ENTRE VIGILANCIA Y MERCADO: EL DESARROLLO DE LA SEGURIDAD PRIVADA EN ARGENTINA Federico Lorenc Valcarce Doctor en Ciencia Política (Universidad de Paris 1 Panthéon-Sorbonne). Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Instituto de Investigaciones Gino Germani, Universidad de Buenos Aires. Profesor Adjunto Interino de Teoría Sociológica en la UNMDP y Profesor Adjunto Regular de Sociología Política en la UBA. Correo electrónico: [email protected] ¿De qué manera pueden surgir mercados en un ámbito de la actividad social en el que el Estado reclama una posición de monopolio? En otras palabras, ¿cuáles son las condiciones sociales que permiten la aparición y el desarrollo de un sistema de intercambios comerciales en torno a los servicios de seguridad? Estas preguntas organizan el presente libro y remiten a la vez a un debate sobre las transformaciones de los modos en que se ejerce la “función de seguridad” en las sociedades contemporáneas y a una interrogación sistemática sobre la génesis y el funcionamiento de los mercados en tanto formas legítimas de organización social. Diferentes formas privadas y públicas de trabajo policial existieron en modos y grados diversos en distintos países y en distintos tiempos. En cambio, los mercados de la seguridad son una realidad que se consolida recién en la segunda mitad del siglo XX y que implica la existencia de empresas y empresarios, servicios administrativos, comerciales y operativos, clientes, así como sistemas de interacción entre estos agentes, constituyen la industria de la seguridad y sus múltiples mercados. Estos mercados son imposibles sin regulaciones estatales de diverso tipo. En todo caso, es necesario tener en cuenta que los mercados de la seguridad no son formas simplemente “privadas” de protección como han sido en otro tiempo la familia o la comunidad, sino formas específicamente comerciales en las que bienes y servicios son intercambiados por dinero. Nuestro trabajo describe las características de este sector mercantil de la provisión de la seguridad, pero procura también captar sus determinaciones tanto en el sentido causal como en términos de las interconexiones que lo estructuran. Así, el desarrollo de un sector especializado en la prestación de servicios de protección de los bienes y las personas llama la atención sobre cambios más generales en el mundo económico: la subcontratación, la gestión racional de los riesgos, la recomposición de los presupuestos de los hogares, de las 1 empresas y de los organismos públicos. A su vez, se observan allí procesos de formación de nuevas categorías socio-profesionales y de un nuevo empresariado. En la cumbre de esta industria, se encuentran dirigentes de empresa, provenientes esencialmente de los medios militares y policiales, cuya reconversión hacia el mercado comenzó en los años sesenta y se intensificó desde comienzos de los noventa. Esta presencia y este movimiento revelan transformaciones en las instituciones armadas del Estado y sobre todo las particularidades de las carreras de sus miembros que, beneficiándose de un temprano retiro, se convierten en empresarios. Al mismo tiempo, sus contactos y saberes específicos les permiten reservarse un relativo monopolio en el ejercicio de esta actividad. La seguridad privada es una de las raras ramas de la economía donde el empleo aumentó mucho en un contexto de retracción del mercado de trabajo: en efecto, mientras la tasa de desempleo era del 7% en 1992, 16% en 1997 y 23% en 2002, la fuerza de trabajo contratada en el sector de la seguridad privada era de cerca de 40.000 asalariados en 1992, 60.000 en 1997 y alrededor de 80.000 en 2002. En el período ulterior de recuperación del empleo, el trabajo registrado en las empresas de seguridad privada alcanzará los 100.000 en 2005, 120.000 en 2007 y casi 150.00 en 2012. A esto debe sumarse un sector informal cuya estimación no resulta sencilla. Si se trataba antes de un oficio reservado a los antiguos oficiales y sobre todo suboficiales de las fuerzas armadas y de seguridad, la extensión de la actividad es acompañada por la incorporación de asalariados de origen popular, acostumbrados a ocupar puestos temporales y mal pagados en la economía informal, o de personas demasiado mayores según los nuevos criterios del mercado laboral, que se encuentran en situación de desempleo hacia el final de su vida activa y deben adaptarse a estos nuevos puestos, numerosos y accesibles, pero muy diferentes de aquéllos que habían conocido en la época dorada de Argentina salarial. El significado sociológico de la aparición y el desarrollo de la seguridad privada no se limita solo a los aspectos socioeconómicos. Implica también aspectos sociales y culturales. La lógica de la prevención, el miedo del crimen, la compartimentación y el aislamiento de los individuos y grupos, son elementos constitutivos de un mundo social cada vez más fragmentado. La generalización de los “barrios cerrados” en los suburbios más o menos distantes, que atraen a las capas medias y superiores de la sociedad fuera de la ciudad, se han convertido en un territorio de conflictos y contactos arriesgados con otros grupos sociales; la nueva arquitectura de los grandes conjuntos inmobiliarios de las ciudades 2 incluyen ahora una piscina, un solárium y un jardín de invierno, al mismo tiempo que cámaras de video, garitas para los vigiladores y cercos perimetrales; las alarmas proliferan en los pequeños locales comerciales y en las casas individuales de los barrios residenciales; las rejas se generalizan en las viviendas de todos los grupos sociales; el radio-taxi ha sustituido al taxi independiente de antaño, que se han convertido en fuente potencial de riesgos; las calles comerciales de los barrios han entregado parte de su vitalidad a centros comerciales vigilados que ofrecen a los visitantes un medio tranquilo y protegido. He aquí un conjunto de nuevas rutinas de la vida diaria – y de nuevas disposiciones de los objetos en el espacio – que revelan transformaciones del lazo social así como en los esquemas de percepción y los sistemas de prácticas. Estos cambios llevan implícitos nuevos modos de producción de seguridad. Last but not least, la seguridad privada tiene un significado político de primer orden, no sólo porque los empresarios del sector tuvieron una carrera en el Estado, o porque el Estado asume la regulación de estas actividades, sino también porque – según algunas hipótesis muy extendidas en los medios intelectuales – la existencia misma del fenómeno vendría a poner en cuestión lo que se considera como la función principal del Estado. En efecto, de Hobbes a Weber, el pensamiento político moderno concedió a la “función de seguridad” un papel fundamental en la formación y el funcionamiento de los Estados. Desde el punto de vista histórico, los Estados modernos se constituyeron por la centralización de los medios de violencia y la imposición de un poder centralizado en un territorio determinado. En los debates contemporáneos sobre la crisis del Estado en el contexto de la “globalización”, que involucra a sociólogos, antropólogos, politólogos y juristas, pero también a filósofos, escritores, periodistas y hombres políticos, la “privatización de la seguridad” aparece ligada a los discursos sobre el final del Estadonación y su pérdida del monopolio de la violencia física legítima, incluso la disolución del Estado como forma de organización de las relaciones políticas. Nuestro trabajo pone en cuestión algunos de estos diagnósticos. Contra una visión demasiado simplificada de la crisis del Estado, que supone su incapacidad creciente para responder a las demandas sociales o producir un orden legítimo, fomentando indirectamente el surgimiento de formas sociales alternativas (en particular, la expansión de los mercados), nuestro trabajo revela cuál es el papel del Estado en la instauración de los mercados de la seguridad y pone en evidencia que la idea de “crisis” no 3 es la más adecuada para caracterizarlo. A su vez, hablar de “privatización” resulta demasiado arbitrario, dado que no se trata de un proceso de transferencia de competencias y funciones padecido por el Estado, sino más bien de una reconfiguración de los modos de organización de las actividades de la sociedad y las funciones de los poderes públicos. En efecto, ciertos agentes estatales proveen capital humano y conocimiento técnico a las empresas de seguridad; ministerios, oficinas, universidades y hospitales públicos compran masivamente servicios de vigilancia; parlamentos y organismos públicos especializados regulan la actividad del sector, al tiempo que reconocen su derecho a la existencia: en síntesis, el Estado es central en la constitución de estos mercados, pero no como víctima, sino como agente activo. En resumen, el ámbito de la seguridad privada permite abordar problemas relativos a las transformaciones económicas, sociales y políticas que enfrentan las sociedades contemporáneas. Nuestra investigación trata pues sobre los mercados y la seguridad, pero también sobre la policía, las evoluciones de la administración pública y el Estado, sobre la propiedad privada y la producción social de fronteras entre los individuos y los grupos, sobre el miedo y la violencia, sobre los cambios en los métodos de producción y sobre las transformaciones de los espacios en que se desarrolla nuestra vida cotidiana. Más información: http://www.karthala.com/recherches-internationales/2400-la-securite-privee-en-argentine9782811104634.html 4