El inconsciente como concepto fundamental del psicoanálisis

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Vigencia del inconsciente en el análisis con niños
Autora: Gladys Saraspe*
Corroborar la vigencia de un concepto implica ponerlo a prueba en su eficacia.
Si este concepto es el de inconsciente, fundamento del psicoanálisis, es sin duda en la
aplicación de esta disciplina, donde podrá llevarse a cabo la demostración de su validez.
El psicoanálisis con niños es uno de los modos posibles del psicoanálisis
aplicado, diferenciado del psicoanálisis llamado puro, dado que su finalidad no consiste
en el pase de la posición de psicoanalizante a la de psicoanalista, sino en la verificación
de efectos terapéuticos en el sujeto que demanda.
¿Qué demanda un niño a un practicante del psicoanálisis?
Esta pregunta entraña una dificultad. En el caso del análisis con niños, que no
considero una especialidad, se dan sin embargo ciertas condiciones especiales; la
particularidad de la demanda inicial por la intervención de terceros en el dispositivo, es
una de ellas.
Generalmente no es el niño el que demanda, son los padres, la escuela, el juez,
Otros significativos o desconocidos para los que la decisión del sujeto para quien se
solicita tratamiento, poco cuenta.
Por tanto, el surgimiento de una demanda propia en el niño es algo a obtener en
el transcurso de las primeras entrevistas, para dar paso a la posibilidad de instalación de
la transferencia y su trabajo.
Viñeta clínica:
La madre de Pablo (niño de casi ocho años) me llama para decirme que su hijo
tiene problemas en la escuela, su conducta es incontrolable, molesta en clase o se va del
aula y deambula por el patio o va a los juegos.
Agrega que la maestra dice que entiende las consignas pero no trabaja y que si
sigue así no va a poder pasar de grado, y pide un informe psicológico para saber cómo
tratarlo.
Solicito en la escuela que se me explicite qué es lo que se preguntan acerca de
Pablo y me ofrecen un informe por escrito realizado por la psicopedagoga del colegio,
*
Licenciada en Psicología. Psicoanalista. Ex – concurrente del Hospital Alvarez. Docente del
Departamento de Psicoanálisis de la Universidad Argentina John F. Kennedy (JTP). Maestranda en
Psicoanálisis. [email protected]
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en el que consignan que Pablo es violento con sus compañeros, que interrumpe los
relatos de la maestra con onomatopeyas muy ruidosas, que llora si lo contrarían, que sus
relatos son muy extraños y siempre terminan con la muerte de alguien, que dice que el
padre le pega a la madre y que la madre toma pastillas. Agregan que quieren saber como
ayudarlo.
L. la madre del niño, había sido derivada tiempo atrás a mi consulta por su
médico, pero luego de concurrir a tres entrevistas abandonó el tratamiento diciendo que
no le daban los horarios, había conseguido un trabajo de doble turno como maestra y el
tiempo que le quedaba libre prefería pasarlo con su hijo “yo sé que necesito venir, pero
primero está mi hijo”
En estos encuentros había llegado a decir que no lograba superar la muerte,
ocurrida dos años atrás, de un hermano mucho menor que ella, por quien sentía un amor
muy grande y a quien había prácticamente criado como a un hijo. El segundo nombre de
este hermano muerto de leucemia al que tanto quería, es también el segundo nombre de
Pablo.
En la entrevista previa al tratamiento del niño, L. dice que “ella ya sabía” que
iba a haber problemas con esta maestra porque es fea y desde el año pasado Pablo.
estaba preocupado porque iba a tenerla.
La cuestión de la fealdad de la maestra no es un dato menor, ya que el nombre
de L. remite a la belleza, en consecuencia una maestra fea está en una posición opuesta
a la suya. (es decir especular con toda la carga de agresividad que esto conlleva)
En la misma entrevista sitúa el comienzo de los problemas de conducta de Pablo
en el ingreso a la escolaridad primaria, justo en ese tiempo sucedió lo de la enfermedad
y muerte de su hermano, “la maestra de primer grado era muy complaciente con Pablo
y él se aprovechó. La maestra de preescolar era una vieja y no podía controlarlo, la
maestra de segundo no quería trabajar y Pablo es un chico que da trabajo y la de
tercero es fea y tonta. Ella es maestra y sabe, ella tiene a séptimo y son bravos pero yo
los puedo manejar”.
Ninguna maestra es mejor que ella. Será necesario entonces, evitar
cuidadosamente un lugar educativo en la relación con el niño y con su madre. Pero la
tarea no es sencilla, porque la consulta proviene de la escuela y preguntar al niño acerca
de su mundo escolar es inevitable.
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Volviendo a la situación en primer grado, dice que por ejemplo cuando algo no
le salía bien o la maestra lo retaba, Pablo se ponía a llorar y le decía “¿no ves que estoy
mal porque se murió mi tío?”
L. finaliza diciendo que su hijo es manipulador, fabulador y muy seductor.
En la primera entrevista con Pablo le pregunto si sabe por qué lo han traído y
dice “no llego a copiar, la maestra dice que yo trabaje cuando todos están trabajando”
“Yo hago las cosas y ella dice que están mal, no entiendo porque dice que están mal”
Pablo no muestra signos de preocupación en lo que dice, pero enuncia un no
saber, que si bien no se encuentra ligado aún a una demanda y apenas esboza una queja
del otro al que no se entiende, abre la posibilidad de la transferencia a partir de la cual
será posible trabajar. Esto lo diferencia de su madre que ya sabía.
En la tercera entrevista, hablando de la muerte de su tío y de los sueños
terroríficos que desde entonces tiene (un muerto vivo lo quiere matar) dice “Estoy fuera
de control, me asusta estar fuera de control, necesito control” le pregunto si nadie lo
controla y dice que sí, que el padre y la madre lo controlan.
Más tarde en la misma entrevista agrega “A veces me quiero suicidar… me
tiraría de lo más alto… cuando me tratan mal me quiero suicidar”
Le pregunto quién y cuándo lo tratan mal y dice “Mi papá me trata mal, desde
siempre”
Le digo “¿No querés control vos?” y responde “Sí, necesito control pero no que
me pegue”
En el siguiente encuentro me muestra el cuaderno de notificaciones y dice que
tiene muchas malas notas. Le pregunto “¿Te parecen muchas?” y responde “Sí, mirá”
le digo “¿Qué podés hacer para que no sean muchas?”
Intento implicarlo en su comportamiento señalándole que él puede hacer algo
con lo que le pasa.
Al finalizar esa entrevista, le digo a la madre que la próxima será la última,
porque ya tengo material suficiente como para hacer el informe. Pero ella dice que
Pablo quiere seguir viniendo porque dice que cuando habla conmigo se le
“descomprime el corazón”
Dos encuentros después, sabiendo que su padre y su madre fueron citados por la
directora por su mal comportamiento, le pregunto al niño cómo van las cosas en la
escuela y me dice que bien. Le digo “parece que te estás portando mal” y responde “Sí,
yo soy malo”
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Aparece por primera vez un reconocimiento de su intervención en lo que le
ocurre, pero me propongo cuestionar la identidad con la que se presenta, porque
permitir que se oculte detrás del significante malo detendría el trabajo, ya que a partir de
aquí Pablo, podría explicarse todas sus manifestaciones violentas como inherentes a su
maldad.
Le pido que me explique que quiere decir que es malo y algo irritado dice
“Pierdo el control. Ya te dije que cuando me porto mal pierdo el control”. Le pregunto
si quiere encontrar el control y responde “Sí, necesito ayuda, porque ya es demasiado”
-
¿Demasiado?
-
Sí, demasiado
Hasta el momento Pablo no había hablado de pérdida de control en relación con
su mala conducta en la escuela, sino que se había referido a ello, al hablar de sus sueños
aterradores. Se hace evidente entonces, que él mismo establece un lazo entre estos dos
hechos y con esto logra implicarse en un pedido de ayuda a quien él supone que podrá
ofrecerle otro modo de control, que el que le proporciona su padre.
Aquí se perfila una demanda propia de Pablo, ya no se trata del síntoma de su
maestra, de su escuela o de su madre, su mala conducta, que hasta entonces no
preocupaba al niño, sino de la pérdida de control, que parece ser el nombre de la
angustia para él.
En la misma entrevista y a través de un fantasma, se explica y me explica la
causa de su mal comportamiento.
Le pregunto qué piensa de esto que le pasa, de perder el control y dice:
- Estoy enojado y cuando me agarra rompo cosas… Hay algo, cuando pierdo el
control… ¿Viste cuando sabés que algo va a pasar porque se pone todo negro?
- ¿Cómo es?
- Hay algo que me hace pegarle a mis amigos para que ellos no me quieran
- ¿Qué es lo que hay?
- Es un monstruo, está en mi cerebro, me dice que soy malo y que me tengo que morir
para matarlo a él.
Le digo que tal vez haya otra forma de deshacerse del monstruo, y dice que es
invencible.
“Me controla con una computadora, a mis amigos también los controla, pero
ellos no saben”
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Le digo que algún punto débil debe tener y que podríamos engañarlo para que se
vaya de su cuerpo (entró por una oreja una vez que le estaba poniendo “minienta” a la
comida), pero Pablo dice que si pasa a otra persona, esa persona va a tener problemas.
Le propongo que usemos un muñeco y se entusiasma “Sí, ponemos una cabeza
gigante y lo hacemos salir y después lo aplastamos”
El monstruo del cerebro es un Otro que lo goza, que lo hace hacer, y es
necesario barrarlo, encontrarle un punto de falta, para que no sea invencible.
Le pido que lo dibuje y me advierte que es muy feo y muy grande cuando está
afuera. Le digo que si no entra en el papel le traigo más, pero que lo dibuje para que yo
pueda conocerlo y averiguar como vencerlo. Cuando termina de hacer el dibujo le
pregunto
- ¿Lo tachamos?
- Noooo!
- Sí dale
Lo tacha y dice “muere maldito bicho” y se ríe a carcajadas. Pregunta si puede
seguir atrás y dibuja otro bicho, uno bueno, que está en su corazón y se pelea con el otro
para que lo deje en paz.
Un mes después continúa con las malas notas por su conducta y la madre me trae
el cuaderno para que yo las vea. Dice “se sigue portando mal”
Pablo me cuenta que se murió su chanchito de Indias, Legolas, su preferido y
que lloró mucho. Por el modo en que lo cuenta cuesta creer que estuvo llorando; no
muestra estar conmovido y parece despreocupado.
De pronto dice “yo no lo maté”
Claro como lo vas a matar vos! Intervengo
“Mi mamá cree que lo maté, me preguntó si le había hecho algo”
Le pregunto que le pasó a él con la muerte de su mascota y dice que estuvo
llorando toda la noche. El papá lo enterró en el jardín y él le puso una flor. Dice que a
veces lo saca de la tierra y le reza.
En la entrevista siguiente, trae a dos de sus muñecos y dice que uno de ellos, el
bueno, mató a la esposa del otro, el malo. Le pregunto si el malo lloró cuando murió la
esposa y dice que no. Le digo en cambio vos lloraste cuando murió Legolas, y dice
“Claro, si no sería un nene malo, que se porta mal a propósito”
“¿Y cómo sos vos?”, le pregunto. “Un chico común y corriente, ni siquiera
tengo poderes”
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De malo a corriente y sin poderes, uno más, Pablo se ubica en oposición al
discurso de su madre que lo cree capaz de matar a su mascota.
Dice que la que tiene poderes es la hermana (hija de un matrimonio anterior del
padre) porque él le pidió que lo acompañara y ella no quiso. Dice que a ella le gusta su
novio, “a ella le gusta todo menos el hermano” además es muy triste, cuando ve
películas llora.
Le digo que es sensible y hago un ruido con la nariz porque estoy un poco
resfriada.
Pablo se alarma y me dice ¿Qué te vas a poner a llorar vos ahora? Le digo que
parece que se asusta si alguien llora y dice que le da pena. Le pregunto entonces si se
asusta de sentir pena. Y dice que tiene que ir al baño, sale del consultorio, pero vuelve a
entrar inmediatamente y le digo que acá si quiere puede llorar. Hace ruidos como de
llanto y se burla.
El también está resfriado y con tos, me conmuevo y cuando terminamos le doy
un abrazo como despedida.
En la siguiente entrevista jugamos a la pelea con los muñecos (el bueno, el malo
y un esqueleto). Yo soy la maestra y los alumnos no hacen caso. Yo digo que voy a
llamar a la directora y Pablo insulta a la maestra dice que es una tarada. Intenta pegarle
y yo corro el muñeco y no puede. Le digo que no parece tan tarada. Sí, insiste no puede
manejar a los alumnos, mi mamá sí.
Seguimos jugando y en una pelea con un compañero Pablo se está muriendo y la
maestra está muy triste, le pide que no se muera.
Seguimos peleando y ahora cuando yo me corro él se ríe a carcajadas y yo
también.
-
A mi me gusta venir acá porque vos me enseñás
-
No, yo no soy la maestra
-
Sí, vos me enseñás. Me enseñás esto (me abraza muy fuerte)
No vuelve a hablar de los muertos vivos, ni de sus sueños aterradores. Van al
cementerio a visitar la tumba de su tío y se muestra, de acuerdo a lo dicho por su madre,
muy aliviado, toca insistentemente la loza que cubre la tumba y dice que de ahí el tío no
va a poder salir. Le dice a la madre que llore, que le va a hacer bien, pero que él no
puede llorar porque está contento.
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Con esto Pablo da señales de que continúa su separación del discurso materno.
Ya casi no hay malas notas, aunque sigue sin trabajar en clase. La madre dice que si
repite lo va a llevar a su colegio (el lugar donde ella trabaja)
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