La destruccion de la naturaleza

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L A
D E S T R U C C I Ó N D E
N A T U R A L E Z A
L A
Autores: CARLOS VÁZQUEZ YANEZ / ALMA OROZCO SEGOVIA
http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/ciencia/menu.htm
Compilación y armado: Sergio Pellizza
dto. Apoyatura Académica I.S.E.S.
COMITÉ DE SELECCIÓN
EDICIONES
DEDICATORIA
PREFACIO
I. LA NATURALEZA EN MÉXICO
II. ACCIÓN HUMANA Y DETERIORO DEL AMBIENTE
III. DEGRADACIÓN Y DESTRUCCIÓN DE ECOSISTEMAS
IV. ESPECIES DE PLANTAS Y ANIMALES EN PELIGRO
V. ALTERNATIVAS PARA LA CONSERVACIÓN
VI. EPÍLOGO
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
CONTRAPORTADA
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C O M I T É
D E
S E L E C C I Ó N
Dr. Antonio Alonso
Dr. Juan Ramón de la Fuente
Dr. Jorge Flores
Dr. Leopoldo García-Colín
Dr. Tomás Garza
Dr. Gonzalo Halffter
Dr. Guillermo Haro †
Dr. Jaime Martuscelli
Dr. Héctor Nava Jaimes
Dr. Manuel Peimbert
Dr. Juan José Rivaud
Dr. Emilio Rosenblueth †
Dr. José Sarukhán
Dr. Guillermo Soberón
Coordinadora Fundadora:
Física Alejandra Jaidar †
Coordinadora:
María del Carmen Farías
E D I C I O N E S
Primera edición, 1989
Quinta reimpresión, 1996
La Ciencia para Todos es proyecto y propiedad del Fondo de Cultura
Económica, al que pertenecen también sus derechos. Se publica con
los auspicios de la Subsecretaría de Educación Superior e
Investigación Científica de la SEP y del Consejo Nacional de Ciencia
y Tecnología.
D. R. © 1989, FONDO DE CULTURA ECONÓMICA S. A. DE C. V.
3
D. R. © 1995, FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
Carretera Picacho-Ajusco 227; 14200 México, D.F.
ISBN 968-16-3241-9
Impreso en México
D E D I C A T O R I A
Si se desea resolver la mayoría de los problemas que se plantean
en este libro es indispensable impulsar la investigación sobre los
recursos naturales y la ecología básica; por eso dedicamos este
libro al doctor
P R E F A C I O
Los habitantes de las grandes ciudades rara vez miramos el cielo
nocturno; por eso, cuando ocasionalmente lo hacemos en una
noche despejada, nos emociona redescubrir la vastedad del
Universo. A veces nos sorprende no habernos dado cuenta antes de
que todo lo que observamos ha estado ahí desde siempre. Lo
mismo ocurre cuando por azar se nos presenta la oportunidad de
penetrar en una comunidad natural, como un bosque, una selva o
un pantano, no alterados por la acción humana. Sentimos la misma
emoción al descubrir ese otro universo de seres vivos, de colores,
de movimiento, de sonidos, de olores y sensaciones mucho más
hermosas de lo que imaginábamos, que es, para algunos de
nosotros, mucho más bello que todo cuanto el hombre ha podido
crear. Sin embargo, el mundo natural está siendo modificado:
empobrecido o destruido a tan gran velocidad que cada vez menor
número de personas tendrá la posibilidad de disfrutarlo. De eso
trata este libro, de la destrucción de la naturaleza, de sus causas y
de sus efectos probados y posibles.
No queremos ser pesimistas ni sombríos. Existe aún la posibilidad
de hacer muchas cosas para salvar parte de la enorme riqueza
viviente que las circunstancias geográficas y climáticas han
originado en México. Esto se logrará sólo si nos acercamos a la
naturaleza y aprendemos a disfrutar de su belleza y a respetar a los
seres vivos de la misma manera que lo hacemos con otros valores
que consideramos sagrados por nuestra tradición cultural
antropocéntrica.
En las páginas siguientes se describe parte de la riqueza de
comunidades naturales y de seres vivos que han existido en nuestro
país, así como las causas de su empobrecimiento y desaparición y
las consecuencias sobre el medio ambiente. Se comentan también
algunas de las medidas que es posible tomar para detener este
4
proceso de deterioro. Conscientemente hemos eludido los
problemas de los conglomerados urbanos, como el Valle de México,
pues la mayoría de la gente que vive en las ciudades los conoce y
padece en carne propia.
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L A
N A T U R A L E Z A
E N
M É X I C O
LA SUPERFICIE de las tierras emergidas de nuestro planeta está en
su mayor parte cubierta de un mosaico variadísimo de comunidades
naturales; o sea, de mezclas de plantas y animales que originan en
cada lugar de la Tierra un paisaje natural característico. La
presencia de cada planta y de cada animal que constituyen una
comunidad natural es consecuencia de un conjunto de factores del
ambiente y de accidentes históricos. Entre los primeros podemos
mencionar que el ambiente físico, químico y biológico del Sitio sea
el propicio para que esos seres vivos puedan establecerse ahí,
desarrollarse
y
reproducirse.
Como
accidentes
históricos
mencionaremos que los antepasados de los seres vivos que pueblan
el sitio hayan tenido la oportunidad, determinada por causas
geográficas, de llegar a ese lugar, colonizarlo y establecerse en él
sin que ningún factor del ambiente se haya modificado en tal forma
que haya provocado su extinción.
México, como fragmento de las tierras emergidas de la corteza
terrestre, reúne una serie de características excepcionales para que
su mosaico de comunidades naturales sea particularmente variado
y sorprendente desde todos los puntos de vista. En poco menos de
dos millones de kilómetros cuadrados caben casi todos los paisajes
naturales que es posible encontrar en nuestro planeta. Desde los
desiertos más áridos hasta las selvas y pantanos más húmedos,
desde los matorrales tropicales más cálidos hasta los páramos de
montaña casi en contacto con nieves eternas. Esto se debe al hecho
de que México se encuentra en la zona de transición entre el mundo
tropical de Centroamérica y el Caribe y el subtropical y templado de
Norteamérica. La flora y la fauna de ambos orígenes se reúnen en
México, pero esa mezcla se vuelve aún más compleja por darse
sobre un mosaico variadísimo de altitudes, climas, tipos de roca y
de suelo e historias geológicas. Además, en muchos sitios la
variabilidad genética, el paso del tiempo y otros factores han
permitido la evolución de seres vivos originarios de ese lugar; o
sea, lo que los biólogos llaman "especies endémicas", que se
mezclan con las que se originaron en otros sitios y se encuentran
ahora ahí.
Como consecuencia de lo anterior, tenemos en México muy
diferentes paisajes a poca distancia unos de otros. Para ejemplificar
esta situación, podemos recurrir al libro del ditinguido botánico
mexicano Jerzy Rzedowski (La vegetación de México, publicado en
1978), quien ha realizado la síntesis más completa sobre las
diversas fisonomías que adquiere la cubierta vegetal de México en
5
cada lugar el territorio. En esta obra se describen cuatro tipos de
bosques (selvas) de zonas cálidas de baja altitud y tres tipos de
bosques de zonas altas (pero en estas últimas tan sólo el bosque de
coníferas presenta al menos seis variantes fisonómicas y de
composición florística). También se describen ocho tipos de
vegetación acuática y subacuática, numerosas variantes del
matorral xerófilo desértico, de los pastizales, de los palmares, de la
vegetación de terrenos salinos y de otros tipos peculiares de
comunidades.
Cada una de estas unidades de vegetación puede estar formada por
diferentes especies en cada lugar. En muchos casos, aunque dos
comunidades tengan la misma fisonomía y se clasifiquen como si
fueran el mismo tipo de vegetación, la composición de especies
puede variar radicalmente entre ambos sitios; por ejemplo, el
matorral desértico que crece en Chihuahua tiene una flora y una
fauna bastante distinta de la que se encuentra en el mismo tipo de
vegetación en Sonora o en Puebla. A un simple observador que
ocasionalmente transita a través de uno de estos desiertos, el
paisaje le puede parecer pobre y monótono, pero si tiene la
curiosidad de detenerse y observar con atención lo que le rodea, se
dará cuenta, si la zona no ha sido demasiado afectada por la
actividad humana, de que existen muchas especies de plantas, sean
éstas herbáceas, arbustivas o suculentas; grandes o pequeñas.
Cada una de ellas, en su forma peculiar, ha logrado sobrevivir y
establecerse en ese ambiente aparentemente inhóspito. Lo mismo
puede decirse de la fauna, aunque ésta es generalmente más difícil
de observar. Con tiempo y paciencia se podrá apreciar que el
desierto también hierve de vida animal.
Los botánicos mexicanos han calculado que sobre el territorio del
país vegetan entre 25 000 y 35 000 especies de plantas vasculares
(o sea, aquellas plantas que presentan vasos por los que circula la
savia, como los helechos, las coníferas y todas las plantas con
flores). Este número de especies es uno de los más altos que
existen en el mundo en un solo país. Como ejemplo, diremos que
los Estados Unidos y la Unión Soviética, cuya superficie es muy
superior a la de México, tienen respectivamente 8 000 y 20 000
especies aproximadamente. Otros datos interesantes de esta índole
procedentes de la revisión realizada por Víctor Toledo (1988) nos
indican que México es también extraordinariamente rico en especies
de insectos y vertebrados, entre otros animales. En el caso
particular de las aves, la riqueza es extraordinaria por la presencia
simultánea, en la misma región, de aves de origen tropical, local y
especies migratorias que, procedentes de la zona templada del
norte, pasan largas temporadas invernales en México. El caso de los
patos y otras aves acuáticas es el más conocido. En los cuerpos de
agua del norte y centro de México han llegado a invernar alrededor
de 35 especies de anátidos (cisnes, gansos y patos), ya que México
es el principal destino invernal de muchas aves de Estados Unidos y
Canadá (Leopold, 1965).
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En algunos puntos del territorio de México la vegetación y la fauna
natural han desaparecido casi totalmente. Dos ejemplos ilustrativos
de ello son los siguientes:
En la región del Bajío, que comprende una extensión de
aproximadamente 20 000 km² en los estados de Michoacán,
Guanajuato y Querétaro, ha desaparecido casi totalmente todo
vestigio de la vegetación original, que probablemente consistía
principalmente de un bosque (también llamado selva) tropical
caducifolio con un cierto número de especies endémicas. La
agricultura y el pastoreo iniciado hace siglos en el área han dejado
sólo mínimos vestigios ya profundamente alterados de lo que
existía, y la mayor parte del área está cubierta de una flora y
poblada por una fauna que ha sido favorecida o es capaz de resistir
la continua alteración humana (Rzedowski, 1987).
El segundo ejemplo notable de alteración radical del ambiente lo
encontramos en el propio Valle de México, que originalmente era
una cuenca cerrada en la que existía una cadena de lagos, siete de
los cuales destacaban por su tamaño, desde el lago de Xochimilco al
sur hasta el lago de Zumpango al norte. Las condiciones ecológicas
de cada lago variaban en mayor o menor medida entre ellos,
originando un complejo de condiciones muy diverso para el
establecimiento y desarrollo de la vida; por ejemplo, el lago de
Texcoco era más salino y profundo que el de Chalco o el de
Xochimilco (Figura 1). Todos estos lagos han sufrido una radical
disminución y alteración y apenas quedan relictos de su flora y
fauna original, que debió ser exuberante y variada. Un indicio de lo
anterior lo constituye el estudio de Antonio Lot y Alejandro Novelo
(1978) en la Laguna de Tecocomulco, que aunque no forma parte
del Valle de México colinda con éste y muy probablemente contiene
una biota similar a la que existió en varios de los lagos del Valle,
como lo demuestran los registros de polen fósil encontrados en
muestras tomadas en el Valle de México. La Laguna de Tecocomulco
también ha sido profundamente perturbada; sin embargo, cuando
se hizo el estudio aún conservaba más de 38 especies de plantas
vasculares acuáticas viviendo en sus orillas o en el fondo de la
Laguna (Figura 2).
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Figura 1. Lagos de la cuenca del Valle de México en la época
prehispánica (Palerm, 1977; Rojas y colaboradores, 1974). (a)
Límites máximos probables durante el periodo de inundación.
(b)Relictos actuales de los lagos.
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Figura 2. Perfil de vegetación de la Laguna de Tecocomulco con
las formas de vida más usuales de las plantas acuáticas en este
ambiente, según Lot y Novelo (1978).
En contraste con el par de dramáticos ejemplos de alteración de la
naturaleza que hemos citado en los párrafos anteriores, nos queda
el consuelo de pensar que aún existen zonas casi prístinas, aunque
su superficie se reduce gradualmente y algunas de ellas están
seriamente amenazadas. Dos ejemplos de esto son la Región dcl
Pinacate y la región de Los Chimalapas en Oaxaca.
La Región del Pinacate es una zona sumamente árida, con una
precipitación pluvial anual que va de 64 a 200 mm
aproximadamente. Presenta un mosaico geológico variado, lo que le
confiere una diversidad de ambientes áridos distintos entre sí; se
han definido para el área nueve diferentes combinaciones de flora y
fauna, definibles por su composición peculiar, además de los
elementos de la fauna que se mueve ampliamente por toda la
región. A pesar de su aridez, la zona es notable por su diversidad
de especies vegetales y animales, algunas de las cuales se
encuentran en peligro de extinción en el país pero persisten en El
Pinacate gracias a que el aislamiento de la zona y sus inhóspitas
condiciones ambientales la han mantenido prácticamente sin
población humana estable. En la región persisten especies animales
prácticamente extintas en la mayor parte de las zonas áridas, como
la liebre torda, el venado bura y el berrendo (Gallina, 1979).
La región de Los Chimalapas en Oaxaca es un complejo montañoso
de aproximadamente 600 000 hectáreas, sumamente húmedo y
abrupto, que colinda con la planicie del Istmo de Tehuantepec. En
estas montañas se ha dado una fascinante mezcla de formas de
vida típicas de las planicies tropicales húmedas y de los bosques
nebulosos de montaña, y es muy posible que coexistan ahí también
9
muchas formas de vida endémicas, tal como lo indican los
incipientes muestreos realizados en el área. Las razones de la
supervivencia de esta región como un área casi virgen son similares
al caso anterior. Un terreno abrupto y muy aislado ha limitado los
intentos de colonización humana; sin embargo, ésta ha comenzado
y pronto toda la zona estará en riesgo de ser alterada.
En las siguientes secciones de este libro analizaremos con más
detalle formas concretas de alteración del ambiente natural y sus
consecuencias tanto a nivel de comunidad como de especies
particulares, echando mano de ejemplos de México, aunque no en
todos los casos se han hecho los estudios con el nivel de
profundidad adecuado para un diagnóstico preciso de la situación de
los recursos bióticos.
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A C C I Ó N H U M A N A Y D E T E R I O R O
D E L A M B I E N T E
DURANTE el florecimiento de las especies de antropoides que
precedieron a los seres humanos actuales y en el transcurso de
muchos milenios de la presencia de la especie humana moderna en
la Tierra, el hombre fue un animal omnívoro más, incorporado en la
trama de los ecosistemas naturales, en los que sobrevivía como
cazador de aves y mamíferos y recolector de partes vegetales
comestibles y animales pequeños, y aunque la idea nos repugne
ahora, también de carroña. En este nivel de desarrollo de las
sociedades humanas la densidad de población de las áreas
colonizadas por el hombre era muy baja y el efecto de sus
actividades sobre la estructura y composición de las comunidades
naturales, intrascendente. Actualmente aún subsisten pequeños
grupos humanos para los cuales la caza y recolección tienen un
lugar importante en la dieta, pero su número es insignificante. Un
buen ejemplo de esto lo encontramos en la región amazónica en
Sudamérica. La antropóloga norteamericana Betty Meggers (1976)
ha descrito con detalle las formas de subsistencia y organización
social de varios grupos indígenas que, aunque en todos los casos
conocen y practican la agricultura en mayor o menor escala,
dependen también en forma significativa de los recursos que les
ofrece el ecosistema natural en el que se han establecido, aunque la
alteración que éste ha sufrido ha sido mínima.
En nuestra visión de la historia de la humanidad se nos ha
enseñado a considerar el descubrimiento de la agricultura y la
domesticación de algunos animales como grandes avances en el
desarrollo de las sociedades humanas, pero hay algunos
investigadores que no están totalmente de acuerdo con este punto
de vista y basan su argumentación en criterios ecológicos y de
salud humana, y opinan que esos descubrimientos marcaron el
principio de la destrucción de las comunidades, la erosión acelerada
de los suelos, la extinción inducida de especies y, en último
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término, permitieron la explosión demográfica, que llevó a la
especie humana de decenas o centenas de miles a miles de millones
de individuos, lo que constituye una amenaza para la misma
sobrevivencia de la especie (Figura 3).
Figura 3. Crecimiento de la población mundial desde la invención
de la agricultura, hace 10 000 años (Modificado de Alba, 1984).
Evolución de la población desde el Paleolítico hasta el presente,
según Ehrlich y Ehrlich (1970).
En relación con el efecto de la agricultura y la ganadería sobre la
salud humana, Jared Diamond (1987) comenta que la dieta de los
cazadores y recolectores era considerablemente más saludable y
variada que la de los agricultores, de manera que muchas de las
enfermedades que aquejan al hombre sedentario, como obesidad,
diabetes, ateroesclerosis, artritis, algunos tipos de cáncer,
estreñimiento, etc., son consecuencia de la escasa diversidad de
alimentos que la agricultura produce en muchos lugares, de la
riqueza en carbohidratos y grasas frente a la pobreza en fibras,
vitaminas y minerales de muchas de las plantas y animales
domesticados. Hasta los grandes descubrimientos de la medicina
moderna ocurridos en el último siglo, la esperanza de vida de la
población humana no era significativamente diferente de la de
algunos pueblos cazadores y recolectores, cuya vida resultaba
mucho más llena de peligros en otros aspectos que la del hombre
sedentario moderno.
Con el desarrollo de la agricultura y la domesticación de algunas
especies se inicia el incremento demográfico en regiones localizadas
del planeta y el desarrollo de las sociedades urbanas, en las que
parte de sus miembros está desligada de la obtención y producción
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directa de los alimentos, y en este momento histórico se inicia
irremediablemente la transformación extensiva de las comunidades
naturales y la extinción de especies. Es posible que la extinción de
especies animales haya incluso precedido al desarrollo de la
agricultura extensiva.
En el continente americano la colonización por grupos humanos
procedentes de Asia se inició hace alrededor de 30 000 años. En
ese momento aún existía en América una fauna de mamíferos
ungulados (con pezuñas), proboscídeos (elefantes), edentados
(armadillos) y de otros grupos, no sólo diversa sino de gran talla.
Se ha encontrado que existe una relación directa entre el avance de
la colonización humana de norte a sur a lo largo del continente y la
desaparición de muchas de estas especies hacia finales del
Pleistoceno (hace 10 000 años), las que ahora sólo encontramos
como fósiles, a veces con una abundancia notable, como en ciertas
zonas del Valle de México. Se calcula que en ese periodo del
Pleistoceno se extinguieron 34 géneros de grandes mamíferos y una
especie grande de reptil en Norteamérica, o sea, el 71% de los
animales de gran talla. la desaparición de gran parte de los grandes
mamíferos en América es posiblemente la primera extinción masiva
de especies cuya causa puede asociarse al hombre (Mosimann y
Martin, 1975; Kurten, 1988). Sin embargo, en el continente
africano, en el que la relación hombre fauna se estableció desde el
origen mismo de la especie humana, el efecto dd hombre sobre la
fauna parece haber sido también muy grande hace alrededor de 50
000 años, cuando una cultura homogénea de cazadores muy
eficientes se extendió por África. Después de ese periodo, en el que
desapareció el 39% de las grandes especies de mamíferos de ese
continente, el número de animales grandes se ha mantenido
relativamente estable hasta épocas recientes, en equilibrio con la
población humana (Martin, 1966; figura 4). Puede decirse que
terminaron por generarse relaciones de convivencia y explotación
que no dieron origen a una extinción masiva posterior. Algo similar
ocurrió en América entre las tribus nómadas de las praderas y las
gigantescas manadas de bisontes que ahí existieron hasta la llegada
de los europeos; sin embargo, en regiones más densamente
pobladas y culturalmente más avanzadas de Mesoamérica y
Sudamérica, el efecto del hombre sobre el medio natural fue más
drástico, ya que la agricultura, no importa cuán avanzada o bien
diseñada esté, implica necesariamente una simplificación de las
cadenas alimentarias de los ecosistemas. Las especies perennes son
sustituidas por una o pocas especies anuales y el hombre se
convierte en el consumidor preponderante del ecosistema
transformado, desplazando a la mayoría de los otros consumidores,
y los que persisten se transforman en plagas. Al desarrollarse la
agricultura, la diferencia entre un deterioro extensivo o localizado
de los ecosistemas naturales depende principalmente de la presión
demográfica de la población humana y de la capacidad productiva
de las tierras disponibles.
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Figura 4. Extinción masiva de la megafauna en América y África
según Martin (1966).
Contamos con poca información acerca del grado de deterioro de
las comunidades naturales que pudo haber tenido lugar en el
México prehispánico, y la natural tendencia a ver esa época de la
historia de México con una fuerte carga de romanticismo y nostalgia
nos ha hecho asociar automáticamente el inicio del deterioro del
ambiente natural con la conquista europea. Sin embargo, algunos
indicios indirectos sugieren que existió alteración de la naturaleza
en algunas regiones del México prehispánico. La población calculada
en el momento de la Conquista era, según el censo ordenado por
Cortés en el Anáhuac, de 3 720 000 habitantes, pero aún no se
definía claramente lo que incluiría la Nueva España. Según los
cálculos de fray Bernardino de Sahagún, la población era de 9 120
000 habitantes. Existe mucha controversia sobre este punto, ya que
los cálculos realizados sobre la población indígena en el momento
de la Conquista tienen una variación considerable (entre 4.5 y 25
millones de personas). Lo que se sabe con mayor certeza es que
después de la Conquista hubo una drástica reducción en la
población, debido principalmente a las nuevas enfermedades que
causaron un decremento en el número de pobladores, llegando a
2.5 millones en 1568 y a sólo cerca de un millón en 1605. A pesar
de la llegada de peninsulares y negros, principalmente, que se
sumaron a la población de la Nueva España, al final de la Colonia se
calcula que sólo había 6 millones de habitantes en el territorio
(Alba, 1984).
Muchas poblaciones de lo que hoy es México habían alcanzado en
diferentes épocas un gran desarrollo agrícola y urbanístico. Las
grandes movilizaciones humanas ocurridas en Mesoamérica, así
como el ascenso y decadencia de civilizaciones, han sido atribuidas
por diversos autores a causas ambientales y ecológicas como la
disminución de la productividad, presiones demográficas sobre los
13
recursos naturales, sequías, etc. sólo para citar un ejemplo, se
puede mencionar que la ciudad de Teotihuacán llegó a tener
durante su máximo apogeo más de 100 000 habitantes, cálculo
basado en la superficie ocupada por el área urbana (McClung de
Tapia, 1984). Esta población obtenía sus recursos en una amplia
superficie cultivada de aproximadamente 30 000 hectáreas y
además, sin tomar en cuenta el uso doméstico de leña y carbón y el
uso de madera en la construcción, sólo para producir la cal
necesaria para fabricar el estuco y barro cocido para la cerámica
(que eran utilizados en grandes cantidades en una urbe de ese
tamaño, y posiblemente se exportaban a otras regiones) fue
necesario contar con una cantidad considerable de leña y carbón,
cuya extracción indudablemente tuvo una gran repercusión sobre
los bosques circunvecinos, al grado que se piensa que en el
momento de la decadencia de la ciudad había desaparecido la
mayor parte de la cubierta arbórea de la región (Lorenzo, 1968).
Durante todo el periodo colonial la población de la Nueva España
fue pequeña, pero la intensa actividad económica de la Colonia, así
como las actividades agrícolas, ganaderas y la explotación minera
tuvieron un efecto sobre el medio ambiente natural, que fue más
intenso en algunas zonas del Altiplano y en las costas del Golfo. La
minería y el uso doméstico del carbón debieron afectar
grandemente a los bosques, sobre todo a los de encinos, que
proporcionan el mejor carbón para el procesamiento de los
minerales. La destrucción de los bosques causada por la minería fue
muy considerable en los alrededores de Jerez, Zacatecas,
Querétaro, Guanajuato, Pachuca y otras ciudades mineras en las
que hubo una alteración total de la vegetación circundante. Incluso
fue necesario, en algunos casos, traer leña y madera de lugares
distantes. Sin embargo, debido a la baja densidad de población que
tuvo México durante muchos siglos, el deterioro extensivo y radical
de la naturaleza es un fenómeno moderno. A principios de siglo
México tenía sólo alrededor de 13 millones de habitantes confinados
principalmente en valles del Altiplano y la costa central del Golfo, y
existían enormes regiones casi despobladas en el norte y el sureste
del país, que conservaban casi intactas sus comunidades naturales.
En este siglo la población de México se ha quintuplicado, la
esperanza de vida se ha duplicado y el nivel de vida y el grado de
industrialización han avanzado notablemente. Se ha colonizado todo
el país y se ha acelerado el uso de los recursos naturales. Todo esto
ha tenido en muy corto tiempo consecuencias drásticas sobre la
naturaleza, que apenas comenzamos a apreciar y a evaluar (Figura
5).
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Figura 5. Crecimiento de la población en México desde el final del
siglo XIX a la actualidad (Modificado de Alba, 1984).
I I I .
D E G R A D A C I Ó N Y D E S T R U C C I Ó N
D E E C O S I S T E M A S
HAY diferentes grados de alteración de las comunidades naturales
que constituyen un ecosistema, que van desde la simple explotación
de algunos de sus recursos vegetales y animales que conduce a
cambios en las densidades demográficas de las especies explotadas,
hasta la radical destrucción de las comunidades y del suelo en que
éstas se desarrollan, como ocurre en los casos más extremos de
erosión.
La pirámide trófica que caracteriza a un ecosistema puede ser muy
fácilmente alterada o modificada sin que a primera vista se aprecie
15
un daño sobre la comunidad viviente, pero a la larga los efectos
pueden aparecer y modificar la estructura de las comunidades. Un
ejemplo muy citado de lo anterior es el caso del bosque de encinos,
en el que existe una población de ardillas que utiliza una parte de
las bellotas (semillas producidas por los encinos) en su
alimentación, y existe también una población de halcones que
utiliza a las ardillas como fuente principal de alimento. Supongamos
que la cacería de los halcones, cuya posición en la pirámide trófica
determina que su número sea relativamente pequeño, causa una
fuerte disminución de su número en el bosque. Esto tendrá como
consecuencia que las ardillas incrementen su número al disminuir
su mortalidad y esto a su vez causará un incremento en la
mortalidad de semillas de los encinos y por lo tanto una reducción
en su capacidad de regeneración. A la larga, los encinos podrían
verse gradualmente sustituidos por otras especies de árboles cuyas
semillas no son apetecidas por las ardillas o que las produzcan en
mayor número que los encinos originales. De esta manera la
modificación gradual de una comunidad se dio por el simple hecho
de alterarse la composición de su pirámide trófica (Figura 6).
Figura 6. Estructura de una pirámide trófica en un ecosistema
terrestre árido. (a) Plantas fotosintéticas, (b) herbívoros, (c)
omnívoros y carnívoros, (d) carroñeros.
Esto mismo puede ocurrir dentro de cualquier otro ambiente
natural, y de hecho está ocurriendo continuamente sin que las
personas interesadas en la ecología tengan suficientes elementos
para interpretar estos cambios por falta de estudios prolundos. De
hecho ya son pocos los lugares en los que no se presente la
influencia de algún agente ambiental inducido por el hombre que
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esté causando una gradual modificación y empobrecimiento de las
comunidades naturales.
Analizaremos a continuación algunos de estos agentes de cambio.
FUEGO
Para que en una comunidad natural exista la posibilidad de que se
presenten fuegos recurrentes (es decir, que ocurren con cierta
regularidad cada cierto tiempo) deben reunirse los siguientes
requisitos: 1) que exista una clara alternancia entre la estación
húmeda y la seca, ya que en lugares permanentemente húmedos el
fuego no se propaga; 2) que durante la estación de crecimiento
vegetal se genere suficiente material orgánico combustible; 3) que
la cubierta vegetal tenga la continuidad necesaria para que el fuego
se propague horizontalmente. Muchas comunidades naturales, ya
sean
bosques,
matorrales
o
praderas
presentan
estas
características y son por lo tanto susceptibles de incendiarse.
Además de las anteriores condiciones, es necesario que exista un
agente que provoque la ignición que da origen al fuego.
Antes de la aparición del hombre ocurrían fuegos naturales
inducidos por el efecto de tormentas eléctricas en ausencia de
precipitación pluvial, o por otros agentes mucho más improbables
como las erupciones volcánicas. Después de la colonización
humana, casi en cualquier lugar del planeta, el fuego se convierte
en un disturbio recurrente que ha modificado el paisaje de extensas
regiones.
Los agricultores y pastores han utilizado al fuego con varios
propósitos, como la limpieza de los terrenos recién desmontados
para la agricultura, la eliminación de residuos agrícolas, la
eliminación de la vegetación con fines de destrucción de malezas,
plagas y animales peligrosos y la quema de los pastizales para
favorecer el desarrollo de renuevos verdes para el ganado y para la
cacería, ya que el fuego puede facilitar el acorralamiento de
animales en zonas restringidas o la salida de algunos de ellos de
sus guaridas. El fuego es por lo tanto un instrumento importante de
la colonización y expansión del hombre sobre la Tierra, pero esto ha
tenido consecuencias en la generación de paisajes que difieren de lo
que originalmente existía. Una prueba de lo anterior es el hecho de
que ciertas praderas comienzan a cubrirse de árboles tan pronto
como los fuegos periódicos son interrumpidos.
Muchas plantas y animales están adaptados a sobrevivir o tolerar
en cierta medida los fuegos recurrentes. En el caso de las plantas,
éstas tienen órganos de perennación subterráneos que sobreviven
al incendio o cortezas gruesas y de dificil combustión y yemas de
crecimiento cubiertas por envolturas de hojas verdes protectoras.
Los animales tienen un ciclo de vida adaptado a los ciclos del fuego
o pueden huir o resguardarse de los incendios en guaridas
subterráneas. Estas plantas y animales son los que predominan en
los lugares que se queman con regularidad, pero no sabemos a
17
ciencia cierta los efectos que el fuego ha causado en la
determinación de la fisonomía actual de muchas comunidades
supuestamente naturales y en su composición de especies.
En México hay fuegos recurrentes frecuentes en grandes
extensiones del país, que son fáciles de apreciar principalmente en
la temporada seca. Algunos datos muestran la importancia de este
factor en el deterioro del ambiente.
Los bosques de coníferas y pino-encino son actualmente los más
extensos de la República, y cubren el 15% aproximadamente de la
superficie del territorio. La mayoría de estos bosques sufren fuegos
frecuentes que son de tres tipos: rasantes, en los que se quema
principalmente la hojarasca; de copas, en los que los árboles se
incendian también, y totales, en los que también desaparece del
suelo parte de la materia orgánica en descomposición. Los más
frecuentes son del primer tipo, y los técnicos forestales no les
confieren mucha importancia pues incluso se piensa que tienen
efectos benéficos para la conservación del bosque, como la
eliminación de árboles competidores de los pinos y el
favorecimiento de la vegetación herbácea que sirve de alimento a la
fauna silvestre herbívora. Sin embargo, las cosas no son tan
simples, ya que grandes extensiones de bosques han sufrido daños
por las prácticas de extracción de ocote y resina que hacen más
susceptibles a los árboles de quemarse. Los fuegos también se han
asociado con el empobrecimiento del número de especies vegetales
que forman los bosques, y en algunos casos con la diseminación de
plagas. Aunque la mayor parte de los incendios de bosques de pinos
en México son rasantes, sus consecuencias pueden ser muy
importantes sobre la composición del bosque. Un estudio realizado
en Michoacán (Pérez-Chávez, 1981) muestra que en condiciones de
bosque deteriorado por el pastoreo, el ocoteo y el resinado, los
incendios son responsables de la diseminación más eficiente de
parásitos descortezadores del grupo de los escolítidos. El daño que
éstos ocasionan a las diferentes especies de pinos es variable,
siendo más susceptible Pinus leiphylla y menos su ceptible Pinus
michoacana y las demás especies que ocupan posiciones
intermedias. Así, el fuego puede llegar a determinar a la larga la
composición del bosque y la desaparición de algunas especies.
Según cálculos de la Secretaría de Agricultura y Recursos
Hidráulicos, existen estados de la República donde hasta el 40% de
la superficie arbolada puede verse afectada por incendios rasantes
en un año seco. Algunos de estos incendios se propagan a las copas
y al suelo dando lugar a la total destrucción de la comunidad,
dependiendo de la cantidad de materia orgánica combustible
acumulada y del grado de deshidratación de ésta. Algunos fuegos
rasantes, al reducir la cantidad de material combustible, pueden
evitar que más adelante se pueda producir un incendio de copas o
total, de manera que los fuegos rasantes son frecuentemente
utilizados como una práctica de manejo de los bosques de pinos por
los técnicos forestales de los Estados Unidos y otros países.
18
Los bosques de coníferas han desaparecido en una superficie
equivalente al 50% de su probable área original. Puede decirse que
actualmente casi toda la extensión de bosques de coníferas del país
tiene una fisonomía profundamente afectada por el fuego y en
muchos casos el pastoreo y la explotación de madera, leña y
carbón. De esta manera, podemos considerar que al contemplar
uno de estos bosques no estamos en absoluto ante una comunidad
prístina, por más hermosa que ésta parezca, sino ante un conjunto
profundamente marcado por la acción humana.
Los fuegos también afectan comunidades en las que, en condiciones
naturales, éstos serían muy improbables; por ejemplo, algunas
selvas se ven afectadas por los fuegos que escapan del control de
los agricultores que practican quemas con fines de desmonte, de
manera que el fuego también ha contribuido en forma directa a la
radical disminución que los bosques y selvas húmedas han sufrido
en el país. Su efecto en los desiertos no es tan grave, ya que la
falta de continuidad de la cubierta vegetal y la presencia de plantas
suculentas en estas zonas impide su propagación horizontal.
Actualmente muchos de los fuegos más destructivos son el
resultado de descuido o de actos de vandalismo de residentes
citadinos que ocasionalmente viajan al campo. Como ejemplo de
esto pueden mencionarse datos sobre las causas de los incendios
reportados en el estado de Chihuahua (García-Villafrán, 1985):
32.2% fueron originados por fogatas descuidadas, 20.4% por
fumadores, 3.4% por incendiarios. Otros factores fueron las rozas,
la quema de pastos, etc., y sólo el 4.6% fue originado por
descargas eléctricas naturales.
El fuego también tiene efecto sobre la fertilidad del suelo, ya que
permite la liberación de ciertos nutrientes y la volatización de otros,
cambiando así las condiciones de fertilidad del lugar que afecta. Los
incendios también modifican la composición de la flora y la fauna
que va a desarrollarse en el sitio quemado, al hacer desaparecer
ciertas semillas y provocar la germinación de otras o quemar cierto
número de huevos o formas larvarias de animales sin afectar a
otros.
Aún queda mucho por conocer y estudiar acerca de los efectos del
fuego en los diferentes medios ambientes de México.
ALTERACIÓN DE LA CUBIERTA VEGETAL
La eliminación total o parcial de la cubierta vegetal (ya sea con el
propósito de explotar los recursos naturales o de abrir nuevas
tierras para uso agrícola o pastoril) es una práctica fundamental en
la acción colonizadora del hombre. Existen estudios realizados en
Nueva Inglaterra (Estados Unidos) y Gran Bretaña que muestran
que regiones que actualmente son extensos bosques en épocas
anteri res estaban casi totalmente deforestadas y en uso agrícola o
pastoril (The Harvard Forest Models, 1975), de manera que la tala
es otro antecedente del desarrollo de la fisonomía de las actuales
19
comunidades naturales en muchas regiones del mundo. En México
tenemos el ejemplo clásico de la civilización maya, de la que se
encontraron numerosas ciudades enclavadas en terrenos cubiertos
por selvas cuando estas zonas arqueológicas fueron descubiertas.
Es lógico pensar que parte de esta selva había sido talada y se
recuperó después del abandono de las ciudades (Figura 7).
Actualmente ya no se da tan frecuentemente la recuperación de la
vegetación original. Lo que ha sido talado o alterado permanece así
indefinidamente por diversas razones, dando tal vez lugar al
desplazamiento definitivo de la flora y la fauna original que poblaba
el lugar. Esto va a depender del grado de deterioro que sufra el
suelo y de la cercanía de zonas de comunidades naturales que
puedan aportar elementos florísticos y faunísticos colonizadores al
área talada cuando ésta deje de ser utilizada por el hombre.
Figura 7. Esquema de una sucesión o repoblamiento gradual de
una zona, hasta la regeneración de la comunidad viviente original
a partir de un campo de cultivo abandonado, cuando existe aún el
germoplasma
necesario
para
que
reaparezcan
las
especies
originales de la comunidad.
En relación con la presión demográfica de cada región, el proceso
de sustitución de las comunidades naturales por zonas alteradas
para la agricultura y la ganadería se inicia generalmente en las
áreas que presentan el mayor potencial productivo. Estas áreas son
generalmente terrenos planos, de suelos profundos, en las vegas de
los ríos, o zonas que tienen buenas posibilidades de conservar la
humedad. Cuando la presión demográfica aumenta, se comienza a
utilizar terrenos de potencial agrícola más limitado, situados en
pendientes y más susceptibles al deterioro; éste será mayor o
menor dependiendo del grado de desarrollo que los agricultores
20
hayan alcanzado en relación con las prácticas agrícolas apropiadas
para esas condiciones de uso del suelo.
Bajo presión demográfica fuerte, comienzan a utilizarse terrenos no
aptos para la explotación agrícola o el pastoreo, lo que da lugar al
rápido deterioro de las condiciones de esos suelos y a una corta
duración de su capacidad productiva, lo que obliga a sus pobladores
a desplazarse hacia otros lugares igualmente inapropiados o aun
peores.
El proceso anteriormente descrito puede también ser consecuencia
de la estructura social del grupo humano poblador del área y no
sólo de su número; por ejemplo, las clases altas más poderosas de
la sociedad pueden tomar posesión de las mejores tierras,
desplazando a las clases bajas hacia las tierras más pobres e
improductivas. De esta manera, la distribución desigual de la
riqueza generada por la tierra incrementa aún más esta desigualdad
social, lo que indudablemente ha sido una de las causas del
deterioro del medio ambiente natural más importantes, ya que una
parte considerable de la población se ve obligada a hacer uso de
terrenos que no tienen condiciones apropiadas para ser explotados,
o que requieren de técnicas de explotación cuyo conocimiento y
aplicación no está a su alcance.
TALA DE BOSQUES
La desaparición de la vegetación arbórea es la que resulta más fácil
de apreciar y evaluar como forma de deterioro de las comunidades
naturales, ya que el paisaje cambia radicalmente sobre extensas
áreas.
México ha sufrido, a través de los siglos, una radical disminución de
la superficie arbolada, tanto en bosques de altura como en las
selvas de las planicies costeras. Antes de la colonización humana
del territorio de México su superficie arbolada posiblemente
correspondía a alrededor del 60% de la superficie total. Cuando
llegaron los conquistadores, ésta posiblemente se encontraba
cercana al 56% y en 1984 se había reducido al 22% (Manzanilla,
1985). Este porcentaje incluye vegetación arbolada profundamente
deteriorada o etapas regenerativas de bosques destruidos que no
pueden considerarse como vegetación inalterada. Sólo en lo que va
del siglo la pérdida de la superficie arbolada se calcula en 18 000
000 hectáreas de bosques y 26 000 000 hectáreas de selvas, es
decir, el 19% del total del territorio ha perdido su vegetación
arbórea en menos de un siglo (Jardel Peláez, 1985).
No todos los bosques han sufrido este grado de deterioro. Las
selvas cálido-húmedas ocupan quizá menos del 10% de su
superficie original (Estrada y Coates Estrada, 1983).
También los bosques latifoliados de niebla casi han desaparecido en
muchos estados, pero no existen datos cuantitativos, ya que en
este caso es dificil diferenciar un bosque natural de un cafetal con
21
árboles de sombra por medio de las fotografias aéreas que
normalmente se usan en los inventarios forestales. En realidad
estos inventarios no permiten visualizar con claridad el grado de
deterioro de los bosques existentes, pues la clasificación que se
hace de áreas forestales muchas veces incluye áreas perturbadas,
superficies arbustivas y áreas arboladas. Por ejemplo, respecto al
Estado de México, el Centro de Investigaciones de la Región Central
indica que del total de la superficie forestal de dicho estado, 41.2%
corresponde a áreas perturbadas y 4.6% a superficies arbustivas
(Islas-Gutiérrez, 1985).
Un buen ejemplo del efecto que el hombre ha causado sobre la
vegetación arbolada podemos verlo en el estado de Tlaxcala, del
que se calcula que tenía originalmente una superficie de 350 000
hectáreas de bosques. En 1949 tenía sólo 108 000 hectáreas y en
1978 tan solo 68 000 (García-Aguirre, 1986).
El mismo autor menciona que en México, año con año, las causas
principales de desaparición del bosque son: cambio de uso del suelo
de forestal a agrícola, que él calcula en alrededor de 200 000
hectáreas al año, y los efectos de la explotación legal y clandestina
de los recursos forestales. Se calcula que los derribos clandestinos
de árboles para leña y carbón de consumo doméstico suman
alrededor de 15 000 000 m3 de madera al año para el consumo de
21 millones de mexicanos que todavía utilizan este recurso como
combustible. Este proceso de extracción clandestina tiene lugar
incluso en áreas de bosque supuestamente protegidas; por ejemplo,
en la reserva de la mariposa monarca, "El Campanario", se extraen
a lomo de burro cargas de tejamanil, leña y carbón que
corresponden a la madera producida por 80 hectáreas de bosque al
año (Snook, 1985).
Los encinares se encuentran entre los bosques más afectados por la
actividad humana, ya que estaban localizados en tierras de clima
benigno, favorables para la agricultura. Los encinares fueron
importantes proveedores de madera y carbón durante un largo
periodo de la historia de México. Su superficie comprendió
probablemente alrededor del 5 al 6% del territorio nacional, y
contenía una importante diversidad de especies. Actualmente los
encinares puros, bien desarrollados, han desaparecido casi
totalmente y los encinos se encuentran con frecuencia asociados a
los pinares.
Hoy en día, la mayor parte de las maderas preciosas tropicales
proceden
de
desmontes,
más
que
de
explotaciones
conservacionistas de la vegetación forestal. Los tres estados
principales que surtían en 1978 al Distrito Federal de este tipo de
maderas eran Quintana Roo, Chiapas y Campeche, los cuales
proveían el 92% del total de las maderas preciosas, mientras que
Veracruz, San Luis Potosí y Tamaulipas aportaban más del 50% de
las maderas tropicales corrientes. En estos últimos estados las
maderas finas ya escaseaban (Herrera-Sánchez, 1980).
22
Las presiones demográficas de las partes más densamente pobladas
de México, en la parte central del territorio, hicieron concebir al
gobierno central planes para movilizar a la población hacia el
sureste del país, zona en la que hasta mediados de este siglo aún
existían extensas selvas. La Comisión de Desmontes, creada en la
década de los setenta, se hizo cargo de abrir en sólo cinco años 42
300 hectáreas de tierras a la colonización y cultivo para los nuevos
inmigrantes, y propició la multiplicación del número de políticos
millonarios que aprovecharon la oportunidad para explotar
clandestinamente la madera derivada de los desmontes y obtener
concesiones de terrenos ganaderos (Toledo y colaboradores, 1985).
Algunos de los planes de desmonte y colonización más famosos
fueron los de La Chontalpa y Balancán-Tenosique en Tabasco,
Uxpanapa en Veracruz, Marqués de Comillas en Chiapas, y otros en
Campeche. Muchas de estas acciones de desmonte no tuvieron el
éxito esperado por lo que respecta a la producción agropecuaria,
pues faltaron estudios adecuados del correcto uso del suelo en cada
sitio. Lo único que ocasionaron fue un enorme desperdicio de
recursos naturales que pudieron haber sido mejor explotados,
además de la casi total desaparición de las selvas húmedas en
Tabasco y Veracruz y su considerable reducción en los demás
estados.
Uno de los casos más dramáticos de deterioro producido por el
desmonte es el de la región de Uxpanapa, pues esta zona tiene
suelos pobres más apropiados para praderas ganaderas que para
cultivos anuales, de manera que la región que en su momento fue
tomada como modelo de colonización agrícola del trópico (lo cual
condujo a la desaparición de más de 1 000 km² de selvas bien
conservadas) no ha sido más que una solución mediocre al
problema de la productividad agrícola (Ewell y Poleman, 1980). Un
buen análisis de toda la problemática de la colonización del trópico
mexicano fue realizado por Toledo y colaboradores en 1985.
No sólo la tala total ocasiona el problema de deterioro de los
bosques.
Otras
formas
de
explotación
aparentemente
conservacionistas de estos recursos llegan a tener un efecto
deletéreo sobre las comunidades. La extracción de resinas en los
bosques de pino es una actividad de considerable importancia en
México incluso desde la época prehispánica, ya que varios grupos
indígenas utilizaron la resina con diferentes propósitos. En 1967,
más de 25 000 000 de pinos en los estados de Michoacán, Jalisco,
México, Puebla y Zacatecas estaban en producción (Mas Porras y
Prado, 1981). En el caso particular del estado de Michoacán, que
produce más del 70% de la resina del país, en 1980 existían 490
000 hectáreas de bosques resinables, es decir, el 50% de la
superficie arbolada del estado, de las cuales estaban en explotación
más de 300 000. Ya para entonces se hablaba de un gradual
deterioro de la productividad, que sería más marcado en los
siguientes 10 años debido a la sobreexplotación y falta de árboles
de talla explotable (varios autores, 1980). Todos los métodos de
resinación dañan en mayor o menor medida a los árboles y los
23
hacen más susceptibles al fuego, ya que destruyen parcialmente la
corteza protectora y exponen la resina altamente inflamable al
exterior; además, favorecen la penetración de plagas, al debilitar al
árbol. Algunas especies de pinos podrían ser más susceptibles que
otras, pero de esto se tiene poca informacion.
PASTOREO
De todas las especies de animales domésticos, las que participan en
esta forma de alteración del ambiente son unguladas, es decir,
animales herbívoros de pezuña. En Mesoamérica no se logró la
domesticación de ningún animal con estas características, por lo
que todos los que actualmente efectúan el pastoreo provienen del
Viejo Mundo. La historia de la ganadería en México desde sus
orígenes ha sido detalladamente descrita por Pedro Saucedo
Montemayor (1984).
El efecto del pastoreo como agente de deterioro se inicia a partir de
la Conquista; sin embargo, en Norteamérica, incluyendo partes de
México, existían manadas de bisontes y berrendos que pastoreaban
en las praderas naturales de esa región, la cual constituía un tipo
peculiar de pradera densamente poblada por rumiantes, caso único
en el continente americano.
Después de la introducción del ganado vacuno, ovino, caprino y
caballar, fue necesario extender la superficie de pastoreo mediante
el desarrollo de praderas inducidas en regiones que anteriormente
tenían vegetación arbórea. Al parecer, la superficie original de
pastizales naturales de México era pequeña y se restringía a una
franja que corría paralela a la Sierra Madre Occidental, además de
pequeños fragmentos en la Mesa Central y una pequeña extensión
de sabanas en el sureste (Rzedowski, 1975), de manera que el
desarrollo de la ganadería implicó en México la desaparición
extensiva de comunidades naturales, cosa que no ocurrió tan
marcadamente en otros países como los Estados Unidos, Argentina,
Uruguay y Venezuela, que tienen considerables extensiones de
pastizales naturales.
En la época actual la ganadería ha cobrado importancia
extraordinaria como actividad económica y se ha acelerado su
impacto sobre las comunidades naturales, sobre todo en las
regiones cálidas de baja altitud. Según cálculos de Toledo (1987), la
superficie dedicada a la ganadería pasó de alrededor de 38 millones
de hectáreas en 1930 a más de 90 millones en 1983, siendo éste un
incremento acumulativo de 2.9% de la superficie cada año. El
número de reses pasó en el mismo periodo de cerca de 10 millones
a más de 37 millones, lo que ha implicado la desaparición de
bosques, selvas y matorrales desérticos en una enorme superficie,
sin que haya mejorado sustancialmente el nivel de vida del
campesinado mexicano, pues es bien sabido que la actividad
ganadera requiere de poca mano de obra y grandes extensiones de
terreno que se mantienen con baja productividad. Además, la carne
24
de res no es un producto al alcance de la mayoría, al menos en la
cantidad que sería deseable (Figura 8).
Figura 8. Crecimiento del número de reses en México durante
este siglo según datos de Saucedo Montemayor (1984).
El efecto del pastoreo sobre la vegetación y el suelo depende de
varios factores como el tipo de ganado (caprino, bovino u ovino) la
densidad de los hatos, las características de la comunidad vegetal y
del suelo. Se ha visto que el pastoreo en los bosques, que se
practica con gran frecuencia en México, afecta considerablemente la
regeneración de los árboles, pues sus plántulas pueden ser
eliminadas por el ganado y también las yemas de crecimiento. El
peso y el continuo apisonamiento del suelo lo endurece, dificultando
así la oxigenación de las raíces y el establecimiento de plántulas.
Las ovejas y las cabras son más dañinas para la regeneración del
bosque que las reses, ya que las primeras arrancan todo material
vegetal, en tanto que las reses prefieren los pastos. Hay otros
factores relacionados con la estructura del rebaño por los que se
concluye que las reses son los animales relativamente menos
peijudiciales para el bosque (Carrillo-Guerrero y Carmona-Carranza,
1985).
Con respecto a los matorrales desérticos, los daños producidos por
las cabras son extraordinariamente graves, pues estos animales son
capaces de devorar plantas suculentas, de muy lento crecimiento,
aunque estén provistas de las más agudas espinas. No cabe duda
de que el pastoreo de caprinos es una de las principales causas de
deterioro de las comunidades naturales desérticas.
La densidad de la población del ganado tiene un efecto directo
sobre la capacidad de regeneración de los pastos de los cuales se
alimentan. El número óptimo de cabezas de ganado por unidad de
25
superficie de pradera se conoce como "coeficiente de agostadero".
Cuando este número no es respetado o no se conoce con precisión,
pueden presentarse cambios importantes en la composición de la
pradera. Las plantas más apetecidas son eliminadas hasta la raíz y
las menos apetecidas o perjudiciales proliferan (López-Ornat,
1984).
El paisaje de las tierras de baja altitud en México se encuentra
dominado por enormes extensiones de praderas artificiales
formadas por especies de pastos generalmente procedentes de
África y de otras regiones que en nada se parecen al paisaje
original. Las consecuencias de esto sobre la fauna son también muy
importantes, pues desaparecen las especies nativas de las
comunidades destruidas y proliferan las especies oportunistas e
introducidas; por citar un caso particular, mencionaremos que en
los pastizales inducidos en zonas cálido-húmedas, como el sur de
Veracruz y en Tabasco, las especies de aves que ahora predominan
nada tienen que ver con las que existían en las selvas. El picho, la
garza garrapatera (africana), las golondrinas, el tapacaminos y
otras más que vemos al transitar por esas regiones no son
indicadores de conservación de la naturaleza sino todo lo contrario,
pues son especies adaptadas a las condiciones alteradas de los
pastizales y cultivos.
También muchas comunidades acuáticas, principalmente en el
sureste de México, han sido transformadas en pastizales, ya sea
mediante desecación de los pantanos o por introducción de pastos
resistentes a la inundación, de manera que la flora natural ha sido
sustituida sobre grandes extensiones de áreas inundables. De
hecho, no existe comunidad natural, por inhóspita que parezca, que
no esté sufriendo en mayor o menor medida los efectos del
pastoreo. Al ganado se le deja vagar por lugares como manglares,
pastizales halófitos, dunas costeras, páramos de montaña, etc., en
busca de alimento. Estos lugares, a primera vista, parecerían
totalmente inadecuados para este propósito; sin embargo, están
sufriendo el efecto del pastoreo, lo que indudablemente modificará
su estructura y composición.
En las zonas montañosas, el ganado, al contrario de lo que ocurre
en zonas cálido-húmedas, hace uso principalmente de pastos
nativos, y éstos se ven afectados por la acción del pastoreo en
diversas formas: se modifica su forma de crecimiento y se altera la
composición de especies, ya que algunas son más susceptibles que
otras y, finalmente, con la llegada del ganado a estos ambientes,
llega también el fuego como un medio que utilizan los pastores para
favorecer la aparición de nuevos brotes de pasto. Todo esto tiene a
la larga un efecto muy drástico sobre la comunidad natural. Al
hablar de la erosión volveremos a este punto tan importante.
EROSIÓN
En la formación de un suelo capaz de sostener vida vegetal y animal
participan una serie de factores físicos, químicos y biológicos que
26
conducen a la gradual desintegración de las rocas de la corteza
terrestre para formar esa mezcla compleja de partículas minerales y
orgánicas que constituyen el suelo fértil.
El desgaste del suelo se produce por el transporte, por la acción del
agua o del viento, de un lugar a otro de los materiales que lo
forman. Éste es un proceso natural de la corteza terrestre visto en
una escala geológica de tiempo. El acarreo de suelo ha ocasionado
la formación de valles aluviales y el gradual desgaste de las
montañas. La vegetación natural ha sido el factor regulador del
proceso erosivo, pues la cubierta vegetal actúa como retenedora del
suelo e impide que su acarreo a otro lugar ocurra a mayor velocidad
que el tiempo que toma la formación de un nuevo suelo en el sitio.
Mientras mayor sea la pendiente de un terreno, más susceptible
será a los agentes erosionantes, pero incluso los terrenos muy
inclinados conservan suficiente suelo para el desarrollo de
comunidades naturales complejas y, en condiciones naturales, sólo
fenómenos orográficos y climáticos extremos han hecho que el
proceso de erosión haya vencido al de formación de suelo para dar
lugar a los paisajes rocosos y acantilados característicos de algunas
cordilleras y desiertos (Figuras 9 y 10).
Figura 9. Suelos erosionados en una zona de colinas boscosas de
Tlaxcala.
27
Figura 10. Diagrama que muestra los efectos de la erosión en un
suelo en pendiente, hasta que termina aflorando la roca madre.
La acción humana ha cambiado en muchos sitios el equilibrio de
fuerzas entre el proceso de formación de suelo y el de erosión,
principalmente a través de la eliminación de la cubierta vegetal
natural de los terrenos dedicados a la agricultura o al pastoreo. Esto
acelera el acarreo del suelo por el agua en los terrenos en
pendientes o su arrastre por el viento en las planicies. Algunas
características del clima también tienden a afectar la velocidad con
la que se da el proceso erosivo.
La topografía accidentada y el régimen de lluvias de muchos sitios
del territorio de México los hacen más susceptibles a sufrir el efecto
destructivo de la erosión. En el país, alrededor de un 60% del
terreno tiene una inclinación superior al 10%, y el 28%, pendientes
superiores al 25%. Por otro lado, generalmente las lluvias están
restringidas a un periodo corto del año y tienden a concentrarse en
chubascos violentos y tempestuosos de gran intensidad y corta
duración, lo cual favorece el escurrimiento superficial del agua,
fenómeno que se acentúa en los terrenos con poca o ninguna
vegetación protectora.
La eliminación de la vegetación natural original de los terrenos en
pendiente puede ocurrir por medio de la tala y quema con el fin de
dedicar esas tierras a la agricultura, o por la gradual disminución de
la cobertura vegetal ocasionada por el pastoreo y el sobrepastoreo;
es decir, cuando se sobrepasa la capacidad del terreno para
alimentar a un cierto número de animales por unidad de superficie.
Ambos fenómenos se dan con gran frecuencia cuando la presión
demográfica o la situación socioeconómica obliga a los campesinos
a hacer uso de tierras no aptas para la explotación agrícola y
pastoril.
Los daños que la erosión acelerada causa no sólo afectan al lugar
en donde ésta se presenta, sino que también se resienten en
28
lugares distantes, como veremos a continuación al enumerar los
efectos de la erosión:
1) Un gradual adelgazamiento y pérdida paulatina de la fertilidad
del suelo debido al desgaste causado por el acarreo del material
que lo forma.
2) Endurecimiento del suelo y aparición en la superficje de grava o
rocas que se encontraban en capas profundas del suelo y que van
llegando cada vez a capas más superficiales.
3) Formación de grietas por las que escurre el agua, que se van
transformando en cárcavas profundas o auténticas barrancas
conforme el proceso erosivo progresa.
4) Disminución gradual de la productividad agrícola, la velocidad de
regeneración de pastos para el ganado o la potencialidad del suelo
para recuperar o regenerar su vegetación natural original.
5) Al compactarse el suelo y desaparecer la vegetación, el agua
deja de infiltrarse hacia capas más profundas del suelo, y en su
mayor parte escurre por la superficie, agravando el proceso erosivo.
6) Al no haber infiltración de agua a capas más profundas del suelo,
el manto freático se reduce y pueden desaparecer los manantiales
permanentes, de manera que los ríos de caudal permanente tienden
a hacerse torrenciales, de caudal estacional y reducirse e incluso
secarse en la época de estiaje.
7) La pérdida de la capacidad de retención de agua por el suelo y la
desaparición de las corrientes permanentes conducen a una gradual
desertización del territorio erosionado, sobre todo en zonas
semiáridas.
8) Las corrientes de agua que bajan de cuencas que sufren
procesos erosivos van cargadas de sedimentos que vuelven turbias
sus aguas, afectando la biota de los ríos que estas corrientes
generan. Desaparecen las plantas acuáticas por falta de luz y los
peces característicos de aguas claras son desplazados por especies
adaptadas a las aguas turbias. Algunas malezas acuáticas pueden
verse favorecidas por el incremento en la cantidad de nutrientes
acarreados por el agua.
9) El aumento en el sedimento de los ríos causa que aquél se
deposite en las zonas de corriente lenta, de manera que se forman
bancos que dificultan la navegación o aumentan la probabilidad de
inundaciones cuando los torrentes que alimentan al río crecen en la
época de lluvias.
10) Los sedimentos acarreados por los ríos aceleran el azolvamiento
de los lagos o de las presas en las que los ríos desembocan,
disminuyendo su vida útil.
29
11) La erosión causada por el viento en los terrenos desnudos
durante el estiaje produce contaminación atmosférica por polvos,
que pueden afectar núcleos poblacionales ubicados en estas áreas.
12) Los efectos sociales de todos estos daños son graves. La
disminución de la productividad de la tierra y de los cuerpos de
agua causa pobreza y movimientos migratorios a otras zonas, que
se verán a su vez afectadas por el mismo proceso con la llegada de
nuevos habitantes. La emigración puede darse también hacia las
ciudades, y contribuir así a aumentar los problemas derivados del
crecimiento demográfico explosivo.
La erosión acelerada está ligada a la agricultura y al pastoreo desde
que estas actividades existen, y ha alterado ya grandes extensiones
del paisaje terrestre. Su efecto es mucho más grave en los terrenos
en pendiente que en los terrenos planos, y en los climas
marcadamente estacionales se manifiesta con mayor gravedad que
en los climas benignos y húmedos. En algunos tipos de suelo es
más dañina que en otros. Existen muchos procedimientos, algunos
de ellos conocidos desde épocas muy antiguas, para prevenir o
disminuir los efectos de la erosión, como la construcción de
terrazas, las barreras de árboles u otras plantas, el rellenado de las
cárcavas y la reforestación de ciertas zonas (véase el Manual de
conservación de suelos, Departamento de Agricultura, Estados
Unidos).
Desgraciadamente, muchos campesinos pobres que se ven forzados
a hacer uso de terrenos muy susceptibles a la erosión carecen de
los medios técnicos y económicos para aplicar los procedimientos de
control de la erosión que se conocen. Además, en muchos casos se
realiza un uso agrícola o pastoril de tierras que tienen tal pendiente
que deberían estar totalmente protegidas a fin de que conserven su
vegetación original.
Como lo demuestran los estudios de Antonio Andrade (1974, 1975),
la erosión y la consecuente desertización son los problemas
ambientales más graves del país. En los años en que él realizó sus
investigaciones, el total de suelos erosionados era: suelo sin
proceso erosivo o erosión incipiente (pérdida menor del 25% del
suelo arable) en bosques, huertos frutícolas y plantaciones
permanentes, 34.89% del territorio; suelos con erosión moderada
(pérdida de entre el 25 y el 50% de la capa arable) en tierras de
riego y pastizales de llanura, 23.96%; suelos con erosión acelerada
(pérdida del 50 al 75% de la capa arable) en cerros, tierras de
temporal y tierras no cultivadas productivas, 26.16%; superficie
totalmente erosionada (pérdida de más del 75% de la capa arable),
el restante 14% en zonas montañosas ya improductivas. De
acuerdo con los Inventarios de Erosión Estatales, los estados más
dañados por la erosión son Tlaxcala, Oaxaca, Querétaro, Estado de
México, Aguascalientes, Distrito Federal, Zacatecas y Guanajuato,
pero todos los demás estados ya presentan algun tipo de daño.
30
Fernando Medellín y otros autores (1978) hicieron una síntesis de
todas las formas de alteración del medio natural que están
conduciendo a un proceso de desertización en las zonas
montañosas y semiáridas que bordean los desiertos de México. La
erosión es el factor más importante, agravada por el deterioro de la
cubierta vegetal causada por el sobrepastoreo.
El suelo está sujeto a otros daños que no son fácilmente apreciables
como la erosión, pero que son igualmente dañinos para la
sobrevivencia de las plantas. Entre ellos podemos citar la pérdida
de materia orgánica, la compactación, la insolubilización, el lavado
de los nutrimentos minerales, la acidificación o alcalinización
excesiva, etc. Cada uno de estos cambios puede ser el resultado de
alguna acción humana.
La pérdida de la materia orgánica y con ella la pérdida de la
capacidad de retención de nutrimentos minerales del suelo es una
consecuencia de la desaparición de muchos tipos de bosques y
selvas que aportaban naturalmente materiales orgánicos al suelo. Al
ser eliminados estos bosques y sustituidos por cultivos anuales o
por praderas que producen mucho menor cantidad de materia
orgánica, se produce un daño irremediable que debe ser aliviado
por medio de la aportación de abonos y fertilizantes en muchos
sitios. Debido a las altas temperaturas constantes, la
descomposición de la materia orgánica en las zonas tropicales es
más acelerada, por lo que los efectos negativos de la deforestación
se presentan más rápidamente que en otros lugares.
La compactación del suelo se produce con frecuencia al desecarse
los pantanos y los cuerpos de agua, cuyos sedimentos son muy
arcillosos. Esto da lugar a la formación de suelos muy duros y de
utilización productiva difícil.
La formación del suelo fértil ha tomado mucho tiempo y es el
recurso natural más importante para la vida del hombre; no
obstante, su destrucción acelerada es uno de los procesos de daño
ecológico más graves, que ha sido ya la causa de muchos de los
males que aquejan a la humanidad, como hambrunas, miseria,
desempleo, emigraciones masivas, etcétera;
ALTERACIÓN DE LAS CUENCAS HIDROLÓGICAS
En páginas anteriores vimos que la deforestación y erosión están
entre los factores principales que afectan a las cuencas hidrológicas,
ya que tienen un efecto directo sobre el régimen de las corrientes
de agua. En términos generales puede decirse que, en una zona
semihúmeda, la gradual deforestación y erosión de una cuenca
fluvial irán ocasionando los siguientes efectos: la desaparición o la
disminución de los manantiales y el incremento de los torrentes
formados por las lluvias en la alimentación de la corriente fluvial; la
gradual transformación de esta corriente que, de ser un río
permanente, pasa a ser uno estacional, esto es, que llega a secarse
en la época de estiaje; el incremento de la turbulencia de las aguas
31
y de la cañada de sedimentos que transportan; el incremento en la
frecuencia y la magnitud de las inundaciones que se producen en la
parte baja de la cuenca durante la época de lluvias; la desaparición
de la flora y la fauna acuáticas y de la fluvial original y su
sustitución por otras especies más tolerantes a la desecación
estacional y a las aguas turbias. En la zona de influencia de la
cuenca, el manto freático puede hacerse más profundo y disminuir
su caudal (Figura 11).
Figura 11. Diagrama que muestra los efectos de la alteración de
una cuenca hidrológica sobre el régimen de los ríos.
Otras formas de alteración del régimen fluvial muy frecuentes en
México son la construcción de obras de irrigación, canales y presas
que afectan tanto al volumen como a la regularidad de flujo de
agua de los ríos y a veces incluso a su trayectoria. Esto trae
consecuencias importantes para las comunidades naturales que
crecen en las orillas o en la corriente de los ríos y puede llegar a
modificarlas radicalmente, en tanto que las propias presas y canales
se convierten en nuevos hábitats para especies oportunistas e
introducidas, pues rara vez favorecen a las especies nativas.
Algunas cuencas fluviales de México han sufrido alteraciones
radicales. Citaremos a continuación algunos ejemplos:
La cuenca del sistema Lerma-Chapala-Santiago es una de las más
drásticamente afectadas. El río Lerma nace en la base del Nevado
de Toluca, donde existía un conjunto de pequeñas lagunas y
terrenos inundables, pero la mayor parte del agua es ahora
transportada a la ciudad de México, por lo que el río, en su primer
tramo, se ha convertido en un insignificante arroyo que ha sido
canalizado y para colmo está sumamente contaminado por
desechos de todo tipo. El río abandona el Valle de Toluca y recibe
varios afluentes, pero en su trayecto existen varias presas que
32
permiten utilizar el agua para la irrigación de la zona del Bajío;
además, varias ciudades arrojan sus desechos a lo que queda del
río Lerma, incluyendo la ciudad porcícola de La Piedad de Cabadas,
en donde el río termina siendo uno de los más contaminados que
sea posible imaginar. Reducido a su mínima expresión y
profundamente contaminado desemboca en el Lago de Chapala, al
que aporta considerable cantidad de sedimentos en las épocas del
año en que su caudal aumenta por los aportes de los torrentes que
bajan de las erosionadas montañas que circundan los valles del
Bajío. En algunas ocasiones esto ocasiona desbordamientos
importantes del río Lerma en algunas partes de su trayecto. El
Lerma es un buen ejemplo de una total alteración de una cuenca
hidrológica, inducida por la acción humana. Su flora y su fauna
nativa hace mucho que han sido sustituidas por especies que
pueden tolerar su actual estado de degradación. En la obra de
Francisco Vizcaíno Murray se reseña el grado de alteración sufrido
por algunas cuencas fluviales del país hasta 1975.
La cuenca lacustre de Pátzcuaro y las causas de su deterioro han
sido bien estudiadas por Toledo y Barrera Bassols (1984). Los
factores más importantes de deterioro de este lago son los
siguientes: la cuenca de captación de agua del lago está
deforestada en un 75%, lo que ocasiona grandes acarreos de
sedimentos al lago, que ha disminuido mucho en profundidad; los
aportes de agua han disminuido considerablemente; la llegada de
contaminantes orgánicos de más de 22 comunidades de las orillas,
incluyendo la ciudad de Pátzcuaro, ha causado eutroficación y con
ella la proliferación de malezas acuáticas nocivas como el lirio
acuático; finalmente, la introducción de varias especies exóticas de
peces ha disminuido las poblaciones de las especies pesqueras más
valiosas, como el pescado blanco. La cuenca fluvial del río Pánuco
recibe ahora considerables volúmenes de aguas negras del Valle de
México, que sobre todo en algunos de sus afluentes deben tener un
efecto considerable, pues el incremento de la materia orgánica
suspendida en el agua provoca una multiplicación microbiana que
disminuye la cantidad de oxígeno disuelto, y favorece la
multiplicación de ciertas algas y malezas acuáticas que causan la
completa modificación de la biota de la corriente de agua. Efectos
similares a éste se han multiplicado en diferentes cuencas fluviales,
conforme el crecimiento de las ciudades va transformando a los ríos
en depositarios de los desechos de todo tipo que la sociedad urbana
genera. Existen procedimientos perfectamente conocidos y
probados para realizar el tratamiento de las aguas negras y
purificarlas hasta el punto de que su llegada a una corriente fluvial
no la afecte radicalmente, pero dichos procedimientos aún no son
de uso generalizado en el país.
La construcción de presas puede ocasionar drásticos cambios en las
comunidades naturales. Uno de los casos más espectaculares de
este efecto se presenta en la parte baja de la cuenca del río
Grijalva. Anteriormente, la planicie de inundación de este río era
muy amplia. En la época más lluviosa sus crecidas alimentaban un
33
vasto complejo de pantanos, marismas y manglares, que formaban
un conjunto de muy diversos ambientes en el estado de Tabasco,
poblados por una rica flora y fauna acuática y semiacuática. La
construcción de cuatro grandes presas hidroeléctricas sobre el río
Grijalva (Chicoasén, Malpaso, Raudales y La Angostura) ha causado
que las aguas del río tengan un caudal mucho más regular y que el
desbordamiento sea mínimo, de manera que se han desecado
extensas zonas pantanosas que actualmente se dedican
principalmente al pastoreo. Esto ha causado la desaparición de una
gran parte de un área natural de comunidades acuáticas únicas por
su extensión y diversidad en el país Si el proceso ocurrido en el río
Grijalva tiene lugar también en el río Usumacinta, la desaparición
de estas comunidades podría ser total.
Otros efectos de la construcción de las presas del río Grijalva fueron
los siguientes: la compactación de los suelos arcillosos de los
pantanos y selvas inundables, lo que dio origen a suelos mucho
menos fértiles de lo que se esperaba, sólo aptos para pastizales
ganaderos y para cañaverales; la reducción de los aportes de
nutrimentos introducidos a las tierras por las inundaciones, que dio
lugar a una disminución de la fertilidad; el descenso del manto
freático de muchos lugares, que afectó a otros tipos de cultivo como
los cacaotales; la disminución del flujo de agua dulce a las
marismas y manglares, que cambió las condiciones ecológicas de
éstos y favoreció la entrada de agua salina hacia tierras más
alejadas del mar (Barkin, 1978). Seguramente muchas especies de
aves acuáticas, así como peces, tortugas, anfibios y algunos
mamíferos como la nutria y el manatí han visto muy reducido su
hábitat y es posible que varias de ellas se encuentren en peligro de
extinción.
En las zonas áridas y semiáridas la construcción de presas y
sistemas de riego tiene efectos bastante diferentes a los antes
mencionados. Los suelos desarrollados bajo condiciones de extrema
aridez no sufren un marcado proceso de lavado de iones solubles,
tal como ocurre en áreas más húmedas. Parte de estos iones son
transportados a capas más profundas del suelo donde se
concentran. Cuando estos terrenos son irrigados sin las
precauciones debidas (dosificación adecuada del agua, lavados
periódicos, drenajes), con frecuencia el agua de riego disuelve las
sales que se encuentran a cierta profundidad y las hace aflorar a la
superficie. Además, la propia agua de riego contiene sales que en
estas condiciones se depositan, concentrándose con el tiempo y
creándose así problemas de ensalitramiento que afectan muchas
hectáreas de los sistemas de riego del norte de México.
DETERIORO DE LAS LAGUNAS COSTERAS
De acuerdo con las estimaciones de Francisco Contreras (1985), las
costas mexicanas contienen aproximadamente 12 500 km² de
lagunas costeras que con sus zonas de influencia constituyen una
vasta superficie de gran importancia ecológica y económica. En las
zonas estuarinas donde se forman las lagunas costeras se presenta
34
la interacción entre el universo biológico del mar y el de las aguas
continentales. Ambas influencias determinan que la composición de
especies y el paisaje natural de las lagunas costeras, así como los
estuarios de los ríos y los esteros, tengan características muy
peculiares de este ambiente. Dichos cuerpos de agua reciben sus
aportes de agua, sedimentos y nutrimentos minerales de los ríos
que descienden hacia ellos y del mar, con el que estan
comunicados, de manera que ambas influencias son decisivas en el
mantenimiento de las comunidades naturales que se desarrollan en
ellos (Figura 12). Su vegetación más característica son los
manglares, que son un tipo de bosque cuyos árboles están
adaptados para tolerar las condiciones de suelos permanentemente
fangosos y salinos. Además, existen otros tipos de vegetación
hidrófila en áreas menos salinas y pastizales de pastos tolerantes a
la sal en las zonas salinas menos inundables. Estos conjuntos de
comunidades soportan una rica fauna acuática y anfibia que sirve
de alimento a las variadas especies de aves y mamíferos que se
encuentran en este hábitat. Las aguas de las lagunas reciben
importantes aportes de materia orgánica procedente de los
manglares y de otras comunidades que las circundan. Esto permite
la existencia de muchos peces, crustáceos (camarones, cangrejos y
jaibas) y moluscos (ostiones y almejas) de importancia económica
para los habitantes ribereños. A pesar de esto, las lagunas costeras
están siendo alteradas de varias maneras. En México se presentan
las siguientes alteraciones:
Figura 12. Esquema que muestra la ubicación de las lagunas
costeras y sistemas estuarinos bajo la influencia simultánea del
mar y las aguas continentales.
1) La comunicación de estos cuerpos de agua con el mar es a veces
interrumpida por la construcción de obras de ingeniería como
carreteras, oleoductos, etc., y esto afecta seriamente la estabilidad
35
de los sistemas, pues se interrumpen los aportes de agua marina y
la salinidad del sistema puede disminuir, afectando a las especies
adaptadas a las aguas salobres. Se interrumpe también la entrada
de larvas y de peces procedentes del mar, que requieren de lagunas
costeras para completar parte de su ciclo biológico.
2) Disminuye o se interrumpe el flujo de agua dulce procedente de
ríos que llegan a las zonas estuarinas. Esto produce una
disminución de los aportes de los nutrientes y sedimentos y provoca
que el sistema se vuelva más salino, lo cual puede afectar a muchas
especies que están adaptadas a niveles intermedios o bajos de
salinidad.
3) Los manglares y otras comunidades hidrófilas son talados para
utilizar la leña o producir carbón, o para sustituirlos por pastizales
para el ganado. Esto causa no sólo la destrucción del hábitat de
muchas especies que viven en los manglares sino también la
interrupción de los aportes de materia orgánica que llegan del
manglar a los cuerpos acuáticos y que son la base de la pirámide
trófica que en ellos existe, de manera que su productividad se
reduce drásticamente.
4) Por su posición geográfica en la parte terminal de las cuencas,
las lagunas costeras son muy afectadas por los contaminantes que
los ríos transportan, y además reciben contaminantes de muy
diversa índole de las poblaciones e industrias asentadas en sus
orillas. Algunas lagunas muy extensas, principalmente en las costas
del Golfo de México y el Golfo de Tehuantepec, se han visto muy
afectadas por la explotación petrolera y la industria de la refinación
de petróleo. Las Lagunas de Tamiahua, Ostión, de Términos y
Superior, entre otras, han tenido una reducción importante en su
productividad pesquera por causas atribuibles principalmente a los
derrames de hidrocarburos (Carabias y Batis, l9). Algunas especies
comerciales como el ostión, la mojarra, la lisa y otras, recolectadas
en algunas de estas lagunas y otras zonas estuarinas, muestran
concentraciones altas de hidrocarburos en sus tejidos (Vázquez y
Villanueva, 1987).
Se tiene poca información sobre el efecto de esta contaminación
sobre otros elementos de la flora y de la fauna, pero se sabe bien
que los derrames de hidrocarburos son especialmente dañinos para
las aves acuáticas, pues al impregnarse sus plumas se reduce tanto
su capacidad de vuelo como su poder aislante, lo que ha causado la
muerte de muchísimas aves marinas y estuarinas.
CONTAMINACIÓN
El efecto directo de los contaminantes de origen urbano e industrial
sobre las comunidades naturales es difícil de evaluar en la mayoría
de los casos, salvo en el de la lluvia ácida que es bien conocido y ha
sido descrito con detalle en regiones boscosas y lacustres de
Suecia, Alemania, Checoslovaquia, Estados Unidos y Canadá. Este
fenómeno consiste en la formación de óxidos anhidros de azufre y
36
nitrógeno durante la combustión de petróleo y carbón y sus
derivados, que en contacto con el agua se transforman en los
ácidos respectivos. El efecto de la lluvia acidificada con estos ácidos
es particularmente grave en los terrenos derivados de rocas muy
pobres en calcio. Los árboles y los cuerpos acuáticos de estos sitios
sufren graves daños que han sido documentados con mucho detalle
en Suecia. En México este fenómeno ha sido insuficientemente
evaluado, aunque los suelos muy pobres en calcio son poco
frecuentes en el país.
María de Lourdes de la I. de Bauer y T. Hernández Tejeda (1986)
describen una serie de efectos de los contaminantes como el ozono,
el dióxido de nitrógeno, el nitrato de peroxiacetilo y otros
contaminantes atmosféricos sobre árboles y otras plantas que
crecen en las ciudades, y en bosques y cultivos cercanos a éstas.
Inclusive se describen los efectos de los contaminantes como el
ozono sobre el bosque de Pinus hartwegii. Se encontró que, en esta
especie, los daños son severos en la zona del Desierto de los
Leones y del Ajusco. Parece que la contaminación puede estar
causando la desaparición de estos pinos en esas zonas cercanas a la
ciudad de Mexico.
Una de las zonas afectadas por la contaminación que han sido
mejor estudiadas es la región inundable de la desembocadura del
río Coatzacoalcos en el sur del estado de Veracruz (Centro de
Ecodesarrollo, varias publicaciones). Esta zona contiene varios
centros urbanos como Minatidán, Coatzacoalcos y otros poblados,
además de una impresionante infraestructura de procesamiento de
petróleo, explotaciones de azufre y numerosas industrias
relacionadas con estos dos recursos naturales. Todo esto colinda
con el propio río, su región estuarina y un sistema de pantanos muy
extenso y variado. Se trata de una de las zonas más contaminadas
del país, que contiene, al mismo tiempo, un conjunto de
comunidades acuáticas sumamente variado y rico en especies de
plantas y animales. Los resultados de esta interacción han sido la
destrucción extensiva de la mayor parte de las comunidades
naturales y el grave deterioro de las que aún existen. El Centro de
Ecodesarrollo ha estudiado los problemas de esta región con
detalle.
De todas las sustancias contaminantes que entran en contacto con
la flora y la fauna, las más peligrosas son aquellas que se degradan
lentamente y que por tanto tienden a acumularse en el ambiente,
así como los contaminantes que no pueden ser excretados por los
animales y alcanzan concentraciones crecientes en los tejidos en
función dd nivel trófico que ocupa cada especie animal. Esto quiere
decir que aunque su concentración sea baja en el ambiente, los
herbívoros, al consumir continuamente plantas contaminadas, van
concentrando estas sustancias en sus tejidos; los carnívoros las
concentran aún más altas; y los animales carroñeros, que comen
tanto herbívoros como carnívoros, pueden tener concentraciones
tisulares aún más altas. Algunos contaminantes que se comportan
37
de esta manera son el mercurio y el plomo, y ciertos insecticidas
clorados como el DDT (Figura 13).
Figura 13. Incremento de la concentración de un contaminante
difícil de excretar a lo largo de una pirámide trófica.
El fenómeno anteriormente descrito parece estar directamente
relacionado con la drástica reducción de aves de rapiña y
carroñeras en grandes extensiones del territorio de México. Es bien
sabido que estas aves son particularmente sensibles a las altas
concentraciones de insecticidas clorados que causan daños en su
oviposición, impidiéndoles formar huevos con la dureza suficiente
para ser empollados sin ser destruidos. La desaparición de este tipo
de aves tiene consecuencias en el resto de la pirámide trófica, como
la proliferación de roedores nocivos y la falta de aves eliminadoras
de carroña.
El uso de fertilizantes en los campos de cultivo, que después son
lavados por la lluvia y arrastrados hacia ríos y lagos, puede llegar a
tener un efecto muy importante sobre la flora y la fauna acuática. El
incremento de nutrientes disponibles para el crecimiento de las
plantas, como fósforo y nitrógeno, ocasiona una proliferación de
cianobacterias y otras algas, así como malezas acuáticas como el
lirio acuático y la lentejilla de agua; además, la proliferación de
algas ocasiona un incremento en la materia orgánica en suspensión,
lo que a su vez provoca una proliferación de microorganismos y una
reducción del oxígeno disponible. La proliferación del lirio y la
lentejilla acuática ocasiona una reducción de la iluminación del agua
que mata a la flora benéfica del fondo y al fitoplancton, así como
otros cambios en la temperatura y oxigenación del agua. En este
caso también se incrementan las pérdidas de agua por
evapotranspiración del lirio (Penfound y Earle, 1948).
38
Vemos que la eutroficación es un agente importante en la alteración
de las comunidades acuáticas naturales, que puede estar alterando
algunos cuerpos acuáticos cercanos a importantes zonas agrícolas.
Un ejemplo de vaso eutroficado lo tenemos en la Presa Rodrigo
Gómez, de Nuevo León, que surte parte del agua a la ciudad de
Monterrey; pero al parecer este problema ya está resuelto. La presa
estaba eutroficada por la llegada de aguas residuales y negras de
varios poblados; sedimentos de terrenos en proceso de erosión y
desechos agrícolas y ganaderos, entre ellos residuos de
fertilizantes. Todo esto ocasionó la proliferación masiva de plantas
vasculares acuáticas como la elodea, el lirio acuático y un pasto
acuático, que invadieron todo el vaso. Las tres especies son
introducidas en la cuenca. La proliferación exagerada de estas
plantas trajo consigo problemas en la navegación, la práctica de la
pesca, aceleración del azolve y proliferación de microorganismos
por el exceso de materia vegetal en descomposición. Esto último
ocasionó una disminución en el nivel de oxígeno disuelto que afecta
a la fauna y al fitoplancton. En estos casos deberá evitarse el uso
de herbicidas tóxicos para solucionar el problema, pues algunos son
residuales y pueden afectar también a la fauna del vaso (ContrerasBalderas, 1975).
INTRODUCCIÓN DE ESPECIES
A grandes rasgos, la presencia de una planta o un animal en una
comunidad natural se debe a que en algún momento del pasado sus
ancestros fueron capaces de llegar y colonizar el sitio gracias a que
transcurrió el tiempo suficiente para que su dispersión alcanzara
ese lugar o a que algún factor geográfico se modificó de tal manera
que permitió su movimiento hasta un nuevo hábitat. Desde que la
humanidad ha aprendido a moverse libremente de un lugar a otro
de la corteza terrestre, los hombres han llevado consigo especies de
plantas y animales que en muchos casos se han adaptado
exitosamente a las condiciones prevalecientes en los nuevos lugares
a los que han sido transportadas. De esta manera, hoy en día
muchos paisajes naturales y alterados están marcados por la
presencia de seres vivos que fueron llevados a ese lugar por actos
conscientes o inconscientes de transporte humano, y a veces la
presencia de esos nuevos elementos vivos del paisaje ha causado
directamente la desaparición de otros que eran nativos de dichos
sitios. La introducción de especies es un importante agente de
cambio y alteración de las comunidades naturales, y sus efectos son
aún más drásticos en lugares que han permanecido aislados
durante mucho tiempo, como las islas oceánicas, pero también
tienen importancia en los continentes, pues en ocasiones las plantas
y animales recién llegados no tienen enemigos naturales que limiten
su desarrollo en los nuevos sitios y su multiplicación puede ser
explosiva. Otras veces las nuevas especies están mejor adaptadas a
las condiciones del nuevo ambiente que las propias especies que ahí
evolucionaron, y acaban desplazando a éstas. En el caso de
animales, puede tratarse de depredadores muy eficientes para los
que las especies nativas no tienen defensa (Figura 14).
39
Figura 14. Tres inseparables vecinos del hombre en todo el
mundo urbanizado: (a) ratón doméstico, (b) rata negra, (c) rata
gris o noruega.
A México han llegado multitud de especies exóticas que han
encontrado magníficas condiciones para establecerse, pero su
efecto sobre las especies nativas y la fisonomía de las comunidades
naturales ha sido poco estudiado.
Entre las plantas introducidas, uno de los ejemplos más
impresionantes es el del pirú, árbol muy abundante en el altiplano
mexicano, sobre todo en suelos derivados de cenizas volcánicas
(Figura 15). Se dice que esta planta fue introducida desde el Perú
por el virrey Antonio de Mendoza durante el siglo XVI; se adaptó
tan perfectamente a las condiciones del altiplano mexicano que
ahora es prácticamente el único árbol que se puede encontrar sobre
enormes extensiones dedicadas a la agricultura en valles como el
de Puebla y Pachuca. Es posible que esta planta haya sido en parte
responsable de la desaparición de la flora arbórea nativa de estas
regiones, ya que sus semillas son eficientemente dispersadas por
algunas aves migratorias que regurgitan las semillas después de
que han solubilizado los azúcares que las cubren. Para poder
regurgitar las semillas las aves deben posarse en alguna rama, de
manera que las semillas caen directamente en la base de los
árboles que sirven de percha a las aves. Al germinar y establecerse
las semillas, el pirú acaba sustituyendo al árbol en cuya base
germino. Es posible observar este fenómeno en algunos puntos del
área de distribución de la planta. Actualmente es frecuente ver
yucas cultivadas rodeadas de jóvenes pirules.
40
Figura 15. Árbol de pirú, Schinus molle,en una zona semiárida del
altiplano.
Entre las hierbas que crecen actualmente en el territorio de México
tanto en campos de cultivo como en zonas de disturbio frecuente
(semiurbanas), abundan las especies introducidas provenientes de
una gran variedad de regiones del mundo. Curiosamente, el Viejo
Continente y África ocupan un lugar importante como centro de
origen de especies introducidas, entre las cuales se encuentran
malezas, ruderales y arvenses. Rzedowski (1954) cita 91 especies
de malezas presentes en el Pedregal de San Ángel, al sur de la
ciudad de México: de estas plantas 31 especies son claramente de
origen extranjero. Algunas de las malezas introducidas son
sumamente conspicuas y se encuentran en casi todo el país. Entre
ellas podemos percibir fácilmente plantas como un zacate de
espigas rosadas (Rynchelytrum repens) de origen africano, que fue
introducido en Sudamérica hace más de un siglo como planta
forrajera. Comenzó a extenderse rápidamente por muchas clases de
ambientes perturbados, sobre todo a lo largo de caminos y
carreteras,
extendiéndose
por
todo
el
continente.
Sus
características son las típicas de todas las plantas que tienen este
comportamiento agresivo: rápido crecimiento, amplia tolerancia a la
variabilidad ambiental, reproducción vegetativa y eficiente
dispersión por semillas que se producen con frecuencia en forma
continua, en climas que así lo permiten.
La falta de estudios profundos sobre la flora arbórea de México y
sus potencialidades de establecimiento y desarrollo en diferentes
ambientes ha determinado que muchas de las especies de árboles
que se utilizan en los programas de reforestación y protección del
suelo sean especies originadas en otros continentes. Algunas de las
más conocidas y utilizadas son las diversas especies de eucaliptos y
41
casuarinas y la grevilea, procedentes de Australia; el sauce llorón
de China, el trueno de Japón, el álamo plateado de Europa, y
coníferas de variados orígenes. Un caso particularmente ilustrativo
es el que nos ofrece el pino americano (Pinus radiata) del Oeste de
la Unión Americana. El pino americano se cultiva ampliamente en
proyectos de reforestación de las montañas del centro de México, a
pesar de que esta especie se encuentra afectada por un gran
número de parásitos y no parece estar muy bien adaptada a las
condiciones ambientales de las montañas mexicanas (González
Vicente, 1984). Esta especie se ha utilizado a pesar de que existen
en México más de 38 especies de pino sólo porque es más sencillo
importar semillas de pinos exóticos que establecer un programa de
recolección de semillas y establecimiento de viveros con especies
nativas. Es un clásico ejemplo de una planeación deficiente de los
programas de reforestación.
El problema generado por la formación de bosques de especies
introducidas, como los eucaliptos (Figura 16), es que se generan en
ellos condiciones ambientales que no tienen ningún parecido con las
que existen en los bosques originales a los que han sustituido, de
manera que muchas especies de plantas y animales no pueden
establecerse en ese ambiente nuevo al que no están adaptadas, y
su diversidad biológica permanece muy baja. Por lo anterior, este
tipo de reforestación no contribuye a la conservación de la flora y la
fauna nativa.
Figura 16. Zona en proceso de reforestación con eucaliptos en las
colinas del norte del Valle de México.
Existen varios casos de introducciones de especies animales que
han alterado las pirámides tróficas de las comunidades naturales.
Los casos más conocidos de esto se encuentran en lagos que tenían
una fauna nativa característica y que sufrieron la introducción
intencional de peces procedentes de otras regiones del mundo.
Estas introducciones generalmente tuvieron buenas intenciones,
como la de incrementar la productividad de los lagos o el control de
las malezas acuáticas, pero demuestran un pobre conocimiento de
42
conceptos elementales de ecología por parte de quienes tomaron
las decisiones. Estas personas pasaron por alto la gran riqueza
ictiológica de los cuerpos de agua dulce del país, en donde se
calcula que existían alrededor de 400 especies, varias de ellas
endémicas y por lo menos 16 ya totalmente extintas. La gran
mayoría de los peces han sido poco estudiados y se desconoce su
potencialidad productiva y la posibilidad de cría y explotación
(Elena, 1988).
De acuerdo con la revisión publicada por Salvador Contreras y Mario
Escalante (1984), en México se han realizado al menos 26
introducciones de especies de peces provenientes de otros países y
se ha intentado el transplante de 29 especies nativas a cuerpos de
agua en los que no existían. De este total de 55 introducciones bien
documentadas, se han establecido poblaciones reproductivas de al
menos 41 especies. El efecto de la mayoría de estas especies sobre
las poblaciones nativas no se ha evaluado suficientemente, pero se
sabe que peces como la carpa común del Viejo Continente, el charal
común de Chapala y la lobina negra del río Misisipi, entre otras, han
afectado a las especies de peces nativas de algunos lagos del norte
de México.
Un caso bien documentado es el efecto de la introducción de la
lobina negra sobre la población de pescado blanco (especie
endémica) en Pátzcuaro. Ambas especies compiten por el alimento,
pero la lobina negra es un depredador más activo que se alimenta
también de formas juveniles de pescado blanco y se reproduce más
velozmente que éste, por lo cual los pescadores del lago han tenido
que incrementar mucho la captura de lobinas para lograr equilibrar
las poblaciones de ambos peces (García León, l985 y Rosas, 1983).
Existen muchos casos de plantas y animales introducidos al
territorio mexicano que viven en mayor o menor medida en relación
cercana con la perturbación que genera el desarrollo de las
actividades humanas. Hasta ahora es poco lo que se sabe sobre el
efecto de estas especies en la conservación de la flora y la fauna
nativa y su penetración espontánea en las comunidades naturales
que aún existen.
PLAGAS
Tanto las especies introducidas como algunas de las nativas pueden
ser favorecidas por la actividad del hombre, que favorece su
reproducción y propagación o elimina a sus enemigos naturales; de
esta manera, se transforman en elementos perjudiciales que causan
pérdidas a las actividades productivas y alteran en forma negativa
el medio ambiente. A estas especies las conocemos con el nombre
de
plagas.
A
continuación
daremos
algunos
ejemplos,
principalmente de aquellas que afectan a las comunidades
naturales, pues hablar sobre las plagas agrícolas y ganaderas está
fuera de los propósitos de este libro.
43
La distribución original de algunas de las malezas acuáticas
flotantes más agresivas, como el lirio acuático y las diferentes
especies de lentejillas acuáticas, estaba restringida aparentemente
al sur de México, en el primer caso, y en el segundo a una
superficie mucho menor que la actual. La eutroficación de los
cuerpos acuáticos y el transporte accidental o intencional de estas
plantas a nuevos ambientes las ha convertido en serias plagas que
amenazan a la flora y a la fauna original de los cuerpos acuáticos
que invaden, pues al cubrir la superficie afectan la penetración de la
luz, la temperatura, la oxigenación del agua y otras características
del ambiente relacionadas directamente con la sobrevivencia de las
otras especies (Figura 17).
Figura 17. Alteración del medio ambiente de un ecosistema
acuático por la proliferación del lirio.
Para combartir a las malezas acuáticas se ha propuesto explotarlas
como abono, forrajes o como materia prima para otros usos.
Cualquiera de estas posibilidades es preferible al uso de herbicidas
o la introducción de animales exóticos que se alimenten de ellas,
pues esto tendría consecuencias impredecibles sobre el medio
acuático. La reintroducción del manatí podría ser la solución en
algunas regiones del sureste, pues este animal devora grandes
cantidades de lirio.
El pastoreo, los incendios, el ocoteo y la resinación han debilitado
los árboles de muchos bosques de pino, lo cual ha favorecido la
proliferación
de
diferentes
especies
de
muérdago,
los
descortezadores y otras plagas de los bosques. En el Parque
Nacional de Zoquiapan, en el Estado de México, del 50 al 75% de
los árboles están infestados de muérdago enano (Rodríguez
Angeles, 1985).
44
En México se calcula que 198 000 hectáreas de bosques de pinos
están en mayor o menor medida afectadas por plagas y
enfermedades (García-Aguirre, 1986). Un caso bien conocido y
frecuentemente citado de introducción accidental de una plaga que
causó una reducción importante de las poblaciones de especies
silvestres de árboles es la enfermedad producida por un hongo en
los olmos, llamada mancha azul del olmo holandés. Esta plaga es
transmitida por dos especies de escarabajos descortezadores
europeos. Hace 50 años la enfermedad llegó de Asia a Europa, en
donde causó muchos daños en la zona norte. Poco después entró
accidentalmente a Norteamérica, en donde causó una importante
disminución en las poblaciones de olmos americanos, tanto
silvestres como cultivadas. Actualmente se han desarrollado
variedades de olmos resistentes a esta plaga. No se sabe si esta
plaga ha afectado a las especies de ulmáceas mexicanas.
Otro caso dramático y bien conocido de daño de una plaga sobre
una comunidad natural está teniendo lugar en los bosques de
abetos conocidos con el nombre de oyamel que cubren las partes
altas de las montañas del centro de México. Estos bosques se
encuentran muy aislados de otros bosques de abetos en
Norteamérica. La plaga es un coleóptero escolítido que se alimenta
de los tejidos vegetales vivos que se encuentran bajo la corteza del
árbol, y termina matándolo cuando la infestación es grande. Los
oyameles han resultado ser muy susceptibles a esta especie, cuya
llegada accidental a esta comunidad ocurrió recientemente. Esta
plaga, aunada al envejecimiento de los árboles y a la pobre
regeneración natural que se da en los bosques como consecuencia
del deterioro originado por la cercanía de la ciudad, ha causado que
en algunos sitios como el Desierto de los Leones se esté
produciendo un deterioro importante del bosque. Las consecuencias
de esta plaga pueden ser muy serias, pues los oyameles son el
componente vegetal dominante de la comunidad y su desaparición
causaría una total modificación del ambiente en el que se
desarrollan las demás especies.
Con la introducción de peces exóticos han llegado a México varias
especies de parásitos de éstos que potencialmente pueden parasitar
a la fauna nativa. La introducción de la carpa herbívora de China
trajo a México una especie de gusano plano del grupo de los
céstodos (solitaria), que ahora se encuentra ampliamente difundido
no sólo en la carpa herbívora sino también en otras especies de
peces nativas e introducidas. Su efecto sobre estas poblaciones es
difícil de precisar (Salgado y colaboradores, 1986). Sin embargo, es
posible que, asociado a otros agentes de disturbio, estos parásitos
conduzcan a un mayor debilitamiento de las poblaciones de peces
en peligro. Por ejemplo, este céstodo se encuentra en el pescado
blanco de Pátzcuaro, especie que disminuye rápidamente como
resultado de la conjunción de varios factores ambientales
detrimentales que hemos descrito en otros ejemplos. El pescado
blanco tiene además otros siete tipos de gusanos parásitos propios
(Osorio Sarabia y colaboradores, 1986). Los parásitos de peces
45
pueden ser transferidos fácilmente de un cuerpo acuático a otro
mediante la introducción de animales infestados o incluso a través
de obras hidráulicas que ponen en comunicación cuencas
separadas.
La introducción accidental de la abeja mielera africana en
Sudamérica se ha convertido en un serio problema para todo el
continente, ya que esta abeja avanza rápidamente hacia el norte,
africanizando las abejas mieleras europeas al cruzarse con ellas.
Estas ya se encontraban muy bien adaptadas a las condiciones
naturales de muchas comunidades diferentes y no habían afectado
mayormente la sobrevivencia de otras especies de ápidos propias
de cada región. Sin embargo, la abeja africanizada, por ser más
agresiva y más ubicua que la europea, puede llegar a afectar
seriamente la sobrevivencia de varias de las especies de ápidos y
de otros insectos nectarívoros y polinívoros de las comunidades
naturales que va invadiendo.
A veces la deforestación, la creación de pastizales, la formación de
basureros, la urbanización y la introducción de animales domésficos
puede favorecer a algunas de las especies nativas de cada región.
Tal es el caso del tlacuache común y del pájaro conocido como
picho (Quiscalus mexicanus) en amplias regiones de las tierras
cálido-húmedas mexicanas. Ambas especies, al ser favorecidas por
el disturbio, aumentan su densidad de población y se transforman
en enemigas de las pocas especies sobrevivientes de la comunidad
original destruida, contribuyendo a su desaparición definitiva. Los
tlacuaches y pichos destruyen los nidos y atacan las crías de
muchas aves, devoran reptiles y batracios, y además aprovechan
los desechos de origen agrícola, ganadero y urbano que la nueva
situación les ofrece.
Una parte de la fauna acompañante del hombre, tanto la
domesticada —perros, gatos— como las indeseables pero
inevitables ratas y ratones, también tiene un efecto nocivo sobre la
fauna de cada lugar que el hombre coloniza. Tanto perros como
gatos se convierten en depredadores de animales en el área de
influencia de los poblados, en tanto que las ratas y ratones
domésticos pueden afectar seriamente la sobrevivencia de algunas
plantas y de animales con los que compiten por alimento o atacan.
La mejor forma de solucionar el problema de las plagas es mediante
el restablecimiento del equilibrio perdido, de manera que las
especies que se transforman en plaga tengan enemigos naturales
que controlen su número. Para esto se requiere conocer más
profundamente la biología de las especies y la estructura de las
comunidades afectadas.
I V .
E S P E C I E S D E P L A N T A S
A N I M A L E S E N P E L I G R O
Y
46
TODAS las formas de deterioro del medio ambiente natural que han
sido descritas en los capítulos anteriores han puesto en peligro la
existencia continua de muchas especies de plantas y animales y de
hecho han provocado ya la extinción de muchas de ellas, pero la
susceptibilidad de las especies a desaparecer depende de varios
factores intrínsecos como su rareza, su vulnerabilidad y su
capacidad de reproducirse y adaptarse a nuevas situaciones, entre
otros. Además, hay que tomar en consideración el grado en que las
especies individuales están siendo afectadas por las actividades
humanas que van dirigidas directamente en su contra, sin afectar a
la comunidad en la que se encuentran, como pueden ser la
extracción selectiva o la explotación dirigida a ciertas especies, o la
caza orientada sólo a los animales más conspicuos de una
comunidad (Figura 18).
Figura 18. Diagrama que muestra las causas de la extinción de las
especies.
RAREZA DE LAS ESPECIES
El grado de rareza de una especie depende de su distribución y
abundancia sobre la superficie de la corteza terrestre. De acuerdo
con la clasificación de Deborah Rabinowitz y colaboradores (1986)
del grado de rareza de las plantas de las islas británicas, pudieron
definirse varios niveles de rareza que también son aplicables a otras
regiones y a especies animales del mundo. Estos niveles de rareza
47
se basan en tres características de las especies: 1) la amplitud de
su distribución geográfica, que va de especies que se encuentran
sobre una superficie muy amplia a especies que se encuentran sólo
en un área pequeña; 2) la especificidad del hábitat, que se define
por el grado en que la especie puede adaptarse o no a diferentes
ambientes o sólo se le encuentre en sitios de características muy
especiales, y 3) el tamaño de las poblaciones en cada localidad
donde se encuentra la especie, que va desde aquellas que siempre
se encuentran en poblaciones numerosas en cualquier lugar de su
área de distribución, a las especies que siempre se encuentran en
poblaciones muy pequeñas.
Con base en los criterios anteriores las especies más comunes
serían aquellas que tienen una amplia distribución geográfica,
amplia capacidad para adaptarse a diferentes hábitats y poblaciones
relativamente numerosas en donde quiera que se encuentren. Estas
son precisamente las características de muchas de las especies que
se han beneficiado de la acción del hombre sobre el ambiente
natural, adaptándose a los ambientes perturbados. En este grupo
no encontramos ni plantas ni animales en peligro sino más bien
especies invasoras.
Existen especies que tienen una amplia distribución geográfica y
una amplia adaptabilidad a diferentes ambientes naturales, pero
están siempre representadas por poblaciones muy poco numerosas
y actualmente muchas de ellas se encuentran en serio peligro de
extinción en gran parte de su área de distribución. Un ejemplo
típico de esta condición es la actual situación en que se encuentran
los grandes carnívoros de México: el lobo, el puma y el jaguar. Las
tres especies tienen una amplia distribución en América y se
encontraban en diversos tipos de ecosistemas naturales, pero
debido a la cacería y a la persecución de la que han sido objeto, así
como a la destrucción o reducción de la superficie de las
comunidades en que se encontraban, actualmente son especies en
serio peligro de extinción en el territorio mexicano, sobre todo el
lobo y el jaguar (Figura 19).
48
Figura 19. Mapa de la distribución original y en 1958 del lobo en
México, según Leopold (1965). La distribución actual se indica
con puntos.
Un ejemplo de plantas de amplia distribución geográfica pero que
se encuentran siempre en ambientes muy específicos y en
poblaciones relativamente numerosas son algunas plantas
carnívoras del género Utricularia que se encuentran en partes
restringidas de los pantanos tropicales. Estos ambientes se están
reduciendo drásticamente o están siendo tan contaminados que
posiblemente estas especies estén en peligro de extinción en México
por lo restringido de su hábitat.
Entre los animales, un caso similar al anterior es el del conejo de
los volcanes o zacatuche; su distribución geográfica se restringe a
los zacatales que se encuentran en terrenos situados a una altura
de entre 2 650 y 4 500 m.s.n.m. en varias de las principales
montañas del Eje Neovolcánico. Sus poblaciones en cada localidad
fueron relativamente numerosas, pero se reducen cada vez más por
el efecto de la cacería y la destrucción del hábitat, dada su
frecuente cercanía a zonas urbanas. Actualmente se le encuentra
sólo en pocas localidades de su distribución original (CeballosGonzález y Galindo-Leal, 1984).
Tres casos interesantes de distribución geográfica muy restringida,
gran especificidad de hábitat y poblaciones poco numerosas se
describen a continuación. La conífera Picea chihuahuana es un tipo
de abeto que se encuentra en algunas zonas muy restringidas,
aproximadamente a 2 400 m.s.n.m. en la Sierra Madre Occidental,
entre Chihuahua y Durango, formando poblaciones de unos cuantos
cientos de individuos (Figura 20). Actualmente el fuego, el pastoreo
y la tala clandestina tienen a esta especie al borde de la extinción
49
(Sánchez-Córdova, 1984). Es muy importante conocer cuanto antes
los recursos vegetales del país antes de que muchos de ellos
desaparezcan y se extingan delinitivamente. Un ejemplo reciente de
un descubrimiento singular es el caso de la planta encontrada en la
hojarasca de una localidad de la selva lacandona de Chiapas,
Lacandonia schismatica, que por tener una peculiar anatomía floral
se constituyó en una nueva familia, género y especie para la
ciencia. Este es un caso extraordinario, dado el amplio conocimiento
que se tiene de las plantas. Esta planta tiene una distribución muy
restringida, una talla muy pequeña y un hábitat muy peculiar, así
que hubiera podido fácilmente pasar inadvertida, ya que el área en
que se encontró estaba en grave peligro de ser deforestada
(Martínez y Ramos, 1988).
Entre los animales, podemos mencionar al extremadamente raro
guan cornudo o pavón, que es un ave de tamaño grande que sólo
habita en escaso número en el bosque de niebla de algunos
volcanes de la Sierra Madre, en Chiapas, y en partes adyacentes de
Guatemala. Actualmente se encuentra en serio peligro de extinción.
CAUSAS DE LA EXTINCIÓN DE LAS ESPECIES
En México, las especies de plantas y animales que se encuentran en
peligro de desaparecer se hallan en esta situación por dos motivos
principales: la sobreexplotación de los individuos de cada especie y
la destrucción de su hábitat natural. Sin embargo, no debe olvidarse
que existen otros efectos indirectos de la actividad humana que
pueden a la larga conducir a una alteración más rápida de las
posibilidades de sobrevivencia de una especie, como la introducción
de nuevos organismos competidores o predadores en las
comunidades, la introducción de nuevas enfermedades y parásitos,
la eliminación de otras especies que efectúan alguna función
importante como servir de alimento, polinizar las flores, dispersar
las semillas, etc. Finalmente, la reducción y fragmentación de la
población de una especie causa también pérdida de la variabilidad
genética, con la consecuente disminución de la adaptabilidad a los
cambios y por lo tanto de su potencialidad para sobrevivir al efecto
de las alteraciones del ambiente.
50
Figura 20. Distribución del género Picea en épocas más frías del
pasado, durante el Plioceno y Mioceno y, en particular, de Picea
chihuahuana actualmente, según Sánchez-Córdova (1984).
Existe una multitud de ejemplos de sobreexplotación, la cual
consiste básicamente en tomar de las poblaciones silvestres más
individuos de los que pueden ser reemplazados por la fertilidad
natural de la especie. Entre los animales puede darse el ejemplo
clásico del bisonte del sur de Estados Unidos y norte de México,
cuyas poblaciones se mantenían numerosas, a pesar de que las
tribus nómadas de esas regiones sacrificaban continuamente cierta
cantidad de individuos para su manutención. Al llegar las armas de
fuego, los caballos y la ganadería, la tasa de eliminación de
individuos fue superior a las posibilidades de recuperación que tenía
la especie, de manera que pronto el bisonte estuvo al borde de la
extinción y sólo sobrevive, hoy en día, en algunos parques
nacionales y reservas (Figura 21).
51
Figura 21. Cazadores de bisontes. Los caballos y las armas de
fuego fueron ventajas demasiado poderosas de los cazadores
sobre los bisontes.
En situación similar se encuentran muchas otras especies cuyas
poblaciones se han reducido al mínimo. Para citar algunos ejemplos
mencionaremos al cocodrilo y al manatí, que abundaban en los
cuerpos acuáticos de las costas mexicanas, así como varias
especies de patos y gansos, el lobo, las dos especies de osos
mexicanos, el tapir, el jaguar, el mono araña y muchísimas otras.
Entre las plantas, la extracción excesiva de individuos de ciertas
especies también las ha puesto en peligro de desaparecer sobre
extensas áreas. Un ejemplo bien conocido es el caso del palo fierro
(Olneya tesota), que es utilzado por los indios seris para hacer
artesanías de madera. La popularización del uso a mayor escala de
esta bella clase de madera en poblaciones de Sonora como
Hermosillo, Caborca, Peñasco y Bahía Kino ha provocado una
disminución en las poblaciones explotables (árboles grandes) de la
planta, que es de lento crecimiento.
Existe un gran número de especies de orquídeas, cactáceas y
pequeñas palmas, usadas como plantas de ornato, que están siendo
extraídas con la finalidad de surtir la demanda de estas plantas en
México y principalmente en el extranjero. Esta extracción está
poniendo en peligro su sobrevivencia, ya que se sabe poco acerca
de su abundancia y capacidad de reproducción.
En el estado de Zacatecas existe un pino piñonero endémico (Pinus
maximartinezi) sobre un área muy reducida de sólo 6 km². La
explotación de los enormes piñones de esta especie la está
poniendo en peligro de extinción, pues el reclutamiento de nuevos
individuos ha cesado (Sánchez-Vélez, 1987).
La destrucción o reducción del hábitat natural es sin duda el
principal factor que está poniendo en peligro la sobrevivencia de la
mayoría de las especies, pues una vez destruido el medio ambiente
al cual una especie está adaptada, su posibilidad de recuperarse a
través de la reproducción queda virtualmente eliminada. Por
ejemplo, es posible dictar leyes estrictas que eviten la cacería de los
primates mexicanos, pero si su hábitat, que es la selva cálidohúmeda madura, continúa fragmentándose y disminuyendo en
superficie, los primates estarán irremediablemente condenados a la
extinción, pues para encontrar los recursos alimentarios que
necesitan para sobrevivir se requiere de la existencia de fragmentos
relativamente extensos de este tipo de comunidad vegetal.
En la región de Los Tuxtlas, Veracruz, para la Estación de Biología
de la UNAM, que se encuentra en esa zona, se ha reportado la
existencia en la vegetación no alterada de 315 especies de aves
52
pertenecientes a 44 familias. La destrucción de la selva causaría la
desaparición de la gran mayoría de ellas, pues las características de
las áreas abiertas no son propicias más que para unas cuantas
especies presentes en la selva. Así, las áreas abiertas son
colonizadas principalmente por otras especies de aves que invaden
la región, procedentes de zonas ya perturbadas (Coates-Estrada y
Estrada, 1985).
Con respecto al efecto de los otros factores mencionados al
principio de este inciso, es mucho menor lo que se sabe sobre casos
particulares. Sin embargo, es de suponerse que cuando las
poblaciones son pequeñas y aisladas, el apareamiento entre
individuos cercanamente emparentados debe conducir a un
incremento en la presencia de defectos genéticos y a una
disminución de la variabilidad y capacidad adaptativa. La viabilidad
que tiene una población para continuar existiendo depende del
número de individuos que la componen, la cual depende, a su vez,
de la existencia de una superficie mínima habitable que le permita
llevar a cabo sus funciones vitales y reproductivas. La superficie que
constituye el área mínima indispensable para la sobrevivencia de
cada especie varía notablemente en relación con la posición de la
especie en la pirámide trófica del ecosistema del que forma parte.
En el caso de las plantas, existen especies representadas por
muchos individuos en una superficie pequeña y otras representadas
por individuos muy aislados en amplias superficies. Lógicamente, en
el segundo caso será necesaria la preservación de una gran área de
la comunidad natural para asegurar la reproducción y el
mantenimiento de la variabilidad genética de esas especies.
Entre los animales, el área mínima varía notablemente en relación
con el tipo de alimento consumido, de manera que los herbívoros
pequeños poco especializados en su dieta requerirán de superficies
mucho menores que los carnívoros de gran talla, que consumen
mamíferos y aves grandes. Por ejemplo, se calcula que un solo
jaguar necesita entre 25 y 30 km² pra obtener su alimento, de
manera que una población viable de jaguares requiere una
superficie mucho mayor que ésta. Otros aspectos del
comportamiento de las especies, como su territorialidad y su grado
de sociabilidad, también son importantes en la determinación de la
superficie que requieren para sobrevivir.
EXTINCIÓN DE ESPECIES
La extinción de especies se ha dado en forma normal desde que
existe vida en el planeta Tierra. En el registro fósil encontramos
muchas formas de vida que existieron en el pasado y que ya no se
encuentran más. Ha habido además varios periodos de extinción
masiva de especies que probablemente fueron causados por
grandes catástrofes naturales a escala global. Una de las más
conocidas extinciones masivas fue la de los dinosaurios, hace 65
millones de años (Figura 22).
53
Figura 22. Dinosaurios. Los animales extintos más conocidos
popularmente.
En la actualidad, el grado de rareza de las especies determina su
susceptibilidad a la extinción definitiva, ya que una especie de muy
amplia distribución geográfica puede estar a punto de extinguirse
en algún país pero ser relativamente abundante en otro. Para
mencionar un ejemplo podemos citar el caso del jaguar, que existe
desde México hasta Argentina. En México es una especie en peligro
de extinción, pero no lo es aún en la inmensa Amazonia
sudamericana, aunque sus poblaciones van disminuyendo
rápidamente.
Las especies endémicas de áreas vulnerables al deterioro se
encuentran en serio peligro de extinción, y su número puede ser
altísimo si consideramos no sólo a las especies más conspicuas,
sino también a aquellas que pasan inadvertidas para la mayoría de
las personas, por ejemplo, muchos invertebrados, algas, musgos,
pequeñas plantas, etcétera.
Se han publicado varias listas de especies de plantas y animales
mexicanos en peligro de extinción. Andrés Vovides (1981) menciona
más de 200 especies de plantas vasculares que son muy raras,
están en peligro de extinción o ya están extintas; entre éstas
destaca la familia de las cactáceas con casi la mitad de las especies
reportadas, de las cuales 47 ya se consideran extintas. Este trabajo
es sólo un listado preliminar, pues el pobre conocimiento que se
tiene aún de la flora mexicana y la falta de inventarios impide
mayor precisión en los datos.
54
Se han dado otros listados de especies raras y amenazadas, pero
éstos son francamente deficientes, ya que con frecuencia se
enlistan especies que, aunque están siendo explotadas, distan
mucho de estar en peligro de extinción.
Con respecto a las aves y a los mamíferos, Alejandro Sánchez-Vélez
(1987) menciona que son alrededor de 150 especies las que se
encuentran en peligro de extinción en el territorio mexicano,
aunque no todas ellas corren el mismo peligro, pues especies como
el berrendo y el perro de las praderas son relativamente
abundantes en el territorio de Estados Unidos, de donde pueden
reintroducirse al territorio de México, en tanto que el conejo de los
volcanes o la tortuga del desierto son responsabilidad exclusiva de
los mexicanos, por ser especies endémicas.
Algunas especies de aves y mamíferos se han extinguido totalmente
del territorio mexicano desde hace tiempo. Mencionaremos, entre
otros, a la foca monje de las costas y arrecifes del Caribe, al cóndor
de California, al bisonte, al oso gris y posiblemente al castor.
V .
A L T E R N A T I V A S P A R A
C O N S E R V A C I Ó N
L A
LA PREOCUPACIÓN por la conservación de la naturaleza es un
fenómeno nuevo en la sociedad mexicana, que afortunadamente se
extiende cada día a sectores más amplios de la población, ya que
toda acción conservacionista que se haya tomado o que se tome en
el futuro requerirá de la participación y colaboración de toda la
población. De otra manera es dilícil pensar que el deterioro de la
naturaleza pueda terminar.
Las acciones conservacionistas pueden dividirse en cinco tipos
principales: 1) creación de áreas protegidas; 2) explotación
conservacionista de los recursos naturales; 3) bancos de
germoplasma; 4) emisión de leyes y reglamentos para proteger la
naturaleza, y 5) acciones educativas que formen una nueva
mentalidad con respecto a nuestra relación con la naturaleza.
ÁREAS PROTEGIDAS
Antes del gobierno del general Lázaro Cárdenas se había hecho muy
poco en lo que respecta al establecimiento de parques nacionales y
reservas naturales, aunque oficialmente la conservación en México
se inicia en 1786 con la protección oficial del bosque del Desierto de
los Leones para resguardar sus manantiales. La Constitución de
1917 contiene en el artículo 27 un párrafo en el que se habla del
papel del Estado en la conservación de la naturaleza. Durante el
gobierno del general Cárdenas se crearon, principalmente por
iniciativa del ingeniero Miguel Ángel de Quevedo, 36 parques
nacionales en 17 estados, con una superficie total de 800 000
55
hectáreas; posteriormente se continuó con la creación de parques
hasta llegar a los 58 que hay en la actualidad, de los cuales muchos
no son parques más que de nombre, ya que se encuentran en áreas
urbanas, y su razón de existir tiene más valor histórico que de
conservación, o bien son usados para la agricultura, el pastoreo, la
explotación forestal y otras funciones, como por ejemplo el
motocross y otras cosas aún más destructivas. Además de parques
nacionales existen monumentos naturales, reservas de la biosfera,
reservas ecológicas, parques urbanos, estaciones experimentales,
etc., que se han creado con el objeto de proteger fragmentos
conservados de comunidades naturales, aunque no todos ellos
cumplen su función adecuadamente. No se incluirá aquí una reseña
de las áreas protegidas que existen, pues aparecen ya en varias
publicaciones (Vargas-Márquez, 1984 y Sánchez-Vélez, 1987).
La creación de áreas de comunidades naturales protegidas debe
continuar con base en los siguientes criterios: 1) definición de las
áreas naturales que por su composición y estructura se encuentren
mejor conservadas; 2) buena representación de la diversidad de
ambientes existentes en el territorio de México; 3) superficies lo
suficientemente amplias para permitir la conservación de las
especies representativas de todos los niveles tróficos del ecosistema
y de un cierto grado de variabilidad genética intraespecífica; 4)
énfasis especial en áreas únicas, que contengan especies en serio
peligro de extinción o que sean especialmente vulnerables al
deterioro, y 5) protección especial a zonas como cabeceras de
cuencas de ríos, vegetación costera, cinturones forestales
suburbanos, etc., cuya destrucción trae serias consecuencias en el
régimen de los ríos, en la productividad costera y en los factores
que generan contaminación atmosférica.
En todos los casos anteriores, para asegurar la conservación es
necesario definir con precisión las formas de propiedad de la tierra
que mejor se adapten a una integración con las áreas circunvecinas
de propiedad privada o comunal, de manera que la presión por
nuevas tierras productivas no las afecte (Figura 23).
56
Figura 23. Estructura organizativa de una reserva biológica ideal
con un área protegida y un área de amortiguamiento en la zona
de disturbio humano.
Otras formas de conservación que deben explorarse y que pueden
extenderse a terrenos de propiedad privada o comunal son los
ranchos cinegéticos o cotos de caza, los parques turísticos y los
jardines botánicos naturales, que por sí mismos pueden proveer de
ingresos a la población cuando tienen la infraestructura y
reglamentación adecuada, lo cual aseguraría su preservación.
EXPLOTACIÓN CONSERVACIONISTA DE LA NATURALEZA
Una de las formas más realistas de conservar la naturaleza es
hacerla producir sin destruirla; es decir, obtener los beneficios que
una comunidad natural puede proporcionar sin conducirla hacia un
deterioro irreversible. No todas las comunidades naturales tienen la
misma flexibilidad para permitir una explotación racional: algunas
pueden ser explotadas con relativa intensidad sin ser destruidas,
pero otras sufren serias alteraciones aun bajo presiones de
explotación moderadas. Para conocer el potencial productivo de una
comunidad natural se requiere de un conocimiento biológico y
ecológico profundo de su composición, dinámica y productividad de
57
biomasa, que permita determinar cuánto es posible extraer de su
flora o de su fauna sin alterar su equilibrio.
De hecho, a veces la prohibición total del uso de cierto recurso
puede ser más perjudicial para su conservación que su explotación
racional, ya que lleva a la gente a explotarlo ilegalmente o a
destruir su hábitat para destinarlo a otro uso productivo. De esto se
darán ejemplos más adelante.
De las diferentes comunidades naturales que componen el espectro
biológico de México, las más aptas para una explotación racional
conservacionista son los bosques de coníferas y posiblemente los
pastizales naturales. Otras comunidades también pueden ser
explotadas, aunque los riesgos de deterioro aumentan en función
de la diversidad de especies, la productividad en términos de
biomasa y la fertilidad del suelo. Por ejemplo, los recursos
forestales de las muy diversas selvas tropicales son difíciles de
explotar sin causarles deterioro, pues la alta diversidad de especies
de árboles determina que los requerimientos para que cada una de
ellas regenere sus poblaciones sean diferentes, y que las complejas
interacciones bióticas entre las plantas, y entre éstas y los demás
componentes de la comunidad viva sean alteradas fácilmente.
En comunidades áridas pobladas por plantas de lento crecimiento y
en áreas de suelos muy pobres en nutrientes, los problemas de
explotación son diferentes a los que ocasiona la alta diversidad,
pero no por ello son menos difíciles de resolver. Por ejemplo, el
pastoreo de cabras en una zona árida podría ser visto como una
solución al problema de la explotación de estas regiones, pero ese
pastoreo va a tener consecuencias más serias sobre muchas de las
especies vegetales de lento crecimiento que el pastoreo de vacunos
en un pastizal natural bien manejado, en el que se respete el
coeficiente de agostadero.
La explotación de bosques de estructura relativamente sencilla y
baja diversidad de componentes arbóreos, como la mayoría de los
bosques de coníferas, puede realizarse con éxito siguiendo normas
ya bien conocidas, por ejemplo, entresacar los árboles maduros,
procurando
mantener
una
buena
repoblación
natural
y
contribuyendo a ésta con la introducción de plántulas producidas en
viveros, de todas las especies que se explotan en la comunidad.
Para que la explotación tenga éxito sostenido deben tenerse bajo
control otros factores de disturbio como el pastoreo y el fuego. De
esta manera el bosque se convierte en una importante fuente de
ingresos para los pobladores del área, quienes tratarán de
mantener su patrimonio evitando ellos mismos los agentes
destructivos. Esto es exactamente lo contrario de lo que ocurre
cuando se prohíbe totalmente la explotación de los bosques, pues
en estas circunstancias, al no obtener ningún beneficio del bosque,
los habitantes del área no cuidan el recurso, y practican el pastoreo,
las quemas, el ocoteo y a veces la tala clandestina, o recurren a
acciones como el cinchamiento (estrangulamiento de la base del
tronco con un alambre apretado) de árboles para provocar su
58
muerte y justificar así su derribo y la apertura de terrenos a la
agricultura y al pastoreo.
El bosque bien explotado puede proveer también de otros recursos,
como fauna cinegética, hongos comestibles, cierta cantidad de leña
y carbón, y conferir atractivo al paisaje, lo que trae otros beneficios
económicos como el turismo y el excursionismo, además de todas
las ventajas ya mencionadas relacionadas con la conservación del
suelo y de los ciclos hidrológicos.
En las zonas áridas con baja densidad de población, una forma de
explotación poco explorada es la creación de cotos de caza en
donde la fauna cinegética (de interés para el cazador) pueda
reproducirse, incluso ayudada por medio de criaderos, de manera
que se pueda ofrecer al año un cierto número de cabezas de las
especies cinegéticas a los cazadores, quienes tendrán que pagar los
derechos de uso del coto. Este manejo ha dado buenos resultados
en otros países (Gómez-Pompa, 1985; figura 24). Estos cotos
asegurarían la conservación de especies como el berrendo, el
borrego cimarrón, el venado bura y de cola blanca, y otras que,
bajo la presión de la caza ilegal y la destrucción de sus hábitats,
estarían, a corto o a largo plazo, destinadas a desaparecer. Es
posible que pueda aplicarse una estrategia similar en zonas cálidohúmedas.
Figura 24. Algunos animales de valor cinegético criados en cotos
europeos.
59
El establecimiento de criaderos de animales que actualmente están
sometidos a una fuerte presión por parte de los cazadores podría
ser una forma de asegurar su perpetuación. El cocodrilo, las boas,
el pecarí de collar, el tepezcuintle, el serete (Dasyprocta
spp.)pueden criarse en cautiverio con relativa facilidad, lo cual
disminuiría la presión sobre las poblaciones silvestres y permitiría
repoblar áreas en las que escasean.
Con respecto a la flora, es necesario realizar más investigaciones
sobre las potencialidades de muchas especies nativas para ser
usadas en programas de repoblación y reforestación en lugar de las
especies introducidas, e incluir en estos programas especies en
peligro de extinción que puedan tener una potencialidad productiva
aún desconocida.
Para disminuir la presión sobre las poblaciones naturales de
cactáceas, otras plantas suculentas, orquídeas y otros tipos de
plantas muy buscados por su valor ornamental, es necesario buscar
mecanismos de propagación que incluso pueden ser puestos en
práctica por los mismos pobladores de las áreas en que se
encuentran estas especies y servir así como otra fuente de recursos
económicos. En muchos países la propagación por el método de
cultivo de tejidos vegetales se practica ampliamente con el
propósito de obtener plantas, al igual que el establecimiento de
viveros. Los procedimientos son tan conocidos que no es necesario
tener un entrenamiento muy avanzado para dominarlos.
La explotación de las selvas de las zonas cálido-húmedas ofrece
serias dificultades en todo el mundo; sin embargo, hay
procedimientos que permitirían la explotación de ciertas especies
valiosas para disminuir la presión sobre las áreas naturales
conservadas. Estos consisten en el uso de los sitios con vegetación
secundaria como lugar para repoblar con mezclas de árboles de
especies apreciadas por su madera u otros usos. Además, deben
buscarse procedimientos para obtener recursos de las selvas sin
causar su alteración irreversible.
BANCOS DE GERMOPLASMA
Este concepto puede definirse como la conservación de la diversidad
genética haciendo uso de cualquier procedimiento que permita
preservar la información genética contenida en todas las especies
de seres vivos, para recuperarla cuando se requiera desarrollar o
recrear a esos seres vivos o alguna de sus potencialidades
genéticas.
Los bancos de germoplasma pueden ser reservas biológicas, bancos
de propágulos como semillas o esporas, bancos de tejidos en cultivo
o congelados, bancos de cultivo de microorganismos, jardines
zoológicos y botánicos, etc. En la conservación de la diversidad
biológica todas las estrategias pueden ser válidas y deben ser
exploradas, hasta donde los principios morales de nuestra sociedad
60
lo permitan, siempre que estas acciones no pongan en peligro a la
propia naturaleza.
LEYES Y REGLAMENTOS
Las medidas conservacionistas existen en México desde la época
precortesiana. Roberto Villaseñor Ángeles (1979) hizo una
recopilación sobre algunas de estas disposiciones. El rey chichimeca
Nopaltzin promulgó normas para restringir la quema de montes y
esta acción era castigada con la pena de muerte. Otras
reglamentaciones prehispánicas establecían controles sobre el uso
de la fauna silvestre. Durante la época de la Colonia se pusieron en
práctica normas legales en materia forestal que existían en España;
entre ellas, el documento de Las Siete Partidas del rey Alfonso X,
que reglamentaba el uso de los recursos forestales por parte del
Estado. Como consecuencia del gasto de carbón y madera
ocasionado por la intensa actividad minera virreinal, a lo largo de la
Colonia se emitieron varias ordenanzas sobre el uso de los bosques
y el corte de ciertas especies. Además, existían algunas
reglamentaciones sobre de las actividades de caza y pesca.
En el México actual existen leyes y reglamentos destinados a
"mantener el equilibrio ecológico", como la Ley General del
Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente que ya ha sido
aprobada y publicada en el Diario Oficial el jueves 28 de enero de
1988 (Figura 25).
61
Figura 25. Primeras frases de la Ley del Equilibrio Ecológico
publicada en el Diario Oficial de la Federación en 1988.
El aspecto más difícil de llevar a la práctica en toda ley y
reglamento no es el idearlos y aprobarlos, sino hacer que tengan
una validez en la práctica y que sean respetados y ejecutados en la
forma en que fueron concebidos. Para lograr esto lo más importante
es que la población conozca los motivos por los cuales existen estas
leyes y reglamentos y la importancia de su aplicación y respeto. La
naturaleza no se va a conservar por decreto. Es necesario modificar
las condiciones socioeconómicas que han conducido hasta ahora a
su destrucción acelerada.
EDUCACIÓN
62
Como habíamos comentado en el Prefacio de este libro, los
habitantes de este país, hoy en día, pertenecen mayoritariamente a
la cultura occidental judeocristiana, que tiene una concepción
profundamente antropocéntrica del mundo. Para nuestra civilización
es tradicional la visión de que el mundo natural, plantas, animales y
otros recursos, han sido creados para nuestro uso y beneficio y no
tienen en sí otro valor que el que nuestra sociedad les atribuye. Por
eso es tan importante que la educación tenga un profundo
contenido científico, ya que cuando se entiende el funcionamiento
de la naturaleza, el estrecho vínculo que guardan entre sí los seres
vivos, el mundo inorgánico y nuestra propia existencia y
posibilidades de sobrevivir, se comprende finalmente el valor
intrínseco de todos los seres vivos y se aprende a respetarlos.
Hemos presenciado un importante cambio de actitud con respecto a
la naturaleza en una parte de la población de México. En el pasado
era común la tendencia a eliminar a todo ser vivo extraño que se
atravesara en el camino de los niños, incluso con la aprobación de
sus propios padres. "Mata a ese bicho" era una expresión cotidiana
en muchos hogares. Ahora mucha gente muestra un respeto mucho
mayor a los seres vivos y lo transmite a sus hijos. No cabe duda
que esto es consecuencia de toda la enseñanza de la ecología, no
sólo la que se realiza en la escuela, sino también de la información
que accidental o conscientemente se cuela en otros medios de
difusión de información como la radio, la televisión, el cine, y los
diarios.
Aún resta mucho por hacer a este respecto, sobre todo en el
campo. Muchos campesinos son conscientes de la importancia de la
conservación de la naturaleza y tienen una gran riqueza de
conocimientos empíricos sobre ella; sin embargo, su situación
económica los presiona a actuar en contra del ambiente. La
educación en este medio encontrará indudablemente condiciones
muy receptivas a esta información, que aún está muy poco
difundida en el campo.
Junto con el conocimiento empírico de la naturaleza, en el campo
también existen mitos y leyendas que conducen a la destrucción
selectiva de ciertas plantas y animales a los que se les atribuyen
poderes y propiedades malignas imaginarias. En esta zoología y
botánica fantástica abundan las aves que anuncian la muerte con su
canto, como las lechuzas, y las serpientes, que roban la leche de
vacas y mujeres durante la noche.
V I .
E P Í L O G O
A LO largo de las páginas anteriores hemos revisado algunos de los
problemas más serios que atentan contra la conservación de la
naturaleza en nuestro país. La solución de la mayoría de ellos y la
conservación de algunas de las áreas naturales que aún quedan
63
depende en primer término de que todos hagamos de esto una
causa común, que se refleje en cada una de nuestras acciones.
Debemos ejercer presión a nivel social y político, para que se
combatan las causas del deterioro y se castigue a los culpables de
violar las leyes existentes al respecto; presionar conjuntamente
para que se aumente la inversión en investigación científica sobre
los recursos naturales y su conservación; tomar conciencia de
cuáles son las actividades cotidianas que afectan el entorno vivo y
tratar de evitarlas; en suma, transmitir a las nuevas generaciones
otra forma de ver y apreciar el mundo vivo que nos rodea.
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C O N T R A P O R T A D A
Lo presencia de cada planta y de cada animal que constituyen una
comunidad natural es consecuencia de un conjunto de factores
ambientales y accidentes históricas. Los primeros favorecen que los
seres vivos puedan establecerse desarrollarse y reproducirse: los
segundos que hayan tenido la oportunidad, por factores
geográficas, de llegar al lugar propio y colonizarlo. México reúne
una serie de caracteríscas excepcionales para que su mosaico de
comunidades naturales sea tan variado que sorprende desde
muchos puntos de vista. Así, en la superficie del país caben casi
todos los paisajes naturales del planeta. Esto se debe a la orografía
ya que el país se halla en la zona de transición entre el trópico
centroamericano y caribeño y la zona subtropical de América del
Norte. Los botánicos calculan que en México vegetan unas 35 000
especies de plantas vasculares, en tanto que naciones más
extensas, como Estados Unidos y la URSS,tienen respectivamente 18
mil y 20 mil especies respectivamente.
Por citar dos lugares en especial, en La destrucción de la naturaleza
se nos dice que en la región del Bajío y en el Valle de México ha
desaparecido casi totalmente la vegetación origjnal. La intención de
los autores es, en consecuencia, describir la riqueza de
comunidades naturales y de seres vivos y las causas de su
empobrecimiento y desaparición con el efecto que ambos factores
ejercen sobre el medio ambente. En especial, en este libro se tratan
69
algunas de las medidas que es posible tomar para detener el
proceso de deterioro.
La solución al problema de la destrucción de la naturaleza depende
de que la convirtamos en causa común que se refleje en nuestras
acciones. Es necesario ejercer presión, a nivel social y político, para
que se combatan los causas del deterioro y se castigue a los
culpables de violar las leyes al respecto y transmitir a las nuevas
generaciones una forma nueva de ver y apreciar el mundo vivo que
nos rodea.
Alma Orozco Segovia realizó su licenciatura, maestría y doctorado
en biología en la Facultad de Ciencias de la UNAM. Actualmente es
profesora de la UAM Iztapalapa e investigadora asociada de tiempo
completo del Centro de Ecolagía de la UNAM. El doctor Vázquez
Yanes también se doctoró en la Facultad de Ciencias de la UNAM y ha
hecho trabajos de investigación en Bélgica, Francia, Inglaterra,
Dinamarca y EUA. Es investigador de tiempo completo del Centro de
Ecología de la UNAM y ganador (1983) del Premio de Ciencias
Naturales de la Academia de Investigación Científica.
Diseño: Carlos Haces / Fotografía: Carlos Franco.
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