RE Y EL NIÑO BEmSTí Umm OE M E í E FUNDADA Y DIRIGIDA POR E L r>r. M:^]VUEL ÜE» T O L O S A SUMARIO Revista general, £í Dr, Fausto. — Una familia obrera, Jacinto Octavio Picón. — Preceptos higiénicos para la quincena. — I^a manera de sentarse. — Los niños en los talleres. — El arte de hacer sabios. — Un centimito. — La leche de vacas enfermas y la diarrea infantil. — La imprevisión, Fernanjlor. — Dichos y hechos. — Advertencia á los señores suscritores. — Publicaciones recibidas. GRABADOS. — La manera de sentarse; seis grabados. REVISTA GENERAL Esta Revista será la última probablemente que dirigiré á mis lectores, toda vez que la publicación suplementaria El Hospital de NiTios ha de absorber por necesidad mis actividades médicas. Mi querido amigo el redactor en jefe de L A M A D R E V EL N I Ñ O , D . Juan Pérez Zúiiiga, queda encargado de sustituirme, en lo cual ganará el piíblico, que ya conoce ventajosamente á este distinguido escritor. La higiene, por otra parte, ocupará un espacio mayor en nuestras columnas, sin detrimento de su literariapnresa, como puede verse por el presente niimero. A ella pienso dedicar toda mi especial atención. En una palabra, deseamos aumentar la cantidad de útil sin exclusión de lo agradable, y creemos con esto complacer á los lectores de nuestra Revista que nos han hecho en varias ocasiones alguna indicación en tal sentido. * ** No ha sido infecundo este año para la novela. Antes al contrario. Después de El idilio de un enfermo, de Palacio Valdés, La hijastra del amor, de Picón (de la cual tomamos un sentido cuadro), y, junto á Tormento, la de Bringas, del ilustre Galdós. Esta última es la novedad que se arrebata en las librerías el público, estragado ya por tanto adefesio literario como le propinan diariamente en los folletines de los periódicos más leidos, sin contar con las mil y una traducciones de obras menos que medianas que ven la luz pública. Por fortuna para el Arte, tales obras sólo alcanzan ficticios éxitos de librería, y están condenadas á empolvarse en las estaciones de ferro-carriles ó á irse deshojando de mano en mano sin dueño conocido ni lector apasionado. ¡Castigo justo á la ceguedad de los editores! * * * AÑOIL—yí<&, 1884 LATOXJIÍ. Los temores á una epidemia hacen que los españoles vuelvan los ojos hacia España en vez de dirigir la mirada á las costas extranjeras. Si el conocido refrán no hay mal que por bien no venga necesitara confirmación, nunca mejor que ahora podría dársele, al ver tantos compatriotas en nuestras costas durante los abrasadores meses de la canícula. Lo único verdaderamente perjudicial para la infancia (como decimos en otro sitio), ha sido la limpieza de atarjeas mal dirigida, que ha provocado sin duda la aparición de la difteria, que hace algunos estragos. * ** La nueva Revista que con este número reciben, completa nuestro vasto programa, cumpliendo el ofrecimiento que hicimos de que aparecería quincenalmente este año. Los detalles administrativos se especifican en otro lugar. Sólo me resta añadir de propia cosecha que, á pesar de mi muy quebrantada salud, he de continuar trabajando sin descanso en la obra emprendida, y que, como es costumbre en estos casos, ofrezco, en nombre de L A MADRE y en el mío, un nuevo se7'vidor. El. DOCTOR FAUSTO. XX U N A FAMILIA OBRERA (CUADRO DE LA «HIJASTRA DEL AMOR » ) Clara entonces miró hacia la calle, levantando un visillo de encaje, y por un momento permaneció callada. En la opuesta acera había una casa en obra. Sobre el luminoso azul del cielo destacaba el maderamen del andamiaje, formando con sus vigas, largueros y puntales una complicada red de líneas negras manchadas acá y allá de cal, con alguna chaqueta colgada de un clavo y alguna soga pendiente que agitaba el aire. Delante del andamiaje alzábase la valla, hecha con tablones viejos de pino llenos de carteles multicolores. Cerca de la valla había un carro de yesero, con sus sacos vacíos amontonados junto á las ruedas; las muías tenían colgados del pescuezo los taleguillos, por cuyos bordes se escapaba un poco de paja á cada resoplido de las bestias, y el carretero dormía á pierna suelta, tendido boca arriba, en la sombra ijue proyectaba el carro. Entre las muías y la valla, sentados sobre unos ladrillos hacinados, se veía una mujer y un hombre, entre los cuales humeaba un hondo plato de ribete azul cargado de doradas paNiím. XIII