Podía haber sido peor

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Podrla haber
sldo peor
Pseudönimo: Almudena
El vuelo Fräncfort-Madrid saliö como siempre retrasado Los asientos incömodos. El
chico patilargo sentado tras de mi me estä clavando las rodillas a la altura de
la
cintura. Me remuevo como un bebe atado a su sillita, incömodo, pero incapaz de
desasirse del engorroso asiento y el patoso germano abre las piernas apoyado sus
rodillas en algün otro sitio donde no las siento mäs, oprimi6ndome, como el denso y
asfixiante aire, demasiado caliente -teniendo en cuenta que afuera la temperatura
rondarä los bajo cero- con olor a axila y a calcetines madorosos. Podria haber sido
peor. Podriamos habernos quedado esperando el aviön en un aeropuerto abarrotado
de pasajeros provisionalmente sin destino, extraviados a su suerte en una u otra
terminal, mirando las pistas cubiertas de hielo y nieve y las pantallas con
demasiadas letras rojas de cancelado. Podriamos no haber tenido suficiente para
pagar los pasajes de aviön con sus precios hinchados por la proximidad de las
fiestas navidefras y mi padre, claro, no hubiera aceptado nunca que mi abuela nos
pagara los billetes; no despu6s de haber pasado los tres meses anteriores a nuestra
partida hacia Fräncfort habitnado en su casa, apretados en
el
dormitorio de
huöspedes, viviendo de prestado. Podrlamos haber pasado las navidades aqui, los
tres, mirändonos el uno al otro, sin saber si reprochar o alabar a mi padre por su
decisiön de venirse aqui, a Fräncfort.
"Tenemos que hablar, Almudena", dice
mi
madre, mientras mis ojos ven
empequefrecerse los coches, las autopistas, los campos nevados
y mi mente se
concentra en entender la letra de la canciön en inglös que suena en mi MP3. Subo
mäs el volumen. No tengo ganas de escuchar lo que quiere decirme, sea lo que sea.
La ültima vez que dijo que teniamos que hablar fue para decirme que nos veniamos
a Fräncfort, que mi padre conocia todavfa a no s6 qui6n que habia estado en la
escuela con öl y que podia encontrar un trabajo alli. Mi padre, que todavia habla
alemän, que todavia tiene amistades en Alemania. Y es que öl naciö alli, en un
pueblo o pequefra ciudad llamada Kelkheim, no muy lejos de Frankfurt. Sus padres,
mis abuelos, que en paz descansen, un extremeflo que llegö a Alemania con poco
mäs de dieciocho afros y una andaluza, nacida en Cördoba, que mi abuelo habfa
conocido en no s6 quö romerla
y que se fue tambi6n a Kelkheim unos afros
despu6s, vivieron y trabajaron desde mediados de los sesenta hasta principios de
los ochenta en Alemania. Fue el afro del mundial de Espafra, 1982, cuando
decidieron regresar. Habian ahorrado bastante dinero en los casi veinte afros que
habia trabajado alli, en no sö que fäbrica de Fräncfort. Espafra prometia, con sus
nuevos aires democräticos y su inminente modernizaciön, y era bien poco los que
les vinculaba a Alemania. Algunos de sus amigos de la colonia espafrola ya se
habian vuelto, el trabajo no les gustaba demasiado y mi padre estaba por obtener su
titulo en la escuela, no recuerdo muy bien cuä1, pero creo que el de Realschule, Mi
abuelo pensö que era el mejor momento para irse, en cuanto mi padre empezara
una formaciön profesional o siguiera estudiando, tendrian que esperar otros cinco
afros a que terminara y puede que entonces se le hiciera dificil el retorno. Ademäs si
no se iban seguro que mi padre se les terminaria de germanizar, se casarla con una
u otra valquiria y sus nietos renegarian de su ascendencia espafrola y se dirigirian a
ellos en alemän, una lengua que, creo yo, no llegaron nunca a dominar.
A mi padre debiö costarle, debia haber hecho nueve o diez afros de escuela cuando
volvieron
a Cäceres. Seguro que dejö amigos, incluso una primera novia y
los
deseos de convertirse en arquitecto algün dia. En Espafra sus suefros no se hicieron
realidad. Terminö
el bachillerato espafrol, despuös de que el primer aflo en
el
institutito le costara, Aprobö la selectividad con una nota mediocre, que no le dio
para Ingenieria, asi que comenzö Derecho. No terminö la carrera porque no le
gustaba
y se puso a trabajar. Su primer empleo: representante de productos
farmacöuticos. No le fue mal. Viajaba mucho, pero el producto se vendia bien y las
comisiones por ventas dejaban una buena remuneraciön a final de mes. La empresa
ofrecia a sus empleados cursos de formaciön cada vez que entraban productos
nuevos. Fue en una de esas formaciones, el afro de las Olimpiadas en Barcelona y
de la Expo en Sevilla, donde conociö a mi madre. Amor a primera vista o no, como
dicen ellos despu6s de vivir seis afros juntos en un apartamento en el Barrio de
Malasafla en Madrid, decidieron casarse, por lo civil y con la barriga del sexto mes
de embarazo, para disgusto de mi abuela materna, a la que siempre le han gustado
las lglesias y los trajes largos y el invitar a familiares, amigos, conocidos y poco
conocidos.
Mi padre no querla gastarse mucho en la boda, nunca ha sido un derrochador,
siempre le ha gustado el gasto practico, y los ahorros que no eran para la boda, ni el
banquete, ni el traje de novia, si no para le entrada de un piso en el Barrio del Pilar.
Malasafla estaba bien para una pareja joven, pero no para una joven familia. Su hijo,
o sea yo, necesitaba vivir en un barrio mäs seguro, de clase media, con buenos
colegios. Las viviendas alli eran nuevas
y estaban bien de precio. La burbuja
inmobiliaria no habia empezado todavia.
"Almudena, tenemos que hablar" repite mi madre. "No ves que estä dormida", oigo
decir a mi padre". "Seguro que se lo hace. No oyes lo fuerte que ha puesto la
müsica. iAlmudena...!' Mi madre estä empeflada en comunicarme lo que sea y yo
quiero tener el vuelo en paz. "D6jala tranquila, luego hablaremos con ella. Estos seis
meses en Alemania no han sido fäciles para ella. El cambio, dejar a sus amigos,
aprender alemän. Lo s6 muy bien, yo tambi6n pas6 por ello, pero al menos hablaba
bien espafrol cuando mis padres regresaron
a
Espafra. Ojalä hubiera hablado
alemän con ella... Pero quien me iba a decir a m[ que iba a volver.,. despu6s de
tantos aflos..."
El cambio se me hizo arduo, abstruso y absurdo. Con casi quince afros ir a un pais
del que sabes poco mäs de lo que tus abuelos y tu padre te han contado. Que si es
frio, que si hay muy poco sol, que si hay muchas reglas que respetar, decfa mi
abuela. "Nunca fuimos parte del pais. Solo trabajadores de paso, invitados de
piedra, joder", le oi tantas veces repetir a mi abuelo. "Mucha patata, mucho cerdo y
todo regado con nata. Cantidad, pero no calidad en la comida. Aquf se come mejor."
Era lo que la abuela contaba cada vez que comiamos con ellos, esperando una
lluvia de alabanzas hacia su comida castiza, pero con sabor a autöntico. "No todo
fue tan malo." Decia a veces el abuelo cuando los denuestos ciertos o no habian
acabado por ser el ünico tema de conversaciön. Entonces mi padre contaba como
habian sido sus aflos de colegio, recordaba a mis abuelos, que quizäs ellos no, pero
que 6l si habia tenido muy buenos amigos, muchos de ellos alemanes, otros no, y
que todavia conservaba algunos. Fue precisamente uno de ellos, Heiko, el que
animö a mi padre a que volviera, el que incluso le buscö un trabajo en UPS, el que
nos ayudö en la büsqueda de vivienda y se ofreciö como garantia, cuando vio que
nadie queria alquilarnos un piso con el contrato de prueba de mi padre. "Er ist auch
Deusch", le dijo Heiko a uno de los propietarios que a pesar de sentir simpatia hacia
mi padre tenia reticencias o miedo a ofrecernos el contrato del piso, por si no
podiamos pagar. Heiko sonrio al casero y le dijo no sö quö cosa en alemän que le
hizo refr y volvieron a sentarse a la mesa, esta vez para firmar el contrato de alquiler
en un barrio llamado Fechenheim. Para lo que habiamos visto no estaba mal, dos
dormitorios bastante grandes, un salön espacioso y luminoso, la cocina en madera
de roble, anticuada pero robusta y con todos los electrodomösticos funcionando,
calefacciön, normal, no me imagino que haya aqui pisos sin calefacciön como en
Espafra y la parada del autobüs enfrente de la casa.
Que el autobüs estuviera cerca no quitaba que el ir a mi nuevo instituto fuera
fastidioso y consumiera su tiempo. En Madrid caminaba de casa al instituto, pasaba
a recoger a mi amiga Julia, que vivfa en el portal adyacente, o me encontraba con
algün compafrero de clase por el camino. Habläbamos de las clases, de los
profesores, de si algün chico iba a celebrar una fiesta o si habia colgado fotos en su
cuenta de facebook y antes de que hubi6ramos tenido tiempo de terminar nuestra
charla, estäbamos en la puerta de clase esperando a que llegara
el profesor y
abriera la puerta. Si se me pegaban las säbanas, pasaba del desayuno me ponia la
misma ropa que el dia anterior, para no perder el tiempo pensando quö camiseta
pegaba mejor con este u el otro vaquero, si me vestia en plan pijo, o me ponia los
pantalones de deporte, pasaba tambiön de maquillarme y salia disparada. Llegaba a
clase jadeando, pero a tiempo. En Frankfurt olvldate. Tenia que ir a un instituto de
otro barrio, Bornheim, porque sölo en ese instituto habia curso intensivo de alemän,
para mi y otros chicos como yo, que han venido a Alemania entre los diez y diecisöis
afros, y que no hablan nada de nada. Teniamos clases de alemän desde las nueve y
media hasta la una, pero tambiön tenlamos que asistir a las clases del curso que nos
correspondia entre las ocho y nueve y media y despu6s del mediodia. Esas clases
pasaban por mi mente como si se trataran de una pelicula muda.
Los chicos y chicas de la clase me parecieron simpäticos de primeras. Algunos se
me acercaban en el recreo y me preguntaban en ingl6s cosas sencillas como de qu6
ciudad era, que me gustaba hacer, cömo se llamaba mi mejor amiga, si tenia
hermanos. Yo, que siempre habia tenido buenas notas en ingl6s, les contestaba. Un
dia una de las chicas me pidiö el telöfono, se lo di pensando que quizäs me invitaria
algün dia a salir con su pandilla, fue en ese momento cuando me percatö como uno
de los grupillos de la clase se reia. Se estän riendo de mi, pensö. Luego, con eso de
que pasaba mäs tiempo con el grupo de extranjeros aprendiendo alemän que con
los compafreros de la clase que me'correspondian por mi edad y curso, me olvid6
hasta el siguiente incidente. Un dfa Kristof, el payaso de la clase se acercö a mi con
cara de mofa. "Du yu espik espanish?" Me preguntö. "Of course I do", contestö sin
reparar todavia
en la burla. "Du yu eeespik olso eeespanglish?" me dijo
con
recochineo, las risitas en la retaguardia se empezaban a oir. "Y tüu, dije en claro
castellano con seca voz, " lhablas tü espafrol, payaso? Do' you speak Spanish,
mupet?" afradi concenträndome para pronunciar una "s" pura, sin ninguna e al
principio como hacemos los espafroles. Kristof y la retaguardia quedaron mudos por
unos momentos. Me di la media vuelta
y me dirigi a la cafeteria donde estaban
algunos de los alumnos del curso intensivo alemän.
"No le pares mucha bola a ese huevön", me dijo Rubön, un colombiano que estaba
conmigo en el curso. "Algunos se creen mejores que nosotros, sölo porque no
hablamos bien alemän. Y mira en donde estän. Este instituto no es la panacea. Un
"Realschule", los buenos alumnos van a "Gymnasium", alll es donde mi padrastro
quiere que vaya cuando hable bien alemän." Algo asi decia tambi6n mi padre, que
habia hecho parte de su educaciön en Alemania. Yo no puedo pensar ahora en eso,
las cosas son complicadas tal como son ahora. Es dificil pasar de ser una de las
mejores alumnas de la clase, la que alaban todos los profesores por su disciplina,
por sus buenos resultados, a ser una de las alumnas que se sienta al fondo en una
esquina y no entiende ni la mitad de lo que se estä diciendo. Cuando vuelvo a casa y
mi madre me pregunta, le cuento un poco lo que aprendi en alemän. Ella hace
tambiön un curso, y le gusta comparar, aunque la verdad ella se entera incluso de
menos que yo. A veces pegunta por las otras clases, por las mate o por sociales.
Salvo deporte, que tenemos el lunes y el miörcoles a las ocho, no me gusta hablar
de las otras asignaturas, ni de mis compafreros con sus risitas y su cara de sarna.
"Deberias intentar hacer amigos alemanes, para practicar lo que aprendes en clase."
Me dice mi madre a menudo. "Hay que adaptarse", afrade, "no es que tenga nada en
contra de Rubön o Ana Margarita, pero no vas a mejorar tu alemän con ellos." Bueno
y quö, pienso, lo que necesito es comunicar, hablar con alguien que me entienda,
con alguien a quien pueda contar lo que me agobia, cömo me siento de tenerlo todo
a perderlo todo. "Para mi es tambiön es diflcil", me cuenta mi madre, "pero intento
aceptar el cambio, aprender alemän y no aferrarme a amistades que no van a
ayudar a que me integre". Si, eso dice ella porque todavia no ha conocido a ningün
espafrol o hispano que congenie con ella. En su curso de alemän hay un par de
opers peruanas o chilenas, que claro son demasiado jövenes para una cuarentona
como mi madre. La mitad de las vecinas son turcas, y con ellas, como dice mamä,
no va a aprender nunca bien alemän. La vecina del bajo, la sefrora Meyer, tendrä
casi los noventa y estä casi sorda. Con ella si, mi madre insiste, con una asidua
en practicar sus parcos conocimientos. Tambiön practica en la
carniceria, en la floristeria y en la panaderia, diccionario en mano, estilo
redundancia
melodramätico, pronunciaciön obtusa, ridiculo garantizado.
El personal del aviön reparte unos bocadillos y unas bebidas, como tengo hambre
abro la bandeja, me quito los auriculares y le pido una coca-cola para beber. Mi
madre no pierde ripio y repite insistente, "Tenemos que hablar, Almudena", Hablar,
6de quö? Seguro que no se trata de una conversaciön intima madre-hija, algo que
siempre faltö. Mi madre, modelada como una perfecta figura de cera, siempre
acicalada, con sus ropajes, demasiado juveniles para
su edad. Mi madre
comportändose aün como una ninfa que se resiste a convertirse en mujer. No, no
quiero hablar con ella, porque hablar significa sölo escuchar, olr la nueva desgracia
que ha ocurrido.
La primera vez que quiso hablar tendria unos ocho afros. Venfa de la escuela con
mis amigas Amalia e lrene. Me encontrö a mi madre en el portal, vestida de diva
roquera con
su cazadora de cuero, sus gafas de disefro y su melena reciön
planchada. Una mueca melodramätica se escapaba de sus labios. "Almudena,
tenemos que hablar. Es mejor que subas a casa." Alli encontr6 a mi padre transido
de tantas lägrimas, con las manos sosteniendo las sienes. "Almudena, carifro, tus
abuelos han fallecido." Dijo asi, secamente, sin dar rodeos, quitändose las gafas,
componi6ndose el pelo, sacando un pafruelito y secändose fingidas lägrimas que no
habian acertado
a descomponer su maquillaje. Mi padre que apenas
levantarse me hizo un ademän para que me acercara a
ö1.
podia
"Almudena, no sufrieron.
A lo mejor ni se enteraron que iban a morir. Habian salido a pasar el dia a Portugal.
Ya sabes, le gusta comprar manteles y otras tantas cosas que son mäs baratas. Al
poco de pasar la frontera se les echö un camiön encima. El camionero estaba en el
carril contrario, adelantando en una curva. lba bebido. Tus abuelos murieron en el
acto. Tengo que ir a reconocer los cadäveres y a arreglar otras cosas. Estar6 fuera
un par de dias. Es mejor que vosotras os qued6is aqui. No va a ser agradable..." Mi
padre me abrazö y yo me ech6 a sollozar, supongo que como llora una nifla de esa
edad con gemidos desiguales y respiraciön cortada, no sabiendo muy bien si gritar o
dejar que las lägrimas manen con rapidez mas en silencio. Debi quedarme dormida
exhausta por el llanto. Cuando despert6 mi padre ya se habia ido. Recuerdo haber
mirado por la ventana con la esperanza de que todavia estuviera metiendo las
maletas o arreglando el coche. Acababa de anochecer, sentl como el viento tibio de
finales de marzo me acariciaba el semblante, mir6 a las estrellas y pens6 en ellos,
en mis abuelos de Cäceres, con quienes habfa pasado casitodos los veranos un par
de semanas. Mis abuelos favoritos con quienes jugaba al fütbol y a los bolos,
quienes me compraban un helado todas las tardes entre chistes, an6cdotas de sus
afros en Alemania y chismes sobre mi padre cuando era un chaval como yo.
A mis abuelos no les habia ido mal en Espafra. El bar-restaurante que abrieron con
los ahorros de sus afros como inmigrantes habia funcionado bien y habian podido
comprar un piso de lujo en una barriada de clase media a las afueras de Cäceres.
En el afro 2007, cuando murieron, los precios de los pisos habian tocado
präcticamente su mäximo, asf que mis padres vendieron a buen precio. Podrian
haber empleado el dinero para terminar de pagar el piso en Madrid, pero decidieron,
o mi madre decidiö,
invertir en su negocio. Ya no eran representantes de una
empresa farmacöutica, sino los propietarios de
la Inmobiliaria Portal de
Cuatro
Caminos. Las ventas iban bien, las advertencias del posible estallido de la burbuja
se percibian entonces sölo como infundadas, a lo sumo lejanas amenazas. Mis
padres se metieron en el negocio de construcciön, como socios de no s6 qu6
conocido de un tlo que habfa ganado un considerable capital con la construcciön.
Para ello tuvieron que pedir un cr6dito no de gran tamafro que obtuvieron fäcilmente
poniendo de aval nuestro piso en el Barrio del Pilar.
El primer proyecto fue bien: seis casitas adosadas en las Rozas, precios no mäs
disparatados que los de otras viviendas, la construcciön con los fallos comunes y la
infraestructura (alumbrado
en la calle, aceras y carriles para coche, un
colegio
cercano, el agua, laluz y esas cosas de las que no se encarga la constructora) sin
todas las facilidades deseables para los quizäs no tan afortunados compradores.
Con el dinero conseguido no se zanjo el cr6dito en el banco sino que mis padres y
su socio se embarcaron en un proyecto aün mayor: tres espantosos, lo digo por su
tamafro, bloques de viviendas a las afueras de Madrid que se iban a construir en tres
fases, en un lugar ciertamente desangelado, en donde habia no mas que basura y
tierra seca, si no llovia, y un barrizal a poco cayeran mäs de cuatro gotas. Ahora
bien, segün el conocido de mi tio en cuanto el primer bloque estuviera listo y las
calles pavimentadas, como los pisitos eran algo mäs baratos que otros la gente se
pegaria tortas por comprarlos
y no les preocuparia
mucho el que el colegio mas
cercano quedase a casi veinte minutos en coche, o que no hubiera metro, ni si
quiera un autobüs cerca, pues la parada quedaba como a quince minutos a pie.
El solar se acotö con una valla, se colocö un gran cartel y una caseta para informar a
los compradores. La entrada a pagar era comedida, por eso, aunque el sitio era peor
que un pedregal, se vendieron unas pocas viviendas. Las noticias de la crisis
inmobiliaria en Estados Unidos hicieron que mi padre sintiera reticencia a continuar,
"... y si aqui pasa lo mismo, entonces, quö, nos quedamos con un montön de
viviendas vacias", decia. "Pero hombre, una cosa es Estados Unidos, y otra Espafra,
aqui no va a pasar, y si pasa, no va a afectar a Madrid. No al corazön de Espaf,a,
aqui se seguirä vendiendo, puede que los precios no suban mäs pero
se
mantendrän. Ademäs, con los precios que ofrecemos, en cuanto la obra avance y el
ayuntamiento empiece con el alcantarillado y terminen las calles
y las aceras,
ya
veräs cömo no nos queda ni un piso por vender." La construcciön se comenzö, se
excavö, se comenzö a construir los cimientos se vendieron algunas viviendas mäs. Y
en ese momento, como si se tratara del cuento de la lechera, tan manido y repetido
en la infancia, el tropezön, si no tan fisicamente palpable como el de la muchacha,
se hizo cada vez mäs eminente. No se vendia ni un piso mäs. Habia que pedir un
nuevo pr6stamo para continuar, pues las ganancias de las casitas de la Rozas
habian dado para comprar el solar y empezar a levantar la estructura de los edificios.
Mi padre se negö rotundamente a endeudarse mäs y las obras se pararon. El solar
inhöspito quedö con unos cimientos
a medio levantar, la primera fase, un gran
hueco, la segunda fase y un amasijo de basuras, neumäticos, matojos y esquirlas, la
tercera fase.
Mis padres tuvieron que utilizar el dinero que tenian en su haber y malvender el piso
del Barrio del Pilar en Madrid para afrontar los pagos del pr6stamo hipotecario y
liquidarlo. Podria haber sido peor, podrian haber quedado no sölo arruinados, sino
con una deuda de por vida. Nos podrian haber sacado de nuestro piso via embargo,
con la vergüenza que eso supone, con los vecinos mirando y nosotros aferrändonos
como näufragos a las patas de cualquier mueble o encadenändonos a la barandilla
del balcön para evitar el desahucio o conseguir el apoyo cömplice de la prensa. Mas
no fue asi. Mi padre supo terminar el asunto con cierta dignidad, pagar las deudas
contraidas
y quedarse sin nada. Antes de vender el piso, mi madre hablö por
supuesto conmigo y me explico la situaciön en su tono a veces neurötico, a veces
frio, que no dejaba entrever si le habia afectado realmente la perdida y estaba
deshecha o la habia aceptado estoicamente.
Y aqui estamos, falta no mäs de media hora para aterrizar en Madrid, mi ciudad.
Frankfurt queda a suficientes kilömetros de distancia como para olvidarlo, al menos
estas dos semanitas que pasarö en Madrid viendo a mis amigos, jugando a los bolos
con ellos o yendo al cine a ver peliculas en las que me enterar6 de todo. No es que
en FranKurt haya sido todo malo. Estos casi seis meses de estancia han tenido sus
cosas buenas. Mis amigos latinos, especialmente Rubön, que me hace refr y olvidar
por un momento la afroranza que siento hacia Madrid. Tengo tambi6n un par de
amigas alemanas, porque han nacido aqui, Yildrin, de padres turcos, que me ha
ayudado a sentirme mejor en la clase y que me repite a veces lo que se ha dicho en
las lecciones a ver si me entero mejor. Ella me presentö a Eda y Aylin y si los profes
nos dejan sentarnos juntas alteramos continuamente sus intentos de mantener la
clase en silencio. Ya veis, como es ahora la alumna modelo que era.
"Almudena hay algo que tenemos que decirte", me susurra mi padre, que ha
cambiado
el asiento con mi madre. Me giro hacia öl y le miro sin demasiada
ansiedad. No tengo ganas de recibir cualquier otra mala noticia. Es cierto que dado
lo que estä pasando en Espafra, nuestro destino no ha sido tan ignominioso. Lo de
estar en Alemania a la larga, como dice mi padre, puede que no est6 tan mal, tendrö
mejores posibilidades de encontrar un buen trabajo, qui6n sabe.
"No me digas que perdiste el trabajo, que no has pasado los seis meses de prueba",
le digo abruptamente. "No, cielo, todo va bien. Estän contentos conmigo. Es que,
bueno, no s6 si te va a sentar bien o mal. No lo esperäbamos mäs, despu6s de
tenerte a ti, parecia que tu madre no podia..." "No podfa g,quö?", pregunto. "...tener
hijos. Almudena, vas a tener un hermanito, un nifro que nacerä en junio."
El piloto anuncia que tenemos que abrocharnos los cinturones, que en
breves
minutos aterrizaremos en Madrid. "Estä bien papä, un alemanito como tÜ. aPor qu6
no? Seguro que todo va a mejor, creo que dicen que los bebös traen un pan debajo
del brazo." Mi padre sonrie y me da un suave empellön. Hace tiempo que no le he
visto sonreir asi. Las luces de Madrid destellan bajo el aviön. Un ültimo giro. La
mäquina desciende y toca tierra. La noticia no podria haber sido mejor.
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