El tonel de Diógenes : (manual del cínico perfecto)

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el LONe
De
DIOOENE
(.l\1ANUA
I)eL CINI
(:0 r)ER
f:ECCO
E e I C ION ES
:::;CLO M alA
11
CI!\JCUE N
C E N TAV
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COLOM81A
DIRECTOR: GERMAN ARCINIEGAS
GFRENTE: FERNANDO MAZUERA
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EDITORIAL DE
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iDe este libro se han editado 100 ejemplarel
que quedan fuéra de comercio.
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el
ReSTRepo
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CONEl
DE
DIOGENE5 (MANUAL DEL CINieD peRfECCO)
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COLOMBIA
MCMXXV
jllo
",emona de mi fHU/re.
El AUTOR Pii[VIENE
----
Refieren cr6nicas antiguas que habiendo ietù ~O¡6gene:;
Ci
Mindo. como lJiese las puerias de la nJurd":l ,;:(1.1) !fTC!'"'::n;,
siendo la ciuderd ian pequeña, d(io a SH5 rab;.·G:r.I(~s:«¡'-:}/:
varoms mindio:1! guardad
ciudud se salga por ellas!"
bien las puer:a3, ílO œ" qu:: lu
Td ,.1odría.~:;;:clanla., /.'~:N.
si alucinado por los lftulos á. ede libro ~.f'1¡rr.:sesS1( -:;,n!e.nido fincanJo en él esperanzv.s que ¡"Uc!iUè;il {'e!r':il"Ù: TSC.
61 auiOl siente deber ilf/peraiivo suyo a'crt.!. U;)(1 Co:; de
prevención: ni te ilusionès
lJano de la poriada
ni
fe
intirir!(/.-s
w;:e e!
que, a semejanza de l{~,;O'e
;'!rdc
I'I!::l'>",
dll
acceso a un conienUo sin duda indigno d:~ella, :;;{o se
escribió «El Tonel» para escándc,lo, ni peca fW~ (i,'senfcdado o libetlino. Las mejillas ,nás sens;bl/:s al ;llbor exiTe·
ñar/an aqu( el motilJO áe sonrojo. TaTT!poc,) {JrC3U,ikci,;;
original, pues la idea más modeme
d~ wanias
s~ tratan
puede contar sus dos mil añDS, aunque iÚ, lec~or, .Y 'yo,
5
EL AUTOR PREVIENE AL LECTOR
autor, lo ignoremos.
acendrado,
Gl que
entre muchos prejuicio, tiene,
el prejuicio de la veracidad, no pretende enga-
flar con errores di/erentes a los errores má, usual~,
ni men-
tir con mentiras desemejantes a la, que por verdades acepta el mundo .
•.El Tonel de f[)iógenes,» que no fue escrito para lucro,
:lino para solaz de quien lo compuso, renuncia al beneficio
eJe la excomuni6n de los pontífices. Si inmerecidamente se
le di:Jcierne esle honor, él, con clnica dignidad, sabrá
,0-
brellevarlo sin ufanarse.
Ningún
libro ha sabido lo que su destino le reserl7a, .Y
éste menos ,que ninguno lo ,ohe,
calli tantos años como
estadios;
pues Delfos
dista
de él
pero, sin ser augures, po-
drlamos vaticinarle desde luego admiradores que no lo leerán .Y lectores que se pasarán sin admirarlo; con/esores que
sin penitencia lo absuelvan .Y delraclores que sin audiencia
la condenen. De todo ello haz re:lponsables a sus ep(gra!es.
J Tan falso es el concepto en que tiene el vulgo a los que
en la antigüedad encubrieron sus virtudes bajo la c(nica
divisaI Y si en algo los imita e:lte libro, es en el desalino
con que está compuesto, y en la pobre dicción que, a la
manera del raldo palio, cobija más de una intención o inofensiva u honrada.
Hé aM todo lo que puedo decirte 'yo, lector. Lo que falte lo dirá tu discernimiento.
6
El
TONEL
DE DIOfiENES
e madrugada,
descansaba Sidarta en el parque de
Veluvan:t cuando divisó a Sigala, joven heredero de la familia de sU nombre, quien puesto en pie,
las vestiduras y los cabeUos húmedos, levantadas las
manos >'labre la cabeza, rendía el cuita tradicional
a
los puntos cardinales: al Este, al Sur, al Occidente, al
Nor';;e, al Nadir y al Zenit.
Sidarta se acercó para interrogar le:
-¿Por
qué, joven, madrugas tánto, y, abandonanùo la ciudad, con las ropas y los cabeHos húmedos,
vienes a este paraje a rendir adoración a los confines
de la tierra y del cielo? ¿Se te instruyó alguna vez
acerca de la que simboliza tu culto?
-Maestro-contestó
Sigala-a
lah{)ra de su muerte, mi padre me encareció no descuidar esta veneración. Lleno de respeto po.r sus palabras, teniéndolas
por sagradas, madrugo cada día para adorar al Es'
te, al Occident,e al Sur, al Norte, al Nadir y al Zenit. Sé que a ellos debo mis oraciones, y he cumplido el precepto .gin investigar 108 motivos que tuviera
mi padre para ordenármelo.
Hasta hoiS, las divinidades han sido propicias a mis días. Ni el desasociego
.ni la inquietud han marc'hitado una sola de mis horas, y creo que esta protección es la recompensa de
mi piedad".
D
7
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F.
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P
n
Sidarta
contempló
al joven,
Quería instruírlo
'en
las enseñanzas
de los sabios y le dij.o.: "Ante todo.
,de'bes saber lo que los puntos cardinales
simbolizan,
El Este, representa
a los padres; el Sur. a lag educa:dor.es; el Oeste, a la esposa y a lag hijos; el Norte,
a los amigos; el Zenit, a los maestros espirituales,
y el
Nadir, a I.os siervos.
A todos ellos debes honrar conforme al p:ecepio, sin atenerte
sólo al ritual.
Honra
la memoria de tus mayores; vigila la felicidad de tus
hijos; trata a tus siervos con dulzura, y a tus maestros r.everéncia16s
propagando
eT conocimiento
de la
verdad y el ejercicio de la virtud, Hé ahí, Sigala, cómo se cumplen los preceptos de la devoción que ejercitas, Y en adelanta tu piedad se confirmará
dia a
día, pues ya conoces el sentido de tu honesta veneración" .
Sigala se quedó pensativo,
No replicó, peru ini,ciado en el por qué de aquella práctica
extraña, sentía sin embargo que un desencanto
se apodcl'aba
de
su alma,
A la m~olana sirguiente cuando volvió a sus ejercicios piados.os notó que le faltaba la fe, Para él la simbólica reverencia
había perdido su misterio,
En las
madrugadas
sucesivas
fue menos fervoroso,
Apesadumbrado,
resolvió confesar al maestro RU" inquietu-
des.
y Sidarta
se ,sumiÓ, al oírlc¡, en una meditación.
"He muerto un~! dulce mentira-se
dijo--. Con la luz
·destruí la ,seducc:il)n de la vaguedad. Sigala había levuntado un altar al Dio:; Desconocido, y yo lo derribé torpemente,
Pocos son los ojos que resisten la claridaa sin o'fuscarse, y poco'S los oídos que padecen la
8
EL
TOXF.:L
DE
DIOGENES
fuerza eJe la verdad sin emordecer.
La mentira que
all'::r.bra el sn:Ùro
€strech,) de la vida de los humildes vale tanto como la luz. Dije a Sigala la verclad, y ~c ha desiumbrado;
apagué la lámpara
que
ardía en su corazón y osclll"ceí su camino. He quitado la que no puedo restituír".
y extraviando
la mirada
hacia horizontes
invisibles, P~1l3Ó con lristeza
en la infructuosa
de la enseñanza de los sabios.
***
(0~frend.a, holocausto a la Mentira,
cuando
l;uieras
',:Ji
conocer 1:: V cI'dad. ,La misma ciencia no desdeña este principio,
porque tiene sus teoremas
euya
d:)p:,ostraci5n se investj,ga mediante proposiciones
absun:21O, y porque tiene sus reglas de falsa suposición.
No la ignera tampoco la malicia del vulgo cuando dice "con mentiras
se averiguan
verdades".
Ambas la
Mer:.tira y la Verdad son divinidades
femeninas,
inconstantes
y esquivas,
que huyen del perseguidor
inexperto;
con ella,s no hay que ser ní tímidos ni bru'
t<; le3: llevan un nombre de mujer!
Pero, enemirgas )'
celesas la una de la otra, suelen entregarse
con frenesí a los amantes de su rival.
***
C
uídate
f¡Le
de la sinceridad
que acusa, y de la justicia
ambiciona
caliLcar
acertadamente
los me9
ENRIQUE
R
l!l e
T
R
l!l P
o
\
re cimientos . Hasta tus faltas olvidará el mundo cuan~
do tu finjas ignorar las suyas. Esquiva hablar del
mal, pues es una divinidad vengativa que, a semejanza de Iaveh, reclama de los mortales el sacrificio del
silencio. A quien ha hecho el mal, a la postre se perdona u olvida; pero ay! -de quien blamal'e al mâl por
BU nombre, porque con él se hará implacable .
•••
N
os inclinamos a censurar las supersticiones
ajenas,
mientras las nuéstras, aún sin examen, nos parecen verosímiles y respetables.
Los exploradores de
paises extranjeros
encuentran
siempre
irracionales
las creencias que difieren de las suyas, y las critican implacablemente.
,El autor de las "Descripciones
de Serendib"
(un
viajero británico del siglo XVI), se mofa de la ingenuidad con que los nativos de Maabar tienen en
e!stima y veneración a la,s Hibandas a encantadores
de
tiburones.
El sacerdocio de los hibandas fue instituíÙo. por Sanderva-Avandi
el Poderoso, a fin de que,
sirviendo estos funcionarios
de auxiliares a sus buzos durante la pesca -de las perlas, les evitaran, con
sus exorcismos, ser devorados por las bestias marinas. Conviene advertir que, en la comarca, la pesca
de las perlas era privilegio real, y que, de consiguiente, estaba vedada a los vasalloo. El viajero relata cómo, gracias a esta superstición,
el privilegio se respeta, pues nadie se atreve a zabullir sin la ayuda de
10
EL
TONEL
DE
DIOGENEe
JO! Hibandas, por temor a unas bestias cuya presencia en los mares de Maabar es falsa o, por la menos,
no tan frecuente como de intento se publica.
Y se
asombra luégo de la candidez de los súbditos del reino, opinando, fundadamente.
que sólo la ignorancia
da lugar a semejante-s engaños. Pero este mismo narrador, fiel observante de la religión y de las costumbre-s de su patria, olvidó que sus conterráneos
profesaban al Diablo un temor saludable, no obstante ser
más verosímil la existencia de los tiburones en Maabar que la del Diablo en Inglaterra.
Y él, tan g.ensato, que censuraba la superstición
extranjera,
encontraba la de su tierra razonable.
¿No eran, en realidad, la una y la otra, nece~arias para conselguir el
cumplimiento de las leyes, y para garantizar,
contra
posibles fraudes, los derechos del soberano?
Al condenar las supersticiones,
no reparamos,
de
ordinario, el peligro en que con ello se incurre.
Debiéramos meditar que las st:.persticiones constituyen
la salvaguardia
más eficaz del orden establecido, y
debiéramos tratarJas
con más respeto.
A los hombres, cuando no Ioª contiene ya el temor a los tiburones a el temor al demonio, los contiene menos el
rigor de una sanción penal que se ejerce casi siempre
con debilidad, COD parcialidad
a con injusticia.
***
L
a Verdad halló al fin la manera de penetrar al festival de las Mentiras Convencionales.
Retintineando Jas ca.¡¡cabeles y con el traje de bufón se
11
R
E
S T
R
E
P
O
desl izó fI' l'tivamente
en la mascarada, -"Oh,
la intruul !-psnsaron
las mentira,s ,-jCómo
hace irrespirable la distinguid?
atmó.sfera de esta sociedad !"Gajo los ant.ifaces 8e escondieron
taimados
mohines
de disgusto:
"¿qué hacer ~con la verdad? ¿Arrojar!a
;gnomin;osamente?,
, " pero."
después de todo, vir;1} vestida
:~o,' docaro, es decir, disfrazada.
Expularb equi'.:lIc1¡O;~ 2 dcmo:;tl'ur que se la ha reconocido :r, de C~1i1:;:::suiente, a darle ra razón, ¿Toleraremos
",US impertimmcia-s?
Eso va contra la dignidad de la
i":esta, sí, pero ¿, quién se va a dar por aludido?
LI:)
::lcjor es encog€rse
de hombros,
corno quien dice:
"(¡>,o va con o{ro". Un convidado
audaz se decide
al
:ïn, se ade],,!'!b y dice, tom:mdo a la Verdad por la
mano: Hj q¡:é grotesca
(l,S y qué risa
inspira!
j No le
'alta su granito
de sal!",
La ocurrencia
se festeja
ó:ocarrOl1<1mente y todo:; repiten:
j Oh, sí, ¡tan
joco:¡!", Es~e :",'<1:',(\0 ¡,ro\-:llenc'al
¡ha encontrado
la,
fórmula efIcaz p?ra atenuarle
su crudeza.
Inventó
el medio de debilitarle
su fuerza, de despot3eerla de
,~u virtud alu,,¡va, AureolándoJa
del ridículo no será
','"-lono,::a. FJ:
manos de la Verdad pon{\n un cetl'O
QC Jocur:1., ¿No es un feliz
acierto? La agasajan
.' c:;l"rril;)
:O,J"
(tesvergüenzas,
Conviene
tdle;rarla
'-."no a locil. pues admitir ,su co.rdura sería estúpido
- pe;¡g"GSü,---"¡,Y
qué nombre dar a la bufona? ¿La
:~':ml:l'ernc' Paradoja
para que nadie haga caso a lo
':10 (!ice'!"-Sí,
¡Dancen todos ále.gres: la fiesta se
::: salvado!.,
Ninguno se atemarice
ni intimide que
on el tn'.je de bufón ya tiene puesta su camisa de
':.1Crza. K lC· ".P (' "enda nadie, ni se incomode nadie, ni
:die se (:<) ""
pJudido, ¡, Quién hace caso de l,as ex~
'<,,,
~~··:1v[-~~an~·~.
~n
Jos locos?
12
EL
TONEL
DE
I)IOGE;'\g~
--j1i~a, gusanol
¿ H¡;yes dEl 30l? ¿ Te aieja::; del munjL.a L~();' c1<.: !e, actividad. p ~l [l. cnterrarte
vivo. en el
ea:1¡;]io d.~ ti' IPï;iitaci5n?
i.~~e recluyes pa;'a siempre
cy: .a ·~dtln ci:; tus pensam:0ntos?
--I:¿jarr:e ~olo, N a importa que 5e olviden de mi,
Cu~nàc, transfiguraGc,
me vean aletear por los jardines, ya nadie se acordará
de qU8 me arrastra ha con
]Wc!;l.
Y be, 1111S1:10':: a quicnes inspiro repugnancia
ejl\<c~j:;;';;J~
cr.tc·r.C[S mis alaE .. ,
-í,Cl\¡6)~ e¡'c:, ]lues, y p01' qué hablas con esa COI1vicc;ú:¡ de pïofcta?
-Soy
!ln ]u~;:)r comÚn afo;·tLlI1:'L~O,que encontró
su
t)'3~ilista .
~omG
C.'l\',d::;¿¡Jlti, d~b2rí?~ïlCS p~dj_:..a Dios i\úlo dos
f..'ra la ,;cra l:e la muerte: una mano· ear:Losa que c;(~n':l nuest'·;.i
párpados, .y Ui~~ palabra
de \'eH~:'.d ljl'C cause e\ (:i"~upor de nuestros oícl.os.
\..
(:0:;<.(:'.
Cuando que
el vulgo
acepta una verdad, o cualquier
cosa
p;¡:'ecc verdad,
o que él cree que parece, ia COnVi€l·tc en c'csesión y el! instinto. La verùad
ENRIQUE
R
E 8 T R
JD P O
pierde así BU carácter intelectual, y se hace función,
hábito y costumbre. Entonces es cuando los sabios
empiezan a desconfiar de ella; la miran con antipa'
tía o con recelo. Las verdades en boca de los necios
son como las piedras preciosa5 en manos de 106 pobres: o no valen nada, o se hacensóspechosas al menos.
*.*
pasó
,la edad del dogmatismo para la ciencia, y la
ciencia se ha hecho ahora ironia, al decir de
Xenius; ironía equivale a afirmación dudosa, insegura, nena de vacilaciones y temores, muy circunspecta
y muy ladina. En efecto, se desterraron las convieciones del reino de la ciencia, y hoy sólo la cortejan
las hipótesis vero.símiles, los postulados provisionales,
tan corteses que están dispuestos a renunciar su dignidad inmediatamente que cualquier descubrimiento
nuevo lo exija. El reinado de la ciencia es, pues, el
reinado de la desconfianza disimulada,
encu'bierta
bajo sonrisas de benévola credulidad, de cortesanía,
pero no de convencimiento.
Là desconfianza es la
política oficial àdoptada para escudarse de 106 errores, aun en la inteligencia de que se convive con elIoa,
y de que con elIos ,se combate en pro de la verdad,
a la manera del buen estrátega que en la guerra se
:,:rve de lo.s prisioneros enemigos.
Estamos, pues, en la época en que la ciencia ea una
regla de faIsa suposición. Pero, no obstante, hay Ia-
EL
TONEL
DE
t>IOGENEfl
bias porfiados que no entienden esta política, y que
profesan a la ciencia una fe semejante a la fe de Alejandro el Grande. Sabido es que Alejandro,
encontrándC,se enfermo, recibió una carta en que Parmenión le prevenía desconfia;
de Su médico Filipa de
Acarnania,
de quien sospechaoa
que, vendido a 1(}8
enemigos de Grecia, intentaba envenenar lo. Cuando el
médico se presentó con la medicina, Alejandro le alargó la carta delatora para que la leyése mientras, con
simulada confianza, bebía él la sospechooa poción ..
¿ Será la serenidad de la ciencia parecida a la ae Alejandro? El siglo que se ha propuesto el pro¡greso del
conocimiento
por objeto ¿ lo expone to.do, inclusive
sus verdades actuales, en pro de las verda:des futuras, así como Alejandro exponía su vida a la traición
por salvarla de la enfermedad?
Pero en el fondo. de tántas dudas hay, no obstante, aiguna convicción:
la ciencia cree en la verdad.
en la existencia d'e la verdad,' cómo Alejandro creía
en la necesidad de vivir. Se afirma el fin, aunque
se dude de los medios. Y en caso tal, la ciencia no ha
ido más lejos que Pilatos, a pesar de los tántos años
trascurridos.
¿ Pue.s qué contestarle
a Pilatos si Pilato.:> interrogáse
de nuevo: ¿ "Qué es la Verdad?"
¿ Se haría uso de la ironía para decirle que es, probablemente,
un error disfrazado?
***
E
ste afán de la verdad por la verdad, manía de estos
tiempos, avaricia de! entendimiento
contempo'
15
E
N
lt
HBSTREP()
ráneo, provoca y estimula
ciÚta revaluación
de la
mentira, pues la causa de la -';el~(:ad, al vulgarizarse,
sacrificó 6U dignidad clásica.
Si la mentirn se adereza decorosamente,
y si enseña algún carácter
estético que la agrr..~ie, ¿ cuántos lo~os no s.e desposan de
mejor g-rado con eIJa?
***
un filósofo antiguo que se negaba a divulgar sus
doctrinas
le preguntaron
el motivo,
y dijo:
"Porque
uno que entendió
y asimiló
mi enseñanza
cana mi nombrë cuidad'osamente;
y otro que la escuchó sIn entenaerla
me desacredita
proclamándose
di,scípulo mío".
A
***
F:I que
l'ki
Parà
cia.
posea una verdad desconocida
y (IU;era revelarla, que no se olvida de que '2S explosiva.
ne· sufrir sus efectos, retire·se a prudente distan-
***
Q
ué de holocaustos
no implica la continua revaluación de los principios
científicos!
¿ Aceptar
hoy ':.:"dac1es (lue mañana será' preéiso desechar por-
16
E
L
'I'
()
:'\; ~} L
O
l';
l)
¡ {) G
F.
"
F.
~
dejen rIe ser vei"dades? Cuando un nuevo descuhï:miento
infirma 1a validez de un principio
aceptado, 10s sabios so ven en el tra n'-se penoso de sacrificarla, a p.:s¡¡r de su amor pôr é:, ¿ISe quiere salvar del
(,H'Ji' <~1mur:.60 '; La ciencia
es Dios Padre, la verdad
¡;lell~dica Dios ï-lijo, y ei IVliste'rio de la Redención
·'e repitL' constantemente,
qll"
ias
diversns épocas del espiritu humano se reconocc!: po:,' la preocupación
que las inspira, coma
las edade's "de la tierra se reconocen
por las capas
,\'cc16gicas superpuestas.
De ellas quedan señales inconi J.ndible,s; poseen un reiieve que nada borra. Ya
sc~ )OJ la c¡(,!ricnte fuerza c121tiempo, ya por la ac~
ci:'il! ¡¡l'il tal {leI catac li:':mo, sc rnedan, y desaparecen
sep'ï1ta(]8,s baje una llueva prGocup?ción,
Mas basta
,"P' ,Il', ;;rofujj{]jzando, y la forma,ción 'homogénea se
¡lesc;dn'c tras la actualidad
:que la esconde,
Hay en
el!~. poLr;ficados mil fósiles, diferentes
por la estruct'1ra, pero ~Oll una fisonomía
indeleble. con .gorprcnJ~~l'c(~S 1'""go;; CI e afinidad
allí impresos.
De cuantos
l1oc~lLlentos se conservan
de ~a ¿poca milenaria
se:-'a
;mpo.,,:bl:.~ dis·J(;¡ar la idea de SantD.Cruzada.
Rcsca~ar ¡!"l poder de los infieles los S;lgrados Lugarc·s y
léó'
.fc;¡(~vÜ:s
VenerzTIc!as fue el ideal de aqu·el1os
si~(los. A ,él consagr6 Europ:l la sum" de sus ener!,;,f1 ':s',::\' y r.1.;nLlcs, Ni ;a autenticidad
ni la uti¡i,¡>~Ó c:cl obje\ iVl:se
pu;-;Îcl'cn en ciulla; abunèaron
!LI
17
ENRIQUE
R
III8 T
R
E
P O
los mártires y los héroes, pues toda causa encuentra
un número de ·héroes y de mártires que está siempre
en raz( n inv€l'Ea <le su ¡claridad y, slobre todo, de su,
efil.'acia. El espíritu de aquel'lossiglos
creía que la
más auténtica necesidad, a la cual todo ha de inmolarse, se llamaba salvación eterna. En razón de este
fin se juzgaron los pensamientos,
actos y palabras, y
sólo mu'y tarde se preguntaron
los hombres oSi,en efec·
to, no ,habiaa~gún
motivo para sospechar de la evidenciade
una COila 'semejante.
Otra edad del mundo se .caracterizó por el dominio
y primacía de las preocupaciones
caballerescas.
El
sentimiento del honor, Ic·onvertido en déspota de las
clases ,elevadas, llegó entonces a su auge fanático.
Lo vemos constituir el tema o'bligado de la vida real
y de la vida ilusoria de la escena, en donde los comediógrafos le erigen su templo, y -en donde compiten
en personificarlo
idealmente, asi como en la realidad
aspiraban a personificarlo
los hombres de casta que
se hkieron profesos suyos. Aquí y allá, el honor confina sus demostradones
·a la punta del sable; esgrime por argumentos
los mandobles, y la sangre es su
conclusión y su pirueba. No basta al caballero, para
serIo, la observancia
rigurosa de las costumbres
ni
el Reatoa la lEY, porque el !bolllor no ¡sólo ll"adica en
eoSo, sino ,a¿'En;á.s en el concepto y 'respeto públicos
a que se es acreedor.
Voluntariamente,
el individuo
peca contra su honor violando la.s leyes de que la sociedad le hace esclavo, pero peca también involuntariamente si alguien afirma que las viola. Una duda
ajena, una palabra delatora, una mala opinión, equivalen a la falta a la superan: dan lugar a la afrenta,
li
EL
TONEL
DE
~IOGENE~
y la afrenta sólo se lava descabezando de un sablazo n
quien la infiere. Se enmienda así el mal, pues, suprimida la causa, los efectos se suprimen de suyo, )'
el honor se restablece a su esplendor inmaculado di!
antes. Para los que, indulgentes con sus pecadas, nll
la son con quienes tienen la audacia de enrostrárselos, la delación era un insulta que precisaba desvanecer matando. Y sí, por el contrario, era calumnio sa, no por eso la ofensa era más leve, ni hería menml
la reputación
del calumniado.
Cierta o apócrifa, el
'Código Caballeresco
consideraba
la delación igualmente ofensiva.
No es el honor de quien ultraja el
que se afecta: es el del ultrajado,
si el estoque nil
acude a restablecerlo.
Aquí del Juicio de Dios.-asi
llamada a'unque sea el Diablo quien decide-y
aquí dt:
las gentes que se anduvieron a cuchilIadas por motivos baladíes o superfluos.
Envilecida por el abuso, el
sentimiento
que mayor cultivo y que mayor respettl
merece, el de la dignidad personal, vivió a merced d·,:
espada-chines y fulleros mientras duró la ,supremacía
de esta preocupación
vanidosa .Lo
cual no implic:,
que ya desapareciera,
como no ,ha desaparecido tampoco la fe en la eterna salvación. El Código del Honot'
a la antigua aún subsiste con sus cláusulas intacta,;
y su espíritu de ferocidad, pero en la práctica los siglos la han dulcificado.
Y él, queen
el vigar de Sll
juventud se aplacaba apenas con el holocausto san·
guinario de mortales encuentros,
hoy, ya caduco, S;!
conforma con la páfida parodia de ellos. El rasguñe,
la contusión, lu pequeña gota de Bangre son expiatorios eficaces para calmar 6U sed de venganza_
19
HE~'I'HJ';P()
***
A
su turno, a la edad actual la caracteriza
una preocupación:
la Verdad,
el descubrimiento
de la
Verdad. Uno es nuestro afán: snborùinar,
reducir toQI)
a] entendimiento
por medio de la cienda.
Pero la
ciencia no es ~ólo la disciplina
conque se per·sigue el
máximum de resultados
mediante
el mínimum de esfuerzas;
no es b economía de trabajo,
el a1horro de
fatigas,
de dclor, de i'lalud. Coi1siderarln
utilitariamente es afiliarse
al cisma que se repudia más. La
ciencia es, ante todo, nuestra devoción, el culto a la
Divinidad
Moderna.
Divinidad
sin atributoR
conocidos, más augusta mientras más imprecisa, más vene··
r8.da miEntras
n~ás rebelde;
divinidad
que, por su
naturaleza,
y el1 la mediàa qU€ participa
del misterio, po,see encantos a que no se sustraen
los temperamentos idealistas.
Y e:>, en efecto, un ideal hermo'
so perseguirIa,
y una realidad
no menos bella sorprender alguno dû sus fugaces aspectos.
Hoy, ,como
ayer, esta felicidad está reservada
a los devotos ,gin..
ceros, a los auténticos
creyentes
de la ciencia, vel'·
daderos iluminados
y visionarios.
La fe es su condición de milagro, y el milagro científico es el progreso
industrial.
Pero ûsí como nadie deb€ juzgar de la divina majestad
del Dios Hijo en razón de la utilidad
de las curacioll€'s que realizó, devolviendo
la \'Ísta
a los ciegos, la palabra a 103 mudos y la vida a los
muertos ,sanando el cuerpo a los leprosos y el alma
a los endemoniados,
tampoco !lay que juzgar del vajOí" de nue~tra
ciencia par los prodigios que realiza.
des~ubrir
el partido de la utilidad
en los adelan20
EL
TONEL
DE
DIOGEl\.l!:~
tos, no sólo es reprobable,
sino revelador de una com
premión
equívoca
o traidora.
Aun sin ellos d€bl:damos Cl'eer en la ciencia, pues asi piensa elsig](!,
y así quiere el siglo que pensemos todos, si que remo,;
mantenernos
en ortodoxia.
La invasora sed de verdad ~s la nueva cruzada de
los tiempos,
¿A qué remota Jerusalém
Cautiva 11£vará nuestros
pasos? Aún no es posible imaginarIo.
En la escoria de lo.s crisales
de la lejana alquimia,
que soñaba con la aleación armoniosa,
cuyo secr"to
sola la naturaleza
posee, çuedó la química de hoy.
rica y valiosa más que el oro cll"diciado de la alquimia.
y si la ciencia nuéstra no enCllentra al fin la Verdë.d
Suma que persigue,
¿por qué no ha de hallar algo
que todavía no se sospecha?
Ante la actitud de estos tiempos, el que se inquleta por el motivo de las preocupaciones
y, en presencia de los efectos, por la causa, interroga:
¿ por qué
j Ch Verdad!
suspiramos
por cqlOcerte?
¿No el'es,
tú también,
otra enfermedad
del entendimiento,
otra
ofuscación
de los instintos,
otro extra vía de la voluntad? Retrocedo hacia la génesis èe tu ser y de<:cubro los cimientos utilitarista'.>
de tu estruciol'a
en
el cerebro de los hombres.
Porque t.í, Verclaà fetiche de la hora, te alzassobl'e
la se,cular verdad de
nuestros
abuelos, que era k hOnorable
y senci~:a
veracidad-es
decir, el deseo de no ser engañados,
de
conocer los hechos tal cual ocurrieron
y los pensamientos ingenuos, sin adulteraciones
introducidas
por
la conveniencia
a por mistificJlciones
fantásticas.
En··
tances :10 se te exaltaba sino por la utilidad de la con·
ducta cuya norma €ras, y te apellidabas
vi:·tud, ma
2
¡: :-r
R
I
Q
t)
E
R E S T R E P O
le,:.'::tmente, Hoy seria difícil reconocerte,
transforma:ia, como te hallas, en un monstruo que reclama
Lohcaustos.
El octavo mandamiento no sólo se relaciona ya con la conducta. Quieren imponerlo también
" la naturaleza, y quieren imponerlo al espíritu: a la
naturaleza porque se nie.ga a callar ante pueriles interrogaciones
que no está preparada
para contestar,
y porque se condena su silencio en nombre de una moral cuyo sentido desconoce. Si ella miente, seguro es
que no sospecha, en ningún caso, que comete acción
rel)robable, Imaginad un buen campesino a quien rapaces bulliciosos obligásen a tomar parte en su,s jue¡:ços, y luégo se quejaran de él porque, ignorante de
las reglas las había infringido. Este símil te dará la
idea del €,stupor de la naturaleza
interrogada,
si es
que estupor es término que cuadra a las fuerzas ciegas e inconscientes.
Y quieren imponerlo al espiritu
l'epiUéndole el antiguo "gnoscete ipsum",exigiéndole
;;onocerse, es decir, obrar sobre si mismo una acción
refleja imposible, que es como pedir a los ojos que
se miren introspectivos,
o al paladar que descubra su
:,;abor propio".
¿ Pero no eres, después de todo, una
lll'eocupación inocente, Verdad? ¿ No llegarán días en
que los espíritus audaces se -sacudan tu yugo, y se inquieten por ti menos que hoy se inquietan por el res(;ate de las Reliquias Santas, el de.~agravio de ilusol'ias ofensas, o el peligro de la eterna condenación?
***
obsesión de la Verdad por la Verdad no ha sabido contenerse 'dentro de log límítes, que la mo-
EL
'rONEL
DE
DIOGENES
raI, la ciencia y ,el espí-ritu le ,demarcan.
Gomo otras
prcc~upaciolles,
y aun en mayor grado, es invasora.
Utilidad,
satisfa'cción
de las necesidades,
conservación, multiplicación
y expansión, todas estas cosas, de
un modo u otro, se ofuscan con la idea enclavada
en
el corazón de estos tiempos, y con ella se justifican
y justifican
sus actlSs. ReJi,giosa, jurídica,
ética
a
científica,
la Verdad sirve de estandarte
y emblema,
y a su pie se libran las batallas del día. Si la ignora
una tribu, un pueblo, vendrá quien asistido por el
derecho divino se declare depositario
d.e .ella, pa1"a
con ella sancionar
.su rapiña,
refrendándose
con la
noble propaganda
de su causa. Se la llama "civilización", se la llama "cultura",
y bajo tales advocaciones se la hace catequista
para que emprenda obra
de conversión.
No importa
que de estos ,esfuerzo.s
salgan renegados de otras causas que la veneran con
sus viejos rituales y con la liturgia del culto abandonado. Lo q~e importa es suplantar
al ideal antiguo.
De este modo, la Verdad ha querido destronar
a la
Belleza, celosa del ascendiente
que ganaba ésta. La
sintió su rival; tuvo miedo de que los hombres la desdeñaran para entregarse
a una idolatría
nociva. "Yo
soy-les
dijo-austera,
recta, seria, formal y la única digna de amor. No 08 dejéis alucinar por la coquetería de la Belleza. ¿No véis cómo se enseña, para provocaras,
desnuda?
Reparad su impudicia y mi
recato; comparad su sonrisa pecaminosa
con la austeridad de mis ademanes.
Ella es una indigna COf-;
tesana, y yo una patricia.
¿ Qué loco se atrevería
a
preferirla,
repudiándome
a mí? Procurad
que sea yo
.,.
·.v
ENRIQUE
R
ID S
T
R
E
P
O
quien inspire vuestras ac'Ciones y no esa frívola. inconstante y ,abominable criatura".
Los hombres alabaron tales palabras, y comprendieron que para acatarlas y mantenerse
en ortodoxia
era preciso, indispensable,
catequizar
al Arte, antiguo sacerdote de la Belleza, a fin de que en la sucesivo oficiase en les altares de la Verdad. "Si no SIe
adhiere a nU€iStra causa-se
dijeron-no
tiene ya derecho a existir". Y tomándo al Arte por neófito, resolvieron que abrazara su religión y la bautizaron.
El converso se llamó naturalismo
en un(}S casos y
realismo en los otros.
Gracias, pue,s, a la influeneia de la cruzada científica, tomó el Arte dirección divergente de la que le
era peculiar. Abandonando los altares de la Belleza,
se puso al ,servicio de la Verdaa. Faltaba saber cómo
había de servirla, pero no fue difícil. Sus principios
se condensaron en una fórmula sencilla: copiar, con
la mayor exactitud, la naturaleza;
reproducir la realidad tal oual es o, al menos, cual parece que es. No
importa que la realidad que se reproduce sea fea,
inorpI€siva
o repugnante:
la esencial es que se 161
imite bien.
'Les ¡::artidarics de la e'scueIa nueva c'reyeron in-'
dispensable desterrar toda influencia
de la fantasía
de los domini(}S del arte. j Nada de imaginación! j Fuéra la fábula! j La Verdad solamente ! Imaginaron que,
por su espíritu mismo, ef Arte, había de ser naturalista, porque se servía de formas y de imágenes naturales para dar expresión a sus -sentimientos. Confundieron los medios con los fines, pues sabido es que
formas e imágenes son al arte la que las palabras
Il: l.
T
O
N
fi:
L
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13
D
lOG
E
N
1ll
8
son al idioma: desarticuladas,
independientes,
.no tienen otro valor ni evocan otra idea que la de una. cosa
u objeto. Y el objeto puede poseer una belleza y un
inter,és relativos a carecer en a'bsoluto de ellos, pe·ro
la creación artística
nace del consorcío apropiado
de
10,« el€1r:entos
que reúne; ésta en el senUdo y no en
:a L.tn. Si na-curalczay
artificio
poseen analogías,
no deben pOr eso confundirse.
El racionalismo--muça ir.:pir¡¡¿cra
que fu.:! de estas nuevas escuelas¡:cfata q¡;C Eéro r.ay l:ell€Za en donde ,hay ¡verda'd"
. ;ir. lcordarsc
de que no sirmpre la verdad es hermo~a. (i Si hasta e,<;preciso ocultarla
a menudo!).
Por
" ..
\0 ~e inventó
el arte, que es como la protesta y rectif1caciÓ'n que haee el homb>:e de la crudeza de la realidad. De (:reador había descendido el arte a 'Ser un
::iimr.]e r::¡J!oductor en virtud de las imposiciones
de
la c,.cue:a nueva. A"í podia mantenerse
dentro de los
li'l':r es exigidos,
sin incurrir
en' la oprobiosa
men~; J.l tic qlle los racionalista~l
abominan.
~QuÓ objeto tenía que la obra artística
se subordi!Jara 1itcralmente
a las cosas o a las acciones reales?
Lo Í'!Yforl ante era que cumpliese la ::onsigna.
A· la
manera del Prólogo de la antigua farsa, el Naturalisma se presenta ante el auditorio, antes de que empie'
re J:¡ n~presentación,
y le p:'evïerte con esta o pareci3a arenga:
"No creais. señores, que por ser nosotros,
los (lle vamos a aetua¡' aquí, comparsa de histrione~
cuyo cficio fS rr.€ntiros, 'Vé.rnos a abu8ar denut'st"a
situación faltando a los deberes elementales
que nos
ill1I)l)ne la moral. Hemos reformado la comedia de malleI a 'ùe no herir
ni vuestros sentimlentos
ni la dignidad nuéstra.
La mentira
que vamos a deciros es'
25
ElNRIQUIIl
R
El S
or
R
E
P
O
tá concebida
de modo tal que podria confundireela
('on la verdad. Así creemos disimular a atenuar nuestró pecado. Antes nos proponíamos :divertiros sin reparar en la buena apariencia
de los medios. Se nos
observó que delinquíam,'s,
y abolimos entonces
cuanto pudiera ofender la venerable preocupación
vuestra.
Excusad, pues, si no conseguimos
arrancaras
el alado SUSpii"O ni la exelamación
regocijada
de antes. No
juzJguéis la q¡;e YEIrOS a deciros y a mostraras
s:jno
en razón de su semejanza
con los sucesos
ordinarios de la vida.
Es posible
que os obliguemos
a
bostezar
a veces, y que a veces
os inspiremos
repugnancia:
disculpad, pero ello es necesario para que
nuestra
farsa no parezca farsa, J' para que de vosotros se aleje toda idea de que os estamos engañando.
Dejar·se engañar
es propio de niños, y los hombres
han envejecido
demasiado
para que recuerden
que
un tiempo fucron niños. HOJ' han tomado la verdad
muy en serio, y nos obli,gan a menUrles con ella".
El auditorio
aplaude.
Le van a reproducir
la rila¡¡dad, y no hay peligro de engaÎlo. El auditorio
opina que la naturaleza
es la norma inequívoca
de la
verdad.
Ha olvidado que la naturaleza
fragua también sus fáhulas y engaños.
Y mientras
aplaude
el
auditorio,
un arco iris, que levanta ,hasta el cielo la
gama de sus colores imprecisos; se desvanece como la
suave irrealidad
de Ofelia, y el miraje remoto del
desierto es falaz, como falaz fue el sueño de Segismuntlo .
. . . . "pues estamos
en mundo tan singular
que el dvir sólo es soñar" ....
26
EL
TONEL
DE
DIOGSNE
..
•••
L
eonardo Da Vincci consideraba
las excelencias
el..:.
realismo,
y trajo
a cuento,
de los dibujadc
clásicos de Apeles, aquellos en los cuales verificó ci
heleno el desarrollo
historiado
dë un tema. ("La C2'
lumnia").
Pura él Vincci, la imitación
fidedigna
d:
la realidad
era lo que hacia famosa la creación de ¡
griego. nIas no reparaba
en que, si se hubieran
exa
minado las figuras a~sla·damellte, una a una, con presciendencia
de su correlación,
es probable que ~c eL
contrara
en ellas una perfección
técnica consumad:!.
que con elocuencia nos hablase de la mano admirable
que delineó los rasgos.
Pero la coherencia
del cor..
junto, las armonías
resultantes
entre lDé>contorno:
del dibujado, esa indefinible
correspondencia
de la:
formas i. no se sacrificaba,
al aislarla's, puesto que nt
era re~;ultado de la fiel reproducción
del natural?
Las uvas maravillosas
del pincel ático, en cuyo di·
bujo y colorido puso el autor naturalidad
y perfecciones tales que lo.s pájaros engañados
se llegaron :.
picarlas, no prevalecerán
mucho tiempo como los sirr'
bolos del arte perfecto.
Jamás el arte ha sufrido des·
viación mayor de su meta que cuando se pretendió ha-o
cerlo realista,
porque la aspiración
del realismo fur
la de alcanzar, en la creación artística,
una reproduc'
ción escrupulosa
de la verdad, de manera de presentar las obras como el trasunto
fiel de la vida, come
la traducción
literal y exacta de ésta en lo plástico
ciñéndose
a lidedignas
imitacione5.
Y Da Vinci in
currió, cuando teorizaba,
en esta ilusión, aunque de
:elIa se apartan ~i€mpre las obras legada.s a la pos·
27
ENRIQUE
R
E
8 T
R
E
P
O
teridad por el prodigio de sus manos.
La escuela rea1ista omite la consideración
mâs importante, y es ella que la función propia del arte no
<:'onsiste quizás ën la reprodu,ëcion sfno en la interpre~ación de lo real. N a es a "la copia-reflejo'
inerte-a la que debe aspirar, sino a una idealización de
1:>s ëOB813.cTespojándolas de su dureza para vestirlas
con los tintes m!\ravillosos del ensueño, con los claroseuro.'; de In penumbra ideal, con las coloraciones vi~
gorosas de la fantasía.
Ni es tampoco la finalidad del
arte el buscar las exactas relaciones que entre sí las
cosas poseen, siño encontrar en e-lIas las analogías escondidas y evocadoras, un aIgoae
misterio y de encanto que las ñace aparecer más bermosas a nÜéstras 0.1013,y WU'èce que las exaltara a una visión supratërrena,
cuya última razón desconocemos.
Para expresar matic~s delicados y sutiles del pensamiento busca el pOeta las imágenes. las hace plásticas, tangibles.
como si por maravillosa
virtud sus
manos de mago- dibujaran
los rasR'Os suge'stivos sobre el pinna de nuestras almas, dispuesta-s a impresionarse con aquellas sombras y" colores ideales que
saben evocar los de nuestros sueños ..
Sonríe el mármol in13ensible bajo los golpes que en
su fría dureza ciñcelan la graciosa contracción
de
una boca. Germina el milagro àel movimiento en la
pied:r?, estéril cuando el genio dël escultor le ha infundido un l-álito de vida y de Ïnspiración.
Las vibraciones soñaras, indómitas y dispersas, acuden obedientes al conjuro de la mano del músico, y hechas
frase!'! de ondulante armonía, aunadM en ritmos ea-
28
lIlL
TONEL
DE
DIOGENEB
dentes, se Jlegan ha~ta nosotros a hablarnos,
en peregrino idioma, del mundo ideal que vagamente
presentimos.
Lienzo o sinfonía, bronce a po·ema, el arte
es como heraldo de una vida lejana, envuelta en brumas, y formada más por girones de anhelos oscuros
y de ilusiones
imprecisas
que por los elementos tangi'bleg, que constituyen
únicamente
la materia de 3U
estructura,
'pero no su espíritu.
Su virtud consiste
ê:' <;,:gcrirnoshasta
dónde nuestro
deseo es capaz,
:> en mosh-arnos perfeccione:> superiore·s a toda perfección cO!locida.
Pero una reproducción
de la real, así fuera la más
ceñida, ¿, podría acaso sustraemos
al contacto
que,
monÓtona, la verdad nos ofrece? Reproducir
no es
creH: la reproducción
mata el espíritu como la creación la exalta. La reproducción
excluye la iniciativa ~. el temperamento;
con ella, la visión y la inteTpr.etación de las cosa·s se extingûen,
y la visión I y la
interpretación
son factores
esencialísimos
del arte.
El ?rtc como reprooueción
y la reproducción
como
arte, extremando
los conceptos hasta convertir
cada
uno en sinónimo dEl otro, :necanizarían
la función,
ellviieciéndola;
la consecuencia
fuera el trueque mezquii10 del arte en art;iício,
de la idea en materia.
Porque por principio padece el naturalismo
un error
que consiste en considerar
como realidad
solamente
a k f~rma, a la,; elementos ,geométrico-s, que son apena~ aspectos de la realidad, omitiiendo la que es más
esencial, que es .al espíritu, lo m6vil, la vívido, lo que
está más allá de la froma, y es como núcleo invis1~
ble alrededor del cual la forma se congrega y se anima. En la creación artística,
la materia
representa
29
R
ENRIQUE
It
8
T
B
m
p
o
eolamente el elemento de que el espiritu se lIirve para expresar sus si.gnificados: es lo que la palabra ell
a la idea, el v€hículoque tra,smite, el momento que
traduce, el signo que exterioriza y hace perceptThle
la voluntad que alienta en el fondl> de las cosas.
Pero aun en el supuesto de que la misma reali<làd,
palpitante, móvil y no susceptible de ser paralizada,
pudiese sujetarse para estancar uno de sus instantes
dentro de la exacta reproducción, ¿,sería ésta emotiva? ¿ Nos sentiríamos ante ella sobrecogidos de esa
elevada voluptuosidad que en nosotros despiertan las
obras artísticas de consumada perfección?
·Más parece que la misión verdadera del artista es
la de vestir con caracteres de verosímil apariencia
la vaguedad inefable de su sueño, y aprisionar, en
la forma rasgos del espíritu, víei.ones de fantasía en
el color exuberante, o pensamientos furtivos en la letra. Forzar la realidad a ser artística es forzar la
naturaleza de lo real: constreñir el arte a reproducir
simplemente 10 real es forzar la naturaleza del arte .
•••
xaltado a la escena, el naturalismo desnudo enseña aún más su complexión ayuna de encantos. Un despojo anquilosado de la vida empírica del
día, una representación analítica de síntomas decadentes a de voluntades enfermas, p6dría ser el motivo de una exposición patológica feliz, mas no la
fuente en donde el arte abreve 'sus inspiraciones. El
E
30
EL
TONlllL
DE
DIOGEN1ll8
fragmento
sedentario
de una vida que no trascien3e
los limites de la rutina, el episomo insignificante
que
no se encumbra
hasta lo heroico, ¡, son aca,so dignos
de la unción suprema de Esquilo? Aquella dramática
contemporánea
que alcanza aplausos
de una mayoría ululante
y frívola,
¡,no es profanación
de los
fueros de Thaalia?
¡, Qué nexos con las báquicas
ern"
briagueces
de la tragedia primitiva
conservan las visiones enfermas
del teatro llamado hoy naturalista?
Para 108 ojos ávidos de belleza, a que la Id-esa.:1iñada
exp03ici¿n de problemas
convencionales
no sacia, ni
hall:m deleite en la representación
de mezquinas
dificultades
conyugales-mejores
para pasadas
en silencio, en el seno de la intimidad-el
"drama" actual
suele ser un extravío del sentiao estético, una divergencia del arte hacia la cátedra plebeya, que quiere
corr2gir
o encauzar
los sentimientns
de multitudes
indoctas.
¿ Qué de emotivo, de sensacional,
provoca el
trasunto
fiel de una naturalidad
insípida e inexpre"
siva? ¿Cuál es la imagen fidelísima
del "hombre de
cada día" que lleva a la escena u"na palabra noble, un
acto heroico o un garrido continente?
Si para el escultor el desnudo es motivo predilecto
de inspiraèiones, ¡iara el trágico el alma desnuda,
despojada
de
los l:ábitos convencionales
que la enlazan, y el pensamienio sincero, más fuerte que los obstáculos que entorpêcen
su vibración,
-serán también
dignos mati,
vos; pero sí c,l "drama" contcmporáneo
exhibe la desnudez, no cs, hïí.bitualmente,
la desnudez apolinea y
hermosa,
sino la afrentosa
y encubierta
vergüenza,
la àcformidad
realzada,-exagerada
acaso. --l¿ A-rdid
para exa.cerbar
nuestra
repugnancia
e inspirarnos
::n
E
N
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Q
lJ
!l
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S T
R
E
P
O
'propósitos
de enmienda 1 ¿ Y la fn"ición
e!tética?
Y
el arte? ¿ Qué omisión lamentable
se hace de lo esencial?
Traducido
al lenguaje de Esquilo, el gesta cotidiano, enfadoso, evocará tan sólo una escuálida
imagen
del hastío. El héroe, y sólo el hérce t i€ne ~·l a,~~eso
franco
a la cumbre de la tragedia;
ei héroe de sangre ardorosa, divinizado, avasallado
por la pasión íntegra y fuerte, el héroe cuyo gesto augusto es la conforme manifestación
<leI empinado pensamiento
o del
deseo a,ltísimo; el que, soberbio, se revuelve acosado
del infortunio y se le enfrenta,
erguida la cabeza bravía, que luce por blasón un entrecejo
crur.ado de luminosos pensamientos.
Quizás su labio esqu ivo e::;bozará una sonrisa de desdén para la cólera de Zeu.;;, o
]ooS hombros hercúleo.;; se encogerán
irreverentes
ante la amenaza del Dios-Ra'Yo. Las pasione·s íntegras,
indómitas,
dictarán
la ley reguladora
de sus actos,
y en el fondo de su sér arderá candente el fuego de
una voluntad
salvaje, enérgica
e invasora.
Ceñidas
las sienes con la corona del infortunio,
él obedecerá
tan sólo la voz del destino que lo impulsa.
:Ejecut<J~
de los mandamientos
irreversibles
de lo escrito, su
puño esforzado se alzará para cumplir el designio que,
por "ir1t:d èe t'n dicl',alinA'a
fn el a nirr.<nso' ,ce'razón. La clámide de los deseos será la vestidura
que
desgarra
la enemi,ga zarpa calamitosa,
y tendrá
por
rival sola a la mu,erte, única que en el polvo humille
la frente exangüe del caído. Símbolos eternos, las figurashero;cas
de la tra,gedia encarnarán,
no el efímero momento de la época, ni la palabra pa,sajera de
un día, sino la de inmutable
que hay en nuestra na32
E
J,
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O
N
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L
DEl)
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E
N
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B
turaleza.
Su grito será el grito cuyas vibraciones
se
dilatan abiertas,
cual un eco, en las profundidades
del tiempo. Su.'! dolores serán hs dolores de la humana estirpe;
sus pasiones; las pasiones que desd~ el
ignoto albor de nuestro origen fueron la esencia misma de nuestra sangre:
hé ahí cuanto de humano ha
de haber en él.
Un poeta altísimo "que de há tiempo se esfuerza
por reivindicar
para el teatro latino la potencia del
ritmo, y de restituír
sobre la altura escénica e1 do•.
minio de la vida ideal" ha dicho: "¿Es necesario
repetir aun que en el espacio e·scénico no puede haber
vida, sino un mundo ideal? ¿ Que el Carro de Thespis, semejante
a la Barca de Aquetonte,
es tan leve
que puede soportar apenas el )eso de las sombras o
de las imágenes humanas?"
(1).
Cla!:lemcs por el advenimiento
de un arte trágico
más alto; por un arte en el cual se fundan, en convergencia maravillosa,
con el ritmo de la palabra,
las
alucinaciones
del vidente; por un arte que sea la tangible encarnación
del ensueño, y que hable, con dulces modulacioncs,
el lenguaje de cuanto germina dor- .
mido en nuestra profundidad.
Que, grito rcgo-cijado
y victorioso,
se alce para anur..ciar a los hombres la
caricia de desconocido
deleite, o, alarido salvaje, sea
el espíritu
precursor
de tormentas
que nunca antes
conturbaron
el ánimo-. Nuncio de pasione-s más fuertes, estímulo de sentimientos
más nobles, inspiración
de ideales más puros, arrancará
de las entrañas
del
(1) D'Annunzio: "Dell'Ultima Terra
Bianca Di Pallade".
[rll
LontRnR E Della Pie-
ENRIQT1E
R
El
S
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R
E
P
O
símbolo su palabra egregia, y la inagotable fecundidad de la analogía engendrará para su boca el verbo
omnisciente. Fejiz comienzo de la renovación de un
£entido exangue, ¿ no exaltarâ la estética moribunda
del día a concepciones mâs felices y perdmrabloo?
--
....
EL
TONEL
DE
DIOGENEB
•••
P
adecemos la ilusión de creer conversador más ameno al que sabe escucharnos, y nos figuramos el
más inteligente
al que nos contesta
con nuestras
ideas .
•••
ombatimos con obstinación ideas que oSan nuéstras,
e impugnamos hasta las convicciones propias si
alguien se anticipa con acierto a expresarlas,
y se
acreditan
de originales .
C
•••
P
ara los sabios, el peor error es la verdad cuyo dea~
.cubrimiento
se les ha arrebatado.
D
eseo, geniecillo travieso que maliciosamente
avi.
vas el fue.go de las pasiones
en el corazón
de los hombres: ¿ por qué no enseñas a las mujeres
que se a'bstengan de cumplir tus votos? ¿ Ignoras tú
que con sus favores extinguen ellas la llamarada que
tu soplo enciende?
ENRIQUE
R
E
S T
R
E
P
O
•••
G
ustamos de dar consejo al prójimo, no por el bién
que pudiéramos procurarle, sino con el fin de
buscar admiradores
a nuestra prùdencia,
•••
H
ay tres clases de silencio: el del sa'bio, que desconfíade sí mismo y calla, el del prudente que
recela de los demás y escucha, y el del soberbio, que
teme no ser oído y prefiere no hablar. Pero hay aún
otro silEncio, ccmparable sólo al de la nada; y es
el que más inquieta: el silencio de los imbéciles.
tltItI
G
alantería póstuma.-Había
tenido una clara razón
,
hasta el día en que fue conducido al manicomio.
Al verla e-n~rar,-un loco lo consoló diciéndole: "Hermano: es preferible
haber tenido una vez razón, :i
perder la, a ser toda la vida un imbécil".
tllIlI
L
a modestia no es una virtud, sino la manera más
.
eficaz de neutralizar
los efectos agresivos de
la vanidad y del or¡uIlo.
EL
TOl'\FJI.
OF.
OIOG¡;;Nl":~
A
vosotros, Cínicos de Atellas, ostentadores
de [:~";'
precio a la opinión ajena; a vosotros, los ~l>
cogidos de hombros, los de los labios desnivelados
p ..
mo'hín despectivo,
os preguntamos:
¡,qué fundal!lfl:¡
to hallásteis
p:lra cimentar el respeto a la propieQ;.¡
y al den~cho de los otros, que también
p:redicabai:,
Porque, segúh v-osotros, con la excepción
de 18 ()!';nión ajena, todo la ajeno es respetable
y debe r<::\,
petarse. Tales son vuestras reglas: pero en la realid;ui
de la vida y de los hechos esas reglas se respetan .'ci"
gracias,
a la excepción. ¿No sucumbirían
propieda¡:
y derecho ajenos si sucumbiese
esa disposición
;::
ánimo, común a lOS hombres de bién, que consiste '~l¡
sacrificar
su utilidad en holocausto
a la vanidad
..
una buena reputación?
Pensad
que la honradez
una humilde
tributaria
de ia opinión ajena.
Y i.n
que esforzarse
en provocar el naufragio
de esa V"il;
dad, si con ella naufragan
sus adictag hijas las \ ¡l'tudes, y si la nave que gobierna
ella eg quien conduce a puertos desconocidos
el fesoro de nuestra civilización?
<.
***
os raros espíritus
dotados de una sagacidad
que
anticipa
los sucesos, de, un dón de previsión
prol~tico, son generalmente
miopes si se trata de mirar las cosas actuales.
Mient¡as
sondean el po;rvenir, mientras
predicen
los acóntecimientos,
la realidad actual ésta como velada para sus ojos. Aman-
L
87
ENRIQUE
R E B T R E P O
tes de una singular especulación,
abandonan
la del
presente en aras del futuro, y desdeñan redimirse del
mal que les aQ.ueja para l-lrevim:rse del mal sU,pue:s-
to.
Encierra una enseñanza la fábula antigua de Tiresl ...•
s, aUlvino y ciego: si Zeus le conceuió dón de
p¡·ofecía. Hera le privó de la vish. Y es curioso que
n¡;(Le cree en los vaticinio;:; de estos hombres hasta
que la experiencia los ronfirma.
ge duda de cuanto
meen cc.mo se dudó de los augurios de la inspirada
'LaS4ndra. ¿Acaso Apolo determinó tambIén que no
se diera crédito a sus palabras, en castiga de a,guna
promesa incumplida?
•••
E
:toicismo, o filosofía del avestruz-¿
Oisteis hablar
de una manera de curarse de la nece·sidad sacn£:cando el 'apetito '! ¿ De una anestesia que consiste
en abolir el dolor cortando el miembro
adole.rido?
¿IDe un si<>temade privarse de 103 olores desagradables atrofiándose
la nariz, y de acabar con la enfermedad suprimiendo
al paciente? Se llamaba estoicismo. Lo inventaron los cínicos y la profesaron
los ...
èS décir, no la profesó nadie, pues los estoicos
se con2entaron con predicarlo.
Reslllta excelente para 50orellevar las calamidades
ajenas, y para dar consej o ai. ... de·snudo. Cree que del destino escapan mejor los que, contrayéndose,
presèntan menas superfici¡) al peligro, y que la muerte es menos rigurosa con
8B
EL
TO~EL
DE
DIOGENES
el que se finge ya muerto cuando la siente aproximarse. Al decir de los cazadores, la zorra tiene una
idea muy semejante;
y cuentan del avestruz
acosado
que se cree ya en salvo si Emtierra la cabeza en la
arena y cesa de ver a sus enemigos .
• **
C
omo se incurre en tántas confusiones,
no es extraño que se confunda a la avaricia con el egoísmo. iPero nada tan diferente,
tan desemejante,
tan
opuesto como estas dos e ()tS as ! La avaricia es una aberración como tántas otras: inexplicable,
si se quiere,
pero en ningÚn caso explicable
por el egoísmo.
El
avaro 10 sacrifica todo al apetitol de reunir, de atesorar, de amontonar
dinero, sin otro propósito
que el
de vulo reunido.
Se priva de 10 indispensable,
prescinde de la sati.sfacción
de las necesidades,
renuncia
a lo·s afectos, a los honores, a la ajena estimación
y
a los placeres, por virtud de :.ma monomanía muy parecicia (si no idéntica)
a la de los coleccionistas
de
estampillas,
de libros. de antigüedades
a de mil otrr.s
COSlliS
superfluas,
que parecen a ellos objetos preciosos. Y así, para el avaro el dinero es un objeto de
esta clase: no tiene otro fin que el de ser atesorado.
Hay que pensar en la abnegación,
en el de~interés,
l'Il e: sacrificio
de sí mi'Emo, 'que el av£~'ù h"\ce, en
lus desvelos y la., mortificaciones
a CJue da origen su
pasión, para, cie eée modo, no ser con él intransigentes. ¡'Cuántos ~sj'uerzos que rayan en la heroico para
ENRIQUE
R
E
El
T
R
E
P
O
evitar la disipación del caudal! iQué permanentes
diligencia ;r cuidados para defenderlo de la codicia
ajena y, lo que es peor, de las propias tentaciones!
El avaro es, entre los asz'etas, el más perfecto. A sabiendas de que el dioo que idolatra no ha de re,compensar sus privaciones, no por eso la adora tibiamente,
ni vaciJa en sacrificarse
a él. Tampoco ignora que BU
culto es perseguido y denigrado, ni que su dios in-spil'a tentaciones fa-¿afes: él sabe que su vida está en peligro continuo; pero, sacerdote celoso de su ídolo, se
constituye su guardián,
dispuesto hasta a inmolarse
si es precisa. La prodigalídad,
la largueza, son a sua
ojos profanaciones.
Contempla con secreto rencor a
los desgraciado •• que las ejercen, como a seres abominables e indignos.
Na atesorar le parece odíoso.
Los profanos io miran con desprecio. Incapaces de
comprender -su culto, no tienen para el asceta una sonrisa de benevolencia. Son los espíritus
egoístas, tos
sensuales, porque ellos, aunque veneran
al mismo
dios, la veneran interesadamente,
por las satisfacciones y beneficios que procura. Jamás podrán entender el e-spíritu de sacrificio ni el sentimiento
de renunciación del avaro. Y, sin embargo, nada hay tan
inteligible
como ese sentimento
para los que saben
que el hombre es un animal que v'enera, para los que
se han dado cuenta de que la idolatría es la más natural y poderosa de las inclinaciones.
Son pocos 10-8
que escapan de la idolatría .Cuando
se emancipan de
un dios, no tardan en crear otro a quien rendir culto. Hay gente.s, por ejemplo, qué se proponen la cultura física.
Empiezan por considerarla
un entrete40
EL
TONEL
DE
DIOGENES
nimiento ventajoso
para la salua, para la fortaleza,
el vigor y la a~dlidad del cuerpo. Poco a poco pierden de vista los fines que perseguían
y se convierten
en a·~letas. Consiguen un desarrollo
de los músculos
que de nada les sirve, pues f<S, a la pCi¡Stre, tan su"
perfluo como el tesoro del avaro. Otros se proponen
ilusb'arse,
teniendo
acaso en mira la futura
aplicación de sus conocimientos.
Hay que ver el desvelo
flue gastan, y las horas que consumen
en el penoso
e.studio de libros áridos, para que degenere al fin su
afán en una eruáición sin objeto ni consecuencias,
tan
superflua
como el tesoro del avaro. De Lobatchewsky, inventor famoso de la nueva geometria No ..EucJí
diana, se refiere que habiendo
'sido interrogado
so'
bre :a utilidad práctica
de su invento, contestó:
"No
tlene, y, a Dios gracias, nadie habrá capaz de hallarle rïunca aplicación.
Luego aquella teoría, tan
c"e"
lebrnda de la ciencia, es superflua
también,
como el
tesoro del avaro. Y mil y mil más hay que <se crean
un culto, y en él ejercitan
su virtud, su paciencia, su
consagración,
y a él ofrendan su bienestar
y sus placeres, acaso porque asi los multiplican.
Y con todos
el10s somos benévolos, con todos somos translgentes.
j Si hasta
los celebramos y exaltamos!
¿ Por qué, pues
negar nuestra piedad a los maniát1~os è.e ia ··fiq'l.eza
sin frutos, que sacrifican
la salud, las necesidades,
la.s alegrias y los afectos a su pasión de amonto-nar,
<ln arcón cerrado, el medio qu,e proporciona
estas èosas, que se convierte
para ellos en fin único de la
vida?
41
R
ENRIQUE
E
B T
R
E
P
O
.-L
as leyes, que al decir de los filósofos no fu-eron en
.
un principio sino la reglamentación
de las costumbres, se olvidan de evolucionar y renovarse con
sus modelos, y se convierten a veces en escollo del
sentido moderno de la equidad. En casos tales, toca al .k~7, saber por quien prevarica, si polr la l-etra
de las ley€<sen detrimento de la justicia, o por la JUSticia en detrimento de lai leyes.
-.E
l hombre prosperaba.
Le sonreía la fortuna, y se
.•
detuvo a contemplar,
satisfecho,
la recompensa de su afán. "Herm{)so resultado-dijo-el
de mi
previsión, mi perseverancia
y mi talento. Ni mis cálculos fueron vanos ni inútiles mis esfuerzos. El éxito ha sido su sanción y su corona! ... i Bendita seas,
creación mía!".
Vino la adversidad.
Cambió el rumbo de 108 acontecimientos.
Abatió el fracaso sus empresas y frustró ..sus planes. Sumido en la ruina, desesperado, se
dijo el hombre: "Quién podía preverlo? ¡Es la fatalidad ensañada contra mi! ....
j
Maldita
seas, obra del Destino l' .
42
EL
TONEL
DE
DIOGENES
***
erpiente de dos cabezas es la envidia que anida en
el corazón de los mezquinos y, oculta ~m él, ha'
ce sn do-ble daño: de una parte muerde al envidiado,
de la otra emponzoña al envidioso.
Y se aplaca s:510
cuando el bién que la enfurece se pierde, cuando des'
aparece el mérito que la indigna, cuando la virtud
que 'la irrita ha sucumbido.
La desgracia
es su contraveneno.
S
L
***
a ignorancia
se exhibe alardeando
de la mucho que
sabe, y la sabiduría
hablando de la muC'l~o ql~e
ignora. Son sus temas favoritos y sus medios de expresión inequívocos
y constantes.
***
D
a mucha importancia
a lo que dice y ninguna
a
lo que le dicen. Es un perpetuo monologui~ta
a quien la vanidad
hace sordo, ciego y locuaz.
Se
aturde de tal modo con el ruido de sus palabras
que
no cae en cuenta d.el fastidio 'que causa.
I
***
H
ay poetas inspirados
que sacrifican
su espontaneidad en aras de la acrobacia
retórica.
De ;u
lira hacen un trapecio y se contorsionan
en él. ¡Es
mucho mérito si no desafina:!.!
43
Il: N
R
Q
u
El
R
El S
T
R
El P
o
***
L
os dones del avaro son como fruto¿¡ de árbol desconocido, que ,se los come recelando si serán
venenosos .
•••
P
ara conservar los amigos es tan útil disimular lo
que sabemos de sus defectos como lo que ignoramos de sus virtudes .
•••
N
o sería osado afirmar que, en resumen, el cinismo
de Diógenës nacia de un amor eX3igerado a la
libertad. Renunciaba a las riquezas y al mundo porque el mundo y las riquezas le privaban del mayor
bil.'l1: su independencia
de todo y de todos. Sacudla
1,1 tirania
que la hacienda ejerce sobre aqueIlOls po'"
<~edores de quienes hace StlS esclavos.
Para él, el
,~:eño de que se disfruta sobre la dura tierra, a semeianza de 103 perros vagabundos,
es apacible, mucho
n·tg rrHille
çt'e el n'd,o
ZC7Cbrate del ql',e, 'en,
11ll11ido lecho, se desvela por la pérdida de tesoros
'lue, a la postre. de tesoros tórnanse en verdugos de
la tranquilidad.
Como por cnminos diversos sé llusca a veces el mis-
EL
TONEL
DE
DIOGENES
ma resultado,
Diógenes buscl'.ba con la pobreza voluntaria la que buscan otros con el dinero. Hacía de
ella el elemento por excelencia
para vivir cc.nforme
a su voluntad. sin depender de otros. El fin má.s alto
del dinero es conferir a quien la posee eSe género de
nobleza que le permite disponer de su tiempo y de
BUS ideas,
de la misma manera que Diógenes disponía 'de los suyos. Para obrar libremente,
así como
para hablar libremente,
es necesario
no temer a Jas
consecuencias
de nuestros actos a palabras.
Y la independencia
que proporcionan
las riquezas es base y
elemento
importantfsimo
para respaldar
la sinceri~
dad. Mientras
no se convi€rta
ën amo nuevOl, mientras sepamos dominado
<sin permitir
que él nos domine, el dinero es el agente más eficaz para obtener la libertad
que Diógel'"es, como todo hombre de
criterio sano, ambicio·naba.
Como es muy humano, en casi toda meta que se
proponen realizar los hombres acaban por confundir
el medio con 100 fines, y así ocurre a la po-stre que
se o-lvidan de para qué buscan el dinero, llegando a
creer que por <sí mismo legitima el empeño puesto en
haIlarlo.
Nuestra
vida contemporánea
está llena de
contrasentidos
semejantes.
Hoy se dice que el tiem,po es oro
¿Podría
decirse un absurdo mayor?
¿.Podria decirse nada que pugne más con la verdad
y aun con la misma naturaleza
humana, por la menos en la que ésta tiene de _sensato? Las cosas ocurren al contrario:
el tiempo no es oro. Pero, en cambio, el oro sí es tiempo, pues con él somos dueños de
de disponer de nuestras
horas de la manera que nos
45
R E B T R
ENRIQUE
E P O
plazca, sin que nos urja enajenarlas
en beneficio oe
otros. Quien ta] puede hacer no es esclavo: es ciudadano, en e] sentido noble que los romanoo daban a
la palabra.
Mas volvamos a Diógenes.
Diógenes es un caso interesante
de hombre que se propone alcanzar
esta
emancipa:ción,
y para ello pone en práctica
opuestos
medios.
Diógenes quiere ]a libertad,
pero en vez de
buscarla con ]a riqueza, la busca con su contraria,
]a
pobreza.
Es él quien, temiendo que los bienes sean
un escollo en el camino que se traza, prefiere renunciar a los bien€,s. Abdica de las· comodidades y de la
holgura
porque cree que la encadenan,
que la obligan a servir a otros para tenerlas.
Cuando Alejand!"o
le manifiesta
aue está dispuesto a concederle
]0 que
pida, el íilósofo pide 8ófo "qu"e se aparte de ahí el
monarca,
y que no impida, con su sombra,
que le
llegue la lrz del Eol". Fu€s la luz del sol es beneficio que Diógenes, como el resto de los hombres, recihe 'le la naturaleza.
de la que quiere recibirlo todo, sin que precise depender
del rey. D.n beneficio
del rey la obli.garía a contraer con él una deuda, por
la menos de gratitud, y esa deuda, ¿no iba a estorbar
que Diógenes juzgara li.br€mente al rey? De esta suerte, sólo ]e pide la que no· le ha dado ni puede dar le:
un rayitode
sol.
Desgraciadamente
para los hombres, no todos pueden, como Diógenes,
pasarse
.gin los beneficios
del
rey, A cambio de ellos venden su libertad
de acción
y de conciencia.
Para adquirir
la que dispensa
el
rey abdican de su juicio, esclavizándolo.
Por eso elige Diógenes otra soberana, a la cual sacrifica muchas
46
EL
TONEL
DE
DIOGENES
cosas: la pobreza.
Por eso hace voto de miseria voluntaria,
y arrastra
con satis:acción
sus harapos, en·
rostrando
a quienes la desprecian
el error en que están y la cobardía de no saber, cqmo él sabe, {\ncf:g.uIlecerse de la indigencia.
De seguro qUi! no ha sido
Diógenes el único en seguir este camino. Santos cris'
Uancs hubo que hicieron voto de pobreza; pero esta
pobreza era el rescate
que pagaban
por la eterna
b:enaventuranza,
mientras
Diógenes aspiraba
sólo a
g~;nar con ella su perfección
espiritual.
El renunciaba a todo para así sentirse
senor de todo. Su cinis'
mo-reacción
violenta
contra los valor.es entendidos
que la opinión adhiere a ciertas cosas, escepticismo
con respecto a cuanto se considera honorífico, a cuanto convencionalmente
se poetiza y se embellece-se
levanta para inù:icar que muy bien podemos reírnos
de estas cosas, como se ríe el hombre de maduro juicio de los temores candoroso~ del niño. "¿ Qué es un
cínico? se pregunta
Wilde-"Un
cínico e·s un hombre
que (3onoce el precio de todo, y el valor de nada". El
cinismo tiende a desvalorar
la falsa moneda que circula como legítima por la<:l manos de la vanidad, 'del
interés y del temor. El cínico denuncia valerosamente 21 fr;ude.
Y como se capta el odio de los perjudicaclcs, de él quieren vengarse,
despojándolo
de los
honores y de los bienes.
Ma.s, ¿ qué pueden
contra
quien ya se les ha adelantado,
repudiando
bienes y
honores?
La renuncia
la hace invulnerable.
Pero el filósofo
nO repara en la vanidad que, mañosa y circunspecta,
sonr5e a sus espaldas, y con artes diabólicas
la tienta para arruinar
su fuerza ....
En efecto, insenólible-
47
ENRIQUE
R
E
S T
It E
P
O
mente, la muy ladina le sugiere 1"a soberbia de su humildad, y le hace creer en el tesoro de su pobreza.
Tan ufano se muestra
de esta última como el más
rico de los ricos s·e muestra
ufano ·de su haÓend31.
Desde 'entonceB, no ce,sa de hacer apologías de su humilde vivir y del vestir humildemente.
En elloi está
su flaco, la debilidad por donde sus opositores lo asedian; pues, poetizando
y e-:J.salzando la pobreza,
incurre en el mismo vicio que condena: el de atribuír
a las cosas un valor ilusorio.
Olvidase de que la po'
breza es un medio, como es un medio la riqueza, y
en la profesión
y ejercicio
de aquélla encuentra
el
frívolo orgullo que los ricos hallan en serlo.
ET.
TONEL
DE
DIOGENI<JS
La parábola del fastuoso Diógenes
amino de Atenas, iba Diógenes de regreso de Mégara, apoyado en su largo báculo y terciado al
hombro el zurrón, compañero
inseparable
suyo.
Un caminante
rico le detuvo para decirle:
~Te reconozco, perro.
Enséñame
algo y te daré
de comer.
-Mientes
!-dijo
el cinico mirando
la
opulencia
del caminante.
No me reconóces.
No puedes reconocerme. Si así fuese, y,a hubieras
aprendido
alguna
cosa de mí.
-Te
reconozco replicé el hombre por tttdoble palio 'harapiento,
por tu zurrón y por tu bácula. i. Tienes mayores bienes acaso? Si los tienes, confiésa. que no los llevas contigo.
Hermes te depara
la fortuna de viajar en mi compañía.
No tendrás sed
ni hambre, pues llevo provisiones
y dinero para satisfacer
las necesidades
de ambos.
Diógenes no contestó.
Los dos hombres continuaron juntos el viaje.
En una curva del camino, unos ladrones
los asaltaron. Cayeron sobre el rico, y moliéndole a palos, la
despojaron
de cuanto llevaba.
Desnudáronle
de su
palio, s'uquearon su bolsa y le raparon ávidamente
las
provisiones.
Diógenes se sentó a contemplar
el despojo y reía
a C2.rcajaùas.
Cuando lo.s ladrones
terminaron
su
obra, se incorporó y les dijo:
C
49
R E S T R E P O
ENRIQUE
-"Robadme
ahora mis bienes, si podéis.
Cargad
con la sabiduría
de Diógenes, si os sentís capaces.
Tomadle sU virtud, si la virtud os estimula codicia.
Porque, sahed que la riqueza de Diógenes ni se guarda en arcones, ni ,se lleva en alforjas, ni está a merced de ladrones y foragidos.
La riqueza de Diógenes
reside en su pobreza misma, y bien sé que eso no es
lo que buscáis vosotros".
El capitán de los ladrone·s escuchó con admiración
aquellas palabras
y, movido por eUas, mandó a sus
hombres
que entregásen
a Diógenes
cuanto habían
"obado al caminante
rico.
***
'Cuando
los malhechores
se
alejaron,
Diógen-es
cubrió
la desnudez
de su compañero.
Tomó
agua
del arroyo cercano, le lavó las contusiones
y le devolvió sus riquezas.
Llegados a Atenas, el caminante
condujo a Diógenes a su casa, lleno de gratitud, y le habló a:(¡ :¡. "ILe
visto, Cínico, que eres el hombre más s·abio entre los
griegos.
Te debo un gran favor y una ,grande enseñanza;
quiero reccmpensar
tus virtudes".
Y mandó
a sus criade,s que le trajesen
ropas espléndidas,
que
le sirviesen exquisitos manjares
y le diesen una bolsa repieta de dineros.
Al ver el cínico los presentes, se encaró con su comrai1ero y le dijo:
-¿ Así comprendes
mis en.señanzas,
desgraciado?
¿Así recümpensas
los benefícios
que' recibiste de mí?
¡,Quieref!., enriqueciéndome,
despojarme
de mi ma60
EL
TONEL
DE
DIOGENES
yor bién, que es la pobreza? ¿ O exigir de mí neceàades en rescate de una prudencia
que de ningún modo quiero perder entre tus manos? Guarda tus bienes, ya que no eres capaz de tener mayores, y disfrútalos,
si te permiten
disfrutar los un sueño tranquilo, corno el mío, y una vid,a ajena de zozobra:S.
Guarda esas riquezas
que privarían
a Diógenes
de
a·queIlo de que ¡os ladrones no pudieron privarlo,
ni
podría arrebatarle
nadie. En la continencia
está mi
sabiduría
,corno est.á en la riqueza tu insen..satez".
***
Cuando
Diógenes volvîó al Metróo, donde
teñía
un tonel por vivienda,
tan ufano le vio Platón
de
su ostentosa miseria que, acercándose,
le dijo en secreta:
"Está bien, Cínico, que el pavo real esponje
su cola; pero ¿ por qué, si en verdad desdeñas al pavo, esponjas tánto tus harapos?
61
E
N
R
Q
n
F:
R
E
S T
R
E
P
O
•••
E 1 mejor
abogado de una causa es aquel que profesa exageradamente
1(\3 principios
contrarios.
Tan peligroso e.s el fanatismo del adepto como útii el
del enemigo.
***
T
uvo aptitudes sobresalientes
que se mustiaron
con
.
los primero,s aplausos.
La corona de laurel
comprimió sus sienes al extremo de ·aridecer su cerebro. Su actividad se redujo a hallar defectos
en la
obra ajena. Sobre su tumba van a poner este epita-
fia: La mayor ineptitud es la capacidad engreída.
***
D
isimular las faltas ajenas no es siempre indIcio de
,
benevolencia.
La pereza es más indulgente que
la virtud .
• **
D
esconfiemos
de los que asienten con excesiva facilidad a nue-stras
palabras:
son los peores
oyentes. Lo que en ellos tomamos por atención es casi
siempre ausencia de ella.
o
52.
EL
TONEL
DE
DI0GEN£~
***
onviene no exagerar
la im¡:ortancia
del elogio
hace de nuestra
continencia
un bebedor.
conmiseración
va implícita en el.
C
que
La
***
L
os
que mayor indulgencia
nos merecen son
los que pecan contra virtudes
que
poseemos
innatas, y las virtudes
que nos inspiran
admiración
más fría son aquellas de que -nos comprendemos
incapaces, Hay tántas censuras
envidiosas
como admiracio-nes despectivas.
VICIOS
***
E
n sociedad, conviene al hombre de espíritu
oculttl.1'
su ingenio, mientras
pone de relieve el de SES
interlocutores,
festejándoles
hasta las más
ineptas
ocurrencias.
Después, puede usar discretamente
del
suyo, si el fastidio no se la ha embotado.
***
P
ara afirmar, para neigar y aun para dudar, se nece.gita de un criterio de certeza.
El escéptico no
la necesita menas que el convenëido, pues niÚ- "creo
en ra duda, que es el camin::> menos e{j,uívoco doe la
53
4
r;
N
R
Q
U
E
RESTREPO
verdad". y hay escépticos que nt en la verd·ad creen,
pero sí en la manera de llegar a ella. ¿.pn.radoja?
No, paradoja
no, socratismo.
P(}rque Sócrates,
que
sól(} sabía que no sabía nada, ya sabía sin embarg.o¡
eso. Luego e-sa éra la base de sù convicción, su vercIad. Verdad que, como todas las verdades, era dog'~.
ma,Ica.
***
E
t~w
l ideal. de l.os principios
demo<cráticos fue consegUlr la 19ualdad de los hombres ante la ley, y
tard·aron en realizarlo.
Bastaron
dos generac;o~
de románticos
para que el mundo cambiara su
constitución
política de siglo-s. Pero la ley, que los
demócratas imag'inalon matl'ona austera e inflexible,
resultó ser una cortesana complaciente y astuta .. Era
más vieja y más ladina que los jacobinos exaltados
que pidieron sus favores para iodos, sin creer que
vulgarizándola
la envilecían.
Y la demo-cracia se propuso y obtuvo la igualdad de los hombres, pero no
la de la ley, pues ella supo acomodarse para mimar
a sus favoritos, mientras para los demás conservaba
el ceño adusto y la actitud implacable que imaginaron sus creadores.
Los demócratas la habían confundido co-n la justicia, sin notar que la leyes
apenas.
t:!l cadáver de la justícia.
Reciénpromulga.da,
antes
de que experimentáse
las primeras aplicaciones,
tenía aun los rasgos que permitieron
confundida
con
un sér vivo. Co·nservaba algo del calor y de la palpitación de la vida. Mas entró después en un estado
de inevitable descomposición,
cuando se la invoco y
.
64
EL
TOr-¡EL
DID
DIOGENEB
se apeló a ella como autorÍdad
más augusta.
Los demócratas
comprendieron
la veraaa,
pero era tarde.
Fue preciso sostener la comedia, combatiendo,
como
los ejércitos
del Cid, bajo el comando
de un cadá-
ver.
}1ientras
tanto, el espír:.tu de la Justicia
sigue
errante por el mundo. Hace, de tiempo en tiempo, apariciones a la manera de los fantasmas.
No se aparece a los despreocupado-s
ni a los escépticos, pero sí
a algunas gentes obsecadas que sé empeñan en creer
que no ha muerto, y las llena de preocupaciones,
de
temores y de escrúpu:.os de conciencia.
Así prepara,
en €l silencio, el misterio de su futura encarnación.
***
A
los necia-s. la sociedad de las personas ingeniosas
les incomo·da, y apená.S se resignan a ella cuando carecen de otra compañía;
pero la soportan en este caso extremo, pue:; la :dea de permanecer
solos
les aterra .Un necio ,e fastidia consigo de tal modo
que prefiere que ,atraE. le fastidien.
La soledad es su
martirio y su horror.
Su insipidez, su falta de ima~
ginación, le aburren tanto que le impelen a buscar intercambio
con gentes decididamente
antipátIcas
para
él .... Así -se explica que falto de mejores amigos, acuda hasta a las personas de espírltu cuando ,se -siente
solo.
El sentimiento
de aversión a la soledad, natural en
la mayoría de los hombres, ha sido uno de 105 es-
55
R
~
~
l' R
F. P
o
tímulos más benéficos que el progreM de la especie
recibe.
Si se examinan
sus influencias,
se hallarán
en él la raíz de muchos adelantos y la razón de muclhas virtudes.
Côntando conque el mundo se compone de una apreciable
mayoría ae necios, se comprende cómo las cüstumbres
han podido consolidarse
y
perdurar _ Si log hombres fuesen hÜelirrentcs todos, eR
posible que no hubieran
instituIdo
nunca la tribu.
la ciudad ni el estado;
anduvieran
vagando por los
oosques, incapaces
de soportarse
unos a otrooS_ Los
hombres 'Son sociables sólo en razón de la necedad o
de la indulgencia
que hay en ellos. Las personas espirituales,
de ordinario
inclinadas
a la misantropía,
conde.scienden
a vivir en comunídad
gracias al hábito, por el cual conservan un respeto instintivo.
Séneca recomendaba
"huir de las multitudes,
huír
de los pocos, huîr hasta de uno solo". Critón de Tebas, a un joven que s'e paseaba
solit.ario, parr o·i.rle'
exclamar que hablaba
consigo, dijo: "Cuida entonces de no encontrarte
en mala compañía",
denotando
qne aun en la soledad es necesario
precaver,se.
La
Bruyére afirma que los sabios huyen del mundo por
el temor de fastidiarse,
y Nietzsc,he "que los lleones
no andan en rebaños".
Pero conviene recordar
aquí
que, en tanto que los rebaños prosperan,
la espeèie:
de los leones parece próxima a extinguirse.
La fortaleza
que se aisla pisa el umbral de su decadencia, y el valor que menosprecia
la alianza atenta contl:a su vida. Epicuro, que fue maestro de ·;:onciliaciones, decía que "el mejor solitario es el que sabe estar solo entre la gente".
"ü
EL
TONI'}L
DE
DIOGENES
E.,
n literatura,
las imágenes
(;onstitu~7en la revelación más sencilla dz la idea. Pero ¡cuán difíri] .v laborioso
hallazgo el de la idea que t.ropieza con
.';:1 irnngcll fe] iz !
iI**
1T os ma¡:icomios
no ~Ol1, como se cree,
los lugares
donde se recluye a todas Jas personas
que carecen de razón, sino a las que, naôíendo
disfrutado
de ella, tienen un día la desgracia
de dejar compren(:er qne la perdieron.
A ser de otro modo, se halfarian tan concurridos
qu·e ningún ,gobierno estuviera
en posibilidad
de sufragar
el sostenimiento.
hay algo peor que escuc'har a un neci,o, es escuchar a varios necios cuando entre ellos discuten ideas generales.
i+**
57
ENRIQUE
R E S T R
E P O
L
a esperanza
e's un cheque falso que recibimos de
nuestra incertidumbre.
Lo presentamos
al destino,solicitando
el pa,go, y casi siempre la rehusa.
M'as no por es.o vacilamos en renovar el créaito.
L
a felicidad no es el fin d~ ia viaa. La vida es des'eo, y el deseo sólo renuncia
al cautiverio
de
los hombres mediante
un rescate de desencantos.
***
quel
farsante
que consiguió
hacerse
admirar
ae
la multitud es muy digno de su prestigio.
De
hombres que viven ocupados con
idea de su propia
grandez·a, obtuvo que dejasen un momento de admirarse para admirar lo a éL Tan magno trabaj a ¿ no
es ya u Il título para hacerla acreedor a la gloria?
A
ïa
***
fi otaroa
puso
un precio a la liberación
del hombre,
fue el sacrificio de los deseos. Sólo a esa condición permitía aspirar al estado perfecto
del nirvana.
Pero Gotama olvido que el deseo es el
y ese precio
58
E
L
T
O N
E
L
D
E
D
lOG
E
N
E
[;
carro de fuego que nos truspo<rta de las realida:ù'e"
dolorosas del mundo a las reaiidaues
de otro esta~:;
más perfecto aún: el ensueÏío.
***
quellos que hacen ostentación
dan al caminante
soI:tario
A
che le sorprende,
disimula
de riquezas recuer
que, cuando la no
su temor
cantando: .
•••••
Jt'l
LI
crédulo mayor es el mentiroso.
Porque
carec(
del sentido de Ji maLcia es incapaz de sospe-
charla
en los otros .
•••
n tratándose
de belleza, la mayoría de los hombre<"
es miope. N o la distinguen
sino cuando un aT-
E
tista
les tiama
la atención.
¡Y aun
59
así. ... I
E
N
It
Q
{J
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It E
S T
R
E
P
O
***
amistad,
donde
la confianza
es la puerta
se escapa er aprecio.
secreta
por
***
.AI
Os males presentes
nos parecen pálidotS si los comparamos con los males del porvenir;
los dolores próximos se tornan llevaderos ante la idea de los
doJe'res que habremos
de experimentar.
Una secreta
angustia
nos embarga si nuestro horizonte
se muéstra cargado de tempestades,
y hasta pasamos
inadvertidas las descargas
que ocurren alrededor
nuéstro,
por temor a los relámpagos
que fulguran
iluminando
cielos lejanos.
El mal actual pierde iô5re nosotros una parte de
su ascendiente,
porque se nos enseña despojado
de
los mif1terios con que vestimos
las calamidades
del
fl1turo; no ponemos en él ese contin,gente
de supers.tición con que imaginamos
las miserias
venideras,
y
el dios Destino ,es más clemente
para cumplir
sus
,'eredicto,s que para fulminar
sus amenazas.
***
Uxisten
ij
naturalezas
propensas
a abandonar
lución de sus destinos entre las manos
60
la iëiro'
del aca-
EL
TONEL
DE
DIOGENES
~o, y experimentan
voluptuosidactes
inefables
al suj,etarse a las determinaciones
de un ciego ázar.
De esta propensión
particIpamos,
en mayor a men~'r grado, toct,c'S los hombres.
En el alma de cada
uno duermen aletargadas
inclinaciones
de tahur que,
inusitadamente.
encuentran
para manifestarse,
una
oeasión, y aun precisamente
eligen aquella solemne
en que cuestiones
de gravedad
penden de una decisión nuéstra.
Un ingénfto sentimiento
de supersticion
nos atrae
hacia los arcanos escondidos de la fortuna, y nos ofrece maravillosos
horizontes
tras el velo de la im'previste. Gran parte de las esperanza,s se fincan en aquel
impenetrable
autor de coincídencias
y de accidenfes
que conocemos por El Hado, y complacidos
posponemos la recta calzada de la prudencia
para torcer por
el sendel'o de los acasos; po'rque éstos, aunque sombríos, producen
en nosotros
ia ilusión
de que -ëamin:'.mos hacia más àefinÍÜos y concluyentes
destines. ~os conduce la mano de la casua1idad de mejor
grado que nuestra
mano, y nos dejamos llevar así,
como ciegos a quienes un lazariDo misterioso
conduce a paraje,s desconocidos.
En condicionës
semeJantes r.ue'Stra fortuna puede exaltarnos
hacia las cumbres ,como precipitarnos
en el abismo, pero la que preferimos es una rápida e imper.sada solución, y el azar,
más diligente
que la prudencia,
se encarga de brindárnosla,
con los haiagos y fruÏciones
consiguientes
al riesgo.
61
ENRIQUE
R
E
B T
R
E
P
O
•••
N
ada
mejor que la ignorancia
para hacernos
audac,es y decididos.
Mientras el estudioso naufraga en un mar de vacilado'nes,
y ia acción se entorpece y se dificulta en sus manos, el ignorante
se lan~
~a a ella con inaudita
confianza.
E)s verdad que bai.
buena suerte se pone en ocasiones
de su partp., y
sucl~ la temeridad
recompensarse
con el éxito; pero'
es verdad también que, como dondequiera
que se deja al azar la mayor cabida, las probabilidades
se dividen.
La reflexión
y la prudencia
son tardas, y vacilan
demasiado antes de obrar, oponiendo a veces un Qbstáculo mayor al qua con ellas trata de dorr::'\narse~ o~
dejando, par su lentitud, que se deslicen laso'casiones
fa vorables.
Mientras
al ignorante
cualquier
conocimi~nto que imagina
poseeer le basta para convencerse de su sabiduría,
al -saólo, en cambio, uira vida
ente:'a de reflexiones
y observacíón
no le basta para
medir la magnitud
de su i'gnorancia .
•• *
E
l número de locos de nacimiento
a quienes nunca
se recluye es infinitamente
mayor que el de
los ciegos y sardomudos.
La gente los distingue
ra62
EL
TONEL
DE
DIOGENES
ra vez, porque suelen hallarse investidos de dignidad,
ocupan altas
¡:..osiciones, y di6Ïiensan
honores.
Si
mendigaran
se les reconocerfa
en seguida.
***
S
i un hombre de faml: cae en descrédito,
sólo sus
,
envidio'8os ce~ebran el aconlccimiento;
si un
rico pierde su caudal, sólo ToE.vergonzantes
se alborozan callados;
pero si un hombre de talento pierde
la razón ¿por qué se regocijará
tánta gente en 8e.cl1et:o?'
*it*
T
anto
se ofusca el discreto entre los necios
ba por con·siderarse
él el más necio.
que aca-
***
C
ompasión hipócrita
- Cua~'ldo, rota en pedazos,
".
cayó la lámpara
de arcilla gris, agru¡:á :onse
las sombras en torno suyo, y Ho1ícitas le preguntaron:
"¿ En qué podemos ayudarte,
hermana 1"
63
E
N
R
Q
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E
R
IIIS
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R
E
P
O
***
a L. E. Nieto Caballero
L
a más auténtica,
la más real de cuantas representaciones se han hecho de la figura legendaria
de don Juan, es sin duda la que hizo Byron. ¿ Acaso
porque en él había reencarnado
el espíritu del famoso conquistador
de corazones,
que en el amor voluble hnllalm la razón justificadora
de su vida?
A despecho del estilo humorista,
queda íntegra la
personalidad
de Byron reflejada
en este poema. Es
su obra maestra.
El pesimismo
habitual
de Byron
se cubre de un antifaz risueño, pero las palabras brotan sarcásticas.
y cruzan los labios de cartón
que
contrae,
inm-óvil, la mueca de una carcajada
ficticia. Hay un evidente conflicto entre ]a palabra festiva y el espíritu
desolado que la in·spira. El Don
.Juan
de Byron no es un héroe movido a impulsos
de su voluni:ad amorosa;
no es un alma activa que
hace del rrrcr rrúl1ij:]e ~u eau~a, ni se impone jla
conquista
como interno ritmo para la palpitación
de
~us días. No. Es solamente
el instrument.o
de un"'
destino feliz, pero irónico. Tras él está Byron, y tras
Byron las experiencias
de una juventud
tumultuosa,
intrigant¿
y a,gitada, que no se dio reposo en pedir
sensaciones
a su ardoroso temperamento
y emociones
a su corazón. 'Byron había aprendido
que no son ni
Jas cualidades
de superioridad
mental, ni la belleza
física ,la que cautiva
la frivolidad
de las mujeres.
El,que
de ambas cosas podía alardear,
observó que
64
E
L
'T O
:'\ E
L
D
E
I)
JOG
E
N
E
fi
éstos eran valores negativos
en el mercado de la galantería.
Más de ua vez se sorprenderían
sus hermo'
saB pupilas al mirar
extrañadas
que las súbitas y
espontánes
concepciones,
la palabra
más
bella,
caía
en los frívolos
oídos de las hermosas
como
un rocío de perlas sobre la indif.erencia
del mar.
Vería ell cambio triunfante
el verbo ampuloso y adocenado de los pisaverdes ... Desde entonces supo que
no se requiere
de gemas para deslumb..rar los ojos
aterciopelados
ni de armonías
supraterrenas
para
arrobar
los adorables
oídos. Acaso en donde frácasara la cadencia de un verso suyo, deslizado en la apacibilidad
de la noche, bajo el conjuro de todas las
constelaciones,
el mal compás de un organillo( callejero :lespertaría
emociones y sentimientos.
Byron
llegó a saber que, para la muje)' sensible y romántica, el acto mÚs sencillo supera en elocuencia
al mejo,r soneto. Si no hubiera -sido 1:n poeta, sirj~ero, de,
corazón, sino simplemente
un alma enamo'radiza
y
galante, hubiera dado al traste con los versos, desencantado de] ningún conjuro que éstos tienen en la
lid amOrosa. Existen aún en el mundo bardos llorones que esperan el advenimiento
de una amada ideal
que entienda
sus odas. Estos no son ni amantes ni
poetas, sino gentes que a los cuatro vientos y en lenguaje rimado andan pregonando
un doble fracaso.
En su candor de inexpertos,
imaginan
que las mujeres ccmprenden
otra poesía diferente
de la poesía
de la acción _ "Obras son amores .... ' Mientras
tanto, malgastan
su tinta en derre.mar alguna lágrima
que ninguna mano cariñosa enjuga.
Byron, que tenía genio de observación
suficiente;
65
R E 8 T R E P O
ENRIQUE
Byron, a quien con sus manos brutales había aleccionado la experiencia,
comprendió
que don Juan r./()
era ni poeta, ni escnltor,
ni pintor. En esto difiere
esencialmente
su romanUcismo
del neorromal"lticisma de los poetas
de nuestro siglo, que no conciben
capàcidades
amatorias
ni les es dado idear pasiones
sino entre los profesionales
del arte. El don Juan de
Byron está exento de toda pedantería
que no sea la
pedantería
congénita
al hombre.
No se le ha contaminado de literatura,
ni tiene la cabeza atiborrada
de novelas. Cumple las determinaciones
de hados que
fijaron su suerte, y es el brazo iud-nsciente
d~ una
predestinación
feliz. Las mujeres
Se interponen
en
su camino.
La fastuosidad
de sus triunfos
primeros
avasalia por si la ima'ginacién )femenina, y por si se
adueña de los corazones.
Ruidosas y novelescas,
sus
aventura3
le cream un prestigio
que labora pO'r él y
para él. El ambiente )e es ya prolpicio.
Benavente
ha dicho que las primeras
conquistas
fueron la obra de don Juan, y las otras la obra de su
fama. Byron no la entendía así po,r completo. En su
buena suerte entra, en gran parte, el destino, que lo
conduce, de triunfo en triunfo, por un sendero florecido de amores, donde él no hace si'no espigar con sus
mano,s ávidas las rosas abie'rtas a su paso de vencedoro Decía Bernard
Shaw que cualquier
hombre está expuesto
a enriquecer
cuando menos lo piensa,
porque la rj,queza no se debe ni a la economia ni al
trabajo, sino que es el fruto d'e inesperados
accidentes del comercio.
Tal pasa con el de.n Juan de Byron: !lega a ser 10 que es por accidentes
del arnOT y,
en efecto, más fdunf~,s debe a su buena estrella y a
66
RlL
TONEL
DE
OIOGENES
su prestigio que a las seducciones
que pone en obra.
Byron no quiso engalanar
su personaje
ní
co.n
grande hacie.nda, ni con cualidades
excepcionales,
ni
con inteligencia
maravillosa.
Menos aún con intensas
capacidades
para sentir o pensar.
Estas prendas
de
superio'ridad
las legó a Manfredo, al solitario, al reflexivo, al que huye el contact:» de los hombres para
entrar en comunicació.n
con el espíritu de las cosas.
Bastaba
que don Juan fuera uñ poco inconsciente,
un poe-a atolondrado,
un poco hermoso- y-eso
sí-un
mucho alegre. En la alegría harría de residir su fascinación.
El mismo insti.nto que conduce las mariposas a la llama l1eva a las mujeres a quemar las alas
de su virtud en el fuego de aquella alegría vivísima
que no necesita de razones, y que, irreflexiva,
se manifiesta y se esparce como. una ofrenda de perfumes
enervantes.
Desconfiemc·s
del éxito del amor verdadero, del sincero amor, porque el amor sincero
es
triste, y se refugia en las meditaciones
y r(TI las lágr:mas.
No encuentra
nunca sù palabra,
porque la
brevedad
de una palabra no podría narrar
la eternidad de sus ansias. Y las mujeres huyen la pasión
profunda
y reco;ncentrada,
en donde su intuición
les
señala una nociva enfermedad
de tristeza.
Por eso
el don Juan de Byron es la más auténtica,
la más real
de cuantas creaciones -se han intentado
para reconstruír la perso,nalidad
legendaria.
En él no caben cálculos ni premeditaciones;
él no busca su gloria:
la
gloria es quien la busca, y él se deja arrebatar
en
sU vértigo.
Nunca teme llevar sus cbras a donde lleva sus deseos, porque sus deseos son siempre leales
67
Q
ti
E
RRSTREPO
a sus abras, y su suerte realiza más de la que él ha
proyectado.
Fue "Don Juan", la última obra de Byron, y se escribió solamente
cuando pudo escrihirse,
es deC'Ïr,
en aquella edad en que Byron había concluído
una
serie de experimentos
que le permitían
pensar y ha-l
blar con conocimiento
de los hechos, tal cual éstos
ocurren en la realidad.
Considerada
bajo este aspecto, cualquiera
podría calificar
de "realista"
una obra
que, sin cmbar,g6, no la es. En aquel ento'nce.s estaba el rrrr.c'o (} lIta
Le Ha el r~nièad
que £:n :los
tiempos modernos
se ha llamado "realismo",
y que
consiste en hacer creer a las gentes que el mundo
es a la vez un manicomio
y un lazareto,
en donde
se recluye
t.odo género d·e depravaciones
morales, y
que la literatura,
la 'pintura y la escultura
deben sin
'<,e,sar 'recordarlo.
Escrito
unos años antes,
en las macedades de Byron, do,n Juan hubiese aparecido
un traite, un neurasténico,
un sér molesto, agobiado de graves pensamientos y de intensas cavilaciones.
Hacia él, las mujeres hubiesen
experimentado
pasiones
artificiale's,
que participasen
de la admiración
convencional
y del
entusia,¡;mo que bosteza.
Hubiese sido un don Juan
ficticio,
enfadoso,
contaminado
del mal romál'/tico,.
Por fortuna, cuando Byron la escribió ya sabía la su'
fj.ciente del coraZón femenino
y comprendía
que se
interesa
solamente por el niño que hay en cada hombre. De e,se n~ño las travesuras
le llaman la at£bción
sobre todo, pues la naturaleza
conformó de tal manera a las mujeres que siempre ofician maternalmente, y sus sentimierJto.s todos se confunden
en esa na68
E
L
T
O
N
E
L
D
E
D
lOG
E
X
E;';
tural inclinación.
En el amor, el hnmbre está ñem:'. - .
es un accidente.
En cuanto el niño desap¡ü'ece,
~':
'hombre estorba.
El que se afane por ganar el afc. ¡.,
'de las mujeres,
conserve
su puerilidad.
Los airi"
graves, las situacic,nes
serias, los pensam:entos
asnl
dos a profundos,
son otras tantas
calamidades
(¡l'l
ahuyentan
toda buena di-sposición del ánimo femc:?:·
no. Cuanto más sustanciales
y sólidos nos considert'mas, tanto más estúpidos
no.s juzgarán
las mujel"c:;.
'Pued-e decirse que el hombre no se acerca a la pI'(),
f¡tndidad
de la mujer sino saliendo momentáneamell
te a su superficie:
es el medio de comunicarnos
{;O: ¡
ellas; es la que procura una aproximación,
al menu;
aparente,
entre los sexos. E&tq proviene
de qlLe el
hombre vive siempre
en una atmósfera
artifk;a~,
mientras las mujeres no salen nv nca de la órbita demarcada
por las realidades
inmediatas.
Todo hombre, cualquiera
que s'ca su naturaleza,
es un ¡luoSo.
'López, después de cavilar
hondamente,
de agitaro;~
en todas direcciones,
de sufrir economías y desvelos,
'ha tenido la suerte de reunir una fortuina, cOon 1:l. cu",l
'su co,nsorte da alimento a la vanidad y satisfacción
a los senti~os.
Todos están de acuerdo en afirffiu
'que "López es un hombre práctico;
y que su mujer
e6 una frívola
mujer".
¡Como sí la vanidad y la satisfacción
de los sentidos nl} fueran cosas más sustanciales,
que una idea ab-stracta de fortuna.
que et'
todo la que López posee I
-Es sabido que las mujeres se interesan
por el amor
más que 100 hombres.
Representa
para ellas la que
para los hombres representan
las demás actividades
ùe la vida. Sin embargo, los filósQofos han e-scrito lar-
69
ENRIQUE
R E S T R E P O
gas tratados sobre el amor, han investigado sus causas y SU8 razc'nes; la han descrito, como Sénancour.
bajo todos los aspectos, y hasta .señalan, como la hace Schopenhauer,
la presencia de un genio director:
el Genio de la Especie. Esto es la que a ninguna mujer se le hubiera ocurrido nunc.a, pues ellas se conforman con la que incumbe a la acción, sin inqu'\~'.;use por fines de conocimiento.
También ee. sabido
que, mientras en los hombres la pasión amorosa detO'mina estados de timidez, y se convierte en un impedimento, en un obstáculo, para proceder y hasta
para hablar, en las mujeres, en cambio, es estímulo
que conduce a la acción y les confierê inauditas au·
dacias. Todo esto demuestra cuánto más dentro de
la realidad viven las mujeres. Y-pese
a la teoría de
las cualidades contrarias
que los amantes procuran
equilibrar,
en obsequio al Genio de la Especie-las
~nujeles aman a los hombres en quienes adivinan cuaiiclades análogas a las .suyas, es decir, a los que proc€den, aunque procedan atropelladamente.
Algunas autoridades
en psicología afirman que los
hcmbres inteligentes
repugnan a las mujeres.
Nada
más erróneo; ni se inquietan
ni se interesan
ellas
per la presencia del talento. Más bien les pasa inad\'c:rtido. Lo que sí es un real obstáculo para la realización de los ,ropósitos
del Genio de la Especie es
un hombre enamorado.
Dijimos que el amor predispone a la tristeza, y de la tristeza es de la que las mu~(;res abominan.
La tristeza es síntoma de perturba'ci«(l:(s profundas,
de insaI:oOs estados fisio)5gic,os;
aleja al ser de la normalidad y veda para sus pasos
los campos floridos de la Igalantería.
70
EL
TONEL
DE
DIOGENE8
En compensación:
"Bienaventurados
}{)s alegres;
porque de ellos es el reino del amor". Y no de otra
manera podría suceder.
¿ Reqdere
aca60 la felicidad
que sueñan los amantes ese cortejo de suspiro-s. det
lágr:mas,
de lamentos, con que la visten los poetas?
Cuando un poeta nos haBla de estos sinsabores,
sólo
quiere decirn06 que, por una especie de ma.goquisma, algunos
amantes
gustan
de atormentarse,
buscando en el dolor nuevos placeres, a haciendo con él
más intensos aquéllos de ,que ya dí.gfrutan.
Un suspiro que se deja escapar solamente
indica que estamoos desperdiciando
un tiempo preciooo, que podría
aprovecharse
entregándose
a los dulces trans'portes,
a
las deliciosas embria,gueces;
pero no denota que seamos presa de una amarga congoja.
Afirmó Soren Kierkegaard
que para las mujeres
la accidental
es 10 esencial, que los detalles
constituyen para ellas el todo. Fue un error suyo afimarl,o. hiE.'llcg::~rd
"ivió en una época
en la cual la
Razón
se con-si'deraba
la esencial de la vida.
Había recibido marcadas
influencias
de Hegge} y del
heggelianismo,
y según los principios
que
dimanan
lie su doctrina, la Razón es el patrimonio
de los hombres, y cualidad por excelencia
viril. Pero en nuestra edad, cuando Ulla vigorosa reacción antirracionalista se deja sentir, ya la razón ha perdido mucho de
su auge rorr.ántice.; ya no es la esencia mi-sma d(e
la realidad,
como quiso suponérsela,
sino un simple
accidente.
Desàe que Schopenhauer
afirmó la supremacia de la volüntad en la vida, y Nietszche y BergBon se pronunciaron
decidiÚmente
en favor de la superioridad
de los instintos,
como manifestaciones
de
71
ENRIQUE
Il E
B T
R
E
P
O
realidad, tácitamente
se restituyó a la's mujeres un
cetro del cual había querido despojárselas.
¿ Preguntáis por qué? Porque las mujeres no razonan: proceden, Y proceden casi siempre con mejor acierto que
ese animal de cabellos cortos e ideas largas--llama-mos al hombre así para parodiar a Srhopenhauercon mayor acie'rto, al menos en aquellas
cosas que,
'Como el amor, interesan más directamente a la vida.
Le,s que dieron a la razón una su'premada, no repa~
raron que estaban tomando el medio por los fines.
:Acaso nuestra naturaleza
animal, al elaborar en su
evolución lenta y oscura una concrencia para el mejor esclarecimiento
de sus fines, no se propuso nunca
procurarno's el complicado instrumento
de que hD'Y
disfrutamos, y que especula y se propone problemas
de conocimiento, que en nada interesan a la cOllBez:vación de la vida. Pero conste que de tales deslices no
'Se podría sin injusticia sindicar a las mujeres. Son
solamente los hombres quienes los cometen, y e·stQ está conforme Call cuanto atrás veníamos diciendo. Una
naturalísima
inclinación nos induce a salirnos del
campo de la realidad y a penetrar en los cielo's de la
abstracción Y de la hipótesis. Es natural que lua mujeres, seres más sustanciales
y concretos, no puedan
'aco-mpañarnos durante estas e~cursione.g, Y de ahí
que nos sintamos abandonad06 por ellas. En compensación, estarán siempre al lado nuéstro en lo que
denote acto tangible y prop6sito de resultados inmediatos, en todo lo práctico y,-pese
a los racionalista.s
-esencial.
EL
'rONEL
DE
DIOGENES
También supo esto Byron y por eso movió a don
Juan por todas la.s latitudes y la interesó en las accio·nes de la guerra, de los viajes, de la. sociedad y
del placer. Nada de teorías abstrusas,
ni de dodrinas, ni de dogma. Hechos tangibles, buena disposición )' alegría.
Ni el cautiverio, ni el naufragio,
ni
los azares del combate, como tampoco la risueña fortuna a adversi"dades que la encuentran,
tienen poder
para que lo·s .sentimientos
que alberga
su contento
ánimo zozobren. Don Juan fue un hombre alegre, y
en la alegría residió su secreto.
*.*
e personas cuyas costumbres no podrian lDvocarse
.
cerna modelos de virtud ·se suele tomar por hípocret>Ía el sentimiento de disgusto que experimentan
al escuchar
expresiones
licencic.sas.
Sin
embargo,
este sentimiento
casi siempre 'es 'honrado: no implica en ellas ni doblez ni gazmoñería.
Especialmente
en las sociedades refinadas
el pudor acostumbra
bifurcarse.
Hay un pudor de las acciones y otro pudor
de las pal24bl'as, y no siempre conviven. El estado de
cultura, af>i como la moralidad o inmoralidad
de los
hábitos de un pueblo, pueden medirse a veces por
su indulgencia
a intransigencia
con el lenguaje libre. Oídos insensible.s al escozor de éste se indignan,
sin err..bargo, ante los actos que él califica, y personas
que a conciencia tranquila
infringen la moral se ruborizan al oír expresiones
descompuestas,
y se cui-
D
73
R
ENRIQUE
E
l5
If
l't
E
P
O
dan de nunca proferirlas.
Más que a. la pureza die
las costumbres,
tales expresiones
ofenden a las formas corteses, y e~ bien sabido que cortesía y austeridad no siempre marchan
de la mano. En cambio,
las costumbres
morigeradae
suelen buscar en el lenguaje la expansión
que les falta, y la afición a dar
sentide,s equívocos a los giros y a las palabras-afición que denota ingenIo embrionario-más
acusa continen~¡(l que libertinaje.
De aquí que las sociedades
refinadas
condenen
los equív·clcos como indi,cio d.e
vulgaridad,
pues hay mucho de razonable
en lo que
Wilde decía sobre los hombres pervertidos,
a quienes
puede reconocerse
fácilmente
por el desmedido
interés que les inspira la inocencía.
Recuerdo
que un autor de novela.g licenciosa,s
se
indignaba
en el teatro porque las bailarinas
carecían
de mallas, y en señal de protesta
abandonó el espectácuIo. Y también recuerdo que en hogares que sería
exagerado
calificar
de timoratos,
las novelas de este
autor estaban proscritas.
***
MOdesto
arroyuelo!
Imagina qué el puente fue construído para que pasara él por debajo, ma,s en
ningún caso para que la5 gentes pasaran
por enc'j~
ma de él.
74
EL
TONEL
DE
DIOGENES
***
S
i el adulador
dcsacierta,
lisonjeando
en nosotros
la virtud que estimamos
menos,
exaspera
la
vanidad de las que pretendemo·s tener: e irrepara~~emente yerra su disparo.
***
C
uando, al cerrar un libro de aforismos,
miro por
mi vC1"taI"a P::-Cil la calle. casi con e·stuDor he
contemp1:lc1o la mtTltitud que en to<1as direcc'one;:; re
ag'ta, ]~evada de los mismos instintos,
de la m'~ma
avaricia
de 11'8 mi£mas paaiones
que fueron y qne
son el blanco de la censura de los mo':alistas a través
de los tiempos.
Creyeron eHos correg;r y educar señalando los errores, la perversidad
y las miserias,
pero la sátira y el escarnio han ·aido inlfructu·o·sos y su
acción-si
alguna acción les corresponde-eoS
hacer a
los hombres más hipócritas.
Viendo el enjambre
humano, dispuesto
siempre a devorarse
por saciar su
codicia, me interrogo
sí se:'á menos malO <id la que
los rnora1istas
la describen?
.. Pues ¿cómo puene
prosperar
y multiplicarse
una especie tántas vecee vituperada
y acusada
de innoble? Pero quizás no es
menos malo. Es la cierto que la bondad y la maldad
son ideas abstractas
cuya influencia
se exagera.
Con
75
R Il 5 T R
ENltIQUE
II
P O
moralista,s a sin ellos, la vida de los hombres en el
decuNlO de los siglos ¿ no hubiera sido igual?
Excelentes
para hacer la crítica de ,la historia,'
10'3 principios
morales son, sin embargo, ineptos para
alterar el curso de ella. Diagnostican,
sí, con acierto. Pero diagnósis no es remedio, ni mucho meno&
preventivo.
***
E
n soeiedad, el discreto evita que su mérito se des.
cubra, el t'labio disimula su ciencia, el ingenioso esconde su agudeza. No ignoran ellos que la envi¿la acecha de continuo al mérito incauto, y que si se
deja descubrir la acribilla.
Pero los necios se empednan en blasonar del talento y de la sabiduría de que
,:arecen;
imaginan que ;su palabra es enseñanza
a
que todos deben estilr atentos, y simulan la actitud
¡leI maestro.
Sólo el verdadero hom'bre de mundo aabe que la
ignorancia que conviene disimular no es la propia,
"ino la ajen~, y que la "Obra de Misericordia"
no
consiste en enseñar al que no sabe, sino en tolerar,
fnnévol~'llente,
que el que no sabe nos enseñe.
***
L
ámpara del pródigo, con llama de vanidad se Hu:
mina, y arde so,lode día porque espera eclipc;ar el sol de otras riquezas.
Mas de noche se ex76
,
EL
TONEL
DE
DIOGJ!lNlllS
tingue porque las sombras,
demasiado
humildes,
la parecen dignas de concurrir
a su esplendor.
***
no
L
os jóvenes son siempre más .sufridos que 105 vieOjos.
Las ilusiones de la juventud ayudan a sobrellevar
los pequeños
males, las incomodidades
y
las privacione5
que la vejez considera
decisivas
en
la vida. Consiste en eso que los viejos parecen má/s
inteligentes,
cuando en realidad
sólo son más egoís·
tas.
***
L
a moral del hombre de tránslto-'''En
esta ciudad
no me conoce nadie, ni necesito granjearme
la
estimación de nadie. Puedo, de consiguiente,
dar rienda suelta al libertinaje,
sin dejar de ser austero por
eso, y tomará descanso mi virtud".
La moral de la mujer de trárjgito no es así tan rigurosa, ni se ocupa de razonar.
**il
E
l error fundamental
del talento juvenil es imaginar Que todo el mundo entiende las cosas con
la facilidad- que él las entiende, pero que él sólo puede idearlas ·0 descubrirla·s.
Cuando envejece, su error
evoluciona con él, y supone luégo que las cosas han
podido .ger ima'ginadas
a descubiertas
por muchos,
pero que sólo las entiende él. Entre los desencantos
77
R E S T R
FNRIQUE
Gue procura
la
l"roBos llegar al
JIIS hombres
son
teligencia joven
E P O
experiencia,
no es de los menos doconvencimiento
de que la mayoría de
mucho mâs torpes de lo que la insospecha.
***
O-
tro
libro de "Confesiones"?
i. Otro autor que nos
amenaza
con -sinceridades
desconcertantes
y
con extremas desnudeces
de alma? Augurémasle,
sin
l,~erlo, el fracaso.
La sinceridad
es una actitud imposible; muc'ho más si es sinceridad
literaria.
Ya fracasaron San Agustín y el insoportable
Juan Jacobo.
Casi >siempre el que entra haciendo
protestas
de
\'eracid?d
es el más mentiroso.
El que se obstina
en enseñarse
cual es y hablar cual piensa es porque
ni es ni piensa nada. Preferibles
son
la,s hombres
O1.;e1~2b1<!nmal del prójimo a los que hablan bien de
si m''l'mos, pero los que ni en calumniarse
reparan
para llamar la atención son dignos de la soga.
Se han mantenido
felizmente
posturas
literarias
,g bsurdas,
como las paradójica,s
del contemporáneo
Bernard Shaw,
y las sofisticas
del clâsico Zenón.
Cuestión
de agudeza;
manejo diestro del silogismo,
j mf'osibles
e:c: ¡;ilitrics
£j.ic¡;t:¡tdos por )malab<lristasi
intelectuales.
Mas Ios autores de "Confesiones"
sinceras nada consiguen;
y la único que enseñan bien des:-,~do e>s el inmoderado deseo de que se les admire un
talento que no tienen.
78
EL
TONEL
DE
DIOGENES
***
personas tan distraída.¡¡ que a fuerza
dad se hacen descorteses.
de urbani-
***
L
a cens'ura que más nos hiere es la que se hace del
error que comprendemos haber cometido, o la
del defecto que reconocemos tener.
***
H
ay temas buenos desarrollados
en malos libros, pero son escasos los buenos libros en que se des:~rrolIa un mal tema.
***
A
mistad llama el marido crédulo a la ventana por
donde los amante.s de sU mujer se introducen.
***
CUida
de que tus árboles
no crezcan
79
a tal extremo
R
ENRIQUE
que sus ramas vayan
E
~ T
a sombrear
R
E
el predio
P
O
del
vecino.
***
a naturalidad
es la m.ás dif~~il de las. actitudes.
Ni las personas meJor educadas conslguen mantenerla.
¿ Por qué la llamarán así?
L
***
P
or más precauciones
que tomemos, por más que
nos esforcemos en determinar el porvenir en un
sentido favorable y hagamos intervenir
la prudencia,
la economía y aquellas virtudes
acumulativas,
no
siempre el porvenir está en nuestras manos. Algún
incidente inesperado vendrá a trastornar,
desviándola, la dirección inteligente que creyéramos haber imprimido a nuestros de-stinos. De aquí que, aparentemente, reine en ellos una premeditación.
Creyendo y
esperando vivir una vida que anhelamos, y que soñamos haber determinado
mediante el trazo de nues',
tros designios"
hé aquí que el tiempo trascurre
y
nue-stro sueño, -al contrario
de realizarse,
sucumbe
víctima de accidentes ajenos al querer nuéstro.
Se
ha cumplido, a la postre, una obra que de ningún modo querríamos calificar de obra nuéstra, y que no es,
en efecto, sino aquella discrepancia
siempre
resultante entre la realidad y nuestro deseo.
Y porque
sentimos defraudadas
las esperanzas que pusimoo en
80
'FlLl'ONEL
DE
DIOGENE!'l
el tiempo, porque vemos que, a su correr, se realiza
algo distinto
de la que esperábamos,
y que, ni con"
mucho, co,lma la medida de nue>stra ambición, la ideá
de una intervención
extrafLa se apod.era de ,nuestra
conciencia,
Ilevándonos
a suponer
que manos invisible,s tendieron
ardidosos
1,azOlS para
a'prehender
nuestra falta de precauciones.
,Posteriormente
el acaecimiento
de cualquier
Bueeso infausto, un examen atento de las cirscunstarr:ias
que lo motivaron nc-s muestra
cómo esas circunstancias acudieron-al
parecer instigadas
por algún sortilegio-y,
agregándose,
convergieron
en el sentido de
procurar
nuestro daño. Si pen·s,amos que,
suprimida
cu,alquiera de ellas, 108 a('ontecimientos
habrían tornado un rumbo distinto, la idea de que un Destino a fuerza superior ha intervenido
hiere nuestra imaginación
vivamente, pues comprendemos
la necesidad que asistió a las determinaciones
factoras, y llegamos al convencimiento
de que nada pod,ría haber ocurrido
de
ot.ro modo. "Sic erat in fatis".
Aca·so un azar fue la causa, pero eternamente
el
azar jugará
un papel elemental
en nuestra
suerte.
Nueve de c,ada diez acontecimientos
serán la obra suya. ¿Somos, en resumen, juguetes
del azar, y rodamos, como aquel discreto Zadig, empujados
por pequeñas causas fatales, que nos ee difícil evadir porque las percibimos
rara vez, a si la,s percibimo,s no
las computamos
en nuestros
cálculos?
Semejantes
a
los dados experimentamos
una serie de involuntarias
sacudidas
antes de rodar a detenernos
en un punto
que será feliz a será adver,so. Corno los dados, tiene
nuestro destino múltiples
faces, y sólo el azar deter-
81
R
ENRIQUE
E
S T
R
II P
O
minará por cuál caeremos.
¡Cuántas
veces
aquella
circunstancia
que estimábamos
más contraria
se tornC) origen de nuestra prosperidad,
mientras que la que
tuvimos por favorable
nos motivó amargoo sinsabores!
Deeir Que el hombre es dueño de su suerte es pueril. Sólo una suprema s,abiduría, un poder de medir,
de una ojeada, io infinito del tiempo y lo il,imitaao
Bel espacio, de conocer en su integridad
la pretérito y
disponer del espacio cn toda su amplitud,
podría facu :tarncs para determinar
nuestro futuro.
Hasta los
mínimos acontecimientos
de los siglos transcurridos
ya, pueden tener relación con nuestro presente, y remontando
el concatenamiento
de los sucesos, la urdimbre maravillosa
que relaeiona
lo pasado a la actual, podríamos encontrar
que aquél formó la génesis
de éste, como éste formará la dël porvenir.
Bropero a aqueJl.ascausas
imprevistas
y no computadas denominamoo
lo contingente. Sobre la imposibiTidad de conocer cuanta.s determinaciones
habrán
de intervenir
l'n la realización
de un acto, tiene s.u
origen la que por azar conocemos, que no es azar sino
con relación a 103 designios humànos;
fuér,a de nue3tra mente no tiene significado,
porque ningún
suceso se realizará
en otro sentido que aquel forzoso
que flUS causas le impongan.
Si idénticas causas se
repitiesen,
el suceso a su vez se repetiría.
En último
anÚlisis, !a contingencia
será tan sólo una àeiiciencia tie nuestrcs
cálculos, pero eñ re,alidad una pala~
bra vana. ~i tS tampoco la casual algo que se consuma con pre.scindencia
de toda causa, sino únicamente la indavertencia
de ella por parte nuéstra, que
82
EL
TONEL
DE
DIOGENES
nos impide plantear
juicios inequívocos
sobre consecuenci,as futuras
cuyos antceedentes
ignoramos.
La previsión
exacta de la que acontecerá,
¿ no ~e
rhace imposible precisamente
por la inmensa pluralidadde
las caus'as, por la múltiple urdimbre
de n!laciones y circunstancias
dEscoriocidas
que intervi\!nen en la realización
de los acto.s? Si todos los téJ'minO'S, todas las determinaciones,
todos los factores
nos fuesen familiares,
no sería imposible conocer y
calcular,
apart~ ne las causas más notorias, ese -sillnúmero de menudos incidentes
que pueden intervw
nir, y de los cuales úno solo, ai parecer el más illsignificante,
altera tan radicalmente
la6 consecuellcias estimadas
probables,
que en ocasi,ones llega a
desviarlas
hacia un desenlace
divergente
del calculado?
.Cuerpo mío, sombra
rebelde, por qué te revuelvrs
,
'contra mi pensamiento?
¿A qué secretas incli
naciones obedeces, que yo desconozco?
Por qué creo
ser la que no soy, y realizo la que aborrezco realizar?
Escollo de mi voluntad, entorpecimiento
de mis intenciones, ¿ qué talisn:án
empleas para seducir mi conciencia, y cémo la adormeces y acallas cuando pretendes derivar autonomía de su silencio? ¿ Qué hada fuJ'tiva puso en tus manos torpes la vestidura
sonrosada de los de,seos? ¿'Cómo, hechizarute,
disfrazas
co.n
una luminosa sonrisa la mueca indiferente
de tus inl'tintos? ¿ Qué redes sutilí6ima,s tiendes al paso de mi
83
F: N
R
Q
u
E
R
E
S T
R
E
P
O
espíritu
incauto?
¿No has urdido un enjambre
de
ilusiones efimeras para apresar en él la conclusión
de muchas dolorosas verdades? ...
Pero, al fin, ¿eres la sombra perezosa de mi espiritu, o es tan solo mi espíritu una .sombra más ági~
que, forzada, arrastras
contigo? Re-sponde, ioh cuerpo!, ¿y de dónde, entonces, emana la misteriosa laz
que, por feliz contraste,
proyecta esa sombra, y de
qué fuente purísima se ori,gina? ¿No presientes,
en
nuestra dualidad enigmática,
el divino hálito de un
dios encarnado en la pesada naturaleza
de un hombre?
•••
S
i el pensamiento no es siempre el reflejo rigurooo
de nuestra personalidad
más íntima, la acción
sí es la revelación de lo que somos. De ahí que nos
conozcamos tan sólo en el momento de proceder. Porque,ajustánè.ose
a una TI ecesidad inflexible,
cada
cosa obrará según su naturaleza,
y jamáe de otro
moda .
•••
E
xigir de un sér que, albergando
los más elevados
sentimiento-s, procediese sin embargo a cometer
abyectas acciones, sería tan contradictorio
co84
E.L
TONEL
DE
DTOGENJJl8
mo exigir de la nieve que cayese maculada del cielo,
o del rosal que floreciese ell ortigas.
No hay en nosotroo daB seres distintos,
ni tampoco dos naturaleza.;
diferentes.
SOIlios tal como procedemos,
aunque no
procediéremos
tal como pensa'.'l1Os. Si, como un ¡Joeta
la dijo, "no hay cosas bajas para nobles almas", ell
acaso porque no hay almas nobles Elue hacia las baj.as
cosas se inclinen.
***
E
l orguIlo que procede de una inquebrantable
rigidez de conciencia para juzgar la sinceridad
de
nuestros
actos, y de una generosa
fIexibildad
para
juzgar los ajenos, es el legitiao
patrimonio
de los eEpíritus s'uperiores.
Pero hay una complaciente
soberbia que se erige en defensor de nuestrae flaquezas, y
cautelosamente
se desliza bajo el disfraz de orgullo,
cuando pretende
sincerar
alguna acción de que nOli
hemos avergonzado.
Es preciso no confundirlos.
***
N
ingún momento tan doloroso en la vida de los mortales como aquel en que, sabiéndose
aun jóvenes, eienten aproximarse
en pos suya los pasos apre'
surados de la vejez. Es quizá más conciliadora
la idea
de una muerte temprana,
Que abrevia
al menai
ú
85
E~RIQUE
'lUestros
B.
ojos
el espectáculo
E
S
or
de la propia
RE
P
O
disolución
y nos ahorra. a,sistir al festín
que con nuestros
poDre;; despojc13 celebran
las dentelladas
voraces e ine-
ï¡tables
del tiempo. Con razón dijo la sentencia
an~ig~¡a que los elelgidos de los dioses mueren jóvenes;
porque la vejez no es sino desfallecimiento
gradual
de 1c·s atractivos,
insensible
desmayo de las faculta,'ee, paulatina
extinción de los entusiasmos,
mustiarse
Je b vida; agonía, agonía más lenta, agonía prolon.:;ada dolorosamente
por la maldad, por la ineptitud o
por la ignorancia
de los dioses que concibieron
y
cre~.,·on ai hombre a imagen y semejanza
del mono!
Sidarta Gotama, príncipe de Kapilavastú,
sintió un
día la tristeza
infinita
de envejècer, y ~r'a aún muy
jove;l. La vista incidental
de un anciano decrépito,
que ~aminaba !aborios'amente,
apoyado en un palo, le
indu.io a reflexionar
sobre el oprobio de la vejez que
fIage la a los hombres. En los relieves caprichosos
que
las v·cnas inflamadas
del viejo se complacían en dibujar sobre la picl pergaminosa,
descifró Sidarta, como
en extraño jeroglífico,
la sentencia
que pesa sobre la
(>fímera duración de la belleza y de la gracia.
En el
fondo de los ojos, turbios y ajenos al primitivo fuI sorllUndidos entre dos cuencas
voraces como
tumbas
.r:óxima,s a cerrarse,
leyó el Cistigma que gravita so~
hre la misérrima
condición
de los mortales.
Desde'
entonces apagóse todo anhelo mundado y se marchi-l
turon una a una las alegrías en el corazón de Sidarta:
había pres'entido la verdad, y la verdad es grave, grave como la mueca acibarada
de los que la contemplan.
La verdad ni retoza ni sonríe, y los labios de Sidar~a Gotoma no volvieron a plegarse ya más para 6on~
reír.
ElL
TONEL
DE
DIOGlllNm.
Aquella mutación
de los ra-s.gos fisonómico5
de Sidarta anunciaba
al mundo el r.dvenimiento
de una religión del dolor: el Budismo.
***
E
l ingenio es la coraz-a conque los inteligentes
Ifo'
portan la necedad ajena.
¿ Ign,oran acaso que con ella se hacen insoportables?
,
***
H
ay mendigos
que ven y pretextan
ser ciegos; y
hay hombres ciegos que se o'bstinan en hacer
crecr que ven claro. Ambos coñsiguen
engañar,
pero la impostura
de los primeros
es tal\ inofensiva
como peligrosa y funesta la de los otros.
***
C
ada
edad trabaja
y se esfuerza
por destruír
supersticiones
añejas
para abrir el camino
a
más moderna'5
supersticiones.
Ya no pululan
a
nuestro alrededcr
los duendes in"i-sioles. ni nos ace·,
chan de continuo los malignos espíritus;
pero la at~.
87
El
l\:
R
Q
l;
Il:
R
F. B
'f
R
E
P
O
m6sfera se ha poblado de miasmas infecciosos que la
envenenan, y la respiramos llenos de temor. La maldición del pecado original, que pesaba oprobiosasobre la cabeza de nue·stros abuelos, ha dejado de in. quietarnos, cediendo el campo a las teorías moderna9
de la herencia de morbosas inc·liùaciones.
·Eñ virtud de una ley muy natural de progreso, no
solamente los hechos cambian y las preocupaciones
evolucionan,
sino que con ellos varían paralelamente los procedimientos:
el agua bendita ha caído endesuso, y se exorcisa ahora por medio de desinfec-
tantes .
•••
lgún
filósofo epicúreo manifestó
una vez que la
única diferencia
esencial entre las bestias y
el hombre cOMiste en que éste sonríe, mientras
a
aquéllas les es inaccesible esa [.orma de expresión,
consistente
en figeros movimientos de nuestros rasgos -fisonómicos, en contracciones
y dilataciones
labiales muy breve\S, pero que esèonde, sin embargo,
un número de significados tan v'arios, tan profunùos
y tan mudables como ninguna otra expresión es suficiente a si'gnificar.
Sonrisas hay de tan div-ersas índoles; que se in3piran ¡en tántcl3 diferentes
sentimientos;
que ani.;
man tan múltiples emocIones e ideas de tan varia
naturaleza,
que sería inoficioso 'buscar
entre ellas
analoa-ias. La sonrisa es aquel efecto iàéntico y, no
A
88
ElL
TONEL
DE
DIOGlIIN1II8
obstante,
determinado
por motivos ilistintol!,
cuando no contradictorios.
Pudien
decirse que d06 hombms rara vez sonríen por un mismo motivo, y por
sop aj.luos anb aJqm0tJ. la aJE,! sa 'OA!tOW OWS!W un
veces.
Ese fugitivo brillar
de las pupilas, esa ligerísima
dilatación
de la boca, eee imperceptible
movimiento
del rustro, acaso el que implica menor esfuerz,o de
todos cuantos ejecuta nue\Stra economía, es, sin embarge, el único capaz de revelar las mayores intensidades del espiritu.
No hay en lengua alguna vocablo que exprese la que um. sonrisa es apta para
expresar.
¿. Cué digo? ¿:Cómo una palabra
podría
gel' tan mÚltiple, tan elástica, tan rica en matices y.
tan pl ural en significados?
¿ Quién halló jamás, en
las ~ílatas
t.CIP:S que ,la voz emitiera,
;la vers'ión
justa, la expresión
definitiva,
de aquel pen\Samiento
q:.¡c ~úlo le ha :lido posible
condensar
en el silell'c'io
de uTla sonrisa?
De todae las formas
de la èxpresión,
es J¡uizás
la más breve, pero acaso la má\S intensa,
Ella puede
denotar
distintas
afecciones-placer,
bu~la, simpa"
tía, compasión 'o desa1grado .~Ella
es varia, y son sus
significados
!:iutiles; ella es breve, y son extensos sus
alcances.
lnqüieta,
escudriñadora,
penetrante,
se posa t:çHUS satre
todo la torpe de la vida, sin siquiera contaminarse,
y más bien para poner de manifie3to el contraste
provocad1o por e·sa diafanidad,
por c&a ligereza que es característica
al pensamiento ct:.ando se pone en contact.o con lo grotesco, y lo
roza apenas, como rozan las Lbélulas la llama en que
nunca se han de quemar sus alas.
89
R E S T 1\ E P O
ENRIQUE
Toda sonrisa es \!labia porque, como aquellos que
paseen la verdaâera
sabiduría,
ni afirma ni niega
nada en rotundo:
insínúa
apenas, y envuelve a la
vez discretas
dudas respedo
a la mismo que pretende significar.
Sonrisas
hay para acogerl,o todo, cuando todo lo
sabemos acoger sl-.nriendo, y llegamo>s a p.oseer el
convencimiento
de que en la vida nada es acreedor a
mayor l'ecompensa:
con una sonri,sa amamolS; con
una sonrisa compadecemos;
con una sonrisa censufamaS. Porque, si fueres amigo, de ella te servirá-s
para indicar
a tu amigo que reina entre vosotros
inte1igencia;
si fueres caritativo,
ella será la mejor
limosna que otorgues;
si fueres mujer, con ella pagm\.1s una deuda de vanidad
satisfecha;
si l:lsonjeado, con ella mo-strarás tu agradecimiento;
si ofendide, tu desdén; si movido a gracejo, tu hilaridad .
y aun rara aqt:€llcs EeHS qu·e ni es trran
ni os
odian, ni os agradan,
ni os enojan, ni os divierten;
para ¡aquellos espiritus
grises y desteñidos,
cuya
indigencia
Imental alcanza tan sólo
a fa·stidiaros;
para aquellos que difunden
por doquier el tedi,o, y
parécen contaminar
de él cuanto evocan a nombran,
encontraríais
también
ulJla justa recompensa
en la
sonrisa,
porque, después ode todo, sonrisas
hay que
son apenas una de las maneras más corteses de b.ostezar.
***
P
ara
apreciar
intrínsecamenté
él valor de uñ libro
de ciencia, conviene qU€ omitamoo desde lue90
E
L
T
O
N
E
L
D
E
D
lOG
E
N
E
~;
go el estilo, que formemos un breve esquema de su
premisas y conclusiones,
reduciéndclo
al ;lilogismo e,.
cueto, como si el resto. fuese el almíbar
en que SI
diluye la' medicina para hacerla
a'gradable.
La ver
dad que queè.e probalá
su eficacia.
Si se trata, por el contrario,
de obras literaria"
e
atísticas,
prescindamos
de la impresión
fugitiva 'de.
conjunto, ateniéndonos
de preferencia
al detalle. C:r
cunstanc:a·s
momeni áneas a cuyo influjo no es posi'
b~e sustraerse,
extravían
el juicio sobre 'la estabiii·
dad( de un valor arthstico.
La actualidad
ei\;mcJ::
suele ser enemiga del criterio.
N a en balde re·~omen
dab:;: un crítICO ingïésleer
a "Hamlet"
en sentid,
retrospectivo
para darse cuenta de su mérito, y aplicar el método a ciertas pro,clucciones dramáticas
ac'
tuales, como medida de ;lU ineptitud.
'Un esculto'c d::
cía a sus discípulos
que si loe fragmentos
disperso~'
de una estatua
antigua
recogían
sus sufragios,
n:
vacilasen
en emplear la vida en reconstruírla,
por·
Clue entera confirmaría
su exce;encia.
Pero hoy con'
fundimos
todos el va lar y el sentido de las cOe,n{'
merced al abuso que se hace -de ellas. Los tiemj10:
capaces de prod'ucir un Leonardo a un Goethe, pan
que fijen, a la ciencia y al arte sus límites na'tu', a .
les, aún, siéndc.Ies familiares
amboo, parece que pa
saron ya. Los espíritus
científicos
se han hecho mio'
pes al esplendor
de la belleza, y los artistas
sor'do,
al rítmo interior
de la verdad.
¿ Efectos
de la in,
tenlSificación
de 'la cultura, de la especialización?
Los didácticos-particula,rmente
lc,s moralistas
•
la moderna-hacen
del arte su vehículo de enseñan
za, trocan la lira en instrumento
de medir y contar,
91
Il
N
It
I
Q
u 1Il,
R
y el tinglado
1Il 8
Tit.
P
O
de Tabarín en cátedra para adultos.
Su critica de la obra de arte es el incomprensivo
"¿ qûé demuestra'!", como si se hubiese propuesto por
soluëión a un teorema de Euclide!!. ¿ Ignoran que la
obra de arte es un axioma, evidente por sí? Y temperamentos artísticos
distinguidos
acuden a la aridez de la ciencia en busca de motivos y argumentos
que ia ciencia es incapaz de proporcionar les.
Si las miras exeIusivista-s de hoy se dilatásen
en
la educación de 'las generaciones futuras, aprendería
el hombre a discernir mejor, y a gustar tánto de la
belleza del silogismo como de la verdad perfecta de
la belleza.
92
EL
TONlIlL
LA PARABOLA
DE
DIOGIllNl!l8
DE LA FORTUNA
A la boca que, sin palabras, inspiró este
canto de antiguas \Vidas y remotos suce-
80s;
Al labio mudo que,en una pensativa sonrisa, se iluminó con los '<reSplandores de
una fantástica lejanía.
1
P
or
el sendero
tapizado
de g'rama, las hermana'S
vienen cada mañana a la cisterna a llenar sus
cántaros en el agu,a transp,arente.
Sus pies desnudos
se humedecen en el rocío que la noche ha esparciao
sobre el campo, y sus ojo.s, lánguidamlBnte
abi\;;rt~oSl,
acar'ician aun el último -sueño.
iLa hermana rubia copia en sus pupilas las ¡izules
embriagueces
del cielo, y SUB càbelIos se confunden
con los primeros rayos del 801.
La hermana
rubia tiene anbeIos inefaMes
y deseos brumo-gos, como el confín lejano de la tierra.
La hermana
del cabello negro robó fulgores
a la
noche para sus ojos, y para su tez sonrojœ
y náca·
res al ,alba. La hermana
del cabello negro acaricia
ensueños
de amor, y se abraza su corazón en púrpuras.
93
Q
U
E
R E S T R
E
P O
,La hermana friviola es, de las tres, la más hermosa, pero nunca sueña ni desea. Se contempla~ arro'
bada, en el cri13tal de la cisterna
oscura.
Su alma
es frágil, cerna su cántaro de arcilla, y a nadie dice
'ù que n_(;uit'a En sil€ncio.
'fema eL agua y se va.
II
P
or el sendero que las hermanas
transitan
en el
amanecer,
cruzó un día la caravana
del Prin('ipe Deseo, que regre·sa15a a la Ciudad Ignota.
Los
;'amellos sedienfos
llegaron a' beber a la cisterna
y
"lturbiaron
el agua.
Un ¡"lago vengativo,
que venia de otros confinés,
no pudo €T.tcnccs a:¡::agar la \Sed de su garganta,
ardioa por muchos dia's de peregrinar
en el desierto.
Fulminó el Mago una maldición, y el 8Ortilegio del
caba',ísticas
palabras dejó trocado al Príncipe en "êsa
¡delira bltrca
(le deta
3H€ irn(dl,
j·n:10 a la
6sterna.
hasta el dia ignorado
en que unas manod
virginales,
vertiendo
sobre ella el agua milagrosa
de.
];1 resurrección,
conjuren
el hechizo.
La hermana
rubia vierte cariño,sa BU cántaro
:;0"
bre la piedra muda, mientras
sus ojos se iluminân.
con el furgor de una fugitiva
€'spera¡¡za, y parecen·
más azules.
En tanto teje pacientemente
ensueños.
en su corazon, 'Y ,s'us mano,s hi1ân blancos copos de.
]ino para un vera nupcial que no sabe si ha de ceñir.
su frente.
94
~r.J
TONEL
DE
DIOGENE8
La hermana de los ojos negros y de los deseos ar~
dorosos vierte su cántaro,
como un cofre lleno de.
U'·lJUmnS Y de ri-S:lS, sobre la piedra
bla'llca, Sus lá-.
grimas han caido confundidaG con el tropel del agua.
que se derrama en cantos,
La hermana
de los ojos.
negros estruja,
una con oL'a, sus manos a n"ne'Jos as,'
ilca'so predestinada.s
al conjuro
por un hado feliz,.
y s31r.unda
su corazón de ensueño~,
Pei-o la hermana
frivola,
que es, de las tres, la.
más hermosa, como, no ama ni aesen, jamás derrama.
el agua sobre la piedra inmóvil, La hermana
frívo-.
la tiene frágil el alma, como su cántaro
de arcilla,·
y a nadie dice le 'que med:ta
en silencio.
Toma ej·
atrl1a Y se va.
III
D
ormida _sobre el, ~ésped, tuvo la hermana rubia un
sueno SerèTI1oS1mO,
ISobre el sendero que va a Ta cisterna,
íesto.nado
de lirios. descendIeron
como roda de oro las estre-~
lIas, y alfombraron
de luz el campo por donde vino;
acompañada
de dulces músicas, la caravana del Pr~ncipe Dese'o.,
- •
-
Era un séquito de camellos lánguidos,
do andar, que Ge agobiaba
bajo el peso
soro de gemas y de rosas.
La hermana
infí.,;to
gozo,
rubia
y sus
de pausade un te-
sintió su' corazón henchido
de
sentidos
se embelesaron
en el
95
ENRIQUE
R
Il
e
T
11 ml P
o
triple de-,fallecimiento
aeT pl~cer, de .la ·álegrfa y
de la esperanza.
Pero la caravana
pasó de largo, sin mirarla ....
y cuando, lentamente, abrió la hermana rubia los
admirado"" párpado\S, flotaba en el aire una estela
de perfumes; las estrellas hatiílfll volado al cielo, y
la noche ritmaba en torno una canción de silencio.
IV
L
a hermana de los ojos negro.s y el cabello sedoso
tuvo otro su€ño inquieto, que la llenó de pen"
samientos extraños.
Delante de una gruta sombria, la vieja Aàivina ola
detuvo para pedirle de beber.
Interrogó la hermana de los ojos negrœ:
-¿Cuándo,
Adivina, cuándo mi cántaro
vertido
realizará el milagro de la resurrección?
La Adivina entornó la mirada y le dijo:
-;Cuando
el agua purísima que dejó de 'apalgar la
serl del Mago vuelva a esta cisterna, después de haber sido por tres veces rocío y por tr€S nube; cuando por tres veces se con\Íundacon
el raudal de un
río y con las olas de un mar, con laoS lágrimas de
una virgen y con la lluvia de una mañana estival,
vertida entonces sobre la yerta piedra por las mano!!
afortu nadas, realizará
el milagro de despertar
al
que, silenciosamente,
duerme bajo su encanto".
Al abrir sus ojos, la hermana del cabello negro
se encaminó sola a la fuente. Y derramó su cántaro y \Sus lágrimas, mientras en el cielo palidecían las
últimas estrellas.
Pero la piedra permaJ1eció inmóvil.
", -:7;-'-"1"~'
: .,. .•. ..
'
96
EL
TONEL
DE
OJOQElNl!lB
v
L
a hermana frívola que es, de las tres, la más hermosa, jamá3 ha soñado ni deseado.
Mientras
sus hermanas
languidecen
de anhelos, y
se consume su corazón en una nunca florecida
espe·
ranza, la hermana
frívola
no dice a nadie l() que
medita en silepcio.
Torna el a~ua y se va.
Una mañana
se sentó fatigada
sobre
la piedra
blanca.
Sus ojos perseguían
el capricho de una nube que vagaba
errante por el cielo, corno su alma
sin afectos ni sonrisas.
Un golpe abandonado
de su.g manos volcó, elcán-r
tara.
Y el cántaro
cayó, roto en pedazos, sobre la
piedra inerte.
LEn espumas y en burbujas
esparcióse el agua cantarina.
Y, milagrosamente,
surgió el Príncipe
de su sueño encantado;
De los confines de la tierra,
llegaron
los del! regio séquito, y el aire se saturó de dulce,s cantos.
A los pies. de la afortunada
derramó' el !PirÍ:nCipe
!IUS tesoros,
y le ofrendó su corazón enamorado.
Pero la hermana
frívola tenía frágil el alma, corno su cántaro de arcilla.
Y desdeñosa se alejó por
el ,mlndero tapizado
de grama, mientras
sus ojos
pert>eguían el capricho
de la nube que, al azar, vagf.ba por el cielo, como S¡;, alma sin afectos ni SOllirisas.
R
ENRIQUE
È
S T it
E
P O
***
E
l verdadero mérito no envidia ni ambiciona la glo·
ria de que gozan los favoritos
del pueblo.
Gusta, por el contrario,
de alejarse de la multitud
o
de ignorarla,
y la multitud,
a su vez, ignora o desprecia al mérito verdadero.
Epicuro decía que entre
lue mayores .satisfacciones
de su vida contaba là de
que Atenas,
que era tan .sabia, ignoraba
por completo de él. A los hombres de genio se les descono·
ce mientras
viven, y los pueblos 'no se informan
de
la existencia
de ellos sino, preCÎ>samente. cuando han
dejado de existir ya ..
***
y
o le conocí cuando vino. Llegó implorando
que le
albergá.gen SUiS alforjas
y le permítiésen
esperar, sentado en el zócalo, el retorno del día. Los
siervos lo miraron
COlt.. desconfianza,
perol el amo
lo acogió hospital~rio
y lo sentó a su mesa. Hoyes
él el amo de Ie,s siervos y el señor de lai ha,\ienda;
ante' él se inclinan aquí todos, pueiS su hué>Sped salió hú mucho de esta rasa, y va ahora abatido, mendiganùo por los caminos.
***
N
uestra constitución
proclama tus derechos y te dice ql'e eres el libre ciudadano de una república
li'bre. Sin embargo,
desde que abandonas
el lecho,
on la mañana,
observo que te encaminas
impuls,ado
98
E
I,
or
O
N
E
L
D
E
D
lOG
E
N
E
toi
como un autómata
en bu-sea de tu subsistencia,
¿Existes
acaso por tu espontánea
voluntad
y determinación?
¿. Fue tu querer c:.uien te sacó de la nad:I,
en donde nada eras a.ntes de tu nacimiento?",
Sin
embar-go, nuestra
constitución
proclama
tus der..chas y te dice que eres el libre ciudadano
de Ulta
-repúlbliea libre.
O te veo persiguiendo
la fortuna,
las riquezas,
1'1
oro, y atropellas
en tu carrera
cuanto se te interp,)·
ne; a hUsmea-s dignidades
y honores, y te veo adoI"
taractitudes
serviles de can que mendiga un melt·
drug-a, batiendo zaJameramente
el rabo a quien pu,~·
de dispensarIo,
Eres enton::es esclavo de tu avari·
cia o siervo de tu vanidad,
Pero nuestra
constítll
ción proclama tus derechos y te dice que eres el Ii·
bre duda-oano de una república
libre,
O te observo que corres eon pos de un fant2·sma Il
/lile apellidn
pomposamente
La Justicia,
El Patrill
ti!:'mo, La Moral. a cualquier-a de esos dioses caduclI::;
de la contemporánea
mitología, y unido a muchos d"
tllS conciudadanos,
provocalS esas carnicería,s
in con}; .
cientes, a que llamas revoluciones,
para entroniza"
dioses intangibles
que huirán de tí cuando ya crea·..,
atraparlos
y, creyendo cambiar de sistemas,
cambia·
rás solamente
de yugo-, Cuando tal hace-s, eres I'l
instrumento
de ambiciones
ajenas;
pero
nues~r:!
constitución
proclama tus derechos y te dice que eres
el libre ciudadano
de una república
libre.
O te contemp'~o ~í, ·querie·ndo satisfacer
apetito;;
amorosos,
persigues
una forma femenina
a que I!'.
naturaleza
ha ve-stiè.o con sus mejores galas
par;\
atraerte,
y ella .simula huir de tí para que más bre'
R
ENRIQUE
E
8
T
R
E
P
O
vemente le des alcance .Cuando,
logrado tu intento, crees haber saUsfecho tu voluntad, no re¡,aras en
que satisfaciste
tan sólo una voluntad ignorada de
que eras juguete, engendrando
un nuevo individuo
a quien nuestra constitución
proclamará
sus derechos, y dirá que es el libre ciudadano de una repúJ
bliclJ. libre.
***
Con razón se quejaba un escritor del siglo pasa~
do èe l).\:e la hnanidsd
£6 tan poco fecunda
en invenciones que no na eiào capa~, después de millares de años, de inventar un pecado nuevo.
Sin embargo, un filósofo de estos tiempos intentó esfuerzos en el sentido de fundamentar
una nueva
moral, y ensayó "el principio de una renovación de
todos los valores" (1).
¿ Puede pretenderse esto, si falta aun ese pecado
nuevo, fuente fecunda y Única de preceptos
originales?
Según la tradición
hebráica, la Ley de MQisé8-'
de hecho cOJldensada en el ¡DecJáld$o--cuenta
aho.~
ra sus seis mil años de promulgada l:1nIsrael. Es de
suponerse que tampoco entonces fuera ni una novedad ni un feliz invento de aquel patriarca,
iluminado por Dios en el Monte Sinai, sino la compiilación
(1)
Friedrich
Nietzsche:
",Tenaeite
100
von Gut
und Bose".
EL
TONEL
DE
DI~GE"I<~:-'
lenta. el trabajo
acumulado
de eiglo.s y generaci.)nc-s. Y no podria decirse que de esa edad a la nllé~~,'
tra se haya avanzado mucho en legislación,
ni E.r-·
nos que la moral haya adelanlàdo
un solo pa~o, "j
bien es cierto qu.e tampoco hemos retrocedido _ 1'r.}'que nuestros código.s modernos se cimentan, giran,
se extienden
y multiplican
sus pá.ginae a,1 reded!,
de menos de diez preceptos de ética que dan origen
a 108 demás, derivados suyru:, Fuéra de lo~ de:litc.o
alii prohibidos
y condenadob,
rip- existen, otros, ni
se ha hecho posible inventarlos,
a pesar de que !1:l~'
gentes sencillas que creen convictamente
que avan
zamos, y que es un hecho inconteRtable nuestro prllgreso.
Posteriormente
al Eclesiastés,
el "nihil novum ~H'b
solem" continÚa siendo una verdad en materias
:1.'
ética: nada de mejor ni de más malo contemplamü:;
bajo el sol, y los hombres repiten por la multimillonésima vez sus acciones y sus palabras, sus deseos
y sus pensamientos.
Viven aun alentados por la esperanza, mordidos por el dolor; impul~ados por fa
cólera, por el am<lLr o. por el odio; guiados por ei
jnte"rés, como vivieron en tiempos de Ramsés I o ae
Alejandro
el Grande, y como vivirán en los venideros siglos, dando asi CUl'E\O a la monótona historia de esta pobre humanidad
que, por más esfuerzos que hace, no logra ser ni mejor ni már.lperver·.
sa.
***
me dice que, a consecuencia
de sus delitos,
arrepentimiento
profundó se ha apoderado
lO~
Ull'
de
ENRIQUE
R
E
8
TRIll
P
O
]a conciencia de ese hombre ... Escépticamente
me'
interrogo:
¿es acaso la monstruosidad
de la culpa'
la que motiva el arrepentimiento,
o es más bien el
l';g;or conque la sanción se ha 'hecho pesar sobre
",1 delincuente?: ..
PO>fque, después de todo, ôlvid;áram08
nuestralt
faltas o las cometiéramos sin darnos euenta, si una'
inexorable sanción no ee encargara
de ponérnosla.s
de manifiesto.
***
que hace de la prudencia una regla fija, queda'
expuesto a cometer 108 mayores desatinos.
***
L
as pasiones, ·aun las más baJas, suelen ser comunicativas y desafian la censU;ra. El amor
ef!
cc.nDdente, la gula se mofa de tâ templanza, el odio
no teme enseñarse, la avaricia desprecia el insulto'
y la ambición 's'e ostenta sin disimulo.
Sólo es vergonzante la envidia, y a su secreto llama '·castidad".
***
ignora por qué los ascetas condenaron los refinamientos de la sensualid,ad, habiendo en el
102
EL
TONEL
DE
DIOGENES
mundo tan escaso número- de refinados
(y aún
èe
sensuales).
La religión
encuentra
que los sentidOll
.son la perdición
del hombre. ~i fuera así, fa humanidad se salvaría
en mass.
**.
ólo ama el hombre el arte verdadero
cuando ha reconocido las deficieI1lcias de .a realid'¡¡¡d;~ y
busca la belleza en sus creaciones
cuando
ya encuentra
defectuosa
a la naturaleza.
S
H
e aquí uno que no Si! envanece ni de lo que e6,
ni de 10 que tiene, ni de lo que representa.
¿ Es ,acaso un filósofo? N o: es un pobre hombre que
ni e», ni tiene ni vale nada, pero fúnda su orgullo
en lo que Bon, en la que tienen y en 10 que representan amigos suyos a quienes adula constantemen~
te. Mas no es menguada
su soberbia, porque el res'
to de 100 hom]¡res le parece gen,te despreciable.
***
l(ueJe .l.a envidia perdonar a la riqueza cuando se
,~
disipa, al favor cuando se pierde, a la belleza
cuando se marchita
y a la virtúd cuando 6u'cumbe.
Al talento sólo lo perdona co-n' la 'muerte.
;03
ENRIQUE
R
E
S T
R
E
P
O
•• *
N
o fue vana la soberbia del pavo. Ha creído que
adornando de un ojo cada una de sus plumas,
pueden contemplarlo mejor.
**it
'InSignificante
libélula nocturna! Mendiga un fulgor
I
a las luciérnagas
que pers1gue para que presten a su oscuridad resplandores.
Mas se ufana de ta]
manera si con6igue reflejar el' mérito ajeno, que se
encara despectiva a las estrellas y res aice: "¡Apartáos, gusanos, qüe haceis sombra a mi ·clat.idad!".
***
A
l pintar los antiguos ciego al amor y coja a la jus:
tida, olvidaron pinfar a la vanidad tuerta de
un ojo y sord'a de un oido, porque no ve defectQs ni
oye censuras pero, en cambio, ha6ta en la bocà-lie
los necios le parece discreción la fisonja.
***
N
o se ruboriza la ignorancia
,
cuando se la sorprende
que no puede replicar.
104
cuando interroga sino
con interrogaciones
a
¡';L
'l'UN.rJL
DE
DIúGENE8
repugna el necio que ensalza eu talento
tIue nos hace el nuéstro gOSpechOllo.
por-
***
placer es un intervalo e:."ltre dot! dQlorea: el de.seo y un desencanto.
***
N
o ignora el sabio que la lisonja es el mayor usurero, pues cuando da uno, quiere reCÏ'bif ciento devuelt()s.
***
B
ay que di-seulpar a los autores la inocente cOlltumbre de leernos sus produceiones,
a que tánto
se aficionan, y que tánto se les censura, a veces de
munej'a injusta.
No es tan grande la calami'dad; se
les calumnia, creyendo que van siempre en pos de
una :Jabanza.
Contra lo que ee opina, buscan fines
distinto,s. No siempre lo hacen para que se les admire, ni por experimentar
la satisfacción
de u,n e10-
105
ENRIQUE
.It Il
~
T
It E
P
O
",
gio cortés, sino porque, aun para ellos mismos, la
e,alidad de su trabajo
es sospechosa . Anhelan
sondear la opinión, llenoo dë esperâiíza,
de curiosidad
y de temor. Más que el deseo dë que se les conozca
les anima el deseo de conocerse, de adivinarse
en el
semblante
ajeno. Escudrîñan
en su auditor la mirada de aprobación;
interrogan
el gesto de agrado con
la ansiedad del reo que espera Sil sentencia.
Algvr'C"s h~y, si, que están úfanisÎmos:
Mn in-'
falibJememLe, los pe~re~, Y' podemos ahorraTnos
na
benevolencia
de escucharlos.
Otros hay vergonzantes, que se excüsarán
de mil modos antes de leet:.
nos su obra, y darán mil explicaciones
prolijas y ciro,
cunstanciadas
del cuando, el cómo y el por qué se
escribió,
colmo paœa disculpar,se'
y disculp'arla,
lOi
cual prueba la desconfianza
que les inspira, y el deBea de mejor
cërteza.
L'os más dj.scretos~que
también suelehabêrlos-nunca
están satisfechos;
con-sideran su labor inferior a sus capacidades,
;aunque
se haya pu blicádo con éxito. E-speran superarla;
encuentran
en ella '-la frialdad
que no acompaña'ba
al
momento de la concepción,
y reconocen
que sus expre-siones Mn infieles a sus ideas.
De estos puede
esperarse
muchO; porque saben" que la palabra
es la
hermana bastarda
del pensamiento,
y no ignoran
que
es la que lo convence, la que ~lô decide, la que promete hablar y abogar por su causa para al fin traicionado, haciéndose
pasar por el, usurpándole
el patrimonio que le corresponde.
Sólo un locdl nô vlll.cila en reconocer la identidad entre sus ideas y sus escritos, y sólo un i~bécil se asombra de las gran-des
obra,s que ha coneehido y reaIi~ado.
106
EL
TONEL
DE
DIOGENES
•••
G
olpea la adversidad a las puertas de la juventud,
y -se le abre atolondradamente;
Igolpea la fortuna a las puertas de la vejez, y se le abre con circunspeeción y desconfianza .
.....
A
l festín del mérito verdadero
se sientan ain demora la envidia, la ignorancia, la indiferenc~a
y la incomprensión.
Ocasionalmente
toma la admiración puesto, pero guarda timiUo silencio por respet05 a sus
ruidosas
compañera-s: 1Iay un convidado
que se retarda siempre, y llega cuando ya ha terminado Ill. fiesta: es la gloria .
.•**
'Mejor
1'1
escapan a la adversidad
los que combaten
contra ella que los que la huyen.
*.-It
unque debiera ser al contrario, los pueblos en donde más se escribe son los pueblo-s en donde
A
107
JJNltIQUJ!l
R
JI;
IS T
R
l!l
r
O
menOi!!se lee. Colombia es el país del munc!oque,
proporcionalmente
a su población, publica el mayor
Ilúmero de periódicos y revistas;
sin embargo, pro'
pordonalmente
a su po·blación, es el qU€ cuenta mayor número de analia-betas.
***
U
n necio se acostumbra con facilidad a la idea de
que Shakéspeare-por
ejemplo-era
un grande hombre, y déque .se le debe admiración.
No vacila ell creerlo, ni en admirar, ni en repetirlo, y en
ocasiones !lega hasta :l leer a Shakespeare.
Pero la
que jamás logra entender es qué cosa es un gránde
hombre.
***
D
ice un adagio árabe "Del árbol de la prudencia
penden los frutos de la tranquilidad",
pero
omite decir que la prudencia exagerada nunca esti. ma sus frutos 6uficientemente
maduros, y se le pu·
~!l'en en la rama.
***
6bservacióJ\ ha dejado constancia
de que, entre Io.~ animales, el sexo masculino es el "be108
EL
TO~EL
DE
l'>IOGENES
110 sexo", ¿ Qué pensaríamotl de las mujeres si pudiésemos juzgarlas
sin el poderoso, sin el sugestivo
prejuicio del sexo?
***
'Es
una ilusión muy de elStos tiempos creer que el
mundo se hace tolerante
a medida que envejece, No hay que confundir
al mundo con algunos
filósofos que predican la tolerancia,
del mismo modo que en Grecia la predicaban
los cirenaicos,
Dos
mil trescientos año·s atrás decía Teodoro que los errores de los hombres son dignos de venia, pues no los
cOineten voluntariamente,
sino bajo la influencia
de
las pasiones,
e intercedía para
que no se castigáse
con tánta severidad a los ladronës, a los sacrílegos y
a los adúlteros, Nuestros abogados no han hallado argumentos mejores
cuando imploran para los reos
la clemencia del juez,
Antes que Teodoro, Arquelao, maestro de Sócrates,
negó los principos inmanentes
del bién y del mál,
diciendo que la justo y lo inju·sto no la son por naturaleza sino por ley, y aconsejaba a los arcontes no
olvidar esta máxima cuando fuesen
a administrar
justicia,
Pero la Justicia
desdeña estos consejos, y
señala su ,avance con un viacrucis
de horcas y cadalsos. N a por hacerse vieja se hace clemente, pues
continúa tan sedienta de sangre como en las ya re
matas mocedadee deI Areópa,g:>.
J Ü!)
R
ENRIQUE
E B T R
E P O
***
E
xclamó Diógenes
el Cínico, al ver unas mujeres
que pendían
ahorcadas
de un olivo
"Ojalá
que todos los árboles trajesen
ese fruto I"
En el nombre augusto de la Razón abominaba
Diógenes de las mujeres, que a tántas einrazones
conducen
Pero cuéntase
de él que, -desde aquel dia, no
IJudo ya comer aceitunas
sin que el ·recuerdo supersticioso de las ahorcadas
le amargáse
la boca. ¿ Se
vengaba Thetis de los ultrajeS
inferidos
por el filósofo a su sexo, en las personas
de sus desgraciadas oficiantes?
Ami'goR prudentes:
en el nombre augusto
de la6
mujeres, abominad de la razón de cuando en cuando,
si teméis haceros
supersticiosos,
como Diógenes.
o
***
A
bro
al azar e1 libro que un °bondadoBo amigo se
h:>. empéña~o
en que lea, y encuentro
en él
estos conceptos
sanos, dogmáticos
y optimistas .....
"'EI matrimonio
se ha convertido
en una compcmenda rrateriaI
en c;ue queda tan pol1o sitio p,ara e;l
amor como en el contrato
de dos capitalistas
que
emprenden
juntos un negocio
El matrimonio
conti:.:1:1 teniendo por pretexto la éonservadón
de la especie;
supone teóricamente
la atracción
reciproca
de dos individuos
de diverso sexo; pero en la prAco
110
ID I,
T
O
N
E
J.•
D
E
D
lOG
E
N
E
S
tica no se hace atendiendo
Il la
futura
generaclOn,
Rino únicamente
al interés pergonal de los individuos
que se casan" ... o. "Y es preciso que el matrimonio,
esto es, la sola forma de procreación
admitida
por
);1 scci€{'~¡(j, Ha
:r€€uIÜ¡·Qo 'dd :aInor, po'rque éste
et; el gran
regulador de la vida de la especie, la fuerza que llev:t al perfeccionamiento
de esta especie y
trata de impedir su ruina física" ....
Lo cual sería muy hermoso .. o. si juera cierto. Pero las razas no mejoran con sólo dejar a la naturaleza
que obre en Iib'ertad.
La ur.ión de los sexo.s presidida por el amor nunca ha probado re·sultados mejores que los de las uniones en que sólo el interés primabn. Lo único ~'.'e se sabe de positivo es que, en
ambos casos, los resultaJos
son mediocres,
y dejan
bastante
qué desear.
Aàem¿,s, es discutible
que la
J1uturaleza haya creado la durce embriaguez
de los
sent:dos y de las almas exprofesopara
la selección
y el mejoramiento
de la especie;
suponerlo
sería
creer en la existen~ia ae las causas finalcs y atribuír
a la naturaleza
inconsciente
premeditaciones
y cálculos semejantes
a los nuéstros.
La experiencia
no confirma tampoco tal idea, que fue tan del agrado de
Goethe: Colombia es uno de los pocos países-acaso
el únIco-donde
una inmensa màyoría de los matrimonio's se realiza sin otro móvi1 que el amor, y el
àoctor jl,Hguel Jiménez López na comprobado
que en
Colombia la raza degenera
en una proporción
alarmante.
El Genio gue, segÚn Schopenhauer,
preside las solemnes funciones
de la reproducción,
ignora -Shl duda los fines que persigue
la Eugenesia,
ciencia re-
:111
ENRIQUWJ
:R E
ll!
T
It E
P
O
centiaima, fundada para lograr un cruzamiento científico de los sexos, de manera que la ra2;a alcance
el perfeccionamiento
no con8egúido
por las saetas·
disparadas al azar y al capricho del dj(}secillo inexperto que fos antiguos representaban
con una venda
sobre los ojos. No es de desdeñarse
aquí el hecho
<le que, mientras "los verdaderos
amores pasionaleEl
son tan escasos como las genuinas obras de arte",
al decir de un poeta, los nacimientos
son, no obs"
tante, frecuentL~ïmos. Si para que naciese cada hombre hubiera que es·perar a que se pres'€ntasè
una
gran pasión,
y que esta ,pasión fuese correspoñdida de igual modo, a la vuelta de pocos años acabaría
por despoblarse la tierra.
Por fortuna' para la subsisterkia
de la especie,
las mujeres, como seres prácticos que son, no partieipan de Jas ideas de los filósofos, y cumplen su
misión en el mundo
con una seguridad
y con un
acierto instintivos.
Las acusamos de frivolidad y de
inconstancia
porque cambian
de amante con sencinez inexplicable para los hombres. N o hay ligereza
on ell.:ls, sino en nuestra
manera de .iuzgarlas.
Cunndo un hombre ama, ama a una mujer;
cuando
una mujer ama, ama al amor mismo. Nos acostumbramos a pensar la frecuente comedia del amor como una acción real de lo~ sentimientos,
olvIdando lo
que hay en ella de ccnvencional
y, sin embargo, no
le atribuímos su importancia.
Al decir ,dguno que ama el teatro, no significa
que ame en partlcular
a ninguno de 108 actores. Lo
mismo ocurre a laoS mujeres, para quienes el matrimonio y el amor son instituci'on~
venerables que
112
F. l,
'l'
()
S
El J,
1) III
D
lOG
l!l
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E
8
no pueden sacrificarse
a personalismos,
El amante,
c'Jmo el artol', ës un accidente
de importancia
seCU lld;\1'~a, Nunca
se sabe si tina joven soltera ama
ell efecto a] hombre que ha prometido desposarla o
si, en un ·sentido general, ama el sacramento
que le
va a ser fmpuesto.
Todo denota que, merced a la
seriedad de su carácter, las mujeres estiman la existencia del amor como indiferente
a ]a solemnidad de
las nupcias.
Entre ambas cosas han llegado a establecer divisione" claras y precisas, en 10 que concuerdan con muchos puebl<X1 <le la tierra donde el
amor carece de importancia
o, de atribuírsele
alguna, se le atribuye perniciosa y hasta causa de la nulidad de las bodas. En el J a)ón, 10il padres del contrayente solicitan y obtienen el divorcio cuando,
por
ua afección demasiado viva de êste hacia su esposa,
compromete
la autoridad
rr.arital y pone, en pelif{ro los interes~
de la familia. En otros países, que
tampoco tíenen én cuenta la atracción de los sexos,
a los novios les está vedado conocer·se antes de rea~
lizar la unión. Y recordemo·s que las mujeres nunca:
se han rebelado contra lar.; costumbres, de las cuales
son celosas y resignadas
observantes.
Si se habla
ahora de emancipadas,
la irièiativa
parte de hombres que, sin sÍquiera consu,ltar con ellas, proponen
la reforma, y aun llegarán un día a imponerla, de~
mostrando así que las mujeres obedecen sumisas y
voluntarias
hasta las locuras de sus pretendidos
li~
bertadores.
118
Q
TJ
E
R
E
8
TRill
P
O
***
.• Resultado
de la educación
ecléctica
del día, todos
sabemos rendir admiracion
cumplida a la Virtud, y al Vicio, muy augusto
homenaje.
***
L
laman l\jf;diocridlid
a aquelrla dama cuya virtud
,
.ian!ás se discule, y que vive tan satisfecha
de
sí mi~ma como de :~u negativa
reputación.
***
E
s más grato, infinitamente
más grato, admirar que
8'-;1' ac!mirado.
l\luJ' pocas cosas son tan dulces
como las emociones de gratitud
hacia los que n(}S legaron la obra hermosa, el libro lleno de sabiduría
o
el descubrimiento
rerlentor.
Sentimiento
generoso, la
admiración
procura momenta-s inolvidables.
Por desgracia, el tiempo y la costumbre
extin~uen
en nuestras almas los arranques,
los ardores, ]a vehemencia,
y a medida que se aleja la juventud
se amengua la
intensidad
de nuestros
asombros.
De vivos resplandores se convierten
en fulgores apagados y efímeros.
A la ignorancia
y a la curiosidad
que alimentaban
el
fuego de los primeros
entusiasmos,
sucede la edad
en que lo original se hace ya raro, porque avanzamos
114
EL
TONEL
DE
DIOGENE::I
en experiencia,
y la experiencia
asesina la noveda-d
que la niñez descubre en todas partes.
Tal et! la labor de~ tiempo. La de la costumbre es
má.g destructora.
Los <1Íos pr.onto se habitúan
a mirar con indiferencia
la belleza j 108 oídos se cansan
de la suavidad de los ritmos, y la mente se fatiga de
la verdad que a cada instante se comprueba.
Aun en
la misma variedad, el hábito descubre su monotonía,
y en la novedad encuentra
su vejez la costumbre.
Siendo yo niño, conocí a un anciano bondadoso que
me acompañaba al teatro.
El no participaba
de mis
admiraciones
ni de mis entusiasmos.
Como le interrogase el por qué, me replicó benévolamente:
"Porque
I'oy ya viejo".
Antojóseme su respuesta
un eni'gma, pero llegó el
día en que pude entenderla, ~T comprendí que envejecfa y(} •
***
C
on frecuencia,
lectores cándidos
a ignorantes
en
cuyas
manos ha caído un libro exquisito,
se
confiesan decepcionados y no aciertan a comprender
porqué disfruta el libro de t¿'nta fama ... Es eXplicable y hasta conveniente que s'lic&da así. De la leetura derivamos placer en razón de la afinidad
de
nuestro espíritu con el espíritu del autor y, en cierto
sentido, toda obra vuelve a crearse en cada ocasión
en que inteligentemente
se la lee. Los libros medio116
E
N
R
Q
n
E
REs'rREPO
cret'! son los más leídos por ser enorme el número de
gentes meldiocres en el mund,o. Pero la mediocridd
cambia sin ces·ar, y modifica sus maneras y sus aspectos Il medida del tiempo. hasta el punto de que
un necio de hoy reconocería con dificultad a sus semejantes de otros siglos. Con el talento pasa lo contrario: las fases de la vida que consiguen interesarlo permanecen inmutables y constituyen su pre{}cupación de siempre. Tal es la razón para que perduren
sólo las obras de mérito positivo, mientras cae sobre
las otras un olvido inmisericorde.
Y consiguen aquella's inmortalizarse
porque, aunque Se las lee muy po'
co, se las lee en todos los tiem!Jos por lectores inteHgentee que mantienen vivo su recuerdo y lo imponen
a la multitud.
Las obras maestras
de la sabiduría
son, al decir de Lichtemberg, espejos: si se mira un
sabio, reconocerá en ella's su imagen; mas no se posible que se refleje un sabio cuando es un mono el que
se mira.
*~.*
A Il E. López de Mesa
oven aún, Praxitele-s había escuIpi'do una hermosa
imagen de Astarté.
Embelesado la contemplaba durante horas, y satisfecho de su obra se sumió
en la inactividad,
pensando realizado su anhelo. ExhortábaIe a traoajar
el maestro, pero tan complacido se mostró de su primer éxito que por mucho tiempo no fue posible que adeIantáse obra nueva. ¿ A qué
J
u.
más intentos,-se
decía--si
en esta imagen he resumi'<1o mis sueños. y si en ella mi idea culminó felizmente?
Una mañana, al volver al estudio, halló rota en pedazos III imagen.
Fu·e inmen~a
su deses'peración_
J. Quién había
hecho el que calculaba
daño irreparable?
Serenamente,
el maestro e3cuchó sus quejas.
"He
sido yo-le
dijo .-Reparé
la complacencia
exagerada
con que contemplabas
tu obra. Adiviné en ella un
obstáculo a tu progreso.
Rompiéndola.
te obligaré a
rehacerla;
rehaciéndola,
aprenderá6
a superarte".
y Praxiteles
la rehizo, en efecto. Pero la segunda
imagen fue infinitamente
más perfecta,
más armoniosa que la primera,
y el discípulo
comprendió
la
lección profunda
que le enseñaba a renovarse en cada una de sus obras,
.**
afné,
fugitiva del bosque, perseguida
del demente
Apolo, ti cuyos ruego" fui-ste sorda j' es'quiv¡¡,
¿sabías el arcano de tu fuga '! ¿ Conociste la que el
Destino que gobierna a los :nmortales
y a los hombres premeditó cuando te hizc insensible a la caricia '?
El dios de la ensortijada
cabellera
y de la lira, que
con sus cantos conmovió a la roca e hizo detener, para escucharlo,
al torrente;
e~ que con su voz hechiz6 a la sierpe y encantó al leopardo en la selva, no
pudo, sin embargo, abland;lJ' tll p"r'hn ni ¡'('('be:r ln
D
Il
N
R
Q
u
El
R E B T R
E P O
!ndomable virginidad
que defendiste
de las dulces
acechanzas ,del ruego. ¡Oh Dafné, enamorada de las
neblinas y de la albura de los lirios! Te deslizabas
por el paraje nunca hollado, temerosa del perseguider. Huías, para no consumir la nieve de tu virgi"
nidad en el fuego vehemente àè "sus ansias. Deseada
del Divino Augur: ¿ sabías què ibaa a engendrar
en
su corazón la pasión nueva, fruto
de tu esquivez?
¿At!ivins~ el germen del amor a la gloria en la tristeza del amor imposible?
Fatigada
de la persecución de quien concibió por
ti dukes anhelos, cuando la fuga se hizo inútil, cuando tus pasos midieron la presurosa
proximidad
de
los suy06, imploró tu voz el auxilio de las ondas que
te dieron el ser. No llamaste en vano, Penéade. La
virtud de tu súplica alcanzó el "milagro. Y tus brazos, amOrosas cadenas que jamás oprimieron al que
anhelaba su calor, retoñaron en 'hojas. Las líneas de
tu cuerpo, tentadoras,
perdieron su flexibilidad y su
ritmo para convertirse
en inmóvil tronco. Tua pies,
que el polvo humilde había besado, arraigaron
proÎundizando en la tierra, y tu piel, émula de los pétalos, se cambió en la corteza del laurel que entonces fuiste.
Pero tus hojas ciñen ya la frente iluminada del
Dios, y entrelazadas
a BU lira viven eternamente.
Si,
cuando fugitiva en el bosque, movías a amor su alma, si llena.gte su corazón de deseos y saturabas
de
promesas el viento, al trocarte en laurel, troca-ste 'el
insaciado anhelo en dulce sueño de gloria. El amor
imposible fue, por tu hechizo, el- nïás fecundo de los
amores, Dafné. j Ignorabas el alma del predestinado I
118
EL
TONEL
DR
DIOGENE8
Una chispa basta para encender
la inspiración
en
ella. La misma voz que hubietle hechizado
con SUB
qucr.clbs
tus oídos, cuando te negaste a escucharla
perfumó la tierra,
y Eolo, el de Ji.geros vuelos, se
detuvo
a recoger sus acentos y lOeSesparció en BU
cal':"era por el mundo, promulgando
el nombre
dte
Apolo, grato a los inmortal€s
y a los hombres.
j La
sien que hoy se orna de laurel recibe tu caricia póstuma, Dafné!
LA PARABOLA
DE ANTISTENES
uelo dudul'--dîjo
Crates a Antistenes
- de la eficucia y del valor del entendimiento,
pues encuentro tan ~atisfechos
del suyo a los filósofos como
il 10:-1 ne::¡o~. Y tengo para mf que nosotros, que tan
vjvo agrario derivamos
de nuestra
mutua conversadón, y que nos preferimos
y buscamos, no dif.erimos
'..ln cosa sustancial
de los necios, a quienes afinidades
del espíritu
llevan a comprenderse
y a elegirse.
De
la que se sigue que los filósofos, a despecho de nuestra opinión de transitar
por c'ármenes de sabiduría.
al fin no somos sino necios con una necedad de otro
estilo. Pues si como despreciamos
a lœ otros, por estimarlos inferiores,
naB desprecian
ellos, convencidos
d~ la superioridad
de su entendimiento,
¿ quién sino
Zeus podría dirimir esta contiend'a?
Antistenes
levantó su báculo, en ~eñal de que quería ser oíclo, y le dijo: "Es~úcha
una parábola:
Siendo un adoTescente, casi un niño, PTometeo fabricn los hombl~-és con el barro y el agua, procurando modelarlos
a semejanza
de los dioses augustos.
[,a<; inexpertas
manos del Titán consiguieron
imprimir sobre la arcilla formas que, si bien defectuosas.
recordaban
las de sus venerables
mo.delos. Y, sa-
S
121
FNRIQU!l
It
III
8
TRIll
P
O
!.¡Bfecho, (ue fi implorar del padre de los dioses que
infundiera
un hálito de vida a sus criaturas.
A lo
que, complacido 'del pueril pasatiempo, accedió ZeUB,
Con la voluntad de El Eterno, los muñecos se animaron de vIna, La materia despertó de su sueño, y
e.I barro se sintió poseído de instintos, de pasiones, de
apetitos y de esperanzas,
Para que pudiesen contemplarse, Prometeo lOB' condujo a la fuente en cuyo
cristal se miraban embelesaáos 16s cielos. Creía, candoroso, que los hombres le glorificarían
por haberlos
sacado de la nada. Pero ellos, en cuanto vieron sus
imágenes, manifestaron
descontento.
Cuál se quejaba de obeeidad, queriendo sei ëeñceño; cuál de la
redudda
estatura,
pues aspiraba
a esbelto;
aqut:l\
maldecia del color de sus ojos; éste de ser lampiño y
aqueste de sus barbas excesivas. Inconformes,
renegaron todos del Titán que así ~os había configurado;
de la vocinglería
se levantaron
sólo imprecaciones,
y Prometeo no oyó una voz de agradecimiento
o aprobación,
El Titán sintió la amargura
y el desencanto
que
son la triste recompensa de los creadores.
Pero él,
como e~los, amaba entrarraù1emehte
a sus criaturas,
y no bastó la ingratitud
para que las abandonase a
su suerte,
Llamando a los hom1Jres, les habló así:
"Es verdad, criaturas de mis manos, que la poca habilidad de ellas fue incapaz de configuraros
como
los dioses, 'para que vuestra contemplación 'fuese a
la vez vuestro deleite, Pero ya que no halláis agrado en contemplaro's el cuerpo, contempláos el ahria.
que- no es mi obra, sino la de Zeus Omnipotente",
Ingenuos y no ofuscados aún por la vanidad,
los
122
EL
TONEL
DE
DIOGENEH
hombres se detuvieron
a meditar
sobre sus almas
Pronto se levantó nueva protesta.
Las almas no le~'
cauttaron repugnancia
menor. Se comprendieron
torpes, mezquinos,
envidie·sos y avaros;
conocieron
S1:
inclinación
al engaño, al disimulo y a la mentira, oSt:
apetito desor·denado de alabanzas y de glorias falace~:
su deseo de traicionar,
de adular, de ser desleales.
Su fealdad
moral
les disgustó más que la fealna,'
de s~ figura, e imploraron
de su creador que los me-
joráse.
Impotente,
Prometeo dio trasládo
de aquella súnli
cia al que se sIenta en el trono que forjó Hef,aisto,
El Kronida escuchó paciente,· pero cuando calló el
Titán. esperando
y anhelando
que sus votos fue'rall
cumplidos,
Zeu,s le replicó: "¿No veis cuán ambiciosMl e insaciables
son vuestras
criaturas?
Con nadr.
de cuanto les dimos se contentan.
Pensad que si pOI
la forma () por el espíritu se asemejásen
a los dioSN~, qlH~rr¡an luego usurpram~
el poder y la inmarta-Ildad. Recordad que el lodo tue la materia de que 10~
formasteis,
sin pensar en mejorar
la que de suyo
tiene un ori~en abyecto.
¿ Queréis ahora acrecëhtar
su ambición, haciéndolos
hermosos e inteligentes,
co
ma Zeus?
Entristecido
por la suerte de sus criaturas,
parr
las cuales no h'abía obtenido la" felicidad,
Promete,>
suplic6 aún: "Zeus poderoso, Dios de los Dioses y
Monarca del Rayo: ya que no sari felices los hombres.
a quienes cr1é, porque sufren a causa de sus impeTfecciones, concededme al menos otro d6n para el1os".
Meditó Zeus la que podría otorgar, y le dijo: "Si
123
F,~RIQlTE
R
E
S T
R
E
P
O
decía què sùfren, os concedo parà ellos la Vanidad y
la Locul1a".
y la Vanidad y la Locura, descend,jeron sus velos
impenetrables
sobre el entendimiento
de los hombres,
que desde entonces se sienten' satisfechos
del ingenio que les cupo en suerte. Y los necios fueron los
que mayor complacenc'ia recibían, y los discretos se
gozaron en ello, y en sentirse más avisados que fos
;lecios.
QUOT HOMINES TOT SENTENTIAE
Aristo
A
un no hemos podido cakular,
ni podremos en mucho tiempo, la totalidad
dé- consecuencias
que
traerán los acontecimientos
cumplidos durante los últimos lu-stros. Una conmoción política sin antecedentes ha dejado e~hausto ei p-ontinènte que era cerebro
de la tIerra, que asesoraba
un caudal desa,biduría
y
de riquezas, y había esparcido por doquier la simiente
de su altísima civilización.
De este quebranto,
cuya
gravedad no necesito encarecer, las primeras, las más
ciertas
víctimas,
serán;
la cuftura
infelectual
y la
-cuIh' l'a artística.
la g,ueTra na dejado tras de sí
un ¡tOgado de hambre, de necesidade-s imperiosas
que
buscan satisfacción
con sacrificio
de la secundario.
A e·sta satisfacción
les será inmolado todo lujo. LaI
culhra,
como "flor extrema"
dë la civilizacIOn,
es
un lujo. Lugar común, pero no por común menos evidente.
125
ENRIQUE
R
III 8
T
R
Jll P
O
Drias
E
n efecto. No hay que dudar de la gravedad de la5'
consecuencias. Una absoluta desorganización impera en el mundo, y alcanza a todas l!le esferas: desorganización
económica, desorganización
administrativa, desor¡:ranización educativa,
deso~ganización
ética y social, desorganizacIón
de ideales, y por lo menos, otr2s dece deso'rganiz8.1dones que me ahorro.
les effete'S de ese estado se reflejan
en el orden
¡Je las actividadee
inteleduales.
No ha mucho leia,
en la prensa. las amargas quejas elevadas por miembros eminentes del profesorado
de una nación rica.
:;;1 estado econémico actual parece redundar en directo perjuicio de ellos y como si se hubiese calculaJo para BU dañ,o perso-nal. Miantrlls
l(}s obreros,
vc'upados en la,bores rudas e insignificantes,
que paTa
nada han menester de capacidades mentales
reciben
por su tra bajo salarios invetosImiles,
ellos: los encargados de mantener y difundir la ciencia, 108 que
velan por la educaclón de la cultura, reCIben ra'ciones
de hambre.
farde o temprano, si /!lU situación n(lJ se
remedia, se verán forzados a abandonar las aulas para arar la tierra, o para alimentar
la voracidad de
una caldera.
MicDo
t
duda, el momento es critico. Sin duda, tambIen
que prevalecerá
este malestar
algún tiempo.
EL
TONEL
DE
.DIOGENELlJ
Pero ¿ debemos
llevar a nuestro
pesimsimo
hasta
creer que las cosas no han de buscar rin día su normalidad, y que no volverá èl orden a imperar donde
domina hoy el desconci€!'to?
La 'razón, que un momento llegó a parecer
êclipsada,
ha cobrado raíces
muy profundas
en la co·nciencia del hombre contemporáneo, y ese antiguo
sedimento
de barbarie,
que
en momentos de ceguedaa surgIó del fondo a la superficie, i. no cederá ante la imposición
de necesidades fuertes y constante·s?
De suyo vendrán
estas a
subyugar
la bestia que dormita
bajo toda civilización, 'j' to'rnará la vida a su equilibrio"
Hay una resistencia más fuerte que todo ,cannata de disolución:
es la necesidad
que el individuo
experimenta
de vivir, 'de expandirse,
de cobra:~ señorío sobre los' elementas. Y el individuo de hoy l~a aicanzado un convencimiento
plen(} de que ~f,e d"ominio, que la hace
superior y pone .gu vida al amparo de vicisitudes,
la
obtiene solo meâÏante la asociación, la cooperación,
el
esfuerzo a,unado de las capacidades,
No es que yo
comparta
aquellas
ideas contempo'ráneas
que han
venido a llamarse
"sindicalistas",
ni que crea, con
s·u masa estúpida
de adeptos, en la sup-remacía
del
trabajo manual .gobre el trabajo 'intelectual,
no; pero
considero
que estos desequilibrios
momentáneos
re{¡undan finalmente,
por la re(}rganización
que los suced€, (n ·un orc(n èe' CCES8 i;,u·e supera muoho. a.)
.mterior,
Los sistemas políticos experimentados
nasta cI día han s'ido como tanteos, como ensayos, felices o infructuo·sos,
¡1ero siempre enderezados
a su
fin, que es la constitución
de una colectivIdad
más
feliz a menos imperfecta,
Estos sacudimientos
brus127
ENRIQUE
R
E
S T
R
E
P
O
estas conmo'CÎoneoS violentas,
corno la que en la
ac:,ualiaad
atravesamos,
son las manifestaciones
de
u'! instinto colectivo que, aunque ciego e irrazonado
C:l apariencia,
obed(>('e disciplinariamente
a sus fi.ICS. Si, en la ~fuscación
del primer momento. ha de:'YCCllccido la accién imprescindible
de l'a intelig¡en::
cia, tendrá, muy en breve, que buscarla,
que lIamarla en alianza suya. Pues ¿'Cómo podría alcanza'r ob¡~to alguno sin !;u intervención,
y sin orientarse
por
la certera brújula del saber? Por mi parte, encuentro en el makstar
actual los gérmenes
de una evOlución fecunda, y en vez de vaticinar
males al porvenir inteleetual,
le auguro bienes.
Esperemos;
tengamos fe en el desarrollo
de los acontecimientos.
Qnizá6 no pasen muchos años sin que hayamos sonreido (le la puerilidad
de nuestro's temores
presentes.
COf,
Polifilio
mí no me parece inverosimil
ninguno de vuestros
<Tos puntos de vista. Lo que estftD.o difícil es
aug-urar nada. Vivimos en un caos, y precisaría
estudiar con minuciosa
atención cuanto a-contece. po·r
desgracia,
la ignoro todo. Adolece mi curiosidad
de
un defecto, que consiste
en mirar con indiferencia
los sucesos que cuenten menos de quinientos
años.
Mientras
he embargado
mis ocios en la lecfüra de
los clásjcos de la historia y en la rebusca de roídos
A
128
JllL
TUXI'lL
DE
DIOGElNES
pergaminos;
mientras me he informado con lujo de
detalles de los Sll'cesO's ocunridos durante
la cam~
paña de las Galias y durante la expedición de Alejandro a Q;.riente, he permanecido en una deplorable ignorancia
de la que acontecía
en el mundo actual.
Hasta mí han llegado sólo rumores adulterados
y
confusos. Sin embargo, intervengo en vuestra discusión para manifestaras
que disiento· con vosotros en
un punto en que estáis acordes, y es el de dar a la
intE;]igcncia una importancia mucho mayor de la que
en realidad tiene. Aunque mi deber pa-rece defender
esta tesis con razones propias, voy, sin embargo, a
apelar al juicio de un escritor de renombre, quien
sabrá hacerla con mayor propiedad
y mayolr gracia. Permitid que os la lea: ....
. . ."y ¿por qué afirmar que la inteligencia
es esencial al hombre, sÎ no lo es} €n efecto? La inteligencia,
en el grado superior de su desarrollo actual, es decir, como facultad de concebir algunas relaciones fijas, en la diversidad de los fenómenos. es rara y precaria en los animales de nuestra especie. No es en
virtud de ella que ,g·ubsiste el hombre. Ella no regula las funciones de la vida orgánica;
no satisface
el hambre ni el amor, ni interviene
en la circulación de la sangre. Extraña a la naturaleza,
es indiferente a la moral ,cuando no le es hostil. Ella no
ha determinado
los instintos profundos de los seres,
ni los sentimientos
unánimes de los pueblos, ni las
costumbres,
ni los usos. Ella tampoco instituyó
la
religión santa ni las leyes augustas,
que se formaron en una antiguedad
solemne por el ejercicio en
común de las funciones de la vida elemental.
N o se
129
R
El
S
T
R
E
P
O
tomen lall anteriores palabras por irrespeto a la majestad de las instituciones
divinas y humanas;
fácil es comprenderlo.
La suntuosa esplendidez de los
cultos religiosos está compuesta de los despojos de
la primitiva farmacia;
las teologías tienen por origen la venerable ininteligencia
y el sagrado terror de
nuestros antepasados salvajes ante el espectáculo del
universo.
las lEyes son solan:ente
la ,admiIll,istra'ción de los instintos, y se hallan sometida\!:! siempre.
a las costumbres que pretenden someter; eso es lo'
que las hace tolerables a la comunidad. Antiguamen-'
te se las denominaba ·"costumbres".
El fondo es de
una extrema antigüedad.
Y la inteligencia
principió
a insinuarse en el espír.itu cuando ya el hombre había -construído SU fe, sus costumbres, sus amores Y
sus odios, su imperiosa idea del bien y del mal. La
inteligencia data de ayer no más; data de los griegos o, si se quiere, de los egipcios, de los arcadios o
de los atlántidas,
pero vino .después que la moral,
después que la flauta y que la esencia de rosas. En
este antiguo animal del hombre, ha sido una novedad encantadora
y despreciable.
Ha esparcido acá y
acullá hermosísimo\!:! fulgores, no bayque
negarlo.
Irradia graciosamente
en un Empedocles, en un Galileo-(que
hubiese vivido más felizmente
si poseyera menos aptitudes para encontrar rela'ciones fijas
en la ip.finita diversidad de los fenómenos).
La inteligencia posee una cierta gracia, un cierto en-cantÛ',
hay que confesarlo.
En algunas perso~as, es hasta
agradable. Rara, como es, y relegada a un escaso número de hombres despreciados,
permanece aún ino'
cente. Pero no nay que equivocarse: es contraria al
13Q
EL
TONEL
DE
DIOGENE8
geniO. de la especie. Si, por una aesgracia que no hay
motivos para temer, penétrase repentinamente
en las
masas humanas, produciría el efecto de una solución'
de amonía-co en un hormiguero.
La vida se detendría
súbitamente.
Los hombres no subsisten sino a can·
dición de entender mal la poco que entienden.
La
ignorancia
y el error son tan necesarios
a la vida
como la oSan el agua y el pan. La inteligencia
debe'
ser, en las so·ciedadE's, excesivamente rara y muy débil para que pueda ser inofensiva
y esto es la que pasa, en efecto, no porque todo
esté arreglado en el mundo para la conservación
de
los seres, sino porque los seres se conservan sólo en
circunstancias
favorables.
Es 'preciso reconocer que
la humanidad,
en su conjunto, experimenta
un od~(1
instintivo
a la inteligencia.
El sentimiento
-oscuro
y profundo
de su interés la impulsa a ello".
LutoThÎo
H
ay que convenir en. q·ue las razones expuestas por
ei auhl' que Polifilio acaba de leernos, son más
8utile!!. e ingeniosas
que veraces,
más paradójicas
que certera.s aunque, en algunas de sue partes, encierran un regocijado sarcasmo.
Pero no quiero entrar a debatirIas, porque esta nos apartaría
del punto inicial de la discusión, a nos dilataría
excesivamente para regresar a él.
Desde mi punto de vista, no sería imposible que
cuanto acaba de ocurrir y siguè aÚn ocurriendo
en
E
N
it
1t
Il:
S
'1'
R
l!:
P
o
la Europa actual se reflejáse
sobre
la cultura
de'
nuestroil tiempos en la forma pesimista
que han opinado algunos de vosotros.
No sería la primera
vez
que "los siglos asistiesen"
a la desaparición
de una
q''iltura.
;Algunas
se han exMnguido ilin, dejar ICI
más remoto vestigio; de otras, apenas nos quedan débiles indicios, aunque ni su forma ni su intensidad
poùríamos
precisar.
Del florecimiento
cultural
más
cercano a nosotros,
el, moment<1 greca-romano,
aún
tenemos en pie las .señales; hemos determinado
ca.si
con exactitud ilU significación
los documentos que nos
quedaron
nos han permitido
reconstituir
esta cultura y servirnos
de ella ,como lección y como modela. Por
des,gracia
para
los optimistas,
sabemos
igualmente,
que esa civi1ización frue .sepultada
bajo
el fatídii.'o sueño de mil años que se Ilamó Edad ,Media. un mundo de barbarie,
de prejuicios
y fanatismos, sucedió a la culta edad" en que Justiniano
y Salón dictaban le~'ës a los habitantes
de la tierra, y Pitágoras demarcaba
rutas a las constelaciones
del cÍela. Un mundo que fue como pesadilla
de la lÏumani dad, en q,ue el hombre sólo ;exaltaba de aÍ la que
le hacía semejante
a las bestias.
¿ y de dónde vino
a invadir
la Europa
aq,uella inóle de barbarie?
De
donde mismo parece hoy amenazarla;
de la Siberia
inhospitalaria,
<fe donde vinieron un día los Hunos;
de las regiones del nordeste, reliacias a todo progreso moral e insen-sibles a la marcha
de la cultura.
i. Quizás vivimoï; hoy en 100 días que ante.ceden a una
nueva emigración
de los pueb1os?
No pretendo
I1amarme discípulo
de Spencer, pOero
C1'eo,
con
él.
flue
todo
período
132
di> p-volu('ión
que
cul-
E
t.
T
O
S
loi [,
O
F
{) tOC;
Ir.
~
l': ~.
n ir..1, que I]EMa tl lo qu.e el mésofo
denominó
~1l'
equilibrio, viene sucedido de una decadencia.
E~l<l
representa
la reconversión de fuerzas que se disgTc
~an al cumplir su ciclo. Los dos procesos opuee\o-:
se dan en sentido de ritmo, sucediéndose periód:c:\
mente. La historia conocida y la que podem<>-8hipo
tctizar, ~onfirman esta tesis, al menos, ... y yo ()~
pregunto ;.nos habrá tocado, a los aquí circunsWl otes, presencial'
uno de esos mom.entos
en .que el
péndulo imaginario del tiempo marca, en BU oscilnción, el instante de supremo equilibrio, para inicinr
ahora su ciclo de retroceso?-Yo
no- la sé.---Pero pOi'
los síntomas, por el malestar que doquier se siente,
sospecho que, en efecto, algo de anonnal amenaza III
instituido, y una como calamidad ,gravita sobre
pl
mundo.
"fortunadamente
para éste,las
ciencias y laB al'
tes, que con dolor hemos imaginado
en pc
ligro, están difundidas no solamente en Europa, sino
también en ambas AméTicas. aunque su cultivo es
aún incipiente. Creación de aquélla, éstas han seguido sus derroteros
y asimilado
provechosamente
su
espíritu.
Es v.erdad que .adolecen de· juventud
e
inexperien.cia, es verdad que ni en lo científico ni
en lo artistico
han podido alcanzar a su maestra.
pero el tiempo hará lo que falta.
Si el quebranto
profundo sufrido pOT Europa afecta su estado cul188
9
ENRIQUE
R
E
S T
R
El
P
O
tural, en la medida que tememos, artes y ciencias
bdluán
'Un lei,¡¡~io en el continente nuevo, en donde la vida, sencilla aún, brinda generosa sus dones
y acoge las nobles iniciativas.
Verdad es que nues'tro desarrol1o CIS rudimentario;
'no aspiramos a po-f
'seer hoy manifestaciones
!Culturales que serian prematuras y efímeras, de consiguiente.
Pero las baset!
esÜín (dadas,
y tras una evolúción saludable,
duranie la cual verifique su adaptación al nuevo suelo, la planta del saber echará raíces, para entrar más
tsrde en un período de florecimiento.
Lutonio
C
uando la civIlización fTaguada
!,~r. _~tenas e impuesta al mundo por Roma InlC10 BU decadencia. ciencias y artes hallaron un último refugio en
Jos monasterios.
En aquel baluarte se defendieron de
la muerte absoluta. de la extinción radical. Los monjes entretenían
BUS ocios en el estudio de las letras
clás:icaB, en el cultivo de las artes, pasatiempos
fe.J
lizmente permitidos en la austeridad de 108 claustros.
Favorecida
por el tranquilo
ambiente monástico se
maníuvo aquella simiente que, siglos más tarde, voló a esparcirse
y a germinar en campos fecundos.
Asi se inició la éra tan propiamente denominada Renacimiento;
asi se salvó lo que del mundo antiguo
ha negado hasta nosotros.
o
EL
'1'O~EL
DE
DIOGENF.S
Aristo
Q
uiera
Palas j oh Lutonio!
dar oídos amables
al
sentido liue eñtiendo adivinar bajo fus últimas
palabras,
y permita
que asi como en los tiempos góticos ha'lló ¡;ara su divino culto un refugio', así lo
hal1e en la azarosa edad que confrontamos,
pues sin
él toda vida me parece inaigna,
rebajada
al nivel
rudimentario
de una vegetación
sin florecimientos
y carente de los frutos sabrosos
que la sabiduría
nos
dispensa.
¿Qué valdrían todo el mar sin .gus perlas,
~oda la tierra sin sue flores ni sus gemas, y toda
\a inmensidad
de los cielos sin él oro de los crepúsculos y ]a magnifkencia
de las noches consteladas?
De
la vida lo mej or o ... nada. Solo a condición de las
~xcepciones
pueden tolerarse
ras reglas;
sólo por
\'0 que e6casea
llegamos a Justipreciar
lo que abunria. Y así, Lutonio, aquellas
cosas por la vida de
la~ cuales tememoo serán tanto más estimables
para
nosotros
cuanto la sean men'os para es'a multitu<i
intonsa y brutaY que, querier_do alcanzar
todo-s los'
bien'es alcanza sólo la medida de su propia insigniHcancia, y atropella, de paso, esos mismos biene.g que
tlcrsigue.
Indigna de ellos, no podrá divisarlos
nunca. Invisibles a la miopía de sus ojos, imponderables
't süs sentidos
groeeros,
quedarán
siempre el patri
momio de uno.g pocos, de unos rarísimos
elegidos, a
<;uicnes la naturaleza-discreta
en la distl'ibución
del
sus dones-dotó
de calidades
diferentes
y de dis'cernimiento
para gu.starloB.
¡.Creeís que los rudos'
186
F. N
R
Q
lT
R
E
E
S
T
R
Il::
P O
pastores podrían sentarse inIpunemente aJ festín dE4
iós àios('!'l, y compartir,
sin intoxicarse.
SUIl
necta4
res?
••••
e han escrito máximas, aforismo6 y a..dagios para
todo. LOll moralistas
han agotado la materia.
los sabios y los humoristas, también.
Si de ellos se.
hiciese ,atJlicaciôn ya la vida s'e hubiera hecho hasta
monótona a fuerza de circunspección
y buen -sentido;
pero la6 máximas, adagios y aiÍorismos, no se escriben para que 3e los a.plique siùo' para que se los ad·
mire .
S
••••
E
s más fácil impugnar Jas verdades conocidas, que
descubrir las ignoradas;
pero hacer prosperar
las herejías es más difídique
difundir los dogmas .
•**
L
a oBcuriciad y la penumbra son los reinos predilectos de la fantasia y del entusiasmo;
la claridad es el dominio de la verdad y de los desencantos .
.•...
olemoo muchas vecC/:l descubrir una verdad aguda
e ingeniosa en el lugar c'omún que habíamos
repudiado la vispera.
S
186
JllL
'l'ON¡'~L
DE
DIOGENE~
E
l er~or s~fre menos con. de~::ubrirse. y reconocerse
el nllsmo que con InSpIrar lástlInll. a lOB demáB.
***
A
cop;emo,~ con agrado la novedad de _las ideas y c~n
·deóa~rado la novedad de las c'05tumbres,
sm
meditar que las primeras pueden ser el origen de las
últimas.
***
moda es el cerebro
ella'!; y para enas.
de las mujeres:
piensa
por
***
estimación
e-s el sustituto
mas {'15!"érable del cariño, pero el más intolera'ble
del amor.
137
E
N
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(¡!
U
R
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E
P
O
ll_
L
Os espíritus
mediocres
admira-n disciplinariamente
todo aquello que la costumbre
ha consagrado
como admirable,
pero entre esta adnÚración y la verdadera hay la diferencia
que hay entre un cadáver
y un :'{~I' \"Ïvo:
se asemejan apenas por los rasg06.
***
E
nfre los artículos ae lu~o la probidad
más dispendiosos.
es uno de los
***
mundo no huye al pobre por" incredulidad
le dé, si no por temor de que le pida.
de
que
***
tranquilidac:
de la conciencia
la salud que de las buenas
138
proviene
obras'.
mils de
EL
TONEL
DE
DIOGElNES
***
Mo
hay politico
cuya ambidón
l'
no a~pire a desempt.
ñar el primer puesto, n: cuya necesidad
gue a conformarse con el último".
no obli-
**tt
probidad en manos del talento puede tántOëôÏiîo
el dinero en manos de la improbidad.
***
N
unca
concibe él tJmador que haya hombres de bién
que le superen en malicia. Todo fracaso de SUg
planes IG explica él atribuyéndolo a la avaricia dé la'
"\ctlma que había sindicado.
***
caridad que no discierne
mala obra.
189
da buen ejemplo y 'hace
R
ENRIQUE
JI:8
T
R
El P
O
*.uele el éxito ser hijo de la casualidad, pero reniega 'de BU madre afirmando. que lo engendraron,
la prudencia ;r el talento. ,El fra;caso, que es más
modesto, se confiesa siempre oastardo de 1a5 C}fcunstnncias y del destino .
S
•**
N
i servil ni arrogante-Es
muy diff<::iIaprender a
,
caminar entre los hombres con la justa actitud
y el jU'8to paso. El que se empina demasiado, atro·
pella; al que se inclina -demasiado lo pisan .
•**
joven e inexperto Onomàerito.
CGelreesmarque6inceramènte.
Tetis. Diosa de pies de plata, la que nació
engalana
d'ësnuâ"éz eon el tinte sonroy
BU
'1al'Iode la aurora, va a ceder a tus súplicas balbudentes y tímidas? ¿Crees que van a condoler BU pecho tus suspiros, ni que la abhin'den las ofrendas que
depositas en su altar? ¿No sabes, Onomácrito, que
140
EL
l'OXEL
DE
DIOGIlNE~
nada valdrán tu juventud
y tut! riquezas mientras
Il
ella te aproxime!'\ indeciso y cá1rado, mientras
se cubran de rnbor fUR mejillas, y mientras
trémulas
tus
manos sc contengan
ante la :~isa de sus labios burlones '! Ha:- rie saber que Tetis, que es indulgente
(,'on
la ft'aJ.cJad y con la estupidez,
con la pobreza y con
el vk:io, es, no ohstante,
implacable
cO'n esa esquiva
timiClez que le muestras _ Y ¡ay 1 del que ofuscado
por 'su divinidad
comete el pecado de temblar
ante
ella!
.**
L
as leyes naburales
no son siempre tan rigurosas
n; inmutanleF. 'como la cienéia la pretende.
Con
frecuencia
cometen yerro s extraños y contra.sentidos
singulares.
Y de todas las monstruosidades
que ofrecen, no es la mayor la corporal, la que dota a un ser
de dos 'Catuas Ô de tres brazos, ni la que le priva
por completo de alguno de sus órganos;
no. Es la
deformidad
moral, el desacierto
entre la materIa y
el espíritu.
Un alma femenina. se equivoca
de cuerpo y encarna en uno de varón, para conflicto y perplejidad de todos. De aní resulta el afeminado,
s·er
repugnante
e indeciso,
q.ue posee casi siempre
los
defèctos y vicios (le los dos sexos que auna, sin tener
ninguna
de sus virtude·s.
D6ta10 la naturaleza
de
la osadía y de la fuerza del rr,acho, al mismo tiempo
que de la perfidia, de la astucia y de la frivolidad
de
E N
R
Q
u E
R
E
S T
R
E
P
O
la hembra. Su lengua, que atipTada y chillonamente
remëda la de la mujer, no vacila ante el chisme, ni
ante la calumnia, ni ante la injuria, predilectas
armas de la debilidad; mas su brazo tampoco ahorra
aBestar el golpe a esgrimir el garrote.
De ordinario
desengañan ·sus apariencias
de pusilánime y cobarde,
y a los temerarIos
que se atreven con él les depara a
menudo una sorpr·esa.
sr no se 'ha àa'do aun el caso de que la naturaleza,
en alguna de sus frecuentes
distracciones,
dote con
el veneno de la vibora a la mandíbula del 060', se da,
en cambio, este fenómeno curioso de los afeminados,
que, si no le equivale, le supera en notoriedad y ex',
travagancia.
*••
L
a vanida,d es.a menudo la madre de nue~tros erro, res. Pero es una madre desnaturalIzada,
que
por ningún motivo querría recon"ocer a sus hijos.
*.*
reía Teognis de l\Iégara imposible la amistad entre
mujeres, "o enemigas, a cómplices".
Mas la
amistad no es entre el1as imposíble. Lo que sí ocu:TO es que tiene
al escorpión por alegoría y por emblema, es d,edr: lleva el veneno en la extremidad en
que termina .
C
.142
EL
TONEL
DE
DIOGENEI!!
que guarda las llaves del secreto en el bolsillo
de la vaniaad, no dilatan en descubríselo.
A
l mediodía, Sidarta Be paseaba bajo el sombrío de
los sándaios en los jardinel! de su palada de
Lumbini.
Amaba fa calma de los parajes a donde
no nega el dolor que es compañero de la vida, y en
eilos dábase a solitarias
meditaciones.
"Hasta aquí
no llega-se
dijo-"el
sufrimiento
inseparable
de los
seres". Y en sü oasis examinó atento las maravillas
de üna vegefacwn ma1ue~osa
y tranquila.
¡Cuán
ajenos a toda idea de inquietud,
de sufrimienlto y
ne codicia parecían aquellos árboles cuyas ramas se
prolongaban
sobre el sendero en una actitud mansa
de amparo! Y Sidarta vio, bajo la sombra, un rosal
pequeño, defendido de las inclemencias
del sol. Un
capullo sonrosado entreabría sus pétalos mirando, como. lleno de gratitud,
a sus gigantes protectores.
Pensó Sidarta que en el silencio de los jardines se
había refugiado la feliddad
que huyó de entre los
ho~bres, y aproximándose
al capullo la miró con fijeza. La p8lciente araña había tejido en él, con hilos
de eeda, el velo conque recataba su juventud de lall
14:J
E
N
R
.It ¡: l:; T
It
Il:
P
O
miradas del cielo. Sidarta habló a la rosa, y lIamóla
"alcázar donde se regocijan los perfumes" y "mansión de los suavísimos colores". Largo rato se embelesó, lleno de admiración y simpatía, en contemplar
la vida silenciosa de los seres pequeños, parangonando su humildad con la soberbia de los hombres,
cuando le sorprendió el rumor de una a'beja que se
acercaba.
Llegóse la volandera al capullo, y se internó sin recelo entre los pétalos.
Pero, cautiva de
]a red, halló su perdición en su deseo. P,wgnaba por
liberarse, :" Jas intermitentes
p'alpitac~ones ~e srus
aJas fueron el grito desesperado de su angustia, de
BU sorpresa
y de su horror.
,Premeditada
y alevosa, saltó sobre su cuerpo la
araña.
El monstrezuelo
de feroces instintos ultimó
a la cautiva de manera tan despiadada, que la Elonrisa de Sidarta se cambió en mueca extraña de confusión y de dolor ....
Al regresar a su palacio de Lumhini, escribió Sidarta sobre el poJvo, bajo el sombrío de los sandalos, unas palabras
que borró la primera ráfaga de
viento.
El libro de M. Bergson,
"L'Evolution 'Créatrice",
cristaliza en luminoso prisma el pensamiento filosófico de todo un siglo. Llegan en él a su fastigio las
doctrinas evo,lucionistas que, por más de una centuria, lucharon por abrirse camino en el mundo de
144
~;
l,
ru.""""
DP;
n
la;; verdades
reconocidas;
ctQctiinas que alborearon
Didol'ot, verificaron
su marCha pJ'ogresiva a tra
\ l~~\de Lamarck y Darwin, y encontraron
en Spen
cel' Sil expc;sitor y sistematizadôr
más elocuente.
pl'l'D hltábales
algo aún; la exposición que fuese
a ;a vel. conclu.gión cristalizada
de la ciencia y conqui3b
maraviilosa
del arte de la palabra.
Estaba
(:f,~tin¡:do este c:mbel1ecimi~nto
a Bergson,
y BergSOll
ha impreso a su obra los rasgos todo's de SlÀ
gc,lio (le L1rti<¡ta y el esclarecimiento
de una intèli.L:eJ1,~i::~:obria y aguda.
Lo caracteristico
de e.gte libro es la regresión
que
hace el autor hacia la concepción" dualista del munùo,
concepción que parecia anta.gónica co,n la doctrina de
la evoiuciún, y quP. Bergson ha sabido conciliar dies'
tramente.
i'[1r[(
Bergson, la evolucién se ha operado, indiscu'
tiblemente"
Pero se ha operado mediante la intervención de 'Un elemento extrínseco a la materia.
La materi~l es jnerte:, y tiende por en'o 'a un estado de repodO.
En el mundo de la extensión
es en donde todos
los fenómenos
oëurren, .gr, pero no acunen
de suyo.
pel' cualidaùes
o energías
inmanentes
de las co'sas
mismas:
porque
h:.ty una coi'riente
que cruza,
un
fluído 1ue impuisa, una fuerza que obli¡:{a a la mate'
ria a entrar en actividad,
modelándola,
configurán'
dola, animándolu,
imprimiéndole
las Ïormas y accidentes que Je son característicos
en cada espe.cie y
en ca(~a ca1'lO' particular.
Ese
"impulso
vital"
es
agente que crea, y organiza, en un contin'uado movimiento, este espectáculo
mi:>terioso del mundo, y sobre él ejercita
su voluntad y sus capacidad~,
intui'
CCllI
141
ENR1QUE
RESTREPO
tivas a inteligentes.
Aunque tácitamente,
existe para Bergson un "Genio de la Evolución",
así como
para Schopenhahuer
existía un "Genio de la E6pecie" .
Mas, de todo el recuento de la historia de la evolución que Bergson nos traza con caracteres
magistrales, ¿ debemos <:oncluir que, necesariamente,
ha
intervenido una inteligencia especial en la realización
de esta evolueÎón, como ceñida y ajustada a un plan
deUberado con anticipación
a ella?
Eila equivaldria a suplantar
la fenecida divinidad
antl'o·pomórfira con una nueva divinidad antropOconciente. Y, ¿<:ómo aceptar esta última, si no es la naturaleza la que en sus acciones se ajusta y acomoda
a las leyes que el ~riterio humano le dicta, si no el
criterio humano el que sé aju6tá, en fuerza de necesidad, a las leyes dictadas por là naturaleza?
Pero eternaménte
nos ofuscará la idea de inteligencia, cuandoquiera
que nos 'propongamos procurar
una solución al laberíntico
problema
del mundo.
¿ICuándo y por qué el mundo se originó? ¿Cómo se
organizaron
y ¡coordinaron tan armo·niosamente
sus
partes.? Cada arbusto, cada hoja, rada pétalo abierto, nos mostrarán el indesci·frable misterio escrito en
ellos con los caracteres
enigmáfl.cos de su labo·riosa
config'uración,
y la estructura
caprichosa
de cad,a
ser vivo será como otro punto de interrogación
que
se abre hacia la insondable.
La incógnita misteriosa
permanece il'redenta, y Maya sus'pende la opaleg,cencia de BU velo ante nuestros ojos febriles y ya cansados de mirar la invisible. Y, mientras tanto, el espíritu anheloso de una explicación
y sedieñ'to ijel
1"
EL
TONEL
DE
DIOGENEt>
néctar de un saber más profundo
continuará
verificando analogías entre sus propias obras y las obras
de la callada naturaleza,
ansioso de sorprender
su
secreto" y a la idea de ellas asociará la de una inteligencia escondida, la de una consciente
deliberacion
que se oculta a la penetracfÔfi ~ nuestros ojos mortales.
De aquí la idea de una in.teligente dis¡,oskión
de
las cosas. Pero, la idea de una inteligente
disposición de las cosas, ¿ no es acaso una vista invertida?
¿No e-s una confusión de la causa con el efecto? Si
establecemos
analogías
entre nuestras
obrae humana'8 y las obras organizadas
de la naturaleza
¿ debemos concluír de ello que la naturaleza
requiere
seguir nuestros procedimientos,
y que ha menester
cle
pensar y de sentir para llevarla-s a cabo?
Si sUlponemos una fuerza a "impulso"
especial que
se ocupe, como de intento,
en organizar
y modelar
tO<las las formas y regir touas las acciones,
todos
los estados y los momentos
conexos conducente-s
a
provocar esas disposiciones
como deliberaèas
de las
unas cosas para con las otras, ¿ no incurriremos
de
nuevo en un finalismo
Leibnitziano?
De aquí que el "impulso
vital" de M.
Bergson'
pare"zca solución muy dudosa. de los problemas
maravillosos
de la vida. Porque, resolviéndolos
en este
sentido, nuestra
interpretación
filosód'ica del mundo
experimentaría
tan solo una regresión
hada la doctrina anaxagórica
del "Nous", inteligencia
aetiva, incondJ.cionada,
espontánea,
principia
de todo movimiento y de toda 3JCción, pero independiente
de la materia que anima.
Es decir, \;n género particular
de
147
E
N
R
Q
u
E
RIl:S'1'R¡':f'O
demonio industriO£o, que al encontrar
la sustancia
ad€cuada en la materia desordenada
y caótica,
se
hubiese dedicado, diligentemente", a ejercitar sus capacidades en ordenarla, en organizar la, en imprimirle fórmas armoniosas, movimientos equilibrados,
:r a
ctotarla de cualidades ~speclficas.
Detrás de cacia teoríadualista
'lue se esboza, asoman circunspel..tamente
las barbas de un Dios o los
cuernos de un demonio. Es la obsesión de la divinida'd, que deja de presentarse
con un disfraz antropo·
mórfiéo para ofrec"érsenos envuelta,
diáfana .Y'a y
ligera, bajo el manto sutil de là idea de inteligencia.
Derseverancia
Imitemos.
al p&Ciente astrónomo
.que se pasa en vela Jas nochês mterrogando
la profunàidad
del firmamento, y" clavados 108 insomnes ojos en el cielo, persigue el camino que transitan
los astr08. Hasta que un día, por la sola virtud de
su deseo, encienae sobre 1a placidez azul de la noche
el fulgor de una estrella nueva.
imidez que no nace de pudor o de orgullo,
solo un ridículo temor al ridículo.
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141
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:.:.c. -~~'. ;~('.:1n:· i·I~~a ~~~t¡.'ls)rin..::;'a-?icr.!1do con 8l.
antë ~ccio. j)orque es la ;:-ci1:;ërla ffi,)8 ,~ompetida, :
luego
;)O!'qüc ellos mi.¡;mo'è eonfri1;H'yên <:\ o.esprescl
giarla con ~u exceso de o[~'ê~::ni2nto~ l'!~i),UTI el tr::
fico àel honor "e ema.nc:pB. de ras '~eye", ·'cor.ómi~3.~
(we reg-ulan la oÏerta y la aeJñahda.
1'1
é La miilión del artÛ
Dar palabra, de realidad a la canción
ilL/soria de los pensamientos;
Gncarnar, en lo tangible. la sombra e/fmera del ensueño que pasa;
Aprisionar, en ac/iludes eternas, la movilidad fugitiva de las cosas;
y sellar un pacto perdurable de alianza
entre el eilp(ritu que ville y la forma que
repo,l.l illerte.
***
M
ejor que nadá, el arte historia y reproduee el alma de la edad en que culmina .. Descubre cada
época el elemento que la sabe interpretar; reconot.e
la voz que ha de servirle parà. arengar a los siglos
y referirles sus preocupacions y su vida. Si el pa¡;caTlismo fulguró en el mármol, el cristïanaimo floreció
en la piedra. A las catedrales se llamó "plegarias",
plegarias que desde la tierra 1evantó el sentimiento
150
l'clig-io:<n medlOevlli,
anhelo Ó)! polvo que quería es~;l':tl:;;¡;z:il'~e, y cn su deseù ~Jeembellecía y se trangfi!.'l::alJ~', jmpuJ~acio pOl' :m fervor hacia lo alto.
Ni
ill" d¡,;:ÎpLnas, ayunos y martirios.
de los santos, ni
los '.-¡ejos ¡nfoÏios en c..uy:.s páglllas
deslumbra
la
oDsesion dei vidente, ni el perfume de preces secularcs oalbücida[l
millares
de ócasiones
por mnJares
de ferviente:,; bocas nos narran ho.y el aecetismo
de
su e¡ia:l como iD .1al'1'a Ir. ojiva gótica del templo. A
su vez, el Rena'cimiento
se expresó con ios éxtasis
de la ;uz y con las brilla ntes armonías de la paleta.
No podemos pensar en él sin asociarlo
a sus pintores
índekbleJllcnte,
sobre los líenzo.s de Lconal"do, del
Veronese
y del Corregio
'quedo impreso el espíritu
snsual y regocijado
de entonces.
Desvanecíase
la forma embriagada
en él concierto
delicioso de las sombras, de las luces y de los «':o~ores, y ias leyendas y
los mitos concebidos
por 10's àmíguos
recogieron
el
fruto sazonado de su expresión perfecta.
A su turno a nuestra
edad corresponde
manifestarse, traducir
sus sentimientc's
y sus anhelos;
dar
razón sin palabra.s de sus 'aspíraciones,de
sus tortu"
ras, -de sus goces, ¿ Cuál ha de gel' la forma? ¿ El\! que,
rebelde, no quiere aún manifestarse?
Los medios de
que s~ sirvieron
las pasadas
edades
¿están
acaso
exahustos?
No: la lección del prëtérito
está viva, pero mm'jeron
los maestros
y eon ellotl el entusiasmo
por 10 bello. Escasean
la imaginación
y los téîñperamentos.
¿,Es quizás que 109 susiraen
otras actividádes ajenas al arte? Pero, cuando un artIsta de verdad aparece, é¡ da razón de nuestras
inquietudes,
él
trllr"rr 1Jl'f'~trn:<ï (oTlflirt09,
Rn <ln!' nbrll" ÍtrmÓni7.R
151
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Ins atávica"
I',,'t',; dl;; pLsado c(;n ¡il paipil:lc:Oll
lie
nacstra
l'II:,;, con el vislumbre
de i:t futura
n:ta:
sutisfacE
~'qJ( ~;tinRmente
nuestl'c. anhelo
con la
sión de ~:n ,'!Fuèño :1uésno,
R
t;;gl'e~éd' ,l Jo ,;ntiguo
no es pl'ugl'eSi), si "e I'Cg'i'c'iHl
s;n cOI1'1j:e¡¡etrar.se del (';,]))c.Ü: (Jue alent:' ba :a
estduaria
de Pl'a~:iteles y de ¡''ldia-=:" Pero ¿cómo
poàríamos
ahora sentir, como porlríamos pel1i.iui' ,y,
sobre todo,cómo.
podríamos Úeer
CÓÍÏlO pensaron,
sintieron
y creyeron
los griegos '? Para comprender
esta imposibilidad
recordemo,s la distinción
esencial
que hay entre nuestras
Ideas filosóficas
actuaies y
las ideas que orientaron la cultura de Grecia, El ideal
helénico fue un ideal estático, tranquilo., carente de
tortúra y de inquietude;;,
Socrates había impugnado
el concepto de Protágoras
por el cual las cosas se
mantienen en perpetuo cambio y nunca pueden considerarse como realidades acabadas,
Interroga a Te etetes: "¿ Te agrada aquella opinión de que ni lo bello.
ni la bueno, ni objeto alguno están' en estado de" existncía, sino eiempre en vía de' generación ?'. Impu,gnando' a Protágoras,
Sócrates
impugnaba
nuestra
doctrina más moderna:
la Evolùdón,
Pues si se pi
diera una exégesis de ésta, si se quisiera concretar
su s.entido, no vacilaríamos
en replicar con ras palaoras de Prótâ~oraB:
¡, Evoluèión? Es âqueIla idea
152
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1II N
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de que ni lo bello ni io bueno ni objeto alguno están
en estado de existencia,
sino siempre en via de gegeneración.
Y es un hecño q"Je nuestra
cultura
e5
ant~so~ráti~a.
]\,-uestra cultura
difiere de la heléniCil sobre
todo por un concepto:
Grecia pensaba que
¡a perfección
reside en el reposo, en lo inmutable.
en lo que existe ab-eterno,
indiferente
al curso del
tiempo y prescindiendo
del tiempo. Y por antítesis,
nuestra edad considera al tiempo como el factor ele~
mental rie t.odo progreso,
El movimiento,
negado por
la escuela de Elea, es hoy pa::a nosotros la base de
:;j~:: l',~~l:¡;;:d (lll~ n:~cc Y muere ¡;in cesar, en una conlinuidad
no interrumpida.
Grecia, Que fue toda actitudes, 'toda geometría, cumplió su misión subyugando
la forma, 10 extenso, lo
quP
pllede 3er medido y contado.
Nos legó su ideal
¡le belleza en el sereno reposo de ,sus mármoles,
en
la mh¡da 5in inquietud
de Venus. en las línea5 inmó\'ile:i de ia Acrópolis.
Gl'eeia no nos e:¡plicó el e;¡·
:,;: ¡tt';
,:e conformó
(;on aceptarlo
como razón di-·
rectora de la vida, Ante los seres vivos. BU 'pensan ¡lOr-to no incluía
la acción élël tiempo entre
laIS'
Cii l!~a::- ele la génesi;;
y del desarrollo
de la especie a·
(!,U~ p(Ùie¡1CcÍa;¡.
Platón, cana sér, cada forma,
,-i \':1, (:o;'l-e~pondiu é_ ,~n;: icIea generatri1, )'3 existente
y perfecta
ya: no era sino la rea1ización de algo premeditado e inmu table, Las cosas estaban
dadaB en
esencia antes de que se realizasen
en acto, Al inva-.
dil' a Grecia, el socratismo
desalojó la antigua
idea
de Fatalidad
que obsesionaDa
a Herá«lito y Que ha-o
bia inspi¡'ado beilos cantos a los rápsodas,
El DeBtiIll',
I:l 6.ivinidad
omni'presente
y ciega, de designios
inescrutables,
habíase heciho en la Academia
méto-,
Para
15~
'.!
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It 1!J
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P
O
do y orden, número y medida.
Las "ideas"
platóni ...
~as fueron una disciplina
para las c{)sa.g y sirvieroll,
de régimen a la e-speculación sócrática
y postsoerática.
Pero nuestra edad, que ha comprel1dido que un solo aspecto no comprende eT todo, sin~ renunciar
a la
iradic!ón
de la forma ha vuefto sus miradas
haci~
~a (~o(h'in" protagóríca.
Al introducir
el factor explicativo
tiempo para mejor comprender
la vida, el
Evoiucionismo
enriqueció
la idea de realidad
dotándola de la idea su,bafterna
de intensidad.
La cant',
(Ja,e; soja no con6tituye
sino una parte de lo rei.
Saludemos,
pues, la antigua
doctrina
de Protágor:l
bajo Jas actuales
id€as de "creación
perpetua",
,
"continuada
e imprevisible
no>vación", columnas céi:
irk,',;; rle l.", más reciente
filosofía.
y son (·stas ideas las que mejor explican
las ten'
dencia::; de nuestro
arte contemporáneo,
pues de ahf
el d¡r.;:n~isn:(j de nuestras
maneras actuales de sentir.
y de pensar; de ahí nuestra inquietud
y nuestro desoi'den. La n1.l'llte de este siglo es antitética
te la griega. Nuestras
obras artísticas
genuinas,
las que me-o
jor corresponden
a nuestro estado actual, se enseñan
;)oscíd;':<, t1l)minaàas por la inquietud,
como si la forma encadenáse
y oprimie.se al es.piritu. que pugna en
211a8 por manifestarse
con las pasiones y sentimientO'8 que conturban
el ánimo. La mera belleza plástiea ya 1\0 bash a nuestras
estatuas,
como a las griegalO, porque
reconocemos
insuficiente
el culto de la
forma por la forma. Se ama la forma porque puede
tiervirle de paJabra al espíritu,
porque con. ella damo~ CUtnta (;1' pstadoo de alma más profundos.
Pero
154
F. TJ
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E
D
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E
N
l!: :-:
aun con ella rechazamos
el estancamiento,
la parálisis espiritual.
Nuestro
ideal, como hoy la entendemos, no ES ya el arquetipo,
no es el modelo que se
aspira a copiar, al que la sola belleza de actitud ba~ta, no. 1\ uestro ideal es una tendencia
de la vida que
camina hacia él, aun ignorándolo,
y que a medida que
camina lo realiza y la trasfigura,
cada vez lanzánd"lu
más allá de sus pasos.
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