La reducción del gasto público: Enfoque general MANUEL A. SOLANET Las dificultades no deben buscarse en el plano técnico ni en el diagnóstico administrativo, sino en la decisión política La reducción del gasto público: enfoque general El gasto público comprende rubros diversos en cuanto a sus efectos sobre el resto del sistema económico. No es posible por ejemplo tratar de forma similar el gasto de la administración de gobierno, que las actividades empresarias desarrolladas por el Estado. En el primer caso un aumento del gasto, además de ineficiencia seguramente originará mayor presión tributaria o bien emisión de moneda. En el caso de las empresas estatales la mayor ineficiencia se traducirá seguramente en precios más altos de sus productos, con una cadena de repercusiones también perniciosa pero focalizada en sectores con efectos distintos a los de una expansión general de los impuestos o de la emisión. El aumento de ineficiencia de una empresa pública tiene además gran parecido al ocurrido en una empresa privada afectada por una medida de gobierno de mayor control aunque ello signifique aumentar la protección de su mercado. Bajo un enfoque económico estricto se produce un costo de ineficiencia así como un costo fiscal. Es así como el tema del gasto público no debería quedar limitado a lo que es puramente de propiedad estatal, sino también a todos aquellos efectos que suceden como consecuencia de la intervención del Estado aunque ocurran en el dominio privado. Igualmente, no puede desconocerse el carácter de gasto público de las transferencias y subsidios efectuados por el Banco Central hacia las entidades financieras, y a través de ellas al sistema económico en general. No resulta fácil determinar si los efectos inflacionarios del gasto público son sustancialmente distintos que los originados en estos desequilibrios financieros, compensados por la creación de dinero de la banca central. Hechas estas salvedades focalizaremos nuestro análisis en la reducción del gasto público propiamente estatal. 21 La definición del papel del Estado como punto de partida Cualquier intento de reducción del gasto público debe organizarse tras una concepción precisa del papel del Estado en la sociedad. Esto es particularmente importante cuando dicha reducción pasa por la eliminación de funciones y por la transferencia de actividades al sector privado. Sobre la racionalización administrativa pueden en general estar de acuerdo todas las corrientes ideológicas. Se trata en esencia de una cuestión de sentido común. Pero interviene la ideología cuando el problema es decidir si la educación deberá ser integramente estatal o si solo lo será subsidiariamente, o si el gobierno debe ser empresario, o si habrá o no control de precios. Todos estos temas son relevantes desde el punto de vista del nivel del gasto público y sus efectos. Por lo tanto el marco doctrinario sobre el papel del Estado debe ser absolutamente conocido para poder empezar a actuar sobre el gasto, más allá de la pura racionalización administrativa. La sujeción al principio de subsidiaridad es a nuestro criterio una condición para plantear con alguna utilidad, programas de reducción del gasto público. Los excesos del gasto que ahogan las posibilidades de bienestar y progreso de gran parte de los países de occidente, no radican tanto en la burocracia como en el cúmulo de funciones administrativas y actividades empresarias que han desarrollado los gobiernos sin necesidad real, o desplazando al sector privado y al esfuerzo individual. las acciones posibles de reducción, es la siguiente : A. Servicios y actividades cuya producción no se transa en el mercado. Al. Gobierno (Administración Nacional, provincias y municipios, incluyendo los tres poderes : ejecutivo, legislativo y judicial: tareas administrativas y de gobierno; defensa nacional; cuerpo diplomático; banca central; etcétera. A2. Servicios públicos que se financian con recursos de rentas generales, impuestos o tasas : educación pública, salud, alumbrado, limpieza, administración de vialidad, policía, bomberos, etc. A3. Obras sociales de afiliación obligatoria. B. Sistemas de transferencia o redistribución. B1. Sistema de previsión : cajas de jubilación, subsidios familiares. B2. Subsidios : a la enseñanza privada, a instituciones de bien público, subsidio forestal, marina mercante, etc. C. Servicios y actividades cuya producción se transa en el mercado C I. Empresas de servicios públicos : transporte, energía, teléfonos, correos, radiodifusoras y televisión. C2. Empresas industriales o mineras : petróleo, petroquímica, acero, etc. C3. Bancos estatales, excluido_ Banco Central. C4. Seguros y reaseguros. Categorías de gasto del Estado La reducción de la burocracia administrativa Hay diversas formas posibles de clasificar el gasto público. Tal vez la que más ayude a ordenar un análisis de sus efectos y Las actividades clasificadas en Al. son las que en general se consideran como genuinas del Estado y que hacen a sus funcio- 22 nes específicas. Salvo casos muy específicos, no es habitual que se discuta si deben o no transferirse al sector privado porque por definición son funciones propias del Gobierno. Esto no quita que pueda plantearse en que casos sea conveniente contratar y en que otros deben realizarse por administración Las actividades clasificadas como A2. son parcialmente privatizables, por ejemplo la educación y la salud, pero guardan en común con las Al su carácter burocrático o no empresario cuando se prestan como servicio público. También son susceptibles de contratarse aunque la conducción sea estatal. Las obras sociales (A3.), no necesariamente son estatales. En realidad solo incluimos en esta clase a las organizaciones que responden a una afiliación compulsiva, que se financian con descuentos en las remuneraciones y que son administradas por entes públicos o cuasi públicos. De lo contrario se trataría de servicios sociales con características empresarias. La temática de reducción del gasto público en esta primera categoría (A) pasa fundamentalmente por la racionalización administrativa y la reducción de la burocracia. Las acciones a encarar incluyen fun damentalmente la reorganización y simplificación de funciones, la eliminación de organismos o sectores o su fusión con otros, la disminución de personal y consecuentemente de espacio de oficinas, etc. El incremento sistemático del gasto público en esta primera clasificación, fue ingeniosamente descripto por Parkinson en 1957. Este extrajo conclusiones muy claras de las leyes que mueven el crecimiento de la burocracia, por ejemplo : "Todo funcionario necesita multiplicar el número de subordinados, no el de rivales"; "Los funcionarios se crean unos a otros trabajo (*) C. Northcote Parkinson : "Parkinson : The Law", 1957. innecesario"; "El personal administrativo se multiplicará siempre para llenar el espacio de oficina disponible"; "Los gastos aumentan hasta cubrir los ingresos"; etc. Estas leyes se cumplen universalmente y la propia burocracia crea defensas efectivas para neutralizar las acciones de tipo institucional y permanente aplicadas para evitarlas. Al parecer solo son efectivas las operaciones de cirugía mayor realizadas esporádicamente y en el contexto de una decisión y voluntad volcadas de un golpe, tal como son las batallas importantes dentro de un largo estado de guerra. Solo la toma de conciencia dramática de la opinión pública, acerca del costo económico y social del excesivo gasto público, mueve esporádicamente a los gobiernos a estas batallas. Los resultados no suelen ser de todas formas espectaculares, pero al menos producen una detención en la marcha permanente del crecimiento burocrático. La lucha contra el aumento de este primer tipo de gasto público no tiene que ver con el carácter capitalista o socialista de un país. En la Unión Soviética existe menor burocracia de gobierno que en muchos de los países desarrollados de occidente. La diferencia entre unos y otros está en la propiedad estatal o privada de los medios de producción. El presupuesto base cero La técnica del presupuesto base cero es una buena herramienta para atacar el exceso de gasto administrativo. Difiere de las técnicas tradicionales de presupuestación en que no parte de lo gastado anteriormente, discutiendo aumentos o reducciones, sino que plantea "desde cero" la justificación y dimensiones de cada actividad y su consecuente gasto futuro. Se trata en esencia de un método racional para identificar actividades superfluas, inútiles o so23 bredimensionadas. El analista se va interrogando acerca de la necesidad de cada gasto, de acuerdo a los objetivos y funciones, y a partir de allí decide las supresiones, la cantidad de personal y en general las necesidades de gastar. La voluntad del gobernante de reducir la burocracia se enfrenta no solo a la resistencia de los empleados sino también a trabas de orden legal. En no pocos países, incluido Argentina, existen normas que determinan la estabilidad del empleado público. Se hace necesario dictar normas especiales * o de lo contrario no es posible reducir el gasto en personal. Es común por otro lado que las normas especiales que permiten el despido, establezcan indemnizaciones costosas, o bien acogimientos adelantados a la jubilación, con privilegios que solo transforman un costo salarial en un aumento del déficit del sistema previsional, que se debe cubrir finalmente con el erario público. El efecto inhibitorio de las lealtades La relación personal y la lealtad de un gobernante con sus funcionarios es también un factor que entorpece la racionalización fácil del gasto público administrativo. Un ministro difícilmente despide a su subsecretario por más que se le demuestre que esa subsecretaría puede suprimirse. Es por esto que el mejor momento para ese tipo de supresiones es el de cambios en el más alto nivel del gobierno. Siempre he pensado en la posibilidad cierta que un nuevo presidente, sin compro misos con la administración existente, decrete el retorno a la organización administrativa de sus ministerios de cincuenta años atrás. Encasillando al personal existente en los cargos que se disponían en aquel (*) Por ejemplo la Ley de Prescindibilidad, dictada en Argentina en 1976 y también en ocasiones anteriores. 24 entonces, casi con seguridad quedaría sobrante no menos de dos tercios de la planta actual de personal. A estos se los indemnizaría y la mayor parte de ellos pasarían seguramente a ocupar su tiempo en el sector privado. Los que queden deberían absorber las tareas, probablemente mayores que medio siglo atrás, pero con la ayuda de los medios modernos de automatización que antes no se disponían y que multiplican hoy el rendimiento de un empleado ( computadoras, fotocopiadoras, etc.). La cantidad de funciones, y consecuentemente de personal está obviamente relacionada al grado de intervención estatal en la sociedad. A cada nueva norma regulatoria se sucede la correspondiente necesidad de controlar su cumplimiento. Un intento serio de reducción de la burocracia debe apoyarse por lo tanto en un proceso de desregulación, de lo contrario puede ser infructuoso y además reversible. Si se elimana el personal pero no la norma intervencionista que lo motivaba, o bien se producirá una seria paralización y desorden, o bien se designará inevitablemente nuevo personal. Privatización de servicios y actividades productivas La reducción del gasto público mediante la privatización es fundamentalmente aplicable a aquellos componentes que anteriormente incluimos en el ítem C, o sea las empresas públicas, bancos y sociedades con participación estatal. Esto no excluye que también les sean aplicables las medidas de racionalización administrativa sobre las que acabamos de hablar. En cualquier circunstancia la racionalización es necesaria, aún en cualquier empresa privada. El achicamiento del gasto en los sistemas de transferencia que hemos clasificado (*) No estamos discutiendo la reducción del monto de transferencias como consecuencia de por ejemplo, en B pasa no solo por la racionalización administrativa, sino también en algunos casos por la privatización del propio sistema. Hace algunos años que en Chile, por ejemplo, el sistema jubilatorio se ha transferido en buena parte al sector privado, sobre la base de un mecanismo de capitalización. En ese caso el Estado conserva las atribuciones de controlar pero no la gestión administrativa que no difiere de la de otros mecanismos financieros y de seguro. La transferencia al sector privado de actividades antes estatales, reduce el gasto público. El efecto logrado por este solo hecho es asimilable al de otras reducciones de gasto gubernamental cuando la empresa en cuestión utiliza recursos provenientes de impuestos o transferencias del erario público. En caso contrario, cuando una empresa genera por sus ventas los recursos suficientes para afrontar sus costos la devolución de sus deudas y sus inversiones, la privatización conserva aún el probable efecto de aumentar su eficiencia. Esto repercutirá en favor de la comunidad, salvo que por una situación de monopolio la reducción de los costos contribuya a aumentar las utilidades pero no a reducir los precios. La importancia de la privatización es más que obvia si se observa el sostenido avance de las actividades empresarias del Estado, su creciente ineficiencia y la forma en que se financian sus déficits e inversiones. En la Argentina actual se da un claro ejemplo de este proceso. Sectores tan relevantes como el petróleo y gas, minería, energía eléctrica, transporte y comunicaciones están preponderantemente cubiertos por empresas del Estado. El financiamiento externo e interno, actualmente debe descansar en aportes del Tesoro en todo lo el aumento de la edad jubilatoria o la eliminación de subsidios. Esto es objeto de decisiones polfticas que están fuera de la temática que nos planteamos en este trabajo. que no cubran los fondos autogenerados en las tarifas y sus propios servicios. Hoy más que nunca es imperdonable que deban realizarse enormes inversiones públicas en sectores altamente atractivos para el sector privado, por ejemplo petróleo o teléfonos, restando los escasos recursos impositivos al sostenimiento de actividades esenciales como una buena administración de justicia o a la modernización del inhumano sistema penitenciario. Las resistencias a la privatización La privatización de una empresa pública suele enfrentarse a resistencias de carácter político, burocrático, sindical, y sectorial. Además deben resolverse problemas de tipo jurídico y financiero que no siempre hacen fácil el proceso. Cuando se trata de servicios públicos es común que constituyan monopolios de hecho, y que no puedan crearse condiciones de competencia aún abriéndola al sector externo. En esos casos la figura convencional es la de concesiones de servicios u obras públicas, sujetas a la aprobación de tarifas por el gobierno. Aparece así el riesgo politico de la discrecionalidad difícil de atenuar por coberturas jurídicas que son endebles en situaciones de bruscos cambios en las conducciones e ideologías de los funcionarios. Muchos casos de empresas a privatizar se refieren a sociedades industriales o comerciales que pasaron a la órbita estatal, por algún episodio previo de salvataje para "conservar las fuentes de trabajo" ante falencias financieras irreversibles. Estos casos de privatización, que son los menos resistidos ideológicamente, se enfrentan al inconveniente de la debilidad estructural o la obsolecencia de esas empresas cuyo único destino económico debiera haber sido su liquidación. Las burocracias o los sindicatos favorecidos por la anterior estatiza25 ción suelen trabar luego el proceso de venta, exigiendo que se fijen precios y condiciones que el mercado no está dispuesto a aceptar para esas empresas de escaso valor económico. Es así como fracasan los procesos de venta y estas empresas permanecen en propiedad del estado, siempre dispuesto a tolerar ineficiencia y a solventar las pérdidas. El argumento de la soberanía y de la pérdida del control nacional es sostenido para resistir la privatización de las empresas de servicios públicos e industrias básicas. Sin duda es un argumento falaz ya que el gobierno dispone de poder suficiente para evitar la preminencia y actuación de intereses opuestos al país y puede siempre actuar para evitarlo cuando las circunstancias lo exijan. Mucho más se afecta la soberanía si en esas circunstancias críticas los servicios esenciales funcionan mal por la ineficiencia en su manejo. La restricción de la burocracia, por una cadena de lealtades, se manifiesta también en los administradores y presidentes de las empresas a privatizar. En alguna instancia jerárquica superior se produce el enfrentamiento con el funcionario político responsable de llevar adelante la privatización. Esta puja se resuelve según el poder político que logren ambos y el que contribuyan a lograr los sectores interesados o afectados que accionen por ambos lados. En las estructuras de gobierno suelen haber padrinazgos que establecen puentes entre funcionarios de menor jerarquía y otros de mayor influencia que la de sus mandantes directos. El jefe de un partido político gobernante puede ser muy amigo del administrador de una empresa, o este último el caudillo de una zona relevante. En ese caso un ministro o un subsecretario de origen tecnocrático seguramente perderán su campaña por privatizar la empresa en cuestión. Una situación parecida la de un oficial de una fuerza armada que sea administra26 dor de una empresa cuya privatización propugne su ministro civil, en un gobierno militar. Es muy probable que la fuerza en cuestión encuentre en la causa de su camarada de armas un motivo defendible y de excepción a la política general. Peor tal vez una de las resistencias más tenaces a cada acto de privatización es la de los sectores empresarios privados afec tados directamente, y en la óptica de ellos, negativamente. Los proveedores y contratistas prefieren en general tratar con el estado que con un particular. El grado de manejo de su rentabilidad es en general mayor cuando se negocia con funcionarios públicos. El carácter de esta oposición es peculiar y suele llevar a una contradicción entre los principios sustentados públicamente y la postura ante el caso particular. El problema se resuelve argumentando razones de orden práctico. Por ejemplo : " nosotros estamos de acuerdo con la privatización porque sostenemos la economía de mercado, sin embargo tenemos que reconocer que en el caso particular de la empresa estatal X que conocemos bien, hay razones de orden práctico que justifican demorar su privatización, para estudiarla más a fondo y hacerla mejor. ¿Por qué no acelerar ahora la privatización de las empre sas Y, Z, etc.... ?" Por supuesto que quienes hacen esta propuesta especulan que el funcionario entrevistado en poco tiempo será reemplazado por otro, que si insiste en la privatización será sometido al mismo plan teo. Más adelante el péndulo político pasará para el otro lado y el problema habrá sido superado.* La privatización en definitiva exige superar todas estas resistencias para lo cual hace falta un profundo convencimiento, una gran voluntad política y por sobre todo coherencia y solidaridad de todas las áreas (*) El autor de este artículo tuvo responsabilidades en la tarea de privatización en Argentina entre 1977 y 1982 y fue testigo numerosas veces de este tipo de comportamiento. de gobierno en esta acción. Las mismas virtudes que se requieren para reducir el gasto público en el marco de una reformulación del papel del Estado en la sociedad. Conclusiones La definición del rol del Estado en la sociedad debe ser el punto de partida y el marco en el que se encuadre la acción de reducir el gasto público. A partir de allí es posible identificar las funciones que el Estado debe dejar de cumplir y las actividades empresarias que no debe retener, si es que debe retener alguna. Más allá de la racionalización administrativa aplicable por principio a toda actividad, el mayor efecto de reducción del gasto probablemente provendrá de la eliminación o transferencia al sector privado de funciones y actividades no esenciales al rol definido del Estado. La reducción del gasto público no sólo es deseable, sino también posible. Las dificultades no deben buscarse en el plano técnico ni en la dificultad del diagnóstico administrativo, sino en el político. El juego de los intereses individuales, de grupo y sectoriales ocasiona resistencias más tenaces y efectivas que las oposiciones puramente ideológicas. Muchas veces el planteo aparentemente ideológico esconde algunos de aquellos intereses. Las lealtades entre directivos y subordinados y la falta de una penalización econó- mica a la ineficiencia en el sector público, inhibe a los funcionarios de alto nivel y a los gobernantes a encarar procesos de racionalización administrativa, o de privatización. Por este motivo el momento de cambios en el elenco gobernante puede ser más oportuno para lograr reducciones en el aparato estatal. Luego el tiempo juega en contra, tanto por el desgaste inevitable en el poder como por el desarrollo de lealtales y compromisos. La técnica de presupuesto base cero puede ser, entre otras, un instrumento adecuado para identificar y definir las áreas de racionalización administrativa, y establecer una secuencia en la acción. A partir de allí y como condición para lograrla es imprescindible el convencimiento y una fuerte voluntad política. Más allá de los falsos tabúes que a veces gobiernan la política de nuestros países, los gobernantes deben estar seguros que la opinión pública apoyará cualquier acción de racionalización administrativa y de privatización. El gobernante debe saber hacer manifestar ese apoyo general para contrapesar con creces la ruidosa oposiciones sectoriales. Ahí radica el problema y la solución de la dificultad política. Luego los efectos eco nómicos y la percepción cualitativa de los beneficios harán solo lo suyo. Recordemos los argentinos la privatización del transporte urbano de Buenos Aires y encontraremos el ejemplo más explícito de lo que acabo de afirmar. 27