LA LENGUA MATERNA Y LA LITERATURA Toda lengua es un templo en el que está encerrada el alma del que habla. (Oliver Wendell Holmes. Uno de los poetas estadounidense más reconocidos del siglo XIX)) En primer lugar quiero agradecer tanto de manera particular como en nombre de la organización literaria a la que represento, Unión Nacional de Escritores de España, la invitación al Círculo de Historia y Cultura de la Región de Murcia así como a la Asociación de Usuarios de la Comunicación por invitarme a participar en estas jornadas sobre las lenguas maternas, del mismo modo que agradecer la presencia de todos ustedes. Como primera aproximación a la Lengua Materna diremos que es aquella para la que el hombre no necesita de un aprendizaje obligado o consciente y sistemático, sino que podemos identificarla tradicionalmente como la lengua familiar de la madre, ya que se puede dar el caso que dicha lengua no se corresponda con la que mayoritariamente sea la hablada por la familia. Esta lengua materna es la primera que escuchan, hablan y aprenden los niños desde su nacimiento. Por lo que podemos considerar la lengua materna como aquella que relacionamos directamente con nuestra cultura de origen, independientemente de quién haya sido la persona o colectivo que la haya transmitido. El reconocimiento y respeto hacia las diferentes lenguas maternas es fundamental dado que si no las respetamos y potenciamos, algunas de ellas correrían el riesgo de dejar de hablarse e incluso llegar a desaparecer, lo que conllevaría un grave empobrecimiento cultural bloqueando por consiguiente el diálogo intercultural. Decía el escritor ingles Samuel Johnson que “en el idioma está el árbol genealógico de una nación”. A la vista de esta reflexión, yo preguntaría, ¿Que rama podaríamos del nuestro? Y lo que no sería menos importante ¿Porqué motivo?... La lengua materna es aquella con la que una madre arrulla a su bebe, lo duerme, lo consuela, le canta nanas, regaña a sus hijos, les cuenta cuentos, enseña los nombres de las cosas, explica lo que es bueno y lo que es malo, etc. en definitiva, es aquella en la que aprendemos a ver, a nombrar, a apreciar 1 y amar nuestro entorno y seguramente a ir inventado –en el sentido de descubrir- dicha vida. La lengua materna condiciona los aprendizajes posteriores, ya que es base del pensamiento que configura una manera especial y distinta, afortunadamente de observar la realidad, ver y sentir la vida y el mundo que nos rodea. Por este motivo, la lengua materna es fundamental en la educación ya que condiciona nuestro modo de aprender y posteriormente comprender, lo que facilitará sin duda la forma de expresarnos y también y como no puede ser de otra manera en este campo de la Literatura. La Lengua Materna no tiene porqué ser mayoritaria ni obedecer a un criterio geográfico, sino que es la primera que un ser humano aprende en el contexto familiar, por lo tanto, podríamos decir, que es aquella que nos aporta la mayor parte de sensibilidad, percepciones, emociones, etc. las cuales, como sabemos, son imprescindibles tanto en nuestra experiencia vital como en el reflejo que ella tiene en nuestras creaciones literarias para poder trasmitir a los lectores ese caudal de sensaciones que todo escritor vierte en ellas. El Lenguaje se concibe como la conjunción de la lengua (en su modelo general) y el habla. Distinguir estos dos planos supone tanto como diferenciar la multitud de relaciones individuales, orales o escritas. La diferencia entre la lengua hablada y la escrita es muy importante siendo necesario para una correcta comunicación y comprensión el estudio de ambas. La forma escrita es un fuerte nexo de unión en una lengua, nexo que evita su desmembración. Es el escritor uno de los pilares donde debe descansar la herencia de las Lenguas Maternas, dado que sus obras poéticas y literarias trasmiten y difunden ese íntimo mensaje que forma parte de nuestra esencia, siendo así que gracias a ellas podemos acercarnos de manera exitosa a lo que es nuestro real, sincero y profundo sentimiento el cuál queda plasmado en toda creación, con el fin que los lectores –auténticos destinatarios y depositarios de las mismas- puedan llegar a empatizar al máximo con aquello que el autor ha querido expresar y contar. Por todo ello, se puede decir que la lengua que utiliza el hombre para comunicarse en su medio social es la llamada lengua natural o lengua materna, 2 ya que ésta según Hjemlslev “es aquella lengua en que todas las otras se dejan traducir”. En nuestro caso, como escritores, además de haberla adquirido, tenemos la “exigencia” personal de enriquecerla y potenciarla, pues además de ser nuestro vehículo de comunicación con el medio cultural y social en el que nos hallamos inmersos, el sistema lingüístico de cada lengua constituye un programa y una sola guía para la actividad mental del mismo, para el análisis de sus impresiones, la síntesis de su fondo interior, y con ello conseguir expresar de forma adecuada nuestros sentimientos, emociones y sensaciones para que los demás –los lectores- puedan comprender aquello que se les está trasmitiendo. De igual modo que Lengua y Cultura constituyen un todo, la Lengua y la Literatura son una misma realidad siendo que su estudio y enseñanza no puede ni debe someterse a concepciones y metodología contradictorias, ya que no se trata de dos conceptos o entes únicos e independientes sino de niveles de uso de esa realidad lingüística. Nos encontramos inmersos en un universo de sistemas de comunicación... Dentro de ellos es el lingüístico el más complejo, El código lingüístico se caracteriza por estar constituido por dos planos correlativos insustituibles: el fonético y el significativo. Siendo la literatura en general, y cada obra literaria en particular, un signo que opera simultáneamente en ambos. Es por ello que la comprensión, el análisis, la enseñanza y el estudio de la obra literaria deben basarse en el entendimiento de los dos planos citados de una parte y de su contexto de otra. La lengua materna es un espacio expresivo, integrado y funcional, en tanto que la lengua del sujeto coincide necesariamente con la idea de la lengua como patrimonio que se transmite, no es una norma externa a la experiencia individual que, como vimos, se aprende en la escuela, sino una libre expresión personal cuyo ejercicio natural deriva de la madre consecuencia seguramente de su amor. 3 La lengua materna constituye un innegable referente emocional, dado que es un vehículo de expresión de sentimientos, sensaciones y/o afectos que será conveniente siempre tener presente máxime cuando lo que queremos es transmitir a través de nuestras obras literarias, bien en poesía o narrativa, donde las emociones forman parte indiscutible y esencial de aquello que queremos contar. Otro aspecto de capital importancia a considerar en lo concerniente a la expresión de afectos y emociones, es el de la empatía, dado que cuando escribimos en nuestra lengua materna al lector le resulta más fácil identificarse y por consiguiente generar la necesaria complicidad con lo que hemos escrito. Para finalizar y no queriendo abusar de su paciencia, acabo mi intervención con un claro ejemplo de lo que hemos hablado. Se trata de una estrofa de uno de mis poemas que como podrán observar, recitados fuera de mi lengua materna no transmiten, al menos en su esencia emotiva, aquella de la que nacieron. Es una estrofa del poema “El oficio de escribir” y dice así: “…L’ofici (lofisi) d’escriure, (descriure) “…El oficio de escribir, El que s’apren assegut davant cada dematínada, el que se aprende sentado frente a cada amanecer, El que arriva amb el vent i t’ensenya (tenseña) a el que llega con el viento y te enseña a hablar con la Luna; parlar amb la lluna, El que te mostra la veritat que no coneixes, el que te muestra la verdad que aún no conoces, El que te dur (du) més lluny (lluñ) que ningú, el que te lleva más lejos que ninguno, Recorreguent el mes curt dels viatges (vialles)…” recorriendo el más corto de los viajes. Gracias por su atención y muy buenas tardes Juan A. PELLICER Tiempo exposición aprox.: 10´ 4