forma simple y compuesta

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Léxico, morfología y gramática en la
enseñanza de español
como lengua extranjera
Soledad Varela Ortega
2.2. Léxico simple y léxico complejo
El conocimiento de palabras con morfología derivativa o composicional es vicario del
conocimiento del léxico simple. Las palabras simples han de aprenderse por sí solas y, en
consecuencia, los manuales de enseñanza las presentan en secuencia aunque, según los
métodos, vayan introducidas como exponente de una determinada función comunicativa o
bien vayan ordenadas por campos semánticos.
La derivación y la composición de palabras constituye, por el contrario, un sector
organizado y estructurado dentro del lexicón, aquel en el que es posible detectar numerosas
(sub)regularidades, tanto desde el punto de vista formal como desde el semántico. El
derivado y el compuesto están relacionados con otra palabra del lexicón, tienen una cierta
«motivación» en la sincronía de la lengua, lo cual contradice de alguna manera el rasgo de
arbitrariedad que caracteriza al signo lingüístico. Por otra parte, en la palabra compleja se
establece una relación de carácter semántico y sintáctico entre los formantes que la
integran: «Todo derivado es una combinación de signo doble basada en una relación de
determinante a determinado. Debe por tanto poderse analizar desde la perspectiva del
signifié a la vez que desde la del signifiant» (Marchand, 1955). Tal relación de
modificación o dependencia entre las partes constitutivas de una palabra compleja, entre
sus morfemas, es aún más clara en el caso de los compuestos, hecho que se ha puesto de
manifiesto en la explicación gramatical a través del recurso de la paráfrasis, por lo general
identificando el compuesto con un sintagma o con una oración plena. Este recurso, como
veremos en los ejercicios que recogemos en el apartado 3, es en efecto ampliamente
utilizado en la pedagogía de segundas lenguas.
El hablante de la lengua percibe claramente la relación entre un derivado y su forma básica
o entre dos piezas léxicas formalmente emparentadas que comparten los mismos afijos
derivativos o que se ajustan a un mismo esquema compositivo. Se apoya este conocimiento
principalmente en una similitud fónica, aunque también en el hecho de que la relación
semántica entre forma simple y forma compleja es en gran medida predecible porque, junto
a la existencia de irregularidades innegables, se dan con todo muchas regularidades. Ante
un derivado o un compuesto nuevos, es evidente que ningún hablante de la lengua en
cuestión se siente totalmente ignorante, como lo estaría en el caso de una palabra nueva que
no tuviera ninguna clase de conexión con otras ya existentes en su léxico.
De la palabra compleja puede el hablante nativo decir muchas cosas: cuál es su primitivo
(si, como ocurre en la mayoría de los casos, este tiene realización léxica), qué afijo se le ha
añadido (si se trata de un derivado), qué tipo o tipos de relaciones semánticas es probable
que mantenga con la forma base, o qué cambios fónicos ha experimentado la base al
añadírsele un afijo o al combinarse con otra base. Por otro lado, la nueva forma tendrá unas
características morfo-sintácticas deducibles en gran parte de su trayectoria derivativa o
composicional. Por lo pronto, si es un derivado sufijal, será el sufijo el que determine la
categoría gramatical de la nueva palabra; si es un compuesto, su categoría le vendrá
impuesta desde el constituyente que ostente la condición de núcleo de la construcción
léxica mayor (cf. Varela, 1990). También ciertas características semánticas de la palabra se
hacen patentes en su morfología, como el hecho de que los nombres que derivan de
adjetivos denominales mediante el sufijo -(i)dad, entre otros, indiquen cualidades (carn(e)
> carn-os(o) > carnos-idad), dado que esta derivación se asienta sobre adjetivos
calificativos y está vetada a los adjetivos de interpretación relacional (carn(e) > cárn-ic(o)
> *carnic-idad) (cf. Bosque, 1989). Por el contrario, si el sufijo -dad se adjunta a un
adjetivo relacional, el nombre resultante suele hacer referencia a un conjunto o colectividad
(Crist(o) > crist-ian(o) > cristian-dad).
Lo interesante de la morfología, en cuanto a aprendizaje del léxico se refiere, es que tanto la
estructura interna de la palabra como su distribución sintáctica (su proyección en la sintaxis
oracional) y sus relaciones formales y semánticas con otras palabras del lexicón (cf. los
puntos d., e. y f. de Richards) pueden hacerse extensivas, muy a menudo, a palabras con
una morfología derivativa, con una «gramática interna», igual. Dicho con un ejemplo: si
conocemos cómo funciona un verbo deadjetival en -ecer o uno denominal en -izar,
podremos deducir el comportamiento de otras formaciones sobre este esquema y podremos
crear nuevas palabras sobre la base de las que ya conocemos7.
Basten estos ejemplos como muestra de los muchos conocimientos derivados de la simple
forma de la palabra compleja, conocimientos que implícitamente adquiere el hablante
nativo sin necesidad de instrucción expresa o de exposición contextualizada de la nueva
palabra.
¿Qué traslación puede hacerse del conocimiento que tiene el hablante nativo de la
formación de palabras en su lengua al aprendiente de L2? ¿Cómo conseguir que el nonativo genere palabras «propias», no memorizadas, que intente sus propias creaciones en
contextos funcionales adecuados y que comprenda aquellas que nunca antes ha escuchado?
Es plausible suponer que, en un sentido, la adquisición del léxico por parte del no-nativo se
distancia del modo en que adquiere la sintaxis y que se asemeja mucho más al proceso que
sigue el propio hablante nativo. En lo que se refiere al léxico derivado, el no-nativo
desarrollaría presuntamente estrategias semejantes a las del nativo, basadas por lo pronto en
su capacidad de segmentar o parcelar la palabra y de dotarla de significado a partir del de
sus partes. De hecho, aún sin la base de investigaciones sólidas sobre el proceso de
adquisición de la morfología léxica en L2, es práctica usual que las gramáticas pedagógicas
planteen tareas de reconocimiento y producción del léxico complejo que en poco difieren
de las que podemos encontrar en libros escolares destinados a que los hablantes nativos
enriquezcan su vocabulario. En efecto, si observamos con cierta atención las actividades
que suelen programarse en las gramáticas de L2 en relación con la morfología léxica,
habremos de concluir necesariamente que la enseñanza de segundas lenguas ha asumido
implícitamente que los mecanismos que pone en funcionamiento el hablante no-nativo para
comprender y generar el léxico complejo no difieren en nada de los que activa el hablante
nativo. Compárese dicha práctica con el modo en que las gramáticas de L2 introducen la
sintaxis, modo claramente diferenciado del que por lo general se emplea en las gramáticas
de L1.
Después de esta introducción teórica, en la primera parte del siguiente apartado (§3.1.) me
propongo ilustrar distintas maneras de introducir la morfología compleja en la enseñanza.
Para ello me basaré en ejemplos tomados de publicaciones que se ocupan de la metodología
de la enseñanza del vocabulario, tanto a nativos como a no-nativos, así como de gramáticas
y libros de ejercicios de español L2 y de libros enfocados a la enseñanza del vocabulario
español a nativos. También aportaré otros ejercicios y tareas ideados por mí.
En la segunda parte del siguiente apartado (§3.2.), propongo, apoyándome en las
observaciones expuestas en los apartados teóricos anteriores, otra manera de utilizar las
redes de relaciones morfológicas que existen entre las palabras del español. Los ejercicios
esbozados desde esta otra óptica tienen por objeto no solo enriquecer el vocabulario del
aprendiente de L2 sino también conectar la adquisición léxica con la sintáctica.
Fuente:
http://cvc.cervantes.es/ensenanza/biblioteca_ele/antologia_didactica/morfologia/varela03.htm
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