BEBER: LA IMPORTANCIA DE ESE GRAN PLACER

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BEBER: LA IMPORTANCIA DE ESE GRAN PLACER
Por los Dres. Kepa Lizarraga y Javier Serra.
“Polvo eres y en polvo te convertirás” reza un conocido texto religioso,
probablemente escrito bajo calcinantes rayos solares en algún tórrido paraje.
Sólo así puede comprenderse la primera parte de la sentencia cuando, en
realidad, bastante más de la mitad del cuerpo es agua y no materia susceptible de
convertirse en polvo.
El agua es un elemento vital para el organismo. De hecho, todas las reacciones
químicas que conforman el metabolismo y dan lugar a la vida, tal como la conocemos, se
producen en disolución acuosa.
Además, los líquidos del organismo tienen otras funciones básicas, como la de
transporte, la de depuración y la de mantenimiento del equilibrio térmico. Por todo ello,
está claro que beber es muy importante; ¡más incluso que comer!
¿Cómo podemos saber si nuestro nivel de hidratación es correcto?
Hay numerosos métodos para conocer este dato. Algunos requieren el uso de
técnicas complejas, como la dilución de ciertos isótopos radiactivos, mientras otros son
extremadamente simples, como la observación del color de la orina o la velocidad de
recuperación de un pliegue cutáneo tomado en el dorso de la mano.
Entre ambos extremos tenemos los métodos que calculan la cantidad de agua
corporal a partir de la medida de la impedancia eléctrica del cuerpo, los que miden la
densidad de la orina, la osmolaridad del plasma o el valor hematocrito de la sangre.
La sed, mecanismo natural que nos induce a beber y pudiera parecer un buen
signo de deshidratación, tiene sin embargo las pegas de aparecer demasiado tarde,
cuando ya hemos perdido mucho líquido, y desaparecer antes de que lleguemos a
recuperar el equilibrio hídrico.
Desde el punto de vista práctico, un método fiable y sencillo para conocer si
nuestro contenido líquido es correcto es el que nos sugiere el acrónimo “POS”, que a
continuación describimos:
La “P” corresponde al peso y es que, medido por la mañana y de forma diaria, se
mantendrá bastante estable si las pérdidas son compensadas por lo que bebemos.
La “O” hace referencia a la orina y en ella controlaremos su cantidad y color,
sabiendo que una eliminación abundante da idea de buena hidratación, al igual que un
color claro.
En cuanto a la “S”, quiere decir que la presencia de sed sí es un indicio de
deshidratación, si bien su ausencia no quiere decir que no la padezcamos en alguna
medida y, por eso, lo correcto sería valorar en conjunto los tres parámetros citados.
Ya hemos dicho que beber es fundamental para vivir, pero también lo es para
rendir.
De hecho, son abundantes los estudios que demuestran que con pérdidas
pequeñas, incluso de tan sólo un 1% del peso corporal, ya son apreciables las
disminuciones de la capacidad de trabajo físico y eso, en la montaña, además de poner
en peligro el logro de nuestros objetivos deportivos, puede suponer riesgos incluso para
la supervivencia.
¿Qué podemos beber para mantener el rendimiento y reducir el riesgo?
Desde la aparición de nuestra especie sobre la tierra ha sido el agua la sustancia
que, casi en exclusiva, ha calmado nuestra sed. ¡No olvidemos esta irrefutable realidad!
Y no nos ha ido tan mal, a pesar de lo cual, hay que reconocer que algunas de
sus cualidades pueden ser mejoradas.
Por ejemplo, en un estudio con personas jóvenes que hacían ejercicio en un
ambiente caluroso y se les dejaba beber a voluntad agua u otro producto preparado se
demostró que incluso de forma espontánea bebían un volumen mayor de ese líquido
preparado que de agua, mejorando así su estado de hidratación.
¿Cuál era el motivo?
Resulta que uno de los estímulos que da lugar a la sensación de sed es la
denominada osmolaridad o concentración de sales que, al beber agua sola, baja
demasiado rápidamente y apaga pronto la sed; antes de que se reponga lo perdido.
Para evitar ese efecto, la bebida preparada tenía cierta dosis de sodio o de
cloruro sódico que, habitualmente, suele ser de 1 gramo por litro y, además, tenía un
gusto agradable, lo que constituye un importante estímulo para seguir bebiendo.
En esos dos aspectos, los preparados comerciales o caseros, con electrolitos,
pueden mejorar las virtudes del agua.
Pero además de sales minerales, el líquido que bebemos puede contener ciertas
cantidades de hidratos de carbono, lo que es interesante si la actividad que estamos
desarrollando es prolongada y dura más de una hora, aproximadamente.
Con ello, está demostrado que se consigue una apreciable mejora del
rendimiento físico respecto a si utilizamos agua sola, incluso si las cantidades consumidas
de azúcares son bajas (basta con 20-25 gramos/hora), si bien lo más recomendable
parece estar entre 60 y 70 gr./h.
Respecto a qué tipo de carbohidratos utilizar, lo más habitual son las
combinaciones de varios de ellos, como la sacarosa, glucosa, fructosa y maltodextrinas.
Una práctica errónea y frecuente suele ser la de pensar que, si con cierta dosis
de estos productos mejora el resultado deportivo, doblando la dosis mejoraría más. Este
tipo de equivocación puede, en lugar de aumentar el rendimiento, conducirnos incluso a
un cuadro de vómitos o diarrea, por lo que las concentraciones recomendadas deber ser
muy tenidas en cuenta o, en caso de modificarlas, hacerlas más bajas incrementando
ligeramente la cantidad de agua.
En general, los trabajos de investigación cifran entre 4 y 8 gramos de hidratos
de carbono los que debiéramos añadir a cada 100 ml de bebida a consumir durante la
práctica deportiva, sugiriendo las dosis más elevadas para aquellas actividades realizadas
en entornos gélidos.
Otro aspecto a tener en consideración es el de la temperatura a la que debiera
estar la bebida. Exceptuando aquellas situaciones en las que el frío reinante haga
conveniente un aporte externo de calor, caso en el que un líquido caliente puede ser
totalmente aconsejable, en el resto de los casos la bebida debiera estar más fresca que
el ambiente, siendo habitual la recomendación de consumirla en torno a los 12º – 15º C.
Respecto a la cantidad necesaria para mantenernos bien hidratados, hace algún
tiempo se aconsejaba tomar tanto líquido como peso hubiéramos perdido, pero en la
actualidad, diversos estudios han demostrado que ese volumen resulta insuficiente, lo
que podremos comprobar siguiendo las recomendaciones del “POS” antes citadas.
Debido a ello, hoy día, para calcular la cantidad adecuada de bebida, se sugiere
multiplicar por 1,5 el peso corporal perdido. De tal forma, un montañero que a lo largo
de una marcha viera disminuir su peso en 2 kg debiera tomar a lo largo del esfuerzo y
tras él un volumen de unos 3 litros de líquido.
Descrita queda la vital importancia del beber que, además, y tal como reza el
estribillo de una vieja canción, “es un gran placer”.
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