que detenerse, por consiguiente, en estos dos puntos
fundamentales: a) abolición del sistema penal, b) desinstitucionalización
del Estado.
a) En cuanto a este punto, la posición de Hulsman es clara y radical:
“En lo que a mí respecta, afirmo que el principio de la abolición necesaria
del sistema penal, de la maquinaria penal, tal como la defino, no sufre
excepción alguna” (Ib., p. 112. 48).
Yo me solidarizo con esta opinión, pero a reserva fundada en el
principio de que “Toda regla tiene su excepción”. Pienso que hay crímenes
tan atroces, cometidos intencionalmente, por ejemplo , los genocidios que
perpetraron Hitler, Stalin y sus cómplices que no deben sustraerse al
sistema penal. Esos genocidios se cometieron contra decenas de millones
de personas. El Derecho y la misma Naturaleza efectúan con frecuencia
excepciones a sus leyes, ya que la realidad misma, más compleja y rica que
nuestros conceptos, es relativa y rehuye los absolutismos.
En poesía, esta concepción inocente-culpable, característica del sistema
penal, se refleja en La Divina Comedia, de Dante, de un modo riguroso y
supergenial. Los culpables son condenados a un eterno tormento en el
infierno y los inocentes son recompensados, también eternamente, con las
delicias del Paraíso
Sin embargo, en el seno de la filosofía patrística de cuyo seno surgió la
doctrina del castigo eterno para los culpables, hubo teólogos que disintieron
de ella, entre ellos Orígenes, considerado por algunos exégetas como el
más grande de los teólogos. En su doctrina de la apocatástasis, Orígenes
rechaza el dogma establecido, de raigambre bíblica, y sostiene que los
condenados serán perdonados por Dios y volverán a su seno después de
vivir experiencias en otros mundos. El amor de Dios prevalecerá, según
Orígenes, sobre su justicia. La teología dogmática, no obstante, rechazó la
doctrina de Orígenes y mantuvo la suya.
Por mi parte, pienso que el infierno se halla en la misma conciencia del
hombre, alienada por la falta de solidaridad o amor, de libertad y de
175
justicia enfrentados al egoísmo, al instinto de dominación, o en otros
términos, a la insaciabilidad de los deseos, en particular los de la codicia, la
ambición, la vanidad y los vicios, etc.
La escolástica teológica, aunque ha perdido su influencia en Holanda,
aún la conserva en otros países. En aquellos en que ha sufrido algunos
reveses, como en Venezuela durante gobiernos que entendieron los
problemas de los menores, ella repuso y empleó esa influencia bajo un
gobierno social cristiano. Así, en el campo del Derecho de Menores, había
regido en Venezuela , desde el año 1949 hasta 1998, una legislación que
sustrajo al menor infractor del sistema penal. Antes de 1949, en pleno auge
de la teología escolástica, el Código Penal aplicaba penas dosificadas,
graduadas, a los menores infractores de 12 a 18 años (v. Artículo 70 ). La
legislación de Menores arriba citada, derogó ese artículo elevando la edad
de inimputabilidad de los menores hasta los 18 años, sustituyendo las penas
privativas de libertad por medidas educativas, instituyendo para ellos una
jurisdicción especial que no los consideraba como delincuentes, etc.
(Artículos 1 y 2 del Estatuto de Menores y de la Ley Tutelar de Menores).
Antes de aplicar la medida educativa, el Juez de Menores, no ya el penal,
ordenaba que se practicaran estudios acerca de la personalidad del menor,
su ambiente familiar y social, la naturaleza de su conducta, bien en casas de
observación o en medio abierto. (Ley Tutelar del Menor, art. 103). Las
medidas educativas consistían en la vuelta al hogar, en colocación familiar,
libertad vigilada, asistencia en instituciones reeducativas o curativas (art.
107). Pues bien, esa legislación, cuyo proyecto inicial fue aprobado por el
gran penalista español Luis Jiménez de Asúa y en cuya redacción tuve el
honor de participar, fue derogada, por desdicha, por la Ley Orgánica para la
protección del niño y del adolescente de 1998, la cual entró en vigencia en
1999, promulgada por un gobierno social cristiano que restableció el
sistema penal para los menores de 12 a 18 años en sus artículos 526, 527,
531, 533, 548 y otros. Reproduzco solamente los textos del primero y del
tercero por no disponer de espacio para los demás: “El sistema penal de la
responsabilidad de los adolescentes es el conjunto de órganos y entidades
que se encargan del establecimiento de la responsabilidad del adolescente
por los hechos punibles en los cuales incurran, así como de la aplicación y
control de las sanciones correspondientes” (art.526). “Las disposiciones de
este Título serán aplicadas a todas las personas en edad comprendida entre
12 y menos de 18 años al momento de cometer el hecho punible...” (art.
531). Los menores son juzgados por la Sección de adolescentes del
Tribunal Penal (art. 527)”. A los efectos de la aplicación y ejecución de las
sanciones, se distingue a los adolescentes en dos grupos: los que tengan de
176
12 a menos de 14 años y los que tengan 14 y menos de 18 años de edad”
(art. 533).
Lo más sorprendente en esta Ley que se dice “de amparo y protección
del niño y del adolescente”, siendo lo contrario, es que haya sido
promulgada en tiempos en que el sistema penal se cuestiona duramente
para los mismos adultos y en que su abolición se está ya realizando en
numerosos países, al menos parcialmente, mediante acuerdos reparatorios
entre el autor y la víctima. Uno de esos países es Venezuela con su Código
Orgánico Procesal Penal, 1998. Las ideas de los abolicionistas como
Hulsman no son ya tan utópicas como hace treinta años.
Los juristas de la escolástica medieval, influidos por los principios de la
responsabilidad y del libre albedrío, los cuales no negamos pero que
entendemos de otra manera, los aplican generalmente, con pocas
excepciones, a los menores de 12 a 18 años y a los adultos en una forma
incorrecta. En otros términos, conciben la responsabilidad como algo ya
dado y formado en el delincuente, como algo a priori en todos los hombres.
La verdad, sin embargo, para los abolicionistas como yo, es que esa
responsabilidad y esa libertad están en formación, en desarrollo, a
posteriori. Ellas están en potencia si se me permite emplear un término
aristotélico, no en acto todavía o en entelequia.. A la plena responsabilidad
y a la plena libertad se llega por un proceso evolutivo, ya que la mayor
parte de los hombres no obedece a su razón o a su sentimiento de
solidaridad sino a sus instintos, apetitos, pasiones, intereses, factores
genéticos, o a sus reacciones a los abusos de determinadas estructuras
sociales o económicas, etc. La responsabilidad, consecuencia de la razón y
de la libertad, es como una mina de oro por desarrollar. El punto de partida
de la escolástica es el de llegada del evolucionismo. Dice Goethe: “Solo es
digno de la libertad y de la vida, aquel que todos los días se dedica a
conquistarlas, y en ello emplea sin cuidarse del peligro, primero su ardor de
niño y después su inteligencia de hombre.” (Goethe, Segundo Fausto,
final). Es más meritorio lo que se gana por esfuerzo y voluntad que lo que
se recibe por gracia o don.
b) En relación con la desinstitucionalización del Estado propuesta por
Hulsman, yo la interpreto como desinstitucionalización de una o algunas
de las formas de gobierno que contiene el Estado en su desarrollo, no como
el Estado mismo, el cual, en su forma natural, real, es poder y en su forma
ideal es libertad a la que llega por evolución. Le ocurriría al Estado algo
parecido a lo que acabamos de exponer sobre la responsabilidad y de la
libertad. En los grados inferiores del Estado, en el tribal, por ejemplo, el
Estado aparece en forma embrionaria, primitiva, con un poder absoluto.
Todo su poder se acumula en el piache y en el cacique quienes disponen de
177
la vida y bienes de sus súbditos sin limitaciones. En el régimen tribal no
existe pensamiento y comportamiento individuales sino los que imponen
sus selváticos jerarcas. El derecho del individuo a ser diferente es
anatematizado. En las sociedades subdesarrolladas de hoy se observan
todavía remanentes del pensamiento tribal. Mucho más tarde, el Estado se
manifestará bajo formas superiores a las tribales, como en las monarquías
anteriores a las de la Revolución francesa, cuyo poder era menos absoluto
que el tribal. Había ya un primer ministro, nombrado por el rey,
ciertamente, pero con grandes facultades; asociaciones colectivas, señores
feudales, cabildos, etc. Finalmente, en nuestra época, ese poder acaba por
ramificarse y dividirse, o bien en gobiernos liberales capitalistas, como en
Estados Unidos, o en socialistas totalitarios, como en la ex-Unión
Soviética, China, Cuba, o en social demócratas que combinan , en intento
de convivencia, de síntesis, la corriente liberal con la socialista, como en
Suecia, Italia, Francia, España, Holanda y otros países. En estas últimas
formas de gobierno funcionan poderes legislativos, ejecutivos y judiciales
de carácter autónomo. En dicho proceso evolutivo, el Estado pierde poder
represivo y opresivo, paulatinamente, y gana libertad en cada grado que
recorre, en cada forma de gobierno que lo representa, excepto las
totalitarias y las neo liberales salvajes.
Excúseme el lector que haya expuesto este proceso en forma tan
simplificada pero a ello me obliga la carencia de espacio (ver mi estudio
“El principio de Soberanía, los derechos humanos y la ONU, Cahiers de
Défense Sociale, 200l, p. 31, Milan).
En conclusión, interpreto que la desinstitucionalización que propone
Hulsman no es propiamente la del Estado sino la de aquellos gobiernos o
formas estatales que por su carácter dogmático y autoritario ahogan la
libertad y otros derechos del individuo. Ella no se aplica a los gobiernos
que las garantizan en sus Constituciones y las realizan según
procedimientos democráticos.
C) Genealogía del abolicionismo del sistema penal
a) En el plano europeo y norteamericano. En vez de ocuparme de los
orígenes históricos del abolicionismo, intentaré un esbozo de su genealogía.
Ambos conceptos se diferencian en que en los orígenes se parten del
pasado y se terminan en el presente mientras que en la genealogía, al
contrario, se parte del presente para remontarse hacia el pasado. El uno y el
otro se ramifican desde un tronco común. El abolicionismo de Hulsman,
178
uno de los más relevantes, no surgió aislado. Cito, entre otros factores de su
aparición, los siguientes (mediados del siglo XX):
1. Sus experiencias externas e internas – las de Hulsman − narradas en
la entrevista de J. Bernat de Célis (véase).
2. Sus lecturas de los Evangelios cuyas enseñanzas le revelaron una
visión cristiana diferente de la teología escolástica (Ib.).
3. Sus contactos con reputados penalistas: Van Bemmelen, Bloom,
Mathiesen y el filósofo Ortega y Gasset.
4. Un poco más lejos, la influencia de la Defensa Social Nueva, de
Marc Ancel con su propuesta de desjuridización, aunque Hulsman
“va más lejos”. (Ib., p.84. Nota 32).
5. Posiblemente,
las
corrientes
anglo-norteamericanas
del
interaccionismo, la estigmatización y la Criminología radical
(ultimas décadas del siglo XX) y el cuestionamiento de la
resocialización del delincuente.
6. Un poco antes que Ancel, entre los años 1940 y 1950,
aproximadamente, Filippo Gramatica, fundador del Centre
international de défense social junto con Ancel, aunque más radical,
y no mencionado por Hulsman, había ya hecho propuestas
abolicionistas: “Proponemos una transformación más radical de los
actuales sistemas Penales” (Rev. De la Defensa Social Nueva, nums
II y III, Enero-Junio, 1959, Caracas); “La Defensa social contiene la
posibilidad de sustituir el Derecho Penal” (Ib., p.5); “...Abolir
completamente la pena en todas sus formas tradicionales” (Ib., p.7.).
Respecto a otros precursores de la Defensa social y hasta el
abolicionismo, ver “La Défense Sociale Nouvelle” (Cap. II, IV, 3ª
Ed. Cujas, Paris 1981), de Marc Ancel.
He mencionado a los profetas de la Defensa social y del abolicionismo,
a grandes rasgos. Evocaré ahora a sus apóstoles, difusores y propagadores
sin los cuales la doctrina se queda ensimismada. Evoco con veneración a
Jean Chazal, primer Secretario General del Centre international de défense
sociale, gran humanista; a Adolfo Beria di Argentine, sucesor de Chazal en
la Secretaría, cuya inagotable actividad proyectó el movimiento a otros
continentes; a Madame Simone Rozés, Presidenta saliente de la SIDS; a
Luis Arroyo Zapatero, Presidente actual; a Edmondo Bruti Liberati,
Secretario General; a Marino Barbero Santos, a Constantin Vouyoucas de
equiparables méritos.
b) En el Plano Latinoamericano. José Rafael Mendoza, mi profesor de
Derecho Penal, pionero de la Defensa Social nueva en Venezuela y
América Latina; Elio Gómez Grillo, gran criminólogo, penitenciarista y
179
penalista, acusador del sistema penitenciario venezolano, caracterizado por
los verbos “Hacinar, ociar, retrasar judicialmente los casos, corromper,
extorsionar, drogar, matar y violar.” El Código Orgánico de Procedimiento
Penal (1998) que estableció en su texto los acuerdos reparatorios entre
autor y víctima, Bernardo Beiderman, Pedro R. David, de Argentina; Luis
Rodríguez Manzanera y Héctor Solís Quiroga, de Mexico. Antes del siglo
XIX, antes de Beccaria, se extiende un período oscuro de 17 siglos,
dominado enteramente por el sistema represivo y retributivo, hasta concluir
en el más radical de los abolicionistas, hasta el tronco común de éste, hasta
Jesús de Nazaret a cuyo lado el mismo Hulsman aparece como un
ultraconservador. Dice Jesús: “Habéis oído que fue dicho: ‘ojo por ojo y
diente por diente’(Lv. 34,20 ). Pero yo os digo: no os venguéis del que os
hace mal... Y al que quiera litigar contigo para quitarte la túnica, déjale
también el manto... Y al que te quita lo tuyo, no se lo reclames...” (Mateo,
5, 38 y Lucas 6. 2-36). Jesús va más allá del convenio reparatorio entre
autor y víctima. Al sujeto que le hubiera robado una camisa, le habría
dicho:”Quédate con ella, hermano, y toma esta otra”. Tal es la solidaridad
perfecta, la del compartir y repartir, infinitamente más efectiva para
derrotar la criminalidad que la prisión.
SUMMARY
This essay focuses on four of the issues dealt with in Hulsman’s book: 1)
The abstract nature of the penal system which is concerned simply with the
innocence-guilt issue, sadly neglecting to consider the victim, the
offender’s personality and other factors which are just as important if not
more so. 2) The issue of solidarity as a means to understand and solve the
problem of criminality. According to Hulsman, there are four kinds of
solidarity: with people who are serving a prison sentence, with the victims,
with citizens at large and even with penal system officials. 3) The issue of
the origins of the penal system, its abolition, State de-institutionalization
and scholastic theology. According to Hulsman, these origins date back to
the 13th century, under the influence of scholastic theology whose
structure and absolutist spirit determined that of the State. Hulsman
advocates the abolition of the system and the de-institutionalization of the
State, supporting the system.
The essayist, who is on the whole in favour of abolition, is more
cautious when it comes to destatalization, as the State, a generic body,
manifests itself in different forms of government, some of which, namely
social democracies, are good, while others, such as totalitarianisms, or
180
those excessively committed to liberalism, are bad. 4) The issue of the
genealogy of abolitionism, which moves from the same experiences as
Hulsman, from his contacts with well-known criminologists and humanists,
from the thinkers of the New Social Defence doctrine and, possibly, from
interactionism, from radical criminology and other schools of thought,
moving step by step back to the first century, to Jesus Christ, the most
famous of the abolitionists.
RÉSUMÉ
Cette étude aborde quatre thèmes traites par Hulsman dans son livre: 1)
le caractère abstrait du système pénal qui ne se préoccupe que d’enquêter
sur le rapport innocent-coupable, tout en laissant de côté la victime, la
personnalité de l’auteur du crime et un certain nombre de facteurs tout
aussi importants sinon plus importants. 2) Le sentiment de solidarité en tant
que moyen pour comprendre et pour résoudre le problème de la criminalité.
Il existe, selon Hulsman, quatre types de solidarité. La solidarité avec les
condamnés qui purgent une peine, avec les victimes, avec les citoyens en
général et même avec les fonctionnaires du système pénal. 3) Les origines
du système pénal, son abolition, la dé-institutionnalisation de l’État et la
théologie scolastique. D’après Hulsman, ces origines remontent au XIIIème
siècle sous l’influence de la théologie scolastique dont la structure et
l’esprit absolutiste ont fini par déterminer celle de l’État. Hulsman propose
l’abolition du système et la dé-institutionnalisation de État sur lequel repose
le système. L’Auteur de cette étude, solidaire de l’abolition, à quelques
réserves près, est plus prudent quand il s’agit de la déstatalisation du fait
que l’État, un organisme générique, se manifeste sous de différentes formes
et espèces de gouvernements, certains bons comme les sociodémocratiques, d’autres mauvais comme les gouvernements totalitaires ou
ceux qui exercent un libéralisme ‘‘sauvage’’. 4) La généalogie de
l’abolitionnisme, qui part des mêmes expériences qu’Hulsman, de ses
contacts avec des criminologues et des humanistes éminents, avec des
grands maîtres à penser de la doctrine de la Défense Sociale Nouvelle et,
pourquoi pas, de “l’interactionnisme”, de la criminologie radicale et
d’autres, jusqu’à en arriver, petit à petit, au Ier siècle et voir apparaître Jésus
Christ, le plus illustre des abolitionnistes.
181
Descargar