eNRIQue R eSCRepO #tt.-~ ••••••••• el LONe De DIOOENE (.l\1ANUA I)eL CINI (:0 r)ER f:ECCO E e I C ION ES :::;CLO M alA 11 CI!\JCUE N C E N TAV EDICIONES COLOM81A DIRECTOR: GERMAN ARCINIEGAS GFRENTE: FERNANDO MAZUERA UN VOLUMEN E N PRENSA: AL MES EL LIBRO DEL VERANEO: CUADROS DE COSTUMBRES, CUENTOS • UN - - VOLUMEN, El semestre: $ 2.50 En el interior: $ 2.80 DE CR O N I C A S, N A V I DAD, VILLANCICOS 50 - - ~ CENTAVOS Suscripción anual: 5 pesos En p.\ Exterior: 7 dólares EDICIONES TOMO COLOMBIA UNDECIMO EDITORIAL DE EDICIONES COLOMBIA '. --,o..l iDe este libro se han editado 100 ejemplarel que quedan fuéra de comercio. eNRIQue el ReSTRepo .' . CONEl DE DIOGENE5 (MANUAL DEL CINieD peRfECCO) EDICIONES COLOMBIA MCMXXV jllo ",emona de mi fHU/re. El AUTOR Pii[VIENE ---- Refieren cr6nicas antiguas que habiendo ietù ~O¡6gene:; Ci Mindo. como lJiese las puerias de la nJurd":l ,;:(1.1) !fTC!'"'::n;, siendo la ciuderd ian pequeña, d(io a SH5 rab;.·G:r.I(~s:«¡'-:}/: varoms mindio:1! guardad ciudud se salga por ellas!" bien las puer:a3, ílO œ" qu:: lu Td ,.1odría.~:;;:clanla., /.'~:N. si alucinado por los lftulos á. ede libro ~.f'1¡rr.:sesS1( -:;,n!e.nido fincanJo en él esperanzv.s que ¡"Uc!iUè;il {'e!r':il"Ù: TSC. 61 auiOl siente deber ilf/peraiivo suyo a'crt.!. U;)(1 Co:; de prevención: ni te ilusionès lJano de la poriada ni fe intirir!(/.-s w;:e e! que, a semejanza de l{~,;O'e ;'!rdc I'I!::l'>", dll acceso a un conienUo sin duda indigno d:~ella, :;;{o se escribió «El Tonel» para escándc,lo, ni peca fW~ (i,'senfcdado o libetlino. Las mejillas ,nás sens;bl/:s al ;llbor exiTe· ñar/an aqu( el motilJO áe sonrojo. TaTT!poc,) {JrC3U,ikci,;; original, pues la idea más modeme d~ wanias s~ tratan puede contar sus dos mil añDS, aunque iÚ, lec~or, .Y 'yo, 5 EL AUTOR PREVIENE AL LECTOR autor, lo ignoremos. acendrado, Gl que entre muchos prejuicio, tiene, el prejuicio de la veracidad, no pretende enga- flar con errores di/erentes a los errores má, usual~, ni men- tir con mentiras desemejantes a la, que por verdades acepta el mundo . •.El Tonel de f[)iógenes,» que no fue escrito para lucro, :lino para solaz de quien lo compuso, renuncia al beneficio eJe la excomuni6n de los pontífices. Si inmerecidamente se le di:Jcierne esle honor, él, con clnica dignidad, sabrá ,0- brellevarlo sin ufanarse. Ningún libro ha sabido lo que su destino le reserl7a, .Y éste menos ,que ninguno lo ,ohe, calli tantos años como estadios; pues Delfos dista de él pero, sin ser augures, po- drlamos vaticinarle desde luego admiradores que no lo leerán .Y lectores que se pasarán sin admirarlo; con/esores que sin penitencia lo absuelvan .Y delraclores que sin audiencia la condenen. De todo ello haz re:lponsables a sus ep(gra!es. J Tan falso es el concepto en que tiene el vulgo a los que en la antigüedad encubrieron sus virtudes bajo la c(nica divisaI Y si en algo los imita e:lte libro, es en el desalino con que está compuesto, y en la pobre dicción que, a la manera del raldo palio, cobija más de una intención o inofensiva u honrada. Hé aM todo lo que puedo decirte 'yo, lector. Lo que falte lo dirá tu discernimiento. 6 El TONEL DE DIOfiENES e madrugada, descansaba Sidarta en el parque de Veluvan:t cuando divisó a Sigala, joven heredero de la familia de sU nombre, quien puesto en pie, las vestiduras y los cabeUos húmedos, levantadas las manos >'labre la cabeza, rendía el cuita tradicional a los puntos cardinales: al Este, al Sur, al Occidente, al Nor';;e, al Nadir y al Zenit. Sidarta se acercó para interrogar le: -¿Por qué, joven, madrugas tánto, y, abandonanùo la ciudad, con las ropas y los cabeHos húmedos, vienes a este paraje a rendir adoración a los confines de la tierra y del cielo? ¿Se te instruyó alguna vez acerca de la que simboliza tu culto? -Maestro-contestó Sigala-a lah{)ra de su muerte, mi padre me encareció no descuidar esta veneración. Lleno de respeto po.r sus palabras, teniéndolas por sagradas, madrugo cada día para adorar al Es' te, al Occident,e al Sur, al Norte, al Nadir y al Zenit. Sé que a ellos debo mis oraciones, y he cumplido el precepto .gin investigar 108 motivos que tuviera mi padre para ordenármelo. Hasta hoiS, las divinidades han sido propicias a mis días. Ni el desasociego .ni la inquietud han marc'hitado una sola de mis horas, y creo que esta protección es la recompensa de mi piedad". D 7 fIj N R Q r RER F. T R ~ P n Sidarta contempló al joven, Quería instruírlo 'en las enseñanzas de los sabios y le dij.o.: "Ante todo. ,de'bes saber lo que los puntos cardinales simbolizan, El Este, representa a los padres; el Sur. a lag educa:dor.es; el Oeste, a la esposa y a lag hijos; el Norte, a los amigos; el Zenit, a los maestros espirituales, y el Nadir, a I.os siervos. A todos ellos debes honrar conforme al p:ecepio, sin atenerte sólo al ritual. Honra la memoria de tus mayores; vigila la felicidad de tus hijos; trata a tus siervos con dulzura, y a tus maestros r.everéncia16s propagando eT conocimiento de la verdad y el ejercicio de la virtud, Hé ahí, Sigala, cómo se cumplen los preceptos de la devoción que ejercitas, Y en adelanta tu piedad se confirmará dia a día, pues ya conoces el sentido de tu honesta veneración" . Sigala se quedó pensativo, No replicó, peru ini,ciado en el por qué de aquella práctica extraña, sentía sin embargo que un desencanto se apodcl'aba de su alma, A la m~olana sirguiente cuando volvió a sus ejercicios piados.os notó que le faltaba la fe, Para él la simbólica reverencia había perdido su misterio, En las madrugadas sucesivas fue menos fervoroso, Apesadumbrado, resolvió confesar al maestro RU" inquietu- des. y Sidarta se ,sumiÓ, al oírlc¡, en una meditación. "He muerto un~! dulce mentira-se dijo--. Con la luz ·destruí la ,seducc:il)n de la vaguedad. Sigala había levuntado un altar al Dio:; Desconocido, y yo lo derribé torpemente, Pocos son los ojos que resisten la claridaa sin o'fuscarse, y poco'S los oídos que padecen la 8 EL TOXF.:L DE DIOGENES fuerza eJe la verdad sin emordecer. La mentira que all'::r.bra el sn:Ùro €strech,) de la vida de los humildes vale tanto como la luz. Dije a Sigala la verclad, y ~c ha desiumbrado; apagué la lámpara que ardía en su corazón y osclll"ceí su camino. He quitado la que no puedo restituír". y extraviando la mirada hacia horizontes invisibles, P~1l3Ó con lristeza en la infructuosa de la enseñanza de los sabios. *** (0~frend.a, holocausto a la Mentira, cuando l;uieras ',:Ji conocer 1:: V cI'dad. ,La misma ciencia no desdeña este principio, porque tiene sus teoremas euya d:)p:,ostraci5n se investj,ga mediante proposiciones absun:21O, y porque tiene sus reglas de falsa suposición. No la ignera tampoco la malicia del vulgo cuando dice "con mentiras se averiguan verdades". Ambas la Mer:.tira y la Verdad son divinidades femeninas, inconstantes y esquivas, que huyen del perseguidor inexperto; con ella,s no hay que ser ní tímidos ni bru' t<; le3: llevan un nombre de mujer! Pero, enemirgas )' celesas la una de la otra, suelen entregarse con frenesí a los amantes de su rival. *** C uídate f¡Le de la sinceridad que acusa, y de la justicia ambiciona caliLcar acertadamente los me9 ENRIQUE R l!l e T R l!l P o \ re cimientos . Hasta tus faltas olvidará el mundo cuan~ do tu finjas ignorar las suyas. Esquiva hablar del mal, pues es una divinidad vengativa que, a semejanza de Iaveh, reclama de los mortales el sacrificio del silencio. A quien ha hecho el mal, a la postre se perdona u olvida; pero ay! -de quien blamal'e al mâl por BU nombre, porque con él se hará implacable . ••• N os inclinamos a censurar las supersticiones ajenas, mientras las nuéstras, aún sin examen, nos parecen verosímiles y respetables. Los exploradores de paises extranjeros encuentran siempre irracionales las creencias que difieren de las suyas, y las critican implacablemente. ,El autor de las "Descripciones de Serendib" (un viajero británico del siglo XVI), se mofa de la ingenuidad con que los nativos de Maabar tienen en e!stima y veneración a la,s Hibandas a encantadores de tiburones. El sacerdocio de los hibandas fue instituíÙo. por Sanderva-Avandi el Poderoso, a fin de que, sirviendo estos funcionarios de auxiliares a sus buzos durante la pesca -de las perlas, les evitaran, con sus exorcismos, ser devorados por las bestias marinas. Conviene advertir que, en la comarca, la pesca de las perlas era privilegio real, y que, de consiguiente, estaba vedada a los vasalloo. El viajero relata cómo, gracias a esta superstición, el privilegio se respeta, pues nadie se atreve a zabullir sin la ayuda de 10 EL TONEL DE DIOGENEe JO! Hibandas, por temor a unas bestias cuya presencia en los mares de Maabar es falsa o, por la menos, no tan frecuente como de intento se publica. Y se asombra luégo de la candidez de los súbditos del reino, opinando, fundadamente. que sólo la ignorancia da lugar a semejante-s engaños. Pero este mismo narrador, fiel observante de la religión y de las costumbre-s de su patria, olvidó que sus conterráneos profesaban al Diablo un temor saludable, no obstante ser más verosímil la existencia de los tiburones en Maabar que la del Diablo en Inglaterra. Y él, tan g.ensato, que censuraba la superstición extranjera, encontraba la de su tierra razonable. ¿No eran, en realidad, la una y la otra, nece~arias para conselguir el cumplimiento de las leyes, y para garantizar, contra posibles fraudes, los derechos del soberano? Al condenar las supersticiones, no reparamos, de ordinario, el peligro en que con ello se incurre. Debiéramos meditar que las st:.persticiones constituyen la salvaguardia más eficaz del orden establecido, y debiéramos tratarJas con más respeto. A los hombres, cuando no Ioª contiene ya el temor a los tiburones a el temor al demonio, los contiene menos el rigor de una sanción penal que se ejerce casi siempre con debilidad, COD parcialidad a con injusticia. *** L a Verdad halló al fin la manera de penetrar al festival de las Mentiras Convencionales. Retintineando Jas ca.¡¡cabeles y con el traje de bufón se 11 R E S T R E P O desl izó fI' l'tivamente en la mascarada, -"Oh, la intruul !-psnsaron las mentira,s ,-jCómo hace irrespirable la distinguid? atmó.sfera de esta sociedad !"Gajo los ant.ifaces 8e escondieron taimados mohines de disgusto: "¿qué hacer ~con la verdad? ¿Arrojar!a ;gnomin;osamente?, , " pero." después de todo, vir;1} vestida :~o,' docaro, es decir, disfrazada. Expularb equi'.:lIc1¡O;~ 2 dcmo:;tl'ur que se la ha reconocido :r, de C~1i1:;:::suiente, a darle ra razón, ¿Toleraremos ",US impertimmcia-s? Eso va contra la dignidad de la i":esta, sí, pero ¿, quién se va a dar por aludido? LI:) ::lcjor es encog€rse de hombros, corno quien dice: "(¡>,o va con o{ro". Un convidado audaz se decide al :ïn, se ade],,!'!b y dice, tom:mdo a la Verdad por la mano: Hj q¡:é grotesca (l,S y qué risa inspira! j No le 'alta su granito de sal!", La ocurrencia se festeja ó:ocarrOl1<1mente y todo:; repiten: j Oh, sí, ¡tan joco:¡!", Es~e :",'<1:',(\0 ¡,ro\-:llenc'al ¡ha encontrado la, fórmula efIcaz p?ra atenuarle su crudeza. Inventó el medio de debilitarle su fuerza, de despot3eerla de ,~u virtud alu,,¡va, AureolándoJa del ridículo no será ','"-lono,::a. FJ: manos de la Verdad pon{\n un cetl'O QC Jocur:1., ¿No es un feliz acierto? La agasajan .' c:;l"rril;) :O,J" (tesvergüenzas, Conviene tdle;rarla '-."no a locil. pues admitir ,su co.rdura sería estúpido - pe;¡g"GSü,---"¡,Y qué nombre dar a la bufona? ¿La :~':ml:l'ernc' Paradoja para que nadie haga caso a lo ':10 (!ice'!"-Sí, ¡Dancen todos ále.gres: la fiesta se ::: salvado!., Ninguno se atemarice ni intimide que on el tn'.je de bufón ya tiene puesta su camisa de ':.1Crza. K lC· ".P (' "enda nadie, ni se incomode nadie, ni :die se (:<) "" pJudido, ¡, Quién hace caso de l,as ex~ '<,,, ~~··:1v[-~~an~·~. ~n Jos locos? 12 EL TONEL DE I)IOGE;'\g~ --j1i~a, gusanol ¿ H¡;yes dEl 30l? ¿ Te aieja::; del munjL.a L~();' c1<.: !e, actividad. p ~l [l. cnterrarte vivo. en el ea:1¡;]io d.~ ti' IPï;iitaci5n? i.~~e recluyes pa;'a siempre cy: .a ·~dtln ci:; tus pensam:0ntos? --I:¿jarr:e ~olo, N a importa que 5e olviden de mi, Cu~nàc, transfiguraGc, me vean aletear por los jardines, ya nadie se acordará de qU8 me arrastra ha con ]Wc!;l. Y be, 1111S1:10':: a quicnes inspiro repugnancia ejl\<c~j:;;';;J~ cr.tc·r.C[S mis alaE .. , -í,Cl\¡6)~ e¡'c:, ]lues, y p01' qué hablas con esa COI1vicc;ú:¡ de pïofcta? -Soy !ln ]u~;:)r comÚn afo;·tLlI1:'L~O,que encontró su t)'3~ilista . ~omG C.'l\',d::;¿¡Jlti, d~b2rí?~ïlCS p~dj_:..a Dios i\úlo dos f..'ra la ,;cra l:e la muerte: una mano· ear:Losa que c;(~n':l nuest'·;.i párpados, .y Ui~~ palabra de \'eH~:'.d ljl'C cause e\ (:i"~upor de nuestros oícl.os. \.. (:0:;<.(:'. Cuando que el vulgo acepta una verdad, o cualquier cosa p;¡:'ecc verdad, o que él cree que parece, ia COnVi€l·tc en c'csesión y el! instinto. La verùad ENRIQUE R E 8 T R JD P O pierde así BU carácter intelectual, y se hace función, hábito y costumbre. Entonces es cuando los sabios empiezan a desconfiar de ella; la miran con antipa' tía o con recelo. Las verdades en boca de los necios son como las piedras preciosa5 en manos de 106 pobres: o no valen nada, o se hacensóspechosas al menos. *.* pasó ,la edad del dogmatismo para la ciencia, y la ciencia se ha hecho ahora ironia, al decir de Xenius; ironía equivale a afirmación dudosa, insegura, nena de vacilaciones y temores, muy circunspecta y muy ladina. En efecto, se desterraron las convieciones del reino de la ciencia, y hoy sólo la cortejan las hipótesis vero.símiles, los postulados provisionales, tan corteses que están dispuestos a renunciar su dignidad inmediatamente que cualquier descubrimiento nuevo lo exija. El reinado de la ciencia es, pues, el reinado de la desconfianza disimulada, encu'bierta bajo sonrisas de benévola credulidad, de cortesanía, pero no de convencimiento. Là desconfianza es la política oficial àdoptada para escudarse de 106 errores, aun en la inteligencia de que se convive con elIoa, y de que con elIos ,se combate en pro de la verdad, a la manera del buen estrátega que en la guerra se :,:rve de lo.s prisioneros enemigos. Estamos, pues, en la época en que la ciencia ea una regla de faIsa suposición. Pero, no obstante, hay Ia- EL TONEL DE t>IOGENEfl bias porfiados que no entienden esta política, y que profesan a la ciencia una fe semejante a la fe de Alejandro el Grande. Sabido es que Alejandro, encontrándC,se enfermo, recibió una carta en que Parmenión le prevenía desconfia; de Su médico Filipa de Acarnania, de quien sospechaoa que, vendido a 1(}8 enemigos de Grecia, intentaba envenenar lo. Cuando el médico se presentó con la medicina, Alejandro le alargó la carta delatora para que la leyése mientras, con simulada confianza, bebía él la sospechooa poción .. ¿ Será la serenidad de la ciencia parecida a la ae Alejandro? El siglo que se ha propuesto el pro¡greso del conocimiento por objeto ¿ lo expone to.do, inclusive sus verdades actuales, en pro de las verda:des futuras, así como Alejandro exponía su vida a la traición por salvarla de la enfermedad? Pero en el fondo. de tántas dudas hay, no obstante, aiguna convicción: la ciencia cree en la verdad. en la existencia d'e la verdad,' cómo Alejandro creía en la necesidad de vivir. Se afirma el fin, aunque se dude de los medios. Y en caso tal, la ciencia no ha ido más lejos que Pilatos, a pesar de los tántos años trascurridos. ¿ Pue.s qué contestarle a Pilatos si Pilato.:> interrogáse de nuevo: ¿ "Qué es la Verdad?" ¿ Se haría uso de la ironía para decirle que es, probablemente, un error disfrazado? *** E ste afán de la verdad por la verdad, manía de estos tiempos, avaricia de! entendimiento contempo' 15 E N lt HBSTREP() ráneo, provoca y estimula ciÚta revaluación de la mentira, pues la causa de la -';el~(:ad, al vulgarizarse, sacrificó 6U dignidad clásica. Si la mentirn se adereza decorosamente, y si enseña algún carácter estético que la agrr..~ie, ¿ cuántos lo~os no s.e desposan de mejor g-rado con eIJa? *** un filósofo antiguo que se negaba a divulgar sus doctrinas le preguntaron el motivo, y dijo: "Porque uno que entendió y asimiló mi enseñanza cana mi nombrë cuidad'osamente; y otro que la escuchó sIn entenaerla me desacredita proclamándose di,scípulo mío". A *** F:I que l'ki Parà cia. posea una verdad desconocida y (IU;era revelarla, que no se olvida de que '2S explosiva. ne· sufrir sus efectos, retire·se a prudente distan- *** Q ué de holocaustos no implica la continua revaluación de los principios científicos! ¿ Aceptar hoy ':.:"dac1es (lue mañana será' preéiso desechar por- 16 E L 'I' () :'\; ~} L O l'; l) ¡ {) G F. " F. ~ dejen rIe ser vei"dades? Cuando un nuevo descuhï:miento infirma 1a validez de un principio aceptado, 10s sabios so ven en el tra n'-se penoso de sacrificarla, a p.:s¡¡r de su amor pôr é:, ¿ISe quiere salvar del (,H'Ji' <~1mur:.60 '; La ciencia es Dios Padre, la verdad ¡;lell~dica Dios ï-lijo, y ei IVliste'rio de la Redención ·'e repitL' constantemente, qll" ias diversns épocas del espiritu humano se reconocc!: po:,' la preocupación que las inspira, coma las edade's "de la tierra se reconocen por las capas ,\'cc16gicas superpuestas. De ellas quedan señales inconi J.ndible,s; poseen un reiieve que nada borra. Ya sc~ )OJ la c¡(,!ricnte fuerza c121tiempo, ya por la ac~ ci:'il! ¡¡l'il tal {leI catac li:':mo, sc rnedan, y desaparecen sep'ï1ta(]8,s baje una llueva prGocup?ción, Mas basta ,"P' ,Il', ;;rofujj{]jzando, y la forma,ción 'homogénea se ¡lesc;dn'c tras la actualidad :que la esconde, Hay en el!~. poLr;ficados mil fósiles, diferentes por la estruct'1ra, pero ~Oll una fisonomía indeleble. con .gorprcnJ~~l'c(~S 1'""go;; CI e afinidad allí impresos. De cuantos l1oc~lLlentos se conservan de ~a ¿poca milenaria se:-'a ;mpo.,,:bl:.~ dis·J(;¡ar la idea de SantD.Cruzada. Rcsca~ar ¡!"l poder de los infieles los S;lgrados Lugarc·s y léó' .fc;¡(~vÜ:s VenerzTIc!as fue el ideal de aqu·el1os si~(los. A ,él consagr6 Europ:l la sum" de sus ener!,;,f1 ':s',::\' y r.1.;nLlcs, Ni ;a autenticidad ni la uti¡i,¡>~Ó c:cl obje\ iVl:se pu;-;Îcl'cn en ciulla; abunèaron !LI 17 ENRIQUE R III8 T R E P O los mártires y los héroes, pues toda causa encuentra un número de ·héroes y de mártires que está siempre en raz( n inv€l'Ea <le su ¡claridad y, slobre todo, de su, efil.'acia. El espíritu de aquel'lossiglos creía que la más auténtica necesidad, a la cual todo ha de inmolarse, se llamaba salvación eterna. En razón de este fin se juzgaron los pensamientos, actos y palabras, y sólo mu'y tarde se preguntaron los hombres oSi,en efec· to, no ,habiaa~gún motivo para sospechar de la evidenciade una COila 'semejante. Otra edad del mundo se .caracterizó por el dominio y primacía de las preocupaciones caballerescas. El sentimiento del honor, Ic·onvertido en déspota de las clases ,elevadas, llegó entonces a su auge fanático. Lo vemos constituir el tema o'bligado de la vida real y de la vida ilusoria de la escena, en donde los comediógrafos le erigen su templo, y -en donde compiten en personificarlo idealmente, asi como en la realidad aspiraban a personificarlo los hombres de casta que se hkieron profesos suyos. Aquí y allá, el honor confina sus demostradones ·a la punta del sable; esgrime por argumentos los mandobles, y la sangre es su conclusión y su pirueba. No basta al caballero, para serIo, la observancia rigurosa de las costumbres ni el Reatoa la lEY, porque el !bolllor no ¡sólo ll"adica en eoSo, sino ,a¿'En;á.s en el concepto y 'respeto públicos a que se es acreedor. Voluntariamente, el individuo peca contra su honor violando la.s leyes de que la sociedad le hace esclavo, pero peca también involuntariamente si alguien afirma que las viola. Una duda ajena, una palabra delatora, una mala opinión, equivalen a la falta a la superan: dan lugar a la afrenta, li EL TONEL DE ~IOGENE~ y la afrenta sólo se lava descabezando de un sablazo n quien la infiere. Se enmienda así el mal, pues, suprimida la causa, los efectos se suprimen de suyo, )' el honor se restablece a su esplendor inmaculado di! antes. Para los que, indulgentes con sus pecadas, nll la son con quienes tienen la audacia de enrostrárselos, la delación era un insulta que precisaba desvanecer matando. Y sí, por el contrario, era calumnio sa, no por eso la ofensa era más leve, ni hería menml la reputación del calumniado. Cierta o apócrifa, el 'Código Caballeresco consideraba la delación igualmente ofensiva. No es el honor de quien ultraja el que se afecta: es el del ultrajado, si el estoque nil acude a restablecerlo. Aquí del Juicio de Dios.-asi llamada a'unque sea el Diablo quien decide-y aquí dt: las gentes que se anduvieron a cuchilIadas por motivos baladíes o superfluos. Envilecida por el abuso, el sentimiento que mayor cultivo y que mayor respettl merece, el de la dignidad personal, vivió a merced d·,: espada-chines y fulleros mientras duró la ,supremacía de esta preocupación vanidosa .Lo cual no implic:, que ya desapareciera, como no ,ha desaparecido tampoco la fe en la eterna salvación. El Código del Honot' a la antigua aún subsiste con sus cláusulas intacta,; y su espíritu de ferocidad, pero en la práctica los siglos la han dulcificado. Y él, queen el vigar de Sll juventud se aplacaba apenas con el holocausto san· guinario de mortales encuentros, hoy, ya caduco, S;! conforma con la páfida parodia de ellos. El rasguñe, la contusión, lu pequeña gota de Bangre son expiatorios eficaces para calmar 6U sed de venganza_ 19 HE~'I'HJ';P() *** A su turno, a la edad actual la caracteriza una preocupación: la Verdad, el descubrimiento de la Verdad. Uno es nuestro afán: snborùinar, reducir toQI) a] entendimiento por medio de la cienda. Pero la ciencia no es ~ólo la disciplina conque se per·sigue el máximum de resultados mediante el mínimum de esfuerzas; no es b economía de trabajo, el a1horro de fatigas, de dclor, de i'lalud. Coi1siderarln utilitariamente es afiliarse al cisma que se repudia más. La ciencia es, ante todo, nuestra devoción, el culto a la Divinidad Moderna. Divinidad sin atributoR conocidos, más augusta mientras más imprecisa, más vene·· r8.da miEntras n~ás rebelde; divinidad que, por su naturaleza, y el1 la mediàa qU€ participa del misterio, po,see encantos a que no se sustraen los temperamentos idealistas. Y e:>, en efecto, un ideal hermo' so perseguirIa, y una realidad no menos bella sorprender alguno dû sus fugaces aspectos. Hoy, ,como ayer, esta felicidad está reservada a los devotos ,gin.. ceros, a los auténticos creyentes de la ciencia, vel'· daderos iluminados y visionarios. La fe es su condición de milagro, y el milagro científico es el progreso industrial. Pero ûsí como nadie deb€ juzgar de la divina majestad del Dios Hijo en razón de la utilidad de las curacioll€'s que realizó, devolviendo la \'Ísta a los ciegos, la palabra a 103 mudos y la vida a los muertos ,sanando el cuerpo a los leprosos y el alma a los endemoniados, tampoco !lay que juzgar del vajOí" de nue~tra ciencia par los prodigios que realiza. des~ubrir el partido de la utilidad en los adelan20 EL TONEL DE DIOGEl\.l!:~ tos, no sólo es reprobable, sino revelador de una com premión equívoca o traidora. Aun sin ellos d€bl:damos Cl'eer en la ciencia, pues asi piensa elsig](!, y así quiere el siglo que pensemos todos, si que remo,; mantenernos en ortodoxia. La invasora sed de verdad ~s la nueva cruzada de los tiempos, ¿A qué remota Jerusalém Cautiva 11£vará nuestros pasos? Aún no es posible imaginarIo. En la escoria de lo.s crisales de la lejana alquimia, que soñaba con la aleación armoniosa, cuyo secr"to sola la naturaleza posee, çuedó la química de hoy. rica y valiosa más que el oro cll"diciado de la alquimia. y si la ciencia nuéstra no enCllentra al fin la Verdë.d Suma que persigue, ¿por qué no ha de hallar algo que todavía no se sospecha? Ante la actitud de estos tiempos, el que se inquleta por el motivo de las preocupaciones y, en presencia de los efectos, por la causa, interroga: ¿ por qué j Ch Verdad! suspiramos por cqlOcerte? ¿No el'es, tú también, otra enfermedad del entendimiento, otra ofuscación de los instintos, otro extra vía de la voluntad? Retrocedo hacia la génesis èe tu ser y de<:cubro los cimientos utilitarista'.> de tu estruciol'a en el cerebro de los hombres. Porque t.í, Verclaà fetiche de la hora, te alzassobl'e la se,cular verdad de nuestros abuelos, que era k hOnorable y senci~:a veracidad-es decir, el deseo de no ser engañados, de conocer los hechos tal cual ocurrieron y los pensamientos ingenuos, sin adulteraciones introducidas por la conveniencia a por mistificJlciones fantásticas. En·· tances :10 se te exaltaba sino por la utilidad de la con· ducta cuya norma €ras, y te apellidabas vi:·tud, ma 2 ¡: :-r R I Q t) E R E S T R E P O le,:.'::tmente, Hoy seria difícil reconocerte, transforma:ia, como te hallas, en un monstruo que reclama Lohcaustos. El octavo mandamiento no sólo se relaciona ya con la conducta. Quieren imponerlo también " la naturaleza, y quieren imponerlo al espíritu: a la naturaleza porque se nie.ga a callar ante pueriles interrogaciones que no está preparada para contestar, y porque se condena su silencio en nombre de una moral cuyo sentido desconoce. Si ella miente, seguro es que no sospecha, en ningún caso, que comete acción rel)robable, Imaginad un buen campesino a quien rapaces bulliciosos obligásen a tomar parte en su,s jue¡:ços, y luégo se quejaran de él porque, ignorante de las reglas las había infringido. Este símil te dará la idea del €,stupor de la naturaleza interrogada, si es que estupor es término que cuadra a las fuerzas ciegas e inconscientes. Y quieren imponerlo al espiritu l'epiUéndole el antiguo "gnoscete ipsum",exigiéndole ;;onocerse, es decir, obrar sobre si mismo una acción refleja imposible, que es como pedir a los ojos que se miren introspectivos, o al paladar que descubra su :,;abor propio". ¿ Pero no eres, después de todo, una lll'eocupación inocente, Verdad? ¿ No llegarán días en que los espíritus audaces se -sacudan tu yugo, y se inquieten por ti menos que hoy se inquietan por el res(;ate de las Reliquias Santas, el de.~agravio de ilusol'ias ofensas, o el peligro de la eterna condenación? *** obsesión de la Verdad por la Verdad no ha sabido contenerse 'dentro de log límítes, que la mo- EL 'rONEL DE DIOGENES raI, la ciencia y ,el espí-ritu le ,demarcan. Gomo otras prcc~upaciolles, y aun en mayor grado, es invasora. Utilidad, satisfa'cción de las necesidades, conservación, multiplicación y expansión, todas estas cosas, de un modo u otro, se ofuscan con la idea enclavada en el corazón de estos tiempos, y con ella se justifican y justifican sus actlSs. ReJi,giosa, jurídica, ética a científica, la Verdad sirve de estandarte y emblema, y a su pie se libran las batallas del día. Si la ignora una tribu, un pueblo, vendrá quien asistido por el derecho divino se declare depositario d.e .ella, pa1"a con ella sancionar .su rapiña, refrendándose con la noble propaganda de su causa. Se la llama "civilización", se la llama "cultura", y bajo tales advocaciones se la hace catequista para que emprenda obra de conversión. No importa que de estos ,esfuerzo.s salgan renegados de otras causas que la veneran con sus viejos rituales y con la liturgia del culto abandonado. Lo q~e importa es suplantar al ideal antiguo. De este modo, la Verdad ha querido destronar a la Belleza, celosa del ascendiente que ganaba ésta. La sintió su rival; tuvo miedo de que los hombres la desdeñaran para entregarse a una idolatría nociva. "Yo soy-les dijo-austera, recta, seria, formal y la única digna de amor. No 08 dejéis alucinar por la coquetería de la Belleza. ¿No véis cómo se enseña, para provocaras, desnuda? Reparad su impudicia y mi recato; comparad su sonrisa pecaminosa con la austeridad de mis ademanes. Ella es una indigna COf-; tesana, y yo una patricia. ¿ Qué loco se atrevería a preferirla, repudiándome a mí? Procurad que sea yo .,. ·.v ENRIQUE R ID S T R E P O quien inspire vuestras ac'Ciones y no esa frívola. inconstante y ,abominable criatura". Los hombres alabaron tales palabras, y comprendieron que para acatarlas y mantenerse en ortodoxia era preciso, indispensable, catequizar al Arte, antiguo sacerdote de la Belleza, a fin de que en la sucesivo oficiase en les altares de la Verdad. "Si no SIe adhiere a nU€iStra causa-se dijeron-no tiene ya derecho a existir". Y tomándo al Arte por neófito, resolvieron que abrazara su religión y la bautizaron. El converso se llamó naturalismo en un(}S casos y realismo en los otros. Gracias, pue,s, a la influeneia de la cruzada científica, tomó el Arte dirección divergente de la que le era peculiar. Abandonando los altares de la Belleza, se puso al ,servicio de la Verdaa. Faltaba saber cómo había de servirla, pero no fue difícil. Sus principios se condensaron en una fórmula sencilla: copiar, con la mayor exactitud, la naturaleza; reproducir la realidad tal oual es o, al menos, cual parece que es. No importa que la realidad que se reproduce sea fea, inorpI€siva o repugnante: la esencial es que se 161 imite bien. 'Les ¡::artidarics de la e'scueIa nueva c'reyeron in-' dispensable desterrar toda influencia de la fantasía de los domini(}S del arte. j Nada de imaginación! j Fuéra la fábula! j La Verdad solamente ! Imaginaron que, por su espíritu mismo, ef Arte, había de ser naturalista, porque se servía de formas y de imágenes naturales para dar expresión a sus -sentimientos. Confundieron los medios con los fines, pues sabido es que formas e imágenes son al arte la que las palabras Il: l. T O N fi: L D 13 D lOG E N 1ll 8 son al idioma: desarticuladas, independientes, .no tienen otro valor ni evocan otra idea que la de una. cosa u objeto. Y el objeto puede poseer una belleza y un inter,és relativos a carecer en a'bsoluto de ellos, pe·ro la creación artística nace del consorcío apropiado de 10,« el€1r:entos que reúne; ésta en el senUdo y no en :a L.tn. Si na-curalczay artificio poseen analogías, no deben pOr eso confundirse. El racionalismo--muça ir.:pir¡¡¿cra que fu.:! de estas nuevas escuelas¡:cfata q¡;C Eéro r.ay l:ell€Za en donde ,hay ¡verda'd" . ;ir. lcordarsc de que no sirmpre la verdad es hermo~a. (i Si hasta e,<;preciso ocultarla a menudo!). Por " .. \0 ~e inventó el arte, que es como la protesta y rectif1caciÓ'n que haee el homb>:e de la crudeza de la realidad. De (:reador había descendido el arte a 'Ser un ::iimr.]e r::¡J!oductor en virtud de las imposiciones de la c,.cue:a nueva. A"í podia mantenerse dentro de los li'l':r es exigidos, sin incurrir en' la oprobiosa men~; J.l tic qlle los racionalista~l abominan. ~QuÓ objeto tenía que la obra artística se subordi!Jara 1itcralmente a las cosas o a las acciones reales? Lo Í'!Yforl ante era que cumpliese la ::onsigna. A· la manera del Prólogo de la antigua farsa, el Naturalisma se presenta ante el auditorio, antes de que empie' re J:¡ n~presentación, y le p:'evïerte con esta o pareci3a arenga: "No creais. señores, que por ser nosotros, los (lle vamos a aetua¡' aquí, comparsa de histrione~ cuyo cficio fS rr.€ntiros, 'Vé.rnos a abu8ar denut'st"a situación faltando a los deberes elementales que nos ill1I)l)ne la moral. Hemos reformado la comedia de malleI a 'ùe no herir ni vuestros sentimlentos ni la dignidad nuéstra. La mentira que vamos a deciros es' 25 ElNRIQUIIl R El S or R E P O tá concebida de modo tal que podria confundireela ('on la verdad. Así creemos disimular a atenuar nuestró pecado. Antes nos proponíamos :divertiros sin reparar en la buena apariencia de los medios. Se nos observó que delinquíam,'s, y abolimos entonces cuanto pudiera ofender la venerable preocupación vuestra. Excusad, pues, si no conseguimos arrancaras el alado SUSpii"O ni la exelamación regocijada de antes. No juzJguéis la q¡;e YEIrOS a deciros y a mostraras s:jno en razón de su semejanza con los sucesos ordinarios de la vida. Es posible que os obliguemos a bostezar a veces, y que a veces os inspiremos repugnancia: disculpad, pero ello es necesario para que nuestra farsa no parezca farsa, J' para que de vosotros se aleje toda idea de que os estamos engañando. Dejar·se engañar es propio de niños, y los hombres han envejecido demasiado para que recuerden que un tiempo fucron niños. HOJ' han tomado la verdad muy en serio, y nos obli,gan a menUrles con ella". El auditorio aplaude. Le van a reproducir la rila¡¡dad, y no hay peligro de engaÎlo. El auditorio opina que la naturaleza es la norma inequívoca de la verdad. Ha olvidado que la naturaleza fragua también sus fáhulas y engaños. Y mientras aplaude el auditorio, un arco iris, que levanta ,hasta el cielo la gama de sus colores imprecisos; se desvanece como la suave irrealidad de Ofelia, y el miraje remoto del desierto es falaz, como falaz fue el sueño de Segismuntlo . . . . . "pues estamos en mundo tan singular que el dvir sólo es soñar" .... 26 EL TONEL DE DIOGSNE .. ••• L eonardo Da Vincci consideraba las excelencias el..:. realismo, y trajo a cuento, de los dibujadc clásicos de Apeles, aquellos en los cuales verificó ci heleno el desarrollo historiado dë un tema. ("La C2' lumnia"). Pura él Vincci, la imitación fidedigna d: la realidad era lo que hacia famosa la creación de ¡ griego. nIas no reparaba en que, si se hubieran exa minado las figuras a~sla·damellte, una a una, con presciendencia de su correlación, es probable que ~c eL contrara en ellas una perfección técnica consumad:!. que con elocuencia nos hablase de la mano admirable que delineó los rasgos. Pero la coherencia del cor.. junto, las armonías resultantes entre lDé>contorno: del dibujado, esa indefinible correspondencia de la: formas i. no se sacrificaba, al aislarla's, puesto que nt era re~;ultado de la fiel reproducción del natural? Las uvas maravillosas del pincel ático, en cuyo di· bujo y colorido puso el autor naturalidad y perfecciones tales que lo.s pájaros engañados se llegaron :. picarlas, no prevalecerán mucho tiempo como los sirr' bolos del arte perfecto. Jamás el arte ha sufrido des· viación mayor de su meta que cuando se pretendió ha-o cerlo realista, porque la aspiración del realismo fur la de alcanzar, en la creación artística, una reproduc' ción escrupulosa de la verdad, de manera de presentar las obras como el trasunto fiel de la vida, come la traducción literal y exacta de ésta en lo plástico ciñéndose a lidedignas imitacione5. Y Da Vinci in currió, cuando teorizaba, en esta ilusión, aunque de :elIa se apartan ~i€mpre las obras legada.s a la pos· 27 ENRIQUE R E 8 T R E P O teridad por el prodigio de sus manos. La escuela rea1ista omite la consideración mâs importante, y es ella que la función propia del arte no <:'onsiste quizás ën la reprodu,ëcion sfno en la interpre~ación de lo real. N a es a "la copia-reflejo' inerte-a la que debe aspirar, sino a una idealización de 1:>s ëOB813.cTespojándolas de su dureza para vestirlas con los tintes m!\ravillosos del ensueño, con los claroseuro.'; de In penumbra ideal, con las coloraciones vi~ gorosas de la fantasía. Ni es tampoco la finalidad del arte el buscar las exactas relaciones que entre sí las cosas poseen, siño encontrar en e-lIas las analogías escondidas y evocadoras, un aIgoae misterio y de encanto que las ñace aparecer más bermosas a nÜéstras 0.1013,y WU'èce que las exaltara a una visión supratërrena, cuya última razón desconocemos. Para expresar matic~s delicados y sutiles del pensamiento busca el pOeta las imágenes. las hace plásticas, tangibles. como si por maravillosa virtud sus manos de mago- dibujaran los rasR'Os suge'stivos sobre el pinna de nuestras almas, dispuesta-s a impresionarse con aquellas sombras y" colores ideales que saben evocar los de nuestros sueños .. Sonríe el mármol in13ensible bajo los golpes que en su fría dureza ciñcelan la graciosa contracción de una boca. Germina el milagro àel movimiento en la pied:r?, estéril cuando el genio dël escultor le ha infundido un l-álito de vida y de Ïnspiración. Las vibraciones soñaras, indómitas y dispersas, acuden obedientes al conjuro de la mano del músico, y hechas frase!'! de ondulante armonía, aunadM en ritmos ea- 28 lIlL TONEL DE DIOGENEB dentes, se Jlegan ha~ta nosotros a hablarnos, en peregrino idioma, del mundo ideal que vagamente presentimos. Lienzo o sinfonía, bronce a po·ema, el arte es como heraldo de una vida lejana, envuelta en brumas, y formada más por girones de anhelos oscuros y de ilusiones imprecisas que por los elementos tangi'bleg, que constituyen únicamente la materia de 3U estructura, 'pero no su espíritu. Su virtud consiste ê:' <;,:gcrirnoshasta dónde nuestro deseo es capaz, :> en mosh-arnos perfeccione:> superiore·s a toda perfección cO!locida. Pero una reproducción de la real, así fuera la más ceñida, ¿, podría acaso sustraemos al contacto que, monÓtona, la verdad nos ofrece? Reproducir no es creH: la reproducción mata el espíritu como la creación la exalta. La reproducción excluye la iniciativa ~. el temperamento; con ella, la visión y la inteTpr.etación de las cosa·s se extingûen, y la visión I y la interpretación son factores esencialísimos del arte. El ?rtc como reprooueción y la reproducción como arte, extremando los conceptos hasta convertir cada uno en sinónimo dEl otro, :necanizarían la función, ellviieciéndola; la consecuencia fuera el trueque mezquii10 del arte en art;iício, de la idea en materia. Porque por principio padece el naturalismo un error que consiste en considerar como realidad solamente a k f~rma, a la,; elementos ,geométrico-s, que son apena~ aspectos de la realidad, omitiiendo la que es más esencial, que es .al espíritu, lo m6vil, la vívido, lo que está más allá de la froma, y es como núcleo invis1~ ble alrededor del cual la forma se congrega y se anima. En la creación artística, la materia representa 29 R ENRIQUE It 8 T B m p o eolamente el elemento de que el espiritu se lIirve para expresar sus si.gnificados: es lo que la palabra ell a la idea, el v€hículoque tra,smite, el momento que traduce, el signo que exterioriza y hace perceptThle la voluntad que alienta en el fondl> de las cosas. Pero aun en el supuesto de que la misma reali<làd, palpitante, móvil y no susceptible de ser paralizada, pudiese sujetarse para estancar uno de sus instantes dentro de la exacta reproducción, ¿,sería ésta emotiva? ¿ Nos sentiríamos ante ella sobrecogidos de esa elevada voluptuosidad que en nosotros despiertan las obras artísticas de consumada perfección? ·Más parece que la misión verdadera del artista es la de vestir con caracteres de verosímil apariencia la vaguedad inefable de su sueño, y aprisionar, en la forma rasgos del espíritu, víei.ones de fantasía en el color exuberante, o pensamientos furtivos en la letra. Forzar la realidad a ser artística es forzar la naturaleza de lo real: constreñir el arte a reproducir simplemente 10 real es forzar la naturaleza del arte . ••• xaltado a la escena, el naturalismo desnudo enseña aún más su complexión ayuna de encantos. Un despojo anquilosado de la vida empírica del día, una representación analítica de síntomas decadentes a de voluntades enfermas, p6dría ser el motivo de una exposición patológica feliz, mas no la fuente en donde el arte abreve 'sus inspiraciones. El E 30 EL TONlllL DE DIOGEN1ll8 fragmento sedentario de una vida que no trascien3e los limites de la rutina, el episomo insignificante que no se encumbra hasta lo heroico, ¡, son aca,so dignos de la unción suprema de Esquilo? Aquella dramática contemporánea que alcanza aplausos de una mayoría ululante y frívola, ¡,no es profanación de los fueros de Thaalia? ¡, Qué nexos con las báquicas ern" briagueces de la tragedia primitiva conservan las visiones enfermas del teatro llamado hoy naturalista? Para 108 ojos ávidos de belleza, a que la Id-esa.:1iñada exp03ici¿n de problemas convencionales no sacia, ni hall:m deleite en la representación de mezquinas dificultades conyugales-mejores para pasadas en silencio, en el seno de la intimidad-el "drama" actual suele ser un extravío del sentiao estético, una divergencia del arte hacia la cátedra plebeya, que quiere corr2gir o encauzar los sentimientns de multitudes indoctas. ¿ Qué de emotivo, de sensacional, provoca el trasunto fiel de una naturalidad insípida e inexpre" siva? ¿Cuál es la imagen fidelísima del "hombre de cada día" que lleva a la escena u"na palabra noble, un acto heroico o un garrido continente? Si para el escultor el desnudo es motivo predilecto de inspiraèiones, ¡iara el trágico el alma desnuda, despojada de los l:ábitos convencionales que la enlazan, y el pensamienio sincero, más fuerte que los obstáculos que entorpêcen su vibración, -serán también dignos mati, vos; pero sí c,l "drama" contcmporáneo exhibe la desnudez, no cs, hïí.bitualmente, la desnudez apolinea y hermosa, sino la afrentosa y encubierta vergüenza, la àcformidad realzada,-exagerada acaso. --l¿ A-rdid para exa.cerbar nuestra repugnancia e inspirarnos ::n E N R Q lJ !l R E S T R E P O 'propósitos de enmienda 1 ¿ Y la fn"ición e!tética? Y el arte? ¿ Qué omisión lamentable se hace de lo esencial? Traducido al lenguaje de Esquilo, el gesta cotidiano, enfadoso, evocará tan sólo una escuálida imagen del hastío. El héroe, y sólo el hérce t i€ne ~·l a,~~eso franco a la cumbre de la tragedia; ei héroe de sangre ardorosa, divinizado, avasallado por la pasión íntegra y fuerte, el héroe cuyo gesto augusto es la conforme manifestación <leI empinado pensamiento o del deseo a,ltísimo; el que, soberbio, se revuelve acosado del infortunio y se le enfrenta, erguida la cabeza bravía, que luce por blasón un entrecejo crur.ado de luminosos pensamientos. Quizás su labio esqu ivo e::;bozará una sonrisa de desdén para la cólera de Zeu.;;, o ]ooS hombros hercúleo.;; se encogerán irreverentes ante la amenaza del Dios-Ra'Yo. Las pasione·s íntegras, indómitas, dictarán la ley reguladora de sus actos, y en el fondo de su sér arderá candente el fuego de una voluntad salvaje, enérgica e invasora. Ceñidas las sienes con la corona del infortunio, él obedecerá tan sólo la voz del destino que lo impulsa. :Ejecut<J~ de los mandamientos irreversibles de lo escrito, su puño esforzado se alzará para cumplir el designio que, por "ir1t:d èe t'n dicl',alinA'a fn el a nirr.<nso' ,ce'razón. La clámide de los deseos será la vestidura que desgarra la enemi,ga zarpa calamitosa, y tendrá por rival sola a la mu,erte, única que en el polvo humille la frente exangüe del caído. Símbolos eternos, las figurashero;cas de la tra,gedia encarnarán, no el efímero momento de la época, ni la palabra pa,sajera de un día, sino la de inmutable que hay en nuestra na32 E J, T O N E L DEl) lOG E N E B turaleza. Su grito será el grito cuyas vibraciones se dilatan abiertas, cual un eco, en las profundidades del tiempo. Su.'! dolores serán hs dolores de la humana estirpe; sus pasiones; las pasiones que desd~ el ignoto albor de nuestro origen fueron la esencia misma de nuestra sangre: hé ahí cuanto de humano ha de haber en él. Un poeta altísimo "que de há tiempo se esfuerza por reivindicar para el teatro latino la potencia del ritmo, y de restituír sobre la altura escénica e1 do•. minio de la vida ideal" ha dicho: "¿Es necesario repetir aun que en el espacio e·scénico no puede haber vida, sino un mundo ideal? ¿ Que el Carro de Thespis, semejante a la Barca de Aquetonte, es tan leve que puede soportar apenas el )eso de las sombras o de las imágenes humanas?" (1). Cla!:lemcs por el advenimiento de un arte trágico más alto; por un arte en el cual se fundan, en convergencia maravillosa, con el ritmo de la palabra, las alucinaciones del vidente; por un arte que sea la tangible encarnación del ensueño, y que hable, con dulces modulacioncs, el lenguaje de cuanto germina dor- . mido en nuestra profundidad. Que, grito rcgo-cijado y victorioso, se alce para anur..ciar a los hombres la caricia de desconocido deleite, o, alarido salvaje, sea el espíritu precursor de tormentas que nunca antes conturbaron el ánimo-. Nuncio de pasione-s más fuertes, estímulo de sentimientos más nobles, inspiración de ideales más puros, arrancará de las entrañas del (1) D'Annunzio: "Dell'Ultima Terra Bianca Di Pallade". [rll LontRnR E Della Pie- ENRIQT1E R El S T R E P O símbolo su palabra egregia, y la inagotable fecundidad de la analogía engendrará para su boca el verbo omnisciente. Fejiz comienzo de la renovación de un £entido exangue, ¿ no exaltarâ la estética moribunda del día a concepciones mâs felices y perdmrabloo? -- .... EL TONEL DE DIOGENEB ••• P adecemos la ilusión de creer conversador más ameno al que sabe escucharnos, y nos figuramos el más inteligente al que nos contesta con nuestras ideas . ••• ombatimos con obstinación ideas que oSan nuéstras, e impugnamos hasta las convicciones propias si alguien se anticipa con acierto a expresarlas, y se acreditan de originales . C ••• P ara los sabios, el peor error es la verdad cuyo dea~ .cubrimiento se les ha arrebatado. D eseo, geniecillo travieso que maliciosamente avi. vas el fue.go de las pasiones en el corazón de los hombres: ¿ por qué no enseñas a las mujeres que se a'bstengan de cumplir tus votos? ¿ Ignoras tú que con sus favores extinguen ellas la llamarada que tu soplo enciende? ENRIQUE R E S T R E P O ••• G ustamos de dar consejo al prójimo, no por el bién que pudiéramos procurarle, sino con el fin de buscar admiradores a nuestra prùdencia, ••• H ay tres clases de silencio: el del sa'bio, que desconfíade sí mismo y calla, el del prudente que recela de los demás y escucha, y el del soberbio, que teme no ser oído y prefiere no hablar. Pero hay aún otro silEncio, ccmparable sólo al de la nada; y es el que más inquieta: el silencio de los imbéciles. tltItI G alantería póstuma.-Había tenido una clara razón , hasta el día en que fue conducido al manicomio. Al verla e-n~rar,-un loco lo consoló diciéndole: "Hermano: es preferible haber tenido una vez razón, :i perder la, a ser toda la vida un imbécil". tllIlI L a modestia no es una virtud, sino la manera más . eficaz de neutralizar los efectos agresivos de la vanidad y del or¡uIlo. EL TOl'\FJI. OF. OIOG¡;;Nl":~ A vosotros, Cínicos de Atellas, ostentadores de [:~";' precio a la opinión ajena; a vosotros, los ~l> cogidos de hombros, los de los labios desnivelados p .. mo'hín despectivo, os preguntamos: ¡,qué fundal!lfl:¡ to hallásteis p:lra cimentar el respeto a la propieQ;.¡ y al den~cho de los otros, que también p:redicabai:, Porque, segúh v-osotros, con la excepción de 18 ()!';nión ajena, todo la ajeno es respetable y debe r<::\, petarse. Tales son vuestras reglas: pero en la realid;ui de la vida y de los hechos esas reglas se respetan .'ci" gracias, a la excepción. ¿No sucumbirían propieda¡: y derecho ajenos si sucumbiese esa disposición ;:: ánimo, común a lOS hombres de bién, que consiste '~l¡ sacrificar su utilidad en holocausto a la vanidad .. una buena reputación? Pensad que la honradez una humilde tributaria de ia opinión ajena. Y i.n que esforzarse en provocar el naufragio de esa V"il; dad, si con ella naufragan sus adictag hijas las \ ¡l'tudes, y si la nave que gobierna ella eg quien conduce a puertos desconocidos el fesoro de nuestra civilización? <. *** os raros espíritus dotados de una sagacidad que anticipa los sucesos, de, un dón de previsión prol~tico, son generalmente miopes si se trata de mirar las cosas actuales. Mient¡as sondean el po;rvenir, mientras predicen los acóntecimientos, la realidad actual ésta como velada para sus ojos. Aman- L 87 ENRIQUE R E B T R E P O tes de una singular especulación, abandonan la del presente en aras del futuro, y desdeñan redimirse del mal que les aQ.ueja para l-lrevim:rse del mal sU,pue:s- to. Encierra una enseñanza la fábula antigua de Tiresl ...• s, aUlvino y ciego: si Zeus le conceuió dón de p¡·ofecía. Hera le privó de la vish. Y es curioso que n¡;(Le cree en los vaticinio;:; de estos hombres hasta que la experiencia los ronfirma. ge duda de cuanto meen cc.mo se dudó de los augurios de la inspirada 'LaS4ndra. ¿Acaso Apolo determinó tambIén que no se diera crédito a sus palabras, en castiga de a,guna promesa incumplida? ••• E :toicismo, o filosofía del avestruz-¿ Oisteis hablar de una manera de curarse de la nece·sidad sacn£:cando el 'apetito '! ¿ De una anestesia que consiste en abolir el dolor cortando el miembro adole.rido? ¿IDe un si<>temade privarse de 103 olores desagradables atrofiándose la nariz, y de acabar con la enfermedad suprimiendo al paciente? Se llamaba estoicismo. Lo inventaron los cínicos y la profesaron los ... èS décir, no la profesó nadie, pues los estoicos se con2entaron con predicarlo. Reslllta excelente para 50orellevar las calamidades ajenas, y para dar consej o ai. ... de·snudo. Cree que del destino escapan mejor los que, contrayéndose, presèntan menas superfici¡) al peligro, y que la muerte es menos rigurosa con 8B EL TO~EL DE DIOGENES el que se finge ya muerto cuando la siente aproximarse. Al decir de los cazadores, la zorra tiene una idea muy semejante; y cuentan del avestruz acosado que se cree ya en salvo si Emtierra la cabeza en la arena y cesa de ver a sus enemigos . • ** C omo se incurre en tántas confusiones, no es extraño que se confunda a la avaricia con el egoísmo. iPero nada tan diferente, tan desemejante, tan opuesto como estas dos e ()tS as ! La avaricia es una aberración como tántas otras: inexplicable, si se quiere, pero en ningÚn caso explicable por el egoísmo. El avaro 10 sacrifica todo al apetitol de reunir, de atesorar, de amontonar dinero, sin otro propósito que el de vulo reunido. Se priva de 10 indispensable, prescinde de la sati.sfacción de las necesidades, renuncia a lo·s afectos, a los honores, a la ajena estimación y a los placeres, por virtud de :.ma monomanía muy parecicia (si no idéntica) a la de los coleccionistas de estampillas, de libros. de antigüedades a de mil otrr.s COSlliS superfluas, que parecen a ellos objetos preciosos. Y así, para el avaro el dinero es un objeto de esta clase: no tiene otro fin que el de ser atesorado. Hay que pensar en la abnegación, en el de~interés, l'Il e: sacrificio de sí mi'Emo, 'que el av£~'ù h"\ce, en lus desvelos y la., mortificaciones a CJue da origen su pasión, para, cie eée modo, no ser con él intransigentes. ¡'Cuántos ~sj'uerzos que rayan en la heroico para ENRIQUE R E El T R E P O evitar la disipación del caudal! iQué permanentes diligencia ;r cuidados para defenderlo de la codicia ajena y, lo que es peor, de las propias tentaciones! El avaro es, entre los asz'etas, el más perfecto. A sabiendas de que el dioo que idolatra no ha de re,compensar sus privaciones, no por eso la adora tibiamente, ni vaciJa en sacrificarse a él. Tampoco ignora que BU culto es perseguido y denigrado, ni que su dios in-spil'a tentaciones fa-¿afes: él sabe que su vida está en peligro continuo; pero, sacerdote celoso de su ídolo, se constituye su guardián, dispuesto hasta a inmolarse si es precisa. La prodigalídad, la largueza, son a sua ojos profanaciones. Contempla con secreto rencor a los desgraciado •• que las ejercen, como a seres abominables e indignos. Na atesorar le parece odíoso. Los profanos io miran con desprecio. Incapaces de comprender -su culto, no tienen para el asceta una sonrisa de benevolencia. Son los espíritus egoístas, tos sensuales, porque ellos, aunque veneran al mismo dios, la veneran interesadamente, por las satisfacciones y beneficios que procura. Jamás podrán entender el e-spíritu de sacrificio ni el sentimiento de renunciación del avaro. Y, sin embargo, nada hay tan inteligible como ese sentimento para los que saben que el hombre es un animal que v'enera, para los que se han dado cuenta de que la idolatría es la más natural y poderosa de las inclinaciones. Son pocos 10-8 que escapan de la idolatría .Cuando se emancipan de un dios, no tardan en crear otro a quien rendir culto. Hay gente.s, por ejemplo, qué se proponen la cultura física. Empiezan por considerarla un entrete40 EL TONEL DE DIOGENES nimiento ventajoso para la salua, para la fortaleza, el vigor y la a~dlidad del cuerpo. Poco a poco pierden de vista los fines que perseguían y se convierten en a·~letas. Consiguen un desarrollo de los músculos que de nada les sirve, pues f<S, a la pCi¡Stre, tan su" perfluo como el tesoro del avaro. Otros se proponen ilusb'arse, teniendo acaso en mira la futura aplicación de sus conocimientos. Hay que ver el desvelo flue gastan, y las horas que consumen en el penoso e.studio de libros áridos, para que degenere al fin su afán en una eruáición sin objeto ni consecuencias, tan superflua como el tesoro del avaro. De Lobatchewsky, inventor famoso de la nueva geometria No ..EucJí diana, se refiere que habiendo 'sido interrogado so' bre :a utilidad práctica de su invento, contestó: "No tlene, y, a Dios gracias, nadie habrá capaz de hallarle rïunca aplicación. Luego aquella teoría, tan c"e" lebrnda de la ciencia, es superflua también, como el tesoro del avaro. Y mil y mil más hay que <se crean un culto, y en él ejercitan su virtud, su paciencia, su consagración, y a él ofrendan su bienestar y sus placeres, acaso porque asi los multiplican. Y con todos el10s somos benévolos, con todos somos translgentes. j Si hasta los celebramos y exaltamos! ¿ Por qué, pues negar nuestra piedad a los maniát1~os è.e ia ··fiq'l.eza sin frutos, que sacrifican la salud, las necesidades, la.s alegrias y los afectos a su pasión de amonto-nar, <ln arcón cerrado, el medio qu,e proporciona estas èosas, que se convierte para ellos en fin único de la vida? 41 R ENRIQUE E B T R E P O .-L as leyes, que al decir de los filósofos no fu-eron en . un principio sino la reglamentación de las costumbres, se olvidan de evolucionar y renovarse con sus modelos, y se convierten a veces en escollo del sentido moderno de la equidad. En casos tales, toca al .k~7, saber por quien prevarica, si polr la l-etra de las ley€<sen detrimento de la justicia, o por la JUSticia en detrimento de lai leyes. -.E l hombre prosperaba. Le sonreía la fortuna, y se .• detuvo a contemplar, satisfecho, la recompensa de su afán. "Herm{)so resultado-dijo-el de mi previsión, mi perseverancia y mi talento. Ni mis cálculos fueron vanos ni inútiles mis esfuerzos. El éxito ha sido su sanción y su corona! ... i Bendita seas, creación mía!". Vino la adversidad. Cambió el rumbo de 108 acontecimientos. Abatió el fracaso sus empresas y frustró ..sus planes. Sumido en la ruina, desesperado, se dijo el hombre: "Quién podía preverlo? ¡Es la fatalidad ensañada contra mi! .... j Maldita seas, obra del Destino l' . 42 EL TONEL DE DIOGENES *** erpiente de dos cabezas es la envidia que anida en el corazón de los mezquinos y, oculta ~m él, ha' ce sn do-ble daño: de una parte muerde al envidiado, de la otra emponzoña al envidioso. Y se aplaca s:510 cuando el bién que la enfurece se pierde, cuando des' aparece el mérito que la indigna, cuando la virtud que 'la irrita ha sucumbido. La desgracia es su contraveneno. S L *** a ignorancia se exhibe alardeando de la mucho que sabe, y la sabiduría hablando de la muC'l~o ql~e ignora. Son sus temas favoritos y sus medios de expresión inequívocos y constantes. *** D a mucha importancia a lo que dice y ninguna a lo que le dicen. Es un perpetuo monologui~ta a quien la vanidad hace sordo, ciego y locuaz. Se aturde de tal modo con el ruido de sus palabras que no cae en cuenta d.el fastidio 'que causa. I *** H ay poetas inspirados que sacrifican su espontaneidad en aras de la acrobacia retórica. De ;u lira hacen un trapecio y se contorsionan en él. ¡Es mucho mérito si no desafina:!.! 43 Il: N R Q u El R El S T R El P o *** L os dones del avaro son como fruto¿¡ de árbol desconocido, que ,se los come recelando si serán venenosos . ••• P ara conservar los amigos es tan útil disimular lo que sabemos de sus defectos como lo que ignoramos de sus virtudes . ••• N o sería osado afirmar que, en resumen, el cinismo de Diógenës nacia de un amor eX3igerado a la libertad. Renunciaba a las riquezas y al mundo porque el mundo y las riquezas le privaban del mayor bil.'l1: su independencia de todo y de todos. Sacudla 1,1 tirania que la hacienda ejerce sobre aqueIlOls po'" <~edores de quienes hace StlS esclavos. Para él, el ,~:eño de que se disfruta sobre la dura tierra, a semeianza de 103 perros vagabundos, es apacible, mucho n·tg rrHille çt'e el n'd,o ZC7Cbrate del ql',e, 'en, 11ll11ido lecho, se desvela por la pérdida de tesoros 'lue, a la postre. de tesoros tórnanse en verdugos de la tranquilidad. Como por cnminos diversos sé llusca a veces el mis- EL TONEL DE DIOGENES ma resultado, Diógenes buscl'.ba con la pobreza voluntaria la que buscan otros con el dinero. Hacía de ella el elemento por excelencia para vivir cc.nforme a su voluntad. sin depender de otros. El fin má.s alto del dinero es conferir a quien la posee eSe género de nobleza que le permite disponer de su tiempo y de BUS ideas, de la misma manera que Diógenes disponía 'de los suyos. Para obrar libremente, así como para hablar libremente, es necesario no temer a Jas consecuencias de nuestros actos a palabras. Y la independencia que proporcionan las riquezas es base y elemento importantfsimo para respaldar la sinceri~ dad. Mientras no se convi€rta ën amo nuevOl, mientras sepamos dominado <sin permitir que él nos domine, el dinero es el agente más eficaz para obtener la libertad que Diógel'"es, como todo hombre de criterio sano, ambicio·naba. Como es muy humano, en casi toda meta que se proponen realizar los hombres acaban por confundir el medio con 100 fines, y así ocurre a la po-stre que se o-lvidan de para qué buscan el dinero, llegando a creer que por <sí mismo legitima el empeño puesto en haIlarlo. Nuestra vida contemporánea está llena de contrasentidos semejantes. Hoy se dice que el tiem,po es oro ¿Podría decirse un absurdo mayor? ¿.Podria decirse nada que pugne más con la verdad y aun con la misma naturaleza humana, por la menos en la que ésta tiene de _sensato? Las cosas ocurren al contrario: el tiempo no es oro. Pero, en cambio, el oro sí es tiempo, pues con él somos dueños de de disponer de nuestras horas de la manera que nos 45 R E B T R ENRIQUE E P O plazca, sin que nos urja enajenarlas en beneficio oe otros. Quien ta] puede hacer no es esclavo: es ciudadano, en e] sentido noble que los romanoo daban a la palabra. Mas volvamos a Diógenes. Diógenes es un caso interesante de hombre que se propone alcanzar esta emancipa:ción, y para ello pone en práctica opuestos medios. Diógenes quiere ]a libertad, pero en vez de buscarla con ]a riqueza, la busca con su contraria, ]a pobreza. Es él quien, temiendo que los bienes sean un escollo en el camino que se traza, prefiere renunciar a los bien€,s. Abdica de las· comodidades y de la holgura porque cree que la encadenan, que la obligan a servir a otros para tenerlas. Cuando Alejand!"o le manifiesta aue está dispuesto a concederle ]0 que pida, el íilósofo pide 8ófo "qu"e se aparte de ahí el monarca, y que no impida, con su sombra, que le llegue la lrz del Eol". Fu€s la luz del sol es beneficio que Diógenes, como el resto de los hombres, recihe 'le la naturaleza. de la que quiere recibirlo todo, sin que precise depender del rey. D.n beneficio del rey la obli.garía a contraer con él una deuda, por la menos de gratitud, y esa deuda, ¿no iba a estorbar que Diógenes juzgara li.br€mente al rey? De esta suerte, sólo ]e pide la que no· le ha dado ni puede dar le: un rayitode sol. Desgraciadamente para los hombres, no todos pueden, como Diógenes, pasarse .gin los beneficios del rey, A cambio de ellos venden su libertad de acción y de conciencia. Para adquirir la que dispensa el rey abdican de su juicio, esclavizándolo. Por eso elige Diógenes otra soberana, a la cual sacrifica muchas 46 EL TONEL DE DIOGENES cosas: la pobreza. Por eso hace voto de miseria voluntaria, y arrastra con satis:acción sus harapos, en· rostrando a quienes la desprecian el error en que están y la cobardía de no saber, cqmo él sabe, {\ncf:g.uIlecerse de la indigencia. De seguro qUi! no ha sido Diógenes el único en seguir este camino. Santos cris' Uancs hubo que hicieron voto de pobreza; pero esta pobreza era el rescate que pagaban por la eterna b:enaventuranza, mientras Diógenes aspiraba sólo a g~;nar con ella su perfección espiritual. El renunciaba a todo para así sentirse senor de todo. Su cinis' mo-reacción violenta contra los valor.es entendidos que la opinión adhiere a ciertas cosas, escepticismo con respecto a cuanto se considera honorífico, a cuanto convencionalmente se poetiza y se embellece-se levanta para inù:icar que muy bien podemos reírnos de estas cosas, como se ríe el hombre de maduro juicio de los temores candoroso~ del niño. "¿ Qué es un cínico? se pregunta Wilde-"Un cínico e·s un hombre que (3onoce el precio de todo, y el valor de nada". El cinismo tiende a desvalorar la falsa moneda que circula como legítima por la<:l manos de la vanidad, 'del interés y del temor. El cínico denuncia valerosamente 21 fr;ude. Y como se capta el odio de los perjudicaclcs, de él quieren vengarse, despojándolo de los honores y de los bienes. Ma.s, ¿ qué pueden contra quien ya se les ha adelantado, repudiando bienes y honores? La renuncia la hace invulnerable. Pero el filósofo nO repara en la vanidad que, mañosa y circunspecta, sonr5e a sus espaldas, y con artes diabólicas la tienta para arruinar su fuerza .... En efecto, insenólible- 47 ENRIQUE R E S T It E P O mente, la muy ladina le sugiere 1"a soberbia de su humildad, y le hace creer en el tesoro de su pobreza. Tan ufano se muestra de esta última como el más rico de los ricos s·e muestra ufano ·de su haÓend31. Desde 'entonceB, no ce,sa de hacer apologías de su humilde vivir y del vestir humildemente. En elloi está su flaco, la debilidad por donde sus opositores lo asedian; pues, poetizando y e-:J.salzando la pobreza, incurre en el mismo vicio que condena: el de atribuír a las cosas un valor ilusorio. Olvidase de que la po' breza es un medio, como es un medio la riqueza, y en la profesión y ejercicio de aquélla encuentra el frívolo orgullo que los ricos hallan en serlo. ET. TONEL DE DIOGENI<JS La parábola del fastuoso Diógenes amino de Atenas, iba Diógenes de regreso de Mégara, apoyado en su largo báculo y terciado al hombro el zurrón, compañero inseparable suyo. Un caminante rico le detuvo para decirle: ~Te reconozco, perro. Enséñame algo y te daré de comer. -Mientes !-dijo el cinico mirando la opulencia del caminante. No me reconóces. No puedes reconocerme. Si así fuese, y,a hubieras aprendido alguna cosa de mí. -Te reconozco replicé el hombre por tttdoble palio 'harapiento, por tu zurrón y por tu bácula. i. Tienes mayores bienes acaso? Si los tienes, confiésa. que no los llevas contigo. Hermes te depara la fortuna de viajar en mi compañía. No tendrás sed ni hambre, pues llevo provisiones y dinero para satisfacer las necesidades de ambos. Diógenes no contestó. Los dos hombres continuaron juntos el viaje. En una curva del camino, unos ladrones los asaltaron. Cayeron sobre el rico, y moliéndole a palos, la despojaron de cuanto llevaba. Desnudáronle de su palio, s'uquearon su bolsa y le raparon ávidamente las provisiones. Diógenes se sentó a contemplar el despojo y reía a C2.rcajaùas. Cuando lo.s ladrones terminaron su obra, se incorporó y les dijo: C 49 R E S T R E P O ENRIQUE -"Robadme ahora mis bienes, si podéis. Cargad con la sabiduría de Diógenes, si os sentís capaces. Tomadle sU virtud, si la virtud os estimula codicia. Porque, sahed que la riqueza de Diógenes ni se guarda en arcones, ni ,se lleva en alforjas, ni está a merced de ladrones y foragidos. La riqueza de Diógenes reside en su pobreza misma, y bien sé que eso no es lo que buscáis vosotros". El capitán de los ladrone·s escuchó con admiración aquellas palabras y, movido por eUas, mandó a sus hombres que entregásen a Diógenes cuanto habían "obado al caminante rico. *** 'Cuando los malhechores se alejaron, Diógen-es cubrió la desnudez de su compañero. Tomó agua del arroyo cercano, le lavó las contusiones y le devolvió sus riquezas. Llegados a Atenas, el caminante condujo a Diógenes a su casa, lleno de gratitud, y le habló a:(¡ :¡. "ILe visto, Cínico, que eres el hombre más s·abio entre los griegos. Te debo un gran favor y una ,grande enseñanza; quiero reccmpensar tus virtudes". Y mandó a sus criade,s que le trajesen ropas espléndidas, que le sirviesen exquisitos manjares y le diesen una bolsa repieta de dineros. Al ver el cínico los presentes, se encaró con su comrai1ero y le dijo: -¿ Así comprendes mis en.señanzas, desgraciado? ¿Así recümpensas los benefícios que' recibiste de mí? ¡,Quieref!., enriqueciéndome, despojarme de mi ma60 EL TONEL DE DIOGENES yor bién, que es la pobreza? ¿ O exigir de mí neceàades en rescate de una prudencia que de ningún modo quiero perder entre tus manos? Guarda tus bienes, ya que no eres capaz de tener mayores, y disfrútalos, si te permiten disfrutar los un sueño tranquilo, corno el mío, y una vid,a ajena de zozobra:S. Guarda esas riquezas que privarían a Diógenes de a·queIlo de que ¡os ladrones no pudieron privarlo, ni podría arrebatarle nadie. En la continencia está mi sabiduría ,corno est.á en la riqueza tu insen..satez". *** Cuando Diógenes volvîó al Metróo, donde teñía un tonel por vivienda, tan ufano le vio Platón de su ostentosa miseria que, acercándose, le dijo en secreta: "Está bien, Cínico, que el pavo real esponje su cola; pero ¿ por qué, si en verdad desdeñas al pavo, esponjas tánto tus harapos? 61 E N R Q n F: R E S T R E P O ••• E 1 mejor abogado de una causa es aquel que profesa exageradamente 1(\3 principios contrarios. Tan peligroso e.s el fanatismo del adepto como útii el del enemigo. *** T uvo aptitudes sobresalientes que se mustiaron con . los primero,s aplausos. La corona de laurel comprimió sus sienes al extremo de ·aridecer su cerebro. Su actividad se redujo a hallar defectos en la obra ajena. Sobre su tumba van a poner este epita- fia: La mayor ineptitud es la capacidad engreída. *** D isimular las faltas ajenas no es siempre indIcio de , benevolencia. La pereza es más indulgente que la virtud . • ** D esconfiemos de los que asienten con excesiva facilidad a nue-stras palabras: son los peores oyentes. Lo que en ellos tomamos por atención es casi siempre ausencia de ella. o 52. EL TONEL DE DI0GEN£~ *** onviene no exagerar la im¡:ortancia del elogio hace de nuestra continencia un bebedor. conmiseración va implícita en el. C que La *** L os que mayor indulgencia nos merecen son los que pecan contra virtudes que poseemos innatas, y las virtudes que nos inspiran admiración más fría son aquellas de que -nos comprendemos incapaces, Hay tántas censuras envidiosas como admiracio-nes despectivas. VICIOS *** E n sociedad, conviene al hombre de espíritu oculttl.1' su ingenio, mientras pone de relieve el de SES interlocutores, festejándoles hasta las más ineptas ocurrencias. Después, puede usar discretamente del suyo, si el fastidio no se la ha embotado. *** P ara afirmar, para neigar y aun para dudar, se nece.gita de un criterio de certeza. El escéptico no la necesita menas que el convenëido, pues niÚ- "creo en ra duda, que es el camin::> menos e{j,uívoco doe la 53 4 r; N R Q U E RESTREPO verdad". y hay escépticos que nt en la verd·ad creen, pero sí en la manera de llegar a ella. ¿.pn.radoja? No, paradoja no, socratismo. P(}rque Sócrates, que sól(} sabía que no sabía nada, ya sabía sin embarg.o¡ eso. Luego e-sa éra la base de sù convicción, su vercIad. Verdad que, como todas las verdades, era dog'~. ma,Ica. *** E t~w l ideal. de l.os principios demo<cráticos fue consegUlr la 19ualdad de los hombres ante la ley, y tard·aron en realizarlo. Bastaron dos generac;o~ de románticos para que el mundo cambiara su constitución política de siglo-s. Pero la ley, que los demócratas imag'inalon matl'ona austera e inflexible, resultó ser una cortesana complaciente y astuta .. Era más vieja y más ladina que los jacobinos exaltados que pidieron sus favores para iodos, sin creer que vulgarizándola la envilecían. Y la demo-cracia se propuso y obtuvo la igualdad de los hombres, pero no la de la ley, pues ella supo acomodarse para mimar a sus favoritos, mientras para los demás conservaba el ceño adusto y la actitud implacable que imaginaron sus creadores. Los demócratas la habían confundido co-n la justicia, sin notar que la leyes apenas. t:!l cadáver de la justícia. Reciénpromulga.da, antes de que experimentáse las primeras aplicaciones, tenía aun los rasgos que permitieron confundida con un sér vivo. Co·nservaba algo del calor y de la palpitación de la vida. Mas entró después en un estado de inevitable descomposición, cuando se la invoco y . 64 EL TOr-¡EL DID DIOGENEB se apeló a ella como autorÍdad más augusta. Los demócratas comprendieron la veraaa, pero era tarde. Fue preciso sostener la comedia, combatiendo, como los ejércitos del Cid, bajo el comando de un cadá- ver. }1ientras tanto, el espír:.tu de la Justicia sigue errante por el mundo. Hace, de tiempo en tiempo, apariciones a la manera de los fantasmas. No se aparece a los despreocupado-s ni a los escépticos, pero sí a algunas gentes obsecadas que sé empeñan en creer que no ha muerto, y las llena de preocupaciones, de temores y de escrúpu:.os de conciencia. Así prepara, en €l silencio, el misterio de su futura encarnación. *** A los necia-s. la sociedad de las personas ingeniosas les incomo·da, y apená.S se resignan a ella cuando carecen de otra compañía; pero la soportan en este caso extremo, pue:; la :dea de permanecer solos les aterra .Un necio ,e fastidia consigo de tal modo que prefiere que ,atraE. le fastidien. La soledad es su martirio y su horror. Su insipidez, su falta de ima~ ginación, le aburren tanto que le impelen a buscar intercambio con gentes decididamente antipátIcas para él .... Así -se explica que falto de mejores amigos, acuda hasta a las personas de espírltu cuando ,se -siente solo. El sentimiento de aversión a la soledad, natural en la mayoría de los hombres, ha sido uno de 105 es- 55 R ~ ~ l' R F. P o tímulos más benéficos que el progreM de la especie recibe. Si se examinan sus influencias, se hallarán en él la raíz de muchos adelantos y la razón de muclhas virtudes. Côntando conque el mundo se compone de una apreciable mayoría ae necios, se comprende cómo las cüstumbres han podido consolidarse y perdurar _ Si log hombres fuesen hÜelirrentcs todos, eR posible que no hubieran instituIdo nunca la tribu. la ciudad ni el estado; anduvieran vagando por los oosques, incapaces de soportarse unos a otrooS_ Los hombres 'Son sociables sólo en razón de la necedad o de la indulgencia que hay en ellos. Las personas espirituales, de ordinario inclinadas a la misantropía, conde.scienden a vivir en comunídad gracias al hábito, por el cual conservan un respeto instintivo. Séneca recomendaba "huir de las multitudes, huír de los pocos, huîr hasta de uno solo". Critón de Tebas, a un joven que s'e paseaba solit.ario, parr o·i.rle' exclamar que hablaba consigo, dijo: "Cuida entonces de no encontrarte en mala compañía", denotando qne aun en la soledad es necesario precaver,se. La Bruyére afirma que los sabios huyen del mundo por el temor de fastidiarse, y Nietzsc,he "que los lleones no andan en rebaños". Pero conviene recordar aquí que, en tanto que los rebaños prosperan, la espeèie: de los leones parece próxima a extinguirse. La fortaleza que se aisla pisa el umbral de su decadencia, y el valor que menosprecia la alianza atenta contl:a su vida. Epicuro, que fue maestro de ·;:onciliaciones, decía que "el mejor solitario es el que sabe estar solo entre la gente". "ü EL TONI'}L DE DIOGENES E., n literatura, las imágenes (;onstitu~7en la revelación más sencilla dz la idea. Pero ¡cuán difíri] .v laborioso hallazgo el de la idea que t.ropieza con .';:1 irnngcll fe] iz ! iI** 1T os ma¡:icomios no ~Ol1, como se cree, los lugares donde se recluye a todas Jas personas que carecen de razón, sino a las que, naôíendo disfrutado de ella, tienen un día la desgracia de dejar compren(:er qne la perdieron. A ser de otro modo, se halfarian tan concurridos qu·e ningún ,gobierno estuviera en posibilidad de sufragar el sostenimiento. hay algo peor que escuc'har a un neci,o, es escuchar a varios necios cuando entre ellos discuten ideas generales. i+** 57 ENRIQUE R E S T R E P O L a esperanza e's un cheque falso que recibimos de nuestra incertidumbre. Lo presentamos al destino,solicitando el pa,go, y casi siempre la rehusa. M'as no por es.o vacilamos en renovar el créaito. L a felicidad no es el fin d~ ia viaa. La vida es des'eo, y el deseo sólo renuncia al cautiverio de los hombres mediante un rescate de desencantos. *** quel farsante que consiguió hacerse admirar ae la multitud es muy digno de su prestigio. De hombres que viven ocupados con idea de su propia grandez·a, obtuvo que dejasen un momento de admirarse para admirar lo a éL Tan magno trabaj a ¿ no es ya u Il título para hacerla acreedor a la gloria? A ïa *** fi otaroa puso un precio a la liberación del hombre, fue el sacrificio de los deseos. Sólo a esa condición permitía aspirar al estado perfecto del nirvana. Pero Gotama olvido que el deseo es el y ese precio 58 E L T O N E L D E D lOG E N E [; carro de fuego que nos truspo<rta de las realida:ù'e" dolorosas del mundo a las reaiidaues de otro esta~:; más perfecto aún: el ensueÏío. *** quellos que hacen ostentación dan al caminante soI:tario A che le sorprende, disimula de riquezas recuer que, cuando la no su temor cantando: . ••••• Jt'l LI crédulo mayor es el mentiroso. Porque carec( del sentido de Ji maLcia es incapaz de sospe- charla en los otros . ••• n tratándose de belleza, la mayoría de los hombre<" es miope. N o la distinguen sino cuando un aT- E tista les tiama la atención. ¡Y aun 59 así. ... I E N It Q {J E It E S T R E P O *** amistad, donde la confianza es la puerta se escapa er aprecio. secreta por *** .AI Os males presentes nos parecen pálidotS si los comparamos con los males del porvenir; los dolores próximos se tornan llevaderos ante la idea de los doJe'res que habremos de experimentar. Una secreta angustia nos embarga si nuestro horizonte se muéstra cargado de tempestades, y hasta pasamos inadvertidas las descargas que ocurren alrededor nuéstro, por temor a los relámpagos que fulguran iluminando cielos lejanos. El mal actual pierde iô5re nosotros una parte de su ascendiente, porque se nos enseña despojado de los mif1terios con que vestimos las calamidades del fl1turo; no ponemos en él ese contin,gente de supers.tición con que imaginamos las miserias venideras, y el dios Destino ,es más clemente para cumplir sus ,'eredicto,s que para fulminar sus amenazas. *** Uxisten ij naturalezas propensas a abandonar lución de sus destinos entre las manos 60 la iëiro' del aca- EL TONEL DE DIOGENES ~o, y experimentan voluptuosidactes inefables al suj,etarse a las determinaciones de un ciego ázar. De esta propensión particIpamos, en mayor a men~'r grado, toct,c'S los hombres. En el alma de cada uno duermen aletargadas inclinaciones de tahur que, inusitadamente. encuentran para manifestarse, una oeasión, y aun precisamente eligen aquella solemne en que cuestiones de gravedad penden de una decisión nuéstra. Un ingénfto sentimiento de supersticion nos atrae hacia los arcanos escondidos de la fortuna, y nos ofrece maravillosos horizontes tras el velo de la im'previste. Gran parte de las esperanza,s se fincan en aquel impenetrable autor de coincídencias y de accidenfes que conocemos por El Hado, y complacidos posponemos la recta calzada de la prudencia para torcer por el sendel'o de los acasos; po'rque éstos, aunque sombríos, producen en nosotros ia ilusión de que -ëamin:'.mos hacia más àefinÍÜos y concluyentes destines. ~os conduce la mano de la casua1idad de mejor grado que nuestra mano, y nos dejamos llevar así, como ciegos a quienes un lazariDo misterioso conduce a paraje,s desconocidos. En condicionës semeJantes r.ue'Stra fortuna puede exaltarnos hacia las cumbres ,como precipitarnos en el abismo, pero la que preferimos es una rápida e imper.sada solución, y el azar, más diligente que la prudencia, se encarga de brindárnosla, con los haiagos y fruÏciones consiguientes al riesgo. 61 ENRIQUE R E B T R E P O ••• N ada mejor que la ignorancia para hacernos audac,es y decididos. Mientras el estudioso naufraga en un mar de vacilado'nes, y ia acción se entorpece y se dificulta en sus manos, el ignorante se lan~ ~a a ella con inaudita confianza. E)s verdad que bai. buena suerte se pone en ocasiones de su partp., y sucl~ la temeridad recompensarse con el éxito; pero' es verdad también que, como dondequiera que se deja al azar la mayor cabida, las probabilidades se dividen. La reflexión y la prudencia son tardas, y vacilan demasiado antes de obrar, oponiendo a veces un Qbstáculo mayor al qua con ellas trata de dorr::'\narse~ o~ dejando, par su lentitud, que se deslicen laso'casiones fa vorables. Mientras al ignorante cualquier conocimi~nto que imagina poseeer le basta para convencerse de su sabiduría, al -saólo, en cambio, uira vida ente:'a de reflexiones y observacíón no le basta para medir la magnitud de su i'gnorancia . •• * E l número de locos de nacimiento a quienes nunca se recluye es infinitamente mayor que el de los ciegos y sardomudos. La gente los distingue ra62 EL TONEL DE DIOGENES ra vez, porque suelen hallarse investidos de dignidad, ocupan altas ¡:..osiciones, y di6Ïiensan honores. Si mendigaran se les reconocerfa en seguida. *** S i un hombre de faml: cae en descrédito, sólo sus , envidio'8os ce~ebran el aconlccimiento; si un rico pierde su caudal, sólo ToE.vergonzantes se alborozan callados; pero si un hombre de talento pierde la razón ¿por qué se regocijará tánta gente en 8e.cl1et:o?' *it* T anto se ofusca el discreto entre los necios ba por con·siderarse él el más necio. que aca- *** C ompasión hipócrita - Cua~'ldo, rota en pedazos, ". cayó la lámpara de arcilla gris, agru¡:á :onse las sombras en torno suyo, y Ho1ícitas le preguntaron: "¿ En qué podemos ayudarte, hermana 1" 63 E N R Q Li E R IIIS T R E P O *** a L. E. Nieto Caballero L a más auténtica, la más real de cuantas representaciones se han hecho de la figura legendaria de don Juan, es sin duda la que hizo Byron. ¿ Acaso porque en él había reencarnado el espíritu del famoso conquistador de corazones, que en el amor voluble hnllalm la razón justificadora de su vida? A despecho del estilo humorista, queda íntegra la personalidad de Byron reflejada en este poema. Es su obra maestra. El pesimismo habitual de Byron se cubre de un antifaz risueño, pero las palabras brotan sarcásticas. y cruzan los labios de cartón que contrae, inm-óvil, la mueca de una carcajada ficticia. Hay un evidente conflicto entre ]a palabra festiva y el espíritu desolado que la in·spira. El Don .Juan de Byron no es un héroe movido a impulsos de su voluni:ad amorosa; no es un alma activa que hace del rrrcr rrúl1ij:]e ~u eau~a, ni se impone jla conquista como interno ritmo para la palpitación de ~us días. No. Es solamente el instrument.o de un"' destino feliz, pero irónico. Tras él está Byron, y tras Byron las experiencias de una juventud tumultuosa, intrigant¿ y a,gitada, que no se dio reposo en pedir sensaciones a su ardoroso temperamento y emociones a su corazón. 'Byron había aprendido que no son ni Jas cualidades de superioridad mental, ni la belleza física ,la que cautiva la frivolidad de las mujeres. El,que de ambas cosas podía alardear, observó que 64 E L 'T O :'\ E L D E I) JOG E N E fi éstos eran valores negativos en el mercado de la galantería. Más de ua vez se sorprenderían sus hermo' saB pupilas al mirar extrañadas que las súbitas y espontánes concepciones, la palabra más bella, caía en los frívolos oídos de las hermosas como un rocío de perlas sobre la indif.erencia del mar. Vería ell cambio triunfante el verbo ampuloso y adocenado de los pisaverdes ... Desde entonces supo que no se requiere de gemas para deslumb..rar los ojos aterciopelados ni de armonías supraterrenas para arrobar los adorables oídos. Acaso en donde frácasara la cadencia de un verso suyo, deslizado en la apacibilidad de la noche, bajo el conjuro de todas las constelaciones, el mal compás de un organillo( callejero :lespertaría emociones y sentimientos. Byron llegó a saber que, para la muje)' sensible y romántica, el acto mÚs sencillo supera en elocuencia al mejo,r soneto. Si no hubiera -sido 1:n poeta, sirj~ero, de, corazón, sino simplemente un alma enamo'radiza y galante, hubiera dado al traste con los versos, desencantado de] ningún conjuro que éstos tienen en la lid amOrosa. Existen aún en el mundo bardos llorones que esperan el advenimiento de una amada ideal que entienda sus odas. Estos no son ni amantes ni poetas, sino gentes que a los cuatro vientos y en lenguaje rimado andan pregonando un doble fracaso. En su candor de inexpertos, imaginan que las mujeres ccmprenden otra poesía diferente de la poesía de la acción _ "Obras son amores .... ' Mientras tanto, malgastan su tinta en derre.mar alguna lágrima que ninguna mano cariñosa enjuga. Byron, que tenía genio de observación suficiente; 65 R E 8 T R E P O ENRIQUE Byron, a quien con sus manos brutales había aleccionado la experiencia, comprendió que don Juan r./() era ni poeta, ni escnltor, ni pintor. En esto difiere esencialmente su romanUcismo del neorromal"lticisma de los poetas de nuestro siglo, que no conciben capàcidades amatorias ni les es dado idear pasiones sino entre los profesionales del arte. El don Juan de Byron está exento de toda pedantería que no sea la pedantería congénita al hombre. No se le ha contaminado de literatura, ni tiene la cabeza atiborrada de novelas. Cumple las determinaciones de hados que fijaron su suerte, y es el brazo iud-nsciente d~ una predestinación feliz. Las mujeres Se interponen en su camino. La fastuosidad de sus triunfos primeros avasalia por si la ima'ginacién )femenina, y por si se adueña de los corazones. Ruidosas y novelescas, sus aventura3 le cream un prestigio que labora pO'r él y para él. El ambiente )e es ya prolpicio. Benavente ha dicho que las primeras conquistas fueron la obra de don Juan, y las otras la obra de su fama. Byron no la entendía así po,r completo. En su buena suerte entra, en gran parte, el destino, que lo conduce, de triunfo en triunfo, por un sendero florecido de amores, donde él no hace si'no espigar con sus mano,s ávidas las rosas abie'rtas a su paso de vencedoro Decía Bernard Shaw que cualquier hombre está expuesto a enriquecer cuando menos lo piensa, porque la rj,queza no se debe ni a la economia ni al trabajo, sino que es el fruto d'e inesperados accidentes del comercio. Tal pasa con el de.n Juan de Byron: !lega a ser 10 que es por accidentes del arnOT y, en efecto, más fdunf~,s debe a su buena estrella y a 66 RlL TONEL DE OIOGENES su prestigio que a las seducciones que pone en obra. Byron no quiso engalanar su personaje ní co.n grande hacie.nda, ni con cualidades excepcionales, ni con inteligencia maravillosa. Menos aún con intensas capacidades para sentir o pensar. Estas prendas de superio'ridad las legó a Manfredo, al solitario, al reflexivo, al que huye el contact:» de los hombres para entrar en comunicació.n con el espíritu de las cosas. Bastaba que don Juan fuera uñ poco inconsciente, un poe-a atolondrado, un poco hermoso- y-eso sí-un mucho alegre. En la alegría harría de residir su fascinación. El mismo insti.nto que conduce las mariposas a la llama l1eva a las mujeres a quemar las alas de su virtud en el fuego de aquella alegría vivísima que no necesita de razones, y que, irreflexiva, se manifiesta y se esparce como. una ofrenda de perfumes enervantes. Desconfiemc·s del éxito del amor verdadero, del sincero amor, porque el amor sincero es triste, y se refugia en las meditaciones y r(TI las lágr:mas. No encuentra nunca sù palabra, porque la brevedad de una palabra no podría narrar la eternidad de sus ansias. Y las mujeres huyen la pasión profunda y reco;ncentrada, en donde su intuición les señala una nociva enfermedad de tristeza. Por eso el don Juan de Byron es la más auténtica, la más real de cuantas creaciones -se han intentado para reconstruír la perso,nalidad legendaria. En él no caben cálculos ni premeditaciones; él no busca su gloria: la gloria es quien la busca, y él se deja arrebatar en sU vértigo. Nunca teme llevar sus cbras a donde lleva sus deseos, porque sus deseos son siempre leales 67 Q ti E RRSTREPO a sus abras, y su suerte realiza más de la que él ha proyectado. Fue "Don Juan", la última obra de Byron, y se escribió solamente cuando pudo escrihirse, es deC'Ïr, en aquella edad en que Byron había concluído una serie de experimentos que le permitían pensar y ha-l blar con conocimiento de los hechos, tal cual éstos ocurren en la realidad. Considerada bajo este aspecto, cualquiera podría calificar de "realista" una obra que, sin cmbar,g6, no la es. En aquel ento'nce.s estaba el rrrr.c'o (} lIta Le Ha el r~nièad que £:n :los tiempos modernos se ha llamado "realismo", y que consiste en hacer creer a las gentes que el mundo es a la vez un manicomio y un lazareto, en donde se recluye t.odo género d·e depravaciones morales, y que la literatura, la 'pintura y la escultura deben sin '<,e,sar 'recordarlo. Escrito unos años antes, en las macedades de Byron, do,n Juan hubiese aparecido un traite, un neurasténico, un sér molesto, agobiado de graves pensamientos y de intensas cavilaciones. Hacia él, las mujeres hubiesen experimentado pasiones artificiale's, que participasen de la admiración convencional y del entusia,¡;mo que bosteza. Hubiese sido un don Juan ficticio, enfadoso, contaminado del mal romál'/tico,. Por fortuna, cuando Byron la escribió ya sabía la su' fj.ciente del coraZón femenino y comprendía que se interesa solamente por el niño que hay en cada hombre. De e,se n~ño las travesuras le llaman la at£bción sobre todo, pues la naturaleza conformó de tal manera a las mujeres que siempre ofician maternalmente, y sus sentimierJto.s todos se confunden en esa na68 E L T O N E L D E D lOG E X E;'; tural inclinación. En el amor, el hnmbre está ñem:'. - . es un accidente. En cuanto el niño desap¡ü'ece, ~': 'hombre estorba. El que se afane por ganar el afc. ¡., 'de las mujeres, conserve su puerilidad. Los airi" graves, las situacic,nes serias, los pensam:entos asnl dos a profundos, son otras tantas calamidades (¡l'l ahuyentan toda buena di-sposición del ánimo femc:?:· no. Cuanto más sustanciales y sólidos nos considert'mas, tanto más estúpidos no.s juzgarán las mujel"c:;. 'Pued-e decirse que el hombre no se acerca a la pI'(), f¡tndidad de la mujer sino saliendo momentáneamell te a su superficie: es el medio de comunicarnos {;O: ¡ ellas; es la que procura una aproximación, al menu; aparente, entre los sexos. E&tq proviene de qlLe el hombre vive siempre en una atmósfera artifk;a~, mientras las mujeres no salen nv nca de la órbita demarcada por las realidades inmediatas. Todo hombre, cualquiera que s'ca su naturaleza, es un ¡luoSo. 'López, después de cavilar hondamente, de agitaro;~ en todas direcciones, de sufrir economías y desvelos, 'ha tenido la suerte de reunir una fortuina, cOon 1:l. cu",l 'su co,nsorte da alimento a la vanidad y satisfacción a los senti~os. Todos están de acuerdo en afirffiu 'que "López es un hombre práctico; y que su mujer e6 una frívola mujer". ¡Como sí la vanidad y la satisfacción de los sentidos nl} fueran cosas más sustanciales, que una idea ab-stracta de fortuna. que et' todo la que López posee I -Es sabido que las mujeres se interesan por el amor más que 100 hombres. Representa para ellas la que para los hombres representan las demás actividades ùe la vida. Sin embargo, los filósQofos han e-scrito lar- 69 ENRIQUE R E S T R E P O gas tratados sobre el amor, han investigado sus causas y SU8 razc'nes; la han descrito, como Sénancour. bajo todos los aspectos, y hasta .señalan, como la hace Schopenhauer, la presencia de un genio director: el Genio de la Especie. Esto es la que a ninguna mujer se le hubiera ocurrido nunc.a, pues ellas se conforman con la que incumbe a la acción, sin inqu'\~'.;use por fines de conocimiento. También ee. sabido que, mientras en los hombres la pasión amorosa detO'mina estados de timidez, y se convierte en un impedimento, en un obstáculo, para proceder y hasta para hablar, en las mujeres, en cambio, es estímulo que conduce a la acción y les confierê inauditas au· dacias. Todo esto demuestra cuánto más dentro de la realidad viven las mujeres. Y-pese a la teoría de las cualidades contrarias que los amantes procuran equilibrar, en obsequio al Genio de la Especie-las ~nujeles aman a los hombres en quienes adivinan cuaiiclades análogas a las .suyas, es decir, a los que proc€den, aunque procedan atropelladamente. Algunas autoridades en psicología afirman que los hcmbres inteligentes repugnan a las mujeres. Nada más erróneo; ni se inquietan ni se interesan ellas per la presencia del talento. Más bien les pasa inad\'c:rtido. Lo que sí es un real obstáculo para la realización de los ,ropósitos del Genio de la Especie es un hombre enamorado. Dijimos que el amor predispone a la tristeza, y de la tristeza es de la que las mu~(;res abominan. La tristeza es síntoma de perturba'ci«(l:(s profundas, de insaI:oOs estados fisio)5gic,os; aleja al ser de la normalidad y veda para sus pasos los campos floridos de la Igalantería. 70 EL TONEL DE DIOGENE8 En compensación: "Bienaventurados }{)s alegres; porque de ellos es el reino del amor". Y no de otra manera podría suceder. ¿ Reqdere aca60 la felicidad que sueñan los amantes ese cortejo de suspiro-s. det lágr:mas, de lamentos, con que la visten los poetas? Cuando un poeta nos haBla de estos sinsabores, sólo quiere decirn06 que, por una especie de ma.goquisma, algunos amantes gustan de atormentarse, buscando en el dolor nuevos placeres, a haciendo con él más intensos aquéllos de ,que ya dí.gfrutan. Un suspiro que se deja escapar solamente indica que estamoos desperdiciando un tiempo preciooo, que podría aprovecharse entregándose a los dulces trans'portes, a las deliciosas embria,gueces; pero no denota que seamos presa de una amarga congoja. Afirmó Soren Kierkegaard que para las mujeres la accidental es 10 esencial, que los detalles constituyen para ellas el todo. Fue un error suyo afimarl,o. hiE.'llcg::~rd "ivió en una época en la cual la Razón se con-si'deraba la esencial de la vida. Había recibido marcadas influencias de Hegge} y del heggelianismo, y según los principios que dimanan lie su doctrina, la Razón es el patrimonio de los hombres, y cualidad por excelencia viril. Pero en nuestra edad, cuando Ulla vigorosa reacción antirracionalista se deja sentir, ya la razón ha perdido mucho de su auge rorr.ántice.; ya no es la esencia mi-sma d(e la realidad, como quiso suponérsela, sino un simple accidente. Desàe que Schopenhauer afirmó la supremacia de la volüntad en la vida, y Nietszche y BergBon se pronunciaron decidiÚmente en favor de la superioridad de los instintos, como manifestaciones de 71 ENRIQUE Il E B T R E P O realidad, tácitamente se restituyó a la's mujeres un cetro del cual había querido despojárselas. ¿ Preguntáis por qué? Porque las mujeres no razonan: proceden, Y proceden casi siempre con mejor acierto que ese animal de cabellos cortos e ideas largas--llama-mos al hombre así para parodiar a Srhopenhauercon mayor acie'rto, al menos en aquellas cosas que, 'Como el amor, interesan más directamente a la vida. Le,s que dieron a la razón una su'premada, no repa~ raron que estaban tomando el medio por los fines. :Acaso nuestra naturaleza animal, al elaborar en su evolución lenta y oscura una concrencia para el mejor esclarecimiento de sus fines, no se propuso nunca procurarno's el complicado instrumento de que hD'Y disfrutamos, y que especula y se propone problemas de conocimiento, que en nada interesan a la cOllBez:vación de la vida. Pero conste que de tales deslices no 'Se podría sin injusticia sindicar a las mujeres. Son solamente los hombres quienes los cometen, y e·stQ está conforme Call cuanto atrás veníamos diciendo. Una naturalísima inclinación nos induce a salirnos del campo de la realidad y a penetrar en los cielo's de la abstracción Y de la hipótesis. Es natural que lua mujeres, seres más sustanciales y concretos, no puedan 'aco-mpañarnos durante estas e~cursione.g, Y de ahí que nos sintamos abandonad06 por ellas. En compensación, estarán siempre al lado nuéstro en lo que denote acto tangible y prop6sito de resultados inmediatos, en todo lo práctico y,-pese a los racionalista.s -esencial. EL 'rONEL DE DIOGENES También supo esto Byron y por eso movió a don Juan por todas la.s latitudes y la interesó en las accio·nes de la guerra, de los viajes, de la. sociedad y del placer. Nada de teorías abstrusas, ni de dodrinas, ni de dogma. Hechos tangibles, buena disposición )' alegría. Ni el cautiverio, ni el naufragio, ni los azares del combate, como tampoco la risueña fortuna a adversi"dades que la encuentran, tienen poder para que lo·s .sentimientos que alberga su contento ánimo zozobren. Don Juan fue un hombre alegre, y en la alegría residió su secreto. *.* e personas cuyas costumbres no podrian lDvocarse . cerna modelos de virtud ·se suele tomar por hípocret>Ía el sentimiento de disgusto que experimentan al escuchar expresiones licencic.sas. Sin embargo, este sentimiento casi siempre 'es 'honrado: no implica en ellas ni doblez ni gazmoñería. Especialmente en las sociedades refinadas el pudor acostumbra bifurcarse. Hay un pudor de las acciones y otro pudor de las pal24bl'as, y no siempre conviven. El estado de cultura, af>i como la moralidad o inmoralidad de los hábitos de un pueblo, pueden medirse a veces por su indulgencia a intransigencia con el lenguaje libre. Oídos insensible.s al escozor de éste se indignan, sin err..bargo, ante los actos que él califica, y personas que a conciencia tranquila infringen la moral se ruborizan al oír expresiones descompuestas, y se cui- D 73 R ENRIQUE E l5 If l't E P O dan de nunca proferirlas. Más que a. la pureza die las costumbres, tales expresiones ofenden a las formas corteses, y e~ bien sabido que cortesía y austeridad no siempre marchan de la mano. En cambio, las costumbres morigeradae suelen buscar en el lenguaje la expansión que les falta, y la afición a dar sentide,s equívocos a los giros y a las palabras-afición que denota ingenIo embrionario-más acusa continen~¡(l que libertinaje. De aquí que las sociedades refinadas condenen los equív·clcos como indi,cio d.e vulgaridad, pues hay mucho de razonable en lo que Wilde decía sobre los hombres pervertidos, a quienes puede reconocerse fácilmente por el desmedido interés que les inspira la inocencía. Recuerdo que un autor de novela.g licenciosa,s se indignaba en el teatro porque las bailarinas carecían de mallas, y en señal de protesta abandonó el espectácuIo. Y también recuerdo que en hogares que sería exagerado calificar de timoratos, las novelas de este autor estaban proscritas. *** MOdesto arroyuelo! Imagina qué el puente fue construído para que pasara él por debajo, ma,s en ningún caso para que la5 gentes pasaran por enc'j~ ma de él. 74 EL TONEL DE DIOGENES *** S i el adulador dcsacierta, lisonjeando en nosotros la virtud que estimamos menos, exaspera la vanidad de las que pretendemo·s tener: e irrepara~~emente yerra su disparo. *** C uando, al cerrar un libro de aforismos, miro por mi vC1"taI"a P::-Cil la calle. casi con e·stuDor he contemp1:lc1o la mtTltitud que en to<1as direcc'one;:; re ag'ta, ]~evada de los mismos instintos, de la m'~ma avaricia de 11'8 mi£mas paaiones que fueron y qne son el blanco de la censura de los mo':alistas a través de los tiempos. Creyeron eHos correg;r y educar señalando los errores, la perversidad y las miserias, pero la sátira y el escarnio han ·aido inlfructu·o·sos y su acción-si alguna acción les corresponde-eoS hacer a los hombres más hipócritas. Viendo el enjambre humano, dispuesto siempre a devorarse por saciar su codicia, me interrogo sí se:'á menos malO <id la que los rnora1istas la describen? .. Pues ¿cómo puene prosperar y multiplicarse una especie tántas vecee vituperada y acusada de innoble? Pero quizás no es menos malo. Es la cierto que la bondad y la maldad son ideas abstractas cuya influencia se exagera. Con 75 R Il 5 T R ENltIQUE II P O moralista,s a sin ellos, la vida de los hombres en el decuNlO de los siglos ¿ no hubiera sido igual? Excelentes para hacer la crítica de ,la historia,' 10'3 principios morales son, sin embargo, ineptos para alterar el curso de ella. Diagnostican, sí, con acierto. Pero diagnósis no es remedio, ni mucho meno& preventivo. *** E n soeiedad, el discreto evita que su mérito se des. cubra, el t'labio disimula su ciencia, el ingenioso esconde su agudeza. No ignoran ellos que la envi¿la acecha de continuo al mérito incauto, y que si se deja descubrir la acribilla. Pero los necios se empednan en blasonar del talento y de la sabiduría de que ,:arecen; imaginan que ;su palabra es enseñanza a que todos deben estilr atentos, y simulan la actitud ¡leI maestro. Sólo el verdadero hom'bre de mundo aabe que la ignorancia que conviene disimular no es la propia, "ino la ajen~, y que la "Obra de Misericordia" no consiste en enseñar al que no sabe, sino en tolerar, fnnévol~'llente, que el que no sabe nos enseñe. *** L ámpara del pródigo, con llama de vanidad se Hu: mina, y arde so,lode día porque espera eclipc;ar el sol de otras riquezas. Mas de noche se ex76 , EL TONEL DE DIOGJ!lNlllS tingue porque las sombras, demasiado humildes, la parecen dignas de concurrir a su esplendor. *** no L os jóvenes son siempre más .sufridos que 105 vieOjos. Las ilusiones de la juventud ayudan a sobrellevar los pequeños males, las incomodidades y las privacione5 que la vejez considera decisivas en la vida. Consiste en eso que los viejos parecen má/s inteligentes, cuando en realidad sólo son más egoís· tas. *** L a moral del hombre de tránslto-'''En esta ciudad no me conoce nadie, ni necesito granjearme la estimación de nadie. Puedo, de consiguiente, dar rienda suelta al libertinaje, sin dejar de ser austero por eso, y tomará descanso mi virtud". La moral de la mujer de trárjgito no es así tan rigurosa, ni se ocupa de razonar. **il E l error fundamental del talento juvenil es imaginar Que todo el mundo entiende las cosas con la facilidad- que él las entiende, pero que él sólo puede idearlas ·0 descubrirla·s. Cuando envejece, su error evoluciona con él, y supone luégo que las cosas han podido .ger ima'ginadas a descubiertas por muchos, pero que sólo las entiende él. Entre los desencantos 77 R E S T R FNRIQUE Gue procura la l"roBos llegar al JIIS hombres son teligencia joven E P O experiencia, no es de los menos doconvencimiento de que la mayoría de mucho mâs torpes de lo que la insospecha. *** O- tro libro de "Confesiones"? i. Otro autor que nos amenaza con -sinceridades desconcertantes y con extremas desnudeces de alma? Augurémasle, sin l,~erlo, el fracaso. La sinceridad es una actitud imposible; muc'ho más si es sinceridad literaria. Ya fracasaron San Agustín y el insoportable Juan Jacobo. Casi >siempre el que entra haciendo protestas de \'eracid?d es el más mentiroso. El que se obstina en enseñarse cual es y hablar cual piensa es porque ni es ni piensa nada. Preferibles son la,s hombres O1.;e1~2b1<!nmal del prójimo a los que hablan bien de si m''l'mos, pero los que ni en calumniarse reparan para llamar la atención son dignos de la soga. Se han mantenido felizmente posturas literarias ,g bsurdas, como las paradójica,s del contemporáneo Bernard Shaw, y las sofisticas del clâsico Zenón. Cuestión de agudeza; manejo diestro del silogismo, j mf'osibles e:c: ¡;ilitrics £j.ic¡;t:¡tdos por )malab<lristasi intelectuales. Mas Ios autores de "Confesiones" sinceras nada consiguen; y la único que enseñan bien des:-,~do e>s el inmoderado deseo de que se les admire un talento que no tienen. 78 EL TONEL DE DIOGENES *** personas tan distraída.¡¡ que a fuerza dad se hacen descorteses. de urbani- *** L a cens'ura que más nos hiere es la que se hace del error que comprendemos haber cometido, o la del defecto que reconocemos tener. *** H ay temas buenos desarrollados en malos libros, pero son escasos los buenos libros en que se des:~rrolIa un mal tema. *** A mistad llama el marido crédulo a la ventana por donde los amante.s de sU mujer se introducen. *** CUida de que tus árboles no crezcan 79 a tal extremo R ENRIQUE que sus ramas vayan E ~ T a sombrear R E el predio P O del vecino. *** a naturalidad es la m.ás dif~~il de las. actitudes. Ni las personas meJor educadas conslguen mantenerla. ¿ Por qué la llamarán así? L *** P or más precauciones que tomemos, por más que nos esforcemos en determinar el porvenir en un sentido favorable y hagamos intervenir la prudencia, la economía y aquellas virtudes acumulativas, no siempre el porvenir está en nuestras manos. Algún incidente inesperado vendrá a trastornar, desviándola, la dirección inteligente que creyéramos haber imprimido a nuestros de-stinos. De aquí que, aparentemente, reine en ellos una premeditación. Creyendo y esperando vivir una vida que anhelamos, y que soñamos haber determinado mediante el trazo de nues', tros designios" hé aquí que el tiempo trascurre y nue-stro sueño, -al contrario de realizarse, sucumbe víctima de accidentes ajenos al querer nuéstro. Se ha cumplido, a la postre, una obra que de ningún modo querríamos calificar de obra nuéstra, y que no es, en efecto, sino aquella discrepancia siempre resultante entre la realidad y nuestro deseo. Y porque sentimos defraudadas las esperanzas que pusimoo en 80 'FlLl'ONEL DE DIOGENE!'l el tiempo, porque vemos que, a su correr, se realiza algo distinto de la que esperábamos, y que, ni con" mucho, co,lma la medida de nue>stra ambición, la ideá de una intervención extrafLa se apod.era de ,nuestra conciencia, Ilevándonos a suponer que manos invisible,s tendieron ardidosos 1,azOlS para a'prehender nuestra falta de precauciones. ,Posteriormente el acaecimiento de cualquier Bueeso infausto, un examen atento de las cirscunstarr:ias que lo motivaron nc-s muestra cómo esas circunstancias acudieron-al parecer instigadas por algún sortilegio-y, agregándose, convergieron en el sentido de procurar nuestro daño. Si pen·s,amos que, suprimida cu,alquiera de ellas, 108 a('ontecimientos habrían tornado un rumbo distinto, la idea de que un Destino a fuerza superior ha intervenido hiere nuestra imaginación vivamente, pues comprendemos la necesidad que asistió a las determinaciones factoras, y llegamos al convencimiento de que nada pod,ría haber ocurrido de ot.ro modo. "Sic erat in fatis". Aca·so un azar fue la causa, pero eternamente el azar jugará un papel elemental en nuestra suerte. Nueve de c,ada diez acontecimientos serán la obra suya. ¿Somos, en resumen, juguetes del azar, y rodamos, como aquel discreto Zadig, empujados por pequeñas causas fatales, que nos ee difícil evadir porque las percibimos rara vez, a si la,s percibimo,s no las computamos en nuestros cálculos? Semejantes a los dados experimentamos una serie de involuntarias sacudidas antes de rodar a detenernos en un punto que será feliz a será adver,so. Corno los dados, tiene nuestro destino múltiples faces, y sólo el azar deter- 81 R ENRIQUE E S T R II P O minará por cuál caeremos. ¡Cuántas veces aquella circunstancia que estimábamos más contraria se tornC) origen de nuestra prosperidad, mientras que la que tuvimos por favorable nos motivó amargoo sinsabores! Deeir Que el hombre es dueño de su suerte es pueril. Sólo una suprema s,abiduría, un poder de medir, de una ojeada, io infinito del tiempo y lo il,imitaao Bel espacio, de conocer en su integridad la pretérito y disponer del espacio cn toda su amplitud, podría facu :tarncs para determinar nuestro futuro. Hasta los mínimos acontecimientos de los siglos transcurridos ya, pueden tener relación con nuestro presente, y remontando el concatenamiento de los sucesos, la urdimbre maravillosa que relaeiona lo pasado a la actual, podríamos encontrar que aquél formó la génesis de éste, como éste formará la dël porvenir. Bropero a aqueJl.ascausas imprevistas y no computadas denominamoo lo contingente. Sobre la imposibiTidad de conocer cuanta.s determinaciones habrán de intervenir l'n la realización de un acto, tiene s.u origen la que por azar conocemos, que no es azar sino con relación a 103 designios humànos; fuér,a de nue3tra mente no tiene significado, porque ningún suceso se realizará en otro sentido que aquel forzoso que flUS causas le impongan. Si idénticas causas se repitiesen, el suceso a su vez se repetiría. En último anÚlisis, !a contingencia será tan sólo una àeiiciencia tie nuestrcs cálculos, pero eñ re,alidad una pala~ bra vana. ~i tS tampoco la casual algo que se consuma con pre.scindencia de toda causa, sino únicamente la indavertencia de ella por parte nuéstra, que 82 EL TONEL DE DIOGENES nos impide plantear juicios inequívocos sobre consecuenci,as futuras cuyos antceedentes ignoramos. La previsión exacta de la que acontecerá, ¿ no ~e rhace imposible precisamente por la inmensa pluralidadde las caus'as, por la múltiple urdimbre de n!laciones y circunstancias dEscoriocidas que intervi\!nen en la realización de los acto.s? Si todos los téJ'minO'S, todas las determinaciones, todos los factores nos fuesen familiares, no sería imposible conocer y calcular, apart~ ne las causas más notorias, ese -sillnúmero de menudos incidentes que pueden intervw nir, y de los cuales úno solo, ai parecer el más illsignificante, altera tan radicalmente la6 consecuellcias estimadas probables, que en ocasi,ones llega a desviarlas hacia un desenlace divergente del calculado? .Cuerpo mío, sombra rebelde, por qué te revuelvrs , 'contra mi pensamiento? ¿A qué secretas incli naciones obedeces, que yo desconozco? Por qué creo ser la que no soy, y realizo la que aborrezco realizar? Escollo de mi voluntad, entorpecimiento de mis intenciones, ¿ qué talisn:án empleas para seducir mi conciencia, y cémo la adormeces y acallas cuando pretendes derivar autonomía de su silencio? ¿ Qué hada fuJ'tiva puso en tus manos torpes la vestidura sonrosada de los de,seos? ¿'Cómo, hechizarute, disfrazas co.n una luminosa sonrisa la mueca indiferente de tus inl'tintos? ¿ Qué redes sutilí6ima,s tiendes al paso de mi 83 F: N R Q u E R E S T R E P O espíritu incauto? ¿No has urdido un enjambre de ilusiones efimeras para apresar en él la conclusión de muchas dolorosas verdades? ... Pero, al fin, ¿eres la sombra perezosa de mi espiritu, o es tan solo mi espíritu una .sombra más ági~ que, forzada, arrastras contigo? Re-sponde, ioh cuerpo!, ¿y de dónde, entonces, emana la misteriosa laz que, por feliz contraste, proyecta esa sombra, y de qué fuente purísima se ori,gina? ¿No presientes, en nuestra dualidad enigmática, el divino hálito de un dios encarnado en la pesada naturaleza de un hombre? ••• S i el pensamiento no es siempre el reflejo rigurooo de nuestra personalidad más íntima, la acción sí es la revelación de lo que somos. De ahí que nos conozcamos tan sólo en el momento de proceder. Porque,ajustánè.ose a una TI ecesidad inflexible, cada cosa obrará según su naturaleza, y jamáe de otro moda . ••• E xigir de un sér que, albergando los más elevados sentimiento-s, procediese sin embargo a cometer abyectas acciones, sería tan contradictorio co84 E.L TONEL DE DTOGENJJl8 mo exigir de la nieve que cayese maculada del cielo, o del rosal que floreciese ell ortigas. No hay en nosotroo daB seres distintos, ni tampoco dos naturaleza.; diferentes. SOIlios tal como procedemos, aunque no procediéremos tal como pensa'.'l1Os. Si, como un ¡Joeta la dijo, "no hay cosas bajas para nobles almas", ell acaso porque no hay almas nobles Elue hacia las baj.as cosas se inclinen. *** E l orguIlo que procede de una inquebrantable rigidez de conciencia para juzgar la sinceridad de nuestros actos, y de una generosa fIexibildad para juzgar los ajenos, es el legitiao patrimonio de los eEpíritus s'uperiores. Pero hay una complaciente soberbia que se erige en defensor de nuestrae flaquezas, y cautelosamente se desliza bajo el disfraz de orgullo, cuando pretende sincerar alguna acción de que nOli hemos avergonzado. Es preciso no confundirlos. *** N ingún momento tan doloroso en la vida de los mortales como aquel en que, sabiéndose aun jóvenes, eienten aproximarse en pos suya los pasos apre' surados de la vejez. Es quizá más conciliadora la idea de una muerte temprana, Que abrevia al menai ú 85 E~RIQUE 'lUestros B. ojos el espectáculo E S or de la propia RE P O disolución y nos ahorra. a,sistir al festín que con nuestros poDre;; despojc13 celebran las dentelladas voraces e ine- ï¡tables del tiempo. Con razón dijo la sentencia an~ig~¡a que los elelgidos de los dioses mueren jóvenes; porque la vejez no es sino desfallecimiento gradual de 1c·s atractivos, insensible desmayo de las faculta,'ee, paulatina extinción de los entusiasmos, mustiarse Je b vida; agonía, agonía más lenta, agonía prolon.:;ada dolorosamente por la maldad, por la ineptitud o por la ignorancia de los dioses que concibieron y cre~.,·on ai hombre a imagen y semejanza del mono! Sidarta Gotama, príncipe de Kapilavastú, sintió un día la tristeza infinita de envejècer, y ~r'a aún muy jove;l. La vista incidental de un anciano decrépito, que ~aminaba !aborios'amente, apoyado en un palo, le indu.io a reflexionar sobre el oprobio de la vejez que fIage la a los hombres. En los relieves caprichosos que las v·cnas inflamadas del viejo se complacían en dibujar sobre la picl pergaminosa, descifró Sidarta, como en extraño jeroglífico, la sentencia que pesa sobre la (>fímera duración de la belleza y de la gracia. En el fondo de los ojos, turbios y ajenos al primitivo fuI sorllUndidos entre dos cuencas voraces como tumbas .r:óxima,s a cerrarse, leyó el Cistigma que gravita so~ hre la misérrima condición de los mortales. Desde' entonces apagóse todo anhelo mundado y se marchi-l turon una a una las alegrías en el corazón de Sidarta: había pres'entido la verdad, y la verdad es grave, grave como la mueca acibarada de los que la contemplan. La verdad ni retoza ni sonríe, y los labios de Sidar~a Gotoma no volvieron a plegarse ya más para 6on~ reír. ElL TONEL DE DIOGlllNm. Aquella mutación de los ra-s.gos fisonómico5 de Sidarta anunciaba al mundo el r.dvenimiento de una religión del dolor: el Budismo. *** E l ingenio es la coraz-a conque los inteligentes Ifo' portan la necedad ajena. ¿ Ign,oran acaso que con ella se hacen insoportables? , *** H ay mendigos que ven y pretextan ser ciegos; y hay hombres ciegos que se o'bstinan en hacer crecr que ven claro. Ambos coñsiguen engañar, pero la impostura de los primeros es tal\ inofensiva como peligrosa y funesta la de los otros. *** C ada edad trabaja y se esfuerza por destruír supersticiones añejas para abrir el camino a más moderna'5 supersticiones. Ya no pululan a nuestro alrededcr los duendes in"i-sioles. ni nos ace·, chan de continuo los malignos espíritus; pero la at~. 87 El l\: R Q l; Il: R F. B 'f R E P O m6sfera se ha poblado de miasmas infecciosos que la envenenan, y la respiramos llenos de temor. La maldición del pecado original, que pesaba oprobiosasobre la cabeza de nue·stros abuelos, ha dejado de in. quietarnos, cediendo el campo a las teorías moderna9 de la herencia de morbosas inc·liùaciones. ·Eñ virtud de una ley muy natural de progreso, no solamente los hechos cambian y las preocupaciones evolucionan, sino que con ellos varían paralelamente los procedimientos: el agua bendita ha caído endesuso, y se exorcisa ahora por medio de desinfec- tantes . ••• lgún filósofo epicúreo manifestó una vez que la única diferencia esencial entre las bestias y el hombre cOMiste en que éste sonríe, mientras a aquéllas les es inaccesible esa [.orma de expresión, consistente en figeros movimientos de nuestros rasgos -fisonómicos, en contracciones y dilataciones labiales muy breve\S, pero que esèonde, sin embargo, un número de significados tan v'arios, tan profunùos y tan mudables como ninguna otra expresión es suficiente a si'gnificar. Sonrisas hay de tan div-ersas índoles; que se in3piran ¡en tántcl3 diferentes sentimientos; que ani.; man tan múltiples emocIones e ideas de tan varia naturaleza, que sería inoficioso 'buscar entre ellas analoa-ias. La sonrisa es aquel efecto iàéntico y, no A 88 ElL TONEL DE DIOGlIIN1II8 obstante, determinado por motivos ilistintol!, cuando no contradictorios. Pudien decirse que d06 hombms rara vez sonríen por un mismo motivo, y por sop aj.luos anb aJqm0tJ. la aJE,! sa 'OA!tOW OWS!W un veces. Ese fugitivo brillar de las pupilas, esa ligerísima dilatación de la boca, eee imperceptible movimiento del rustro, acaso el que implica menor esfuerz,o de todos cuantos ejecuta nue\Stra economía, es, sin embarge, el único capaz de revelar las mayores intensidades del espiritu. No hay en lengua alguna vocablo que exprese la que um. sonrisa es apta para expresar. ¿. Cué digo? ¿:Cómo una palabra podría gel' tan mÚltiple, tan elástica, tan rica en matices y. tan pl ural en significados? ¿ Quién halló jamás, en las ~ílatas t.CIP:S que ,la voz emitiera, ;la vers'ión justa, la expresión definitiva, de aquel pen\Samiento q:.¡c ~úlo le ha :lido posible condensar en el silell'c'io de uTla sonrisa? De todae las formas de la èxpresión, es J¡uizás la más breve, pero acaso la má\S intensa, Ella puede denotar distintas afecciones-placer, bu~la, simpa" tía, compasión 'o desa1grado .~Ella es varia, y son sus significados !:iutiles; ella es breve, y son extensos sus alcances. lnqüieta, escudriñadora, penetrante, se posa t:çHUS satre todo la torpe de la vida, sin siquiera contaminarse, y más bien para poner de manifie3to el contraste provocad1o por e·sa diafanidad, por c&a ligereza que es característica al pensamiento ct:.ando se pone en contact.o con lo grotesco, y lo roza apenas, como rozan las Lbélulas la llama en que nunca se han de quemar sus alas. 89 R E S T 1\ E P O ENRIQUE Toda sonrisa es \!labia porque, como aquellos que paseen la verdaâera sabiduría, ni afirma ni niega nada en rotundo: insínúa apenas, y envuelve a la vez discretas dudas respedo a la mismo que pretende significar. Sonrisas hay para acogerl,o todo, cuando todo lo sabemos acoger sl-.nriendo, y llegamo>s a p.oseer el convencimiento de que en la vida nada es acreedor a mayor l'ecompensa: con una sonri,sa amamolS; con una sonrisa compadecemos; con una sonrisa censufamaS. Porque, si fueres amigo, de ella te servirá-s para indicar a tu amigo que reina entre vosotros inte1igencia; si fueres caritativo, ella será la mejor limosna que otorgues; si fueres mujer, con ella pagm\.1s una deuda de vanidad satisfecha; si l:lsonjeado, con ella mo-strarás tu agradecimiento; si ofendide, tu desdén; si movido a gracejo, tu hilaridad . y aun rara aqt:€llcs EeHS qu·e ni es trran ni os odian, ni os agradan, ni os enojan, ni os divierten; para ¡aquellos espiritus grises y desteñidos, cuya indigencia Imental alcanza tan sólo a fa·stidiaros; para aquellos que difunden por doquier el tedi,o, y parécen contaminar de él cuanto evocan a nombran, encontraríais también ulJla justa recompensa en la sonrisa, porque, después ode todo, sonrisas hay que son apenas una de las maneras más corteses de b.ostezar. *** P ara apreciar intrínsecamenté él valor de uñ libro de ciencia, conviene qU€ omitamoo desde lue90 E L T O N E L D E D lOG E N E ~; go el estilo, que formemos un breve esquema de su premisas y conclusiones, reduciéndclo al ;lilogismo e,. cueto, como si el resto. fuese el almíbar en que SI diluye la' medicina para hacerla a'gradable. La ver dad que queè.e probalá su eficacia. Si se trata, por el contrario, de obras literaria" e atísticas, prescindamos de la impresión fugitiva 'de. conjunto, ateniéndonos de preferencia al detalle. C:r cunstanc:a·s momeni áneas a cuyo influjo no es posi' b~e sustraerse, extravían el juicio sobre 'la estabiii· dad( de un valor arthstico. La actualidad ei\;mcJ:: suele ser enemiga del criterio. N a en balde re·~omen dab:;: un crítICO ingïésleer a "Hamlet" en sentid, retrospectivo para darse cuenta de su mérito, y aplicar el método a ciertas pro,clucciones dramáticas ac' tuales, como medida de ;lU ineptitud. 'Un esculto'c d:: cía a sus discípulos que si loe fragmentos disperso~' de una estatua antigua recogían sus sufragios, n: vacilasen en emplear la vida en reconstruírla, por· Clue entera confirmaría su exce;encia. Pero hoy con' fundimos todos el va lar y el sentido de las cOe,n{' merced al abuso que se hace -de ellas. Los tiemj10: capaces de prod'ucir un Leonardo a un Goethe, pan que fijen, a la ciencia y al arte sus límites na'tu', a . les, aún, siéndc.Ies familiares amboo, parece que pa saron ya. Los espíritus científicos se han hecho mio' pes al esplendor de la belleza, y los artistas sor'do, al rítmo interior de la verdad. ¿ Efectos de la in, tenlSificación de 'la cultura, de la especialización? Los didácticos-particula,rmente lc,s moralistas • la moderna-hacen del arte su vehículo de enseñan za, trocan la lira en instrumento de medir y contar, 91 Il N It I Q u 1Il, R y el tinglado 1Il 8 Tit. P O de Tabarín en cátedra para adultos. Su critica de la obra de arte es el incomprensivo "¿ qûé demuestra'!", como si se hubiese propuesto por soluëión a un teorema de Euclide!!. ¿ Ignoran que la obra de arte es un axioma, evidente por sí? Y temperamentos artísticos distinguidos acuden a la aridez de la ciencia en busca de motivos y argumentos que ia ciencia es incapaz de proporcionar les. Si las miras exeIusivista-s de hoy se dilatásen en la educación de 'las generaciones futuras, aprendería el hombre a discernir mejor, y a gustar tánto de la belleza del silogismo como de la verdad perfecta de la belleza. 92 EL TONlIlL LA PARABOLA DE DIOGIllNl!l8 DE LA FORTUNA A la boca que, sin palabras, inspiró este canto de antiguas \Vidas y remotos suce- 80s; Al labio mudo que,en una pensativa sonrisa, se iluminó con los '<reSplandores de una fantástica lejanía. 1 P or el sendero tapizado de g'rama, las hermana'S vienen cada mañana a la cisterna a llenar sus cántaros en el agu,a transp,arente. Sus pies desnudos se humedecen en el rocío que la noche ha esparciao sobre el campo, y sus ojo.s, lánguidamlBnte abi\;;rt~oSl, acar'ician aun el último -sueño. iLa hermana rubia copia en sus pupilas las ¡izules embriagueces del cielo, y SUB càbelIos se confunden con los primeros rayos del 801. La hermana rubia tiene anbeIos inefaMes y deseos brumo-gos, como el confín lejano de la tierra. La hermana del cabello negro robó fulgores a la noche para sus ojos, y para su tez sonrojœ y náca· res al ,alba. La hermana del cabello negro acaricia ensueños de amor, y se abraza su corazón en púrpuras. 93 Q U E R E S T R E P O ,La hermana friviola es, de las tres, la más hermosa, pero nunca sueña ni desea. Se contempla~ arro' bada, en el cri13tal de la cisterna oscura. Su alma es frágil, cerna su cántaro de arcilla, y a nadie dice 'ù que n_(;uit'a En sil€ncio. 'fema eL agua y se va. II P or el sendero que las hermanas transitan en el amanecer, cruzó un día la caravana del Prin('ipe Deseo, que regre·sa15a a la Ciudad Ignota. Los ;'amellos sedienfos llegaron a' beber a la cisterna y "lturbiaron el agua. Un ¡"lago vengativo, que venia de otros confinés, no pudo €T.tcnccs a:¡::agar la \Sed de su garganta, ardioa por muchos dia's de peregrinar en el desierto. Fulminó el Mago una maldición, y el 8Ortilegio del caba',ísticas palabras dejó trocado al Príncipe en "êsa ¡delira bltrca (le deta 3H€ irn(dl, j·n:10 a la 6sterna. hasta el dia ignorado en que unas manod virginales, vertiendo sobre ella el agua milagrosa de. ];1 resurrección, conjuren el hechizo. La hermana rubia vierte cariño,sa BU cántaro :;0" bre la piedra muda, mientras sus ojos se iluminân. con el furgor de una fugitiva €'spera¡¡za, y parecen· más azules. En tanto teje pacientemente ensueños. en su corazon, 'Y ,s'us mano,s hi1ân blancos copos de. ]ino para un vera nupcial que no sabe si ha de ceñir. su frente. 94 ~r.J TONEL DE DIOGENE8 La hermana de los ojos negros y de los deseos ar~ dorosos vierte su cántaro, como un cofre lleno de. U'·lJUmnS Y de ri-S:lS, sobre la piedra bla'llca, Sus lá-. grimas han caido confundidaG con el tropel del agua. que se derrama en cantos, La hermana de los ojos. negros estruja, una con oL'a, sus manos a n"ne'Jos as,' ilca'so predestinada.s al conjuro por un hado feliz,. y s31r.unda su corazón de ensueño~, Pei-o la hermana frivola, que es, de las tres, la. más hermosa, como, no ama ni aesen, jamás derrama. el agua sobre la piedra inmóvil, La hermana frívo-. la tiene frágil el alma, como su cántaro de arcilla,· y a nadie dice le 'que med:ta en silencio. Toma ej· atrl1a Y se va. III D ormida _sobre el, ~ésped, tuvo la hermana rubia un sueno SerèTI1oS1mO, ISobre el sendero que va a Ta cisterna, íesto.nado de lirios. descendIeron como roda de oro las estre-~ lIas, y alfombraron de luz el campo por donde vino; acompañada de dulces músicas, la caravana del Pr~ncipe Dese'o., - • - Era un séquito de camellos lánguidos, do andar, que Ge agobiaba bajo el peso soro de gemas y de rosas. La hermana infí.,;to gozo, rubia y sus de pausade un te- sintió su' corazón henchido de sentidos se embelesaron en el 95 ENRIQUE R Il e T 11 ml P o triple de-,fallecimiento aeT pl~cer, de .la ·álegrfa y de la esperanza. Pero la caravana pasó de largo, sin mirarla .... y cuando, lentamente, abrió la hermana rubia los admirado"" párpado\S, flotaba en el aire una estela de perfumes; las estrellas hatiílfll volado al cielo, y la noche ritmaba en torno una canción de silencio. IV L a hermana de los ojos negro.s y el cabello sedoso tuvo otro su€ño inquieto, que la llenó de pen" samientos extraños. Delante de una gruta sombria, la vieja Aàivina ola detuvo para pedirle de beber. Interrogó la hermana de los ojos negrœ: -¿Cuándo, Adivina, cuándo mi cántaro vertido realizará el milagro de la resurrección? La Adivina entornó la mirada y le dijo: -;Cuando el agua purísima que dejó de 'apalgar la serl del Mago vuelva a esta cisterna, después de haber sido por tres veces rocío y por tr€S nube; cuando por tres veces se con\Íundacon el raudal de un río y con las olas de un mar, con laoS lágrimas de una virgen y con la lluvia de una mañana estival, vertida entonces sobre la yerta piedra por las mano!! afortu nadas, realizará el milagro de despertar al que, silenciosamente, duerme bajo su encanto". Al abrir sus ojos, la hermana del cabello negro se encaminó sola a la fuente. Y derramó su cántaro y \Sus lágrimas, mientras en el cielo palidecían las últimas estrellas. Pero la piedra permaJ1eció inmóvil. ", -:7;-'-"1"~' : .,. .•. .. ' 96 EL TONEL DE OJOQElNl!lB v L a hermana frívola que es, de las tres, la más hermosa, jamá3 ha soñado ni deseado. Mientras sus hermanas languidecen de anhelos, y se consume su corazón en una nunca florecida espe· ranza, la hermana frívola no dice a nadie l() que medita en silepcio. Torna el a~ua y se va. Una mañana se sentó fatigada sobre la piedra blanca. Sus ojos perseguían el capricho de una nube que vagaba errante por el cielo, corno su alma sin afectos ni sonrisas. Un golpe abandonado de su.g manos volcó, elcán-r tara. Y el cántaro cayó, roto en pedazos, sobre la piedra inerte. LEn espumas y en burbujas esparcióse el agua cantarina. Y, milagrosamente, surgió el Príncipe de su sueño encantado; De los confines de la tierra, llegaron los del! regio séquito, y el aire se saturó de dulce,s cantos. A los pies. de la afortunada derramó' el !PirÍ:nCipe !IUS tesoros, y le ofrendó su corazón enamorado. Pero la hermana frívola tenía frágil el alma, corno su cántaro de arcilla. Y desdeñosa se alejó por el ,mlndero tapizado de grama, mientras sus ojos pert>eguían el capricho de la nube que, al azar, vagf.ba por el cielo, como S¡;, alma sin afectos ni SOllirisas. R ENRIQUE È S T it E P O *** E l verdadero mérito no envidia ni ambiciona la glo· ria de que gozan los favoritos del pueblo. Gusta, por el contrario, de alejarse de la multitud o de ignorarla, y la multitud, a su vez, ignora o desprecia al mérito verdadero. Epicuro decía que entre lue mayores .satisfacciones de su vida contaba là de que Atenas, que era tan .sabia, ignoraba por completo de él. A los hombres de genio se les descono· ce mientras viven, y los pueblos 'no se informan de la existencia de ellos sino, preCÎ>samente. cuando han dejado de existir ya .. *** y o le conocí cuando vino. Llegó implorando que le albergá.gen SUiS alforjas y le permítiésen esperar, sentado en el zócalo, el retorno del día. Los siervos lo miraron COlt.. desconfianza, perol el amo lo acogió hospital~rio y lo sentó a su mesa. Hoyes él el amo de Ie,s siervos y el señor de lai ha,\ienda; ante' él se inclinan aquí todos, pueiS su hué>Sped salió hú mucho de esta rasa, y va ahora abatido, mendiganùo por los caminos. *** N uestra constitución proclama tus derechos y te dice ql'e eres el libre ciudadano de una república li'bre. Sin embargo, desde que abandonas el lecho, on la mañana, observo que te encaminas impuls,ado 98 E I, or O N E L D E D lOG E N E toi como un autómata en bu-sea de tu subsistencia, ¿Existes acaso por tu espontánea voluntad y determinación? ¿. Fue tu querer c:.uien te sacó de la nad:I, en donde nada eras a.ntes de tu nacimiento?", Sin embar-go, nuestra constitución proclama tus der..chas y te dice que eres el libre ciudadano de Ulta -repúlbliea libre. O te veo persiguiendo la fortuna, las riquezas, 1'1 oro, y atropellas en tu carrera cuanto se te interp,)· ne; a hUsmea-s dignidades y honores, y te veo adoI" taractitudes serviles de can que mendiga un melt· drug-a, batiendo zaJameramente el rabo a quien pu,~· de dispensarIo, Eres enton::es esclavo de tu avari· cia o siervo de tu vanidad, Pero nuestra constítll ción proclama tus derechos y te dice que eres el Ii· bre duda-oano de una república libre, O te observo que corres eon pos de un fant2·sma Il /lile apellidn pomposamente La Justicia, El Patrill ti!:'mo, La Moral. a cualquier-a de esos dioses caduclI::; de la contemporánea mitología, y unido a muchos d" tllS conciudadanos, provocalS esas carnicería,s in con}; . cientes, a que llamas revoluciones, para entroniza" dioses intangibles que huirán de tí cuando ya crea·.., atraparlos y, creyendo cambiar de sistemas, cambia· rás solamente de yugo-, Cuando tal hace-s, eres I'l instrumento de ambiciones ajenas; pero nues~r:! constitución proclama tus derechos y te dice que eres el libre ciudadano de una república libre. O te contemp'~o ~í, ·querie·ndo satisfacer apetito;; amorosos, persigues una forma femenina a que I!'. naturaleza ha ve-stiè.o con sus mejores galas par;\ atraerte, y ella .simula huir de tí para que más bre' R ENRIQUE E 8 T R E P O vemente le des alcance .Cuando, logrado tu intento, crees haber saUsfecho tu voluntad, no re¡,aras en que satisfaciste tan sólo una voluntad ignorada de que eras juguete, engendrando un nuevo individuo a quien nuestra constitución proclamará sus derechos, y dirá que es el libre ciudadano de una repúJ bliclJ. libre. *** Con razón se quejaba un escritor del siglo pasa~ do èe l).\:e la hnanidsd £6 tan poco fecunda en invenciones que no na eiào capa~, después de millares de años, de inventar un pecado nuevo. Sin embargo, un filósofo de estos tiempos intentó esfuerzos en el sentido de fundamentar una nueva moral, y ensayó "el principio de una renovación de todos los valores" (1). ¿ Puede pretenderse esto, si falta aun ese pecado nuevo, fuente fecunda y Única de preceptos originales? Según la tradición hebráica, la Ley de MQisé8-' de hecho cOJldensada en el ¡DecJáld$o--cuenta aho.~ ra sus seis mil años de promulgada l:1nIsrael. Es de suponerse que tampoco entonces fuera ni una novedad ni un feliz invento de aquel patriarca, iluminado por Dios en el Monte Sinai, sino la compiilación (1) Friedrich Nietzsche: ",Tenaeite 100 von Gut und Bose". EL TONEL DE DI~GE"I<~:-' lenta. el trabajo acumulado de eiglo.s y generaci.)nc-s. Y no podria decirse que de esa edad a la nllé~~,' tra se haya avanzado mucho en legislación, ni E.r-· nos que la moral haya adelanlàdo un solo pa~o, "j bien es cierto qu.e tampoco hemos retrocedido _ 1'r.}'que nuestros código.s modernos se cimentan, giran, se extienden y multiplican sus pá.ginae a,1 reded!, de menos de diez preceptos de ética que dan origen a 108 demás, derivados suyru:, Fuéra de lo~ de:litc.o alii prohibidos y condenadob, rip- existen, otros, ni se ha hecho posible inventarlos, a pesar de que !1:l~' gentes sencillas que creen convictamente que avan zamos, y que es un hecho inconteRtable nuestro prllgreso. Posteriormente al Eclesiastés, el "nihil novum ~H'b solem" continÚa siendo una verdad en materias :1.' ética: nada de mejor ni de más malo contemplamü:; bajo el sol, y los hombres repiten por la multimillonésima vez sus acciones y sus palabras, sus deseos y sus pensamientos. Viven aun alentados por la esperanza, mordidos por el dolor; impul~ados por fa cólera, por el am<lLr o. por el odio; guiados por ei jnte"rés, como vivieron en tiempos de Ramsés I o ae Alejandro el Grande, y como vivirán en los venideros siglos, dando asi CUl'E\O a la monótona historia de esta pobre humanidad que, por más esfuerzos que hace, no logra ser ni mejor ni már.lperver·. sa. *** me dice que, a consecuencia de sus delitos, arrepentimiento profundó se ha apoderado lO~ Ull' de ENRIQUE R E 8 TRIll P O ]a conciencia de ese hombre ... Escépticamente me' interrogo: ¿es acaso la monstruosidad de la culpa' la que motiva el arrepentimiento, o es más bien el l';g;or conque la sanción se ha 'hecho pesar sobre ",1 delincuente?: .. PO>fque, después de todo, ôlvid;áram08 nuestralt faltas o las cometiéramos sin darnos euenta, si una' inexorable sanción no ee encargara de ponérnosla.s de manifiesto. *** que hace de la prudencia una regla fija, queda' expuesto a cometer 108 mayores desatinos. *** L as pasiones, ·aun las más baJas, suelen ser comunicativas y desafian la censU;ra. El amor ef! cc.nDdente, la gula se mofa de tâ templanza, el odio no teme enseñarse, la avaricia desprecia el insulto' y la ambición 's'e ostenta sin disimulo. Sólo es vergonzante la envidia, y a su secreto llama '·castidad". *** ignora por qué los ascetas condenaron los refinamientos de la sensualid,ad, habiendo en el 102 EL TONEL DE DIOGENES mundo tan escaso número- de refinados (y aún èe sensuales). La religión encuentra que los sentidOll .son la perdición del hombre. ~i fuera así, fa humanidad se salvaría en mass. **. ólo ama el hombre el arte verdadero cuando ha reconocido las deficieI1lcias de .a realid'¡¡¡d;~ y busca la belleza en sus creaciones cuando ya encuentra defectuosa a la naturaleza. S H e aquí uno que no Si! envanece ni de lo que e6, ni de 10 que tiene, ni de lo que representa. ¿ Es ,acaso un filósofo? N o: es un pobre hombre que ni e», ni tiene ni vale nada, pero fúnda su orgullo en lo que Bon, en la que tienen y en 10 que representan amigos suyos a quienes adula constantemen~ te. Mas no es menguada su soberbia, porque el res' to de 100 hom]¡res le parece gen,te despreciable. *** l(ueJe .l.a envidia perdonar a la riqueza cuando se ,~ disipa, al favor cuando se pierde, a la belleza cuando se marchita y a la virtúd cuando 6u'cumbe. Al talento sólo lo perdona co-n' la 'muerte. ;03 ENRIQUE R E S T R E P O •• * N o fue vana la soberbia del pavo. Ha creído que adornando de un ojo cada una de sus plumas, pueden contemplarlo mejor. **it 'InSignificante libélula nocturna! Mendiga un fulgor I a las luciérnagas que pers1gue para que presten a su oscuridad resplandores. Mas se ufana de ta] manera si con6igue reflejar el' mérito ajeno, que se encara despectiva a las estrellas y res aice: "¡Apartáos, gusanos, qüe haceis sombra a mi ·clat.idad!". *** A l pintar los antiguos ciego al amor y coja a la jus: tida, olvidaron pinfar a la vanidad tuerta de un ojo y sord'a de un oido, porque no ve defectQs ni oye censuras pero, en cambio, ha6ta en la bocà-lie los necios le parece discreción la fisonja. *** N o se ruboriza la ignorancia , cuando se la sorprende que no puede replicar. 104 cuando interroga sino con interrogaciones a ¡';L 'l'UN.rJL DE DIúGENE8 repugna el necio que ensalza eu talento tIue nos hace el nuéstro gOSpechOllo. por- *** placer es un intervalo e:."ltre dot! dQlorea: el de.seo y un desencanto. *** N o ignora el sabio que la lisonja es el mayor usurero, pues cuando da uno, quiere reCÏ'bif ciento devuelt()s. *** B ay que di-seulpar a los autores la inocente cOlltumbre de leernos sus produceiones, a que tánto se aficionan, y que tánto se les censura, a veces de munej'a injusta. No es tan grande la calami'dad; se les calumnia, creyendo que van siempre en pos de una :Jabanza. Contra lo que ee opina, buscan fines distinto,s. No siempre lo hacen para que se les admire, ni por experimentar la satisfacción de u,n e10- 105 ENRIQUE .It Il ~ T It E P O ", gio cortés, sino porque, aun para ellos mismos, la e,alidad de su trabajo es sospechosa . Anhelan sondear la opinión, llenoo dë esperâiíza, de curiosidad y de temor. Más que el deseo dë que se les conozca les anima el deseo de conocerse, de adivinarse en el semblante ajeno. Escudrîñan en su auditor la mirada de aprobación; interrogan el gesto de agrado con la ansiedad del reo que espera Sil sentencia. Algvr'C"s h~y, si, que están úfanisÎmos: Mn in-' falibJememLe, los pe~re~, Y' podemos ahorraTnos na benevolencia de escucharlos. Otros hay vergonzantes, que se excüsarán de mil modos antes de leet:. nos su obra, y darán mil explicaciones prolijas y ciro, cunstanciadas del cuando, el cómo y el por qué se escribió, colmo paœa disculpar,se' y disculp'arla, lOi cual prueba la desconfianza que les inspira, y el deBea de mejor cërteza. L'os más dj.scretos~que también suelehabêrlos-nunca están satisfechos; con-sideran su labor inferior a sus capacidades, ;aunque se haya pu blicádo con éxito. E-speran superarla; encuentran en ella '-la frialdad que no acompaña'ba al momento de la concepción, y reconocen que sus expre-siones Mn infieles a sus ideas. De estos puede esperarse muchO; porque saben" que la palabra es la hermana bastarda del pensamiento, y no ignoran que es la que lo convence, la que ~lô decide, la que promete hablar y abogar por su causa para al fin traicionado, haciéndose pasar por el, usurpándole el patrimonio que le corresponde. Sólo un locdl nô vlll.cila en reconocer la identidad entre sus ideas y sus escritos, y sólo un i~bécil se asombra de las gran-des obra,s que ha coneehido y reaIi~ado. 106 EL TONEL DE DIOGENES ••• G olpea la adversidad a las puertas de la juventud, y -se le abre atolondradamente; Igolpea la fortuna a las puertas de la vejez, y se le abre con circunspeeción y desconfianza . ..... A l festín del mérito verdadero se sientan ain demora la envidia, la ignorancia, la indiferenc~a y la incomprensión. Ocasionalmente toma la admiración puesto, pero guarda timiUo silencio por respet05 a sus ruidosas compañera-s: 1Iay un convidado que se retarda siempre, y llega cuando ya ha terminado Ill. fiesta: es la gloria . .•** 'Mejor 1'1 escapan a la adversidad los que combaten contra ella que los que la huyen. *.-It unque debiera ser al contrario, los pueblos en donde más se escribe son los pueblo-s en donde A 107 JJNltIQUJ!l R JI; IS T R l!l r O menOi!!se lee. Colombia es el país del munc!oque, proporcionalmente a su población, publica el mayor Ilúmero de periódicos y revistas; sin embargo, pro' pordonalmente a su po·blación, es el qU€ cuenta mayor número de analia-betas. *** U n necio se acostumbra con facilidad a la idea de que Shakéspeare-por ejemplo-era un grande hombre, y déque .se le debe admiración. No vacila ell creerlo, ni en admirar, ni en repetirlo, y en ocasiones !lega hasta :l leer a Shakespeare. Pero la que jamás logra entender es qué cosa es un gránde hombre. *** D ice un adagio árabe "Del árbol de la prudencia penden los frutos de la tranquilidad", pero omite decir que la prudencia exagerada nunca esti. ma sus frutos 6uficientemente maduros, y se le pu· ~!l'en en la rama. *** 6bservacióJ\ ha dejado constancia de que, entre Io.~ animales, el sexo masculino es el "be108 EL TO~EL DE l'>IOGENES 110 sexo", ¿ Qué pensaríamotl de las mujeres si pudiésemos juzgarlas sin el poderoso, sin el sugestivo prejuicio del sexo? *** 'Es una ilusión muy de elStos tiempos creer que el mundo se hace tolerante a medida que envejece, No hay que confundir al mundo con algunos filósofos que predican la tolerancia, del mismo modo que en Grecia la predicaban los cirenaicos, Dos mil trescientos año·s atrás decía Teodoro que los errores de los hombres son dignos de venia, pues no los cOineten voluntariamente, sino bajo la influencia de las pasiones, e intercedía para que no se castigáse con tánta severidad a los ladronës, a los sacrílegos y a los adúlteros, Nuestros abogados no han hallado argumentos mejores cuando imploran para los reos la clemencia del juez, Antes que Teodoro, Arquelao, maestro de Sócrates, negó los principos inmanentes del bién y del mál, diciendo que la justo y lo inju·sto no la son por naturaleza sino por ley, y aconsejaba a los arcontes no olvidar esta máxima cuando fuesen a administrar justicia, Pero la Justicia desdeña estos consejos, y señala su ,avance con un viacrucis de horcas y cadalsos. N a por hacerse vieja se hace clemente, pues continúa tan sedienta de sangre como en las ya re matas mocedadee deI Areópa,g:>. J Ü!) R ENRIQUE E B T R E P O *** E xclamó Diógenes el Cínico, al ver unas mujeres que pendían ahorcadas de un olivo "Ojalá que todos los árboles trajesen ese fruto I" En el nombre augusto de la Razón abominaba Diógenes de las mujeres, que a tántas einrazones conducen Pero cuéntase de él que, -desde aquel dia, no IJudo ya comer aceitunas sin que el ·recuerdo supersticioso de las ahorcadas le amargáse la boca. ¿ Se vengaba Thetis de los ultrajeS inferidos por el filósofo a su sexo, en las personas de sus desgraciadas oficiantes? Ami'goR prudentes: en el nombre augusto de la6 mujeres, abominad de la razón de cuando en cuando, si teméis haceros supersticiosos, como Diógenes. o *** A bro al azar e1 libro que un °bondadoBo amigo se h:>. empéña~o en que lea, y encuentro en él estos conceptos sanos, dogmáticos y optimistas ..... "'EI matrimonio se ha convertido en una compcmenda rrateriaI en c;ue queda tan pol1o sitio p,ara e;l amor como en el contrato de dos capitalistas que emprenden juntos un negocio El matrimonio conti:.:1:1 teniendo por pretexto la éonservadón de la especie; supone teóricamente la atracción reciproca de dos individuos de diverso sexo; pero en la prAco 110 ID I, T O N E J.• D E D lOG E N E S tica no se hace atendiendo Il la futura generaclOn, Rino únicamente al interés pergonal de los individuos que se casan" ... o. "Y es preciso que el matrimonio, esto es, la sola forma de procreación admitida por );1 scci€{'~¡(j, Ha :r€€uIÜ¡·Qo 'dd :aInor, po'rque éste et; el gran regulador de la vida de la especie, la fuerza que llev:t al perfeccionamiento de esta especie y trata de impedir su ruina física" .... Lo cual sería muy hermoso .. o. si juera cierto. Pero las razas no mejoran con sólo dejar a la naturaleza que obre en Iib'ertad. La ur.ión de los sexo.s presidida por el amor nunca ha probado re·sultados mejores que los de las uniones en que sólo el interés primabn. Lo único ~'.'e se sabe de positivo es que, en ambos casos, los resultaJos son mediocres, y dejan bastante qué desear. Aàem¿,s, es discutible que la J1uturaleza haya creado la durce embriaguez de los sent:dos y de las almas exprofesopara la selección y el mejoramiento de la especie; suponerlo sería creer en la existen~ia ae las causas finalcs y atribuír a la naturaleza inconsciente premeditaciones y cálculos semejantes a los nuéstros. La experiencia no confirma tampoco tal idea, que fue tan del agrado de Goethe: Colombia es uno de los pocos países-acaso el únIco-donde una inmensa màyoría de los matrimonio's se realiza sin otro móvi1 que el amor, y el àoctor jl,Hguel Jiménez López na comprobado que en Colombia la raza degenera en una proporción alarmante. El Genio gue, segÚn Schopenhauer, preside las solemnes funciones de la reproducción, ignora -Shl duda los fines que persigue la Eugenesia, ciencia re- :111 ENRIQUWJ :R E ll! T It E P O centiaima, fundada para lograr un cruzamiento científico de los sexos, de manera que la ra2;a alcance el perfeccionamiento no con8egúido por las saetas· disparadas al azar y al capricho del dj(}secillo inexperto que fos antiguos representaban con una venda sobre los ojos. No es de desdeñarse aquí el hecho <le que, mientras "los verdaderos amores pasionaleEl son tan escasos como las genuinas obras de arte", al decir de un poeta, los nacimientos son, no obs" tante, frecuentL~ïmos. Si para que naciese cada hombre hubiera que es·perar a que se pres'€ntasè una gran pasión, y que esta ,pasión fuese correspoñdida de igual modo, a la vuelta de pocos años acabaría por despoblarse la tierra. Por fortuna' para la subsisterkia de la especie, las mujeres, como seres prácticos que son, no partieipan de Jas ideas de los filósofos, y cumplen su misión en el mundo con una seguridad y con un acierto instintivos. Las acusamos de frivolidad y de inconstancia porque cambian de amante con sencinez inexplicable para los hombres. N o hay ligereza on ell.:ls, sino en nuestra manera de .iuzgarlas. Cunndo un hombre ama, ama a una mujer; cuando una mujer ama, ama al amor mismo. Nos acostumbramos a pensar la frecuente comedia del amor como una acción real de lo~ sentimientos, olvIdando lo que hay en ella de ccnvencional y, sin embargo, no le atribuímos su importancia. Al decir ,dguno que ama el teatro, no significa que ame en partlcular a ninguno de 108 actores. Lo mismo ocurre a laoS mujeres, para quienes el matrimonio y el amor son instituci'on~ venerables que 112 F. l, 'l' () S El J, 1) III D lOG l!l to{ E 8 no pueden sacrificarse a personalismos, El amante, c'Jmo el artol', ës un accidente de importancia seCU lld;\1'~a, Nunca se sabe si tina joven soltera ama ell efecto a] hombre que ha prometido desposarla o si, en un ·sentido general, ama el sacramento que le va a ser fmpuesto. Todo denota que, merced a la seriedad de su carácter, las mujeres estiman la existencia del amor como indiferente a ]a solemnidad de las nupcias. Entre ambas cosas han llegado a establecer divisione" claras y precisas, en 10 que concuerdan con muchos puebl<X1 <le la tierra donde el amor carece de importancia o, de atribuírsele alguna, se le atribuye perniciosa y hasta causa de la nulidad de las bodas. En el J a)ón, 10il padres del contrayente solicitan y obtienen el divorcio cuando, por ua afección demasiado viva de êste hacia su esposa, compromete la autoridad rr.arital y pone, en pelif{ro los interes~ de la familia. En otros países, que tampoco tíenen én cuenta la atracción de los sexos, a los novios les está vedado conocer·se antes de rea~ lizar la unión. Y recordemo·s que las mujeres nunca: se han rebelado contra lar.; costumbres, de las cuales son celosas y resignadas observantes. Si se habla ahora de emancipadas, la irièiativa parte de hombres que, sin sÍquiera consu,ltar con ellas, proponen la reforma, y aun llegarán un día a imponerla, de~ mostrando así que las mujeres obedecen sumisas y voluntarias hasta las locuras de sus pretendidos li~ bertadores. 118 Q TJ E R E 8 TRill P O *** .• Resultado de la educación ecléctica del día, todos sabemos rendir admiracion cumplida a la Virtud, y al Vicio, muy augusto homenaje. *** L laman l\jf;diocridlid a aquelrla dama cuya virtud , .ian!ás se discule, y que vive tan satisfecha de sí mi~ma como de :~u negativa reputación. *** E s más grato, infinitamente más grato, admirar que 8'-;1' ac!mirado. l\luJ' pocas cosas son tan dulces como las emociones de gratitud hacia los que n(}S legaron la obra hermosa, el libro lleno de sabiduría o el descubrimiento rerlentor. Sentimiento generoso, la admiración procura momenta-s inolvidables. Por desgracia, el tiempo y la costumbre extin~uen en nuestras almas los arranques, los ardores, ]a vehemencia, y a medida que se aleja la juventud se amengua la intensidad de nuestros asombros. De vivos resplandores se convierten en fulgores apagados y efímeros. A la ignorancia y a la curiosidad que alimentaban el fuego de los primeros entusiasmos, sucede la edad en que lo original se hace ya raro, porque avanzamos 114 EL TONEL DE DIOGENE::I en experiencia, y la experiencia asesina la noveda-d que la niñez descubre en todas partes. Tal et! la labor de~ tiempo. La de la costumbre es má.g destructora. Los <1Íos pr.onto se habitúan a mirar con indiferencia la belleza j 108 oídos se cansan de la suavidad de los ritmos, y la mente se fatiga de la verdad que a cada instante se comprueba. Aun en la misma variedad, el hábito descubre su monotonía, y en la novedad encuentra su vejez la costumbre. Siendo yo niño, conocí a un anciano bondadoso que me acompañaba al teatro. El no participaba de mis admiraciones ni de mis entusiasmos. Como le interrogase el por qué, me replicó benévolamente: "Porque I'oy ya viejo". Antojóseme su respuesta un eni'gma, pero llegó el día en que pude entenderla, ~T comprendí que envejecfa y(} • *** C on frecuencia, lectores cándidos a ignorantes en cuyas manos ha caído un libro exquisito, se confiesan decepcionados y no aciertan a comprender porqué disfruta el libro de t¿'nta fama ... Es eXplicable y hasta conveniente que s'lic&da así. De la leetura derivamos placer en razón de la afinidad de nuestro espíritu con el espíritu del autor y, en cierto sentido, toda obra vuelve a crearse en cada ocasión en que inteligentemente se la lee. Los libros medio116 E N R Q n E REs'rREPO cret'! son los más leídos por ser enorme el número de gentes meldiocres en el mund,o. Pero la mediocridd cambia sin ces·ar, y modifica sus maneras y sus aspectos Il medida del tiempo. hasta el punto de que un necio de hoy reconocería con dificultad a sus semejantes de otros siglos. Con el talento pasa lo contrario: las fases de la vida que consiguen interesarlo permanecen inmutables y constituyen su pre{}cupación de siempre. Tal es la razón para que perduren sólo las obras de mérito positivo, mientras cae sobre las otras un olvido inmisericorde. Y consiguen aquella's inmortalizarse porque, aunque Se las lee muy po' co, se las lee en todos los tiem!Jos por lectores inteHgentee que mantienen vivo su recuerdo y lo imponen a la multitud. Las obras maestras de la sabiduría son, al decir de Lichtemberg, espejos: si se mira un sabio, reconocerá en ella's su imagen; mas no se posible que se refleje un sabio cuando es un mono el que se mira. *~.* A Il E. López de Mesa oven aún, Praxitele-s había escuIpi'do una hermosa imagen de Astarté. Embelesado la contemplaba durante horas, y satisfecho de su obra se sumió en la inactividad, pensando realizado su anhelo. ExhortábaIe a traoajar el maestro, pero tan complacido se mostró de su primer éxito que por mucho tiempo no fue posible que adeIantáse obra nueva. ¿ A qué J u. más intentos,-se decía--si en esta imagen he resumi'<1o mis sueños. y si en ella mi idea culminó felizmente? Una mañana, al volver al estudio, halló rota en pedazos III imagen. Fu·e inmen~a su deses'peración_ J. Quién había hecho el que calculaba daño irreparable? Serenamente, el maestro e3cuchó sus quejas. "He sido yo-le dijo .-Reparé la complacencia exagerada con que contemplabas tu obra. Adiviné en ella un obstáculo a tu progreso. Rompiéndola. te obligaré a rehacerla; rehaciéndola, aprenderá6 a superarte". y Praxiteles la rehizo, en efecto. Pero la segunda imagen fue infinitamente más perfecta, más armoniosa que la primera, y el discípulo comprendió la lección profunda que le enseñaba a renovarse en cada una de sus obras, .** afné, fugitiva del bosque, perseguida del demente Apolo, ti cuyos ruego" fui-ste sorda j' es'quiv¡¡, ¿sabías el arcano de tu fuga '! ¿ Conociste la que el Destino que gobierna a los :nmortales y a los hombres premeditó cuando te hizc insensible a la caricia '? El dios de la ensortijada cabellera y de la lira, que con sus cantos conmovió a la roca e hizo detener, para escucharlo, al torrente; e~ que con su voz hechiz6 a la sierpe y encantó al leopardo en la selva, no pudo, sin embargo, abland;lJ' tll p"r'hn ni ¡'('('be:r ln D Il N R Q u El R E B T R E P O !ndomable virginidad que defendiste de las dulces acechanzas ,del ruego. ¡Oh Dafné, enamorada de las neblinas y de la albura de los lirios! Te deslizabas por el paraje nunca hollado, temerosa del perseguider. Huías, para no consumir la nieve de tu virgi" nidad en el fuego vehemente àè "sus ansias. Deseada del Divino Augur: ¿ sabías què ibaa a engendrar en su corazón la pasión nueva, fruto de tu esquivez? ¿At!ivins~ el germen del amor a la gloria en la tristeza del amor imposible? Fatigada de la persecución de quien concibió por ti dukes anhelos, cuando la fuga se hizo inútil, cuando tus pasos midieron la presurosa proximidad de los suy06, imploró tu voz el auxilio de las ondas que te dieron el ser. No llamaste en vano, Penéade. La virtud de tu súplica alcanzó el "milagro. Y tus brazos, amOrosas cadenas que jamás oprimieron al que anhelaba su calor, retoñaron en 'hojas. Las líneas de tu cuerpo, tentadoras, perdieron su flexibilidad y su ritmo para convertirse en inmóvil tronco. Tua pies, que el polvo humilde había besado, arraigaron proÎundizando en la tierra, y tu piel, émula de los pétalos, se cambió en la corteza del laurel que entonces fuiste. Pero tus hojas ciñen ya la frente iluminada del Dios, y entrelazadas a BU lira viven eternamente. Si, cuando fugitiva en el bosque, movías a amor su alma, si llena.gte su corazón de deseos y saturabas de promesas el viento, al trocarte en laurel, troca-ste 'el insaciado anhelo en dulce sueño de gloria. El amor imposible fue, por tu hechizo, el- nïás fecundo de los amores, Dafné. j Ignorabas el alma del predestinado I 118 EL TONEL DR DIOGENE8 Una chispa basta para encender la inspiración en ella. La misma voz que hubietle hechizado con SUB qucr.clbs tus oídos, cuando te negaste a escucharla perfumó la tierra, y Eolo, el de Ji.geros vuelos, se detuvo a recoger sus acentos y lOeSesparció en BU cal':"era por el mundo, promulgando el nombre dte Apolo, grato a los inmortal€s y a los hombres. j La sien que hoy se orna de laurel recibe tu caricia póstuma, Dafné! LA PARABOLA DE ANTISTENES uelo dudul'--dîjo Crates a Antistenes - de la eficucia y del valor del entendimiento, pues encuentro tan ~atisfechos del suyo a los filósofos como il 10:-1 ne::¡o~. Y tengo para mf que nosotros, que tan vjvo agrario derivamos de nuestra mutua conversadón, y que nos preferimos y buscamos, no dif.erimos '..ln cosa sustancial de los necios, a quienes afinidades del espíritu llevan a comprenderse y a elegirse. De la que se sigue que los filósofos, a despecho de nuestra opinión de transitar por c'ármenes de sabiduría. al fin no somos sino necios con una necedad de otro estilo. Pues si como despreciamos a lœ otros, por estimarlos inferiores, naB desprecian ellos, convencidos d~ la superioridad de su entendimiento, ¿ quién sino Zeus podría dirimir esta contiend'a? Antistenes levantó su báculo, en ~eñal de que quería ser oíclo, y le dijo: "Es~úcha una parábola: Siendo un adoTescente, casi un niño, PTometeo fabricn los hombl~-és con el barro y el agua, procurando modelarlos a semejanza de los dioses augustos. [,a<; inexpertas manos del Titán consiguieron imprimir sobre la arcilla formas que, si bien defectuosas. recordaban las de sus venerables mo.delos. Y, sa- S 121 FNRIQU!l It III 8 TRIll P O !.¡Bfecho, (ue fi implorar del padre de los dioses que infundiera un hálito de vida a sus criaturas. A lo que, complacido 'del pueril pasatiempo, accedió ZeUB, Con la voluntad de El Eterno, los muñecos se animaron de vIna, La materia despertó de su sueño, y e.I barro se sintió poseído de instintos, de pasiones, de apetitos y de esperanzas, Para que pudiesen contemplarse, Prometeo lOB' condujo a la fuente en cuyo cristal se miraban embelesaáos 16s cielos. Creía, candoroso, que los hombres le glorificarían por haberlos sacado de la nada. Pero ellos, en cuanto vieron sus imágenes, manifestaron descontento. Cuál se quejaba de obeeidad, queriendo sei ëeñceño; cuál de la redudda estatura, pues aspiraba a esbelto; aqut:l\ maldecia del color de sus ojos; éste de ser lampiño y aqueste de sus barbas excesivas. Inconformes, renegaron todos del Titán que así ~os había configurado; de la vocinglería se levantaron sólo imprecaciones, y Prometeo no oyó una voz de agradecimiento o aprobación, El Titán sintió la amargura y el desencanto que son la triste recompensa de los creadores. Pero él, como e~los, amaba entrarraù1emehte a sus criaturas, y no bastó la ingratitud para que las abandonase a su suerte, Llamando a los hom1Jres, les habló así: "Es verdad, criaturas de mis manos, que la poca habilidad de ellas fue incapaz de configuraros como los dioses, 'para que vuestra contemplación 'fuese a la vez vuestro deleite, Pero ya que no halláis agrado en contemplaro's el cuerpo, contempláos el ahria. que- no es mi obra, sino la de Zeus Omnipotente", Ingenuos y no ofuscados aún por la vanidad, los 122 EL TONEL DE DIOGENEH hombres se detuvieron a meditar sobre sus almas Pronto se levantó nueva protesta. Las almas no le~' cauttaron repugnancia menor. Se comprendieron torpes, mezquinos, envidie·sos y avaros; conocieron S1: inclinación al engaño, al disimulo y a la mentira, oSt: apetito desor·denado de alabanzas y de glorias falace~: su deseo de traicionar, de adular, de ser desleales. Su fealdad moral les disgustó más que la fealna,' de s~ figura, e imploraron de su creador que los me- joráse. Impotente, Prometeo dio trasládo de aquella súnli cia al que se sIenta en el trono que forjó Hef,aisto, El Kronida escuchó paciente,· pero cuando calló el Titán. esperando y anhelando que sus votos fue'rall cumplidos, Zeu,s le replicó: "¿No veis cuán ambiciosMl e insaciables son vuestras criaturas? Con nadr. de cuanto les dimos se contentan. Pensad que si pOI la forma () por el espíritu se asemejásen a los dioSN~, qlH~rr¡an luego usurpram~ el poder y la inmarta-Ildad. Recordad que el lodo tue la materia de que 10~ formasteis, sin pensar en mejorar la que de suyo tiene un ori~en abyecto. ¿ Queréis ahora acrecëhtar su ambición, haciéndolos hermosos e inteligentes, co ma Zeus? Entristecido por la suerte de sus criaturas, parr las cuales no h'abía obtenido la" felicidad, Promete,> suplic6 aún: "Zeus poderoso, Dios de los Dioses y Monarca del Rayo: ya que no sari felices los hombres. a quienes cr1é, porque sufren a causa de sus impeTfecciones, concededme al menos otro d6n para el1os". Meditó Zeus la que podría otorgar, y le dijo: "Si 123 F,~RIQlTE R E S T R E P O decía què sùfren, os concedo parà ellos la Vanidad y la Locul1a". y la Vanidad y la Locura, descend,jeron sus velos impenetrables sobre el entendimiento de los hombres, que desde entonces se sienten' satisfechos del ingenio que les cupo en suerte. Y los necios fueron los que mayor complacenc'ia recibían, y los discretos se gozaron en ello, y en sentirse más avisados que fos ;lecios. QUOT HOMINES TOT SENTENTIAE Aristo A un no hemos podido cakular, ni podremos en mucho tiempo, la totalidad dé- consecuencias que traerán los acontecimientos cumplidos durante los últimos lu-stros. Una conmoción política sin antecedentes ha dejado e~hausto ei p-ontinènte que era cerebro de la tIerra, que asesoraba un caudal desa,biduría y de riquezas, y había esparcido por doquier la simiente de su altísima civilización. De este quebranto, cuya gravedad no necesito encarecer, las primeras, las más ciertas víctimas, serán; la cuftura infelectual y la -cuIh' l'a artística. la g,ueTra na dejado tras de sí un ¡tOgado de hambre, de necesidade-s imperiosas que buscan satisfacción con sacrificio de la secundario. A e·sta satisfacción les será inmolado todo lujo. LaI culhra, como "flor extrema" dë la civilizacIOn, es un lujo. Lugar común, pero no por común menos evidente. 125 ENRIQUE R III 8 T R Jll P O Drias E n efecto. No hay que dudar de la gravedad de la5' consecuencias. Una absoluta desorganización impera en el mundo, y alcanza a todas l!le esferas: desorganización económica, desorganización administrativa, desor¡:ranización educativa, deso~ganización ética y social, desorganizacIón de ideales, y por lo menos, otr2s dece deso'rganiz8.1dones que me ahorro. les effete'S de ese estado se reflejan en el orden ¡Je las actividadee inteleduales. No ha mucho leia, en la prensa. las amargas quejas elevadas por miembros eminentes del profesorado de una nación rica. :;;1 estado econémico actual parece redundar en directo perjuicio de ellos y como si se hubiese calculaJo para BU dañ,o perso-nal. Miantrlls l(}s obreros, vc'upados en la,bores rudas e insignificantes, que paTa nada han menester de capacidades mentales reciben por su tra bajo salarios invetosImiles, ellos: los encargados de mantener y difundir la ciencia, 108 que velan por la educaclón de la cultura, reCIben ra'ciones de hambre. farde o temprano, si /!lU situación n(lJ se remedia, se verán forzados a abandonar las aulas para arar la tierra, o para alimentar la voracidad de una caldera. MicDo t duda, el momento es critico. Sin duda, tambIen que prevalecerá este malestar algún tiempo. EL TONEL DE .DIOGENELlJ Pero ¿ debemos llevar a nuestro pesimsimo hasta creer que las cosas no han de buscar rin día su normalidad, y que no volverá èl orden a imperar donde domina hoy el desconci€!'to? La 'razón, que un momento llegó a parecer êclipsada, ha cobrado raíces muy profundas en la co·nciencia del hombre contemporáneo, y ese antiguo sedimento de barbarie, que en momentos de ceguedaa surgIó del fondo a la superficie, i. no cederá ante la imposición de necesidades fuertes y constante·s? De suyo vendrán estas a subyugar la bestia que dormita bajo toda civilización, 'j' to'rnará la vida a su equilibrio" Hay una resistencia más fuerte que todo ,cannata de disolución: es la necesidad que el individuo experimenta de vivir, 'de expandirse, de cobra:~ señorío sobre los' elementas. Y el individuo de hoy l~a aicanzado un convencimiento plen(} de que ~f,e d"ominio, que la hace superior y pone .gu vida al amparo de vicisitudes, la obtiene solo meâÏante la asociación, la cooperación, el esfuerzo a,unado de las capacidades, No es que yo comparta aquellas ideas contempo'ráneas que han venido a llamarse "sindicalistas", ni que crea, con s·u masa estúpida de adeptos, en la sup-remacía del trabajo manual .gobre el trabajo 'intelectual, no; pero considero que estos desequilibrios momentáneos re{¡undan finalmente, por la re(}rganización que los suced€, (n ·un orc(n èe' CCES8 i;,u·e supera muoho. a.) .mterior, Los sistemas políticos experimentados nasta cI día han s'ido como tanteos, como ensayos, felices o infructuo·sos, ¡1ero siempre enderezados a su fin, que es la constitución de una colectivIdad más feliz a menos imperfecta, Estos sacudimientos brus127 ENRIQUE R E S T R E P O estas conmo'CÎoneoS violentas, corno la que en la ac:,ualiaad atravesamos, son las manifestaciones de u'! instinto colectivo que, aunque ciego e irrazonado C:l apariencia, obed(>('e disciplinariamente a sus fi.ICS. Si, en la ~fuscación del primer momento. ha de:'YCCllccido la accién imprescindible de l'a intelig¡en:: cia, tendrá, muy en breve, que buscarla, que lIamarla en alianza suya. Pues ¿'Cómo podría alcanza'r ob¡~to alguno sin !;u intervención, y sin orientarse por la certera brújula del saber? Por mi parte, encuentro en el makstar actual los gérmenes de una evOlución fecunda, y en vez de vaticinar males al porvenir inteleetual, le auguro bienes. Esperemos; tengamos fe en el desarrollo de los acontecimientos. Qnizá6 no pasen muchos años sin que hayamos sonreido (le la puerilidad de nuestro's temores presentes. COf, Polifilio mí no me parece inverosimil ninguno de vuestros <Tos puntos de vista. Lo que estftD.o difícil es aug-urar nada. Vivimos en un caos, y precisaría estudiar con minuciosa atención cuanto a-contece. po·r desgracia, la ignoro todo. Adolece mi curiosidad de un defecto, que consiste en mirar con indiferencia los sucesos que cuenten menos de quinientos años. Mientras he embargado mis ocios en la lecfüra de los clásjcos de la historia y en la rebusca de roídos A 128 JllL TUXI'lL DE DIOGElNES pergaminos; mientras me he informado con lujo de detalles de los Sll'cesO's ocunridos durante la cam~ paña de las Galias y durante la expedición de Alejandro a Q;.riente, he permanecido en una deplorable ignorancia de la que acontecía en el mundo actual. Hasta mí han llegado sólo rumores adulterados y confusos. Sin embargo, intervengo en vuestra discusión para manifestaras que disiento· con vosotros en un punto en que estáis acordes, y es el de dar a la intE;]igcncia una importancia mucho mayor de la que en realidad tiene. Aunque mi deber pa-rece defender esta tesis con razones propias, voy, sin embargo, a apelar al juicio de un escritor de renombre, quien sabrá hacerla con mayor propiedad y mayolr gracia. Permitid que os la lea: .... . . ."y ¿por qué afirmar que la inteligencia es esencial al hombre, sÎ no lo es} €n efecto? La inteligencia, en el grado superior de su desarrollo actual, es decir, como facultad de concebir algunas relaciones fijas, en la diversidad de los fenómenos. es rara y precaria en los animales de nuestra especie. No es en virtud de ella que ,g·ubsiste el hombre. Ella no regula las funciones de la vida orgánica; no satisface el hambre ni el amor, ni interviene en la circulación de la sangre. Extraña a la naturaleza, es indiferente a la moral ,cuando no le es hostil. Ella no ha determinado los instintos profundos de los seres, ni los sentimientos unánimes de los pueblos, ni las costumbres, ni los usos. Ella tampoco instituyó la religión santa ni las leyes augustas, que se formaron en una antiguedad solemne por el ejercicio en común de las funciones de la vida elemental. N o se 129 R El S T R E P O tomen lall anteriores palabras por irrespeto a la majestad de las instituciones divinas y humanas; fácil es comprenderlo. La suntuosa esplendidez de los cultos religiosos está compuesta de los despojos de la primitiva farmacia; las teologías tienen por origen la venerable ininteligencia y el sagrado terror de nuestros antepasados salvajes ante el espectáculo del universo. las lEyes son solan:ente la ,admiIll,istra'ción de los instintos, y se hallan sometida\!:! siempre. a las costumbres que pretenden someter; eso es lo' que las hace tolerables a la comunidad. Antiguamen-' te se las denominaba ·"costumbres". El fondo es de una extrema antigüedad. Y la inteligencia principió a insinuarse en el espír.itu cuando ya el hombre había -construído SU fe, sus costumbres, sus amores Y sus odios, su imperiosa idea del bien y del mal. La inteligencia data de ayer no más; data de los griegos o, si se quiere, de los egipcios, de los arcadios o de los atlántidas, pero vino .después que la moral, después que la flauta y que la esencia de rosas. En este antiguo animal del hombre, ha sido una novedad encantadora y despreciable. Ha esparcido acá y acullá hermosísimo\!:! fulgores, no bayque negarlo. Irradia graciosamente en un Empedocles, en un Galileo-(que hubiese vivido más felizmente si poseyera menos aptitudes para encontrar rela'ciones fijas en la ip.finita diversidad de los fenómenos). La inteligencia posee una cierta gracia, un cierto en-cantÛ', hay que confesarlo. En algunas perso~as, es hasta agradable. Rara, como es, y relegada a un escaso número de hombres despreciados, permanece aún ino' cente. Pero no nay que equivocarse: es contraria al 13Q EL TONEL DE DIOGENE8 geniO. de la especie. Si, por una aesgracia que no hay motivos para temer, penétrase repentinamente en las masas humanas, produciría el efecto de una solución' de amonía-co en un hormiguero. La vida se detendría súbitamente. Los hombres no subsisten sino a can· dición de entender mal la poco que entienden. La ignorancia y el error son tan necesarios a la vida como la oSan el agua y el pan. La inteligencia debe' ser, en las so·ciedadE's, excesivamente rara y muy débil para que pueda ser inofensiva y esto es la que pasa, en efecto, no porque todo esté arreglado en el mundo para la conservación de los seres, sino porque los seres se conservan sólo en circunstancias favorables. Es 'preciso reconocer que la humanidad, en su conjunto, experimenta un od~(1 instintivo a la inteligencia. El sentimiento -oscuro y profundo de su interés la impulsa a ello". LutoThÎo H ay que convenir en. q·ue las razones expuestas por ei auhl' que Polifilio acaba de leernos, son más 8utile!!. e ingeniosas que veraces, más paradójicas que certera.s aunque, en algunas de sue partes, encierran un regocijado sarcasmo. Pero no quiero entrar a debatirIas, porque esta nos apartaría del punto inicial de la discusión, a nos dilataría excesivamente para regresar a él. Desde mi punto de vista, no sería imposible que cuanto acaba de ocurrir y siguè aÚn ocurriendo en E N it 1t Il: S '1' R l!: P o la Europa actual se reflejáse sobre la cultura de' nuestroil tiempos en la forma pesimista que han opinado algunos de vosotros. No sería la primera vez que "los siglos asistiesen" a la desaparición de una q''iltura. ;Algunas se han exMnguido ilin, dejar ICI más remoto vestigio; de otras, apenas nos quedan débiles indicios, aunque ni su forma ni su intensidad poùríamos precisar. Del florecimiento cultural más cercano a nosotros, el, moment<1 greca-romano, aún tenemos en pie las .señales; hemos determinado ca.si con exactitud ilU significación los documentos que nos quedaron nos han permitido reconstituir esta cultura y servirnos de ella ,como lección y como modela. Por des,gracia para los optimistas, sabemos igualmente, que esa civi1ización frue .sepultada bajo el fatídii.'o sueño de mil años que se Ilamó Edad ,Media. un mundo de barbarie, de prejuicios y fanatismos, sucedió a la culta edad" en que Justiniano y Salón dictaban le~'ës a los habitantes de la tierra, y Pitágoras demarcaba rutas a las constelaciones del cÍela. Un mundo que fue como pesadilla de la lÏumani dad, en q,ue el hombre sólo ;exaltaba de aÍ la que le hacía semejante a las bestias. ¿ y de dónde vino a invadir la Europa aq,uella inóle de barbarie? De donde mismo parece hoy amenazarla; de la Siberia inhospitalaria, <fe donde vinieron un día los Hunos; de las regiones del nordeste, reliacias a todo progreso moral e insen-sibles a la marcha de la cultura. i. Quizás vivimoï; hoy en 100 días que ante.ceden a una nueva emigración de los pueb1os? No pretendo I1amarme discípulo de Spencer, pOero C1'eo, con él. flue todo período 132 di> p-volu('ión que cul- E t. T O S loi [, O F {) tOC; Ir. ~ l': ~. n ir..1, que I]EMa tl lo qu.e el mésofo denominó ~1l' equilibrio, viene sucedido de una decadencia. E~l<l representa la reconversión de fuerzas que se disgTc ~an al cumplir su ciclo. Los dos procesos opuee\o-: se dan en sentido de ritmo, sucediéndose periód:c:\ mente. La historia conocida y la que podem<>-8hipo tctizar, ~onfirman esta tesis, al menos, ... y yo ()~ pregunto ;.nos habrá tocado, a los aquí circunsWl otes, presencial' uno de esos mom.entos en .que el péndulo imaginario del tiempo marca, en BU oscilnción, el instante de supremo equilibrio, para inicinr ahora su ciclo de retroceso?-Yo no- la sé.---Pero pOi' los síntomas, por el malestar que doquier se siente, sospecho que, en efecto, algo de anonnal amenaza III instituido, y una como calamidad ,gravita sobre pl mundo. "fortunadamente para éste,las ciencias y laB al' tes, que con dolor hemos imaginado en pc ligro, están difundidas no solamente en Europa, sino también en ambas AméTicas. aunque su cultivo es aún incipiente. Creación de aquélla, éstas han seguido sus derroteros y asimilado provechosamente su espíritu. Es v.erdad que .adolecen de· juventud e inexperien.cia, es verdad que ni en lo científico ni en lo artistico han podido alcanzar a su maestra. pero el tiempo hará lo que falta. Si el quebranto profundo sufrido pOT Europa afecta su estado cul188 9 ENRIQUE R E S T R El P O tural, en la medida que tememos, artes y ciencias bdluán 'Un lei,¡¡~io en el continente nuevo, en donde la vida, sencilla aún, brinda generosa sus dones y acoge las nobles iniciativas. Verdad es que nues'tro desarrol1o CIS rudimentario; 'no aspiramos a po-f 'seer hoy manifestaciones !Culturales que serian prematuras y efímeras, de consiguiente. Pero las baset! esÜín (dadas, y tras una evolúción saludable, duranie la cual verifique su adaptación al nuevo suelo, la planta del saber echará raíces, para entrar más tsrde en un período de florecimiento. Lutonio C uando la civIlización fTaguada !,~r. _~tenas e impuesta al mundo por Roma InlC10 BU decadencia. ciencias y artes hallaron un último refugio en Jos monasterios. En aquel baluarte se defendieron de la muerte absoluta. de la extinción radical. Los monjes entretenían BUS ocios en el estudio de las letras clás:icaB, en el cultivo de las artes, pasatiempos fe.J lizmente permitidos en la austeridad de 108 claustros. Favorecida por el tranquilo ambiente monástico se maníuvo aquella simiente que, siglos más tarde, voló a esparcirse y a germinar en campos fecundos. Asi se inició la éra tan propiamente denominada Renacimiento; asi se salvó lo que del mundo antiguo ha negado hasta nosotros. o EL '1'O~EL DE DIOGENF.S Aristo Q uiera Palas j oh Lutonio! dar oídos amables al sentido liue eñtiendo adivinar bajo fus últimas palabras, y permita que asi como en los tiempos góticos ha'lló ¡;ara su divino culto un refugio', así lo hal1e en la azarosa edad que confrontamos, pues sin él toda vida me parece inaigna, rebajada al nivel rudimentario de una vegetación sin florecimientos y carente de los frutos sabrosos que la sabiduría nos dispensa. ¿Qué valdrían todo el mar sin .gus perlas, ~oda la tierra sin sue flores ni sus gemas, y toda \a inmensidad de los cielos sin él oro de los crepúsculos y ]a magnifkencia de las noches consteladas? De la vida lo mej or o ... nada. Solo a condición de las ~xcepciones pueden tolerarse ras reglas; sólo por \'0 que e6casea llegamos a Justipreciar lo que abunria. Y así, Lutonio, aquellas cosas por la vida de la~ cuales tememoo serán tanto más estimables para nosotros cuanto la sean men'os para es'a multitu<i intonsa y brutaY que, querier_do alcanzar todo-s los' bien'es alcanza sólo la medida de su propia insigniHcancia, y atropella, de paso, esos mismos biene.g que tlcrsigue. Indigna de ellos, no podrá divisarlos nunca. Invisibles a la miopía de sus ojos, imponderables 't süs sentidos groeeros, quedarán siempre el patri momio de uno.g pocos, de unos rarísimos elegidos, a <;uicnes la naturaleza-discreta en la distl'ibución del sus dones-dotó de calidades diferentes y de dis'cernimiento para gu.starloB. ¡.Creeís que los rudos' 186 F. N R Q lT R E E S T R Il:: P O pastores podrían sentarse inIpunemente aJ festín dE4 iós àios('!'l, y compartir, sin intoxicarse. SUIl necta4 res? •••• e han escrito máximas, aforismo6 y a..dagios para todo. LOll moralistas han agotado la materia. los sabios y los humoristas, también. Si de ellos se. hiciese ,atJlicaciôn ya la vida s'e hubiera hecho hasta monótona a fuerza de circunspección y buen -sentido; pero la6 máximas, adagios y aiÍorismos, no se escriben para que 3e los a.plique siùo' para que se los ad· mire . S •••• E s más fácil impugnar Jas verdades conocidas, que descubrir las ignoradas; pero hacer prosperar las herejías es más difídique difundir los dogmas . •** L a oBcuriciad y la penumbra son los reinos predilectos de la fantasia y del entusiasmo; la claridad es el dominio de la verdad y de los desencantos . .•... olemoo muchas vecC/:l descubrir una verdad aguda e ingeniosa en el lugar c'omún que habíamos repudiado la vispera. S 186 JllL 'l'ON¡'~L DE DIOGENE~ E l er~or s~fre menos con. de~::ubrirse. y reconocerse el nllsmo que con InSpIrar lástlInll. a lOB demáB. *** A cop;emo,~ con agrado la novedad de _las ideas y c~n ·deóa~rado la novedad de las c'05tumbres, sm meditar que las primeras pueden ser el origen de las últimas. *** moda es el cerebro ella'!; y para enas. de las mujeres: piensa por *** estimación e-s el sustituto mas {'15!"érable del cariño, pero el más intolera'ble del amor. 137 E N R (¡! U R E E fi T R E P O ll_ L Os espíritus mediocres admira-n disciplinariamente todo aquello que la costumbre ha consagrado como admirable, pero entre esta adnÚración y la verdadera hay la diferencia que hay entre un cadáver y un :'{~I' \"Ïvo: se asemejan apenas por los rasg06. *** E nfre los artículos ae lu~o la probidad más dispendiosos. es uno de los *** mundo no huye al pobre por" incredulidad le dé, si no por temor de que le pida. de que *** tranquilidac: de la conciencia la salud que de las buenas 138 proviene obras'. mils de EL TONEL DE DIOGElNES *** Mo hay politico cuya ambidón l' no a~pire a desempt. ñar el primer puesto, n: cuya necesidad gue a conformarse con el último". no obli- **tt probidad en manos del talento puede tántOëôÏiîo el dinero en manos de la improbidad. *** N unca concibe él tJmador que haya hombres de bién que le superen en malicia. Todo fracaso de SUg planes IG explica él atribuyéndolo a la avaricia dé la' "\ctlma que había sindicado. *** caridad que no discierne mala obra. 189 da buen ejemplo y 'hace R ENRIQUE JI:8 T R El P O *.uele el éxito ser hijo de la casualidad, pero reniega 'de BU madre afirmando. que lo engendraron, la prudencia ;r el talento. ,El fra;caso, que es más modesto, se confiesa siempre oastardo de 1a5 C}fcunstnncias y del destino . S •** N i servil ni arrogante-Es muy diff<::iIaprender a , caminar entre los hombres con la justa actitud y el jU'8to paso. El que se empina demasiado, atro· pella; al que se inclina -demasiado lo pisan . •** joven e inexperto Onomàerito. CGelreesmarque6inceramènte. Tetis. Diosa de pies de plata, la que nació engalana d'ësnuâ"éz eon el tinte sonroy BU '1al'Iode la aurora, va a ceder a tus súplicas balbudentes y tímidas? ¿Crees que van a condoler BU pecho tus suspiros, ni que la abhin'den las ofrendas que depositas en su altar? ¿No sabes, Onomácrito, que 140 EL l'OXEL DE DIOGIlNE~ nada valdrán tu juventud y tut! riquezas mientras Il ella te aproxime!'\ indeciso y cá1rado, mientras se cubran de rnbor fUR mejillas, y mientras trémulas tus manos sc contengan ante la :~isa de sus labios burlones '! Ha:- rie saber que Tetis, que es indulgente (,'on la ft'aJ.cJad y con la estupidez, con la pobreza y con el vk:io, es, no ohstante, implacable cO'n esa esquiva timiClez que le muestras _ Y ¡ay 1 del que ofuscado por 'su divinidad comete el pecado de temblar ante ella! .** L as leyes naburales no son siempre tan rigurosas n; inmutanleF. 'como la cienéia la pretende. Con frecuencia cometen yerro s extraños y contra.sentidos singulares. Y de todas las monstruosidades que ofrecen, no es la mayor la corporal, la que dota a un ser de dos 'Catuas Ô de tres brazos, ni la que le priva por completo de alguno de sus órganos; no. Es la deformidad moral, el desacierto entre la materIa y el espíritu. Un alma femenina. se equivoca de cuerpo y encarna en uno de varón, para conflicto y perplejidad de todos. De aní resulta el afeminado, s·er repugnante e indeciso, q.ue posee casi siempre los defèctos y vicios (le los dos sexos que auna, sin tener ninguna de sus virtude·s. D6ta10 la naturaleza de la osadía y de la fuerza del rr,acho, al mismo tiempo que de la perfidia, de la astucia y de la frivolidad de E N R Q u E R E S T R E P O la hembra. Su lengua, que atipTada y chillonamente remëda la de la mujer, no vacila ante el chisme, ni ante la calumnia, ni ante la injuria, predilectas armas de la debilidad; mas su brazo tampoco ahorra aBestar el golpe a esgrimir el garrote. De ordinario desengañan ·sus apariencias de pusilánime y cobarde, y a los temerarIos que se atreven con él les depara a menudo una sorpr·esa. sr no se 'ha àa'do aun el caso de que la naturaleza, en alguna de sus frecuentes distracciones, dote con el veneno de la vibora a la mandíbula del 060', se da, en cambio, este fenómeno curioso de los afeminados, que, si no le equivale, le supera en notoriedad y ex', travagancia. *•• L a vanida,d es.a menudo la madre de nue~tros erro, res. Pero es una madre desnaturalIzada, que por ningún motivo querría recon"ocer a sus hijos. *.* reía Teognis de l\Iégara imposible la amistad entre mujeres, "o enemigas, a cómplices". Mas la amistad no es entre el1as imposíble. Lo que sí ocu:TO es que tiene al escorpión por alegoría y por emblema, es d,edr: lleva el veneno en la extremidad en que termina . C .142 EL TONEL DE DIOGENEI!! que guarda las llaves del secreto en el bolsillo de la vaniaad, no dilatan en descubríselo. A l mediodía, Sidarta Be paseaba bajo el sombrío de los sándaios en los jardinel! de su palada de Lumbini. Amaba fa calma de los parajes a donde no nega el dolor que es compañero de la vida, y en eilos dábase a solitarias meditaciones. "Hasta aquí no llega-se dijo-"el sufrimiento inseparable de los seres". Y en sü oasis examinó atento las maravillas de üna vegefacwn ma1ue~osa y tranquila. ¡Cuán ajenos a toda idea de inquietud, de sufrimienlto y ne codicia parecían aquellos árboles cuyas ramas se prolongaban sobre el sendero en una actitud mansa de amparo! Y Sidarta vio, bajo la sombra, un rosal pequeño, defendido de las inclemencias del sol. Un capullo sonrosado entreabría sus pétalos mirando, como. lleno de gratitud, a sus gigantes protectores. Pensó Sidarta que en el silencio de los jardines se había refugiado la feliddad que huyó de entre los ho~bres, y aproximándose al capullo la miró con fijeza. La p8lciente araña había tejido en él, con hilos de eeda, el velo conque recataba su juventud de lall 14:J E N R .It ¡: l:; T It Il: P O miradas del cielo. Sidarta habló a la rosa, y lIamóla "alcázar donde se regocijan los perfumes" y "mansión de los suavísimos colores". Largo rato se embelesó, lleno de admiración y simpatía, en contemplar la vida silenciosa de los seres pequeños, parangonando su humildad con la soberbia de los hombres, cuando le sorprendió el rumor de una a'beja que se acercaba. Llegóse la volandera al capullo, y se internó sin recelo entre los pétalos. Pero, cautiva de ]a red, halló su perdición en su deseo. P,wgnaba por liberarse, :" Jas intermitentes p'alpitac~ones ~e srus aJas fueron el grito desesperado de su angustia, de BU sorpresa y de su horror. ,Premeditada y alevosa, saltó sobre su cuerpo la araña. El monstrezuelo de feroces instintos ultimó a la cautiva de manera tan despiadada, que la Elonrisa de Sidarta se cambió en mueca extraña de confusión y de dolor .... Al regresar a su palacio de Lumhini, escribió Sidarta sobre el poJvo, bajo el sombrío de los sandalos, unas palabras que borró la primera ráfaga de viento. El libro de M. Bergson, "L'Evolution 'Créatrice", cristaliza en luminoso prisma el pensamiento filosófico de todo un siglo. Llegan en él a su fastigio las doctrinas evo,lucionistas que, por más de una centuria, lucharon por abrirse camino en el mundo de 144 ~; l, ru."""" DP; n la;; verdades reconocidas; ctQctiinas que alborearon Didol'ot, verificaron su marCha pJ'ogresiva a tra \ l~~\de Lamarck y Darwin, y encontraron en Spen cel' Sil expc;sitor y sistematizadôr más elocuente. pl'l'D hltábales algo aún; la exposición que fuese a ;a vel. conclu.gión cristalizada de la ciencia y conqui3b maraviilosa del arte de la palabra. Estaba (:f,~tin¡:do este c:mbel1ecimi~nto a Bergson, y BergSOll ha impreso a su obra los rasgos todo's de SlÀ gc,lio (le L1rti<¡ta y el esclarecimiento de una intèli.L:eJ1,~i::~:obria y aguda. Lo caracteristico de e.gte libro es la regresión que hace el autor hacia la concepción" dualista del munùo, concepción que parecia anta.gónica co,n la doctrina de la evoiuciún, y quP. Bergson ha sabido conciliar dies' tramente. i'[1r[( Bergson, la evolucién se ha operado, indiscu' tiblemente" Pero se ha operado mediante la intervención de 'Un elemento extrínseco a la materia. La materi~l es jnerte:, y tiende por en'o 'a un estado de repodO. En el mundo de la extensión es en donde todos los fenómenos oëurren, .gr, pero no acunen de suyo. pel' cualidaùes o energías inmanentes de las co'sas mismas: porque h:.ty una coi'riente que cruza, un fluído 1ue impuisa, una fuerza que obli¡:{a a la mate' ria a entrar en actividad, modelándola, configurán' dola, animándolu, imprimiéndole las Ïormas y accidentes que Je son característicos en cada espe.cie y en ca(~a ca1'lO' particular. Ese "impulso vital" es agente que crea, y organiza, en un contin'uado movimiento, este espectáculo mi:>terioso del mundo, y sobre él ejercita su voluntad y sus capacidad~, intui' CCllI 141 ENR1QUE RESTREPO tivas a inteligentes. Aunque tácitamente, existe para Bergson un "Genio de la Evolución", así como para Schopenhahuer existía un "Genio de la E6pecie" . Mas, de todo el recuento de la historia de la evolución que Bergson nos traza con caracteres magistrales, ¿ debemos <:oncluir que, necesariamente, ha intervenido una inteligencia especial en la realización de esta evolueÎón, como ceñida y ajustada a un plan deUberado con anticipación a ella? Eila equivaldria a suplantar la fenecida divinidad antl'o·pomórfira con una nueva divinidad antropOconciente. Y, ¿<:ómo aceptar esta última, si no es la naturaleza la que en sus acciones se ajusta y acomoda a las leyes que el ~riterio humano le dicta, si no el criterio humano el que sé aju6tá, en fuerza de necesidad, a las leyes dictadas por là naturaleza? Pero eternaménte nos ofuscará la idea de inteligencia, cuandoquiera que nos 'propongamos procurar una solución al laberíntico problema del mundo. ¿ICuándo y por qué el mundo se originó? ¿Cómo se organizaron y ¡coordinaron tan armo·niosamente sus partes.? Cada arbusto, cada hoja, rada pétalo abierto, nos mostrarán el indesci·frable misterio escrito en ellos con los caracteres enigmáfl.cos de su labo·riosa config'uración, y la estructura caprichosa de cad,a ser vivo será como otro punto de interrogación que se abre hacia la insondable. La incógnita misteriosa permanece il'redenta, y Maya sus'pende la opaleg,cencia de BU velo ante nuestros ojos febriles y ya cansados de mirar la invisible. Y, mientras tanto, el espíritu anheloso de una explicación y sedieñ'to ijel 1" EL TONEL DE DIOGENEt> néctar de un saber más profundo continuará verificando analogías entre sus propias obras y las obras de la callada naturaleza, ansioso de sorprender su secreto" y a la idea de ellas asociará la de una inteligencia escondida, la de una consciente deliberacion que se oculta a la penetracfÔfi ~ nuestros ojos mortales. De aquí la idea de una in.teligente dis¡,oskión de las cosas. Pero, la idea de una inteligente disposición de las cosas, ¿ no es acaso una vista invertida? ¿No e-s una confusión de la causa con el efecto? Si establecemos analogías entre nuestras obrae humana'8 y las obras organizadas de la naturaleza ¿ debemos concluír de ello que la naturaleza requiere seguir nuestros procedimientos, y que ha menester cle pensar y de sentir para llevarla-s a cabo? Si sUlponemos una fuerza a "impulso" especial que se ocupe, como de intento, en organizar y modelar tO<las las formas y regir touas las acciones, todos los estados y los momentos conexos conducente-s a provocar esas disposiciones como deliberaèas de las unas cosas para con las otras, ¿ no incurriremos de nuevo en un finalismo Leibnitziano? De aquí que el "impulso vital" de M. Bergson' pare"zca solución muy dudosa. de los problemas maravillosos de la vida. Porque, resolviéndolos en este sentido, nuestra interpretación filosód'ica del mundo experimentaría tan solo una regresión hada la doctrina anaxagórica del "Nous", inteligencia aetiva, incondJ.cionada, espontánea, principia de todo movimiento y de toda 3JCción, pero independiente de la materia que anima. Es decir, \;n género particular de 147 E N R Q u E RIl:S'1'R¡':f'O demonio industriO£o, que al encontrar la sustancia ad€cuada en la materia desordenada y caótica, se hubiese dedicado, diligentemente", a ejercitar sus capacidades en ordenarla, en organizar la, en imprimirle fórmas armoniosas, movimientos equilibrados, :r a ctotarla de cualidades ~speclficas. Detrás de cacia teoríadualista 'lue se esboza, asoman circunspel..tamente las barbas de un Dios o los cuernos de un demonio. Es la obsesión de la divinida'd, que deja de presentarse con un disfraz antropo· mórfiéo para ofrec"érsenos envuelta, diáfana .Y'a y ligera, bajo el manto sutil de là idea de inteligencia. Derseverancia Imitemos. al p&Ciente astrónomo .que se pasa en vela Jas nochês mterrogando la profunàidad del firmamento, y" clavados 108 insomnes ojos en el cielo, persigue el camino que transitan los astr08. Hasta que un día, por la sola virtud de su deseo, encienae sobre 1a placidez azul de la noche el fulgor de una estrella nueva. imidez que no nace de pudor o de orgullo, solo un ridículo temor al ridículo. T 141 es tan L L E l '[ o :\; t~l'rol' <:. ¡.; L la muerte f) ~. p.~ ;' in:fhit1tl'Jel"C;; '.;1>" ~;''''.;-;:'.' - '<1 ~.....8;r~;11 (,.P{:& sr .7Ir:.pone a 1.0 \:O~~l'cllanc~ al líltiJl10 ."'l·)h~;~nc cl.zb:L'i.::J. nam.2.~''''· "::f:i:::, ~:r r' ... _2~.'~(, 'o ~Î>~! ':.)E3T:.f ci<:,- cc· ...• ~r. ·lirtaS.: Muy G.ne ~a lJ.uicrir. l'ara vez prospcn:. la ¡'ol'tun1J. Ôe .·.O~Qilf: naCI;!' :.:.c. -~~'. ;~('.:1n:· i·I~~a ~~~t¡.'ls)rin..::;'a-?icr.!1do con 8l. antë ~ccio. j)orque es la ;:-ci1:;ërla ffi,)8 ,~ompetida, : luego ;)O!'qüc ellos mi.¡;mo'è eonfri1;H'yên <:\ o.esprescl giarla con ~u exceso de o[~'ê~::ni2nto~ l'!~i),UTI el tr:: fico àel honor "e ema.nc:pB. de ras '~eye", ·'cor.ómi~3.~ (we reg-ulan la oÏerta y la aeJñahda. 1'1 é La miilión del artÛ Dar palabra, de realidad a la canción ilL/soria de los pensamientos; Gncarnar, en lo tangible. la sombra e/fmera del ensueño que pasa; Aprisionar, en ac/iludes eternas, la movilidad fugitiva de las cosas; y sellar un pacto perdurable de alianza entre el eilp(ritu que ville y la forma que repo,l.l illerte. *** M ejor que nadá, el arte historia y reproduee el alma de la edad en que culmina .. Descubre cada época el elemento que la sabe interpretar; reconot.e la voz que ha de servirle parà. arengar a los siglos y referirles sus preocupacions y su vida. Si el pa¡;caTlismo fulguró en el mármol, el cristïanaimo floreció en la piedra. A las catedrales se llamó "plegarias", plegarias que desde la tierra 1evantó el sentimiento 150 l'clig-io:<n medlOevlli, anhelo Ó)! polvo que quería es~;l':tl:;;¡;z:il'~e, y cn su deseù ~Jeembellecía y se trangfi!.'l::alJ~', jmpuJ~acio pOl' :m fervor hacia lo alto. Ni ill" d¡,;:ÎpLnas, ayunos y martirios. de los santos, ni los '.-¡ejos ¡nfoÏios en c..uy:.s páglllas deslumbra la oDsesion dei vidente, ni el perfume de preces secularcs oalbücida[l millares de ócasiones por mnJares de ferviente:,; bocas nos narran ho.y el aecetismo de su e¡ia:l como iD .1al'1'a Ir. ojiva gótica del templo. A su vez, el Rena'cimiento se expresó con ios éxtasis de la ;uz y con las brilla ntes armonías de la paleta. No podemos pensar en él sin asociarlo a sus pintores índekbleJllcnte, sobre los líenzo.s de Lconal"do, del Veronese y del Corregio 'quedo impreso el espíritu snsual y regocijado de entonces. Desvanecíase la forma embriagada en él concierto delicioso de las sombras, de las luces y de los «':o~ores, y ias leyendas y los mitos concebidos por 10's àmíguos recogieron el fruto sazonado de su expresión perfecta. A su turno a nuestra edad corresponde manifestarse, traducir sus sentimientc's y sus anhelos; dar razón sin palabra.s de sus 'aspíraciones,de sus tortu" ras, -de sus goces, ¿ Cuál ha de gel' la forma? ¿ El\! que, rebelde, no quiere aún manifestarse? Los medios de que s~ sirvieron las pasadas edades ¿están acaso exahustos? No: la lección del prëtérito está viva, pero mm'jeron los maestros y eon ellotl el entusiasmo por 10 bello. Escasean la imaginación y los téîñperamentos. ¿,Es quizás que 109 susiraen otras actividádes ajenas al arte? Pero, cuando un artIsta de verdad aparece, é¡ da razón de nuestras inquietudes, él trllr"rr 1Jl'f'~trn:<ï (oTlflirt09, Rn <ln!' nbrll" ÍtrmÓni7.R 151 Q l' E [{ 1-: ;.; 'I.' 1: ¡.; j' ( I Ins atávica" I',,'t',; dl;; pLsado c(;n ¡il paipil:lc:Oll lie nacstra l'II:,;, con el vislumbre de i:t futura n:ta: sutisfacE ~'qJ( ~;tinRmente nuestl'c. anhelo con la sión de ~:n ,'!Fuèño :1uésno, R t;;gl'e~éd' ,l Jo ,;ntiguo no es pl'ugl'eSi), si "e I'Cg'i'c'iHl s;n cOI1'1j:e¡¡etrar.se del (';,]))c.Ü: (Jue alent:' ba :a estduaria de Pl'a~:iteles y de ¡''ldia-=:" Pero ¿cómo poàríamos ahora sentir, como porlríamos pel1i.iui' ,y, sobre todo,cómo. podríamos Úeer CÓÍÏlO pensaron, sintieron y creyeron los griegos '? Para comprender esta imposibilidad recordemo,s la distinción esencial que hay entre nuestras Ideas filosóficas actuaies y las ideas que orientaron la cultura de Grecia, El ideal helénico fue un ideal estático, tranquilo., carente de tortúra y de inquietude;;, Socrates había impugnado el concepto de Protágoras por el cual las cosas se mantienen en perpetuo cambio y nunca pueden considerarse como realidades acabadas, Interroga a Te etetes: "¿ Te agrada aquella opinión de que ni lo bello. ni la bueno, ni objeto alguno están' en estado de" existncía, sino eiempre en vía de' generación ?'. Impu,gnando' a Protágoras, Sócrates impugnaba nuestra doctrina más moderna: la Evolùdón, Pues si se pi diera una exégesis de ésta, si se quisiera concretar su s.entido, no vacilaríamos en replicar con ras palaoras de Prótâ~oraB: ¡, Evoluèión? Es âqueIla idea 152 il I.• T o X E J, D E J) lOG 1II N E i de que ni lo bello ni io bueno ni objeto alguno están en estado de existencia, sino siempre en via de gegeneración. Y es un hecño q"Je nuestra cultura e5 ant~so~ráti~a. ]\,-uestra cultura difiere de la heléniCil sobre todo por un concepto: Grecia pensaba que ¡a perfección reside en el reposo, en lo inmutable. en lo que existe ab-eterno, indiferente al curso del tiempo y prescindiendo del tiempo. Y por antítesis, nuestra edad considera al tiempo como el factor ele~ mental rie t.odo progreso, El movimiento, negado por la escuela de Elea, es hoy pa::a nosotros la base de :;j~:: l',~~l:¡;;:d (lll~ n:~cc Y muere ¡;in cesar, en una conlinuidad no interrumpida. Grecia, Que fue toda actitudes, 'toda geometría, cumplió su misión subyugando la forma, 10 extenso, lo quP pllede 3er medido y contado. Nos legó su ideal ¡le belleza en el sereno reposo de ,sus mármoles, en la mh¡da 5in inquietud de Venus. en las línea5 inmó\'ile:i de ia Acrópolis. Gl'eeia no nos e:¡plicó el e;¡· :,;: ¡tt'; ,:e conformó (;on aceptarlo como razón di-· rectora de la vida, Ante los seres vivos. BU 'pensan ¡lOr-to no incluía la acción élël tiempo entre laIS' Cii l!~a::- ele la génesi;; y del desarrollo de la especie a· (!,U~ p(Ùie¡1CcÍa;¡. Platón, cana sér, cada forma, ,-i \':1, (:o;'l-e~pondiu é_ ,~n;: icIea generatri1, )'3 existente y perfecta ya: no era sino la rea1ización de algo premeditado e inmu table, Las cosas estaban dadaB en esencia antes de que se realizasen en acto, Al inva-. dil' a Grecia, el socratismo desalojó la antigua idea de Fatalidad que obsesionaDa a Herá«lito y Que ha-o bia inspi¡'ado beilos cantos a los rápsodas, El DeBtiIll', I:l 6.ivinidad omni'presente y ciega, de designios inescrutables, habíase heciho en la Academia méto-, Para 15~ '.! U E It 1!J !!! T R E P O do y orden, número y medida. Las "ideas" platóni ... ~as fueron una disciplina para las c{)sa.g y sirvieroll, de régimen a la e-speculación sócrática y postsoerática. Pero nuestra edad, que ha comprel1dido que un solo aspecto no comprende eT todo, sin~ renunciar a la iradic!ón de la forma ha vuefto sus miradas haci~ ~a (~o(h'in" protagóríca. Al introducir el factor explicativo tiempo para mejor comprender la vida, el Evoiucionismo enriqueció la idea de realidad dotándola de la idea su,bafterna de intensidad. La cant', (Ja,e; soja no con6tituye sino una parte de lo rei. Saludemos, pues, la antigua doctrina de Protágor:l bajo Jas actuales id€as de "creación perpetua", , "continuada e imprevisible no>vación", columnas céi: irk,',;; rle l.", más reciente filosofía. y son (·stas ideas las que mejor explican las ten' dencia::; de nuestro arte contemporáneo, pues de ahf el d¡r.;:n~isn:(j de nuestras maneras actuales de sentir. y de pensar; de ahí nuestra inquietud y nuestro desoi'den. La n1.l'llte de este siglo es antitética te la griega. Nuestras obras artísticas genuinas, las que me-o jor corresponden a nuestro estado actual, se enseñan ;)oscíd;':<, t1l)minaàas por la inquietud, como si la forma encadenáse y oprimie.se al es.piritu. que pugna en 211a8 por manifestarse con las pasiones y sentimientO'8 que conturban el ánimo. La mera belleza plástiea ya 1\0 bash a nuestras estatuas, como a las griegalO, porque reconocemos insuficiente el culto de la forma por la forma. Se ama la forma porque puede tiervirle de paJabra al espíritu, porque con. ella damo~ CUtnta (;1' pstadoo de alma más profundos. Pero 154 F. TJ T o ?\ E L D E D lOG E N l!: :-: aun con ella rechazamos el estancamiento, la parálisis espiritual. Nuestro ideal, como hoy la entendemos, no ES ya el arquetipo, no es el modelo que se aspira a copiar, al que la sola belleza de actitud ba~ta, no. 1\ uestro ideal es una tendencia de la vida que camina hacia él, aun ignorándolo, y que a medida que camina lo realiza y la trasfigura, cada vez lanzánd"lu más allá de sus pasos. -----------.- INMEJORABLES CONDICIONES OFRECE EL BANCO HIPOTECARIO DE BOGQTA PARA PRESTAMOS A LARGO PLAZO EN DINERO Y CEDU- LAS HIPOTECARIAS. DIA ESTU- OPERACIONES TODO EL PARA PAIS. POR SER BANCO EXCLUSIV AMEl'E HIPOTECARIO SUS CEDULAS GARANTIA PRESTAMOS TIENEN EFECTIVA HIPOTECARIOS BOGOTA, CARRERA TELEFONO LA DE SUS Y SU CAPITAL Ba. 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