La mariposa. Una historia conocida En el momento que vemos una mariposa, una cascada de sensaciones se pueden abrir, según la experiencia de cada uno de nosotros. Hay una secuencia en la vida de la mariposa, un paso y traspaso, un proceso de cambio que fuera utilizado como una gran metáfora de una transformación en las personas. Para llegar a ser mariposa, el bichito tuvo que ir transitando por diferentes estadios, un andar trascendente en el ir siendo mariposa. Cuando dejó de ser un huevo, un proyecto de futuro por venir, el primer movimiento de su transcurrir es andar como un gusano. Una insignificante larva que para colmo, a medida que crece se torna desagradable y horripilante. Repta, gusanea todo el tiempo entre las hojas, tiene unos pelos largos y come sin parar. En fin, pocas veces las encontramos ya que están confundidas en el follaje. Un día, se instala en el gusanillo un propósito de recogimiento, donde avanzará al primer paso en el proceso de cambio. Con sus propias sustancias, crea un hilo que al enredarlo en si misma, cierra un capullo y se transforma en crisálida, dejándola atrapada en sus propias ataduras. Allí dentro, sola con sus fuerzas, va a realizar una maravillosa travesía de transformación Apretada en el capullo, le irán creciendo unas alas, que por el poco espacio, las mantendrá replegadas en una contorsión exagerada. Entonces en un momento, aparecerá un estímulo milenario, una necesidad irrefrenable de salir, de moverse y asomar como mariposa. Enmarañada en su ovillo, apretada por la envoltura y los cambios internos, intentará realizar un movimiento para romper la funda y salir al día. Un esfuerzo descomunal debe ser para ese insignificante gusanito que emprendió con la decidida tarea de cambiar por cambiar y nada más. Un arranque delicado de paciencia y fortaleza, de tensión y templanza, de soledad y desafío. Durante un lapso irá desgarrando la cobertura que la atrapa y moverá lentamente las alas, haciendo fuerza en un gran equilibrio de energía y tiempo. Al finalizar la rotura de la cápsula, queda inmóvil por unos instantes, como extenuada, como asombrada, como intrigada y decidida comienza un aleteo para iniciar el vuelo. La mariposa se construye a si misma, despliega sus potencialidades en formas y colores, en un irreversible proceso de llegar a ser mariposa. Supongamos que existe una tecnología que pudiera aliviar el inmenso esfuerzo que realiza la crisálida, y con ciertos aparatos se pudiera abrir el capullo sin lastimar la futura mariposa. Con unas finas pinzas, ayudar en ese proceso doloroso de cambio. De esa manera no sufre, todo ese movimiento le es más leve y el cambio es más sencillo de soportar. ¿Qué pasaría entonces? Sencillamente no lograría su objetivo. Quedaría con las alas plegadas, sin poder volar, sin siquiera poder abandonar ese lugar, sin llegar a ser mariposa. Cada uno de nosotros pudo haber sentido una mariposa dentro, luchando por un cambio, avanzando silente en una modificación buscada, una necesidad de desplegar las alas y volar a lo elegido. También, en estos inmensos giros de la vida, en estos meandros vuelteros que avanzan hacia atrás, en las resiliencias pequeñas y las gigantes, en todas ellas, volvemos a encontrar una mariposa dentro para iniciar un nuevo proceso de cambio. Alejandro Lemos [email protected]