AUNQUE PAREZCA UN JUGUETE… Queda entre mis recuerdos la imagen de mi hermano menor imitando a los mayores con un teléfono de plástico de suaves colores. Este juguete me provocaba filias y fobias, ya que me encantaba poder usarlo para entretenerme yo también, pero me hacía mirar con envidia al de verdad, con el que se podía hablar lejos, muy lejos. Cuando fui madre, les compre a mis hijos uno lleno de luces y sonidos, cuyas ruedas le permitía ser totalmente “portátil”, y tuve mis serias dudas cuando fueron creciendo al tomar la decisión de adquirir para ellos su primer móvil. Volví a sentir filias y fobias, que no eran otras cosa que una de las primeras cavilaciones de unos progenitores ante un hijo que entra en la preadolescencia, al que debías todavía proteger, aunque no podías impedir que experimentase para desarrollar una personalidad más madura. Detrás vino el ordenador, internet, la videoconsola y la tablet, todo un repertorio de mecanismos digitales, que les apasionan y a los que dedican una parte de su día a día. Con cada uno de ellos surgían de nuevo los pros y contras y el debate interno de no saber si lo estabas haciendo “bien”. Al decidir, me quería documentar y tampoco veía la luz después del túnel, seguía percibiendo lo blanco y negro de cada dilema y me preguntaba: - Si estaba criando unos hijos demasiado sedentarios, pues había que potenciar que harían deporte - Si estaba criando unos hijos aislados, pues que no perdieran el contacto con sus numerosos amigos - Si estaba criando unos hijos obsesionados con un mundo real, pues que vieran reportajes y videos de la parte más real del mundo. - Si estaba criando unos hijos que podían estar en peligro ante ciertos delitos en la red, pues que supieran lo que era real y lo que era un timo - Si estaba criando unos hijos ludópatas, pues limitaba los tiempos que están jugando en la pantalla, incluso en las frías tardes de invierno Y así un amplio abanico de posibles riesgos, que no dejaba de generarme cavilaciones. Ahora con la perspectiva del paso de unos años, veo que menor preocupación que entonces los hechos y me planteo si no fueron pasos más de la labor de educar y que era lo que me tocaba. Ahora son mis hijos los que informan a mí de lo que hay por ahí,- Mucho fantasma, pero todos los amigos- me dicen - Lo mismo que en la vida real, ama, lo mismo, mismoAl parecer no les he debido educar del todo mal, parecen saber diferenciar el trigo de la paja, que lo nuestro nos ha costado. Un aviso para navegantes: a ser padre y madre no te enseñan, hay que aprender. En ese aprendizaje merece la pena que uno haga una fuerte reflexión antes de introducir cualquier mecanismo digital en casa, sobre todo en edades muy tempranas. Porque? Porque aunque se parezcan, no son para nada los juguetes de nuestra infancia. Ana Isabel Vitórica Leoz Responsable de programas de Sociedad de la Información de Gobierno Vasco