la Constitución, imponer su voluntad contra los vivos - Coladic-RD

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Insoportable levedad de la Reforma Constitucional
Por Amaury A. Reyes
La vida como el Derecho está llena de decisiones, muchas veces esas decisiones son
insignificantes y cuando se propagan en las estructuras de un Estado que busca desarrollarse bajo
‘la Regla de Derecho’, las mismas se convierten en ‘leves’ y no atan, hasta el punto en que se
tornan insoportables. En tal sentido, como solo se tiene una vida constitucional que vivir: vivir o no
vivir en un estado de derecho, cuando la lucha por la reforma constitucional ha sido nuestra única
forma de vida como Estado-Nación, la fórmula mágica a problemas institucionales, qué insoportable
levedad!
Por ello, que la víspera de una reforma constitucional siempre despierta interés político de
aquellos involucrados directamente en los momentos constitucionales, como de aquellos cuya
indiferencia se diluye por el período en que el proceso de reforma tiene lugar. No obstante, la
reforma constitucional debe responder a otros fines. Es necesaria en la medida que defendamos el
texto fundamental de las decisiones agotadas en el tiempo y que serían indiferentes en cuanto a lo
formal respecto aquello que la Constitución Material nos intenta decir.
Sin duda, Thomás Jeffrson tenía razón: “…Es absurdo que los muertos puedan, a través de
la Constitución, imponer su voluntad contra los vivos"; pero es preciso tener cautela, y prudencia
de que la reforma constitucional nos convierta en presos de ideas lejanas del fin de todo estado
Constitucional. En efecto, el presente proyecto de reforma constitucional es ambicioso en cuanto al
catálogo de derechos y organización del poder que se pretende en el Estado Dominicano. Pero, es
ambicioso en proporcionar el cambio copernicano que nuestra sociedad necesidad? Cambios que
enderezan los caminos a ese Estado Derecho que necesitamos y aún no alcanzamos a suma
eficiencia? No sabemos por qué, pero por alguna razón aún nos aferramos a la idea, bueno, más
que una ‘idea’ el término es ‘mito’, de que la constitución es la solución de nuestros problemas
como Estado-Nación.
El constitucionalista español Pedro Vega sostiene, inter alia, que toda
reforma
constitucional debe versar en identificar un problema. Sin duda a esto responde nuestra historia
republicana, que como cualquier país latinoamericano ha sido más que participe, víctima del
desviado uso del poder de reforma que el constituyente ha establecido como defensa al orden
constitucional estatal y fundamental: una historia definida por reincidentes tropiezos e indiferencia
a la tortura paulatina del sentimiento constitucional que debe gobernar en nuestro carácter de
participes o componentes sociales más que cualquier otra idea subjetiva de patriotismo.
Lejos de constituir los pasajes esbozados a identificar un problema de complicada
profundidad, la reforma constitucional debe responder a este problema. El profesor Vega no está
equivocado, inclusive la defensa de la constitución por medio de la reforma es el último de los
mecanismos para su desarrollo cuando la mutación e interpretación constitucional ya no es
suficiente en un determinado punto social. Es la reforma constitucional la apocalíptica respuesta a
todos nuestros males? Convertir el texto constitucional en un documento mágico que agote toda la
materia constitucional.
En ciertos aspectos, la participación ciudadana sin dudas se ve dotada de una voz por
medio del referéndum e iniciativa legislativa, como dotado será el sistema judicial de una Sala
Constitucional especializada de conocer sobre la determinación de derechos y obligaciones de
carácter constitucional. Asimismo, el Estado Constitucional se solidifica con una carta más extensa
de derechos que incluye desde la tutela judicial efectiva, debido proceso, vida privada,
autodeterminación personal, la protección de expresa información, cómo acceder a la misma,
protección de los datos personales de cada persona, hasta el punto de garantía en el procedimiento
administrativo ante las autoridades administrativas. Además incluye una separación sustancial de
las funciones administrativas y judiciales del Poder Judicial, como la conceptualización y
delimitación del régimen financiero y monetario, los derechos, económicos y culturales, en especial
de reglas de mercado contra el abuso de posición dominante y otras prácticas restrictivas a la
competencia.
Sin embargo, otros aspectos de la reforma traen a colación circunstancias que deben
despertar el interés de cada ciudadano, desde la óptica de la separación de poderes y derechos
fundamentales. Intentos de desmembración del poder judicial en dos jurisdicciones distintas, en un
intento de recrear una experiencia que ha funcionado en Francia, en ocasión de circunstancias
históricas. En efecto, la separación de Poder Judicial del control jurisdiccional de los actos de la
administración llama a la inmunidad del poder, de que sólo un órgano especializado pueda fiscalizar
los actos de la administración. Lo anterior, sin dudas nos llama a revivir una lucha iniciada del Prof.
De Enterría que se creía ganada, pero hoy nos detenemos ante el umbral de una nueva
manifestación de la inmunidad del poder.
En este tenor, debilitar las funciones del Poder Judicial de servir de contra pesos a los dos
poderes públicos de la división tripartita, en especial del ejecutivo, afecta considerablemente la
defensa de la supremacía de la Constitución, por ende las ideas fundamentales de la separación de
poderes.
Asimismo, existe un esfuerzo considerable hasta cierto punto cuestionable, de poner límites
a la migración, a propósito de cómo el estatus de ilegalidad de un inmigrante indocumentado es
‘heredado’ a los hijos de este. Tanto esfuerzo se agota en este punto, pero no así en determinar un
límite del ejercicio soberano de la reglamentación de la migración mediante la constitucionalización
del mínimo en cuanto a la condición jurídica de los indocumentados.
Estos son puntos determinantes, ya que de una manera u otra representan la piedra
angular del Estado Constitucional contemporáneo que no deben pasar desapercibidos. El presente
proyecto de reforma constitucional debe significar la defensa de tales pilares, no debe significar
enmiendas que tiendan a destruir a esencia del sentimiento constitucional mediante decisiones
políticas que responden a una determinada agenda, utilizando la reforma constitucional como
instrumento. En consecuencia, la reforma constitucional sólo debe ser un instrumento en ocasión
de lo establecido en la misma constitución, es decir, en ocasión de la defensa del orden
fundamental estatal donde se alberga el sentimiento constitucional.
Por ello, el sentimiento Constitucional debe subsistir frente a toda adversidad que se
avecina cuando utilizamos un instrumento de la defensa de la constitución para destruir nuestro
texto fundamental. Se destruye no sólo con medios de coyuntura de redefinir una reelección
indeterminada, en ocasión del eterno ocaso que dibuja el escenario político de nuestros más de 160
años de vida república, o de desmembrar uno de los poderes que asegura la supremacía de la
constitución, en aras de resucitar las inmunidades del poder; además, el instrumento de defensa de
la constitución es utilizado para mermar los efectos de la protección supranacional de los derechos
fundamentales, mediante la protección cobarde detrás del embalsamado escudo de la ‘soberanía
nacional’.
La historia latinoamericana no debe significar la voz que ha de dirigir nuestro futuro, en
cuanto a los momentos constitucionales. Mantener la separación de poderes, con sus adaptaciones
a los fenómenos modernos pero sin diluir su finalidad y garantizar a protección de los derecho
fundamentales debe ser el camino en que Latinoamérica, en especial nuestro país, de construir su
presente y futuro constitucional.
Así lo
primordial es
asegurar
la participación
democrática
en esos
momentos
constitucionales, y es que esa participación democracia más que convertirse en un sistema de
votación, se convierte en la mejor forma de reivindicación del sentimiento constitucional que ha
subsistido desde el Siglo XVIII y que hasta la fecha ha alimentado el deseo de que nuestros
Estados se levanten sobre una base que asegure el freno contra el uso arbitrario del poder y
garantía de los derechos fundamentales: La Constitución.
La reforma constitucional debe recuperar su finalidad esencial como instrumento al servicio
de la defensa de la constitución, más que reducir los controles del ejecutivo, desmembrar del Poder
Judicial y apartarse en algunos renglones de prácticas consuetudinarias y del Jus Cogens en cuanto
a derechos fundamentales. Por lo que, aunque la idea resulte difícil al tenor de nuestra historia
republicana y muchos opten por ser conformistas ante la reforma indeliberada y tortura
permanente al orden fundamental y Estatal, nos permitimos responderles parafraseando la frase
que entendemos ha de convertirse en el renacer del sentimiento constitucional en el Estado de
Derecho: Yes, We Can!
Coladic-RD
Diciembre 2008
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