CUADRANTEPHI 12 Enero 2006, Bogotá, Colombia De la Náusea

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___________________________________________________CUADRANTEPHI 12
Enero 2006, Bogotá, Colombia
De la Náusea a La náusea: la obra como mediación*
Por: Carlos Bernardo Caycedo
Filosofía
Pontificia Universidad Javeriana
Resumen
Este ensayo, presentado en el centenario del nacimiento de Jean-Paul Sartre,
es una propuesta de lectura de la más difundida de sus obras, La náusea. Se
intenta establecer la necesidad de La náusea, entendida como el diario de
Antoine Roquentin, tomándola como mediación para la comprensión de la
Náusea. La justificación de la existencia se presenta como superación de ésta
en la obra, por medio de la consolidación de la duración a través de la
narración.
Abstract
This essay, which has been presented in Jean Paul Sartre’s birth centennial, is
a reading proposal for the best known of his works: Nausea. It is attempted to
establish the need of Nausea understood as Antoine Roquentin’s diary, taken
as a mediation to Nausea’s comprehension. The justification of existence is
presented in the work as its surpassing, by way of a consolidation of duration
through narrative.
De la Náusea a La náusea: la obra como mediación
Carlos Bernardo Caycedo
2
A Jaime Rubio Angulo
Me gusta decir a veces que leer un libro es
considerar a su autor como ya muerto y el libro
como póstumo. En efecto, sólo cuando el autor
está muerto la relación con el libro se hace
completa y, de algún modo, perfecta; el autor ya
no puede responder; sólo queda leer su obra.
Paul Ricœur en ¿Qué es un texto?
Este escrito, presentado en el centenario del nacimiento de Jean-Paul Sartre, propone
una lectura de la más difundida de sus obras, La náusea. La lectura consiste en que La
náusea comienza con la Náusea1, pero va más allá de ésta pues es el intento de
comprenderla. El presente texto está dividido en tres partes: la primera se encarga de
determinar, hasta donde es posible, lo que se entiende por Náusea a lo largo del diario
de Roquentin; la segunda indica la relación entre la Náusea y el hecho de que exista la
obra de la que tratamos; y finalmente, la tercera parte relaciona las dos precedentes
mostrando cómo La náusea se enmarca dentro de un movimiento en el que ésta parece
necesaria, en cuanto obra, como mediación para la comprensión.
1. Acercamiento a la noción de Náusea
(...) este instante, del que no puedo salir, que me
encierra y me limita por todos lados, este
instante del que estoy hecho (...) (La Náusea,
p.170)
Antoine Roquentin escribe al comienzo de su diario que ha ocurrido un cambio que no
puede comprender. No entiende si ha ocurrido un cambio en los objetos o en él, pero la
relación con el mundo es otra. Antes él veía las cosas, ahora es distinto, pero
* Ponencia presentada en el XIX Coloquio Interno de Estudiantes de Filosofía, Universidad Javeriana.
1
Es de capital importancia que se entienda la diferencia entre la Náusea y La náusea. La primera se
refiere a aquella de la que nos habla Antoine Roquentin; que tiene un carácter existencial y que puede ser
vivida por otros. La segunda, La náusea, es la obra escrita. Si bien puede estudiarse la relación entre La
náusea y Jean-Paul Sartre, como su autor, lo que aquí se presentará es la lectura que se ocupa de la
relación entre Antoine Roquentin y su diario, haciendo a un lado, hasta cierto punto, a Sartre.
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Carlos Bernardo Caycedo
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incomprensible. Roquentin tiene que elegir entre adscribir el cambio a los objetos o
adscribirlo a sí mismo. Frente a esto no tiene otra opción que asumir que es él quien ha
cambiado (cfr. La Náusea, pp.19-20). Algo ha llegado como una enfermedad y ha
trastocado la relación entre Roquentin y el mundo. Este algo que ha irrumpido es la
Náusea; pero no es sólo lo que produce el cambio, sino que es la nueva relación, que
azarosamente viene y va.
La Náusea por lo general llega a Roquentin en momentos de extrema soledad, evitados
con la muchedumbre de los cafés. Es en tales momentos en los que los objetos lo tocan
—según escribe—. La Náusea es según esto el miedo que le provoca el contacto con los
objetos como si éstos fueran animales vivos. Es una “repugnancia dulzona” que procede
de los objetos. Esta repugnancia adquiere una relevancia particular, porque lleva a una
falta de libertad: impide el libre trato con los objetos (cfr. La Náusea, p.25).
Algunas páginas más adelante hay un importante avance en la comprensión que
Roquentin tiene de la Náusea, no es que ésta esté en él, es él quien está en ella. Dice
Roquentin: “Su camisa de algodón azul se destaca gozosamente sobre una pared
chocolate. También eso da la Náusea. O más bien es la Náusea. La Náusea no está en
mí; la siento allí en la pared, en los tirantes, en todas partes a mi alrededor” (La Náusea,
p.34). La Náusea no es ya sólo una enfermedad que llega a él, sino que es todo lo que
está a su alrededor, todo cuanto existe.
La comprensión que Roquentin tiene de la Náusea tiene una relación esencial con su
personalidad. No es difícil detectar su fina sensibilidad: las sutilezas que describe, la
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atención con que atiende al modo de ser de cada cosa, su inquietud por un retrato mal
pintado, por ejemplo2. La personalidad que se manifiesta en este diario es la de un
hombre solo, con una inmensa sensibilidad, sin necesidades inmediatas como por
ejemplo las económicas, lo que pone a su disposición y somete a decisión la totalidad de
su tiempo. Cabe señalar que son precisamente estos rasgos los que en la Náusea son
exaltados y los que por tal incremento producen incomodidad.
Un aspecto más de la Náusea, que es fundamental para la comprensión de ésta, es el de
su relación con el tiempo. Como ya se anotó, la Náusea es la existencia que rodea a
Roquentin, por lo tanto ésta siempre es en el presente, y no hay más que éste en ella3.
Esto remite a un rasgo de la personalidad de Roquentin, a saber, que según él no tiene
pasado en tanto que no tiene casa ni lugar alguno en dónde guardarlo.
Tanto el pasado como el futuro se reducen al presente en la Náusea:
Ya no distingo el presente del futuro, y sin embargo esto dura, se realiza poco a poco (...)
Así es el tiempo, el tiempo desnudo; viene lentamente a la existencia, se hace esperar y
cuando llega uno siente asco porque cae en la cuenta de que hacía mucho que estaba allí (La
Náusea, p.45).
El tiempo se reduce al instante, desaparece el pasado y el futuro se confunde con el
presente, queda oculta la duración. La existencia es reducida al presente. La espera del
instante de la existencia se convierte en asco al comprender que siempre ha estado ahí:
toda existencia está relacionada con todas las otras, esta conexión entre las existencias
es la que deviene abundancia y produce repugnancia, esto es la Náusea.
2
Es muy ilustrativo en este punto el tratamiento que Roquentin hace del retrato de Blèvigne. (Ver Op. cit.
pp. 105, s.).
3
Cfr. Op. cit. pp. 47, s. También Ibíd. p.108: “Eché una mirada ansiosa a mi alrededor: presente, nada
más que presente”.
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La comprensión de la Náusea que se manifiesta a lo largo del diario va creciendo.
“Comprendí que no había término medio entre la existencia y esa abundancia en
éxtasis” (La Náusea, p.40). La abundancia en éxtasis a la que se ha llegado es lo que
incomoda, es la fuerza con la que existen las cosas, es la Náusea que toca a Roquentin;
y todo esto es la existencia misma. La existencia es la materia misma de las cosas (cfr.
La Náusea, p.140). La individualidad es sólo una apariencia, tras ésta está la existencia,
la incómoda existencia que se presenta a la conciencia en un presente absoluto.
La Náusea es la existencia en su éxtasis, en su incomodidad: “Éramos un montón de
existencias incómodas, embarazadas por nosotros mismos; no teníamos la menor razón
de estar allí, ni unos ni otros; cada uno de los existentes, confuso, vagamente inquieto,
se sentía de más con respecto a los otros. De más” (La Náusea, p.141). Es este estar de
más la existencia misma, la Náusea. El sentimiento de estar de más, la imposibilidad de
justificar la propia existencia, viene de la sobreabundancia, del éxtasis de la existencia
en su totalidad. El estar de más es un sentimiento inmediato, es lo que Roquentin
pretende comprender desde el comienzo de su diario.
En este sinsentido de la existencia la supresión no es una opción. En otras palabras, la
muerte claramente no soluciona nada, la muerte misma estaría de más. Por esta razón la
Náusea no pone en cuestión la vida, el problema no es si vale la pena vivir (cfr. La
Náusea, p.125), lo que se pone como problema es la relación entre la existencia y un
hombre al que se le presenta en toda su abundancia.
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Con lo dicho parece suficiente para la correcta presentación de la propuesta de lectura.
Lo que se ha ido construyendo es la noción de Náusea, tal como ésta se le presenta a
Roquentin y como la describe en su diario. Lo que es preciso subrayar, para la
articulación de esta propuesta, es que la Náusea, ese sentimiento de incomodidad, de
asco por la existencia, viene de lo que es la existencia misma: un presente abrumador en
el que cada existencia particular se relaciona con todas las otras en un instante. La
Náusea es sinsentido, pero no sólo de la propia existencia, sino de la existencia en su
totalidad. Este sentimiento es producto de cómo la existencia es ella misma, a saber,
abundancia presente.
Antes de pasar a la segunda parte de este texto es preciso plantear una dificultad que ya
se ha hecho evidente: con la palabra ‘Náusea’ se designa: primero, un estado, un
sentimiento, de Roquentin; segundo, lo que desencadena tal estado; y, tercero, la
existencia como totalidad. Éste parece ser el límite de la presente determinación de la
noción de Náusea. La razón de esto es que lo que está expresado literariamente, con
avances, retrocesos y contradicciones en el diario de Antoine Roquentin se intenta ahora
poner en conceptos. El mismo Roquentin nos previene sobre esto: “La existencia no es
algo que se deje pensar de lejos: es preciso que nos invada bruscamente, que se detenga
sobre nosotros, que pese sobre nuestro corazón como una gran bestia inmóvil; si no, no
hay absolutamente nada” (La Náusea, p.144).
Por esta razón esta primera parte se encuentra radicalmente limitada. Si bien no intenta
suplantar La náusea, sí la presupone como el momento en el que se expresa el ser de la
Náusea para Roquentin. La lectura que aquí se presenta tiene el inconveniente de que
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parte de su objeto, la Náusea, posiblemente no se deje poner en conceptos. Se trata de la
existencia no en términos puramente conceptuales, sino en términos literarios. Tener
esto presente es importante porque de lo contrario puede atacarse la propuesta olvidando
la indeterminación, el carácter confuso de su objeto, a saber, la relación entre La náusea
y la Náusea. Indeterminación conceptual que está dada porque, en últimas, no se trata de
otra cosa que de la forma como la existencia se le presenta a Roquentin.
Hasta aquí el intento de pensar de lejos la Náusea; intento que, aunque es absolutamente
opacado por la vivacidad de las reflexiones del diario de Roquentin, es necesario para lo
que aquí se pretende mostrar.
2. La necesidad de La náusea
(...) cada vez me doy mejor cuenta de que el
tiempo... Yo creo que la música ayuda siempre a
comprender un poco este asunto. Bueno, no a
comprender porque la verdad es que no
comprendo nada. Lo único que hago es darme
cuenta de que hay algo.
Julio Cortázar en El perseguidor
En esta segunda parte ha de mostrarse la relación entre la Náusea y el diario de Antoine
Roquentin que luego se llamará La náusea. Se pretende mostrar la necesidad de la obra,
en la posibilidad de que ésta saque al autor, a Roquentin, de la Náusea. El diario es
necesario como intento. Éste es el centro de la presente propuesta de lectura.
La razón por la que Roquentin comienza a llevar el diario es por el cambio acontecido
pero incomprensible del que se habló en la primera parte. La Náusea aparece
azarosamente y se va dejando a Roquentin en una absoluta incomprensión, el presente
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de la existencia lo abruma y luego pasa sin dejar huella, ésta es la razón de la
ininteligibilidad de la Náusea.
En la Hoja sin fecha, que parece ser anterior a todas las otras, Roquentin decide no
llevar un diario porque según él ya está curado. Sin embargo, el diario comienza algún
tiempo después: la Náusea vuelve y se presenta la necesidad de escribir para fijarla.
Escribe días después: “La mayor parte del tiempo, al no unirse a palabras, mis
pensamientos quedan en nieblas” (La Náusea, p.22). Es justamente esto lo que pretende
evitar, quiere comprender lo que le está pasando antes de que sea demasiado tarde (cfr.
La Náusea, p.21). Ésta es la razón por la que decide llevar el diario, en éste podrá fijar
sus pensamientos con palabras y comprenderlos; su presente será fijado y con él la
Náusea.
Roquentin no siempre está en la Náusea, cuando ésta aparece y se apodera de él éste
busca cómo escaparle, la cura es un viejo rag time, titulado Some of these days.
Roquentin pide esta canción en un café al que suele ir, siempre le causa un cierto gozo
que lo saca de la Náusea. Hay algo que lo cura, pero al comienzo de su diario esto se
presenta tan desconocido como la Náusea misma, es al final cuando se sabe el porqué de
la mejoría.
Tras escuchar el coro de una canción de jazz escribe: “Lo que acaba de suceder es que
la Náusea ha desaparecido en ese momento. Cuando la voz se elevó en el silencio, sentí
que mi cuerpo se endurecía; y la Náusea se desvaneció” (La Náusea, p.37). ¿Qué es
aquello que puede desvanecer la Náusea? ¿Cuál es la importancia de ese coro?
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La respuesta a estas preguntas parece tener relación con la noción de aventura que tiene
Roquentin. Él ha viajado, ha tenido mujeres y ha estado envuelto en cientos de
situaciones extrañas cargadas de emoción, pero no es esto lo que es una aventura para
él. Él no ha tenido aventuras pues piensa que las aventuras están en los libros (cfr. La
Náusea, p.51), son narradas, tienen duración. Él ha vivido, pero en la vida los sucesos
no comienzan ni terminan, no duran, es en la narración en la que se consolida la
duración. Al respecto escribe: “He pensado lo siguiente: para que el suceso más trivial
se convierta en aventura, es necesario y suficiente contarlo” (La Náusea, p.53).
Para Roquentin el viejo jazz que desvanece la Náusea, el cantar de una negra, es una
aventura. Tanto en la narración como en el jazz se consolida la duración. Las primeras
notas de una música de jazz aparecen bruscamente, consolidan la duración y con esto
rompen el hastío (cfr. La Náusea, p.51). Cuando el presente se enmarca en el tiempo
con un antes y un después, con una duración, no hay ya sólo ese presente abrumador de
la existencia: el hastío del presente se acaba y éste es el fin de la Náusea, al menos en el
momento. Escribe Roquentin: “Sí, eso es lo que yo quería, ¡ay!, eso es lo que todavía
quiero. Siento tanta dicha cuando una negra canta; qué cimas alcanzaría si mi propia
vida constituyera la materia de la melodía” (La Náusea, p.52).
Lo que ahora hay que tratar es cómo se relaciona el diario con el jazz. Se ha dicho que
es en la consolidación de la duración en donde se rompe con el hastío, la Náusea
desaparece. Al contar la vida todo cambia (La Náusea, p.54), los sucesos se ordenan,
quedan consignados y puede encontrarse en los hechos un sentido. El deseo de
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Roquentin es que su vida esté ordenada como se ordenan los sucesos en una narración,
por esta razón escribe un diario. Así, como con una voz grave y ronca que aparece
bruscamente cantando jazz, el mundo de las existencias se desvanece (cfr. La Náusea,
p.155).
La Náusea se acaba precisamente cuando se consolida la duración, y esto se hace por
medio de obras: puede ser por medio de la música, por medio de un cuadro o de un
relato. Así se supera la existencia, se desvanece.
Para mostrar con suficiente claridad cómo La náusea, entendida como el diario de
Roquentin, es necesaria, hay que revisar con algún detenimiento el final de esta obra.
Suena un Saxofón, cuatro notas que dicen “hay que hacer como nosotros, padecer con
ritmo” (La Náusea, p.186). ¡Éste es el punto!: no hay ritmo sin duración; hay que
padecer con ritmo; hay que organizar los acontecimientos. El ritmo, constituyente de la
melodía, no es existencia. El disco y las páginas existen, pero hay algo que los supera al
acabar con el hastío de la existencia; ese algo es lo que hace que todos los que no
consolidan la duración se avergüencen frente a estas obras4. “Pero detrás de lo existente
que cae de un presente a otro, sin pasado, sin porvenir, detrás de esos sonidos que día a
día se descomponen, se descascaran y se deslizan hacia la muerte, la melodía sigue
siendo la misma, joven y firme, como un testigo despiadado” (La Náusea, p.188).
4
Causar esta vergüenza es uno de los propósitos de Roquentin con su diario.
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La melodía no existe, el relato no existe; pues no tienen nada de más. Allí está la
superación de la existencia, no en la muerte. Reaparece el pasado que la Náusea había
reducido a instante.
El final de La náusea, es decir, del diario, es que es necesario que Roquentin escriba un
libro, una novela, pues en ésta podría justificar su existencia, recordar su vida sin
repugnancia, aceptarse en el pasado. Una novela porque la música no es lo suyo, lo suyo
es la historia, pero no podría ser un libro de historia porque ésta trata de lo que ha sido,
—explica él— porque un existente nunca puede justificar la existencia de otro existente
(cfr. La Náusea, p.190). Es decir que la obra es medio para la justificación de la propia
existencia: la negra se justifica en el canto, Roquentin en su diario. Queda abierto el
problema de si esto es universalizable: si todos los que encuentran injustificada su
existencia pueden salir de este estado por la consolidación de la duración en el relato o
la música.
Volviendo a Roquentin: puede sospecharse que ese libro, esa novela, que concluye que
es necesaria para la justificación de su existencia, es su diario, La náusea. La tarea
estaría hecha, la aventura ya estaría escrita. Si esto es así Roquentin se ha lavado ya del
pecado de existir, no por completo, ni él ni la negra que canta. Ambos se han lavado
cuanto es posible para un hombre.
3. La obra como mediación
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Con lo dicho hasta aquí se ha presentado ya la mayor parte de esta propuesta de lectura
de La náusea. Sin embargo, parece necesario explicar con más detenimiento cómo las
dos partes anteriores se relacionan entre sí de forma necesaria dentro de un mismo
movimiento.
La primera parte de este escrito se ha ocupado de la noción de Náusea. Se ha visto que
lo que la caracteriza es la inmediatez con que se presenta a la conciencia de Roquentin.
Esta inmediatez es constitutiva de la existencia en tanto que ésta siempre es presente, se
reduce al instante de abundancia en éxtasis. Tal abundancia lleva al hastío, al asco por la
existencia. La Náusea es abstracta en un primer momento en tanto es una totalidad
inmediata en la que hay un vacío de sentido.
La segunda parte ha tratado, a su vez, de lo que puede considerarse como un momento
concreto, es decir, en el que hay comprensión. La segunda parte ha mostrado la
necesidad de hacer una obra en la que se constituya la duración, con lo que se rompa el
hastío producido por el instante de abundancia de la existencia.
No se ha llegado a un momento final de comprensión, en el que se terminaría
completamente la Náusea. Se ha llegado más bien a una comprensión parcial en la que
se pone de manifiesto la necesidad de la obra como mediación para la comprensión.
Sólo en la medida en que la obra constituye la duración, fija un pasado, ordena los
acontecimientos, es posible comprenderlos.
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El diario de Roquentin ha servido para que éste vea dentro de sí, para que tenga un
pasado susceptible de comprensión. La náusea, de esta manera, ha devenido mediación
para la adquisición de sentido. Se ha llegado a esta comprensión gracias también a la
mediación del jazz.
El momento abstracto en el que no hay sentido se caracteriza por una falta de libertad
que se ha presentado como la imposibilidad de relacionarse libremente con los objetos
que parecen existir como animales vivos que tocan a Roquentin. Esta falta de libertad
producida por la Náusea, es muy importante para ver el avance que hay en el interior de
la obra de la que aquí se trata.
En el segundo momento que se ha presentado hay una conciencia de la libertad, hay
libertad en la medida en que hay comprensión, en que hay sentido. Esta libertad se
presenta como una tregua de la Náusea, en la que Roquentin puede relacionarse tanto
con el pasado como con el presente. Sin embargo, el momento de comprensión no es
definitivo, la Náusea volverá; no termina con La náusea. Roquentin ha ido ganando
libertad progresivamente. El proceso de esta adquisición no sólo está en las páginas de
su diario, sino que es posibilitado por éstas. Escribe al final: “Toda mi vida está detrás
de mí. La veo entera, veo su forma, veo los lentos movimientos que me han traído hasta
aquí” (La Náusea, p.169).
La libertad conseguida permite ver los acontecimientos ordenados, ahora hay una
comprensión de ellos. Lo que en la Náusea aparecía como abundancia de existencia en
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un instante siempre presente, ahora ha sido fijado, organizado, comprendido, y así,
posiblemente, aceptado.
Para terminar hay que hacer énfasis en que no son dos momentos separados. Lo que en
el presente escrito se ha presentado en dos secciones, tal vez no suficientemente
relacionadas, está en el diario de manera completamente unificada. La dificultad que se
ha presentado desde el comienzo, cuando se pretendió establecer la noción de Náusea,
es ésta: en el diario no hay sólo una comprensión de la Náusea; hay un proceso, un
movimiento de sucesivos estadios de comprensión, unas veces con un claro progreso,
otras veces con retrocesos. Lo que hay es un movimiento que va de la inmediatez de la
Náusea como presente a la necesidad de una mediación, de una obra, de La náusea, que
lleve a momentos concretos de comprensión cada vez mayores. Este movimiento sin fin
es una aventura. Según esto la obra, en tanto mediación, es una aventura necesaria para
la comprensión.
Aunque la consolidación de la duración, en la narración o en la música, acabe con la
Náusea en momentos determinados, no parece acabar con ella de manera completa. Ésta
es constitutiva de la relación entre Roquentin y la existencia: la Náusea es su estado
normal. Lo que se ha propuesto es que si bien La náusea no es un momento último, en
el que no quede el menor rastro de sinsentido, sí es como el cuarto tibio en el que entra
aquel que ha viajado por la nieve. Roquentin escribe:
La negra canta. ¿Entonces es posible justificar la propia existencia? ¿Un poquito? Me siento
extraordinariamente intimidado. No es que tenga mucha esperanza. Pero soy como un tipo
completamente helado que después de un viaje por la nieve entrara de pronto en un cuarto
tibio. Pienso que se quedaría inmóvil cerca de la puerta, frío aún, y lentos temblores
recorrerían todo su cuerpo (La Náusea, p.189).
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Queda abierta la pregunta de si este tipo de mediación es la única posible; si la
existencia se justifica, y si sólo puede justificarse, por la consolidación de la duración
como medio para la fijación del pasado. La náusea, finalmente, no parece ser más que el
cuarto tibio en el que entra Roquentin. Al final del diario tiene su vida tras de sí,
susceptible de ser comprendida, aceptada y justificada. La Náusea parece haber sido
disuelta, el mundo de la existencia presente como éxtasis productor de hastío se ha
acabado, al menos por un tiempo. Una vez escrita La náusea, el diario, Antoine
Roquentin tiene que volver a la vida, tiene que enfrentarse con la falta de duración
inherente a la existencia. La consolidación de la duración en la obra como medio para la
comprensión de la Náusea es una cura provisional, siempre habrá vida, existencia
presente, por comprender.
Para terminar, a manera de conclusión, unas palabras del profesor Jaime Rubio:
Pero no renunciamos al presente. Por el contrario, la narrativa nos coloca en el presente
donde recordamos el pasado y deseamos el futuro. Los relatos afirman la variedad de
tiempos, crean el sentimiento de que hay más tiempos, de que aún hay tiempo5.
5
RUBIO ANGULO, Jaime, “Cómo filosofar hoy” en Universitas Philosophica, Nº 19, dic. 1992, p. 79.
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Carlos Bernardo Caycedo
Bibliografía
RUBIO ANGULO, Jaime, “Cómo filosofar hoy” en Universitas Philosophica, Nº 19, dic.
1992.
SARTRE, Jean-Paul, La náusea, Unidad editorial, Madrid, 1999, trad. Aurora Bernárdez.
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