verdadero tiene mucho más parecido del que se suele admitir con

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LOS PROCESOS DE DIVULGACIÓN Y APROPIACIÓN SOCIAL DE LA CIENCIA Y LA TECNOLOGÍA
verdadero tiene mucho más parecido del que se suele admitir con lo que hacemos para
conocer cualquier otra cosa. Los dos elementos que han hecho que la ciencia realmente
progrese no son propiamente parte de su metodología. La primera es que para hacer
ciencia no tiene sentido inventar resultados y, por lo general, quien los inventa queda
aislado de la comunidad científica. Al respecto, las piezas que se exhiben en un museo
de ciencia no esconden ningún artificio para mostrar resultados sorprendentes, que
van más allá de lo que puede conseguirse en el mundo natural (Oppenheimer, 1984).
El otro elemento que ha consolidado la ciencia, y que tampoco forma parte del
llamado método científico, es que el esmero por comprender algo tiene muy poco
que ver con una utilidad práctica en primera instancia (Oppenheimer, 1984). Es decir,
cuando realmente se está entusiasmado con un dominio de conocimiento, no es relevante el provecho que se le pueda dar para obtener recursos o reconocimiento, sino
que es la fuerza con la que atrae, entusiasma o intriga un fenómeno, lo que orienta la
exploración y la búsqueda de resultados (Csíkszentmihályi, 2007).
La relevancia de que un público común conozca de ciencia es que de este modo
se puede sentir parte de esa fascinación, y dejar de verla como algo mágico o lejano a
él. Entiende que hay posibilidad de participar en la búsqueda y comprensión de esos
conocimientos. Eso a la larga le permite comprender qué cosas pueden ser controladas mediante la ciencia y cuáles no, y como efecto inmediato, muy benéfico, puede
discernir con más facilidad cuando un problema de la vida cotidiana tiene una posible
solución y cuáles son las situaciones que no es deseable que sean dirimidas sólo con
opiniones o juicios de valor. Esto provee a las personas de un sentido de confianza:
ellos pueden marcar una diferencia porque no todos los acontecimientos de su vida
se deben dejar a la deriva de las circunstancias del ambiente (Oppenheimer, 1984).
En otra vía, la experiencia sensorial de los museos también ha sido redefinida
a partir de los museos interactivos. Las preguntas que surgen al experimentar un
recorrido por este tipo de museos hacen que repensemos también cómo se incentiva la sensibilidad hacia el arte. ¿Por qué en muchos de los museos tradicionales la
sensación que se genera en muchos niños y jóvenes es de aburrimiento?, ¿cómo es
esto posible si en general los niños muestran una gran propensión a dibujar, a formar
figuras de plastilina, a cantar y bailar? (Gardner, 1983). Las respuestas, por supuesto,
no son sencillas, pero a raíz de que se ha estimulado la interacción en los museos,
se ha mostrado que la forma en que los visitantes son invitados a aproximarse a lo
que ahí se expone cambia notablemente el sentido de lejanía de las exposiciones que
mantienen al público “atrás de la raya” (Oppeheimer, 1977).
El reto para museos tradicionales es cómo provocar estas mismas experiencias en
sus visitantes cuando se tiene la restricción de exhibir una colección que no puede ser
maltratada para su preservación. Es el caso de la exposición del Museo de Historia
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