MENU SALIR UNIVERSIDAD DE MÁLAGA FACULTAD DE DERECHO LA ASUNCIÓN DE DEUDA EN EL DERECHO CIVIL ESPAÑOL ANTONIO GÁLVEZ CRIADO 2003 MENU SALIR ÍNDICE CAPÍTULO PRIMERO: EL CONTRATO DE ASUNCIÓN DE DEUDA. ELEMENTOS Y EFECTOS I.- APROXIMACIÓN A LA ASUNCIÓN CONTRACTUAL DE DEUDA ................................................................................................... 17 II.- DIFERENCIAS Y SIMILITUDES CON OTRAS FIGURAS AFINES ................................................................................................... 23 1.- Asunción de deuda y vicisitud de una relación jurídica obligatoria ....................................................................................... 23 2.- Asunción de deuda y cambio de deudor.................................... 25 3.- La asunción de deuda, la transmisibilidad o intransmisibilidad inter-vivos de las deudas a título singular y la novación ...................................................................................... 25 4.- Asunción de deuda y pago de un tercero .................................. 26 III.- TIPOLOGÍA DEL CONTRATO DE ASUNCIÓN DE DEUDA ................................................................................................................. 30 IV.- DETERMINACIÓN DE LAS RELACIONES JURÍDICAS QUE PUEDEN ESTABLECERSE ENTRE LOS SUJETOS AFECTADOS POR LA ASUNCIÓN DE DEUDA ............................... 34 1.- La relación jurídica previa o relación de valuta........................ 34 2.- La relación jurídica nacida del negocio de asunción de deuda ............................................................................................... 35 3.- La relación jurídica entre asumente y deudor o relación de cobertura o subyacente.................................................................... 37 MENU SALIR 4.- La tensión entre estas relaciones jurídicas en la asunción de deuda liberatoria: entre el causalismo y la abstracción .................. 37 V.- EXPLICACIÓN DE LAS RELACIONES JURÍDICAS QUE PUEDEN ESTABLECERSE ENTRE LOS SUJETOS AFECTADOS POR LA ASUNCIÓN DE DEUDA ............................... 41 1.- El significado del art. 1205 CC: asunción de deuda consentida, ignorada o rechazada por el deudor ........................... 41 1.1.- El momento de la liberación del deudor ........................ 44 1.2.- La duda del deudor acerca de su liberación ................... 45 1.3.- El art. 1205 CC y la nulidad del consentimiento del deudor en la asunción de la deuda.......................................... 46 1.4.- El llamado iussum en la delegación ............................... 49 2.- Justificación del esquema que se va a adoptar.......................... 54 3.- La asunción de deuda consentida por el deudor ....................... 57 3.1.- Asunción liberatoria ....................................................... 57 3.1.1.- Asunción solvendi causa..................................... 57 3.1.2.- Asunción credendi causa .................................... 62 3.1.3.- Asunción donandi causa..................................... 64 3.2.- Asunción cumulativa...................................................... 65 3.3.- Asunción interna o de cumplimiento ............................. 65 4.- La asunción de deuda ignorada por el deudor .......................... 66 4.1.- Asunción liberatoria ....................................................... 66 4.1.1.- Asunción solvendi causa..................................... 66 4.1.2.- Asunción credendi causa y asunción donandi causa ............................................................................... 69 4.2.- Asunción cumulativa...................................................... 69 MENU SALIR 5.- La asunción de deuda rechazada por el deudor......................... 70 VI.- LOS ELEMENTOS DEL CONTRATO DE ASUNCIÓN DE DEUDA ................................................................................................... 72 1.- El consentimiento en la asunción de deuda .............................. 72 1.1.- Asunción de deuda y asunción interna o de cumplimiento .......................................................................... 76 1.2.- Especial detenimiento en el consentimiento del acreedor ................................................................................... 78 1.2.1.- El consentimiento del acreedor en la asunción de deuda liberatoria y en la cumulativa.......................... 78 1.2.2.- Requisitos del consentimiento del acreedor: tiempo y modo ................................................................ 83 1.2.3.- Consentimiento liberatorio y consentimiento cumulativo. La máxima: “La novación no se presume” y la inaplicación del art. 1204 CC a estos efectos ............................................................................. 88 1.2.4.- El valor jurídico, como consentimiento tácito, de la reclamación de pago realizada por el acreedor al tercero. Su alcance y significado ................................ 95 2.- El objeto...................................................... .............................105 2.1.- El objeto del contrato de asunción de deuda................ 105 2.2.- El objeto de la obligación del asumente ...................... 106 3.- La causa ................................................................................... 107 4.- La forma en el negocio jurídico de asunción de deuda........... 111 MENU SALIR VII.- LOS EFECTOS DEL CONTRATO DE ASUNCIÓN DE DEUDA ................................................................................................. 111 1.- Efecto liberatorio y efecto cumulativo en la asunción de deuda ............................................................................................. 111 2.- Asunción cumulativa y solidaridad. Relevancia de la posición adoptada por el deudor................................................... 113 2.1.- El estado de la cuestión en la doctrina ......................... 113 2.2.- Nuestra posición ........................................................... 113 2.2.1.- Cuando el deudor consiente la asunción de deuda ............................................................................. 120 2.2.2.- Cuando el deudor se opone a la asunción de deuda o la ignora. La correlación entre los arts. 1147.II y 1107.I CC ...................................................... 120 CAPÍTULO SEGUNDO: LA ASUNCIÓN DE DEUDA CON EFECTO LIBERATORIO: ANTECEDENTES HISTÓRICOS Y RÉGIMEN JURÍDICO I.- LOS ORÍGENES Y LA EVOLUCIÓN DE LA ASUNCIÓN DE DEUDA CON EFECTO LIBERATORIO HASTA LA CODIFICACIÓN .................................................................................. 130 1.- El Derecho romano y el cambio de deudor. Las formas mediante las cuales era posible..................................................... 130 1.1- La estipulación novatoria: delegatio y expromissio ..... 131 1.1.1.- La novación en el Derecho romano clásico ...... 135 1.1.2.- La novación en el derecho postclásico y justinianeo..................................................................... 140 MENU SALIR 1.2.- El contrato literal: Transcriptio a persona in personam....................................................................................... 143 1.3.- El nombramiento de cognitor o procurator in rem suam como recurso procesal para lograr el cambio de deudor ................................................................................... 146 2.- La evolución durante la Época Intermedia.............................. 146 2.1.- La evolución de la novación ........................................ 146 2.1.1.- La novación según los Glosadores.................... 146 2.1.2.- La novación según los Postglosadores o Comentaristas ............................................................... 150 2.1.3.- La novación según la Escuela Culta ................. 152 2.2.- El cambio de deudor en el Derecho germánico ........... 153 2.3.- La influencia de la práctica .......................................... 154 3.- El Derecho Histórico español.................................................. 156 4.- La evolución posterior hasta la Codificación.......................... 160 II.- LA REGULACIÓN DEL CÓDIGO CIVIL. EL RÉGIMEN JURÍDICO DE LA ASUNCIÓN DE DEUDA LIBERATORIA ......... 162 1.- La responsabilidad por insolvencia del deudor antiguo: el art. 1206 CC .................................................................................. 162 1.1.- El riesgo derivado de la insolvencia y las consecuencias de la aplicación de la responsabilidad ex art. 1206 ................................................................................ 163 1.2.- Insolvencia anterior y pública e insolvencia anterior y conocida por el deudor....................................................... 164 1.2.1.- La publicidad de la insolvencia y su conocimiento por parte del acreedor ............................ 166 MENU SALIR 1.2.2.- El sentido de la expresión “insolvencia pública” y su conocimiento por parte del deudor antiguo .......................................................................... 168 1.2.3.- La diligencia del acreedor en el conocimiento de la insolvencia ........................................................... 170 1.2.4.- El momento en el que es relevante la insolvencia .................................................................... 171 1.2.5.- Negocios jurídicos a los que son de aplicación las excepciones del precepto....................... 172 1.3.- El fundamento y los efectos de la responsabilidad que el art. 1206 pone a cargo del deudor liberado ............... 175 1.3.1.- El estado de la cuestión en la doctrina.............. 175 1.3.1.1.- Soluciones basadas en la ineficacia de la asunción de deuda............................................. 176 1.3.1.2.- Soluciones basadas en la idea del antiguo deudor como garante ............................... 177 1.3.2.- Otras posibles soluciones .................................. 177 1.3.2.1.- La resolución del contrato de asunción de deuda ................................................................ 177 1.3.2.2.- La rescisión ............................................ 178 1.3.3.- Análisis comparativo de los efectos prácticos a que conducen las opiniones doctrinales mayoritarias .................................................................. 180 1.3.4.- Crítica a la idea de garantía en sentido técnico 181 1.3.5.- La ineficacia del consentimiento liberatorio sobre la base del dolo y el error.................................... 182 MENU SALIR 1.3.6.- La aplicación matizada del régimen jurídico de la nulidad relativa a estos supuestos........................ 185 1.3.7.- Nuestra postura: el art. 1206 es un supuesto de ineficacia “ex lege” del consentimiento liberatorio, que pretende colocar al acreedor, respecto al deudor liberado, en la misma situación que si éste no hubiera sido liberado ............................. 187 1.3.8.- La ineficacia del consentimiento liberatorio y la nulidad parcial del contrato de asunción de deuda .. 190 2.- El régimen de las obligaciones accesorias y el artículo 1207 CC.................................................................................................. 192 2.1.- Cuestiones generales .................................................... 192 2.2.- Las soluciones del Derecho comparado....................... 196 2.3.- Las garantías personales accesorias en el Derecho español .................................................................................. 202 2.3.1.- Las prestadas por terceros ................................. 202 2.3.2.- Las prestadas por el antiguo deudor ................. 203 2.3.3.- Las prestadas por el nuevo deudor con anterioridad a la asunción de la deuda ......................... 205 2.4.- Las garantías reales: la hipoteca, la prenda y la anticresis ............................................................................... 206 2.5.- Los privilegios.............................................................. 207 2.6.- La prioridad y rango de las obligaciones accesorias subsistentes tras la asunción de la deuda.............................. 209 3.- Las excepciones oponibles por el asumente ........................... 209 MENU SALIR 3.1.- Ausencia de regulación específica en nuestro Código y las soluciones del Derecho comparado................. 210 3.2.- Oponibilidad de las excepciones derivadas del contrato de asunción de deuda o de las relaciones que puedan existir entre el asumente y el acreedor..................... 220 3.3.- Las excepciones derivadas de la relación de valuta (relación acreedor-antiguo deudor........................................ 221 3.3.1.- Causas extintivas de la obligación asumida en general y causas que provocan la paralización de la acción del acreedor ....................................................... 221 3.3.2.- La nulidad y la anulabilidad.............................. 222 3.3.3.- La excepción de incumplimiento y de cumplimiento defectuoso, la resolución y el saneamiento por vicios ocultos..................................... 231 A) La excepción de incumplimiento y de cumplimiento defectuoso ..................................... 231 B) La resolución de la valuta y el saneamiento por vicios ocultos.................................................. 233 3.3.4.- La compensación............................................... 235 3.3.5.- La prescripción.................................................. 238 3.4.- Las excepciones derivadas de la relación de cobertura (relación deudor antiguo-asumente)..................... 240 MENU SALIR CAPÍTULO TERCERO: LA ASUNCIÓN CUMULATIVA DE DEUDA I.- INTRODUCCIÓN............................................................................ 243 II.- LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA .................................................... 246 1.- El Derecho romano .................................................................. 246 1.1.- Los actos de intercesión en el Derecho romano clásico ................................................................................... 246 1.2.- El constitutum debiti alieni .......................................... 249 1.3.- El Derecho romano justinianeo .................................... 252 2.- La evolución durante la Época Intermedia.............................. 253 3.- La exposición de POTHIER.................................................... 257 4.- La evolución posterior hasta el marco normativo actual ........ 260 III.- LA POSICIÓN DE LA JURISPRUDENCIA............................... 261 IV.- EL RÉGIMEN JURÍDICO DE LA ASUNCIÓN CUMULATIVA ..................................................................................... 269 1.- Consideraciones generales: la relación entre el marco jurídico positivo y los caracteres de la asunción cumulativa ....... 269 2.- El régimen jurídico de la asunción cumulativa solidaria ........ 275 2.1.- Principales preceptos aplicables a las relaciones externas ................................................................................. 275 2.2.- El régimen de las obligaciones accesorias ................... 277 2.3.- El régimen de las excepciones oponibles por el asumente cumulativo ............................................................ 279 3.- El régimen jurídico de la asunción cumulativa no solidaria, pero con reconocimiento de ius variandi al acreedor .................. 297 MENU SALIR 4.- El régimen jurídico de la asunción cumulativa no solidaria y sin reconocimiento de ius variandi o electionis al acreedor ..... 298 5.- Las relaciones internas: nivelación entre el asumente cumulativo y el deudor.................................................................. 299 5.1.- Generalidades ............................................................... 299 5.2.- Las acciones que corresponden al asumente................ 300 5.3.- Conflictos de intereses en el derecho de regreso ......... 303 CAPÍTULO CUARTO: LA ASUNCIÓN DE DEUDA Y LAS TRANSMISIONES DE BIENES I.- LA ENAJENACIÓN DE UN CONJUNTO DE BIENES Y LA ASUNCIÓN DE DEUDA ..................................................................... 307 1.- El supuesto más complejo: la venta de empresa ..................... 307 1.1.- Delimitación general de nuestro ámbito de estudio..... 307 1.2.- La venta de la empresa y las deudas empresariales pendientes ............................................................................. 313 1.2.1.- La venta de una empresa y la asunción interna de pagar las deudas empresariales pendientes ................322 1.2.2.- La venta de una empresa y la asunción cumulativa o liberatoria de las deudas empresariales pendientes ..................................................................... 330 1.2.3.- El problema de la asunción genérica de las deudas empresariales pendientes.................................. 332 1.3.- La venta del patrimonio empresarial y las deudas empresariales futuras ............................................................ 335 1.4.- Conclusión.................................................................... 336 MENU SALIR 2.- La venta de herencia ................................................................ 337 2.1.- Presupuestos generales sucesorios y contractuales...... 337 2.2.- La obligación de pagar las deudas y cargas de la herencia ................................................................................. 338 2.2.1.- La responsabilidad del comprador y el vendedor frente a acreedores y legatarios .................... 338 2.2.2.- Otras posibles vías de los acreedores (también legatarios) para reclamar las deudas al comprador ..................................................................... 343 2.2.3.- Nuestra posición................................................ 344 2.2.4.- Las deudas y cargas de la herencia en las relaciones internas entre comprador y vendedor.......... 348 2.2.5.- La venta de una herencia aceptada a beneficio de inventario ................................................................. 349 II.- LA ASUNCIÓN DE DEUDA CON OCASIÓN DE LA TRANSMISIÓN DE BIENES CONCRETOS ..................................... 352 1.- Introducción............................................................................. 352 2.- La transmisión de una finca hipotecada y la asunción de la deuda con ella garantizada............................................................ 353 2.1.- La asunción contractual de la deuda ............................ 355 2.2.- La posible asunción ex lege de la deuda como consecuencia de un procedimiento judicial de ejecución .... 355 CONCLUSIONES ....................................................................................... 364 BIBLIOGRAFÍA ......................................................................................... 372 MENU SALIR ABREVIATURAS UTILIZADAS AAMN: ABGB: ADC: AG: AHDE: AP: BGB: BOCG: C: CC: CCJC: CGPJ: D: FD: HGB: I: IS: LEC: LH: LHMPSD: LSA: LSRL: NNDI: OR: RCDI: RDGRN: RD: RDM: RDN: RdNr: RDP: RDPatr RdS: RGLJ: RH: RJA: RTDPC: STS: TS: Anales de la Academia Matritense del Notariado Código Civil austriaco Anuario de Derecho Civil Archivio Giuridico Anuario de la Historia del Derecho Español Audiencia Provincial Código Civil alemán Boletín Oficial de las Cortes Generales Codex de Justiniano Código Civil Cuadernos Civitas de Jurisprudencia Civil Consejo General del Poder Judicial Digesto Fundamento de Derecho Código de Comercio alemán Instituta Impuesto de Sucesiones Ley de Enjuiciamiento Civil Ley Hipotecaria Ley de Hipoteca Mobiliaria y Prenda sin Desplazamiento de Posesión Ley de Sociedades Anónimas Ley de Sociedades de Responsabilidad Limitada Novissimo Digesto Italiano Código suizo de las obligaciones Revista Crítica de Derecho Inmobiliario Resolución de la Dirección General de los Registros y del Notariado Real Decreto Revista de Derecho Mercantil Revista de Derecho Notarial Número marginal Revista de Derecho Privado Revista de Derecho Patrimonial Revista de Derecho de Sociedades Revista General de Legislación y Jurisprudencia Reglamento Hipotecario Repertorio de Jurisprudencia Aranzadi Rivista Trimestrale di Diritto e Procedura Civile Sentencia del Tribunal Supremo Tribunal Supremo MENU SALIR CAPÍTULO PRIMERO: EL CONTRATO DE ASUNCIÓN DE DEUDA. ELEMENTOS Y EFECTOS: I.- APROXIMACIÓN A LA ASUNCIÓN CONTRACTUAL DE DEUDA. II.- DIFERENCIAS Y SIMILITUDES CON OTRAS FIGURAS AFINES. 1.- Asunción de deuda y vicisitud de una relación jurídica obligatoria. 2.- Asunción de deuda y cambio de deudor. 3.- La asunción de deuda, la transmisibilidad o intransmisibilidad intervivos de las deudas a título singular y la novación. 4.- Asunción de deuda y pago de un tercero. III.- TIPOLOGÍA DEL CONTRATO DE ASUNCIÓN DE DEUDA. IV.- DETERMINACIÓN DE LAS RELACIONES JURÍDICAS QUE PUEDEN ESTABLECERSE ENTRE LOS SUJETOS AFECTADOS POR LA ASUNCIÓN DE DEUDA. 1.- La relación jurídica previa o relación de valuta. 2.- La relación jurídica nacida del negocio de asunción de deuda. 3.- La relación jurídica entre asumente y deudor o relación de cobertura o subyacente. 4.- La tensión entre estas relaciones jurídicas en la asunción de deuda liberatoria: entre el causalismo y la abstracción. V.- EXPLICACIÓN DE LAS RELACIONES JURÍDICAS QUE PUEDEN ESTABLECERSE ENTRE LOS SUJETOS AFECTADOS POR LA ASUNCIÓN DE DEUDA. 1.- El significado del art. 1205 CC: asunción de deuda consentida, ignorada o rechazada por el deudor. 1.1.- El momento de la liberación del deudor. 1.2.- La duda del deudor acerca de su liberación. 1.3.- El art. 1205 CC y la nulidad del consentimiento del deudor en la asunción de la deuda. 14 MENU SALIR 1.4.- El llamado iussum en la delegación. 2.- Justificación del esquema que se va a adoptar. 3.- La asunción de deuda consentida por el deudor. 3.1.- Asunción liberatoria. 3.1.1.- Asunción solvendi causa. 3.1.2.- Asunción credendi causa 3.1.3.- Asunción donandi causa. 3.2.- Asunción cumulativa. 3.3.- Asunción interna o de cumplimiento. 4.- La asunción de deuda ignorada por el deudor. 4.1.- Asunción liberatoria. 4.1.1.- Asunción solvendi causa 4.1.2.- Asunción credendi causa y asunción donandi causa. 4.2.- Asunción cumulativa. 5.- La asunción de deuda rechazada por el deudor. VI.- LOS ELEMENTOS DEL CONTRATO DE ASUNCIÓN DE DEUDA. 1.- El consentimiento en la asunción de deuda. 1.1.- Asunción de deuda y asunción interna o de cumplimiento. 1.2.- Especial detenimiento en el consentimiento del acreedor. 1.2.1.- El consentimiento del acreedor en la asunción de deuda liberatoria y en la cumulativa. 1.2.2.- Requisitos del consentimiento del acreedor: tiempo y modo. 1.2.3.- Consentimiento liberatorio y consentimiento cumulativo. La máxima: “La novación no se presume” y la inaplicación del art. 1204 CC a estos efectos. 1.2.4.- El valor jurídico, como consentimiento tácito, de la reclamación de pago realizada por el acreedor al tercero. Su alcance y significado. 2.- El objeto. 2.1.- El objeto del contrato de asunción de deuda. 2.2.- El objeto de la obligación del asumente. 3.- La causa. 4.- La forma en el negocio jurídico de asunción de deuda. 15 MENU SALIR VII.- LOS EFECTOS DEL CONTRATO DE ASUNCIÓN DE DEUDA. 1.- Efecto liberatorio y efecto cumulativo en la asunción de deuda. 2.- Asunción cumulativa y solidaridad. Relevancia de la posición adoptada por el deudor. 2.1.- El estado de la cuestión en la doctrina. 2.2.- Nuestra posición. 2.2.1.- Cuando el deudor consiente la asunción de deuda. 2.2.2.- Cuando el deudor se opone a la asunción de deuda o la ignora. La correlación entre los arts. 1147.II y 1107.I CC. 16 MENU SALIR CAPÍTULO PRIMERO: EL CONTRATO DE ASUNCIÓN DE DEUDA. ELEMENTOS Y EFECTOS. I.- APROXIMACIÓN A LA ASUNCIÓN CONTRACTUAL DE DEUDA. La asunción de deuda es un efecto o resultado jurídico que deriva de un acuerdo de voluntades en virtud del cual un tercero (el llamado asumente o asumiente) se obliga a cumplir una deuda que habitualmente ya existe y que ha nacido de una relación jurídica previa. Esta debería ser la idea correcta de asunción de deuda desde el sentido gramatical y lógico que sus mismos términos denota. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua española define la asunción como la acción y efecto de asumir, y por asumir (Del lat. Assumere y sumere, tomar, v. “sumir”) entiende: “Atraer a sí; hacerse cargo. Tomar para sí algo que supone responsabilidad o trabajo”. En lógica, por tanto, asumir una deuda, vistas las cosas desde la óptica del tercero ajeno que hace suya (asume) la deuda1, debería ser el efecto jurídico consistente en que un sujeto se hace cargo de una deuda, que por definición no es suya sino de otro u otros sujetos y respecto a la cual él es un tercero. Pero una concepción tan amplia como esta no puede ser la base para plantear problemas jurídicos concretos porque, así entendida, abarcaría un ámbito de lo jurídico excesivamente amplio y equívoco, que precisa ser delimitado. La delimitación viene dada por el hecho de que, para el Derecho civil, asumir una deuda es hacer referencia a concretas figuras jurídicas en el campo de las relaciones contractuales, que presentan un denominador común: provocar o ser aptas, una vez cumplidas, para provocar la extinción de una deuda previamente existente en referencia a la cual ha sido contraída y que la obligación resultante a cargo del asumente tenga el mismo contenido que la preexistente o sus divergencias se mantengan dentro de límites razonables (en esencia, los 1 Vid. MARTÍNEZ DE AGUIRRE, C., “La transmisión activa y pasiva de las obligaciones en el Derecho navarro”, Revista Jurídica de Navarra, n.º 18, julio-diciembre 1994, p. 22 en relación a esta misma expresión utilizada por la ley 512 de la Compilación del Derecho Civil Foral de Navarra (Fuero Nuevo); ÁLVAREZ JOVEN, A., “El aspecto contractual de la asunción de deuda”, Anuario de la Facultad de Derecho de la Universidad de Extremadura, 1983, p. 295. 17 MENU SALIR establecidos por el art. 1140 CC para la solidaridad), aunque alguna excepción se admitirá a esta última exigencia. Es el Código civil alemán (BGB) el que recoge y regula, en los §§ 414 a 418, de forma bastante completa, la figura llamada “Schuldübernahme” o “privative Schuldübernahme”, de cuya traducción al español procede la expresión “asunción de deuda”2. En concreto, el § 414 recoge la asunción de la deuda mediante contrato entre el acreedor y un tercero (asumente), y el 415, entre el deudor y un tercero con la posterior ratificación del acreedor. Esta sería la asunción de deuda liberatoria, es decir, la asunción con efectos frente al acreedor y con liberación del que era deudor en la relación jurídica previa, aunque también prevé una asunción de deuda sin liberación de este último y sin efectos frente al acreedor, bien porque éste aún no ha consentido el cambio, bien porque definitivamente lo deniega3. La doctrina alemana ha asimilado, en sus efectos, al convenio de los deudores ratificado por el acreedor, aquel otro en el que éste autoriza, con carácter previo por tanto, a aquéllos para que celebren un convenio con el mismo alcance. El acreedor puede, en este caso, revocar su autorización antes de que se produzca 2 ENNECCERUS, L., Derecho de obligaciones, 11.ª revisión por H. Lehman, trad. y notas de Blas Pérez González y José Alguer, vol. I, Ed. Bosch, Barcelona, 1933, pp. 404 y ss; DE DIEGO, F., Transmisión de las obligaciones según la doctrina y la jurisprudencia española y extranjera. La transmisibilidad de las obligaciones, Madrid, 1912 pp. 293 y ss. prefiere traducir “Schuldübernahme” por “sucesión en la deuda”. 3 § 414: “Una deuda puede ser asumida por un tercero mediante contrato con el acreedor de forma que el tercero se subrogue en la posición del anterior deudor”. § 415.I: “Si la asunción de deuda es pactada por el tercero con el deudor, su eficacia depende de la ratificación del acreedor. La ratificación sólo puede realizarse si el deudor o el tercero han comunicado al acreedor la asunción de deuda. Hasta la ratificación, las partes pueden modificar o invalidar el contrato. Si la ratificación es negada, la asunción de deuda vale como no realizada. Si el deudor o el tercero requieren al acreedor, bajo determinación de un plazo, para la declaración sobre la ratificación, ésta sólo puede ser declarada hasta el transcurso del plazo; si no es declarada, vale como denegada. En tanto que el acreedor no haya otorgado la ratificación, en la duda el asumiente está obligado frente al deudor, a satisfacer al acreedor en tiempo oportuno. Lo mismo vale si el acreedor niega la ratificación” (traducción de MELÓN INFANTE, C., Código civil alemán (BGB), trad. directa del alemán al castellano acompañado de notas aclaratorias, Ed. Bosch, Barcelona, 1955, de quien tomamos las traducciones literales que se hacen en lo sucesivo de los preceptos del BGB). 18 MENU SALIR el acuerdo entre los deudores. En caso de revocación o nulidad de la autorización, el acuerdo de los deudores puede valer como asunción interna o de cumplimiento4. Pero también son admisibles figuras jurídicas que únicamente tienen como objetivo la asunción de la deuda por un tercero con efectos obligatorios entre este tercero y el deudor, y no frente al acreedor, de forma que este último no tiene derecho a exigir el cumplimiento más que a su deudor y no al asumente. Por medio de este tipo de asunción de deuda, el asumente se obliga a pagar al acreedor o queda autorizado para hacerlo. Ejemplos de ello son la promesa de prestación a un tercero cuando se asume su cumplimiento pero no se quiere quedar obligado frente a este tercero del § 329 BGB5 y la delegación o indicación de pago de los arts. 1269 del Codice italiano y 1277 del Code francés6. A esta asunción de deuda sin efectos frente al acreedor suele denominarse en nuestro país asunción interna, o también y siguiendo la terminología adoptada por algunos traductores de obras alemanas, asunción de cumplimiento7. Por otro lado, la admisión, a falta de previsión legal, de una asunción de deuda con efectos frente al acreedor, pero que al mismo tiempo no produce la liberación del deudor primero (asunción llamada cumulativa) no ha planteado ningún problema en Alemania cuando esa ha sido la intención de los contratantes, configurándose como un negocio jurídico atípico (denominado Schuldbeitritt, 4 HEINRICHS, H., en PALANDT, Bürgerliches Gesetzbuch, München, 2003, § 415, RdNr. 3, admitiendo un consentimiento previo del acreedor (ex §183 BGB) tanto para el contrato del § 414 como para el 415; LARENZ, K., Lehrbuch des Schuldrechts, I, 14.ª edic., München, 1987, p. 605, respecto al § 415, en cuyo caso no será necesaria la comunicación al acreedor establecida en la norma. 5 § 329: “Si una parte se obliga en un contrato a satisfacer a un acreedor de la otra parte, sin asumir la deuda, no ha de entenderse en la duda que el acreedor deba adquirir de forma inmediata el derecho de exigir de ella la satisfacción”. 6 El art. 1269.I del Codice establece: “Si el deudor para efectuar el pago ha delegado a un tercero, este puede obligarse frente al acreedor, salvo que el deudor lo hubiera prohibido”, mientras que según el 1269.II: “El tercero delegado para realizar el pago no está obligado a aceptar el encargo, aunque sea deudor del delegante. Se exceptúan los usos en contrario”. Por su parte y a tenor del art. 1277 del Code: “La simple indicación hecha por el deudor de una persona que deba pagar en su defecto no implica novación. Tampoco la supone la simple indicación hecha por el acreedor de persona que en su nombre deba recibir el pago”. 7 Así, PÉREZ GONZÁLEZ, B. y ALGUER, J., en ENNECCERUS, Derecho de obligaciones, I, cit., pp. 407 y ss. 19 MENU SALIR kumulative Schuldübernahme o Schuldmitübernahme8). Pero en ningún sitio en nuestro Derecho común se regula una figura (la asunción de deuda) en los términos que aquí estamos considerando; es más, en el Código civil ni siquiera aparece mencionada con este nombre (aunque, en ocasiones, se aluda a ella implícitamente9) y lo mismo ocurre en el Derecho foral, a excepción de la Compilación del Derecho Foral de Navarra (Fuero Nuevo), que la recoge (ley 512, y en menor medida, ley 513 sobre la cesión de contrato y 514 sobre el contrato con facultad de subrogación), para referirse básicamente a una asunción con efectos frente al acreedor y con liberación del deudor de la relación preexistente. Sin embargo, nuestro Ordenamiento Jurídico no puede ser ajeno a esta figura, como no lo es la jurisprudencia10, porque no puede ser ajeno al fenómeno 8 BROX, H., Allgemeines Schuldrecht, C. H. Beck’sche Verlagsbuchhandlung, München, 1989, RdNr. 419, p. 250; WESTERMANN, H. P., en ERMAN, B.G.B. Handkommentar, 1, Münster, 1989, § 414, RdNr. 6; FIKENTSCHER, W., Schuldrecht, Berlin-New York, 1997, RdNr. 614 pp. 376-377; HEINRICHS, en PALANDT, Bürgerliches Gesetzbuch, cit., Vor §§ 414 y ss., RdNr. 2; LARENZ, Lehrbuch..., I, cit., p. 610; MÖSCHEL, W., en Münchener Kommentar zum Bürgerlichen Gesetzbuch, 2, München, 1979, § 414, RdNr. 10; ZEISS, W., en SOERGEL, Bürgerlichen Gesetzbuch, 2, Stuttgart-Berlin-Köln, 1990, Vor §§ 414 y ss., RdNr. 5-6. 9 Así por ejemplo, el art. 642 CC, que dice literalmente: “Si la donación se hubiere hecho imponiendo al donatario la obligación de pagar las deudas del donante, como la cláusula no contenga otra declaración, sólo se entenderá aquél obligado a pagar por las que apareciesen contraídas antes” (subrayado nuestro). Se está aludiendo, al menos, a la necesidad de que el donatario acepte o consienta hacerse cargo de las deudas del donante, lo que denota la existencia de un pacto en este sentido, aunque no se determine cuál sea el alcance del mismo, es decir, tanto cabe un acuerdo del donatario con los acreedores para hacerse cargo de la deuda, bien con liberación del donante, bien sin ella, como un acuerdo solamente con el donante en cuanto que se compromete a cumplir puntualmente con sus obligaciones. En el mismo sentido, vid. el art. 506 CC referido al usufructo constituido sobre la totalidad de un patrimonio que, respecto a las deudas del propietario, remite a lo establecido en los arts. 642 y 643 del CC. También el art. 1084, párr. 2.º CC. En concreto la expresión “a consecuencia de la partición, hubiese quedado él solo obligado al pago de la deuda”. En este caso parece que puede decirse lo mismo que respecto al artículo referido anteriormente, es decir, cabe asunción de deuda frente a los acreedores (piénsese que ello es perfectamente posible pues ellos pueden intervenir en la partición: vid. art. 1083 CC) o puede tratarse de una asunción de deuda con efectos únicamente frente a los demás coherederos-deudores, que suele ser lo más frecuente, al que se le adjudican en la partición bienes suficientes para el pago a los acreedores, todo lo cual no afecta a los créditos, que se mantienen intactos frente a la herencia. En esta línea debe citarse también el art. 118 de la Ley Hipotecaria para el caso de venta de finca hipotecada, para el caso en el que “el vendedor y el comprador hubieren pactado que el segundo se subrogará no sólo en las responsabilidades derivadas de hipoteca, sino también en la obligación personal con ella garantizada”. 10 El reconocimiento jurisprudencial se va a producir con las SSTS de 22 de febrero de 1946 (RJA 254), donde el TS se refiere, por primera vez, a la asunción de deuda, y de 10 de febrero de 1950 (RJA 194). 20 MENU SALIR del cambio de la persona del deudor, íntimamente ligado a aquélla, pero de ámbito indudablemente más reducido. El cambio de deudor se obtiene con la asunción de deuda liberatoria (naturalmente, presupone el consentimiento del acreedor), pero existen otros tipos de asunción de deuda, como hemos dicho, que no conllevan cambio de deudor (asunción cumulativa y asunción interna o de cumplimiento). Ocurre que nuestro Código civil siguió en este punto, aunque parcialmente, al Código civil francés (y al italiano de 1865, continuador de este último) y fiel a ello, en principio, el cambio de la persona del deudor tiene lugar a través de una de las posibles aplicaciones de la novación: la novación subjetiva por cambio de la persona del deudor, figura ésta de origen romano que, en este caso, significaría la extinción de una obligación con liberación de quien era su deudor y el nacimiento de otra nueva en su lugar a cargo del nuevo deudor; una y otra conectadas causalmente. Así, nuestro art. 1156 la recoge como uno de los posibles modos de extinción de las obligaciones, estableciéndose una regulación más detallada en la Sección sexta (De la novación) del Capítulo IV (De la extinción de las obligaciones) del Título primero del Libro IV. A la novación subjetiva por cambio del deudor se refieren, según entiende la doctrina11, los artículos 1203.2.º y del 1205 al 1208, siendo más dudosa la aplicabilidad del 1204 que, en nuestra opinión, debe quedar para la novación objetiva (relativa al objeto o a las condiciones principales de la obligación a tenor del art. 1203.1.º CC). En concreto, el 1203.2.º recoge el cambio de deudor como una de las posibles formas mediante las cuales “las obligaciones pueden modificarse” (subrayado nuestro), el 1205 se refiere a la necesidad de concurrencia del consentimiento del acreedor para que se produzca el cambio de deudor, el 1206 recoge los posibles casos en que, si resultara insolvente el nuevo deudor, el acreedor podría dirigirse contra el que hasta entonces parecía liberado, el 1207 establece el régimen jurídico de las obligaciones accesorias ante la novación y el 1208, en fin, queda dedicado a los efectos que, sobre la nueva obligación, puede tener la nulidad de la antigua. Por su parte, la admisión de una novación sin efectos liberatorios se ha producido por la vía de la atipicidad 11 Detalladamente, ADAME MARTÍNEZ, M. A., Asunción de deuda en Derecho civil, Ed. Comares, Granada, 1996, p. 16. 21 MENU SALIR (asunción o novación cumulativa)12. La anterior regulación positiva de la novación por cambio de deudor, como un supuesto más bien de “modificación” que de “extinción” de obligaciones, fue el desencadenante en nuestro país de la primera de las tensiones sobre la que ha girado la asunción de deuda en su vertiente liberatoria. No obstante, la polémica acerca del significado del término novación en nuestro Derecho (novación extintiva para unos, novación modificativa para otros13) se encuentra hoy superada 12 El término “asunción cumulativa” quizás no sea el más apropiado para acoger aquella asunción en la que el primer deudor y el tercero quedan obligados conjuntamente y el cumplimiento de la obligación por cualquiera de ellos provoca su extinción para los dos. En este sentido, la doctrina romanística suele distinguir, en atención a los sujetos, entre obligaciones parciarias, cumulativas y solidarias. Frente a estas últimas, que se caracterizan por tener una pluralidad de sujetos y un objeto único (de ahí su nombre in solidum, por el total), en las obligaciones cumulativas en sentido propio hay varios sujetos (en nuestro caso, pasivos) que tienen que realizar una prestación igual, pero que no es la misma, sino que las obligaciones son independientes. Como ejemplos pueden referirse en el Derecho romano arcaico y clásico cuando varias personas conjuntamente cometen un daño, cada uno está obligado a repararlo por entero; lo mismo cuando se vendía una misma cosa a varias personas, en cuyo caso el vendedor debe la entera prestación a cada uno de ellos. Ambos ejemplos tienen en común la idea de sanción impuesta a quienes conjuntamente causan un daño o a quien promete la misma cosa a varios. Vid., al respecto, MIQUEL GONZÁLEZ, J., Curso de Derecho romano, Promociones y Publicaciones Universitarias, Barcelona, 1987, pp. 341-344; IGLESIAS, J., Derecho romano, 11.ª edic., Ariel Derecho, Barcelona, 1994, pp. 341-342 y KASER, M., Derecho romano privado, versión directa de la 5.ª edición alemana por José María Cruz Teijeiro, 2.ª edic., Ed. Reus, 1982, p. 247. Sobre la evolución que sufrieron las obligaciones cumulativas propiamente dichas en el Derecho justinianeo en el sentido de evolucionar hasta su reconocimiento como obligaciones solidarias, vid. ALBERTARIO, E., Corso di Diritto romano. Le obbligazioni solidali, Ed. Giuffrè, Milano, 1948, pp. 11-22. Las obligaciones llamadas propiamente cumulativas se caracterizan en lo esencial por el hecho de que cada uno de los obligados lo está a realizar el todo de la prestación, y además, que todos y cada uno de ellos deben realizar una prestación distinta a favor del acreedor, de forma que la satisfacción de éste se logra con la suma de todas ellas. Sólo así cabe hablar, en propiedad, de “acumulación” de prestaciones. Por tanto, el término “asunción cumulativa” será aquí utilizado para todos aquellos casos de no liberación del deudor antiguo, si bien aclarando que la acumulación no lo es de prestaciones sino de sujetos. 13 La polémica giró sobre todo en torno a dos obras y dos autores: DE DIEGO, Transmisión..., cit., y SANCHO REBULLIDA, F. de A., La novación de las obligaciones, Barcelona, 1964. El primero, al que después seguirían los anotadores de Enneccerus y que constituye la opinión mayoritaria actualmente, partidario de una novación llamada modificativa (novación subjetiva por cambio de deudor, en nuestro caso) con base en la regulación positiva de los arts. 1203 y ss. de nuestro Código civil, de forma que el cambio de la persona del deudor no conllevaría necesariamente la extinción de la primera obligación y el nacimiento de otra nueva en su lugar. El segundo, en la línea de la genuina novación (siempre extintiva) del Derecho romano. Siguiendo a Pacchioni, se ha criticado también que el uso de la palabra “transmisión” o “cesión” debe ir referida a un valor positivo, es decir, a un crédito y no a un valor negativo o “no valor” como es una deuda: ROCA SASTRE, R. M.ª- PUIG BRUTAU, J., “La transmisión pasiva de obligaciones a título singular”, en Estudios de Derecho Privado, vol. 1.º, Ed. Revista de 22 MENU SALIR para centrar la cuestión en los efectos prácticos que produce este fenómeno jurídico14. II.- DIFERENCIAS Y SIMILITUDES CON OTRAS FIGURAS AFINES. De forma breve y para una mayor concreción, se hace necesario establecer los puntos de desencuentro o diferencias entre la asunción de deuda, así entendida, y otros conceptos o instituciones con las que se viene tradicionalmente asociando (así, vicisitud de la relación jurídica, cambio de deudor, transmisibilidad de las deudas a título singular, novación y pago de tercero), pero con las que, a nuestro juicio, guarda importantes diferencias. 1.- Asunción de deuda y vicisitud de una relación jurídica obligatoria. Es posible que la asunción de una deuda conlleve la modificación o extinción de la relación jurídica previa, lo que enlaza con la idea de vicisitud de dicha relación jurídica. Esta última terminología, como indica DÍEZ-PICAZO, procede de la doctrina italiana (ALLARA y BETTI15, fundamentalmente) y en un sentido amplio “designa las diferentes fases de lo que podríamos llamar el ciclo vital por el que atraviesa o se desenvuelve una relación obligatoria”, en concreto, la constitución, la modificación y la extinción, pero en un sentido estricto, “la idea Derecho Privado, Madrid, 1948, pp. 297-300; CRISTOBAL MONTES, A., “La llamada novación modificativa en el Derecho civil español”, en Temis, Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza, nn. 33-36, 1973-1974, pp. 745 y ss. (también en RCDI, 1973, pp. 1162 y ss.). Sin embargo, aunque pueda hacerse esta crítica teórica al concepto o terminología utilizada, parece lo cierto, como se comprobará más adelante, que una deuda puede ser objeto de un contrato, y que de hecho lo es del que consiste en asumir una deuda ajena. 14 Significativa es, al respecto, la opinión de DÍEZ-PICAZO, L., Fundamentos del Derecho civil patrimonial, tomo II, Ed. Civitas, Madrid, 1996, p. 857: “El hecho de que esta sustitución se califique o no como “novación” y que se discuta si tal novación es extintiva o modificativa, no tiene por sí una trascendencia especial, como, en cambio, la tiene el decidir su alcance y efectos, que es seguramente el centro de la cuestión. Se trata de saber en qué medida juegan en favor y en contra del nuevo deudor las consecuencias dimanantes de la relación jurídica anterior y del sistema de organización de intereses que en él se encontraba establecido”. De ahí que este autor prefiera hablar “de una modificación simple con pervivencia de efectos y de una modificación extintiva con total sustitución de la reglamentación o del sistema de organización de intereses establecido por las partes” (p. 800). 15 ALLARA, M., Le vicende del rapporto giuridico e loro cause, Ed. G. Giappichelli, Torino, 1939, pp. 4 y ss; BETTI, E., Teoria generale del negozio giuridico, Edizioni Scientifiche Italiane, Napoli, 1994, pp. 7-42. 23 MENU SALIR de vicisitud trata de captar el fenómeno del cambio o de la alteración que en su devenir histórico puede sufrir una relación jurídica cualquiera y las consecuencias y efectos jurídicos que este cambio o alteración está llamado a producir”16. Entre los tipos de modificación que cabe observar en la relación obligatoria, el autor anterior refiere los casos de “modificación subjetiva”, dentro de los cuales sitúa la sustitución del antiguo deudor por el nuevo. La conclusión parece clara: la sustitución del deudor puede ser un supuesto de modificación subjetiva de la relación jurídica (lo que no significa que no pueda ser también, dependiendo de las circunstancias, un caso de extinción); en cualquier caso, una vicisitud de la misma. Del mismo modo, la asunción de deuda con efecto cumulativo puede producir también una modificación subjetiva en la misma relación previa, en este caso, por adición de deudores17. La otra posibilidad consiste en defender que no se produce ninguna modificación en la relación jurídica previa, sino que lo que ocurre es que nace una nueva y distinta obligación a cargo del asumente. Esta segunda posibilidad se abrirá paso sobre todo cuando la obligación a cargo del asumente no tenga el mismo objeto que la obligación previa, aunque el cumplimiento de aquélla provoque la extinción también de ésta: puede pensarse que, siendo la deuda previa una deuda dineraria, la obligación asumida por el tercero y consentida por el acreedor, puede consistir, por ejemplo, en la realización de una obra a cargo del asumente, de forma que, realizada ésta, ambas obligaciones quedarán extinguidas. Al menos en este supuesto de discordancia de objetos, la asunción de deuda no provocará vicisitud alguna en la relación jurídica previa, y lo mismo ocurre, por razones obvias, en el caso de una asunción interna o de cumplimiento (sin efectos frente al acreedor). En conclusión, la asunción de una deuda por un tercero (entendida en su sentido más amplio) no siempre provoca una vicisitud en ésta. 16 DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., p. 791. 17 Parece ser esta la postura del autor anterior (Fundamentos..., II, cit., p. 792) y también la de PUIG FERRIOL, L., “Asunción de deudas”, en Cuadernos de Derecho judicial (Derecho de obligaciones), VIII, CGPJ, Madrid, 1996, pp. 328 y 329, que encuadra la asunción de una deuda ajena en general, tanto si produce un efecto liberatorio como cumulativo, dentro de la categoría de modificación o alteración de la parte pasiva de una relación obligatoria. 24 MENU SALIR 2.- Asunción de deuda y cambio de deudor. Tampoco cabe confundir estos dos conceptos porque la asunción de una deuda por un tercero no produce necesariamente y como efecto el cambio de la persona del deudor de la relación jurídica previa. Cuando así ocurre, el asumente (nuevo deudor) ocupa el lugar que hasta entonces era ocupado por el deudor (antiguo) en la relación jurídica previa, quedando éste liberado frente al acreedor. En la asunción de deuda con efecto llamado cumulativo no se produce cambio alguno de deudor, ni evidentemente, en la asunción interna o de cumplimiento. 3.- La asunción de deuda, la transmisibilidad o intransmisibilidad intervivos de las deudas a título singular y la novación. Tampoco son conceptos exactamente equivalentes la asunción de deuda y la transmisibilidad (o sucesión) inter-vivos de las obligaciones a título singular, aunque en principio pudiera parecer aluden a un mismo fenómeno (el cambio de deudor). En un sentido amplio puede entenderse el concepto de transmisión (transmisibilidad) de las obligaciones como sinónimo de cambio de deudor al margen de la novación propiamente dicha (extintiva), es decir, como novación modificativa18. Sin embargo, en un sentido mucho más restringido hace referencia a la aptitud de la parte pasiva de la relación obligatoria para ser transmitida de modo semejante a como se transmiten los créditos, es decir, por medio de un acuerdo entre el “transmitente” (el deudor antiguo) y el “adquirente” (asumente o nuevo deudor), de forma que éste ocuparía la posición de aquél permaneciendo la obligación y la reglamentación de intereses intacta, lo que significaría que puede hacerse sin contar con el consentimiento del acreedor y que éste debería soportar el cambio de su deudor sin su participación. Esta idea, debida a la doctrina 18 En este sentido lo utilizan DE DIEGO, Transmisión..., cit., y los anotadores de la obra de ENNECCERUS (Derecho de obligaciones, I, cit, pp. 347 y ss.). No es casualidad que la doctrina francesa empiece a hablar de transmisión de deuda o cesión de deuda (cession de dette), precisamente una vez que se ha aprobado el BGB y comprueban que el cambio de deudor en éste no discurre por la genuina novación romana: BAUDRY-LACANTINERIE, G.- BARDE, L., Traité théorique et pratique de Droit civil, tomo XIII-1.ª, Paris, 1905, nn. 1758 y ss., pp. 70-88; JOSSERAND, L., Cours de Droit positif français, tomo II, Paris, 1930, pp. 401-403; PLANIOL, M.- RIPERT, G., Traité pratique de Droit civil français, tomo VII-2.º, Paris, 1931, n. 1141, pp. 473 y ss. Éstos definen la cesión o transmisión de la deuda como el convenio por el cual un deudor transmite a un tercero, que se convierte en deudor en lugar de él, su obligación en favor del acreedor, pero sin mencionar la palabra novación. 25 MENU SALIR pandectística más radical, no ha prosperado ni se encuentra reconocida en ningún Ordenamiento Jurídico, incluido el alemán19. Por esto, muchos autores rechazan la idea de sucesión o transmisión pasiva de las obligaciones inter-vivos a título singular, entendida esta expresión no como sinónimo de cambio de deudor, sino en este estricto sentido. Es DÍEZ-PICAZO quien mejor centra el problema de la sucesión en las deudas o transmisibilidad de las mismas cuando afirma que la cuestión (aparte de lógicas puntualizaciones terminológicas que impiden hablar de “sucesión” respecto a las deudas o posiciones pasivas, término que debe ir referido únicamente respecto a créditos, derechos o posiciones activas) no está en determinar abstractamente si la sustitución del deudor de una obligación por otro nuevo conlleva necesariamente la extinción de la antigua obligación y el nacimiento de otra nueva en su lugar, o si por el contrario, es posible produciendo únicamente la modificación de aquélla. En realidad, “la cuestión estriba en puntualizar si al cambio de deudor le acompaña la desaparición del régimen jurídico y del sistema de organización de intereses previstos para la relación primitiva, que deben ser sustituidos por un nuevo régimen jurídico y por un nuevo esquema estructural de derechos y deberes”20. 4.- Asunción de deuda y pago de un tercero. Es indudable que en las relaciones con el acreedor no puede equiparse la posición jurídica que ocupa un asumente de deuda (otra cosa es la asunción interna o de pago) con la que ocupa el solvens. En un momento anterior al cumplimiento de la obligación, el asumente ocupa la posición pasiva de una relación jurídica obligatoria, es decir, es un obligado al cumplimiento de la misma, mientras que el tercero que paga no era deudor, y por tanto, no estaba 19 ADAME MARTÍNEZ, Asunción..., cit., pp. 55-69; BIGIAVI, W., “Novación y sucesión en la deuda a título particular en el nuevo Código Civil italiano”, RDP, 1943, pp. 489 y ss. 20 DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., p. 849. En efecto, es una cuestión de determinación del régimen jurídico aplicable, debiendo además tenerse en cuenta que las soluciones a las que pueda llegarse, como se verá, no dependen en absoluto de la dicotomía novación-sucesión en la deuda a título singular (para nosotros, novación extintiva-novación modificativa): TOMASSETTI, A., L’assunzione del debito altrui, Ed. Giuffrè, Milano, 2001, pp. 27 y ss. (en concreto, p. 37, respecto al régimen de la prescripción; pp. 38-41, respecto al de los privilegios generales). 26 MENU SALIR obligado a hacerlo; es estrictamente un tercero (el asumente era un tercero que se convirtió en deudor, no un simple solvens). Por ello este tercero no puede, por ejemplo, compensar ningún crédito con el acreedor (lo impide el art. 1195 CC)21. Estas diferencias existen incluso aunque se quieran equiparar los casos que pueden parecer más cercanos: la asunción liberatoria de deuda y el pago con subrogación. Las diferencias también se observan en el momento en el que se produce el pago del tercero o la asunción de la deuda: cuando el tercero paga y se subroga pasa a ocupar la posición que hasta entonces venía ocupando el acreedor (con independencia de que se postule que se produce una subrogación en los derechos del acreedor sin la extinción de la relación obligatoria, o se postule que el pago ha producido la extinción de la relación jurídica y la subrogación el nacimiento de otra nueva en su lugar en la que el que pagó es ahora el acreedor22), 21 DÍEZ-PICAZO GIMÉNEZ, G., “Derecho propio y reciprocidad en la compensación legal de créditos”, RCDI, n.º 645, 1998, pp. 446 y ss. entiende que, con carácter general, un tercero, aunque esté legitimado para pagar una deuda ajena, no por ello puede obligar al acreedor a compensar el crédito que tiene frente al deudor con lo que le debe al mismo tercero, porque no es equiparable el pago a la compensación, por mas que los dos sean medios de extinción del derecho del acreedor (son los casos del tercero que puede pagar la deuda ajena, aunque no tenga ningún interés en el cumplimiento y el tercero que tiene la autorización o encargo del deudor para pagar la deuda). Únicamente admite la compensación para uno de los posibles supuestos en los que el tercero tiene derecho a pagar y pagando se subroga en la posición crediticia: el ejercicio de la compensación por el fiador real, es decir, el propietario de la cosa hipotecada o pignorada en garantía de un deuda ajena tiene derecho a extinguir con un contracrédito el derecho del acreedor, sin ser él mismo deudor, básicamente por su asimilación a la fianza (art. 1197 CC) y para evitar perjuicios. 22 Vid. CAÑIZARES LASO, A., El pago con subrogación, Ed. Civitas, Madrid, 1996, pp. 52-59 y 77-85 sobre las posibles soluciones a este problema, a saber: a) que el pago del tercero extingue la obligación, pero no las obligaciones accesorias que sirven así al crédito que el tercero ostenta contra el deudor, lo que vendría a ser una excepción al principio de accesoriedad, que parece ser la opción defendida por esta autora, b) que el pago no produce la extinción de la deuda, sino que se produce una suerte de transmisión, que constituye la opinión mayoritaria en la doctrina, pero que es una opción muy discutible por cuanto existen fuertes argumentos de orden literal (art. 1156 CC), sistemático e histórico en contra, y c) una posición ecléctica. Últimamente ha surgido en la doctrina una interesante opinión al respecto patrocinada por DEL OLMO GARCÍA, P., Pago de tercero y subrogación, Ed. Civitas, Madrid, 1998, pp. 233 y ss., y sobre todo, pp. 297 y ss., donde se recoge la idea de que el solvens, además del derecho personal que adquiere contra el deudor (acción contraria de mandato, de gestión de negocios ajenos o de enriquecimiento injusto) también adquiere, en virtud de la subrogación y en la cuantía de lo realmente pagado al acreedor, el crédito que ostentaba el acreedor, posibilitando al que pagó y se subrogó el ejercicio conjunto de ambos (p. 245). Este autor entiende, con apoyo básicamente en las ideas de DEMOLOMBE y MAGINI, que el crédito adquirido de la subrogación es un crédito adquirido en garantía del derecho personal subyacente, y por tanto, accesorio a él. Este planteamiento le permite resolver adecuadamente las relaciones entre ambos créditos, sobre todo cuando no coinciden en su cuantía, en cuyo caso el crédito procedente de la subrogación servirá de garantía, en la medida máxima de lo pagado realmente al acreedor, al crédito subyacente, bien 27 MENU SALIR mientras que en la asunción de una deuda con efecto liberatorio el asumente ocupa la posición de la parte deudora. Esto determina que los efectos de uno y otro fenómeno van a ser distintos en relación al acreedor: el pago del tercero conlleva la satisfacción del interés del acreedor, mientras que con la asunción de una deuda por un tercero no se produce la satisfacción del crédito, lo que solo se producirá con el cumplimiento de la obligación por éste. Pero no es menos cierto que pueden observarse importantes similitudes cuando se compara la situación de un asumente y de un solvens en sus relaciones con el deudor, una vez satisfecha o extinguida la deuda. El asumente que obtiene el consentimiento del acreedor para sustituir al anterior deudor o para colocarse junto a él, y que extingue la obligación que estaba a cargo del primer deudor, debe contar, como el tercero que paga, con algún tipo de acción para nivelar o equilibrar su situación patrimonial frente al deudor que fue liberado. En este sentido, defenderemos que las acciones integrantes del derecho de reembolso del tercero que paga una deuda ajena (en la construcción que nos parece más correcta y que coincide con la expuesta recientemente por DEL OLMO GARCÍA, las llamadas tres acciones básicas: acción contraria de mandato, acción contraria de gestión de negocios ajenos y acción de enriquecimiento23) coinciden, cuando no se haya pactado otra cosa, con las que comprenden el derecho de regreso del asumente24, según también que se trate de asunción entendido, que no podrá superar su cuantía. Con esta construcción se une a los autores que propugnan el efecto transmisivo y no extintivo del pago con subrogación, criticando en consecuencia, la posición de los que, como CAÑIZARES LASO, propugnan que el pago extingue el crédito y que son los accesorios del crédito pagado lo que se transmite al crédito que el tercero adquiere por el pago (p. 282). 23 DEL OLMO GARCÍA, Pago de tercero..., cit., pp. 61 y ss. Según este autor, la expresión del art. 1158.II CC, “El que pagare por cuenta de otro” significa una remisión a las normas del mandato y de la gestión de negocios ajenos en cuanto a la acción de regreso, así como a la acción de enriquecimiento injustificado para los pagos contra la expresa voluntad del deudor (vid. pp. 62 y ss, así como la recapitulación en pp. 80 y ss.). En concreto (pp. 72 y ss.), los pagos “aprobados” son pagos por mandato y los pagos “ignorados” son los pagos del gestor de negocios, lo que derivará en la consiguiente acción (contraria de mandato o de gestión de negocios) que posibilitará al tercero que pagó una reclamación contra el deudor por una cuantía que no tiene por qué coincidir con lo realmente pagado al acreedor. Cuando el pago “ignorado” no cumpla los requisitos de la gestión de negocios corresponderá la acción de enriquecimiento (pp. 77-78), lo mismo que los pagos realizados contra la expresa voluntad del deudor. 24 BASOZABAL ARRUE, X., “El contrato de asunción de deuda”, ADC, 2000-I, pp. 113115, para la expromisión, pero indudablemente su postura es que este mismo esquema se aplique a 28 MENU SALIR consentida, ignorada o rechazada por el deudor. Porque un tercero que asume una relación jurídica ajena normalmente se encontrará, en relación al deudor, en alguna de estas tres situaciones: a) ha asumido la deuda en cumplimiento de un mandato u ofrecimiento que ha aceptado del deudor, y por tanto, cuenta con su consentimiento; b) ha asumido la deuda comportándose como el gestor de un negocio ajeno, lo que presupone la ignorancia del deudor; c) ha asumido la deuda y no se encuentra en ninguna de estas situaciones: entonces sólo cabe que lo haya hecho contra la voluntad del deudor. No obstante, ello será así en tanto no se haya acordado otra cosa para regular la nivelación de las relaciones internas, pues será frecuente que el régimen convencionalmente establecido supla al legalmente previsto. Por otro lado, ha sido planteada en la doctrina la posibilidad de que el asumente, como el tercero que paga, pueda subrogarse en los privilegios y garantías del acreedor frente al deudor. Al respecto, ADAME MARTÍNEZ entiende aplicable la subrogación tanto a la asunción liberatoria como a la cumulativa para equilibrar o nivelar las relaciones entre el deudor y el asumente, al menos teóricamente25. El mismo autor resume su postura: “En este punto pues hemos concluido aceptando la aplicación analógica del art. 1158 CC, sugiriendo la posibilidad de que en la asunción liberatoria quepa apreciar la subrogación convencional si se dan sus requisitos, y estimando que hay presunción de subrogación en la asunción cumulativa”26. Mientras, BASOZABAL ARRUE solamente habla de la aplicación de la subrogación en el caso de la asunción cumulativa27. Pero la subrogación en los privilegios o garantías (al margen la subrogación convencional) podrá ser factible en la asunción cumulativa, una vez que el asumente pague al acreedor, pues es entonces cuando puede plantearse que aquél ocupe la posición de éste. Pero, en nuestra opinión, ello ocurrirá sobre la base de los demás tipos de contratos de asunción de deuda, esto es, para el contrato entre los deudores ratificado para el acreedor y para el trilateral entre los tres sujetos interesados. 25 ADAME MARTÍNEZ, Asunción..., cit., pp. 270 y ss. 26 ADAME MARTÍNEZ, Asunción..., cit., p. 272. 27 BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., pp. 123 y 124. 29 MENU SALIR las normas reguladoras del régimen de la solidaridad pasiva y del contrato de fianza, lo que será objeto de estudio en el específico capítulo de este trabajo que dedicaremos a esta forma de asunción de deuda. III.- TIPOLOGÍA DEL CONTRATO DE ASUNCIÓN DE DEUDA. El estudio del fenómeno de la asunción de deuda suele hacerse por los autores que lo han tratado, aunque lo llamen de otra forma, analizando separadamente cada uno de los concretos mecanismos negociales que las legislaciones, o la tradición, han admitido como aptos para provocar sus efectos. Ya hemos hecho cumplida referencia al caso alemán, que recoge, por un lado, una asunción de deuda por contrato celebrado exclusivamente entre asumente y acreedor (§ 414 BGB), y por otro, un contrato entre los dos deudores que obtiene después el consentimiento o ratificación de aquél (§ 415). En Francia, el Code regula la novación clásica (novación extintiva propiamente dicha) como uno de los posibles modos de extinción de las obligaciones (art. 1234), distinguiendo dos supuestos de novación subjetiva por cambio de la persona del deudor: la que se realiza mediante acuerdo directo entre el acreedor y el asumente (art. 1274) y la delegación (art. 1275). A la primera, que coincide con el contrato del § 414 alemán, se conoce con el nombre de expromisión y mediante ella se hace referencia a un convenio de asunción de deuda (o novación) en el que no interviene el deudor, de forma que se verifica por acuerdo directo entre el tercero y el acreedor. La delegación es una figura procedente también del Derecho romano que se caracteriza por su amplitud y múltiples aplicaciones. En una de éstas, referida a la novación o asunción de deuda, el deudor de una relación obligatoria (delegante) da a un tercero-asumente (delegado) una orden, mandato o autorización (conocido como iussum) para que éste se obligue frente al acreedor (delegatario) en lugar del anterior deudor, provocando con ello su liberación. Esta figura tiene interés para nosotros en la medida en que sirva de cauce para asumir una deuda ajena preexistente, pues es posible una delegación aunque no exista ni una relación jurídica previa entre delegante y delegatario ni entre delegante y delegado, siendo pues un fenómeno más amplio. 30 MENU SALIR En Italia, el Codice civile de 1942 también recoge tres procedimientos denominados respectivamente: delegazione (arts. 1268-1271), espromissione (art.1272) y accollo (art. 1273), pero, a diferencia del Código de 1865, no aparecen ya dentro de la regulación de la novación, sino en un capítulo aparte. En realidad, el art. 1235 (novazione soggettiva) remite al Capítulo VI, que comprende los artículos antes mencionados para la regulación de la sustitución de deudores28. El accollo coincide con la figura del § 415 BGB. Sabemos que en nuestro Derecho común no se regula ninguno de estos mecanismos o figuras, aunque la expromisión parece implícita en el art. 1205 CC (“la novación, que consiste en sustituirse un nuevo deudor en lugar del primitivo, puede hacerse sin el conocimiento de éste, pero no sin el consentimiento del acreedor”) y explícita en la Ley 512.I de la Compilación Foral de Navarra, y a la delegación alude el art. 1206 (“al delegar su deuda”), dentro de la regulación de la insolvencia del nuevo deudor. Pero a estas dos figuras debe añadirse la admisión del contrato equivalente al § 415 alemán y al accollo italiano, únicamente recogido en la Ley 512.I de la Compilación navarra, pero ampliamente reconocido por la jurisprudencia29 y la doctrina en virtud del principio de autonomía de la voluntad, y que consiste en un acuerdo entre el deudor y el asumente al que presta posteriormente su consentimiento el acreedor a modo de ratificación (o con anterioridad, como negocio autorizativo). Con esta panorámica legislativa queda recogido lo que algún autor ha llamado “diversidad de modelos codificados”30, que debe completarse con las correspondencias de los mismos en relación a la asunción cumulativa y a la asunción interna o de cumplimiento. Es decir, lo mismo que se habla, en atención a los efectos que produce para el deudor, de delegación, expromisión o accollo liberatorias o privativas, también se habla de las mismas figuras con el calificativo de “cumulativas” (sólo regulada en el Codice: arts. 1268, 1272.I y 1273.III), y 28 Art. 1235: “Quando un nuovo debitore è sostituito a quello originario che viene liberato, si osservano le norme contenute nel capo VI di questo titolo”. 29 Vid. SSTS de 11 de diciembre de 1979 (RJA 4359), 27 de noviembre de 1990 (RJA 9056), 22 de marzo de 1991 (RJA 2428) y 30 de noviembre y 9 de diciembre de 1998 (RJA 9327 y 9881, respectivamente), entre otras muchas. 30 BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., pp. 87 y ss. 31 MENU SALIR claro está, también de delegación o accollo interno, de cumplimiento o de pago para hacer referencia a aquella asunción de deuda que sólo produce sus efectos en las relaciones entre asumente y deudor por medio de la cual éste queda obligado a pagar en tiempo al acreedor, que se mantiene ajeno a este negocio. Es necesario, no obstante, hacer varias observaciones o aclaraciones que pueden ser de utilidad. La primera de ellas, de carácter terminológico, es para indicar que el contrato a que hace referencia el § 415 BGB, conocido en Italia como accollo, suele recibir en nuestro país el nombre de contrato de asunción de deuda también, pudiendo confundirse por ello con aquel otro concepto más amplio, también conocido como asunción de deuda, que englobaría tanto a este concreto mecanismo como a la delegación, a la expromisión o a cualquier otro posible con idéntica finalidad. Para evitar esta confusión utilizaremos para referirnos a él la expresión “contrato de asunción de deuda propiamente dicha”, o “asunción de deuda en sentido propio”31. La segunda observación es que la asunción de deuda suele aparecer (así sucede la mayoría de las veces) como una cláusula añadida a un contrato de un contenido más amplio, normalmente un contrato de adquisición de un patrimonio o de un bien concreto, de un negocio o de una industria por parte de un tercero, que además de adquirirla se subroga en todos los derechos que pudieran corresponder a los transmitentes, haciéndose cargo asimismo del pasivo. Se ha escrito, de forma paralela a la cesión de créditos, que “la asunción de deudas no aparece como un negocio típico, de contenido predeterminado y unitario (un único convenio de asunción de deudas), sino más bien como punto de encuentro de diferentes operaciones jurídicas, que tienen en común la producción de un resultado determinado: la asunción de una deuda ajena y preexistente por parte de un tercero, que pasa así a convertirse en nuevo deudor”32. Pero ello no debe hacer 31 BETTI, Teoría general de las obligaciones, tomo II, trad. y notas al español por José Luis de los Mozos, Ed. Revista de Derecho Privado, Madrid, 1970, pp. 301 y ss., le denomina “contrato de asunción independiente de deuda”. Sigue a este autor, en su terminología, PUIG FERRIOL, “Asunción..., cit., p. 330. 32 MARTÍNEZ DE AGUIRRE, “La transmisión..., cit., pp. 21-22, en sentido parecido a lo que ocurre respecto a la cesión de créditos; por todos, PANTALEÓN PRIETO, F., “Cesión de créditos”, ADC, 1988-IV, pp. 1037-1038, donde puede leerse: “Parece, pues, lo más sensato unirse a aquellos que opinan que, de la misma forma que no existe un unitario y autónomo negocio 32 MENU SALIR dudar del carácter contractual de la asunción de deuda; es un contrato, aunque pueda admitirse la posibilidad de que al mismo resultado pueda llegarse mediante el ejercicio unilateral de una facultad otorgada por el otro contratante33. Pero no es defendible que la asunción de deuda sea siempre consecuencia de un negocio jurídico unilateral celebrado por el asumente y del que no forma parte ni la posible declaración del deudor primero, ni la del acreedor, también entendida como acto unilateral separado, tendente a otorgar la liberación a éste, como se ha dicho últimamente desde planteamientos estrictamente dogmáticos34. La tercera y última observación es que un negocio de asunción de deuda no siempre tiene por qué acomodarse estrictamente a los esquemas de la delegación, la expromisión o el contrato de asunción de deuda propiamente dicho. Por ejemplo, pensemos en un acuerdo previo entre el asumente y el acreedor (como si fuera una expromisión) por virtud del cual el primero ocupará la posición deudora que hasta entonces venía ocupando el deudor antiguo. Sin embargo, quiere el asumente que el deudor antiguo participe en este acuerdo y lo asuma también por cuanto desea que éste constituya una hipoteca u otra garantía a su favor para garantizarse el buen fin de su crédito (por ejemplo, nacido de un préstamo) frente a este deudor antiguo una vez haya cumplido su obligación con el acreedor y quiere que los negocios queden causalmente vinculados. En este caso no estamos ante una delegación porque no hay iussum (al menos no parte del deudor antiguo); tampoco ante una expromisión en sentido estricto porque en el negocio de asunción participa el deudor antiguo, y por fin, tampoco es estrictamente un jurídico de transmisión de la propiedad y demás derechos reales (ni abstracto ni causal), no existe tampoco un negocio jurídico unitario y autónomo de cesión de créditos”. 33 Es admitida esta posibilidad, en general para el contrato de modificación de la relación obligatoria: DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., pp. 793-794. 34 CANO MARTÍNEZ DE VELASCO, J. I., La asunción de deuda, Ed. Bosch, Barcelona, 2003, pp. 20 y ss., aunque es una constante en el trabajo citado. La exclusión de la asunción de deuda del ámbito contractual la realiza a partir de entender que no cabe un contrato transmisivo o traslativo de una deuda, por constituir ésta un valor patrimonial y jurídico negativo, y puesto que éste es el único posible, no puede ser ningún otro tipo de contrato: “En rigor, la asunción de deuda, distinta de la estipulación a favor de tercero, normalmente ajena a la idea de una oferta, inaccesible a la transmisibilidad de la deuda por su cesión contractual, es un negocio sólo de quien la asume. Esto es así siempre, aunque parece un contrato entre los deudores con el acreedor. Ya que no cabe un contrato traslativo de deuda, que es el único posible, y, por tanto, ningún otro tipo de contrato (sería para provoca la asunción, o sea un precontrato, imponiendo al tercero una obligación de hacer, que es asumir la deuda)” (p. 29). 33 MENU SALIR contrato de asunción de deuda porque en éste la iniciativa normalmente es de los dos deudores que presentan el acuerdo, ya conformado, al acreedor para que éste lo acepte si no lo había hecho con antelación. En definitiva, se trata de una asunción de deuda mediante un acuerdo trilateral celebrado simultáneamente por los tres sujetos implicados, y que como tal tan sólo ha sido estudiado de forma separada por BASOZABAL ARRUE35. La autonomía privada puede imponer figuras o construcciones que, aunque próximas a la delegación o a la expromisión, sean distintas y distinto pueda ser también su régimen jurídico en algún punto. IV.- DETERMINACIÓN DE LAS RELACIONES JURÍDICAS QUE PUEDEN ESTABLECERSE ENTRE LOS SUJETOS AFECTADOS POR LA ASUNCIÓN DE DEUDA. 1.- La relación jurídica previa o relación de valuta. Es un requisito o presupuesto ineludible de la asunción de una deuda ajena. Esta obligación, que normalmente es previa y ya ha nacido, aunque nada impide que sea una deuda futura (art. 1271 CC), quedando condicionada la eficacia de la asunción al nacimiento de ésta, puede ser una obligación nacida de cualesquiera de las fuentes establecidas en el art. 1089 CC36 y consistirá normalmente en una 35 BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., pp. 120-121. 36 No compartimos las opiniones, en apoyo de una sentencia dictada por la AP de Barcelona, de MARTÍN VILLA, P.- BLANCO, M.ª D., “Sobre la transmisibilidad de las obligaciones «ex cuasi delicto»”, RDP, 1992, pp. 662-665, en el sentido de entender intransmisible inter-vivos la obligación de indemnizar los daños y perjuicios ocasionados en un vehículo como consecuencia de una colisión, argumentando para ello que lo impide el art. 1112 CC, en relación con el supuesto régimen singular de las obligaciones nacidas ex art. 1093. La AP desestimó por este motivo (falta de legitimación) la pretensión del actor, que adquirió el vehículo con posterioridad a que se produjera el daño. Afirman los autores: “Indudablemente, la imposibilidad de transmisión inter vivos de esta especie de obligaciones es la que existe antes de que recaiga un pronunciamiento judicial que enjuicie y resuelva definitivamente sobre el ilícito civil, pues, indudablemente, una vez pronunciado el hecho en la sentencia judicial, adquiere una nueva naturaleza que permite la transmisión del derecho reconocido por cualquiera de los medios aptos en Derecho”, pero olvidan que el derecho en favor del perjudicado no nace con el pronunciamiento judicial (no puede ser un requisito previo) ni modifica su naturaleza por ello, sino que el derecho nace desde el mismo momento en que se produce el daño y a este derecho ninguna restricción impone el art. 1112 CC (ni, por supuesto, la moral) en cuanto a su transmisión. Buena prueba de lo que estamos diciendo es la STS de 7 de junio de 1982 (RJA 3407), en un caso en el que el adquirente de una vivienda asumió la indemnización por los daños causados por el anterior propietario, con ocasión de la construcción de aquélla, a una finca colindante. 34 MENU SALIR obligación de dar (las más de las veces será una deuda pecuniaria, aunque nada impide que haya de ser una cosa distinta, genérica o específica), aunque naturalmente también puede consistir en hacer o no hacer alguna cosa. Pero es evidente que podrá asumirse la deuda siempre y cuando una norma jurídica positiva o el acuerdo entre deudor y acreedor no las haya dispuesto como deudas personalísimas o intuitu personae37. Como criterio de interpretación de los pactos que confieran a las deudas el carácter de personalísimas parece correcto acudir a una interpretación lo más favorable posible, dentro de la letra y espíritu de lo pactado, a la transmisión o asunción de las deudas, conforme a lo que parece ser la regla general en nuestro Derecho a tenor del art. 1112 CC, que reconoce la transmisibilidad, salvo pacto en contrario, de todos derechos y que, en nuestra opinión, debe también extenderse a las deudas. 2.- La relación jurídica nacida del negocio de asunción de deuda. Es imprescindible también (salvo los casos en los que una norma legal imponga este efecto) la celebración de un negocio jurídico o un acuerdo de voluntades en el que una de las partes negociales, el tercero-asumente, manifieste su voluntad de traer para sí o hacerse cargo de la deuda previa, bien frente al acreedor (asunción de deuda), bien frente al deudor (asunción de cumplimiento): es el contrato de asunción de deuda. 37 No creemos que la afirmación, obiter dicta, de la STS de 27 de junio de 1989 (RJA 4787), en el sentido de atribuir a los créditos salariales privilegiados el carácter de “estrictamente personales”, deba ser entendida como limitación a su enajenación o a la posibilidad de que la deuda pueda ser asumida por un tercero. En la sentencia no se trata esta cuestión, pero se niega, sobre la más que dudosa base de una interpretación sensu contrario del art. 33.4, párr. segundo del ET, la posibilidad de que un sujeto distinto del Fondo de Garantía Salarial pueda subrogarse en los privilegios que la Ley concede en algunos casos a este tipo de créditos, lo que indudablemente supone un límite a la facultad de enajenación de su titular, que en muchos casos irá contra la finalidad que persigue el privilegio: la protección de los intereses del trabajador. Esta idea es extensible tanto a la cesión de estos créditos como a la asunción de la deuda por un tercero distinto del empresario obligado a satisfacerlos. Ninguna otra sentencia conocemos en el mismo o similar sentido. Por otra parte, si la obligación era personalísima y es asumida por un tercero con el consentimiento del acreedor, provocando una sustitución de deudores, deberá entenderse que en este consentimiento está implícita la pérdida de su carácter personalísimo (salvo cuando lo acordado haya sido la extinción de la primera obligación y su sustitución por la segunda). También se entenderá perdido el carácter personalísimo cuando la asunción haya sido cumulativa, salvo que, en atención al objeto de la obligación preexistente, el asumente se haya responsabilizado únicamente por las consecuencias del incumplimiento de esa obligación intuitu personae, en cuyo caso parece que nos situaremos en el ámbito de la fianza: CANO MARTÍNEZ DE VELASCO, La 35 MENU SALIR Este contrato exige la existencia de una deuda previa, pero también exige que el asumente sea un sujeto ajeno a la misma, al menos a título de deudor principal; es lo que se podría llamar elemento de ajeneidad. Este elemento de ajeneidad se concreta en que el asumente ha de ser un tercero ajeno a la relación jurídica previa. Es decir, una persona no puede asumir una deuda de la que ya es deudor, pues no sería un acto creador de una relación jurídica sino el reconocimiento de la ya existente, o quizás un negocio jurídico de fijación. Este elemento debe ser entendido correctamente, pues es evidente que un deudor parciario puede asumir en relación a esa misma deuda parciaria, siempre y cuando asuma una cuota superior a la que le correspondía en un principio, pues estaría asumiendo algo distinto y ajeno, aunque no sea rigurosamente un tercero ajeno a la relación jurídica previa. Por esta misma razón, un deudor solidario no puede asumir la misma deuda solidaria. Es claro que un tercero no está obligado a aceptar el encargo y asumir una deuda ajena, con efectos liberatorios o cumulativos, aunque sea deudor del deudor de la relación de valuta y haya recibido el encargo de éste. No existen en nuestro Derecho preceptos como el art. 1269.II del Codice, ya referido, o el § 787.II BGB38, pero a la mismo solución puede llegarse a través del principio de la autonomía de la voluntad. Pero no parece, sin embargo, que pueda extenderse lo mismo a la asunción interna o de cumplimiento (estos preceptos lo hacen, con la salvedad de la existencia de usos en contrario en el caso del art. 1269.II), dado que no existe entre nosotros un precepto semejante y a la solución contraria podría llegarse sobre la base del art. 1162 de nuestro Código (“El pago deberá hacerse a la persona en cuyo favor estuviese constituida la obligación, o a otra autorizada para recibirla en su nombre”)39. Deberá tenerse en cuenta que cuando el asumente lo sea de una deuda que se inserte en un contrato del que se deriven obligaciones bilaterales o recíprocas pendientes de ser cumplidas para ambos contratantes, y una de ellas haya sido asunción..., cit., pp. 40 y 74. 38 Establece el § 787.II que “El delegado no está obligado frente al delegante a la aceptación de la delegación o a la prestación al delegatario, por el hecho de que él sea deudor del delegante”. 39 Así, PANTALEÓN PRIETO, “Cesión de créditos”, cit., p. 1040. 36 MENU SALIR asumida por un tercero, el contratante cuya deuda ha sido asumida podrá quedar liberado de la misma (deudor antiguo), pero es indudable que seguirá siendo acreedor en la relación de valuta. Mayor complejidad se alcanzará cuando ambas deudas hayan sido asumidas por terceros distintos. 3.- La relación jurídica entre asumente y deudor o relación de cobertura o subyacente. El negocio de asunción de deuda responderá normalmente a la existencia de relaciones jurídicas previas entre el asumente y el deudor de la relación de valuta, aunque no necesariamente. Así, la obligación del asumente puede responder a variados motivos en relación al deudor: el asumente puede ser, a su vez, deudor de aquél y a través de la asunción de la deuda pretenderá extinguir la deuda que le liga al mismo (asunción solvendi causa); también ha podido obligarse para adquirir un crédito (asunción credendi causa) o con ánimo de liberalidad (asunción donandi causa)40. Ya hemos dicho que esta relación jurídica previa entre deudor y asumente se conoce con el nombre de relación de cobertura y puede contribuir a conformar el contenido de la asunción de la deuda en la medida en que los contratantes así lo hayan querido, pero no necesariamente. 4.- La tensión entre estas relaciones jurídicas en la asunción de deuda liberatoria : entre el causalismo y la abstracción. La segunda tensión, en el seno de la asunción liberatoria de deuda en este caso, consiste esencialmente en determinar la vinculación existente entre la relación de cobertura o subyacente y el negocio jurídico de asunción de deuda del cual dimana la obligación a cargo del asumente. En particular, debe decidirse el grado de vinculación entre uno y otro a los efectos, esencialmente, de determinar en qué medida los vicios o defectos de la primera van a afectar a la segunda y van a poder ser opuestos por el asumente a la reclamación que contra él dirija el 40 Expresamente, desde antiguo, en la doctrina francesa: BAUDRY-LACANTINERIEBARDE, Traité..., XIII-1.ª, cit., n. 1743, pp. 51-53; DURANTON, Cours de Droit civil suivant le Code français, tomo VII, Bruxelles, 1841, n.º 319, p. 154; TOULLIER, Le Droit civil, suivant l’odre du Code, tomo VII, Paris, 1842, nn. 284-285, pp. 348-349. Más claramente aún, COLIN, A.- CAPITANT, H., Cours élémentaire de Droit civil français, tomo II, 6.ª edic., Ed. Dalloz, Paris, 1931, p. 109, distinguiendo entre “délégation no precede d’abligation antérieure” y “délégation precede d’obligations antérieures”, en cuyo caso, “la délégation sera, dans ce cas, un procede de simplification, un moyen d’économiser des transferts multiples de valeurs, une 37 MENU SALIR acreedor. Es decir hasta qué punto la deuda del asumente es autónoma o independiente de la relación subyacente o se halla a ella vinculada, constituyendo esta cuestión la columna vertebral del régimen jurídico de las excepciones oponibles por el asumente, una de las cuestiones centrales, si no la más importante, del régimen jurídico de la asunción de deuda liberatoria. La doctrina alemana, que cuenta con la regulación establecida en el § 417 BGB41, se inclina por entender, como había defendido durante el periodo codificador WINDSCHEID42, que la asunción de deuda (liberatoria) constituye un acto de disposición por parte del acreedor (teoría de la disposición; Verfügungstheorie) y que se caracteriza por su abstracción, al tiempo que constituye también, de manera inseparable y desde el lado del asumente, un acto de obligación, vinculado con la causa latente en sus relaciones con el antiguo véritable lettre de change civile”. 41 § 417 BGB: “El asumente puede oponer al acreedor las objeciones que se deriven de la relación jurídica entre el acreedor y el anterior deudor. No puede compensar un crédito correspondiente al anterior deudor. De la relación jurídica existente entre el asumente y el anterior deudor como base de la asunción de deuda no puede el asumente derivar objeciones frente al acreedor”. 42 WINDSCHEID, B., “Die Singularsuccession in Obligationen” y “Zur Erinnerung an Berthold Delbrück”, ambos originariamente publicados en la Kritische Überschau der deutschen Gesetzgebung und Rechtswissenschaft, I, 1853, pp. 27-46 y X, 1868, pp. 287-295, respectivamente (en ambos casos, el texto y la referencia los hemos tomado de Bernhard Windscheid, Kleine Scrriften, Reden und Rezensionen, Teil I (1838-1858) y Teil II (1859-1892), Zentralantiquariat der Deutchen Demokratischen Republik, Leipzig, 1984, pp. 307-326 y 157-165, respectivamente). Para este autor, la obligación es independiente de los sujetos que ocupan su posición activa y pasiva, de forma que un tercero puede asumir la deuda mediante un contrato celebrado con el acreedor. Si el acuerdo lo celebra el deudor con el tercero, se trataría, dice, de un acto de disposición del derecho de otro de modo semejante a quien vende una cosa de otra persona (teoría de la disposición del derecho ajeno) y la eficacia del acto depende de la posterior ratificación del acreedor. De una u otra forma, el resultado sería el mismo: el tercero asumiría la misma deuda y la misma posición que hasta entonces era ocupada por el antiguo deudor, con los mismos accesorios y excepciones. La teoría de la disposición del derecho ajeno también tendrá temprana acogida entre los autores de nuestro país: ENNECCERUS, Derecho de obligaciones, I, cit., p. 416, y también puede leerse ya en el comentario de BONET RAMÓN a la primera sentencia que recogió la figura de la asunción de deuda en nuestro país (STS de 22 de febrero de 1946; RJA 254), en RDP, 1946, p. 551, lo siguiente: “El deudor que conviene en transmitir su deuda a otro, dispone en realidad de un derecho que no le pertenece. Realiza una cosa análoga a la que hace el que cede un crédito del cual no es acreedor. Y del mismo modo que la cesión de un crédito ajeno constituye un acto de disposición que no es radicalmente nulo, sino simplemente anulable y retroactivamente válido por la adhesión de aquel a quien pertenece este derecho, así también la adhesión del acreedor viene a dar vida al acto de transmisión y la deuda se considera que ha pasado al nuevo deudor desde el mismo día de la convención concluida con el antiguo”. 38 MENU SALIR deudor. El acreedor dispone de su derecho tanto en el caso del § 414 BGB (acuerdo entre el acreedor y el asumente) como en el supuesto del § 415 (acuerdo entre antiguo y nuevo deudor consentido por el acreedor), aunque en este último caso, los dos deudores disponen de un derecho ajeno (del acreedor), como no autorizados (als Nichtberechtigte, dirán), en el sentido del § 185, haciendo depender su eficacia de la autorización (ratificación) posterior del acreedor. Se rechaza, por tanto, la llamada teoría de la oferta (Angebotstheorie), conforme a la cual la asunción de deuda del § 415 contiene únicamente un negocio obligacional dirigido a la producción de una asunción conforme al § 414, pues la notificación al acreedor a la que hace referencia aquél sería, en realidad, una oferta a éste43. En nuestro Derecho, sin embargo, probablemente porque el problema no se ha conectado a la cesión de créditos ni se dispone de un precepto como el § 185 sino al cambio de deudor a través de la novación, la cuestión no se ha planteado generalmente en términos de acto dispositivo-acto obligatorio. Nuestros difusos e insuficientes esquemas legales en esta materia hacen que no dispongamos de ningún precepto que proyecte un régimen determinado de vinculación entre relaciones jurídicas y de excepciones oponibles sobre un contrato concreto y una obligación concreta como es la contraída por el asumente. Siendo así, la vinculación entre estas relaciones jurídicas se produce, respecto al contenido de la 43 HEINRICHS, en PALANDT, Bürgerliches Gesetzbuch, cit., Vor §§ 414 y ss., RdNr. 1 y § 415, RdNr. 1; MÖSCHEL, en Münchener Kommentar..., 2, cit., § 415, RdNr. 1-2; LARENZ, Lehrbuch..., I, cit., pp. 603-604, defendiendo que el acto de disposición (del acreedor, en el caso del § 414, del antiguo deudor, en el del § 415) produce un “cambio de dirección” en el crédito (Richtungsänderung); ZEISS, en SOERGEL, Bürgerlichen Gesetzbuch, 2, cit., Vor §§ 414 y ss., RdNr. 2. Sin embargo y no obstante la abstracción defendida mayoritariamente, ésta debe matizarse, pues sólo es plenamente rigurosa en la relación entre asumente y acreedor, pues en las relaciones entre aquél y el primitivo deudor, el negocio del § 415 constituye a los ojos de éstos un negocio unitario en el sentido del § 139 BGB, pues debe entenderse que el § 417.II únicamente mira por el interés de protección del acreedor, que no juega ningún papel en estas relaciones: LARENZ, Lehrbuch..., I, cit., p. 608. También matiza esta abstracción WESTERMANN, en ERMAN, B.G.B. Handkommentar, 1, cit., § 414, RdNr. 4, pues tampoco significa independencia entre la obligación del asumente y la liberación del anterior deudor. En cuanto a las diferencias entre la “Verfügungstheorie” y la “Angebotstheorie”, FIKENTSCHER, Schuldrecht, cit., RdNr. 615, p. 378, hace notar que, conforme a esta última, no habría, en verdad, diferencia alguna entre los §§ 414 y 415, lo que haría innecesario este último. No obstante y a efectos prácticos, entiende irrelevante optar por una u otra (ni siquiera supone una diferencia la legitimación para ejercitar el derecho de impugnación en caso de engaño del antiguo deudor al asumente), y lo mismo entiende, MÖSCHEL, en Münchener Kommentar..., 2, cit., § 415, RdNr. 2. 39 MENU SALIR obligación del asumente, en atención a la finalidad perseguida por el contrato: colocar a éste, como regla y en lo posible, en la misma situación en que se encontraba el anterior deudor, como obligación que ha sido contraída per relationem a la del deudor antiguo. Mientras y en cuanto a la vinculación entre la relación subyacente o de cobertura y la asumida por el nuevo deudor, ello no aparece unido al específico contrato a cuyo través se haya producido la asunción de la deuda. La relación jurídica entre el nuevo deudor y el acreedor no se ve afectada por la relación subyacente (principio de relatividad de los contratos), salvo que conste una voluntad clara y evidente en orden a establecer una conexión causal entre ellas. Es claro que tal conexión se antoja harto difícil si el mecanismo de asunción ha sido un contrato como el establecido en el § 414, pero la simple celebración del convenio entre los deudores § 415, no autoriza sin más a entender que la relación subyacente entre ambos afecte al acreedor, simplemente porque la conozca o sea referida por aquéllos. Este contenido “adicional” de la asunción de deuda deberá establecerse claramente, aun en el llamado contrato trilateral con el mismo fin, de tal manera que el negocio se configure como un todo unitario en el que no puedan separarse, por ejemplo, a efectos de oponibilidad de excepciones, unas relaciones de otras. Esta idea se completa, en cuanto a las excepciones oponibles, acudiendo al régimen jurídico de cada excepción o grupo de excepciones asimilables, para proyectar su propio régimen jurídico sobre el contrato en particular que provocó la asunción de la deuda, a fin de hallar soluciones razonables para casos concretos. En muchos casos, el funcionamiento de cada excepción, en relación a la participación de cada uno de los sujetos afectados por la asunción de deuda, es lo que determinará su oponibilidad o no por el asumente. 40 MENU SALIR V.- EXPLICACIÓN DE LAS RELACIONES JURÍDICAS QUE PUEDEN ESTABLECERSE ENTRE LOS SUJETOS AFECTADOS POR LA ASUNCIÓN DE DEUDA. 1.- El significado del art. 1205 CC: asunción de deuda consentida, ignorada o rechazada por el deudor. El art. 1205 CC autoriza que un tercero, con el consentimiento del acreedor, se inmiscuya en la esfera jurídica ajena inaudita parte debitoris o, como parece derivarse de la adecuada interpretación de este precepto, aun con la expresa oposición del deudor. Este poder tan desmesurado de quien es ajeno a la relación jurídica ha sido visto coherentemente a la luz de la admisión en nuestro Derecho del pago de un tercero contra la expresa voluntad del deudor (art. 1158.II CC), y habría que añadir, contra la del acreedor. Así viene también admitido, de antiguo, por la doctrina francesa, aludiendo al art. 1236.2.º del Code44. En nuestro país, parece que la admisión del pago de un tercero contra la voluntad del deudor y la novación por cambio del mismo, también contra la voluntad de éste, discurrieron paralelamente. Esta idea se encuentra también en GARCÍA GOYENA45, para quien la admisión del cambio de la persona del deudor en estas condiciones era conforme con el art. 1099 del Proyecto de 1851 en cuanto permitía el pago de un tercero “aún contradiciéndolo el deudor”, aunque 44 Lo había afirmado anteriormente DOMAT, J., Le leggi civili disposte nel loro naturale ordine, nuova édizione eseguita sulla traduzione stampata in Napoli purgata da molti errori con discorso e algune note del professore A. Padovani, tomo IV, Dalla Tipografía di Pietro Bizzoni, Pavia, 1825, p. 377. Le siguen: POTHIER, R. J., Traité des obligations, tomo II, edic. por M. Bernardi, Letellier Libraire, Paris, 1805, n.º 562, p. 70; LAURENT, F., Principes de Droit civil français, tomo XVIII, 3.ª edic., Bruxelles-Paris, 1878, n. 302, pp. 325-326, que entiende que, según la opinión más difundida, es una aplicación del principio según el cual puede hacer el pago un tercero, interesado o no, sin el concurso del deudor y aún contra su voluntad; TOULLIER, Le Droit civil..., VII, cit., n. 273, p. 332; MARCADÉ, V., Explication du Code Napoleón, tomo IV, Paris, 1868, n. 772, p. 610; BAUDRY-LACANTINERIE- BARDE, Traité..., XIII-1.ª, n. 1716, p. 25; PLANIOL- RIPERT, Traité..., VII-2.º, cit., n. 1261, p. 590, en nota n.º 2. No es esta, sin embargo, la posición del § 267.II BGB y del art. 1180.II del Codice, que en caso de oposición del deudor al pago del tercero se da libertad al acreedor para admitirlo o rechazarlo. Por este motivo los autores italianos se detienen en la relación existente entre el art. 1180.II y los arts. 1236 (remisión a la que el deudor puede oponerse) y 1272 (expromisión, que como norma, no cuenta con el consentimiento del deudor): RESCIGNO, P., voz “Delegazione (dir. civ.)”, en Enciclopedia del Diritto, XI, Ed. Giuffrè, 1962, pp. 971 y ss. 45 GARCÍA GOYENA, F., Concordancias, motivos y comentarios del Código Civil español, Zaragoza, 1974, p. 605. 41 MENU SALIR este mismo precepto no permitiera al que así lo hacía, a diferencia de lo que establecería posteriormente el art. 1175 del Anteproyecto de 1882-1888 (actual art. 1158), repetir. La admisión de tal pago no parece responder a la protección del interés del acreedor, porque si así fuera, disponente éste de su propio interés, debería poder tener derecho a oponerse a que un tercero pueda extinguir su crédito, lo que choca con la admisión del pago contra la voluntad del propio acreedor, pues con independencia de los efectos que tenga el mismo, lo cierto es que será apto para extinguir la obligación. Puede pensarse para ello en casos como los expuestos por el profesor DÍEZ-PICAZO en el prólogo del libro, ya citado, de CAÑIZARES LASO, en los que ningún interés tiene el acreedor en ver satisfecho su derecho de crédito mediante el cumplimiento por un tercero (así, el acreedor que tiene con su crédito inversiones seguras y rentables que le permiten presentar un buen balance, pero que son extinguidas por un tercero, teniendo que volver a invertir los capitales así obtenidos); puede pensarse también, por ejemplo, en el vendedor y acreedor hipotecario que desea resolver por incumplimiento el contrato y vender de nuevo el inmueble por un precio significativamente mayor debido al incremento que éste ha experimentado en el mercado. Ningún interés tiene el vendedor en que un tercero pague la deuda que el comprador no puede satisfacer. Por ello, parecen existir razones superiores al interés del propio acreedor para la admisión del pago del tercero en determinadas circunstancias, que denotan un interés del legislador por favorecer el cumplimiento y la extinción de las obligaciones, quizás pensando en disminuir con ello la litigiosidad derivada del impago de la deuda o el riesgo de insolvencia del deudor. Pero, cualquiera que sea la razón, lo cierto es que el legislador permite tanto el pago de un tercero como la asunción de la deuda ajena contra la voluntad del deudor, y que en su decisión parece influir tanto la satisfacción del interés del acreedor como la objetiva falta de perjuicio para un deudor que habrá quedado, a lo sumo, en la misma posición en la que lo estaba anteriormente (si tiene que soportar la acción de regreso del asumente, con o sin subrogación). Por esta doble razón de satisfacción del acreedor y de inexistencia de perjuicio objetivo e interés protegible para el deudor, el legislador no ha establecido ninguna regla de 42 MENU SALIR protección de los intereses de este último, lo que debe separarse de la asunción cumulativa de deuda, donde sí hay necesidad de aplicar una regla de protección del deudor cuando éste no queda liberado con el contrato de asunción no consentido por él. Esta interpretación del artículo 1205 conviene perfectamente con el Derecho romano. OURLIAC y MALAFOSSE46 así lo aseveran en relación a la novación (por cambio de la persona del deudor), caso para el que afirman que no requiere el consentimiento del antiguo deudor y que puede realizarse aun a pesar de éste, tal y como establece D. 46,2,8,5 (Ulp. 46 Sab.)47. También es acorde con los antecedentes históricos más cercanos a aquel precepto: el art. 1135 del Proyecto de CC de 1851, que literalmente establecía: “La novación que consiste en sustituir un nuevo deudor en lugar del primitivo, puede hacerse sin el consentimiento de éste, pero no sin el del acreedor”. Además, es una interpretación ajustada a la lógica entender que si se admite la asunción sin el consentimiento del deudor, ésta deba incluir no solo el desconocimiento sino también el conocimiento y oposición de éste al negocio celebrado entre el que asume y el acreedor. En el mismo sentido VISO48 expone, en referencia al Proyecto de 1851, los diferentes modos en que se verifica la novación, y en el caso de que ésta se produzca “entrando un nuevo deudor en lugar del primero”, reitera la necesidad del consentimiento del acreedor, pero “no es necesario que consienta en ello el deudor”, y acto seguido remite al art. 1135 de aquel Proyecto. El cambio de redacción entre el art. 1135 del Proyecto y el actual 1205 quizás se debió a que se 46 OURLIAC, P. y MALAFOSSE, J. De, Derecho romano y francés histórico, trad. al español y anotaciones de M. Fairén, tomo I (Derecho de obligaciones), Ed. Bosch, Barcelona, 1960, p. 387. 47 Si un marido estipula de su mujer en concepto de dote la que le ha prometido dar otra persona, no se duplica la dote, sino que se admite haber novación, si así se ha convenido, pues ¿qué mas da que la prometa la mujer u otra persona cualquiera? Porque si otro promete lo que yo debo, me puede liberar, siempre que se haga a causa de novación, pues si se hace sin intención de novar, quedan obligados ciertamente los dos promitentes, aunque se libera uno por el pago del otro. Sin embargo, no me priva de la acción el que estipula lo que se me debe, a no ser que lo estipule con mi autorización; me libera en cambio, aunque no quiera, el que promete lo que yo debo (subrayado nuestro; El Digesto de Justiniano, versión castellana por A. D’Ors y Otros, tomo III, Ed. Aranzadi, Pamplona, 1975, p. 549). 48 VISO, Salvador Del., Lecciones elementales de Historia y Derecho civil, mercantil y penal de España, Parte segunda, Tratado tercero, Valencia, 1860, p. 162. 43 MENU SALIR quiso hacer más hincapié en lo necesario que es el consentimiento del acreedor para provocar el cambio de deudor, pues la redacción del Proyecto parecía más centrada en la no necesidad del consentimiento del deudor antiguo. En conclusión, la asunción de una deuda ajena no precisa ni el conocimiento ni el consentimiento del deudor, pero éste puede intervenir en ella y lo cierto es que normalmente lo hace porque pueden con ello producirse otros efectos jurídicos, además del que consiste en asumir una deuda ajena, que son queridos por los sujetos cuya intervención sí es imprescindible: el acreedor y el asumente. Debe entonces distinguirse entre asunción de deuda consentida, ignorada o rechazada por el deudor. Queda tan solo matizar que una asunción de deuda ignorada no es equivalente a una asunción no conocida; los efectos de la asunción ignorada deben asimilarse a la conocida y no consentida, expresa o tácitamente, ni tampoco rechazada. Corresponde la carga de la prueba del consentimiento del deudor a aquel sujeto que pretenda hacer valer las consecuencias que de él puedan derivarse. 1.1.- El momento de la liberación del deudor. Por lo que a la liberación del deudor antiguo se refiere, habrá de entenderse que ésta se produce desde el momento de la celebración del contrato entre el acreedor y el asumente, si éstos no disponen otra cosa, pues de otra forma no se entendería que el cambio de deudor, a tenor del art. 1205, pueda hacerse sin el conocimiento del antiguo deudor. Su eficacia no se hace depender de notificación alguna a éste49. Por ello, si paga el antiguo deudor después de la celebración de este contrato, será el pago de un tercero50, salvo que el pago esté motivado en la 49 A favor de la liberación del antiguo deudor desde el momento de la notificación parece situarse ÁLVAREZ CAPEROCHIPI, J. A., Curso de Derecho de Obligaciones. Teoría general de la obligación, Ed. Civitas, Madrid, 2000, p. 139, cuando escribe: “Se considera normalmente que la liberación del deudor en la obligación se produce desde que se le notifica el convenio de expromisión y la asunción de la deuda por un nuevo deudor”. 50 Inexplicablemente, CANO MARTÍNEZ DE VELASCO, La asunción..., cit., pp. 40-41, entiende que, a pesar de la liberación, el deudor liberado puede pagar todavía la deuda como propia: “Si el acreedor le ha liberado por virtud de su consentimiento, el deudor todavía puede pagar la deuda como propia: porque la liberación se produce sólo en relación con el acreedor, que no puede desde entonces exigir el pago (...). Ello se debe también a la influencia del principio general de orden público de máxima eficacia del negocio jurídico, aquí el constitutivo de la deuda 44 MENU SALIR fundada y errónea creencia de seguir siendo el deudor de la obligación (así, el pago mediante ingreso en cuenta corriente a nombre del acreedor), en cuyo caso nos situaremos en el ámbito del cobro de lo indebido (art. 1895 CC). Queda siempre a salvo la posibilidad de que el acreedor demuestre que el pago del antiguo deudor lo es a título de liberalidad, lo que no cabe presumir (art. 1901, aplicable por analogía, aunque la literalidad del mismo se refiera a la entrega de “cosa que nunca se debió” y no a “cosa que ya no se debe”). 1.2.- La duda del deudor acerca de su liberación. No es tan clara la solución cuando el deudor tenga dudas sobre su liberación. Estas dudas pueden proceder de su conocimiento cierto de la celebración de un contrato de asunción de deuda, pero desconoce su alcance (puede ser simplemente una asunción interna o de cumplimiento, que no le libera de su obligación), o puede proceder de que, conociendo la existencia de una asunción liberatoria, ha surgido controversia entre asumente y acreedor sobre la validez de la misma. Si la duda lo es en razón del desconocimiento del alcance de la asunción válidamente realizada, el deudor, como regla, seguirá obligado y tendrá que hacer frente al cumplimiento de su obligación, salvo que oponga y pruebe (art. 217.3 LEC) la existencia de una asunción (novación) que ha extinguido su obligación frente al acreedor o le ha liberado de ella, como hecho que impide, extingue o enerva (art. 1156 CC) la eficacia jurídica de los hechos de los que se desprende la pretensión del acreedor demandante. Si la duda, por el contrario, proviene de la controversia entre asumente y acreedor sobre la validez del negocio jurídico de asunción, la cuestión puede resultar más problemática. Pueden plantearse dos casos interesantes: primero, que el asumente mantenga que la asunción es válida y el acreedor que es nula (por ejemplo, el asumente es insolvente o puede oponer una excepción al acreedor de la que no dispone el antiguo deudor), y segundo, el asumente mantiene la asumida, que impone no eliminar de manera absoluta en ningún momento al deudor de la relación jurídica, por si acaso paga voluntariamente (...). Esto indica que, desde cierto punto de vista, para el deudor liberado la deuda, que es la misma después de la asunción, se ha convertido, sin embargo, desde ella en una obligación natural. Lo que conecta precisamente con que para él el pago es enteramente voluntario, irretractable (arts. 1798-99) inhibiendo así el cobro de lo indebido (art. 1895)” (lo mismo en p. 61). 45 MENU SALIR invalidez de la asunción y el acreedor su validez (así, el asumente solvente quiere dejar sin efecto la asunción y el acreedor defiende su validez porque el deudor antiguo era y es insolvente, motivo por el cual admitió su liberación). Si la obligación del asumente fuere nula, el acreedor deberá dirigirse contra su deudor, finalmente no liberado, y sufrirá la insolvencia de éste, aunque cabe en su favor el ejercicio de la acción subrogatoria (art. 1111 CC) frente al asumente (solvente) si éste es, a su vez, deudor de su deudor. Si la obligación a cargo del asumente fuere válida, producida la liberación del deudor antiguo, aquél (en la acción de regreso posterior, salvo que la asunción lo fuere solvendi o donandi causa) sufrirá la insolvencia del liberado. Cuando el deudor liberado sea solvente y el asumente insolvente, será el acreedor el que sufra la insolvencia, aunque en este caso también puede ejercitar la acción subrogatoria frente al deudor liberado solvente si, por ejemplo, de la asunción surgiera algún derecho o acción del asumente frente al deudor liberado (asunción credendi causa). Lo normal será que al deudor liberado no le interese la declaración de nulidad de la obligación asumida (así no quedaría obligado), teniendo, por ejemplo, mucho interés en mantener la validez de una asunción de deuda en estas circunstancias: siendo inicialmente insolvente, el acreedor consiente la asunción de la deuda por parte de un tercero solvente, que luego deviene también insolvente, pero ocurre que el patrimonio futuro inmediato (art. 1911 CC) del deudor liberado vendrá a mejor fortuna. En esta situación, acreedor y asumente pueden estar interesados en defender la nulidad del negocio de asunción, mientras que los intereses del antiguo deudor se situarán en el extremo contrario, por lo que a la acción de cumplimiento del acreedor, éste podrá oponer la extinción de su obligación por novación mediante el cambio de deudor operado (art. 1158 in fine en relación al 1203.2.º y al 1205, todos ellos del CC), no quedando al acreedor otro remedio que discutir la cuestión en un proceso judicial. 1.3.- El art. 1205 CC y la nulidad del consentimiento del deudor en la asunción de la deuda. Desde estos parámetros, el art. 1205 puede jugar un importante papel en 46 MENU SALIR orden a dotar de eficacia jurídica a contratos de asunción de deuda que pueden adolecer de algún vicio, en particular, de un vicio procedente de la intervención del deudor cuando éste participa en la asunción de la deuda. En concreto, cabe preguntarse por la suerte que ha de correr un contrato de asunción de deuda en el que el consentimiento del deudor está viciado, haya sido otorgado siendo éste incapaz o concurra otra causa de nulidad; en otras palabras, si en esta situación, el contrato trilateral en el que ha intervenido el deudor puede ser nulo o anulado en su totalidad o si sólo lo será su concreta obligación manteniéndose como válido el resto. Es muy posible que en la anulación de todo el contrato esté más interesado el asumente que el propio deudor, sobre todo si el mantenimiento de su validez conlleva la liberación de este último, en cuyo caso se planteará además un problema de legitimación para el ejercicio de la acción de nulidad. El art. 1205, respecto a la asunción liberatoria, entiende lógicamente como esenciales el consentimiento del acreedor y del asumente, pero no del deudor; es una previsión de mínimos que posibilita la intervención de otros sujetos, específicamente del deudor que va a quedar liberado, cuando interesa su participación. Para el grupo de problemas que de ello puede derivarse no se ha previsto en nuestro Código ningún precepto concreto y no parece que pueda aplicarse estrictamente el régimen codificado de la nulidad o de la anulabilidad, que más bien está pensando en obligaciones unilaterales o bilaterales, pero no en las plurilaterales, a las que responde en muchos casos la asunción de deuda. El Código civil italiano, por contra, dedica los artículos 1420 y 1446, respectivamente, a la nulidad y la anulabilidad del contrato plurilateral, estableciendo la regla (también aplicable a la imposibilidad sobrevenida: art. 1466) de que la nulidad o anulabilidad del vínculo de una de las partes no conlleva la nulidad del contrato, salvo que su participación deba, según las circunstancias, considerarse esencial. Sobre esta regla ha afirmado MIRABELLI51: que responde, al igual que el art. 1419 sobre la nulidad parcial y el 1424 sobre la conversión del negocio nulo, 51 MIRABELLI, G., en Commentario del Codice civile, Libro IV, tomo II, UTET, 1987, pp. 491-500. 47 MENU SALIR al principio de conservación del negocio jurídico inspirado en la exigencia de dotar de la mayor relevancia posible a la actividad negocial (utile per inutile non vitiatur); que comúnmente se entiende como un supuesto de nulidad parcial de cuyo régimen no se diferencia substancialmente; que la esencialidad del vínculo afectado por el vicio debe ser entendida en relación a la función que el negocio debe desempeñar y los intereses que deben ser satisfechos, de forma que si prescindiendo de este vínculo no se logran, el vicio provocará la nulidad del contrato en su totalidad; y que en un negocio plurilateral, pero con un número fijo de partes contratantes como es la delegación de deuda, la participación de todos los sujetos es esencial, de forma que la falta de uno de ellos impide el perfeccionamiento (o provoca la nulidad) del negocio. Parece que se trata de hacer un juicio para determinar el alcance de la intervención del deudor: si ésta tenía como finalidad, por ejemplo, interrumpir la prescripción o renunciar a la ya ganada por el deudor anterior, contribuir a la aclaración de puntos no pacíficos de la obligación preexistente para fijar la deuda que deba ser asumida por el tercero, disipar cualquier duda sobre un presunto vicio de la obligación anterior que pudiera ser utilizado por el nuevo deudor, etc, entonces es posible que la falta de validez de la intervención del anterior deudor, siendo parte en el contrato, no provoque por sí mismo la nulidad de éste. Nadie afirmaría que si el consentimiento del deudor antiguo en el contrato trilateral de asunción está viciado por dolo y su intervención en el mismo pretende confirmar la obligación preexistente que le vincula al acreedor (la asumida) y que fue contraída siendo él menor (con lo que se persigue que esta minoría de edad no sea opuesta al asumente en las acciones de regreso), la anulación del consentimiento por dolo, pueda legitimar al asumente para pedir la nulidad del contrato de asunción si se da la circunstancia de que ya han pasado los cuatro años de ejercicio de la acción de anulabilidad por minoría de edad a que se refiere el art. 1301 CC. En caso de que la nulidad del vínculo del deudor no frustre las legítimas aspiraciones o fines perseguidos por las partes a tenor de lo pactado, no podrá invocarse esta circunstancia para provocar la nulidad de todo el contrato. Lo que es más dudoso es que estos preceptos del Código italiano respondan, como afirmaba MIRABELLI, al principio de conservación de los negocios 48 MENU SALIR jurídicos, porque si el contrato era trilateral y el vinculo de una de las partes queda sin efecto, el contrato será ahora bilateral, es decir, el anterior no se conservó sino que ha nacido un “tipo” distinto. En realidad, si era un contrato trilateral de asunción de deuda, ahora estaremos en presencia de un contrato bilateral (la típica expromisión de deuda); el negocio anterior no se ha conservado sino que se ha convertido, todo lo cual puede responder a un cierto principio de dotar de la mayor eficacia posible a la voluntad negocial, pero no a un principio de conservación de un concreto acto o negocio jurídico. 1.4.- El llamado iussum en la delegación. Aunque el interés por el denominado iussum del delegante al delegado se encuentra, para nosotros, en el hecho de que su concurrencia significa la celebración de una asunción de deuda consentida por el deudor, parece obligado, no obstante y en atención a las controversias que tradicionalmente ha conllevado, pronunciarnos sobre la cuestión. Iussum52 es un término latino que significa literalmente “orden” y se asocia a una declaración de voluntad emitida unilateralmente, aunque la duda está en si debe traducirse por mandato o por autorización. Según DE LOS MOZOS TOUYA, en el prólogo al estudio de HERNANZ PILAR sobre el iussum en las relaciones potestativas en el Derecho romano, “no debe verse el matiz imperativo del término en que la voluntad exija la obediencia de otra persona; lo que se «ordena» es que la actuación de otra persona valga en la propia esfera de derechos, que la venta de mi fundo que realiza Ticio a Cayo valga como realizada por mí, pues es en forma imperativa como los romanos expresan el ejercicio de una 52 Parece lo más correcto utilizar el sustantivo neutro en nominativo “iussum,-i” (aunque también se utilizan en singular el dativo iussui y el ablativo iussu) y no la forma iussus, cuyo uso debe quedar reservado para el ablativo plural o para indicar el participio del verbo iubeo: vid. VALIÑO, E., “Las actiones adiecticiae qualitatis y sus relaciones básicas en Derecho Romano”, AHDE, 1967, p. 407 y nota 133, existiendo bastantes dudas sobre la existencia del sustantivo “iussus,-us”. De todas formas, el término más utilizado en las fuentes es el ablativo singular “iussu”(trad: “por orden”, esto es, para indicar la razón que ha impulsado al asumente o delegado: SCHLESSINGER, P., El pago al tercero, trad. por A. De la Esperanza Martínez-Radio, Ed. Revista de Derecho Privado, Madrid, 1971, p. 81, nota 73). 49 MENU SALIR potestad. La orden es fundamentalmente voluntad, voluntas” 53. Por otro lado, opina VALIÑO54, lo que parece cierto, que el iussum, con independencia de que su origen esté en las relaciones potestativas, lo que suele admitirse generalmente, tiene en todos los campos un significado homogéneo: hacer eficaz frente al que lo da lo hecho por quien lo recibe, lo que le aproxima enormemente a la autorización, que parece que constituye, a juicio de este autor, su traducción más exacta55. ALONSO RODRÍGUEZ es uno de los autores que de forma más clara expone las relaciones entre la delegación y el iussum (iubere). Para este autor en las fuentes del Derecho romano coexisten dos significados de delegare o delegatio. Un primer sentido, estricto, hace referencia tan sólo a la declaración de voluntad del delegante, sin comprender su ejecución (la ejecución del delegado hacia el delegatario), de forma que aquí delegare o delegatio equivalen estrictamente a iubere (iussum). Dicho de forma más clara, delegación es igual al iussum del delegante al delegado para que éste realice una determinada prestación a favor del delegatario. Junto a ello, continúa, cabe hablar en las fuentes de un sentido amplio de delegare, que comprende también y además de lo anterior, la ejecución del iussum por parte del delegado56. Con esta delegación, que se inicia con el iussum, se pretende en las fuentes fusionar en un solo negocio jurídico dos atribuciones patrimoniales: la que el delegado ha de hacer a favor del delegante y la que éste a 53 HERNANZ PILAR, J., El iussum en las relaciones potestativas, Secretariado de Publicaciones, Universidad de Valladolid, Valladolid, 1993. 54 VALIÑO, “Las actiones..., cit., pp. 407 y ss. 55 De esta opinión son también dos autores más: BETTI, Teoría general de las obligaciones, II, cit., pp. 294-294, que explica la imposibilidad, en el Derecho italiano, de traducir iussum por mandato: según el art. 1270 del Codice el delegado puede asumir la obligación o cumplir el pago a favor del delegatario incluso con posterioridad a la muerte o a la incapacidad sobrevenida del delegante, mientras que “si se calificase este negocio como mandato se caería en la contradicción de olvidar el artículo 1.722, n.º 4, que prevé la extinción del mandato para el caso de muerte, interdicción o inhabilitación del mandante o del mandatario”; BONIFACIO, F., voz “Iussum”, NNDI, IX, UTET, 1982, pp. 393-395. 56 ALONSO RODRÍGUEZ, J. L., Delegare, iubere, mandare. Contrato de mandato y delegación en Derecho romano, Servicio de Publicación e Intercambio Científico, Universidad de Santiago de Compostela, 1996, pp. 22 y 23; DE RUGGIERO, R., “La delegazione in Diritto romano”, en AG, LXII-LXIII, 1899, pp. 229-236. 50 MENU SALIR su vez debe hacer al delegatario (generalmente es una delegación para pagar una deuda)57. Finalmente, propone este autor una definición de delegación: “Una declaración de voluntad en cuya virtud una persona (delegante) dispone, en favor de otra (delegatario), de la atribución patrimonial que se encuentra en situación de recibir de un delegado, estableciendo que éste la realice (de ordinario mediante entrega o promesa) directamente en favor del delegatario”58. Por su parte, añade, el iussum (delegación en sentido estricto), se quiera traducir como orden o como invitación (del delegante al delegado), es una manifestación unilateral de voluntad dirigida a una acción ajena, cuyo origen estuvo en las relaciones potestativas (actio quod iussu) donde significaba la asunción anticipadamente por el paterfamilias, frente al tercero contratante, de la obligación que surgiera del negocio realizado por el sometido. Por todo ello, la mejor traducción del iussum, a juicio de este autor, es la de “disponer”, es decir, asumir como propio anticipadamente lo hecho por otro59. Tras este acercamiento teórico inicial, de lo que aquí se trata es de determinar el valor práctico que puede tener el denominado iussum en la asunción de deuda y si es relevante o no la distinción entre éste y la delegación de la que parece formar parte. Para ello, inicialmente rechazamos que pueda tener interés a estos efectos si el término iussum debe traducirse por autorización o por orden. Teóricamente caben las dos posibilidades. Puede significar autorización cuando una persona emite una declaración unilateral de voluntad mediante la cual asume anticipadamente como propia la actuación de otro sujeto (otorgamiento de un poder en sentido técnico del autorizante al autorizado60), sin que nazca ninguna obligación para éste. También puede significar orden (obligación) cuando el receptor tiene el deber jurídico de cumplirlo, lo que puede deberse a la existencia de una previa relación jurídica entre ambos que otorga este derecho al delegante y obliga al delegado (con el iussum, está ejercitando su derecho nacido de aquella 57 ALONSO RODRÍGUEZ, Delegare..., cit., pp. 26 y 27. 58 ALONSO RODRÍGUEZ, Delegare..., cit., p. 33. 59 ALONSO RODRÍGUEZ, Delegare..., cit., pp. 141, 162 y 175. 60 Vid. MOSCO, L., La representación voluntaria (art. 1259 CC), Ed. Colección Nereo, Barcelona, 1963, pp. 46 y ss. 51 MENU SALIR relación jurídica anterior), o porque el iussum constituyó una oferta contractual que fue aceptada por el delegante (contrato de mandato u otro) y está obligado a cumplir. En este caso, el delegado estará obligado a realizar una prestación de hacer (o de dar, si es una delegación interna o de cumplimiento) que puede ir desde una obligación de poner todos los medios para asumir la deuda frente al acreedor (realizar una oferta al acreedor con este fin) hasta obtener la asunción como resultado61. Pero, en cualesquiera de estos casos, el iussum no es un elemento imprescindible en la asunción de una deuda, puesto que el art. 1205 CC supone una autorización legal a realizarla mediante un acuerdo directo entre el acreedor y el asumente, sin consentimiento y contra la voluntad del deudor. Por ello el iussum puede ser ignorado por quien lo recibe: si es una autorización (o una oferta contractual), porque no obliga, y cuando sea una obligación, porque su contravención, que supondrá un incumplimiento para quien lo recibió (así, si asume la deuda frente al acreedor en condiciones distintas a las pactadas con el antiguo deudor), no afecta a la validez de la asunción de la deuda que realice el receptor del mismo. Sin embargo, en todos estos casos, no podrá decirse que la asunción de la deuda lo ha sido por delegación; para que exista delegación debe existir el iussum. 61 Sobre las posiciones doctrinales que han sido más relevantes al respecto, vid. BIGIAVI, W., “Autorizzazione, mandato, ordine nella delegazione”, Rivista del Diritto Commerciale, 1938-I, pp. 98-153. En el mismo sentido, SCHLESSINGER, El pago..., cit., p. 101, distingue tres hipótesis en la delegación (iussum), referidas a la delegación de cumplimiento, pero parece que aplicable también a la de deuda: “La primera se da cuando la declaración unilateral del delegante, dirigida a un deudor, es suficiente, por efecto de los «usos» a que se refiere el artículo 1269, para hacer nacer la obligación de efectuar en manos del delegatario la prestación debida. La segunda se da cuando la declaración de delegación, si bien dirigida a un deudor, no hace surgir en el delegado obligación alguna antes de una aceptación suya, expresa o tácita, de la invitación. La tercera, en fin, se da cuando la declaración de delegación se inserta en una propuesta contractual más amplia, de modo que la ejecución de la prestación al delegatario no es más que uno de los resultados a cuya realización mira el delegante”. Deben añadirse a las palabras de este autor dos observaciones para entender mejor este planteamiento: una, su rechazo a la idea de declaración del delegante como negocio autorizativo y como negocio unilateral, que se muestra en su opinión totalmente insuficiente para explicar los efectos “que la prestación ejecutada por el delegado al delegatario producen sobre las relaciones internas del tradens con el delegante” (p. 90); otra, que la referencia al art. 1269 del Codice lo es a su párrafo segundo, que declara: “El tercero delegado para realizar el pago no está obligado a aceptar el encargo, aunque sea deudor del delegante. Se exceptúan los usos en contrario”. 52 MENU SALIR Entonces, si no es necesario para la asunción de la deuda, pero sí para que ésta se produzca por delegación, ¿cuál es su valor realmente y qué consecuencias prácticas se derivan de su concurso? El valor del iussum es doble a nuestro parecer: a) Una asunción de deuda a la que le precede esta autorización u orden es una asunción de deuda consentida por el deudor. Respecto a la asunción liberatoria de deuda ello es importante, por ejemplo, a efectos de aplicar el art. 1206 CC, que recoge el derecho del acreedor para dirigirse contra su antiguo deudor en caso de que el nuevo sea insolvente y esta situación de insolvencia fuere “anterior y pública o conocida del deudor al delegar su deuda” (subrayado nuestro). Por lo pronto, es indudable que esta responsabilidad es aplicable, al menos y en razón del tenor literal, a la delegación. También el consentimiento del deudor antiguo mediante el iussum puede producir los demás efectos propios de una asunción de deuda consentida por el deudor: así, por ejemplo, la sanación, por confirmación, de algún vicio del que la relación jurídica previa que asume el nuevo deudor adolecía. Respecto a la asunción cumulativa, tal es la importancia del iussum como revelador del consentimiento del deudor que ello puede determinar que entre éste y el asumente pueda darse una relación de solidaridad porque debe entenderse cumplida la exigencia en este sentido del art. 1137 CC en cuanto que expresamente se debe entender constituida con el carácter de solidaria, lo que no puede predicarse, en principio, respecto a una asunción de deuda cumulativa no consentida por el deudor previo. Aparte, caben otras consecuencias prácticas, como entenderse, con el iussum, interrumpida la prescripción o renunciada la que ya se ganó. Todo esto será objeto de estudio más adelante. b) Es importante saber si este iussum forma parte del negocio de asunción de deuda o si se trata tan solo de una acto preparatorio del mismo porque, si la solución fuere la primera, un vicio en aquél puede conllevar la nulidad de todo el conjunto, esto es, de la asunción de deuda. Para la doctrina, el iussum y su ejecución por parte del delegado, conjuntamente con la relación de cobertura que une a delegado y delegante, cuando exista, conforman una unidad jurídica en que consiste el fenómeno o mecanismo delegatorio en su aplicación concreta aquí 53 MENU SALIR estudiada62. Por ello, habrá de analizarse de qué forma afecta a la validez de todo el negocio jurídico delegatorio un vicio en la declaración de voluntad (iussum) del delegante. Siguiendo las directrices antes señaladas por MIRABELLI63, debe compartirse la opinión de este autor en el sentido de que en la delegación de deuda (liberatoria) es esencial la participación de los tres sujetos intervinientes, delegante, delegado y delegatario en orden a la consecución de la finalidad o función de este mecanismo negocial, de forma que la nulidad del vínculo de cualquiera de ellos provoca, a su vez, la nulidad de todo el contrato, salvo su posible valor como delegación interna o de cumplimiento cuando es nulo el consentimiento del acreedor. Lo mismo puede decirse para los otros contratos trilaterales aptos para provocar la asunción de deuda, salvo cuando la nulidad del vínculo de uno de los sujetos (el deudor antiguo, por no se necesaria, en principio, su participación) no frustre las legítimas aspiraciones o fines perseguidos por las partes conforme a lo pactado. 2.- Justificación del esquema que se va a adoptar. La distinción entre asunción de deuda consentida, ignorada y rechazada por el deudor va a constituir un punto de referencia importante en buena parte de este trabajo, aunque para muchos efectos asimilemos las dos últimas (asunción ignorada y rechazada). Este esquema sustituye parcialmente al sistema utilizado normalmente por los autores que se han detenido a tratar estos temas, que consiste 62 ADAME MARTÍNEZ, Asunción..., cit., p. 125 y DIEZ-PICAZO, Fundamentos., II, cit., p. 850 distinguen entre dos fases o planos: uno externo, que se inicia con la autorización u orden del delegante al delegado, y que éste acepta, para asumir la obligación frente al acreedor y culmina con la oferta del delegado y la aceptación del delegatario a la asunción, y otro interno, que queda conformado por la relación de cobertura entre delegante y delegado, cuando esta exista. Ambos planos, conjuntamente y como una unidad, conforman la delegación de deuda. Ello significa que el delegante es parte en el negocio de delegación: NICOLÒ, R., L’adempimento dell’obbligo altrui, Giuffrè, Milano, 1936, p. 262: “La differenza [con la espromissio] consiste solo in una diversa complessità strutturale, perchè la delegazione presupone un intervento attivo del debitore originario (delegante), che si concreta in una dichiarazione di volontà emessa in una duplice direzione. Tale dichiarazione attribuisce al debitore originario la qualità di parte del negozio di delegazione, con tutte le conseguenze che possone eventualmente derivare da tale partecipazione negoziale”, lo que parece ha sido revisado por la sentencia de la Corte de Casación italiana de 17 de mayo de 2000. 63 MIRABELLI, Commentario..., Libro IV, tomo II, cit., pp. 491-500. 54 MENU SALIR en el estudio individualizado y separado de cada uno de los “modelos codificados” aptos para producir la asunción de una deuda ajena, a saber, la expromisión, la delegación y la asunción de deuda propiamente dicha, básicamente. La justificación de este método sólo puede venir dada por el hecho de que, entendemos, contribuye más útilmente a explicar el régimen jurídico de esta figura64. La explicación individualizada de cada uno de los específicos modelos de asunción de deuda que el legislador, o la tradición jurídica, toman en consideración probablemente planteen más inconvenientes que ventajas en un país, como el nuestro, en el que apenas si el legislador cita vagamente alguno de ellos. Por lo pronto, el método tradicional exige la distinción entre los mismos, lo que a veces no es fácil, hasta el punto de que en el empeño se ha llegado a calificar, por ejemplo, a la delegación como “un cuerpo extraño en este ámbito de referencia que es la asunción de deuda”, puesto que “la mal llamada «asunción delegatoria» será siempre, o un contrato de asunción acordado por ambos deudores y ratificado por el acreedor (...) o un contrato trilateral”65. De hecho, este mismo autor ni cita ni estudia a la delegación entre las modalidades o procedimientos para asumir una deuda, que a su juicio son: la expromisión, el contrato entre deudores ratificado por el acreedor y el contrato trilateral66. Pero, incluso distinguiendo teórica y conceptualmente la diversidad tipológica, no parece que pueda asociarse un determinado régimen jurídico a cada uno de los tipos, porque, ni los contratantes así proceden en sus relaciones de cooperación, ni existe base jurídica alguna que pueda servir de referencia a este 64 Tampoco debe verse como algo extraño el tomar como base, para estudiar una determinada figura jurídica, la posición que puede adoptar una persona que no tiene obligatoriamente que tener participación en la misma, pero que, cuando la tiene, provoca importantes consecuencias respecto al régimen jurídico que corresponde aplicar. GAVIDIA SÁNCHEZ, J. V., La cesión de créditos, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 1993, pp. 221 y ss., dedica todo el capítulo tercero de su libro a estudiar las consecuencias que pueden derivarse de la intervención en la cesión de créditos de un sujeto, el deudor, “que siendo parte en la relación obligatoria de la que nace el crédito cedido, no sea necesaria su intervención ni su conocimiento para la cesión” (p. 221). En nuestro caso, dada la frecuencia con que suele intervenir el deudor en el negocio de asunción de deuda y sus repercusiones, parece justificada esta línea de investigación. 65 BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., p. 97. 66 BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., pp. 102 y ss. 55 MENU SALIR empeño. Sirva como ejemplo los esfuerzos que se han realizado en la doctrina para distinguir entre la delegación de deuda y los demás negocios jurídicos aptos para provocar la asunción liberatoria a efectos de aplicar la responsabilidad del art. 1206 CC (que dice literalmente: “al delegar su deuda”; subrayado nuestro). Sin embargo y como se verá en su momento, mayoritariamente se entiende aplicable el art. 1206 a todo acuerdo celebrado entre los deudores que sea consentido por el acreedor, aunque no se trate de una delegación de deuda67. También el consentimiento del deudor a la asunción puede provocar otros efectos jurídicos que no dependen, en absoluto, del tipo negocial concreto que se entienda celebrado. Por ejemplo, en la asunción cumulativa la posición del deudor determinará la existencia o no de un régimen jurídico solidario. También su consentimiento tiene reflejo en campo de las excepciones oponibles: puede conllevar la sanación de la relación jurídica previa por confirmación tácita (art 1311: “Se entenderá que hay confirmación tácita cuando, con conocimiento de la causa de nulidad y habiendo ésta cesado, el que tuviere derecho a invocarla ejecutase un acto que implique necesariamente la voluntad de renunciarlo”), puede significar la interrupción de la prescripción de la deuda previa por reconocimiento de la misma (art. 1973) o la renuncia a la ya ganada (art. 1935), o puede producir determinados efectos respecto a la excepción de compensación. Asimismo, la postura adoptada por el deudor será referencia obligada en las acciones tendentes a producir la nivelación patrimonial entre los sujetos 67 Especialmente compleja ha sido la distinción entre delegación y expromisión: vid. ADAME MARTÍNEZ, Asunción..., cit., p. 183, para quien la carencia de iussum es el elemento definidor de la asunción de deuda en forma expromisoria. Esta misma idea está también muy arraigada en la doctrina italiana, donde se incide especialmente en que en esta figura la iniciativa parte de un sujeto extraño a la relación preexistente, lo que lleva a esta ausencia de iussum; por todos, BETTI, Teoría general de las obligaciones, II, cit., pp. 299 y ss; IDEM, “Della diferenza fra expromissio e delegatio con riguardo alla responsabilitá del delegante per insolvenza del delegado”, en Annales del Diritto Comparato, 1931-I, pp. 577-594. Según otra opinión (CICALA, R., “Delegazione ed espromissione”, como apéndice en L´adempimento indiretto del debito altrui, Casa Editrice Dott. Eugenio Jovene, Napoli, 1968, pp. 255 y ss; también con el mismo título e idéntico contenido en Rivista di Diritto civile, 1968, Primera parte, pp. 113-141), la distinción no puede establecerse en un momento anterior al negocio de asunción de deuda, sino en este mismo, de forma que si el deudor antiguo interviene, aunque sea en un momento posterior, no podrá entenderse producida una expromisión. 56 MENU SALIR implicados en la asunción de deuda, tanto liberatoria como cumulativa. 3.- La asunción de deuda consentida por el deudor. 3.1.- Asunción liberatoria. Debe hacerse una breve advertencia previa que contribuirá a entender mejor el funcionamiento de la asunción de deuda liberatoria consentida por el deudor. Como ha dicho ANDREOLI, en referencia a la delegación pero extensible a las otras figuras (contrato de asunción de deuda propiamente dicho y contrato trilateral), este negocio revela una propia e inconfundible finalidad económicojurídica que netamente lo caracteriza: reunir y fundir dos actos o dos prestaciones análogas (del delegado al delegante y del delegante al delegatario) en un acto y una prestación única, que es precisamente aquella efectuada por el delegado frente al delegatario68. Pero esta simplificación, que responde a la eficiencia económica69, no debe hacernos perder de vista el sentido real de las cosas a los efectos de analizar todas las relaciones jurídicas, unas reales y otras ficticias, que se han producido. 3.1.1.- Asunción solvendi causa. Si el asumente era, a su vez, deudor del deudor liberado y por esta razón o motivo aceptó su vinculación frente al acreedor (lo que nosotros denominamos asunción solvendi causa), POTHIER explica (en referencia concretamente a la 68 ANDREOLI, M., La delegazione, CEDAM, Padova, 1937, p. 6; También TALAMANCA, M., voz “Delegazione (dir. rom.)”, en Enciclopedia del Diritto, XI, Ed. Giuffrè, 1962, p. 919. No estamos de acuerdo, sin embargo, con la afirmación de GALGANO (Diritto privato, 2.ª edic., CEDAM, Padova, 1983, p. 380) según la cual la función de la delegación es la de hacer que un único pago, del delegado a favor del delegatario, extinga simultáneamente dos relaciones obligatorias: tanto la relación de provisión (delegante-delegado) como la de valuta (delegante-delegatario). En realidad, ambas relaciones jurídicas no se extinguen con el pago del delegado al delegatario sino con la asunción de la deuda frente al acreedor. 69 Celeritas coniungendarum inter se actionum: D. 24,1,3,12: Mas si el marido hubiese autorizado a un deudor suyo par que le pagara <dando las monedas> a su mujer, cabe preguntarse si éstas se hacen de la mujer y se libera aquel deudor, y escribe Celso, 15 dig., si no es mejor decir que sí se libera el deudor, y que las monedas se hacen del marido, no de la mujer, pues si no estuviese prohibida la donación por derecho civil, el efecto de ese negocio sería el de que la cantidad pasaría de tu deudor a ti y luego de ti a tu mujer, pues los actos se abrevian en ese negocio de forma que no aparece uno de ellos: <el tránsito a través del acreedor>, pero la verdad es que el deudor da a su acreedor y éste a su mujer(...). Es consecuente con esta opinión lo que <escribe> Juliano <de que si yo, queriendo donarlo a mi mujer, hubiera autorizado a quien quería donarme algo para que se lo diera a mi mujer>, el acto es nulo, lo mismo que si yo hubiese dado a mi mujer una cosa recibida por mí y que ya se había hecho mía; cuya opinión es cierta. (Ulp. 32 Sab). 57 MENU SALIR delegación) que entonces habrá una doble novación: se nova la obligación del delegante con su acreedor, a quien el delegante entrega otro deudor en su lugar, y se nova (extingue) la obligación del delegado con el delegante70. TOULLIER se pronuncia en el mismo sentido71. De hecho, la asunción de la deuda por un tercero que no sea a su vez deudor del deudor antiguo la estudian ambos como un supuesto de error, lo cual es una prueba palpable de lo tributaria que ha sido siempre la delegación de deuda de la relación de cobertura delegante-delegado en cuya virtud éste es deudor de aquél. Pero lo importante es resaltar que, para estos autores, la delegación (asunción de deuda consentida por el deudor) produce automáticamente varios efectos: la extinción-liberación del delegante, el nacimiento en lugar de otra obligación a cargo del delegado-asumente y la extinción de la relación de cobertura (delegado-delegante). Esta explicación, aunque clara y sencilla, es excesivamente simplista y ante todo incorrecta. No puede explicarse la extinción de dos obligaciones (la que vincula a delegado con delegante y a delegante con delegatario) como un efecto automático y propio de la delegación, porque también existen casos de delegación que no dan lugar a este doble efecto: así, la delegación credendi causa, que provoca el nacimiento de un crédito del delegado frente al delegante y no su extinción. La explicación tiene que ser otra. Es cierto que la asunción de deuda liberatoria, lo sea por delegación o por cualquier otro negocio, sí explica, porque éste es su efecto básico, el nacimiento de la obligación del asumente frente al acreedor y la liberación del antiguo deudor (como el efecto propio de la novación: extinción de una obligación y nacimiento de otra en su lugar, si se entiende como extintiva; modificación subjetiva de una obligación, si se entiende como modificativa). Sin embargo, no puede decirse que justifique, por sí misma, todas las repercusiones que se producen en la relación asumente-deudor liberado (relación de cobertura)72. 70 POTHIER, Traité..., II, n.º 565, p. 74. 71 TOULLIER, Le Droit civil..., VII, cit., n. 319, p. 384. 72 Como bien dice DONATI, A., Causalità e astrattezza nella delegazione, CEDAM, Padova, 1975, pp. 23-24, los efectos de la delegación en la relación delegante-delegado no dependen del negocio mismo de delegación, sino de lo pactado por las partes, y en su defecto, por 58 MENU SALIR BIGIAVI, a propósito de la cuestión sobre si el iussum en la delegación puede equipararse a un mandato, nos da cuenta de la opinión favorable a esta equiparación defendida por algunos autores, y rechazada por él, y en particular, de las repercusiones que tal equiparación tendría en la relación delegante-delegado: “Orbene, nella delegazione su debito la traditio del delegato al delegatario determina senz’altro l’estinzione del debito che grava il primo nei confronti del delegante; mentre, ove si quialifichi come mandato la dichiarazione del delegante, bisogna necessariamente affermare che l’actio mandati contraria competente al delegato no può esercitarsi da quest’ultimo semplicemente perchè a lui è opponibile, in via di compensazione, il debito che lo grava”73. Es decir, que en la delegación en la que el delegado es deudor del delegante (delegación “su debito”, para este autor) el delegado no podría ejercitar la actio mandati contraria frente al delegante (esta es la razón por la que el autor rechaza la explicación del iussum como un mandato) porque éste podría oponerle, a su vez, la compensación de su crédito. Esta sería otra forma de explicar la extinción de la deuda del delegadoasumente frente al delegante-deudor: existe un mandato del segundo al primero del que nacerá una acción contraria de mandato a favor del mandatario (asumente), que será compensable con el crédito del mandante74. Este crédito deberá entenderse nacido en el momento de la liberación del mandante, pues ya se habría cumplido el mandato, y no en el momento del cumplimiento de la obligación asumida por el mandatario frente al acreedor. Sin embargo, presenta algunas dificultades que abonan su rechazo, al menos tal como es planteada. La principal es que, aunque admitamos que el asumente pueda recibir un mandato del deudor, no parece que el esclarecimiento de las relaciones entre ambos pueda basarse únicamente en el mandato. Se produce la finalidad económico-jurídica propia de la delegación-asunción liberatoria: simplificar en una sola dos atribuciones patrimoniales análogas (del delegado al las reglas normales que se aplican a estos casos. 73 BIGIAVI, W., La delegazione, CEDAM, Padova, 1940, p. 148. 74 En el mismo sentido, DONATI, Causalità..., cit., 29-30 y 68, siempre que se den las condiciones de la compensación. 59 MENU SALIR delegante y del delegante al delegatario), pero el mandato no explica ninguno de estos efectos. Otra posible forma de explicar la extinción de la relación de cobertura puede ser acudir a la compensación, mediante la que se simplificarían (por compensación) dos pagos en uno sólo75. Sin embargo, también presenta la dificultad de que parece lo más conforme a la realidad de las cosas entender que la extinción de las dos relaciones obligatorias anteriores se produce de forma instantánea y simultánea a la asunción de la deuda por el asumente, algo que no es propio de la compensación. Sería propio de la compensación (legal) si pudiéramos decir, lo que no es posible, que la compensación produce sus efectos ipso iure y no funciona como una excepción76. Además, tampoco sería admisible esta solución en aquellos ordenamientos jurídicos en los que la compensación tiene una función de garantía77. Debe rechazarse, por tanto, un mandato con este alcance o efectos. Pero lo cierto es que existirá normalmente un mandato del deudor al asumente para que éste asuma la deuda frente al acreedor, aunque tendrá unos efectos bastante más limitados: el asumente cumple un encargo o presta un servicio (art. 1709 CC) y debe ser por ello indemnizado “de todos los daños y perjuicios que le haya causado el cumplimiento del mandato” (art. 1729). Es decir, el asumente dispone de una acción contraria de mandato, que nacerá con el cumplimiento del mismo: quedar obligado frente al acreedor y producir la liberación del deudor primitivo-mandante78. Pero los demás efectos en la relación 75 Con razón dicen BAUDRY-LACANTINERIE- BARDE, Traité..., XIII-1.ª, cit., n. 1743, p. 51, que la delegación puede tener la misma utilidad que la compensación. 76 El propio TOULLIER, Le Droit civil..., VII, cit., n. 347, p. 421, refiere tres tipos de compensación: la compensación legal (ipso iure), la compensación por vía de simple excepción (ope exceptionis) y la compensación por vía de reconvención (per viam reconventionis). 77 Vid. ROJO AJURIA, L., La compensación como garantía, Ed. Civitas, Madrid, 1992, pp. 173 y ss. sobre las distintas formas de funcionar de la compensación. 78 Las voces que se han mostrado más beligerantes contra la idea de que la delegación responda al esquema de un mandato han incidido especialmente en la idea de que no cabe acudir al mandato puesto que de la delegación de deuda solvendi causa no nace la acción contraria de mandato a favor del delegado y supuesto mandatario ya que con el cumplimiento del mismo se extinguen tanto la relación de cobertura como la de valuta y ninguna acción correspondería al mandatario. Así puede verse en BIGIAVI, La delegazione, cit., pp. 149 y ss., aunque este autor sí es favorable al mandato cuando la delegación es “allo scoperto”, es decir, cuando no existe 60 MENU SALIR de cobertura y en la de valuta son ajenos al mandato. Cuando no exista un mandato sino otro tipo de contrato (un contrato bilateral, por ejemplo) del que deriva la obligación del asumente de hacerse cargo solvendi causa de la obligación del deudor, las posteriores acciones de regreso nacerán de este otro tipo negocial. Entonces, ¿cómo se explica la extinción automática de la relación de cobertura mediante la asunción de la deuda frente al acreedor? Se explica mediante un acuerdo o contrato que previamente han celebrado los sujetos protagonistas de la relación de cobertura. De este acuerdo no sólo se deriva una obligación del tercero de hacerse cargo de la deuda frente al acreedor, sino también un pacto entre ambos para entender extinguida la cobertura en el momento en el que el deudor de ésta (futuro asumente) se obligue frente al acreedor provocando la sustitución del deudor de la relación de valuta. Este pacto o convenio puede ser de muy diversa índole: un simple acuerdo para simplificar dos desplazamientos patrimoniales (del asumente al deudor y de éste al acreedor) en uno sólo (del asumente al acreedor), que puede ser una compensación convencional pactada con efectos ipso iure desde el momento en que se obligue el asumente frente al acreedor; una dación en pago (o cesión de crédito) en cuya virtud el deudor de la relación de valuta entrega a su acreedor el crédito que tiene frente a un tercero (el asumente) en pago de su propia deuda; un contrato de transacción entre deudor y asumente que culmina con el acuerdo de que, asumida la deuda por éste frente al acreedor con liberación de aquél, “evitan la provocación de un pleito o ponen término al que había comenzado” (art. 1809 CC). En este último caso, la asunción de la deuda o la delegación no viene precedida de mandato alguno, sino que supone el cumplimiento de una previa transacción. Por ello, debe concluirse que el mandato no es consustancial a la delegación o a la asunción de deuda consentida por el deudor antiguo; en ocasiones acompaña al previo acuerdo o contrato celebrado entre deudor y asumente, otras veces no79. relación previa de cobertura entre delegante y delegado (delegación al descubierto: credendi causa o donandi causa). 79 Desde esta posición pueden compartirse las objeciones, sin duda acertadas, que hace DONATI, Causalità..., cit., pp. 28-30, a la vinculación automática que a veces pretende hacerse entre la asunción de la deuda (consentida por el deudor, habría que añadir) y la extinción de la 61 MENU SALIR 3.1.2.- Asunción credendi causa. Si la asunción lo fue para que el asumente mediante ella adquiera un crédito frente al deudor liberado (asunción credendi causa), esto será consecuencia de un previo contrato o acuerdo entre ellos y habrá entonces nacido una relación obligatoria, que normalmente suele ser un contrato de préstamo de dinero o mutuo. Se evidencia así que la asunción credendi causa no sólo no es incompatible con la existencia de una relación jurídica previa entre asumente y deudor, sino que lo normal y lógico es que así suceda. Cuando sea éste el celebrado, puede ser problemático determinar el momento de su perfeccionamiento, habida cuenta del carácter real del mismo (art. 1740 CC)80. ANDREOLI ha dicho que, en realidad, lo que existe es un contrato preliminar de mutuo que vincula únicamente a delegante y delegado, pero que el contrato “principal” de mutuo no puede entenderse perfeccionado sino desde el momento en el que el delegado (asumente) realiza efectivamente la prestación frente al acreedor y no desde el momento en el que se comprometió a ello. Esto es así, continúa, porque es entonces cuando, en sentido ideal y figurado ya que la entrega física se hace al delegatario, debe entenderse hecha la entrega por parte del delegado, que se convierte por ello en prestamista del delegante-prestatario81. En nuestra opinión deben distinguirse varias cuestiones. Parece evidente que si el asumente se obliga frente al acreedor lo será en cumplimiento de una previa obligación adquirida en este sentido frente al deudor antiguo; obligación previa que puede proceder de un acuerdo o contrato bilateral en cuya virtud uno se obliga a dar crédito al otro. Pero lo importante es determinar el momento del obligación del asumente frente al deudor. Es claro que la deuda del asumente frente al deudor no se extingue automáticamente como consecuencia de la asunción si no existe acuerdo entre ambos en este sentido. Cuando falte el acuerdo, seguirá existiendo una deuda del asumente frente al deudor y podrá existir, en su caso, una deuda de éste frente al asumente como consecuencia de la asunción, que podrán ser compensadas siempre que se den los requisitos necesarios para ello. Simplificando y siguiendo a este autor (p. 30): la delegación (léase, asunción de deuda consentida por el deudor) da lugar a un efecto constitutivo (nacimiento de una deuda del asumente frente al acreedor) y puede eventualmente dar lugar a un efecto extintivo (extinción de la deuda del asumente frente al deudor). 80 Aunque no existan problemas para su admisión en forma consensual: DÍEZ-PICAZO, L.GULLÓN BALLESTEROS, A., Sistema de Derecho civil, vol. II, Ed. Tecnos, Madrid, 2001, pp. 399-401. 81 ANDREOLI, La delegazione, cit., pp. 307-314 y nota en p. 309. 62 MENU SALIR perfeccionamiento del préstamo, cuando sea éste el contrato elegido. No es totalmente rechazable la opinión de ANDREOLI según la cual este momento es el momento de cumplimiento del asumente (delegado) frente al acreedor, aunque debe matizarse bastante. Existirá un contrato, el contrato de asunción de deuda, consentido por las tres partes implicadas mediante el cual se acordará que el asumente sustituya en las obligaciones derivadas de la relación de valuta al deudor, que quedará liberado. Con ello, ya lo hemos dicho, el asumente cumplirá un previo acuerdo en este sentido con el deudor. Este es el momento en el que, como norma general, debe entenderse perfeccionado el contrato de préstamo entre asumente y deudor antiguo y no habrá que esperar al momento en el que aquél deba cumplir efectivamente frente al acreedor. Debe entenderse hecha la entrega en ese mismo momento, pero no en forma física o material sino como un supuesto de traditio consensual. Las cosas se ven con mayor claridad si nos detenemos a pensar en la función que cumple esta asunción de deuda liberatoria credendi causa. Sustituye a las siguientes operaciones conjuntas: préstamo del asumente al deudor con entrega efectiva y cumplimiento por éste de sus obligaciones frente al acreedor con el dinero procedente del préstamo. Es claro que aquí la entrega, y por tanto la celebración del préstamo, se produce en un momento anterior a la satisfacción del acreedor. La asunción de deuda sustituye y simplifica la operación mediante una traditio consensual, o bien, un contrato de préstamo consensual en una operación consentida por el acreedor y que provoca la sustitución de deudores. Cuestión distinta es que el derecho del prestamista-asumente, derivado del préstamo, frente al deudor liberado-prestatario pueda acordarse que surja coetáneamente al cumplimiento efectivo de la obligación asumida frente al acreedor, de forma que si la obligación (y el préstamo también) lo es a pagar en determinados plazos, la acción del prestamista para el cobro del principal y los intereses se produzca de forma simultánea al cumplimiento de los plazos; o si lo es a pagar una cantidad única en un tiempo determinado, ocurra lo mismo. Pero esto será porque así se acordó, haciendo coincidir los términos del contrato de préstamo asumente-deudor con los de la relación de valuta deudor-acreedor, de forma que el cumplimiento de éste dará derecho al asumente a pedir el 63 MENU SALIR cumplimiento de aquél al deudor. Pero nada impide que las cosas sean de otra forma: por ejemplo, si la relación de valuta genera intereses pagaderos anualmente, no hay obstáculo para que en la relación deudor-asumente se deban semestralmente (por anticipado, en parte), lo que otorgará al asumente derecho a pedirlos aunque nada haya cumplido todavía frente al acreedor. 3.1.3.- Asunción donandi causa. En esta ocasión la asunción de deuda lo es, en relación al deudor, a título de liberalidad. Es decir, la donación consiste en asumir una o varias deudas del sujeto al cual quiere beneficiarse82. ANDREOLI explica, en referencia a la delegación, que se produce la donación de un derecho de crédito del delegado al delegante y una sucesiva transferencia del valor representado por el crédito mismo a un tercero (delegatario) por cuenta del donatario y a través del mismo donante83. Es decir, la asunción de la deuda provoca la liberación del deudor, cuyo crédito, en que consiste la donación, es asumido por el tercero con el consentimiento del acreedor. Cuando el crédito asumido consista en entregar una cosa determinada, no obstante la simplificación de atribuciones patrimoniales realizada (donación del asumente al deudor y posterior entrega de éste al acreedor en pago de su deuda), no puede perderse de vista que se ha producido, en efecto, una donación en las relaciones asumente-deudor, que entra de lleno en la presunción del art. 1297.I CC. Si la cosa ya ha sido entregada por el asumente-donante al acreedor, la acción rescisoria por fraude de acreedores (se presume la buena fe del acreedor adquirente porque la entrega lo es a título oneroso) se encontrará con la barrera que supone el art. 1295.II, quedándoles sólo el recurso del art. 1295.III contra el donante. Si los acreedores demuestran la existencia de fraude en las relaciones asumente-acreedor o la ausencia de buena fe de éste, los aplicables serán los arts. 82 El art. 769 del Codice define la donación así: “La donazione è il contratto col quale, per spirito di liberatità, una parte arricchisce l’altra, disponendo a favore di questa di suo diritto o assumendo verso la stessa una obbligazione”; del mismo modo, este tipo de donación debe entenderse incluida en la amplitud de los términos de nuestro art. 618: “La donación es un acto de liberalidad por el cual una persona dispone gratuitamente de una cosa en favor de otra, que la acepta” (subrayado nuestro). 83 ANDREOLI, La delegazione, cit., p. 319. 64 MENU SALIR 1295.II, sensu contrario, y 1298 CC. Pero también puede plantearse la cuestión cuando la cosa ya ha sido entregada por el asumente al acreedor, pero la relación de valuta responda a un negocio a título gratuito, lo mismo que la relación de cobertura. Entonces la cuestión es más sencilla para los acreedores porque la enajenación lo será a título gratuito y nos encontraremos, de nuevo, en la esfera de la presunción del 1297.I. La cuestión es diversa cuando todavía no se ha realizado la entrega por parte del asumente al acreedor y la cosa se halla, en consecuencia, en su patrimonio. Los acreedores podrán, además de proceder a la ejecución forzosa sobre la cosa misma por encontrarse en el patrimonio del deudor (el asumente), impugnar la asunción de deuda por fraude de acreedores (cuando lo puedan demostrar, salvo que tengan a su favor la presunción del art. 1297.I por responder la relación de valuta a un negocio gratuito), en cuyo caso procederá declarar la ineficacia de la asunción de deuda y el acreedor, en consecuencia recuperará a su antiguo deudor. 3.2.- Asunción cumulativa. El asumente que ha recibido y aceptado, mediante un contrato, la asunción de la deuda ajena frente al acreedor, tiene la obligación de cumplirla. En este caso, el cumplimiento no puede consistir en la liberación del deudor (se trata de una asunción cumulativa) sino en el cumplimiento (extinción) de la obligación que pesa sobre éste. Frente al acreedor, ambos deudores están obligados al pago, pero en sus relaciones internas tanto es posible que el asumente haya adoptado simplemente la posición de un garante como que sea el único obligado a cumplir a consecuencia de un específico deber contraído en este sentido. Cuando ocurra esto último, en la medida en que el asumente cumpla (o extinga) su propia obligación frente al acreedor, estará cumpliendo también la que aceptó frente al deudor, generándose un derecho de regreso a su favor cuando así se derive de las relaciones internas. En caso contrario, estará incumpliendo su obligación frente al acreedor, pero también frente al deudor. 3.3.- Asunción interna o de cumplimiento. El acreedor no participa en este contrato, sino que es un simple destinatario del pago que ha de hacerle un tercero, el asumente. La asunción interna o de 65 MENU SALIR cumplimiento consentida por el deudor es el pago de un tercero (el asumente) “por cuenta de otro” (el deudor), incluido en el art. 1158.II CC. Las relaciones internas entre asumente y deudor deben regirse por las relaciones subyacentes existentes entre ambos. Si la asunción lo es solvendi causa, el pago (no la asunción de la deuda, por supuesto) extinguirá, automáticamente y en virtud del acuerdo entre los deudores, dos deudas: la del asumente contra el deudor y la de éste frente al acreedor. Si lo fue credendi causa, podrá ejercitar las acciones derivadas del contrato subyacente, normalmente un préstamo. Cuando sea un préstamo y salvo que otra cosa se hubiere pactado, deberá entenderse celebrado en el momento en el que se produzca el pago (la entrega) del asumente al acreedor (art. 1740.I CC), naciendo paralelamente el derecho del prestamista contra el deudor-prestatario (devolución de otro tanto, más los intereses en su caso). 4.- La asunción de deuda ignorada por el deudor. La falta de participación del deudor en la asunción de deuda provoca importantes consecuencias de régimen jurídico. Por lo pronto, la ausencia de un contrato previo con el asumente que regule las relaciones internas entre ambos provoca que su nivelación o equilibrio patrimonial deba explicarse desde otros parámetros, en concreto, por los establecidos exclusivamente en la ley. No se puede hablar ya de un contrato de mandato (salvo lo establecido en el art. 1892 CC), o de otro tipo, en la asunción solvendi causa ni de un contrato de préstamo u otro distinto en la credendi causa. 4.1.- Asunción liberatoria. 4.1.1.- Asunción solvendi causa. Asegura LAURENT84, siguiendo a DURANTON85, que en la expromisión, si el tercero es también deudor de aquel por el cual se obliga, pagará, conjuntamente con la de su acreedor, la deuda propia, y en tal caso no podrá hablarse de regreso. Si se ha obligado como gestor de negocios, tendrá la acción 84 LAURENT, Principes..., XVIII, cit., n.º 302, p. 326. 85 DURANTON, Cours..., VII, cit., nn. 306-307, p. 150, alude genéricamente a que el nuevo deudor dispone de los mismos recursos (acciones) establecidos respecto al pago de un tercero. 66 MENU SALIR nacida de la gestión. Si tenemos en cuenta que para este autor la novación (expromisión) equivale a pago porque ha quedado liberado el deudor antiguo, la forma de conciliar las dos afirmaciones anteriores (según una, el asumente no dispone de derecho de regreso, según otra, dispone de la acción contraria de gestión de negocios ajenos) es entender que en el primer caso se refiere a una expromisión (asunción desconocida por el deudor) solvendi causa y en el segundo a una credendi causa. La asunción solvendi causa, que es la que nos interesa, no da lugar a acción de regreso según LAURENT a favor del asumente, pero este autor no explica por qué. La razón no puede fundarse en un previo contrato entre éste y el deudor, como ocurre en la asunción de deuda consentida por el deudor, porque él desconoce este negocio. Parece que aquí, nuevamente se está pensando de forma implícita en una compensación: el asumente actúa como gestor de un negocio ajeno, lo que dará lugar al nacimiento de un derecho de crédito a su favor (acción contraria de gestión), que será compensado, ipso iure parece pensar LAURENT, con el crédito del deudor liberado frente al asumente. Este argumento se encuentra de forma expresa en QUAGLIARIELLO: “E’ evidente, infatti, che se il debitore originario vanti un credito nei confronti del terzo, non può questi disporne a suo libito, per cui sorgere di un credito a favore dell’espromittente, in consequenza del negozio di espromissione, verso l’espromesso, potrà creare solo il presupposto per una eventuale compensazione”86. Para el autor, este crédito compensable nacerá de la acción contraria de gestión de negocios ajenos, salvo cuando no sea posible apreciar los requisitos de la gestión de negocios ajenos, en cuyo caso dispondrá de una acción de enriquecimiento87. Debe añadirse que, según nuestro art. 1892 CC: “La ratificación de la gestión por parte del dueño del negocio produce los efectos del mandato expreso”, es decir, procederá la acción contraria de mandato. Están de acuerdo NICOLÒ, BIGIAVI y QUAGLIARIELLO en que, en 86 QUAGLIARIELLO, G., L’espromissione, Casa Editrice Dott. Eugenio Jovene, Napoli, 1953, p. 146. 87 QUAGLIARIELLO, L’espromissione, cit., p. 147. En el mismo sentido, BIGIAVI, La delegazione, cit., pp. 36-37 y BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit, p. 115, que sigue en este punto la opinión, respecto al pago de tercero, de DEL OLMO GARCÍA, Pago de tercero..., cit., pp. 82-83. 67 MENU SALIR palabras literales del primero: “Qui l’attribuzione consiste nell’assunzione di un obbligo e non in una definitiva diminuzione patrimoniale”, es decir, que la atribución que da lugar al nacimiento de la acción contraria de gestión de negocios, o en su defecto, de enriquecimiento, es la que consiste en la liberación del deudor antiguo, siendo indiferente si el asumente después paga efectivamente al acreedor o no. QUAGLIARIELLO es muy claro respecto al enriquecimiento: “L’arrichimento si produce nella situazione patrimoniale del debitore nel momento in cui vien liberato dalla obbligazione che lo vincolava nei confronti del creditore, mentre la corrispondente perdita si produce nella situazione patrimoniale dell’espromittente. E’ indifferente, per l’expromesso, che il suo debito sia stato effettivamente pagato”88. Esto es así porque debe entenderse que es en ese momento en el que se produce la gestión del negocio ajeno o el enriquecimiento definitivo (empobrecimiento, para la otra parte). Esta nos parece la forma más razonable de explicar las relaciones a que da lugar una asunción de deuda ignorada por el deudor y en la cual el asumente se obliga solvendi causa: gestión de negocios ajenos (o en su defecto, de enriquecimiento injustificado) y posibilidad de oponer la excepción de compensación por parte del gestor a la reclamación del deudor liberado (dueño del negocio) desde el momento de su liberación. Ahora bien, la excepción de compensación extinguirá la deuda del asumente frente al deudor liberado en la medida en que coincidan ambas deudas (art. 1202 CC) y se cumplan los requisitos del art. 1196 o sean suplidos por la intervención judicial89. En caso contrario, que será poco frecuente en la práctica, existirán dos créditos no compensables a los que tampoco parece aplicable el régimen de las obligaciones recíprocas (así, arts. 88 NICOLÒ, L’adempimento..., cit., pp. 229-230; BIGIAVI, La delegazione, cit., p. 36; QUAGLIARIELLO, L’espromissione, cit., p. 148. La gestión consistiría en este caso en una actividad jurídica: vid. PASQUAU LIAÑO, M., La gestión de negocios ajenos, Ed. Montecorvo, Madrid, 1986, p. 115. Sería un caso muy próximo al que cita CAÑIZARES LASO, “Tipología de la gestión de negocios ajenos sin mandato (Estudio comparado de los derechos alemán y español)”, ADC, 1995-II, p. 715: “La gestión puede consistir en actos jurídicos o materiales. En el primer caso por ejemplo podemos estar ante un supuesto de gestión en el caso del pago de una deuda de otro”. 89 Es la llamada compensación judicial. Vid. MIGUEL SANCHA, C., La compensación convencional, Ed. Bosch, Barcelona, 1999, pp. 39 y ss., que refiere la opinión de la jurisprudencia conforme a la cual los únicos requisitos de los enumerados en el art. 1196 CC que pueden ser suplidos por el Juez son la liquidez de los créditos y la existencia de retención sobre ellos (p. 41). 68 MENU SALIR 1100.III y 1124.I CC). 4.1.2.- Asunción credendi causa y asunción donandi causa. Cuando el asumente se hace cargo de la deuda ajena y no lo hace para extinguir una deuda propia, debe decidirse si le corresponde un derecho de regreso (acción contraria de gestión de negocios ajenos o, en su defecto, de enriquecimiento injustificado) frente al deudor liberado o si la gestión lo fue a título de liberalidad. Este derecho de regreso (art. 1893.I in fine: “E indemnizará al gestor los gastos necesarios y útiles que hubiese hecho y los perjuicios que hubiese sufrido en el desempeño de su cargo”) sólo podrá excluirse cuando conste una específica voluntad del asumente de haber actuado con ánimo de liberalidad, lo que no puede presumirse y deberá probar el deudor liberado90. 4.2.- Asunción cumulativa. De forma breve, la asunción cumulativa ignorada por el deudor se explica también acudiendo a la gestión de negocios ajenos (salvo que no concurran sus requisitos y deba estarse, entonces, a la acción de enriquecimiento), pero con una observación esencial. La gestión o el enriquecimiento no pueden entenderse producidos en el momento de la asunción cumulativa de la deuda, pues como tal en nada afectaría a la situación patrimonial del deudor primero y no podría decirse ni que se ha realizado una gestión de negocios ajenos sin mandato, ni que se ha producido un enriquecimiento injustificado. La gestión o el enriquecimiento se produce desde el momento en el que se extingue la deuda del mismo (esto es, desde que se le libera frente al acreedor), que coincide con la liberación del propio asumente. Por ello, desde ese momento debe entenderse nacido el derecho de regreso a favor del asumente, que podrá ser ejercitado para reclamar la cantidad que proceda 90 DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., p. 865. En nuestra opinión, debe entenderse aplicable el art. 217.2 y 3 LEC en cuanto a la distribución de la carga de la prueba. El demandante (el gestor) debe probar, conforme al apartado 2, la certeza de la gestión realizada, lo que conllevará el efecto jurídico determinado en el art. 1893.I CC, esto es, el nacimiento de un crédito a su favor como indemnización de los daños y gastos sufridos. Corresponderá al demandado (el dueño del negocio y deudor liberado) la prueba, de acuerdo con el apartado 3, del hecho de la liberalidad en la actuación del gestor, como hecho que “conforme a las normas que les sean aplicables, impidan, extingan o enerven la eficacia jurídica de los hechos a que se refiere el apartado anterior”. 69 MENU SALIR o podrá se opuesto mediante compensación al propio crédito del deudor, ahora liberado, frente al asumente cumulativo, salvo que aquél pruebe que lo fue a título de liberalidad o pueda oponer alguna excepción. Es obvio que no puede hablarse de una asunción interna o de cumplimiento ignorada por el deudor. Lo único que cabe es que un tercero pague una deuda ignorándolo el deudor (art. 1158.I y 1159 CC)91. 5.- La asunción de deuda rechazada por el deudor. La última posible hipótesis de asunción de deuda de la que resta hablar es la asunción de deuda, liberatoria o cumulativa, que cuenta con la oposición del deudor92. Cuando ello ocurre, este negocio produce todos los efectos que le son propios aun a pesar de la postura adoptada por el deudor: nacimiento de la obligación a cargo del asumente y liberación del deudor antiguo, salvo que se trate de un caso de asunción cumulativa. Estos efectos se producen en virtud del acuerdo asumente-acreedor y están autorizados por el art. 1205 CC. Sin embargo, los efectos en la relación asumente-deudor no pueden reconducirse, a consecuencia de la oposición del deudor, por otra vía que no sea la del enriquecimiento injustificado del deudor liberado a costa del asumente (a salvo las posibilidades de subrogación). Ya quedó dicho que en la asunción liberatoria este enriquecimiento se produce en el momento de la asunción de la deuda93, mientras que en la cumulativa se produce una vez el asumente extingue la deuda a cargo del deudor, que es la suya propia también. Será en esos respectivos momentos cuando se produzca el desplazamiento patrimonial (aunque sea ficticio) que dará lugar a un enriquecimiento-empobrecimiento injustificado y cuando nazca, por tanto, el derecho de regreso en favor del asumente y frente al que era deudor. Esta distinción o diversidad de momentos en los que debe entenderse que se produce el desplazamiento patrimonial en favor del deudor, son los momentos en 91 Vid. DEL OLMO GARCÍA, Pago de tercero..., cit., pp. 64 y ss. y 125 y ss. 92 Parece razonable exigir que la oposición lo sea expresa, en el sentido de clara e indudable, tal y como determina, para el pago de tercero, el art. 1158.II CC. 93 QUAGLIARIELLO, L’espromissione, cit., p. 146. 70 MENU SALIR los que debe tenerse en cuenta la oposición del deudor. Así, en la asunción liberatoria, la oposición del deudor debe haberse producido en un momento anterior o simultáneo a la asunción de la deuda porque es entonces cuando nace el derecho de regreso en favor del asumente, siendo indiferente la actitud posterior de aquél. Si la oposición lo es en un momento posterior (aunque anterior o simultáneo al cumplimiento del asumente frente al acreedor) el régimen jurídico aplicable en las relaciones asumente-deudor será el propio de la asunción consentida o ignorada por el deudor. Por contra, en la asunción cumulativa sí es relevante la postura del deudor posterior a la asunción, pero anterior o simultánea al cumplimiento por parte del asumente, porque si en ese momento se cuenta con la oposición del deudor, entonces corresponderá al asumente una acción de enriquecimiento injustificado. Sólo desde estas premisas se entiende la afirmación de BASOZABAL ARRUE, en referencia a las reglas sobre el regreso en la asunción por expromisión, cuando dice: “Es más, por ser la asunción previa al pago, siempre que la conozca podrá oponerse [el deudor] para no restituir en medida superior a aquella en que se hubiera enriquecido (art. 1158 in fine)”94. Esta afirmación sólo puede ser válida para la asunción cumulativa, pero no para la liberatoria, puesto que en ésta el derecho de regreso ha nacido en el momento de la asunción de la deuda. Por último y respecto a la asunción liberatoria donandi causa, COSSIO Y CORRAL95 plantea que el art. 618 CC exige el consentimiento del donatario para que pueda producirse un desplazamiento patrimonial gratuito en favor de una persona, lo que aplicado a este negocio jurídico equivale a exigir el consentimiento del deudor antiguo porque a nadie se le puede obligar a recibir una donación. Por ello, entiende este autor que aquel precepto produce dos consecuencias: 1.ª) que nadie puede impedir que el deudor pague la deuda cuando sea exigible, y 2.ª) que el deudor-donatario puede reintegrar al asumente tras la prestación realizada por éste. De esta forma, dice, el deudor no recibiría una 94 BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., p. 115. 95 COSSÍO Y CORRAL, Instituciones de Derecho civil, tomo I (Parte general. Obligaciones y contratos), 2.ª edic., revisada y puesta al día por M. De Cossío y Martínez y J. León-Castro Alonso, Ed. Civitas, Madrid, 1991, p. 399. 71 MENU SALIR donación que no desea. Aunque ambas consecuencias puedan ser ciertas (la primera sería, en realidad, el pago de un tercero, probablemente sin el consentimiento del deudorasumente), se olvida el autor respecto a la segunda que de la misma forma que el donatario puede negarse a recibir una donación y puede reintegrar la prestación realizada al patrimonio del asumente, también éste puede negarse a recibir toda contraprestación alegando la existencia de una asunción de deuda autorizada por el art. 1205 CC y con ánimo de no reclamar nada a cambio. VI.- LOS ELEMENTOS DEL CONTRATO DE ASUNCIÓN DE DEUDA. 1.- El consentimiento en la asunción de deuda. La asunción de deuda es un contrato, y como tal, se perfecciona, en principio, por el concurso de la oferta y la aceptación (art. 1262 CC), salvo cuando pueda acudirse, como se verá más adelante, al esquema de la estipulación a favor de tercero. Cuando la oferta procede del acreedor se entiende que éste autoriza a un tercero para que asuma la deuda. Cuando procede del tercero, tiene que ser clara en orden a declarar una voluntad de hacerse cargo de una deuda96. En este sentido, afirma la STS de 8 de julio de 1999 (RJA 4989) que no basta el simple conocimiento por parte de una sociedad mercantil, adquirente de unos terrenos, de la existencia de obligaciones frente a terceros a cargo de la sociedad vendedora de los mismo, aun cuando con la compraventa se imposibilite, de hecho, el 96 Sobre los caracteres de la oferta contractual, en general, vid. MORENO QUESADA, B., La oferta de contrato, Colección Nereo, Barcelona, 1963, pp. 61-67 (también del mismo autor, “La oferta de contrato cuarenta años después”, en Estudios jurídicos en homenaje al profesor Aurelio Menéndez, tomo IV, Ed. Civitas, Madrid, 1996, pp. 4979 y ss.), que establece dos caracteres o requisitos fundamentales: “A) La intención en el que la hace de quedar obligado por la aceptación de la misma; B) Otro requisito para la existencia de verdadera oferta es que en ella se contengan los elementos esenciales del negocio que se trata de realizar, los «essentialia negotii»”. En el mismo sentido, MENÉNDEZ MATO, La oferta contractual, Ed. Aranzadi, Pamplona, 1998, p. 129: “La oferta constituye una propuesta de conclusión de un determinado contrato que una persona realiza a otra, con tal grado de definición que con la simple aceptación de esta última el contrato proyectado viene a la vida jurídica”; esto es, debe tratarse de una voluntad contractual real, definitiva, clara y completa; MARTÍNEZ GALLEGO, E. U., La formación del contrato a través de la oferta y la aceptación, Ed. Marcial Pons, Madrid, 2000, pp. 38-51, donde se establecen como requisitos de la oferta: “1.º Propósito del oferente de vincularse contractualmente con carácter definitivo; 2.º La oferta ha de ser completa.”; DÍEZ-PICAZO, “La formación del contrato”, ADC, 1995, pp. 5 y ss. y MORALES MORENO, en Comentario del Código civil, tomo 72 MENU SALIR cumplimiento de estas obligaciones. En tal caso, podrá imputarse a la sociedad compradora su mala fe y condenarse a pagar daños y perjuicios a los acreedores de la vendedora (que fue lo que decidió el Tribunal, siendo Ponente el Excmo. Sr. D. Antonio Gullón Ballesteros), pero no puede entenderse asumida la deuda. Muy parecida a la anterior y con idéntico pronunciamiento, es la reiteradamente citada y seguida97 STS de 25 de abril de 1975 (RJA 2095): un matrimonio había vendido a “Equipamientos Turísticos y Hoteleros de la Costa de Águilas” unas parcelas cuyo precio fue en parte pagado en dinero y en parte había de serlo mediante el cumplimiento por la compradora de determinadas obligaciones que pesaban sobre la vendedora frente a terceros. Posteriormente, ésta vendió las parcelas a la mercantil “Urbanizadora de Menorca, S.A.”, que conoció las obligaciones frente a terceros de su vendedora a través del Registro de la Propiedad, pero que no manifestó voluntad alguna en este sentido. El TS casó la sentencia absolviendo a la entidad mercantil, que había sido la demandada, al entender que ninguna obligación frente al matrimonio había asumido, cuyos acuerdos con “Equipamientos Turísticos” no afectaban al segundo comprador. En realidad, las anteriores sentencias no hacen sino recoger el sentir de otras más antiguas. La de 28 de marzo de 1913 (Jurisprudencia Civil, Revista General de Legislación y Jurisprudencia, tomo 126, n.º 127) es un buen ejemplo: un carpintero contrató la realización de algunos trabajos propios de su profesión con el propietario de un solar donde se pretendía construir un cinematógrafo y con el contratista al que se encargó su ejecución. Parece que los contratos que vinculaban al carpintero con el contratista y con el propietario eran distintos, sin embargo, aquél (el carpintero) alegaba que éste (el propietario) había asumido también como propias las obligaciones del contratista, lo que se rechazó tanto en primera como en segunda instancia al entender que no existía asunción de deuda, sino una autorización del propietario al contratista para que pagara al carpintero la deuda del mismo propietario. Por eso, ambos deudores fueron demandados y condenados únicamente por las respectivas deudas que contrajeron. Recurrió en casación el II, com. art. 1261, Ministerio de Justicia, Madrid, 1991, pp. 442 y ss. 97 Entre otras, por las SSTS de 11 de diciembre de 1979 (RJA 4359), 5 y 14 de noviembre de 1990 (RJA 8464 y 8710) y 23 de diciembre de 1992 (RJA 10687). 73 MENU SALIR contratista alegando la infracción del art. 1205 por entender que se había producido una sustitución de deudores mediante la cual él había quedado liberado de toda obligación frente al carpintero y el Tribunal, confirmando la sentencia de instancia, declaró: “Para la existencia de la novación subjetiva a que se refiere el núm. 2.º del art. 1203 del Código civil, es requisito indispensable, no sólo la mera sustitución de un deudor por otro, sino que ha de resultar manifiesta la intención de las partes de liberar al primitivo deudor reemplazándole por uno nuevo, que hace suya la obligación de que se trata”. La STS de 9 de abril de 1930 (RJA 851) es otro caso de inexistencia de voluntad de asumir una deuda ajena por parte de un tercero. Una sociedad era arrendataria de unos pisos y locales y cedió su actividad, parece que temporalmente, a sus acreedores para que éstos se cobraran de esta forma de los créditos de que eran titulares frente a aquélla. Durante ese tiempo se hicieron cargo del pago de los alquileres, lo que fue entendido tanto en primera como en segunda instancia como un caso de cambio de deudor por sustitución de los acreedores en el lugar de la antigua arrendataria. El TS, sin embargo y a nuestro juicio correctamente, casó la sentencia y entendió que no se había producido ninguna alteración subjetiva en la relación obligatoria, estableciendo en uno de sus Considerandos que: “Para la existencia de la novación por sustitución en la persona del deudor es requisito esencial el concurso de voluntades entre el nuevo deudor y el acreedor cuyo respectivo consentimiento, por parte del primero para reemplazar al deudor primitivo, y por el segundo, para aceptar el sustituto, tiene que constar patente y manifiestamente sin que pueda presumirse deduciéndolo de actos que no respondan claramente y determinantemente a la voluntad de las partes, con arreglo a las disposiciones que regulan esta forma de extinguir las obligaciones y a la reiterada jurisprudencia de esta Sala”. En la línea de las dos anteriores, las STS de 27 de mayo de 1931 (RJA 2055) atestigua otro caso de inexistencia de asunción de deuda por parte de los terceros. El demandado había comprado varias parcelas a los propietarios de un cortijo, pero parte del precio de la compraventa lo pagó el demandante, así como los intereses y amortizaciones del préstamo hipotecario que se constituyó con el mismo fin. Posteriormente se vendieron las parcelas a un tercero y el vendedor de 74 MENU SALIR éstas y demandado alegaba que por el hecho de la venta el comprador se entendía subrogado en las deudas frente al demandante. Consta que el demandado informó al demandante de la asunción de su deuda por parte del tercero y que éste intentó dirigirse contra el presunto asumente que negó la existencia de voluntad por su parte de hacerse cargo de ella, ante lo cual el acreedor accionó contra su deudor y demandado. Se entendió que no existió asunción de deuda por parte del tercero ni voluntad de liberación del deudor primitivo por parte del acreedor, citando literalmente alguna doctrina ya reiterada: “En el caso de sustitución de un deudor por otro, el consentimiento del acreedor no puede presumirse ni deducirse de suposiciones sujeta a posible equivocación, sino que ha de constar de un modo cierto e indudable prestado con el deliberado propósito de exonerar de sus obligaciones al primitivo deudor”. Cuando se formule una oferta, se requiere la aceptación de otro u otros sujetos, dependiendo del específico negocio jurídico o tipo de contrato a cuyo través un tercero haya asumido la deuda ajena y de los efectos que pretendan obtenerse con él. Para la asunción de deuda liberatoria el art. 1205 CC exige los consentimientos de dos sujetos: el asumente y el mismo acreedor. También si se formula una oferta, la asunción cumulativa requiere el consentimiento tanto del asumente como del acreedor, como mínimo. El consentimiento del deudor antiguo no es preciso ni para que un tercero asuma la deuda que está a su cargo ni para que ello conlleve su liberación o desvinculación de la misma; es más, la oposición del deudor es irrelevante y no impide, como sabemos, que se produzcan estos efectos. Sin embargo, es relativamente frecuente que el deudor antiguo también participe en el negocio de asunción de deuda, ya porque aquélla se produce por delegación, ya por convenio entre el deudor y el asumente ratificado posteriormente por el acreedor (el llamado propiamente contrato de asunción de deuda), ya por contrato trilateral con intervención simultánea de todas las partes. Esta participación del deudor antiguo, entre otras, plantea la cuestión de determinar las repercusiones que sobre el negocio de asunción de deuda en el que ha intervenido tiene la invalidez del consentimiento que prestó. La solución a nuestro parecer, que ya ha sido apuntada en otro lado, debe estar en la línea de los arts. 1420 y 1466 del Codice civile en el sentido de que la nulidad o anulabilidad 75 MENU SALIR del vínculo de una de las partes (del deudor antiguo, en este caso) no conlleva la nulidad del contrato, salvo que su participación deba, según las circunstancias, considerarse esencial98. La invalidez del consentimiento del asumente siempre hará ineficaz todo negocio de asunción de deuda, y la invalidez del consentimiento del acreedor podrá, según los casos, derivar en una asunción interna o de cumplimiento entre ambos deudores si cabe interpretar así los respectivos consentimientos. De la misma forma, el nacimiento de la obligación cumulativa a cargo del asumente no precisa del consentimiento del deudor antiguo, pero si éste no consiente, su posición jurídica no puede ser perjudicada en virtud de un contrato en el que no ha participado o que no ha consentido (art. 1257 CC y principio res inter alios acta), lo que también determinará concretos efectos de régimen jurídico. 1.1.- Asunción de deuda y asunción interna o de cumplimiento. La llamada asunción interna o de cumplimiento es un acuerdo o contrato en cuya virtud el tercero-asumente se obliga frente al deudor a cumplir la obligación que éste tiene con al acreedor, en la forma y con el alcance que se pacte. Se caracteriza por ser un acuerdo con efectos internos entre ambos y ante el cual el acreedor, en principio, es un tercero que no tiene derecho a pedir el cumplimiento al asumente. Esta asunción interna puede nacer de un acuerdo entre los dos sujetos indicados con la específica intención de que sus efectos no trasciendan al acreedor99. A veces se trata incluso de un acuerdo secreto entre ambos, ejemplo de lo cual es la STS de 8 de octubre de 1984 (RJA 4765), en la que expresamente se estipula el carácter reservado del acuerdo, por lo que al acreedor “no se le atribuye un derecho con facultad de exigir el cumplimiento al obligado, sino que se le designa únicamente como destinatario de la prestación o simple receptor”. En otros casos, –la mayoría–, que conducen a una asunción interna o de cumplimiento, ocurre que simplemente ni deudor ni asumente interesan o 98 Vid. la solución apuntada en pp. 32 a 34 99 En caso de duda parece preferible el criterio adoptado por el art. 1269.I del Codice: “Si el deudor para realizar el pago ha delegado a un tercero, este puede obligarse frente al acreedor, salvo que el deudor lo hubiera prohibido”. 76 MENU SALIR requieren el consentimiento del acreedor, que desconoce la existencia o el alcance del acuerdo entre aquéllos, ni éstos derivan ningún derecho a su favor. Sirvan como ejemplo de ello las SSTS de 26 de abril de 1993 (RJA 2946) y 30 de junio de 1996 (RJA 4908). Un supuesto muy frecuente de asunción de cumplimiento es el que nos presenta la STS de 7 de noviembre de 1986 (RJA 6217): compraventa de una finca rústica en la que el precio fijado debía satisfacerse pagando las deudas contraídas por la parte vendedora, que facilitaría para este fin al comprador la relación de acreedores. El Tribunal dio a este acuerdo el carácter de un asunción de cumplimiento si nos atenemos a la siguiente afirmación: “Que tal asunción de deudas, era fruto del compromiso estrictamente bilateral entre vendedores y comprador, en el que con su libérrima voluntad, dispusieron que en lugar de pagar el precio de la finca a los enajenantes, se hiciera con dicho precio pago de una serie de débitos”. Además, se dispuso expresamente una cláusula por la cual se debería devolver la diferencia en caso de que las deudas pagadas por los vendedores excedieran del precio de la compraventa, y parece que también en sentido inverso en caso de que las deudas fueren inferiores al precio. Cuando el acuerdo entre el deudor y el asumente está destinado a obtener una asunción liberatoria de deuda, lo que inexorablemente precisa del consentimiento del acreedor, debe decidirse si, a falta de tal consentimiento (tanto en el sentido de liberar al deudor como en el de aceptar una asunción cumulativa), el convenio sirve como asunción interna con eficacia obligatoria entre ambos, o si por el contrario, tal acuerdo queda ineficaz. A juicio de DÍEZ-PICAZO, ambas soluciones son posibles y todo se resolverá conforme a los criterios interpretativos generales100. El Derecho alemán, sin embargo, dispone de un específico criterio interpretativo en el § 415.III, del siguiente tenor: “En tanto que el acreedor no haya ratificado, la persona que asume la deuda está, en caso de duda, obligada frente al deudor a satisfacer al acreedor en el tiempo establecido. Lo mismo se aplica si el acreedor se niega a ratificar”. Probablemente a este resultado se llegará en la mayoría de las ocasiones en aplicación de nuestros arts. 1181 y ss. CC, sobre 100 DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., p. 845. 77 MENU SALIR todo del art. 1181.II, porque habrá de entenderse normalmente, salvo que otra cosa se diga con carácter expreso (condicionando la obligación del asumente a la liberación del antiguo deudor, por ejemplo), que en la voluntad del asumente de obligarse frente al acreedor con liberación del antiguo deudor se encuentra implícita la voluntad de obligarse frente a éste último para el caso en el que el acreedor no consienta el cambio, dando lugar a una asunción interna o de cumplimiento. Sin embargo, esta idea solamente es defendible para los casos en los que a la intervención del acreedor precede un acuerdo entre los dos deudores (por tanto, para la delegación y para el llamado contrato de asunción de deuda): cuando del acuerdo previo nace una oferta para el acreedor en orden a obtener su consentimiento a la sustitución de deudores y ello no se produce, en la duda, debe entenderse que el acuerdo previo subsiste con efectos inter-partes. No puede decirse lo mismo, por razones obvias, para la expromisión. 1.2.- Especial detenimiento en el consentimiento del acreedor. 1.2.1.- El consentimiento del acreedor en la asunción de deuda liberatoria y en la cumulativa. El consentimiento del acreedor es ineludible para provocar la sustitución de deudores (art. 1205 CC), lo que nadie discute, pero no está claro que lo mismo pueda predicarse para producir una acumulación, aunque sí lo esté en la STS de 22 de marzo de 1991 (RJA 2428) cuando (para la asunción cumulativa) dice que la obligación del asumente “tan sólo precisa para su vinculación de la aceptación expresa o tácita del acreedor, como incuestionablemente lo es el dirigirse en reclamación judicial de la deuda por el tercero asumida”. Con independencia de la eficacia que las declaraciones unilaterales de voluntad puedan tener en este campo101 y de aquellos casos en los que la oferta de 101 En algunos casos, a la misma conclusión (asunción cumulativa sin consentimiento del acreedor) puede llegarse desde la eficacia de las declaraciones unilaterales de voluntad como fuente de las obligaciones (en nuestro caso, entonces, la simple voluntad del asumente cumulativo en obligarse sería suficiente para nacer frente a él y a favor del acreedor un derecho para dirigirse, con independencia del silencio del acreedor). Sobre las mismas, vid. DÍEZ-PICAZO, “Las declaraciones unilaterales de voluntad como fuente de obligaciones y la jurisprudencia del Tribunal Supremo. (En torno a la sentencia de 3 de febrero de 1973)”, ADC, 1974, pp. 456-465; ALBALADEJO GARCÍA, “La jurisprudencia del Tribunal Supremo sobre la voluntad unilateral como fuente de obligaciones”, RDP, 1977, pp. 3-13; LALAGUNA DOMÍNGUEZ, E., “La voluntad unilateral como fuente de las obligaciones”, en Estudios de Derecho civil. Obligaciones y 78 MENU SALIR un tercero en orden a asumir cumulativamente una deuda y la aceptación del acreedor se producen de manera simultánea, debe determinarse si, en otro caso, la aceptación o el consentimiento del acreedor es presupuesto imprescindible para entenderse producida una asunción cumulativa de deuda e integrarse en el patrimonio de aquél el derecho de crédito contra el asumente, o si puede entenderse nacido y adquirido este derecho, y por tanto producida la asunción, sin necesidad de tal consentimiento o aceptación. La cuestión ha sido planteada y resuelta por la doctrina alemana explicando la forma cumulativa que se correspondería con el § 415 para la liberatoria (contrato entre los deudores), acudiendo al contrato a favor de tercero de los §§ 328 y ss. BGB, sobre todo a partir de la letra del 328.I: “Por contrato puede ser estipulada una prestación a un tercero con el efecto de que el tercero adquiera de forma inmediata el derecho de exigir la prestación”. Se ha dicho que la posición jurídica del acreedor no necesita aquí ser protegida, puesto que la asunción cumulativa es para éste un beneficio o una ventaja, que podrá rechazar conforme al § 333 BGB (“Si el tercero rechaza el derecho adquirido por el contrato frente al promitente, el derecho vale como no adquirido”) y porque no se dispone de su crédito102. En nuestro país, la cuestión también se ha suscitado respecto a la asunción contratos, Ed. Reus, Madrid, 1978, pp. 53-94; SALVADOR CODERCH, P., “Promesas y contratos unilaterales: sobre la necesidad de aceptación cuando media una justa causa”, RDP, 1978, pp. 661 y ss; MARTÍNEZ DE AGUIRRE, C., La promesa pública de recompensa, Barcelona, 1985, pp. 196 y ss. (en general) y 293 y ss. (para el Derecho español); ARJONA GUAJARDO-FAJARDO, J. L., Promesas unilaterales y donaciones, Ed. Marcial-Pons, 1998, pp. 112 y ss. y 127 y ss. Sobre esta cuestión, el art. 2.107 de los Principios del Derecho europeo de contratos, redactados por la llamada “Comisión Lando”, afirma, bajo la rúbrica “Promesas vinculantes sin aceptación”, que: “Una promesa realizada con la voluntad de quedar legalmente vinculado sin aceptación es vinculante”, respecto al que DÍEZ-PICAZO, L.- ROCA TRÍAS, E.- MORALES MORENO, A. M., Los Principios del Derecho Europeo de Contratos, Ed. Civitas, Madrid, 2002, p. 185, comentan que “enuncia una regla general de acuerdo con la cual las promesas unilaterales son fuentes de obligaciones y son, por consiguiente, vinculantes sin aceptación por el destinatario, con el único requisito de que contengan una voluntad negocial en virtud de la cual el promitente quiera quedar jurídicamente obligado”. 102 BROX, Algemeines Schuldrecht, cit., RdNr. 419, p. 250; LARENZ, Lehrbuch..., I, cit., WESTERMANN, en ERMAN, B.G.B. Handkommentar, 1, cit., Vor §§ 414 y ss., RdNr. 6; FIKENTSCHER, Schuldrecht, cit., RdNr. 614, p. 377; MÖSCHEL, en Münchener Kommentar..., 2, cit., Vor §§ 414 y ss., RdNr. 12; ZEISS, en SOERGEL, Bürgerlichen Gesetzbuch, 2, cit., Vor §§ 414 y ss., RdNr. 6. 79 MENU SALIR cumulativa, y como han hecho los autores alemanes, se ha acudido al contrato (“estipulación”, en la letra de nuestro art. 1257 CC) a favor de tercero103. Respecto a este contrato, la opinión que puede tenerse todavía por mayoritaria entiende, conforme a la máxima latina “invito beneficium non datur”, que no es posible que un sujeto adquiera o le sea atribuido un derecho, en virtud de un negocio jurídico, sin su consentimiento (y por tanto, conocimiento), aunque, una vez adquirido y según los casos, pueda tener la aceptación eficacia retroactiva al momento de la promesa. Hasta tanto se produzca la aceptación, la oferta o el derecho pueden revocarse, como regla. De esta opinión son PÉREZ GONZÁLEZ y ALGUER, BONET RAMÓN, ROCA SASTRE, ALBALADEJO GARCÍA, MARTÍN BERNAL y ADAME MARTÍNEZ, entre otros104. 103 Así lo ha hecho BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., pp. 121 y 131-132, recogiendo precisamente la opinión de la doctrina alemana en relación a este tema, defiende que no es preciso este consentimiento. La no necesidad de consentimiento por parte del acreedor se relaciona con la afirmación de que en la asunción cumulativa el acreedor no dispone de su crédito: “El acreedor no dispone de su crédito, pues conserva intacta la pretensión de cumplimiento para con el deudor primitivo; de ahí que para llevar a cabo un contrato de asunción de duda cumulativa no haga falta el consentimiento de aquél” (pp. 131-132). Sin embargo, parece quedar matizada en la nota al pié que acompaña al párrafo anterior (nota 137): “Lo que resulta evidente es que el acreedor podrá ignorar la asunción de deuda en la que no ha intervenido, e incluso rechazar el beneficio surgido en su favor del contrato celebrado por el deudor y el asumente”. De la opinión contraria es, sin embargo, PUIG FERRIOL (“Asunción..., cit., p. 341), que entiende que es necesario el consentimiento del acreedor para que se produzca una asunción de deuda cumulativa. De esta forma, afirma, la asunción de la deuda podría ser revocada por la parte deudora antes de haber manifestado su aceptación el acreedor, argumento que basa, con razón, en el art. 1257.II CC (“Si el contrato contuviere alguna estipulación a favor de un tercero, éste podrá exigir su cumplimiento, siempre que hubiese hecho saber su aceptación al obligado antes de que haya sido aquélla revocada”). 104 PÉREZ GONZÁLEZ y ALGUER, en ENNECCERUS, Derecho de obligaciones, I, cit., pp. 174-175; BONET RAMÓN, F., “Los contratos a favor de tercero”, AAMN, tomo XII, 1961, pp. 229 y ss; ROCA SASTRE- PUIG BRUTAU, “Estipulaciones a favor de tercero”, en Estudios de Derecho Privado, vol. 1.º, Ed. Revista de Derecho Privado, Madrid, 1948, pp. 210 y ss; ALBALADEJO GARCÍA, M., Derecho civil, II-1.º, Ed. Bosch, Barcelona, 1994, p. 431; ADAME MARTÍNEZ, Asunción..., cit., pp. 80-81, nota 43. También parece más cercana a éstas la opinión de MARTÍN BERNAL, J. M., La estipulación a favor de tercero, Ed. Montecorvo, Madrid, 1985, pp. 311-312 y 327 y ss., muy influido por la doctrina alemana y por VON TUHR, en cuanto considera al contrato a favor de tercero como integrante de dos actos de disposición: “1) La prestación del deudor al tercero es un acto de disposición indirecto que nace a favor del estipulante, a base de la relación jurídica existente entre ellos a que se ha hecho mención. (...) 2) Al propio tiempo, dicho contrato encierra un acto indirecto de disposición del estipulante para con el tercero, a quien otorga la prestación del deudor” (pp. 307-308), aunque también reconoce que nuestro art. 1257 CC “sigue la línea clásica latina, según la que por ser excepcional, tendrá que demostrarse en cada caso, revistiendo la aceptación del beneficiario una importancia decisiva, con valor verdaderamente constitutivo para la atribución de efectividad jurídica a su favor (p. 330; subrayado nuestro), con 80 MENU SALIR Sin embargo, en los últimos tiempos parece defenderse con más fuerza la tesis contraria, esto es, la adquisición automática y desde su nacimiento del derecho por el beneficiario, aun sin su consentimiento o aceptación, si bien éste puede rechazar el derecho y entenderse que nunca lo adquirió, pudiendo hasta entonces ser también revocado como regla. Asimismo, si el beneficiario rechaza el derecho a él derivado, se entenderá que nunca lo adquirió. Así lo defienden DÍEZPICAZO LACRUZ BERDEJO, PÉREZ CONESA y LÓPEZ RICHART, entre otros105. independencia de que pueda aceptarse que la aceptación “constituye un acto unilateral, y no contribuye a la formación del contrato ni tiene la función de perfeccionar la estipulación a favor del tercero (p. 333; más detenidamente, pp. 389 y ss.). En apoyo de esta posición podría traerse a colación la lejana, y única que puede citarse sobre este problema, STS de 10 de diciembre de 1956 (RJA 4126), que no hace sino recoger en este punto la opinión de su Ponente, Bonet Ramón. 105 DÍEZ-PICAZO, Sistema..., II, cit., p. 8; LACRUZ BERDEJO, J. L., en LACRUZ y OTROS, Elementos de Derecho civil, II-2.º (Derecho de obligaciones), 2.ª edic., Ed. Bosch, Barcelona, 1987, p. 330; PÉREZ CONESA, C., El contrato a favor de tercero, Ed. Comares, Granada, 1999, pp. 235 y ss; LÓPEZ RICHART, J., Los contratos a favor de tercero, Ed. Dykinson, Madrid, 2001, pp. 303 y ss. Es también la posición del art. 6.110 de los PECL: “(1) Un tercero puede reclamar el cumplimiento de una obligación contractual cuando su derecho a hacerlo haya sido expresamente acordado entre el estipulante y el promitente o cuando este pacto deba inferirse del propósito del contrato o de las circunstancias del caso. No es necesario que el tercero quede identificado en el momento de la conclusión del contrato. (2) Si el tercero renuncia al derecho al cumplimiento se considera que no lo adquirió nunca. (3) El estipulante puede privar al tercero del derecho al cumplimiento mediante notificación hecha al promitente, salvo que: a) el tercero haya recibido una notificación del estipulante en el sentido de que su derecho es irrevocable; o b) el promitente o el estipulante hayan recibido del tercero una notificación en virtud de la cual este último acepta su derecho”. DÍEZ-PICAZO- ROCA TRÍAS- MORALES MORENO, Los Principios..., cit., p. 291, consideran correcta la resolución de este problema, aunque ha recibido la crítica de ZIMMERMANN, R., Estudios de Derecho Privado Europeo, trad. de Antoni Vaquer Aloy, Ed. Civitas, Madrid, 2003, p. 148, en un punto: “En un aspecto los PECL abandonan la senda señalada por los §§ 328 y ss. BGB: el estipulante puede privar al tercero de su derecho de crédito mediante una declaración dirigida al promitente, salvo si ha comunicado al tercero que la concesión del derecho es irrevocable, o si el tercero ha hecho llegar al promitente o al estipulante la aceptación del derecho atribuido. Con ello emerge de nuevo la por lo demás superada construcción consensual, con lo que los PECL resultan evidentemente influidos por el derecho francés (art. 1121.2 Code civil). (...) Que esta regulación es poco satisfactoria lo demuestra que el Codice civile (que sigue en esta cuestión al Código civil francés) articula una excepción para el relevante supuesto del seguro de vida”. 81 MENU SALIR Sin entrar a discutir algunas de las razones que se han esgrimido, normalmente válidas para defender una postura y la contraria (la literalidad del art. 1257 CC y el dogma de la autonomía de la voluntad combinado con la máxima invito beneficium non datur), nos centraremos exclusivamente en razones de interés práctico para defender nuestra adhesión a la última de las posiciones expuestas, esto es, la favorable al nacimiento y la adquisición del derecho por el tercero desde su estipulación, salvo que otra cosa se derive de ésta (como prevé el § 328.II BGB). En particular, tal posición permite: la aplicación del art. 6.2 CC cuando la renuncia del acreedor perjudique a terceros (generalmente, sus acreedores), lo que no podría lograrse en otro caso, dada la inexistencia en este campo de un precepto similar al art. 1001 CC; el ejercicio de la acción subrogatoria por los acreedores para poder satisfacer sus créditos con el derecho adquirido (art. 1111 CC) frente al promitente, así como el ejercicio de las posibles acciones contractuales de él derivadas; en general, se evitan los inconvenientes de la no constancia de aceptación en algunos casos, como los seguros de vida. No obstante, deberá tenerse en cuenta que no podrá acudirse al contrato a favor de tercero cuando la voluntad manifestada por las partes haya sido la de hacer una oferta al acreedor, que ha de convertirse en contrato si éste la acepta. Es decir y como establece el § 328.II: “A falta de una determinación especial ha de deducirse de las circunstancias, especialmente de la finalidad del contrato, si el tercero debe adquirir el derecho, si el derecho del tercero debe nacer inmediatamente o sólo bajo ciertos presupuestos y si debe estar reservada a los que concluyen el contrato la facultad de suprimir o modificar el derecho del tercero sin asentimiento de éste”. De la misma manera, deberá procederse con la máxima cautela en este campo cuando al derecho derivado hacia el acreedor acompañe algún tipo de carga o gravamen, de manera que siempre pueda el beneficiario (nuestro acreedor) decidir si tal derecho integrará definitivamente su patrimonio o no y tal decisión no la impida el ejercicio de la acción subrogatoria por parte de sus propios acreedores, sin perjuicio del ejercicio de los recursos que la ley pone a disposición de éstos (así, los límites de la renuncia de derechos). 82 MENU SALIR 1.2.2.- Requisitos del consentimiento del acreedor: tiempo y modo. Los requisitos que han de ser exigibles al consentimiento del acreedor, ante la ausencia de un precepto legal que los determine, ha sido una cuestión que ha tenido que decidir la jurisprudencia. De hecho, la mayor parte de los pronunciamientos del TS acerca de la novación subjetiva de las obligaciones o de la asunción de deuda se refieren a los requisitos o alcance que debe darse al consentimiento del acreedor, aunque el gran número de resoluciones en las que el TS se pronuncia sobre este tema no puede decirse que haya tenido como resultado una doctrina demasiado clara y coherente. Es frecuente todavía encontrarnos con declaraciones en contra del consentimiento tácito del acreedor, como la de la STS de 16 de marzo de 1995 (RJ 2659) para la asunción cumulativa: “De esta manera no se da la coexistencia de dos créditos frente a dos deudores, al prevalecer el último como obligado pasivo, necesitando para la plena eficacia el consentimiento del acreedor, que no cabe sea de forma tácita o presuntiva, sino expresa y decidida”, o la de 23 de diciembre de 1992 (RJ 10687), siguiendo a la reiteradamente citada de 25 de abril de 1975 (RJ 2095), para la liberatoria. A nuestro entender la mejor doctrina del TS acerca del consentimiento del acreedor, sobre todo respecto al tiempo y forma de manifestarse, se encuentra en las resoluciones del primer tercio del siglo XX, frecuentemente citadas, pero mal entendidas por las posteriores e incluso por las más recientes. Son varias las sentencias especialmente relevantes. Una es la de 16 de junio de 1908106 (Jurisprudencia Civil, Revista General de Legislación y Jurisprudencia, tomo 111, n.º 92), de las más citadas con posterioridad, que entendió de un caso en el que una sociedad se fusionó con otra y se reclamaba a esta última la prima anual de la póliza del seguro que la primera había concertado con “La Unión y el Fénix”. El TS entendió que se había producido una sustitución de deudores consentida por la aseguradora, acreedora, estableciendo que el art. 1205 CC “no significa ni requiere que el consentimiento del acreedor en el cambio del deudor se haya de prestar 106 Frecuentemente se cita en primer lugar la STS de 8 de enero de 1907 (Jurisprudencia Civil, Revista General de Legislación y Jurisprudencia, tomo 106, n.º 10) y la supuesta doctrina que sienta sobre la sustitución de deudores. Se trata, sin embargo, de un caso en el que el Tribunal declaró que no existía voluntad de asumir la deuda por parte de los demandados, supuestos asumentes. Siendo así, poco puede servir de referencia en relación al consentimiento del acreedor. 83 MENU SALIR precisamente en el acto mismo en que los deudores acuerden la sustitución, porque siendo su notorio objeto el mantenimiento íntegro del derecho del acreedor, basta con que éste manifieste dicho consentimiento en cualquiera forma y momento, mientras el acuerdo de los deudores permanezca subsistente”. La de 22 de junio de 1911 (Jurisprudencia Civil, Revista General de Legislación y Jurisprudencia, tomo 121, n.º 117) completa a la anterior en un caso en el que el propietario de una mina celebró un contrato de obra para su explotación y después aportó este contrato a una sociedad y pretendía, frente al contratista, que esta sociedad había asumido las obligaciones derivadas del mismo (era un contrato con obligaciones recíprocas) y había por ello él quedado liberado. El TS entiende que no existe consentimiento al cambio de deudor porque éste “ha de constar de modo cierto y positivo, y que se prestará con el deliberado propósito de exonerar de sus obligaciones al deudor primitivo, para hacerlas recaer en toda su extensión sobre el deudor nuevo”. Esta doctrina se reitera en la Sentencia de 29 de diciembre de 1919 (Jurisprudencia Civil, Revista General de Legislación y Jurisprudencia, tomo 148, n.º 78), donde se vuelve a incidir en que la liberación de los deudores precisa, por parte del acreedor, de un “deliberado propósito de exonerar de sus obligaciones al primitivo deudor para hacerlas recaer en el nuevo, sin que la realidad del consentimiento con ese propósito prestado, pueda deducirse, sino de hechos que claramente lo revelen”. En el caso, no se probó ese concreto propósito del acreedor, entre otras cosas porque reclamó judicialmente tanto a los deudores como a los supuestos asumentes, y el TS confirmó la condena de la AP. Idéntico al anterior es el resuelto por la STS de 27 de diciembre de 1932 (RJA 1386), con cita literal de la misma doctrina sobre exigencia de consentimiento liberatorio de modo cierto y positivo y sin que quepa ser presumido. Este mismo criterio restrictivo respecto al consentimiento liberatorio del acreedor se observa también en la STS de 8 de junio de 1929 (Jurisprudencia Civil, Revista General de Legislación y Jurisprudencia, tomo 189, n.º 116), que presenta una cuestión adicional de especial interés. Se supeditó la sustitución de deudores a la constitución de determinadas garantías hipotecarias que nunca se llevaron a efecto, lo que sirvió de fundamento para que el Tribunal declarara en 84 MENU SALIR relación a la sustitución de deudores que es necesario “que conste de manera clara y evidente la voluntad concertada de otorgarla y de renunciar a los derechos preexistentes adquiridos que se quieran sustituir, expresado de modo que no sea necesario acudir a presunciones poco admisibles en la materia, de tal manera que aun cuando en principio se acepte la oferta de la modificación, si no es absoluta, sino que se relaciona o subordina a ciertos requisitos que el acreedor exija –que es el caso del pleito, según la tesis del Tribunal a quo– mientras éstos no se cumplan no hay novación contractual perfecta, ni se desatan los vínculos de la primera convención que continúa subsistente hasta que el acreedor clara y expresamente libere a su deudor de la obligación contraída y acepte sin restricciones la sustitutoria ofrecida”. El interés del caso procede, de una parte, de que para entender concurrido el consentimiento del acreedor al cambio de deudor no cabe acudir a presunciones, y de otra, que no puede ser entendido consentido el cambio de deudor cuando el acreedor exige para ello alguna condición y esta no se cumple. De la cita de las sentencias anteriores cabe extraer, a nuestro juicio, las siguientes conclusiones sobre los requisitos exigibles al consentimiento del acreedor107: 1.ª) Deben diferenciarse nítidamente dos cosas: el consentimiento del acreedor para aceptar como deudor a un tercero-asumente, haciendo irrevocable, en su caso, la estipulación a su favor, y el consentimiento del acreedor para liberar a su antiguo deudor. Estas dos cuestiones algunas veces van unidas y a la asunción de la deuda acompaña la liberación del anterior deudor, pero esto no es imprescindible. Para que el acreedor pueda aceptar una asunción de deuda por parte de un tercero es exigible que se le haga llegar una oferta en ese sentido. Es evidente, por contra, que el acreedor no precisa recibir ninguna oferta de nadie para liberar a su antiguo deudor (condonación o remisión de la deuda). Sin embargo, a veces al acreedor se le presenta una oferta del tercero para asumir la deuda a la que va 107 Entre las más recientes que citan o siguen, en lo básico, esta doctrina: SSTS de 8 de octubre de 1984 (RJA 4765), 22 de marzo de 1991 (RJA 2428), 6 de junio de 1991 (RJA 4421), 25 de noviembre de 1996 (RJA 8283), 30 de julio de 2001 (RJA 6631) y 21 de marzo de 2002 (RJA 2527). 85 MENU SALIR unida la intención de que se produzca también la liberación del deudor antiguo. Cuando esto ocurre, la jurisprudencia tiene establecido, como norma, que la aceptación por parte del acreedor de la oferta del asumente para hacerse cargo de la deuda no produce, por sí sola, la liberación del deudor antiguo. La aceptación de la asunción de la deuda puede hacerse de cualquiera de las formas en que se acepta una oferta contractual, siendo muy frecuente entender que la reclamación de pago del acreedor equivale a su aceptación (últimamente, es muy clara al respecto la STS de 30 de julio de 2001; RJA 6631108), e incluso nada impide otorgar el mismo valor al silencio cuando, según las circunstancias, deba ser entendido como declaración de voluntad apta para el mismo fin. Frente a ello, el TS tiene establecido que el consentimiento liberatorio del acreedor requiere unas garantías adicionales en orden a disipar cualquier mínima duda sobre la certeza de su existencia. Es exigible una específica voluntad del acreedor en este sentido; la jurisprudencia habla de consentimiento prestado “con el deliberado propósito de liberar de sus obligaciones al antiguo deudor”. No vale, por tanto y como norma general, la aceptación por el acreedor para que un tercero asuma la deuda como consentimiento para la liberación del deudor primitivo. Este consentimiento tampoco puede presumirse y en caso de duda se entenderá que no tiene este alcance. Es necesario también que se otorgue en forma positiva, por lo que el silencio no podrá, en este caso, ser entendido como consentimiento liberatorio, aunque se admite la forma tácita con idéntica eficacia que la expresa, siempre que su existencia y significado sean indudables109. 108 Literalmente establece: “Hay, así, una evidente e incuestionable asunción de deuda, a la que si bien la acreedora no ha prestado su consentimiento desde el principio, coincidiendo con el otorgamiento del documento privado de 3 de marzo de 1994 evidentemente lo ha hecho en momento posterior y concretamente al formular la demanda de que le presente recuro trae causa”. 109 RESCIGNO, voz “Delegazione (dir. civ.)”, XI, cit., p. 975, bajo el epígrafe titulado “Comportamenti «tipici» dai quali risulta la volontà di liberare il debitore originario”, cita algunos casos de los que a su juicio cabe extraer una voluntad del acreedor de aceptar al delegado como nuevo deudor y de liberar a quien hasta entonces lo había sido (delegante). Así, la aceptación del pago de una parte de la deuda o de los intereses (se supone, pago por parte del asumente o delegado), la reclamación de pago al delegado, el aplazamiento del pago de la deuda acordado con el delegado, la constitución en mora del delegado, la interposición de una demanda judicial, la entrega al deudor del título originario del crédito, etc. 86 MENU SALIR 2.ª) El consentimiento del acreedor, en uno u otro de los sentidos anteriormente indicados, puede ser prestado en cualquier momento. Es indudable que ello estará íntimamente relacionado con el específico negocio jurídico a cuyo través se haya asumido la deuda, cumulativa o liberatoriamente. Como ha dicho DÍEZ-PICAZO110, el consentimiento liberatorio puede ser simultáneo temporalmente al convenio de los deudores, anterior o puede ser posterior. Si es simultáneo se integrará, junto a los consentimientos de aquellos, en un negocio jurídico plurilateral. Si es anterior o posterior estaremos ante un negocio jurídico unilateral, autorizativo si es anterior111 y de ratificación o confirmación si es posterior112. Esta jurisprudencia, así enunciada, ha constituido también, en general, la opinión de la doctrina de nuestro país en cuanto a los requisitos exigibles al consentimiento del acreedor, sobre todo cuando tiene un efecto liberatorio. Creemos que la intención de la jurisprudencia no ha sido la de establecer requisito adicional alguno extraíble del “deliberado propósito del acreedor de liberar de sus Sin embargo, este autor ha partido, como él mismo dice expresamente, de una premisa: que el delegado o el delegante hayan puesto como condición para la asunción de la deuda frente al acreedor la liberación del antiguo deudor. Si se estableció esa condición, los supuestos enumerados son casos de aceptación tácita del nuevo deudor y consiguiente liberación del anterior. Por eso entendemos que si no se hubiere establecido expresamente como condición la liberación, los anteriores ejemplos lo serían solamente de aceptación tácita de la asunción de la deuda, pero no de liberación del deudor antiguo, dándose lugar, como regla, a una asunción cumulativa. Respecto a la admisión del consentimiento liberatorio en forma tácita, debe tenerse en cuenta la regla establecida en el párrafo tercero de la ley 512 de la Compilación Navarra: “La aceptación por el acreedor de la sustitución de deudor podrá presentarse expresamente o por actos que impliquen inequívocamente la liberación del primer acreedor”. 110 DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., p. 858. 111 Como ejemplo de consentimiento previo del acreedor al cambio de deudor parece que son frecuentes en la práctica los casos como el que dio lugar a la STS de 30 de enero de 1999 (RJA 10), en el que la Caja de Madrid autorizaba la subrogación de un tercero en la parte deudora de una relación obligatoria derivada de un contrato de préstamo hipotecario siempre que se justificara y se presentara el título de propiedad debidamente registrado en el Registro de la Propiedad o testimonio notarial del mismo o certificación registral de la venta. 112 Cuando el consentimiento del acreedor adopta la forma de ratificación, parece lo más razonable entender, si la asunción era liberatoria, que la liberación del deudor y la obligación a cargo del asumente no puede producirse antes de la ratificación, pero producida ésta, sus efectos deben retrotraerse al momento de la celebración del convenio entre los deudores, salvo que otra cosa diga el acreedor: vid. ENNECCERUS, Derecho de obligaciones, I, cit., p. 406; GARCÍA VALDECASAS, G., “La sucesión en las deudas a título singular”, en Estudios de Derecho civil en Homenaje del profesor Castán Tobeñas, vol. II, Ed. Universidad de Navarra, Pamplona, 1969, pp. 224 y 225, plantea la cuestión, aunque no se pronuncia. 87 MENU SALIR obligaciones al deudor”. Si bien se mira, siempre que el TS ha dicho esto ha tenido una finalidad concreta: dejar establecido que la reclamación de la deuda dirigida solamente contra el asumente, como regla, no vale como consentimiento liberatorio del deudor antiguo, sino como manifestación de voluntad del acreedor de aceptar al asumente como deudor, pero nada más. Por otro lado, la supuesta exigencia de que el consentimiento liberatorio conste positivamente se debe más a la propia naturaleza del silencio: difícilmente el silencio del acreedor puede ser entendido razonablemente como consentimiento liberatorio si no va acompañado de alguna otra actuación de la que pueda extraerse una concreta voluntad, salvo que una norma positiva establezca o presuma una determinada consecuencia jurídica a una concreta actuación acompañada del silencio, como ocurre respecto a la condonación en los arts. 1188, 1189 y 1191 CC. Podemos, por ello, concluir que la solución para el Derecho común debe ser coincidente con la que, de modo expreso, determina la ley 512.III de la Compilación navarra: “La aceptación por el acreedor de la sustitución de deudor podrá presentarse expresamente o por actos que impliquen inequívocamente la liberación del primer deudor”. 1.2.3.- Consentimiento liberatorio y consentimiento cumulativo. La máxima: “La novación no se presume” y la inaplicación del art. 1204 CC a estos efectos. La doctrina se ha planteado el problema de saber, en caso de duda, si al consentimiento del acreedor debe darse un alcance liberatorio o si es preferible entender producida una acumulación de deudores, y no puede decirse que las opiniones manifestadas sigan una sola dirección. Más fácil de resolver sería esta cuestión si contáramos con una regulación semejante a la existente en otros países donde sí se ha introducido alguna norma al respecto. Así, en Italia los arts. 1268 (delegazione), 1272 (espromissione) y 1273 (acollo) del Codice dan cumplida respuesta al problema, estableciendo como regla la no liberación del deudor antiguo, “salvo che il creditore dichiari espressamente di liberarlo”113. En Francia 113 Este artículo 1273 del Codice literalmente dice: “La adhesión del acreedor conllevará la liberación del deudor originario sólo si éste lo estableciera como condición expresa de la estipulación o si el acreedor consintiera en liberarle expresamente” y le ha sido criticado que utilice la palabra “condición” en un sentido no técnico: vid. LAZZARA, C., “Accollo e liberazione del debitore originario”, Rivista di diritto e procedura civile, 1957, pp. 1296 y ss. 88 MENU SALIR se sigue una regla semejante, aunque referida sólo al caso de delegación, en el art. 1275 del Code. Pero como nuestro Código civil no se pronuncia al respecto, la doctrina se ha lanzado a la averiguación de cuál debe ser la regla general imperante en aquellos casos en los que las partes se han limitado a dejar claro que el tercero-asumente queda obligado al cumplimiento de la obligación pero no se ha dicho nada expresamente sobre la situación del deudor primero (si queda liberado o no). Por un lado, MANRESA Y NAVARRO y STORCH DE GRACIA aseguran que la regla general en estos supuestos debe ser la liberación del deudor primitivo. El primer autor se funda en que si no se estimase así no habría más remedio que decir que el deudor y el asumente quedarían obligados solidariamente, lo que no puede hacerse sin convenio expreso (en una clara alusión a los arts. 1137 y 1138 CC). Para el segundo, la razón está en las reglas de la confianza y la buena fe, sin precisar en qué sentido, y en la literalidad de los arts. 1203-2º y 1205 (“sustituyendo” y “sustituirse”), que estima sinónimos de “suceder”, por lo que la regla debe ser el consentimiento liberatorio del acreedor114. En contra de esta postura se muestran PÉREZ GONZALEZ y ALGUER, que más que establecer una regla general, lo que defienden es un sistema de presunciones sucesivas por orden de probabilidad. Para ellos, puesto que la novación no se presume (sino que el consentimiento tiene que constar de modo cierto y positivo y prestarse con el deliberado propósito de exonerar de su No obstante, RESCIGNO, Studi sull’accollo, Ed. Giuffrè, Milano, 1958, pp. 123-125 admite la liberación del antiguo deudor derivada de determinados comportamientos concluyentes en este sentido: la aceptación del pago de una parte de la deuda o de los intereses, pago realizado por el accollante; el consentimiento al cumplimiento, por parte de un tercero, de un acto que incumbía al deudor; la prórroga acordada con él; el requerimiento de pago; la constitución en mora, la interposición de una demanda judicial o instar la quiebra del accollante; la restitución al deudor del título original del crédito; la notificación al accollante de la cesión del crédito pendiente contra el deudor originario o la indicación al cesionario del nuevo deudor en el acto de la cesión; si la deuda tiene por objeto una cosa genérica, la especificación hecha de mutuo acuerdo (art. 1378) entre acreedor y accollante. Le sigue TOMASSETTI, L’assunzione..., cit., pp. 134-135. 114 MANRESA Y NAVARRO, J. M., Comentarios al Código Civil español, tomo VIII, 2.ª edic., Madrid, 1907, pp. 426 y 427; STORCH DE GRACIA Y ASENSIO, “Construcción jurídica de la asunción de deuda en el Derecho español”, La Ley, 1987-4, pp. 1111 y 1112, entre otras. Es evidente que para estos autores asunción cumulativa de deuda equivale a una relación de solidaridad entre los dos deudores, lo que en nuestra opinión no es exacto de forma absoluta, sino que presenta múltiples y muy importantes excepciones. 89 MENU SALIR obligación al deudor primitivo, conforme a la cita que hacen de la STS de 22 de junio de 1911) ni la solidaridad tampoco, no hay motivo para presumir entonces la liberación del deudor primitivo. En consecuencia, concluyen, el orden de mayor a menor probabilidad en este género de operaciones será: asunción cumulativa, asunción simple liberatoria, novación115. Ninguno de estos argumentos nos parece convincente. Los que esgrimían los dos autores citados primeramente porque, de un lado, se parte del prejuicio de creer que donde hay acumulación hay solidaridad, cosa que es muy discutible, y porque no parece muy aconsejable buscar el sentido que debe darse al consentimiento del acreedor en atención estrictamente a las consecuencias, los efectos o el vínculo jurídico, solidario o no, que ello genere, que parece que deberá ser un cuestión posterior; de otro lado, porque no se puede fundar la interpretación del consentimiento del acreedor en las palabras literales de unos artículos (1203-2.º y 1205 CC) que no están pensando en la asunción cumulativa sino solamente en aquellos supuestos en los que se produce liberación del deudor anterior. Si se dice “sustituyendo” y “sustituirse” es justamente porque sólo están pensando en las formas liberatorias. En cuanto a las razones de PEREZ GONZALEZ y ALGUER, la principal objeción que debe hacerse es que no se trata de lo que sea más o menos probable, sino de lo que es realmente. Desde estos planteamientos no habría ni siquiera base para establecer un sistema de presunciones, pues serían algo así como “presunciones probables”. En cualquier caso rechazamos, con ADAME MARTINEZ116, todo intento de establecer un sistema de presunciones sucesivas. Es muy frecuente, sobre todo en la jurisprudencia, traer a colación en este tema el art. 1204 CC, como concreción de la conocida máxima procedente del Derecho romano: “La novación no se presume”. El tenor literal de la norma es el siguiente: “Para que una obligación quede extinguida por otra que la sustituya, es preciso que así se declare terminantemente, o que la antigua y la nueva sean de todo punto incompatibles”. A primera vista bien podía pensarse que este precepto 115 PÉREZ GONZÁLEZ y ALGUER, en ENNECCERUS, Derecho de obligaciones, I, cit., pp. 423 y 424. 90 MENU SALIR sirve para fundamentar la regla general favorable a la asunción de deuda cumulativa frente a la liberatoria, si interpretamos que la asunción liberatoria es un supuesto de extinción de una obligación (la que está a cargo del deudor primitivo) y de nacimiento de otra nueva en su lugar (la que recae sobre el asumente). Sin embargo, esta interpretación no parece demasiado compatible con la letra del precepto y la lógica existente en el mismo, y está aún más alejada de sus antecedentes históricos. SANCHO REBULLIDA resume estos antecedentes históricos de la siguiente forma: “El Derecho romano postclásico había admitido la novación tácita deducible a través de reglas formuladas como presunciones; la situación de ambigüedad e inseguridad a que este sistema conducía fue determinante de que JUSTINIANO impusiese como requisito la expresión del animus novandi; pero después, como quiera que la novación objetiva tácita respondía a necesidades vivas de la práctica medieval, el Derecho común introdujo algunas presunciones entre las que destaca la de la incompatibilidad. A la hora de la codificación el legislador encontró así dos sistemas entre los que elegir: el justinianeo y el del Derecho intermedio. El legislador francés (para el que nunca supuso nada la “novación modificativa”) optó por el primero y en el artículo 1.273 impuso el requisito de la expresión del animus; el legislador español reprodujo el precepto, pero le añadió una sola presunción, la más caracterizada en la doctrina y práctica del Derecho intermedio, la regla de la incompatibilidad”117. No tiene duda este autor sobre la aplicación del art. 1204 exclusivamente a 116 ADAME MARTÍNEZ, Asunción..., cit., pp. 276 y ss. 117 SANCHO REBULLIDA, en Comentarios al Código Civil y Compilaciones Forales, XVI-1.º, com. arts. 1203 y 1204, Edersa, Madrid, 1980, p. 665, y de forma más detenida acerca de los antecedentes históricos del art. 1204, pp. 670 y ss. En el Derecho francés es muy esclarecedora la exposición de DEMOLOMBE, C., Cours de Code Napoléon, XXVIII, n. 234, pp. 159 y ss., y en el mismo sentido, TOULLIER, Le Droit civil..., VII, cit., nn. 277 y ss., pp. 335 y ss. Vid. también GARCÍA GOYENA, Concordancias..., cit., pp. 604 y 605, sobre las concordancias del art. 1134 del Proyecto de 1851 (actual 1203 y 1204, puesto que anteriormente no existía un precepto equivalente al actual 1204 CC). Sin embargo, creemos que el actual art. 1204 (como su antecesor, el art. 1221 del Anteproyecto de 1882-1888) procede concretamente del final del primer párrafo del art. 1134 del Proyecto de 1851 (“Hay novación...o haciendo cualquier otra alteración sustancial que demuestre claramente la intención de novar”), como atestigua el propio GARCÍA GOYENA (Concordancias..., cit., p. 605: “Por de contado, la intención de novar será clara, cuando la nueva obligación sea incompatible con la primera”), y es evidente que este primer párrafo in fine se refería a la novación objetiva. 91 MENU SALIR la novación objetiva de la obligación, es decir, cuando los sujetos de la obligación, acreedor y deudor (novación inter easdem personas), la modifican de alguna forma, añadiéndole algún elemento nuevo o discrepante, eliminando parte de la obligación anterior o de cualquier otra manera. Lo importante es que se produzca algún elemento de discrepancia, algo nuevo, respecto a la obligación anterior porque de lo contrario sería un reconocimiento de deuda. Ese elemento nuevo era un requisito de la novación del Derecho romano clásico que se conocía con el nombre de aliquid novi. Cuando se introduce este aliquid novi se trata de determinar si la prestación que tiene que cumplir el deudor es la originaria, pero modificada, si tiene que cumplir ambas prestaciones acumuladas o de forma conjunta, o si la nueva prestación sustituye a la anterior. SANCHO REBULLIDA ve perfectamente que este es el problema que trata de resolver el art. 1204, y no otro referido a la novación subjetiva o a la tensión novación modificativanovación extintiva: “Si un deudor adquiere una obligación con su ya acreedor, se trata de determinar si queda obligado a las dos prestaciones o sólo a la segunda”118. A este problema responde el 1204 estableciendo que, como regla, se produce la acumulación de prestaciones, salvo que las partes declaren terminantemente que la segunda obligación sustituye a la anterior (animus novandi) o que ambas sean incompatibles. Es además la única solución lógica: no es razonable referir el art. 1204 a la novación subjetiva o asunción de deuda, que haría de imposible aplicación la regla de la incompatibilidad ya que la sustitución de deudores no provoca nunca incompatibilidad de obligaciones (la obligación, como prestación, no varía, sino solamente la parte deudora); de hecho, la obligación a cargo del asumente siempre puede acumularse, solidariamente o no, a la existente a cargo del primer deudor. Solamente puede aplicarse la regla de la incompatibilidad a la novación objetiva, que es a la única a la que debe entenderse que se refiere todo el precepto119. 118 SANCHO REBULLIDA, Comentarios..., XVI-1.º, com. arts. 1203 y 1204, cit., pp. 665 y 666 y ADAME MARTÍNEZ, Asunción..., cit., p. 17. Sobre la misma cuestión, DEMOLOMBE, Cours..., XXVIII, nn. 285 y ss., pp. 195 y ss., que refiere siempre la regla de la incompatibilidad a la novación objetiva (centrando la cuestión en el cambio de la causa, como luego hará SANCHO REBULLIDA), y TOULLIER, Le Droit civil..., VII, cit., nn. 279-282, pp. 337-344. 119 Distinta es la opinión que defienden, entre otros, MUCIUS SCAEVOLA, Q. (Apalategui, P.), Código civil comentado y concordado extensamente con arreglo a la edición oficial, tomo 92 MENU SALIR Sin embargo y aunque por otra vía distinta al art. 1204, también es aplicable a la novación subjetiva pasiva (asunción de deuda) la máxima, “la novación no se presume”, pero entendida en el sentido de que no puede presumirse la existencia de un hecho obstativo al derecho de crédito que impide al acreedor el ejercicio de acciones contra el deudor antiguo, salvo que conste certeramente ser ésta su voluntad. La sustitución de deudores imposibilita al acreedor para dirigirse contra quien era su antiguo deudor; para él se ha extinguido su derecho de crédito frente a éste, sin duda por novación como indica el art. 1156 CC, y ese hecho obstativo a su crédito no puede presumirse. Bien vistas las cosas y en un primer momento, la cuestión es muy cercana a la condonación. Ésta depende exclusivamente de la voluntad del acreedor, a veces presunta ex arts. 1188, 1189 y 1191 CC, pero presenta una diferencia muy clara respecto a la novación por cambio de la persona del deudor: la condonación hace desaparecer el derecho del acreedor contra el deudor de una forma definitiva, en la novación, además de eso, el acreedor tiene otro sujeto frente al que ha aceptado dirigirse, el asumente. Entonces, si la condonación no se presume porque no puede presumirse que el acreedor quiera liberar a su deudor (en esto parece haber acuerdo en la doctrina), no hay ninguna razón para presumir la novación liberatoria, donde el deudor también queda XIX, Madrid, 1902, p. 1031, y COSSÍO Y CORRAL, “La transmisión pasiva de las obligaciones a título singular”, en AAMN, I, 1945, p. 205, pero sobre todo, GARCÍA AMIGO, “Transmisión de las relaciones obligatorias nacidas de un contrato”, RDP, 1963, pp. 39 y ss. El primer autor considera que el precedente legal del art. 1204 hay que buscarlo en la Partida 5ª, tít. XIV, ley 15, que establece que, salvo que el deudor diga claramente que el primer obligado queda liberado, se producirá una suerte de acumulación de deudores. Sin embargo, cuando el autor analiza este artículo se refiere continuamente a la modificación del objeto o de las condiciones principales de la obligación, pero no a la sustitución de los sujetos de la misma. COSSÍO Y CORRAL se limita a decir escuetamente que “dado el texto del artículo 1204 de nuestro Código, creo que, en caso de duda, debe presumirse que la delegación es acumulativa y no liberatoria”. Por su parte, GARCÍA AMIGO, desde planteamientos bien distintos, es el que más detenidamente ha estudiado la aplicación del art. 1204 a la modificación de la obligación por cambio del deudor. Ha señalado que este artículo es una concreción del 1255 y que por ello, cuando los contratantes modifican subjetivamente la obligación, el primer criterio para determinar si se extingue o no debe ser lo libremente estipulado por ellos, y en su defecto, habrá que acudir a la regla subsidiaria de la incompatibilidad; incompatibilidad que, según él, siempre concurre en los casos de cambio de deudor (en esta línea, recientemente, ÁLVAREZ CAPEROCHIPI, Curso de Derecho..., cit., p. 135). La principal objeción a esta opinión, además de ir referido este precepto a la novación objetiva como hemos dicho antes, es que el autor contrapone en este artículo, en contra de la práctica totalidad de la doctrina, modificación y extinción, cuando lo que este precepto recoge es la antítesis entre sustitución de una obligación por otra o coexistencia de ambas; en todo caso, debería plantearlo, como hace Scaevola, en términos de sustitución o acumulación de deudores. 93 MENU SALIR liberado120. Además, si la no presunción de la condonación no implica la exigencia de nuevos requisitos más allá de la efectiva constatación de su existencia, por qué deberían exigirse para la novación o asunción. Como cierre de todo ello volvemos a insistir en que la jurisprudencia, en realidad y bien entendida, nunca ha exigido requisitos extraños en este sentido y lo que ha dicho está más en la línea de rechazar que la reclamación al asumente sirva como consentimiento liberatorio del antiguo deudor, como regla. Este es el sentido que debe darse a la opinión doctrinal manifestada desde antiguo. VISO121 afirmaba que si el subrogado (léase asumente) no expresa claramente su intención de que la persona primeramente obligada quede libre de la obligación, entonces “el segundo deudor quedará obligado con el primero a modo de fiador, si bien pagando uno se extingue la obligación para los dos”, con remisión a la ley 15, tit. XIV de la Partida V. La misma remisión realiza GARCÍA GOYENA en su comentario al art. 1135 del Proyecto, actual 1205, cuando afirma: “Es necesario que el acreedor liberte o descargue expresamente al primer deudor; de otro modo quedaría obligado este, así como el segundo o delegado”122. También en Francia y sobre la base del art. 1273 del Code, la voluntad de novar, que implica renuncia del acreedor a su crédito, no puede presumirse: tiene que resultar inequívocamente, pero no se rechaza que pueda serlo en forma tácita123. 120 Todo lo cual no significa que la no presunción de la asunción como liberatoria deba basarse en una idea de gratuidad, es decir, no puede presumirse la gratuidad que conlleva la asunción liberatoria. Esta idea que asocia la asunción liberatoria a la gratuidad es precisamente la que ha llevado a PUIG FERRIOL (“Asunción..., cit., p. 337) a defender la aplicación del art. 1289.I CC en el sentido de constituir la base legal para una interpretación del contrato de asunción de deuda contraria a la presunción de liberación del antiguo deudor. Para nosotros esta opinión no es acogible, no sólo por lo que de residual en materia interpretativa representa el art. 1289.I (“Cuando absolutamente fuere imposible resolver las dudas por las reglas establecidas en los artículos precedentes”), sino sobre todo porque tampoco puede presumirse que la asunción de la deuda lo haya de ser donandi causa, que justificaría la asociación entre este contrato y la idea de gratuidad, pudiendo asumirse también una deuda solvendi o credendi causa, que nada tendría en común con aquella gratuidad. 121 VISO, Lecciones elementales..., cit., p. 164. 122 GARCÍA GOYENA, Concordancias..., cit., pp. 605 y 606. 123 MARCADÉ, Explication..., IV, cit., n. 764, p. 604 (para la novación en general) y n. 773, pp. 610-611 (para la delegación); LAURENT, Principes..., XVIII, cit., nn. 260 y ss., pp. 277 y ss; DEMOLOMBE, Cours..., XXVIII, cit., nn. 267 y ss., pp.185 y ss; BAUDRY-LACANTINERIEBARDE, Traité..., XIII-1.ª, cit., n. 1731, p. 34 (para la novación, en general) y n. 1744, pp. 53-54 (para la delegación perfecta); PLANIOL- RIPERT, Traité..., VII-2.º, cit., n. 1265, pp. 594-595; 94 MENU SALIR Así, la dicotomía asunción liberatoria-asunción cumulativa no puede resolverse manifestando una preferencia por una u otra. Si consta, además del consentimiento del acreedor para aceptar al asumente, su consentimiento para liberar a su deudor, estaremos ante una asunción liberatoria; en caso contrario, será una asunción cumulativa. Por otro lado y siguiendo a DÍEZ-PICAZO, si se presenta al acreedor el acuerdo entre deudor y asumente en orden a la sustitución de uno por el otro y el acreedor no presta su consentimiento, teóricamente caben dos soluciones: “La primera consiste en entender que se produce de todos modos la vinculación del nuevo deudor y que hay una asunción de deuda de carácter cumulativo. Aunque el antiguo deudor no haya sido liberado, el nuevo deudor ha quedado obligado. El acreedor tiene entonces dos deudores, el antiguo y el nuevo. La segunda solución consiste en entender que, si no hay consentimiento liberatorio, la asunción de deuda no llega a producirse y el convenio entre los deudores queda ineficaz”124. La primera solución, que es la que nos interesa ahora en tanto puede generar una asunción cumulativa de deuda, la entiende aplicable el mismo autor para el caso en el que la voluntad del asumente era la de quedar obligado con independencia de que recayera o no consentimiento liberatorio del acreedor125. 1.2.4.- El valor jurídico, como consentimiento tácito, de la reclamación de pago realizada por el acreedor al tercero. Su alcance y significado. Debe justificarse la afirmación que hemos realizado en varias ocasiones según la cual, para la jurisprudencia, la reclamación dirigida por el acreedor contra el sujeto que le ofrece la sustitución del deudor debe ser entendida como una declaración de voluntad por acto concluyente de aquél (el acreedor) que significa, como norma general, su aceptación de la asunción de la deuda con efecto cumulativo y no con efecto liberatorio. Esta reclamación normalmente, aunque no JOSSERAND, Cours..., II, cit., n. 909, p. 436. 124 DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., p. 858. 125 Precisamente esta es la base para la distinción francesa entre delegación perfecta y delegación imperfecta. Una cosa es que la delegación no produzca novación (liberación) si el acreedor no lo acepta expresamente, y otra bien distinta que la aceptación de la delegación por el acreedor tenga que ser expresa, debiendo admitirse la forma tácita (delegación tácita), que da lugar a una acumulación de deudores: LAURENT, Principes..., XVIII, cit., n. 315, pp. 339-340. 95 MENU SALIR siempre, reviste en los casos conocidos por la jurisprudencia la forma de reclamación o demanda judicial. A modo de principio, el problema del valor que debe darse a esta reclamación se plantea en los siguientes términos: a) es necesario que la oferta dirigida por el asumente al acreedor lo sea en orden a asumir la deuda con liberación del anterior deudor porque si su oferta se refiere a una asunción cumulativa, la reclamación contra el asumente por sí misma nunca podrá valer como consentimiento liberatorio del acreedor; b) no puede valer como consentimiento liberatorio la reclamación dirigida conjuntamente por el acreedor contra los antiguos deudores y contra los asumentes, porque en modo alguno manifiesta de esta forma su voluntad de tener por liberados a los primeros; la duda únicamente está cuando se dirige únicamente y en principio contra los asumentes; c) es preciso que el acreedor no haya manifestado de otra forma su consentimiento, bien con alcance liberatorio, bien cumulativo126. La mayoría de las sentencias del Tribunal Supremo que pueden citarse en apoyo de nuestra tesis son a veces citadas, por el propio Tribunal, para apoyar la tesis contraria, esto es, que la reclamación equivale a consentimiento liberatorio como norma, y no como pretendemos nosotros, con alcance cumulativo. Algunas de éstas ya han sido citadas o analizadas anteriormente en relación a otras cuestiones; ahora nos centraremos en esta en particular. La STS de 8 de enero de 1907 (Jurisprudencia Civil, Revista General de Legislación y Jurisprudencia, tomo 106, n.º 10) manifiesta de forma poco clara en relación al consentimiento del acreedor para la sustitución de deudores que “ha de ser conocido para la determinación de las posteriores relaciones con uno u otro 126 Una reclamación, normalmente la interposición de demanda, puede significar una declaración de voluntad por acto concluyente, pero para ello es necesario que la reclamación no signifique exclusivamente la ejecución de una voluntad previamente manifestada. Si quien interpone la demanda lo hace porque previamente ha consentido ya el cambio de deudor y mediante esta actuación pretende ejecutar la pretensión que tiene contra el asumente, no puede otorgarse a aquélla el valor de declaración de voluntad por acto concluyente, sino solamente su ejecución. Por ello afirma FLUME (El negocio jurídico, trad. de Miquel González y Gómez Calle del tomo segundo de la 4.ª edic. alemana, Ed. Fundación Cultural del Notariado, Madrid, 1998, p. 103) que “La interposición de una demanda puede ser una declaración de voluntad por acto concluyente, si la pretensión que se hace valer en la demanda tiene por presupuesto la emisión de una declaración de voluntad, y de este modo la manera de hacer valer la pretensión mediante demanda ya tiene lugar en ejecución de una declaración de voluntad, concretamente la de exigir sus consecuencias jurídicas”. 96 MENU SALIR deudor, y en el caso del actual recurso tal consentimiento sólo se ha revelado por el ejercicio de la acción del presente pleito, lo cual aumenta por lo menos la duda acerca de la existencia de la supuesta subrogación”. Con independencia del alcance que quiera darse a estas palabras, lo cierto es que se trata, sin duda, de obiter dictum por cuanto constituye la ratio decidendi del caso la apreciación de que “no se consigna de una manera concreta y determinada que la Sociedad demandada se hiciera cargo de las obligaciones (...) que el desconocimiento de los acreedores Lartitegui y Arezana en la supuesta subrogación confirma racionalmente la apreciación de la Sala respecto a su inexistencia”. En conclusión, declarado que no se ha producido asunción de deuda alguna por parte de los demandados, nada puede establecerse sobre si la demanda debe tener el valor de asunción liberatoria o cumulativa. En sentido parecido, la Sentencia de 27 de mayo de 1931 (RJA 2055), en la que puede leerse: “La novación la afirma sólo el primer deudor como creencia suya y aunque el acreedor, dando crédito a esa manifestación pretendió cobrar del supuesto segundo deudor designado por aquél, desistió de la reclamación al negar a este último que se hubiera subrogado en el pago de la deuda, no pudiéndose por tanto, admitir que el acreedor demandante prestara su consentimiento deliberado, firme y terminante, a un cambio de deudor”. De nuevo aquí, aunque es un caso más favorable a la tesis contraria a entender que la reclamación del acreedor vale como consentimiento liberatorio, no puede alegarse como doctrina en este sentido porque el Tribunal entiende que quien compra una parcela no manifiesta, por este solo hecho, voluntad alguna de asumir las deudas de la parte vendedora. Por tanto, todo lo que se dice sobre el valor de la reclamación contra los presuntos asumentes debe entenderse también como obiter dicta. La STS de 29 de diciembre de 1919 (Jurisprudencia Civil, Revista General de Legislación y Jurisprudencia, tomo 148, n.º 78) tampoco puede servir como base para defender ninguna postura concreta porque se declaró probado que el acreedor no consintió en que sus primitivos deudores quedaran exonerados de sus obligaciones, y la razón es obvia: el acreedor dirigió la demanda tanto contra los antiguos deudores como contra los asumente, y se condenó a todos, aunque los asumentes debían responder subsidiariamente, parece que como fiadores. Semejante a éste en cuanto a sus efectos es el caso resuelto por la STS de 9 de 97 MENU SALIR octubre de 1987 (RJA 6930): se descontó una letra de cambio, que resultó finalmente impagada, pero no reunía los requisitos exigidos para que se iniciara un juicio de título-valor, por lo que se accionó conforme al contrato de descuento. Se condenó a la sociedad libradora y descontataria a pagar ocho millones de ptas., y al librado y avalista a pagar cuatro. Parece que librado y avalista ofrecieron a la parte demandante los cuatro millones y ésta no los aceptó reclamando el total de ocho millones, lo que fue calificado por la Audiencia Provincial como ofrecimiento de asumir cumulativamente una parte de la deuda. La conducta del acreedor consistente en reclamar conjuntamente a librador, librado y avalista fue calificada de la siguiente manera: “Su aceptación tácita y válida para el caso, según sentencia de esta Sala de fecha 8.X.1984, deriva de la propia demanda, como un mínimo de lo pretendido, conclusión a la que se llega igualmente con la aplicación que la sentencia recurrida hace acertadamente de la doctrina de los actos propios, en ocasiones relacionada con la efectividad de la asunción de deuda”. Como se dijo al inicio de este epígrafe, si el acreedor reclama tanto a los deudores como a los asumentes no cabe analizar si esta reclamación implica liberación de estos últimos, porque es claro que nunca puede ser entendido así. Tampoco es una sentencia que pueda esgrimirse para defender una postura concreta, si acaso, para la que defendemos nosotros. Por otra parte, la cita que se hace de la Sentencia de 8 de octubre de 1984 (RJA 4765) debe obviarse porque, en sus propias palabras, se trataba de una “simple delegación pasiva o solutoria, asunción de cumplimiento sin valor novatorio alguno”: simplemente el acreedor no consintió la asunción de la deuda, entre otras razones, porque el acuerdo entre los dos deudores se mantuvo secreto para aquél; por lo tanto, mal puede plantearse nada sobre el alcance del consentimiento del acreedor. La STS de 11 de enero de 1949 (RJA 4) parece, sin embargo, constituir un apoyo al entendimiento de la reclamación del acreedor frente a los asumentes como consentimiento liberatorio de quienes hasta entonces eran sus deudores, sobre todo si nos atenemos a la lectura del siguiente Considerando de la misma: “Que el consentimiento de doña María G. R., a la sustitución del anterior deudor por don Evaristo de D. G., exigido por el artículo 1205 del Código Civil, para la validez de tal novación, va implícito en el hecho de reclamar el pago de la obligación al nuevo deudor, que ya había pagado parte de ella, con la entrega de 98 MENU SALIR 1.000 pesetas a la acreedora, hecho reconocido en el pleito”. Como hechos básicos han de señalarse los siguientes: Doña María tenía un crédito de doce mil ptas. contra los propietarios de un bar por el trabajo desarrollado en el mismo. El bar fue posteriormente vendido, y ante el impago de aquella cantidad, la acreedora demandó conjuntamente a los antiguos propietarios y al comprador, don Evaristo. Los primeros fueron declarados en rebeldía y después condenados, y don Evaristo fue absuelto porque no pudo probarse que hubiera asumido la deuda, ya que, aunque la demandante intentó traer al pleito el contrato de compraventa en el que presuntamente se asumió, aquél afirmó unas veces que el documento había sido destruido y otras que se había extraviado. Como quiera que la demandante no consiguió cobrar de sus deudores, parece que por insolvencia de éstos, tan pronto como consiguió el documento en el que se formalizó el contrato de compraventa y del que se derivaba claramente la asunción de la deuda por el comprador, interpuso un recurso de revisión ante el Tribunal Supremo. Afirmaba don Evaristo que no se había producido aceptación de la demandante, conforme exige el art. 1205, a su oferta para asumir la deuda, y en esta línea deben entenderse las palabras más arriba transcritas. Indudablemente la reclamación, mediante interposición de demanda, que se dirigió contra el asumente, no puede entenderse aquí tampoco en modo alguno como consentimiento tácito para la sustitución de deudores por varias razones. La primera, porque lo que se discutía era si la acreedora había aceptado o no como deudor al asumente, pero no se discutía si con ello se liberaba o no a los antiguos deudores. Esta cuestión podía ser planteada aquí por los antiguos deudores, que no fueron recurridos en el recurso de revisión, pero no era una cuestión que afectara al asumente. En segundo lugar, porque la sentencia del Tribunal deja muy claro en el último de sus Considerandos que “el alcance de la rescisión pedida respecto a la sentencia objeto del recurso, se refieren solamente al capítulo de dicha sentencia por el que se absolvió a don Evaristo de D. G.”. Por tanto, queda incólume la condena de los vendedores y antiguos deudores que se hizo en primera instancia y que se confirmó en segunda. Así, si en algún sentido puede esgrimirse esta sentencia es para entender producida una asunción cumulativa de deuda y para otorgar a la reclamación judicial del acreedor el valor de aceptación de la oferta de los asumentes, pero sin liberación de los antiguos deudores (se demandó a todos, 99 MENU SALIR deudores y asumente, y a todos se condenó finalmente). A esta sentencia de 11 de enero de 1949, mal entendida, alude la de 16 de noviembre de 1981 (RJA 4511) cuando dice: “Como declaró la sentencia de esta Sala de 11 de enero de 1949, el consentimiento del acreedor a la sustitución de un primer deudor, (...) va implícito en el hecho de reclamar el pago al nuevo deudor, que es lo que la entidad recurrida ha hecho en esta litis”. Según la exposición que se hace en la Sentencia, la entidad demandante, “Ciba-Geygi, S. A.”, vendió algunas mercancías a la empresa denominada “Quimibérica”, que después se constituyó en una sociedad anónima con idéntica denominación, administrador, patrimonio y domicilio. La Audiencia entendió, como el Juzgado de Primera Instancia, que la sociedad demandada, “Quimibérica, S. A.” había absorbido a la empresa del mismo nombre y había asumido su patrimonio, lo que incluía las deudas, y entre éstas, la que tenía frente a la demandante, razón por la cual condenó a la sociedad demandada al pago del precio de las mercancías y el TS declaró no haber lugar al recurso interpuesto. Así las cosas, es muy dudoso que pueda alegarse esta sentencia de 1949 a favor de la tesis defensora del consentimiento liberatorio derivado de la demanda ejercitada contra la sociedad asumente. Lo único que se dice sobre el consentimiento del acreedor es para responder a la alegación de la recurrente que afirmaba no concurría, produciéndose en consecuencia a su entender, la vulneración del art. 1205. El Tribunal respondió a ello dos cosas: que el consentimiento del acreedor se entiende implícito en la demanda que dirigió a la demandada y que la alegada infracción del art. 1205 es una cuestión nueva que se planteó en casación. Resultado de todo ello, lo más que puede afirmarse es que la demanda dirigida contra la asumente vale como consentimiento del acreedor para aceptar a ésta como deudora. Sobre si además debe dársele el alcance de entender liberado al deudor antiguo, nada se discutió porque ni se demandó a éste (que era a quien correspondía probar que había quedado liberado). Por eso, y porque es una cuestión nueva, la afirmación de que el consentimiento del acreedor a la sustitución de su primer deudor va implícito en el hecho de reclamar el pago al nuevo deudor es obiter dictum y sólo puede ser entendida como consentimiento del acreedor para aceptar al asumente como deudor. 100 MENU SALIR Además, no cabe razonablemente plantear una posterior reclamación contra el primer deudor, habida cuenta de que se había producido la transformación de una empresa individual en una sociedad, hecho que provocó la extinción jurídica de la primera y la sucesión universal de la segunda. Este mismo problema está latente en la STS de 16 de junio de 1908 (Jurisprudencia Civil, Revista General de Legislación y Jurisprudencia, tomo 111, n.º 92), que probablemente también puede ser alegada a favor de la asunción liberatoria de deuda derivada de reclamación entablada contra los asumentes. Varias sociedades dedicadas a la fabricación de azúcar a partir de la remolacha se fusionaron para crear la “Sociedad general Azucarera de España”. Una de estas sociedades, “La Azucarera de Pravia”, había contratado con anterioridad un póliza de seguro con “La Unión y el Fénix Español”. Ésta había intentado cobrar de aquélla la prima correspondiente al ejercicio 1904-1905, lo que no consiguió por haber pasado esta empresa a ser propiedad de la “Sociedad general Azucarera de España”, por lo que se demandó el pago a ésta. El Juzgado de Primera Instancia y la AP de Oviedo absolvieron a la demandada, pero no está claro si lo fue por entender que no se había producido asunción de deuda alguna por su parte, por no constar el consentimiento del acreedor, o por ambos motivos. De los motivos del recurso de casación parece deducirse que para la AP no constaba el consentimiento del acreedor como exige el art. 1205 CC, de ahí que el TS, al casar la sentencia, afirme que de la escritura de constitución se deduce que la “Sociedad general” asumió las deudas de las sociedades anteriores y que “la reclamación de La Unión y el Fénix Español (...) implica consiguientemente el consentimiento del acuerdo que el art. 1205 del Código requiere”. En realidad, hoy en día y respecto a los casos de operaciones societarias tales como la fusión, la escisión, la cesión global de activo y pasivo, etc., ya no es necesario, en general, acudir al art. 1205 CC por cuanto encuentran su régimen jurídico propio en el Derecho de sociedades, rigiendo en el mismo el principio de la sucesión universal en los créditos y las deudas por parte de la sociedad resultante de aquellas operaciones. Por ello, la doctrina sentada con anterioridad por el TS en relación a estas mismas operaciones, amparada en el art. 1205 CC, debe tomarse con muchas reservas porque los acreedores de la sociedad extinguida como consecuencia de aquella operación sólo pueden obtener el cobro 101 MENU SALIR de la sociedad resultante, de ahí que no quepa plantear la liberación o no de aquélla, sino únicamente la vinculación de ésta; no es un problema de asunción liberatoria-asunción cumulativa lo que resuelven, sino un problema de sucesión universal entre empresas. En conclusión, el análisis de la jurisprudencia no puede ser menos esperanzador en orden a entender que la reclamación, normalmente por interposición de demanda, implica una manifestación de voluntad del acreedor, por acto concluyente, a la sustitución del deudor. Ninguna doctrina ha sido establecida en este sentido. Por el contrario, probablemente sí pueda hallarse jurisprudencia favorable en otro sentido bien distinto. Las SSTS de 25 de noviembre de 1996 (RJA 8283) y 20 de mayo de 1997 (RJA 3890), del mismo Ponente (Excmo. Sr. D. José Almagro Nosete), pueden servir para justificar esta afirmación. En la primera de ellas se celebró un contrato de compraventa de un inmueble en construcción. Debido a problemas económicos y jurídicos del promotor y al mismo tiempo vendedor, las obras se paralizaron y éste acordó ceder la promoción a una sociedad, a la que después se unió otra, que continuaría con ella, reconociendo los pagos hechos por el comprador al vendedor y adjudicándole una participación en la promoción semejante a la que se adjudicó a otros compradores que aceptaron dicha cesión. Los compradores y actores no tuvieron conocimiento de todos estos cambios hasta un momento posterior y nunca los aceptaron. De hecho, la contienda judicial que iniciaron tuvo su origen en discrepancias acerca de las superficies adquiridas y se demandó tanto al antiguo promotor y vendedor como a las dos sociedades que intervinieron después, solicitando la resolución de la compraventa y la devolución de más de nueve millones de ptas. En primera instancia se estimó parcialmente la demanda y se declaró la resolución del contrato, pero se condenó únicamente al vendedor a pagar aquella cantidad. La Audiencia Provincial de La Rioja revocó parcialmente esta decisión y condenó también a ambas sociedades. El TS declaró haber lugar al recurso en el sentido de que la condena a todos los demandados debían serlo en forma solidaria. En el FD Sexto de esta sentencia se afirma lo siguiente: “No puede, a juicio 102 MENU SALIR de esta Sala, confundirse el conocimiento por el acreedor de la subrogación habido entre el primitivo deudor y deudor sustituto (relación perfectamente obligatoria entre ambos) con el consentimiento del acreedor, que supondría en cuanto a este último, la liberación del primitivo deudor. Ni cabe que, si en virtud de ese conocimiento, el acreedor actúa contra alguno de los obligados esa actuación, aunque sea judicial signifique que, por tal razón, se haya producido un consentimiento tácito que corrobore el acuerdo de cesión en perjuicio del acreedor, puesto que, precisamente uno de los efectos de la falta de prestación del consentimiento es la acumulación de garantías”. Indudablemente aquí se está distinguiendo nítidamente entre consentimiento del acreedor para aceptar al nuevo deudor, deducido tácitamente de la reclamación a los asumentes, y consentimiento para el cambio de deudor, que no puede deducirse tácitamente de tal hecho. No existe aquí consentimiento liberatorio, pero sí consentimiento para la acumulación, que siempre es necesario, aunque sea en forma tácita o por acto concluyente. La STS de 20 de mayo de 1997 es bastante parecida a la anterior. Se trata también de la compraventa de una VPO por construir. Por problemas económicos del promotor derivados sobre todo de la imposibilidad de acceder finalmente a los beneficios económicos de este tipo de promociones, éste cedió la titularidad de la finca donde debían construirse las viviendas a una sociedad. Consta que tras el acuerdo de cesión ambas partes comunicaron por carta notarial a los actorescompradores esta cesión o subrogación y dieron por resuelto el contrato de compraventa alegando su imposible cumplimiento. Tanto en primera como en segunda instancia se entendió, básicamente porque los actores no impugnaron ninguna de estas actuaciones, que se había producido una sustitución de deudores. El TS, sin embargo, casó la sentencia de la Audiencia Provincial de Barcelona y entendió, por un lado, que la actuación conjunta de ambos demandados consistente en la remisión de las cartas equivalía a una asunción por parte de la sociedad de la deuda a cargo del primer promotor y vendedor (debemos entender que la aceptación del acreedor se produjo también aquí tácitamente por la reclamación judicial), y por otro, que no había existido consentimiento liberatorio del acreedor, afirmando: “según establece la jurisprudencia (Sentencia del Tribunal Supremo de 25 noviembre 1996) en estos casos de falta de prestación del 103 MENU SALIR consentimiento al cambio de deudor, tanto el antiguo como el nuevo, resultan obligados correlativamente, frente al acreedor, traduciéndose, en definitiva, tal acumulación en una solidaridad pasiva”. De nuevo aquí se distingue, aunque no se haga de una forma tan clara como en la sentencia referida anteriormente, entre el consentimiento del acreedor para aceptar la asunción de la deuda hecha por la sociedad asumente y su consentimiento liberatorio respecto al deudor primitivo. Respecto a este último, viene a decir el Tribunal que no cabe deducirlo de una actuación pasiva del acreedor; en definitiva, de su silencio, lo que casa perfectamente con la exigencia de un consentimiento positivo. Lo único que puede ser dudoso en este caso es que exista verdaderamente una voluntad de la sociedad de asumir la deuda a cargo del anterior promotor, lo que en ambas instancias y en casación se resolvió positivamente. Por todo ello se condenó cumulativamente a ambos deudores a pagar daños y perjuicios a los actores por haber sido el inmueble enajenado a otros sujetos que tenían la condición de terceros hipotecarios. Finalmente añadir que esta sentencia admite, a mayor abundamiento, la forma tácita del consentimiento liberatorio del acreedor y que pueda ser anterior, simultáneo o posterior al acuerdo entre los deudores. Podemos afirmar, por tanto, que estas dos sentencias han sentado jurisprudencia en el sentido de entender que la reclamación de pago por parte del acreedor al asumente (judicial, en ambos casos) tiene el valor jurídico de consentimiento del acreedor con el alcance de aceptar al asumente como deudor, pero no vale por sí solo como consentimiento liberatorio, produciéndose como resultado una asunción cumulativa de deuda. Ahora bien, esta doctrina no puede hacerse extensiva a otros casos distintos, de forma que no puede ser un obstáculo insalvable para entender que, en ciertas ocasiones, la reclamación dirigida por el acreedor contra el asumente pueda servir como consentimiento liberatorio del deudor antiguo. Así será cuando el asumente expresamente haya condicionado el hecho de quedar él obligado a la concurrencia del consentimiento liberatorio del acreedor. En tal caso, si el acreedor conoce ciertamente esta circunstancia y sin oponerse ni decir nada en contra dirige su reclamación solamente frente al asumente, su actuación debe valer tanto para 104 MENU SALIR entender aceptado al nuevo deudor como para entender liberado al antiguo, en la línea defendida por DÍEZ-PICAZO127. Pero también serían admisibles otros supuestos distintos, siempre y cuando se trate de “actos que impliquen inequívocamente la liberación del primer acreedor”, en la línea del párrafo tercero de la ley 512 de la Compilación navarra. 2.- El objeto. 2.1.- El objeto del contrato de asunción de deuda. Distingue LARENZ128 entre “objetos de derecho de primer orden”, que equivale a las cosas en sentido estricto, y “objetos de derecho de segundo orden”, que son los objetos sobre los que puede disponer un sujeto de derecho por negocio jurídico (objetos de disposición), es decir, los derechos y las relaciones jurídicas. En relación a los derechos de crédito, incluidos en la segunda categoría, afirma: “En los derechos que, como los créditos y derechos de opción, no tienen objeto al que referirse, está perfectamente claro que el objeto del negocio jurídico de disposición es un derecho y no un objeto de éste”129. Si estamos de acuerdo con esta clasificación, debería decirse, en forma paralela a como se hace respecto a la cesión de créditos130, que el objeto del contrato de asunción de deuda es la deuda misma asumida. Así lo afirman expresamente DÍEZ-PICAZO y PUIG FERRIOL, aunque este último, para el caso del contrato de asunción de deuda propiamente dicho, que es la figura que estudia131. Puede objetarse a este planteamiento, con ROCA SASTRE y PUIG 127 DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., pp. 858-859. 128 LARENZ, Derecho civil. Parte general, tomo I, trad. y notas de Miguel Izquierdo y Macías-Picavea, Edersa, 1978, pp. 370 y ss. 129 LARENZ, Derecho civil..., I, cit., pp. 398-399. 130 PANTALEÓN PRIETO, “Cesión de créditos”, cit., p. 1086; NAVARRO PÉREZ, J. L., La cesión de créditos en el Derecho civil español, Ed. Comares, Granada, 1988, pp. 98-99; GAVIDIA SÁNCHEZ, La cesión..., cit., en toda su obra, y de forma más expresa, pp. 172, 175 y 177 y ss. 131 DÍEZ-PICAZO, Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial, tomo I, Ed. Civitas, Madrid, 1993, p. 199; PUIG FERRIOL, “Asunción..., cit., pp. 342-344. Quizás quiera decir lo mismo BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., p 132: “Si el asumente se obliga a cumplir la prestación del deudor es indudable que ésta (la deuda asumida, lo que el deudor debía y debe ahora el asumente) forma parte del contenido del contrato de asunción de deuda” (subrayado 105 MENU SALIR BRUTAU132, que parecen seguir la opinión de PACCHIONI, en el sentido de que no puede un valor negativo o un no-valor como es una deuda ser objeto de un negocio jurídico. Sin embargo, esto último puede superarse desde el momento en que se residencia el objeto de este negocio jurídico en el genérico y mas amplio concepto de “bien”133 y se ve la asunción de deuda, al menos la liberatoria, desde la perspectiva de un contrato de modificación (o extinción) de uno de los elementos de una relación jurídica previa (como vicisitud de ésta) y no, como ocurre con la cesión de créditos, desde la perspectiva de la transmisión, enajenación o disposición de valores jurídicos y patrimoniales positivos. Quizás y dejando a un lado la cesión de créditos, las cosas se verían más claras si pensamos en una modificación de la relación jurídica convenida entre acreedor y deudor y consistente, por ejemplo, en cambiar el lugar del pago establecido, en cuyo caso es difícil imaginar que alguien opusiera que no es posible tal cambio porque el lugar del pago no puede ser objeto de un contrato o negocio jurídico en cuanto no constituye un valor positivo en sí mismo o no aparecen inherentes a él una serie de poderes activos. Para nosotros, el objeto del contrato de asunción de deuda es la propia deuda, al menos en el sentido de que la organización de intereses que acompaña a la asunción ha sido convenida en relación o tomando como referencia una deuda previamente existente. 2.2.- El objeto de la obligación del asumente. Siguiendo la distinción de DÍEZ-PICAZO entre objeto del contrato y objeto nuestro). La afirmación de este último autor va referida a cualquier negocio jurídico de asunción de deuda. 132 ROCA SASTRE y PUIG BRUTAU, “La transmisión pasiva..., cit., pp. 297-300. Lo mismo, CANO MARTÍNEZ DE VELASCO, La asunción..., cit., pp. 20 y ss., aunque es una afirmación constante en esta obra. 133 DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., I, cit., p. 202: “Circunscrito, sin embargo, el contrato al mundo del Derecho patrimonial, su objeto queda delimitado así por aquellos bienes susceptibles de una valoración económica que corresponde a un interés de las partes”. La misma idea se repite en DÍEZ-PICAZO- GULLÓN BALLESTEROS, Sistema..., II, cit., p. 42, tras advertir que el art. 1271, que centra el objeto del contrato en las “cosas” y los “servicios”, es claramente insatisfactorio en muchos supuestos. Entre éstos, precisamente se cita el caso de la asunción de deuda: “¿Cuál sería entonces el objeto de un contrato por el que uno asume una deuda ajena, es decir, un puro deber jurídico que no es cosa ni servicio?”, para terminar estableciendo que “diremos que el objeto es un bien susceptible de valoración económica que corresponde a un interés de aquéllos [los contratantes]”. 106 MENU SALIR de la obligación134, debe decirse que ésta equivale a la prestación y es siempre un comportamiento que debe observar el deudor y que puede consistir en dar, hacer o no hacer alguna cosa (art. 1088 CC). Este comportamiento en la asunción de deuda queda establecido para el asumente per relationem al comportamiento que debe observar el deudor135, quede finalmente liberado o acumulado frente al acreedor. 3.- La causa. Nuestro Código civil, bajo la sombra del Código civil francés, y éste a su vez, de las doctrinas de DOMAT y POTHIER, regula la causa como un elemento esencial del contrato (arts. 1274-1277 CC), pero la doctrina ha establecido distinciones. DE CASTRO distingue entre la función caracterizadora de la causa respecto al negocio jurídico, la función justificadora de la atribución patrimonial y una tercera función que se refiere a la dependencia entre negocios jurídicos136. En sentido similar, DÍEZ-PICAZO distingue la causa del contrato o del negocio jurídico de la causa de la obligación y de la causa de la atribución o desplazamiento patrimonial (aunque, para completar, también puede hablarse de causa de la tradición)137. Aún partiendo de la presunción de existencia y licitud (art. 1277 CC), no es fácil determinar cuál haya de ser la causa del contrato de asunción de deuda. La dificultad es doble: por un lado, la que impone la propia atipicidad del mismo en cualquiera de los mecanismos negociales aptos para producir este efecto; por otro, está el problema de determinar la vinculación de la causa de este contrato respecto a las relaciones de valuta y de cobertura y a sus respectivas causas, sin que pueda decirse que estemos ante un supuesto de conexidad entre contratos. Ambas 134 DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., I, cit., pp. 200-201; últimamente, SAN JULIÁN PUIG, V., El objeto del contrato, Ed. Aranzadi, Pamplona, 1996, pp. 81-85. 135 RESCIGNO, voz “Delegazione (dir. civ.)”, XI, cit., p. 951. 136 DE CASTRO, El negocio jurídico, Ed. Civitas, Madrid, 1985, pp. 166-167. Más concretamente sobre el concepto de causa del negocio, en pp. 191-192. 137 DÍEZ-PICAZO, “El concepto de causa en el negocio jurídico”, ADC, 1963, pp. 24-32 (IDEM, en Fundamentos..., I, cit., pp. 230-236); Últimamente también puede verse en el epílogo de la obra de ARJONA GUAJARDO-FAJARDO, J. L., La causa y su operatividad en tema de atribución patrimonial, Universidad de Sevilla, Secretariado de Publicaciones, 1999, pp. 207 y ss. 107 MENU SALIR cuestiones se hallan indisolublemente unidas. La dificultad que deriva de la atipicidad debería poder resolverse, en la medida de lo posible, acudiendo al art. 1274 CC, en cuanto que, sea cual sea la causa de la asunción de deuda, debe reconducirse a alguna de las causas señaladas en este precepto: en los negocios onerosos, la promesa o prestación de la cosa o servicio para cada parte, en los remuneratorios, el servicio o beneficio que se remunera, y en los gratuitos, la liberalidad del bienhechor. PUIG FERRIOL así lo defiende respecto al llamado contrato de asunción de deuda en sentido estricto: “Por ello debe admitirse que la causa del contrato de asunción de deuda puede ser cualquiera de las causas que pueden fundamentar el contrato según el art. 1274 CC”. Antes de esto, ha dejado sentado que el problema de la causa habrá de resolverse “en cada caso concreto en atención a los particulares convenios de los interesados y a las relaciones subyacentes que puedan existir entre el primitivo deudor, el nuevo y el acreedor”138. Por su parte DONATI, más en relación a la segunda de las dificultades antes apuntadas y en referencia concreta a la delegación, entiende que la relación delegante-delegado (cobertura o provisión) no puede considerarse como causa de la delegación, pues no deja de ser un mero motivo que impulsó al delegado a asumir la deuda frente al delegatario139. Por el contrario, defiende este autor que la causa de la delegación se halla en la relación de valuta (delegante-delegatario), que constituye su justificación140. En nuestra opinión, la idea de reconducir el contrato de asunción de deuda (liberatorio), en sí mismo considerado y de forma aislada, al esquema del art. 1274 CC llevaría a entender que siempre será un contrato unilateral: en él solamente existen obligaciones para una de las partes del negocio, el asumente que resulta obligado y que tiene que pagar la deuda, mientras que el acreedor nada debe a este 138 PUIG FERRIOL, “Asunción de deuda”, cit., p. 345; BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., p. 142, para la asunción de deuda en general, con independencia del concreto negocio mediante el que se lleve a cabo. 139 DONATI, Causalità..., cit., p. 30. 140 DONATI, Causalità..., cit., en toda su obra, pero especialmente, en pp. 13, 16 y ss. y 31 y ss. 108 MENU SALIR último. Pero esto no es cierto. Para el asumente, la prestación, servicio o pura beneficencia a que responde su atribución patrimonial se halla, como hemos visto en el presente trabajo, en sus relaciones con el deudor (relación de cobertura). Del mismo modo, la prestación que recibe el acreedor encuentra su justificación en sus relaciones con el deudor liberado, esto es, en la relación de valuta. Ahora bien, esto no significa que la causa del contrato de asunción de deuda coincida con la causa de la relación de valuta o de la relación de cobertura141. Sirva el siguiente ejemplo: si la relación de valuta se integra en un contrato de compraventa entre el deudor y el acreedor, la asunción de la deuda (el precio) por parte del asumente no le convierte ni en comprador ni en vendedor y la causa del negocio de asunción no responde a la propia de un contrato de compraventa. Esta idea la aceptamos y tomamos de LACRUZ BERDEJO, que se refiere a ella con el nombre de “externidad de la causa” y que debe ser transcrita por su claridad: “En la prestación impulsada por una delegación (la del delegado al delegatario), se observa lo que podríamos llamar «externidad de la causa» que la justifica, y que no consiste en una relación antecedente entre tradens y accipiens porque no la hay: la entrega o promesa del delegado al delegatario, o la recepción, por aquél, de una prestación o promesa de éste, obedece a relaciones –constituidas o, incluso, a constituir– de uno y otro con el delegante. Dicho de otro modo: la justa causa de la atribución (promesa o entrega) del tradens es distinta de la que legitima la recepción, por el accipiens, de lo a él atribuido, de modo que si, en una delegación de pago, materialmente la suma viene entregada por el delegado, jurídicamente es el delegante quien paga al delegatario por medio de aquél. Al mismo tiempo, prestándose a actuar por cuenta del delegante, el delegado realiza una atribución a dicho delegante: ejecutándose, pues, dos prestaciones mediante un único desplazamiento de dinero”142. 141 BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., pp. 140-141. 142 LACRUZ BERDEJO, en LACRUZ y OTROS, Elementos de Derecho civil, II-1.º (Derecho de obligaciones), 2.ª edic., Ed. Bosch, Barcelona, 1985, p. 468. En sentido parecido, COSSÍO Y CORRAL, “La transmisión pasiva..., cit., p. 199: “Pues bien, en la delegación, la prestación que en los casos normales aparece como una indisoluble unidad, se descompone, sus efectos se realizan en dos patrimonios distintos: como dación, como transferencia de la propiedad, 109 MENU SALIR Por tanto, la causa de la asunción de deuda no coincide con la causa de las relaciones de valuta o de cobertura, pero los desplazamientos patrimoniales a que da lugar encuentran su justificación en las mismas, aunque, como sabemos, la causa del desplazamiento patrimonial realizado no sea la misma para el asumente que para el deudor antiguo. Así, el delegante puede pretender pagar su deuda con el delegatario a través de la prestación realizada por el delegado, mientras para éste la ejecución de la delegación responde a la adquisición de un crédito frente al delegante. No debe, sin embargo, confundirse el hecho de que la causa de las atribuciones patrimoniales que se persigue producir con la asunción se encuentre fuera de ella con el hecho de que deban entenderse incorporadas la relación de valuta y de cobertura al contrato mismo de asunción de deuda. Los particulares, en virtud de la autonomía privada, tienen la posibilidad de incorporar estas relaciones subyacentes a la asunción de deuda, lo que supondrá un traslado del régimen jurídico y de la organización de intereses, en menor o mayor medida, de aquéllas a ésta, y tendrá, entre otras, una especial relevancia en el régimen de las excepciones oponibles. Pero la vinculación entre estas relaciones jurídicas también puede depender del concreto contrato de asunción de deuda adoptado: en el contrato de asunción de deuda propiamente dicho coinciden los sujetos de la asunción de deuda (que cuentan con el consentimiento del acreedor) con los de la relación de cobertura, por lo que será difícil la desvinculación entre ambas. En este sentido, suele entenderse que el interés de la causa respecto a la asunción de la deuda está representado por la oponibilidad de excepciones y por el control de los desplazamientos patrimoniales a que da lugar143. etc., la prestación se realiza en el patrimonio del delegatario; como pago –hablamos aquí de pago en el más amplio sentido–, en el del delegante. Segunda; en la prestación ordinaria, es siempre una sola y misma causa la que lleva a obrar a ambas partes: a la que hace la prestación y a la que la recibe. En la delegación, al contrario, el delegatario y el delegado obedecen no a una misma causa, sino a dos causas independientes una de otra”. 143 LACRUZ BERDEJO, Elementos..., II-1.º, cit., pp. 468-469; BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., p. 141. 110 MENU SALIR 4.- La forma en el contrato de asunción de deuda. Seguiremos en este punto la opinión de BASOZABAL ARRUE144, que distingue a estos efectos entre la forma en la relación de valuta y en la relación de cobertura. En la valuta lo lógico es pensar que si la ley exigía para ella una determinada forma, la misma regla de forma se mantenga para el asumente145. En la relación de cobertura el caso que puede ser más problemático es aquel en el que el asumente pretenda hacer una donación al deudor antiguo mediante la asunción de la deuda y se exija una determinada forma. Así, cuando la obligación asumida consiste en entregar un bien inmueble al acreedor y el asumente se haya obligado donandi causa, cabe plantear si deberá observarse la forma exigida por el art. 633 CC. La cuestión puede trascender las relaciones donante-donatario y afectar al acreedor en la medida en que existan terceros interesados en la declaración de nulidad (así, los acreedores del asumente-donante) y el acreedor no sea tercero hipotecario (no porque no sea un adquirente a título oneroso, sino porque, por ejemplo, no haya inscrito su derecho en el Registro de la Propiedad). Pero la cuestión no plantea problemas porque, en las relaciones asumentedeudor, lo que debe entenderse que ha donado el primero al segundo no ha sido un bien inmueble, sino un crédito (el pago de la deuda de éste frente al acreedor). Ha existido donación, pero lo donado no es un bien inmueble sino el hecho mismo de liberarle de una deuda, con independencia de que para el pago de la misma, el asumente deba entregar un bien inmueble al acreedor. Cuestión distinta sería el requisito de forma exigido en la relación de valuta. VII.- LOS EFECTOS DEL CONTRATO DE ASUNCIÓN DE DEUDA. 1.- Efecto liberatorio y efecto cumulativo en la asunción de deuda. Tomando como referencia la posición en la que queda el deudor, ya conocemos la distinción entre asunción de deuda liberatoria y asunción de deuda cumulativa, según que éste quede liberado (deje de estar obligado frente al acreedor) o un tercero se “acumule” a él, de forma que ambos hayan de ser 144 BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., pp. 137-138. 145 PUIG FERRIOL, “Asunción..., cit., p. 346 es de la misma opinión. 111 MENU SALIR considerados deudores, habiendo sido ya analizadas las reglas para determinar cuándo será uno u otro el efecto que deba proceder. Los posibles supuestos de asunción no liberatoria que pueden darse, a nuestro entender, son los siguientes: 1.º) Asunción cumulativa solidaria. Exige tres condiciones: el consentimiento de deudor, asumente y acreedor; el otorgamiento al acreedor del derecho a reclamar indistintamente a cualquiera de los deudores (ius variandi: arts. 1137 y 1144 CC); y que el objeto de la obligación a cargo del asumente y la del deudor sean idénticos, o en caso contrario, que las diferencias no sobrepasen los límites técnicos que representa el art. 1140 CC. 2.º) Asunción cumulativa no solidaria. Se producirá cuando no se cumplan alguna de las condiciones anteriores. Cabe distinguir los siguientes casos: A) Asunción cumulativa no solidaria con otorgamiento de ius variandi al acreedor. Ocurrirá cuando el deudor antiguo desconoce o rechaza la asunción de la deuda por el asumente, pero tiene el acreedor derecho a reclamarles indistintamente. B) Asunción cumulativa no solidaria sin otorgamiento de ius variandi al acreedor. Dos posibilidades: cuando uno de los obligados debe subsidiariamente y para el caso de insolvencia o incumplimiento de otro146; cuando la voluntad de los contratantes sea la de aplicar un régimen jurídico que no otorgue un ius variandi al acreedor. 146 Vid. PUIG FERRIOL, “Asunción..., cit., p. 338, para quien “No se dará una asunción cumulativa de deuda si el tercero responde de la deuda del primitivo deudor con carácter subsidiario, pues esta hipótesis aboca a la situación de fianza, que según el art. 1822.I CC comporta que una persona se obligue a pagar o cumplir por un tercero, para el caso de no hacerlo éste”. Con independencia de que dejemos para más adelante la cercanía de la figura a la fianza, debemos quedarnos ahora con la admisión de una asunción de deuda subsidiaria, que pretende distinguirse nítidamente de una asunción cumulativa. Téngase en cuenta que para este autor la asunción cumulativa da lugar a solidaridad, por lo que cuando contrapone asunción cumulativa a asunción subsidiaria, realmente quiere contraponer ésta a la asunción solidaria, es decir, asunción cumulativa no es incompatible con asunción subsidiaria porque, en ambos casos, ambos deudores (uno solidaria y otro subsidiariamente) quedan obligados conjuntamente. Por ello lo correcto es contraponer ambos casos de asunción cumulativa a la asunción liberatoria. 112 MENU SALIR 2.- Asunción cumulativa y solidaridad. Relevancia de la posición adoptada por el deudor. 2.1.- El estado de la cuestión en la doctrina. En la determinación de cuál sea la naturaleza jurídica del vínculo que une a deudor primitivo y asumente con el acreedor, la doctrina mayoritaria es de la opinión de que ambos están unidos por un vínculo de solidaridad. Someramente y siguiendo al profesor DÍEZ-PICAZO147, los puntos más importantes que se derivan de esta forma de organizarse las relaciones cuando existe una pluralidad de sujetos obligados “a prestar íntegramente las cosas objeto de la prestación” son los siguientes: 1.º) Se trata de una obligación en la que existe una pluralidad de sujetos en la posición deudora. 2.º) La obligación solidaria requiere unidad de objeto y de prestación e identidad de ésta, aunque a tenor del art. 1140 CC se admite, de acuerdo con sus antecedentes históricos, que los deudores solidarios lo puedan ser aunque “no estén ligados del propio modo y por unos mismos plazos y condiciones”. 3.º) Las relaciones externas (es decir, entre el acreedor y los deudores solidarios) se caracterizan por: A) El acreedor puede reclamar la totalidad de la deuda a cualquiera de los deudores. En este sentido tiene una facultad de elección, ius variandi, pues puede dirigirse para este fin contra uno de los deudores, contra varios o incluso contra todos. Si no obtiene el pago de aquel a quien ha reclamado, o simplemente decide abandonar esta acción e iniciar otra frente a otro obligado distinto, puede hacerlo mientras no resulte satisfecho en su derecho. Del mismo modo, el pago realizado por cualquiera de los deudores solidarios, haya sido o no demandado por el acreedor, extingue la obligación respecto a todos los deudores. B) El artículo 1147 establece un régimen de comunicación de la responsabilidad por la pérdida de la cosa debida cuando hubiese ocurrido por culpa de cualquiera de los deudores, respondiendo (solidariamente) del precio de la cosa así como de la indemnización de daños y abono de intereses. Esta misma 147 DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., pp. 203 y ss. En sentido parecido, ALBALADEJO GARCÍA, Derecho civil, II-1.º, cit., pp. 92-95. 113 MENU SALIR regla debe aplicarse a todos los casos de vulneración del derecho de crédito, lo sea por pérdida de la cosa debida, por mora, incumplimiento defectuoso etc. C) En caso de insolvencia de alguno de los codeudores, la falta de cumplimiento de éste, será suplida por los otros codeudores a prorrata de la deuda de cada uno (art. 1145). Esta regla se refiere más bien a las relaciones internas pues la responsabilidad a prorrata sólo es posible internamente, ya que el acreedor tiene el ius variandi, con lo que puede dirigirse contra cualquiera de los deudores no insolventes para cobrar el todo, sin posibilidad de prorrateo alguno. 4.º) En las relaciones internas, el afán del Código es conseguir una nivelación entre los deudores, pues cabe que sólo uno de ellos haya pagado, y sin embargo, la obligación se extinguió para todos. Para conseguir este objetivo nivelador se hace funcionar todo internamente como si se tratara de obligaciones parciarias, dotando al deudor que pagó de una acción de regreso, un derecho ex novo que le permite dirigirse contra los otros deudores y reclamar la diferencia entre lo que pagó válida y efectivamente y la parte que le corresponde al dividir aquella obligación entre todos los obligados al pago. Otra posibilidad en este sentido será la subrogación en los derechos del acreedor si se dieran las condiciones exigidas para ello. 5.º) Este régimen aplicable al caso de pluralidad de deudores no se presume en nuestro Derecho, sino que “sólo habrá lugar a esto cuando la obligación expresamente lo determine, constituyéndose con el carácter de solidaria.” (art. 1137 CC: no presunción de solidaridad); es más, se presume que la deuda se halla dividida en tantas partes iguales como deudores haya (art. 1138: presunción de mancomunidad). Debe también tenerse en cuenta que, no obstante unidad de objeto y la identidad de las prestaciones debidas son exigencias ineludibles de la solidaridad pasiva en opinión unánime de la doctrina148, sin embargo, permite el art. 1140 CC que la solidaridad exista “aunque los acreedores y deudores no estén ligados del propio modo y por unos mismos plazos y condiciones”. 148 Por todos, vid. CAFFARENA LAPORTA, en Comentario..., cit., com. arts. 1137-1148, pp. 117-150, y lugar común en su tesis doctoral (La solidaridad de deudores: Excepciones oponibles por el deudor solidario y modos de extinción de la obligación en la solidaridad pasiva, 114 MENU SALIR Los límites del art. 1140 han sido fijados casuísticamente, y con carácter ejemplificativo se ha admitido: que los deudores no estén ligados por los mismos plazos y condiciones (ya lo dice el propio art. 1140), que existan lugares distintos para el pago, que se constituya alguna garantía respecto a algún deudor, que la deuda de uno o algunos de los deudores sea sólo una parte de la deuda debida por otro u otros; y con ciertas dudas se podría permitir que la obligación de alguno estuviera sujeta a término o que puedan ser distintos los criterios de imputación de la responsabilidad por incumplimiento149. Este es el régimen jurídico aplicable a la asunción cumulativa (en realidad, a los casos de asunción cumulativa en los que implícitamente están pensando estos autores cuando defienden esta opinión: identidad de las obligaciones a cargo de deudor y asumente y consentimiento del primero a la asunción de la deuda por éste) en opinión, por ejemplo, de DÍEZ-PICAZO, PUIG FERRIOL y ADAME MARTÍNEZ150. El primero de estos autores defiende el vínculo solidario entre los dos deudores con el siguiente razonamiento: “Aunque esta solución parece chocar prima facie en nuestro Derecho Positivo con el principio de no presunción de la Edersa, Madrid, 1980). 149 Es decir, básicamente se refiere a elementos accidentales: ALBALADEJO GARCÍA, Derecho civil, II-1.º, cit., pp. 91-92; CAFFARENA LAPORTA, en Comentario..., cit., com. art. 1140, pp. 125-126; PÉREZ ÁLVAREZ, M. A., Solidaridad en la fianza, Ed. Aranzadi, Pamplona, 1985, pp. 168 y ss; GUILARTE ZAPATERO, en Comentarios al Código Civil y Compilaciones Forales, XV-II, com. art. 1140, Edersa, Madrid, 1983, pp. 247-248. Este último autor menciona también la posibilidad de que “alguno de los deudores aparezca como deudor subsidiario respecto de los demás” (p. 248), en la línea defendida en su día por HERNÁNDEZ GIL (“La solidaridad en las obligaciones”, RDP, 1946, p. 412). El Derecho portugués, que también admite la solidaridad no uniforme, sí cuenta con el art. 512.2, que es mucho más concreto que nuestro 1140 (y más concreto también que el 1201 del Code, que sólo menciona el plazo y la condición, y que el 1293 del Codice, que habla genéricamente de “modalità diverse”) y establece algunos ejemplos: “A obrigaçao nao deixa de ser solidária pelo facto de os devedores estarem obrigados en termos diversos ou com diversas garantias, ou de ser diferente o conteúdo das prestaçoes de cada um deles; igual diversidade se pode verificar quanto á obrigaçao do devedor relativamente a cada um dos credores solidários”. Sin embargo, la doctrina reconoce otros posibles casos no citados que vienen a coincidir con los reconocidos por la doctrina española: ANTUNES VARELA, Das obrigaçoes..., I, cit., pp. 772773. 150 DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., p. 859; PUIG FERRIOL, “Asunción..., cit., p. 337; ADAME MARTÍNEZ, Asunción..., cit., p. 205. También OERTMANN, P., “Transmisión de obligaciones”, trad. del alemán por W. Roces, RDP, 1923, p. 102. 115 MENU SALIR solidaridad consagrado en el artículo 1137, es la única solución admisible para el caso de una asunción acumulativa, pues la aplicación de las reglas de la mancomunidad y de la parciaridad conducirían a una asunción por lo menos parcialmente liberatoria. En aquella parte en que se aplica la regla concursu partes fiunt, el antiguo deudor tendría que quedar liberado. Y para establecer una subsidiariedad de la obligación de un deudor respecto de la del otro, no hay base alguna en la ley”151. Es una opinión a la que este autor llega via negationis, es decir, porque es la única posible. Los autores que defienden la equiparación entre asunción cumulativa y solidaridad suelen hacerlo con independencia de cuál haya sido el negocio jurídico concreto a través del cual se ha llegado a la asunción cumulativa, aunque debe advertirse que parece que todos ellos están pensando en un caso de asunción cumulativa consentida también por el deudor antiguo y en la que el asumente queda obligado a la misma prestación que aquél, supuesto que indiscutiblemente da lugar a solidaridad. ADAME MARTÍNEZ152 sí defiende expresamente la aplicación del régimen solidario en su totalidad también a la expromisión, que es el caso que puede presentarse como más dudoso y respecto al que no consideramos, por las razones que más adelante se dirán, aplicable la solidaridad 151 El artículo 1268.II del Codice sí supone una cierta base legal para entender subsidiaria la obligación del primer deudor frente a la del asumente cumulativo por delegación: “Sin embargo el acreedor que ha aceptado la obligación del tercero no puede dirigirse al delegante, si primero no ha reclamado al delegado el cumplimiento”. La regla procede de la doctrina de COVIELLO, “Della successione nei debiti a titolo particolare”, AG, LVI, 1896, pp. 306 y ss. La razón del carácter subsidiario de la obligación del delegante en la delegación cumulativa debe buscarse en esencia en que se pensaba que normalmente el delegado es deudor del delegante y mediante el cumplimiento de la obligación frente al delegatario pretende cumplir la suya propia. Sin embargo, como observa RESCIGNO, voz “Delegazione (dir. civ.)”, XI, cit., pp. 942 y 943, la misma razón debería valer para la expromisión y el accollo cumulativos, casos para los que los arts. 1272.I y 1273.III han establecido una solución distinta: la solidaridad entre los dos deudores. También para BIGIAVI, La delegazione, cit., pp. 23 y ss., los argumentos de COVIELLO no son decisivos y buena muestra de ello es la práctica inaplicabilidad de la regla en la jurisprudencia. Por ello, no se exige que el acreedor proceda a la excusión de los bienes del delegado, siendo suficiente que el acreedor reclame previamente a éste el cumplimiento de la obligación: BIANCA, M., Diritto civile, IV, Ed. Giuffrè, Milano, 1992, nota 76, p. 652, donde se cita en este sentido a la sentencia de la Corte de Casación de 12 de marzo de 1973. Para la doctrina francesa ninguna regla existe al respecto: COLIN- CAPITANT, Cours élémentaire..., II, cit., p. 111. 152 ADAME MARTÍNEZ, Asunción..., cit., pp. 202 y ss. 116 MENU SALIR estrictamente, aunque pueda reconocerse al acreedor un ius variandi. Algunos autores matizan bastante el entusiasmo de los anteriores por la solidaridad, habida cuenta del principio de no presunción de la misma que rige en nuestro Código civil, defendiendo que los obligados cumulativamente, salvo que otra cosa se haya convenido expresamente, habrán de responder como obligados parciarios. El autor que de una forma más tajante se postula así es MANRESA Y NAVARRO153, y con algunas matizaciones, en la misma línea se sitúan PÉREZ GONZALEZ y ALGUER y SANCHO REBULLIDA. Los Anotadores de ENNECCERUS, tras poner de manifiesto la opinión de éste partidaria de la solidaridad, aseguran que “(...) nada se opone a que un nuevo deudor se adhiera a la deuda con carácter solidario (cf. la S. 27 enero 1905). La única diferencia, en este particular, entre el derecho alemán y el nuestro radica en que aquí es menester se determine expresamente la solidaridad (...)”154. En un sentido similar se pronuncia SANCHO REBULLIDA155: “Normalmente, la acumulación será por vía de solidaridad; pero si así no se ha expresado, a la hora de aplicar el artículo 1137, a. f., es de observar que la figura, en virtud del 1138, ya no es de delegación o expromisión cumulativa, sino parcialmente novativa; la obligación del antiguo deudor subsiste parcialmente (en la mitad que le corresponde) y queda novada en el resto (en la mitad que se obliga el delegado o expromisor)”. Por su parte, AZURZA156, distingue en esta cuestión según que se haya producido la asunción de la deuda por expromisión o por medio de delegación. Respecto de la primera (expromisión) entiende que cuando no haya liberación del deudor antiguo no cabe la solidaridad porque no puede imponerse a éste sin su consentimiento y porque de acuerdo con los arts. 1137 y 1138 no cabe presumirla nunca. En lo referente a la delegación cita la opinión de VALVERDE, para quien 153 MANRESA Y NAVARRO, Comentarios..., VIII, cit., pp. 424-425. 154 PÉREZ GONZÁLEZ y ALGUER, en ENNECCERUS, Derecho de obligaciones, I, cit., p. 416. 155 SANCHO REBULLIDA, Comentarios..., XVI-1.º, com. art. 1205, cit., p. 745, nota n.º 74. 156 AZURZA, P. J., “Notas sobre novación”, RDP, 1950, p. 610. 117 MENU SALIR en el caso de delegación imperfecta sin efecto novatorio (léase, sin efecto liberatorio) asegura, de pasada, que se produce “efecto análogo a caución o solidaridad”, aunque AZURZA no concreta muy bien si comparte la opinión de VALVERDE sobre el régimen de la solidaridad o si tampoco en la delegación cabe presumirlo por los mismos preceptos indicados. En cualquier caso, lo que sí deja bastante claro este autor es que la asunción cumulativa no puede dar lugar a solidaridad cuando no interviene el consentimiento del deudor. Por otro lado, algunos autores que han estudiado con profundidad el régimen jurídico de la solidaridad han llegado a conclusiones, en referencia más o menos directa a la asunción cumulativa no consentida por el deudor, pero en todo caso aplicables a ella, que abonan la idea de que no cabe identificar absolutamente ambas figuras jurídicas, sobre la base de que la solidaridad supone una agravación de la responsabilidad, que ninguno de los deudores (cumulativos, para nosotros) debe soportar sin su voluntad. Uno de los supuestos más evidentes de agravación es la responsabilidad por la pérdida de la cosa debida cuando media culpa de algún deudor solidario, en cuyo caso “(...) todos serán responsables, para con el acreedor, del precio y de la indemnización de daños y abono de intereses, sin perjuicio de su acción contra el culpable o negligente” (art. 1147.II CC). De esta opinión parece CAFFARENA LAPORTA157 en su estudio sobre la solidaridad de deudores, y más concretamente al tratar el régimen de las excepciones oponibles por éstos del art. 1143 CC, donde realiza una serie de observaciones que inciden directamente en el problema. Conforme a este precepto, afirma, es posible que el acreedor, sin contar con los deudores (se entiende, solidarios) celebre un convenio expromisorio con un tercero para que asuma la obligación solidaria. La consecuencia de ello será que la obligación se extinguirá y quedarán libres todos los deudores solidarios. Pero también cabe la posibilidad de que el acreedor y el tercero convinieran que éste asumiera tan sólo la posición de uno de aquéllos. En este caso, al margen de que está claro que el deudor queda liberado respecto del acreedor, entiende acertadamente el autor que los demás deudores solidarios pueden, si quieren, desconocer la sustitución 157 CAFFARENA LAPORTA, La solidaridad..., cit., pp. 157-161. 118 MENU SALIR efectuada, y respecto de ellos entender que a todos los efectos aquel deudor solidario no quedó liberado y que el asumente no quedó obligado. Es la única forma, continúa, de que los deudores solidarios no se vean perjudicados por un acto del acreedor y de un tercero en el que no han intervenido ni han consentido, ni tampoco por los actos que el tercero lleve a cabo (por ejemplo, comunicación de la responsabilidad por culpa del asumente solidario). Como conclusión y justificación asegura: “En resumen, los deudores solidarios no pueden verse perjudicados por un acto al que son extraños y al que el acreedor el Código no le faculta realizarlo. Si es el deudor sustituido, nuevo, el que paga, ¿podrá regresar contra los demás deudores solidarios? Sin duda que sí, en los términos de un tercero que paga la deuda (artículo 1158 del Código civil). Siendo la solidaridad un régimen donde la situación y conducta de cada deudor puede influir de modo importante en la esfera de los demás codeudores, no debe permitirse que alguno de ellos sea sustituido por un tercero sin el consentimiento de todos” (subrayado nuestro)158. Aunque CAFFARENA LAPORTA llegue a estas conclusiones partiendo de una situación de la cual nosotros no partimos habitualmente, como es la existencia previa de un régimen de solidaridad de deudores y un caso de asunción liberatoria en el seno del mismo, sin embargo, el supuesto de hecho no difiere de nuestro caso: se trata de un tercero (el asumente para nosotros), que mediante un contrato con el acreedor (convenio expromisorio) se acumula al deudor antiguo que no ha formado parte del contrato ni ha consentido, o incluso puede que lo desconozca. Si afirmamos que esa acumulación es sinónimo de solidaridad ello traerá como consecuencia que los actos del asumente, y de nuevo pensamos en la comunicación de la responsabilidad ex art. 1147.II, podrán perjudicar al deudor aun contra su voluntad, porque es claro que la expromisión puede verificarse con desconocimiento del deudor antiguo (art. 1205 CC) y aun contra su voluntad. Idénticas son las apreciaciones de BASOZABAL ARRUE sobre la mora, la 158 Obsérvese que en el caso de que exista previamente solidaridad de deudores da igual si la sustitución de un deudor por un tercero se lleva a cabo a través de la expromisión o de la delegación, porque el resultado es el mismo: los deudores solidarios pueden verse perjudicados por los actos de este tercero. Por esta razón, este autor se remite a lo dicho en la expromisión cuando estudia el mismo supuesto referido a la delegación. 119 MENU SALIR imposibilidad sobrevenida de la prestación por culpa o dolo del asumente y la interrupción de la prescripción, efectos que niega puedan ser comunicados al deudor antiguo cuando la asunción cumulativa se ha verificado a través de un convenio expromisorio desconocido por éste o al que se ha opuesto, a pesar de que este autor identifica, generalmente, asunción cumulativa y solidaridad159. A modo de resumen, las razones aducidas por la doctrina en contra de la equivalencia entre asunción cumulativa y solidaridad son fundamentalmente dos: 1.ª) Porque, cualquiera que sea el negocio jurídico mediante el cual se ha asumido cumulativamente una deuda y, salvo pacto en contrario, los arts. 1137 y 1138 CC imponen la parciaridad; 2.ª) Referida a la asunción mediante expromisión, porque se causaría un grave perjuicio al deudor (ejemplo de lo cual es el recurrente art. 1147.II CC), de donde se deduce que la solidaridad no puede imponerse sin el consentimiento de este último. Para el estudio de estos argumentos parece irrenunciable la distinción entre asunción cumulativa consentida por el deudor y asunción de deuda no consentida o ignorada por él. 2.2.- Nuestra posición. 2.2.1.- Cuando el deudor consiente la asunción de deuda. La doctrina se ha ocupado, en general con cierto detenimiento, del art. 1137 y de la presunción que establece160. Todos los autores coinciden con las apreciaciones que al respecto hiciera HERNÁNDEZ GIL en 1947 en relación a cómo debía interpretarse la expresión “cuando la obligación expresamente lo determine”, recogiendo en lo esencial lo que la jurisprudencia venía afirmando sobre este tema161. 159 BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., pp. 125-126 (mora e imposibilidad sobrevenida de la prestación) y 128, 158 y 159 (prescripción). 160 ALBALADEJO GARCÍA, M., “Sobre la solidaridad o mancomunidad de los obligados a responder por acto ilícito común”, ADC, abril-junio 1963, pp. 346-348; BALLARÍN MARCIAL, “Titularidad solidaria”, AAMN, tomo XIII, 1962, p. 200; JORDANO BAREA, “Las obligaciones solidarias”, ADC, julio-septiembre 1992, pp. 867-870. 161 HERNÁNDEZ GIL, “El principio de no presunción de solidaridad”, RDP, 1947; en lo esencial, pp. 90 y ss, donde recoge los principales argumentos esgrimidos por la doctrina y la jurisprudencia al respecto en orden a la atenuación y limitación de la presunción. 120 MENU SALIR La idea principal de la que se parte es de que “expresamente” no equivale a “literalmente”; no se exige un rigorismo tal que haga necesario que aparezca la palabra “solidaridad” en la obligación, ni que tenga que instituirse la solidaridad mediante una cláusula explícita. El sentido del precepto es que la solidaridad no se presume; para romper esta presunción hace falta que conste claramente en la obligación la intención de las partes de acordar este régimen, lo que puede hacerse bien expresamente, bien deducirse tácitamente de la adecuada interpretación de la voluntad de las partes. Se trata de una expresión del Código poco feliz y muy imprecisa, lo cual no es nuevo como señala ALBALADEJO GARCÍA, que pone otros ejemplos en los que los términos “expreso” y “expresamente” no quieren decir lo que en principio parecen decir: arts. 476, 901, 905, 1100, 1153, 1169, etc. Por otro lado, la jurisprudencia ha contribuido a establecer unas limitaciones cada vez mayores al principio de no presunción de solidaridad, circunscribiéndolo a las obligaciones contractuales y evitando su extensión a otras zonas del Ordenamiento Jurídico, la mayoría de las veces sin demasiada base legal, como han puesto de manifiesto algunos autores especialmente críticos en este sentido162. Sentado lo anterior, el art. 1137 CC no puede ser un obstáculo, sobre todo teniendo en cuenta la interpretación jurisprudencial del mismo, en favor de la solidaridad en la asunción cumulativa cuando todos los posibles deudores consienten en obligarse de esta forma, con independencia del negocio jurídico por medio del cual se haya asumido la deuda. Es decir, que la deuda se haya asumido por delegación, por expromisión o por contrato de asunción de deuda propiamente dicho no es el elemento determinante siempre, aunque sí puede ser indiciario, de una voluntad de las partes en orden a acoger el régimen jurídico de la solidaridad o no. Así, aquellos autores contrarios a la solidaridad sobre la base del perjuicio que puede ser ocasionado al deudor cuyo consentimiento no interviene se suelen circunscribir al contrato de expromisión porque parten de la base de la no participación del deudor antiguo. Pero nada impide que el deudor, ignorante de 162 ALBALADEJO GARCÍA, “Sobre la solidaridad..., cit., pp. 360 y ss; CAFFARENA LAPORTA, en Comentario del Código Civil, tomo II, com. art. 1137, Ministerio de Justicia, Madrid, 1991, pp. 119-120, donde pone de manifiesto la falta de consistencia de los argumentos para limitar la aplicación del principio. 121 MENU SALIR este negocio u opuesto a él, pueda con posterioridad manifestar, expresa o tácitamente, su conformidad, lo que podrá derivar en la aplicación del régimen de la solidaridad desde ese momento o retroactivamente si así se ha querido, y lo mismo se aplicará si el deudor otorgó de forma previa su autorización. Igualmente, si se ha asumido por delegación es claro que el deudor ha intervenido, pero si el delegado-asumente se ha apartado de la orden, mandato o autorización dada por aquél y ha asumido en otros términos frente al acreedor, tal negocio jurídico puede serle perjudicial al deudor, aunque se haya llevado a cabo por delegación y con su participación (se equipararía a una expromisión). Por contra, los que, como MANRESA Y NAVARRO, excluyen la solidaridad porque entienden que hay que aplicar estrictamente los principios de no presunción de solidaridad y de presunción de parciaridad, extienden sus ideas también a la delegación y al contrato de asunción de deuda propiamente dicho. El consentimiento del deudor puede serlo expreso o tácito, pero lo normal es que sea expreso en la delegación (él es el delegante) y en el contrato de asunción de deuda en sentido estricto, mientras que en la expromisión puede resultar en ambas formas. En la delegación y en el contrato de asunción el consentimiento es anterior o simultáneo, mientras que en la expromisión lo usual es que sea posterior, aunque nada impide que pueda ser dado también con anterioridad. En tales supuestos, todas las partes, incluido el deudor que sigue obligado, consienten la asunción de la deuda de esta forma (cumulativamente). Este consentimiento provocará el nacimiento de la solidaridad o la adhesión a la misma si ya era el régimen aplicable a los varios deudores anteriores ya existentes. 2.2.2.- Cuando el deudor se opone a la asunción de deuda o la ignora. La correlación entre los arts. 1147.II y 1107.I CC. Si el deudor no consiente en obligarse cumulativamente, bien porque de forma expresa o tácita se opone a la asunción de la deuda, bien porque simplemente la ignora, entonces surge el problema de determinar el régimen jurídico que debe presidir las dos obligaciones, distintas, aunque muy posiblemente con el mismo contenido, que han surgido. El rechazo o la ignorancia del deudor deben protegerle de lo pactado entre el asumente y el acreedor como se protege a un tercero en virtud del principio res inter alios acta (art. 1257 CC). 122 MENU SALIR En este sentido, no puede haber nada más inconsistente y superfluo frente a la presunción en contrario que representa el art. 1137 CC que la oposición o la falta de conocimiento de la celebración del negocio jurídico que pretende servir de base para destruir la presunción. Si la asunción de la deuda se llevó a cabo mediante un negocio jurídico con el desconocimiento del deudor, afirmar la solidaridad en este caso es tanto como decir que el silencio o el desconocimiento de la celebración de este negocio jurídico son suficientes para provocar la solidaridad. La oposición a la asunción o la ausencia de ella por ignorancia no podrá nunca ser interpretada como una voluntad expresa hacia la solidaridad, sino todo lo contrario. La jurisprudencia de nuestro país ha llegado lejos en la mitigación y limitación del principio de no presunción de solidaridad, pero a este límite no han llegado ni los códigos civiles, paradigma de los cuales es el BGB, que propugnan el principio de presunción de la solidaridad en los negocios contractuales. Pero tampoco estaremos entonces ante una obligación parciaria, calificación que conllevaría, frente a la voluntad de los contratantes, una liberación parcial del deudor antiguo (en la parte asumida por el tercero); sencillamente el acreedor tiene dos deudores distintos y el cumplimiento de cualquiera de ellos extingue ambas obligaciones, sin que por ello sean de aplicación otros efectos propios de la solidaridad, al menos respecto al antiguo deudor. Sólo podrá reputarse solidario al deudor que consiente la asunción de deuda por conocerla, bien participando en el negocio jurídico del cual deriva, bien consintiéndolo en otro momento. Se ha buscado especialmente proteger al deudor no liberado y no consentidor de la aplicación del art. 1147.II CC, en la medida en que establece una comunicación de responsabilidad entre los deudores solidarios por pérdida de la cosa o imposibilidad de la prestación mediante culpa de cualquiera de los deudores solidarios. La razón jurídica alegada para ello: si no se aplica el régimen jurídico de la solidaridad por no consentirlo así el deudor, no será aplicable este precepto. Esto parece obvio. Pero creemos que existe un argumento de refuerzo a esta idea. Se trata de coordinar el art. 1147.II con el 1107.I, ambos del Código civil. Se ha dicho sobre el 1107.I que supone el reconocimiento del contrato como norma fundamentadora 123 MENU SALIR de la responsabilidad civil al limitar los daños de que debe responder el deudor de buena fe (deudor culposo) a los previstos o previsibles en el momento de contratar163, lo que “descansa en un cálculo de costes-beneficios, más o menos consciente, de cada una de las partes contratantes, siendo uno de los costes a tener en cuenta el relativo al riesgo de que se produzcan una serie de daños a consecuencia de un eventual incumplimiento”164. El art. 1147.II representa, según creemos, precisamente una singular concreción de esta idea, referida al riesgo de que se produzcan daños como consecuencia de la imposibilidad sobrevenida de la prestación imputable a cualquiera de los deudores solidarios, debiéndose entenderse aplicable también al incumplimiento por culpa o por mora, conforme a los antecedentes históricos del precepto165. Se trata de una norma excepcional cuyo ámbito de aplicación es 163 Vid. también el art. 1225 del Codice civile: “Se l’adempimento o il ritardo non dipende da dolo del debitore, il risarcimento è limitato al danno che poteva prevedersi nel tempo in cui è sorta l’obbligazione”. 164 PANTALEÓN PRIETO, “El sistema de responsabilidad contractual (materiales para un debate)”, ADC, 1988-III, pp. 1026-1027 (también, IDEM, “Las nuevas bases de la responsabilidad contractual”, ADC, 1993-IV, pp. 1719-1745), en una lectura “objetiva” del precepto y de nuestro sistema de responsabilidad contractual. A favor de una visión “subjetiva” o básicamente culpabilística vid. JORDANO FRAGA, “¿Unas nuevas bases de la responsabilidad contractual?”, ADC, 1994-II, pp. 325-340, con quien el anterior protagonizó una viva polémica, y CRISTOBAL MONTES, “El enigmático artículo 1.107 del Código Civil español”, en Centenario del Código Civil, tomo I, Ed. Centro de Estudios Ramón Areces, Madrid, 1990, pp. 559-575). Sobre la misma cuestión, vid. también MONTÉS PENADÉS, V. L., “Sobre la responsabilidad del deudor de buena fe en el art. 1107 CC”, en Estudios de Derecho Mercantil en Homenaje al Profesor Manuel Broseta Pont, tomo II, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 1995, pp. 2423 y ss; YZQUIERDO TOLSADA, M., “Comentario del artículo 1107 del Código civil”, en Estudios de Derecho civil en homenaje al Profesor Dr. José Luis Lacruz Berdejo, vol. 1.º, Ed. Bosch, Barcelona, 1992, pp. 843-868. 165 CAFFARENA LAPORTA, La solidaridad..., cit., pp. 335 y ss. También CRISTOBAL MONTES, “La mora y la culpa en la solidaridad pasiva”, Revista de Derecho Notarial, enerodiciembre 1990, pp. 39-52. Según el primero, la responsabilidad de los deudores solidarios por la imposibilidad sobrevenida de la obligación mediando culpa de cualquiera de ellos se extendía en el Derecho romano a efectos de no liberar a los demás deudores por la pérdida de la cosa y queden obligados a pagar el precio (ad conservandam et perpetuendam obligationem, dirán glosadores y postglosadores) pero no al resarcimiento de daños y perjuicios (ad augendam ipsorum obligationem), que sólo era exigible al deudor culposo. Lo mismo era aplicable a la mora en virtud de la máxima alterius mora alteri no nocet. Esta discriminación entre la obligación de hacer frente al precio y la obligación de indemnizar daños y perjuicios fue acogida por Pothier y pasó al Código civil francés (art. 1205) y al italiano de 1865 (art. 1191). Fue también la solución acogida por el art. 1065 de nuestro Proyecto de 1851, pero el Anteproyecto 1882-1888 (art. 1164) la cambió por la redacción actual, que prefirió seguir en este punto al art. 711 del Código civil argentino y el 1207 del Anteproyecto de Laurent, de forma que los deudores solidarios respondan también ad augendam ipsorum obligationem. 124 MENU SALIR ciertamente reducido166, en cuya virtud una persona (deudor solidario no culpable) va a tener que hacer frente, ante el acreedor, a una responsabilidad (pago del precio e indemnización de daños y perjuicios) por un hecho imputable a otro sujeto distinto (el deudor o deudores solidarios culpables). No debe existir duda sobre que su fundamento se basa en la previa existencia de un vínculo solidario de origen contractual (también puede ser legal) entre los obligados, y por tanto, consentido por todos ellos: consintiendo en obligarse solidariamente, la ley establece esta responsabilidad reforzada. Esta responsabilidad agravada justifica, entre otros extremos, que el art. 1137 exija que la solidaridad sea establecida de forma indudable y no pueda presumirse porque no cabe pensar, como regla, que un deudor quiera responder por los hechos o las acciones de otro sujeto, aunque éste también sea responsable de la misma deuda. Así las cosas, es claro que el riesgo de que se produzcan daños al acreedor por incumplimiento, cumplimiento defectuoso o mora imputables a cualquiera de los deudores solidarios ha sido tenido en cuenta, o debió tenerse, por cada uno de éstos en el cálculo de costes-beneficios que realizaron en el momento de contratar, y es lógico que deban tenerse por daños “previstos o que se hayan podido prever al tiempo de constituirse la obligación” a los efectos de aplicar el art. 1107.I CC. Nada más alejado de esta realidad que la situación de un deudor cuyo acreedor celebra con un tercero un contrato de asunción de deuda en el que no participa por desconocerlo o se opone a él. Si la base de la aplicación del art. 1147.II era el consentimiento inequívoco de los deudores a obligarse solidariamente, en este caso estamos ante un deudor que en su momento consintió en obligarse como deudor, pero que ahora no consiente en hacerlo de forma solidaria con el asumente, aunque se trate de la misma deuda. Esta idea descansa precisamente en el cálculo de costes-beneficios realizado por los deudores. El primer deudor realizó este cálculo en el momento de contraer su obligación, cuando todavía el asumente no existía, y es lógico que el cálculo así 166 CAFFARENA LAPORTA, La solidaridad..., cit., pp. 347-350; IDEM, en Comentario..., cit., com. art. 1147, p. 146, donde literalmente puede leerse: “El supuesto de hecho del artículo en la práctica únicamente es pensable respecto de las obligaciones solidarias que tienen por objeto una prestación de dar con fines meramente restitutorios, porque en ellas el objeto de la prestación puede ser una cosa determinada específicamente”. 125 MENU SALIR realizado no pueda modificarse sin contar con su consentimiento por la posterior aparición de otro sujeto. Cuando el deudor participa y consiente la asunción de deuda de forma cumulativa debe entenderse que modifica su cálculo anterior de costes-beneficios y lo sustituye por otro nuevo en el que asume como riesgo o coste los daños causados por los actos o hechos imputables al asumente, tal como se deriva del art. 1147.II. Por contra, en el cálculo de costes-beneficios del asumente debe entenderse incluido, como regla y salvo que otra cosa sea pactada, el riesgo por los daños causados por el deudor antiguo como si se tratase, sin serlo, de una obligación solidaria, y como si fuera a él aplicable, sin serlo por no ser estrictamente un deudor solidario, el art. 1147.II. Estamos en este punto de acuerdo con las palabras de BASOZABAL ARRUE, en cuyo fondo subyace el res inter alios acta, cuando afirma en relación también a la imposibilidad sobrevenida de la prestación por culpa en la expromisión: “El efecto expansivo de la responsabilidad se produce siempre en el sentido de hacer responsable al asumente del comportamiento del deudor, mas no a la inversa, ya que sería como hacer responder a un deudor de la mora o imposibilidad culpable causada por un tercero”167. La única matización que debemos hacer a este autor es que expresamente entienda aplicable el mismo régimen cuando la obligación deviene imposible por dolo, lo que no parece razonable. La responsabilidad por el hecho de un tercero se establece para la culpa, tal como hace el 1147.II, pero no puede extenderse al dolo. En el fondo de toda esta disquisición subyacen nuevamente los argumentos antes considerados en contra de entender como deudor solidario a quien no conoce y consiente el negocio jurídico por medio del cual un tercero asume cumulativamente la misma deuda frente al acreedor. 167 BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., p. 125. 126 MENU SALIR CAPÍTULO SEGUNDO: LA ASUNCIÓN DE DEUDA CON EFECTO LIBERATORIO: ANTECEDENTES HISTÓRICOS Y RÉGIMEN JURÍDICO: I.- LOS ORÍGENES Y LA EVOLUCIÓN DE LA ASUNCIÓN DE DEUDA CON EFECTO LIBERATORIO HASTA LA CODIFICACIÓN. 1.- El Derecho romano y el cambio de deudor. Las formas mediante las cuales era posible. 1.1- La estipulación novatoria: delegatio y expromissio. 1.1.1.- La novación en el Derecho romano clásico. 1.1.2.- La novación en el derecho postclásico y justinianeo. 1.2.- El contrato literal: Transcriptio a persona in personam. 1.3.- El nombramiento de cognitor o procurator in rem suam como recurso procesal para lograr el cambio de deudor. 2.- La evolución durante la Época Intermedia. 2.1.- La evolución de la novación. 2.1.1.- La novación según los Glosadores. 2.1.2.- La novación según los Postglosadores o Comentaristas. 2.1.3.- La novación según la Escuela Culta. 2.2.- El cambio de deudor en el Derecho germánico. 2.3.- La influencia de la práctica. 3.- El Derecho Histórico español. 4.- La evolución posterior hasta la Codificación. II.- LA REGULACIÓN DEL CÓDIGO CIVIL. EL RÉGIMEN JURÍDICO DE LA ASUNCIÓN DE DEUDA LIBERATORIA. 1.- La responsabilidad por insolvencia del deudor antiguo: el art. 1206 CC. 1.1.- El riesgo derivado de la insolvencia y las consecuencias de la aplicación de la responsabilidad ex art. 1206. 1.2.- Insolvencia anterior y pública e insolvencia anterior y conocida por el deudor. 1.2.1.- La publicidad de la insolvencia y su conocimiento por parte del acreedor. 127 MENU SALIR 1.2.2.- El sentido de la expresión “insolvencia pública” y su conocimiento por parte del deudor antiguo. 1.2.3.- La diligencia del acreedor en el conocimiento de la insolvencia. 1.2.4.- El momento en el que es relevante la insolvencia. 1.2.5.- Negocios jurídicos a los que son de aplicación las excepciones del precepto. 1.3.- El fundamento y los efectos de la responsabilidad que el art. 1206 pone a cargo del deudor liberado. 1.3.1.- El estado de la cuestión en la doctrina. 1.3.1.1.- Soluciones basadas en la ineficacia de la asunción de deuda. 1.3.1.2.- Soluciones basadas en la idea del antiguo deudor como garante. 1.3.2.- Otras posibles soluciones. 1.3.2.1.- La resolución del contrato de asunción de deuda. 1.3.2.2.- La rescisión. 1.3.3.- Análisis comparativo de los efectos prácticos a que conducen las opiniones doctrinales mayoritarias. 1.3.4.- Crítica a la idea de garantía en sentido técnico. 1.3.5.- La ineficacia del consentimiento liberatorio sobre la base del dolo y el error. 1.3.6.- La aplicación matizada del régimen jurídico de la nulidad relativa a estos supuestos. 1.3.7.- Nuestra postura: el art. 1206 es un supuesto de ineficacia “ex lege” del consentimiento liberatorio, que pretende colocar al acreedor, respecto al deudor liberado, en la misma situación que si éste no hubiera sido liberado. 1.3.8.- La ineficacia del consentimiento liberatorio y la nulidad parcial del contrato de asunción de deuda. 2.- El régimen de las obligaciones accesorias y el artículo 1207 CC. 2.1.- Cuestiones generales. 2.2.- Las soluciones del Derecho comparado. 2.3.- Las garantías personales accesorias en el Derecho español. 2.3.1.- Las prestadas por terceros. 2.3.2.- Las prestadas por el antiguo deudor. 2.3.3.- Las prestadas por el nuevo deudor con anterioridad a la asunción de 128 MENU SALIR la deuda. 2.4.- Las garantías reales: la hipoteca, la prenda y la anticresis. 2.5.- Los privilegios. 2.6.- La prioridad y rango de las obligaciones accesorias subsistentes tras la asunción de la deuda. 3.- Las excepciones oponibles por el asumente. 3.1.- Ausencia de regulación específica en nuestro Código y las soluciones del Derecho comparado. 3.2.- Oponibilidad de las excepciones derivadas del contrato de asunción de deuda o de las relaciones que puedan existir entre el asumente y el acreedor. 3.3.Las excepciones derivadas de la relación de valuta (relación acreedor-antiguo deudor). 3.3.1.- Causas extintivas de la obligación asumida en general y causas que provocan la paralización de la acción del acreedor. 3.3.2.- La nulidad y la anulabilidad. 3.3.3.- La excepción de incumplimiento y de cumplimiento defectuoso, la resolución y el saneamiento por vicios ocultos. A) La excepción de incumplimiento y de cumplimiento defectuoso. B) La resolución de la valuta y el saneamiento por vicios ocultos. 3.3.4.- La compensación. 3.3.5.- La prescripción. 3.4.- Las excepciones derivadas de la relación de cobertura (relación deudor antiguo-asumente). 129 MENU SALIR CAPÍTULO SEGUNDO: LA ASUNCIÓN DE DEUDA CON EFECTO LIBERATORIO: ANTECEDENTES HISTÓRICOS Y RÉGIMEN JURÍDICO. I.- LOS ORÍGENES Y LA EVOLUCIÓN DE LA ASUNCIÓN DE DEUDA CON EFECTO LIBERATORIO HASTA LA CODIFICACIÓN. 1.- El Derecho romano y el cambio de deudor. Las formas mediante las cuales era posible. El punto de partida del estudio histórico de la figura llamada asunción de deuda, tal y como ha sido esbozada y entendida en el capítulo anterior, tiene que situarse necesariamente en el Derecho romano, y más particularmente, en la figura de la novación, institución a cuyo través este Ordenamiento Jurídico articuló el cambio de un deudor por otro en una relación obligatoria. No es este el lugar para estudiar el origen más remoto ni de la obligación ni de la novación; ello debe quedar para estudios monográficos de romanistas e historiadores del Derecho, donde por cierto y respecto a este tema hay mucho de conjetura, hipótesis y probabilidad y poco de certeza. Nuestro punto de partida se sitúa, pues, en el Derecho romano, en una etapa avanzada del mismo, en la que la obligación es un vínculo jurídico entre personas, que no material o físico, y en cuya virtud una queda obligada frente a otra a realizar una determinada prestación o deber de conducta. Más incluso, partimos de un momento histórico en el que la figura de la sponsio ha evolucionado hacia la stipulatio como genuina forma de contraer obligaciones, llamadas verbales, mediante el sistema pregunta-respuesta acompañado de determinadas formalidades1. 1 Debe tenerse en cuenta la apreciación de D’ORS, A., “Las declaraciones jurídicas en el Derecho romano”, AHDE, tomo XXXIV, 1964, pp. 565-566, sobre la concepción romana de las declaraciones de voluntad, que tiene especial interés para esta etapa inicial de su evolución: “Ante todo, no pertenece a la genuina mentalidad romana la consideración de la voluntad como elemento principal de los actos jurídicos. Porque tal consideración es fruto de una actitud moral que sólo con el Cristianismo llega a prevalecer, y el derecho romano propiamente dicho, no como tradición europea encauzada en la Edad Media, sino como realidad histórica concretamente delimitada, es un derecho precristiano. La búsqueda de la voluntas aparece en un momento tardío, y como efecto precisamente de la actitud cristiana que se entroniza en la legislación imperial postConstantiniana y en las especulaciones de las escuelas bizantinas (...). En los negocios convencionales, no es la 130 MENU SALIR A pesar de la etapa algo más avanzada de la que partimos, ARIAS RAMOS y ARIAS BONET exponen con claridad el lastre que la primitiva concepción de la obligación como vínculo personal supone para su evolución, de manera que los romanos no lograron hacer compatible la posibilidad de un cambio en los sujetos, activo o pasivo, de una relación obligatoria con el mantenimiento y supervivencia de la misma2. El cambio de un deudor por otro se produce en el Derecho romano mediante una stipulatio, llamada stipulatio novatoria o novación, que en realidad, supone la extinción de una obligación y el nacimiento de otra nueva en su lugar, reafirmándose así la intransmisibilidad activa y pasiva inter-vivos de las obligaciones en este Ordenamiento Jurídico. Junto a esta figura principal, la mayor parte de la doctrina romanística admite, para determinadas etapas del desarrollo de este Derecho, otra figura con el mismo efecto, que se perfeccionaba mediante un contrato literal o escrito y que recibió el nombre de nomina transcripticia. Al fin, el sentido práctico de la mentalidad romana y las necesidades del comercio lograron desarrollar otros medios indirectos para lograr el mismo resultado práctico que el cambio de deudor; entre estos medios destaca la figura que se conoce con el nombre de cognitor o procurator in rem suam3. 1.1.- La estipulación novatoria: delegatio y expromissio. La novación, o lo que es lo mismo, la extinción de una obligación y el nacimiento de otra nueva en su lugar, es ante todo un modo de extinción de las obligaciones (solutio) de los llamados ipso iure (en oposición a los modos ope exceptionis), es decir, extinguen la obligación de modo total, definitivo y respecto voluntas personal lo que interesa, sino el acto que efectivamente se ha realizado, el quid actum sit, aunque se acuda al contraste con la voluntad cuando la forma declarada es ambigua, según los recursos de la Retórica”. 2 ARIAS RAMOS, J.-ARIAS BONET, J. A., Derecho romano, II, Ed. Revista de Derecho Privado, Madrid, 1986, pp. 703-706; DE DIEGO, F., Transmisión de las obligaciones según la doctrina y la legislación española y extranjera. La transmisibilidad de las obligaciones, Madrid, 1912, pp. 209 y ss. 3 En realidad, todos los señalados son medios indirectos para lograr un efecto análogo a la transmisibilidad de las obligaciones: ARIAS RAMOS-ARIAS BONET, Derecho romano, II, cit., p. 703; VOLTERRA, E., Instituciones de Derecho Privado romano, Madrid, 1986, pp. 583-586; FUENTESECA, P., Derecho Privado romano, 1978, p. 191. 131 MENU SALIR de todos los obligados4. Pero al mismo tiempo, supone también un acto de creación o nacimiento de otra obligación nueva. Esta dicotomía de funciones, que parece indisoluble en la novación, planteó no pocos problemas al Derecho romano, algunos de los cuales serán objeto de estudio. Empezaremos por tratar la relación de la novación con dos figuras como son la delegatio y la expromissio. Junto a la novación, el Derecho romano conoció la figura de la delegatio (delegare), con una diversidad de significados en las fuentes y que tenía una utilidad mucho más amplia que la que ahora nos ocupa, es decir, permitir a un tercero hacerse cargo de una deuda ajena mediante novación. En las fuentes encontramos una definición que se ajusta a esta utilidad y que nos facilita Ulpiano en D. 46,2,11: “Delegar es dar al acreedor, o a aquel para quien se hace la autorización, otro deudor en lugar de uno mismo. La delegación se hace por medio de una estipulación o por la litiscontestación”5, aunque, sin duda, es más correcta y ajustada al Derecho romano la que exponen ARIAS RAMOS-ARIAS BONET: “En general, hay delegatio siempre que una persona (delegado) por encargo o 4 Vid., a modo de ejemplo, ARIAS RAMOS-ARIAS BONET, Derecho romano, II, cit., pp. 708-709; FUENTESECA, Derecho Privado romano, cit., pp. 193-194; IGLESIAS, J., Derecho romano, 11.ª edic., Ariel Derecho, Barcelona, 1994, p. 448; KASER, M., Derecho romano privado, versión directa de la 5.ª edic. alemana por José María Cruz Teijeiro, 2.ª edic. Reus, 1982, p. 242.; DAZA MARTÍNEZ, J.-RODRÍGUEZ ENNES, L., Instituciones de Derecho Privado romano, 2.ª edic., Madrid, 1997, pp. 283-284. También es frecuente la clasificación de la novación como una de las formas de asumir las obligaciones en interés de un tercero o de intercesión: KASER, Derecho romano..., cit., p. 241; DAZA MARTÍNEZ-RODRÍGUEZ ENNES, Instituciones..., cit., p. 277, que distinguen los tres sujetos: acreedor, intercesor e intercedido. 5 El Digesto de Justiniano, versión castellana por A. D’Ors y Otros, tomo III, Aranzadi, Pamplona, 1975, p. 550. Casi todas las referencias a la delegación las encontramos en el Libro 46, Título II, del Digesto, bajo la denominación “Sobre las novaciones y las delegaciones”, donde se habla de delegación en relación a la novación (expresamente a la delegación tan sólo se refieren las leyes 4, 11-13, 17, 19 y 33, de un total de treinta y cuatro que componen este título). Alguna otra referencia muy breve se encuentra en las Instituciones de Gayo (3,130) y en las de Justiniano (3,29). Pero no hay verdadera novación en la llamada novación necesaria (D. 46,2,29; Paul. 24 quaest), es decir, el efecto de la litis-contestatio consistente en sustituir la relación obligatoria por la relación procesal: vid. D’ORS, A., Derecho Privado romano, Ediciones Universidad de Navarra, S. A., Pamplona, 1991, § 440, pp. 495-496, y más tajantemente en el rechazo a tal asimilación, BONIFACIO F., La novazione nel diritto romano, Casa Editrice Dott. Eugenio Jovene, Napoli, 1959, pp. 74-78, con la conclusión de que las obligaciones se extinguen fuera del proceso. Sí entienden que se puede hablar de efecto novatorio TORRENT, A., Manual de Derecho Privado romano, Ed. Neo, Madrid, 1993, p. 375 y GARCÍA GARRIDO, M. J., Derecho Privado romano, Madrid, 1985, p. 137. 132 MENU SALIR invitación de otra (delegante), accede a hacer a un tercero (delegatario) una promesa o a realizar en su favor una prestación por cuenta del delegante”6. El encargo o invitación sería, en este caso, que el delegado se haga cargo de la deuda que hasta entonces recaía en el delegante, quedando éste libre de la misma en cuanto se obtenga la anuencia del delegatario. Como consecuencia de ello, queda extinguida la primera obligación y surge otra nueva en su lugar a cargo del delegado, todo ello consecuencia de la estipulación novatoria. Para el Derecho romano, la distinción más importante respecto a la delegación es la que discrimina entre delegatio dandi (o solvendi) y promittendi. Mediante la primera, la delegación es un negocio de ejecución o translativo mediante el cual el delegado simplemente se obliga frente al delegante a pagar al delegatario (delegación de pago); en la segunda, la delegación es un negocio promisorio mediante el cual el delegado se obliga a cumplir frente al delegatario en lugar del delegante (delegación de deuda o novatoria). En el supuesto más frecuente de delegación, el delegado suele ser, a su vez, deudor del delegante, razón por la cual acepta la orden, indicación o autorización de éste para hacerse cargo de la deuda frente al acreedor, es decir, asume solvendi causa, aunque es igualmente admisible la asunción de la deuda por delegación credendi causa o donandi causa, aunque también suele distinguirse entre delegación activa, o de crédito, y pasiva o de deuda7. Encuentran así significado las palabras de SOHM: “La delegación, más que una específica modalidad de la novación, es un concepto de alcance general y consiste en encargar a otro que haga efectiva una prestación – 6 ARIAS RAMOS-ARIAS BONET, Derecho romano, II, cit., p. 714. 7 Sobre las clasificaciones de la delegación y otras utilidades o significados de la misma en las fuentes, vid. SACCONI, G., Ricerche sulla delegazione in Diritto romano, Ed. Giuffré, Milano, 1971, que dedica íntegramente el primer capítulo a la delegatio dandi (pp. 1-52) y el segundo a la delegatio promittendi (pp. 53-127); TALAMANCA, M., voz “Delegazione (dir. rom.)”, en Enciclopedia del Diritto, XI, Ed. Giuffrè, 1962, p. 919, aunque se muestra en contra de la segunda de las distinciones establecidas (delegación activa-delegación pasiva); KASER, Derecho romano..., cit., pp. 243-246; DE RUGGIERO, R., “La delegazione in Diritto romano”, AG, LXIILXIII, 1899, pp. 211-217 (las pp. 214-217, bajo el epígrafe “Significato ed uso delle parole delegare, delegatio”); LAGUNA IBÁÑEZ, F., “La delegación en el Derecho Civil español”, en Temis, Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza, 3, 1958, p. 158 (este artículo es un resumen de su tesis doctoral presentada y mantenida el 10 de julio de 1957, que no hemos podido consultar); DAZA MARTÍNEZ- RODRÍGUEZ ENNES, Instituciones..., cit., pp. 281-282. 133 MENU SALIR sea un dare, un promittere o un liberale– a un tercero”8. Es ajeno el Derecho romano al concepto de expromisión tal y como se configuró posteriormente por los Glosadores y los Comentaristas (y como lo conocemos hoy), es decir, como un acuerdo entre el acreedor y un tercero para que éste sustituya al deudor. Dice DÍEZ-PICAZO9 que en el Derecho romano se utilizaban los términos “expromissio” o “expromittere” para aludir a una promesa hecha por persona distinta al anterior promitente o a persona distinta del beneficiario de una promesa anterior, lo que podía conllevar tanto un cambio de deudor como de acreedor, aunque también se utilizaba en supuestos distintos; en sentido parecido, MASI10, aunque matizando que los términos utilizados en las fuentes son expromittere y expromissor (no expromissio), siendo utilizado para designar indistintamente la novación subjetiva y la objetiva, mientras otros autores entienden que señala genéricamente a quien asume una deuda ajena11. Modernamente, la expromisión se caracteriza, frente a los otros negocios jurídicos admitidos tradicionalmente para producir la asunción de una deuda ajena por un tercero, por tratarse de un acuerdo bilateral entre el acreedor y el terceroasumente, es decir, sin intervención del deudor antiguo, lo que separa a esta figura de la delegación. Todo ello no significa que en el Derecho romano no fuera 8 SHOM, Instituciones de Derecho privado romano, edic. española, Madrid, 1928, p. 445. 9 DÍEZ-PICAZO, Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial, II, Ed. Civitas, Madrid, 1996, p. 850. Prueba de la noción de expromisión para el Derecho romano es que MIQUEL GONZÁLEZ, J., Curso de Derecho romano, Promociones y Publicaciones Universitarias, S. A., Barcelona, 1987, p. 427, distinga dos formas de producirse la novación subjetiva: cambiando al acreedor, a la que denomina delegatio nominis, o cambiando al deudor, a la que nombra como expromissio (en realidad, como sinónimo de delegatio debiti). 10 MASI, A., voz “Expromissio”, NNDI, VI, UTET, 1981, p. 1092. 11 Así,, QUAGLIARIELLO, G., L’espromissione, Casa Editrice Dott. Eugenio Jovene, Napoli, 1953, pp. 6 y 7, que recoge algunos ejemplos de este uso de la palabra “expromisión”, que ahora llamamos “no técnico”; GIARDINA, C., Studi sulla novazione nella dottrina del Diritto Intermedio, Ed. Giuffrè, Milano, 1952, p. 56. No parece, por ello, aceptable la afirmación de FUENTESECA, M., El problema de la relación entre novatio y delegatio desde Roma hasta las codificaciones europeas, Dykinson, Madrid, 2000, p. 38, queriendo distinguir entre delegatio y expromissio en el Derecho romano así: “El instrumento formal de la transmisión más frecuentemente utilizado fue la stipulatio, que permitia cambiar de sujeto activo (creditoro stipulator), operación denominada delegatio, o bien un cambio de sujeto pasivo (expromissio). (...) Tanto la delegatio como la expromissio constituyen cambios de los sujetos activo y pasivo, respectivamente...”. 134 MENU SALIR posible la novación por cambio de deudor mediante este acuerdo directo entre el acreedor y un tercero, tal y como admite señaladamente D. 46,2,8,5 (Ulp. 46 ad Sab.)12, pero también D. 46,3,91 (Labeo 6 pithanon a Paulo epitom.), D. 46,4,13,10 (Ulp. 50 ad Sab.) y Gayo 3, 17613. 1.1.1.- La novación en el Derecho romano clásico. Parece razonable iniciar el estudio histórico en este período, aunque BONIFACIO, uno de los autores que más profundamente ha tratado la novación en el Derecho romano en su clásica monografía sobre el tema, explique la novación en el Derecho romano clásico como la culminación de un proceso que encuentra su gestación en la época republicana o preclásica, y más concretamente, en la época de Servio Sulpicio, que es donde realmente principia su estudio14. En general, existe acuerdo en la doctrina, con una muy significativa excepción a la que dedicaremos atención más adelante, sobre los elementos que configuran la novación clásica. Estos elementos pueden extraerse de la conocida definición que de la misma nos presenta Ulpiano en D. 46,2,1,1 y que, aunque 12 Vid. nota n.º 47 del capítulo primero del presente trabajo, donde se recoge íntegramente este pasaje. GARCÍA AMIGO, La cesión de contratos en el Derecho español, Ed. Revista de Derecho Privado, Madrid, 1964, p. 100, también distingue en el Derecho romano, aunque sólo sea estructuralmente, entre una novación producida mediante un negocio trilateral y otra fruto de la celebración de uno bilateral. QUAGLIARIELLO, L’espromissione, cit. pp. 7 y 8, también mantiene esta distinción sobre la base de las fuentes, llegando en un caso concreto (aplicación del senadoconsulto veleyano, que prohibía que la mujer pudiera estipular para tercero) a defender una distinción de régimen jurídico entre expromisión, entendida en este caso en sentido técnico, y delegación. 13 BONIFACIO, La novazione..., cit., pp. 156-160, recoge estos pasajes. 14 BONIFACIO, La novazione..., cit., pp. 20 y ss: a partir básicamente de las referencias que las Instituciones de Gayo hacen de la novación (III, 176-179), este autor deduce la existencia en la época preclásica de un concepto de novación donde no parece existir la perfecta correspondencia entre extinción de una obligación y nacimiento de otra nueva en su lugar. En concreto, se centra en las llamadas estipulaciones inútiles, es decir, las que extinguen una obligación, pero no producen el nacimiento de otra nueva en su lugar (a saber, la promissio o promesa post mortem y la promissio del pupilo y la mujer sin la auctoritas del tutor, a las que hay que añadir la estipulación condicional, la del esclavo y la del peregrino). En estos casos, continúa, la extinción se produce en virtud de un negocio formal, en el que la nueva sponsio contiene, solemnemente expresado, una renuncia a su derecho por parte del acreedor, al aceptar al nuevo deudor. El problema está en determinar, como añade este autor, si estas estipulaciones inútiles para crear que presenta Gayo, son excepciones a una regulación de la novación de una etapa anterior a la clásica o si lo son a una nueva regulación de la novación (vid. pp. 36 y ss.). En su opinión, esa evolución se ha producido, y lo ha sido debido a la labor de la jurisprudencia durante el Principado, que nos presenta en la época clásica una novación evolucionada. 135 MENU SALIR aparece recogida en el Título II del Digesto (Sobre las novaciones y las delegaciones), responde a la concepción de la novación en la época clásica: Novatio est prioris debiti in aliam obligationem, vel civilem, vel naturalem, transfusio atque translatio: hoc est, cum praedenti causa, ita nova constituatur, ut prior perimatur. Novatio enim a novo nomen accepit, et a nova obligatione15. Los elementos serían16: -a) La existencia de una obligación anterior (prior obligatio). La regla es que cualquier obligación es en principio novable, siempre que sea válida, según D. 46,2,1,1 (Ulp. 46 ad Sab.). Así, esta obligación puede ser natural, civil o pretoria, futura, a término o condicional, y también parece admitirse la novación de la obligación nacida de legatum per damnationem17. -b) La obligación nueva que sustituye a la anterior (nova obligatio). La regla en materia de capacidad o legitimación está establecida en D. 46,2,10 (Paul. 11 ad Sab.): Cui recte solvitur is etiam novare potest, aunque, como afirma BONIFACIO, la regla no es totalmente cierta, puesto que el autorizado para recibir el pago (adiectus solutionis causa) no está legitimado para novar18. No obstante, es claro que la nueva obligación no surgía, a pesar de la extinción de la anterior, en el caso de las llamadas estipulaciones inútiles19. -c) Los requisitos de idem debitum y aliquid novi. El idem debitum impone 15 “La novación es la transformación y conversión de una deuda anterior en otra obligación civil o natural, es decir, cuando se crea una obligación nueva de otra anterior que se extingue. “Novación” viene de nuevo: de la nueva obligación” (El Digesto...,II, cit., p. 548). 16 BONIFACIO, La novazione..., cit., dedica los capítulos tercero a sexto a estudiar estos elementos así como los efectos que produce el instituto. Vid. también D’ORS, Derecho Privado..., cit., § 438, pp. 493-494; ARIAS RAMOS-ARIAS BONET, Derecho romano, II, cit., pp. 713-714; TORRENT, Manual...,. cit., p. 375; SANCHO REBULLIDA, F. de Asis, La novación de las obligaciones, Barcelona, 1964, pp. 60 y ss; LOZANO BERRUEZO, C., La novación, Colección Nereo, Barcelona, 1963, pp. 9 y ss; FUENTESECA, M., El problema..., cit., pp. 43 y ss. 17 Existían controversias jurisprudenciales acerca de si era o no posible la novación de la obligación perpetuada de la mora (perpetuatio obligationis), que nos refiere BONIFACIO, La novazione..., cit., pp. 100 y ss. 18 BONIFACIO, La novazione..., cit., pp. 149-151. 19 Conforme a Gayo, III, 176, aunque en D. 46,2,1, pr.,1 se apunta una solución distinta, esto es, que daban lugar al nacimiento de una obligación natural. BONIFACIO, La novazione..., cit., pp. 108-109 resuelve la controversia entre los textos a favor del primero, por cuanto el segundo debe entenderse interpolado por los compiladores, que acogieron esta solución de conformidad con el nuevo concepto que para el Derecho justinianeo tiene la obligación natural. 136 MENU SALIR que el objeto de la nueva obligación y de la anterior sea el mismo, es decir, ambas obligaciones deben referirse a la misma realidad, pues en caso contrario, una no sustituiría a la otra, sino que ambas se sumarían (si acaso, la segunda daría lugar a una obligación de garantía) y no se produciría extinción alguna. Como el objeto de ambas es el mismo, la segunda o nova obligatio sustituye a la prior obligatio. Pero, junto a éste, se exige otro requisito que sólo aparentemente parece contradecirlo: el aliquid novi. Es preciso que la segunda obligación contenga algún elemento nuevo, aún referido al mismo objeto, que la anterior, pues en caso contrario la segunda estipulación sería inútil en cuanto vendría a ratificar la ya existente. Este elemento nuevo puede ser de muy diversa índole: en la llamada novación entre las mismas personas o sujetos (novatio inter easdem personas), es decir, entre el deudor y el acreedor, este nuevo elemento tiene que ser necesariamente de tipo objetivo (el tiempo, el lugar, la ejecución de la prestación etc.), mientras que en la novación entre diversas o distintas personas (novatio inter diversas personas), el elemento nuevo lo es de tipo subjetivo, activo o pasivo (en nuestra novación subjetiva por cambio de deudor, éste representa precisamente el aliquid novi20). Así las cosas, cumplidos los anteriores requisitos, la novación se producía de forma automática o ipso iure, configurándose como el resultado de un acto formal en el que es irrelevante, en este sentido, la voluntad o intención de los contratantes. De ahí que no se admitiera en el Derecho romano clásico la novación parcial ni la posibilidad de que el objeto de una obligación pudiera ser más amplio que el de la otra, merced a las imposiciones rígidas del idem debitum. Dicho de otra forma, el requisito central de la novación en el derecho postclásico en orden a determinar el alcance y efectos de la novación, el animus novandi o voluntad de las partes, es totalmente irrelevante en la época clásica21. 20 IGLESIAS, Derecho romano, cit., p. 454. 21 No obstante ello, SCHULZ, F., Derecho romano clásico, trad. directa de la edición inglesa por José María Cruz Teijeiro, Ed. Bosch, Barcelona, 1960, p. 464 nos refiere dos mitigaciones que los juristas clásicos introdujeron a la doctrina de Servio Sulpicio (vid. nuestra nota n.º 14) según la cual la antigua obligación quedaba extinguida aunque no naciera ninguna otra en su lugar. Estas mitigaciones eran dos: a) si la estipulación celebrada era una stipulatio non existens (por ejemplo, por no haberse observado los requisitos de forma), subsistía la prior obligatio, y b) en el caso de la promesa realizada por la mujer o el pupilo sin la auctoritas tutoris, 137 MENU SALIR El problema en la época clásica está en que la nueva obligación que está llamada a sustituir a la anterior se produce por medio de la genuina forma de contratar romana, la estipulación (stipulatio), por la que mediante un acto oral y solemne en el que el estipulante hace una pregunta al promitente y éste responde congruentemente (la forma más antigua era “spondes?-spondeo”, pero en el derecho clásico se admite también “promittis?-promitto”, “dabis?-dabo” o “facies?-facio”22) se da lugar al nacimiento de una obligación unilateral, verbal y abstracta a cargo de este último23. Pero esta obligación abstracta que surge es, por sí misma, insuficiente para producir la novación, ya que en su formulación no existe, en principio, referencia alguna a la obligación preexistente, por lo que la segunda estipulación daría lugar al nacimiento de otra obligación nueva, pero que mal puede extinguir a la primera. Tal dificultad la salva la doctrina mayoritaria en el momento del acto novatorio mismo, mediante lo que se denomina titulación de la estipulación novatoria. Es decir, la fórmula de esta estipulación, aunque no la conozcamos con exactitud, tenía que hacer referencia de forma necesaria a la obligación precedente, aunque otros autores entienden que esta labor ya la realiza el idem debitum24. En cualquier la anterior obligación se extinguía y la nueva no era catalogada como stipulatio non existans, aunque fuere nula (sobre estipulaciones inválidas puede verse, de forma muy completa, GARCÍA GARRIDO, Derecho Privado..., cit., pp. 337-341). 22 D’ORS, Derecho Privado..., cit., § 425, p. 477. 23 Sobre los requisitos de la stipulatio (unilateralidad, oralidad, formalidad y unidad de acto), vid., por el detenido tratamiento que realiza, GARCÍA GARRIDO, Derecho Privado..., cit., pp. 325-328, y en menor medida, TORRENT, Manual..., cit., pp. 403-404 y SCHULZ, Derecho romano..., cit., pp. 453-454. En cuanto a la acción nacida de la stipulatio, suele denominársele genéricamente actio ex stipulatu (con la notable excepción de SCHULZ, Derecho romano..., cit., p. 457, que opina que tal término es “un absurdo uso bizantino” y por ello prefiere la denominación actio ex stipulatione, a simples efectos didácticos). Cuando lo prometido era certum la acción que procedía en el procedimiento formulario suele conocerse como condictio certae rei (para reclamar cosas ciertas) y la condictio certae pecuniae (para reclamar una cantidad de dinero cierta), aunque no es segura esta terminología. Posteriormente también era posible prometer un incertum a través de la condictio incerti, aunque tampoco hay acuerdo en la doctrina sobre el momento histórico preciso en que ello ocurrió (para TORRENT, Manual..., cit., pp. 405-406, fue en la época clásica; para SCHULZ, Derecho romano..., cit., p. 456, en la postclásica) 24 BONIFACIO, La novazione..., cit., pp. 60-61, defiende abiertamente la titulación de la estipulación y expone algunos ejemplos de ello en las fuentes (D. 46,2,27; 45,1,47 y 46,2,8,2). La mayor crítica que hace este autor a la opinión contraria (vid. pp. 58-59 y 126-127, donde cita básicamente, en contrario, las opiniones de BONFANTE y DE MARTINO, apoyadas en el idem debitum y en la imposibilidad de existencia de dos obligaciones con el mismo objeto y entre los mismos sujetos) es la imposibilidad de distinguir, en otro caso, una estipulación novatoria de otra de garantía y refuerzo de la primera, e incluso de una estipulación que dé lugar a una obligación 138 MENU SALIR caso, y con uno u otro fundamento, la doctrina es conforme sobre que los enumerados son los elementos de la novación clásica. Frente a esta generalizada opinión debe situarse la de VOCI, expuesta en un amplio artículo25. El problema es el mismo, esto es, encontrar el modo de dar relevancia jurídica al acuerdo novatorio a través de la stipulatio y solventar así la dificultad de explicar el nacimiento de una nueva obligación en sustitución de la anterior o previa. Partiendo de dos pasajes (el primero, C. 8,41,8, Just. ad senatum., donde el emperador hace referencia a ciertas ambigüedades y problemas que plantearon algunas presunciones de novación admitidas en la época postclásica, y el segundo, I, 3,29,3a, que atribuye dos reglas al régimen clásico de la novación: Que ésta se fundaba en el animus novandi y que para demostrarlo se admitían presunciones26), que la doctrina atribuye al régimen justinianeo de la novación, este autor plantea que para resolver este problema no se puede acudir a lo que se denomina stipulatio titulada (referencia en la stipulatio a la obligación previa), pues ésta es ante todo abstracta. La solución está en reconocer relevancia al animus novandi, esto es, a la voluntad de novar, pero no de forma aislada, sino unido a la formalidad de la stipulatio y a la relación idem debitum-aliquid novi. Todo ello unido hace que la stipulatio, que por sí misma no puede explicar la novación, la explique tomada como mero indicio de voluntad y la relación idem debitum-aliquid novi sería un requisito arbitrario y artificioso si no se entiende como circunstancia que objetivamente provoca la sustitución de las prestaciones. La novación se reconduce a la voluntad de novar y la voluntad de novar se induce de elementos de forma (stipulatio) y de sustancia (idem debitum-aliquid principal y solidaria con la primera. En la misma línea que BONIFACIO, KASER, Derecho romano..., cit., p. 241, que entiende que la estipulación novatoria tiene un carácter causal porque expresa que su contenido es lo debido por causa de la obligación anterior (lo que exige la existencia de la deuda previa), aunque admite que si la estipulación es concebida abstractamente dependerá del acuerdo de las partes que la obligación anterior se extinga o subsista conjuntamente con la nueva; ELEFANTE, A., voz “Novazione (diritto romano)”, en NNDI, XI, UTET, 1982, p. 427, para quien el idem debitum en el derecho clásico no es suficiente para provocar la novación porque este requisito también se da en la sponsio y en la estipulación correal o solidaria. Por eso, lo principal no es el idem debitum, sino el acto novatorio, es decir, la transfusio unida al acto solemne y a la formalidad. 25 VOCI, P., “Per la storia della novazione”, en Bullettino dell’istituto di Diritto Romano “Vittorio Scialoja”, vol. LXVIII, Ed. Giuffrè, Milano, 1965, pp. 147-193. 26 VOCI, “Per la storia..., cit., pp. 147-149. 139 MENU SALIR novi), todo lo cual implica una presunción de novación. Este autor explica así y atribuye los dos pasajes anteriormente citados al Derecho clásico, donde la voluntad no podía ser reconocida directamente sino a través de la estipulación. No existe pues un negocio novatorio, sino una estipulación con función novatoria y por ello se estipula o promete novandi causa o animo novandi, todo lo cual fue obra de la jurisprudencia, según dice. 1.1.2.- La novación en el Derecho postclásico y justinianeo. A través de los pasajes justinianeos (C. 8,41,8,pr e I. 3,29,3a27), en los que se recoge la reforma de que fue objeto la novación por Justiniano en agosto del año 530, conocemos los cambios sufridos por esta institución en el Derecho postclásico. Estos pasajes refieren las dudas e inseguridad (veteris iuris ambiguitates, se dice) que había creado el sistema postclásico de presunciones de novación, de donde claramente se deduce que el animus novandi o la voluntas es ahora la columna vertebral de la novación, en detrimento del idem debitum, y que en la búsqueda de esa voluntad se admitió la novación tácita y las presunciones28. Nos parece especialmente clara y exacta en cuanto al alcance de esta evolución en la época postclásica la exposición de MASI: los juristas posteriores a Gayo dan relevancia a los fines del efecto novatorio a la voluntad de las partes no manifestada en la estipulación o de ella no deducible29. Esta supremacía de la voluntad desemboca en un nuevo concepto de novación: Remisión de la antigua 27 C. 8,41,8,pr: “Novationum nocentia corrigentes volumina et veteris iuris ambiguitates resecantes sancimus, si quis vel aliam personam adhibuerit vel mutaverit (...) ex quo veteris iuris conditores introducebant novationes, nihil petitus priori cautelae innovari, sed anteriora stare et posteriora incrementum illis accedere, nisi ipsi specialiter remiserint quidem priorem obligationem et hoc expresserint, quod secundam magis pro anterioribus elegerint” (Imp. Iustinianus A. ad senatum); I. 3,29,3a: “Sed cum hoc quidem inter veteres constabat tunc fieri novationem, cum novandi animo in secundam obligationem itum fuerat: per hoc autem dubium erat, quando novandi animo videretur hoc fieri et quasdam de hoc praesumptiones alii in aliis casibus introducebant: ideo nostra processit constitutio, quae apertissime definivit tunc solum fieri novationem, quotiens hoc ipsum inter contrahentes expressum fuerit, quod propter novationem prioris obligationis convenerunt, alioquin manere et pristinam obligationem et secundam ei accedere, ut maneat ex utraque causa obligatio secundum nostrae constitutionis definitiones, quas licet ex ipsius lectione apertius cognoscere”. 28 BONIFACIO, La novazione..., cit., pp. 175-177. Sobre las distintas posiciones doctrinales en torno al animus novandi, vid. FUENTESECA, M., El problema..., cit., pp. 128-142. 29 MASI, A., voz “Novazione (dir. civ.)”, en Enciclopedia del Diritto, XXVIII, Ed. Giuffrè, 1978, p. 769. 140 MENU SALIR obligación y creación de una nueva obligación, con un trato unitario constituido por el hecho de que la primera es condición de la segunda, porque tal es el animus de las partes30. Por ello, ya no tiene sentido la no admisión de la novación parcial. El “motor” de este cambio ha sido, sin duda, la evolución sufrida por la propia stipulatio. La formalidad y la abstracción son esenciales en ella, pero también la importancia de la voluntad o el consensualismo y la causa es cada vez mayor31. La última etapa de la jurisprudencia clásica y el Derecho postclásico no convierten a la voluntad en requisito de la estipulación, pero las palabras pronunciadas son el medio para dotar de eficacia jurídica a la voluntad de las partes; la forma sirve a la voluntad. Esta evolución encuentra reconocimiento legislativo en una Ley del emperador León del año 472, según la cual se admite la eficacia de la stipulatio con independencia de las palabras con que haya sido concluida (quibuscumque verbis), siempre que esa sea la voluntad de las partes (pro consensu contrahentium). Justiniano, ampliando el contenido de esta Ley, termina diciendo que, según ella, quedó abolida toda solemnidad o formalidad32. Por otro lado, la oralidad, requisito de la stipulatio, sufre un empuje paralelo a manos de la escritura y el documento33. ÁLVAREZ SUAREZ34 nos presenta así 30 ELEFANTE, voz “Novazione (diritto romano)”, cit., p. 431. 31 Sobre esta evolución, BIONDI, B., Contratto e stipulatio, Ed. Giuffrè, Milano, 1953, pp. 286-291; PASTORI, F., Appunti in tema di sponsio e stipulatio, Ed. Giuffrè, Milano, 1961, pp. 217 y ss; CASTRESANA, A., “La estipulación”, en Derecho romano de obligaciones, Homenaje al profesor José Luis Murga Gener, Ed. Centro de Estudios Ramón Areces, Madrid, 1994, pp. 442-447; GARCÍA GARRIDO, Derecho Privado..., cit., pp. 332-334, en lo que denomina evolución de la stipulatio sobre la causa; TORRENT, Manual..., cit., p. 404; GROSSO, G., voz “Contratto (dir. rom.)”, en Enciclopedia del Diritto, IX, Ed. Giuffrè, 1961, p. 757. 32 C. 8,37(38),10: “Omnes stipulationes, etiamsi non sollemnibus vel directis, sed quibuscumque verbis pro consensu contrahentium compositae sint, legibus cognitae suma habeant firmitatem”; I. 3.15,1: “sed haec sollemnia verba olim quidem in usu fuerunt: postea autem Leoniana constitutio lata est, queae sollemnitate verborum sublata sensum et consonantem intellectum ab utraque parte desiderat, licet quibuscumque verbis expressum est”. Como dice BIONDI, Contratto e stipulatio, cit., p. 289, Justiniano ha invertido los términos: “mentre prima i verba sono manifestazione di consenso, ora il consenso si manifesta nei verba”. 33 También el requisito de la presencia de las partes (unitas actus) se ve afectado por esta evolución, con la admisión de presunciones sobre la presencia de las partes, sobre todo para reafirmar la validez jurídica de la estipulaciones celebradas por medio de esclavos: BIONDI, Contratto e stipulatio, cit., pp. 289-290. 34 ÁLVAREZ SUAREZ, U., “Los orígenes de la contratación escrita”, AAMN, tomo IV, pp. 78 y ss. De forma idéntica, GARCÍA GARRIDO, Derecho Privado..., cit., p. 332, a la que llama evolución de la stipulatio sobre la forma. 141 MENU SALIR esta evolución: Era frecuente recoger por escrito, a modo de prueba, la celebración de una estipulación en un documento (cautio stipulationis), pero en el desarrollo del Derecho clásico, debido a la influencia del ius gentium, empiezan a invertirse los términos con una práctica según la cual primero se redacta el documento estipulatorio y luego se celebra la estipulación oral (D. 45,1,140), de forma que ambos, stipulatio y documento, forman una unidad35. Pero, como la stipulatio era lo que daba validez al negocio, llegó a incluirse su fórmula, precisamente para evitar su nulidad y a modo de cláusula de estilo, en todo tipo de negocios (a veces y absurdamente, en los propios testamentos)36. Un paso más adelante en esta evolución, en la que la stipulatio se convierte en un acto escrito y el documento cobra valor constitutivo, está representada por una cita de las Sentencias de Paulo (P.S., 5,7,2), donde se asegura que se presumen iuris et de iure como pronunciadas las palabras de la stipulatio; el punto final de la evolución lo constituyen la anteriormente citada Ley del emperador León y la Constitución de Justiniano del año 521 (C. 4,21,17) en la que se reconoce el valor del documento para crear obligaciones y sus requisitos. La incidencia de esta evolución sufrida por la stipulatio, en consecuencia también por la stipulatio novatoria, quedó establecida antes en el Derecho postclásico con la preeminencia del animus novandi, la novación tácita y las presunciones de novación37. Este sistema de presunciones debió dar lugar a una gran inseguridad jurídica (veteris iuris ambiguitates, dirá Justiniano), lo que llevó a este emperador a la reforma del sistema anterior en una constitución del año 530 (C. 8,41,8a, también referida por I. 3,29,3a), cuyo alcance ha sido objeto de discusión, siendo generalizada la idea de que Justiniano exige una expresa 35 La influencia de la escritura procedente de la escuela postclásica oriental es decisiva, lo que se recoge en la máxima “Roma habla, Egipto escribe”, con la que se habían querido significar las diferencias entre el Derecho de la parte occidental y la oriental: vid. ÁLVAREZ SUAREZ, “Los orígenes..., cit., p. 75. 36 CASTRESANA, “La estipulación”, cit., p. 444, expone, siguiendo a Gneist, las consecuencias de la inserción de la stipulatio en el documento caucional: primero, la estipulación se convierte en una simple cláusula de estilo; segundo, la trascendencia jurídica de la misma radica ahora en el uso de las palabras dare y spondes y no en la congruencia entre pregunta y respuesta; y tercero, la oralidad se reduce a la promesa verbal de lo que se ha escrito en el documento. 37 BONIFACIO, La novazione..., cit., pp. 178 y ss. 142 MENU SALIR manifestación de la voluntad de novar38, aunque parece mucho más meditada y ajustada la opinión de BONIFACIO39, que expresa su alcance así: a) La novación no se produce por el sólo hecho de que no venga expresada una voluntad en contrario, pues lo natural en el negocio es la falta de efecto novatorio (en otras palabras, que la novación no se presume), y b) Que la novación se produce sólo si las partes tienen la voluntad de producirla, porque es esta voluntad la que da lugar a la extinción de la prior obligatio. Por tanto, preeminencia absoluta del animus novandi, pero éste no puede presumirse. 1.2.- El contrato literal: Transcriptio a persona in personam. Es dudoso que el Derecho romano admitiera el cambio de deudor a través de un contrato literal, en una muy concreta aplicación del mismo. ARIAS RAMOS y ARIAS BONET40 nos lo exponen de forma muy clara: Era costumbre del pater familias anotar en un libro de caja (codex accepti et expensi) las entradas y salidas de numerario41. Estas inscripciones no generaban obligaciones (no constituían contratos literales) y únicamente tenían un valor probatorio. El verdadero contrato literal surgía cuando se verificaban dos anotaciones ficticias, de la siguiente forma: Si Ticio debía a Cayo una cantidad de dinero nacida de una obligación anterior y se quería convertir a esta obligación en abstracta y literal, se anotaba en el acceptum la cantidad adeudada con lo que se daba por satisfecha aquella deuda, y a continuación, se anotaba en el expensum la misma cantidad como entregada a Ticio, con lo que éste la debía ahora a consecuencia de un contrato literal, que se 38 MASI, voz “Novazione (dir. civ.)”, XVIII, cit., pp. 771 y 772. 39 BONIFACIO, La novazione..., cit., pp. 182-183. En el mismo sentido, ELEFANTE, voz “Novazione (diritto romano)”, cit., p. 431. 40 ARIAS RAMOS-ARIAS BONET, Derecho romano, II, cit., pp. 620-621. 41 Esta anotación suele denominarse transcriptio nominum (también expensilatio), o más usualmente y en plural, nomina transcripticia, por cuanto nomen es un sustantivo que hace referencia al hecho de aparecer el nombre del deudor de la cantidad anotada, que parece encabezaba la inscripción. Sin embargo, IGLESIAS, Derecho romano, cit., pp. 395-396, y CREMADES, I., “El contrato literal”, en Derecho romano de obligaciones, Homenaje al profesor José Luis Murga Gener, Ed. Centro de Estudios Ramón Areces, Madrid, 1994, pp. 420 y ss., prefieren utilizar el término nomen transscripticium o transscriptio. En cuanto a la utilización práctica que se hizo de este codex, normalmente referido al pater familias, GARCÍA GARRIDO, Derecho Privado..., cit., p. 335-336, lo refiere como más frecuentemente utilizado por los banqueros (al respecto, BUONAMICI, F., “Sulle literarum obligationes dell’atico Diritto romano”, AG, XVI, 1876, pp. 55-59). 143 MENU SALIR denominaba transcriptio a re in personam. Pero también era posible que Cayo y Ticio estuvieran de acuerdo en que la obligación de éste quedara ahora a cargo de Sempronio (de ordinario, deudor de Ticio). En este caso, la operación será como sigue: Cayo anotará en el acceptum entregada por Ticio la cantidad que éste adeudaba y después, en el expensum, anotará esa misma cantidad como tomada por Sempronio, que queda así como el nuevo deudor a todos los efectos, lo que se conocía con el nombre de transcriptio a persona in personam42. La transcriptio era un contrato formal y literal, abstracto, unilateral y de Derecho estricto, que tenía que ir referido a una cantidad determinada y que no admitía el sometimiento a término o condición43. La acción nacida de ella está amparada por la actio certae creditae pecuniae44. El problema está en la casi falta total de referencias en las fuentes acerca de esta figura, de la que sólo conocemos imprecisas referencias a través de Gayo (I. 3,38 y 128; 3,128-133; 3,13445). Aun así, la tesis de las anotaciones ficticias, la expuesta, es la más seguida en la doctrina, que se muestra vacilante entre los autores que manifiestan sus dudas y los que la admiten abiertamente en la forma antes expresada46. 42 Nada impide que al contrato literal se haya llegado mediante una delegatio: vid. SACCONI, Ricerche..., cit., pp. 135 y ss., aunque no sea fácil compartir la tesis de este autor que explica la transcriptio a persona in personam como momento de tránsito entre la delegatio dandi y la promittendi y como el mas antiguo negocio ejecutivo de esta última, por medio del cual el delegado prometía restituir la suma ficticiamente entregada (pp. 177 y ss.). 43 MIQUEL GONZÁLEZ, Curso..., cit., pp. 383-385; GARCÍA GARRIDO, Derecho Privado..., cit., p. 335. 44 IGLESIAS, Derecho romano, cit., p. 396; GARCÍA GARRIDO, Derecho Privado..., cit., p. 336. 45 Gayo, 3,128-130 es una de las citas más significativas: “La obligación por los documentos escritos surge, por ejemplo, con las transferencias de créditos. La transferencia de créditos se hace de dos maneras, o de cosa a persona, o de persona a persona (128). La transferencia de cosa a persona se hace, por ejemplo, cuando te acredito como pagado aquello que tú me debes por motivo de compra o de arrendamiento o de sociedad (129). La transferencia de persona a persona se hace, por ejemplo, cuando acredito como pagado por ti aquello que Ticio me debe, es decir, como si Ticio te hubiera encomendado pagarme a mí (130)” (trad. coordinada por HERNÁNDEZTEJERO, Ed. Civitas, Madrid, 1985, p. 263). 46 Las reticencias, comprensibles por otro lado, proceden, por ejemplo, de SCHULZ, Derecho romano..., cit., p. 465, donde dice que es posible pero no seguro que a través de este contrato se pudiera producir una novación, y pp. 483-484, donde definitivamente renuncia a pronunciarse, dadas las deficiencias de las fuentes, sobre la teoría que centra su admisión en el 144 MENU SALIR Por contra, sí existe acuerdo sobre la escasa vigencia en el tiempo que, en todo caso, hubo de tener este supuesto contrato literal. Según IGLESIAS afirma: “Surgida y desenvuelta en los últimos siglos de la República, la transscriptio es, probablemente, un residuo histórico, ajeno a la práctica, en la época clásica, por más que Gayo hable de ella como de institución vigente. En todo caso, el Derecho justinianeo no da acogida a la obligatio litteris, de la que queda un lejano recuerdo”, y en sentido parecido se pronuncian ARIAS RAMOS-ARIAS BONET y CREMADES47. Nada tiene que ver este contrato literal con la división en cuatro grupos que, de las obligaciones contractuales, nos presenta Justiniano en un intento de rescatar la división gayana: verbis, litteris, re y consensu. Para el Derecho justinianeo, la obligación nacida de un contrato literal es aquella que nace como consecuencia de recogerse en un documento una cantidad de dinero supuestamente entregada, que realmente no lo ha sido, pero contra la que no cabe ejercitar la querella (exceptio) non numeratae pecuniae porque esta acción ya ha prescrito (en la época clásica el plazo era de un año y subsistió con la exceptio doli, no sujeta a plazo alguno; con Diocleciano el plazo era de 5 años y con Justiniano se redujo a dos y se fundió con la exceptio doli48), con lo que se decía que la obligación nacía del documento o que era una obligación literal49. codex accepti et expensi: “Esta doctrina no puede ser probada por deficiencias de las fuentes, pero es muy posible que corresponda a la verdad”. También CREMADES, “El contrato literal”, cit., pp. 419 y ss., donde centra sus dudas e hipótesis ante todo en el alcance y eficacia de estas anotaciones respecto al deudor, que de alguna forma debió tener participación en ellas (en este sentido, vid. también ARIAS RAMOS-ARIAS BONET, Derecho romano, II, cit., p. 621. Como autores más favorables, aunque también conscientes de las dificultades que la deficiencia de las fuentes conservadas representa, a admitir esta forma de contraer obligaciones en el Derecho romano cabe citar a IGLESIAS, Derecho romano..., cit., pp. 395-396; KASER, Derecho romano..., cit., p. 187; MIQUEL GONZÁLEZ, Curso..., cit., pp. 383-384; GIMÉNEZCANDELA, T., Derecho Privado romano, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 1999, p. 425. 47 IGLESIAS, Derecho romano, cit., p. 396; ARIAS RAMOS-ARIAS BONET, Derecho romano, II, cit., p. 622; CREMADES, “El contrato literal”, cit., pp. 447-448. 48 SCHULZ, Derecho romano..., cit., p. 460. 49 Sobre la evolución de estos medios procesales, CASTRESANA, “La estipulación”, cit., pp. 446-447. 145 MENU SALIR 1.3.- El nombramiento de cognitor o procurator in rem suam como recurso procesal para lograr el cambio de deudor. El cognitor o procurator in rem suam50 es un representante nombrado por el deudor para que sea demandado judicialmente por el acreedor, de forma que sobre él recaigan la sentencia y su ejecución. De esta forma se logra como resultado práctico el cambio de la persona del deudor, al menos a efectos procesales, aunque más frecuentemente este mecanismo era utilizado para provocar, también indirectamente, un cambio en la persona del acreedor (buscando los efectos prácticos de la cesión de créditos). La parte negativa de la figura está constituida por sus propias limitaciones, aparte el peligro que supone siempre la posibilidad de revocación unilateral: Por un lado, el deudor no queda liberado y no puede forzar a su procurator a ser parte en el proceso que el acreedor emprenda (sólo le quedaría en tal caso al deudor una acción de reembolso contra su representante) 51, y por otro, el acreedor no está obligado a aceptar el juicio ni puede obligar a tomar parte en él al procurator52. 2.- La evolución durante la Época Intermedia. 2.1.- La evolución de la novación. 2.1.1.- La novación según los Glosadores. En la época Intermedia la oscuridad se cierne, en general, sobre el Derecho, y a esta realidad no es ajena la llamada novación subjetiva por cambio de deudor. La Glosa recibe, básicamente a través del Título II del Libro 46 del Digesto (De novationibus et delegationibus), una noción y concepto de novación que era la imperante, tras la evolución antes estudiada, en el Derecho justinianeo. Es, por tanto, una novación basada esencialmente en el animus novandi, y que era entendida como el effectus iuris de un negocio jurídico en relación a otro preexistente53. GIARDINA, referencia obligada en esta sede, es tajante cuando 50 MIQUEL GONZÁLEZ, Curso..., cit., p. 430 le denomina mandatum ad agendum. 51 KASER, Derecho romano..., cit., p. 246. 52 GLESIAS, Derecho romano, cit., p. 461. 53 GIARDINA, Studi..., cit., p. 101. 146 MENU SALIR dice que los Glosadores (también los Comentaristas) no conocen el problema del idem debitum porque, ignorantes de la evolución histórica del Derecho romano y de las interpolaciones justinianeas, los unos y los otros, interpretando literalmente los textos, no podían imaginar que, en una época precedente, requisito fundamental de la novación fuese el idem debitum54. Exigen los Glosadores, de acuerdo con la reforma justinianea del año 530, que el animus novandi sea expreso. Sin embargo, la realidad práctica exigía admitir el “efecto novatorio” en frecuentes supuestos en los que la voluntad de los contratantes era producir la liberación del deudor (novación), pero no se hacía constar ello expresamente. Se admitió, precisamente para cubrir estos casos, una excepción a esta forma de interpretar la reforma justinianea: La novación tácita, pero se impone al deudor liberado la carga de la prueba. Funciona, de nuevo, el sistema de presunciones postclásicas. Para no violentar la letra del Digesto con la admisión de la novación tácita se acudió a un pasaje del mismo (D. 46,5,1055) para fundamentar una distinción de efectos (ipso iure y ope exceptionis) de la novación, dependiendo de que la manifestación del animus novandi fuere expresa o tácita56. Es célebre, en este sentido, la triple división que hace ACCURSIUS57: a) si el animus novandi (la voluntad de extinguir la precedente obligación) se declara expresamente, la novación se produce ipso iure; b) si no se manifiesta ni expresa ni tácitamente, no se da lugar a la novación; c) si se hace en forma tácita, la novación lo será ope 54 Literalmente, GIARDINA, Studi..., cit., p. 143. 55 “Respondió a Valeriano: si el gobernador de la provincia, que había dispuesto se diera caución por tres años, ordenó luego que se diera caución por un plazo más largo, puesto que había querido abandonar totalmente la estipulación anterior, se considera nacida una excepción a favor de los obligados por aquella primera estipulación (Ulp. 1 resp.)” (El Digesto..., III, cit., p. 585). 56 GIARDINA, Studi..., cit., pp. 162-163. 57 ACCURSIUS, Glossa voluerit, D. 46,5,10. La cita la hemos tomado de GIARDINA, Studi..., cit., nota 12, p. 163. Sobre la misma cuestión: ACCURSIUS, glosa Novatio, ad D. 46,2,1 (Ulp. 46 Sap.), en Digestum Novum seu Pandectarum iuris civilis, ex Pandectis florentinis, commentariis Accursii, scholiis Contii et Dionysii Gothofredi lucubrationibus ad Accursium illustratus, tomo III, Lugduni, 1627, columna 1122, tomado de Corpus Iuris Civilis Iustinianei, studio et opera Ioannis Fehi, tomo III, reimpressio phototypica editionis, 1627, Osnabrück, 1966. 147 MENU SALIR exceptionis58. Debe advertirse, no obstante, que en buena medida, esta exposición de los Glosadores acerca de la expresión o no del animus novandi obedece al esquema de la novación objetiva59, pues respecto a la subjetiva, y más particularmente por cambio de la persona del deudor, la cuestión se desenvuelve en el binomio liberación-acumulación, teniendo en cuenta que, a estos efectos, la admisión de la novación tácita se hace sobre la base de no presumir la liberación del anterior deudor. Concluimos este somero repaso a la evolución experimentada por los requisitos de la novación en esta época diciendo que para los Glosadores, lo mismo que para los Comentaristas y la Escuela Culta, la stipulatio es la forma propia de la novación. studio separado merecen las figuras de la delegatio y la expromissio. La atemporalidad con la que los Glosadores se enfrentan a los textos romanos les hace cometer un error histórico respecto a la delegatio: Su identificación o asimilación a la novación. Para el Derecho romano, la novación es una de las posibles aplicaciones de la delegación, pero es claro que una y otra son entendidas como realidades jurídicas distintas, por mas que se reunieran bajo el mismo título en el Digesto. No obstante ello, ACCURSIUS, interpretando el pasaje in fine en el que Ulpiano define la delegación (“Fit delegatio vel per stipulationem vel per litis contestationem: D. 46,2,11), llega a la conclusión contraria, esto es, que la delegación es uno de los modos de realizarse la novación y que en toda delegación hay una novación (novatio fit per delegationem), estableciendo entre ambas una relación género-especie. De aquí se derivan las máximas que sustentan este error: “In delegatione semper inest novatio” y “Delegatio est solutio”60. 58 GIARDINA, Studi..., cit., p. 168, nos refiere otros dos casos de novación con eficacia ope exceptionis para la Glosa: primero, cuando la primera obligación se transfiera a la segunda y se funda con ella, y segundo, cuando expresamente se hubiere estipulado que no fuere liberado el primer deudor ipso iure. 59 Claramente en ella se está pensando cuando GIARDINA (Studi..., cit., p. 149) nos presenta, literalmente expuesto, el pensamiento de la Glosa acerca del requisito del aliquid novi: si la nueva obligación es idéntica a la primera o su objeto es parte de la precedente, no se puede verificar novación, faltando el aliquid novi, si no aparece expreso el animus novandi, en cuyo caso la segunda obligación tiene eficacia novativa. 60 ACCURSIUS, glosa Delegare, ad D. 46,2,11 (Ulp. 27 ed.), en Digestum Novum..., III, cit., columna 1128. 148 MENU SALIR Las consecuencias de lo anterior las expone de forma muy clara CRISTÓBAL MONTES: los casos de delegación que no producen novación (extinción de la obligación anterior), sino una acumulación de las dos obligaciones por ser esta la voluntad de los contratantes (ausencia de animus novandi), se establecen como casos de delegación impropia, por entenderse como de delegación propia los que sí producen este efecto. Esto es un error, aunque como dice este autor, es relativamente grave puesto que se está llamando delegación (aunque “impropiamente” impropia) a lo que realmente lo es. El error más grave sucede cuando a estos mismos casos de acumulación y no extinción de obligaciones se les denomina también como novación impropia, “resultando evidente que tal situación es imposible encajarla dentro del concepto romano de novación”61. En cuanto a la expromisión, debe resaltarse, siguiendo a GIARDINA, que el Derecho de la época Intermedia, a partir de la elaboración de ACCURSIUS, empieza, aunque tímidamente, a abrirse paso la idea de una novación sin necesidad de delegación, lo que constituirá en la evolución posterior la base para acoger la palabra “expromissio” para referirse a aquella novación por cambio de la persona del deudor que se lleva a cabo por iniciativa de un tercero y sin que exista delegación por parte del anterior deudor (y aún contra la voluntad de éste), Refieren esta misma doctrina: GIARDINA, Studi..., cit., pp. 221-222; MAFFEI, D., voz “Delegazione (dir. interm.)”, en Enciclopedia del Diritto, XI, Ed. Giuffrè, 1962, pp. 925-926; FUENTESECA, M., El problema..., cit., pp. 178 y ss; LAGUNA IBÁÑEZ, “La delegación..., cit., pp. 161-162. Sobre si la delegación equivale o no a pago es interesante el artículo de BIONDI, “Delegatio non est solutio”, en Scritti Giuridici, vol. IV , Milano, 1965, pp. 419-430 (también IDEM, “Appunti intorno agli efetti estintivi della delegazione nel diritto romano”, en Scritti Giuridici, III, Ed. Giuffrè, Milano, 1965, pp. 291-300), donde expone precisamente, al hilo del artículo 1268 del Codice, la amplitud de esta figura en el Derecho romano, que tanto puede significar la extinción (solutio, no por pago sino por novación) de la obligación previa (“Delegatio est solutio” y “solvit et qui reum delegat”) como su mantenimiento (“Delegatio non est solutio”), dependiendo de que la delegación sea novatoria (concurriendo el consentimiento del acreedor, por supuesto) o no (equivale a la moderna distinción entre delegación de deuda y delegación de pago). 61 CRISTOBAL MONTES, “La llamada novación modificativa en el Derecho Civil español”, en Temis (Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza), nn. 3336, 1973-1974, pp. 734-735. Debe también tenerse en cuenta que algunos autores del Derecho Intermedio denominaban también como novación impropia (con efecto cumulativo) aquellos casos en los que el delegado no era deudor del delegante, por entender que éste era un requisito de la delegación (propia) romana, que producía así la extinción ipso iure de la obligación delegantedelegado y delegante-delegatario; al respecto, vid. GIARDINA, Studi..., cit., pp. 224 y ss. y ANDREOLI, La delegazione, CEDAM, Padova, 1937, pp. 65-67. 149 MENU SALIR separándose así del concepto amplio y sinónimo de delegación que manejaban los juristas romanos. Este concepto más preciso y estrecho será el que con posterioridad conoceremos como expromisión en sentido técnico y el que quedará como tal plasmado en algunos de los modernos códigos civiles62. Interesa resaltar en este sentido la vinculación que se manejó frecuentemente entre expromisión y gestión de negocios ajenos63. 2.1.2.- La novación según los Postglosadores o Comentaristas. Debe advertirse que, en general, los Comentaristas siguen las prescripciones, anteriormente expuestas, que habían marcado los Glosadores. Resaltaremos aquí únicamente las novedades más sobresalientes que en algunos aspectos de la novación introducen estos últimos: 1.ª) La novación tácita. Los Comentaristas se dividen entre los que exigen que el animus novandi sea manifestado expresamente y los que siguen la línea diseñada por la Glosa, más tolerante y conforme con la realidad práctica. Deben resaltarse las opiniones de BARTOLUS DE SAXOFERRATO y BALDUS DE UBALDIS, que exigen la manifestación expresa de la intención de novar como requisito esencial de la novación, pero admiten la novación tácita con efecto ope exceptionis en los casos en que con anterioridad a Justiniano se presumía (por ejemplo, cuando se hubiere estipulado que no fuere liberado el primer deudor ipso iure) 64. También resulta interesante resaltar que PAOLUS DE CASTRO da un paso más en el reconocimiento de eficacia ipso iure a la novación. En concreto y nuevamente sobre la base de D. 46,5,10, en su opinión, solamente la novación necesaria (se refiere a la derivada del efecto consuntivo de la litis-contestatio) 62 GIARDINA, Studi..., cit. pp. 153 y ss; QUAGLIARIELLO, L’espromissione, cit., pp. 30 y ss., en una elaboración que alcanza hasta Donellus y que tiende a diferenciar esta figura de la delegación en atención a si la iniciativa es del deudor (delegación) o de un tercero (expromisión). 63 Aunque GIARDINA, Studi..., cit., pp. 155-156, expone que existían opiniones divergentes sobre si el expromitente debería ser considerado en tal caso un gestor de negocios ajenos, criticando el hecho de que se cite a Accursius como favorable a esta posibilidad. También QUAGLIARIELLO, L’espromissione, cit., p. 32, cita a los comentaristas Bartolus de Saxoferrato y a Cinus de Sighibuldis (Cino da Pistoia) favorables a reconocer al expromitente la actio negotiorum gestorum. 64 GIARDINA, Studi..., cit., pp. 165-168. 150 MENU SALIR produce efecto ope exceptionis, mientras que la novación convencional, sea expresa o tácita, produce efecto ipso iure. No obstante, su opinión debe ser matizada por cuanto, respecto a la novación tácita deducible mediante presunciones, este autor mantenía (también Juan de Imola) que tales presunciones tenían que fundarse en conjeturas “verosímiles y vehementes” 65. De entre estas presunciones de novación, la más relevante para nosotros, desde BARTOLUS DE SAXOFERRATO y seguida por los Comentaristas, aunque con destacadas excepciones, es aquella que consiste en la intervención de una nueva persona en la segunda obligación66. 2.ª) La admisión de la novación mediante pactos o acuerdos (pacta). Con carácter previo debe tenerse presente la evolución, desde la formalidad a la consensualidad, desde la abstracción a la causalidad y desde la oralidad a la escritura, que había sufrido stipulatio en las últimas etapas del Derecho romano. Por tanto, este es el concepto de stipulatio que había aparecido ante los Glosadores67. No obstante, no es menos cierto que la Glosa también se tuvo que enfrentar a la posible eficacia de los simples pactos o promesas (en contraposición a los contratos, nominados o innominados, como figuras típicas que cuentan con la tutela de las acciones), lógica consecuencia de la evolución estipulatoria. El problema, en general, debe situarse como un antagonismo entre lo que parece extraerse de las normas y principios romanos (nudum pactum non parit obligationem, esto es, que no dan lugar a acción, aunque sí a excepción: D. 2,14,468) y las exigencias de la práctica, sobre todo mercantil, que necesitaba dotar de eficacia jurídica a tales acuerdos o pactos69. El camino previo que ya habían 65 GIARDINA, Studi..., cit., pp. 169-170. 66 GIARDINA, Studi..., cit., pp. 173-179. 67 GIARDINA, Studi..., cit., pp. 190-193; BUSSI, E., La formazione dei dogmi di diritto privato nel Diritto comune, CEDAM, Padova, 1937, pp. 247-251. 68 “Asimismo, puesto que las convenciones valen incluso tácitamente, se estima que en las viviendas urbanas arrendadas los muebles y semovientes introducidas en ellas quedan en prenda para el arrendador, aunque nada expresamente se hubiere convenido...” (El Digesto..., I, cit., p. 117). 69 Sobre la práctica mercantil y la admisión de la eficacia de los simples pactos o pactos 151 MENU SALIR iniciado en este sentido los Glosadores discurre por dos vías: 1.ª) la distinción entre pactos vestidos, que sí dan lugar a acción y se equiparan a los contratos, y los pactos desnudos (nuda pacta), que siguen los principios de las fuentes romanas70; 2.ª) la constante reducción de lo que debe entenderse por pactos desnudos. Así las cosas, BARTOLUS DE SAXOFERRATO admite la novación por pacto, pero siempre que el animus novandi se manifestara en este caso expresamente (en realidad, tal expresión conllevaba el “vestimiento” del pacto). Esta opinión es seguida por los Comentaristas, que comparten la novación mediante pactos vestidos y se muestran en desacuerdo en cuanto a la novación mediante constitutum (en general se mantiene que no hay novación por introducirse una nueva persona “in constituto”, salvo que el animus novandi sea expreso)71. 2.1.3.- La novación según la Escuela Culta. En la llamada Escuela Culta, o simplemente Humanistas, debe resaltarse la opinión de su figura mas destacada, CUJACIUS, acerca de la novación. La opinión de éste supone una vuelta a la novación romana, a veces justinianea, a veces clásica, pero en todo caso desechando la evolución que esta figura había experimentado en manos de Glosadores y Comentaristas. Así, para CUJACIUS, los requisitos de idem debitum (en contra, DONELLUS, más apegado a doctrinas anteriores) y aliquid novi son esenciales a la novación, no se admite la novación tácita y la stipulatio es defendida como la forma exclusiva de la novación, no desnudos entre los comerciantes, vid. BUSSI, La formazione..., cit., pp. 235-237. También debe resaltarse la influencia procedente del Derecho canónico, que dotaba de eficacia jurídica (otorgando acción) a los pactos desnudos mediante la admisión del reconocimiento o confesión extrajudicial de una deuda (confessio extraiudicialis), siempre y cuando se mencionara su causa: vid. BUSSI, La formazione..., cit., pp. 260 y ss; AGUILAR ROS, P. -HERRERA BRAVO, P., Derecho romano y Derecho canónico. Elementos formativos de las instituciones jurídicas europeas, Ed. Comares, Granada, 1994, pp. 48-50. En contra de la efectividad real de esta pretendida influencia, ASTUTI, G., voz “Contratto (dir. interm.)”, en Enciclopedia del Diritto, IX, Ed. Giuffrè, 1961, pp. 764-765, mas partidario de afirmar una influencia de la práctica, y concretamente, de la escritura. 70 Generalmente se atribuye a AZO esta distinción: MELILLO, G., voz “Patti (storia)”, en Enciclopedia del Diritto, XXXII, Ed. Giuffrè, 1982, p. 494 y ASTUTI, voz “Contratto (dir. interm.)”, IX, cit., pp. 770-771. 71 GIARDINA, Studi..., cit., pp. 184-187, y p. 179 sobre la no presunción de novación en el caso de intervención de una nueva persona. 152 MENU SALIR admitiéndose tal eficacia ni al constitutum ni a los pactos (también DONELLUS)72. Otros Humanistas difieren, no obstante, de esta opinión en algunos puntos73. La Escuela Culta, con los dos autores anteriores a la cabeza, consuma totalmente la asimilación entre delegación y novación hasta tal punto que la delegación es considerada un acto preparatorio de la novación y no se concibe otra utilidad de ella que no esté indisolublemente unida a la intención o voluntad de novar (así, cambiando la persona del deudor). 2.2.- El cambio de deudor en el Derecho germánico. Asegura PLANITZ que originariamente el Derecho germánico permitía que un no deudor pudiera asumir una deuda ajena mediante una promesa solemne, aunque debido al entendimiento personal e intransmisible de las deudas, tal hecho daba lugar al nacimiento de otra deuda nueva y a la extinción de la anterior. Sin embargo, continúa diciendo este autor, la Próxima Edad Media introdujo un importante cambio consistente en la admisión de que la promesa del tercero pudiera hacer nacer a favor del acreedor un derecho con idéntico contenido al anterior, siempre que éste lo aceptara, pues hasta entonces tal promesa sólo tendría efectos entre ambos deudores. La aceptación del acreedor podía ir seguida o no de la liberación del antiguo deudor. También según PLANITZ, esta asunción de deuda así configurada se mantuvo incluso tras la Recepción del Derecho romano74. Junto a la anterior, también debe significarse la aparición en los países 72 CUJACIUS, ad I. 29 (Quod modis obligatio tollitur), en J. Cujacii J. C. notae et scholia in lib. I., Institutionum D. Justiniani PP. A. in procemium, en Opera, tomo II, parte segunda, Prati, 1859, columnas 271-274 y notas 8-15; IDEM, ad D. 46,2 (De novationibus et delegationibus), en Paratitla in libros quinquaginta Digestorum seu Pandectarum Imperatoris Justiniani, en Opera, cit., tomo II, parte tercera, columna 507. La opinión de Cujacius también es recogida en diversos sitios por GIARDINA, Studi..., cit., pp. 148, 152, 180 y 183. 73 Así, GIARDINA, Studi..., cit., pp. 180-181 cita a Antoine Favre, Arnold Vinnius y Johannes Voet como partidarios de la novación tácita siempre que esté fundada en presunciones de voluntad serias y precisas. Vid. VOET, J., Commento alle Pandette, vol. V, Venezia, 1852, pp. 804-805. 74 PLANITZ, H., Principios de Derecho Privado germánico, trad. directa de la tercera edición alemana por Carlos Melón Infante, 1957, pp. 229-230. 153 MENU SALIR germánicos (también en los Países Bajos) de una figura, que se conoce como “assignatio” o “Anweisung”, y que suele traducirse por indicación de pago por ser este su efecto característico: El asignante emite una declaración de voluntad por escrito por la que autoriza al asignado para realizar el pago al asignatario, y a éste para recibirlo en nombre propio, aunque no nace vinculación alguna por ello entre asignatario y asignado ni queda liberado el asignante. Tras la Recepción del Derecho romano, y en atención a los efectos que produce, quedará asimilada a la delegación de pago o delegación imperfecta y se hará célebre la máxima que resume sus efectos (“Anweisung ist keine Zahlung”; la indicación no es pago), frente a la que pretende significar los efectos de la delegación propia o novatoria (“delegatio est solutio”)75. 2.3.- La influencia de la práctica. La búsqueda de soluciones prácticas alternativas al escaso margen de maniobra que dejaba la novación romana había sido una constante durante la Edad Media, e incluso en el propio Derecho romano. A esta idea respondía el expediente procesal romano de la procuratio in rem suam, que sirvió después de fundamento a la idea de que, en algunos supuestos de transmisión de bienes76, debía entenderse producida una cesión de acciones a favor del acreedor para cobrar del adquirente las deudas del transmitente (cessio actionis pasivae77), pero 75 GARCÍA AMIGO, La cesión..., cit., pp. 112-113; BIONDI, “Delegatio non est solutio”, cit., pp. 420-421; DE DIEGO, Transmisión..., cit., pp. 224-225, que la presenta como uno de los expedientes ideados por la práctica para favorecer el traspaso de las deudas; LAGUNA IBÁÑEZ, “La delegación..., cit., p. 164; GARCÍA VALDECASAS, G., “La sucesión en las deudas a título singular”, en Estudios de Derecho civil en Homenaje del profesor Castán Tobeñas, Ed. Universidad de Navarra, Pamplona, 1969, p. 212; STORCH DE GRACIA Y ASENSIO, J. G., “Construcción jurídica de la asunción de deuda en el Derecho español”, La Ley, 1987-4, p. 1106; Muy ampliamente, DONATI, Causalità ed astrattezza nella delegazione, CEDAM, Padova, 1975, p. 42 y ss; ANDREOLI, La delegazione, cit., pp. 39-41, 76-84 y 341-354 y BIGIAVI, W., La delegazione, CEDAM, Padova, 1940, pp. 51 y ss. Se presenta a la Anweisung o assignatio como un medio nacido de la práctica, sobre todo en los países germánicos, para escapar del error del Derecho Intermedio que suponía la identificación entre delegación y novación (delegatio est solutio y solvit et qui reum delegat) y que quedaba identificada con la delegación de pago. Sin embargo y siguiendo algunas apreciaciones de SALPIUS (Novation und Delegation nach römischen Rechts, Berlín, 1864), el último de los autores citados llega a entender que la Anweisung constituye un concepto de mayor alcance, que admite tanto una orden o delegación de pago (Zahlungsanweisung de los §§ 783 y ss. BGB) como una orden de crédito o delegación de deuda (Creditanweisung). 76 Vid. ley 10, tít. 2 de la Partida III. 77 OLEA, Tractatus de cessione jurium et actionum, tomo III, Lugduni, 1740, tit. III, quaes. 154 MENU SALIR también deben recordarse en la misma línea la delegatio imperfecta y la figura conocida en el Derecho germánico como Assignatio o Anweisung. Junto a ellas, la práctica del Derecho Intermedio ideó otros diversos procedimientos con objeto de producir la consecuencia jurídica consistente en que un tercero se hiciera cargo de una deuda ajena; en general, sin producir la liberación del deudor. Sobresale entre todos, la figura desarrollada en Italia y denominada accollatio (o accollatio simple), que parece surgió vinculada a la enajenación de un fundo gravado con una carga (en general, un censo). Mediante ésta, el comprador, llamado accollans, asumía la obligación de pagar el importe de la deuda o carga en lugar del precio o de parte del mismo. Fue reconocida esta figura por la Sacra Rota romana, que la definió así en varias Decisiones: “Accollatio est subrogatio in locum debitoris cum iisdem commodis et incommodis. Et est obligationis alienae in se ipsum susceptio”78, y aunque no producía la liberación del deudor principal (esto es, se consideraba que no producía delegación y que la acción del acreedor contra el accollans no perjudicaba su acción contra éste), sin embargo se estableció que el acreedor sólo podía reclamar al deudor principal cuando el accollans, que era reputado deudor principal, no le satisfacía la deuda79. IX, pp. 149 y ss., enumera algunos posibles supuestos de cesión de acciones unidos a la transmisión de ciertos bienes o conjuntos de bienes: la transmisión de un predio gravado con una pensión o un censo (respecto a la cesión contra el adquirente de las acciones para exigir el cumplimiento de esta carga), la donación o el usufructo de todos los bienes (respecto a las acciones de los acreedores del donante o del nudo propietario frente al donatario o al usufructuario) o la venta de herencia (respecto a las acciones de los acreedores hereditarios frente al comprador). En general, exige este autor que se produzca una cesión de acciones con ocasión de la transmisión del bien o conjunto de bienes: COVIELLO, N., “Della successione nei debiti a titolo particolare”, en AG, LVII, 1896, pp. 125-127; DE DIEGO, Transmisión..., cit., pp. 229-232. 78 Voz “accollatio”, en Sacrae Rotae Romanae. Decisiones recentiores in compendium redactae in quinque tomos, tomo I, 1730, p. 12. 79 Sobre la accollatio, según la Rota Romana, vid., en una obra de dos volúmenes: DE LUCA, Sacrae Rotae Romanae, decisiones et summorum pontificum constitutiones recentissimae, theatrum veritatis et justitiae, vol. I, Venetiis, 1707, libro V (de usuris, cambiis, censibus et societatibus officiorum), decis. XXIX, nn. 9-10, pp. 191-192; decis. XXX, nn. 10-11, pp. 192-193; decis. XXXI, n.º 7, p. 194; libro VI (de dote, lucris dotalibus et aliis dotis appenditiis), decis. XVII, n.º 26, p. 243; vol. II, libro X (de fideicommissis, primogenituris et majoratibus), decis. XCVII, n.º 18, p. 171. También, el mismo autor y en una obra de quince volúmenes: Theatrum veritatis et justitiae, sive decisivi discursus per materias seu titolos..., vol. IV, Venetiis, 1706, libro VIII (de credito et debito, creditore et debitore), disc. LV, nn. 9 y 14, pp. 105-106. Sobre esta cuestión también puede verse: COVIELLO, “Della successione..., LVII, cit., pp. 155 MENU SALIR GARCÍA AMIGO también refiere, esta vez respecto a Francia, la existencia, entre los francos, de otra figura muy cercana a la accollatio y germen de la stipulation pour autrui, que consistía en un convenio entre los deudores a favor del acreedor, que una vez aceptado por éste, le da derecho a exigir el pago al nuevo deudor o sujeto que asume la deuda, sin por ello producir la liberación del primero80. 3.- El Derecho Histórico español. Nuestro país se caracteriza, en la época anterior a la Recepción, por la escasa referencia que los textos normativos (Derecho de los Fueros) hacen de las obligaciones contractuales. La más interesante que tenemos en esta época nos la brinda el Fuero de Soria en su fragmento 434, que dice: “Otrosí el debdor diere a otro su debdor por mano quel pague quel debdo e el otro lo recibiere, non sea tenudo de responder le mas por este debdo, maguer que el otro non gelo pague”. Compartimos la opinión de GARCÍA AMIGO, de quien hemos tomado el fragmento81, de que se trata de un supuesto de delegación de deuda liberatoria por cuanto señala el texto que “non sea tenudo de responder le mas por este debdo”. Sin embargo, no podemos estar de acuerdo con su apreciación de que se trata de un “rancio precedente” de “asunción de deudas de la más moderna técnica”, como lo califica el autor, basándose en la literalidad del texto (“por mano que pague aquel debdo), pues no creemos que un simple argumento literal, extraído de un texto tan antiguo y tan falto de una adecuada técnica jurídica, nos pueda llevar a creer que sus redactores estaban pensando en una asunción de deuda en su sentido más técnico y como un negocio jurídico mediante el cual un tercero se “coloca”, en la relación obligatoria, en la misma situación en la que lo estaba hasta ahora el deudor, con consentimiento del acreedor por supuesto, y sin que ello suponga la extinción de esa relación jurídica y el nacimiento de otra nueva en su lugar. No hay que olvidar que la redacción de este fuero ha sido fechada por los historiadores entre los años 1190 y 1214, fechas que coinciden con el influjo del 121-124; DE DIEGO, Transmisión..., cit., pp. 228-229; DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., p. 851; GARCÍA AMIGO, La cesión..., cit., pp. 113-114; BETTI, Teoría general de las obligaciones, tomo II, trad. y notas al español por José Luis de los Mozos, Ed. Revista de Derecho Privado, Madrid, 1970, pp. 303-304. 80 GARCÍA AMIGO, La cesión..., cit., p. 115. 81 GARCÍA AMIGO, La cesión..., cit., pp. 218-219. 156 MENU SALIR Derecho romano, y por tanto, de la novación. Mayor detenimiento merece, en relación a nuestra materia, el Código de las Siete Partidas del rey D. Alfonso X el Sabio, y concretamente su Partida V relativa a las obligaciones, aunque existan dudas sobre la efectividad de su aplicación82. Aparte de la importancia que puedan tener la subrogación por pago (título XII, ley XI) y la asignación de pago (título XIV, ley V), nuestro interés debe centrarse en el “renouamiento” (novación), que aparece recogida en el título XIV, ley XV, que dice en lo sustancial: “Renouamiento es otra manera de quitamiento, que desata la obligación principal de la debda, bien assi como la paga. (...) E aun dezimos, que se podria renouar en otra manera: el pleyto que fuesse fecho primeramente: assi como si el debdor que deviesse alguna cosa a otro, renouasse el pleyto otra vez, dando otro debdor, o manero en su logar, a aquel a quien deuiesse la debda, a plazer del, diziendo abiertamente el debdor, que lo fazia con voluntad, que el primero fuesse desatado. E este debdor, o manero, que metieren en su logar de nueuo, que fincasse obligado por la debda, e el otro quito. Ca estonce valdria el segundo pleyto, e seria desatado el primero. E maguer este segundo que renouo el pleyto, sobre si viniesse a pobreza: de guisa que no ouesse de que pagar la debda, con todo esso, el que la deuia auer, no ha demanda ninguna, en esta razon, cotra el primero debdor. Mas si las palabras sobredichas, no dixesse el debdor, quado renouasse el pleyto segudo: mas simplemete dixesse, que daua por debdor, o por manero, de aquella debda, a fulan, estonce por este renouamiento del pleyto, no se desataria el primero: ante dezimos que se afirmaria, e fincaria obligados por la debda, tabie el uno como el otro, como quier que pagado el uno dellos seria quitos de la obligacio principal”83.Es la 82 Hay que señalar que aunque de fecha bastante anterior, este código de leyes no se inserta oficialmente entre las fuentes del Derecho (y cuando lo hace lo es como fuente subsidiaria de segundo grado) hasta el Ordenamiento de Alcalá de 1348, cuyo título XXVIII, ley primera lleva por encabezamiento: “Como todos los pleytos se deben librar primeramente por las Leys deste Libro; et lo que por ellas non se pudiere librar, que se libre por los Fueros; et lo que por los Fueros non se pudiere librar, que se libre por las Partidas”. 83 Las Siete Partidas, glosadas por el Licenciado Gregorio López, ed. facs. de la de Salamanca de 1555, Imprenta Nacional, BOE, Madrid, 1974, p. 102. Aunque las referencias a esta regulación son, en general, muy breves y frecuentemente aparecen como antecedente del entonces Proyecto de Código civil de 1851, vid. DE ASSO, I. J.DE MANUEL Y RODRÍGUEZ, M., Instituciones de Derecho civil de Castilla, 5.ª edic., Madrid, 157 MENU SALIR primera vez que en nuestras fuentes históricas se trata la institución romana de la novación (subjetiva por cambio del deudor) con cierto detenimiento. Del texto trascrito creemos poder extraer los siguientes puntos de interés: 1º.) Sólo se hace referencia expresamente a una de las modalidades de cambio de deudor por novación, la delegación de deuda, aunque la figura de la expromisión se adivina implícitamente en la ley III del título XI y en la ley XIX del título XIIII84. La delegación es descrita como un ofrecimiento del nuevo deudor (después de haber aceptado la invitación o mandato del antiguo) al acreedor (que acepta) para quedar obligado frente a él, liberando con ello al anterior deudor (delegación liberatoria) o acumulándose ambos (delegación cumulativa). 2º.) Para que la forma liberatoria acaezca es necesario que así lo diga expresamente el deudor. Esto se afirma en el texto tanto positiva (“diziendo abiertamente el debdor, que lo fazia con voluntad que el primero fuesse desatado” como negativamente (“mas si las palabras sobredichas, no dixesse el debdor, quado renouasse el pleyto segudo...”). 3º.) La liberación del deudor lleva consigo la extinción de la obligación primitiva y dará lugar al nacimiento de otra obligación “ex novo” que unirá a acreedor y nuevo deudor. Este es el efecto propio de la novación. No hay duda de 1792, p. 176; GARCÍA GOYENA- AGUIRRE, Febrero Novísimo, tomo V, Madrid, 1842, pp. 2830; GÓMEZ DE LA SERNA, P., “De la novación del contrato”, en Revista de Legislación y Jurisprudencia (actualmente, RGLJ), tomo XII, 1858, pp. 646-649; VISO, Salvador Del, Lecciones elementales de Historia y Derecho civil, mercantil y penal de España, Parte segunda, Tratado tercero, Valencia, 1860, pp. 161-166; GÓMEZ DE LA SERNA, P.- MONTALBÁN, J. M., Elementos de Derecho civil y penal de España, tomo II, 7.ª edic., Madrid, 1865, pp. 199-200; GUTIERREZ FERNÁNDEZ, B., Códigos o estudios fundamentales sobre el Derecho Civil español, 1.ª edición, tomo V, Madrid, 1869, pp. 159 y ss; SÁNCHEZ DE MOLINA BLANCO, El Derecho civil español en forma de Código, Madrid, 1871, pp. 282-284; FERNÁNDEZ ELÍAS, C., Novísimo tratado histórico filosófico del Derecho civil español, Madrid, 1873, pp. 584-585; MORATÓ, Domingo De, El Derecho Civil español con las correspondencias del romano, 2.ª edic. corregida y aumentada, tomo II, Valladolid, 1877, pp. 495-496. 84 La ley III del título XI afirma: “Queriendo un ome a otro obligarse por pagarle debda agena, embiandol prometer, o dezir por su carta firmada, o por su mensajero cierto, que el se obligaua a pagar le la debda, que le deuia fulano...”, mientras que la ley XIX del título XIIII recoge, entre otros, el caso en el que una persona se hace cargo de una deuda de quien erróneamente cree su deudor. En este caso, quien asumió la deuda y liberó al anterior deudor queda obligado frente al acreedor, pero dispone de una acción de reembolso frente a quien creyó su deudor para recuperar lo pagado y éste no puede excusarse de reembolsar diciendo “que n le mado entrar manero, nin pagador de aqll debda”. 158 MENU SALIR que ello es así si nos fijamos en el texto: “Ca estonce vadria el segundo pleyto, e seria desatado el primero”. Las palabras resaltadas no se refieren a la liberación o no de los sujetos, cuestión que es tratada inmediatamente antes, sino a la relación jurídica, a la obligación. Además la mención expresa a “pleyto” no deja lugar a ninguna duda. 4º.) Cuando no se produzca la liberación del deudor, se dará lugar a una suerte de acumulación de deudores de forma que el acreedor se podrá dirigir contra cualquiera de ellos indistintamente para el cobro del total de la deuda. El pago de cualquiera de ellos extingue la obligación para ambos. En esta Ley no se prevé la aplicación, cuando proceda, de ningún mecanismo de nivelación entre ambos deudores cuando sólo uno de ellos ha pagado el total de la deuda o uno lo ha hecho en cuantía superior al otro. Pero, sin embargo, creemos que implícitamente se está pensando en ello cuando se dice: “... como quier que pagado el uno dellos seria quitos de la obligacio principal”. Parece estar diciéndose que aunque quedarían “quitos” de la obligación principal (en relación con el acreedor) eso no significa que también queden “quitos” respecto a las relaciones internas entre ambos, que deben regirse por los acuerdos o contratos a que se hayan comprometido atendiendo básicamente a cuál fue la causa por la que se obligó a pagar el nuevo deudor y a si efectivamente pagó85. 5º.) En todo caso de delegación de deuda es necesario el consentimiento del acreedor (“a plazer del”), que no parece que quepa presumirse nunca sino que debe aparecer indudablemente. 6º.) Respecto al régimen jurídico de la figura, hay que resaltar una referencia a la irresponsabilidad del deudor antiguo liberado por la insolvencia (viniesse a pobreza) del nuevo86 y la extinción de las obligaciones accesorias de la deuda 85 No creemos que sea gratuita la insistencia con que se refiere el texto a la “obligacion principal” (no hay que olvidar que también se menciona al principio). Muy al contrario creemos que con ello se quieren despejar las mismas dudas que en Derecho romano, para dejar claro que sólo se produce la novación (extinción de la obligación, por tanto) cuando lo que se modifica es la obligación principal, bien en cuanto a su objeto, bien en lo que atañe a los sujetos, pero no hay lugar a esta institución cuando, por ejemplo, se añada un accesorio a la misma como puede ser una relación jurídica de fianza. Es el requisito del idem debitum en el Derecho romano clásico. 86 En sentido parecido, la ley XVI, título XX (De las deudas y de las pagas) del libro III del Fuero Real: “Si aquel que es tenudo de pagar algun deudo a otro, diere bestia, a otra cosa de quel 159 MENU SALIR extinguida; esto último, no recogido en el texto de la ley XV, pero a ella aplicable conforme a lo establecido genéricamente en el proemio del título XIIII (“Pagas e quitamientos son dos cosas que por cada una dellas se desatan las promissiones, e los pleytos, e las posturas: e los obligamientos de las fiaduras, e de los peños...”). 4.- La evolución posterior hasta la Codificación. La evolución posterior del fenómeno del cambio de deudor está marcada por dos grandes líneas de influencia. Por un lado, la tradición romana de la novatio y la delegatio, recogida por la Escuela del Derecho Natural racionalista en los siglos XVII y XVIII, por considerar conforme al ius naturae et gentium (en cuanto aquellas figuras emanan de la voluntad, y por tanto, de la razón) los textos latinos que recogen el ius civilis (PUFENDORF, DOMAT87), que encontrará continuidad en POTHIER88 y cuyas exposiciones constituirán la base de los arts. 1271 a 1281 del Code francés y también del Codice italiano de 1865 (arts. 1267-1278). En el lado opuesto se sitúa la doctrina germana y las soluciones de la pandectística alemana a partir de mediados del siglo XIX, que somete a una fuerte crítica y revisión el dogma de la intransmisibilidad pasiva de las obligaciones. Ante todo, fue DELBRÜCK quien abordó más profundamente el estudio de este otro sea pagado, vala la tal paga, e mas no gela pueda demandar. Otrosi, si él diere a otro su deudor por mañero quel pague aquel deudo, y el otro rescibiere del, no sea tenudo de responderle mas por este deudo, maguer que el otro no gelo pague”. 87 PUFENDORF, De Iure naturae et gentium, libro V, Amstelodami, 1688, cap. XI (Quibus modis solvantur obligationes quae ex pactis oriuntur), nn. 13 y 15, pp. 539-540, recogida en The classics of International Law, edited by James Brown Scott, vol. 1.º, London, 1934. En las páginas citadas se advierte ya claramente que no es preciso el consentimiento del deudor para llevar a cabo la novación, aunque –señala– es imprescindible el del acreedor, puesto que a éste no le es indiferente la persona de su deudor. DOMAT, J., Le leggi civili disposte nel loro naturale ordine, nuova édizione eseguita sulla traduzione stampata in Napoli purgata da molti errori con discorso e algune note del professore A. Padovani, tomo IV, Dalla Tipografía di Pietro Bizzoni, Pavia, 1825, pp. 379-380, donde se aprecia ya claramente la distinción técnica entre novatio, delegatio y expromissio (“Da queste osservazioni sulla natura delle novazioni, e delle delegazioni, ne segue, che ogni delegazione è congiunta ad una novazione, perchè in questo caso si sostituisce una nuova obbligazione all’antica; ma non ogni novazione è congiunta ad una delegazione, perchè può il debitore innovare l’antica obbligazione con un’altra nuova, con obbligarsi da se solo, e senza l’intervento di un altro debitore. (...) Fra la novazione e la delegazione vi è questa differenza, che una terza pesona può innovare il debito, senza che il debitore vi consenta”). 88 POTHIER, R. J., Traité des obligations, tomo II, edic. por M. Bernardi, Letellier Libraire, Paris, 1805, nn. 546 y ss., pp. 60 y ss. 160 MENU SALIR fenómeno y acuñó el término Übernahme o Schuldübernahme, a partir del cual se construyó la teoría de la Singularsuccession in Schulden89. La obra de este autor constituyó un intento de conciliar los principios romanos con la tradición germánica y las necesidades de la práctica y la construyó sobre la distinción entre la obligación, entendida como un vínculo entre personas y como tal intransmisible (clara influencia romana), y los elementos activo (crédito, Forderung) y pasivo (deuda, Schuld), que como cualquier otra cosa o bien serían susceptibles de enajenación; en el caso de la deuda, por la sola voluntad de los deudores sucesivos y sin la intervención del acreedor. DE DIEGO, a quien seguimos en esta exposición, muestra con toda claridad las contradicciones de semejante teoría: “Queriendo conciliar la intransmisibilidad de la obligación con la transmisibilidad de la deuda, cosas perfectamente inconciliables, partía de la sutilísima, artificiosa y arbitraria distinción entre la obligación y la deuda”, para añadir más adelante: “La contradicción subsiste cuando afirma que la aceptación de deuda de otro produce sucesión en la deuda pero no afecta a la obligación misma, y esto es tan imposible de concebir como aquella distinción de que queda hecho mérito anteriormente”90. El empuje decisivo a la teoría de la Singularsuccession in Schulden, que se presentó como una originalidad germánica frente a la novación y la tradición romana, vino de la mano de WINDSCHEID91 y se materializó en gran medida posteriormente en los §§ 414 y ss. BGB y ha sido el espejo de referencia del ABGB y de los arts. 175-183 OR suizo de 1911, así como de códigos mas recientes como los arts. 595-600 del nuevo portugués de 1966. Estas regulaciones distan, no obstante, de la doctrina pandectística más exaltada que llevó a sus últimas consecuencias esta teoría; así, al extremo de entender, tomando como 89 DELBRÜCK, B., Die Uebernahme fremder Schulden nach gemeinem und preussischen Rechte, Berlín, 1853, aunque esta obra no la hemos podido consultar directamente. 90 DE DIEGO, Transmisión..., cit., pp. 246 y 247. 91 Dos títulos deben resaltarse de WINDSCHEID, B.: “Die Singularsuccession in Obligationen” y “Zur Erinnerung an Berthold Delbrück”, ambos originariamente publicados en la Kritische Überschau der deutschen Gesetzgebung und Rechtswissenschaft, I, 1853, pp. 27-46 y X, 1868, pp. 287-295, respectivamente (texto y referencia tomados de Bernhard Windscheid, Kleine Scrriften, Reden und Rezensionen, Teil I (1838-1858) y Teil II (1859-1892), Zentralantiquariat der Deutchen Demokratischen Republik, Leipzig, 1984, pp. 307-326 y 157-165, respectivamente). 161 MENU SALIR referencia el lado activo de la relación obligatoria, que era posible un cambio en el lado pasivo mediante un acuerdo directo entre el asumente y el deudor sin contar con el consentimiento del acreedor, o a defender el mantenimiento absoluto de las obligaciones accesorias cuando tal cambio se producía92. II.- LA REGULACIÓN DEL CÓDIGO CIVIL. EL RÉGIMEN JURÍDICO DE LA ASUNCIÓN DE DEUDA LIBERATORIA. 1.- La responsabilidad por insolvencia del deudor antiguo: el art. 1206 CC. El art. 1206 CC recoge el principal y lógico efecto de la asunción de deuda liberatoria (novación por cambio de deudor): el antiguo deudor queda desligado de la obligación y así debe continuar; es el efecto propio de tal negocio jurídico. Por esta razón y a efectos interpretativos, la liberación del deudor antiguo es la regla general, y lo que produzca un efecto distinto debe considerarse excepcional93, debiendo ser interpretado de forma restrictiva (art. 4.2 CC). No es una excepción, sin embargo, cuando las partes prevén de alguna forma la no liberación del deudor antiguo bajo determinadas condiciones o requisitos, porque entonces, el efecto liberatorio incondicional no ha sido el querido. Por ello, la imposibilidad actual de cobro de la deuda por insolvencia del nuevo deudor debe entenderse como un riesgo derivado de este contrato que ha de ser soportado por el acreedor consentidor del mismo (art. 1205 CC), en forma similar a como el cesionario de un crédito soporta el riesgo por la bonitas nominis. Sin embargo, esto es así, en la literalidad del art. 1206, “salvo que dicha insolvencia hubiese sido anterior y pública o conocida del deudor al delegar su deuda”. Veamos, antes de nada, cómo afecta este precepto al normal reparto de riesgos derivados de la sustitución de un deudor por otro. 92 Las exposiciones mas amplias y completas sobre la pandectística alemana se encuentran en DE DIEGO, Transmisión..., cit., pp. 235-255, y en ADAME MARTÍNEZ, M. A., Asunción de deuda en Derecho civil, Ed. Comares, Granada, 1996, pp. 55 y ss. También DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., p. 853. 93 Así, DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., pp. 859 y 860. 162 MENU SALIR 1.1.- El riesgo derivado de la insolvencia y las consecuencias de la aplicación de la responsabilidad ex art. 1206. Sabido es que puede asumirse una deuda con intervención del antiguo deudor solvendi, credendi y donandi causa (si el antiguo deudor no interviene, no cabe, en nuestra opinión, la aplicación del art. 1206). Si la asunción lo es solvendi causa, el nuevo deudor o asumente extinguirá mediante este contrato la deuda que tiene con el antiguo deudor, al tiempo que éste hace lo propio con la que le vincula al acreedor. El antiguo deudor, si era solvente, habrá conseguido repercutir la insolvencia de quien es su deudor sobre su propio acreedor, de forma que el decrecimiento patrimonial que iba a sufrir (pagar al acreedor y no cobrar de su insolvente deudor) lo sufre ahora el acreedor. La situación del acreedor no cambia si su antiguo deudor (lo mismo que el nuevo) era también insolvente. Si la asunción lo es credendi causa, el asumente se convierte en acreedor del antiguo deudor al tiempo que sustituye a éste en la relación de valuta. Si el antiguo deudor es solvente, el nuevo deudor o asumente (insolvente) habrá conseguido tener un crédito contra un solvente a cambio de ser deudor de una deuda que solo podrá pagar con este crédito precisamente. En el lado contrario, el acreedor ha cambiado un crédito contra un solvente (el antiguo deudor) por otro contra un insolvente (el nuevo). A éste sólo le queda la posibilidad de ejercitar la acción subrogatoria contra el deudor de su deudor (su antiguo deudor, ahora liberado). La situación del acreedor no cambia si su antiguo deudor era también insolvente. En cuanto a la asunción donandi causa, en forma similar a lo que ocurre en la solvendi causa, el acreedor soportará la insolvencia del nuevo deudor mientras el antiguo deudor recibe, a título de liberalidad y a costa de su acreedor, ser liberado de su obligación. En definitiva, la aplicación del art. 1206 CC conlleva, para los casos en los que el antiguo deudor era (y es) solvente, que el acreedor no tenga que soportar la insolvencia del nuevo deudor en la asunción solvendi o donandi causa y que no tenga que ejercitar la acción subrogatoria en la credendi causa. 163 MENU SALIR 1.2.- Insolvencia anterior y pública e insolvencia anterior y conocida por el deudor. Esta expresión, sobre todo el giro “anterior y pública”, ha planteado bastantes problemas en la doctrina en orden a determinar su significado y alcance, así como su distinción respecto a la insolvencia “conocida”. Todo intento en este sentido tiene necesariamente que partir del Proyecto de Código Civil de 1851 porque fue su autor, GARCÍA GOYENA, quien lo introdujo, sin apoyo alguno ni en nuestros antecedentes históricos ni en el Derecho Comparado94. Aparte las críticas que puedan hacerse a este “testimonio de originalidad”, lo cierto es que presentó complejos problemas de comprensión e interpretación desde el principio95. Concretamente, el art. 1136 de este Proyecto decía: “La insolvencia del deudor sustituido por delegación, no dará derecho al acreedor para reclamar del primitivo deudor, á no ser que la insolvencia fuere anterior y pública ó conocida del deudor”, desde donde esta responsabilidad por insolvencia anterior y pública se llevó al art. 1460 (actual 1529), como atestigua el propio GARCÍA GOYENA96. Este lazo de unión entre los preceptos 1206 y 1529 ha sido advertida y ha constituido una fuente para integrar este último precepto, que presenta 94 El Code francés recoge en su art. 1276 dos supuestos de responsabilidad del delegante en caso de insolvencia del delegado: cuando exista una reserva expresa en este sentido por parte del acreedor y cuando el delegado “déjà en faillite ouverte, ou tombé en déconfiture au moment de la délégation”, giro que tiene ciertas semejanzas, pero que no es equivalente a nuestra insolvencia “anterior y pública”. También recoge el Codice la reserva expresa por parte del acreedor (art. 1274.I) y el caso en el que el nuevo deudor sea ya insolvente al tiempo de la liberación del antiguo (art. 1274.II), y lo mismo se aplica al negocio de accollo (art. 1274.III). Por último, el Código portugués únicamente prevé el pacto expreso para la responsabilidad del antiguo deudor (art. 600), mientras que el argentino (art. 816) dice que tal insolvencia no da derecho al acreedor a reclamar al antiguo deudor “a no ser que el deudor sustituido fuese incapaz ya de contratar por hallarse fallido”. 95 MUCIUS SCAEVOLA, Q. (Apalategui P.), Código civil comentado y concordado extensamente con arreglo a la edición oficial, tomo XIX, Madrid, 1902, p. 1045, exponía lo contradictorio de los términos empleados: “Pero si la insolvencia era anterior y el acreedor la conocía, aunque también el deudor la conociese, ¿por qué se ha de hacer revivir la acción contra el deudor primitivo? ¿No hubo en este hecho un verdadero consentimiento del acreedor en la situación que se creaba y en las consecuencias que de ella podían esperarse? ¿Por qué limita el artículo al deudor el conocimiento de la insolvencia?”. 96 GARCÍA GOYENA, Concordancias, motivos y comentarios del Código civil español, Zaragoza, 1974, p. 771. 164 MENU SALIR mayores dificultades de entendimiento aún que el primero97. Con posterioridad, el art. 1223 del Anteproyecto de 1882-1888 nos dirá que: “La insolvencia del nuevo deudor, cuando hubiere sido aceptado por el acreedor, no hará revivir la acción de éste contra el deudor primitivo, salvo que hubiere procedido dolosamente al delegar su deuda”98, aunque es indudable que la redacción del actual 1206 responde al art. 1136 del Proyecto. Estos son habitualmente los materiales históricos a partir de los cuales se intenta comprender y explicar la “novedad” que para nuestro Derecho ha significado la responsabilidad por insolvencia anterior y pública. En este sentido nos parece llamativo el unánime olvido por parte de la doctrina del art. 1968 del Proyecto de 1836 que, a nuestro juicio, puede jugar una papel importante. Es extraño que ni siquiera un autor como GIL RODRÍGUEZ99, que tan profundamente ha tratado esta cuestión y con cuyos planteamientos y resultados nos identificamos en gran medida, lo haya citado. En fin, establecía este art. 1968: “La disposición contenida en el artículo precedente no tendrá lugar cuando resultare después que el delegado se había presentado en quiebra, o hecho cesión de bienes antes o al tiempo mismo de efectuarse la delegación, ignorándolo el acreedor”, mientras que el referido artículo precedente (el 1967) decía: “Verificada la delegación, se extingue la obligación principal del deudor y delegante y también las accesorias con que este último o un tercero afianzaron la seguridad de aquélla”100. Quizás con este último precedente legislativo y con una regla de interpretación literal y lógica, aunque de alcance limitado, como es que si el legislador ha distinguido entre insolvencia pública e insolvencia conocida también 97 Así, TORRALBA SORIANO, V., “La responsabilidad del cedente por insolvencia anterior y pública del deudor cedido (Estudio Histórico-crítico)”, en Estudios jurídicos en homenaje al profesor Santa Cruz Teijeiro, tomo II, Universidad de Valencia, 1974, pp. 453-473. 98 PEÑA BERNALDO DE QUIRÓS, M., “El Anteproyecto del Código civil español (18821888)”, en Centenario de la Ley del Notariado, vol. I, Madrid, 1965, p. 382. 99 GIL RODRÍGUEZ, J., Garantía por insolvencia pública en la delegación y en la cesión, Ed. Tecnos, Madrid, 1988. 100 LASSO GAITE, J. F., Crónica de la Codificación española, tomo 4 (Codificación civil), vol. II, Ministerio de Justicia, Madrid, 1970, p. 281. 165 MENU SALIR nosotros debemos distinguir, pueda aportarse alguna idea útil en este campo. 1.2.1.- La publicidad de la insolvencia y su conocimiento por parte del acreedor. El artículo 1968 del Proyecto de 1836, tras exponer las situaciones de las que podían derivarse la responsabilidad por insolvencia del nuevo deudor (quiebra y cesión de bienes a los acreedores) concluía diciendo “ignorándolo el acreedor”. Si tenemos en cuenta la estructura y juego de intereses en la delegación, tal y como nos la expone TORRALBA SORIANO101 en referencia al acreedor: “En efecto, el último no tiene, en principio, interés en cambiar de deudor, especialmente si el primer deudor es solvente (...) El acreedor se limita a aceptar al nuevo deudor, bien liberando al primitivo deudor, bien adquiriendo un crédito cumulativo contra los dos. El supuesto que nos interesa es el de liberación del primer deudor por el delegatario. En principio el acreedor no tiene ningún interés en realizar tal liberación, ya que para él es más cómodo y seguro disfrutar de un crédito cumulativo contra dos deudores, que no arriesgarse a tener que cobrar de un solo deudor, con todos los peligros que ello implica, entre ellos el de insolvencia de ese deudor. Por ello, el supuesto de delegación perfecta o novativa es raro, ya que el delegatario no aceptará voluntariamente la sustitución de un deudor que conoce por otro nuevo, tal vez desconocido. Lo más normal es que pida al delegante que continúe obligado. Si acepta al nuevo deudor, liberando al primitivo, será porque lo cree perfectamente solvente”, entonces, con este juego de intereses, podremos fácilmente deducir que el artículo 1206 CC parte necesariamente del desconocimiento o ignorancia del acreedor acerca de la insolvencia anterior, sea “pública” o “conocida”, de quien es su nuevo deudor102. 101 TORRALBA SORIANO, “La responsabilidad..., cit., p. 465. 102 Por ello y con toda razón, dice DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., p. 821, respecto a la cesión de créditos, aunque también aplicable a la delegación según declara el mismo autor: “Por eso, debe concluirse que el art. 1.529 CC y la obligación ex lege de garantía en los casos de insolvencia anterior y pública sólo encuentra justificación cuando el cesionario hubiese sido víctima de un engaño sobre la solvencia del deudor cedido, que puede producirse a través de la falta de información”. También ALBALADEJO GARCÍA, M., Derecho Civil, II-1.º, Ed. Bosch, Barcelona, 1994, p. 315: “Por ello, me parece que, a pesar de no ser exactamente el puro sentido literal del texto legal, éste puede entenderse (por ser más justo y razonable), en el sentido de que revivirá la obligación antigua si la insolvencia, siendo desconocida del acreedor (pues si la conocía no puede quejarse de lo que hace conscientemente), era conocida del deudor...” (subrayado nuestro). 166 MENU SALIR Además, la conclusión contraria (que el acreedor conoce la insolvencia) no soportaría la lógica crítica del principio de la buena fe: no parece posible que quien conoce la insolvencia de una persona y la acepta como deudor pueda después invocar esta circunstancia en su favor para fundamentar una pretensión contra la persona a la que consintió liberar a cambio. El acreedor atentaría contra sus propios actos, salvo que quiera defenderse que el precepto se aplica aun en estos casos103, llevando hasta extremos poco razonables lo que, como dijimos al principio, debe entenderse como excepcional. Si la premisa anterior es cierta, entonces parece que puede realizarse el siguiente razonamiento: si el acreedor desconoce la insolvencia y por ello se aplica el art. 1206, es porque el legislador ha entendido compatible el desconocimiento de la insolvencia por éste y la publicidad de la misma. Por ello, el concepto de publicidad de la insolvencia que el legislador “maneja” tiene que ser compatible con el desconocimiento de esta circunstancia por parte del acreedor, y lo que es mas importante, el legislador no puede haber querido esa compatibilidad para proteger a quien desconoce la insolvencia, pero la pudo conocer por ser pública si hubiere actuado diligentemente. El legislador, puesto que se trata de una excepción a la regla general, debe haber querido proteger únicamente a quien, actuando diligentemente, desconoce la insolvencia a pesar de su publicidad; luego, el concepto de publicidad de la insolvencia adoptado tiene que ser compatible con el desconocimiento diligente de la misma104. POTHIER, Traité..., II, cit., n.º 568, pp. 77-78, afirma (parece que reproduciendo la opinión de Cuyacius) que si el acreedor conocía la insolvencia del nuevo deudor al tiempo de la delegación y lo acepta, ello encierra un acto de liberalidad: “La delegación no encierra en ese caso un contrato de aquellos que son interesados de una parte y de otra, pero encierra sí un beneficio que he querido haceros aceptando ese deudor en lugar vuestro, por insolvente que fuera. Vos no me habéis causado ningún perjuicio, puesto que con pleno conocimiento de causa,º yo he querido aceptarle: Volenti non fit injuria”. Muy claramente en el mismo sentido, LAURENT, F., Principes de Droit civil français, tomo XVIII, 3.ª edic., Bruxelles-Paris, 1878, n. 320, p. 347, presuponiendo que el delegatario ignora este estado de cosas (“faillite ouverte ou tombé en déconfiture”), pues si el acreedor consiente el cambio de un deudor solvente por otro insolvente, conociendo esta circunstancia, entonces mas que una novación sería una remisión de la deuda (n. 320, p. 348), y lo mismo, BAUDRY-LACANTINERIE, G.- BARDE, L., Traité théorique et pratique de Droit civil, tomo XIII-1.ª, Paris, 1905, n. 1749, p. 57. 103 Así, MUCIUS SCAEVOLA, Código civil..., XIX, cit. pp. 1045-1046. 104 Sobre la relevancia de la diligencia del acreedor en el conocimiento de la insolvencia de su nuevo deudor, vid. el apartado 1.2.3. 167 MENU SALIR 1.2.2.- El sentido de la expresión “insolvencia pública” y su conocimiento por parte del deudor antiguo. Admitido que la insolvencia (incluida la pública) relevante a los efectos del art. 1206 es la desconocida por el acreedor, y dado por sentado que es conocida por el propio deudor (nuevo) insolvente, queda ahora determinar la relación que guarda dicha insolvencia con su conocimiento/desconocimiento por parte del antiguo deudor. La solución es sencilla si, como hace el legislador (mediante la conjunción disyuntiva “o”), nosotros también distinguimos entre insolvencia (anterior y) pública e insolvencia (anterior y) conocida del deudor al delegar: la insolvencia anterior y pública es también una insolvencia desconocida o ignorada por el deudor antiguo. Como consecuencia de lo anterior, la insolvencia “pública” es incompatible con el dolo del delegante, ya que el supuesto de dolo debe entenderse que se halla recogido en la insolvencia “conocida”, en contra de la explicación de GARCÍA GOYENA, que reconduce ambos supuestos al dolo105. La distinción entre ambos supuestos aparece de forma clara en los antecedentes históricos inmediatos: así lo hace el artículo 1136 del Proyecto de 1851 (“anterior y pública ó conocida del deudor”), mientras que es indudable que el art. 1223 del Anteproyecto de 1882-1888 recogía solamente el caso de dolo (“salvo que hubiere procedido dolosamente”). Por su parte, el art. 1968 del Proyecto de 1836 no mencionaba la insolvencia conocida o con dolo del delegante, debiendo entenderse recogida en las reglas generales del dolo como vicio del consentimiento, concretamente en su art. 976106. No entraremos en las razones que pudieron llevar a trasladar posteriormente el dolo en este supuesto desde esta sede hasta el artículo 1136 del Proyecto de 1851, aunque bien pudiera ser la dificultad para probar las “palabras engañosas” o 105 En este sentido, GIL RODRÍGUEZ, Garantía..., cit., p. 98, concluye: “En definitiva, creo que hay datos para concluir que la ineficacia de la liberación, cuando el delegado estuviere en insolvencia pública, no obedece a dolo (espacio que ocupa el supuesto de insolvencia “conocida”)”. A continuación critica la explicación de GARCÍA GOYENA (Concordancias..., cit., p. 606: “Cuando la insolvencia anterior es notoria ó pública, se presume iuris et de iure que lo sabía el deudor; si no fue pública, el acreedor habrá de probar que el deudor lo sabía: en ambos casos habrá dolo por parte del deudor y las leyes no favorecen á los dolosos”) por ser contraria, entre otros, al sentido de los antecedentes que vienen a servir de apoyo al propio art. 1136. 106 Esta posibilidad de remitir el supuesto de dolo a las reglas generales es la que, como dice GIL RODRÍGUEZ, Garantía..., cit., p. 94, acoge el Code. 168 MENU SALIR “maquinaciones”, que exigía aquel precepto, siendo más fácil la prueba simplemente del conocimiento de la insolvencia. En cualquier caso, lo que interesa ahora es señalar que el artículo 1968 se refería a insolvencia derivada de haberse presentado el delegado “en quiebra, o hecho cesión de bienes107”, sin que nada se diga sobre su publicidad y sin que, como hemos dicho, esta insolvencia pueda ser la “conocida” o derivada de dolo. Estos dos casos de insolvencia, por quiebra y por cesión de bienes, se hallan a su vez íntimamente unidos a los dos supuestos que aparecen en el art. 1276 del Code (“faillite ouverte, ou tombé en déconfiture au moment de la délégation108”), precepto que es señalado en primer lugar por GARCÍA GOYENA en sus concordancias. Estos antecedentes inmediatos al art. 1136 del Proyecto de 1851 deben ser una referencia obligada para delimitar de forma razonable el significado o inteligencia del término “insolvencia pública”, que se mantiene también en el actual. En primer lugar, no puede equivaler a insolvencia “notoria”, aunque este término sea el utilizado de forma sinónima por GARCÍA GOYENA109, puesto que la notoriedad tiene relevancia en la medida en que lleva al conocimiento de un hecho (la insolvencia) por parte de los sujetos relevantes (obviamente es irrelevante su conocimiento por terceros), y ya hemos visto que la insolvencia pública es la conocida por el nuevo deudor, pero desconocida tanto por el deudor liberado como por el acreedor, que son estos sujetos relevantes. Y en segundo lugar, de ningún dato disponemos para pensar que tal insolvencia sea la derivada de un documento “público” o la que se hace constar en un Registro “público”. Por eso compartimos la idea, que creemos inició MANRESA110 y que se ha 107 La cesión de bienes aparece recogida en los arts. 2048 a 2063 de este Proyecto, y definida en el primero de ellos de la siguiente forma: “La cesión de bienes es el abandono absoluto que hace un deudor de todos los bienes que a la sazón posee, a favor de su acreedor o acreedores, cuando no tiene medios suficientes para pagar sus deudas”. 108 Como explica GIL RODRÍGUEZ, Garantía..., cit., p. 71, el texto francés se refiere a “quiebra declarada”, mientras que la figura de la déconfiture no es “una situación propiamente jurídica, constitutiva de un estado de insolvencia erga omnes, sino una situación de hecho (de un deudor civil) a constatar por el juez en el particular conflicto en el que el Código le hubiere otorgado trascendencia”. 109 GARCÍA GOYENA, Concordancias..., cit., p. 606. 110 MANRESA Y NAVARRO, J. M., Comentarios al Código civil español, tomo X, 2.ª ed., Madrid, 1908, p. 398, en el comentario a los arts. 1529 y 1530, pero aplicable también a la 169 MENU SALIR generalizado posteriormente111, en el sentido de que insolvencia pública es aquella que ha sido judicialmente constatada, con la extensión que el mismo autor le otorga: “La declaración de concurso ó la de quiebra, y, sin llegar á estas situaciones, la mera condena del deudor en cualquier sentencia firme seguida del procedimiento para hacer efectivo el fallo sin que se hayan encontrado bienes suficientes, son hechos que revelan la insolvencia de que habla la ley con la publicidad suficiente para tener por cumplido el requisito del Código”. Sólo esta solución parece compatible con las exigencias que la seguridad del tráfico jurídico impone y que impide que pueda tomarse en consideración una insolvencia más o menos notoria o rumoreada. 1.2.3.- La diligencia del acreedor en el conocimiento de la insolvencia. En general, los autores que entienden compatible la responsabilidad por insolvencia ex art. 1206 con el conocimiento (o presunción iuris tantum o iuris et de iure de conocimiento) de la misma por parte del acreedor, lógicamente no estudian las consecuencias del desconocimiento de la insolvencia debida a una posible actuación negligente del mismo. En todo caso, equipararían las consecuencias de este ultimo caso a las del primero. Lo mismo ocurre con quienes estudian el precepto desde parámetros estrictamente objetivos, entre quienes sobresale ORDUÑA MORENO, que entiende que la excepción a la bonitas nominis del deudor delegado que representa el art. 1206 encuentra su fundamento en la “lesión del derecho de crédito en cuanto que la insolvencia del deudor delegado, conforme a la caracterización descrita, es representativa de un daño causado injustificadamente que supone la frustración del legítimo interés del acreedor en las expectativas de realización de su derecho de crédito”112, de ahí que entienda que queda al margen de la norma la posible responsabilidad del acreedor delegatario113. delegación. 111 GIL RODRÍGUEZ, Garantía..., cit., p. 70; ORDUÑA MORENO, F. J., La insolvencia: Análisis de su concepto y concreción de su régimen jurídico, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 1994, pp. 251 y 252. 112 ORDUÑA MORENO, La insolvencia..., cit., p. 249. 113 ORDUÑA MORENO, La insolvencia..., cit., p. 248 y nota 276. 170 MENU SALIR Por nuestra parte, quedó expuesto que compartimos la opinión de quienes defienden que la prueba del conocimiento de la insolvencia por parte del acreedor excluye la aplicación de las excepciones establecidas en el precepto. Pero además, entendemos que también debe excluirse la aplicación de tales excepciones cuando la insolvencia del nuevo deudor sea pública en el sentido de tenerse constancia de ella en un Registro público. El acreedor que acepta como deudor a quien es insolvente según un Registro público debe sufrir las consecuencias de su propio descuido, aunque no exista obligación alguna de consultarlo y sin entrar a valorar si su actuación se corresponde o no a un modelo razonable de diligencia. Simplemente, esta publicidad debe excluir la relevancia jurídica de su desconocimiento (buena fe subjetiva) a estos concretos efectos114. 1.2.4.- El momento en el que es relevante la insolvencia. El momento relevante con referencia al cual debe tomarse en consideración la insolvencia, para reputarse como “insolvencia anterior”, debe ser el momento en el que se delega-asume la deuda frente al acreedor y se libera al deudor, es decir, cuando el asumente es aceptado por éste como nuevo en sustitución del anterior. La literalidad de la norma (“al delegar”) impide entender como relevante el momento en el que el delegante emite la orden, mandato o autorización (el iussum) al delegado, pero el acreedor todavía no tiene conocimiento de ello, o teniéndolo, no ha consentido el cambio de deudor. De esta forma puede quedar el acreedor protegido ex 1206 si la insolvencia acaece y se mantiene entre el momento del iussum y aquel en el que prestó su consentimiento, pero no queda amparado si en el momento del iussum el delegado es insolvente, pero no lo es cuando se consintió la sustitución, aunque después vuelva a serlo115. Existe también una razón lógica: el art. 1206 tiene como presupuesto “la existencia de un nuevo deudor, que hubiese sido aceptado por el acreedor”, lo que no ocurre en el momento del iussum. Por ello, cuando el consentimiento 114 Vid., respecto a la relación entre la buena fe y la existencia de Registros públicos, MIQUEL GONZÁLEZ, J. M., voz “Buena fe (D.º Civil)”, en Enciclopedia Jurídica Básica, vol. I, Ed. Civitas, Madrid, 1995, pp. 839 y 840. 115 Esta cuestión podría haberse planteado si se hubiera conservado la redacción del art. 1968 del Proyecto de 1836, que se refería a la quiebra o cesión de bienes “antes o al mismo tiempo de efectuarse la delegación” (subrayado nuestro). 171 MENU SALIR liberatorio se condicione al cumplimiento de alguna condición (por ejemplo, la prestación de garantías adicionales), el momento relevante será el del cumplimiento de tal condición. Estas consideraciones realizadas respecto a la delegación deben entenderse también de aplicación cuando al consentimiento del acreedor precede un acuerdo entre los dos deudores, aunque no se trate de un caso de delegación116, sin perjuicio del posible efecto retroactivo de dicho consentimiento en orden a determinar desde cuándo debe entenderse obligado el asumente y desde cuando liberado el deudor. Respecto a si el precepto resulta aplicable cuando, insolvente en el momento de la asunción, deja de serlo el nuevo deudor en el momento del vencimiento de la deuda, debe tenerse en cuenta lo que se dice en el epígrafe 1.3.6. sobre el requisito de la lesión del derecho de crédito. 1.2.5.- Negocios jurídicos a los que son de aplicación las excepciones del precepto. Aunque el art. 1206 hable de un deudor que “delega” su deuda117, mayoritariamente se entiende que no deben existir obstáculos para su aplicación a todo acuerdo (liberatorio, se entiende) entre los deudores que sea consentido por el acreedor, aunque no se trate de una delegación de deuda118. Matizando lo anterior, parece defenderse por algunos autores que la letra del precepto (“al delegar su deuda119”), en relación al giro “insolvencia anterior y pública”, exige que la iniciativa del cambio de deudor haya partido del deudor 116 Lo mismo en Italia (art. 1274): MICCIO, R., en Commentario del Codice civile, Libro IV, tomo I, com. art. 1275, UTET, Torino, 1982, pp. 581-582, aunque cita este autor la opinión de la Corte de Casación en sentido contrario en la sentencia de 5 de mayo de 1943. 117 Más claro aún en el art. 1136 del Proyecto de 1851: “La insolvencia del deudor sustituido por delegación, no dará derecho al acreedor para reclamar del primitivo deudor, á no ser que la insolvencia fuere anterior y pública ó conocida del deudor”. 118 Por todos, DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., p. 860. 119 Debe tenerse en cuenta que el art. 1134.II del Proyecto de 1851 establecía el siguiente concepto de delegación: “Cuando la sustitución de un nuevo deudor se hace por el primitivo se llama delegación”. El art. 1206 sustituyó estas palabras por la expresión “al delegar su deuda”, pero el significado debe entenderse que es el mismo. 172 MENU SALIR primitivo; muy claramente por ejemplo, TORRALBA SORIANO: “Se trata de un norma de protección del acreedor basada en que él no ha tomado la iniciativa y en que, dadas las circunstancias (insolvencia anterior y pública o conocida del deudor) lo más probable es que haya sido sorprendido en su buena fe por la astucia de delegante y delegado. Si no existiera la norma del artículo 1.206, el acreedor tendría que demostrar el dolo o el error que había sufrido, lo cual le resultaría más difícil que probar el hecho objetivo de la insolvencia anterior y pública”120. En sentido parecido pero de forma menos clara, CAFFARENA LAPORTA: “El legislador ha mirado con cierta desconfianza al deudor en esta figura de la delegación, precisamente porque en ella la sustitución del deudor se lleva a cabo por iniciativa de éste”121. Sin embargo, no creemos que las citas literales anteriores sean reveladoras, por parte de quienes las han escrito, de la exigencia de un requisito adicional para la aplicación del art. 1206 como es el de la iniciativa del deudor antiguo en lo que al cambio de deudores se refiere. Por lo pronto, este requisito no aparece recogido en el precepto y sería poco razonable su inclusión, sobre todo si tenemos en cuenta la inseguridad jurídica que acarrea un dato de este tipo respecto a un negocio jurídico donde intervienen tres sujetos que cruzan sus respectivas ofertas y contraofertas y que es muy probable que la aceptación final difiera mucho de la propuesta inicial. En estas circunstancias, no debe ser un dato absolutamente decisivo el hecho de la iniciativa del negocio sin más. La referencia a la iniciativa creemos que debe tomarse en consideración en cuanto que los dos autores antes citados se refieren únicamente a la delegación, donde la iniciativa lo es del delegante. Precisamente es así porque nuestro Código civil, lo mismo que el Code, sólo recoge como figuras novativas la delegación y, 120 TORRALBA SORIANO, “La responsabilidad..., cit., p. 466. También, en general, la doctrina italiana respecto al art. 1274 del codice: BIANCA, M., Diritto civile, IV, Ed. Giuffrè, Milano, 1992, pp. 653-655 (para la delegación), cuando afirma que la iniciativa del negocio de sustitución lo ha llevado a cabo el deudor originario y ello justifica que responda personalmente si había ofrecido sustituir a un sujeto que ya es insolvente (y lo mismo en p. 685 para el accollo; RESCIGNO, P., voz “Delegazione (dir. civ.)”, en Enciclopedia del Diritto, XI, Ed. Giuffrè, 1962, pp. 975-976. 121 CAFFARENA LAPORTA, J., La solidaridad de deudores: Excepciones oponibles por el deudor solidario y modos de extinción de la obligación en la solidaridad pasiva, Edersa, Madrid, 1980, p. 141. 173 MENU SALIR de forma implícita, la expromisión, pero ello no debe ser obstáculo para la aplicación del art. 1206 a otras figuras, reguladas positivamente o no, en las que también se produce la participación del antiguo deudor (aunque no haya sido iniciado por él); señaladamente, el contrato de asunción de deuda en sentido estricto, en la línea antes señalada por DÍEZ-PICAZO y que resulta también coincidente con la solución establecida por el art. 1274.III del Codice respecto al accollo para el caso de insolvencia del nuevo deudor al tiempo de asumir la deuda frente al acreedor. Una última duda en cuanto al ámbito de aplicación está en saber si debe hacerse también responsable, sobre todo por la vía de la insolvencia “conocida”, al deudor liberado que conoce la insolvencia del asumente pero que ni siquiera participa en el contrato en cuya virtud se produce su liberación. Una interpretación, que debe ser restrictiva por tratarse de una norma excepcional, además de otros argumentos122, debe imponer la no aplicación del art. 1206, aunque lo contrario es admitido de forma matizada por SANCHO REBULLIDA123 y abiertamente por ORDUÑA MORENO124. 122 ADAME MARTÍNEZ, Asunción..., cit, p. 191, expone como argumentos principales en contra de tal aplicación los siguientes: a) el literal, al hablar el precepto solamente de “delegar su deuda”; b) el histórico, pues el propio GARCÍA GOYENA en el art. 1136 del Proyecto sólo contempla la delegación; y c) el Derecho comparado, con cita de la solución ofrecida por el art. 1274 del Codice. 123 SANCHO REBULLIDA, en Comentarios al Código Civil y Compilaciones forales, dirigidos por M. Albaladejo, XVI-1.º, com. art. 1206, Edersa, Madrid, 1980, p. 753, entiende aplicable el precepto a la expromisión para el caso en el que la iniciativa del negocio lo haya sido del nuevo deudor y “si el deudor primitivo conocía la expromisión además de la insolvencia, o ésta era anterior y pública, su no oposición o, al menos, advertencia al acreedor, hará aplicable el artículo 1206, seguramente, por subsistir su ratio: no habrá habido, como en la delegación, un fraude “activo”, pero sí una suerte de fraude “pasivo””. 124 ORDUÑA MORENO, La insolvencia..., cit., p. 250. La misma solución defienden para el Derecho argentino CAZEAUX, P. N.- TRIGO REPRESAS, F. A., Derecho de las obligaciones, III, Librería Editora Platense, La Plata, 1980, p. 313, a partir de la letra del art. 816 del Código civil: “La insolvencia del deudor sustituido, no da derecho al acreedor para reclamar la deuda del primer deudor, a no ser que el deudor sustituido fuese incapaz ya de contratar por hallarse fallido” y LLAMBÍAS, J. J., Tratado de Derecho Civil, tomo III, 4.ª edic., Ed. Perrot, Buenos Aires, 1996, pp. 64-65, porque entiende que la ratio es la misma para cualquier supuesto de novación por cambio de deudor: el error in substantia. 174 MENU SALIR 1.3.- El fundamento y los efectos de la responsabilidad que el art. 1206 pone a cargo del deudor liberado. 1.3.1.- El estado de la cuestión en la doctrina. Si el antiguo deudor se obligó a suplir la insolvencia del nuevo, estaremos ante un pacto expreso de constitución del antiguo deudor en fiador o garante del nuevo125, salvo que la liberación se haya condicionado a la solvencia del nuevo deudor, en cuyo caso los efectos serán los propios de una condición dependiente 125 DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., p. 859 y ORDUÑA MORENO, La insolvencia..., cit., p. 246. Distintas son las opiniones defendidas en Francia e Italia cuando el acreedor realiza una reserva expresa de la acción contra el antiguo deudor en caso de insolvencia del nuevo. Unos autores se inclinan por defender que la acción disponible por el acreedor es la acción primitiva: LAURENT, Principes..., XVIII, cit., n. 320, p. 347; BAUDRY-LACANTINERIE- BARDE, Traité..., XIII-1.ª, n. 1750, p. 60; DEMANTE, A. M.- COLMET DE SANTERRE, E., Cours analytique de Code civil, V, Paris, 1883, n. 224 bis II, pp. 411-412; PLANIOL, M.- RIPERT, G., Traité pratique de Droit civil français, tomo VII-2.º, Paris, 1931, n. 1277, pp. 603-604; MAZEAUD, H.- MAZEAUD, L., Lecciones de Derecho civil, parte segunda, vol. III, trad. de Luis Alcalá-Zamora y Castillo, Buenos Aires, 1960, pp. 484-485, aunque sobre la base de que la reserva actuará como una condición resolutoria de la delegación; TERRÉ, F.- SIMLER, P.- LEQUETTE, Y., Droit civil. Les obligations, 6.ª edic., Ed. Dalloz, Paris, 1996, p. 1097, nota 4, tomando por fundamento la que entienden como más probable intención de las partes y del legislador. Lo mismo, respecto al art. 1274 del Codice, BIANCA, Diritto civile, IV, cit., pp. 654-655. Frente a esta opinión, otros autores defienden que se trata de una acción de indemnidad análoga a una acción de garantía: DEMOLOMBE, C., Cours de Code Napoléon, XXVIII, n. 316, p. 224, sobre la base de la existencia de un mandato del deudor liberado al acreedor para que cobre la deuda del nuevo deudor, de manera que el acreedor-mandatario puede ejercitar la actio mandati contraria contra el delegante-mandante para que éste le indemnice por lo no cobrado (precisamente del art. 1999, en sede de mandato, extrae una regla de diligencia exigible al acreedor en cuanto al cobro de la deuda sobre el nuevo deudor: n. 317, p. 224), recogiendo así la opinión de POTHIER, Traité..., II, cit., n.º 568, pp. 76-77, que la había tomado de D. 46,2,12 (Paul. 31 ed.); COLIN, A.- CAPITANT, H., Cours élémentaire de Droit civil français, tomo II, 6.ª edic., Dalloz, Paris, 1931, p. 112, entienden, únicamente para el caso de reserva expresa, que el delegante se convierte en fiador del delegado y dispone de una acción nueva; GIORGI, G., Teoria delle obbligazioni nel Diritto moderno italiano esposta con la scorte della dottrina e della giurisprudenza, 7.ª edic., vol. VII, Torino, 1927, pp. 503-504 (respecto al art. 1272 del Codice de 1865, pero similar al actual 1274), entiende aplicable por analogía la misma regla expuesta respecto a la cesión de créditos, esto es, la existencia de una garantía, puesto que la antigua obligación quedó extinguida definitivamente, salvo cuando la reserva sea expresa en el sentido de manifestar una clara voluntad de condicionar la liberación a la satisfacción del crédito por el delegado, en cuyo caso la procedente será la antigua obligación; GRECO, voz “Delegazione (diritto civile)”, en NNDI, V, UTET, 1981, p. 344. Debe tenerse en cuenta (GIACOBBE, D., en Commentario del Codice civile ScialojaBranca, a cura di Francesco Galgano, com. art. 1274, Bologna-Roma, 1992, pp. 120-121) que la calificación de la reserva expresa como de fianza conlleva, en el Derecho italiano, la aplicación de los arts. 1944.II (beneficio de excusión a favor del fiador, diverso del régimen del art. 1268.II) y 1945 (imposibilidad de que el fiador pueda oponer al acreedor la excepción de incapacidad) del Codice. 175 MENU SALIR de la solvencia como evento futuro e incierto126. Al margen de pacto expreso, son diversas las opiniones doctrinales tendentes a explicar la expresión “revivir la acción” del art. 1206. Podrían agruparse así: 1.3.1.1.- Soluciones basadas en la ineficacia de la asunción de deuda. Parece mayoritaria la opinión de los autores que construyen la cuestión intentando dejar al acreedor en la misma situación en la que se encontraba antes de la delegación (asunción de deuda), bien a través de la idea de ineficacia del consentimiento liberatorio, bien a través de soluciones cercanas a la resolución. Así, TORRALBA SORIANO, intentando coordinar las diversas opiniones doctrinales al efecto, afirma que “ese revivir de la acción del acreedor contra el primitivo deudor, a que se refiere el artículo 1.206, se produce por disposición categórica de la ley, la cual provoca la ineficacia del consentimiento liberatorio, fundada en la mala fe del delegante, en la existencia del dolo, error o en la falta de objeto”127 (también SANCHO REBULLIDA128, sin más puntualizaciones y acogiéndose a la entonces opinión de DÍEZ-PICAZO). En sentido parecido, ORDUÑA MORENO se inclina por la ineficacia funcional del negocio jurídico sobre la base de una lesión del derecho de crédito: “La posible ineficacia del consentimiento liberatorio debe entenderse en el marco de la ineficacia funcional del negocio de delegación. Por lo que el poder conferido al acreedor actuante se desenvuelve a través de una pretensión de impugnación dirigida a provocar la ineficacia de los efectos derivados del acto o negocio celebrado129. También GIL RODRÍGUEZ habla de “revitalización de la acción” del acreedor frente al antiguo deudor o delegante o de que “la reacción del acreedor frente al primitivo deudor vuelve por el antiguo cauce que quedó abierto por la obligación originaria”, 126 GIORGI, Teoria delle obbligazioni..., VII, cit., p. 504, en las condiciones expresadas en la nota anterior. 127 TORRALBA SORIANO, “La responsabilidad..., cit., p. 466. 128 SANCHO REBULLIDA, Comentarios..., XVI-1.º, com. art. 1206, cit., p. 753. 129 ORDUÑA MORENO, La insolvencia..., cit., pp. 249-250. 176 MENU SALIR aunque sin entrar en mayores matizaciones130. 1.3.1.2.- Soluciones basadas en la idea del antiguo deudor como garante. Algunos autores acuden, de forma idéntica a como se hace respecto al art. 1529, a la idea de garantía; entre ellos, significativa es la opinión de DÍEZPICAZO cuando escribe: “Podría entenderse que se trata de una hipótesis de ineficacia del consentimiento liberatorio y de una continuación de la obligación del deudor primitivo frente al acreedor, al resultar ineficaz su liberación, aun cuando resulte más probable entender que se trata de una garantía en sentido técnico, de tal manera que el nuevo deudor continúa estando obligado y si el deudor antiguo paga al acreedor, podrá ejercitar una acción de reembolso o de enriquecimiento frente al antiguo [nuevo] deudor”131. 1.3.2.- Otras posibles soluciones. Al menos teóricamente son planteables otras soluciones: 1.3.2.1.- La resolución del contrato de asunción de deuda. PANTALEÓN PRIETO defiende respecto a la cesión de créditos que la garantía de la bonitas nominis no ha sido construida como una fianza por nuestro legislador, sino como una auténtica resolución del contrato de cesión132, aunque con las limitaciones establecidas respecto a sus efectos por el art. 1529. Pero es muy dudoso, en nuestra opinión, a pesar del origen común de la expresión “insolvencia anterior y pública”, que el mismo esquema pueda repetirse para la asunción de deuda, que sistemáticamente se halla en sede de modos de extinción de las obligaciones y no en sede de contrato de compraventa (por criticable que sea la ubicación de la cesión). Por otro lado, desde un plano práctico no parece satisfactoria la consecuencia que conlleva la resolución del contrato de asunción: la liberación del 130 GIL RODRÍGUEZ, Garantía..., cit., p. 78 y nota 29. 131 DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., p. 860. 132 PANTALEÓN PRIETO, F., Comentario del Código civil, tomo II, com. art. 1529, Ministerio de Justicia, Madrid, 1991, p. 1033; anteriormente, en “Cesión de créditos”, ADC, 1988IV, p. 1116. De la misma opinión respecto al art. 1267 del Codice, PANUCCIO, V., La cessione volontaria dei crediti nella teoria del trasferimento, Ed. Giuffrè, Milano, 1955, pp. 217-223. 177 MENU SALIR nuevo deudor y la devolución al mismo de lo que el acreedor haya conseguido cobrar si éste no era absolutamente insolvente. Parece más lógico que el acreedor tenga acción contra el antiguo deudor, pero pueda mantener la que tiene frente al nuevo y pueda elegir el ejercicio de una u otra. 1.3.2.2.- La rescisión. Aunque no conocemos que nadie se haya inclinado por esta solución, podría pensarse por hipótesis, en la rescisión por fraude de acreedores (para la insolvencia “conocida”) y por lesión (basada en el desequilibrio de las prestaciones, para la “anterior y pública”), pues las ideas de perjuicio, lesión, desequilibrio patrimonial y fraude giran alrededor de los supuestos de insolvencia cualificada del art. 1206 CC. Sin embargo, no parecen encajables exactamente estos supuestos en la rescisión por fraude de acreedores, que permitiría a los acreedores ejercitar “una acción propia que la ley les otorga para lograr la ineficacia frente a ellos de los actos del deudor que le coloquen en una situación de insolvencia patrimonial para pagar sus deudas o cumplir sus obligaciones”133. Pero nada de esto ocurre con la asunción de la deuda: el deudor no creemos lleve a cabo ningún acto dispositivo sobre su patrimonio tendente a situarlo en estado de insolvencia, lo que se produce es la sustitución del deudor por un tercero; el acreedor consiente esta sustitución, mientras que en la rescisión por fraude de acreedores se parte de un acto dispositivo al cual es ajeno el acreedor; la acción que reconoce el art. 1206 se ejercita contra quien dejó de ser deudor, pero se supone solvente, y no contra quien es deudor, pero insolvente, mientras que la acción rescisoria va dirigida contra el deudor y contra quien celebró con él el acto fraudulento. En definitiva, el problema de la insolvencia del art. 1206 no es un problema entre los acreedores y los actos de enajenación del deudor que le colocan en situación de insolvencia con posterioridad al nacimiento (también, vencimiento y exigibilidad) del crédito, sino un problema entre el acreedor y el nuevo deudor, que ya es insolvente al tiempo del nacimiento del crédito. El cambio de deudor 133 DÍEZ-PICAZO, L.- GULLÓN BALLESTEROS, A., Sistema de Derecho Civil, vol. II, Ed. Tecnos, Madrid, 2001, p. 215. 178 MENU SALIR puede haber sido proyectado por los deudores con la finalidad de defraudar las expectativas de cobro por parte del acreedor, pero el supuesto no puede reconducirse mediante los mecanismos de la rescisión por fraude de acreedores. Otra cosa es que los acreedores del acreedor puedan resultar perjudicados por el cambio de deudor y puedan acudir a la acción rescisoria, siempre y cuando al cambio de deudor no sea de aplicación el propio art. 1206134. En cuanto a la posible aplicación de la rescisión por lesión como vía para explicar y reparar el perjuicio económico o desequilibrio patrimonial causado al acreedor como consecuencia de haber cambiado a su deudor, se supone solvente, por otro que es ya insolvente en el momento del cambio (pensando, sobre todo, en el caso de insolvencia anterior y pública), tampoco parece viable esta opción. La principal barrera en este sentido es, claramente, el art. 1293 CC y el criterio de excepcionalidad y restrictivo que establece respecto a la rescisión por lesión. Es cierto que, como afirma DÍEZ-PICAZO, “las categorías dogmáticas no se encontraban totalmente perfiladas en el momento de la codificación y la casuística predomina sobre la construcción teórica”135, pero parece sensato pensar que el legislador hubiera al menos hecho alguna mención en este sentido si quería encajar este supuesto a través del número 5.º del art. 1291. En algunos casos, aunque impropiamente, se ha mencionado expresamente la acción rescisoria, como los arts. 645 (donación), 1454 y 1469 y ss. (compraventa), 1595 (contrato de obra) y 1818 (transacción) CC, mientras que en otros la terminología sí es correcta: arts. 1073 y ss. (rescisión de la partición de herencia). Además, tratándose de un remedio subsidiario, habría que determinar cuáles deberían aplicarse con preferencia al art. 1206, si éste respondiera a la rescisión, y no 134 Sobre el ejercicio de la acción rescisoria por parte de los acreedores del acreedor en la asunción de deuda, vid. JEREZ DELGADO, C., Los actos jurídicos objetivamente fraudulentos, Centro de Estudios Registrales, Madrid, 1999, pp. 392-397 (expromisión), 397-398 (contrato de asunción de deuda en sentido propio) y 399-401 (delegación). La razón por la que no pueden acudir estos acreedores a la acción rescisoria cuando sea de aplicación el art. 1206 la expone esta autora con toda claridad en p. 398: “Al disponer el legislador que en estos casos no quede liberado el antiguo deudor, no existe lesión del derecho de crédito del propio acreedor que consiente la asunción de deuda por un tercero. Por la misma razón, tampoco los acreedores del acreedor (delegatario) se verán perjudicados en estos casos, sino que podrán subrogarse en lugar de su deudor insolvente para exigir tanto del delegante como del delegado el pago de la deuda (arts. 1111 y 1206 CC)”. 135 DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., p. 821. 179 MENU SALIR parece que la excepcional aplicación de este precepto haya querido llevarse tan lejos. 1.3.3.- Análisis comparativo de los efectos prácticos a que conducen las opiniones doctrinales mayoritarias. La elección entre una u otra de las opiniones doctrinales mayoritarias (ineficacia del consentimiento liberatorio frente a garantía en sentido técnico) conduce a la aplicación de regímenes jurídicos distintos y a resultados prácticos también distintos. Creemos que las principales diferencias son las siguientes: 1.ª) Puede resultar un beneficio para el acreedor, derivado de la ineficacia, la posibilidad de recuperar las garantías de su crédito frente al que era su deudor, lo que no ocurre respecto a la garantía, que parte de que la liberación de la antigua obligación a cargo del deudor (y los garantes) fue definitiva136. 2.ª) Si la responsabilidad por insolvencia cualificada se articula como una garantía, serían de aplicación las normas del Código civil reguladoras del contrato de fianza y habría que entender, conforme a los arts. 1826 y 1827.II, que la obligación del garante se extiende, salvo que otra cosa se indique, no sólo a la obligación principal, sino también a sus “accesorios”, incluidos los gastos judiciales. En la asunción liberatoria esto es especialmente importante porque permite al acreedor reclamar al garante (antiguo deudor), por ejemplo, los gastos que le haya generado la infructuosa reclamación judicial contra el asumente (“después de que haya sido requerido el fiador para el pago”), si es que ésta se 136 GIL RODRÍGUEZ, Garantía..., cit., nota 29, p. 78. En contra de esta posibilidad se sitúan lógicamente los autores que construyen la responsabilidad derivada del art. 1206 sobre la base de la idea de garantía; por todos, BASOZABAL ARRUE, X., “El contrato de asunción de deuda”, ADC, 2000-I, pp. 115-116 y nota 121. Pero también debe tenerse en cuenta que algunos Ordenamientos que construyen la responsabilidad por insolvencia del delegado o el asumente al tiempo de la delegación o el accollo como un supuesto de ineficacia del consentimiento liberatorio son contrarios a entender “revividas” las garantías prestadas por un tercero en caso de que “reviva” la obligación principal, por aplicación de la regla en contra establecida para el caso de nulidad o anulabilidad de la antigua obligación (arts. 1276 del Codice, que RESCIGNO, Studi sull’accollo, Ed. Giuffrè, Milano, 1958, p. 133, extiende a la rescisión, resolución y revocación, y 597 y 860.2 del Código portugués). Y posiblemente también sea esta la solución más razonable en nuestro Derecho, relacionando el art. 1847 y el 1156 CC (extinción definitiva de la fianza), adoptando de esta forma la solución del art. 1849 CC para un caso cercano (siguiendo al art. 2038 del Code, que TOULLIER, Le Droit civil, suivant l’odre du Code, tomo VII, Paris, 1842, n. 301, pp. 360-361, justifica en razones de justicia y en el perjuicio que se infringiría al fiador). 180 MENU SALIR produjo, bien al desconocer el acreedor que aquél era ya insolvente, bien creyendo que, habiendo sido insolvente, ha venido a mejor fortuna. También podrán reclamarse al garante los intereses devengados (ex art. 1827.II, como accesorios a la deuda). Visto el art. 1206 desde la óptica de la ineficacia del consentimiento liberatorio, la posibilidad de reclamar los gastos judiciales, los intereses u otros accesorios antes referidos es más compleja, porque habría que aplicar el art. 1303 CC, que únicamente prevé la restitución de las cosas que hubieran sido materia del contrato, con sus frutos, y el precio con sus intereses. 3.ª) La ineficacia produce el efecto de que la acción del acreedor frente al deudor antiguo es la antigua acción, pudiendo éste oponerle las mismas excepciones que tenía, mientras que si es una acción de garantía parece que será una acción nueva y habrá una limitación de excepciones. Tratándose de una acción nueva y distinta de la originaria, las excepciones que pueda oponer al acreedor el antiguo deudor deben entenderse desvinculadas de la antigua relación, y por tanto, más limitadas. 1.3.4.- Crítica a la idea de garantía en sentido técnico. Afirmaremos desde ahora nuestra opinión contraria a la idea de que la acción que el art. 1206 pone a disposición del acreedor en determinados supuestos de insolvencia responda al esquema de una garantía en sentido técnico. Probablemente y de forma paradójica, esta idea de garantía haya sido una importación, realizada en sede de delegación, procedente de la regulación de la cesión de créditos. La cesión ha sido mucho más estudiada que la delegación y en ella la opinión mayoritaria es favorable a entender que el cedente garantiza al cesionario, en determinados supuestos, la solvencia del deudor cedido. Digo creer que este trasvase se ha llevado a cabo de forma paradójica porque lo cierto es que, como atestiguaba el propio GARCÍA GOYENA, el trasvase lo fue del art. 1136 (actual 1206) de su Proyecto hacia el 1460 (actual 1529). Se olvida así, como dice GIL RODRÍGUEZ137, que en la delegación (léase, 137 GIL RODRÍGUEZ, Garantía..., cit., pp. 78-79. 181 MENU SALIR asunción de deuda), y a diferencia de lo que ocurre en la cesión, existe una relación jurídica previa entre delegante y delegatario (han sido deudor y acreedor respectivamente), de forma que es posible hacer responsable de la insolvencia cualificada al antiguo deudor mediante la (para nosotros) subsistencia (que no “revitalización´”) de la acción originaria. Esto no es posible en la cesión entre el cedente y el cesionario138 y por ello parece más lógica la opinión mayoritaria favorable a la garantía. Pero lo anterior no solo evidencia que es posible otra vía (la ineficacia) distinta a la garantía (y que puede presentar importantes ventajas para el acreedor), sino que además, parece lo más razonable entender que ésta constituye también la elección del legislador: el art. 1136 del Proyecto de 1851 constituyó la fuente de inspiración del art. 1460, pero se apartó claramente de él en cuanto a la forma de materializar dicha responsabilidad, pues no se entiende de otra forma que se previera un plazo para ejercitar la garantía (actual art. 1530 CC) en sede de cesión de contratos y nada se dijera para la delegación. Ello creemos que debe explicarse como una decisión del legislador de trasladar el régimen jurídico hacia otra sede distinta: la ineficacia del consentimiento liberatorio. 1.3.5.- La ineficacia del consentimiento liberatorio sobre la base del dolo y el error. Es difícil sustraerse a la idea de que el supuesto de insolvencia “conocida del deudor al delegar su deuda” (y teniendo en cuenta que para nosotros la insolvencia relevante es la desconocida por el acreedor) es un caso de dolo o error, mientras que la insolvencia “anterior y pública” es un supuesto de error relevante. El primer caso puede encajar en la figura del llamado dolo omisivo, negativo o reticencia dolosa, cuando no puedan probarse las palabras o maquinaciones insidiosas del art. 1269 CC (si es posible probar éstas, en tal caso, estaremos ante el dolo al que literalmente se refiere este precepto y que se incluye también en la insolvencia “conocida” del art. 1206). Esta figura del dolo omisivo 138 Salvo que se entienda (PANTALEÓN PRIETO, vid. nuestra nota 132) que la responsabilidad del cedente ha sido construida por el legislador como una auténtica resolución del contrato de cesión, en cuyo caso también se produciría una “revitalización” de la relación originaria cedente-deudor cedido y el cesionario recuperaría lo que, a cambio de la compra del crédito, hubiere entregado al cedente (ex art. 1123 CC). 182 MENU SALIR ha sido admitida tanto por la doctrina como por la jurisprudencia139, aunque a veces no sea fácil distinguirla del error no provocado, pero reconocido por el otro contratante y a él imputable porque no informó a la otra parte cuando estaba obligado a hacerlo140. Si el consentimiento liberatorio del acreedor puede anularse porque el deudor antiguo conocía la situación de insolvencia del nuevo en el momento de la asunción, es porque existe a su cargo un deber precontractual de informar sobre este extremo, derivado de la buena fe141. El problema no está en que conozca la insolvencia, sino en que manifieste esta circunstancia si la conoce. El deber de información lo es respecto a la insolvencia “conocida”, cualquiera que haya sido la forma mediante la cual llegó a ser conocedor de esta circunstancia. Por eso desaparece este deber de informar cuando el antiguo deudor pruebe que el acreedor conocía (o debía conocer; así, por constar en un Registro público) la insolvencia, haciendo inaplicable el propio art. 1206 (aunque el deudor antiguo, 139 Así, QUIÑONERO CERVANTES, “El dolo omisivo”, RDP, 1979, pp. 346 y ss.; ROJO AJURIA, L., El dolo en los contratos, Ed. Civitas, Madrid, 1994, pp. 254 y ss.; COSSÍO Y CORRAL, A. De, El dolo en el Derecho Civil, Ed. Revista de Derecho Privado, Madrid, 1955, p. 328; MORALES MORENO, A. M., “El dolo como criterio de imputación de responsabilidad del vendedor por los defectos de la cosa”, ADC, 1982, pp. 636-638. También la jurisprudencia reconoce este tipo de dolo, como en la STS de 1 de diciembre de 1986, citada por DÍEZ-PICAZOGULLÓN BALLESTEROS, Sistema..., II, cit., p. 58. 140 ROJO AJURIA, El dolo..., cit., pp. 216-223, expone las distintas opiniones al respecto: los que sitúan siempre el supuesto en el campo del dolo, los que lo entienden dentro de éste en la medida en que exista un específico deber de información y los que lo llevan a la órbita del error. No es por ello extraño que GÓMEZ CALLE, E., Los deberes precontractuales de información, Ed. La Ley, 1994, en p. 31, analizando la imputabilidad del error, diga que éste es imputable al otro contratante cuando “no informó a la otra parte, cuando estaba obligado a hacerlo, para sacarla del error en que él mismo sabía –o debía saber, desplegando la diligencia exigida por la buena fe– que se hallaba”, mientras que en p. 41, dice que se considera que hay dolo “también cuando uno de los contratantes calla en un supuesto en que estaba obligado a hablar, provocando así un inexacto conocimiento del otro contratante sobre un aspecto esencial del contrato a celebrar; así ocurre cuando, conociendo el error –casual o provocado por un tercero– en que se halla el otro y estando obligado a informarle al respecto, no le facilita las aclaraciones precisas para sacarle de su error: es el dolo omisivo o reticencia dolosa”. También GULLÓN BALLESTEROS, A., Curso de Derecho civil. El negocio jurídico, Ed. Tecnos, Madrid, 1969, p. 41, expresa las dudas al respecto: “El error puede haber sido provocado, producido por la conducta de la otra parte en el negocio jurídico, como admite el artículo 1302. La dificultad práctica radica en matizar cuándo nos encontramos ante la figura del dolo, y cuándo ante la del error. La inducción a error sobre una cualidad de la cosa que motive su adquisición puede caer en la esfera del error y no en la del dolo”. 141 MORALES MORENO, A. M., El error en los contratos, Ed. Ceura, Madrid, 1988, pp. 229 y ss; GÓMEZ CALLE, Los deberes..., cit., pp. 11 y ss. 183 MENU SALIR conocedor de la insolvencia, no la hubiere revelado). En el segundo supuesto, insolvencia “anterior y pública”, el error consistiría en el desconocimiento de que en el momento de la asunción ha quedado ya constatada judicialmente (insolvencia “pública”) la insolvencia del nuevo deudor. Con carácter general, el error acerca de la solvencia del otro contratante es irrelevante para el Derecho142, pero podría decirse que no ocurre así en el caso que nos ocupa, donde el legislador declara “revivida” la antigua obligación cuando el acreedor desconoce que el nuevo deudor es ya insolvente (y ha quedado constatada judicialmente esta circunstancia) en el momento en el que se produce la sustitución. Es decir, el legislador considera que el desconocimiento de dicha insolvencia pública es, además de esencial143, excusable para el acreedor. La razón de ello no puede ahora hallarse en la existencia de un deber precontractual, derivado de la buena fe, de informar acerca de la solvencia del otro contratante, ya que, como quedó establecido en su momento (vid. epígrafe II.1.2.2.), insolvencia “pública” (en contraposición a “conocida”) es aquella que resulta desconocida (o lo que es igual, no puede probarse su conocimiento) por el antiguo deudor. Entonces, si le es desconocida, ¿por qué razón la insolvencia conlleva la ineficacia del consentimiento liberatorio? Parece que el legislador ha planteado aquí el problema en términos objetivos y de reparto de un concreto riesgo del contrato debido a una defectuosa información acerca de una circunstancia como es la insolvencia “pública” del nuevo deudor, no imputable a ninguno de los contratantes144. Pero nada impide que dispongan los contratantes, otra distribución de este concreto riesgo distinta de la establecida por el legislador. Ello puede hacerse de forma expresa o puede inferirse del contenido de lo pactado. Así por ejemplo y según las circunstancias, si el antiguo deudor es insolvente antes del cambio, es posible que pueda entenderse que el acreedor 142 MORALES MORENO, El error..., cit., pp. 173-176. La razón para ello es que “la insolvencia del otro contratante (sea inicial o sobrevenida) tiene su propia regulación jurídica, que no debe ser interferida por la del error” (pp. 174-175). 143 Respecto a la esencialidad de este error, pueden verse las consideraciones, ya expuestas, de TORRALBA SORIANO acerca de los intereses en juego en la delegación (“La responsabilidad..., cit., p. 465). 144 MORALES MORENO, El error..., cit., pp. 88 y ss. 184 MENU SALIR aceptó este cambio por su cuenta y riesgo por entender que su situación difícilmente puede empeorar con él. Si después resulta que el antiguo deudor viene a mejor fortuna, quizás no debería poder alegar en su favor el art. 1206 para justificar una acción contra éste, probablemente por aplicación de la doctrina de los actos propios. La razón de que el riesgo de insolvencia anterior y pública haya sido puesto a cargo del antiguo deudor debe buscarse en el desequilibrio patrimonial que sufre el acreedor (vid. epígrafe II.1.1) como consecuencia de cambiar a un deudor solvente por otro que es insolvente145. Pero no puede constituir esto suficiente justificación, pues entonces podría fácilmente defenderse la ineficacia del consentimiento liberatorio, por error, también en el caso del convenio expromisorio, puesto que también concurrirían en éste los demás presupuestos. Este error es relevante porque el antiguo deudor ha participado en el negocio jurídico, delegando un nuevo deudor o presentando al acreedor un acuerdo con el nuevo deudor para que éste lo consienta; es decir, ha presentado al acreedor un nuevo deudor o ha intervenido en este negocio y por ello entiende el legislador que debe soportar el riesgo derivado de esta insolvencia146. 1.3.6.- La aplicación matizada del régimen jurídico de la nulidad relativa a estos supuestos. La anterior explicación del art. 1206 desde la idea de ineficacia del consentimiento liberatorio, no obstante la concurrencia de error o dolo, no puede 145 GARCÍA GOYENA, Concordancias..., cit., p. 606 dice claramente, respecto al caso de insolvencia pública: “Además, la delegación es un contrato conmutativo, en el cual el acreedor que consiente en descargar al primitivo deudor, no recibiría equivalente alguno, si el deudor sustituido estuviera entonces en pública o notoria insolvencia”. Tal idea parece basada en la exposición de POTHIER, Traité..., II, cit., n.º 568, pp. 77-78, que recoge la opinión de Cujacius a favor de la no liberación del delegante cuando el delegado fuera insolvente en el momento de la delegación: “Esta decisión de Cuyas está fundada en equidad: la delegación encierra entre el delegante y el acreedor un convenio de la clase de aquellas que son interesadas de una y otra parte, y en las que cada uno entiende recibir tanto como da. La equidad de esas convenciones consiste en la igualdad; y son inicuas cuando una de las partes da mucho, o recibe poco por su parte (...) es necesario, pues que, para reparar la iniquidad del convenio, vos quedéis responsable para conmigo de la insolvencia de ese deudor que he aceptado por error por deudor mío, en lugar vuestro”. 146 BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., pp. 115-116, aunque defensor de la idea de garantía, afirma respecto al asumente: “Pero dado que aquél ha participado en la asunción, responde de la insolvencia de éste (...) El deudor garantiza así el buen fin de la operación por haber proporcionado al acreedor un nuevo deudor cuya insolvencia conoció o pudo haber conocido”. 185 MENU SALIR reconducirse plenamente hacia la nulidad relativa por vicios del consentimiento, porque esta posibilidad presenta algunos problemas: 1.º) El art. 1300 CC establece que los contratos podrán ser anulados (por vicio que los invaliden con arreglo a la ley) aunque no haya lesión para los contratantes. Sin embargo, parece indudable que el acreedor no podrá hacer uso del recurso al art. 1206, a pesar de concurrir todos sus presupuestos, en casos tales como: a) el nuevo deudor cumple la obligación a su cargo, una vez vencida, por haber venido a mejor fortuna con posterioridad a su asunción; b) es el garante del nuevo deudor (insolvente) quien cumple, y c) un tercero cumple por el nuevo deudor. En todos estos casos no puede reconocerse al acreedor interés legítimo para el ejercicio de una supuesta acción de nulidad. Al acreedor no se le protege simplemente, como sería propio de una correcta teoría de los vicios del consentimiento (art. 1300 CC), porque se haya equivocado o haya sido objeto de un engaño sin más, sino porque con su error (excusable) o con el engaño sufrido resulta lesionado su derecho de crédito. La obligación a cargo del nuevo deudor va a resultar previsiblemente incumplida y ésta es la base de la responsabilidad del antiguo deudor. 2.º) Ordinariamente, la impugnación de quien ha sufrido el error o el engaño va dirigida a producir la desvinculación del contrato. Pero no es esto lo que ocurre en el presente caso, donde la impugnación iría dirigida a producir precisamente la vinculación del antiguo deudor, que actuó dolosamente o que debe soportar el riesgo del error sobre la situación de insolvencia pública del nuevo deudor. Es cierto que esta opinión presupone que el nuevo deudor sigue vinculado, lo que se tratará de justificar más adelante. Pero sí parece que deberá acogerse el plazo de caducidad de cuatro años, desde la consumación del contrato, conforme al art. 1301 CC147. Precisamente, el 147 Así lo defiende ORDUÑA MORENO, La insolvencia..., cit., p. 250, que entiende que “el poder conferido al acreedor actuante se desenvuelve a través de una pretensión de impugnación dirigida a provocar la ineficacia de los efectos derivados del acto o negocio celebrado”, para después concretar en la nota 279: “Con base a esta configuración parece ser que el poder de impugnación atribuido al acreedor debe quedar sujeto en su ejercicio a un plazo de caducidad”. Es, sin embargo, el único autor que conocemos que, partidario de la ineficacia del consentimiento liberatorio, concrete el plazo de impugnación para provocar este efecto. 186 MENU SALIR establecimiento de un plazo de duración constituye una de las principales objeciones que puede hacerse a la tesis de la garantía en sentido técnico, pues el art. 1206 guarda silencio en este punto. 1.3.7.- Nuestra postura: el art. 1206 es un supuesto de ineficacia “ex lege” del consentimiento liberatorio, que pretende colocar al acreedor, respecto al deudor liberado, en la misma situación que si éste no hubiera sido liberado. La ineficacia del consentimiento liberatorio producirá el efecto jurídico de colocar al acreedor, únicamente respecto al antiguo deudor, en la situación anterior a la asunción148, de manera que la situación resultante será semejante a un supuesto de asunción cumulativa de deuda149. Por ello, si el acreedor consigue cobrar del nuevo deudor una parte de la deuda, nada tendrá que devolver para poder exigir el cumplimiento al antiguo deudor por el resto150. También, si la asunción liberatoria se produjo en el marco 148 Es decir, el deudor antiguo está obligado a pagar la deuda y no se convierte en un deudor de restitución (respecto a la cesión, DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., p. 821, defiende la opinión contraria). En la doctrina francesa no existe duda sobre la recuperación por el acreedor de la acción primitiva en sus supuestos de responsabilidad por insolvencia que más semejanzas presentan con nuestra insolvencia “anterior y pública” (“faillite ouverte” y “tombé en déconfiture”): COLIN- CAPITANT, Cours élémentaire..., II, cit., p. 112 (presunción de error por parte del delegatario, que le permite anular la novación que ha consentido); PLANIOL- RIPERT, Traité..., VII-2.º, cit., n. 1277, p. 604; MAZEAUD- MAZEAUD, Lecciones..., cit., pp. 484-485; TERRÉ- SIMLER- LEQUETTE, Droit civil..., cit., p. 1079. 149 PÉREZ PASCUAL, E., “La responsabilidad por la insolvencia del deudor en la cesión de créditos”, RDP, mayo 1989, p. 436, afirma respecto a la insolvencia anterior y pública del art. 1206: “Existe una atmósfera de gratuidad en la conducta del acreedor, por lo que si acepta la delegación no debe quedar despojado de lo que ya tenía; y no por razón del dolo del delegante que, insistimos, no es posible en una insolvencia pública, sino por una razón de justicia, lo que supone que los efectos de la delegación son, por imperativo legal en base a a esa razón de justicia, cumulativos y no liberatorios. Esa es, pensamos, la explicación del precepto legal: el decirnos que en caso de insolvencia anterior y pública del delegado, la delegación es válida pero producida siempre con efectos cumulativos. No hay ineficacia del acto de delegación, no hay vicio del consentimiento, hay un efecto cumulativo en la delegación producida” (subrayado nuestro). Al margen lo dudoso que resulta acudir a razones de justicia (también podría reputarse justo que el acreedor peche con las consecuencias de su falta de diligencia en la averiguación de la verdadera situación patrimonial del nuevo deudor por él aceptado) y el hecho de que entendamos que la base de la ineficacia del consentimiento liberatorio es el error, lo cierto es que sí compartimos con este autor el resultado al que expresamente llega: la asunción cumulativa de deuda. 150 PANTALEÓN PRIETO, Comentario..., II, com. art. 1529, cit., p. 1033, defiende la misma opinión respecto a la cesión: “la responsabilidad del cedente se verá reducida (por 187 MENU SALIR de un contrato bilateral y el acreedor entregó al antiguo deudor alguna cosa a cambio de un precio cuya obligación de pago asumió el nuevo deudor, podrá resolver frente a aquél y recuperar la cosa en caso de incumplimiento; si la entrega fue hecha al nuevo deudor, podrá hacerlo frente a éste; en ambos casos, podrá constituir al deudor en mora. Si no entregó nada estando obligado contractualmente a ello, y se le reclama, podrá oponer la exceptio inadimpleti contractus. Tampoco está el acreedor obligado a intentar cobrar del nuevo deudor antes de ejercitar la acción contra el antiguo, pero debe tener en cuenta que la insolvencia es presupuesto de su ejercicio y que debe probar si el antiguo deudor rechaza su pretensión y acude a los tribunales, bien que ésta es anterior y pública, bien que es anterior y conocida del deudor al delegar. Sin embargo, cuando existan terceros que garanticen la deuda a cargo del nuevo deudor, y dada la excepcional aplicación del art. 1206, debe excluirse la aplicación de este precepto porque el acreedor ya previó la posible insolvencia (originaria o sobrevenida) del nuevo deudor mediante la aceptación de los garantes; por ello, debe el acreedor soportar el riesgo de la insolvencia del nuevo deudor y de los garantes. La única duda puede estar en si puede hacerse responsable al antiguo deudor cuando la insolvencia cualificada del art. 1206 pueda predicarse respecto a los garantes. En nuestra opinión, este supuesto sí entra dentro de la ratio y el espíritu protector de la norma (cuyo carácter excepcional únicamente excluye su aplicación a los casos no previstos en su recto sentido): hacer responsable al antiguo deudor en caso de insolvencia (anterior y pública o conocida) del nuevo deudor o de los que con él se hagan responsables de la obligación asumida151. Mención especial merecen los gastos, las costas y los daños y perjuicios que han podido causarse al acreedor con la celebración del negocio de asunción, aunque consiga finalmente cobrar del antiguo deudor o de un tercero la deuda. En la regulación de la novación no existe precepto alguno que se refiera a ellos, y a falta de referencia expresa, parece que deberá acudirse a las normas generales compensación) en la cuantía cobrada”. 151 Sin acudir al fácil, pero en nuestra opinión inconsistente, argumento de que la responsabilidad por insolvencia cualificada (presupuesta la del asumente) también es predicable respecto a los garantes en aplicación del principio de accesoriedad. 188 MENU SALIR sobre responsabilidad (contractual), y más concretamente, al art. 1107 CC. Así lo ha entendido GIL RODRÍGUEZ cuando, tras dejar establecido que al art. 1206 resulta irrelevante la buena o mala fe del delegante a los efectos de declarar la ineficacia de la liberación a causa de la situación de insolvencia del delegado, afirma: “pero, una vez aplicada y revitalizado por tanto el cauce originario hacia el deudor primero, nada obsta a que a la hora de exigirle el acreedor el cumplimiento de la deuda que quedó virtualmente incumplida -por la insolvencia del delegadose le tome en cuenta, como a cualquier deudor, su actitud honesta o maliciosa hacia ese «incumplimiento» y de cara al resarcimiento mínimo o integral que a todo acreedor aseguran, respectivamente, los párrafos primero y segundo del artículo 1.107” 152. Como no debe existir dificultad para equiparar “deudor de buena/mala fe” y delegante en caso de insolvencia anterior y pública/conocida, la aplicación del art. 1107 en relación al 1206 debe conducir a los siguientes resultados a efectos indemnizatorios: 1.º) Debe reputarse doloso a quien incumple la obligación asumida y, siendo insolvente (sin otro requisito) en el momento de contraerla, no comunica esta circunstancia al acreedor. Compartimos con PANTALEÓN PRIETO la idea de que la regla del art. 1107.II es también aplicable a los casos de dolo, engaño o fraude por parte del deudor en la fase de formación del contrato153. 2.º) Por las razones anteriores, debe también reputarse doloso al antiguo deudor que “conoce” la insolvencia del asumente, con una precisión: los daños (gastos, intereses, etc) “que conocidamente se deriven de la falta de cumplimiento de la obligación” lo son, tanto los derivados del incumplimiento del nuevo deudor (supuesto de dolo en la fase precontractual), como los derivados del incumplimiento del propio deudor antiguo cuando el acreedor le reclame la deuda ex art 1206 (dolo en la fase de ejecución del contrato). 152 GIL RODRÍGUEZ, Garantía..., cit., p. 86. 153 PANTALEÓN PRIETO, “El sistema de responsabilidad contractual (Materiales para un debate)”, ADC, 1988-III, pp.1034-1036. También en estos casos el deudor incumplidor realiza un cálculo de costes-beneficios relativo a su decisión de incumplir (pp. 1032-1034), aunque lo haga en la fase precontractual. 189 MENU SALIR 3.º) Debe reputarse deudor de buena fe al deudor cuya liberación es ineficaz porque quien asumió la deuda se hallaba en estado de insolvencia pública en el momento de contraerla, y aquél desconocía este estado. En este caso, los daños de los que debe responder quedan limitados a los previstos o previsibles en el momento de contratar él154 (art. 1107.I), que no deben confundirse con los previstos o previsibles en el momento en el que el asumente contrajo la deuda. El acreedor no puede reclamar al antiguo deudor los gastos a que hace referencia el número 1.º del art. 1518 porque, a diferencia de lo que sucede en el art. 1529.II para la cesión de créditos, el legislador no modifica en el art. 1206 el cálculo de costes-beneficios hecho en su día entre aquél y el antiguo deudor, que debe entenderse vigente (con independencia de que éste finalmente incumpla, siempre que no lo haga dolosamente) a pesar de la asunción de la deuda. Es indudable que en este cálculo de costes-beneficios no se contó, salvo acuerdo en contrario, con el coste derivado de los “gastos del contrato, y cualquier otro pago legítimo hecho por la venta [entiéndase ahora asunción]”. Quienes apoyen el art. 1206 en la idea de garantía en sentido técnico deberán defender que en la asunción de deuda (a diferencia de la cesión de créditos conforme a la remisión del art. 1529.II al 1518) no deberá entenderse limitada, de acuerdo con los arts. 1826 y 1827.II, la reclamación de gastos sino con el alcance establecido respecto a los judiciales. 1.3.8.- La ineficacia del consentimiento liberatorio y la nulidad parcial del contrato de asunción de deuda. Es justo también reconocer que la tesis de la ineficacia del consentimiento liberatorio (con más razón, la que concibe el art. 1206 como una garantía) también puede conducir al mantenimiento de la obligación contraída por el nuevo deudor, lo cual puede ser interesante, a pesar de su estado de insolvencia, para el acreedor (así por ejemplo, cuando previsiblemente pueda venir aquél a mejor fortuna). La base para ello es entender que lo ineficaz es el consentimiento liberatorio, pero no el consentimiento para obligarse prestado por el nuevo deudor, válido en todo punto. 154 PANTALEÓN PRIETO, “El sistema...”, cit., pp. 1027 y ss. 190 MENU SALIR La objeción que podría hacerse a este planteamiento es que, tratándose el contrato mediante el cual se produjo el cambio de deudor de un contrato unitario, la nulidad de la liberación del deudor antiguo puede conllevar la nulidad de todo el negocio, y por tanto, la desvinculación del nuevo deudor también. Se vuelve nuevamente a la cuestión de la nulidad parcial del contrato de asunción de deuda. No existe precepto en nuestro Derecho que se refiera a este problema, tan solo el recurso al llamado principio de conservación de los actos y negocios jurídicos (“utile per inutile non vitiatur”). Los arts. 1420 (nulidad) y 1446 (anulabilidad) del Codice sí recogen la idea de la nulidad parcial de un negocio jurídico plurilateral, en el sentido de que la nulidad o la anulabilidad del vínculo de una de las partes no conlleva la nulidad de todo el contrato, salvo que su participación deba, según las circunstancias, considerarse esencial. Sin embargo, este precepto está pensado más bien para los casos estudiados en el capítulo primero de este trabajo (epígrafe V.1.3), es decir, cuando existen vínculos jurídicos entre los tres sujetos (deudor, acreedor y asumente, en la asunción cumulativa) y se plantea la nulidad de uno de los vínculos, y no para los casos de asunción liberatoria con posible ineficacia de tal consentimiento liberatorio. Otro tanto puede decirse, respecto al Ordenamiento alemán, del § 139 BGB (“Si una parte de un negocio jurídico es nula, es nulo todo el negocio jurídico si no ha de entenderse que sería celebrado incluso sin la parte nula”) y la regla del 123.II sobre la legitimación de la impugnación, por engaño o intimidación, cuando no tiene derecho a impugnarse frente a todas las partes del negocio. Cuando sea de aplicación aquel parágrafo155, la cuestión está en decidir, atendida la naturaleza de la relación contractual y la voluntad de las partes, si es nulo todo el negocio o sólo la parte156. 155 Vid. FLUME, W., El negocio jurídico, trad. de Miquel González y Gómez Calle del tomo segundo de la 4.ª edic. alemana, Ed. Fundación Cultural del Notariado, Madrid, 1998, pp. 669 y ss. sobre las condiciones para su aplicación. 156 Sobre esta cuestión: FLUME, El negocio jurídico, cit., pp. 678 y ss. Para nuestro Derecho, en general, vid. MARÍN PADILLA, M.ª L., Principio general de conservación de los actos y negocios jurídicos, Ed. Bosch, Barcelona, 1990, p. 105, donde expone genéricamente los presupuestos que han de concurrir para que se produzca la nulidad parcial: a) la nulidad o invalidez de parte de un todo; b) que el todo sea divisible; c) que el negocio jurídico residual tenga entidad propia y satisfaga suficiente y equilibradamente los intereses concretos de las partes; y d), que las partes quieran que se produzca la nulidad parcial, y pp. 105-124, donde los desarrolla; GÓMEZ 191 MENU SALIR No obstante las diferencias, esto último es también lo que debe decidirse en la asunción de deuda liberatoria: siendo nulo el consentimiento liberatorio del acreedor, ¿podría mantenerse la validez de la parte del negocio mediante el cual el nuevo deudor asume la deuda del antiguo? En nuestra opinión, la cuestión quedaría fuera del art. 1206 y debería resolverse acudiendo a las reglas generales (en principio, la naturaleza de la relación contractual y la voluntad de las partes), aunque con una importante modificación: no es atendible la voluntad del nuevo deudor que impusiera como condición para quedar obligado él la liberación del anterior deudor (que no se produce por ser ineficaz el consentimiento liberatorio del acreedor) y que ahora pretendiera por ello quedar desligado. La razón es que se trata de un deudor doloso o de mala fe, que conocía su estado de insolvencia (pública o no) al tiempo de asumir la deuda y que no lo comunicó al acreedor (si lo hubiera comunicado, aunque insolvente, no sería de aplicación el art. 1206 CC). Este deudor doloso no puede pretender ahora hacer valer, contra el acreedor, la condición impuesta para prestar su consentimiento y debe entenderse vinculado (y responsable de los perjuicios derivados de su insolvencia) en tanto el acreedor no le libere por alguna de las causas establecidas, por ejemplo, impugnando por dolo el consentimiento que prestó para aceptarlo como nuevo deudor o resolviendo por incumplimiento de éste. Por último, tampoco existe ninguna objeción derivada de la naturaleza de la asunción liberatoria de deuda para admitir esta suerte de asunción cumulativa derivada de la aplicación del art. 1206 CC. 2.- El régimen de las obligaciones accesorias y el artículo 1207 CC. 2.1.- Cuestiones generales. La asunción de una deuda por un tercero tiene importantes repercusiones sobre las obligaciones accesorias que acompañan a dicha deuda157, tales como DE LA ESCALERA, La nulidad parcial del contrato, Actualidad Editorial, Madrid, 1995, pp. 68 y ss. 157 No debe conllevar consecuencia jurídica alguna, a estos efectos, la distinción que hacen algunos autores entre accesorios del crédito y obligaciones accesorias, probablemente por influencia del Código civil argentino, donde se establece (así, CAZEAUX- TRIGO REPRESAS, Derecho..., III, cit., p. 313, entienden que ambos conceptos pueden unificarse bajo el rótulo común de “accesorios”). 192 MENU SALIR fianzas, hipotecas y privilegios, derechos de retención, cláusulas penales, obligaciones de pago de intereses, etc. En particular, está el problema de saber si el cambio de deudor conlleva la extinción de los accesorios o si este fenómeno es compatible con su subsistencia. En principio, una primera vía de solución está en acudir al llamado principio de accesoriedad (“lo accesorio sigue a lo principal”, citado normalmente por medio de la máxima latina: “Accesorium sequitur principale”) que, aplicado a la novación por cambio de deudor entendida ésta como novación extintiva, conllevaría la extinción de los accesorios. Si existieran fianzas u otras garantías personales, se trataría de aplicar el art. 1847 CC (“La obligación del fiador se extingue al mismo tiempo que la del deudor, y por las mismas causas que las demás obligaciones”) en relación a los arts. 1156 y 1203 y ss. y llegar a la conclusión de que la novación (extintiva) subjetiva por cambio de deudor conlleva la extinción de las garantías personales. Sin embargo, la anterior fundamentación jurídica presenta, al menos, dos inconvenientes: el primero, la dificultad de aceptar la novación por cambio de deudor únicamente como novación extintiva y no como simplemente modificativa, en cuyo caso, modificada la obligación principal es muy difícil precisar cómo quedan las obligaciones accesorias (no podría ya aplicarse el art. 1847, entre otros); el segundo, resulta poco razonable la aplicación objetiva del principio de accesoriedad haciendo abstracción de la voluntad de las partes intervinientes en el negocio jurídico a cuyo través se produjo el cambio de deudor. Debe tenerse en cuenta que los accesorios pueden ser de muy diversa índole (garantías personales o reales prestadas por alguno de los intervinientes o por terceros, elementos objetivos referidos a la obligación etc.) y la extinción automática de todos ellos sin tener en cuenta la voluntad de las partes puede conducir a entender celebrado un negocio con un alcance distinto al realmente querido. Frente a la anterior vía de solución (aplicación del principio de accesoriedad), o conjuntamente con ella, debe acudirse para determinar la suerte de los accesorios a la combinación de dos criterios: la interpretación de la voluntad de las partes negociales y la protección de los terceros no intervinientes y 193 MENU SALIR que tengan un interés digno de ser protegido. En este último caso, por aplicación del principio de relatividad de los contratos (art. 1257 CC), representado por medio de la también máxima latina: “Res inter alios acta aliis nec nocere nec prodesse potest”. La regulación positiva de esta materia hay que buscarla, en lo básico, en el desconcertante art. 1207 CC, que establece que “cuando la obligación principal se extinga por efecto de la novación, sólo podrán subsistir las obligaciones accesorias en cuanto aprovechen a terceros que no hubiesen prestado su consentimiento”. Su confusa y desafortunada redacción ha planteado dos problemas principales (también respecto a la novación objetiva y a la novación subjetiva por cambio de acreedor, a las que, dada la amplitud del precepto, resulta de aplicación) íntimamente relacionados: la determinación de los terceros a los que aprovechen las obligaciones accesorias, y la concreción de cuáles sean estas obligaciones accesorias158. A la primera controversia se han dado básicamente dos respuestas. La primera, formulada por MANRESA Y NAVARRO y basada fundamentalmente en la literalidad del precepto, ha entendido que “se refiere, a no dudar, el precepto al caso en que la obligación principal se hallara constituida en favor de alguna persona, y en provecho de otra distinta hubiera alguna estipulación, que si bien subordinada a aquélla, tuviese utilidad propia que pudiera hacerse efectiva por separado. Si en vez de suceder esto, la obligación principal y la accesoria son inseparables, entonces, afectando ambas al tercero, o será nula la novación, incluso respecto de la primera, o si es válida en cuanto a ésta, porque en relación a ella hubiese consentimiento de aquél, también quedará extinguida la obligación accesoria, que sin la otra no tendría ya fundamento”159. En definitiva, y aunque no lo diga con demasiada claridad, parece referirse al caso de existencia de una estipulación a favor de un tercero, identificando a éste con el tercero del 1207. 158 Contrasta esta redacción con la claridad del último párrafo de la ley 512 de la Compilación del Derecho Civil Foral de Navarra (Fuero Nuevo): “Los terceros que hubieren garantizado el cumplimiento de la obligación quedarán liberados por la asunción, a no ser que hubieren prestado su consentimiento”. 159 MANRESA Y NAVARRO, Comentarios.., tomo VIII, 2.ª edic., Madrid, 1907, p. 431. En el mismo sentido, SANCHO REBULLIDA, La novación..., cit., p. 369, y parece compartir la 194 MENU SALIR La otra respuesta se debe al autor que probablemente con más detenimiento ha tratado el precepto, ÁLVAREZ CAPEROCHIPI160. En primer lugar, razona que el precepto no puede referirse a una estipulación a favor de tercero, puesto que si el tercero en cuyo favor se ha constituido una estipulación la acepta, será considerado acreedor y ostentará una situación principal y no meramente accesoria, haciendo inaplicable el precepto161. Pero tampoco es defendible su posible aplicación a otros supuestos terceros (excluidos, claro está, los partícipes en el negocio de asunción por no ser terceros, y los terceros que hayan prestado alguna garantía, pues difícilmente les puede “aprovechar” la subsistencia de las mismas), como pueden ser los acreedores del acreedor o sus herederos, ya que sólo indirectamente se ven afectados por el cambio de deudor, y además cuentan con específicas normas que tutelan sus intereses legítimos162. Por ello, entiende que la correcta interpretación de este artículo hay que buscarla en sus antecedentes históricos, que permiten concluir que su engañosa formulación literal “proviene de un defecto de redacción del Anteproyecto de Código civil de 1882, en el que se quiso dar sentido positivo al contenido formulado negativamente por el Proyecto de GARCIA GOYENA de 1851”163. El art. 1138 de este Proyecto no deja lugar a dudas, dice, de que los terceros a los que se refiere son los terceros que han garantizado la obligación principal164. Con esta respuesta, responde el anterior autor también al segundo de los problemas que planteábamos, relativo a cuál debía de ser el alcance y la extensión que había de darse al término “obligaciones accesorias”. Es entendido por misma opinión, AZURZA P. J., “Notas sobre novación”, RDP, 1950, p. 604. 160 ÁLVAREZ CAPEROCHIPI, J. A., “El artículo 1207 del Código Civil”, RCDI, nº 499, noviembre-diciembre 1973, pp. 1413-1431, muy seguido por SANCHO REBULLIDA, Comentarios..., XVI-1.º, com. art. 1206, cit., pp. 754 y ss. 161 ÁLVAREZ CAPEROCHIPI, “El artículo 1207..., cit., pp. 1419-1420. 162 ÁLVAREZ CAPEROCHIPI, “El artículo 1207..., cit., pp. 1416-1417. 163 ÁLVAREZ CAPEROCHIPI, “El artículo 1207..., cit., pp. 1415 y 1419. 164 Este precepto se redactó de la siguiente forma: “Por la novación se extinguen, no sólo la obligación principal, sino también sus accesorias. Para que continúen las obligaciones accesorias en cuanto afecten a un tercero, es necesario también el consentimiento de éste”. 195 MENU SALIR ÁLVAREZ CAPEROCHIPI en el sentido de que no puede estar haciendo referencia al rango y características de la obligación extinguida por cuanto que ello ya formaría parte inseparable de la misma, sino a aquellas relaciones, de naturaleza real o personal, constituidas para garantizar una obligación principal165. ADAME MARTÍNEZ por su parte, interpretando extensivamente el art. 1207, extiende su aplicación también, en la medida de lo posible, a los privilegios, generales o especiales, a la retención posesoria, a la deuda de intereses y a la cláusula penal166. En cualquier caso, entendemos que la oscuridad del precepto no invita al establecimiento de reglas generales, debiendo primar la búsqueda de soluciones adecuadas a casos concretos (se hallen dentro o fuera de la letra de este art. 1207), como ha hecho la doctrina en otros países. 2.2.- Las soluciones del Derecho comparado. De forma muy clara, el art. 1275 del Codice dice, referido sólo al caso de liberación del primitivo deudor, que “en todos los casos en los que el acreedor libera al deudor originario, se extinguen las garantías anexas al crédito, si el que las ha prestado no consiente expresamente en mantenerlas”, aunque las soluciones defendidas para algunos casos son distintas, dependiendo de que las garantías prestadas sean personales o reales y de que hayan sido prestadas por un tercero, por el deudor liberado o por el nuevo deudor antes de asumir la deuda, habiéndose abandonado, por lo general, cualquier distinción basada en la dicotomía novaciónsucesión en la deuda167. 165 ÁLVAREZ CAPEROCHIPI, “El artículo 1207..., cit., pp. 1420 y 1421. 166 ADAME MARTÍNEZ, Asunción..., cit. pp. 372 y ss. También SANCHO REBULLIDA, Comentarios..., XVI-1.º, com. art. 1207, cit., p. 761, se hace eco del comentario de GARCÍA GOYENA al artículo 1138 del Proyecto, que entendía que la expresión que comentamos también incluía a los privilegios adherentes a la obligación anterior, intereses y cláusula penal, por lo que este autor es de la opinión de que todos estos accesorios también deben entenderse incluidos en el actual art. 1207 CC. 167 Aunque no siempre ha sido así: ANDREOLI, por ejemplo (La delegazione, cit., pp. 280282) entiende, como lógica consecuencia del concepto de sucesión en la deuda a título singular, que implica la transferencia inalterable de la deuda, que las garantías personales prestadas por el delegante se extinguen, pero no así las reales, que deben entenderse subsistentes, convirtiéndose éste en garante de una deuda ajena. En cuanto a los privilegios, distingue entre generales y especiales. Los primeros, mantiene que subsisten porque tienen su fundamento en la causa del crédito y como éste se transfiere inalterable al delegado, también se transfieren estos privilegios. 196 MENU SALIR Así, RESCIGNO168 limita en la delegación y en el negocio de accollo a las garantías prestadas por un tercero el efecto extintivo establecido en la norma, mientras que las prestadas por el delegado debe entenderse que subsisten y también las prestadas por el delegante, pues opina que la iniciativa de éste en el negocio delegatorio debe tenerse por consentimiento expreso al mantenimiento de las garantías que prestó. En relación a los privilegios defiende que subsisten los especiales que recaigan sobre cosas que pertenezcan al deudor liberado por subsistir las garantías reales que prestó (se refiere a privilegios derivados de derechos reales de garantía) y que se extinguen los generales porque la causa de la deuda originaria y de la nueva (razón de ser del privilegio) son distintos. MANCINI169 entiende que la delegación de deuda conlleva la extinción de las garantías de la obligación originaria, con independencia de quién las haya prestado, mientras que respecto al negocio de accollo defiende que se extinguen las garantías personales con indiferencia de su prestador, pero no las garantías reales prestadas por el antiguo deudor o por el asumente antes de la asunción. Tampoco comparte ROLLI170 (respecto a la expromisión, pero extendiendo el mismo régimen a la delegación y al accollo) la opinión de RESCIGNO sobre la subsistencia de las garantías reales prestadas por el deudor originario, pues entiende que a dicha subsistencia se opone la letra del art. 1275 y de modo indirecto el art. 1276171, mientras que defiende, con la opinión mayoritaria, Respecto a los especiales, su opinión es que se extinguen, sobre la base de que se hallan unidos a una cosa determinada que no es transferida al delegado. 168 RESCIGNO, voz “Delegazione (dir. civ.)”, XI, cit., pp. 977-978; IDEM, Studi sull’accollo, cit., pp. 129-130 y 165-166. 169 MANCINI, T., en Trattato di diritto privato, diretto da Pietro Rescigno, IX (Obligazioni e Contratti-I), 2.ª edic., UTET, Torino, 1999, pp. 495-496 (delegación) y 513 (accollo). 170 ROLLI, R., L’espromissione e la liberazione del debitore originario, CEDAM, 1995, pp. 92-95. 171 La argumentación de refuerzo, bastante dudosa, de ROLLI (L’espromissione..., cit., p. 93) se basa en el art. 1276, que establece que “Si la obligación asumida por el nuevo deudor frente al acreedor es declarada nula, y el acreedor había liberado al deudor originario, la obligación de éste revive, pero el acreedor no puede valerse de las garantías prestadas por un tercero”. A partir de aquí razona: si se entienden extinguidas las garantías prestadas por tercero, indirectamente se está reconociendo que el acreedor puede nuevamente valerse de las prestadas por el deudor originario, lo que presupone lógicamente que se han extinguido estas garantías. El problema de esta argumentación está en el razonamiento sensu contrario de entender que de la no reviviscencia de las garantías prestadas por un tercero pueda seguirse la reviviscencia de las prestadas por el 197 MENU SALIR subsistentes las garantías reales prestadas por el deudor antiguo antes de la expromisión. Para GRECO172, se extinguen todas las garantías (convencionales), cualquiera que sea la forma negocial adoptada para el cambio de deudor. BIANCA173 se limita a reproducir la letra del precepto, excepto para defender la subsistencia de los privilegios cuando no se trate de una novación extintiva, mientras que MICCIO174 acoge también la regla del art. 1275, pero mantiene su inaplicación a los privilegios generales cuando la causa del crédito, que justificó su nacimiento, subsista tras la asunción. Según el § 418.I BGB se extinguen con la asunción de la deuda las fianzas y los derechos de prenda que garantizaban el crédito, mientras que respecto a las hipotecas y las hipotecas navales se entiende que se produce un acto de abandono o renuncia y son adquiridas por el propietario (§ 1168.I). Continuarán las garantías cuando el fiador o el propietario del objeto gravado dé su consentimiento al tiempo de la asunción175. Sin embargo, entiende MEDICUS que esto no es necesariamente así cuando la garantía procede del antiguo o del mismo nuevo deudor, como ocurre en el § 416 cuando el adquirente de un inmueble hipotecado asume por contrato con el enajenante la deuda de éste garantizada con la hipoteca176. Para el Derecho suizo (art. 178 OR) VON TUHR nos explica que las garantías (fianzas y garantías reales) se extinguen con la asunción de la deuda cuando han sido prestadas por un tercero, salvo que éste dé su consentimiento, deudor originario. Sí puede ser un apoyo para la opinión de esta autora el propio art. 1275, al no distinguir quién ha prestado estas garantías, aunque no sea definitivo, puesto que al mismo tiempo comparte la opinión mayoritaria sobre la subsistencia de las garantías reales prestadas por el deudor originario antes de la expromisión (op. cit., p. 96). 172 GRECO, voz “Delegazione (diritto civile)”, V, cit., pp. 344-345. 173 BIANCA, Diritto civile, IV, cit., pp. 656 (delegazione), 673 (expromissione) y 686 (accollo). 174 MICCIO, Commentario..., cit., pp. 582 y 583. 175 ENNECCERUS, L., Derecho de obligaciones, 11.ª revisión por H. Lehman, trad. y notas de Blas Pérez González y José Alguer, vol. I, Bosch, Barcelona, 1933, pp. 419-420; HEDEMANN, J. W., Tratado de Derecho civil, vol. III, trad. de J. Santos Briz, Ed. Revista de Derecho Privado, Madrid, 1958, p. 212. 176 MEDICUS, D., Tratado de las relaciones obligacionales, volumen I, trad. española de 198 MENU SALIR pero “no es necesario este consentimiento cuando, en el momento de operarse el traspaso de la deuda, el objeto pignorado pertenezca a la persona que la asume, pudiendo presumirse cuando el objeto pignorado pertenezca al deudor y la deuda se traspase con conocimiento suyo”, y que todos los privilegios concedidos en caso de concurso de acreedores se extinguen con la asunción por considerarse inseparables de la persona del deudor177. Por su parte, el artículo 803 del Código civil argentino establece: “La novación extingue la obligación principal con sus accesorios, y las obligaciones accesorias. El acreedor sin embargo puede, por una reserva, impedir la extinción de los privilegios e hipotecas del antiguo crédito, que entonces pasan a la nueva. Esta reserva no exige la intervención de la persona respecto de la cual es hecha” y el 804: “El acreedor no puede reservarse el derecho de prenda o hipoteca de la obligación extinguida, si los bienes hipotecados o empeñados pertenecieren a terceros que no hubiesen tenido parte en la novación”178. En el Derecho portugués, donde se distingue entre transmisión singular de las deudas y novación, parece que no existen diferencias, sin embargo, en este punto. Así se deduce de la comparación entre el artículo 599.º-2 (bajo el título “Transmisión de garantías y accesorios”, dentro de la sección dedicada a la transmisión singular de las deudas): “Se mantendrán en los mismos términos las garantías del crédito, con excepción de las que hubieren sido constituidas por un tercero o por el antiguo deudor, que no hayan consentido la transmisión de la deuda”; y el art. 861.º (bajo el título “Garantías”, dentro de la sección dedicada a la novación como causa de extinción de las obligaciones), número primero: A. Martínez Sarrión, Ed.Bosch, Barcelona, 1995, p. 344. 177 VON TUHR, Tratado de las obligaciones, tomo II, trad. del alemán y concordado por W. Roces, Madrid, 1934, pp. 342 y ss; ENGEL, P., Traité des obligations en Droit suisse, Ed. Ides e calendes, Neuchâtel, 1973, pp. 603-604. 178 CAZEAUX-TRIGO REPRESAS, Derecho..., III, cit., p. 313, entiende el art. 803 como una concreción del principio del art. 525 (“Extinguida la obligación principal, queda extinguida la accesoria...”) y entiende incluidos en él: los privilegios u otras garantías, los intereses adeudados, la fianza, la cláusula penal, etc. En sentido parecido, LLAMBÍAS, Tratado..., III, cit., p. 67 y BORDA, G. A., Tratado de Derecho civil argentino (Obligaciones), I, 6.ª edic., Ed. Perrot, Buenos Aires, s/f, pp. 639-641, refiriendo también la polémica francesa sobre la posibilidad de reserva de los accesorios sin mediar el consentimiento “de la persona respecto de la cual es hecha” y afirmando al respecto que la solución del último apartado del art. 803 recoge el parecer de VÉLEZ al respecto. 199 MENU SALIR “Extinguida la obligación antigua por la novación, quedan igualmente extinguidas, a falta de reserva expresa, las garantías que aseguraban su cumplimiento, lo mismo las que resulten de la ley”, y segundo: “Establecida la garantía por un tercero, es necesaria también la reserva de éste”179. Menos claros que los anteriores son los arts. 1278 a 1281 del Code civil francés (lo mismo del belga). A pesar del tenor literal del art. 1278180, es mayoritariamente aceptado, siguiendo a POTHIER, que este precepto y el 1280 exigen, para la novación subjetiva por cambio de deudor, el consentimiento de los garantes (propietarios) para la subsistencia de los privilegios e hipotecas que garantizaban la antigua obligación (no hay duda sobre la extinción de las garantías personales), a pesar de la reserva formulada por el acreedor, a diferencia del art. 803 in fine del Código civil argentino181. El artículo 1281 se refiere a los efectos de la novación respecto a los deudores solidarios y a los fiadores y es aceptado, también mediante una interpretación correctora del tenor literal, la extinción de estas obligaciones y garantías, salvo que los deudores o los garantes consientan la novación. Por fin, el 1279 no está referido a si subsisten o se extinguen las garantías de la antigua obligación tras la novación, sino a la posibilidad de trasladar los privilegios e hipotecas de los bienes del antiguo deudor a los del nuevo deudor182. 179 Respecto a la novación, PIRES DE LIMA-ANTUNES VARELA, Código civil anotado, vol. II, 3.ª ed., Coimbra, 1986, pp. 153-154; MENEZES CORDEIRO, A., Direito das obrigaçöes, vol. II, Lisboa, 1986, p. 230. 180 Establece este precepto: “Les privilèges et hypothèques de l’ancienne créance ne passent point à celle qui lui est substituée, à moins que le créancier ne les ait expressément réservés”. 181 POTHIER, Traité..., II, cit., n.º 563, p. 72 : “Cualquiera que sea la reserva que haga el acreedor en el acto que contiene la novación, los fiadores de la antigua deuda no quedarán obligados por la nueva, si no lo consienten”; DEMOLOMBE, Cours..., XXVIII, nn. 343 y ss, pp. 242 y ss; COLIN- CAPITANT, Cours élémentaire..., II, cit., p. 108; PLANIOL-RIPERT, Traité..., VII-2.º, cit., n. 1269 pp. 597-598; MAZEAUD- MAZEAUD, Lecciones..., cit., pp. 467 y 468; BAUDRY-LACANTINERIE- BARDE, Traité..., XIII-1.ª, n. 1738, p. 44, con una posición intermedia, admitiendo la eficaciade la reserva, aunque entendiendo que el art. 1278 está, en realidad, para decidir que ésta debe ser expresa, en el mismo sentido que el art. 1280. No obstante, la cuestión fue largamente discutida: vid. la extensa exposición que sobre ello hace GIORGI, Teoria delle obbligazioni..., VII, cit., pp. 550 y ss., donde, criticando la posición de DEMOLOMBE, expresa su opinión favorable a la reserva sin necesidad del consentimiento del propietario del bien hipotecado, normalmente el deudor liberado, tanto para la novación objetiva como subjetiva por cambio de deudor. 182 La redacción dada al párrafo segundo del art. 1279 por el art. 46 de la ley n. 71-579, de 200 MENU SALIR Para el último lugar hemos dejado la regulación más minuciosa que hemos encontrado y que se halla en el amplio art. 157 del Libro 6 del nuevo Código Civil holandés: “1. Los derechos accesorios que pertenezcan al crédito se ejercen después del momento de la cesión contra el nuevo en lugar de contra el antiguo deudor. 2. Los derechos de prenda e hipoteca que sirvan como garantía de la deuda cedida sobre un bien que pertenezca a una de las partes siguen existiendo; los sobre un bien que no pertenezca a las partes y derechos por una fianza se extinguen por la cesión, a menos que el que dio la prenda o la hipoteca o el fiador haya consentido anteriormente en el mantenimiento. 3. Los privilegios sobre bienes determinados sobre los que el acreedor no tenga igualmente un derecho de persecución frente a terceros, se extinguen por la cesión, a menos que la toma en cesión de deuda tenga lugar en el ejercicio de la transmisión de una empresa a que pertenezca también el bien sobre el que pesa el privilegio. Los privilegios sobre el patrimonio del deudor rigen después de la cesión como privilegios sobre el patrimonio del nuevo deudor. 4. Intereses y penas estipuladas, así como sumas de coerción que fueran impuestas antes de la cesión al deudor, se deben por el nuevo en lugar del antiguo deudor, en cuanto se hayan hecho exigibles o líquidas después del momento de la cesión”183. 16 de julio de 1971, no ofrece duda al sobre la necesidad de consentimiento: “Les privilèges et hypothèques primitifs de la créance peuvent être réservés, avec le consentement des propiétaires des biens grevés, pour la garantie de l’exécution de l’engagement du nouveau débiteur”. Así, MAZEAUD, H. y L.- MAZEAUD, J.- CHABAS, F., Leçons de Droit civil, tomo II, vol. I (Les obligations), 9.ª edic. por François Chabas, Ed. Monsthrestien, Paris, 1998, pp. 1250-1251. Lo mismo ADAME MARTÍNEZ, Asunción..., cit., pp. 323-328, estudiando este precepto. 183 La redacción del precepto la hemos tomado de la traducción de VAN REIGERSBERG VERSLUYS, J. G., Derecho Patrimonial neerlandés, trad. de los Libros 1, 3, 5, 6 y 7 del nuevo Código Civil, Málaga, 1996, Libro 6, pp. 24-25 (puede verse también HAANAPPEL, P. P. C.MACKAAY, E., Nieuw Nederlands Burgerlijk Wetboek het Vermogensrecht (Zakenrecht, Verbintenissenrecht en Bijzondere Overeenkomsten), traducción al inglés y al francés del Nuevo Código Civil holandés de Derecho Patrimonial (Bienes, Obligaciones y Contratos en particular), Kluwer and Taxation Publishers, Deventer-Boston, 1990, pp. 295-296). 201 MENU SALIR 2.3.- Las garantías personales accesorias en el Derecho español. 2.3.1.- Las prestadas por terceros. La fianza y las demás garantías personales184, cuando aparezcan como accesorias de una obligación principal y hayan sido establecidas por terceros ajenos a la relación jurídica previa y al negocio de asunción de deuda, debe entenderse que se extinguen, salvo que estos terceros consientan su subsistencia185. La conclusión es la misma para todo supuesto de cambio de la persona del deudor de la obligación garantizada, se entienda como novación extintiva por aplicación del art. 1207, se entienda como novación modificativa por aplicación de ese mismo artículo o de los principios generales del Derecho de obligaciones186. En cualquier caso, no es indiferente al garante quién sea la persona cuya obligación él garantiza, y no es posible que, en virtud de un contrato en el que no fue parte (asunción liberatoria de deuda) se vea obligado a garantizar la obligación de una persona que puede tener unas cualidades de solvencia y seriedad muy distintas a las del anterior deudor garantizado187. Aunque esta idea suela expresarse acudiendo a la máxima “res inter alios acta aliis nec nocere nec 184 Debe tenerse en cuenta que lo establecido para la fianza debe también tenerse por reproducido, salvo que otra cosa se indique, para las demás garantías personales, en la medida en que, como dice DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., p. 416, “puede sostenerse la idea de que la regulación de la fianza en el Código Civil opera, en cierta medida, como una suerte de Derecho común de las garantías personales...”. 185 DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., pp. 454 y 861. 186 A esta conclusión llegan ÁLVAREZ CAPEROCHIPI, “El artículo 1207..., cit., p. 1430: “Así, pues, en lo referente a las relaciones accesorias, no existe ninguna diferencia entre la novación subjetiva por cambio de deudor y la transmisión de deudas a título singular” y PÉREZ GONZÁLEZ y ALGUER, en ENNECCERUS, Derecho de obligaciones, I, cit., p. 421: “Por la misma razón que se deduce en el texto, los derechos accesorios se extinguen también en nuestro derecho, aunque la asunción no implique novación extintiva y no sea, por tanto, aplicable el art. 1.207 (que indudablemente se refiere a la novación extintiva). (...) En cambio, la solución dada en el texto y aceptada por nosotros tiene un punto de apoyo en el art. 1.851, pues si la simple prórroga concedida por el acreedor al deudor, sin consentimiento del fiador, basta para que la fianza se extinga (aunque esta prórroga no signifique novación extintiva: art. 1.203 núm. 1.º y S. 14 marzo 1908; cf., sin embargo, S. 24 noviembre 1894), con mayor razón bastará la sustitución del deudor, que es hecho de mayor gravedad para el fiador”. 187 Como dice PUIG FERRIOL, L., “Asunción de deudas”, en Cuadernos de Derecho Judicial (Derecho de obligaciones), VIII, CGPJ, Madrid, 1996, p. 350: “el art. 1.822 CC establece que el fiador se obliga a pagar o cumplir “por un tercero”; es decir, no por cualquier tercero, sino por un tercero concreto y determinado”. 202 MENU SALIR prodesse potest188”, esta explicación solamente es admisible en la medida en que con ella quiera expresarse el principio de relatividad de los contratos, sin que pueda servir para plantear la cuestión en términos de beneficio/perjuicio para los terceros garantes. A éstos no se les protege entendiendo extinguidas las garantías por el hecho de que el cambio de deudor les perjudique (piénsese en un nuevo deudor más solvente, claramente beneficioso para ellos), sino porque la extinción de las garantías es la única salida cuando no consta consentimiento alguno de quienes las prestaron si quiere protegerse la regla contractual establecida por ellos en virtud de la autonomía privada. La garantía se estableció contractualmente respecto a una obligación y una persona concreta y en modo alguno puede sustituirse por otra distinta, salvo que esto se establezca precisamente mediante otra regla contractual, expresa o tácitamente conformada. No obstante, aunque los obligados accesoriamente consientan la subsistencia de la garantía, debe entenderse que la fecha de la misma será la correspondiente al contrato de asunción de deuda, como lo impone el principio de accesoriedad y la protección de los acreedores de los garantes con títulos posteriores a la primitiva garantía y anteriores a la renovación del consentimiento, como se verá después. 2.3.2.- Las prestadas por el antiguo deudor. Como aquí estamos tratando las garantías personales, respecto al antiguo deudor únicamente pueden pensarse en cláusulas penales, pacto de arras o figuras similares, que deben entenderse asumidas por el nuevo deudor conjuntamente con los demás elementos de la relación previa189. La misma solución entendemos extensible para la obligación de pago de intereses o de cualquier otra cláusula de la relación jurídica previa, siempre que no tenga el carácter intuitus personae (en cuyo caso quedaría extinguidas). No obstante, se ha entendido que los intereses ya 188 El propio GARCÍA GOYENA, en el comentario al art. 1138 del Proyecto de 1851, respecto a la necesidad de pacto para que subsistan estos accesorios, afirma: “Es necesario también: por ejemplo, en la fianza o hipoteca dada por un tercero, pues que los pactos solo aprovechan y dañan a los contrayentes y sus herederos según el artículo 1026, y res inter alios acta aliis non nocet” (GARCÍA GOYENA, Concordancias..., cit., p. 607). 189 DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, p. 861. Respecto a la cláusula penal, también PUIG FERRIOL, “Asunción..., cit., p. 351, es partidario de entender que, en caso de duda, el nuevo deudor asume la deuda y la cláusula penal que le servía de garantía, citando en este sentido la STS de 30 de diciembre de 1994. 203 MENU SALIR devengados, así como la responsabilidad derivada de la cláusula penal o del pacto de arras (también se afirma respecto a las consecuencias de la mora y del incumplimiento) antes de la asunción, no pueden entenderse asumidos por el nuevo deudor en caso de duda190. Al margen la aclaración de que, en ningún caso, el incumplimiento, la mora o la indemnización de daños pueden entenderse como un accesorio de la deuda (esta cuestión constituye un problema de interpretación de la voluntad de los contratantes), en cualquier caso y en nuestra opinión, el criterio interpretativo contrario a admitir que la asunción de deuda incluya ciertas consecuencias derivadas de la relación jurídica previa, sobre todo las referidas al incumplimiento de la misma, cuando nada se haya pactado al respecto, es bastante dudoso. En la asunción de deuda liberatoria el criterio interpretativo que a nuestro juicio debe primar es aquel tendente a que el contrato produzca los efectos que sean más conformes a su naturaleza y objeto, criterio que inspira los arts. 1284 y 1286 CC. En nuestro caso, asunción liberatoria, la naturaleza y objeto del contrato exigen que éste sea interpretado de la forma que más ampliamente permita la desvinculación del antiguo deudor, salvo que exista pacto en contrario o que la naturaleza de las obligaciones a cargo del antiguo deudor tengan el carácter intuitus personae y no permitan ser asumidas por nadie, extinguiéndose en consecuencia. A mayor abundamiento, esta interpretación lógica tiene a su favor el hecho de que, salvo las excepciones anteriores, parece poco razonable que, por ejemplo, se asuma una obligación que ha sido ya incumplida y que ha causado daños al acreedor, y si éste ejercita la acción de cumplimiento y conjuntamente la de indemnización de daños y perjuicios (art. 1124.II), tenga que ejercitar la primera contra el antiguo deudor y la segunda contra el nuevo, o si opta por la resolución y la indemnización de daños, que ambas únicamente pueda ejercitarlas contra el antiguo, haciéndose ineficaz el contrato de asunción de deuda en este punto. La regla más bien parece que debe ser la de entender asumida la obligación en el estado en que se encuentre en ese momento, salvo que al asumente se oculten algunos de estos extremos a ella referidos o no sea informado de ellos, de forma 190 BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., p. 150. 204 MENU SALIR que pueda llegarse a la conclusión de que la deuda, tal y como se le presenta, no se corresponde con el estado actual de la misma y no puedan entenderse incluidas, por ejemplo, las consecuencias de su incumplimiento. Lo mismo habrá de entenderse respecto al acreedor cuando la asunción de la deuda se le presente, para su beneplácito, como un previo acuerdo entre los deudores: que la deuda ha sido asumida en su actual situación191. 2.3.3.- Las prestadas por el nuevo deudor con anterioridad a la asunción de la deuda. Aunque respecto al nuevo deudor el mayor interés se centra en la prestación de garantías reales (la fianza u otras garantías personales accesorias se extinguirán con la asunción de la deuda), lo cierto es que pudieron haberse constituido en favor del acreedor otras garantías personales (cláusula penal, arras, etc.) y somos de la opinión de que deben entenderse subsistentes en la duda192. El criterio interpretativo en este caso, con el mismo fundamento jurídico, debe ser justamente el contrario del epígrafe anterior: lo más ampliamente favorable a la vinculación del nuevo deudor, salvo pacto en contrario. 191 Así se recoge expresamente en la ley 512 de la Compilación Navarra, cuando afirma que el asumente “de no haberse establecido otra cosa, asume también las obligaciones accesorias o derivadas de la principal”. También expresa esta idea para el Derecho común STORCH DE GRACIA Y ASENSIO, “Construcción jurídica..., cit., p. 1113: “Las garantías personales derivadas del cumplimiento de la obligación sucedida (v. gr., cláusulas penales) son asumidas por el nuevo deudor, sin problema alguno, por no suponer la sustitución del deudor cambio del contenido de la obligación sucedida –con su regulación invariada, salvo pacto en contrario, ex arts. 1204 y 1255 CC–”. Más claro nos parece el fundamento, para mantener la misma opinión, de VON TUHR, Tratado..., II, cit., p. 343: “Así lo indica la analogía con el art. 170, ap. 3.º, así como la idea de que el acreedor que se presta al traspaso de la deuda no quiere, por regla general, tener ya nada que ver con su primitivo deudor; es la persona que asume la deuda quien debe informarse cerca del deudor del estado de la deuda que asume, advirtiendo, en su caso, que no se hace responsable de los atrasos. Y lo mismo decimos por lo que se refiere a al indemnización nacida de una infracción contractual cometida por el deudor y a la pena convencional vencida antes de asumir la deuda”. La misma solución también, para el Derecho alemán, de ENNECCERUS, Derecho de obligaciones, I, cit., p. 418 y para el portugués, de ANTUNES VARELA, Das obrigaçoes em geral, vol. II, Ed. Coimbra, Almedina, 1995, p. 380, donde incluye: “los deberes secundarios de prestación” (como la obligación de indemnizar en caso de mora o incumplimiento), “los deberes accesorios de conducta” (como avisar al acreedor de la verificación de ciertos hechos, tomar determinadas precauciones respecto al objeto de la prestación), “los derechos potestativos inherentes al deber de prestar” (como el derecho de elección en las obligaciones genéricas o alternativas, o el derecho a exigir la modificación o reducción del precio) y otros accesorios como la determinación del tiempo y lugar del cumplimiento, la cláusula penal, etc. 192 DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, p. 862; PUIG FERRIOL, “Asunción..., cit., p. 351. 205 MENU SALIR 2.4.- Las garantías reales: la hipoteca, la prenda y la anticresis. Estas garantías, cuando fueren prestadas por un tercero (art. 1857 CC, último párrafo, también respecto a la anticresis por remisión del art. 1886), deben entenderse extinguidas con la asunción, salvo que el tercero consienta su permanencia. Las razones de ello son las esgrimidas antes respecto a las garantías personales, y en el mismo sentido se manifiestan los precedentes legislativos193. En caso de que estas garantías hayan sido establecidas por el propio deudor liberado o por el asumente en tiempo anterior a este contrato, entendemos que la solución también es la misma que la defendida para las garantías personales (respecto al primero, desvinculación, y por tanto, extinción; respecto al segundo, vinculación, y por tanto, subsistencia), aunque la cuestión no está clara y las opiniones de la doctrina son diversas194. 193 Así claramente, el art. 1953 del Proyecto de 1836: “Igualmente caducan las hipotecas con que el mismo deudor aseguró el cumplimiento de la obligación principal, así como cualesquiera otras seguridades o privilegios que hubiere otorgado con igual objeto” y el 1138 del Proyecto de 1851, en cuya expresión “obligaciones accesorias” se incluyen también las garantías reales, como atestigua el propio GARCÍA GOYENA en su comentario (Concordancias..., cit., p. 606). 194 A favor de la extinción de las garantías reales y de tratar al deudor antiguo como si fuera un tercero: DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, p. 862, sobre la base de que “si así no fuera, el antiguo deudor no habría quedado en rigor liberado y el consentimiento liberatorio encontraría una restricción que no parece factible si no existe por lo menos una reserva expresa del acreedor”; ÁLVAREZ CAPEROCHIPI, “El artículo 1207..., cit., pp. 1428-1431, que termina defendiendo la misma solución tanto para la novación (extintiva) como para la modificativa (asunción de deuda): “Esta opinión, desde luego, no tiene ningún apoyo legal, pero parece la más justa en la contraposición de intereses entre el acreedor y el primitivo deudor, dado que el primero pudo reservarse las relaciones accesorias en el momento de prestar su consentimiento al cambio de deudor, y, por otra parte, el que la obligación accesoria no conserve el rango y prioridad que tenía en la primitiva obligación parece conducir a la conclusión de la necesidad de una renovación del consentimiento”; PUIG FERRIOL, “Asunción..., cit., p. 352; ANTUNES VARELA, Das obrigaçoes..., II, cit., tanto para la novación (p. 238) como para la asunción de deuda (p. 380); PIRES DE LIMA-ANTUNES VARELA, Código civil..., II, cit. pp. 153-154, sin distinguir, en cuanto a su extinción, entre garantías personales y reales y quién las haya prestado. A favor de la pervivencia de estas garantías (reales) prestadas por el antiguo deudor: JORDANO BAREA, J. B., “Asunción de deuda”, ADC, 1950, pp. 1377 y 1378; GARCÍA VALDECASAS, “La sucesión..., cit., p. 223, siempre y cuando aquél hubiere sido parte en el contrato de asunción o hubiese prestado su aprobación (vid. las encontradas opiniones de la doctrina comparada en el epígrafe II.2.2. del presente capítulo). Respecto a las garantías (reales) prestadas por el asumente con anterioridad al cambio de deudor, la mayoría de los autores es partidaria de la subsistencia: ANTUNES VARELA, Das obrigaçoes..., II, cit., pp. 380-381, interpretando literalmente lo establecido en el art. 599.2 del Código civil respecto a la asunción de deuda (“Mantêm-se nos mesmos termos as garantias do crédito, com excepçao das que tiverem sido constituídas por terceiro au pelo antigo devedor, que nao haja consentido na transmissao da dívida”) y separándose del régimen del art. 861.1 para la 206 MENU SALIR 2.5.- Los privilegios. Cuando una norma de rango legal haya establecido en favor del acreedor una excepción al principio de igualdad de condición de todos sus acreedores (par conditio creditorum) y haya reconocido con la cualidad accesoria de privilegiado al crédito que ostentaba contra el primitivo deudor195, cabe preguntarse si tal cualidad es también predicable en relación al asumente. Tratándose de uno de los llamados privilegios especiales por recaer sobre un bien mueble o inmueble determinado (básicamente, arts. 1922 y 1923 CC), no puede defenderse que, como regla, la preferencia de cobro que otorgaba el privilegio al acreedor frente a los demás acreedores pueda seguir manteniéndose tras la asunción. La razón alegada para ello ha sido que resulta incompatible el mantenimiento del privilegio con la liberación del deudor: si el deudor ha quedado desligado de la obligación, su patrimonio ya no puede ser responsable del incumplimiento del asumente, salvo que la ley o los afectados establezcan otra cosa196. Por ejemplo, si el crédito había sido preventivamente anotado en el Registro de la Propiedad en virtud de un mandamiento de embargo y después se asume la deuda, el acreedor pierde la preferencia de cobro que sobre los bienes anotados (propiedad del deudor liberado) y sobre los créditos posteriores (respecto al deudor) le otorgaba el art. 1923.4.º CC. Como excepción, se ha defendido la subsistencia de aquellos privilegios especiales cuando los bienes sobre los que recaen hayan sido transmitidos al asumente junto con la deuda, con fundamento en que la propia naturaleza o causa del crédito, que justifica el privilegio, persiste después de la asunción197. Sin embargo y en nuestra opinión, el fundamento de la subsistencia de los privilegios especiales que van unidos a un derecho real de garantía (prenda o hipoteca) se encuentra en el carácter erga omnes del derecho real, que conlleva la subsistencia novación. 195 Sobre los caracteres de los privilegios (legalidad, excepcionalidad, accesoriedad e indivisibilidad): DÍEZ-PICAZO- GULLÓN BALLESTEROS, Sistema..., II, cit., p. 225. 196 BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., p. 148. Lo mismo, lógicamente, debe aplicarse respecto a los privilegios sobre el patrimonio del antiguo deudor en caso de concurso o quiebra (§ 418.II BGB). 207 MENU SALIR de la garantía frente a los terceros adquirentes, asuman o no la deuda garantizada (arts. 104 LH y 16 LHMPSD)198. Así, el comprador de una finca hipotecada asume ex lege la responsabilidad derivada del gravamen, asuma o no la deuda con él garantizada. Recordamos también que si el asumente, antes de serlo, había garantizado con uno de sus bienes la deuda, ya quedó expuesta antes nuestra postura favorable a la subsistencia de la garantía, y por tanto, del privilegio unido a ella. En cuanto a los privilegios generales, es claro que no pueden subsistir en el patrimonio del deudor, pero puede defenderse que se entiendan transmitidos al patrimonio del asumente cuando persista la causa que justificó su establecimiento199. Por ejemplo, si el crédito consta en escritura pública y es asumida la obligación, no existe razón que impida seguir considerando aplicable, respecto al nuevo deudor, el art. 1924.3.º-A, con la salvedad que, respecto a la fecha, se hará más adelante. 197 BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., pp. 148 y 149. 198 Podría argumentarse, con base en la letra de estos preceptos (art. 104 LH: “La hipoteca sujeta directa e inmediatamente los bienes sobre que se impone, cualquiera que sea su poseedor, al cumplimiento de la obligación para cuya seguridad fue constituida”, y en sentido parecido el art. 16 LHMPSD; subrayado nuestro) que, cambiando el deudor, debe también entenderse cambiada la obligación “para cuya seguridad fue constituida” la hipoteca, y por tanto, debe entenderse extinguida ésta (y el privilegio a ella anexo). Esta argumentación, basada en el principio de accesoriedad estrictamente entendido, conllevaría la necesidad de que tuviera que acordarse la subsistencia de la hipoteca en el momento de la asunción de la deuda, entendiéndose extinguida en caso contrario. Sin embargo y sin tener que acudir a la idea (novación modificativa) de que tras la asunción la deuda es la misma, entendemos que el art. 118 LH constituye una buena base jurídica para defender nuestra postura: si se relaciona con el art. 104, el pacto entre comprador y vendedor sólo tiene sentido respecto a la asunción de la deuda (con efectos internos únicamente o también frente al acreedor, si éste lo consiente), pero no respecto al gravamen, pues en todo caso subsiste por su carácter erga omnes cualquiera que sea el poseedor de los bienes, como indica el precepto. La misma idea entendemos aplicable cuando el acreedor tenga reconocida por la ley la facultad de retener la posesión de alguna cosa propiedad del deudor como garantía para el cobro de su crédito. Si un tercero asume dicha deuda, no cabe duda de que la garantía se extingue, pero si el tercero, además de la deuda, adquiere la cosa objeto de la retención, debe entenderse que la garantía también subsiste. 199 MICCIO, Commentario..., cit., com. art. 1275, p. 583, entiende inaplicable este art. 1275 del Codice a los privilegios generales cuando la causa en atención a la cual la ley lo haya establecido, que constituye el fundamento del privilegio (vid. art. 2745), continúe respecto al nuevo deudor. 208 MENU SALIR 2.6.- La prioridad y rango de las obligaciones accesorias subsistentes tras la asunción de la deuda. Tampoco aclara el art. 1207 las consecuencias del cambio de deudor sobre el rango y la prioridad de los derechos reales de garantía cuando deba entenderse que continúan asegurando la obligación, ahora a cargo del nuevo deudor. Los precedentes legislativos sí hacían referencia, al menos a la hipoteca, para establecer que la obligación accesoria conservaba su rango y prioridad, aunque esto era entendido como aplicable únicamente a la novación objetiva, pero no a la subjetiva, para no perjudicar a los demás acreedores del garante, sobre todo los que lo fueren con título posterior al nacimiento de la obligación previa, pero anterior a la asunción200. La opinión de la doctrina es prácticamente unánime en el sentido de que el rango y la prioridad de la garantía subsistente (también de los privilegios) se determina con referencia al día en que se produjo la asunción de la deuda, fundamentalmente, por la razón antes dicha201. 3.- Las excepciones oponibles por el asumente. En los epígrafes que siguen, debe entenderse por “excepción”, en sentido 200 El art. 1140 del Proyecto de 1851 señalaba que: “Cuando por pacto especial continuaren las hipotecas, el acreedor conservará sobre los hipotecarios posteriores la preferencia que le daba la primitiva obligación, como si esta no se hubiere novado”. Sin embargo, aclara GARCÍA GOYENA (Concordancias..., cit., pp. 607-608) que esto no es aplicable cuando cambia el deudor: “Mas para esta traslación y preferencia de hipoteca, es menester que el deudor continúe siendo el mismo; pues no se podría hacer remontar la hipoteca sobre los bienes de un nuevo deudor con fecha anterior a la novación, sin esponerse a perjudicar a los otros acreedores del mismo deudor”. 201 ÁLVAREZ CAPEROCHIPI, “El artículo 1207..., cit., pp. 1421 y ss., especialmente, 1423 y 1426, tanto para la novación modificativa como para la extintiva; BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., p. 147; PARDO NÚÑEZ, C., “La sustitución de créditos hipotecarios”, La Ley, 1994-2, pp. 962 y ss., entiende, centrándose en la idea de perjuicio a que se refiere el art. 1207 CC, que puede defenderse la permanencia del rango de la hipoteca en la medida en que los terceros (básicamente, los acreedores intermediarios) no resulten perjudicados. Aparte la dificultad de incluir en el término “terceros” del art. 1207 a estos acreedores intermediarios, y aunque la idea defendida por este autor está referida básicamente a la novación objetiva, donde habría otras cuestiones que analizar, lo cierto es que tal interpretación nunca puede resultar aplicable a la novación subjetiva por cambio de deudor. Cuando este cambio se produce, los demás acreedores del garante no pueden evitar que la hipoteca que acompañaba a la deuda se extinga, como tampoco que subsista con la fecha de la asunción de la deuda (como si ese día una nueva hipoteca se hubiere creado), pero los demás cambios (mantenimiento del rango, en este caso) precisan inevitablemente del consentimiento de aquellos, sin que éste pueda ser suplido por criterios objetivos de perjuicio/beneficio, salvo que estos criterios sean establecidos por una norma legal de una forma mucho más clara que como lo hace, supuestamente, el art. 1207 CC. 209 MENU SALIR amplio, “defensiones impeditivas o extintivas; excepciones en sentido estricto, dilatorias o perentorias, materiales o procesales; derechos potestativos cancelatorios”; en general, medios de defensa202. 3.1.- Ausencia de regulación específica en nuestro Código y las soluciones del Derecho comparado. No existe en nuestro Código civil precepto específico alguno que establezca cuáles son las excepciones oponibles por el asumente, en sede de novación. El art. 1208 se limita a decir que “la novación es nula si lo fuere también la obligación primitiva, salvo que la causa de nulidad sólo pueda ser invocada por el deudor, o que la ratificación convalide los actos nulos en su origen”. Pero la nulidad es sólo una de las muchas excepciones oponibles, y por ello, la ausencia de regulación específica en esta sede debe significar que toda concepción predeterminada de las cosas en este sentido no puede ser valorada sino como una buena petición de principio. El legislador no ha realizado apenas previsión alguna para la novación (asunción de deuda) y eso debe llevarnos a aplicar el régimen general de cada posible excepción o grupo de excepciones asimilables, con las adaptaciones que resulten convenientes. En el Derecho comparado puede decirse que las cosas se han movido entre el modelo alemán, partidario de entender que la posición del asumente debe ser lo más próxima posible a la que tenía el antiguo deudor, permitiéndole a aquél, en buena medida, oponer las excepciones que podía haber hecho valer éste, y el modelo francés, apegado a la tradición romana y a lo que en ella significaba de extinción la novación, lo que se ha traducido en un tendencia muy acusada hacia la inoponibilidad de excepciones. Entre ambos modelos se sitúa el italiano, que bien puede ser calificado de sui generis por la diversidad de soluciones que aporta, dependiendo de que la deuda haya sido asumida por delegación, por expromisión o mediante el negocio de accollo, aunque le es prácticamente indiferente a estos efectos si la asunción ha sido liberatoria o cumulativa. 202 PANTALEÓN PRIETO, “Cesión de créditos”, cit., p. 1116. Vid. también, RODRÍGUEZ TAPIA, J. M., voz “Excepción (D.º Civil)”, en Enciclopedia Jurídica Básica, vol. II, Ed. Civitas, Madrid, 1995, pp. 2964-2967. 210 MENU SALIR En Alemania, el § 417.I BGB establece que el asumente puede oponer al acreedor las excepciones que se derivan de la relación jurídica entre éste y el anterior deudor, pero que no se puede compensar un crédito correspondiente al anterior deudor, y el 417.II, que de la relación jurídica que medie entre el asumente y el anterior deudor, no pueden deducirse excepciones frente al acreedor. En otras palabras, el asumente puede oponer las excepciones derivadas del contrato mediante el cual se produce la asunción de la deuda, las derivadas de sus propias relaciones con el acreedor y las derivadas de la relación de valuta, esto es, de la relación que vinculaba al anterior deudor con el acreedor (y que podría éste haber opuesto), a excepción de la compensación. Por el contrario, no puede el asumente oponer las excepciones derivadas de la relación de cobertura o provisión (relación interna entre asumente y antiguo deudor), como regla203. 203 En general se entiende que, como el cambio de deudor no altera el contenido del crédito (sino únicamente su dirección), el asumente podrá oponer al acreedor todas las excepciones, derivadas de esta relación de valuta, que pertenecían al antiguo deudor en el momento de la asunción, así como las que procedan de las relaciones entre el nuevo deudor y el acreedor: ENNECCERUS, Derecho de obligaciones, I, cit., p. 418, citando la nulidad de la valuta; HEDEMANN, Tratado..., III, cit., pp. 211-212; BROX, H., Allgemeines Schuldrecht, C. H. Beck’sche Verlagsbuchhandlung, München, 1989, RdNr. 417, p. 248, también la compensación que proceda de las relaciones acreedor-asumente; LARENZ, K., Lehrbuch des Schuldrechts, I, 14.ª edic., München, 1987, p. 606; WESTERMANN, H. P., en ERMAN, B.G.B. Handkommentar, 1, Münster, 1989, § 417, RdNr. 7; FIKENTSCHER, W., Schuldrecht, Berlin-New York, 1997, RdNr. 616, p. 379 (excepto la compensación procedente de la valuta); MÖSCHEL, W., en Münchener Kommentar zum Bürgerlichen Gesetzbuch, 2, München, 1979, § 417, RdNr. 3, destacando que el momento decisivo respecto a la oponibilidad de excepciones es el de la conclusión del contrato de asunción de deuda, incluso en el caso del § 415, dado que la autorización del acreedor es retroactiva, no siendo necesario que el antiguo deudor pudiera ejercitarla en ese mismo momento, puesto que aquí rige lo mismo que en el § 404 para la cesión de créditos. De esta manera, puede el asumente oponer que la deuda no ha nacido (§§ 117, 118, 134, 138, 142, 155), que estaba extinguida en el momento de la asunción, que es reducible en su cuantía (§ 462), la excepción del § 320, que estaba prescrita, etc. Pero no puede compensar frente al acreedor un crédito correspondiente al antiguo deudor, pues no tendría poder de disposición sobre ese crédito ajeno, sin que se haya establecido ninguna ruptura a este principio, como en el § 406, respecto a la cesión de créditos (esto último, en § 417, RdNr. 6). Sobre la imposibilidad de oponer excepciones derivadas de las relaciones subyacentes entre el antiguo y el nuevo deudor: BROX, Allgemeines Schuldrecht, cit., RdNr. 417, p. 249, sobre la base del principio de abstracción (Abstraktionsprinzip); FIKENTSCHER, Schuldrecht, cit., RdNr. 616, pp. 379-380, también sobre la base de que la asunción de deuda es un negocio jurídico abstracto, una disposición del derecho de crédito, lo que impide al asumente alegar la nulidad de la asunción basada en la nulidad de la relación causal subyacente; MÖSCHEL, en Münchener Kommentar..., 2, cit., § 417, RdNr. 1; HEINRICHS, en PALANDT, Bürgerliches Gesetzbuch, München, 2003, § 417, RdNr. 5-6, aunque debe distinguirse en cuanto a las consecuencias de los defectos existentes en la relación subyacente: a) en la relación acreedor-asumente, los defectos pueden justificar una acción de enriquecimiento conforme al § 821 (lo mismo, MEDICUS, Tratado..., I, cit., p. 343; WESTERMANN, en ERMAN, B.G.B. Handkommentar, 1, cit., § 417, RdNr. 7), b) en la relación deudor-asumente, aunque el asumente no puede oponer estas 211 MENU SALIR En Francia, el régimen de las excepciones oponibles se presenta un tanto confuso debido a la existencia de diversas figuras a través de las cuales es posible que un tercero se haga cargo de una deuda ajena (novation, délégation, cession de dette y stipulation pour autrui) y los preconcebidos esquemas que se tienen de cada una de ellas204. La figura probablemente más importante para producir el cambio de deudor es la delegación (novatoria), y se halla marcadamente caracterizada por el principio de que el delegado no puede oponer al delegatario ni las excepciones que podría haber opuesto al delegante (relación de cobertura) ni las que éste podría haber hecho valer frente al delegatario (relación de valuta). La inoponibilidad de las excepciones de la cobertura encuentra generalmente su explicación en que la obligación a cargo del delegado es nueva y en que el excepciones o defectos, es posible que el defecto que hace nula la relación causal fundamente también a la vez la nulidad del contrato de asunción. Además, la voluntad de las partes pudo configurar como una unidad, conforme al § 139 el negocio base y la asunción de deuda, con la consecuencia de que la nulidad de uno afecte al otro. Sobre esta última cuestión, vid. WESTERMANN, en ERMAN, B.G.B. Handkommentar, 1, cit., § 417, RdNr. 3, que entiende muy discutible si la extensión de los defectos de la relación subyacente frustra el negocio de asunción conforme al § 417.II, aunque la jurisprudencia quiere, en el caso del § 415, hacer extensible la nulidad de la primera relación al segundo negocio, dada la unidad entre ambos (§ 139), lo cual no puede predicarse del § 414, dado que los sujetos de ambas relaciones son distintos; muy crítico con la jurisprudencia, FIKENTSCHER, Schuldrecht, cit., RdNr. 616, p. 380, afirmando que la relación subyacente no puede vincularse con la asunción del § 415 por voluntad de las partes en el sentido del § 139 con la consecuencia de que la nulidad del primer negocio se extienda al segundo, pues el § 417.II se contrapone en esto al § 139. Por lo completo y cercano a las soluciones alemanas, debe exponerse siguiendo a VON TUHR, Tratado..., II, cit., pp. 340-342, lo establecido en el art. 179 OR. Explica que, según su primer apartado, el asumente cuenta con todas las excepciones que tenía el deudor antiguo en el momento del cambio (relación de valuta), donde deben incluirse “todos aquellos hechos de los que se deduzca que el deudor no está obligado o que había dejado de estarlo en el momento de asumir él la deuda”; entre otras: nulidad, extinción de la deuda por pago, remisión, compensación u otro medio, excepción de incumplimiento contractual, la que permite pedir la redhibición o disminución de precio en el contrato de compraventa, la prescripción ya consumada (salvo que la asunción signifique renuncia a ella). No puede, sin embargo, oponer las excepciones que sean personales del deudor anterior (apartado segundo), como la compensación, ni tampoco (apartado tercero) las que se deriven de sus relaciones internas con el antiguo deudor (relación de cobertura; así, “el transmisionario que haya prometido asumir la deuda a cambio de una contraprestación, no puede si ésta no se hace efectiva, interponer contra el acreedor la excepción de contrato incumplido”), pero es evidente que sí podrá oponer las nacidas en su persona. 204 La referencia a la cession de dette o reprise de dette debe tomarse no en su sentido propio como transmisión o sucesión en la deuda (negado, por supuesto, también en Francia: CARBONNIER J., Droit civil. Les obligations, tomo IV, Paris, 1994, pp. 507-508; MALAURIE, Ph.- AYNÈS, L., Droit civil. Les obligations, 7. ª edic., Ed. Cujas, Paris, 1997, p. 747; TERRÉSIMLER- LEQUETTE, Droit civil..., cit., p. 972), sino como asunción de deuda, en el sentido de hacerse cargo de una deuda ajena. Pero ocurre que la llamada cession de dette parfaite (es decir, con liberación del deudor) debe entenderse identificada con la delegación por cambio de deudor y con sus efectos. 212 MENU SALIR delegatario es un tercero (de buena fe) extraño a la misma y debe por ello ser protegido205. Por esta misma razón, la regla no se aplica si el delegatario es de mala fe o si se hubiere pactado otra cosa entre las partes206. Históricamente se ha planteado también la cuestión de si el delegado que asume la deuda creyendo erróneamente ser deudor del delegante puede después paralizar la acción del delegatario oponiendo este error (liberándose de cumplir o pidiendo la restitución de lo indebidamente pagado) o si únicamente podrá contar con una acción de restitución frente al delegante. Aunque en el Derecho romano era un requisito de la delegación que el delegado fuera deudor del delegante, POTHIER207 entiende que este error acerca de la relación de cobertura es irrelevante y el acreedor no debe sufrirlo en modo alguno. Reiteran esta opinión PLANIOL y RIPERT208, a partir de la cual afirman que “en términos generales, podemos decir que las excepciones que corresponden al delegado contra el delegante no pueden alegarse contra el delegatario”, COLIN y CAPITANT209, que añaden los casos de relación previa de cobertura “inexistente, nula o paralizada por una excepción como la excepción non adimpleti contractus” y hablan incluso de ligereza del delegado al asumir la deuda, y los MAZEAUD210, aludiendo a la total independencia entre la anterior obligación del delegado con relación al delegante y la asumida respecto al delegatario, e incluso, a razones de equidad para justificar la misma opinión211. 205 Por todos, MAZEAUD, H. y L.- MAZEAUD, J.- CHABAS, Leçons de Droit civil, II-1.º, cit., pp. 1263-1265. 206 MALAURIE- AYNÈS, Droit civil..., cit., p. 764. 207 POTHIER, Traité..., II cit., n.º 566, pp. 74-75, excepto cuando el delegado se obligara creyendo erróneamente ser deudor del delegante y la relación de valuta fuera una donación (esto es, la relación de cobertura es una solutio indebiti y la valuta es una donación). En este caso (llamado, nulidad de la causa lucrativa) entiende, siguiendo las soluciones del Derecho romano, que tal error es relevante por ser preferible el delegado (certat de damno vitando) frente al delegatario (certat de lucro captando) y podría repetir lo pagado en su caso, mientras que si la valuta tiene una causa onerosa o lucrativa sería preferible el acreedor delegatario (“versaretur in damno, si la persona delegada fuera descargada de su obligación”). 208 PLANIOL- RIPERT, Traité..., VII-2.º, cit., n.º 1274, pp. 600-601. 209 COLIN- CAPITANT, Cours élémentaire..., II, cit., p. 113. 210 MAZEAUD- MAZEAUD, Lecciones..., cit., pp. 485-487. 211 También en Italia la respuesta sería la misma para la delegación; por todos, BIANCA, Diritto civile, IV, cit., p. 647. 213 MENU SALIR La inoponibilidad de las excepciones de la valuta parte también de la preconcebida idea de que la obligación del delegado es nueva y se halla, en principio, desvinculada de la antigua212, salvo que la relación de valuta sea nula o no exista, porque entonces, siendo la delegación por cambio de deudor un supuesto de novación, es imprescindible la existencia de una obligación previa válida que quede extinguida para que nazca otra nueva en su lugar, circunstancia oponible por el nuevo deudor213. La inoponibilidad de la valuta presenta también como salvedad la existencia de pacto en contrario entre los contratantes. Respecto al mismo, ha tenido fortura en la doctrina francesa la distinción romana entre delegatio certa y delegatio incerta (certaine-incertaine, para los franceses), según que se determine o no el objeto de la prestación u obligación del delegado. Es incertaine la delegación cuando el delegado se obliga a cumplir “ce que devait au délégataire le délégant”, pudiendo entonces oponer las excepciones que podría haber opuesto el delegante porque el objeto de la obligación se determina con referencia a la obligación de éste214. En este sentido debe resaltarse el interés que ha despertado en esta misma doctrina la sentencia de la Corte de casación civil de 17 de marzo de 1992. El 4 de enero de 1979, el adquirente de un fondo de comercio de un restaurante (M. Rocco) aceptó pagar parte del precio haciéndose cargo de una deuda que el 212 MALAURIE- AYNÈS, Droit civil..., cit., p. 765; CARBONNIER, Droit civil..., IV, cit., p. 547, dice que los vicios o motivos de nulidad que afectaban a la antigua obligación quedan “purgés” por la novación, de forma que se trata de una relación jurídica independiente de la primera; TERRÉ- SIMLER- LEQUETTE, Droit civil..., cit., pp. 1067 y 1080 (en general para la novación, p. 1064); GHESTIN, J., “La transmission des obligations en droit positif français”, en La transmission des obligations, Travaux des IXes Journées d’études juridiques Jean Dabin, organisées par le Centre de Droit des obligations, Bruxelles-Paris, 1980, pp. 64-65. Lo mismo para el Derecho belga: VAN OMMESLAGHE, P., “La transmission des obligations en droit positif belge”, en La transmission des obligations, cit., pp. 148-148. 213 CARBONNIER, Droit civil..., IV, cit., p. 544 y MAZEAUD- MAZEAUD, Lecciones..., cit., p. 485, sobre la oponibilidad de la nulidad o inexistencia de la valuta. 214 De forma amplia, MALAURIE- AYNÈS, Droit civil..., cit., pp. 760-763. También es bastante amplia la explicación de FLOUR, J.- AUBERT, J. L.- FLOUR, Y.- SAVAUX, E., Droit civil. Les obligations, 3, Ed. Dalloz, Paris, 2001, pp. 273 y ss., donde exponiendo las distintas explicaciones que se han sucedido para explicar la inoponibilidad de las excepciones (tanto de la valuta como de la cobertura), alude básicamente a la idea de “novedad” de la obligación del delegado (en realidad, principio de relatividad de los contratos) y a la explicación basada en la causa, así como la que funde a ambas: la obligación del delegado es nueva por su causa. 214 MENU SALIR vendedor (la Sociedad “Aux Bons Cruns”) había contraido frente a M. Louvet en virtud de un contrato celebrado el 5 de diciembre de 1977. El día 5 de junio de 1989 reclamó Louvet la deuda a Rocco y éste le opuso la prescripción decenal del art. 189 bis del Código de comercio, frente a lo que argumentaba Louvet que se trataba de una deuda nueva que, en todo caso, había provocado la interrupción de la prescripción. La Corte de casación dio finalmente la razón a Rocco por haberse vulnerado el art. 1275 del Code, entendiendo que, salvo pacto en contrario, el delegado se obliga a pagar la deuda del delegante frente al delegatario (“sauf convention contraire, le délégué este seulement obligé au paiement de la dette du délégant envers le délégatarire”), es decir, la misma y en el mismo estado en que se encuentre en el momento de la delegación. RAYNARD215 ha estudiado con bastante detenimiento la sentencia, que parece ir en contra del tradicional principio de inoponibilidad, salvo pacto en contrario, de excepciones en la delegación. Tradicionalmente tal principio, que conlleva entender como nueva y distinta la obligación del delegado, se ha basado fundamentalmente en el recurso al contrato abstracto y en la protección de los terceros de buena fe (el delegatario), pero a su juicio ambos fundamentos son equivocados. El primero, porque está prohibido, como regla, por el art. 1131 del Code, y el segundo, porque podría servir para justificar la inoponibilidad de las excepciones de la cobertura, pero no de la valuta. Por ello entiende que la clave está en la determinación del objeto de la obligación asumida por M. Rocco, es decir, que éste se había realmente obligado a pagar la misma deuda de la Sociedad vendedora frente a Louvet (delegación incertaine) y ello justificaba la oponibilidad de excepciones. Sin embargo, no queda claro realmente cuál debe ser la regla general en lo que a la oponibilidad de excepciones se refiere216. 215 RAYNARD, J., en ANTONMATTEI, P. H.- RAYNARD, J., Travaux dirigés de Droit des obligations, 2.ª edic., Litec, 1997, pp. 311-319. 216 Como dice este autor (op. cit., p. 319) la sentencia “introduit una zone d’ombre sur le régime de l’opposabilité des esceptions dans la délégation”, sobre todo si añadimos que la sentencia de la Corte de casación (chambre commerciale) de 25 de febrero de 1992 había afirmado justamente el principio contrario para la delegación imperfecta: la inoponibilidad, salvo pacto, de excepciones. Muy interesantes al respecto son también las apreciaciones de MESTRE, J., en el comentario a esta sentencia, en Revue Trimestrielle de Droit Civil, 1992, pp. 765-766, (en un caso en el que, como dice, probablemente se trataba de una delegación imperfecta). También puede verse un análisis de la misma en JACOB, F., Le constitut ou l’engagement autonome de payer la dette d’autrui à titre de garantie, LGDJ, Paris, 1998, pp. 94 y ss. 215 MENU SALIR De este régimen general de inoponibilidad de excepciones en la delegación, la doctrina separa la estipulación a favor de tercero (stipulation pour autrui), donde se entiende que el derecho del tercero deriva del contrato principal entre estipulante y promitente y por ello éste puede oponer todas las excepciones derivadas de la relación de base con el estipulante217. No obstante, es limitado este mecanismo porque permite que un tercero se haga cargo de una deuda ajena, pero sin desvinculación del deudor (asunción cumulativa). En Italia tres son los preceptos del Codice que se refieren a las excepciones oponibles por el asumente. El 1271.I establece que el delegado puede oponer al delegatario las derivadas de sus relaciones con éste; el 1271.II, que si no se ha pactado otra cosa, el delegado no puede oponer al delegatario, a menos que éste tenga conocimiento de su existencia, aquellas excepciones que podría haber opuesto al delegante, salvo la nulidad de la relación entre delegante y delegatario; el 1271.III, que el delegado no puede oponer las relativas a las relaciones entre el delegante y el delegatario, salvo que las partes hubiesen previsto otra cosa. El art. 1272.II establece, para la expromisión, que el asumente no puede oponer las relativas a sus relaciones con el antiguo deudor, y el 1272.III, que puede oponer las excepciones que el deudor originario podría haber opuesto al acreedor, siempre que no sean personales de aquél y que no deriven de hechos posteriores a la expromisión. No puede oponer, sin embargo, la compensación que podría haber opuesto el deudor originario, aunque se haya verificado antes de la expromisión. El art. 1273.IV, respecto al negocio de accollo, señala que el asumente puede oponer al acreedor las excepciones fundadas en el contrato de asunción de la deuda. Por otro lado, dice el art. 1413, dentro del capítulo dedicado al contrato a favor de tercero, que el promitente puede oponer al tercero las excepciones fundadas en el contrato del cual el tercero deriva su derecho, pero no puede oponer las que se funden en la relación entre estipulante y promitente. 217 MALAURIE- AYNÈS, Droit civil..., cit., pp. 767-768; RAYNARD, Travaux..., cit., p. 315; TERRÉ- SIMLER- LEQUETTE, Droit civil..., cit., pp. 1067-1068; GHESTIN, “La transmission..., cit., pp. 61-62. 216 MENU SALIR A partir de la anterior regulación positiva, para la determinación del régimen de las excepciones oponibles por el nuevo deudor en el Derecho italiano, se hace imprescindible distinguir entre delegación, expromisión y accollo. Para la delegación, debe distinguirse entre delegación pura (o para muchos, abstracta) y delegación titulada o causal218. Opina, en general, la doctrina que el art. 1271 del Codice la entiende en principio pura y ello conlleva la inoponibilidad por el delegado de las excepciones derivadas de la relación de cobertura y de la relación de valuta219. En dos casos decae esta regla: primero, que exista acuerdo entre las partes o referencia a las relaciones de cobertura o de valuta220, pues entonces la delegación será titulada y el delegado podrá oponer tales excepciones, y segundo, el delegado puede siempre oponer la nulidad o inexistencia (originaria 218 La terminología se toma de SALPIUS (Novation und Delegation nach römischen Recht, Berlín, 1864), que la fundamenta en el Derecho romano. 219 BETTI, Teoría general de las obligaciones, II, cit., pp. 287-289; BIANCA, Diritto civile, IV, cit., pp. 645-651; GALGANO, F., Diritto privato, 2.ª edic., CEDAM, Padova, 1983, pp. 381 y 382. No está de acuerdo MICCIO, Commentario..., cit., pp. 561-566, con la equiparación entre delegación abstracta e inoponibilidad de excepciones de la que parten los autores anteriores. El razonamiento de este autor, a partir de que el Codice de 1942 no recoge expresamente la distinción entre delegación pura y delegación titulada, es el siguiente: el delegado puede oponer al delegatario, salvo acuerdo o referencia en contrario, las excepciones relativas a sus relaciones con éste (art. 1271.I), lo cual significa que la deuda a cargo del delegado no es la misma que la que obligaba al delegante, pues si así no fuera no estaría justificado que alguien ajeno a ella (el delegado) pudiera oponer unas excepciones ajenas a la misma (las suyas propias). Por tanto, entiende, la delegación no conlleva sucesión en la deuda porque la asumida por el delegado es distinta a la originaria, hecho que justifica tal oponibilidad de excepciones, pero también la inoponibilidad de las derivadas de la valuta y de la cobertura: si la deuda es distinta e independiente, no le está permitido al delegado oponer excepciones ajenas a su deuda. En consecuencia, este autor mantiene que no puede el delegado alegar la creencia errónea de haberse obligado creyendo ser deudor del delegante, aunque la relación de valuta sea una donación (es la llamada nulidad de la causa lucrativa), ni tampoco la nulidad o inexistencia de la relación de cobertura, pero sí (art. 1271.II) la nulidad de la valuta, porque la delegación no puede nacer sin la previa existencia de una obligación válida (cuando la valuta y la cobertura son nulas o inexistentes se habla de nulidad de la doble causa). 220 La amplitud de los términos con los que se expresa el Codice (“diversamente pattuito”, “espresso riferimento”) ha llevado a entender que basta una referencia o mención a las relaciones de cobertura o de valuta para que puedan oponerse las excepciones derivadas de la relación referida: por ejemplo, GALGANO (Diritto privato, cit., p. 381) habla de mención; GIACOBBE, G., com. art. 1271, en Commentario..., cit., p. 58, y MICCIO (Commentario..., cit., p. 542) de referencia, mientras MANCINI (Trattato..., IX, cit., pp. 490-492) alude genéricamente a “acuerdo de las partes estableciendo la relevancia de la relación de base”. Dicho pacto o referencia debe entenderse producido, respecto a la delegación, entre el delegado y el delegatario: RESCIGNO, voz “Delegazione (dir. civ.)”, XI, cit., p. 981. 217 MENU SALIR o sobrevenida221) de la relación de valuta (art. 1271.II in fine). El Codice recoge así la fuerte influencia que respecto a la delegación supusieron las ideas doctrinales expresadas por BIGIAVI con anterioridad y referidas al art. 1278 del entonces vigente Codice de 1865222. En la expromisión existe una acusada diferencia legal con la delegación: la oponibilidad, como regla, de las excepciones derivadas de la valuta por el nuevo 221 La referencia del art. 1271.II a la nulidad ha servido (DONATI, Causalità..., cit., pp. 124 y 142, entre otras.) para entender que debe tomarse en un sentido amplio y sinónimo de extinción, de forma que incluye cualquier causa (originaria o sobrevenida; entre éstas, la anulabilidad, a resolución y la rescisión) que haga nula o inexistente la relación de valuta. En contra, MANCINI, Trattato..., IX, cit., p. 497 222 Establecía este precepto que “il debitore che accettò la delegazione, non può opporre al secondo creditore le eccezioni che avrebbe potuto opporre al creditore originario, salvo però la sua azione contro di questo. Tuttavia trattandosi di eccezioni dipendenti dalla qualità della persona, il debitore può opporle, se tale qualità sussisteva ancora al tempo in cui ha acconsentito alla delegazione”. Las opiniones de BIGIAVI, desde su defensa de la delegación pasiva como delegación pura, pueden resumirse en tres puntos: a) que no es aplicable a esta delegación la regla de la nulidad de la obligación a cargo del delegado cuando fuere nula la relación de valuta, es decir, no puede oponer el delegado la nulidad o inexistencia de la valuta, b) inoponibilidad por el delegado de excepciones derivadas de la relación de valuta (incluida, ya lo hemos dicho, la nulidad) o de la relación de cobertura (rechazo, por tanto, de la nulidad de la doble causa y de la nulidad de la causa lucrativa, pp. 321 y ss), y c) el delegado, aunque no resulte deudor del delegante o cuando falte la relación de valuta, no tiene acción de repetición contra el delegatario (p. 295; para la delegación titulada las opiniones son diversas: pp. 317-319). Tales opiniones en gran medida están basadas en la consideración de que el efecto novatorio bien puede ser desconocido para el delegado, siendo para él una res inter alios acta a la que, por tanto, debe permanecer ajeno (pp. 279 y ss.). Con anterioridad a BIGIAVI y también referido al antiguo y derogado art. 1278, ya ANDREOLI, La delegazione, cit., pp. 195 y ss., había expresado su opinión favorable a la inoponibilidad tanto de las excepciones de la cobertura como de la valuta (salvo la nulidad de la doble causa y de la causa lucrativa: pp. 206-207), criticando la postura de NICOLÒ, R., Il negozio delegatorio, Messina, 1932, pp. 158-159 y 167 y ss., que entendía oponibles las excepciones de la valuta (no de la cobertura) por la influencia y el carácter causal que esta relación representa para la delegación del delegante al delegado, de forma que los vicios de la primera son inevitablemente vicios de la segunda. Contra la opinión anterior de BIGIAVI y de forma muy crítica, ha entendido DONATI (Causalità..., cit., pp. 124 y ss.), siguiendo las opiniones de GRECO y de GAUDEMET, que la delegación pasiva es necesariamente causal en el sentido de que el delegado puede oponer al delegatario la nulidad o inexistencia (originaria o sobrevenida) de la relación de valuta. La base fundamental para este autor no la constituye tanto el art. 1271.II (para muchos aplicable, como el 1278 derogado, solamente a la delegación activa), sino sobre todo el 1268, que exige ineludiblemente para la delegación pasiva que el delegante sea deudor del delegatario, esto es, la existencia y validez de la relación de valuta (pp. 129-131), sea cual sea el pacto que los contratantes hayan establecido al amparo de lo establecido en el 1271.II (porque, teóricamente, incluso podría pactarse la inoponibilidad de la nulidad o inexistencia de la valuta). Por ello, concluye, debe reconocerse al delegado una acción de repetición contra el delegatario en caso contrario (pp. 131-132). 218 MENU SALIR deudor (art. 1272.III), salvo las que sean personales del antiguo, las que se deriven de hechos posteriores a la expromisión, y señaladamente, la compensación223. Finalmente, respecto al accollo, el Codice se limita a decir que el asumente puede oponer las excepciones que derivan del mismo contrato en cuya virtud se asumió la deuda, es decir, el celebrado entre los deudores y consentido por el acreedor (art. 1273.IV)224. 223 La diferencia de régimen jurídico encuentra su explicación para BETTI, Teoría general de las obligaciones, II, cit., pp. 300-301, en que en la expromisión el asumente toma la iniciativa y por ello tiene acceso a la relación de valuta, verificándose una auténtica sucesión por parte de este último (en sentido parecido, BIGIAVI, La delegazione..., cit., p. 278), mientras que señala GIACOBBE, G., com. art. 1272, en Commentario..., cit., p. 87, que forzosamente los contratantes han tenido que hacer referencia a la relación de base, lo que justifica la oponibilidad de excepciones). Por su parte, la inoponibilidad de la compensación se explica por tratarse de una excepción personal, mientras que la inoponibilidad de las excepciones posteriores a la expromisión reside en el principio de la irretroactividad de los hechos jurídicos; ROLLI, L’espromissione..., cit., pp. 88-91, entiende que no es posible pactar otra cosa respecto a la oponibilidad de las excepciones derivadas de la valuta e incluye expresamente entre las que no puede oponer el asumente, por ser personales del antiguo deudor, los vicios del consentimiento y la incapacidad de éste; QUAGLIARIELLO, L’espromissione, cit., pp. 136 y ss., entiende oponible por el nuevo deudor la nulidad o inexistencia de la valuta, pero no la anulabilidad, pues los arts. 1441 y 1444 vedan esta posibilidad al asumente (sin que, en su opinión, pueda recurrirse al art. 1234, aplicable únicamente a la novación objetiva), ni tampoco podría oponer el nuevo deudor la compensación (pp. 124-125) ni la exceptio inadimpleti contractus o la exceptio non rite adimpleti contractus (pp. 141); BIANCA, Diritto civile, IV, cit., pp. 668-669; MANCINI, Trattato..., IX, cit., pp. 505-507 añade (también ROLLI) que la oponibilidad de las excepciones relativas a las relaciones que puedan vincular al asumente con el acreedor se regirán por las reglas generales. 224 CICALA, R., voz “Accollo”, en Enciclopedia del Diritto, I, Ed. Giuffrè, 1958, pp. 287288, expresa el parecer mayoritario de la doctrina en el sentido de entender que el art. 1273.IV constituye una concreta aplicación del contrato a favor de tercero y de su régimen de excepciones oponibles establecida en el 1413. Por ello, la opinión dominante es que puede el asumente alegar frente al acreedor tanto las excepciones derivadas de la valuta como de la cobertura o provisión (además -debemos entender- de las que deriven del negocio mismo de asunción y las procedentes de las relaciones que puedan existir entre accollante y acreedor), pero no pueden oponerse aquellas que deriven de otras relaciones entre los deudores (“altri rapporti”, dice el 1413; entre ellas, la compensación). Entre las que pueden oponerse señala expresamente la invalidez, la resolución del negocio de accollo y la excepción de cumplimiento o cumplimiento defectuoso que podría haber opuesto al antiguo deudor. En este sentido, opina BIANCA, Diritto civile, IV, cit., p. 682, que, aunque no esté expresamente previsto, se deduce del contenido mismo del accollo que el asumente puede oponer al acreedor todas las excepciones que podría haber opuesto al antiguo deudor: la invalidez del accollo, los remedios contractuales contra el incumplimiento del antiguo deudor y las cláusulas del contrato de accollo en los límites pactados. Por aplicación analógica del art. 1272, no podrá oponer las excepciones personales del antiguo deudor, las que se deriven de hechos posteriores a la asunción ni la compensación (para esta última, “salvo que se haya tratado de una asunción genérica de la deuda” respecto a la compensación verificada antes de la asunción, con remisión a lo dicho en el mismo sentido en p. 505). También entiende MANCINI, Trattato..., IX, cit., pp. 514-515, que de la regulación del Codice se deduce que son oponibles la nulidad, la anulabilidad, la resolución y la rescisión del contrato de accollo, así como las excepciones derivadas de la relación entre los deudores, pero que no lo son las excepciones derivadas de otras relaciones entre los deudores extrañas al accollo (para este autor, por aplicación de las reglas generales, no del art. 219 MENU SALIR Completaremos estas referencias al Derecho comparado con el Código civil portugués. Su art. 598 afirma, para la transmisión singular de las deudas, que salvo pacto en contrario, el nuevo deudor no puede oponer al acreedor los medios de defensa basados en las relaciones entre él y el antiguo deudor, pero sí puede oponer los medios de defensa derivados de las relaciones entre el antiguo y el acreedor, siempre que su fundamento sea anterior a la asunción y no se trate de medios de defensa personales del antiguo deudor. Respecto a la novación, el art. 862 declara escuetamente que el nuevo crédito no está sujeto a los medios de defensa oponibles a la obligación antigua, salvo estipulación en contrario225 y con la excepción también que constituye el art. 860.1 cuando dice que si la primera obligación estaba extinguida en el momento en el que la segunda fue contraída, o declarada nula o anulada, queda sin efecto la novación226. 3.2.- Oponibilidad de las excepciones derivadas del contrato de asunción de deuda o de las relaciones que puedan existir entre el asumente y el acreedor. Ninguna duda debe existir acerca de la oponibilidad de cualquier excepción derivada del propio contrato de asunción de la deuda o de cualquier excepción derivada de las relaciones personales entre el asumente y el acreedor. Entre las primeras, puede ser problemática, sin embargo, la impugnación del contrato de asunción por dolo del deudor antiguo cuando éste no haya sido parte en el negocio (expromisión) debido a la irrelevancia del dolo de un tercero, salvo que lo conozca el acreedor o que pueda reconducirse al error227. Esta irrelevancia 1413). Sin embargo, para RESCIGNO, voz “Delegazione (dir. civ.)”, XI, cit., pp. 981-982, la oponibilidad de las excepciones derivadas de la valuta y la cobertura deben ser establecidas por pacto (en el contrato entre los deudores). Por ello, si no se hace referencia a las relaciones de base, queda la asunción de la deuda desvinculada de éstas y se entiende asumida en los límites pactados por los deudores; IDEM, Studi sull’accollo, cit., pp. 136 y 161-162. 225 Por estipulación en contrario debe entenderse un acuerdo en el sentido de admitir los medios de defensa de la obligación antigua, y no una simple referencia a ella: PIRES DE LIMAANTUNES VARELA, Código civil..., II, cit., p. 148. 226 Lo mismo el art. 802 del Código civil argentino: “La novación supone una obligación anterior que le sirve de causa. Si la obligación anterior fuese nula, o se hallaba ya extinguida el día que la posterior fue contraída, no habrá novación”. 227 Vid. ROJO AJURIA, El dolo..., cit., pp. 186 y ss., sobre la relación entre dolo y error. 220 MENU SALIR está basada en la regulación del dolo en el CC (arts. 1269 y 1270), que únicamente tiene en cuenta a efectos anulatorios el dolo procedente del otro contratante, lo que implícitamente excluye el dolo de un tercero228, en forma similar al § 123 BGB. La diferencia con el precepto alemán puede estar en que éste permite la impugnación por dolo del tercero cuando la otra parte contratante conoce el dolo (lo mismo para nosotros), pero también cuando debía conocerlo, lo que es más dudoso en nuestro Derecho. 3.3.- Las excepciones derivadas de la relación de valuta (relación acreedor-antiguo deudor). 3.3.1.- Causas extintivas de la obligación asumida en general y causas que provocan la paralización de la acción del acreedor. Puede oponer el nuevo deudor que la obligación asumida se había extinguido con anterioridad por alguna de las causas establecidas en el art. 1156 CC, o por otras, como la cesión de bienes pro soluto o, en algunos casos, la transacción. Se tratará de supuestos de inexistencia de la obligación primitiva que han de equipararse a la nulidad absoluta229 y provocar también, como a continuación se verá, la nulidad del contrato de asunción por aplicación, si no directa sí al menos analógica, del art. 1208 CC. Asimismo, podrá oponer todas aquellas causas que provoquen la paralización de la acción del acreedor (como la falta de vencimiento, la no verificación de la condición suspensiva, el pactum de non petendo, la espera derivada de un concurso de acreedores, etc.) o la disminución de la cuantía exigible (como la quita parcial). 228 ROJO AJURIA, El dolo..., cit., pp. 111 y ss., explica la irrelevancia del dolo del tercero en “la tutela de la confianza del otro contratante (inocente) frente a la víctima del engaño del tercero” y “sobre todo, supondría un gravísimo atentado al principio de irrelevancia de los motivos, y a la vinculación contractual” (p. 114). Por su parte y específicamente para la asunción de deuda, BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., pp. 152-153, duda que el asumente pueda impugnar en caso de expromisión cuando el acreedor desconozca el dolo, salvo que se defienda que el antiguo deudor es el “beneficiario” del negocio de asunción y se tenga también por parte del negocio (en este sentido, sigue la opinión de DÍEZ-PICAZO de que no puede considerarse como tercero al beneficiario de un negocio: Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial, I, Ed. Civitas, Madrid, 1993, p. 175). 229 Equiparación establecida expresamente en el art. 802 del Código civil argentino. 221 MENU SALIR 3.3.2.- La nulidad y la anulabilidad. Coincidiendo con las soluciones ya estudiadas del Derecho Comparado, establece el art. 1208 CC que la novación es nula si lo fuere también la obligación primitiva230, debiendo equipararse a la nulidad la inexistencia de tal obligación, así por ejemplo, cuando ésta ya se extinguió antes de la asunción o novación231. Por lo tanto, podrá el asumente que pagó al acreedor a pesar de la nulidad, pedir la restitución de lo indebidamente pagado232. Respecto a la anulabilidad o nulidad relativa, adelantamos que nuestra posición gira en torno a la defensa de tres ideas: la primera, que el asumente puede oponer esta excepción, pero no puede hacerlo en contra de la voluntad del antiguo deudor; segunda, que el asumente puede ejercitar la acción de anulabilidad siempre y cuando cuente con el consentimiento del antiguo deudor; y tercera, que el antiguo deudor puede ceder al asumente la titularidad de la acción de anulabilidad. En cuanto a la oponibilidad de esta excepción por el asumente la doctrina se halla dividida. Entiende ADAME MARTÍNEZ, distinguiendo entre causas de nulidad y causas de anulabilidad233, que el asumente no está legitimado para 230 Entiende, sin embargo, ADAME MARTÍNEZ, Asunción..., cit., pp. 420 que no debe invocarse el art. 1208 CC en sede de excepciones oponibles respecto a la asunción de deuda, pues al mismo resultado se llega por otras vías. 231 ADAME MARTÍNEZ, Asunción..., cit., pp. 435 y 446-447, añadiendo: “dentro de la oposición por el asumente de la nulidad de la valuta meteríamos la clásica exceptio doli, remedio preventivo que procedería cuando un acreedor sin causa exige el pago... o bien cuando el que habiéndose obligado por error ha descubierto tal circunstancia posteriormente y se niega a la reclamación de mala fe del acreedor”; SANCHO REBULLIDA, en LACRUZ y OTROS, Elementos de Derecho civil, II-1.º (Derecho de obligaciones), 3.ª edic., Ed. Bosch, Barcelona, 1994, pp. 328-329; MANRESA Y NAVARRO, Comentarios..., VIII, cit., pp. 432-435; PUIG FERRIOL, “Asunción..., cit., p. 343; AZURZA, “Notas..., cit., pp. 599-600. 232 Vid. TALAMANCA, voz “Delegazione (dir. rom.)”, XI, cit., pp. 922-923. 233 Deben entenderse incluidas entre las primeras la ausencia de los elementos esenciales del contrato (falta absoluta de consentimiento, objeto o causa, forma ad solemnitatem u otros que se exijan), la imposibilidad, ilicitud o indeterminación del objeto, la ilicitud de la causa, la vulneración de una norma imperativa o prohibitiva en los términos del art. 6.3 CC (incluido el traspaso de los límites de la autonomía privada), y entre las segundas, la minoría de edad e incapacidad que no den lugar a la inexistencia de consentimiento (incluida, en nuestra opinión, la incapacidad natural no judicialmente declarada: vid. GORDILLO CAÑAS, A., Capacidad, incapacidades y estabilidad de los contratos, Ed. Tecnos, Madrid, 1986, pp. 249 y ss), los supuestos de ausencia del consentimiento del cónyuge cuando sea necesario (art. 1322 CC, aunque su admisión conduce a la incoherencia de que “un contrato obligue a quien no es parte en el mismo 222 MENU SALIR oponer las excepciones por vicios de anulabilidad que afecten a la valuta, pero sí las que dan lugar a la nulidad, articulándolo todo alrededor de la idea de legitimación y añadiendo que tampoco puede servirse el asumente de las otras excepciones personales234. Tal opinión parece que descansa en la idea de que los vicios de anulabilidad que hubiera sufrido el antiguo deudor sólo por él son alegables, precisamente por tratarse de excepciones personales. BASOZABAL ARRUE por su parte, centra la cuestión cuando dice que “no debe olvidarse que el deudor sigue siendo parte contractual de la relación de valuta y titular de los derechos potestativos no inherentes a la posición de obligado, por lo que resulta necesario plantear en qué medida afecta esto a la oponibilidad de excepciones por parte del asumente”235, para terminar defendiendo la oponibilidad por el asumente de la anulabilidad de la relación de valuta por aplicación analógica del art. 1302, y en sede de fianza, de los arts. 1824 y 1853, salvo que sea el acreedor el legitimado para impugnar esta relación y salvo las excepciones del art. 1824 (minoría de edad e incapacidad). Piensa este autor que la ratio de los últimos preceptos, aplicables a la fianza, concurre también en la asunción de deuda: “oponerse al pago de una deuda de la que aún puede y que un extraño pueda impugnar el contrato y liberar a otros de las obligaciones que contrajeron”, salvo que se entienda que la sociedad conyugal confiere un cierto poder de representación a los cónyuges en forma semejante a la sociedad civil: vid. MIQUEL GONZÁLEZ, J. M., voz “Anulabilidad”, en Enciclopedia Jurídica Básica, vol. I, Ed. Civitas, Madrid, 1995, p. 478) y los vicios de la voluntad (error, dolo, violencia, intimidación, y más bien como un supuesto de error, la falsedad de la causa del art. 1301. 3.º CC). Debe tenerse en cuenta que la tradicional inclusión de la inexistencia dentro de la nulidad (absoluta) puede ser objeto de alguna matización: GORDILLO CAÑAS, “Nulidad, anulabilidad e inexistencia (El sistema de las nulidades en un Código latino situado entre la primera y segunda Codificación)”, en Centenario del Código Civil, vol. I, Ed. Centro de Estudios Ramón Areces, Madrid, 1990, pp. 960 y ss: “La inexistencia es una posibilidad de hecho (por no verificación del presupuesto negocial) significativa en Derecho de una particular causa de ineficacia (supuesto impeditivo de la misma), pero no determinante ni constitutiva de un régimen (ni específico, ni común) unitario de ineficacia. Su impronta estructural-organicista la mantiene en el campo de la etiología, no en el del tratamiento (funcional) de la ineficacia. De ahí que nos parezca ilegítima su inclusión en la nulidad, hasta confundirse con ella” (p. 962). 234 ADAME MARTÍNEZ, Asunción..., cit., pp. 408 y 446-447. Lo que sí parece lógico es, como hace RUBINO para la solidaridad (com. art. 1297, en Commentario del Codice civile a cura di Scialoja e Branca, arts. 1285-1320, 2.ª edic., Bologna-Roma, 1968, pp. 216-217), tener en cuenta que el asumente puede haber incurrido en error al contratar ignorando el vicio del consentimiento de la relación de valuta, lo que en su caso, podría oponer como excepción propia derivada del negocio de asunción de deuda. 235 BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., p. 154. 223 MENU SALIR «disponer» su «antiguo titular» evita complicadas operaciones de regreso y promueve comportamientos de las partes que pueden acabar con la situación de pendencia”236. Coincidimos con este autor en la solución, pero no vemos claro que el problema deba resolverse acudiendo a la analogía. No puede aplicarse analógicamente el art. 1302 porque su tenor literal es muy claro: la acción de nulidad (relativa) de los contratos la pueden ejercitar los obligados principal o subsidiariamente por los mismos, y es evidente que el asumente no encaja en ninguno de estos supuestos de obligados. Si se quiere y como dice CAFFARENA LAPORTA237 siguiendo los antecedentes históricos, el art. 1302 sería la regla general sobre la legitimación activa en la anulación del contrato por minoría de edad, incapacidad y vicios de la voluntad, mientras que el 1824 (como el 1853) para la fianza238 (lo mismo que el 1148 para la solidaridad), sería la excepción respecto a la minoría de edad e incapacidad (no permite al fiador oponerlas al acreedor), pero sí podrá oponer el fiador los vicios del consentimiento sufridos por el deudor. Sin embargo, el régimen del 1148 y del 1824 está pensado para quien es, respectivamente, obligado solidario junto a quien sufrió el vicio u obligado subsidiario, que sí quedan expresamente dentro de la legitimación activa del art. 1302239. Finalmente, tampoco es asimilable la posición del asumente a la del 236 BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit, p. 155 y nota 286. 237 CAFFARENA LAPORTA, La solidaridad..., cit., pp. 63-64. 238 También aplicable por analogía a los que garantizaron deudas ajenas con prenda, hipoteca u otra garantía: DELGADO ECHEVERRÍA, en Comentarios al Código Civil y Compilaciones Forales, XVII-2, com. art. 1302, Edersa, Madrid, 1981, p. 277; MIQUEL GONZÁLEZ, voz “Anulabilidad”, cit., p. 479. 239 En estos preceptos se basa la opinión doctrinal, que no es la mayoritaria, que hace extensible a la solidaridad la distinción entre excepciones personales y puramente personales (además de las reales o comunes). Al respecto, vid. CAFFARENA LAPORTA, La solidaridad..., cit., pp. 53 y 59 y ss., JORDANO BAREA, “Las obligaciones solidarias”, ADC, 1992-III, pp. 867 y 868 y DELGADO ECHEVERRÍA, Comentarios..., XVII-2, com. art. 1302, cit., p. 279. También DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., p. 213, entiende que las excepciones que en sede de fianza se denominan puramente personales no pueden ser opuestas por el deudor solidario amparándose en el art. 1148 CC, aclarando en p. 434 que “excepción personal debe entenderse como una facultad de enervar el ejercicio del derecho de crédito, cuya atribución al deudor tenga carácter personalísimo o «inherente a su persona», como dice el art. 1.111, y en cuyo ejercicio, por consiguiente, no podrá ser sustituido por un tercero”. 224 MENU SALIR cedente de un contrato, pues éste sí es parte contractual y podría admitirse que la cesión “comportará la de la acción de anulación que correspondería al cedente, cuando la cesión misma no suponga confirmación”240. Por otro lado y respecto al argumento de que la concesión al asumente de una excepción que paralice la reclamación del acreedor evita posteriores operaciones de regreso si finalmente aquél consigue demostrar que concurría la causa de nulidad alegada, puede resultar dudoso en algunos casos, donde simplemente se trasladan las operaciones de regreso de una sede a otra: por ejemplo, si el asumente alega frente a la reclamación del acreedor (que ya cumplió por su parte o está dispuesto a hacerlo) la nulidad relativa de la valuta y el acreedor, no conforme con la alegación, le reclama infructuosamente el cumplimiento y posteriormente resuelve el contrato que le vincula frente al antiguo deudor mediante un requerimiento extrajudicial a éste. En esta situación y teniendo en cuenta que la declaración de nulidad debe hacerse como regla en un proceso judicial241 y que la jurisprudencia viene exigiendo que la nulidad relativa se haga valer procesalmente por vía de acción (demanda-reconvención)242, pueden ocurrir dos cosas: Otra tesis es la de PUIG FERRIOL (“Régimen jurídico de la solidaridad de deudores”, en Libro-Homenaje a Roca Sastre, tomo II, Madrid, 1976, pp. 458-461), que distingue también tres grupos: las excepciones derivadas de la naturaleza de la obligación, las personales y la compensación, estimando que el párrafo segundo de la actual redacción del art. 1148 responde a la intención del legislador de admitir la posibilidad de que la compensación pudiera ser alegada por quien no era titular del contracrédito, algo que no era posible con el art. 1067 del Proyecto de 1851, que era el equivalente al actual. 240 DELGADO ECHEVERRÍA, Comentarios..., XVII-2, com. art. 1302 cit., p. 280; CLAVERÍA GOSÁLBEZ, L. H., La confirmación del contrato anulable, Bolonia, 1977, pp. 136138. 241 Salvo que se admita que la nulidad puede ser objeto de un arreglo entre las partes en forma privada: así, DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., I, cit., pp. 461-462, y de forma más amplia en cuanto a su admisión, DELGADO ECHEVERRÍA, Comentarios..., XVII-2, com. art. 1301, cit., pp. 249-250. 242 Vid., respecto a contratos celebrados por uno de los cónyuges sin el consentimiento del otro, SSTS de 15 de febrero de 1980 (RJA 935), 25 de mayo de 1987 (RJA 3582), 6 de octubre de 1988 (RJA 7387), 7 de junio de 1990 (RJA 4741), 22 de diciembre de 1992 (RJA 10635) y 18 de junio y 22 de diciembre de 1993 (RJA 4685 y 10104) (recogidas por SANZ HEREDERO, J. D., “La nulidad relativa de los contratos”, en Cuadernos de Derecho Judicial, (El negocio jurídico. La ineficacia del contrato), XXXV, CGPJ, Madrid, 1994, pp. 202-203), así como la de 16 de octubre de 1999 (RJA 7331) (también mencionada por DÍEZ-PICAZO- GULLÓN BALLESTEROS, Sistema..., II, cit., p. 111). 225 MENU SALIR a) Que no esté de acuerdo el antiguo deudor con la resolución por entender que concurre la causa de nulidad alegada. El acreedor tendrá que iniciar un proceso judicial y demandar al antiguo deudor para obtener lo entregado (lo pedirá ex art. 1123.I) o para reclamar en su caso una indemnización de daños y perjuicios (art. 1124), aunque el examen de la nulidad será prioritario a la resolución243. b) Que entienda el antiguo deudor que no concurre la causa de nulidad alegada por el asumente, o que concurriendo, él mismo confirmó el negocio, como principal legitimado para ello (arts. 1311: “el que tuviera derecho a invocarla [la nulidad]” y 1312 CC). En este caso, deberá (salvo que prefiera simplemente soportar las consecuencias de la resolución) pagar al acreedor o convencer al asumente para que lo haga si quiere evitar la resolución y la reclamación de daños y perjuicios. Si no quiso o no pudo realizar el pago a tiempo (así, por desconocer el incumplimiento del asumente y no ser exigible en su caso el requerimiento a que se refiere el art. 1504 CC) sólo le queda discutir judicialmente con el acreedor la procedencia de la resolución o allanarse extrajudicialmente a las demandas de éste (arts. 1123.I y 1124). En cualquiera de los supuestos anteriores, el antiguo deudor dispondrá de una acción frente al asumente para reclamarle, además de lo que corresponda en virtud de las relaciones internas, los daños y perjuicios que haya tenido que abonar al acreedor debidos al incumplimiento del asumente. Y debe ser absolutamente claro que éste nunca podrá oponer a tal reclamación la nulidad relativa de la valuta porque entonces llegaríamos al absurdo de encontrarnos a quien ha sido parte en un contrato discutiendo que, por ejemplo, su consentimiento fue libre y no viciado, frente a quien no ha sido parte en el mismo y que defiende la nulidad del mismo por un vicio sufrido por el primero. Lo anterior evidencia que no puede concederse de forma incondicionada al asumente la oponibilidad de las excepciones derivadas de la anulabilidad de la valuta, y específicamente, no puede hacerse en forma tal que pueda dar lugar a un conflicto de intereses entre el especialmente protegido por la norma y aquel que pretende estarlo alegando un interés, por legítimo que este sea. Por ello, no puede 243 DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., p. 707. 226 MENU SALIR admitirse que el asumente pueda oponer la anulabilidad de la valuta en contra de la voluntad del antiguo deudor. Esta idea la expresa con claridad BASOZABAL cuando afirma para la expromisión (pero generalizable a los otros negocios): “Se trata de saber si es oponible por el asumente la anulabilidad de la relación de valuta, respetando así que sea el deudor –parte contractual protegida- quien decida sobre la suerte final del contrato anulable”244. Por ello, si el antiguo deudor no se opone, en tal caso la excepción es alegable no por aplicación analógica del art. 1302, sino porque entonces sería aplicable directamente: la limitación en cuanto a la legitimación activa establecida en él pretende proteger exclusivamente los intereses del contratante en quien concurre la causa de anulabilidad (salvo que otra cosa se establezca, como en el art. 1148 CC) y estos intereses quedan protegidos desde el momento en el que el asumente hace valer esta excepción sin contar con la oposición del antiguo deudor titular de los mismos245. Además, de no admitirse la oponibilidad de la anulabilidad se podría llegar a utilizar el art. 1302, pensado para privilegiar a quien sufrió el vicio, para beneficiar a la contraparte246. 244 BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., p. 108. Por esta misma razón, entendemos, no puede hacerse valer la anulabilidad por causa que afecte al acreedor frente a él mismo. 245 Con razón dicen DÍEZ-PICAZO- GULLÓN BALLESTEROS, Sistema..., II, cit., p. 109: “Frente a la nulidad absoluta o radical, la anulabilidad o nulidad relativa se construye por la doctrina y jurisprudencia como una medida de protección de unos intereses concretos y determinados, que sólo autorizan al titular de los mismos al ejercicio de la correspondiente acción, no a quien tenga un interés legítimo. Aquellos intereses son los del contratantes en quien concurra causa de anulabilidad recogida en la ley”. En el mismo sentido, DELGADO ECHEVERRÍA, Comentarios..., XVII-2, com. art. 1302, cit., pp. 272-274, salvo cuando el art. 1322 CC permite ejercitar la acción de anulabilidad a quien no fue parte en el contrato pero que sí era el titular del interés protegido (también la STS de 25 de junio de 1946; RJA 838). Por la misma razón, afirma CLAVERÍA GOSÁLBEZ, La confirmación..., cit., p. 118, que “es absolutamente admisible y explicable que sólo el protegido o los protegidos por las normas que establecen la anulabilidad de un determinado negocio jurídico puedan manifestar eficazmente su voluntad de una validez y de una eficacia definitivas de éste”. Por ello, cuando en pp. 134 y ss. analiza la legitimación de otros sujetos aparte de las víctimas de las irregularidades y de las personas principalmente implicadas en el contrato, en ningún momento incluye al asumente, a pesar de tener muy presente esta figura cuando trata de la cesión del contrato. 246 El argumento lo hemos tomado de PANTALEÓN PRIETO, “Cesión de créditos”, cit., p. 1123, en relación a su oponibilidad frente al cesionario (siempre que el cedente no haya confirmado el negocio): “También [podrá oponer], a mi juicio, la anulabilidad del contrato de cesión por haber concurrido en el cedente uno de los vicios que, según el artículo 1301 CC, la provocan, mientras la confirmación del contrato no se produzca (...). No se me contraargumente con el artículo 1302 CC, porque se acabaría entonces por utilizar un precepto destinado a privilegiar a quien sufrió el vicio frente a su contraparte, para obtener una conclusión que beneficia a ésta frente a aquél: si el deudor no puede oponer la excepción de anulabilidad, habrá de pagar al cesionario, incluso en aquellos casos en que al cedente le haya sido imposible ejercitar todavía la 227 MENU SALIR Por la misma razón, pero en este caso sobre la base que representa el art. 10 de la LEC247, interpretando que el párrafo segundo del mismo también ha de incluir los supuestos en los que la legitimación venga determinada por un acuerdo de voluntades, al asumente no está absolutamente vedado el ejercicio (normalmente judicial, excepcionalmente extrajudicial) de la acción/reconvención de anulabilidad, pero para ello debe contar con el consentimiento del titular de la misma. Indudablemente, estas precisiones descansan en la idea de que la acción de anulabilidad no es personalísima, sino que tiene un carácter eminentemente patrimonial248. No obstante y en sintonía con los arts. 1148, 1824 y 1853 CC, no podrá el asumente oponer la anulabilidad que descanse en la minoría de edad o en la incapacidad, porque éstas sí las entiende nuestro Código como personalísimas. Relacionada con la anterior posibilidad de que el asumente ejercite u oponga la acción de nulidad relativa, pero diferente a ella, está la cuestión de la cesión al asumente de esta acción. Porque una cosa es que el titular de la acción permita que otro sujeto la ejercite y otra distinta es que este titular ceda, inter-vivos, dicha acción a un tercero. En nuestra opinión (al contrario de lo que ocurre en los casos de cesión de contrato), la cesión de la acción no puede entenderse implícita en el contrato de asunción ni es una consecuencia lógica del mismo. Deberá constar con claridad y si el acreedor opone la falta de legitimación al asumente, éste deberá probar el acto del cual deriva la cesión, que no cabe presumirla en la duda. Más difícil es decidir si, probado el acto o negocio del cual deriva la cesión, ésta es admisible sin ningún otro condicionante. Al respecto, CLAVERÍA GOSÁLBEZ recoge la interesante sentencia de la Corte de Casación italiana de 18 acción de anulabilidad”. 247 Art. 10 LEC: “Serán considerados partes legítimas quienes comparezcan y actúen en juicio como titulares de la relación jurídica u objeto litigioso. Se exceptúan los casos en que por ley se atribuya legitimación a persona distinta del titular”. 248 Vid. CLAVERÍA GOSÁLBEZ, La confirmación..., cit., p. 136; DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., p. 213. 228 MENU SALIR de octubre de 1956249 para sentar el criterio de que la acción de anulación es cedible siempre que con ella se ceda también el interés correspondiente. En este caso, tal interés descansaba en el hecho de que el cesionario pudiera adquirir la propiedad de las fincas vendidas y entregadas por un incapacitado. Al respecto creemos de todo punto lógico que la cesión de la acción descanse en un interés que constituya la razón de la misma, pero tal interés, manifestado u oculto, no puede ser exigido o fiscalizado por el Ordenamiento Jurídico en forma distinta a como se hace en cualquier otro negocio jurídico, es decir, siempre y cuando tal interés no sea contrario a Derecho. Pero tal interés y su licitud se presumen (art. 1277 CC), correspondiendo a los tribunales analizar, conforme a los criterios interpretativos de los contratos (arts. 1281 y ss.), si el legitimado para impugnar es el cedente (antiguo deudor), el cesionario (asumente) o ambos250; más bien, el interés correspondiente se torna como un criterio interpretativo especialmente útil para decidir, en la duda, a quién corresponde la legitimación (especialmente, arts. 1281.II, 1284 y 1286, interpretando que la intención de los contratantes fue la de que la acción corresponda a quien, según el contrato, sea el titular del interés protegido por dicha acción). Otra cuestión debe ser analizada: si el asumente está obligado, si nada se pactó, a oponer la anulabilidad de la valuta cuando así se lo comunique el antiguo deudor. En tal caso, se halla el asumente en la tesitura de, o bien, oponer la excepción y arriesgarse a sufrir frente al acreedor las consecuencias derivadas del incumplimiento del contrato (intereses, daños y perjuicios) si finalmente se declara que la excepción no procedía, o bien, no oponer la excepción y arriesgarse a sufrir las consecuencias de ello en sus relaciones con el deudor antiguo si 249 CLAVERÍA GOSÁLBEZ, La confirmación..., cit., pp. 134-136. Según nos cuenta este autor, una señora mayor vendió algunas fincas a dos personas en 1936, justamente tres años antes de ser incapacitada judicialmente y cuatro antes de fallecer. Le sucedieron sus dos hermanos y, a la muerte de uno de ellos, la esposa sucesora cedió, mediando un precio, a un tercero todas las acciones y excepciones que le pudieran corresponder para anular aquella venta (por incapacidad) y recuperar la propiedad de las fincas. Era condición de la mencionada cesión que los tribunales declararan la nulidad de la venta, y en el proceso entablado se discutía si tal acción de anulación podía cederse validamente al cesionario (lo que finalmente admitió la Corte de Casación). 250 Respecto a esto último, CLAVERÍA GOSÁLBEZ, La confirmación..., cit., p. 138. 229 MENU SALIR finalmente se declara que aquélla procedía251. Teóricamente caben dos posibles soluciones: una, entender que el asumente está obligado en todo caso a oponer la excepción y que posteriormente podrá exigir del antiguo deudor los eventuales gastos (incluidos los judiciales), intereses moratorios o perjuicios que hubiera tenido que pagar al acreedor en caso de no prosperar, así como otros daños que pudiera demostrar; otra, entender que el asumente es libre para decidir acerca de la oponibilidad. Como de ningún sitio puede extraerse, salvo que otra cosa se hubiere acordado, una tal obligación a cargo del asumente, sino todo lo contrario puede deducirse de los arts. 1148 y 1840 CC252 para el mismo problema respecto a la solidaridad y la fianza, la segunda de las soluciones es la única que puede considerarse. El asumente no está obligado a oponer la anulabilidad de la valuta, aunque tampoco puede decirse que su negativa en todo caso esté exenta de consecuencias para él. Como regla, habrá de entenderse que, como deudor que es, debe cumplir su obligación cuando venza y sea exigible, pero la buena fe impone que si el antiguo deudor le comunica la existencia de una excepción de este tipo y le presenta los suficientes medios de prueba de forma que, atendidas las circunstancias, una persona razonable no tendría duda alguna sobre su procedencia, debe el asumente que no la opuso sufrir la oposición de la misma en 251 Habida cuenta de la imposibilidad de que el asumente pueda en estos casos liberarse de la deuda consignando la cosa debida. Por un lado, porque no procede la aplicación analógica del art. 1176.II in fine: “y cuando varias personas pretendan tener derecho a cobrar”, ya que el asumente nada tiene que pagar o devolver al deudor antiguo; por otro, porque en los supuestos del art. 1176.I tiene que hacerse el ofrecimiento de pago al acreedor y negarse éste injustificadamente a recibirlo, lo que no ocurre en el caso planteado. Finalmente y a pesar de la opinión de CANO MATA favorable a la aplicación analógica de otros supuestos distintos de los específicamente establecidos (“La consignación”, ADC, 1969, p. 758: “Procederá además consignar en todos aquellos casos en que el cumplimiento de la obligación se haga más gravoso al deudor, por causas no imputables al mismo”, siguiendo la opinión de los anotadores PÉREZ GONZÁLEZ y ALGUER), parece preferible el criterio de DÍEZ-PICAZO (Fundamentos..., II, cit., p. 534), que entiende deben limitarse a los expresamente recogidos en el art. 1176.II los casos de consignación en los que no sea preciso el ofrecimiento de pago y la negativa injustificada del acreedor a recibirlo. 252 Claramente el art. 1148 dice que el deudor solidario “podrá utilizar”, mientras que el 1840 se limita a imponer al fiador la carga de comunicar al deudor principal la intención de realizar el pago a fin de que éste le pueda suministrar información acerca del estado en que se encuentra la deuda y pueda hacer así valer frente al aquél las excepciones que procedan. Sin embargo y aunque la comunicación se produzca, no existe obligación alguna por parte del fiador de oponer las excepciones que entienda oponibles el deudor principal, sin perjuicio de las consecuencias, en las relaciones internas entre ambos, que tal negativa puede acarrear. 230 MENU SALIR sus relaciones con el antiguo deudor, salvo que finalmente se hubiere declarado por alguna razón su improcedencia. Por otro lado y lógicamente, no podrá oponer el asumente la nulidad relativa de la valuta cuando haya de entenderse que la asunción de la deuda ha provocado la convalidación, por confirmación, de la dicha relación. En este sentido han afirmado PLANIOL y RIPERT que “si la novación fuese aceptada por aquella de las partes que pueda ejercitar la acción de nulidad, en una época en que ya conocía el vicio de la primera obligación y en que éste había cesado, debiera entenderse tal actitud como expresión de la voluntad de confirmar la obligación anulable, haciéndose definitivamente regular la operación existente”253. La misma solución, en atención a lo establecido en el art. 1311 CC, debe defenderse en nuestro Derecho254. 3.3.3.- La excepción de incumplimiento y de cumplimiento defectuoso, la resolución y el saneamiento por vicios ocultos. A) La excepción de incumplimiento y de cumplimiento defectuoso. Respecto a la exceptio inadimpleti contractus (también la exceptio non rite adimpleti contractus; para nosotros, también las excepciones de los arts. 1467 y 1502 CC), se cumple la lógica y similar postura que respecto a la anulabilidad es reiterada por ADAME y por BASOZABAL: en contra de la oponibilidad el primero, a favor el segundo255. A ellos deben añadirse las opiniones de HEDEMANN, que entiende que sí se transmite al asumente esta excepción aunque no le incumba en absoluto la contraprestación todavía no cumplida, y de GETE-ALONSO, a propósito de la STS de 5 de noviembre de 1990 (RJA 8464), 253 PLANIOL- RIPERT, Traité..., VII-2.º, cit., n. 1258, p. 588, literalmente recogido por AZURZA, “Notas..., cit., p. 601. En sentido parecido respecto a la novación, LAURENT, Principes..., XVIII, cit., n. 248, p. 265; SANCHO REBULLIDA, en Comentario del Código Civil, tomo II, com. art. 1208, Ministerio de Justicia, Madrid, 1991, pp. 309-310. 254 Sobre los requisitos de la confirmación, vid. CLAVERÍA GOSÁLBEZ, La confirmación..., cit., pp. 109 y ss; TORRES PRIETO, J. S., “La confirmación del negocio anulable”, en Cuadernos de Derecho Judicial (El negocio jurídico. La ineficacia del contrato), XXXV, CGPJ, Madrid, 1994, pp. 261-265. 255 ADAME MARTÍNEZ, Asunción..., cit., p. 441 en general, y más específicamente, 458460, de nuevo a partir de la idea de legitimación; BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., pp. 112-113 (para la expromisión) y 155-156, en su idea de control de los desplazamientos patrimoniales. 231 MENU SALIR que opina que no puede oponerse esta excepción por el asumente por no ser parte contractual (y por tanto, acreedor), esto es, porque se produce una asunción de deuda, no una cesión de contrato256. Aunque parece indudable que la recogida es la opinión de esta última autora sobre el asunto, sin embargo, merece ser matizada en atención a los hechos que dieron origen al pleito y a cómo fue éste planteado. La entidad “Osborne y Cía, S. A.” acordó suministrar 3.000 cajas de coñac “Magno” a doña Pilar M. E. por un precio que ascendía a 3.127.465 ptas., aunque sólo se suministraron las 1.000 primeras cajas, cuyo precio (1.523.970 ptas.) resultó impagado. Dos años después de la venta, el esposo de la compradora asumió esta deuda frente a la acreedora y fueron suscritas al efecto cuatro cambiales, que también resultaron impagadas. Así las cosas, la vendedora interpuso demanda contra el matrimonio reclamando la cantidad adeudada, a lo que se opusieron éstos alegando la prescripción de tal acción y formulando reconvención solicitando se condenase a la demandante a entregar las 2.000 cajas restantes para el caso de que la demanda fuere estimada. En primera instancia se desestimó la demanda apreciándose la prescripción (no se entró, por tanto, en la reconvención), mientras que en apelación se estimó la demanda en el sentido de condenar al asumente, don José María G. E, y absolver a su esposa, liberada mediante tal asunción. En cuanto a la reconvención, entendió la Audiencia que mal podía aquél pedir el cumplimiento cuando se ha acreditado su incumplimiento total y absoluto. En el recurso de casación interpuesto por el condenado, el TS afirma sobre la reconvención: “no es posible tutelar su petición de resolución del inicial contrato, porque inexistente el previo estado de regularidad en pos del cumplimiento que requiere ese artículo [se alegaba infracción del art. 1124 CC] para defenderse de una previa infracción de la contraparte, por lo que el recurso ha de desestimarse”. 256 HEDEMANN, Tratado..., III, cit., pp. 211-212, con estas palabras: “Las excepciones derivadas de la relación obligatoria se transmiten también al nuevo deudor, por ejemplo, incluso la excepción de «contrato no cumplido», aunque no le incumba en absoluto la contraprestación todavía no cumplida. A ser posible, el nuevo deudor, en virtud de su relación interna con el antiguo, está obligado a alegar la excepción, para garantizar de esta forma la contraprestación a favor del antiguo deudor”; MÖSCHEL, en Münchener Kommentar..., 2, cit., § 417, RdNr. 3, en relación al § 320, que regula esta excepción; GETE-ALONSO Y CALERA, M. C., comentario a la STS de 5 de noviembre de 1990, en CCJC n.º 24, 1990, p. 1191. 232 MENU SALIR Aunque GETE-ALONSO257 afirme que el demandado y recurrente ejercitó la exceptio non adimpleti contractus, parece que la realmente ejercitada por los demandados fue la acción de cumplimiento (la entrega de las restantes 2.000 cajas de coñac), que era claramente improcedente por dos razones: primera, porque el asumente, efectivamente, no es acreedor (no hubo cesión de contrato) y por ello no puede pedir el cumplimiento de una obligación ajena (la acreedora por las otras 2.000 cajas es su esposa), y segunda, porque en todo caso, tampoco prosperaría el ejercicio de esta acción por parte de la acreedora, puesto que entonces la demandante le opondría precisamente la excepción de falta de cumplimiento de su obligación de pago del precio. En cualquier caso y partiendo de que lo ejercitado hubiere sido la excepción de incumplimiento, no compartiríamos la opinión de esta autora porque para su ejercicio no se precisa ser acreedor; únicamente es preciso esta condición para solicitar el cumplimiento (o la restitución de lo entregado), pero no para oponerse al cumplimiento. Por ello, nuestra opinión al respecto coincide con la expuesta respecto a la anulabilidad, también por las mismas razones, de manera que si el acreedor titular del interés (el antiguo deudor) no manifiesta otra cosa, el asumente podrá oponer esta excepción. B) La resolución de la valuta y el saneamiento por vicios ocultos. En el hipotético caso de que el acreedor no haya cumplido ni esté dispuesto a cumplir la prestación debida al antiguo deudor y el asumente haya cumplido o esté dispuesto a cumplir la contraprestación asumida, cabe plantear si éste puede resolver el contrato que vincula a acreedor y deudor anterior. Acogemos la opinión de DÍEZ-PICAZO respecto a la cesión de créditos, y que bien podría extenderse a la asunción de deuda, según la cual el asumente no tiene legitimación ya que: “El cesionario es un tercero en relación con el sinalagma y carece de interés legítimo en la resolución del contrato, ya que a él no le corresponde la recuperación de la contraprestación efectuada, ni tampoco la liberación de las obligaciones que se encuentren todavía pendientes”258. Por ello, 257 GETE-ALONSO, com. a la STS de 5 de noviembre de 1990, loc. cit. 258 DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., p. 709; BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., 233 MENU SALIR entendemos que podrá el asumente oponerse al cumplimiento en las condiciones antes mencionadas, pero no podrá ejercitar la acción de resolución259. En las relaciones internas entre los dos deudores, si la asunción era solvendi causa, la situación resultante tras la resolución será: el asumente conserva la contraprestación que recibió en su caso del antiguo deudor (de la que se derivaba su deuda frente a éste), habrá extinguido dicha deuda mediante la asunción y no tendrá que hacer frente al pago de la que le vinculaba al acreedor como consecuencia de la resolución. Por ello, la nivelación entre ambos deudores debe producirse admitiendo una acción de enriquecimiento del antiguo deudor frente al asumente. Si el asumente ya había pagado, ninguna acción cabe entre ellos. En la asunción credendi causa, la situación se presenta un tanto compleja. Acudiremos al siguiente ejemplo: un banco asume la obligación (en todo o en parte) de pago del precio de una compraventa frente al vendedor (acreedor), suscribiendo para ello un contrato de préstamo con la parte compradora (deudor antiguo). Si el vendedor incumple su obligación de entrega de la cosa y el comprador (contando con que el banco pagó en todo o en parte el precio o está dispuesto a hacerlo) resuelve el contrato de compraventa, no debe existir duda sobre la posibilidad de ejercicio de acciones restitutorias: el comprador podrá pedir la la restitución de la parte del precio entregado al vendedor, aunque el pago lo hubiere, de hecho, realizado el asumente. En este caso, para la nivelación de las relaciones internas entre ambos deudores debe acudirse al grado de ejecución del préstamo (que está vinculado, y constituye su base, a la asunción del pago del precio): el comprador y deudor antiguo tendrá que pagar, entre otros que se deriven del contrato de préstamo, los intereses pactados y el capital que el prestamista hubiere satisfecho al vendedor, aunque el comprador no lo hubiere recuperado a pesar del ejercicio de las acciones restitutorias (incluida la quita derivada del concurso del vendedor). Si el contrato cit., p. 112, para la expromisión, pero parece que también extensible a los otros negocios jurídicos de asunción de deuda. Lo mismo, en la doctrina alemana: LARENZ, Lehrbuch..., I, cit., p. 606, pues la facultad de resolución del § 346 BGB permanece en poder del antiguo deudor; WESTERMANN, en ERMAN, B.G.B. Handkommentar, 1, cit., § 417, RdNr. 6; MÖSCHEL, en Münchener Kommentar..., 2, cit., § 417, RdNr. 4, pues no se ha producido una cesión de contrato. 259 A salvo la cesión, mediante negocio, de la titularidad de la acción de resolución: STS de 23 de octubre de 1984, en un supuesto de cesión de créditos. 234 MENU SALIR entre vendedor y comprador se inserta dentro de un contrato de suministro, podrá el prestamista exigir del prestatario el capital, con sus intereses, entregado al suministrador en pago de las ventas firmes realizadas con anterioridad y no afectadas por la resolución. Por último, en la asunción donandi causa, desaparecida la obligación asumida como consecuencia de la resolución del contrato del cual derivaba, ninguna acción queda al antiguo deudor frente al asumente. Pero si el asumente ya había cumplido, podrá éste exigir del antiguo deudor la restitución, aunque creemos que, en este caso y por tratarse de una donación en las relaciones internas, con el límite de lo efectivamente recuperado por el deudor antiguo frente a la parte contractual incumplidora (el acreedor, para el asumente). Estas ideas referidas expresamente para la resolución entendemos son de aplicación, con las adaptaciones pertinentes, al ejercicio de las acciones edilicias de saneamiento por vicios ocultos y de rescisión por lesión. 3.3.4.- La compensación. No existe para la asunción de deuda un precepto similar al 1198 CC para la cesión de créditos260, y tampoco parece trasladable sin más de una a otra sede261. 260 Para el Derecho alemán existe la previsión del § 417.I in fine del BGB, que establece que el asumente no puede compensar un crédito correspondiente al anterior deudor, “ya que no puede disponer del mismo, en cambio, sí puede alegar la compensación declarada por el deudor antes de asumirse la deuda” (ENNECCERUS, Derecho de obligaciones, I, cit., p. 419), aunque será así siempre y cuando no se derive otra cosa de esas mismas relaciones internas. También el art. 179.II del Código suizo de las obligaciones establece que el asumente no puede hacer valer, salvo estipulación en contrario al traspasar la deuda, las excepciones que competan personalmente al deudor, y entre éstas debe incluirse, según VON TUHR (Tratado..., II, cit., p. 342), la compensación porque: “no tiene poder para disponer de estos créditos, que no son de su pertenencia. Pero además, aunque el deudor le autorizase para ello, no podría tampoco compensarlos, por faltar el requisito de la reciprocidad de los créditos, esencial a la compensación. Si se admitiese aquí la posibilidad de ésta, quedaría frustrada la finalidad de la asunción de deuda, pues a lo que ésta tiende es a que el transmisionario la pague de su propio bolsillo”. Para el Derecho italiano y únicamente para la expromisión, dispone el art. 1272.III in fine del Codice que no puede oponer el asumente la compensación que podría haber opuesto el deudor originario, siempre que se haya verificado antes de la expromisión. Otro tanto debe predicarse respecto a la delegación, pues la compensación quedaría incluida en la regla de la inoponibilidad de las excepciones derivadas de la valuta, salvo pacto en contrario, que establece el art. 1271.III. Por último y para el accollo, parece que la regla favorable a la oponibilidad de las excepciones de la valuta establecida por el art. 1273.IV permitirá en principio oponer esta excepción, salvo que otra cosa se derive “de los límites en los cuales ha asumido la deuda”. 261 Partiendo, respecto a la compensación, de las ideas ya expresadas en el apartado 4.1.1 (Asunción solvendi causa) del capítulo primero del presente trabajo. 235 MENU SALIR No sólo porque se trata de instituciones distintas, sino también porque el 1198 está pensado desde el punto de vista del deudor cedido, es decir, de uno de los sujetos de la relación obligatoria originaria, situación que no concurre en un extraño a dicha relación como es el asumente. Sin embargo, ello no quiere decir que algunas de las ideas que subyacen en aquel precepto no puedan ser aplicables a la asunción, sobre todo respecto a la protección que merece el deudor antiguo en quien concurra una situación de compensabilidad con anterioridad a su sustitución. A falta de previsión legal y de acuerdo, siquiera tácito, entre los afectados, la búsqueda de soluciones razonables en la doctrina (dentro de las exigencias de los arts. 1195 y ss. CC y a salvo la compensación convencional) parece que se ha orientado hacia las siguientes ideas262: 1.ª) el antiguo deudor no puede resultar perjudicado por el negocio jurídico de asunción en el que no ha participado (incluido cuando se opone); 2.ª) el asumente no puede tampoco resultar perjudicado en sus relaciones internas con el anterior deudor por el justificado desconocimiento de una situación de compensabilidad en cabeza de éste; y 3.ª) Para la oponibilidad de la compensación por el asumente no es absolutamente necesario que el vencimiento, liquidez y exigibilidad del contracrédito del antiguo deudor se verifiquen al tiempo de la asunción de la deuda, siempre y cuando el hecho o negocio del que derive sea anterior a la asunción y el vencimiento, liquidez y exigibilidad de la deuda del asumente sea posterior a la del contracrédito. Salvo acuerdo en contrario (en general, derivado de las relaciones internas entre los deudores), las anteriores ideas deben combinarse en los distintos supuestos que pueden producirse de la siguiente forma: A) El asumente podrá oponer la compensación derivada de la relación de valuta cuyos presupuestos se hayan verificado antes de la asunción o en las condiciones establecidas en la idea 3.ª) antes expresada, aunque no exista el “derecho propio” y la “reciprocidad” entre ambos del art. 1195 CC263. Podrá sufrir 262 Seguimos en este apartado básicamente a BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., pp. 156-158 y algunas ideas de PANTALEÓN PRIETO, “Cesión de créditos”, cit., pp. 1119-1122. 263 Opina DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., p. 546, que convendría distinguir según 236 MENU SALIR en la relación de cobertura las consecuencias de no haber opuesto la compensación conocida y verificada por él mismo o conocida a través de la información suministrada y verificada suficientemente por el antiguo deudor. Pero será inmune a cualquier excepción derivada de la no oponibilidad de la compensación en otro caso. B) El antiguo deudor, desde el momento en el que haya dejado de serlo, no podría en principio oponer la compensación a quien ha dejado de ser su acreedor, puesto que faltaría el requisito de la mutua reciprocidad. Sin embargo, la cuestión no puede ser tan simple cuando, al tiempo de la asunción, se hubieran verificado ya los presupuestos de la compensación, aunque ésta no se hubiere hecho valer. En tal caso no parece admisible que la asunción de la deuda desconocida por el antiguo deudor pueda privarle a él de hacer valer la compensación. La buena fe exige en este caso que el acreedor ponga en conocimiento de quien era su deudor la existencia de la asunción a fin de que éste pueda hacer valer por sí mismo esta excepción o pueda comunicarlo al asumente para que sea éste quien la haga valer si el acreedor le exige el cumplimiento de la obligación. Si el que los presupuestos de compensabilidad se hubieren producido o no en el momento de la asunción, de forma que en el primer caso es admisible la compensación por el asumente y en el segundo no. Al mismo resultado llegan ADAME MARTÍNEZ, Asunción..., cit., p. 450 y LAGUNA IBÁÑEZ, La delegación..., cit., p. 172, y sobre la base de tratarse de una circunstancia que representaría la extinción anterior de la deuda de la deuda asumida ex art. 1202 CC, los anotadores PÉREZ GONZÁLEZ y ALGUER, Derecho de obligaciones, I, cit., p. 421 y COSSÍO Y CORRAL, “La transmisión pasiva de las obligaciones a título singular”, en AAMN, I, 1945, p. 197. Sin embargo, en nuestra opinión y siguiendo similar criterio defendido por PANTALEÓN PRIETO para la cesión de créditos (en “Cesión de créditos”, cit., p. 1121), creemos que puede ser oponible también la compensación de un contracrédito derivado de un hecho o negocio anterior a la asunción y cuyos presupuestos de compensabilidad se hayan verificado después de ésta (para PANTALEÓN, después del conocimiento de la cesión por el deudor), pero antes de la concurrencia de los presupuestos de compensabilidad del crédito del acreedor frente al asumente. Por fin, parecen contrarios a la posibilidad de oposición por parte del nuevo deudor de la compensación, DÍEZ-PICAZO GIMÉNEZ, G., “Derecho propio y reciprocidad en la compensación legal de créditos”, RCDI, n.º 645, 1998, pp. 467-468, sobre la base de un planteamiento general determinado (“La liberación del deudor originario (por delegación o por asunción) entraña, como es obvio, la extinción de la obligación del deudor con el acreedor y, por ello, la desaparición de todas las excepciones que afectaban a su relación”) y porque niega que el asumente pueda “oponer un crédito ajeno para compensar su propia obligación”, PUIG FERRIOL, “Asunción..., cit., p. 356, sobre la base técnica de ausencia del requisito de reciprocidad y GONZÁLEZ PALOMINO, “La adjudicación para pago de deudas”, AAMN, I, 1945, p. 236, recogiendo la opinión de VON TUHR: “La compensación de manera especial queda fuera del alcance del deudor nuevo porque de otra forma pagaría no con sus propios medios, sino a costa y cargo del deudor antiguo”. 237 MENU SALIR acreedor no cumple este deber derivado de la buena fe, debe entenderse, sin necesidad de acudir al efecto automático de la compensación, que el antiguo deudor conserva su derecho a oponer la excepción frente al acreedor, a pesar de no existir, estrictamente considerado, mutua reciprocidad. C) Una última duda que se suscita es si el consentimiento del antiguo deudor a la asunción de la deuda puede ser interpretado como una renuncia a oponer la compensación. Si así fuera, el asumente no podría oponer al acreedor esta excepción y tampoco podría oponerla el (antiguo) deudor respecto al posible exceso o parte de la deuda no asumida. A falta de precepto semejante al 1198 CC y habida cuenta de que, lo mismo que el deudor cedido puede desconocer la cesión, también el antiguo deudor puede desconocer la asunción, la solución no es clara. Desde luego y llevada la cuestión a sus últimas consecuencias, también podría plantearse respecto al acreedor: como partícipe de la asunción, ¿está por ello también renunciando a sus posibilidades de compensar? Una respuesta afirmativa a esta pregunta sería absurda, pero demuestra claramente que el consentimiento o la aceptación de la asunción no puede ser el único, y quizás principal, parámetro válido al respecto. Distinguiendo diversos supuestos, a lo más que puede llegarse en nuestra opinión es a lo siguiente264: sin precepto alguno que establezca otra cosa, la regla es que la renuncia a oponer la compensación no puede presumirse. Por ello, sólo cuando el antiguo deudor conocía o podía razonablemente conocer esta excepción y acepta o consiente la asunción sin advertir al acreedor o al asumente la reserva de la excepción, puede afirmarse que tácitamente renuncia a su oposición, siempre y cuando no concurra ninguna de estas circunstancias: que quepa dar otro sentido a la aceptación que le haga compatible con el mantenimiento de la excepción o que la asunción lo sea donandi causa. De esta forma se compagina el mantenimiento de la posición del deudor antes y después de la asunción con la protección que merece el asumente por la confianza o apariencia creada. 3.3.5.- La prescripción. El principal problema de la prescripción consiste en decidir si la asunción 264 Vid. PANTALEÓN PRIETO, “Cesión de créditos”, cit., p. 1127. 238 MENU SALIR provoca la interrupción de la prescripción en curso ex art. 1973 CC y la renuncia a la ya ganada ex art. 1935 CC. La cuestión debe resolverse analizando el significado que ha de darse a la participación de los posibles sujetos que pueden intervenir en la asunción de la deuda. Vistas las cosas desde el punto de vista del asumente, se ha afirmado que la asunción de la deuda significa un acto de reconocimiento de la misma por el nuevo deudor (y consiguiente interrupción de la prescripción en curso)265. Sin embargo y en forma paralela a lo que podría decirse para la compensación, constituiría un prejuicio entender sin más que quien asume, por el hecho mismo de hacerlo, esté manifestando su voluntad de hacerse cargo de una deuda nueva renunciando a toda prescripción ganada. Y no se diga en contra que es contradictorio querer asumir y pagar una deuda con extinguirla oponiendo esta prescripción ganada. Por eso, tal prescripción es oponible, salvo que conste la voluntad de renunciarla o así se derive de las relaciones internas entre los deudores. Cuestión distinta es que la deuda debe, en principio, entenderse asumida en el estado en que se encuentre en ese momento. Por ello, para saber si el asumente puede oponer eficazmente la prescripción ganada, debe estarse al comportamiento adoptado por quien coetáneamente a la asunción puede renunciarla: el deudor antiguo. En general se defiende que, si el antiguo deudor participa en el negocio jurídico del que deriva el cambio de deudor (delegación, asunción de deuda propiamente dicha, contrato plurilateral) o la acepta o consiente, se habrá producido una renuncia a la prescripción ganada o la interrupción de la misma (como “acto de reconocimiento de la deuda por el deudor”), mientras que si dicho 265 Así, STORCH DE GRACIA Y ASENSIO, “Construcción jurídica..., cit., nota n.º 116: “En punto a la prescripción de la obligación, entendemos que ésta se interrumpe por la asunción de deuda, que es, a estos efectos, un acto de reconocimiento de la misma por el nuevo deudor, subsumible en el tercer supuesto del art. 1973 CC” y GETE-ALONSO Y CALERA, comentario a la STS de 5 de noviembre de 1990, cit., p. 1187, por más que en puridad sea cierto, como también dice esta última autora, que “el que asume la deuda no la reconoce sino que en el acto de asunción constituye la deuda para sí mismo” (p. 1189). También VON TUHR, Tratado..., II, cit., p. 341, que admite que el asumente pueda invocar la prescripción ya consumada, “si bien el hecho de asumir conscientemente una deuda prescrita representará casi siempre un acto de renuncia a la prescripción”. 239 MENU SALIR cambio permanece ignorado o cuenta con la oposición del antiguo deudor, no se produce ninguno de estos hechos y podrá oponerse266. Por último y respecto al acreedor, se duda si su necesaria participación en el negocio de asunción puede significar interrupción de la prescripción por reclamación extrajudicial de la deuda, aunque parece difícil que así sea puesto que dicha reclamación debería realizarse frente al sujeto pasivo de la pretensión, es decir, el deudor (antiguo)267. Quizás pudiera darse en los casos de asunción con participación del antiguo deudor, pero entonces la interrupción se habrá producido por el reconocimiento de la deuda por este último. Ninguna especialidad plantea la prescripción comenzada en favor del asumente después de la asunción de la deuda. 3.4.- Las excepciones derivadas de la relación de cobertura (relación deudor antiguo-asumente). Hemos visto que en el Derecho comparado, señaladamente en Alemania, Francia e Italia, la regla claramente es la inoponibilidad de las excepciones derivadas de la relación de cobertura, salvo acuerdo en contrario. Sabemos también que para parte de la doctrina alemana y la mayor parte de la italiana, constituye una excepción a esta regla de la inoponibilidad la asunción de la deuda mediante acuerdo entre deudor y asumente consentido por el acreedor (el accollo italiano), puesto que tal negocio de asunción puede haberse configurado conjuntamente con la relación de cobertura como un negocio unitario. Por lo que a nuestro país se refiere, las cosas, a falta de regulación legal, no 266 Así, BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., pp. 158-159; ADAME MARTÍNEZ, Asunción..., cit., pp. 456-457; GETE-ALONSO Y CALERA, comentario a la STS de 5 de noviembre de 1990, cit., pp. 1187-1188, aunque referida su opinión exclusivamente a la sentencia comentada, en la que se produjo la intervención del antiguo deudor; VON TUHR, Tratado..., II, cit., p. 341, nota 3. En contra de la oponibilidad de esta excepción, MAZEAUD- MAZEAUD, Lecciones..., cit., n. 1228, p. 467. 267 Así, BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., p. 159, y con dudas, GETE-ALONSO Y CALERA, comentario a la STS de 5 de noviembre de 1990, cit., p. 1187 (también ADAME MARTÍNEZ, Asunción..., cit., p. 457, plantea la cuestión). PUIG FERRIOL, “Asunción..., cit., p. 357, se muestra favorable a la interrupción en este caso porque entiende que el consentimiento expresado por el acreedor a la asunción de la deuda supone una voluntad clara de conservar su derecho (el animus conservandi exigido jurisprudencialmente). 240 MENU SALIR están demasiado claras. DÍEZ-PICAZO268, sobre la base de la inadmisibilidad del contrato abstracto en nuestro Derecho (fundamento éste de la regulación alemana al respecto), entiende que “se puede sostener que las excepciones fundadas en vicios derivados de la relación subyacente, que existieron en el momento de producirse la asunción de deuda, pueden ser opuestos por el nuevo deudor al acreedor”, pero no “las excepciones que deriven del posterior desenvolvimiento de la relación entre el antiguo y el nuevo deudor”. Esto le permite afirmar, por un lado, que el asumente puede oponer que el contrato de asunción de deuda carecía de causa o que era ilícita, y por otro, no podrá oponer que no ha recibido del antiguo deudor la contraprestación prometida a cambio de la asunción de la deuda (excepción de incumplimiento contractual), debiendo contentarse con una acción de enriquecimiento frente al antiguo deudor269. Para ADAME270, las excepciones derivadas de la cobertura no son oponibles en principio porque el acreedor es un tercero ajeno a esta relación. Por ello, serán oponibles si éste conoce el vicio de la relación subyacente. Lo mismo opina BASOZABAL271, si bien haciendo suya la idea, procedente de la doctrina y la jurisprudencia alemanas, de que lo normal será que, cuando coincidan los sujetos de la relación de cobertura y los que configuran el contrato de asunción de deuda (asunción convenida por los deudores y consentida por el acreedor), dichas relaciones jurídicas se conformen como un todo unitario que afecte también al acreedor. Esta es también la postura que nos parece mas razonable y defendible. 268 DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., p. 863. 269 Vid. también DÍEZ-PICAZO, en la obra conjunta con DE LA CÁMARA, Dos estudios sobre el enriquecimiento sin causa, Ed. Civitas, Madrid, 1988, pp. 100 y ss., sobre la condictio indebiti. 270 ADAME, Asunción..., cit., p. 433. 271 BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., pp. 116 y ss. y 153-154. 241 MENU SALIR CAPÍTULO TERCERO: LA ASUNCIÓN CUMULATIVA DE DEUDA I.- INTRODUCCIÓN. II.- LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA. 1.- EL Derecho romano. 1.1.- Los actos de intercesión en el Derecho romano clásico. 1.2.- El constitutum debiti alieni. 1.3.- El Derecho romano justinianeo. 2.- La evolución durante la Época Intermedia. 3.- La exposición de POTHIER. 4.- La evolución posterior hasta el marco normativo actual. III.- LA POSICIÓN DE LA JURISPRUDENCIA. IV.- EL RÉGIMEN JURÍDICO DE LA ASUNCIÓN CUMULATIVA. 1.- Consideraciones generales: la relación entre el marco jurídico positivo y los caracteres de la asunción cumulativa. 2.- El régimen jurídico de la asunción cumulativa solidaria. 2.1.- Principales preceptos aplicables a las relaciones externas. 2.2.- El régimen de las obligaciones accesorias. 2.3.- El régimen de las excepciones oponibles por el asumente cumulativo. 3.- El régimen jurídico de la asunción cumulativa no solidaria, pero con reconocimiento de ius variandi al acreedor. 4.- El régimen jurídico de la asunción cumulativa no solidaria y sin reconocimiento de ius variandi o electionis al acreedor. 5.- Las relaciones internas: nivelación entre el asumente cumulativo y el deudor. 5.1.- Generalidades. 5.2.- Las acciones que corresponden al asumente. 5.3.- Conflictos de intereses en el derecho de regreso. 242 MENU SALIR CAPÍTULO TERCERO: LA ASUNCIÓN CUMULATIVA DE DEUDA. I.- INTRODUCCIÓN. Conocida es la amplia admisión por la doctrina y jurisprudencia españolas de la asunción cumulativa de deuda o de refuerzo. El término (“asunción cumulativa”) procede nuevamente de las anotaciones de PÉREZ GONZÁLEZ y ALGUER a la obra de ENNECCERUS1, aunque la terminología utilizada en ocasiones por la doctrina es diversa2. El reconocimiento jurisprudencial de la misma, una vez admitido el negocio de asunción de deuda con las SSTS de 22 de febrero de 1946 (RJA 254) y 10 de febrero de 1950 (RJA 194), se va a producir fundamentalmente a partir de la de 28 de septiembre de 1960 (RJA 3150), que será objeto de estudio más adelante y donde se reconoce por primera vez la existencia de una “asunción acumulativa o de refuerzo”3. A partir de ese momento la expresión se adoptará en resoluciones posteriores, unas veces para admitir su concurrencia (STS de 7 de diciembre de 1971; RJA 5154), otras para rechazarla (SSTS de 24 de abril de 1975 y 11 de diciembre de 1979; RJA 2095 y 4359), generalizándose la nomenclatura en los años ochenta (sentencias de 9 de junio de 1981, 8 de octubre de 1984, 17 de junio de 1985, 9 de octubre de 1987 y 1 y 15 de diciembre de 1989, entre otras; RJA 2518, 4765, 3293, 6930, 8786 y 8832, respectivamente). Precisamente en Alemania, de donde se toma el concepto por la doctrina española, la asunción cumulativa es el resultado de un esfuerzo doctrinal y jurisprudencial, aunque no materializado a nivel legal, con dos objetivos básicos: 1 ENNECCERUS, L., Derecho de obligaciones, 11.ª revisión por H. Lehman, trad. y notas de Blas Pérez González y José Alguer, vol. I, Ed. Bosch, Barcelona, 1933, p. 416. 2 SÁNCHEZ ROMÁN, F., Estudios de Derecho Civil, tomo IV, 2.ª edic., Madrid, 1899, p. 426, en relación al Derecho anterior al Código, utiliza el clásico término de “novación imperfecta”; DE DIEGO, Transmisión de las obligaciones según la doctrina y la legislación española y extranjera. La transmisibilidad de las obligaciones, Madrid, 1912, pp. 295 y 305, alude esporádicamente a la “transmisión cumulativa”; VALVERDE Y VALVERDE, C., Tratado de Derecho civil español, III, Valladolid, 1937, p. 197 utiliza la expresión “novación acumulativa”; PUIG PEÑA, F., Compendio de Derecho civil español, tomo III, vol. 1, Madrid, 1966, pp. 298299, nota 31 b) acoge la terminología que la doctrina utiliza indistintamente: “asunción acumulativa o de refuerzo” y “adhesión a la deuda”. 3 Su Ponente es precisamente BONET RAMÓN, que ya había manifestado su parecer favorable a la asunción de deuda (liberatoria) en el comentario a la STS de 22 de febrero de 1946 (RDP, 1946, pp. 548-551). 243 MENU SALIR por un lado, apartar a quien se hace cargo de una deuda ajena del estrecho margen de oponibilidad de excepciones que los §§ 422 a 425 BGB ofrecen al deudor solidario, reconduciendo tal aspecto hacia el § 334 en sede de contrato a favor de tercero y el § 417.I en sede de asunción liberatoria para la asunción acordada entre el deudor y el asumente (el equivalente al § 415), y hacia el 417.I cuando el acuerdo se produce entre el acreedor y el asumente (como el § 414)4; por otro lado, se pretendió por esta vía hacer eficaz una fianza que no lo era por defecto de forma (§ 766 BGB). Contrasta esta situación, en cuanto al reconocimiento legal de la figura, con el caso italiano, donde cada una de las formas liberatorias de asunción de deuda reguladas (delegazione, espromissione y accollo), tiene reconocida su correspondiente forma cumulativa (arts. 1268, 1272.I y 1273.III, respectivamente, del Codice civile) y cuyo régimen jurídico se aparta en algunas cuestiones del régimen de la solidaridad pasiva, acercándole a la estipulación a favor de tercero (básicamente, art. 1413) y a las formas liberatorias (así, en cuanto a la oponibilidad de excepciones), mientras que en Francia, donde sólo se recoge la novación, las formas acumulativas se admiten a través de las tradicionales novación y delegación imperfectas o no liberatorias. En nuestro país no se plantea el problema en términos de oponibilidad de excepciones porque no se dispone de una regulación alternativa a la solidaridad o 4 LARENZ, K., Lehrbuch des Schuldrechts, I, München, 1987, p. 610, ve una diferencia entre la asunción cumulativa pactada entre los dos deudores con el tipo normal de contrato a favor de tercero: la deuda del asumente debe regirse en su contenido según la deuda ya existente del antiguo deudor (lo mismo, MÖSCHEL, W., en Münchener Kommentar zum Bürgerlichen Gesetzbuch, 2, München, 1979, Vor §§ 414 y ss., RdNr. 12, siendo abstracto, lo mismo que el contrato de asunción liberatoria o privativa). Por ello, se aplica el § 417.I y podrá el asumente oponer las excepciones que se funden en la relación del antiguo deudor con el acreedor al tiempo de la asunción, mientras que el § 417.II será aplicable sólo cuando le haya sido notificada la deuda al acreedor (hasta entonces no es digno de protección), aplicándose mientras el § 334 y pudiéndose oponer las excepciones de la relación de cobertura (lo mismo, BROX, H., Allgemeines Schuldrecht, C. H. Beck’sche Verlagsbuchhandlung, München, 1989, RdNr. 419, p. 251; ZEISS, W., en SOERGEL, Bürgerlichen Gesetzbuch, 2, Stuttgart-Berlin-Köln, 1990, Vor §§ 414 y ss., RdNr. 6; WESTERMANN, H. P., en ERMAN, B.G.B. Handkommentar, 1, Münster, 1989, Vor §§ 414 y ss., RdNr. 6 y ss, considera que el asumente asume la deuda como propia, su obligación es dependiente en su nacimiento de la del deudor primitivo, pero es independiente en su desarrollo. El contenido de la obligación del asumente se determina conforme a la del deudor, por lo que carecerá de objeto con la inexistencia de la deuda primitiva, siendo aplicable el § 417; HEINRICHS, H., en PALANDT, Bürgerliches Gesetzbuch, München, 2003, Vor §§ 414 y ss., RdNr. 6-7; FIKENTSCHER, W., Schuldrecht, Berlin-New York, 1997, RdNr. 614, p. 377; MÖSCHEL, en Münchener Kommentar..., cit., Vor §§ 414 y ss., RdNr. 16; ZEISS, en SOERGEL, Bürgerlichen Gesetzbuch, 2, cit., Vor §§ 414 y ss., RdNr. 6-7. 244 MENU SALIR a la fianza, como ocurre en Alemania con las normas del contrato a favor de tercero y de la asunción de deuda. La cuestión está para nosotros en que, a nivel legal, parece que sólo disponemos de la fianza como marco básico de referencia para encauzar el hecho jurídico consistente en que un tercero se haga cargo de una deuda ajena. Pero nuestra fianza es, conforme a su concepción clásica al menos, una obligación subsidiaria, accesoria y en la que el único obligado internamente es el deudor principal, lo cual plantea el problema de determinar en qué medida es posible acudir a las normas de este contrato para calificar y dotar de regulación jurídica al hecho de que un tercero se obligue por una deuda ajena sin liberar al deudor de la misma. CARRASCO PERERA lo expone con suma claridad: “El CC no conoce otro contrato distinto de la fianza por virtud del cual un tercero distinto del deudor principal asuma una obligación cuyo objeto sea el cumplimiento de la prestación debida por aquél. Han desaparecido en nuestro sistema formas de intercesión personal procedentes del Derecho romano-común. Y no se han recogido en él otras formas de garantía o de concurrencia debitoria que, sin embargo, son tenidas como tal en la actualidad”5, para posteriormente llegar a la conclusión de que “la asunción cumulativa en cualquiera de sus formas no puede ser en nuestro Ordenamiento una de las simples formas de producir una «modificación» en la posición debitora, incluibles implícitamente en los artículos citados [se refiere, claro está, a los arts. 1203 y ss. CC], en igualdad de grado con la modificación novatoria; no se puede decir que sean especies de un mismo género. Porque entre «liberar» a un deudor y «crear una obligación de refuerzo» no existe una diferencia específica sino una diversidad sustancial” (...) ¿Dónde localizar entonces la técnica de la asunción cumulativa?. Lógicamente, en el espectro de la fianza, porque como nos dice SANCHO, «equivale a afianzamiento»”6. 5 CARRASCO PERERA, A., Fianza, accesoriedad y contrato de garantía, Ed. La Ley, Madrid, 1992, p. 70. 6 CARRASCO PERERA, Fianza..., cit., pp. 160-161. La cita de SANCHO REBULLIDA es de los Comentarios al Código Civil y Compilaciones forales, XVI-1.º, com. art. 1205, Edersa, Madrid, 1980, p. 745, nota 74, y viene referida esencialmente a la que él denomina “expromisión pactada por vía subsidiaria”: “La expromisión pactada por vía subsidiaria suele llamarse «intercesión» y equivale a un afianzamiento espontáneo (válido, al menos, en supuesto del art. 1.823, § 3.º)”. 245 MENU SALIR Entendemos que debe comenzarse por el análisis de las figuras que históricamente han servido para la misma finalidad que la asunción cumulativa y que han cubierto las necesidades de regulación de la misma. II.- LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA. 1.- El Derecho romano. 1.1.- Los actos de intercesión en el Derecho romano clásico. Aunque, en propiedad, el término obligación cumulativa debe reservarse en el Derecho romano para algunos supuestos del Derecho clásico en los que concurría una pluralidad de sujetos obligados cada uno de ellos individualmente a realizar por entero una prestación idéntica (sumándose unas a otras), pero independiente cada una de las demás7, nosotros tomaremos esta expresión para referirnos a una relación jurídica con una pluralidad de obligados, pero donde el cumplimiento por cualquiera de ellos la extingue para todos, siempre y cuando se cumpla una condición más: que uno de los sujetos obligados (nuestro asumente) lo haya sido sobrevenidamente, esto es, con posterioridad al nacimiento de la obligación del otro u otros obligados. Solamente así tiene sentido comparar algunas figuras romanas con la asunción cumulativa. En este Derecho, con el término “intercessio” se hacía referencia a todo acto por el cual una persona respondía voluntariamente de la deuda de otra, lo que podía dar lugar al nacimiento de una obligación solidaria o de una garantía, quedando quien intercedía obligado conjuntamente con el deudor principal (intercessio “cumulativa”), o bien resultar la sustitución del deudor principal por quien intercede, así, mediante un acto novatorio o declarando ante el acreedor ser él el único obligado desde el principio (intercessio “privativa”)8. Es indudable que 7 Vid. al respecto la nota 12 de nuestro capítulo primero. 8 El concepto, los ejemplos y la terminología los hemos tomado de ARIAS RAMOS, J.ARIAS BONET, J. A., Derecho romano, II, Ed. Revista de Derecho Privado, Madrid, 1986, p. 701. GARCÍA GARRIDO, M. J., Derecho Privado romano, Madrid, 1985, p. 352, también considera actos de intercesión, literalmente: prestar garantía real a la deuda de otro, ofrecerse como deudor solidario, sustituir al deudor cuya obligación se extingue y obligarse directamente para evitar que otro se obligue, y en idéntico sentido, KASER, M., Derecho romano privado, versión directa de la 5.ª edición alemana por José María Cruz Teijeiro, 2.ª edic., Ed. Reus, 1982, p. 255. En general, el estudio de los actos de intercesión suele ir referido al Senadoconsulto 246 MENU SALIR nuestro interés se centra en la intercesión que da lugar al nacimiento de una deuda solidaria y en la que origina una garantía personal. Respecto a la primera, aseguran ARIAS RAMOS y ARIAS BONET que si la unidad de acto que exigía la obligación solidaria no se daba “y Ticio, v. gr., prometía a Sempronio los mismos 100 que anteriormente y en acto distinto le había estipulado Cayo, éste y Ticio no eran deudores solidarios, sino que la obligación de Cayo quedaba extinguida y era sustituida por la de Ticio (novación). O bien, si las prestaciones prometidas eran iguales, pero no la misma, Ticio seguía debiendo 100 y Cayo también 100, dándose entonces acumulación, o según la terminología de algunos comentaristas, «obligaciones in solidum cumulativas»”[ambos deberán solidariamente 100]9. Respecto a la intercesión de garantía personal y como explica MIQUEL GONZÁLEZ10, en la época clásica coexisten tres formas de contrato verbal de fianza que han ido naciendo sucesivamente: sponsio, fidepromissio y fideiussio. Las dos primeras (denominadas genéricamente adpromissio11) son las formas más Veleyano del año 46 d. C. (recogido en el Título I del Libro XVI del Digesto), que prohibía a las mujeres interceder por otros: vid., además de los anteriores, DE LOS MOZOS TOUYA, J. J., “Los actos de intercesión y el senadoconsulto veleyano”, en Derecho romano de obligaciones, Homenaje al profesor José Luis Murga Gener, Ed. Centro de Estudios Ramón Areces, Madrid, 1994, pp. 463 y ss; FUENTESECA, P., Derecho Privado romano, 1978, pp. 208-209; GIMÉNEZCANDELA, T., Derecho Privado romano, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 1999, pp. 440-441. 9 ARIAS RAMOS- ARIAS BONET, Derecho romano, II, cit., p. 579. Esta posibilidad de solidaridad sobrevenida está expresamente recogida en D. 45,2,3,pr (Ulp. 24 Sab.): “En caso de promitentes solidarios no hay que temer la novación, pues aunque uno hubiera respondido antes y el segundo viniera después de un cierto tiempo, será consecuente decir que persiste la antigua obligación y se agrega la siguiente, y poco importa que prometa a la vez o separadamente, siendo así que han convenido el quedar obligados solidariamente, y no se produce novación alguna” (El Digesto de Justiniano, tomo III, versión castellana por A. D’Ors y Otros, Ed. Aranzadi, Pamplona, 1975, p. 522). 10 MIQUEL GONZÁLEZ, J., Curso de Derecho romano, Promociones y Publicaciones Universitarias, Barcelona, 1987, pp. 351-353. También recoge expresamente el Digesto la posibilidad de añadir a una obligación anterior una obligación de fianza en D. 46,1,6 (Ulp. 47 Sab.): “Estipulé de un deudor y no recibí fiador ninguno; luego quiero agregar un fiador: si llego a conseguirlo, se obliga como fiador <sin que haya novación>. (1) Lo mismo da que le obligue como fiador con término, bajo condición o simplemente. (2) Se puede salir fiador de una obligación tanto de una obligación futura como de una obligación anterior, con tal de que exista una obligación, aunque sea natural o futura” (El Digesto..., III, cit., p. 534). 11 La adpromissio se hace por una estipulación en la que el fiador promete lo mismo que el deudor había prometido en virtud de una estipulación precedente: GARCÍA GARRIDO, Derecho Privado..., cit., p. 347; DAZA MARTÍNEZ, J.- RODRÍGUEZ ENNES, L., Instituciones de Derecho privado romano, 2.ª edic., Madrid, 1997, pp. 263 y ss. El fideiussor, sin embargo, no promete aquello mismo que el deudor principal había prometido (no era un adpromissor), sino que 247 MENU SALIR antiguas, la sponsio, como institución del ius civile, sólo accesible a los ciudadanos romanos, mientras que la fidepromissio, del ius gentium, es accesible a los extranjeros. Presentan como inconvenientes que sólo sirven para garantizar obligaciones verbales y que no se transmiten mortis causa a los herederos, lo que dará lugar al nacimiento de la forma más moderna, la fideiussio, que supera estos problemas. En cualquiera de estas formas, la fianza verbal es una obligación accesoria, lo que conlleva: que el fiador promete lo mismo que el deudor principal o menos (no puede obligarse a más ni a cosa distinta), que su obligación presupone la existencia de la obligación principal, que dispone de las mismas excepciones que el deudor principal y que su obligación se extingue por la litis contestatio con el deudor principal. En cuanto a los efectos y pensando sobre todo en la fideiussio, debe decirse que deudor principal y fiador son obligados solidarios en el sentido de que el acreedor puede elegir entre uno u otro12. se declaraba responsable del cumplimiento de la obligación principal por el deudor: SCHULZ, F., Derecho Romano clásico, trad. directa de la edición inglesa por José María Cruz Teijeiro, Ed. Bosch, Barcelona, 1960, p. 477, FUENTESECA, Derecho Privado romano, cit., pp. 205-206 y D’ORS, A., Derecho Privado Romano, Ediciones Universidad de Navarra, S. A., Pamplona, 1991, § 446, p. 502. A pesar de no tratarse exactamente de una forma estipulatoria, la acción que procedía era una actio incerti como la de la estipulación. 12 Diversas normas, básicamente de la época republicana, regularon las relaciones entre los distintos sujetos. En las relaciones entre los fiadores en caso de pluralidad: la lex Apuleia limita la responsabilidad de sponsores y fidepromissores (no aplicable a los fideiussores), en caso de ser varios, al establecer que responderán a partes iguales y conceder una acción para que quien pagó más de su parte pueda exigir de los demás el excedente (Gayo, 3,122); la lex Furia, posterior y sólo para las estipulaciones celebradas en Italia, limitó la responsabilidad derivada de la sponsio y la fidepromissio al transcurso de dos años y estableció que cada fiador responda por su cuota, y si uno de ellos pagó en exceso, podrá proceder éste contra el acreedor (Gayo, 3,121); la lex Cicereia contribuyó al establecimiento de las cuotas al obligar al acreedor a que manifieste públicamente el objeto y cuantía de su crédito y el número de fiadores, de forma que si no lo hace, los fiadores pueden en un plazo de 30 días provocar que se declare la falta de manifestación quedando libres, lo cual era también costumbre aplicar a los fideiussores (Gayo, 3,123); una epístola de Adriano del siglo II d. C. extiende a los fideiussores la división de la deuda entre los fiadores solventes al tiempo de la litis contestatio, pudiendo el demandado demostrar la solvencia de otros cofiadores, en cuyo caso será condenado sólo a su parte proporcional; la lex Cornelia estableció el límite máximo de fianzas que podían establecerse entre los mismos sujetos (Gayo, 3,124 y ss.). En cuanto a las relaciones entre los fiadores y el deudor: la lex Publilia concedió al sponsor que pagó una acción penal (actio depensi) contra el deudor dentro de los seis meses siguientes al pago por el doble de lo satisfecho (Gayo, 3,127) y la lex Furia la extendió al fideipromissor (Gayo, 4,22); la fideiussio nace, en principio, sin específica acción de regreso, pero la Jurisprudencia tiende a conceder al fiador la actio mandati contraria (Gayo 3,127) o la propia de la gestión de negocios y también se reconoció que el acreedor pudiera ceder al fiador su crédito contra el deudor principal, siempre que la acción no se hubiera consumido ya por la litis contestatio, aunque tal cesión quedaba a voluntad del acreedor (Jul. D. 46,1,17). 248 MENU SALIR A las formas verbales de fianza deben añadirse otras instituciones con similar función económica, a saber: el mandatum pecuniae credendae (o mandatum qualificatum), el receptum argentarii, la fideiussio indemnitatis o estipulación de indemnidad, una estipulación penal con promesa de un tercero y el constitutum debiti alieni13. Mediante el primero, una persona (mandante) encarga u ordena a otra (mandatario) que conceda crédito a un tercero, quedando él responsable de la solvencia del tercero y disponiendo el mandatario de la actio mandati contraria en caso de que este tercero no cumpla14. El receptum argentarii consiste en un negocio abstracto no estipulatorio por medio del cual un banquero asume una deuda ajena. De él nace la actio recepticia a favor del acreedor, que tiene que probar el receptum del banquero, pero no la existencia de la deuda asumida15. La fideiussio indemnitatis, por su parte, supone la promesa de pagar lo que no pague un tercero, pero evitando así el régimen solidario con el tercero (deudor principal). Mediante la estipulación penal con promesa de un tercero, éste promete una cantidad de dinero condicionada al incumplimiento de otra obligación cualquiera. Por fin, la última de las figuras señaladas se tratará con más detenimiento. 1.2.- El constitutum debiti alieni. Aunque es claro que se trataba de un compromiso o convención desprovista de forma y que no pertenecía a la categoría de los contratos, sin embargo, la ubicación que la doctrina hace de la figura es diversa. Así, ORTEGA Y CARRILLO DE ALBORNOZ la estudia dentro de los denominados pactos, Sobre estos plebiscitos, vid. básicamente FREZZA, P., Le garanzie delle obbligazioni. Corso di Diritto romano, vol. I (Le garanzie personali), CEDAM, Padova, 1962, pp. 14-21; GARCÍA GARRIDO, Derecho Privado..., cit., pp. 348-349; KASER, Derecho romano..., cit., pp. 251 y ss.; D’ORS, Derecho Privado..., cit., § 445, pp. 501-502; MIQUEL GONZÁLEZ, J., Curso..., cit., p. 352; FERNÁNDEZ BARREIRO, A.- PARICIO, J., Fundamentos de Derecho Patrimonial Romano, Ed. Centro de Estudios Ramón Areces, Madrid, 1991, pp. 443-444; ARCHI, G. G., “Sul concetto di obbligazione solidale”, en Scritti di Diritto romano, vol. I, Milano, 1981, pp. 299 y ss; REYES LÓPEZ, M.ª J.- BUIGUES OLIVER, G., “Notas para un estudio históricocrítico de la fianza”, ADC, 1996-IV, pp. 1468-1473 y 1481 y ss. 13 La enumeración la hemos tomado de D’ORS, Derecho Privado..., cit., § 449, p. 505. 14 ARIAS RAMOS- ARIAS BONET, Derecho romano, II, cit., p. 700; FREZZA, Le garanzie..., cit., pp. 199 y ss; FUENTESECA, Derecho Privado romano, cit., p. 208. 15 FREZZA, Le garanzie..., cit., pp. 274-282. 249 MENU SALIR IGLESIAS dentro de las “promesas abstractas del Derecho pretorio” y FUENTESECA en el epígrafe de cierre “otras instituciones de garantía”, aunque parece más correcto su inclusión en lo que D’ORS llama “préstamos pretorios”16. En cualquier caso, es seguro que en un primer momento no tenían fuerza obligatoria, ya que su cumplimiento no podía hacerse valer por medio de una actio (de ahí la denominación nuda pacta o pactos desnudos), pero después fueron protegidos por una actio y se les denominó pactos vestidos17. Existen tres categorías: pacta adiecta, pacta legitima y pacta praetoria. Entre estos últimos está el constitutum18, respecto al que el primero de los autores citados en este epígrafe nos dice: “Constituere, en el sentido técnico que aquí nos ocupa, quiere decir fijar un día de común acuerdo, de donde, el constitutum es un pacto por el que una persona conviene con otra que le pagará en un día fijo una deuda preexistente, es decir, una deuda que ya existía. Por ejemplo, si A (deudor) estaba obligado a devolver 100 a B (acreedor) el día 1º de junio en virtud de un contrato de préstamo, y posteriormente B y A pactaban que la deuda fuese pagada el día 1º de septiembre, este acuerdo de prórroga era una constitutum”19. Dicha promesa podía ir referida al pago de una deuda propia (constitutum debiti proprii) o de una deuda ajena (constitutum debiti alieni). 16 ORTEGA Y CARRILLO DE ALBORNOZ, A., Derecho Patrimonial romano, Primtel Ediciones, Málaga, 1997, pp. 323-325 (también, MELILLO, G., voz “Patti (storia)”, en Enciclopedia del Diritto, XXXII, Ed. Giuffrè, 1982, pp. 482 y ss.); IGLESIAS, J., Derecho romano, 11.ª edic., Ed. Ariel Derecho, Barcelona, 1994, p. 397; FUENTESECA, Derecho Privado romano..., cit., pp. 207-208. D’ORS, Derecho Privado..., cit., § 402, p. 458, lo explica así: “En el edicto de rebus creditis siguen a la actio certi tres acciones in factum similares a la condictio, que se corresponden a tres convenios de préstamo no sancionados por el ius civile (...). Son convenios de retención temporal de una cosa ajena (...). El tipo de retención es distinto en los tres casos: en la actio de pecunia constituta (A), lo que se ha convenido retener es un pago, de modo que se puede decir que el constitutum es un «préstamo de plazo»”. 17 Por ello puede afirmar ASTUTI, G., Studi intorno alla promessa di pagamento. Il costituto di debito, II, Ed. Giuffrè, Milano, 1941, p. 13, para el Derecho clásico: “In verità, el constitutum classico, accordo o statuizione accessoria fra debitore e creditore in ordine all’adempimento d’un preesistente vincolo obbligatorio, è senza posibilita di dubbio, per la sua natura giuridica, una conventio, e appar conseguentemente da ricondurre alla categoria dei negozi giuridici bilaterali”. 18 Para KASER, Derecho romano..., cit., p. 254, constitum. 19 ORTEGA Y CARRILLO DE ALBORNOZ, Derecho Patrimonial..., cit., pp. 323-324. 250 MENU SALIR RICART MARTÍ nos resume las líneas esenciales del constitutum debiti (en adelante, c. d.) en el Derecho clásico: a) el acuerdo de voluntades es su nervio generador (consensualidad y falta de formalidad), y b) precisa de un débito preexistente (referido a pecunia), que se mantiene con posterioridad al constitutum. El c. d. no provoca la extinción de la obligación base, que permanece inalterada y subsiste junto a él paralelamente. Sin embargo, la conexión entre ambos es mínima: precisa una relación previa para su nacimiento, pero una vez producido éste, no condiciona su suerte en los avatares posteriores, pues la extinción o modificación del vínculo preexistente no le afecta con carácter general20. Lo anterior se refleja claramente en la dualidad de acciones disponibles: el acreedor dispone de la acción propia de la obligación de base (normalmente una condictio), y si quien constituyó no paga la deuda en el plazo establecido, el acreedor también dispone de una actio in factum, la actio de pecunia constituta, aunque el demandante debe probar la existencia de la deuda y del constitutum. Parece que esta actio in factum tenía algunas ventajas para el acreedor (la sponsio et restipulatio dimidiae partis obligaba en este caso al demandado condenado a pagar una mitad más como pena y no la tercera parte de la condictio; también parece que podían obtenerse intereses moratorios), pero también presentaba desventajas (caducaba al año de poderse ejercitar y era originariamente instransmisible a los herederos). En cuanto a las relaciones entre ambas debe señalarse que si el acreedor ejercita primero la acción básica, la litis contestatio extingue la deuda, por lo que ya no podrá probarla a efectos de ejercicio de la derivada del constituto; si se ejercita primero ésta, subsiste la acción básica, pero si el acreedor obtiene el pago y después pretende ejercitar la condictio, se concede al deudor que ya pagó una exceptio doli. Por último, si el acreedor ejercita la 20 RICART MARTÍ, E., en tres trabajos: “Perfil del constitutum debiti”, en Seminarios complutenses de Derecho Romano, III, Facultad de Derecho (Fundación seminario de Derecho Romano “Ursicinio Álvarez”), Madrid, 1991, pp. 135-148; “«Constitutum debiti» y «solutionis causa adiectus»”, Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, n.º 16, pp. 241-253; “Constitutum debiti”, en Derecho romano de obligaciones, Homenaje al profesor José Luis Murga Gener, Ed. Centro de Estudios Ramón Areces, Madrid, 1994, pp. 695-709. Muy ampliamente también: ASTUTI, Studi intorno..., II, cit., pp. 46 y ss., FREZZA, Le garanzie..., cit., pp. 229 y ss. y JACOB, F., Le constitut ou l’engagement autonome de payer la dette d’autrui à titre de garantie, LGDJ, Paris, 1998, pp. 19-34. 251 MENU SALIR acción básica antes del plazo constituido, el demandado dispone de una exceptio pacti21. 1.3.- El Derecho romano justinianeo. Al margen de la posibilidad de estipular una obligación solidaria sobrevenidamente22, el Derecho justinianeo se caracteriza, respecto a las garantías personales, por la simplificación. Esta simplificación consiste esencialmente en que la fideiussio y su regulación se ha convertido en la columna vertebral de la obligación personal de garantía. Por un lado, las ventajas que presenta respecto a la sponsio y la fidepromissio provocan el decaimiento y posterior desaparición de éstas23. Por otro, Justiniano, con una constitución del año 531 contribuye en el mismo sentido: asimiló el receptum del banquero al constitutum debiti alieni en el sentido de extender al mismo la aplicación de la actio pecuniae constitutae (aboliendo la actio recepticia), por lo que perdió aquél su carácter abstracto24, mientras que el mandatum pecuniae credendae y el constitutum debiti alieni (que también sufrió algunos cambios con la constitución anterior25) se someten a las 21 Sobre estos medios procesales, vid. FREZZA, Le garanzie..., cit., pp. 270-273; RICART MARTÍ, “Perfil..., cit., pp. 146-147; FERNÁNDEZ BARREIRO- PARICIO, Fundamentos..., cit., pp. 446-447; GUZMAN BRITO, A., Derecho Privado romano, tomo I, Editorial Jurídica de Chile, Santiago de Chile, 1996, pp. 766-767; DAZA MARTÍNEZ- RODRÍGUEZ ENNES, Instituciones..., cit., p. 270. 22 Al respecto, aseguran ARIAS RAMOS- ARIAS BONET, Derecho romano, II, cit., p. 579: “Posteriormente, y sobre todo en el Derecho justinianeo, es la intención –animus– de los contratantes lo que determina la figura de la obligación en estos casos de pluralidad de sujetos. Por consiguiente, de cualquier contrato puede derivar una obligación solidaria, ya que su raíz no está en el requisito formal de la unidad del acto –que, sin embargo, continuó exigiéndose para la solidaridad activa–, sino en la explícita voluntad de las partes”. 23 FERNÁNDEZ BARREIRO- PARICIO, Fundamentos..., cit., p. 442, nos exponen sus ventajas frente a la sponsio y la fidepromissio: sirve para afianzar cualquier tipo de obligaciones y no sólo las nacidas de estipulación, es transmisible a los herederos, no está sujeta a plazo alguno de caducidad y es una obligación claramente accesoria de la principal, de forma que el fiador podrá oponer al acreedor las excepciones que podría haber opuesto el deudor principal, a excepción de las que sean puramente personales de éste (ello provocará que, a veces, el fiador tenga que cumplir aunque no sea exigible la obligación al deudor principal). 24 Detenidamente sobre tal asimilación o abolición, SÁIZ LÓPEZ, V., “Las garantías personales en Derecho romano justinianeo”, en Anales de la Universidad de Alicante, Facultad de Derecho, n.º 6, 1991, pp. 197 y ss. y FREZZA, Le garanzie..., cit., pp. 282-285. 25 Esencialmente la novedad consiste en declarar expresamente la posibilidad de transmitir mortis causa la posición activa y pasiva en el constitutum, pues otros rasgos que se declaran del mismo no hacen sino recoger o ampliar las características del Derecho clásico: se amplía el término pecunia, como contenido de la obligación previa, prácticamente a cualquier cosa sobre la 252 MENU SALIR normas propias de la fianza verbal (fideiussio), y en particular, se le extiende el beneficium divisionis (mediante otra constitución del mismo año 531). Pero no quedan ahí los cambios pues, como dicen ARIAS RAMOS y ARIAS BONET: “Hasta el Derecho justinianeo, el acreedor podía dirigirse indistintamente, para hacer efectivo su crédito, al deudor principal o al fiador. Justiniano introdujo el beneficium excussionis, en virtud del cual el fideiussor rechazaba la demanda si antes el acreedor no había actuado infructuosamente contra el deudor principal”. Esto debe completarse con una epístola de Adriano del siglo II d. C., ya referida (vid. nuestra nota 12), que estableció la división de la reclamación entre los fiadores solventes al tiempo de la litis contestatio (beneficium divisionis), que Justiniano (Codex, 4,18,3) también extendió al constitutum debiti, y con la cesión de acciones (beneficium cedendarum actionum) que el fideiussor podía obtener en todo caso del acreedor (opinaban los jurisconsultos que era doloso el acreedor que no cedía las acciones que no necesitaba y la Jurisprudencia entendía que no se extinguían estas acciones por el pago del fiador, sino que el pago debía asimilarse al precio de compra de las mismas; incluso se admitió que el fideiussor pudiera dirigirse contra el acreedor antes de pagar si éste realizaba actos para disipar su patrimonio)26. 2.- La evolución durante la Época Intermedia. La explicación a los cambios anteriores, experimentados en las últimas etapas de la evolución del Derecho romano, hacia la simplificación, habría que buscarla nuevamente en el decaimiento de la formalidad, de manera que las base de que todas las cosas son convertibles en dinero; se declara como plazo para la interposición de la acción el de treinta años; se admite la posibilidad de que tal obligación previa sea condicional o a término. Al respecto, vid. ASTUTI, Studi intorno..., II, cit., pp. 281y ss; RICART MARTÍ, “Perfil..., cit., pp. 138 y ss., SÁIZ LÓPEZ, “Las garantías..., cit., pp. 207 y ss. y ARCHI, G. G., “Riforme giustinianea in tema di garanzie personali”, en Scritti di Diritto romano, vol. III, Ed. Giuffrè, Milano, 1981, pp. 2025 y ss. 26 ARIAS RAMOS- ARIAS BONET, Derecho romano, II, cit., pp. 698-699; GARCÍA GARRIDO, Derecho Privado..., cit., p. 352; FUENTESECA, Derecho Privado romano, cit., pp. 206-207; DÍAZ BAUTISTA, A., “Notas sobre el aseguramiento de obligaciones en la legislación justinianea”, en AHDE, tomo L, Madrid, 1980, pp. 683 y ss; REYES LÓPEZ- BUIGUES OLIVER, “Notas..., cit., pp. 1487 y ss.; SÁIZ LÓPEZ, “Las garantías..., cit., pp. 206 y ss., que refiere también y estudia con detenimiento la figura llamada en la tradición helénica “antiphonesis”, que daba lugar al nacimiento de una obligación de garantía independencia a cargo de un banquero que la prestaba a un tercero en cumplimiento de una orden emitida por su propio cliente y que en algunos textos este término se tradujo, de forma no exacta, por constitutum, y en otros, de forma absolutamente errónea, por sponsor. 253 MENU SALIR diferencias que hasta entonces parecían claras entre la fianza verbal (fideiussio), el constitutum debiti alieni, el mandatum pecuniae credendae y una estipulación novatoria residían fundamentalmente en la forma que las generaba, y a partir de ahí, en los efectos27. Con el decaimiento de la misma, ya no es posible saber, tomando como único referente aquel dato, cuándo se ha dado lugar al nacimiento de una obligación paralela no accesoria, de una obligación accesoria de fianza o de un supuesto de novación de obligaciones, debiendo estarse ahora como parámetro principal a la intención o voluntad manifestada por los contratantes28. En el Derecho Intermedio la intervención sucesiva de un tercero en una deuda aparece también unida a la novación por otra vía. Con la ya conocida evolución postclásica sufrida por este instituto, que situó al animus novandi como su elemento esencial, hasta culminar con la reforma justinianea, los autores del Derecho Intermedio tienen que enfrentarse al problema de decidir cuándo el animus manifestado por un sujeto ajeno a una deuda ha de interpretarse como novatorio, dándose lugar a la sustitución de un deudor por otro mediante la extinción de la primera obligación y el nacimiento de otra nueva en su lugar, y cuándo tal animus habrá de reputarse, en beneficio del acreedor, no novatorio, produciéndose una suerte de acumulación de deudores. Aunque la posición inicial es que la novación no se presume (lo que para la subjetiva por cambio de deudor significa que la liberación de éste no se presume), sin embargo, conocido es que con mayor o menor amplitud según los autores, se admitió la novación tácita (con 27 TALAMANCA, voz “Fideiussione (storia)”, en Enciclopedia del Diritto, XVII, Ed. Giuffrè, 1968, p. 341. Sobre las diferencias anteriores entre el constitutum debiti alieni y la fianza, vid. ASTUTI, Studi intorno..., II, cit., pp. 276-277. 28 La exposición de ASTUTI, Studi intorno..., II, cit., pp. 316-317, es muy clara al respecto: “(...) per vero, in seguito alla ben nota evoluzione degenerativa dell’antica obligatio verborum, caduto ogni suo tipico requisito formale, all’infuori dell’oralità e presenza delle parti, e questa potendo, e da tempo, risultare da un semplice reconoscimento, di regola scritto, di aver promesso o dato fideiussione, salvo entro ristretti limiti controprova, ormai anche il tenore stesso del costituto e della stipulazione (novatoria, o accessoria, o fideiussoria), non era più suficiente, per sè solo, a differenziarli l’uno dall’altra. Nel sistema del diritto giustinianeo, in cui il carattere formale della stipulazione si riduce sostanzialmente all’animus stipulandi, e vengono al tempo stesso sempre più attenuati gli effetti rigorosi della sua astrattezza rispetto alla causa praecedens, il parallelismo appare tanto stretto da rendere praticamente difficile il discernere quando dovesse in concreto aversi stipulatio, e quando constitutum”. 254 MENU SALIR efecto ope exceptionis) basada en presunciones y que una de estas presunciones era la intervención de una nueva persona en la segunda obligación29. De esta manera, la visión del Derecho Intermedio sobre las formas acumulativas aparece, en parte, como el resultado de una novación no plena o perfecta (novatoria-liberatoria). Significativo de ello son las expresiones utilizadas para calificar estas formas acumulativas: “delegación impropia” y “novación impropia”, posteriormente llamadas también “imperfectas”. No es ajeno a esta evolución nuestro Derecho patrio anterior a la Codificación, como señaladamente recoge el Código de las Siete Partidas. Por un lado, se regula la novación (renouamiento, para este Cuerpo de leyes) como uno de los modos de extinción de las obligaciones (pagas e quitamientos) en el título XIIII de la Partida V. En su ley XV se advierte claramente el problema de delimitar cuándo la voluntad de quien se obliga a pagar una deuda ajena es la de sustituir al deudor y cuándo la de adherirse cumulativamente a él, cuando dice: “Mas si las palabras sobredichas [esto es, diziendo abiertamente el debdor, que lo fazia con voluntad, que el primero fuesse desatado], no dixesse el debdor, quado renouasse el pleyto segudo: mas simplemete dixesse, que daua por debdor, o por manero, de aquella debda, a fulan, estonce por este renouamiento del pleyto, no se desataria el primero: ante dezimos que se afirmaria, e fincaria obligados por la debda, tabie e uno como el otro, como quier que pagado el uno dellos seria quitos de la obligacio principal”; por supuesto, todo lo anterior debe ser “a plazer” del acreedor. Pero nada se nos dice tampoco del régimen jurídico de una tal novación acumulativa. Por otro lado, también se prevé, dentro del título XI de la misma Partida V (“De las promissiones, e Pleytos, que fazen los omes unos con otros, en razon de fazer, o de guardar, o de complir algunas cosas”) y específicamente en la ley III, la posibilidad de que un tercero se haga cargo de una deuda ajena. Aunque dicha ley tiene por objeto básicamente determinar que es válida la promesa 29 Al respecto, GIARDINA, C., Studi sulla novazione nella dottrina del Diritto Intermedio, Ed. Giuffrè, Milano, 1952, pp. 173, donde cita, entre las presunciones de novación admitidas por Bartolo, la consistente en la intervención de una nueva persona en la segunda obligación. No admiten estas presunciones, sin embargo, Baldus de Ubaldis y Paulus de Castro (p. 179), ni tampoco, en general, la Escuela Culta (pp. 179-181). 255 MENU SALIR (estipulación) entre ausentes cuando se hace sobre una deuda ya existente, se desprende con claridad que si un tercero promete pagar una deuda ajena anterior (“queriendo un ome a otro obligarse, por pagarle debda ajena, embiandol prometer, o dezir, por su carta firmada, o por su mensajero cierto, que el se obligaua a pagarle la debda que le deuia fulan, nombrandole señaladamente”), la consecuencia jurídica era que tal promesa obliga a quien la hace, lo mismo que si dos sujetos se obligan a pagar la deuda ajena conjuntamente: “amos a dos deuen pagar el debdo egualmente tanto el uno como el otro”. No hay referencia expresa, pero esta ley III menciona tanto el caso en el que el mismo deudor promete pagar su propia deuda en un nuevo plazo posterior al vencimiento inicialmente previsto, como el caso en el que es un tercero quien realiza tal promesa. Por ello, GUTIERREZ FERNÁNDEZ30 no duda en situar esta ley dentro del epígrafe “del pacto llamado constitutum” en el estudio que hace de los contratos verbales en las Partidas, y además, es claro el paralelismo entre el texto antes trascrito y cuatro de los fragmentos del Digesto dentro de la rúbrica de pecunia constituta (en concreto, D. 13,5,5,3; D. 13,5,24; D. 13,5,26 y D. 13,5,31), que versan sobre la obligación contraída mediante carta de pagar una deuda ajena. Por último y por supuesto, se regula también la fianza, lo que se hace en el título XII de la misma Partida (“De las fiaduras que los omes fazen entre si, porque las promissiones, e los otros Pleytos, e las posturas que fazen, sean mejor guardadas”). La primera de las leyes a ella dedicada nos ofrece una definición muy amplia: “Fiador, tanto quiere dezir, como ome que da su fe, e promete a otro, de dar, o de fazer alguna cosa, o por mandato, o por ruego de aquel que le mete en la fiadura. E tiene grand pro a aquel que la rescibe, ca es porende mas seguro de aquello quel han a dar, o fazer: por que fincan amos a dos obligados, tambien el fiador, como el debdor principal”31, mientras que en leyes posteriores se establece que el fiador no se puede obligar por más que el deudor principal (ley 30 GUTIERREZ FERNÁNDEZ, B., Códigos o estudios fundamentales sobre el Derecho civil español, primera edición, tomo V, Madrid, 1869, pp. 12-15. 31 Significativo es que Gregorio López, en su glosa a la ley I de este título de la Partida quinta (Las Siete Partidas, ed. facs. de la de Salamanca de 1555, Imprenta Nacional, BOE, Madrid, 1974, p. 73) y siguiendo a AZO, entienda incluido dentro de la fianza, también el mandatum (pecuniae credendae), el constitutum (debiti alieni), la expromissio y la sponsio. 256 MENU SALIR VII), se reconoce el beneficio de excusión (ley IX) y las correspondientes acciones de regreso en favor del fiador que paga (ley XI), exceptuando en este último caso en lo que nos interesa, “si la fiadura es fecha por pro de si mismo, de aquel que entra fiador” (ley XII). Por su parte, el título XVIII (De los fiadores, e de las fianzas) del libro III del Fuero Real parece apartarse en algún extremo de la regulación de la fianza en las Partidas32, que recogían con exactitud la fianza con los caracteres propios de la reforma justinianea. En efecto, el Fuero Real recoge una fianza accesoria y transmisible a los herederos, pero no parece reconocer el beneficio de excusión, puesto que el deudor podía demandar indistintamente al deudor o al fiador, salvo pacto en contrario: “Si aquel que tomó fiador por alguna cosa quisiere demandar al deudor, puedalo facer, y el deudor no se pueda amparar, por decir que fiador tiene del: ca maguer que dió fiador, no es quito de la deuda. Otrosí, si quisiere demandar al fiador, puedalo facer: ca pues que ambos le son tenudos, e obligados, en su poder es que demanda a qual dellos quisiere, fueras si la fiadura fue fecha por alguna postura en otra manera”33. La Novísima Recopilación, sin embargo, supone una vuelta al régimen de las Partidas, que se mantendrá hasta la Codificación. 3.- La exposición de POTHIER. Por lo completa que resulta, debe referirse brevemente la exposición de POTHIER. Distingue primero la expromisión y la delegación de la fianza en atención a si concurre o no efecto novatorio, esto es, en atención a si se produce o 32 Vid. DAZA MARTÍNEZ, J.- SAIZ LÓPEZ, V., “Beneficium ordinis, excussionis et divisionis. Elaboración doctrinal y configuración institucional de diversos modos de garantía personal en la tradición romanista: accesorio, solidario o subsidiario y recíproco-mancomunado”, en Anales de la Universidad de Alicante, Facultad de Derecho, n.º 8, 1993, pp. 112 y ss. Como puede observarse en el título de este artículo y los autores anteriores se encargan de hacer (p. 77) debe distinguirse entre orden y excusión: “La excepción de orden –de presentación de demandas–, en sentido estricto, sólo impide que el acreedor demande primero al fiador, mientras que la excepción de excusión va aún más allá y permite que el fiador quede a salvo de la reclamación hasta que el deudor no sólo haya sido juzgado y condenado sino, además, ejecutado en sus bienes, esto es, hasta que el procedimiento judicial de excusión se haya mostrado insuficiente –total o parcialmente– en relación con la deuda. En suma, el beneficio de orden no va necesariamente seguido del de excusión, ni el reconocimiento de este último lleva implícito el de orden de presentación de demandas”. 33 Fuero Real, en Colección de Códigos y Leyes de España, tomo 1.º, Madrid, 1865, p. 247. 257 MENU SALIR no la liberación del deudor34. Define la fianza como “un contrato por el cual alguien se obliga por un deudor frente al acreedor, a pagarle todo o parte de lo que éste le debe” (n. 366, p. 273), y a partir de aquí, describe la obligación del fiador como accesoria, lo cual conlleva que la obligación del fiador exige la existencia de una obligación válida y que éste no puede obligarse a más que el deudor principal ni a obligación distinta, aunque admite que si la principal consiste en la entrega de una cosa puede el fiador obligarse a entregar una cantidad de dinero (por ser el dinero la estimación común de todas las cosas), pero no al contrario. Con el mismo fundamento en la accesoriedad, la extinción de la obligación principal produce también la extinción de la fianza. Por último, también se reconocen los beneficios de excusión, división y cesión de acciones35. Dentro del mismo capítulo VI de la Segunda Parte (De las diferentes especies de obligaciones), bajo el título común: “De las obligaciones accesorias de los fiadores, y otros que acceden a la de un deudor principal”, recoge entre estos últimos supuestos distintos a la fianza (secciones I-VII), el mandatum pecuniae credendae (sección VIII), y lo que es más importante, el pacto constitutae pecuniae (sección IX). Empieza el autor definiendo tal pacto como: “Según nuestros usos, el pacto constitutae pecuniae puede definirse sencillamente, diciendo que es una convención por la cual alguien promete pagar a un acreedor”36, siendo obvio que ese “alguien” puede ser el mismo deudor o un tercero, sin que haya lugar en este último caso a pensar en la novación porque la obligación anterior continúa 34 POTHIER, R. J., Traité des obligations, tomo I, edic. por M. Bernardi, Letellier Libraire, Paris, 1805, n.º 368, p. 275. Parece que siguiendo a DOMAT, J., Le leggi civili disposte nel loro naturale ordine, nuova édizione eseguita sulla traduzione stampata in Napoli purgata da molti errori con discorso e algune note del professore A. Padovani, tomo IV, Dalla Tipografía di Pietro Bizzoni, Pavia, 1825, pp. 381-382: “Se un debitore cede al suo creditore ciò che gli deve una terza persona, o pure se questa terza persona si obliga a nome del debitore in favore del creditore, in guisa che nell’uno e nell’altro caso resti obbligato il primo debitore; questo non sarà una delegazione, nè una novazione, ma una nuova sicurezza che il debitore che rimane obbligato, darà al suo creditore, con rimanere sempre nel suo vigore il primo debito”. 35 POTHIER, Traité..., I, cit, nn. 366 y ss., pp. 273 y ss., sobre la fianza. 36 POTHIER, Traité..., I, cit, p. 364 (en la edición que hemos consultado no aparece numerada la sección IX “Du pacte constitutae pecuniae” en forma correlativa a la sección VIII, como correspondería, sino que se inicia una nueva numeración, por lo que parece preferible citar únicamente las páginas). 258 MENU SALIR subsistiendo. No obstante, presenta importantes diferencias con la fianza, empezando por la accesoriedad: “Si se dice que la obligación que nace de ella [se refiere al pacto] es accesoria a la obligación principal que uno se obliga a saldar, no se dice sino en el sentido de que está añadida a la obligación principal. No es una obligación lo que puede ser, como lo es una garantía, una simple adhesión a la obligación principal”37. Las consecuencias de lo anterior en el terreno práctico son: Se precisa la existencia de una obligación previa, pero puede uno obligarse mediante este pacto de un modo diferente a ésta, de ahí que puede obligarse a pagar menos (no más, puesto que se obliga a pagar per relationem a dicha deuda) o a pagar otra cosa distinta, en lugar distinto o en un plazo más corto, porque no se trata de una pura accesión de la obligación, aunque el cumplimiento (o los subrogados del mismo) de cualquiera de las deudas extinguirá ambas. Por ello, cuando las obligaciones sean distintas, el deudor anterior y aquel que lo ha sido mediante este pacto podrán cumplir pagando la respectiva deuda, como tales deudores, o podrán optar por pagar, como un tercero, la deuda del otro obligado, extinguiéndose ambas como quiera que una lo sea38. Por último, debe decirse que no escapan tampoco a POTHIER otros posibles supuestos de acumulación de deudores; en concreto, ni la posibilidad de que dos sujetos se obliguen solidariamente ni la posibilidad de que al mismo resultado se llegue a través de una expromisión o delegación cumulativa. 37 POTHIER, Traité..., I, cit, pp. 369-370. Incluso se apoya en la opinión de Accursius, que distingue nítidamente a quien se obliga por este pacto (al que llama reus constitutae pecuniae, para diferenciarlo del fiador), que no es una simple adhesión a la obligación del deudor principal (p. 377). 38 Tiene razón RUBIO GARRIDO, T., Fianza solidaria, solidaridad de deudores y cofianza, Ed. Comares, Granada, 2002, pp. 20-21, cuando habla de una “revitalización” del constitutum debiti alieni en los momentos previos a la Codificación, apoyando esta afirmación precisamente en la amplia exposición de POTHIER (también de WINDSCHEID). Este autor expone precisamente la utilidad que reportaba el constitutum: “a) Porque presenta forma libre, lo que contrasta, en ordenamientos distintos al castellano, con las exigencias rituarias con que se rodeaba a la fianza”; b) Puesto que la accesoriedad de la obligación del constitutor existe, pero es menos intensa que la predicada para la obligación fideiusoria, sirve el constitutum para permitir que la obligación del «garante» no haya de ser siempre idéntica a la obligación «garantizada» y para matizar en ciertos casos la regla fideiusoria que hoy enuncia nuestro art. 1853 C.c; c) Permite soslayar el beneficio de excusión, aunque obstara a ello, en principio, la letra expresa de la Novela 4”. 259 MENU SALIR Respecto a lo primero, conlleva que cada uno se obligue a cumplir totalmente la prestación, que ha de ser igual para todos, salvo algunas diferencias tales como que alguno se obligue bajo condición o se hayan establecido diversos momentos o lugares para el pago. Respecto a la división de la deuda en las relaciones internas, establece POTHIER lo que parece una regla interpretativa, que después se recogerá también en el art. 1216 del Code y que incluso encontrará fortuna en nuestro Proyecto de 1851: “Si sólo a una de ellas aprovecha el contrato, y que la otra no se haya obligado solidariamente con ella mas que para complacerla, sólo de entre ellos el que haya aprovechado la cosa es su deudor; el otro, aunque deudor principal frente al acreedor, no es para con su codeudor, con quien se ha obligado para complacerlo, sino lo que es una caución frente del deudor principal que ha afianzado”39. Respecto a la novación y partiendo de que ésta no se presume, la voluntad de obligarse del tercero junto a la ausencia del consentimiento liberatorio del acreedor, acarreará una suerte de acumulación de deudores40. 4.- La evolución posterior hasta el marco normativo actual. El marco normativo actual está presidido por la simplificación derivada de la desaparición, como nos decía CARRASCO PERERA, de otras formas de intercesión personal del Derecho romano-común distintas de la fianza. Ante todo, el constitutum debiti alieni no aparece ya regulado desde la Codificación ni siquiera implícitamente, lo mismo que el mandatum pecuniae credendae. Las escasas referencias que hallamos de ellas en las Partidas, siempre en forma implícita y dentro de la regulación de la fianza, no hacen sino recoger la evolución de las mismas en las últimas etapas del Derecho romano, mientras que el proceso codificador constituye la última fase de esta evolución. Así, VISO, a propósito de los diversos tipos de fianzas que a su juicio son admitidos en el Derecho romano (fideiussio, constitutum [debiti alieni], mandatum [credendae pecuniae], sponsio y expromissio) en comparación con los admitidos en el art. 1734 del Proyecto de 1851, afirma: “En nuestra España, 39 POTHIER, Traité..., I, cit, n.º 264, p. 170. 40 POTHIER, Traité..., tomo II, cit, n.º 559, p. 64. 260 MENU SALIR aunque no es muy común el uso de dicha nomenclatura, ni están en la actualidad admitidas las fórmulas especiales para constituirse la obligación en cada una de las fianzas mencionadas, sin embargo, se hallan reconocidos los efectos que cada una de éstas producía, como puede verse en las leyes 1.ª, 12 y 13, tít. XII, Part. 5.ª, especialmente en la 1.ª, que es la que dio lugar a Gregorio López a hacer también esta división, según consta en sus glosas a la misma”41. Pero la regla general es que los autores, tratadistas o comentaristas, ya no hacen referencia a las otras formas de intercesión personal cuando estudian la fianza42. Parece por tanto, que el marco básico de referencia de la asunción cumulativa está, efectivamente, constituido por las normas de la fianza y la solidaridad en lo no previsto por la autonomía privada de los contratantes. III.- LA POSICIÓN DE LA JURISPRUDENCIA. No obstante lo anterior, de algunos pronunciamientos jurisprudenciales parece desprenderse la intención de querer establecer una clara y tajante línea de separación entre la asunción cumulativa y la fianza, situando aquélla en el marco de la solidaridad. En este sentido, ha tenido cierta fortuna la afirmación, procedente de la STS de 28 de septiembre de 1960 (RJA 3150), según la cual el que asume la deuda “ingresa en la obligación, para colocarse junto al deudor originario en concepto de deudor solidario, diferenciándose esencialmente de la fianza, en que el que se adhiere a la deuda la asume como propia, queriendo, por tanto, responder junto al deudor, pero independientemente de la deuda de éste, mientras el fiador asume en cambio la responsabilidad por la deuda ajena, quiere responder del cumplimiento de la deuda del deudor principal, o sea, contraer una obligación que depende constantemente de la existencia de la obligación 41 VISO, Salvador Del, Lecciones elementales de Historia y Derecho civil, mercantil y penal de España, Parte segunda, tratado tercero, Valencia, 1860, p. 711. 42 GARCÍA GOYENA- AGUIRRE, Febrero, tomo IV, Madrid, 1842, pp. 63 y ss; GÓMEZ DE LA SERNA- MONTALBAN, Elementos de Derecho Civil y Penal de España, 7.ª edic., tomo II, Madrid, 1865, pp. 369-376; MORATÓ, Domingo De, El Derecho Civil español con las correspondencias del romano, 2.ª edic. corregida y aumentada, tomo II, Valladolid, 1877, pp. 376 y ss; FALCÓN, M., El Derecho civil español, común y foral, 6.ª edic., tomo IV, Barcelona, 1902, pp. 362 y ss; MANRESA Y NAVARRO, J. M., Comentarios al Código civil español, tomo XII, 4.ª edic., Ed. Reus, Madrid, 1931, pp. 140 y ss., al estudiar la fianza; VALVERDE Y VALVERDE, Tratado..., III, cit., pp. 733 y ss. 261 MENU SALIR principal”. Tales palabras, copia literal de la traducción española del Tratado de ENNECCERUS43, han sido posteriormente repetidas por las SSTS de 15 de diciembre de 1989 (RJA 8832) y 27 de junio de 1991 (RJA 4631) y parecen venir a decir, en esencia, que la diferencia está en que el asumente es un obligado por deuda propia mientras que el fiador lo es por una deuda ajena44. Sin embargo, inmediatamente parece olvidar el TS sus propias palabras en la misma sentencia de 28 de septiembre de 1960. Se trataba de la liquidación de cuentas derivada de la resolución de un contrato de compraventa de la que resultaban determinadas obligaciones dinerarias a cargo de los hermanos B. V. y de don José María P. V. frente a don Casimiro A. S. Toda la cuestión giraba en torno a un documento de autos en el que se decía: “Por este documento, declaro yo, Vicente B. V., en nombre propio y en el de mis hermanos, señores don Enrique y don Julián, que me comprometo a entregar al señor don Casimiro A. S., vecino de la Garrovilla, la cantidad de 84.184,08 pesetas si en el plazo de 16 días, o sea, antes del día 20 del corriente mes de enero de 1953, el señor don José M.ª P. V., no las abona, por ser esta cantidad la que le corresponde pagar a este señor en la liquidación que se ha verificado con motivo de la rescisión de un contrato de compraventa y a la que está él obligado a su abono por ser deudor solidario con este señor”. La demanda de don Casimiro contra don Vicente reclamando la cantidad adeudada es estimada en Primera Instancia, confirmada en apelación y el TS declaró no haber lugar al recurso. Sin embargo, lo más curioso es la calificación que hace este último Tribunal de la declaración de don Vicente como “asunción de deuda acumulativa o de refuerzo”, rechazando expresamente que se trate de una fianza, cuando parece que lo realmente querido por don Vicente es cumplir una deuda ajena (a cargo del señor P. V., según se desprende del documento) y cuando existe una coincidencia literal entre algunas palabras del mismo documento (“si... 43 ENNECCERUS, Derecho de obligaciones, I, cit., p. 408. 44 Así lo afirma también DE ANGULO RODRÍGUEZ, L., Panorama de encuadre de las garantías personales atípicas”, Revista Jurídica del Notariado, n.º 7, 1993, pp. 19-20, cuando afirma: “Las sentencias del Tribunal Supremo de 28 de diciembre de 1960 y 15 de diciembre de 1989 sitúan la diferencia entre la fianza y la adhesión de deuda, en que en ésta quien se adhiere asume la deuda como propia, queriendo responder junto al deudor, mientras que en aquélla el fiador se limita a asumir la responsabilidad por deuda ajena”. 262 MENU SALIR no las abona”) y el art. 1822.I CC (“Por la fianza se obliga uno a pagar o cumplir por un tercero, en el caso de no hacerlo éste”). Se aparta así el TS del criterio distintivo (deuda propia/deuda ajena) que teóricamente le sirve para distinguir fianza y asunción cumulativa. Algo parecido ocurrió en la STS de 7 de diciembre de 1971 (RJA 5154): Don Juan P. F. se presentó junto a don Luis Martín F. A. en casa de don Juan Antonio F. P. para que éste conociera a don Luis, que pretendía adquirir una partida de jamones del almacén que el primero poseía. Se llegó a un acuerdo entre comprador y vendedor sobre el precio y las cosas objeto del contrato, pero como quiera que parte del precio se iba a diferir (en concreto, 220.000 ptas.) y puesto que el vendedor, don Juan Antonio, no conocía al comprador con anterioridad a los hechos, mostró su desconfianza y por ello exigió que “si no firmaba también ese documento [el de compraventa] el Sr. P., no hay contrato”, por lo que don Juan se comprometió también a responder por el precio que quedaba por abonar afirmando “firmo y respondo” y estampando su firma en el documento de compraventa de 9 de diciembre de 1968. Como resultó incumplida la obligación, el vendedor interpuso una demanda contra los firmantes. En Primera Instancia se dictó sentencia desestimándola respecto de don Juan P. F., al que absolvió, y estimándola respecto a don Luis, que fue condenado al pago, entre otros extremos, del total de la cantidad adeudada. Apelada la sentencia, la AP la revocó en parte declarando que del contrato objeto de la litis se derivaba la responsabilidad solidaria de los dos demandados frente al acreedor, decisión que se mantuvo en casación. Tanto la AP como el TS entienden que se trata de un caso de asunción cumulativa de deuda, con la especialidad de que esta asunción es condición indispensable exigida por el vendedor para la celebración de otro contrato (el de compraventa). De nuevo y siguiendo el criterio interpretativo de la jurisprudencia, la calificación jurídica correcta del contrato debería haber sido la de fianza, probablemente solidaria, pues la intervención de don Juan en el contrato habría que entenderla no en el sentido de querer tener a éste por parte compradora ni por asumente de la deuda (por el resto del precio), sino en el sentido de que responda por una deuda ajena, la de don Luis. 263 MENU SALIR Lo contrario a los dos casos anteriores parece ocurrir en la STS de 20 de octubre de 2000 (RJA 8049): ocho propietarios de parcelas habían constituido una comunidad de bienes (“Goialde C. B.”) para la construcción de otras tantas viviendas unifamiliares, de forma que la comunidad contrataba con los diferentes gremios de la construcción, se edificaban los distintos elementos externos e internos (estos últimos al gusto de cada propietario) y cada uno de los propietarios abonaba a la comunidad los gastos que individualmente correspondieran a su vivienda. Pero, al mismo tiempo, aceptó la comunidad la construcción de otra vivienda unifamiliar, en las mismas condiciones, en una parcela del mismo lugar propiedad de una sociedad, “Ider, S. A.”. Como quiera que ésta incumplió las obligaciones de pago acordadas, se suspendió la obra, que fue reanudada cuando el demandado, don Ignacio Javier M. O., compró a la sociedad la vivienda en construcción, y al parecer, después de comprometerse al pago de lo adeudado por la vendedora. Sin embargo y como nada se hizo constar por escrito, en autos únicamente quedó probado que el comprador afirmó que “estaba detrás”, expresión con la que parece quería significar un compromiso de hacerse cargo de la deuda. Esta expresión, junto al hecho mismo de la reanudación de la obra, llevó al JPI y a la AP a entender que se había constituido una fianza, y lo mismo entendió el TS (“la expresión, cuya literalidad implica el otorgamiento de una garantía”). En ningún momento se habla de asunción cumulativa de deuda, ni siquiera se valora la posibilidad de que el comprador (y fiador, a tenor de esta sentencia) haya asumido frente al vendedor (descontándola del precio) la deuda de éste frente a la comunidad de bienes, pues en tal caso hubiera sido posible interpretar la expresión “estaba detrás” como voluntad de asumir tal deuda como propia (asunción cumulativa) y no como voluntad de asumir una deuda ajena (fianza). Por otro lado, las anteriores sentencias han de “convivir” con otras donde ambas figuras parecen tomadas como sinónimas o similares. Así, la de 9 de junio de 1981 (RJA 2518), en un caso de una transmisión simultánea y por un solo acto de la totalidad de las acciones representativas del capital social, y en consecuencia, del patrimonio de una sociedad a unos terceros, firmándose además un convenio 264 MENU SALIR de asunción personal de las deudas existentes por parte de los cedentes (al margen de la obligación de la sociedad). Se califica a este convenio como “figura próxima a la asunción cumulativa -por causa de afianzamiento y a la que permanecen, en principio, ajenos los acreedores- hecha en sede del contrato litigioso”. Otro tanto ocurre en la de 10 de julio de 1995 (RJA 5561), donde puede leerse: “Al tratarse más bien de una relación de asunción de deuda con el necesario consentimiento del acreedor y, en todo caso, de afianzamiento de un contrato anterior, que realizan terceros, con independencia de que tengan también algunos de ellos intereses en dicho contrato precedente”. Esta alusión indiferente a asunción cumulativa y fianza puede encontrar justificación en el hecho de que, junto a la fianza como contrato regulado en los arts. 1822 y ss. CC, el TS maneja también una acepción amplia del término fianza como sinónimo de garantía, como ocurre en la sentencia de 15 de abril de 1991 (RJA 2693) que, acogiendo la doctrina de la de 26 de mayo de 1950 (RJA 744), llega a afirmar: “En sentido amplio se denomina fianza a cualquier garantía prestada para el cumplimiento de una obligación, en cuanto la fianza es la garantía personal que se constituye comprometiéndose un tercero a cumplir la obligación en caso de no hacerlo el deudor principal”, y lo mismo en la de 10 de julio de 1992, ya citada: “El afianzamiento de deudas puede llevarse a cabo por cualquiera de las formas que admite el Código Civil y así proceden tanto las garantías personales como las reales”. En atención a lo precedente, una conclusión parece clara: el criterio interpretativo y distintivo que esgrime la jurisprudencia para discriminar entre asunción cumulativa y fianza no parece que sea realmente aplicado. Y creemos que es así porque el TS, en realidad, no distingue estas figuras en atención a si quien se obliga lo hace por deuda propia o por deuda ajena; muy al contrario, las sentencias citadas y algunas otras deben ser entendidas en el sentido de que el TS quiere distinguir a quien se obliga solidariamente y como deudor principal de quien se obliga accesoriamente y como deudor subsidiario o con beneficio de excusión. En efecto, así ocurre si nos atenemos a la STS de 28 de septiembre de 1960 (RJA 3150), cuando afirma para justificar la calificación de la declaración del demandado como asunción cumulativa y no como fianza: “No pueden ser 265 MENU SALIR extendidos a ella los requisitos que se exigen para la fianza siendo el efecto más importante de la adhesión a la deuda, conforme con su esencia, el de la conversión del adherido en deudor solidario, al lado del deudor primitivo”. Normalmente las SSTS sobre esta cuestión se refieren de forma exclusiva a las relaciones externas, es decir, del acreedor con el deudor y con el asumente/fiador, y de lo que se trata es de, a tenor de la voluntad de los contratantes, determinar cuándo este último debe ser tratado como un deudor subsidiario, pudiendo oponer el beneficio de excusión, incluso el de división, y cuándo ha de ser tratado como un deudor solidario. En el primer caso suele calificarse la relación jurídica como fianza y en el segundo como asunción cumulativa, aunque algunas veces también se ha recurrido a la fianza solidaria, como en las SSTS de 30 de diciembre de 1994 (RJA 1024) y 20 de octubre de 2000 (RJA 1024 y 8049). La de 30 de diciembre de 1994 es bastante significativa porque uno de los tres socios de una sociedad familiar (“Quimetal, S. A.”) había garantizado a título individual el cumplimiento de las obligaciones que pudieran derivarse de las relaciones comerciales de ésta frente a la también mercantil “Comercial de Laminados, S. A.”. En el documento suscrito al respecto, respecto al que el TS mantiene su calificación como fianza solidaria, se decía: “De acuerdo con lo convenido verbalmente con ustedes, me complazco en garantizarles solidariamente; es decir, como si deudor principal fuere y por tanto, con expresa renuncia de los beneficios de excusión y cuantos otros pudieran competerme, todas aquellas cantidades que les adeude actualmente o llegue a adeudarles en el futuro... hasta la suma de ocho millones de pesetas”. Hasta aquí parece correcta la calificación, pero el demandado y recurrente que otorgó tal garantía alegaba la nulidad de una cláusula penal que también había aceptado (consistente en el incremento de las cantidades debidas y que hubieran de reclamarse judicialmente en un 30%) basándose en que, tratándose de una fianza, se había vulnerado el art. 1826 CC, puesto que, con la cláusula penal, él como fiador se había obligado de forma más onerosa que el obligado principal, respecto al que no existía tal cláusula. El TS solventa el problema sobre la accesoriedad acogiendo el argumento de la AP de que tal precepto no resulta 266 MENU SALIR aplicable a la fianza solidaria y aludiendo genéricamente al art. 1140 CC, aunque lo cierto es que todo el problema se hubiera evitado con la calificación de asunción cumulativa, como ocurrió para solventar un problema similar en la STS de 15 de diciembre de 1989 (RJA 8832)45. No obstante, lo más importante de la sentencia de 30 de diciembre de 1994, como indica ADAME MARTÍNEZ en el comentario que hace de la misma46, es la irrelevancia en buena medida de la calificación jurídica, siendo lo relevante la voluntad manifestada por los contratantes. Los tribunales califican el negocio de fianza, quizás porque al excluirse en el documento suscrito algunos beneficios propios de aquélla se aceptaba tácitamente tal calificación o quizás por el concepto amplio de fianza que a veces se maneja, pero siempre dejando claro que lo prevalente es la voluntad de asumir una deuda ajena como deudor principal y sin los beneficios (al menos, excusión y división) propios del fiador. Por ello, la 45 La mercantil “Avícola Armengol, S. A.” había contraído algunas deudas con el Banco Popular Español, la Banca Catalana, el Banco Español de Crédito y el Banco de Madrid. Los cuatro demandantes habían constituido una hipoteca unilateral, aceptada por los bancos, para garantizar el cumplimiento de las obligaciones que, frente a éstos, habían asumido: el pago de las deudas, con sus intereses, de “Avícola Armengol” en cuatro anualidades, a razón del 25% anual. Se declaró la suspensión de pagos de la mercantil y se aprobó el correspondiente convenio de acreedores, que fue votado favorablemente por los bancos. Al parecer, los demandantes remitieron una carta a los bancos pidiéndoles que acudieron a la reunión que había de aprobar y votaran favorablemente “sin que ello signifique novación alguna de la obligación que tenemos contraída”. En cualquier caso, en el convenio parece que no se aprobó ni quita ni espera, sino que se otorgó poderes a una comisión para que procediera a la enajenación de los bienes, sin que los bancos consiguieran cobrar nada. Sin embargo, los demandantes pretenden que se declare que la obligación por ellos contraída quedó extinguida, por novación o cesión pro soluto, con la aprobación del convenio y que nada deben a los bancos a título personal. En ambas instancias y en el TS perdieron los demandantes. El JPI entendió que la obligación contraída y garantizada con hipoteca por los demandantes era una asunción cumulativa, esto es y a su entender, una obligación distinta e independiente de la obligación que pesaba sobre Avícola Armengol y que no se trataba de una fianza (trayendo a colación, al respecto, la STS de 28 de septiembre de 1960), lo que se mantuvo en las sentencias que acaecieron con posterioridad. La calificación jurídica que se dio al acto celebrado parece que tenía por finalidad “aislar” la obligación asumida por los demandantes de la obligación previa que había contraído “Avícola Armengol”, a fin de que no pudieran afectarle las vicisitudes derivadas de la suspensión de pagos que podían afectar a ésta (teóricamente, una quita, una espera o una cesión pro soluto), aunque curiosamente ninguna de estas hipótesis concurría en el caso, ya que únicamente se acordó una cesión pro solvendo. Por ello, la huida del ámbito de la fianza hacia la asunción cumulativa muy probablemente tenía por finalidad que no planteara problemas la mayor onerosidad de la fianza (el aplazamiento del pago en cuatro anualidades) frente a la obligación principal, donde no existía aplazamiento (art. 1826 CC). 46 ADAME MARTÍNEZ, M. A., comentario a la STS de 30 de diciembre de 1994, CCJC n.º 38, abril-agosto 1995, pp. 656-665, reproduciendo en buena medida reflexiones anteriores (IDEM, 267 MENU SALIR calificación jurídica no supone la remisión automática a todo un bloque normativo, sino en la medida en que no contravenga la voluntad manifestada por los contratantes. Aparte las cuestiones anteriores, es cierta la afirmación de ADAME MARTÍNEZ de que contrasta el gran número de sentencias existentes sobre la asunción cumulativa con la escasa doctrina que de ellas puede extraerse47, porque sólo conocemos jurisprudencialmente algunos aspectos parciales de las relaciones externas y nada apenas de las internas en la asunción cumulativa. En este sentido, la STS de 22 de marzo de 1991 (RJA 2428) es probablemente el máximo exponente jurisprudencial como resumen de la escasa doctrina sentada acerca de esta figura. La mercantil “Hiab Valman, S. A.” había vendido al Sr. B. un total de doce grúas para su instalación en otros tantos camiones. El origen de la controversia fue, entre otras cuestiones, el impago del precio de dos de ellas, por lo que aquella Sociedad interpuso demanda ante los tribunales exigiendo el cumplimiento de esta obligación. La demanda se dirigió contra el Sr. B. (después contra sus herederos) y también contra la sociedad “Plahor, S. A.”, por entender que ésta también había asumido la deuda. Fue estimada íntegramente tanto en primera como en segunda instancia y el TS declaró no haber lugar al recurso interpuesto por “Plahor, S. A.”. En el F.D. cuarto, el TS realiza una serie de afirmaciones sobre esta materia, algunas veces basándose en pronunciamientos anteriores, que merecen ser resaltadas separadamente: 1.ª) “(...) Cuando la asunción de deuda se hace por la intromisión de un nuevo deudor en la relación obligacional del pago de un contrato en el que no es parte el que asume tal compromiso, lo que no requiere la liberación del primitivo deudor, sino que se adhiere con vínculo solidario a la obligación contraída por éste (asunción cumulativa o de refuerzo) no se está en presencia, ni mucho menos, de las previsiones del artículo 1205 del Código Civil, ni técnicamente en las figuras delimitadas en los artículos 1203 y 1204 del mismo Cuerpo Asunción de deuda en Derecho civil, Ed. Comares, Granada, 1996, pp. 194-198). 47 ADAME MARTÍNEZ, Asunción..., cit., p. 197. 268 MENU SALIR legal, porque ni se extingue ni se modifica la obligación prística que se mantiene intacta (...)”. 2.ª) “(...) La asunción de deuda cumulativa es un negocio atípico en nuestro derecho positivo que, como tal, ha de regirse por los pactos establecidos por las partes y consentidos por el acreedor y que han de respetar todos los interesados (...) y cuya raíz obligacional se encuentra en la libertad de pactos sancionada en el artículo 1255 del Código Civil (...)”. 3.ª) “(...) Se añade una nueva obligación libérrimamente contraída por un tercero que refuerza el resultado final de pago en los términos, condiciones, circunstancias y modos que ese tercero ofrezca, con lo que coadyuva al propósito del feliz término y cumplimiento de la primitiva obligación (...)”. 4.ª) El asumente “(...) solo precisa para su vinculación de la aceptación expresa o tácita del acreedor (...)” (todos los subrayados son nuestros). Resumiendo la doctrina jurisprudencial: el asumente cumulativo es un deudor principal (no accesorio) que, con el consentimiento del acreedor, queda obligado solidariamente con el deudor previo en los términos en que se hubiere comprometido. Su régimen jurídico no hay que buscarlo en las normas del Código sobre la novación, sino ante todo en los pactos establecidos entre las partes por tratarse de un negocio (contrato) atípico (implícitamente es una remisión a las normas sobre las obligaciones contractuales) y en las normas de la solidaridad en cuanto a las relaciones externas. IV.- EL RÉGIMEN JURÍDICO DE LA ASUNCIÓN CUMULATIVA. 1.- Consideraciones generales: la relación entre el marco jurídico positivo y los caracteres de la asunción cumulativa. El marco normativo de referencia disponible debe ponerse en relación con los caracteres que presenta la asunción cumulativa a fin de buscar y determinar las normas concretas en las que subsumir los diversos supuestos y aspectos que conforman este contrato. Creemos poder establecer los siguientes caracteres o peculiaridades: 269 MENU SALIR a) Para empezar, el asumente lo es de deuda ajena: no es un sujeto que se obliga sin más, sino que lo hace per relationem a una organización de intereses entre un deudor y un acreedor ya determinada y que, de ordinario, se inserta en una contrato48. b) La obligación a cargo del asumente no es normalmente una obligación accesoria y el asumente no es propiamente un fiador, aunque algunas veces pueda ocurrir lo uno y lo otro, ya que la asunción cumulativa puede servir para diversas finalidades49. Cuestión distinta es que se haya contraído per relationem y precise por ello la existencia de una obligación previa, que el cumplimiento de cualquiera de las dos extingue ambas y que determinadas contingencias que afecten a una pueden contaminar a la otra, como más adelante se precisará. La accesoriedad de la fianza respecto a la obligación principal, en los términos impuestos por el art. 1826 CC, conlleva, por ejemplo, que la extinción de la obligación principal provoque también la del fiador, aunque la extinción lo haya sido por imposibilidad sobrevenida fortuita (art. 1847, en relación al 1156 y 1182 y ss.)50. Pero la obligación del asumente no se extingue por la imposibilidad 48 Sin embargo, no creemos que sean útiles, y menos que pueda servir para excluir la aplicación de normas relativas a la fianza, ciertas afirmaciones de GUILARTE ZAPATERO, Comentarios al Código Civil y Compilaciones forales, XXIII, com. art. 1822, Edersa, Madrid, 1990, como: “A diferencia de quien asume acumulativamente una deuda, donde el tercero cumple la obligación de otro, el fiador cumple su propia obligación, realiza su específica prestación, que, como se analiza posteriormente, puede ser o no idéntica a la del deudor principal” (p. 10); “el fiador no es deudor de la obligación fiada, sino de la suya propia, y que cuando ésta se paga cumple su propia obligación, no la del deudor principal, aunque mediante tal cumplimiento satisfaga el interés del acreedor” (p. 11); “el fiador no se convierte en codeudor, como ocurre en la asunción, sino que sigue siendo deudor de su propia obligación accesoria sin perder su condición de garante” (p. 43). Lo mismo, IDEM, en comentario a la STS de 23 de marzo de 1988, CCJC, n.º 16, enero-marzo 1988, pp. 261-262. 49 La diversidad típica para la que puede servir la asunción cumulativa la recoge RESCIGNO, Studi sull’accollo, Ed. Giuffrè, Milano, 1958, p. 72, respecto al accollo: “a) la comunione d’interessi col debitore orignario; b) il rafforzamento della garanzia patrimoniale del creditore; c) la transmisión dell’interesse per cui fu contratta l’obbligazione. (...) L’accollo cumulativo, quando mira a rafforzare la garanzia del creditore, si avvicina, senza dubbio, alla fideiussione, così come l’accollo cumulativo per trasmissione dell’interesse s’accosta all’assunzione privativa”. También evidencian esta diversidad TERRÉ, F.- SIMLER, P.- LEQUETTE, Y., Droit civil. Les obligations, 6.ª edic., Ed. Dalloz, Paris, 1996, pp. 1068-1070, que distinguen básicamente entre una delegación imperfecta (cumulativa) con una finalidad de garantía simplemente y una delegación imperfecta con una finalidad de pago, siendo secundaria en este último caso la función de garantía. 50 Sobre la accesoriedad en la fianza, vid. GUILARTE ZAPATERO, Comentarios..., XXIII, 270 MENU SALIR sobrevenida fortuita de la obligación a cargo del deudor, porque en ausencia de la accesoriedad predicable para la fianza, la regla a aplicar es la que puede extraerse del art. 1147.I en sede de solidaridad51. c) Enlazando con lo anterior, la voluntad de los contratantes en la asunción cumulativa es, de ordinario, la de otorgar al acreedor un ius variandi o electionis de forma tal que pueda dirigirse indistintamente y por el todo frente a cualquiera de los deudores cumulativos, siendo entonces complicada la distinción de la fianza solidaria52. En este sentido, las normas jurídicas a aplicar son las propias de las com. art. 1822, cit., pp. 19-21. 51 LARENZ, Lehrbuch..., I, cit., p. 611, distinguiendo entre asunción cumulativa y fianza, observa con claridad esta diferencia: mientras la obligación del fiador depende de la existencia y contenido de la obligación del deudor principal (§ 767), la obligación del asumente cumulativo no queda afectada generalmente (§ 425), prescindiendo de los casos en que haya satisfacción total o parcial del crédito (§ 422), por una posterior alteración de la obligación del deudor originario”, lo que constituye lugar común en la doctrina, que reitera que la obligación del asumente es dependiente en su nacimiento a la del deudor primitivo, pero independiente en su desarrollo (por ejemplo, puede variarse el lugar del pago: HEINRICHS, en PALANDT, Bürgerliches Gesetzbuch, cit., Vor §§ 414 y ss., RdNr. 6). En sentido parecido en relación a la delegación imperfecta, MAZEAUD, H.- L.MAZEAUD, J.- CHABAS, F., Leçons de Droit civil, tomo II, vol. I (Les obligations), 9.ª edic. por François Chabas, Ed. Monsthrestien, Paris, 1998, p. 1265: “Le cautionnement n’est que l’accessoire de la dette et suit son sort; il est nul si la dette principale est nulla (art. 2012, al. 1er, C. civ.); au contraire, en raison de l’indépendance des deux obligations, la nullité de l’obligation du délégant à l’égard du délégataire n’affecte pas, dans la délégation imparfaite, la validité de l’engagement du délégué envers le délégataire. D’autre part, la caution poursuivie par le créancier dispose du bénéfice de discussion, qui lui permet de contraindre le créancier à s’adresser d’abord au débiteur principal; au contraire, le délégué est, aussi bien que le délégant, tenu au paiement de la dette à titre de débiteur principal” (subrayado nuestro). 52 En estos casos, la equiparación entre asunción cumulativa solidaria y fianza, también solidaria, parece inevitable (cuando la obligación a cargo del fiador es subsidiaria, la distinción con la asunción cumulativa es fácil: ADAME MARTÍNEZ, Asunción..., cit., pp. 212 y ss). Esta equiparación la defiende uno de los autores que más ha estudiado este problema, como es CARRASCO PERERA, Fianza..., cit., pp. 148-150 (también en otros lugares: pp. 72-78, 161, 165 y ss.), donde, a propósito de la distinción entre asunción cumulativa y fianza (téngase en cuenta el concepto tan amplio de fianza que maneja este autor: pp. 37 y ss.) termina preguntándose: “¿Dónde está, pues, la diferencia entre coobligarse y garantizar?”, mostrándose especialmente crítico con el llamado criterio del interés como criterio distintivo entre asunción cumulativa y fianza (pp 167168). Lo mismo, recientemente, CARRASCO PERERA, en CARRASCO PERERA- CORDERO LOBATO- MARÍN LÓPEZ, Tratado de los derechos de garantía, Ed. Aranzadi, 2002, pp. 126129. Este criterio del interés ha sido especialmente desarrollado por la doctrina alemana para distinguir asunción cumulativa y fianza (necesario debido a la exigencia de forma que establece el § 766 respecto a la fianza, por lo que la asunción cumulativa se convierte en un medio para vulnerar dicha norma) con base en el § 765.I BGB (“Por el contrato de fianza se obliga el fiador frente al acreedor de un tercero a responder del cumplimiento de la obligación del tercero”), de forma que si el nuevo deudor tiene un interés real propio en la relación obligatoria estaremos ante una asunción cumulativa; si falta éste y sólo tiene interés en apoyar al deudor, se tratará de una 271 MENU SALIR obligaciones solidarias, aunque debe tenerse en cuenta que la solidaridad pasiva no es sólo una forma de obligarse, sino que conlleva una idea de comunidad de intereses y de corresponsabilidad entre los codeudores (tal y como se deriva de los arts. 1141, 1143 y 1146 a 1148 CC, entre otros), así como una determinada organización de las relaciones internas entre todos ellos (ante todo, el art. 1145). Por ello, aunque se aplicarán los arts. 1144, 1145.I y 1147.I en cuanto al ius variandi del acreedor, los arts. 1141.II y 1147.II sólo lo serán para perjudicar al asumente que ha consentido en obligarse conjuntamente con el deudor, pero no a este último sino cuando también él haya consentido la asunción de la deuda. Si ambos deudores consintieron la asunción cumulativa, ello les convertirá a los efectos de la aplicación de los preceptos anteriores en deudores solidarios53, como se explicará más adelante. fianza. Así, BROX, Allgemeines Schuldrecht, cit., RdNr. 419, pp. 250-251, dice que el fiador se obliga por una deuda ajena, mientras que el asumente asume la deuda como propia, queriendo responder de forma independiente de la deuda del deudor y sólo se producirá si persigue con ello su propio interés jurídico o económico. Se trata de una cuestión de interpretación saber cuándo se está ante una u otra figura, debiendo estarse no sólo a la fórmula utilizada, sino de forma decisiva al conjunto de circunstancias, y ante todo, al fin de la estipulación. En sentido parecido, LARENZ, Lehrbuch..., I, cit., pp. 611-612; HEINRICHS, en PALANDT, Bürgerliches Gesetzbuch, cit., Vor §§ 414 y ss., RdNr. 4); WESTERMANN, en ERMAN, B.G.B. Handkommentar, cit., Vor §§ 414 y ss., RdNr. 9; FIKENTSCHER, Schuldrecht, cit., RdNr. 614, p. 377 ; MÖSCHEL, en Münchener Kommentar..., cit., Vor §§ 414 y ss., RdNr. 18. En contra de la asimilación entre asunción cumulativa (solidaria) y fianza solidaria parece estar también, ADAME MARTÍNEZ (Asunción..., cit., pp. 226-228), aunque la distinción de la que quiere posteriormente sacar alguna consecuencia de régimen jurídico no es otra que la nota de accesoriedad de la fianza, aunque, como él mismo dice, todo depende de una cuestión apriorística (p. 227): “Tenemos que reconocer que todo depende del punto de partida”. En la línea del anterior y con acogimiento del criterio establecido por la ya citada STS de 28 de septiembre de 1960 se posiciona también GUILARTE ZAPATERO, en Comentario a la STS de 23 de marzo de 1988, cit., p. 261: “Es claro que la voluntad del eventual fiador es convertirse en tal, y no interceder en la deuda ajena de ninguna otra forma. No hay, pues, en el supuesto intercesión en la deuda ajena, ni privativa o liberatoria, ni cumulativa o de refuerzo, ya sea en su modalidad de asunción de cumplimiento o de adhesión a la deuda. Aunque, como en los supuestos de intercesión, el fiador responde de deuda ajena, lo hace en vía subsidiaria y a través del expediente técnico de crear, como propia, una obligación accesoria”. 53 Ninguna duda existe en Alemania sobre la aplicación de los §§ 420 a 424 BGB a las relaciones externas en la asunción cumulativa: BROX, Allgemeines Schuldrecht, cit., RdNr. 419, p. 251; ZEISS, en SOERGEL, Bürgerlichen Gesetzbuch, cit., Vor §§ 414 y ss., RdNr. 7; WESTERMANN, en ERMAN, B.G.B. Handkommentar, cit., Vor §§ 414 y ss., RdNr. 8; HEINRICHS, en PALANDT, Bürgerliches Gesetzbuch, cit., Vor §§ 414 y ss., RdNr. 6; MÖSCHEL, en Münchener Kommentar..., cit., Vor §§ 414 y ss., RdNr. 15. 272 MENU SALIR d) Cuando no se haya querido otorgar al acreedor un derecho de cobro indistinto, de forma que se establezca un orden en el pago, la cuestión es compleja y requiere algunas distinciones. Si la obligación que se hace subsidiaria es la del asumente, como muy raramente ocurrirá tratándose de una asunción cumulativa, entonces habrán de aplicarse las normas relativas a la fianza, pues el asumente se habrá obligado “a pagar o cumplir por un tercero, en el caso de no hacerlo éste”54. Si, como ocurrirá con más frecuencia, la obligación que se hace subsidiaria es la del antiguo deudor, entonces habrá de reconocerse que la obligación de éste ha quedado temporalmente en suspenso a resultas del eventual incumplimiento o insolvencia del asumente (normalmente en virtud de un pactum de non petendo). e) En las relaciones internas entre los deudores cumulativos, y a pesar del ius variandi del acreedor, debe partirse de que el asumente es el único obligado a pagar, pues en otro caso y salvo que pretenda simplemente afianzar, no se explica su intervención. Su obligación se justifica en un crédito que haya querido otorgar al deudor pagando la deuda de éste (asunción credendi causa), en el pago de la deuda que a su vez tenga con el mismo deudor (solvendi causa) o en el mero ánimo de liberalidad (donandi causa). En cualquier caso, él es el único obligado internamente. Lo anterior no significa aceptar una solución como la que establecía el Proyecto de 1851 en su art. 1070: “Si el negocio, por el cual la deuda se contrajo mancomunadamente [léase, solidariamente], no concierne más que a uno de los deudores mancomunados, este será responsable de toda ella a los otros codeudores, que, respecto a él, solo serán considerados como sus fiadores”, precepto que recogía la opinión de POTHIER, concretada en el art. 1216 del Code, y cuya posterior desaparición con el Anteproyecto 1882-1888 ha merecido el juicio favorable de PÉREZ ÁLVAREZ, al que nos adherimos: “Pienso, a este 54 Al respecto afirma PUIG FERRIOL, L., “Asunción de deudas”, en Cuadernos de Derecho Judicial (Derecho de obligaciones), VIII, CGPJ, Madrid, 1996, p. 338: “No se dará una asunción cumulativa de deuda si el tercero responde de la deuda del primitivo deudor con carácter subsidiario, pues esta hipótesis aboca a la situación de fianza, que según el art. 1.822.I CC comporta que una persona se obligue a pagar o cumplir por un tercero, para el caso de no hacerlo éste”. 273 MENU SALIR respecto, que tal omisión es acertada; y lo digo, por cuanto que no existe razón alguna que justifique una ordenación específica. En efecto, tratándose en realidad de un caso más de garantía asumida por los cofiadores solidariamente entre sí y también con el deudor, dicho supuesto habrá de subsumirse en el régimen jurídico que, para tales casos, resulte del Código civil”55. f) Todo lo dicho anteriormente ha de tener su reflejo en el equilibrio o nivelación de patrimonios entre el asumente y el deudor, como se determinará más adelante. En razón de las consideraciones anteriores, y tal y como se hizo en el epígrafe VII de nuestro capítulo primero bajo el título “Los efectos del contrato de asunción de deuda”, debe distinguirse dentro de la asunción cumulativa, a fin de analizar su régimen jurídico, entre: 1) asunción cumulativa solidaria, y 2) asunción cumulativa no solidaria, que a su vez se subdivide en: 2.1) asunción cumulativa (no solidaria) con otorgamiento de ius variandi al acreedor, y 2.2) asunción cumulativa (no solidaria) sin otorgamiento de tal ius variandi al acreedor. La columna vertebral de la figura es la libertad de pactos, pero difícilmente la previsión de los contratantes conllevará una regulación completa que prevea todas las contingencias y problemas que pueden plantearse56. Para cada uno de los supuestos que se analizarán a continuación se dispone de dos bloques normativos básicos como son las normas relativas a la fianza y a la solidaridad, a los que deben añadirse, por supuesto, las normas aplicables a las obligaciones 55 PÉREZ ÁLVAREZ, M. A., Solidaridad en la fianza, Ed. Aranzadi, Pamplona, 1985, p. 46; SOTO NIETO, F., “Caracteres fundamentales de la solidaridad pasiva”, RDP, 1980, pp. 803804, considera que la omisión definitiva en el Código de un artículo equivalente al 1070 del Proyecto “no deriva de una disparidad de criterios, al venir implícitamente admitida tal solución en la normativa ofrecida”. 56 Por ello, no podemos estar de acuerdo, como no lo está CARRASCO PERERA (Fianza..., cit., p. 168), con la afirmación genérica de GUILARTE ZAPATERO (comentario a la STS de 23 de marzo de 1988, cit., p. 262) según la cual “el especial régimen de la fianza no es aplicable a la asunción, que se regirá por lo dispuesto en el acuerdo entre el deudor primitivo y el que ingresa en la 274 MENU SALIR contractuales contenidas en los dos primeros títulos del Libro cuarto del Código civil. Se trata ante todo de interpretar la voluntad de las partes, y en lo no previsto por ellas, buscar soluciones razonables para casos concretos, eligiendo las normas que resulten más apropiadas57. 2.- El régimen jurídico de la asunción cumulativa solidaria. 2.1.- Principales preceptos aplicables a las relaciones externas. En las relaciones externas (acreedor-deudores cumulativos) no se aplicarán los preceptos referidos al beneficio de excusión, esto es, del 1830 al 1834 (obviamente, tampoco el 1837), sino el 1137, el 1144 y el 1145.I58, y ello con independencia de cómo se interprete el art. 1822.I (en relación a los arts. 1830 y obligación”. 57 Así, ADAME MARTÍNEZ, Asunción..., cit., pp. 221 y ss; BASOZABAL ARRUE, X., “El contrato de asunción de deuda”, ADC, 2000-I, p. 122. 58 En nuestro Derecho no existe base positiva alguna para mantener una posición similar a la que recoge el art. 1268.II del Codice civile para la delegación cumulativa: “Tuttavia il creditore che ha accettato l’obbligazione del terzo non può rivolgersi al delegante, se prima non ha richiesto al delegado l’adempimento”, parece que distinta de la que recogen los arts. 1272.I y 1273.III para la expromisión y el accollo, al declarar al expromitente y al accollante obligados “in solido” con el deudor. Sin embargo, la opinión mayoritaria en la doctrina defiende una interpretación sistemática y unitaria de los tres preceptos anteriores en el sentido de que las previsiones que el Codice hace respecto a la delegación, son también extensibles analógicamente a la expromisión y al accollo, puesto que la finalidad propia de los negocios anteriores es sustituir a un deudor por otro en cuanto al cumplimiento de la obligación y por eso es razonable esperar que el acreedor reclame primero al deudor nuevo. Esta idea se complementa con la interpretación que se hace de la subsidiariedad establecida en el propio art. 1268.II en el sentido de que este precepto no impone un orden o excusión en cuanto a la ejecución, sino un orden en cuanto a la reclamación de la deuda, de forma que si éste no cumple, puede reclamarse a los demás deudores, o incluso antes si se conoce que aquél no cumplirá por ser insolvente. De esta forma se salva la contradicción que podría existir entre la remisión de los arts. 1272.I y 1273.III a las normas de la solidaridad (arts. 1292 y ss.) y el recurso a la subsidiariedad establecida en el 1268.II. Comparten la opinión anterior: RESCIGNO, Studi sull’accollo, cit., pp. 66-72; ROLLI, R., L’espromissione e la liberazione del debitore originario, CEDAM, 1995, pp. 56 y ss; MANCINI, T., Trattato di diritto privato, diretto da Pietro Rescigno, IX (Obligazioni e Contratti-I), 2.ª edic., UTET, Torino, 1999, pp. 500 (expromisión) y 512 (accollo); BIANCA M., Diritto civile, IV, Ed. Giuffrè, Milano, 1992, pp. 653 (delegación), 670 (expromisión) y 682-683 (accollo); CICALA, R., voz “Accollo”, en Enciclopedia del Diritto, I, Ed. Giuffrè, 1958, pp. 288-289; RODOTÀ, S., voz “Espromissione”, en Enciclopedia del Diritto, XV, Ed. Giuffrè, 1966, p. 788. En contra de esta opinión y a favor de entender que la responsabilidad cumulativa es solidaria estrictamente en el sentido de los arts. 1292 y ss. del Codice, MICCIO, R., en Commentario del Codice civile, Libro IV, tomo I, com. art. 1275, UTET, Torino, 1982, p. 575, y parece que en el mismo sentido, QUAGLIARIELLO, G., L’espromissione, Casa Editrice Dott. Eugenio Jovene, Napoli, 1953, pp. 90-91. 275 MENU SALIR ss., que recogen el beneficio de excusión) y el alcance y significado que se otorgue a la subsidiariedad en la fianza59. Tampoco plantea dudas la aplicación de los arts. 1141.II y 1147.II respecto a la comunicación de la responsabilidad a los demás deudores solidarios por la imposibilidad sobrevenida de la prestación por culpa (o mora) de uno de ellos60; solución que también debe extenderse a la mora, incumplimiento o cumplimiento defectuoso de un deudor solidario61. 59 PÉREZ ÁLVAREZ, Solidaridad..., cit., pp. 90-97, expone las opiniones doctrinales más relevantes sobre las relaciones entre beneficio de excusión, subsidiariedad y solidaridad, siendo la mayoritaria y la seguida por la jurisprudencia (también por este autor, p. 96) aquella que identifica beneficio de excusión con subsidiariedad de la fianza. Algunas de las opiniones que existen al respecto no son necesariamente incompatibles entre sí. No es incompatible la opinión de PUIG FERRIOL (“Régimen jurídico de la solidaridad de deudores”, en Libro-Homenaje a Roca Sastre, vol. II, 1976, pp. 437 y ss.), que considera que la existencia del beneficio de excusión no excluye las normas de la solidaridad porque no convierte en subsidiaria la obligación del fiador, ya que éste no opera a nivel de obligación del fiador sino a nivel de pago o cumplimiento (lo confirman los arts. 1832 y 1834 CC), con la afirmación de DÍEZPICAZO (Fundamentos del Derecho civil patrimonial, II, Civitas, Madrid, 1996, p. 436) de que si fiador y deudor principal son solidarios, el beneficio de excusión carece de sentido, pero sí son incompatibles cuando termina generalizando este autor que hay entre tal beneficio “y la solidaridad una evidente incompatibilidad”, lo que también parece compartir ALBALADEJO GARCÍA, M., Derecho civil, II-2.º, Ed. Bosch, Barcelona, 1994, pp. 415-417. Por otro lado, considera HERNÁNDEZ GIL, A. (“La solidaridad en las obligaciones”, RDP, 1946, pp. 405-406) que la excusión es contraria a la solidaridad, mientras que CARRASCO PERERA (Fianza..., cit., pp. 76-77), en el extremo contrario, entiende que “el beneficio de excusión del art. 1830 CC no agota el significado de la expresión del art. 1822-I in fine («en el caso de no hacerlo éste»). La fianza descrita en el art. 1822-I sería subsidiaria aun si no existiera el beneficio de excusión. Subsidiariedad en este precepto debe querer decir que el deudor debe «incumplir», para que pueda el fiador ser requerido de pago; es decir, que el acreedor debe demandar judicialmente o requerir extrajudicialmente al deudor. Cumplido este trámite, es cuando se puede requerir al fiador, que podrá, entonces, oponer como excepción dilatoria el beneficio de excusión”. En el mismo sentido de que la fianza, aún sin beneficio de excusión, sigue siendo subsidiaria se expresan también GUILARTE ZAPATERO, Comentarios..., XXIII, com. art. 1822, cit., pp. 23-24, sobre la base de que “la obligación del fiador es de grado distinto y posterior a la del deudor principal porque su ejecución presupone siempre, inevitablemente, el incumplimiento de otra obligación, siendo en todo caso relevante no que el fiador pague antes o después que otro, sino que lo hace en lugar de otro” y DELGADO ECHEVERRÍA, J., en LACRUZ y OTROS, Elementos de Derecho civil, II-2.º (Derecho de obligaciones), 3.ª edic., Ed. Bosch, Barcelona, 1995, p. 341. 60 CAFFARENA LAPORTA, J., La solidaridad de deudores: Excepciones oponibles por el deudor solidario y modos de extinción de la obligación en la solidaridad pasiva, Edersa, Madrid, 1980, pp. 335 y ss. (360 y ss., respecto a la mora). También CRISTOBAL MONTES, A., “La mora y la culpa en la solidaridad pasiva”, RDN, enero-diciembre 1990, pp. 39-52. 61 DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., p. 211. 276 MENU SALIR 2.2.- El régimen de las obligaciones accesorias. No produciéndose en las formas cumulativas liberación del anterior deudor y sustitución por otro nuevo, no resultan aplicables las cautelas que, respecto a la subsistencia de los derechos u obligaciones accesorias, impone la forma liberatoria. Así por ejemplo, no será de aplicación el art. 1207 CC en la interpretación que del mismo hemos acogido en este trabajo y defendida en su día por ÁLVAREZ CAPEROCHIPI (vid. el epígrafe II.2. de nuestro capítulo segundo), porque no concurre el presupuesto de “cuando la obligación principal se extinga por efecto de la novación...” ni la ratio de su aplicación. Podría decirse –pensando en la posición del fiador– que la asunción cumulativa no sólo no le perjudica, sino incluso que le beneficia: aparece un nuevo deudor principal (así debe considerarse a estos efectos al asumente), que a su vez puede aportar nuevos garantes62. Pero tampoco se escapa que la posición del fiador puede empeorar: basta pensar en la comunicación de responsabilidad ex art. 1147.II CC entre los deudores, lo que significa que la aparición del asumente puede suponer para el fiador un riesgo adicional en caso de mora, insolvencia o incumplimiento. De ahí que deba admitirse la regla establecida al respecto por DÍEZ-PICAZO: “Si la asunción de deuda no tiene efecto liberatorio respecto de la obligación del antiguo deudor, sino que es acumulativa, el fiador continúa obligado, pero sólo garantiza la obligación del antiguo deudor”63, siendo evidente su inaplicación cuando el fiador presta su consentimiento a la asunción cumulativa. Debemos entender que la referencia a que “sólo garantiza la obligación del antiguo deudor” lo es a la obligación de éste en el estado en que se encuentre en el momento de la asunción o con las contingencias posteriores que pueda sufrir debidas a actos del deudor, puesto que la responsabilidad derivada del art. 1147.II 62 Así, MARTÍNEZ DE AGUIRRE, C., “La transmisión activa y pasiva de las obligaciones en el Derecho navarro”, Revista Jurídica de Navarra, n.º 18, julio-diciembre 1994, p. 28, defiende la no liberación de los fiadores en la asunción cumulativa sobre la base de que la posición de aquellos ha mejorado “puesto que no solo siguen garantizando al mismo deudor que antes (quien continua obligado), sino que ven aumentar las probabilidades de cumplimiento (por el nuevo deudor), y por tanto, disminuir las probabilidades de que les corresponda a ellos cumplir como garantes”. 63 DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., p. 455, bajo el epígrafe “La asunción por un tercero de la deuda garantizada y la posición jurídica del fiador”. 277 MENU SALIR por los actos posteriores imputables al asumente, también sería tras la asunción, propiamente, “obligación del antiguo deudor”. Por ello, podemos concluir que aquella regla protectora del fiador se basa en el principio de relatividad de los contratos y significa que su posición no puede verse perjudicada sin su consentimiento tras la asunción cumulativa64. Sin embargo y a pesar de la claridad de este planteamiento a nivel teórico, lo cierto es que su aplicación práctica puede generar algunos problemas en orden a determinar cuándo ha sido un acto del deudor antiguo y cuándo del asumente el que ha provocado, por ejemplo, un incremento de la cantidad inicial a que ascendía la deuda (así, por intereses, gastos o daños y perjuicios). Al respecto nos parecen razonables las siguientes soluciones: debe hacerse responsable al deudor antiguo de todos los gastos ordinarios tendentes a obtener el cobro desde el momento en el que sea exigible la deuda respecto a él, aunque en las relaciones internas deudor-asumente éste sea el único obligado, y ello aunque tales gastos se hayan generado sólo respecto al asumente y se hayan extendido al antiguo deudor en virtud del art. 1141.II, por dos motivos: porque es razonable pensar que, de no haber existido el asumente, la reclamación habría sido entonces dirigida a aquél y porque tales gastos no se hubieran generado si el primer deudor hubiera cumplido puntualmente su obligación. Lo mismo respecto a los intereses devengados (legales y convencionales), incluso los moratorios, aunque la interpelación para la constitución en mora haya sido realizada sólo respecto al asumente y se haya extendido esta situación al deudor antiguo (art. 1141.II.), por las razones antes indicadas. Finalmente, lo mismo y con idéntico fundamento cabe también defender respecto a los daños y perjuicios derivados del incumplimiento. Queda fuera, en nuestra opinión, la responsabilidad por la pérdida de la cosa debida imputable exclusivamente al asumente y producida antes del vencimiento de la obligación. Si la cosa se perdió en estas circunstancias y a ambos deudores es imputable el hecho, debiera responder el fiador de la total pérdida o ruina de la cosa para el uso que le es propio cuando la intervención del deudor antiguo 64 Es la regla establecida por el último párrafo del § 767.I BGB: “No se amplía la obligación del fiador por un negocio jurídico que celebre el deudor principal después de la asunción de la fianza”. 278 MENU SALIR hubiera bastado por sí sola para producir ésta; si no es así, el fiador sólo debe ser responsable de la parte de la pérdida que sea imputable al antiguo deudor. Pero, a pesar de que la prueba de la existencia de la deuda corresponde al acreedor (art. 217.2 LEC), debiera cumplir éste con acreditar la pérdida de la cosa (o el incumplimiento sucesivo a la imposibilidad de entregarla) y la existencia de la fianza, debiendo corresponder al fiador la prueba de la pérdida imputable, en todo o en parte, al asumente. En cualquiera de los casos anteriores, podrá el fiador que pague subrogarse en las garantías prestadas tanto por el antiguo deudor como por el asumente, aunque el pago del fiador lo haya sido en uno de los supuestos en los que, a tenor de lo antes dicho, no hubiera tenido que hacerlo, porque aun así, debe ser considerado a todos los efectos como el pago de un tercero interesado en la obligación (art. 1210.3.º CC). 2.3.- El régimen de las excepciones oponibles por el asumente cumulativo65. Ninguna duda ofrece la oponibilidad por el asumente cumulativo de las excepciones que deriven del contrato en virtud del cual asumió la deuda y de las excepciones que personalmente pueda tener con el acreedor en razón de otras relaciones que entre ambos puedan existir. En relación a las excepciones derivadas de la relación de valuta (acreedordeudor previo) y siguiendo la clasificación, ya conocida, de CAFFARENA LAPORTA sobre la base de una explicación coherente y sistemática de los arts. 1148, 1302, 1824 y 1853 CC66, entendemos que el asumente cumulativo puede 65 En este epígrafe deben tenerse por reproducidas las soluciones del Derecho Comparado respecto a la asunción liberatoria, por coincidir esencialmente, salvo las matizaciones que puedan hacerse, con las defendidas en relación a la forma cumulativa. Por ello, debe tenerse presente el epígrafe de nuestro capítulo segundo titulado: “3.1.- Ausencia de regulación específica en nuestro Código y las soluciones del Derecho comparado” (dentro del apartado: “II.- La regulación del Código civil. El régimen de la asunción de deuda liberatoria”). 66 CAFFARENA LAPORTA, La solidaridad..., cit., pp. 51 y ss. (al que sigue, JORDANO BAREA, “Las obligaciones solidarias”, ADC, 1992-III, pp. 867-868), y en lo esencial, DÍEZPICAZO, Fundamentos..., II, cit., pp. 434-435, con remisión a la triple distinción que realiza en sede de solidaridad, en pp. 212-213. No obstante y como dice el autor citado en primer lugar (pp. 68-69), la triple clasificación de las excepciones aparece ya en DELGADO ECHEVERRÍA, en LACRUZ y OTROS, Elementos..., II-2.º, en la p. 285 de la edición de 1977. 279 MENU SALIR oponer todas las llamadas excepciones comunes (también denominadas reales, “inherentes a la deuda” o “derivadas de la naturaleza de la obligación”), esto es, las nacidas del hecho jurídico del cual deriva la relación obligatoria, las causas en cuya virtud ésta deba tenerse por ineficaz y cualquier otra causa relativa al desenvolvimiento de la obligación que produzca la extinción, total o parcial, o la paralización o suspensión de la reclamación del acreedor, como las establecidas en los arts. 1156 con carácter general, y en el 1143 CC específicamente67. Algunas de las causas extintivas anteriores, no obstante, deben ser adaptadas La opinión mayoritaria, sin embargo, únicamente distingue entre excepciones comunes y excepciones personales o puramente personales: CRISTOBAL MONTES, A., “Excepciones oponibles por el deudor solidario”, RDP, noviembre 1990, pp. 863 y ss; LACRUZ BERDEJO, J. L., en LACRUZ y OTROS, Elementos de Derecho civil, II-1.º (Derecho de obligaciones), 2.ª edic., Ed. Bosch, Barcelona, 1985, pp. 67-68, aunque distinga tres grupos de excepciones: las que derivan de la naturaleza de la obligación, las personales del deudor demandado y las personales de los otros deudores (acogiendo así la misma clasificación de HERNÁNDEZ GIL, “La solidaridad..., cit., p. 412); DELGADO ECHEVERRÍA, Elementos..., II-2.º, cit., pp. 351-352, respecto a la fianza, distingue entre las excepciones inherentes a la deuda (entre ellas incluye las que, nacidas en cabeza del deudor, se dirigen a eludir, retrasar o disminuir el pago, “para impedir que el acreedor consiga del fiador más de lo que lograría dirigiéndose contra el fiado, con la indeseable consecuencia de que podría éste negar a aquél el reembolso de lo que pagó”) y las excepciones puramente personales (básicamente, minoría de edad e incapacidad); También GUILARTE ZAPATERO (Comentarios..., XXIII, com. art. 1853, cit., pp. 424 y ss.) realiza básicamente la distinción anterior, pero cuando estudia la fianza en garantía de obligación con varios deudores principales (pp. 433-434), admite, en cuanto a las excepciones oponibles por el fiador, la triple clasificación entre las inherentes a la naturaleza de la obligación principal, las personales de cada uno de los codeudores solidarios y las “puramente personales”, en una interpretación conjunta de los arts. 1148, 1824 y 1853 CC. RUBINO, D., com. art. 1297, en Commentario del Codice civile a cura di Scialoja e Branca, arts. 1285-1320, 2.ª edic., Bologna-Roma, 1968, pp. 218-219, distingue (apartándose de la opinión manifestada en la primera edición de esta misma obra) entre excepciones simplemente personales y excepciones estrictamente personales (“semplicemente personali” y “strettamente personali”). Las primeras serían aquellas que se verifican directamente en cabeza de uno solo de los deudores solidarios, pero operan directamente sobre la obligación, pudiendo ser opuestas por los codeudores al acreedor. Excepciones estrictamente personales serían aquellas que responden al interés exclusivo de uno de los codeudores y nacen normalmente de la voluntad de la ley (ampliamente sobre este interés exclusivo, pp. 153-157), de ahí que el art. 1297 del Codice, que entiende aplicable a las mismas, impida a los demás codeudores, a cuyo interés no responde, que puedan oponerlas. Pero no es una excepción estrictamente personal la incapacidad porque el art. 1945 (en sede de fianza) no es aplicable, ni siquiera por analogía, en el ámbito de la solidaridad pasiva. Recientemente, RUBIO GARRIDO, Fianza solidaria..., cit., pp. 316-317. Por su parte, PUIG FERRIOL, “Régimen..., cit., pp. 458-461, también distingue entre excepciones personales (falta de capacidad y vicios del consentimiento) y puramente personales, para hacer coincidir, sobre la base de los antecedentes históricos del art. 1148 CC, este último grupo con la excepción de compensación. 67 Es acogible en este sentido la distinción de RUBINO, com. art. 1297, en Commentario..., cit., pp. 217-218, dentro de las excepciones derivadas de la naturaleza de la obligación o comunes, entre las nacidas del hecho jurídico del cual se deriva la relación obligatoria y las relativas a la prestación objetivamente considerada o a sus circunstancias, es decir, relativas al desenvolvimiento de la propia relación obligatoria. 280 MENU SALIR convenientemente a la asunción cumulativa en atención a que en la mayoría de las ocasiones en las relaciones internas el asumente suele ser el único obligado. Así podrá el asumente alegar la novación, aunque se hiciere mediante acuerdo entre el acreedor y el deudor. Si así fuere, tratándose de una novación objetiva que produzca la extinción de la obligación anterior, quedará libre el asumente, a salvo la acción de regreso68, mientras que es difícilmente pensable una novación objetiva referida a sólo una parte de la deuda y convenida por el acreedor con quien no suele estar obligado en las relaciones internas (el deudor primero). Pero en caso de existir tal acuerdo, debe quedar liberado el asumente, frente al acreedor, en la parte de la deuda afectada por tal novación. La novación subjetiva entre el acreedor y un tercero referida a toda la deuda o a una parte de ella no se apartará de las reglas generales; esto es, en el primer caso la obligación a cargo del asumente se extinguirá pues será asumida por el tercero (un nuevo asumente), mientras en el segundo nuestro asumente cumulativo podrá desconocer la novación en virtud del res inter alios acta, aunque parece más probable que la acepte en cuanto tal negocio habrá provocado una liberación total (si la parte de la deuda asumida era la suya) o parcial (si era la que correspondía al antiguo deudor) para él69. La oponibilidad por el asumente cumulativo de la remisión de la deuda concedida o pactada exclusivamente entre el acreedor y el deudor y con efectos limitados a ellos, debiera, en principio, plantear los mismos problemas que plantea respecto a la solidaridad pasiva y la fianza70, que han venido siendo semejantes a 68 Respecto al momento en que puede ejercitarse el regreso, RUBINO, com. art. 1300, en Commentario..., cit., p. 258, entiende que éste no se produce desde el momento del acto novatorio, sino desde el pago o cumplimiento de la nueva obligación; solución que es seguida entre nosotros por PÉREZ ÁLVAREZ, Solidaridad..., cit., pp. 202-203, y BALLARÍN MARCIAL, “Titularidad solidaria”, AAMN, XIII, 1962, p. 208, pues a tenor del art. 1145 CC es el pago el que posibilita el ejercicio de tal derecho. Sin embargo y con mejores argumentos, CAFFARENA LAPORTA, La solidaridad..., cit., pp. 144-146, y PUIG FERRIOL, “Régimen..., cit., p. 500, defienden que el derecho de regreso nace desde el momento mismo del acto novatorio, pues éste produce la liberación de los codeudores solidarios lo mismo que la hubiera producido el pago y este es el fundamento del derecho de regreso. 69 DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., pp. 220-222, recogiendo las distinciones y opiniones de CAFFARENA LAPORTA, La solidaridad..., cit., pp. 142 y ss. 70 Respecto a la solidaridad pasiva, son partidarios de la eficacia de la quita o remisión con efectos limitados frente a los codeudores no condonados (pudiendo oponerla frente al acreedor si éste les reclama la totalidad de la deuda), LACRUZ BERDEJO, Elementos..., II-1.º, cit., p. 61, que 281 MENU SALIR los derivados de la quita aprobada en el convenio que pone fin a una crisis concursal (término que actualmente engloba la quiebra, la suspensión de pagos y el concurso de acreedores)71. Por ello, en este punto deben tenerse en cuenta las aportaciones de los arts. 135 y 136 de la reciente Ley Concursal72, pues son bastante importantes en esta entiende que “vale el perdón particular como tal, y con efectos sólo para el perdonado, en cuanto que éste, en la relación individual, deja de deber la correspondiente cantidad; pero en la relación de grupo disminuye la deuda global en igual importe. Tal es, también, el régimen del art. 1.850 Cc. en un supuesto que ofrece notable semejanza con el presente”, al que siguen CAFFARENA LAPORTA, La solidaridad..., cit., pp. 292 y ss., pues de esta forma se impide la desleal conducta del acreedor que conlleva la tesis contraria (perdonar en parte la deuda a un codeudor y exigirla en su integridad a los demás) que provoca dejar sin efecto el perdón, y PÉREZ ÁLVAREZ, Solidaridad..., cit., pp. 224-225. En contra de que los codeudores puedan valerse frente al acreedor (a salvo las acciones del condonado frente a éste) de una condonación en la que no han sido parte ni se ha previsto su extensión a ellos, PUIG FERRIOL, “Régimen..., cit., p. 466-467, sobre la base del art. 1146 CC, BALLARÍN MARCIAL, “Titularidad solidaria”, cit., pp. 210-211, y DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., p. 219, que entiende que la eficacia con efectos limitados es para los demás codeudores res inter alios acta. Respecto a la fianza, el principal argumento esgrimido a favor de la oponibilidad de tal remisión por el fiador es, indudablemente, el principio de accesoriedad (arts. 1826 y 1847 en esencia), junto al hecho de que, extinguida parcialmente la deuda para el deudor, si el fiador la pagara en su totalidad al acreedor, carecería después de acción de regreso para recuperar todo lo pagado (lo que abocaría, según algunos, a la aplicación del art. 1852). En contra de la oponibilidad por el fiador se ha alegado básicamente la propia finalidad de garantía de la fianza y su subsistencia en tanto no resulte totalmente pagada o extinguida la deuda y el hecho de ser el fiador un tercero al que no debe afectar la concesión o acuerdo entre deudor y acreedor en este sentido (el principio res inter alios acta). 71 También respecto a las crisis concursales se había planteado el problema de si los fiadores del concursado pueden oponer a los acreedores la quita derivada del convenio aprobado. En contra de tal posibilidad, entre otros, GUILARTE ZAPATERO, Comentarios..., XXIII, com. arts. 1835 y 1847, cit., pp. 206 y ss. y 261-162, respectivamente, DELGADO ECHEVERRÍA, Elementos..., II2.º, cit., p. 352, que la considera como una excepción puramente personal, lo mismo que la minoría de edad y la incapacidad y MACHADO PLAZAS, J., Convenio concursal y fianza, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 2001, pp. 63 y ss. A favor, CUÑAT EDO, V.- BALLARÍN HERNÁNDEZ, R., “Efectos de la quita concedida en convenio de suspensión de pagos, sobre la obligación del fiador y del deudor suspenso”, en Estudios de Derecho Mercantil en Homenaje al Profesor Manuel Broseta Pont, tomo I, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 1995, pp. 779 y ss.). Los argumentos que suelen esgrimirse a favor de la oponibilidad de la quita por el fiador son, además del principio de accesoriedad nuevamente y el perjuicio a la acción de regreso del fiador una vez extinguida una parte de la deuda (arts. 1919 y 1920 CC, para el concurso), la asimilación del convenio a la transacción a los efectos de aplicar el art. 1835.II, En contra, además de los argumentos ya expuestos en la nota anterior, se ha afirmado la imposibilidad de asimilar el convenio a la transacción, dado el sistema de mayorías establecido para su aprobación, así como el hecho de que el perjuicio al regreso del fiador no se debe a un hecho del deudor, sino que deriva del mismo convenio aprobado. 282 MENU SALIR materia, y además creemos trascienden el específico ámbito de las crisis concursales. Pensamos que son las siguientes: A) El art. 136 de la Ley, bajo el título “Eficacia novatoria”, establece que “los créditos de los acreedores privilegiados que hubiesen votado a favor del convenio, los de los acreedores ordinarios y los de los subordinados quedarán extinguidos en la parte a que alcance la quita, aplazados en su exigibilidad por el tiempo de espera y, en general, afectados por el contenido del convenio”. Inmediatamente antes, el precedente art. 135 ha establecido la ineficacia del convenio sobre los deudores solidarios, fiadores o avalistas del concursado cuando los acreedores no hubiesen votado a favor del convenio (art. 135.1) o remite a las normas aplicables a la obligación que hubieren contraído si lo hubieren hecho (art. 135.2)73. Del análisis conjunto de ambos preceptos se derivaría claramente la compatibilidad de la eficacia novatoria del convenio sobre los créditos (art. 136) con el mantenimiento íntegro del derecho del acreedor sobre los obligados solidarios y los garantes (art. 135.1). Estos preceptos son suficientes para desterrar de esta sede, tanto para la quita derivada de un convenio como para la remisión 72 El Proyecto de Ley Concursal se presentó el 17 de julio de 2002, se aprobó definitivamente el 27 de julio de 2003 por el Pleno del Congreso y se produjo su publicación en el BOE*** 73 Art. 135 de la Ley Concursal: “1. Los acreedores que no hubiesen votado a favor del convenio no quedarán vinculados por éste en cuanto a la subsistencia plena de sus derechos frente a los obligados solidariamente con el concursado y frente a sus fiadores o avalistas, quienes no podrán invocar ni la aprobación ni los efectos del convenio en perjuicio de aquéllos. 2. La responsabilidad de los obligados solidarios, fiadores o avalistas del concursado frente a los acreedores que hubiesen votado a favor del convenio se regirá por las normas aplicables a la obligación que hubieren contraído o por los convenios, que sobre el particular hubieran establecido”. El inciso final de este precepto (“o por los convenios que sobre el particular hubieran establecido”) es una adición debida a la enmienda n.º 540, presentada por el Grupo Parlamentario Catalán y acogida en el texto del informe de la Ponencia del Congreso de los Diputados de fecha 24 de marzo de 2003. La justificación de la enmienda era: “En la práctica es corriente que los acreedores que tuvieran fiadores o avalistas voten el convenio previa autorización de sus fiadores o avalistas, práctica que facilita la obtención del quórum necesario para la aprobación de los convenios. Por otra parte es una práctica sancionada judicialmente pero que, hasta la fecha, sigue siendo objeto de discusión en sede judicial”. También deberán tenerse en cuenta las cláusulas convencionales que legitiman a los acreedores para dirigir su acción contra los fiadores, y las cláusulas de signo contrario, de liberación de las fianzas, incluidas en los convenios (sobre éstas, MACHADO PLAZAS, Convenio..., cit., pp. 95-97). 283 MENU SALIR con efectos limitados concedida fuera de él, toda argumentación basada en el prejuicio que supone entender que el principio de accesoriedad impone que la quita o remisión de la obligación principal provoca necesariamente los mismos efectos sobre las obligaciones accesorias. Asimismo, impiden que pueda acudirse ya, como argumento, a la finalidad propia de la fianza o aval como garantía del crédito para defender su mantenimiento íntegro tras una remisión parcial o quita. B) Sobre la base que constituye el art. 135 de la Ley, tampoco debe admitirse, en uno u otro sentido, el argumento que pretenda extraer consecuencias únicamente del principio res inter alios acta, porque, aunque pudiera pensarse sobre la letra del art. 135.1 que a los deudores solidarios, fiadores y avalistas no les afecta el convenio porque son ajenos a él, lo cierto es que en el 135.2 queda claro que la solución no responde en absoluto a aquel principio, puesto que entonces las soluciones serían las mismas en ambos números con independencia del sentido del voto de los acreedores. Por tanto, es rechazable igualmente el argumento que pretenda defender la inoponibilidad de la quita o remisión por parte del fiador con el argumento de entender que se trata de una excepción puramente personal, lo mismo que la minoría de edad y la incapacidad. C) El criterio interpretativo rector, hasta ahora discutiblemente jurisprudencial74, ahora claramente legal, para decidir la eficacia del convenio de acreedores en estos supuestos, viene determinado por el sentido del voto de los 74 Debe referirse, al respecto, la STS de 10 de abril de 1995 (RJ 3254): El Banco de Crédito Industrial prestó, mediante póliza intervenida por corredor de comercio colegiado, a la entidad “Productos Agustín, S. A.” doce millones de ptas. Fueron avalistas solidarios en este préstamo el Presidente del Consejo de Administración de ésta, don Agustín H. M. y su esposa, también accionistas mayoritarios. El 14 de octubre de 1988 se produjo la venta en escritura pública de todos los bienes de los fiadores a aquélla entidad y el día 26 del mismo mes y año se presentó expediente de suspensión de pagos. Acto seguido, el Banco presentó demanda de juicio ejecutivo contra los avalistas, que terminó en la declaración de insolvencia total de éstos. Ante esto, el Banco inició un proceso ordinario en el que la AP estimó la demanda en la que se solicitaba la rescisión de las ventas por fraude de acreedores. El TS desestimó el recurso, pero “obiter dicta” afirma: “Esta Sala tiene declarado que el aval o fianza solidaria es una institución establecida para el derecho del acreedor al cobro de la deuda que no se refiere a la obligación subjetiva radicante en la persona del deudor, sino a la deuda misma que deberá pagarse por los avalistas en defecto del deudor principal, pues por el hecho de la suspensión de pagos de éste entran en función como sujetos pasivos de la obligación contraída y ni la inclusión del crédito avalado entre los que sean objeto del convenio desvirtúa la obligación resultante del aval, salvo en el caso de que el acreedor se conforme con no cobrar más que lo que le corresponda en la liquidación y repartimientos hechos en las diligencias de la suspensión de pagos (Sentencias de 18 febrero 1952 y 7 junio 1983)”. 284 MENU SALIR acreedores en su aprobación, discriminando entre el voto no favorable al convenio (incluida la abstención) y el voto favorable75. La Ley Concursal añade algo que no estaba en los derogados por aquélla, arts. 1912 a 1920 CC: en ningún sitio se decía que la solución estuviera determinada por la postura particular adoptada por el acreedor en la aprobación del convenio. Ello conlleva: 1.º) Que no sea admisible, a estos efectos, la consideración del convenio como el resultado de una suma de voluntades que ha de ser tomado en su conjunto y sin tener en cuenta la voluntad individualmente manifestada por cada acreedor. Al contrario, supone una visión atomística del mismo. 2.º) Que no pueda acudirse ya a la idea de que el régimen jurídico de las situaciones de crisis concursal supone un específico beneficio para el deudor (e indirectamente para los fiadores u obligados accesorios) a los efectos de rechazar la aplicación del art. 1852 CC. Al contrario, la remisión que hace el art. 135.2 para determinar la responsabilidad de los deudores solidarios, fiadores y avalistas del concursado frente al acreedor que votó a favor del convenio a “las normas aplicables a la obligación que hubieren contraído o por los convenios, que sobre el particular hubieran establecido”, no permite excluir la aplicación de este precepto ni de otros semejantes. 3.º) Que tampoco pueda acudirse (art. 135.1: “Los acreedores que no hubiesen votado a favor...”) al siguiente argumento esgrimido por la STS de 1 de julio de 1988 (RJA 5551) para justificar la extinción de la fianza por aplicación del art. 1852 cuando el acreedor se abstiene: “Y también es de asumir el motivo quinto en el cual la extinción de la fianza por aplicación del artículo 1852 se razona a partir del carácter de crédito privilegiado que conviene al litigioso (Ley de Suspensión de Pagos, artículos 12 y 13, en relación con los 913 del Código de Comercio y 1924 del Código Civil) por estar consignado en póliza intervenida; carácter del que se sigue el derecho de su titular a la abstención, del cual hizo dejación la Caja al concurrir a la suspensión de pagos como acreedor común, originando la pérdida del privilegio y atrayendo así la aplicación del citado artículo”. 75 A los efectos de la conformación de las mayorías necesarias para la aprobación del 285 MENU SALIR En conclusión, los arts. 135 y 136 de la Ley Concursal han producido, por un lado, el rechazo a ciertos argumentos que venían reiterándose para defender o rechazar la eficacia de la quita o la remisión con efectos limitados frente a determinados terceros, y por otro, la unificación del régimen jurídico aplicable tanto respecto a las crisis concursales como fuera de ellas. En efecto y respecto a esto último, el voto negativo o la abstención del acreedor significará la inoponibilidad del convenio por los deudores solidarios y los garantes (fuera de las crisis concursales nada habrá que plantear al respecto), mientras que si el voto del acreedor es favorable al convenio, el art. 135.2 unifica los efectos en ambas situaciones. Queda ahora por determinar cuál ha de ser el régimen jurídico aplicable a la fianza y a la solidaridad, pero fundamentalmente a la asunción cumulativa de deuda cuando el acreedor concede o acuerda una tal remisión parcial con el deudor, o vota a favor de la aprobación del convenio que establece una quita, sin contar con el consentimiento del deudor solidario o del fiador76. En nuestra opinión, el deudor solidario y el fiador deben poder oponer al acreedor la remisión o la quita así operadas, por tratarse de una excepción de las llamadas personales, pero oponibles por los codeudores en quienes no concurra en la parte de la deuda de la que resulte responsable el favorecido o por el fiador. En el ámbito de la solidaridad y además del argumento que puede representar la aplicación analógica del art. 1850 CC, creemos que ésta es también la solución que se deriva del art. 1146 CC. Tal interpretación parece avalada por la letra y la lógica del precepto, cuando afirma que ello será así “en el caso de que la deuda haya sido totalmente pagada por cualquiera de ellos”, lo que significa que también cabe “el caso” de que la deuda no sea pagada íntegramente: cuando no se hace por haberse opuesto como excepción al acreedor esta remisión parcial (subrayado nuestro). Por otro lado, el derecho de regreso que el art. 1146 otorga al codeudor que pagó íntegramente debe ser compatible con el desconocimiento excusable por su parte de la excepción que podía haber opuesto al acreedor; en convenio deben tenerse en cuenta los arts. 121 a 125 de la misma Ley. 76 También deberá reputarse como consentida por el fiador o por el deudor solidario la quita convenida en un concurso en el que éstos, como acreedores del concursado, hayan concurrido y votado favorablemente. 286 MENU SALIR otro caso y de acuerdo con las reglas generales en este sentido, debería sufrir él y no el codeudor favorecido las consecuencias de su no oposición77. Respecto a la fianza y partiendo de la ausencia de perjuicio a la subrogación del fiador desde el momento en el que éste puede subrogarse en la cuantía realmente satisfecha al acreedor (la resultante tras la remisión parcial o quita) a los efectos de la inaplicación del art. 1852 CC, creemos que la misma solución, en cuanto admisión de una excepción oponible por el fiador, debe adoptarse, aunque en este caso sobre la base del art. 1853. Pero si el fiador no es informado por el deudor principal, a pesar de poner en su conocimiento la intención de pagar al acreedor (art. 1840 CC), pagando de forma excusable la deuda en su totalidad, entonces debe admitirse que el fiador pueda reclamar el exceso pagado como una de las partidas que han de comprender su indemnización a tenor del art. 1838. Tal deberá ser también la solución adoptada respecto al asumente cumulativo, a estos efectos incluido también en los arts. 135 y 136 de la Ley, aun en aquellas situaciones en las que no pueda, estrictamente, ser considerado como un deudor solidario. La cuestión respecto a la prórroga concedida por el acreedor al deudor exclusivamente, debería resolverse acudiendo al art. 1851 CC78, que también ha planteado serios problemas en cuanto a su posible aplicación a la espera derivada 77 Seguimos en este punto a CAFFARENA LAPORTA, La solidaridad..., cit., pp. 300 y ss., cuando afirma en relación a este art. 1146: “El artículo 1.148 de nuestro Código, al facultar a los deudores solidarios a oponer las excepciones que sean personales a los demás, está exigiendo implícitamente que todo deudor solidario al ser reclamado por el acreedor notifique a sus compañeros tal hecho a fin de que éstos le informen de la existencia de tales excepciones a ellos concernientes. Si aquél no cumple ese deber de información podrá verse perjudicado cuando trate de resarcirse en vía de regreso, ya que si existían excepciones de ese tipo el codeudor afectado le opondrá que su pago no fue para él útil y pagó algo que no debía. Si éstos no comunican a aquél estas excepciones tras habérseles notificado la reclamación, no podrán luego alegar frente al deudor que pagó y ahora regresa que el pago fue irregular, pues este comportamiento sería claramente contrario a la buena fe” (pp. 300-301). Por ello concluye –con razón en nuestra opinión– que “el deudor que pagó podrá dirigirse contra su codeudor condonado exigiéndose su parte siempre que pagara la totalidad de la deuda y lo hiciera ignorando de manera excusable la remisión operada” (p. 302). 78 Acogiendo la interpretación de DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., pp. 456-457, que considera aplicable el precepto tan sólo a la prórroga del término de la relación obligatoria, pero no a la simple prórroga del dies solutionis. 287 MENU SALIR de un convenio de acreedores, con reproducción de parte de los argumentos ya conocidos respecto a la quita79. En principio, es difícil pensar, respecto a la asunción cumulativa, que el acreedor conceda una prórroga exclusivamente al deudor si éste no es el obligado en las relaciones internas y este dato es conocido por el acreedor. No obstante, cuando ello ocurra y puesto que también a esta sede deben traerse los arts. 135 y 136 de la Ley Concursal y tenerse por reproducidas las consideraciones ya realizadas respecto a la remisión parcial y la quita, entendemos que no debe poder el asumente alegar en su favor el art. 1851 CC para pretender liberarse alegando la extinción de su obligación, puesto que su posición no es análoga a la de un fiador cuando sólo él debe internamente y no es posible acudir, en consecuencia, a las justificaciones que pueden hacerse del precepto en relación a la fianza80. Lo lógico es entender que el asumente puede siempre ignorar la prórroga o espera y pagar en el término primeramente establecido, salvo que lo entienda beneficioso y prefiera acogerse al nuevo plazo. Esta solución, en alguna medida, estaría avalada por lo establecido en el art. 1835.II CC respecto a la transacción. Cuando el nuevo plazo o prórroga se conceda, en lógica, también al asumente, el peligro para el deudor no obligado internamente está en la ampliación del tiempo de incertidumbre sobre si el asumente pagará o no la deuda y en la prolongación de determinados riesgos a ello unidos. La extinción de su obligación mediante la aplicación analógica del art. 1851 no debe proceder porque el deudor primero, a diferencia del fiador, dispone de medios suficientes para no verse perjudicado por tal prórroga o espera contra su voluntad, pudiendo optar 79 Al respecto, REYES LÓPEZ, M.ª J., “La situación del fiador tras la aprobación de un convenio con prórroga para el deudor en un expediente de suspensión de pagos. (Especial consideración del art. 1.851 C. C.)”, en Estudios de Derecho mercantil en Homenaje al Profesor Manuel Broseta Pont, tomo III, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 1995, pp. 3117 y ss; BENEDICTO FRANCÉS, V.- CÁMARA MINGO, L. M.ª, “La posición del fiador en caso de suspensión de pagos del afianzado (A propósito de la Sentencia del Tribunal Supremo de 7 de junio de 1983)”, La Ley, 1985-3, pp. 901-909; SAGRERA TIZÓN, J. M.ª, “Alcance de la fianza prestada al acreedor incluido en la relación definitiva de acreedores de la suspensión de pagos”, en Estudios de Derecho concursal, Ed. Bosch, Barcelona, 1988, pp. 311-316; ALONSO SÁNCHEZ, B., comentario a la STS de 24 de enero de 1988, en CCJC, n.º 19, enero-marzo 1989, pp. 107 y ss; MACHADO PLAZAS, Convenio concursal..., cit., pp. 74 y ss. 80 Al respecto, GUILARTE ZAPATERO, Comentario del Código civil, tomo II, com. art. 1851, Ministerio de Justicia, Madrid, 1991, p. 1849. 288 MENU SALIR entre acogerse al nuevo plazo o ignorarlas en virtud del res inter alios acta. Si opta por lo primero, su posición será la misma que tenía, pero cuenta con un nuevo plazo de vencimiento. Si prefiere ignorar la prórroga, entonces puede pagar la deuda una vez vencida su obligación (abriéndose las puertas a las acciones de regreso) o puede simplemente dejar transcurrir el tiempo una vez vencida su deuda esperando al vencimiento de la prórroga del asumente y al pago de la deuda por éste81. Si así lo hiciere y mientras no se extinga la deuda, su responsabilidad será la propia de un deudor solidario82. La transacción hecha por el acreedor con el deudor será también oponible en cuanto la acepte por resultarle beneficiosa83, pero no le afectará en otro caso por aplicación de los arts. 1257.I y 1835 CC. Pero no podrá oponer la imposibilidad sobrevenida de la prestación (fortuita, total y permanente) que afecte únicamente al deudor amparándose en el art. 1847 en relación al 1156 y 1182 y ss. CC, porque 81 Debe tenerse en cuenta que, en las esperas derivadas de un convenio de acreedores, el beneficio del plazo (vid. art. 1128 CC) lógicamente suele serlo en favor del concursado, de forma que éste dispone de un periodo de tiempo dentro del cual debe satisfacer los créditos en la forma establecida en el propio convenio. 82 No obstante lo anterior y respecto a la solidaridad, PUIG FERRIOL (“Régimen..., cit., pp. 442-443) considera que la solución de los arts. 1143 y 1851 es la misma: “La prórroga concedida por el acreedor al deudor extingue la obligación del deudor solidario, pues conforme al artículo 1143-1 C. c. toda novación –ya sea modificativa o extintiva, pues el precepto no distingue– extingue la obligación solidaria, solución ésta que guarda perfecta armonía con la antes aludida disposición del artículo 1851”, y en la misma línea de no distinguir entre novación modificativa y extintiva y entender extinguida la fianza ante cualquier prórroga, GUILARTE ZAPATERO, Comentarios..., XXIII, com. art. 1851, cit., pp. 396-397, y DELGADO ECHEVERRÍA, Elementos..., II-2.º, cit., pp. 359-360. Por su parte, CARRASCO PERERA, Fianza..., cit., p. 169, es partidario de aplicar el art. 1851 a la asunción cumulativa, aunque no comparte la idea que subyace en el precepto de que la prórroga supone una novación. 83 Acogemos, por tanto, la opinión del profesor DÍEZ-PICAZO (Fundamentos..., II, cit., p. 228) para la solidaridad, que nos parece muy razonable y es coherente con lo establecido por el Código para la novación (art. 1143) y la remisión (art. 1146), evitando así soluciones distintas para casos semejantes (LACRUZ BERDEJO, Elementos..., II-1.º, cit., p. 58, también está en la línea de admitir el principio del trato más favorable al deudor). Lo mismo opina GUILARTE ZAPATERO, Comentario..., II, com. art. 1835, cit., p. 1813 (también en Comentarios..., com. art. 1835, cit. pp. 203 y ss) para la fianza (de la misma opinión es DELGADO ECHEVERRÍA, Elementos..., II-2.º, cit., pp. 362-363, en el sentido de que el fiador puede oponer al acreedor, si quiere, la transacción realizada como excepción “inherente a la deuda” sobre la base del art. 1853, pero critica que el fundamento de tal oponibilidad pueda fundarse en la distinción entre transacción beneficiosa y transacción perjudicial). También comparte la opinión de DÍEZ-PICAZO, BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., p. 126. 289 MENU SALIR tal imposibilidad debe regirse por lo establecido en el art. 1147.I para la solidaridad84. La compensación que pudiera oponer el deudor no plantea ahora para el asumente los problemas que el requisito de la reciprocidad planteaba en la asunción liberatoria (y sin que, con más razón, pueda pensarse que la aceptación de la asunción cumulativa por parte del deudor pueda significar renuncia a su oponibilidad), ni tampoco los problemas que para el fiador puede plantear el “derecho propio” y la principalidad de su obligación (ex arts. 1195 y 1196.1.º CC). El problema ahora está en determinar si debe permitirse al asumente oponer la compensación de lo debido por el acreedor al deudor. Entiende DÍEZ-PICAZO, en sede de solidaridad, que la compensación debe ser tratada como una excepción personal del deudor (art. 1148 CC)85, lo que para nosotros significaría que sólo podría el asumente oponerla en la parte de la deuda de que aquél sea responsable, es decir, que el asumente no podría oponerla si sólo él debe en las relaciones internas. Pero tampoco parece razonable seguir incondicionalmente la opinión de quienes piensan que el codeudor solidario no titular del contracrédito podrá servirse de la compensación sin límite alguno86. Por ello, parece más apropiada la regla que, procedente en parte del mismo autor, hemos aplicado a la asunción liberatoria: podrá oponer la compensación cuyos presupuestos se hayan verificado antes de la asunción de la deuda, y también cuando el hecho o negocio del que derive la compensación sea anterior a la asunción pero el vencimiento, liquidez y exigibilidad de la deuda del asumente sea posterior a la del contracrédito. Pero no podrá oponer el asumente una situación de compensación nacida en cabeza del deudor cuyos presupuestos se verifiquen con posterioridad. 84 Sobre los distintos tipos de imposibilidad y el régimen jurídico aplicable a cada una de ellas suscribimos las afirmaciones de CAFFARENA LAPORTA, La solidaridad..., cit., pp. 347357. 85 DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., p. 223. 86 En este sentido, CAFFARENA LAPORTA, La solidaridad..., cit., pp. 207 y ss; LACRUZ BERDEJO, Elementos..., II-1.º, cit., p. 64. 290 MENU SALIR En este punto las normas de la solidaridad deben quedar desplazadas por un criterio razonable de interpretación de la voluntad implícita de los contratantes en orden a determinar el patrimonio sobre el que han de repercutirse los efectos económicos de la compensación. En la asunción cumulativa parece razonable pensar que el asumente pueda servirse de todos los medios de defensa disponibles por el deudor al tiempo de la asunción, salvo los que exclusivamente a éste afecten y sólo por él sean ejercitables, y salvo respecto a los que exista algún tipo de reserva por parte del deudor, porque debe entenderse que, salvo pacto en contrario, la posición que ocupa es la misma que la del deudor. Por ello, si nada dice el deudor al tiempo de la asunción, debe poder oponer el asumente la compensación ya verificada o verificable en las condiciones antes referidas, pero no podrá oponer una situación de compensación verificada con posterioridad porque entonces estaría realmente extinguiendo la deuda con un crédito procedente del deudor, cuando él y su patrimonio son los únicos obligados en las relaciones internas a partir de la asunción. Difícilmente podrá el asumente hacer valer la prescripción anterior87 porque, aunque el acto de la asunción de la deuda no puede significar por sí mismo interrupción o renuncia de quien asume a oponer la prescripción, sin embargo, la participación o consentimiento del deudor a la asunción sí producirá ese efecto (art. 1935.II, a excepción de la asunción no consentida por el antiguo deudor88), que inmediatamente se comunicará también al asumente. A esta comunicación se puede llegar por dos vías: o bien admitiendo la aplicación de los arts. 1141.II y 1974.I CC, que justifican tal comunicación, o bien, si se entiende que estos preceptos tan sólo son aplicables a la asunción cumulativa en el desarrollo futuro, pero no en un momento anterior o simultáneo en el que la asunción (y por tanto, la solidaridad) todavía no existe, en cuyo caso a la misma solución se llega si aceptamos que el asumente se habrá hecho cargo de la deuda en su configuración 87 Ningún problema plantea la prescripción comenzada y producida con posterioridad a la asunción cumulativa de la deuda, como ocurre en la STS de 9 de diciembre de 1998 (RJA 9881) en un caso de prescripción trienal de los honorarios profesionales de un abogado (art. 1967.1.º CC), que acogió esta excepción. 88 Lo mismo para el Derecho italiano sobre la base del art. 2944 Codice (RESCIGNO, Studi sull’accollo, cit., pp. 99-100) y para el alemán conforme al § 208 BGB. 291 MENU SALIR presente, es decir, de una deuda cuyo plazo de prescripción ha sido interrumpido por el consentimiento prestado por el deudor a la propia asunción. No obstante la aplicación del art. 1974.I en sede de solidaridad a los efectos de la comunicación entre deudor y asumente de la interrupción de la prescripción, cabe plantear si también se comunica al asumente la reclamación extrajudicial del acreedor dirigida exclusivamente al deudor o el reconocimiento de la deuda hecho únicamente por éste, o si puede acogerse la solución negativa en la línea del art. 1975, en sede de fianza. Aunque la regla general para la asunción cumulativa parece ser la establecida en los arts. 1141.II y 1974.I, debe acogerse la meditada opinión de DÍEZ-PICAZO en relación al art. 1975 y aceptarse la extensión del efecto interruptivo respecto al asumente (y viceversa, sin duda) siempre y cuando deba tenerse por cierta y autentica la fecha de la reclamación extrajudicial o del reconocimiento y sean conocidas o notificadas a éste estas circunstancias89. También entendemos, con CAFFARENA LAPORTA y sobre la base del art. 1937 CC (“Los acreedores, y cualquier otra persona interesada en hacer valer la prescripción, podrán utilizarla a pesar de la renuncia expresa o tácita del deudor o propietario”), que la renuncia a la prescripción ganada por un deudor solidario (el deudor para nosotros) no perjudica a los demás codeudores (nuestro asumente cumulativo)90. Ningún problema plantea la oponibilidad por el asumente de la confusión operada entre el acreedor y el deudor, ni tampoco la causa extintiva establecida en el art. 1849, ya se entienda simplemente como una concreción del más general art. 1175 en lo que a la dación en pago y su eficacia extintiva se refiere91, ya se 89 DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., pp. 455-456, al que sigue BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., p. 128. Esta explicación conjunta de ambos preceptos referidos a la interrupción de la prescripción también parece acogida por PÉREZ ÁLVAREZ, Solidaridad..., cit., p. 242, para la cofianza solidaria, reproduciendo extensamente la opinión de DÍEZ-PICAZO (nota 433, pp. 242-243). Sin embargo, CARRASCO PERERA, Fianza..., cit., p. 169, entiende que a la asunción cumulativa es de aplicación el art. 1975 y no el 1974 en cuanto a la interrupción de la prescripción, aunque esta opinión aparece vinculada al tenor literal del ya derogado art. 1252.III CC respecto a los efectos de la cosa juzgada. 90 CAFFARENA LAPORTA, La solidaridad..., cit., pp. 88-91. 91 Así, DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., p. 458. 292 MENU SALIR entienda sobre la base de un supuesto concreto de perjuicio al fiador derivado de un hecho del acreedor92. Respecto a la excepción de cosa juzgada y aunque el art. 222 LEC no mencione expresamente la extensión de los efectos de la cosa juzgada a los codeudores solidarios (deudor y asumente cumulativo) no litigantes, no parece que existan diferencias de régimen jurídico en este punto en relación a su predecesor, el antiguo art. 1252.III CC. A esta conclusión puede llegarse relacionando el art. 222.3, primer párrafo, de la LEC (“La cosa juzgada afectará... a los sujetos, no litigantes, titulares de los derechos que fundamenten la legitimación de las partes conforme a lo previsto en el artículo 10 de la Ley”) con este art. 10, también en su primer párrafo (“serán considerados partes legítimas quienes comparezcan y actúen en juicio como titulares de la relación jurídica u objeto litigioso”), pues no cabe duda de que el codeudor solidario no litigante (asumente cumulativo) es titular de la relación jurídica (deuda solidaria) que fundamenta la legitimación del deudor litigante. Las consecuencias que la doctrina ha extraído de ello (conciliando los efectos positivos de la cosa juzgada con el derecho a la defensa y la tutela judicial efectiva del art. 24 CE de quien no fue parte en el proceso) han sido que el asumente cumulativo no litigante que sea posteriormente demandado no podrá hacer valer las excepciones comunes que hubieran sido desestimadas en el proceso anterior contra el deudor, mientras que si el anterior deudor fue absuelto sobre la base de una de estas excepciones, el asumente podrá impedir el inicio de un nuevo proceso contra él oponiendo la excepción de cosa juzgada93. 92 De esta última opinión, GUILARTE ZAPATERO, Comentarios..., XXIII, com. art. 1849, cit., p. 378 y DELGADO ECHEVERRÍA, Elementos..., II-2.º, cit., p. 359. 93 Así lo defiende para la asunción cumulativa BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., p. 127, que lo toma de SANCHO REBULLIDA, en LACRUZ y OTROS, Elementos de Derecho civil, II-1.º (Derecho de Obligaciones), 3.ª edic., Ed. Bosch, Barcelona, 1994, p. 43), aunque CARRASCO PERERA, Fianza..., cit., p. 169, expresa el parecer contrario sobre la base de que “el carácter altamente discutible de este precepto [se refiere al 1152.III CC] nos obliga a optar por la solución inversa y permitir que el nuevo deudor pueda alegar en un nuevo proceso las excepciones de fondo que ya fueron rechazadas en un proceso anterior contra el primer deudor”. No obstante, en general se está de acuerdo en extender entre los codeudores solidarios el efecto de la cosa juzgada en cuanto a la oponibilidad de estas excepciones: así, DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., pp. 232-233 y LACRUZ BERDEJO, Elementos..., II-1.º, cit., p. 56. 293 MENU SALIR También el art. 1852 puede dar lugar realmente a una excepción oponible, a pesar de lo que parece decir su tenor literal94. Es dudosa su aplicación a las obligaciones solidarias, pero CARRASCO PERERA la defiende respecto a la asunción cumulativa cuando, en las relaciones internas, la intención del asumente es la de crear una obligación de refuerzo95. En nuestra opinión, no se ve la razón para no aplicarlo también, por ejemplo, a una asunción cumulativa credendi causa aun sin ánimo de crear una obligación de refuerzo accesoria, pero en la que existe un derecho de regreso a favor del asumente. Por su parte, CAFFARENA LAPORTA (La solidaridad..., cit., pp. 22 y ss.) entiende que la cosa juzgada incluye no sólo las excepciones comunes opuestas, sino también las que, pudiendo, no se opusieron, salvo que se trate de una excepción que no puede ser apreciada de oficio (como la prescripción): “Habrá cosa juzgada frente a los demás deudores solidarios cuando se alegó en el primer pleito este hecho siendo rechazado por el juez (por supuesto que la habrá también si el juez lo estimó favorablemente); y no la habrá, en cambio, cuando no se opuso, pues, no pudiendo el juez decidir sobre el tema de oficio, el asunto no habrá sido decidido por éste, y siéndole prohibido a un deudor solidario perjudicar a los demás renunciando, no podrá valerse del juicio para hacerlo” (p. 26). Lo mismo defiende respecto a las excepciones personales (es evidente que a las puramente personales no puede extenderse la cosa juzgada), matizando que la extensión de la cosa juzgada favorecerá a los deudores solidarios en la misma proporción que establece el art. 1148 CC dependiendo de que se trate de una excepción personal del propio litigante o de otro codeudor. El propio autor nos resume su opinión: “Concluyendo lo hasta aquí dicho: no hay extensión de los efectos de la cosa juzgada en todo lo referente a las excepciones puramente personales, bien pertenezcan al que litigó en primer lugar, bien se aleguen por otro deudor en un juicio posterior. Se producirá, en cambio, la extensión preconizada por el artículo 1.252 de nuestro Código tanto en favor como en contra de los deudores solidarios en todo lo referente a las excepciones comunes y a las denominadas excepciones personales, si bien, teniendo en cuenta aquí si pueden o no ser declaradas de oficio por el juez para no exigir o si, respectivamente, el que hayan sido opuestas por el deudor solidario que fue parte en el primer juicio, reconociendo además para las excepciones personales las distintas consecuencias que el artículo 1.148 establece para los distintos deudores” (p. 29). También debe resaltarse la opinión de PUIG FERRIOL, “Régimen..., cit., pp. 474-476, favorable a extender los efectos de la cosa juzgada respecto a los medios de defensa que fueron desestimados al codeudor litigante, pero no respecto a los que no fueron objeto de controversia, por cuanto el art. 1148 CC permite a cualquiera de los deudores solidarios utilizar las excepciones derivadas de la naturaleza de la obligación. En relación a los efectos de la sentencia absolutoria anterior, afectará a los demás codeudores si la desestimación de la demanda se basa en consideraciones objetivas (excepciones comunes), pero no si se basa en una excepción de las llamadas personales, aunque en este caso el acreedor no podrá reclamar de los demás codeudores la parte de la deuda que correspondía al litigante que opuso con éxito la excepción personal. 94 Al respecto, vid. FÍNEZ RATÓN, J. M., “La extinción de la fianza como sanción al comportamiento del acreedor (Estudio del artículo 1852 del Código Civil)”, RCDI, n.º 614, 1993, pp. 9 y ss. 95 CARRASCO PERERA, Fianza..., cit., p. 59: “Si el deudor de refuerzo que asume la antigua obligación con carácter cumulativo ha querido realmente crear una obligación de refuerzo en garantía del acreedor –con indemnidad en la relación interna–, y esta circunstancia es conocida del acreedor, el art. 1852 CC ha de ser aplicado”. 294 MENU SALIR En cuanto a las acciones y excepciones derivadas del incumplimiento, el cumplimiento defectuoso, la resolución y el saneamiento por vicios ocultos que competan al deudor en virtud de la relación jurídica existente entre éste y el acreedor y de la cual deriva la asunción cumulativa, los problemas que plantea la legitimación del asumente respecto al ejercicio de las mismas son idénticos a los ya estudiados en relación a la asunción liberatoria, aunque otra cosa pudiere parecer. Las diferencias, en principio, son evidentes: el deudor sigue obligado, y además, de forma solidaria con el asumente; pero ello no cambia las cosas: el asumente ni es parte contratante de aquella relación jurídica ni es titular de ningún crédito en razón de la misma. Por ello, las soluciones son las mismas, a saber: el asumente podrá oponer la excepción de incumplimiento contractual o de cumplimiento defectuoso y podrá ejercitar la acción de resolución (también de saneamiento por vicios ocultos), siempre y cuando cuente con el consentimiento del deudor, pero en modo alguno podrá ejercitar la acción de cumplimiento o pedir la restitución de lo entregado como consecuencia de la resolución o del ejercicio de la quanti minoris. La aplicación del art. 1148 para la oponibilidad por el asumente de las excepciones personales nacidas o verificadas exclusivamente en cabeza del deudor plantea el problema de que, si nada debe éste en las relaciones internas, ninguna excepción de esta clase podría alegar el asumente. Y lo mismo podría decirse respecto al fiador si, sobre la base del art. 1853, no se distingue entre excepciones personales y puramente personales. Pero tanto la doctrina mayoritaria, que restringe el ámbito de las excepciones personales frente a las comunes, como la posición minoritaria con la distinción entre excepciones personales y puramente personales, lo cierto es que se admite ampliamente la oponibilidad por el fiador de determinados hechos nacidos o verificados únicamente en cabeza del deudor principal. Básicamente serán los vicios del consentimiento que haya podido sufrir el deudor al contraer la deuda96, salvo cuando la aceptación o consentimiento del 96 BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., pp. 108-112, entiende que el asumente cumulativo, como el fiador, no puede ejercitar la acción de anulabilidad de la valuta, sino que los arts. 1302, 1824 y 1853 lo que permiten al asumente es oponer la excepción de anulabilidad a la reclamación del acreedor, dejando así que sea el deudor quien decida sobre la suerte final del 295 MENU SALIR mismo a la asunción cumulativa deba reputarse como convalidación del negocio viciado (art. 1311 CC). En general, si el deudor no debe en las relaciones internas y esta circunstancia es conocida por el acreedor, lo normal será que, a salvo los vicios del consentimiento, las demás excepciones personales nazcan en cabeza del asumente y no del deudor primero, pues será difícil que el acreedor realice una transacción con el deudor, le condone una parte de la deuda a él o se produzca la prescripción de su deuda y no la del asumente. Pero no podrá servirse el asumente de las llamadas excepciones puramente personales del deudor, es decir, la incapacidad y la minoría de edad, sobre cuya inoponibilidad no habrá duda cuando la intervención del deudor convalide también en este caso el negocio97. Respecto a las excepciones derivadas de la relación de cobertura, es decir, la que une a ambos deudores, tampoco podrán oponerse en este caso al acreedor, salvo cuando el negocio de asunción de deuda y dicha relación de cobertura se hayan configurado como un todo unitario. Pero no vemos obstáculos, si paga quien no estaba obligado a hacerlo en las relaciones internas (o respecto al exceso), para que puedan oponerse a la acción de regreso en su caso las excepciones derivadas de los arts. 1840 y 184198. Aunque se discute su aplicación negocio jurídico ejercitando o no la acción que permite declarar la ineficacia del negocio. Se evita así que el asumente tenga que pagar y que cuando regrese, en su caso, frente al deudor éste le oponga el vicio. En el mismo sentido y también respecto al fiador, vid. CARRASCO PERERA, Fianza..., cit., p. 207; DELGADO ECHEVERRÍA, Elementos..., II-2.º, cit., pp. 343-344. Es minoritaria la posición que entiende como excepción puramente personal del deudor principal y sólo por él alegable, incluso por vía de excepción, los vicios del consentimiento que hubiera sufrido, equiparando su régimen a la de incapacidad: por todos, ALVENTOSA DEL RÍO, J., La fianza: ámbito de responsabilidad, Ed. Comares, Granada, 1988, pp. 52-55. Por nuestra parte, compartimos la primera opinión manifestada, con una matización: en la línea expresada respecto a la asunción liberatoria, el asumente cumulativo está legitimado para ejercitar la acción de anulabilidad de la valuta siempre y cuando cuente con el consentimiento del deudor, pues entonces sigue siendo éste quien decide, en última instancia, sobre la suerte del negocio viciado, ya que en ningún sitio se exige que el ejercicio de la acción haya de ser personalísimo. 97 CAFFARENA LAPORTA, La solidaridad..., cit., pp. 67 y ss. En realidad y como dice este autor (pp. 68-69) la triple clasificación de las excepciones aparece ya en DELGADO ECHEVERRÍA, en LACRUZ y OTROS, Elementos de Derecho civil, II-2.º (Derecho de obligaciones), Ed. Bosch, Barcelona, 1977, p. 285. 98 Así lo entienden CARRASCO PERERA, Fianza..., cit., p. 169 respecto a los arts. 1840 y 1841 y BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., pp. 124-125, que entiende también aplicable, en su caso, el 1842. 296 MENU SALIR a la fianza solidaria, creemos que el mismo resultado impone la buena fe en cuanto exige al obligado de refuerzo que tiene la intención de realizar el pago de comunicarlo al otro u otros obligados y de esperar un tiempo prudencial para recibir cumplida información del deudor sobre las circunstancias en que se encuentra la obligación a fin de que pueda juzgar sobre la conveniencia, eficacia y validez del pretendido pago99. 3- El régimen jurídico de la asunción cumulativa no solidaria, pero con reconocimiento de ius variandi al acreedor. Como sabemos, esta situación concurre cuando no hay asunción cumulativa solidaria porque no ha consentido el deudor antiguo esta forma de asunción. Si el deudor ignora o se opone a la asunción cumulativa de la deuda, no existirá vínculo solidario entre éste y el asumente, y ello a pesar del reconocimiento del ius variandi al acreedor. La inexistencia de tal vínculo significa, al menos y sobre la base del res inter alios acta, que no perjudican al deudor las acciones entabladas por el acreedor contra el asumente (arts. 1141.II, 1974 y 1975 CC,) y que tampoco puede hacérsele responsable de la imposibilidad sobrevenida de la prestación por culpa o en mora del asumente (art. 1147.II), así como por su incumplimiento, cumplimiento tardío o cumplimiento defectuoso. Pero distinta es la posición que debe entenderse ocupa el asumente, que debe ser considerado a todos los efectos como un deudor solidario y con todas las consecuencias de régimen jurídico que ello conlleva. Lo anterior debe también predicarse en relación a los fiadores del deudor antiguo en esta situación de asunción cumulativa de la deuda no consentida por quien es su deudor principal: si el deudor principal no es responsable de los actos del asumente, tampoco lo serán sus fiadores, sin que sea preciso acudir a otras reglas de protección de los mismos. Pero los fiadores del asumente sí deberán 99 Las dudas sobre la aplicación de estos preceptos a la solidaridad las expresa ADAME MARTÍNEZ, Asunción..., cit., p. 475. Por el contrario, CAFFARENA LAPORTA, La solidaridad..., cit., pp. 56 y 300-301, sí es partidario de este deber de información de los coobligados solidarios (también PÉREZ ÁLVAREZ, Solidaridad..., cit., pp. 180-181, respecto a la fianza solidaria), y también DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., pp. 215-216, en el sentido de que aunque los preceptos mencionados y ubicados en sede de fianza no sean directamente aplicables a la solidaridad, sí lo son, sin embargo, los principios que los inspiran. 297 MENU SALIR hacer frente, como éste, a los daños causados por el deudor antiguo, salvo que desconozcan razonablemente que están garantizando una obligación asumida cumulativamente por su deudor principal u otra cosa se hubiere pactado al contraer su obligación. 4.- El régimen jurídico de la asunción cumulativa no solidaria y sin reconocimiento de ius variandi o electionis al acreedor. Tratándose de una asunción cumulativa no solidaria y sin reconocimiento de ius variandi al acreedor, se está pensando en una asunción cumulativa con efecto subsidiario. El interés de incluir este caso en la asunción cumulativa no tiene por finalidad separarlo de su regulación específica; al contrario, se pretende complementarla teniendo en cuenta que se está asumiendo una deuda per relationem a otra ya preexistente y ello puede conllevar concretas consecuencias de régimen jurídico. Porque es obvio que si alguien asume cumulativamente una deuda ajena y se compromete a cumplirla subsidiariamente o en caso de no hacerlo el primero, está constituyendo una obligación de garantía que el Código civil denomina y regula como un contrato de fianza (art. 1822.I CC), si lo hace dentro de ciertos límites. Pero no es lo normal que quien se obliga a pagar una deuda ajena como deudor principal lo haga de forma subsidiaria y se determine al acreedor un orden en sus reclamaciones. Por ello, a este tipo de asunción cumulativa de deuda suele acompañar, como se hace en la sentencia de 1 de diciembre de 1989 (RJA 8786), un pacto por el que el acreedor se compromete a exigir el cumplimiento primeramente al asumente y sólo al deudor primero cuando éste incumpla, permaneciendo en suspenso mientras tanto la primera obligación (pactum de non petendo). Por este motivo, las cambiales que se giraron y fueron aceptadas por el deudor se paralizaron en la medida en que el asumente cumpliera la obligación contraída. Parece que en estos casos la obligación del deudor será normalmente una obligación subsidiaria (para el caso de incumplimiento) o en suspenso transitoriamente respecto de la obligación del asumente. Esta subsidiariedad (que no excusión en principio) o pactum podrá oponerse por el primer deudor para rechazar la reclamación del acreedor cuando éste no se dirigió primero contra el 298 MENU SALIR asumente, siempre y cuando aquel deudor haya sido parte en el contrato celebrado al efecto (la asunción de la deuda) o cuando pueda establecerse que el acreedor se obligó también frente a él a reclamarle subsidiariamente la deuda, renunciando así a su ius variandi, lo que será lo normal. Producido el incumplimiento o decaídos los presupuestos del pactum, todo funcionará como una asunción cumulativa de deuda en la que el acreedor puede dirigirse indistintamente contra los deudores para exigirles el cumplimiento en los términos convenidos con cada uno. Excepto estas cuestiones de régimen jurídico, referidas básicamente a las relaciones externas, en lo demás será de aplicación, en la medida de lo posible, el régimen jurídico determinado en los epígrafes anteriores, básicamente el referido para la asunción cumulativa no solidaria pero con reconocimiento de ius electionis al acreedor. 5.- Las relaciones internas: nivelación entre el asumente cumulativo y el deudor. 5.1.- Generalidades. Con carácter general, entendemos que el asumente que paga dispone de las mismas acciones y con el mismo contenido que el fiador que hace lo propio. Pero además, de ordinario existe en la asunción cumulativa todo un entramado de relaciones internas entre los deudores, entre el acreedor y el asumente, o entre el asumente y otros terceros que hace necesario matizar algunas cuestiones. Por ejemplo, si el asumente es el único obligado internamente, esto es, que frente al deudor es el único obligado a pagar (aunque frente al acreedor lo esté solidariamente), cuando lo haga, puede estar a su vez cumpliendo un específico deber contraído con el deudor. Este específico deber suele derivar en la práctica de una pretendida asunción liberatoria de deuda que ha quedado frustrada por la oposición del acreedor a otorgar su consentimiento liberatorio, lo que ha abocado a una situación cumulativa en el lado pasivo de la obligación. En efecto, si el asumente pretendía con ello conceder un crédito o préstamo al deudor (asunción credendi causa), pagar al mismo tiempo una deuda propia asumiendo la de éste (asunción solvendi causa) o actuaba con ánimo de liberalidad (asunción donandi causa), lo cierto es que, entonces, el único obligado a pagar la deuda en la esfera 299 MENU SALIR interna es el asumente. De esta forma, mediante el pago, el asumente cumple aquello a lo que se obligó: a conceder un crédito al deudor, a pagarle una deuda o a beneficiarle simplemente. Si el acreedor hubiera aceptado la liberación de su deudor, el asumente habría cumplido (frente al deudor) en ese momento mismo y no tendría que esperar a cumplir también frente al acreedor. Cuando no exista este específico deber en las relaciones internas, habrá de entenderse, en principio y sin perjuicio de otras acciones que puedan corresponder, que la asunción tiene una simple función de afianzamiento y el asumente será considerado un fiador. 5.2.- Las acciones que corresponden al asumente. En principio, salvo que la asunción lo haya sido donandi causa, el asumente que paga puede disponer, como el fiador, bien de una acción de reembolso, bien de la subrogación100. La acción de reembolso lo será conforme al art. 1838 CC (también el 1839.II) y debe entenderse como una concreción de lo establecido genéricamente en el 1145.II. Este art. 1838 responde a la idea de gestión de negocios ajenos, con o sin mandato, y así se desprende de los antecedentes históricos inmediatos del precepto, que lo han hecho coincidir con las acciones reconocidas en los arts. 1158 y 1159 CC, esto es, la acción contraria de mandato y de gestión de negocios ajenos101. Por ello, cuando la asunción lo sea contra la 100 Tal es la opinión de la doctrina mayoritaria, así como de la jurisprudencia, con respecto a la fianza: por todos, vid. DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., p. 441, y GUILARTE ZAPATERO, Comentarios..., XXIII, com. art. 1838, cit., pp. 254 y ss. La doctrina francesa, aunque se ocupa escasamente de la cuestión, también parece partidaria de conceder al asumente esta misma dualidad de acciones: TERRÉ- SIMLER- LEQUETTE, Droit civil..., cit., p. 1074, nota 1, respecto a la delegación imperfecta (cumulativa), fundando la acción de regreso en el mandato de pago necesariamente incluido en la misma delegación. En Italia también lo manifiesta expresamente BIANCA, Diritto civile, IV, cit., p. 671, para la expromisión cumulativa, mientras que para el accollo (p. 683) y la delegación (p. 652) debe deducirse lo mismo, dada la remisión genérica que hace a las normas de la solidaridad pasiva (específicamente sería el art. 1203-3 para la subrogación y 1299 para la acción de regreso). 101 Los antecedentes inmediatos a que hacemos referencia están básicamente constituidos por los arts. 1823 y 1824.3.º del Proyecto de 1836, 1734.II y 1752 del Proyecto de 1851 y 2.º y 18 de los dedicados a la fianza en el Anteproyecto 1882-1888. El art. 1823 establecía respecto a la obligación de regreso que: “Esta obligación del deudor tendrá lugar no sólo cuando la fianza se haya hecho a ruego o mandato suyo, sino también en el caso de haberla otorgado el fiador sin noticia del deudor, siempre que éste haya recibido utilidad de la fianza, o que después de saberla, la haya consentido y aprobado” (lógica consecuencia del art. 1797: “Puede uno constituirse fiador de otro aun sin orden ni noticia de éste. La obligación que se 300 MENU SALIR voluntad del deudor o no pueda advertirse una gestión de negocios ajenos sin mandato (respecto a la fianza también se prevé en el art. 1823.II), corresponderá la acción ex art. 1158.III con el alcance de la utilidad del pago102, aunque existen otras opiniones respecto a la fianza contraída contra la voluntad del deudor103. La extensión de la acción de regreso vendrá determinada por lo efectivamente pagado contrae en tal caso se expresará en el artículo 1823”), mientras que el segundo de los citados (el 1824) decía: “La obligación de satisfacer el deudor al fiador según lo prescrito en los dos artículos anteriores, no tendrá lugar en los casos siguientes: 3.º Si la hubiere otorgado contra la voluntad del deudor” (vid. LASSO GAITE, Crónica de la Codificación española, tomo 4 (Codificación civil), vol. II, Ministerio de Justicia, Madrid, 1970, pp. 268 y 270). Dos cuestiones de relevancia pueden resaltarse de lo anterior: la primera, que la referencia a la utilidad en el art. 1823 lo es implícitamente a la utilidad del art. 1847, que se halla en sede de gestión de negocios ajenos (“De la administración o agencia voluntaria”) y regula el derecho del gestor a ser indemnizado por los perjuicios y desembolsos “siempre que hubiesen sido necesarios o útiles para la administración o la agencia”; la segunda, que el art. 1824.3.º no prohíbe que una persona afiance una deuda ajena en contra de la voluntad del deudor, únicamente excluye el derecho de regreso (lo que presupone su admisión), y lo mismo parece que puede decirse del art. 1890, que enumera las personas que pueden hacer válidamente el pago y, en principio, no excluye el pago de un tercero contra la voluntad del deudor, al contrario, el 1890.3.º incluso permite el pago de un tercero “aunque no tenga interés alguno en la realización del pago”. Sin embargo, parece que un pago en estas condiciones excluye también el derecho de regreso en favor de quien lo hace. La situación anterior se mantiene en los arts. 1734.II y 1752 del Proyecto de 1851 en sede de fianza, reconociéndose de forma expresa la acción contraria de mandato y de gestión de negocios ajenos para la fianza consentida e ignorada (vid. GARCÍA GOYENA, Concordancias, motivos y comentarios del Código civil español, Zaragoza, 1974, pp. 902-903 y 911-912), mientras que se sigue admitiendo la fianza contra la voluntad del deudor (expresamente el art. 1734.II reconoce la constituida a favor de otro fiador: “Puede también constituirse no solo a favor del deudor principal, sino al de otro fiador, consintiéndolo, ignorándolo y aun contradiciéndolo el fiador”), pero no se reconoce derecho de regreso alguno, remitiéndose GARCÍA GOYENA a lo establecido por el art. 1099 in fine en materia de pago de tercero: “Si pagó contra la voluntad del deudor, no podrá repetir contra este” porque entiende este autor que debe presumirse que quiso donar (Concordancias..., cit., p. 590). La coordinación entre las acciones derivadas del pago de un tercero y del cumplimiento de la obligación principal por parte del fiador, tal y como la conocemos hoy, se produce con el Anteproyecto de 1882-1888. Aunque en sede de fianza nada ha cambiado respecto al Proyecto de 1851 (los arts. 2.º y 18 de los dedicados a la fianza en el Anteproyecto son, literalmente, los actuales 1823 y 1839), sin embargo, el cambio se produce en el art. 1175, cuyos dos últimos párrafos se corresponden a los últimos dos párrafos del actual 1158 CC y vienen a establecer, recogiendo lo establecido en el art. 728 argentino, que si se realiza el pago contra la expresa voluntad del deudor, “podrá repetir del deudor aquello en que le hubiera sido útil el pago” (vid. PEÑA BERNALDO DE QUIRÓS, “El Anteproyecto del Código civil español (1882-1888)”, en Centenario de la Ley del Notariado, vol. I, Madrid, 1965, pp. 368, 695 y 700). 102 Así, BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., p. 124. 103 Así, GUILARTE ZAPATERO, Comentarios..., XXIII, com. art. 1838, cit., pp. 259-261, considera que, aun en este caso, procederá el derecho de reembolso del fiador conforme a lo establecido en el art. 1838 CC, pero sin entender comprendido en tal derecho el apartado 3.º de aquel precepto (“los gastos ocasionados al fiador después de poner éste en conocimiento del deudor que ha sido requerido para el pago”). 301 MENU SALIR por el asumente, lo que vendrá determinado por el art. 1827.II, con alguna matización respecto a “los gastos del juicio”104. La otra posibilidad para el asumente es la acción de subrogación105 (art. 1839.I como concreción de la regla general del 1210.3.º106), aunque también debe contar con las acciones nacidas del art. 1843107 (aunque difícilmente se aplicarán algunos de sus números), resultando dudosa su aplicación cuando la asunción lo haya sido sin intervención del deudor o contra su voluntad108. Pero si el asumente era el único obligado en las relaciones internas, lo anterior difícilmente resultará aplicable. Lo normal será que la nivelación haya sido expresamente objeto de un acuerdo entre los deudores: así, mediante un convenio de compensación previa entre el deudor y el asumente cuando éste se haya hecho cargo de la deuda solvendi causa (si no ha sido así el asumente dispondrá de un crédito que podría compensar con el contracrédito del deudor) o mediante el recurso a las acciones nacidas del contrato celebrado entre los deudores cuando se trate de una asunción credendi causa (un préstamo, por ejemplo). 104 A favor de la aplicación de este precepto, salvo pacto en contrario, CARRASCO PERERA, Fianza..., cit., p. 169. En cuanto a la limitación establecida en el art. 1827.II respecto a “los gastos del juicio”, PÉREZ ÁLVAREZ, Solidaridad..., cit., pp. 272-273, entiende que el mismo resulta aplicable aun a la fianza solidaria (sin que ello desvirtúe lo establecido en el art. 1144 para la solidaridad), pues así se deduce de su fundamento: “El artículo 1827 in fine tiene su razón de ser en el principio del favor fideiussoris. Lo que se pretende por medio de la norma que examinamos es, dado el especial carácter que reviste la obligación de garantía, reforzar la posibilidad que tienen los fiadores de evitar, mediante el pago de la deuda, un incremento del quantum a ellos exigible por razón de los gastos del juicio a seguir contra el deudor o deudores”. Siendo ello así, en nuestra opinión tal limitación debe favorecer sólo a quien se obligue a pagar una deuda ajena asumiendo simplemente una función de refuerzo o garantía, pero no debe favorecer a quien asume cumulativamente una deuda de otro y se obliga a pagarla como deudor principal, resultando él mismo ser el único obligado a ello a tenor de las relaciones internas con su codeudor. 105 BASOZABAL ARRUE, “El contrato..., cit., p. 123, también considera admisible la subrogación del asumente cumulativo. 106 Así lo entienden, por ejemplo, DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., II, cit., p. 441 y GUILARTE ZAPATERO, Comentarios..., XXIII, com. art. 1839, cit., pp. 265 y 267. 107 Así, CARRASCO PERERA, Fianza..., cit., p. 169. 108 Es contrario a su aplicación en tal caso LACRUZ BERDEJO, “La causa en los contratos de garantía”, RCDI, n.º 544, 1981, p. 754, mientras que en el extremo contrario se sitúa GUILARTE ZAPATERO, Comentarios..., XXIII, com. art. 1843, cit., pp. 245-246. 302 MENU SALIR Si no obstante no estar obligado internamente, el deudor es quien tiene finalmente que hacer el pago porque no lo hace el asumente, puede haberse producido un incumplimiento contractual de éste cuando existe un específico deber a su cargo, lo que dará derecho en su caso al deudor, entre otros extremos, a exigir una indemnización de daños y perjuicios conforme al art. 1101 CC y cuya cuantía deberá determinarse en referencia al contrato en virtud del cual se obligó el asumente internamente a pagar (art. 1107 CC) y no en referencia simplemente a la asunción cumulativa realizada frente al acreedor de la deuda. Por otro lado y si de las relaciones internas se deriva la obligación del asumente de pagar en exclusiva la deuda, no debe poder el deudor hacer valer frente a éste ni el art. 1840 ni el 1842, aunque sí el 1841 CC, porque no puede decirse en tales casos que el asumente deba realizar ninguna comunicación previa al deudor manifestándole su propósito de pagar cuando éste sabe, y es lo que debe esperar razonablemente, que el asumente pagará llegado el vencimiento porque a ello está obligado. La buena fe exige que si el deudor dispone de alguna excepción o medio de defensa se la haga llegar al asumente de forma inmediata y siempre antes del vencimiento. De la misma forma, si paga el deudor y resulta que ya había pagado el asumente, por la misma razón, no podrá ampararse en el art. 1842 y será él quien tenga que repetir lo indebidamente pagado. 5.3.- Conflictos de intereses en el derecho de regreso. Básicamente nos estamos refiriendo a dos conflictos. El primero, de fácil solución, es aquel que puede producirse entre el asumente y el propio acreedor en los supuestos de pago parcial. Cuando el asumente realiza un pago que supone la extinción parcial del crédito con que cuenta el acreedor (así, en caso de que la asunción lo haya sido de una parte de la deuda solamente) y se subroga en esa parte frente al deudor en los derechos del acreedor, el art. 1213 CC resuelve la cuestión estableciendo que éste “puede ejercitar su derecho por el resto con preferencia al que se hubiere subrogado en su lugar a virtud del pago parcial del mismo crédito” (en sentido parecido, establece el § 426.2 in fine BGB que la subrogación no puede hacerse valer por los deudores en perjuicio del acreedor, lo mismo que el § 774 para la fianza). 303 MENU SALIR El segundo conflicto, éste de difícil solución, ante el que podemos encontrarnos, es el que puede producirse entre el asumente cumulativo y el llamado fiador real, esto es, el hipotecante no deudor o el propietario no deudor de la cosa pignorada, que paga la deuda. Para este caso, en el Derecho español no disponemos de ninguna norma concreta ni para la fianza ni para la solidaridad. En consecuencia, como ningún apoyo puede tener ni el establecimiento de preferencias de uno sobre otro, ni la subrogación de cada uno por la mitad de la deuda (esto último sería con fundamento exclusivo en la equidad109, contra lo dispuesto en el art. 3.2 CC), no habrá más remedio que acudir a la solución que se desprendería del principio prior in tempore, potior in iure, esto es, quien primero paga puede adelantarse en la subrogación110. Esta misma solución debe acogerse cuando la cuestión quede planteada entre el asumente cumulativo y quien otorgó una garantía real sin ser deudor. 109 La subrogación por mitad es la solución que acoge HEDEMANN, J. W., Tratado de Derecho civil, vol. III, trad. de J. Santos Briz, Ed. Revista de Derecho Privado, Madrid, 1958, pp. 475-476, afirmando que “se sobreentiende y responde a la equidad”. 110 GUILARTE ZAPATERO, Comentarios..., XXIII, com. art. 1839, cit., pp. 271-272, expone las posibles soluciones que se han defendido cuando la cuestión se plantea entre el fiador y un garante real (la que da preferencia al momento del pago, la que otorga preferencia al fiador y la que reparte las consecuencias del pago por mitad) y su opinión al respecto: “Probablemente, la preferencia del fiador sea la solución más adecuada, aunque surge la duda de si no deberá estimarse relevante para resolver la colisión señalada la circunstancia del momento en que las distintas garantías se construyeron, ya que pudiera considerarse que quien asumió la obligación subsidiaria, en segundo lugar, no lo hubiera hecho de no existir la primera, que en alguna medida representa una cobertura para su riesgo”. 304 MENU SALIR CAPÍTULO CUARTO: LA ASUNCIÓN DE DEUDA Y LAS TRANSMISIONES DE BIENES. I.- LA ENAJENACIÓN DE UN CONJUNTO DE BIENES Y LA ASUNCIÓN DE DEUDA. 1.- El supuesto más complejo: la venta de empresa. 1.1.- Delimitación general de nuestro ámbito de estudio. 1.2.- La venta de la empresa y las deudas empresariales pendientes. 1.2.1.- La venta de una empresa y la asunción interna de pagar las deudas empresariales pendientes. 1.2.2.- La venta de una empresa y la asunción cumulativa o liberatoria de las deudas empresariales pendientes. 1.2.3.- El problema de la asunción genérica de las deudas empresariales pendientes. 1.3.- La venta del patrimonio empresarial y las deudas empresariales futuras. 1.4.- Conclusión. 2.- La venta de herencia. 2.1.- Presupuestos generales sucesorios y contractuales. 2.2.- La obligación de pagar las deudas y cargas de la herencia. 2.2.1.- La responsabilidad del comprador y el vendedor frente a acreedores y legatarios. 2.2.2.- Otras posibles vías de los acreedores (también legatarios) para reclamar las deudas al comprador. 2.2.3.- Nuestra posición. 2.2.4.- Las deudas y cargas de la herencia en las relaciones internas entre comprador y vendedor. 2.2.5.- La venta de una herencia aceptada a beneficio de inventario. 305 MENU SALIR II.- LA ASUNCIÓN DE DEUDA CON OCASIÓN DE LA TRANSMISIÓN DE BIENES CONCRETOS. 1.- Introducción. 2.- La transmisión de una finca hipotecada y la asunción de la deuda con ella garantizada. 2.1.- La asunción contractual de la deuda. 2.2.- La posible asunción ex lege de la deuda como consecuencia de un procedimiento judicial de ejecución. 306 MENU SALIR CAPÍTULO CUARTO: LA ASUNCIÓN DE DEUDA Y LAS TRANSMISIONES DE BIENES. I.- LA ENAJENACIÓN DE UN CONJUNTO DE BIENES Y LA ASUNCIÓN DE DEUDA. 1.- El supuesto más complejo: la venta de empresa. 1.1.- Delimitación general de nuestro ámbito de estudio. Aunque en nuestro Derecho no puede hallarse ni un concepto normativo de empresa1 ni, excepción hecha de las que adoptan las formas societarias, regulación de su transmisión, sin embargo, lo cierto es que esta denominación (empresa) u otras parecidas constituyen el objeto de no pocos negocios jurídicos: la empresa se vende, se da en arrendamiento, en usufructo, se hipoteca, etc. Pero, cuando ello se hace, debe tenerse en cuenta que “la «empresa-organización» en cuanto bien patrimonial es una categoría económica carente de traducción jurídica. No constituye una verdadera «cosa» o «bien unitario», si bien de hecho son objeto de tráfico jurídico considerándose como una «unidad funcional». (...) Es decir, no hay un reconocimiento jurídico de la empresa como «universalidad» y de hecho los distintos elementos patrimoniales que se integran en la misma son objeto de un régimen distinto en función de su peculiar o singular naturaleza”2. 1 Con independencia de la denominación que se utilice: negocio, establecimiento mercantil, firma comercial, industria, casa comercial, tienda, explotación, etc. 2 ALONSO UREBA, A., voz “Empresa (D.º Mercantil)”, en Enciclopedia Jurídica Básica, II, Ed. Civitas, Madrid, 1995, p. 2729. Muy claras son, al respecto, las palabras de la STS de 13 de octubre de 1987 (RJA 6937), reiterando las del JPI y la AP: “Nuestras leyes desconocen el concepto de empresa como universalidad, por lo que la transmisión de la empresa originará negocios jurídicos que correspondan a cada uno de los elementos que se transmiten, estando cada uno de ellos sometido a sus propias reglas, de ahí que el nacimiento, vida y efectos de cada relación patrimonial en la venta de una empresa siga sus propio cauce con independencia de los demás (...)”. Por ello, en el caso debatido “al no haberse transmitido la parcela objeto del pleito como un elemento de la empresa y ser susceptibles de transmisión las empresas sin patrimonio, se llega a la conclusión de que los dos contratos de venta referidos no forman una unidad, uno de ellos se refiere a la industria y el otro a un inmueble que para el ejercicio de la industria es intercambiable”. En sentido parecido, la STS de 13 de febrero de 1992 (RJA 842): “Frente a la concepción puramente organicista de la empresa, se suele distinguir en los momentos actuales la actividad del organizador, como aspecto meramente subjetivo, de imposible transmisión, pues que siempre que se reemplaza un empresario por otro en el ejercicio de su actividad económica, profesional y organizada, desaparece una empresa naciendo otra nueva, aunque ésta se valga de los mismos medios instrumentales que la anterior, que 307 MENU SALIR constituyen, como conjunto coordinado de bienes y servicios (aspecto objetivo), lo que se suele denominar establecimiento comercial, industria, negocio, explotación o en la concepción jurídica francesa «fonds de commerce» y en la italiana, «azienda», que es, por el contrario, lo que realmente se puede transmitir; mas el establecimiento, el fondo de comercio, así entendido, está formado por innumerables elementos, cuales el trabajo del personal asalariado, bienes inmuebles, bienes muebles, corporales o incorporales, fungibles o no fungibles, propiedad comercial, propiedad industrial, derechos reales o de crédito, clientela, marcas, rótulos, patentes etc..., de forma que sobre cada uno de ellos puede recaer una relación jurídica, distinta, cual es la propiedad, el usufructo el arrendamiento, préstamo, comodato u otros diferentes, pudiendo transmitirse el total conjunto o sólo parcialmente, sin que, en la realidad, cuando se excluya algún elemento pueda hablarse de que no se transmitió el establecimiento o fondo comercial”. No obstante, últimamente y sobre la base de la STS de 8 de abril de 2000 (RJA 2354), algún autor (HERNANDO CEBRIÁ, L., “La transmisión de la empresa a través de distintos contratos (especial referencia a la sentencia del Tribunal Supremo de 8 de abril de 2000)”, RDM, n.º 242, 2001, pp. 1890 y ss) ha afirmado que esta sentencia “aporta una concepción unitaria de la empresa, independiente de otras visiones que habían venido contemplando la misma con un contenido diverso”. Se trataba de la venta del así llamado por los contratantes “fondo de comercio” de una cafetería, integrado por el valor inmaterial, el nombre comercial, los enseres y mobiliarios de la misma, pero no de los inmuebles sobre los que se asentaba (aunque éstos también fueron adquiridos posteriormente en pública subasta por el comprador como consecuencia de un proceso de ejecución hipotecaria). Se instrumentó la operación en dos contratos distintos en los que se vendían, por un lado, el valor inmaterial y el nombre comercial, y por otro, los enseres y muebles, lo que dio pie a la Sala a afirmar que: “Contratos estos que en su conjunto, en realidad implicaban la venta del negocio hostelero propiedad de los actores”. A nuestro entender, se trata, tan solo, de una operación jurídica que toma, porque así es querido por las partes, la empresa como una unidad a los efectos de su transmisión, lo que nadie niega que pueda ocurrir, pero que está muy lejos de significar una construcción jurídica unitaria de la empresa como universalidad. En la doctrina también se ha hecho notar la imposibilidad o dificultad, según los autores, de construir jurídicamente la empresa como un concepto unitario. Al respecto: GARRIGUES, J., Curso de Derecho mercantil, tomo I, 7.ª edic., revisada con la colaboración de Alberto Bercovitz, Imprenta Aguirre, Madrid, 1976, pp. 166 y ss., con exposición detallada de las distintas teorías desarrolladas históricamente sobre esta cuestión: teoría de la personalidad jurídica, teoría del patrimonio autónomo o separado, teoría de la universitas y teorías orgánicas (la empresa como actividad y la empresa como organización), para terminar aludiendo a la empresa como “conjunto organizado de actividades industriales, de bienes patrimoniales y de relaciones materiales de valor económico (p. 177), al que sigue BROSETA PONT, M., Manual de Derecho mercantil, 5.ª edic., Ed. Tecnos, Madrid, 1983, pp. 88 y ss; URÍA, R., Derecho mercantil, 17.ª edic., Ed. Marcial Pons, Madrid, 1990, pp. 35 y ss; SÁNCHEZ CALERO, F., Instituciones de Derecho mercantil, I (Introducción, empresa y sociedades), 20.ª edic., Ed. McGraw-Hill, Madrid, 1997, pp. 50 y ss; VICENT CHULIÁ, F., Compendio crítico de Derecho mercantil, tomo I, 2.ª edic., Ed. Bosch, Barcelona, 1986, pp. 134 y ss., partidario de la tesis de que “no sólo la voluntad de los contratantes en el tráfico, sino también el legislador ha empezado a reconocer la existencia del establecimiento mercantil como un bien u objeto sustantivo, independientemente de sus elementos, frente a la tesis atomista de GARRIGUES y BROSETA”; FONT GALÁN, J. I., en Derecho mercantil, Guillermo J. Jiménez Sánchez (coord..), 4.ª edic., Ed. Ariel Derecho, Barcelona, 1988, pp. 54 y ss; CALVO ALFAGEME A., “La empresa mercantil como objeto de negocios jurídicos”, AAMN, 1945, pp. 524-533; DE LA CÁMARA ÁLVAREZ, M., “La venta de la empresa mercantil: principales problemas que plantea”, AAMN, 1981, pp. 296-305; LLEBOT MAJÓ, J. O., “Doctrina y teoría de la empresa en el Derecho mercantil”, RDM, n.º 220, 1996, pp. 319 y ss. Lo mismo, en general, la doctrina italiana, a pesar de contar con la regulación “dell’azienda” (arts. 2555 a 2574 del Codice), puesto que no puede entenderse ésta como un bien distinto de los elementos que lo integran: CAMPOBASSO, G. F., Diritto commerciale. Diritto dell’impresa, I, 3.ª edic., UTET, Torino, 1997, pp. 140-143; FERRARA, F. (jr.), La teoria giuridica dell’azienda, 2.ª edic., Ed. Giuffrè, Milano, 1982, pp. 81 y ss; BALLETTA, A., L’azienda nel Codice civile, Ed. Giuffrè, Milano, 1955, pp. 47 y ss; CASANOVA, M., Impresa e 308 MENU SALIR Por ello, se hace difícil la solución de algunos de los problemas que esta realidad puede plantear, siendo uno de ellos, de especial interés, el relativo a determinar los efectos de la venta de la empresa sobre aquellas deudas pendientes de cumplimiento que tengan una especial vinculación con la actividad económica de la misma. Al menos a efectos de acotar nuestro estudio, se hace por ello necesario esclarecer los conceptos de “empresa” y de “deudas empresariales”. No obstante lo anterior, partiremos, con BROSETA PONT, del reconocimiento de que la idea jurídica de empresa está integrada por fenómenos diversos: por un lado, se denomina empresa al local donde se desarrolla la actividad económica, junto con algunos elementos materiales carentes de una organización; por otro, a un conjunto de bienes materiales organizados, pero sin funcionamiento (empresa en sentido estático); y finalmente también, al conjunto de bienes y servicios organizados y en funcionamiento (empresa en sentido dinámico)3. Cualquiera de estas realidades, entendemos, puede ser una “empresa” a nuestros efectos, en el sentido de constituir el objeto de un negocio jurídico que produzca la transmisión de forma unitaria de un conjunto de bienes, porque tal es la voluntad de las partes, con independencia del nombre que se utilice. Pero, parece claro respecto al problema de las deudas pendientes, que la mayor complejidad a los efectos de determinar si la transmisión de la empresa conllevará también la de estas deudas pendientes, se producirá respecto a la empresa en sentido dinámico. Por ello, en los epígrafes que siguen ese será el concepto de empresa aludido, que englobaría el establecimiento industrial y los elementos industriales azienda (Le imprese commerciali), en el Trattato di Diritto civile italiano, soto la direzione di Filippo Vassalli, vol. X, tomo 1-1.º, UTET, Torino, 1974, pp. 331 y ss; DE MARTINI, A., L’usufrutto d’azienda, Ed. Giuffrè, Milano, 1950, pp. 20 y ss. 3 BROSETA PONT, M., “La empresa como objeto del tráfico jurídico”, en Problemática jurídica actual de la empresa, Publicaciones del Ilustre Colegio de Abogados de Valencia, Valencia, 1965, pp. 21 y ss; IDEM, en el mismo Libro, “La compraventa de empresa”, cit., pp. 4748, donde entiende que únicamente puede hablarse compraventa de empresa cuando estemos ante un conjunto de bienes y servicios organizados y en funcionamiento. Discrepa en esto último DE LA CÁMARA ÁLVAREZ, “La venta..., cit., pp. 308-311, que entiende que también puede ser compraventa de empresa la compraventa de un conjunto de bienes organizados, aunque no se encuentren en funcionamiento, al que sigue en este punto VICENT CHULIÁ, Compendio crítico..., cit., p. 137. 309 MENU SALIR integrados en él o adscritos a su explotación, pero también y sobre todo, una organización empresarial (clientela, trabajadores, relaciones de hecho, relaciones contractuales, know-how, etc.) en funcionamiento, que dota de dinamismo a estos elementos y que hace que el valor final resultante del conjunto sea superior a la suma de sus elementos individualmente considerados. Planteadas así las cosas, los problemas a resolver pueden quedar simplificados: si no es posible hablar en este caso de asunción automática de las deudas pendientes, con más razón, tampoco podrá serlo respecto a las demás ideas de empresa (empresa en sentido estático y como local) e incluso respecto a la pretendida transmisión automática de deudas derivada de la enajenación de un bien concreto, salvo acuerdo en contrario o norma que lo establezca; además, las soluciones aportadas y los argumentos utilizados, si se llegara a tal conclusión, serían también extensibles a estos otros casos. Debe también advertirse desde el principio que nuestro ámbito de estudio excluye la venta de empresa llevada a cabo indirectamente mediante algunas operaciones societarias, tales como la fusión, la escisión, la aportación de rama de actividad o la cesión global de activo y pasivo, que encuentran su regulación en el llamado Derecho de Sociedades4. Únicamente será objeto de estudio la 4 Respecto a algunas modificaciones estructurales (sin ninguna duda en la fusión y la escisión, aunque sea parcial, con discrepancias en la cesión global de activo y pasivo y en la transformación, y se niega en la segregación) y con la finalidad de facilitar tales operaciones, rige el principio de sucesión universal (entre otros, arts. 233, 252 LSA, a los que remite el art. 94 LSRL), que implica, en palabras del primero de los preceptos citados: “...la transmisión en bloque de los respectivos patrimonios sociales a la nueva entidad que haya de adquirir por sucesión universal los derechos y obligaciones...”. En tales circunstancias, las normas reguladoras se orientan a garantizar la solvencia de la sociedad responsable, como el art.. 242 LSA, que exige la publicación del acuerdo de fusión y escisión, mientras que el art. 243 concede a los acreedores un derecho a oponerse, que cuando se ejercite hará exigibles las correspondientes garantías (art. 166 LSA), mientras que, en caso contrario, quedarán vinculados los acreedores por el cambio de deudor. En general, sobre estas modificaciones estructurales: SÁNCHEZ CALERO, Instituciones..., I, cit., pp. 513-529; SEQUEIRA MARTÍN, A., en Comentarios a la Ley de Sociedades Anónimas, dirigidos por Fernando Sánchez Calero, tomo VII (Transformación, fusión y escisión), com. arts. 233 y 247, Edersa, Madrid, 1993, pp. 87-118; IDEM, en Comentarios..., VII, com. art. 243, cit., pp. 236-255; SANTOS MARTÍNEZ, V., en Comentarios a la Ley de Sociedades Anónimas, VII, com. art. 259, cit., pp. 497-524; ESTURILLO LÓPEZ, A., Estudio de la Sociedad de Responsabilidad Limitada, Ed. Civitas, Madrid, 1996, pp. 471 y ss. No obstante y con diverso alcance, estas reglas pueden ser sustituidas en virtud de la autonomía privada: PAZ-ARES, C.- SÁEZ LACAVE, M.ª I., “Los contratos pendientes de ejecución en la fusión”, RDM, n.º 243, 2002, p. 68: “La posibilidad de modificar privadamente la regla de la sucesión universal no es, por lo tanto, dudosa; en cambio, es más discutible la eficacia que tienen tales cláusulas en caso de fusión. Las primeras, las reglas que excluyen la sucesión 310 MENU SALIR compraventa de empresa realizada mediante compraventa de activos o adquisición universal de la relación en caso de fusión, no plantea dificultades: el mecanismo de la regla del consentimiento sigue la misma pauta que el artículo 1205 C. c.”. Sobre la misma cuestión, BELLIDO MENGUAL, M., “Los efectos del proceso de fusión sobre los contratos pendientes de ejecución”, en Homenaje en memoria de Joaquín Lanzas y Luis Selva, tomo I, Centro de Estudios Registrales, Madrid, 1998, pp. 391 y ss. Tal posibilidad de que la autonomía privada configure estas operaciones societarias en modo diverso a los modelos establecidos por el legislador ha provocado la intervención de la DGRN a fin de determinar el régimen jurídico aplicable: una sociedad amplía su capital mediante la creación de nuevas participaciones sociales, concretándose el contravalor en la aportación por otra sociedad de un conjunto de bienes que resulta caracterizado como «unidad productiva autónoma» y que está compuesta por los bienes, derechos y obligaciones que figuran en el inventario y recibiendo la sociedad aportante las nuevas participaciones sociales emitidas que quedan así incorporadas a su patrimonio. En tal caso, “ha de examinarse si en la operación cuestionada existe algún interés jurídico carente de adecuada protección y una suficiente identidad de razón con la escisión que aconseje, ante una posible laguna legal, la aplicación analógica de la normativa de aquélla a la última. (...) La protección de los terceros, parejamente, queda a salvo por la propia índole de la operación, al no haber reducción efectiva de la garantía que para ellos representa la cifra de capital social de ninguna de las sociedades. Y, con relación a los acreedores de la sociedad anónima aportante, por la exigencia general de que conste su consentimiento individualizado para que la modificación del sujeto pasivo de la relación jurídica con alcance liberatorio sea eficaz frente a ellos (cfr. artículo 1205 del Código Civil), sin perjuicio de la validez interna del convenio que puedan celebrar las sociedades interesadas en orden a la asunción cumulativa o interna por una de determinadas obligaciones de la otra, eficaz entre ellas pero intrascendente frente al acreedor en tanto no preste su consentimiento (artículos 1158, 1255 y 1257 del mismo Código). En el supuesto, no constando consentimiento expreso de los acreedores en orden a la liberación del primitivo deudor, de conformidad con el citado artículo 1205 del Código Civil, debe entenderse que la voluntad de las partes se concreta en atribuir un alcance meramente interno al convenio” (RRDGRN de 10 de junio y 4 de octubre de 1994; RJA 4915 y 7795). Parecidas afirmaciones se hallan en las RRDGRN de 22 de junio de 1988 (RJA 5502) y 21 de noviembre de 1989 (RJA 7937) en relación a la cesión global de activo y pasivo: “Es regla general de nuestro Ordenamiento, que no puede producirse la sustitución de un nuevo deudor en lugar del primitivo sin consentimiento del acreedor (artículo 1205 del Código Civil). En consecuencia, aquella cesión global sólo tendrá efecto liberatorio, esto es, sólo producirá la sustitución de la cesionaria en la titularidad pasiva de las obligaciones de la cedente si concurrió el consentimiento individual de cada uno de los acreedores afectados; en otro caso, aquella cesión verá relegada su eficacia a la esfera interna de las relaciones entre los otorgantes, subsistiendo para el cedente la condición de deudor y siendo necesario, por tanto, la apertura del proceso liquidatorio y la adopción de las previsiones que permitan su realización” (la cita corresponde a la última de las resoluciones mencionadas). Sin embargo, la doctrina emanada de la DGRN sobre el problema de fondo (tipicidad de las modificaciones estructurales y de sus efectos y dificultad de su aplicación analógica a supuestos diversos) no es unívoca (vid. también las RR de 8 de noviembre de 1995 y 5 de marzo de 1996, así como la STS de 21 de marzo de 1987; RJA 8085, 1851 y 1713). Al respecto en la doctrina: CERDÁ ALBERO, F., “Segregación de la Sociedad Anónima y de la Sociedad de Responsabilidad Limitada. A propósito de las RessDGRN de 10 de junio y de 4 de octubre de 1994, así como del UmwG alemán de 28 de octubre de 1994”, RDM, n.º 214, 1994, pp. 925 y ss; DOMÍNGUEZ GARCÍA, M. A., “El régimen jurídico de la escisión de sociedades anónimas por aportación como cuestión abierta (RDGRN de 10 de junio de 1994; RJ 1994, 4915)”, RdS, 1995-4, pp. 271-280; RUBIO VICENTE, P. J., “¿Cabe la extensión del régimen jurídico de la escisión a los supuestos de segregación patrimonial de sociedad por aportación?”, RdS, 1995-5, pp. 235-255; LARGO GIL, R., “Las modificaciones estructurales de las sociedades según la Dirección General de los Registros y del Notariado”, en Estudios de Derecho mercantil Homenaje al Profesor Justino F. Duque, vol. I, Universidad de Valladolid, Valladolid, 1998, pp. 431 y ss. 311 MENU SALIR de patrimonio5, pero no la llevada a cabo mediante compraventa de acciones o participaciones (cuando esto último sea posible)6. Por otro lado, el problema de las deudas pendientes suele circunscribirse a las llamadas “deudas empresariales” (también, intuitu instrumenti) pendientes, es decir, aquellas contraídas por el titular de la empresa en el desarrollo de la actividad industrial de que se trate7; distinción que generalmente deriva de la necesidad de delimitar la responsabilidad del adquirente de la empresa en aquellos Ordenamientos jurídicos, fundamentalmente el italiano y el alemán, en los que éste es responsable ex lege de estas deudas, pero que ha “salpicado” el estudio de esta cuestión en otros países, como el nuestro, en el que, repetimos, no existe regulación legal al respecto. No obstante y sin ánimo de delimitar exhaustivamente este concepto, puede ser útil su adopción en cuanto que, en forma semejante a la adopción de un concepto de empresa, su acogimiento provocará que, si no es admisible una asunción automática de estas deudas como consecuencia de la transmisión de la empresa, con más razón, tampoco será admisible respecto a las demás deudas, salvo que una norma así lo imponga. 5 No obstante esta limitación en cuanto al objeto de estudio, las soluciones que se aportarán respecto a la venta de empresa no son distintas a las aplicables al usufructo de empresa (FRAGUAS MASSIP, R., “El usufructo de empresa”, en Problemática jurídica actual de la empresa, cit., pp. 81 y ss; MARTÍN REYES, M.ª A., El usufructo de empresa, Ed. Aranzadi, Pamplona, 1999, pp. 109 y ss.), pues a ello debe conducir también la aplicación del art. 506 CC en cuanto al “usufructo sobre la totalidad de un patrimonio” y la remisión de éste a los arts. 642 y 643 en sede de contrato de donación (al respecto, vid., DORAL GARCÍA DE PAZOS, J. A., en Comentarios al Código Civil y Compilaciones Forales, VII-1.º, com. art. 506, Edersa, Madrid, 1992, p. 471; GARCÍA CANTERO, G., en Comentario del Código civil, tomo I, com. art. 506, Ministerio de Justicia,1991, pp. 1344-1345). 6 La distinción, que aceptamos, la hemos tomado de ÁLVAREZ ARJONA, J. M.ª, en AA.VV. (dir. José M.ª Álvarez Arjona y Ángel Carrasco Perera), Régimen jurídico de las adquisiciones de empresas, Ed. Aranzadi, Pamplona, 2001, pp. 47 y ss. 7 Sobre su delimitación, PÉREZ DE LA CRUZ BLANCO, A., “Efectos de la transmisión del establecimiento mercantil sobre las deudas pendientes”, RDM, 1974, pp. 506-508), MARTÍN REYES, El usufructo..., cit., p. 109 y LÓPEZ SÁNCHEZ, J., El embargo de la empresa, Ed. Aranzadi, Pamplona, 1999, p. 165 entienden por “deudas de la empresa”, en sentido genérico, “aquéllas cuya característica principal viene determinada por su adscripción a una actividad comercial”. 312 MENU SALIR 1.2.- La venta de la empresa y las deudas empresariales pendientes. Parece claro que el problema de la transmisión o no de las deudas pendientes es esencialmente un problema de información: el problema de determinar cuáles son esas deudas, en qué consisten y su cuantía y cuáles sus condiciones de pago. El problema lo es ante todo para el adquirente porque éste, de ordinario, es un sujeto ajeno a la empresa y desconoce, al menos de entrada, la situación financiera real de ésta. Por ello, su posición inicial más racional, salvo que quiera celebrar un contrato con una buena dosis de aleatoriedad, será desfavorable a la asunción de las deudas, salvo respecto a aquéllas sobre las que pueda tener cumplida información, por él mismo obtenida o facilitada por el transmitente, que podrán ser asumidas y descontadas del precio del contrato o incluso asumidas frente a los acreedores. En mucha menor medida lo es para el transmitente, cuya principal preocupación debería centrarse en pagar las deudas existentes con cargo al precio de la compraventa, bien pagándolas con lo obtenido, bien descontándolas del precio y cargándolas al adquirente, bien haciendo que éste las asuma frente a los acreedores. Pero también es un problema de información para el legislador de un Estado de economía de mercado preocupado en fomentar y facilitar este tipo de operaciones económicas o en proteger a alguna de las partes afectadas por estos negocios (básicamente los acreedores, que son, en principio, terceros ajenos a los mismos) o el interés general. El legislador interesado en intervenir imponiendo determinados deberes al adquirente (una asunción interna, cumulativa o liberatoria, obligatoriamente o salvo pacto en contrario) debe tener en cuenta que la confianza de éste hacia la celebración del negocio dependerá de la facilidad con la que pueda conocer la exactitud del alcance de tales deberes. Esto último ocurre con algunas normas concretas que vienen a establecer, con diverso alcance, la responsabilidad del adquirente o sucesor de una empresa por determinadas deudas pendientes al tiempo de producirse la transmisión: el art 44.3 del Real Decreto legislativo 1/1995, de 24 de marzo, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley del Estatuto de los Trabajadores, en la redacción dada por la Ley 12/2001, de 9 de julio, de medidas urgentes de reforma del mercado de trabajo para el incremento del empleo y la mejora de su calidad, afirmando que 313 MENU SALIR “sin perjuicio de lo establecido en la legislación de Seguridad Social, el cedente y el cesionario, en las transmisiones que tengan lugar por actos intervivos, responderán solidariamente durante tres años de las obligaciones laborales nacidas con anterioridad a la transmisión y que no hubieran sido satisfechas”; el art. 72 de la Ley 230/1963, de 28 de noviembre, General Tributaria, estableciendo la responsabilidad del adquirente por las deudas tributarias pendientes (finalmente, responsabilidad subsidiaria, tal y como establece el art. 37 de la misma, y no solidaria, como decía el art. 13 del Reglamento General de Recaudación, RD 1684/1990, de 20 de diciembre); el art. 127 del Real Decreto Legislativo 1/1994, de 20 de junio, por el que se aprueba el Texto Refundido de la Ley General de la Seguridad Social, respecto al pago de las prestaciones originadas con anterioridad a la sucesión, aunque el art. 10 del Reglamento General de Recaudación de los Recursos del Sistema Social (RD 1637/1995, de 6 de octubre) haya matizado la responsabilidad del adquirente en el sentido de que “Tal responsabilidad no es exigible a los adquirentes de elementos aislados de la explotación, industria o negocio respectivo, salvo que las adquisiciones aisladas, realizadas por una o varias personas, permitan la continuación de la explotación, industria o negocio”. En el Derecho comparado deben resaltarse las regulaciones alemana, italiana y francesa. En Alemania, el § 25 HGB establece en su apartado primero que si el adquirente de un establecimiento comercial continúa en el uso de la firma comercial del titular anterior, responderá ilimitadamente de todas las deudas que el titular anterior hubiere contraído en la explotación del negocio, siendo responsable éste de forma conjunta durante un periodo de cinco años a contar desde la inscripción de la firma en el Registro mercantil por parte del nuevo titular. No obstante, el apartado segundo permite que mediante acuerdo, debidamente inscrito en el Registro mercantil o notificado personalmente a los acreedores, se pueda reducir o excluir tal responsabilidad. Por último y cuando no exista continuidad en el uso de la firma comercial, el apartado tercero establece que el adquirente sólo responde de las deudas si ha dado a conocer, conforme a los usos, la asunción de deudas realizada8. 8 En general, existe acuerdo sobre el hecho de que el precepto recoge un supuesto de asunción cumulativa ex lege de deuda: HEINRICHS, H., en PALANDT, Bürgerliches Gesetzbuch, 314 MENU SALIR Con anterioridad a su derogación9, establecía el § 419 BGB que si uno adquiere mediante un contrato todo el patrimonio de otro, con independencia de la responsabilidad del deudor anterior, los acreedores de éste pueden hacer valer sus créditos contra el adquirente (apartado primero), que puede rechazar esta responsabilidad en lo que exceda del patrimonio y las pretensiones adquiridas en virtud del contrato (apartado segundo), aplicándose, en cuanto sea posible, a la limitación de la responsabilidad las disposiciones que rigen la del heredero (apartado tercero) y sin que pueda excluirse o limitarse tal responsabilidad en virtud de un acuerdo entre el adquirente y el transmitente (apartado cuarto). Sin embargo, era ésta una norma de difícil aplicación en cuanto exigía la transmisión de todo el patrimonio (aunque también podía aplicarse a la transmisión de una cuota), en uno o varios contratos sucesivos10. También el art. 181 del Código suizo de las obligaciones establece que el adquirente de un patrimonio o una empresa es responsable frente a los acreedores de las deudas existentes desde que éstos conocen este hecho o ha sido publicado, quedando también obligado solidariamente el transmitente durante dos años. En Italia suele distinguirse entre empresa como actividad del empresario y “azienda” como conjunto organizado de bienes (universitas facti) al servicio de la actividad económica de aquél, aunque lo normal en la práctica es que exista una recíproca dependencia entre ambos y aparezcan unidos en una relación medio-fin. Tal distinción emana del art. 2555 del Codice, que entiende por azienda “el complejo de bienes organizados por el empresario para el ejercicio de la empresa”, en conjunción con el 2082, que considera que “es empresario quien ejercita profesionalmente una actividad económica organizada para la producción o el München, 2003, Vor §§ 414 y ss., RdNr. 2; WESTERMANN, H. P., en ERMAN, B.G.B. Handkommentar, 1, Münster, 1989, Vor §§ 414 y ss, RdNr. 6; BROX, H., Allgemeines Schuldrecht, C. H. Beck’sche Verlagsbuchhandlung, München, 1989, RdNr. 420, p. 252. 9 Su derogación se produjo por la*** 10 ENNECCERUS, L., Derecho de obligaciones, 11.ª revisión por H. Lehman, trad. y notas de Blas Pérez González y José Alguer, vol. I, Ed. Bosch, Barcelona, 1933, pp. 423-426; LARENZ, K., Derecho de obligaciones, tomo I, versión española y notas de Jaime Santos Briz, Edersa, Madrid, 1958, pp. 486-487; HEDEMANN, J. W., Tratado de Derecho civil, vol. III, trad. de J. Santos Briz, Ed. Revista de Derecho Privado, Madrid, 1958, p. 213, pone como ejemplo el caso del emigrante que, al marchar, adjudica todo su patrimonio a un pariente suyo que se queda en la patria. 315 MENU SALIR intercambio de bienes y servicios”. La azienda aparece regulada en el Título VIII del Libro Quinto (arts. 2555 a 2574) del Codice y su transmisión supone la derogación en diversos puntos de la disciplina general que sería aplicable a la transmisión de los distintos bienes que la forman, básicamente con la finalidad de favorecer la conservación de la unidad económica y el valor del “avviamento” de la misma11. Los preceptos concretos que ahora interesan son los arts. 2558 a 2560. El primero regula los efectos de la enajenación de la azienda sobre determinados contratos pendientes de ejecución, estableciendo que: “Salvo pacto expreso, el adquirente de la hacienda se subroga en los contratos estipulados para el ejercicio de la misma, mientras no tengan carácter personal. Sin embargo, el tercero contratante podrá rescindir el contrato dentro de los tres meses siguientes a la noticia de la transferencia, siempre que exista causa justa, y salvo la responsabilidad del cedente”12. Por su parte, el art. 2559 establece, en su primer 11 Esta noción de “azienda” pone el acento en dos elementos: un elemento material objetivo, que consiste en una pluralidad de bienes, y un elemento formal, que es la organización, que transforma el conjunto en una combinación de bienes instrumentales funcionalmente conectados: AULETTA, G., Diritto commerciale. L’impresa e l’azienda, Società Editrice Internazionale, 1945, pp. 15 y ss; BORTOLUZZI, A., L’impresa, l’azienda e il suo trasferimento, Ed. G. Giappichelli, Torino, 1996, pp. 1 y ss; COLOMBO, G. E., Il trasferimento dell’azienda e il passagio dei crediti e dei debiti, CEDAM, Padova, 1972, pp. 14-26; FERRARI, G., voz “Azienda (dir. priv.)”en Enciclopedia del Diritto, IV, Ed. Giuffrè, 1959, p. 685. Por ello, ha sido necesario determinar cuándo una transmisión de bienes es una transmisión de la azienda que conlleva la aplicación de los preceptos mencionados: PETTITI, D., Il trasferimento volontario d’azienda, Morano Ed., s/f (terminado de imprimir en 1970), pp. 185 y ss; GALGANO, F., Diritto commerciale. L’imprenditore, 5.ª edic., Ed. Zanichelli, Bologna, 1996, pp. 68-69; CAMPOBASSO, Diritto commerciale, I, cit., pp. 144-145. Dentro de los elementos de la azienda es especialmente importante el “avviamento”, que no cabe confundir con clientela, pues aquél es mucho más amplio que ésta. Al respecto, AULETTA, Diritto commerciale. L’impresa..., cit., p. 34, afirma que “i beni aziendali soddisfano, perciò, nel loro insieme, un bisogno diverso da quello, cui servirebbero disgiunti, e, normalmente, hanno anche un maggior valore, giustificato dal più complesso bisogno che soddisfano e dall’attività e dal rischio necessari per riunirli insieme, in una combinazione economicamente soddisfacente. Si qualifica avviamento il risultato stesso di questa combinazione, cioè la organizzazione dei beni; così inteso, l’avviamento non è un nuovo bene, che s’aggiunga agli altri beni aziendali, ma è un rapporto (di complementarietà economica), che si stabilisce tra i beni, di cui è composta l’azienda”, y por ello distingue entre “clientela” o “avviamento-clientela” y “avviamento organizzazione” o simplemente “avviamento”. También sobre la cuestión: CASANOVA, Impresa e azienda..., cit., pp. 327-330; AULETTA, G., voz “avviamento”, en Enciclopedia del Diritto, IV, Ed. Giuffrè, 1959, pp. 630 y ss; NOBILI, R., voz “Avviamento d’impresa”, NNDI, II-1.º, UTET, 1957, pp. 1653 y ss. 12 Sobre la justificación del precepto, que deroga el régimen general de los arts. 1466 y ss. del Codice y provoca la liberación del enajenante, frente al régimen jurídico del art. 2560, por el que aquél continúa obligado como regla, establece la sentencia de la Corte de Casación de 20 de 316 MENU SALIR párrafo, que “la cesión de los créditos relativos a la azienda cedida, aun en ausencia de notificación al deudor o de su aceptación, tendrá lugar, frente a los terceros, desde el momento de la inscripción de la transmisión en el registro de la empresa. No obstante, el deudor cedido queda liberado si paga de buena fe al enajenante”, concluyendo en el segundo que “la misma disposición se aplica también en el caso de usufructo de la azienda, si él se extiende a los créditos relativos a la misma”13. Pero el mayor interés lo despierta el art. 2560, que regula los efectos de la enajenación de la “azienda” sobre las deudas pendientes. El primer párrafo del julio de 1991 que: “Infatti, mentre la liberazione dell’alienante dal debito contrattuale cui corrisponda un credito derivante dallo stesso contratto si giustifica, considerando che il contraente ceduto è tutelado con la facoltà di recesso e con la posibilità di rifiutare al cessionario dell’azienda la prestazione se non dovesse ricevere quella spettantegli, sicché costituirebbe per lui una garanzia eccessiva la previsione della responsabilità dell’alienante in aggiunta a quella del cessionario; invece, per i debiti del solo cedente (debito puro) l’assenza di qualsiasi garanzia per il terzo rivela la regione per la quale si sia previsto che l’alienante debba rispondere della prestazione dovuta, solidamente con l’acquirente dell’azienda, se non risulti che il creditore abbia consentito al trasferimento di essa”. Además, la sucesión del nuevo empresario (adquirente) en los contratos de la azienda comercial que no tengan carácter personal responde a la exigencia de asegurar la circulación de los valores económicos representativos de los contratos estipulados por el empresario en relación a la organización y al funcionamiento de la azienda, de manera que, en todo lo posible, se transfiera la potencialidad productiva y el avviamento de la misma. (sentencia de la Corte de Casación de 29 de enero de 1979; lo mismo, CASANOVA, Impresa e azienda..., cit., p. 795). Para su aplicación, el art. 2558 exige que se trate de contratos estipulados para el ejercicio de la azienda y que de ellos se deriven prestaciones recíprocas pendientes de ejecución. Por ello, las demás deudas “non inseriti in un siffatto contesto di sinallagmaticità, non legati funzionalmente all’esercizio dell’impresa od aventi comunque una fonte non contrattuale. (...) non potevano, ricadere sull’acquirente dell’azienda, se non alla condizione appunto (pacíficamente, nella specie, in fatto no verificatasi) della loro inclusione nei libri contabili obbligatori dell’impresa alienante [en los términos del art. 2560]” (sentencia de la Corte de Casación de 29 de abril de 1998). En la doctrina: PETTITI, Il trasferimento volontario..., cit., pp. 45 y ss; COLOMBO, Il trasferimento..., cit., pp. 61 y ss; CASANOVA, Impresa e azienda..., cit., pp. 795 y ss; FERRARI, voz “Azienda (dir. priv.)”, cit., pp. 715 y ss; GALGANO, Diritto commerciale..., cit., pp. 69-74; CAMPOBASSO, Diritto commerciale, I, cit., pp. 150-152. Debe, por último, tenerse en cuenta la existencia de normativa específica respecto a la cesión de algunos contratos con ocasión de la transmisión de la azienda; así, el art. 36 de la Ley de 27 de julio de 1978, n. 392 (Disciplina delle locazioni di immobili urbani) y el art. 58 del Decreto legislativo de 1 de septiembre de 1993, n. 385 (Testo unico delle leggi in materia bancaria e creditizia). 13 También supone la derogación de la disciplina común a la cesión de créditos (arts. 1265 y 2914.2.º): CASANOVA, Impresa e azienda..., cit., pp. 823-825; RUBINO, D., La compravendita, Ed. Giuffrè, Milano, 1950, p. 77. No obstante, como estableció el último párrafo del art. 100 de las disposiciones para la aplicación del codice, el precepto no ha podido ser aplicado hasta tanto no se ha puesto en marcha el Registro de la empresa (Ley n. 580, de 29 de diciembre de 1993). Sobre este Registro, vid. BORTOLUZZI, L’impresa, l’azienda..., cit., pp. 81-83. 317 MENU SALIR precepto se limita a declarar la regla general: el enajenante no queda liberado de las deudas inherentes al ejercicio de la azienda cedida, anteriores a la transmisión, si no cuenta con el consentimiento de los acreedores en este sentido (remisión tácita a los arts. 1268.I, 1272.I y 1273.I y II). El interés lo despierta la regla establecida en el párrafo segundo: en la enajenación de una azienda mercantil también responde de las deudas antedichas el adquirente de la azienda, si figuran en los libros de contabilidad obligatorios14 (subrayado nuestro). 14 Siendo evidente que el art. 2560 no regula la suerte de los debiti aziendali en las relaciones entre enajenante y adquirente (por todos, COLOMBO, Il trasferimento..., cit., p. 89, así como la sentencia de la Corte de Casación de 20 de marzo de 1990), la doctrina mantiene posiciones muy distantes respecto a las relaciones internas. RESCIGNO, P., Studi sull’accollo, Ed. Giuffrè, Milano, 1958, p. 274, y CASANOVA, Impresa e azienda..., cit., pp. 831-832, entienden que, en la duda, también se presume la asunción de las deudas por el adquirente. BALLETTA, A., “Iscrizione dei debiti nei libri contabili obbligatori e successione nell’azienda”, RTDPC, 1969-I, p. 714, defiende la sucesión en las deudas sin distinguir entre relaciones internas y externas, y en sentido parecido FERRARA, La teoria giuridica..., cit., p. 358, por cuanto reconoce al enajenante una acción de regreso en caso de que sea él quien pague a los acreedores. Por su parte, opina AULETTA, Diritto commerciale. L’impresa..., cit., p. 84, que si las partes no han dispuesto nada se trataría de una laguna que habría que cubrir con los usos y la equidad, conforme al art. 1374 del Codice. En contra de entender producida una transmisión automática a favor del adquirente y exigiendo la existencia de un pacto (generalmente expreso) para que ello ocurra en las relaciones inter partes: COLOMBO, Il trasferimento..., cit., pp. 87-94; PETTITI, Il trasferimento volontario..., cit., pp. 96-103; FERRARI, voz “Azienda (dir. priv.)”, cit., pp. 729-731; CAMPOBASSO, Diritto commerciale, I, cit., p. 155. En cuanto al precepto en sí, es evidente que su ratio responde a la exigencia de tutela de los acreedores de la azienda, aunque sin desincentivar la circulación de la misma, razón por la cual ha limitado la responsabilidad a las deudas ciertamente conocidas o fácilmente cognoscibles. En este sentido, la sentencia de la Casación de 5 de junio de 1997, ha establecido que son deudas inherentes a la gestión de la azienda aquellas que, en el desarrollo de la actividad de la misma, vengan asumidas directa o instrumentalmente para la producción o el intercambio de bienes y servicios. Por lo tanto, el trabajo dependiente o autónomo de terceros en la empresa es un factor de la producción organizada del empresario, de manera que, en caso de enajenación de la azienda, el adquirente es responsable solidario con el enajenante por las deudas no satisfechas por este último. Por otro lado, mayoritariamente la doctrina niega que pueda extenderse tal responsabilidad a las deudas no resultantes de los libros de contabilidad obligatorios, aunque el adquirente haya tenido conocimiento de las mismas o haya estado en condiciones de haberlo tenido (FERRARA, La teoria giuridica..., pp. 357-358; COLOMBO, Il trasferimento..., cit., pp. 203 y ss; PETTITI, Il trasferimento volontario..., cit., pp. 91 y ss), pues la inscripción en los libros de contabilidad obligatorios de la azienda es un elementos constitutivo esencial de la responsabilidad del adquiriente (en tal sentido se pronunció, desde el principio, la jurisprudencia: sentencias de la Corte de Casación de 18 de enero de 1964, 14 de septiembre de 1967 y 17 de mayo de 1971), siendo también generalmente rechazada tal responsabilidad en caso de irregularidad de las escrituras contables (en contra, en este punto, FERRARI, voz “Azienda (dir. priv.)”, cit., p. 731, apoyándose también en los arts. 2709 y 2710 del Codice). Frente a esta posición mayoritaria, BALLETTA, “Iscrizione dei debiti.., cit., pp. 721-723, precisando “che l’iscrizione è, non già un presupposto necessario dell’assunzione dei debiti, bensì una presunzione assoluta di conoscenza o conoscibilità dei debiti. Con questa interpretazione logica, l’acquirente dell’azienda succede nei 318 MENU SALIR En el Derecho francés, a efectos de su venta en forma unitaria, no existe una realidad jurídica que pueda ser equiparable a la azienda italiana. En Francia, la venta de la “empresa”, que más bien es una realidad económica y social, se lleva a cabo, por un lado, mediante la cesión de los bienes inmuebles y muebles a éstos unidos (así, la maquinaria), y por otro, mediante la cesión del llamado “fonds de commerce”. La transmisión de los inmuebles se rigen por las reglas generales que son propias a esta clase de bienes y ninguna responsabilidad, en relación a las deudas pendientes, pueden exigir los acreedores al comprador si no es acudiendo también a las reglas generales en sede de novación subjetiva (lo sea con efecto liberatorio o cumulativo). La venta del fonds de commerce es bastante más compleja. Aunque a la venta del fonds de commerce se aplicarán las reglas generales que rigen este contrato en razón de los bienes transmitidos, sin embargo, también deberán observarse una serie de prescripciones, con diversa finalidad (básicamente para proteger a los acreedores del vendedor o del aportante a una sociedad, pero también al adquirente), que el legislador ha introducido en esta materia. Tales prescripciones se hallan en la actualidad en los arts. L. 141-1 a L. 141-22 (De la vente du fonds de commerce) y L. 143-1 a L. 143-23 (Dispositions comunes à la vente et au nantissement du fonds de commerce) del Código de comercio francés de 2000, comprendiendo, respectivamente, los capítulos I y III del Título IV (Du fonds de commerce) del Libro Primero (Du commerce en général). Esta regulación es básicamente el resultado de la recopilación de varias leyes y decretos anteriores relativos a esta materia, que habían recogido, a su vez, un uso del comercio que era observado en las principales ciudades francesas, incluyendo, lógicamente, la ciudad de París15. debiti registrati e può succederé in quelli non registrati che conosceva o poteva conocere usando la normale diligenza. Precisamente: 1) per i debiti aziendali che risultano dai libri contabili obbligatori, l’acquirente dell’azienda non è ammesso a provare che non li conosceva e non poteva conoscerli; 2) per i debiti, invece, che non risultino iscritti, il creditore può provare l’assunzione del debito, provando, oltre all’acquisto dell’azienda: a) l’inerenza del debito all’esercizio dell’azienda; b) l’anteriorità del debito rispetto all’alienazione dell’azienda; c) la conoscenza o conosibilità del debito da parte dell’acquirente dell’azienda” (p. 722). 15 Deben citarse, básicamente: la Ley de 17 de marzo de 1909 (relative à la venta et au nantissement des fonds de commerce), objeto de diversas modificaciones posteriores, y la Ley de 29 de junio de 1935 (relative au règlement du prix de vente des fonds de commerce), así como el Decreto de 28 de agosto de 1909 (portant règlement d’administration publique pour l’exécution 319 MENU SALIR Aunque no existe una definición legal, se considera que el “fonds de commerce” es una universalidad de naturaleza mobiliaria, básicamente incorporal, y de carácter necesariamente comercial, que no es susceptible de cesión parcial16. Su elemento esencial es la clientela, hasta el punto de que no puede haber venta de fonds de commerce si no hay transmisión de ésta. Pero, además, el art. L. 141-5 del Código de comercio (antiguo art. 1 de la Ley de 17 de marzo de 1909), impone otros contenidos mínimos: el rótulo de establecimiento y el nombre comercial, el derecho de arrendamiento, la clientèle y el achalandage17, que pueden ampliarse, en virtud de la autonomía privada, a otros elementos, materiales o no, tales como las concesiones, las licencias, derechos de propiedad industrial (patentes de invención, marcas, etc), el material o utillaje, las mercancías, etc., pero el fonds de commerce no es un patrimonio autónomo (el adquirente lo es a título particular) y no forman parte de él ni los créditos ni las deudas del comerciante, cuya transmisión seguirá las reglas generales. Siendo así, la protección de los acreedores del vendedor del fonds de commerce se estructura básicamente mediante un sistema de publicidad obligatoria de tal venta (arts. L. 141-12 y L. 141-13; art. 3.1 y 3.2 de la Ley de 1909), otorgando a éstos el derecho a oponerse al pago del precio al vendedor (art. L. 141-14; art. 3.4) y un privilegio, la surenchère du sixième (art. L. 141-19; art. 5). La publicidad consiste en la inserción, por cuenta del adquirente y dentro de los quince días siguientes al acto de la venta (que también será objeto de registro), en forma de extracto o de aviso en un periódico apto para recibir los anuncios legales y en el Boletín oficial de los anuncios civiles y comerciales (en los quince des lois des 17 mars et 1er avril 1909 sur la vente et le nantissement de fonds de commerce). 16 No obstante, afirma la sentencia de la corte de apelación de Paris de 4 de octubre de 2000 que: “Le fonds de commerce est un ensemble d’éléments de nature à attirer la clientèle intéressée par le produit vendu ou la prestation offerte en vue de l’enrichissement de celui qui asume le risque d’une telle entreprise, c’est-à-dire celui de la perte des investissements qu’il a faits pour l’acquérir, le maintenir et le développer”. Por eso, afirma LEGEAIS, D., Droit commercial et des affaires, 14.ª edic., Dalloz, Paris, 2001, pp. 57 y 62, de quien hemos tomado la cita de la sentencia anterior, sobre la naturaleza del fonds, que éste no es ni una persona moral (jurídica), ni una empresa ni un patrimonio de afección, sino “c’est une simple universalité”. 17 Se distingue, dentro de la clientela en sentido genérico, entre clientèle y achalandage, según que se haga referencia, respectivamente, a la clientela propiamente dicha o habitual, o bien a la esporádica o accidental. Pero el elemento esencial es la clientèle, no el achalandage, aunque algunos autores lo tomen como sinónimo. 320 MENU SALIR días siguientes al anterior), debiendo figurar en el mismo una serie de extremos relativos a la venta, como su fecha, los nombres y domicilios de transmitente y adquirente, la naturaleza y el asiento del fonds, el precio establecido, las cargas, la indicación del plazo para formular oposición y un domicilio. A partir de aquí, los acreedores del vendedor cuentan, con independencia de que sus créditos estén vencidos y sean exigibles o no, con un plazo de diez días para formular oposición al pago del precio, precisando para su validez la determinación de la cifra y causa del crédito y estableciendo un domicilio de notificaciones en la jurisdicción donde se halle el fonds. El efecto principal de la oposición es el bloqueo del precio de la venta y su reparto, de forma amigable (extrajudicial) o judicialmente, entre los acreedores. Si el adquirente paga al vendedor sin hacer las publicaciones en la forma prescrita o antes de expirar el plazo de diez días para formular oposición, no puede oponer el pago a los terceros (literalmente, no queda libre frente a los terceros: art. L. 141-17; art. 3.8), lo que le puede obligar a tener que pagar nuevamente. El vendedor que si cumplió tales prescripciones, a pesar de la oposición, puede solicitar del tribunal competente autorización para recibir el precio, consignando en la Caja de depósitos y consignaciones una suma suficiente para hacer frente a la responsabilidad derivada de las oposiciones formuladas, quedando especialmente afectada a este fin la suma depositada (art. L. 141-15; art. 3.5 y 6). Igualmente, se puede proceder a la distribución amigable del precio entre los acreedores (art. L. 141-20; art. 6). Pero si el precio establecido en la venta no es suficiente para hacer frente a los créditos de los acreedores que formularon oposición y a los créditos inscritos (quirografarios), éstos pueden (con independencia del ejercicio de la acción rescisoria por fraude de acreedores) formular, dentro de los veinte días siguientes a la publicación en el Boletín oficial, una surenchère du sixième (por el montante total de la primera venta aumentada en 1/6 la parte del mismo correspondiente a los elementos incorporales, no la referida a los bienes materiales y a las mercancías) (art. L. 141-19; art. 5). Se trata de un privilegio muy específico creado por la Ley de 1909 con la finalidad de prevenir el fraude consistente en la fijación simulada por los contratantes de un precio muy inferior al de mercado y supone la 321 MENU SALIR venta en pública subasta del fonds de commerce que, tras la adjudicación, produce el efecto de resolver la compraventa inicialmente celebrada (salvo que el adjudicatario sea el comprador) y cuyos efectos se remontan a la fecha de ésta. La protección de los acreedores se completa con otras normas que permiten la venta del fonds de commerce a instancia de éstos (arts. L. 143-3 a L. 143-12), así como el reconocimiento de una surenchère du dixième a favor de los acreedores inscritos (arts. L. 143-13 a L. 143-15)18. 1.2.1.- La venta de una empresa y la asunción interna de pagar las deudas empresariales pendientes. La cuestión generalmente suele iniciarse planteando (bajo este epígrafe, con efectos inter-partes) si las deudas empresariales pendientes constituyen un elemento esencial, natural o accidental del objeto del contrato cuando se produce la enajenación de una empresa; o lo que es lo mismo, si en todo caso deben entenderse asumidas automáticamente por el adquirente o comprador, si deben entenderse asumidas salvo pacto en contrario, o si sólo en este último caso formarán parte del objeto del negocio. En general, las ideas que al respecto se van a defender proceden, en mayor o menor medida, de las expuestas por un excepcional artículo publicado sobre esta materia por ROTONDI19. Además y como se comprobará, las ideas que en su día 18 Sobre la regulación francesa en este punto: LYON-CAEN, CH.- RENAULT, L., Traité de Droit commercial, 5.ª edic., III, Paris, 1923, pp. 201-212 y 223-230; LACOUR, L.- BOUTERON, J., Précis de Droit commercial, I, 3.ª edic. Dalloz, Paris, 1925, pp. 602-613; THALLER, G., Traité élémentaire de Droit commercial, revue para J. Percerou, I, Paris, 1931, pp. 65-77; COHEN, Traité théorique et pratique des fonds de commerce, 2.ª edic., Paris, 1948, pp. 38-42 (elementos del fonds), 87-95 (venta del fonds), 108 y ss. (publicidad), 185-240 (oposición de los acreedores) y 241-276 (surenchère du sixième); JUGLART, M. DE- IPPOLITO, B., Cours de Droit commercial, vol. 1, 10.ª edic., Paris, 1992, pp. 512 y ss; LE FLOCH, P., Le fonds de commerce. Essai sur le caractère artificiel de la notion et ses limites actuelles, LGDJ, Paris, 1986, pp. 70 y ss. (contenido del fonds), pp. 107 y ss. (clientela) y pp. 238-240 (la venta del fonds); RIPERT, G.- ROBLOT, R., Traité de Droit commercial, tomo 1, 14.ª edic. por René Roblot, LGDJ, Paris, 1991, pp. 452 y ss; JAUFFRET, A., Droit commercial, 20.ª edic., LGDJ, Paris, 1991, pp. 435 y ss; GUYO, Y., Droit des affaires, tomo 1 (Droit commercial général et sociétés), 8.ª edic., Ed. Economica, Paris, 1994, pp. 668 y ss. (elementos del fonds de commerce) y 714 y ss. (la venta y sus condiciones); LEGEAIS, Droit comercial..., cit., pp. 55 y ss. Esta regulación ha tenido influencia en otros países, como es el caso de la regulación argentina de la transmisión voluntaria de fondos de comercio mediante la ley n.º 11.867 de 1934. Al respecto, VARANGOT, C. J., “Transmisión de fondos de comercio”, en Estudios jurídicos en homenaje a Joaquín Garrigues, tomo III, Ed. Tecnos, Madrid, 1971, pp. 403-425. 19 ROTONDI, M., “Efectos de la venta de la hacienda mercantil sobre las deudas y los 322 MENU SALIR expuso este autor italiano sobre el tema, se corresponden esencialmente con muchas de las ideas generales que nosotros hemos venido exponiendo sobre la asunción interna de deuda, sobre la asunción cumulativa y sobre la liberatoria, por lo que en esta sede, y salvo algunas señaladas excepciones, las reiteraremos. Para empezar, debe desecharse que la asunción de las deudas pendientes pueda considerarse un elemento esencial de la venta de empresa de forma tal que no cabe excluirlas (es claro que la empresa, para su funcionamiento y continuidad no precisa de las deudas pendientes; es más, estará mucho mejor sin ellas)20. Queda únicamente por hallar la regla que debe aplicarse para resolver si tales deudas constituyen un elemento natural o accidental de este negocio jurídico. La regla, por muy flexible que pueda hacerse su aplicación a este tipo de supuestos, debe ser que, en la duda, no puede entenderse producida una asunción de deuda, aunque sea con efectos meramente internos, por el simple hecho de transmitirse una empresa, porque este efecto no se deriva ni de la naturaleza del contrato conforme a la buena fe, al uso y a la ley (art. 1258 CC) ni de la supuesta accesoriedad de las deudas respecto a la empresa transmitida (accesorium sequitur principale). Esta regla, a falta de norma positiva que imponga un régimen distinto, se deriva de la autonomía privada establecida en el art. 1255 CC, porque el respeto a este principio exige una manifestación de voluntad del adquirente de querer hacerse cargo de las deudas, aunque pueda admitirse que sea mediante hechos de los que inequívocamente se derive su voluntad en este sentido, de manera que, a créditos”, trad. de J. Osset, RDP, 1957, pp. 735-752. 20 Sobre esta cuestión, ROTONDI, “Efectos de la venta..., cit., pp. 740-741, donde se expone que el principal argumento de esta ya abandonada teoría residía en la idea de la azienda como patrimonio autónomo y universitas integrada por deudas y créditos, que les hace ser elementos inseparables en cuanto a su trasmisión. Le sigue PÉREZ DE LA CRUZ BLANCO, “Efectos de la transmisión..., cit., pp. 509 y ss. En general y siguiendo en esto a la doctrina italiana, no puede sostenerse la idea de que la naturaleza jurídica de la empresa (la azienda italiana) imponga una solución o pueda servir de base para imponer una solución única al respecto: COLOMBO, Il trasferimento..., cit., pp. 2-7; PETTITI, Il trasferimento..., cit., pp. 8 y ss. y 97; BETTI, Teoria generale delle obligazioni, III, Giuffrè, Milano, 1955, p. 110. Es más, se ha llegado a decir (DE MARTINI, A., L’usufrutto..., cit., pp. 115-118) que sólo excepcional e indirectamente (obligaciones propter rem y deudas dependientes de relaciones contractuales en curso), y como elementos que limitan o disminuyen la azienda, puede considerarse que las deudas formen parte de ésta. 323 MENU SALIR falta de ésta, las deudas deberán reputarse como “cosas distintas” de aquellas sobre las que los interesados se propusieron contratar (art. 1283 CC)21. El silencio en este caso se ajustará a las reglas generales22: no puede ser interpretado como una declaración de voluntad del adquirente de asumir las deudas, ni siquiera cuando exista una oferta del transmitente en este sentido, puesto que no cabe pensar que el adquirente sea consciente de que su silencio equivale a una declaración de conformidad, ni tampoco puede el transmitente imponer unilateralmente al adquirente que su silencio equivaldrá a una declaración de voluntad. No obstante, no puede excluirse que el silencio, en atención a las circunstancias, no permita razonablemente otra interpretación que considerar que equivale a una declaración de voluntad favorable a asumir las 21 De este parecer son en nuestro país (generalmente exigiendo pacto expreso al respecto): BROSETA PONT, “La empresa..., cit., pp. 29-30; CALVO ALFAGEME, “La empresa..., cit., pp. 551-552; FONT GALÁN, Derecho mercantil, cit., p. 80; MARTÍN REYES, El usufructo..., cit. pp. 111 y ss; SÁNCHEZ CALERO, Instituciones..., I, cit., p. 178; DE LA CÁMARA ÁLVAREZ, “La venta..., cit., pp. 322-326 es partidario de admitir también la asunción tácita de las deudas por el adquirente cuando a esta conclusión pueda llegarse atendiendo a las circunstancias concurrentes. Especialmente significativas son, siguiendo a VIVANTE, las palabras de ROTONDI, “Efectos de la venta..., cit., p. 741: “No pudiéndose derivar el afirmado efecto de la naturaleza de la hacienda y de los principios generales, la transferencia de las deudas y de los créditos al adquirente no puede tener carácter de necesidad jurídica, sino que sólo puede derivarse de la ley expresa, o de la voluntad de los contratantes, o de los usos”. Se aparta de la tesis mayoritaria, siguiendo a los anotadores de Enneccerus, LANGLE Y RUBIO, E., El contrato de compraventa mercantil, Ed. Bosch, Barcelona, 1958, p. 160: “En cuanto afecte a la relación interna (entre vendedor y comprador), regirá lo dispuesto en el contrato y, cuando éste no lo exprese, deberá presumirse la transmisión [de créditos y débitos], ya que el adquirente de la empresa conocerá, a través de los libros de comercio del vendedor, la situación económica del negocio y ello no habrá dejado de pesar bastante sobre su ánimo”. En la misma línea, entendiendo que, a falta de pacto expreso, puede defenderse que existe una voluntad tácita en orden a asumir las deudas: ROCA-SASTRE MUNCUNILL, L., “La vida jurídica de la empresa individual”, RDN, n.º 107, 1980, pp. 241-242: “Evidentemente que, tratándose de la transmisión de un complejo de bienes y derechos, hay base para estimar, cuando las circunstancias del caso lo permitan, que en el traspaso van comprendidas las deudas” (p. 241). En el mismo sentido que la tesis mayoritaria se expresa la STS de 25 de febrero de 1960 (RJA 927), muy clara al respecto: “...Al adquirir el recurrente la empresa..., sin pacto expreso alguno en cuya virtud el adquirente asumiera las deudas del negocio, sino que por el contrario, con la expresa convención de que se transmitía libre de todo impuesto, responsabilidades, sanciones y gravámenes, no asumió las obligaciones que pesaban sobre su anterior titular”. 22 Sobre el valor jurídico del silencio, vid. FLUME, W., El negocio jurídico, trad. de Miquel González y Gómez Calle, tomo segundo, 4.ª edic., Ed. Fundación Cultural del Notariado, Madrid, 1998, pp. 93 y ss. 324 MENU SALIR deudas, estando obligado el adquirente a romperlo expresamente si fuera otra su voluntad23. La consecuencia inmediata es que debe desecharse todo intento de relacionar el carácter esencial o no esencial de los contratos pendientes de ejecución en el momento de la venta de la empresa con la inclusión o exclusión de las deudas pendientes en el objeto del contrato, lo que deriva en la incorrecta idea de entender que si tales contratos eran esenciales para el funcionamiento y la persistencia de la actividad empresarial, deben entenderse incluidos en el contrato y asumidas las deudas por el adquirente24. La celebración de estos contratos pendientes de ejecución, aunque sean esenciales a estos efectos, en absoluto puede servir para prejuzgar la existencia o no de una asunción de deudas con efectos internos entre las partes. Porque la cesión de tales contratos precisará el consentimiento del contratante cedido, pero ello no determina la suerte de las deudas pendientes a cargo del cedente; únicamente quiénes serán los titulares de las deudas que se deriven de estos contratos en el futuro25. Además, nos parece contradictoria la tesis que pretenda mantener al mismo tiempo, por un lado, que la cesión al comprador de determinados contratos conlleva asunción interna de las deudas pendientes procedentes de los mismos, y por otro, que “el adquirente responde únicamente de los créditos y de las deudas de los que hubiera tenido conocimiento en el momento de la transmisión, pues la necesidad de determinación del objeto contractual así lo exige”26. Al margen de la dudosa observación que se hace respecto a la determinación del objeto contractual, no se ve la razón por la que un adquirente no pueda hacerse 23 Así, ROTONDI, “Efectos de la venta..., cit., p. 744: “El principio general por el que, ante el silencio de las partes, no puede presumirse como asumida una obligación, basta por sí solo, también en este caso, para convencerse de que, a falta de cláusula expresa, no se puede presumir sin más la voluntad de transferir todas las relaciones crediticias y deudoras pendientes”. 24 A favor de tal vinculación parece, no obstante, pronunciarse HERNANDO CEBRIÁ, L., La empresa como objeto de negocios jurídicos, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 2002, p. 213. 25 Conforme ROTONDI, “Efectos de la venta..., cit., pp. 746-747, bajo el subepígrafe: “Si se tratara de obligaciones activas o pasivas nacidas en relación con la gestión de la hacienda después de vendida ésta, las relaciones activas y pasivas conexas a la futura gestión pasarán al comprador, en cuanto a las partes, a falta de pacto en contra”. 26 HERNANDO CEBRIÁ, La empresa..., cit., p. 212. 325 MENU SALIR responsable de deudas por él desconocidas cuando se parte de la premisa de que, producida la cesión de determinados contratos, debe entenderse que automáticamente las ha asumido; el desconocimiento de las deudas en absoluto estaría reñido con su asunción por el comprador. El problema está en que la premisa de la que se parte no es correcta. Por otro lado, tampoco nos parecen admisibles, porque no existe base sobre la que sostenerlas, otras presunciones de asunción de deudas basadas en determinados hechos, como puedan ser la continuidad de la actividad bajo el mismo nombre comercial, la exhibición y entrega al adquirente de los libros contables en los que se reflejan las deudas, la formación de un inventario de los bienes objeto del contrato o el análisis de la equivalencia de las prestaciones asumidas por ambas partes27. Cuestión distinta es que puedan servir como indicios, más o menos cualificados, para determinar la voluntad de las partes en orden a entender producida o no una asunción de deudas. Llama la atención la posición de PÉREZ DE LA CRUZ BLANCO, que parece inicialmente acoger la posición mayoritaria (no asunción de deudas, excepto acuerdo en contrario), para después matizar que “la falta de pacto expreso no debe impedir, al menos en algunos casos, considerar como efecto anejo a la transmisión del establecimiento, la cesión de las deudas existentes, pese al silencio mantenido en este punto por los interesados”. Pero ocurre que posteriormente este autor plantea la distinción entre un contrato de enajenación de un establecimiento mercantil en el cual la voluntad de las partes es simplemente la de ceder un conjunto organizado de elementos patrimoniales y aquel en el que “la finalidad efectiva de la transmisión que lleva a cabo sea colocar al accipiens en la posición jurídica hasta entonces asumida por el tradens frente al conjunto de relaciones jurídico-reales y jurídico-personales que integran la organización empresarial objeto del negocio traslativo. No es difícil comprender que en este caso, la sucesión por el adquirente en las deudas contraídas por razón del establecimiento constituye un efecto natural del negocio celebrado, de tal manera que debe 27 Vid. una exposición de las principales presunciones utilizadas al respecto en HERNANDO CEBRIÁ, La empresa..., cit., pp. 215-221. 326 MENU SALIR entenderse producida, en la esfera de las relaciones inter partes, aun cuando falte un pronunciamiento expreso sobre este extremo”28. Nada que objetar a estas últimas palabras, salvo el hecho de constatar que cuando así ocurran las cosas no habrá una asunción de deudas como “efecto natural” de la transmisión de un establecimiento comercial, sino como efecto querido y pactado (aunque tácitamente), sin que en tal caso pueda decirse que los contratantes han guardado silencio sobre este punto. Bastante más dudosas son algunas afirmaciones posteriores, donde acoge los criterios procedentes de las regulaciones legales italiana y alemana sobre el valor jurídico a estos efectos de la entrega de los libros de contabilidad, adecuadamente llevados, al adquirente y de la continuación por éste en el uso del nombre comercial. En un principio, el autor valora estos hechos como “pautas orientadoras” o como “dato provisto de evidente importancia”, pero termina por considerar que “en tales casos, resulta congruente la presunción de que las partes han querido que el adquirente se subrogue en la posición jurídica del enajenante con respecto a las relaciones obligatorias pendientes”29, conclusión que no puede compartirse aquí, debiendo ser acogida la crítica que DE LA CÁMARA ÁLVAREZ hace en este sentido al autor anterior, entendiendo que el uso del nombre comercial o la entrega de los libros de contabilidad pueden servir como criterios orientadores en este sentido, pero nada más30. Efectivamente y en nuestra opinión, la continuidad del nombre comercial por parte del adquirente, en sí misma considerada, no supone que tácitamente quiera asumir las deudas, ni puede ser la base para establecer una presunción. Puede, no obstante, ser un elemento externo que sirva para reforzar o confirmar la existencia de la asunción cuando la continuidad del nombre comercial sea consecuencia de una voluntad del adquirente de colocarse exactamente en la misma posición del transmitente a todos los efectos, en cuanto a los derechos y créditos y en cuanto a las deudas. Pero en este caso, la asunción derivará del 28 PÉREZ DE LA CRUZ BLANCO, “Efectos de la transmisión..., cit., pp. 521 y ss. 29 PÉREZ DE LA CRUZ BLANCO, “Efectos de la transmisión..., cit., p. 528. 30 DE LA CÁMARA ÁLVAREZ, “La venta..., cit., pp. 324-326. 327 MENU SALIR acuerdo entre las dos partes del contrato, mientras que la adopción del mismo nombre comercial funcionará como un signo aparente de ello. Un buen ejemplo de lo anterior lo constituye la STS de 16 de noviembre de 1981 (RJA 4511) en un caso en el que una empresa individual se convirtió posteriormente en sociedad anónima. El patrimonio de la sociedad se formó por el que integraba el de la empresa individual a la que absorbió, que a su vez se constituyó básicamente con aportaciones realizadas por el anterior comerciante individual (y su esposa), éste era el administrador único de la sociedad, el nombre de ésta era el mismo que el de la empresa individual, ambas se dedicaban a la misma actividad, y las remesas de géneros, cuyo precio exigía la sociedad demandante y dio origen al pleito, habían sido enviadas por ésta tanto con anterioridad como con posterioridad a la constitución de la empresa individual en sociedad anónima. Todo ello llevó al TS a aceptar las apreciaciones de la AP: “Consecuencia de esa resultancia fáctica, la Sala «a quo» considera que la sociedad recurrente, al ser continuadora de hecho de la anterior empresa bajo el mismo nombre (...), ha asumido no sólo su patrimonio sino también sus derechos y también sus obligaciones”. La exhibición y entrega de los libros contables, donde aparezcan las deudas, al adquirente o la formación de un inventario de los derechos, los créditos y las deudas de la empresa, parece que pueden funcionar más bien en sentido negativo, esto es, si no se exhiben los libros ni se hace inventario y no se conocen por otro medio las deudas, no pueden entenderse incluidas en el contrato, salvo que el adquirente las haya asumido genérica y expresamente. Únicamente la exhibición de los libros contables o el inventario puede funcionar como indicio de asunción de deuda cuando de ellos se derive un conocimiento de las deudas pendientes para el adquirente y, atendidas las circunstancias, pueda afirmarse que las deudas así conocidas fueron repercutidas y descontadas del precio. Pero, nuevamente, la voluntad de asumirlas derivará del hecho de haber sido tenidas en cuenta a efectos de fijar el precio, mientras que los libros contables o el inventario solamente habrán servido de instrumento o medio en orden a conocer las deudas pendientes. Más dudosa, si cabe, es la situación respecto al análisis de la equivalencia de las prestaciones como elemento indiciario de la existencia de una asunción interna 328 MENU SALIR de deuda. Puede ser útil si de los tratos preliminares puede conocerse el precio aproximado que venía discutiéndose y aceptándose para la adquisición de la empresa y después resulta que el precio finalmente pagado, sin otro motivo justificable, es muy o bastante inferior y la diferencia entre ambos coincide esencialmente con el valor de las deudas pendientes conocidas. Puede entonces, junto a otros elementos, funcionar como un indicio de haber sido asumidas y descontadas del precio fijado31. También desde el punto de vista de la eficiencia económica y del abaratamiento de los costes de transacción de la operación habría importantes objeciones que hacer a la tesis que mantiene la responsabilidad, como regla, del asumente por las deudas pendientes cuando se produce la cesión de determinados contratos pendientes de ejecución o cuando concurre alguna de las presunciones que antes hemos citado (continuidad del nombre comercial, exhibición y entrega de libros contables, etc). Si excluimos los supuestos de asunción o exoneración genérica, contractualmente convenidas, de las deudas por parte del adquirente, tal tesis haría recaer sobre los compradores de empresas la carga de la indagación y búsqueda de las deudas pendientes a cargo del vendedor cuando se produzca alguno o algunos de los hechos que teóricamente darían lugar a su responsabilidad por tales deudas. Sin duda, los adquirentes precavidos que se hallen en esta situación incluirán en el contrato de compraventa cláusulas que les exoneren frente al vendedor de pagar las posibles deudas existentes y desconocidas tras las indagaciones realizadas32, o bien, forzarán al vendedor a realizar determinas manifestaciones (en la práctica y en las adquisiciones de cierta complejidad, dentro del apartado del contrato de 31 Salvando las distancias, este es un criterio que insinúa la STS de 13 de febrero de 1992 (RJA 842) como útil a los efectos de determinar si en la venta de una empresa se debía entender o no incluido el local comercial en el que se hallaba: “Presentándose no obstante como fácil el llegar a una solución incontestable de haberse practicado una prueba pericial, no propuesta por las partes, que aclarase lo que en el mercado se presentase como lógico haber transmitido en función del precio abonado”. 32 Es lo habitual, sobre todo en la adquisición de empresas de un tamaño relativamente importante, llevar a cabo un proceso conocido con el término inglés due diligence y que consiste precisamente en la búsqueda de información sobre los distintos aspectos de la empresa que se propone adquirir. Al respecto, vid. HALLET CHARRO, R., “due diligence”, en Régimen jurídico de las adquisiciones de empresas, dir. José M.ª Álvarez Arjona y Ángel Carrasco Perera, E. Ed. Aranzadi, Pamplona, 2001, pp. 135-189. 329 MENU SALIR compraventa conocido como “representaciones y garantías”33), sobre la existencia y alcance de deudas pendientes que hayan de entenderse, conforme a esta tesis, asumidas. Pero al mismo resultado a menor coste se llegaría si partimos de la exoneración de responsabilidad del asumente por las deudas pendientes, puesto que entonces la carga de determinar tales deudas recaería sobre el transmitente, que es quien, dado su mejor y más profundo conocimiento de su empresa, puede más fácilmente y a menor coste determinarlas, debiendo ser él quien suministre la información necesaria sobre ellas al adquirente si quiere que éste las asuma. 1.2.2.- La venta de una empresa y la asunción cumulativa o liberatoria de las deudas empresariales pendientes. En la línea de lo precedente, la posibilidad de afirmar la existencia de una asunción liberatoria o cumulativa en relación a las deudas empresariales pendientes también deberá ajustarse a las reglas generales que ya han sido objeto de estudio en este trabajo: además de la voluntad del adquirente de ofrecerla, se hace necesario el consentimiento de los acreedores en orden a aceptarle como único deudor o conjuntamente con el anterior, salvo, en este último caso, lo establecido respecto al contrato a favor de tercero34, sin que pueda, en absoluto, admitirse que la negativa del acreedor a consentir el cambio de deudor cuando se le ofrece el pago por el nuevo deudor y se le garantiza suficientemente su crédito 33 CARRASCO PERERA, A., “Representaciones y garantías”, en Régimen jurídico..., cit., pp. 191-236. Salvo que se defienda la existencia de una obligación a cargo del transmitente, basada en la buena fe, de “comunicar todos los datos relevantes que permitan al adquirente reconocer la situación económico-patrimonial de la empresa” (HERNANDO CEBRIÁ, “La transmisión.., cit., pp. 1895-1896). 34 ROTONDI, “Efectos de la venta..., cit., en varios lugares (pp. 749 y ss.), pero especialmente en p. 752, cuando afirma: “No dándose la coincidencia de manifestaciones de voluntad hacia el idéntico fin no podrá decirse que se ha dado el traspaso liberatorio ni el acumulativo”. Por ello, si paga en estas circunstancias el acreedor, deberá considerarse el pago de un tercero, lo que conllevará las consecuencias jurídicas que ya han sido estudiadas en capítulos anteriores (a este respecto, vid. LAGUNA IBÁÑEZ, F., “La transmisión de la empresa mercantil y de sus obligaciones”, ADC, 1962, pp. 684 y ss. 330 MENU SALIR pueda considerarse como ejercicio abusivo del derecho que le otorga el art. 1205, como defiende abiertamente DE LA CÁMARA ÁLVAREZ35. Esta cuestión suele plantearse en la práctica en relación a las llamadas circulares que comprador y vendedor suelen enviar a sus clientes (por lo que aquí interesa, a los acreedores) dándoles a conocer la existencia de la venta de la empresa, y habitualmente, algunos otros detalles relativos a la misma36. Si la circular se limita a informar sobre el negocio realizado o explicita la voluntad de que sus efectos (pensando en la asunción del pasivo por el comprador) queden en el estricto ámbito inter partes, nada hay que añadir al respecto37. El problema, sin embargo, se plantea cuando en la circular se hace saber que el comprador “queda subrogado”, “ha asumido”, “se hace cargo”, “sustituye” en referencia a las deudas o pasivo empresarial o a la posición que venía hasta entonces ocupando el vendedor, utilizando ésta u otra terminología diversa. Tales palabras, acompañadas de la firma del comprador, o solamente del 35 DE LA CÁMARA ÁLVAREZ, “La venta..., cit., pp. 336-337: “A mi juicio, éste [el antiguo deudor] podrá oponerse a la reclamación, por entender que la asunción de deuda quedó consumada, visto el comportamiento del acreedor, demostrando: que se le notificó personalmente la operación, que se le ofreció el pago o el aseguramiento sin resultado, a pesar de ser suficiente la garantía ofrecida, y que el adquirente, en el momento de la adquisición, era persona solvente, aunque después haya dejado de serlo, pues ésta será seguramente la razón de que se exija el pago del transmitente” (p. 336); “Creo, por consiguiente, que si se ha invitado al acreedor a consentir el cambio de sujeto pasivo y se le ha ofrecido una solución satisfactoria, su negativa, o su comportamiento pasivo, entraña el ejercicio abusivo del derecho que le reconoce el artículo 1205, y el cambio ha de entenderse consumado aun sin su consentimiento” (p. 337). Suaviza también la estricta aplicación del art. 1205 CC LOJENDIO OSBORNE, I., com. art. 39 LSA, en Comentario al régimen legal de las sociedades mercantiles, dirigido por Rodrigo Uría, Aurelio Meléndez y Manuel Olivencia, tomo III, vol. 3.º, Ed. Civitas, Madrid, 1994, p.148, en relación a la aportación de empresa a sociedad: “En este sentido, a falta de consentimiento del acreedor, serían responsables frente a él tanto el aportante como la sociedad. Frente a una interpretación estricta del artículo 1205 C.c. que exija el consentimiento para que se produzca la novación subjetiva, debe prevalecer la más práctica y que atiende a los intereses en presencia en virtud de la cual la transmisión es válida pero no se libera el transmitente”. 36 En este punto seguimos esencialmente el parecer de ROTONDI, “Efectos de la venta..., cit., pp. 750 y ss., por cuanto su exposición coincide con las ideas ya expresadas en este trabajo con anterioridad. 37 En modo alguno puede pensarse en la existencia en nuestra práctica comercial de un uso de comercio conforme al cual el simple envío de una circular en estos términos haya de tenerse por suficiente para entender celebrado el contrato con efectos liberatorios, sin necesidad de aceptación por parte de los acreedores. Menos aún que el silencio pueda equivaler a una declaración de voluntad en este sentido, aunque tal sea la actitud de los acreedores ante reiterados envíos de circulares: LAGUNA IBÁÑEZ, “La transmisión..., cit., pp. 666-669 y 677 y ss., estas últimas a propósito de la STS de 25 de febrero de 1960 (RJA 927), donde existía un pacto expreso en virtud del cual se transmitía el negocio libre de todo impuesto, responsabilidad y gravamen. 331 MENU SALIR vendedor cuando la información que éste suministra se ajuste a la realidad, debe tenerse como invitación dirigida a los acreedores al efecto de que éstos, si quieren, le tengan (al comprador) como su deudor, es decir, jurídicamente se configura como una oferta contractual dirigida a los acreedores en orden a tener, sin más trámite, por celebrado un contrato de asunción de deuda, que precisará del consentimiento de éstos para producir el efecto liberatorio (art. 1262 CC)38. La duda, obviamente, está en si tal contrato, en cuanto se perfeccione, ha de tenerse por una asunción cumulativa de deuda o por una asunción en forma liberatoria. Partiendo de que en la oferta dirigida a los acreedores nada se explicitó al respecto (en cuyo caso la aceptación debe ser congruente con aquélla), una circular con el contenido genérico antes apuntado debe tenerse por apta para dar lugar a una asunción de deuda con cualquiera de aquellos dos alcances posibles. Ello implicará la aplicación de las reglas generales al respecto, que ya han sido estudiadas en este trabajo. A falta de referencia expresa o tácita por parte del acreedor en orden a determinar el alcance de su aceptación (explicitando de forma indudable su intención de liberar al vendedor), en la duda, deberá tenerse por celebrada una asunción cumulativa de deuda. Por ello, la reclamación de la deuda dirigida por el acreedor al comprador (nuevo deudor) deberá reputarse como aceptación en orden a tenerle como deudor, pero no puede servir de base para defender que ello provocó la liberación del vendedor o antiguo deudor, que seguirá obligado en los mismos términos en que lo estaba antes de la compraventa realizada. 1.2.3.- El problema de la asunción genérica de las deudas empresariales pendientes. Con independencia de lo que se dirá en el epígrafe siguiente a propósito de las deudas empresariales futuras, puede resultar problemático determinar el alcance de una expresa asunción de deudas por parte del adquirente en la que, simplemente, éste las asume genéricamente con una cláusula del tipo: “El 38 CALVO ALFAGEME, “La empresa..., cit., p. 552, entiende que “hay que entender que la simple circular anunciando el traspaso íntegro de la Empresa no indica, a lo sumo, sino una notificación de un contrato que contiene una estipulación en provecho de tercero (1257-2.º del Código civil) y, como consecuencia, una invitación a contratar para realizar el traspaso de la deuda”. 332 MENU SALIR comprador queda subrogado en todos los derechos y obligaciones del vendedor” o “el comprador asume todas las deudas que estén a cargo del vendedor en el momento de la firma del contrato”, sin mayores concreciones al respecto39. El problema, sin duda, lo es de interpretación del contrato y de la cláusula en cuestión y de búsqueda de la voluntad e intención de los contratantes (art. 1281 CC), pues “cualquiera que sea la generalidad de los términos de un contrato, no deberán entenderse comprendido en él cosas distintas y casos diferentes de aquellos sobre que los interesados se propusieron contratar” (art. 1283), pudiendo en este caso ser de gran utilidad “el uso o la costumbre del país” (art. 1287) relativos a estos intercambios. Habíamos dicho al principio de este capítulo que el problema de la venta de la empresa y las deudas empresariales pendientes era, en buena medida, un problema de información sobre la existencia y alcance de las mismas. Partiendo de que la asunción de tales deudas (con efectos inter partes) exige el consentimiento del comprador, recae esencialmente sobre el vendedor la carga de informar a aquél de la existencia de las deudas, a fin de lograr que las asuma, sabiendo que las deudas sobre las que guarde silencio se entenderán, en la duda, excluidas. Debe ahora decidirse si, ante una asunción genérica de estas deudas por parte del comprador, todas las existentes al tiempo de la celebración del contrato se entenderán asumidas, cesando entonces todo deber del vendedor en orden a informar, más o menos detenidamente, sobre cuáles son y sobre su alcance, salvo que el comprador expresamente solicite información sobre algún extremo. En otras palabras y por señalar algunas de las que pueden resultar más dudosas, ante una asunción genérica de este tipo ¿se entenderán incluidas también las ignoradas por el comprador y derivadas de procedimientos sancionadores (administrativos o penales) o de reclamaciones judiciales debidas a actos realizados por el vendedor? 39 El problema se plantea igualmente cuando es un tercero el que asume las deudas en estos términos, e incluso y como ocurre en la STS de 9 de junio de 1981 (RJA 2518), aunque se incluya una cláusula del tenor: “La relación del pasivo se considerará incrementada con las partidas que no figuran en él pero que resulten ser realmente a cargo de la Sociedad”. En el caso, los propietarios de una sociedad la transmitieron mediante una venta de acciones, pero se obligaron a destinar todo el precio recibido al pago de las deudas, asumiendo, a título personal y hasta una determinada cantidad, las que no pudieran cubrirse con el precio y las que pudieran surgir en el futuro, en los términos de la cláusula mencionada. 333 MENU SALIR ¿y las procedentes de la responsabilidad extracontractual en la que hubiera incurrido el mismo? En general, aunque habrá que estar a cada caso concreto, en nuestra opinión, una asunción genérica de deudas pendientes, cuando se busca con ello colocar al adquirente a estos efectos en la posición del transmitente, obligará a incluir todas aquellas que tengan su origen en el desarrollo normal o anormal de la actividad empresarial, sean contractuales o extracontractuales, e incluso aquellas que no presenten una relación directa con la actividad o el objeto empresarial habitual, incluidas también las que obedezcan a la responsabilidad objetiva o basadas en el riesgo empresarial. Pero no deben entenderse incluidas las deudas que respondan a un comportamiento doloso o fraudulento, aunque no sea constitutivo de delito, del transmitente, ni tampoco las derivadas de culpa grave de éste, salvo que exista una asunción expresa o indubitada de las mismas. La razón de la exclusión de éstas no debe buscarse en el hecho de que no se traten de deudas “empresariales” en el sentido de que sean consecuencia del ejercicio de una actividad empresarial, que lo son, sino en el hecho de que la gravedad de las conductas a que responden aconsejan la adopción de un criterio restrictivo basado en la interpretación de la que parece voluntad “habitual” de un adquirente en estas circunstancias: no responder por el fraude o la culpa grave ajena, salvo cláusula expresa, pues no parece que se trate de cosas sobre las que los contratantes se propusieron contratar (art. 1283 CC). A este respecto, PÉREZ DE LA CRUZ BLANCO, pensando en una futura regulación por parte del legislador, defiende la adopción de un criterio restrictivo respecto a las obligaciones extracontractuales: “Si el fundamento de la obligación consiste en una conducta dolosa o negligente por parte del titular del establecimiento, difícilmente podrá decirse que se trata de deudas contraídas por razón del establecimiento”, aunque posteriormente matiza que tal vez pudiera defenderse la transmisión de las obligaciones dimanantes de los arts. 1903.4.º y 1908. 1.º y 4.º, en la medida en que pueda decirse que están basadas en el riesgo empresarial y no en una actuación culposa del empresario40. 40 PÉREZ DE LA CRUZ BLANCO, “Efectos de la transmisión..., cit., p. 508 y nota 54. Al respecto, LAGUNA DOMÍNGUEZ, “La transmisión..., cit., p. 739, entiende que, respecto a la 334 MENU SALIR 1.3.- La venta del patrimonio empresarial y las deudas empresariales futuras. Las deudas empresariales futuras, entendiendo por tales en este caso las que se manifiestan con posterioridad a la venta de la empresa, y sólo entonces pueden conocerse, y se deban a la actuación empresarial realizada en el pasado por el transmitente, plantean esencialmente el problema de determinar si pueden entenderse asumidas por el adquirente cuando éste, al tiempo de la compra de la empresa, asumió genéricamente todas las deudas de la misma41. Al margen de las responsabilidades que puedan exigirse a transmitente y adquirente sobre la base de determinadas normas positivas en relación a algunas deudas concretas, la cuestión, desde el punto de vista del Derecho privado, está en determinar el alcance inter partes de tal cláusula de asunción genérica de deudas. En general, si no se han asumido deudas concretas ni tampoco puede determinarse que la voluntad del adquirente era asumir únicamente las deudas pendientes, la adecuada interpretación del alcance de una cláusula de asunción genérica de deudas parece que debe ir en la línea de entender que las asumidas eran únicamente las deudas pendientes (ya existentes, aunque no estén cuantificadas), conocidas o no, al momento de la celebración de la compraventa. La duda puede plantearse respecto a las deudas que no han nacido al tiempo de la venta y no se sabe si llegarán a nacer, pero al tiempo de la celebración de este contrato se conoce o puede conocerse que se han iniciado las actuaciones encaminadas a su reclamación (así, las derivadas de reclamaciones iniciadas por terceros frente al vendedor o de procedimientos sancionadores tributarios, contables, de la seguridad social o de otros órganos fiscalizadores de la actividad comercial realizada por la empresa). Pero, dudosa es también la situación respecto a las deudas que se verifican con posterioridad a la venta de la empresa en las que responsabilidad extracontractual (incluida expresamente la derivada del art. 1908 CC), no existen reglas especiales, sino que el art. 1205 CC se aplicará en toda su extensión. 41 Es claro que, a falta de pacto expreso, la regla será la que nos expone ROTONDI, “Efectos de la venta..., cit., p. 746: “Si se tratara de obligaciones activas o pasivas nacidas en relación con la gestión de la hacienda antes de la venta, las relaciones activas y pasivas no pueden por sí mismas considerarse como conexas a la organización haciendal objeto de la venta, ni pasarán como tales –a falta de pacto expreso– al comprador, ni siquiera en las relaciones internas entre las partes”. 335 MENU SALIR los procedimientos tendentes a reclamarlas se inician también con posterioridad a aquélla. En nuestra opinión, a falta de cláusula expresa que concrete el alcance de esta responsabilidad, debería presumirse la voluntad de los contratantes en el sentido de querer producir el efecto jurídico de colocar al comprador en la misma posición en que se hubiere encontrado el vendedor a partir del momento de la compra, con independencia de que conozca o no tales deudas, pues habrá que entender que la asunción genérica traslada a su patrimonio estos riesgos, por haberla aceptado. Si su voluntad fuera otra, a él correspondería establecerla claramente, limitándola o concretándola. No obstante y como se ha mantenido en el epígrafe anterior, debería excluirse la responsabilidad del asumente por dolo, fraude o culpa grave del vendedor, salvo pacto expreso al respecto. 1.4.- Conclusión. La conclusión a la que hemos llegado en las páginas anteriores en relación a la venta de la empresa es clara: tal negocio no conlleva automáticamente la obligación del comprador de pagar las deudas pendientes, ni frente al comprador, ni frente a los acreedores. Tal obligación únicamente puede derivarse de un pacto, expreso o tácito, al respecto, o de actos o comportamientos a los que inequívocamente sólo puede darse este significado. Por ello, si este era el caso más dudoso y donde mayores fundamentos podían hallarse para separarse de las reglas generales, lo que no se ha hecho, con mayor razón y con reiteración de los mismos argumentos, tampoco podrá hacerse ni respecto a cualquier otro conjunto de bienes, más o menos organizado, tomado por los contratantes como globalidad o unidad, ni respecto a cualquier otro negocio jurídico, distinto de la compraventa, que pueda celebrarse al respecto. Sólo una norma jurídica positiva puede imponer una regla distinta de la establecida por la autonomía de la voluntad. Por ello, las páginas siguientes se dedicarán a estudiar el alcance de algunas concretas normas que pueden resultar de interés al respecto. 336 MENU SALIR 2.- La venta de herencia. 2.1.- Presupuestos generales sucesorios y contractuales. No es de nuestro interés la determinación analítica y exhaustiva de lo que deba entenderse por venta de herencia; aceptamos el concepto generalmente admitido por la doctrina que se ha ocupado de tal negocio42. Asimismo, tomamos como cierto el dogma de la intransmisibilidad de la cualidad o condición de heredero (la venta de la herencia no produce la transmisión al comprador del título de heredero), y también aceptamos como indudable que el comprador, en la medida en que adquiera los bienes comprados, es un adquirente a título particular, aunque lo haya sido de un conjunto de bienes tomados como una unidad (universitas)43. 42 No vemos razones para no aceptar el que, en su día, expusiera ROCA-SASTRE, R. M.ª, “Problemas de la venta de herencia”, AAMN, tomo VII, 1953, p. 669, describiendo este negocio: “Venta de herencia es el acto en que un heredero único o un coheredero se desprende por completo a favor de otra persona, como un todo, o sea como una universitas o complejo de activo y pasivo, y mediante precio, del contenido económico, positivo y negativo, de una herencia ya abierta y deferida o de una cuota de ella”, ampliando el que escuetamente se desprende del art. 1531 CC (“El que vende una herencia sin enumerar las cosas de que se compone...”). Por ello, indica este autor (pp. 669-670) que no habrá venta de herencia: si no se ha producido la apertura de la sucesión, por vivir todavía el causante; si no está deferida al vendedor; si hay una enumeración, exhaustiva y no demostrativa, de los bienes vendidos; ni cuando se vende una clase de bienes hereditarios solamente. Entiende, no obstante, ALBALADEJO GARCÍA, M., “La enajenación de la herencia en el Derecho español”, RDP, 1978, p. 4, que si se ha producido la apertura de la sucesión, ésta es enajenable antes de la delación, porque ya no habría herencia futura (prohibida su enajenación por el art. 1271.II CC), como ocurriría cuando el vendedor había sido instituido heredero bajo condición suspensiva. 43 La doctrina es unánime al respecto: MUCIUS SCAEVOLA, Q. (Apalategui, P.), Código civil comentado y concordado extensamente con arreglo a la edición oficial, tomo XXIII, Madrid, 1906, p. 954; ROCA-SASTRE, “Problemas..., cit., pp. 270-271; CASTÁN TOBEÑAS, J., Derecho civil español, común y foral, tomo 6.º, vol. 1.º, 9.ª edic. revisada y puesta al día por José M.ª Castán Vázquez y José Batista Montero-Ríos, Ed. Reus, Madrid, 1989, p. 212; ALBALADEJO GARCÍA, “La enajenación..., cit., p. 4; LACRUZ BERDEJO, J. L., en LACRUZSANCHO, Elementos de Derecho civil, V (Derecho de sucesiones), Ed. Bosch, Barcelona, 1981, pp. 187-188; GULLÓN BALLESTEROS, A., “La venta de la herencia”, RGLJ, tomo XXXVIII, 1959, pp. 366-367; LALAGUNA DOMÍNGUEZ, E., “La venta de herencia en el Código civil”, RCDI, n.º 504, 1974, pp. 1044-1045; DE LA ESPERANZA MARTÍNEZ-RADIO, A., “Apuntes en tema de enajenación de herencia”, RDP, 1967, pp. 387-388; PANTALEÓN PRIETO, F., en Comentario del Código civil, II, com. art. 1531, Ministerio de Justicia, Madrid, 1991, pp. 10351036; GARCÍA CANTERO, G., en Comentarios al Código civil y Compilaciones forales, XIX, com. arts. 1531-1534, Edersa, Madrid, 1991, pp. 736-737, aunque probablemente ya no pueda fundamentarse este dogma en el carácter personalísimo de la cualidad de heredero: RUIZ-RICO RUIZ, J. M., La venta de herencia, trabajo inédito, pp. 88 y ss., donde explica el fundamento histórico (en el Derecho romano) del dogma “semel heres semper heres” derivado del carácter personalísimo de la cualidad de heredero, aunque al mismo resultado de intransmisibilidad de tal cualidad se llega por otras vías: “Las razones esenciales que nos impulsan a acoger finalmente, y a 337 MENU SALIR Lo que diremos en este epígrafe podrá ser de aplicación también a la enajenación de la herencia que no tenga su causa en un contrato de compraventa, sino en una permuta, una dación en pago, o cualquier otro negocio similar, siempre que lo sea a título oneroso44, pues los a título lucrativo deben regirse, en lo que ahora interesa, por lo establecido en los arts. 642 y 643 CC para las donaciones. 2.2.- La obligación de pagar las deudas y cargas de la herencia. 2.2.1.- La responsabilidad del comprador y el vendedor frente a acreedores y legatarios. La intransmisibilidad de la condición de heredero y la adquisición a título particular del comprador, junto a la inexistencia de otras normas jurídicas al respecto, provoca que la responsabilidad, sea intra vires o ultra vires, que la ley impone al vendedor frente a los acreedores hereditarios, no pueda verse modificada sino en virtud del establecimiento de una regla contractual distinta establecida por la autonomía privada conforme a los arts. 1203 y ss. del Código civil (en especial, el 1205). De la misma manera, el comprador sólo debe responder frente a los acreedores y legatarios cuando así lo haya aceptado, también en virtud de una regla contractual establecida al amparo del art. 1255 CC. En otras palabras, la regla general debe ser que el heredero seguirá siendo responsable tras la venta frente a los acreedores y legatarios en los términos en los pesar de las críticas razonadas que antes recogimos, la postura clásica y unánimemente defendida por la doctrina, no provienen realmente de la regulación concreta de la venta de herencia, sino más bien de lo que no dicen los artículos sobre esta clase de venta y de los principios básicos del Derecho de sucesiones” (p. 113). También la STS de octubre de 1962 (RJA 3608). No es, por tanto, admisible la explicación que exponía GARCÍA GOYENA, F., Concordancias, motivos y comentarios del Código Civil español, Zaragoza, 1974, p. 771, en relación al art. 1462 del Proyecto (actual 1531): “Aquí no se veden las cosas particulares contenidas en la herencia, sino una cosa incorporal, el derecho o título universal de heredero”. Tampoco existen dudas sobre este dogma en la doctrina italiana: RUBINO, La compravendita, cit., pp. 66-70; FEDELE, A., La compravendita dell’eredità, UTET, Torino, 1957, pp. 70 y ss; RESCIGNO, Studi sull’accollo, cit., p. 254; FUNAIOLI, C. A., “Sulla responsabilità per debiti nella vendita di eredità”, en Rivista di Diritto Civile, 1973-I, p. 107; MIRAGLIA, C., en Codice della vendita, a cura di Vincenzo Buonocore- Angelo Luminoso, Ed. Giuffrè, Milano, 2001, pp. 786-787 y 791. 44 Aunque no exista entre nosotros un precepto como el 1547.I italiano, que declara aplicables las disposiciones relativas a la venta de herencia “a las otras formas de enajenación de herencia a título oneroso”. 338 MENU SALIR que lo era conforme a los arts. 1003, 1023 y 1027 y ss. CC, mientras que ninguna responsabilidad podrán aquéllos, como regla, exigirle al comprador no asumente de las deudas, salvo por la vía de la acción rescisoria por fraude de acreedores conforme a los arts. 1111 y 1291 y ss. CC45. Nos adherimos, por ello, plenamente a las opiniones de LALAGUNA DOMÍNGUEZ: “En cuanto a las deudas, entiendo que no son asumidas por el comprador, el cual no responde de ellas frente a los acreedores, existiendo únicamente una obligación del comprador frente al vendedor (art. 1534) de 45 Tampoco existe en nuestro Derecho un precepto semejante al art. 1546 del Codice, cuya literalidad es: “El comprador, si no hay pacto en contrario, está obligado solidariamente con el vendedor a pagar las deudas hereditarias”. Se halla en la última de las secciones (la IV) del capítulo dedicado por el Codice a la compraventa, bajo la denominación, “Della vendita di eredità”, que comprende los arts.1542 a 1547, aunque nosotros sólo nos detendremos en el 1546 y haremos alguna mención al 1545 (idéntico a nuestro 1534). Es pacífica la apreciación de que se trata de un supuesto de accollo cumulativo ex lege (en consecuencia, el adquirente responde, en principio, ilimitadamente: por todos, FUNAIOLI, “Sulla responsabilità..., cit., p. 111 y ss), pero la doctrina se halla fuertemente dividida sobre el alcance de la expresión “se non vi è patto contrario”, cuya interpretación enlaza directamente con la ratio de la norma. Parece dominante la posición que interpreta la expresión acudiendo al precedente art. 1545 (idéntico a nuestro art. 1534 CC), de manera que interpretan el pacto en contrario en el sentido de que los contratantes pueden exonerar al comprador por las deudas que se hayan excluido de la venta o no hayan sido asumidos en las relaciones internas conforme al art. 1545, pero no de todas (en este sentido, RUBINO, La compravendita, cit., p. 71). Para FEDELE, La compravendita..., cit., p. 33 y ss. (también FUNAIOLI, “Sulla responsabilità..., cit., pp. 108-109), tal limitación a la total exoneración por las deudas, tanto en las relaciones internas como en las externas, debe rechazarse, aún cuando el exonerado sea el comprador (básicamente con el argumento de que el pacto en contrario está claramente referido al contrato de compraventa, en el que no participan los acreedores), mientras RESCIGNO, Studi sull’accollo, cit., pp. 255-256, entiende que el precepto se ha establecido exclusivamente en garantía de los acreedores, por lo que ninguna exoneración será posible sin el concurso de éstos. Para otros (así, ANDREOLI, M., “La vendita di eredità”, en Studi Senesi, 1943, pp. 135 y ss), el legislador ha considerado el accollo cumulativo como un naturale negotii, pero permite que la voluntad de las partes de otro alcance (accollo simple con efectos meramente internos), lo que, evidentemente, no es aceptado por los autores que entienden la norma a favor de los acreedores. El Code francés, modelo de nuestro legislador en este punto, dedica el último de los capítulos que comprenden la regulación del contrato de compraventa al “transport des créances et autres droits incorporels”, dedicando en esta sede los arts. 1696, 1697 y 1698 a la venta de herencia, con quienes encuentran correspondencia en lo básico, respectivamente, los arts. 1531, 1533 y 1534 de nuestro Código civil. Al respecto, vid., COLIN, A.- CAPITANT, H., Curso de Derecho civil, trad. de la segunda edición francesa por la Revista General de Legislación y Jurisprudencia, con notas sobre el Derecho español por Demófilo De Buen, tomo IV, 3.ª edic., revisada por D. Francisco Ortega Lorca, Ed. Reus, Madrid, 1981, pp. 250-254. Por su parte, el BGB establece en el primer párrafo de su § 2383 que “Para la responsabilidad del comprador valen las disposiciones sobre la limitación de responsabilidad del heredero. Él responde ilimitadamente siempre que el vendedor responda ilimitadamente al tiempo de la venta. Si la responsabilidad del comprador se limita a la herencia, valen sus pretensiones derivadas de la compraventa como pertenecientes a la herencia”. 339 MENU SALIR reembolsar las deudas y cargas de la herencia que el vendedor haya pagado o pague en lo sucesivo. Frente a los acreedores, el comprador responderá como deudor únicamente en el caso de que se haya convenido con los mismos la novación de las deudas respectivas, de acuerdo con las reglas de la novación (art. 1205)”, ALBALADEJO GARCÍA: “En cuanto a las deudas hereditarias, de las que, heredando, se convirtió en deudor, ni por la venta las transmite al comprador, ni por la sola venta éste queda comprometido a pagarlas (otra cosa es que en el contrato se establezca que las asuma). Así que sigue debiéndolas exclusivamente el heredero, y contra él han de dirigirse los acreedores. Si bien el comprador debe de resarcirle lo que haya abonado por ellas, lo mismo que las pagadas antes que después de la venta (art. 1533)” y ROCA-SASTRE: “A pesar de la venta de la herencia, y consiguiente asunción, o toma interna de deudas por el comprador, el heredero vendedor continuará siendo frente a los acreedores el verdadero deudor o titular pasivo de las deudas hereditarias, puesto que, excepto en el caso de sucesión hereditaria, la ley no admite sin el asenso del acreedor que pueda cambiarse la persona del deudor. No obstante, si el acreedor consiente o acepta tal cambio, o sea la asunción del débito, aunque sea tácitamente, dicho cambio surtirá plenos efectos, es decir, que el heredero vendedor quedará liberado respecto de la correspondiente deuda hereditaria, de la cual, como nuevo deudor, solamente responderá el comprador (...) respecto a la aparición de deudas hereditarias, hay que tener en cuenta que el heredero responde ilimitadamente de ellas (salvo que acepte la herencia a beneficio de inventario) y que la venta de la herencia implica la asunción por el comprador de tales deudas, por bien que esta asunción no será efectiva para los acreedores hereditarios mientras éstos no la acepten, expresa o tácitamente, con retroacción al tiempo de la asunción”46. 46 LALAGUNA DOMÍNGUEZ, “La venta..., cit., p. 1053 (al que sigue GARCÍA CANTERO, Comentarios..., XIX, com. arts. 1531-1534, cit., p. 742, y parece también la opinión definitiva de LACRUZ BERDEJO, Elementos..., V, cit., p. 190); ALBALADEJO GARCÍA, “La enajenación..., cit., pp. 7-8; ROCA-SASTRE, “Problemas..., cit., pp. 693-694 y 686, según la que creemos es su opinión. Lo mismo, DE LA ESPERANZA MARTÍNEZ-RADIO, “Apuntes..., cit., pp. 389 y 395-396, y también, aunque sólo como punto de partida, RUIZ-RICO RUIZ, La venta..., cit., pp. 96-97, 114-115, 208 y 236 y ss. Algunas dudas plantea, por la terminología utilizada la opinión manifestada en su momento por MUCIUS SCAEVOLA, Código civil..., XXIII, cit., p. 961, pero parece que también puede sumarse a esta posición mayoritaria: “... La venta de derechos sucesorios no puede perjudicar a los terceros acreedores de la herencia, los cuales tendrán siempre el derecho de perseguir al heredero 340 MENU SALIR El mismo planteamiento defiende, en verdad, GULLÓN BALLESTEROS, aunque, para el caso de que el heredero haya aceptado la herencia a beneficio de inventario, diga que “el comprador, haya o no aceptado el vendedor a beneficio de inventario, sólo responderá en los límites de la herencia adquirida de las deudas hereditarias47” (subrayado nuestro). No parece discutible que el anterior es, por lo menos, el punto de partida. Ahora bien, como generalmente el contrato de venta de herencia es portador de una más o menos expresa voluntad de las partes de que, en la medida de lo posible, el comprador ocupe la posición jurídica que hasta ese momento ha ocupado el vendedor, la doctrina suele plantearse hasta qué punto puede decirse que este contrato, cuando nada se diga expresamente, integra implícitamente una voluntad del comprador de asumir las deudas pendientes frente a los acreedores. A este propósito coadyuva también el art. 1534 CC, conforme al cual se reconoce al vendedor de la herencia, pero frente al comprador únicamente, un derecho de reembolso por las cargas y deudas hereditarias que haya pagado, lo que ha potenciado la búsqueda de soluciones que permitan a acreedores y legatarios dirigirse directamente frente al comprador para el cobro de sus créditos, abreviando trámites y gastos para todas las partes interesadas. Por ello, se ha pretendido flexibilizar en lo posible los presupuestos requeridos a tal fin. Por ejemplo, se ha defendido que la reclamación entablada por los acreedores frente al comprador debe ser entendida como aceptación tácita de la oferta que se hubiere realizado, de manera que debe tenerse a éste como asumente de la deuda, pero sin que ello provoque, sin más, la liberación del vendedor, que no puede entenderse liberado en la duda (art. 1205 CC). Por tanto y salvo cuando en atención a las circunstancias pueda decirse que la voluntad de los acreedores es claramente la de liberar al vendedor, se producirá una suerte de asunción cumulativa de deuda (aunque no solidaria)48. vendedor y éste la facultad de hacerse garantizar por el comprador cesionario. Así lo da a enteder el artículo 1534, puesto que admite la posibilidad legal, lo mismo que el que le precede, de que la garantía de derecho que establecen se pueda hacer efectiva aun mucho después de la venta”. 47 GULLÓN BALLESTEROS, “La venta..., cit., pp. 360-361 y 365. La cita literal corresponde a la p. 392. 48 RUIZ-RICO, RUIZ, La venta..., cit., pp. 224 y ss. 341 MENU SALIR Respecto a la oferta, debe llamarse la atención sobre las tesis defendidas al respecto por PANTALEÓN PRIETO y RUIZ-RICO RUIZ, por cuanto se encuentran entre las más generosas al respecto. Entiende el primero que el comprador está obligado frente al vendedor a realizar una oferta de asunción de deuda liberatoria frente a los acreedores y legatarios, de tal manera que si los acreedores reclaman al comprador el pago, ello podrá ser interpretado como aceptación de la oferta del comprador para asumir la deuda, pero no de forma liberatoria ni tampoco cumulativa, en el sentido de solidaria. De esta forma, se consigue el objetivo de separar al vendedor de toda responsabilidad en relación a la herencia49. Por su parte, RUIZ-RICO RUIZ acoge esencialmente la opinión anterior, pero introduce algunos matices. El punto central de su posición la expresa así: “Nosotros creemos que, en casi todas las ventas de herencia [excepto estipulación expresa en contrario], existe el compromiso, unas veces expreso, otras implícito, de asumir las deudas de la herencia. Un compromiso voluntario, no impuesto por la ley, cuyo alcance no se limita a las relaciones entre los dos contratantes, heredero vendedor y comprador, sino que alcanza también a los acreedores hereditarios y legatarios. (...) Dichas las cosas en sentido propio o negativo: el comprador, al celebrar el contrato de venta, está asumiendo la imposibilidad de excepcionar u oponer a los acreedores hereditarios una falta de vínculo jurídico con ellos. Este es el valor que creemos ha de darse a la afirmación de PANTALEÓN acerca de la «obligación de ofertar», a saber, que ésta, al mismo tiempo que supone una obligación de hacer del comprador frente al vendedor, es también una obligación de (o imposibilidad de negarse a) pagar si alguno de los acreedores le reclaman directamente a él, al comprador. (...) Por eso, lo que los acreedores y legatarios consiguen (si es que desean conseguirlo) con la sola venta de herencia, es, como regla, la posibilidad de adjuntar al deudor primitivo, a un nuevo sujeto (el comprador) al que podrán exigir lo mismo –no más– que al primero”50. 49 PANTALEÓN PRIETO, Comentario..., II, com. art. 1534, cit., p. 1041. 50 RUIZ-RICO RUIZ, La venta..., cit., pp. 225-227, aunque también la expresa en pp. 101102. Parece que este debe ser también el significado que debe darse a las afirmaciones de GOMÁ 342 MENU SALIR 2.2.2.- Otras posibles vías de los acreedores (también legatarios) para reclamar las deudas al comprador. Plantea la doctrina la posibilidad de que los acreedores puedan dirigirse directamente contra el comprador, a pesar de que no puedan fundamentar su acción en una regla contractualmente establecida, por la vía del ejercicio de la acción subrogatoria contra el comprador por el reembolso que éste debería al heredero si hubiera pagado la deuda. Pero, con toda razón, ésta ha sido desechada por razones de imposibilidad técnica51. Ante esta situación (a salvo siempre la posibilidad que tienen los acreedores de subrogarse en las acciones que correspondan al vendedor frente al comprador por razón del precio no satisfecho), que puede desembocar en el hecho de que el acreedor se quede sin cobrar y el comprador pueda enriquecerse quedándose con lo que debería pagar si el heredero hubiera pagado, ALBALADEJO GARCÍA defiende que, en tales circunstancias, el comprador queda obligado frente a los acreedores por enriquecimiento injusto52. Sin embargo y por lo pronto, este último resultado, que se considera injustificado, no puede presumirse de toda venta de herencia, puesto que el art. 1534 CC autoriza a que las partes pacten diversamente sobre las deudas, de manera que el comprador puede no estar obligado a pagarlas en sus relaciones SALCEDO, J. E., “La universitas como posible objeto de derecho”, en Estudios de Derecho privado, tomo I, Ed. Revista de Derecho Privado, Madrid, 1962, p. 311: “Mediante la venta no se transmiten las deudas hereditarias, de las que quedará responsable el vendedor, debiendo el comprador reembolsarle lo que pague por este concepto y pudiendo los acreedores dirigirse contra éste. Es una asunción cumulativa, no liberatoria”. 51 Así, ALBALADEJO GARCÍA, “La enajenación..., cit., p. 9: “Mas, queda la pregunta de si podrá el acreedor ejercitar contra el comprador la acción subrogatoria por el reembolso que éste debería al heredero si hubiese pagado la deuda. Como tal reembolso sólo corresponde al heredero que la ha pagado, no tiene derecho a él si no la pagó, y entonces el acreedor no puede ejercitar por subrogación un derecho de que el heredero carece”. En el mismo sentido, RUIZ-RICO RUIZ, La venta..., cit., pp. 212 y ss. No obstante y si se admite que la venta de herencia implica la asunción inter partes de las deudas hereditarias, puede defenderse que los acreedores hereditarios pueden dirigirse contra el comprador ex art. 1111 CC, subrogándose en la pretensión del vendedor que nace de esta asunción inter partes: PANTALEÓN PRIETO, Comentario..., II, com. art. 1534, cit., p. 1041. 52 ALBALADEJO GARCÍA, “La enajenación..., cit., p. 9, al que sigue GARCÍA CANTERO, Comentarios..., XIX, com. arts. 1531-1534, cit., p. 742. 343 MENU SALIR internas con el heredero, aunque éste sí esté obligado a satisfacerlas a los acreedores. Pero además, desde el punto de vista técnico, tal tesis presenta serios inconvenientes, puesto que la posición jurídica del comprador estaría amparada por la prerrogativa legal que supone para él la propia existencia del art. 1534, conjuntamente con el 1255 CC: su obligación legal consiste en pagar las deudas al vendedor, mientras que, respecto a los demás (incluidos los acreedores), sólo estaría obligado si, en virtud de la autonomía privada, así lo acepta. Por ello, el enriquecimiento que pudiera experimentar el comprador estaría amparado por las normas del Ordenamiento Jurídico y no sería mas que una consecuencia del riesgo asumido. 2.2.3.- Nuestra posición. Nada puede objetarse a lo expresado con anterioridad en cuanto al significado que razonablemente ha de darse a la reclamación dirigida por los acreedores al comprador, pero claro, siempre partiendo de la existencia de una oferta realizada a los mismos o un derecho a ellos derivado. Es un tema sobre el que ya nos hemos pronunciado en el primer capítulo de este trabajo y allí nos remitimos. Cuestión distinta es saber cuándo puede efectivamente hablarse de la existencia de una oferta, con el alcance que sea (cumulativo o liberatorio), del comprador a los acreedores y legatarios. Empezando por la posición de PANTALEÓN PRIETO y no obstante lo atractivo de la misma, cabe sin embargo, plantear dos cuestiones: primera, por qué razón el comprador de una herencia tiene la obligación de ofrecer a los acreedores convertirse en su deudor y dejar de responder por las deudas y cargas de la herencia en la medida en que las haya pagado o deba pagarlas el vendedor (por la vía del art. 1534 CC) para pasar a responder en la medida del art. 1911 CC; y segunda, por qué razón debe ponerse a los acreedores en la tesitura de aceptar, como regla, un cambio de deudor (una asunción liberatoria; a salvo el ejercicio de la acción subrogatoria ex art. 1111 CC en la pretensión del vendedor nacida de la asunción inter partes de la deuda entre comprador y vendedor) cuando puede serles mucho más beneficioso la 344 MENU SALIR conservación de sus acciones contra el vendedor, al que puede añadirse el comprador (asunción cumulativa) o la garantía de un tercero. Nos explicamos respecto al primer punto: si el heredero aceptó la herencia a beneficio de inventario y después la vende, no siendo transmisible su condición de heredero, seguiría con posterioridad respondiendo de las cargas y deudas de la herencia en la medida del art. 1023.1.º CC (“hasta donde alcancen los bienes de la misma”), siendo en esa misma medida responsable el comprador por aplicación del art. 1534 y de la asunción inter partes de las deudas hereditarias: sólo pagará lo que haya pagado o tenga que pagar el vendedor. Pero, si obligamos a este comprador a ofrecerse a los acreedores como deudor de éstos, entonces, si los acreedores aceptan, la responsabilidad del comprador, como de cualquier deudor, se extenderá a todos sus bienes, presentes y futuros (art. 1911 CC), con independencia de que los bienes y derechos que integren la herencia sigan afectos a la satisfacción de acreedores y legatarios). ¿Acaso el cumplimiento de sus obligaciones por parte del comprador exige llegar tan lejos? ¿No supone una traba innecesaria a la transmisión de la herencia cuando al mismo resultado puede llegarse por vías menos extremas? (Naturalmente, y sobre esta cuestión volveremos más tarde, estamos presuponiendo en el supuesto examinado que la venta de la herencia no conlleva la pérdida del beneficio de inventario en aplicación del art. 1024.2.º CC). Por otro lado, también se ha apuntado ya que probablemente sean preferibles soluciones más flexibles, de cara también a los intereses de los acreedores, no excluidas totalmente por este autor, pero parece que defendidas como excepciones. En realidad, nuestra propuesta no es otra cosa que la aplicación de las reglas generales, a las que aludíamos al principio, a este supuesto concreto, con las modificaciones propias que imponen las normas reguladores de la venta de herencia (sobre todo en las relaciones inter partes). La intransmisibilidad de la condición de heredero conlleva que la responsabilidad de éste por las deudas y cargas de la herencia no quede alterada como consecuencia de la venta de la misma. Por la misma razón, porque el comprador no es heredero y porque ninguna norma existe al respecto en el Derecho común (salvo, obviamente, el art. 1534) 345 MENU SALIR que pueda equipararse a la ley 325 de la Compilación de Derecho civil de Navarra53, su responsabilidad será la propia de cualquier deudor que acepte serlo (art. 1911 CC). La única norma que puede modificar este estado de cosas es precisamente el reiterado art. 1534, que es un precepto que, indudablemente, sólo se refiere a las relaciones internas entre comprador y vendedor, y cuya finalidad es, como el que le precede, reconstruir la herencia que adquirió el heredero (arts. 657, 659 y 661 CC) en el momento de la apertura de la sucesión. Por ello, los efectos de este precepto no trascienden de esas mismas relaciones internas. Partiendo de que las deudas forman parte del objeto de contrato de venta de herencia, no hay duda de que, salvo pacto en contrario, el comprador está obligado a pagar las deudas y cargas de la herencia que haya tenido que pagar el vendedor. Nosotros también creemos que está obligado, en las relaciones internas, a pagar las deudas aún pendientes de pago, porque debe entenderse que las ha asumido. Debe aceptarse que del contrato celebrado se deriva, como mínimo y en virtud de las exigencias de la buena fe (art. 1258 CC) y siempre que no se haya pactado otra cosa al respecto o se derive implícitamente del contrato (no la exclusión de las deudas como objeto del contrato, sino el obligado a pagarlas en un primer momento a los acreedores, sometiéndose al mecanismo de reembolso que establece el art. 1534 CC exclusivamente), con toda la flexibilidad que la obtención de la finalidad perseguida por las partes exija, una obligación a cargo del comprador de adelantarse al pago de las deudas pendientes de tal manera que el vendedor no tenga que satisfacerlas primero y luego reclamar su reembolso (es decir, que no tenga que adelantar el dinero el vendedor). Es indudable que cumplirá con creces el comprador esta obligación si oferta a los acreedores, y estos aceptan, una asunción liberatoria de deuda, o también cuando celebre con aquéllos una asunción cumulativa con la condición de que le sea reclamada a él la deuda en primer lugar, o al menos, conjuntamente con el heredero vendedor, o cuando lo haga un tercero por mandato del comprador. Pero también puede el comprador intentar cumplir su obligación notificando a los 53 Ley 325: “La cesión de la herencia no confiere al cesionario la cualidad de heredero. El cedente y el cesionario responderán solidariamente de las cargas hereditarias, sin perjuicio del derecho en reembolso en favor del primero”. 346 MENU SALIR acreedores que está dispuesto a pagar las obligaciones y cargas de la herencia que estén a cargo del vendedor, solicitándoles que reclamen a él solamente o al mismo tiempo que al vendedor-deudor, de manera que pueda pagarlas él directamente. Pero tal actuación implica para el comprador una importante asunción de riesgos: pueden existir acreedores por él desconocidos a los que no se haya hecho llegar por ello notificación alguna, al tiempo que, en principio, los acreedores conocidos y así notificados no tienen por qué acomodarse a las solicitudes o expectativas del comprador. Por ello, una buena forma para el comprador de cumplir esta obligación es pidiendo al vendedor que le notifique a la mayor brevedad cualquier reclamación que reciba en relación al pago de las deudas y cargas de la herencia, a fin de proceder puntualmente a su cumplimiento, o incluso constituyendo un fondo afecto a este fin. En este sentido, el comportamiento del vendedor también debe acomodarse a las exigencias de la buena fe (art. 1258 CC), facilitando al comprador el cumplimiento de sus obligaciones, bien de la forma antes mencionada, bien de cualquier otra apta para el mismo fin (por ejemplo, facilitando al comprador un listado de las deudas pendientes y de los acreedores no satisfechos)54. Indudablemente, el comportamiento de las partes, acomodándose o no a las exigencias de lo pactado o derivado de la buena fe, deberá repercutir sobre la extensión del derecho de reembolso al que tendrá derecho, en su caso, el vendedor o posibilitará el ejercicio de otras acciones por parte del comprador. Por ello, si incumpliere esta carga el vendedor y pagara él mismo las deudas o las pagara el comprador pero generándole más gastos por no haberle notificado en tiempo, ello debe repercutir en las relaciones internas, como en parte se verá a continuación. 54 Deberá acudirse a los deberes (o cargas) del acreedor de facilitar la liberación del deudor y de colaborar para que éste pueda ejecutar la prestación (aunque sea, en este caso, frente a terceros): CABANILLAS SÁNCHEZ, A., Las cargas del acreedor en el Derecho civil y en el mercantil, Ed. Montecorvo, Madrid, 1988, pp. 72 y ss y 204 y ss; DÍEZ-PICAZO, Fundamentos del Derecho civil patrimonial, II, Civitas, Madrid, 1996, p. 112. Este deber de cooperación está expresamente recogido en el art. 1.202 de los Principios del Derecho europeo de contratos, elaborados por la llamada Comisión Lando: “Cada una de las partes está obligada respecto de la otra, a cooperar para conseguir la plena efectividad del contrato”. Al respecto, vid. DÍEZ-PICAZO, L.- ROCA TRIAS, E- MORALES MORENO, A. M., Los Principios del Derecho europeo de contratos, Ed. Civitas, Madrid, 2002, pp. 158-159. 347 MENU SALIR 2.2.4.- Las deudas y cargas de la herencia en las relaciones internas entre comprador y vendedor. En cuanto a las relaciones internas entre comprador y vendedor, de los tres preceptos que el Código dedica, indudablemente, a regular la venta de herencia (arts. 1531, 1533 y 1534), el último establece que “el comprador deberá, por su parte, satisfacer al vendedor todo lo que éste haya pagado por las deudas y cargas de la herencia y por los créditos que tenga contra la misma, salvo pacto en contrario”55. Constituye la base fundamental, junto al que le precede, el 1533, sobre la que sostener que la intención del legislador en esta materia ha sido la de que “salvo que aparezca ser otra la voluntad de las partes, la ley estima que lo que se ha querido enajenar es lo recibido por el heredero y sus rendimientos, y si desde que heredó hasta que enajenó, tomó algo de la herencia, o de sus frutos, habrá de reponerlo (y si no es posible, abonará su valor) o si le incorporó algo, podrá retirarlo (y si no es posible, cobrará su valor), para dejar así reconstruida la entidad que el haber relicto tenía al ser heredado”56. Pero también para sostener que objeto de la venta de herencia es el íntegro contenido patrimonial de la misma, lo que incluye las deudas. Por ello, la venta implicará una asunción inter partes de las deudas hereditarias; es más, si se excluyen del contrato, “no se trata de una venta de herencia en el sentido de la ley, 55 Sobre lo que debe entenderse por “deudas y cargas de la herencia” (para la ley 328.4 de la Compilación navarra, “impensas y gastos necesarios en razón de los bienes de la herencia”): GULLÓN BALLESTEROS, “La venta..., cit., pp. 383-384, excluye el Impuesto de Sucesiones porque entiende que “Obedece a la adquisición que ha realizado el heredero cuando acepta la sucesión” (lo mismo PANTALEÓN PRIETO, Comentario..., II, com. art. 1534, cit., p. 1041, y RUIZ-RICO RUIZ, La venta..., cit., pp. 150-153, por considerar que se trata de un impuesto que grava al heredero y no a la herencia, pero incluye las deudas derivadas de los gastos de entierro y funeral); LALAGUNA DOMÍNGUEZ, “La venta..., cit., pp. 1058-1059, incluye el IS por considerarlo carga de la herencia, lo mismo que GARCÍA CANTERO, Comentarios..., XIX, com. arts. 1531-1534, cit., pp. 742-743, que incluye también las costas procesales derivadas del ejercicio de la acción de petición de herencia. En la doctrina italiana, FEDELE, La compravendita..., cit., pp. 246-249, entiende que el vendedor tiene derecho a exigir (sobre la base de la letra del art. 1545 Codice: “per debiti e pesi dell’eredità”) el reembolso del impuesto que carga la sucesión, pero no de los gastos funerarios, puesto que éstos deben entenderse personales e inherentes a la condición de heredero (en el mismo sentido, RUBINO, La compravendita, cit., p. 70). 56 La opinión común la manifiesta ALBALADEJO GARCÍA, “La enajenación..., cit., p. 5. 348 MENU SALIR sino de una venta en globo (art. 1532 CC) de los bienes y derechos integrantes del activo hereditario”57. Por los pagos realizados por el vendedor entre la apertura de la sucesión y la celebración de la venta de herencia, el art. 1534 CC reconoce un derecho de reembolso a favor de aquel por “todo lo que éste haya pagado por las deudas y cargas de la herencia”, esto es, debe tener derecho a reclamar la cuantía de la deuda misma, todos los gastos, ordinarios y extraordinarios, que le haya generado el pago, así como todos los daños y perjuicios. La misma extensión debe admitirse al derecho de reembolso del vendedor cuando se vio en la necesidad de realizar estos pagos por no atenderlos el comprador, pero además, si el comprador no paga regular y puntualmente, el vendedor, que sufrirá en sus relaciones con los acreedores las consecuencias (intereses moratorios, indemnización de daños y perjuicios, riesgo por la pérdida fortuita de la cosa ex art. 1096.II, etc), también debe poder repercutirlas sobre este comprador. Sin embargo, cuando el vendedor haya hecho frente a las deudas apartándose de lo acordado o en forma contraria a las exigencias de la buena fe, cumplirá el comprador con satisfacerle lo efectivamente pagado y los gastos, ordinarios o extraordinarios, que le generó el pago, salvo aquellos que no hubiera tenido que satisfacer el comprador si el vendedor hubiera actuado conforme a lo pactado o a la buena fe. 2.2.5.- La venta de una herencia aceptada a beneficio de inventario. Debe decidirse si las reglas anteriores deben sufrir alguna modificación cuando la herencia objeto de la venta haya sido aceptada por el heredero vendedor a beneficio de inventario. Generalmente, la cuestión se plantea en la doctrina en relación a si debe o no entenderse que el comprador gozará también de tal beneficio o si éste se entenderá extinguido por aplicación de lo establecido en el art. 1024.2.º CC (cuando no se cuente con la correspondiente autorización o se 57 PANTALEÓN PRIETO, Comentario..., II, com. art. 1531, cit., pp. 1035-1036. No obstante, este autor excluye las “deudas sorpresivas”: se vendió la herencia como carente de pasivo, y lo tiene; o se especificaron taxativamente en el contrato las deudas hereditarias, y aparecen otras (p. 1037). Sobre la existencia de una asunción interna, lo mismo ROCA-SASTRE, “Problemas..., cit., p. 686. 349 MENU SALIR separe de ella), pues si esto último fuera lo procedente, entonces no habrá lugar a plantear si el comprador contará o no con tal beneficio. En este sentido, ROCA-SASTRE es partidario de entender que la venta de herencia no supone su pérdida, aunque después mantiene su transmisión al comprador: “La doctrina francesa se pronuncia en el sentido de que la venta de herencia no modifica la situación del heredero acogido a este beneficio de inventario, de modo que la herencia vendida queda, al amparo del mismo beneficio, a favor del comprador, lo mismo que antes a favor del heredero vendedor”58. Por otro lado, GULLÓN BALLESTEROS y DE LA ESPERANZA MARTÍNEZ-RADIO mantienen que la venta de la herencia produce la extinción del beneficio en virtud de la letra del precepto antes mencionado59. Podrá fácilmente presuponerse, teniendo en cuenta las opiniones que hemos manifestado con anterioridad, que nuestra postura en este tema discurre por la línea de entender que no puede plantearse siquiera si el comprador gozará o no del beneficio de inventario. El dogma de la intransmisibilidad de la cualidad de heredero impide plantear la cuestión porque, en la medida en que el comprador no es heredero, no podrá acogerse a este beneficio. Reiteramos nuevamente que otra cosa será que, en virtud del art. 1534 CC, su responsabilidad puede hallarse limitada en la medida en que sólo pagará las deudas y cargas de la herencia de las que, a su vez, sea responsable el vendedor. Pero tal limitación no encuentra su justificación en el beneficio de inventario, sino precisamente, y de forma indirecta, en esta norma jurídica60. 58 ROCA-SASTRE, “Problemas..., cit., p. 674, que considera al comprador como un “viceheredero”: “Aunque la venta de herencia no envolviera la referida asunción de débitos hereditarios entre vendedor y comprador, los acreedores podrían, a pesar de la venta, perseguir igualmente los bienes hereditarios traspasados, puesto que el comprador los tiene no como vulgar adquirente, sino como persona subrogada en la posición sucesoria patrimonial del heredero vendedor, o sea, en un complejo de derechos y obligaciones, que hace (como se afirma en Derecho romano) que el comprador posea los bienes hereditarios pro herede, o sea, como si fuese un viceheredero” (pp. 694-695). 59 GULLÓN BALLESTEROS, “La venta..., cit., p. 392; DE LA ESPERANZA MARTÍNEZ-RADIO, “Apuntes..., cit., p. 396. 60 Comulgamos perfectamente con las palabras de LALAGUNA DOMÍNGUEZ, “La venta..., cit., p. 1060: “En rigor, puesto que no se transmite la cualidad de heredero, a la que está inescindiblemente unida la responsabilidad por deudas –limitada o ilimitada, según la aceptación se haya hecho con o sin beneficio de inventario–, no cabe admitir que el comprador asuma ninguna 350 MENU SALIR Ahora bien, precisamente por esta razón, es importante para el comprador saber si, como consecuencia de la venta de la herencia, el vendedor pierde o no el beneficio de inventario, puesto que si lo pierde, la responsabilidad de éste será ultra vires, de manera que, paralelamente y conforme al 1534, la responsabilidad del propio comprador, en sus relaciones internas con el vendedor, también se ampliará. Por ello, debe resolverse esta cuestión a fin de dar certeza jurídica a vendedor y comprador. Al primero, para que sopese si le interesa vender la herencia a riesgo de responder ultra vires; al segundo, para que se cerciore de que no está comprando una herencia pasiva o para que limite su responsabilidad frente al vendedor (por ejemplo, hasta una determina cantidad o hasta el valor o una parte de los bienes enajenados). En este sentido, entendemos acogible la opinión y razones que, al respecto, mantiene PANTALEÓN PRIETO61: “Si el heredero ha aceptado la herencia a beneficio de inventario, no se pierde dicho beneficio por la venta de la herencia antes de completar el pago de las deudas y legados, sin cumplir los requisitos previstos en el art. 1024.2.º CC (...). Los acreedores hereditarios no resultan perjudicados por ello: la herencia vendida sigue siendo un patrimonio separado en liquidación, afecto al pago de las deudas y cargas hereditarias; y si ocurre alguno de los hechos que deban provocar la pérdida del beneficio de inventario (p. Ej. si el comprador de la herencia vende bienes de la misma antes del completo pago de las deudas y legados, sin cumplir los requisitos del art. 1024.2.º), contarán con la responsabilidad ilimitada del heredero vendedor (o con la del comprador, aceptando su asunción de las deudas hereditarias, que es inherente al contrato de venta de herencia)”62. clase de responsabilidad. Una cosa es que el comprador tenga la obligación de reembolsar el valor de las deudas y cargas al heredero que las haya pagado, y otra muy distinta que asuma una responsabilidad directa de pago del conjunto de las deudas frente a los acreedores”. En el mismo sentido, ANDREOLI, “La vendita..., cit., p. 146: “(...) essendo indubbia la permanenza della qualità di erede nel solo alienante, è assurdo pretendere che la vendita dell’eredità importi trasmissione all’acquirente del beneficio d’inventario che è una modifica di quella qualità, ed ipotizzare uno strano sdoppiamento del beneficio anzidetto, pur restando unico l’erede”. 61 PANTALEÓN PRIETO, Comentario..., II, com. art. 1531, cit., p. 1036, cuya opinión comparte también RUIZ-RICO RUIZ, La venta..., cit., pp. 100-102. 62 Lo mismo han defendido algunos autores italianos, a pesar de la letra del art. 493 del Codice (“L’erede decade dal beneficio d’inventario, se aliena o sottopone a pegno o ipoteca beni ereditari, o transige relativamente a questi beni senza l’autorizzazione giudiziaria e senza osservare 351 MENU SALIR II.- LA ASUNCIÓN DE DEUDA CON OCASIÓN DE LA TRANSMISIÓN DE BIENES CONCRETOS. 1.- Introducción. En algunos casos de transmisiones de bienes concretos en virtud de un negocio jurídico, el legislador ha establecido que el adquirente del bien, generalmente el comprador, es responsable, con distinto alcance, de algunas deudas especialmente vinculadas al bien concreto transmitido, sin llegar a configurar el supuesto como una de las llamadas obligaciones propter rem. O bien, el legislador establece que el adquirente quedará subrogado en la posición del transmitente respecto de alguna o algunas relaciones jurídicas (también, por tanto, como sujeto pasivo de la misma). A modo de ejemplo, pueden señalarse los siguientes: el art. 9.1-e), párrafo tercero de la Ley de Propiedad Horizontal, cuando establece que “El adquirente de una vivienda o local en régimen de propiedad horizontal (...) responde con el propio inmueble adquirido de las cantidades adeudadas a la comunidad de propietarios para el sostenimiento de los gastos generales por los anteriores titulares hasta el límite de los que resulten imputables a la parte vencida de la anualidad en la cual tenga lugar la adquisición y al año natural inmediatamente anterior. El piso o local estará legalmente afecto al cumplimiento de esta obligación”; el art. 14 de la Ley de Arrendamientos Urbanos, que establece la subrogación del adquirente de la vivienda arrendada en los derechos y obligaciones del arrendador durante un periodo de tiempo que se hace depender de determinadas circunstancias; el art. 74 de la Ley de Arrendamientos Rústicos, le forme prescritte dal codice di procedura civile”, aunque en el párrafo segundo se establece una regla especial: “Per i beni mobili l’autorizzazione non è necessaria trascorsi cinque anni dalla dichiarazione di accettare con beneficio d’inventario”), como RESCIGNO, Studi sull’accollo, cit., p. 255. En contra, no obstante, FEDELE, La compravendita..., cit., pp. 253-256, rechazando el argumento que frecuentemente se esgrime en el sentido de que lo que realmente ocurre es que se confiere al vendedor el mandato de liquidar y administrar, transfiriéndose al mismo las utilidades que eventualmente puedan corresponder al heredero de la herencia beneficiada después de la liquidación, pues entiende que un contrato de tales característica no comporta la transmisión de los bienes hereditarios y, en consecuencia, no es una venta de herencia; lo mismo respecto al argumento de que la operatividad del precepto se ciñe a la venta de bienes individuales, pero no a la venta de bienes en bloque. Ninguna duda existe al respecto en el Derecho alemán, dada la literalidad del § 2383 BGB, más arriba citado. 352 MENU SALIR cuando afirma: “El adquirente de la finca, aun cuando estuviere amparado por el artículo 34 de la Ley Hipotecaria, quedará subrogado en todos los derechos y obligaciones del arrendador”; o los arts. 34 a 37 de la Ley de Contrato de Seguro, para el caso de transmisión del objeto asegurado. En otros casos, la cuestión es bastante dudosa porque las normas jurídicas establecidas para ellos permiten interpretaciones discordantes. Nos centraremos, aunque brevemente, en los dos que siguen. 2.- La transmisión de una finca hipotecada y la asunción de la deuda con ella garantizada. 2.1.- La asunción contractual de la deuda. No sufren modificaciones las reglas generales que son de aplicación a la asunción de deuda, en cualquiera de sus formas, cuando ésta se produce con ocasión de la transmisión de una finca hipotecada y la asunción se realiza por parte del adquirente de la misma y respecto a la deuda con ella garantizada63. Aunque puede pactarse una asunción liberatoria, una asunción cumulativa, una asunción interna o de cumplimiento, o no pactarse nada en absoluto, lo habitual, sin embargo, es que el adquirente procure que el precio de la transmisión se destine a la extinción de la deuda garantizada, y con ella, a la extinción de la hipoteca misma. La eficacia erga omnes de la hipoteca (arts. 1876 CC y 104 LH) así lo aconseja. 63 Tampoco disponemos en esta sede de un precepto como el § 416 BGB, que facilita la asunción de la deuda por parte del adquirente de la finca hipotecada: “Si el adquirente de una finca asume, por contrato con el enajenante, una deuda de éste en garantía de la cual existe una hipoteca sobre la finca, el acreedor sólo puede ratificar la asunción de deuda si el enajenante se la comunica. Si han transcurrido seis meses desde la recepción de la comunicación, vale la ratificación como otorgada si el acreedor no la ha negado anteriormente frente al enajenante; la disposición del parágrafo 415, párrafo 2.º, inciso 2.º, no tiene aplicación. La comunicación del enajenante sólo puede realizarse si el adquirente está inscrito en el Registro como propietario. La comunicación debe hacerse por escrito y contener la indicación de que el asumente se subroga en la posición del anterior deudor, si el acreedor no declara la negativa dentro de seis meses. El enajenante ha de comunicar, a requerimiento del adquirente, la asunción de deuda al acreedor. Tan pronto como exista en firme el otorgamiento o la negativa de ratificación, el enajenante ha de notificarlo al adquirente”. 353 MENU SALIR Desde el punto de vista legislativo, el art. 118 de la LH prevé esencialmente tres posibilidades en caso de venta de finca hipotecada64: una asunción de la deuda con efectos liberatorios (que la Ley llama subrogación en la obligación personal garantizada), un pacto de descuento de la deuda sobre el precio de la venta y un pacto de retención (por el comprador) de la parte del precio correspondiente a la deuda (los últimos, una asunción interna o de cumplimiento). En realidad, la única innovación que merece ser resaltada del precepto, a nuestros efectos65, (su párrafo primero no añade nada al art. 1205 CC66) se produce precisamente respecto a la retención o descuento, reconociendo al deudor y vendedor que, no obstante este 64 Para ROCA SASTRE, R. M.ª- ROCA-SASTRE MUNCUNILL, L., Derecho Hipotecario, tomo VII, 8.ª edic., Ed. Bosch, Barcelona, 1998, pp. 304 y 308, aunque el precepto hable de compraventa, “puede tener aplicación analógica a todos los supuestos de asunción de deudas”, aunque no se trate de una compraventa (lo que hace HERBOSA MARTÍNEZ, I., La asunción de deuda garantizada con hipoteca, Centro de Estudios Registrales, Madrid, 2001, pp 208-216, respecto a supuestos concretos de transmisión onerosa: permuta de finca hipotecada, adjudicación de finca hipotecada en pago de una deuda y aportación a sociedad de finca hipotecada). Vid. también la STS de 6 de abril de 1996 comentada por ARJONA GUAJARDO-FAJARDO, J. L., en CCJC, n.º 42, 1996, pp. 967 y ss.), en un caso de adjudicación en pago de finca hipotecada con subrogación o asunción de la deuda por el adjudicatario con aceptación por parte del acreedor. No obstante, también existen pronunciamientos favorables a la aplicación del precepto incluso a las enajenaciones a título gratuito: SANCHO REBULLIDA, en LACRUZ y OTROS, Elementos de Derecho civil, III-2.º, Ed. Bosch, Barcelona, 1991, p. 375: “El bien donado, seguirá afecto en garantía de la obligación asegurada; el deudor donante, responderá con todos sus bienes presentes y futuros; si ha convenido con el donatario la asunción de la deuda (art. 642 CC), habrá una delegación de pago pero no de deuda, el donante no quedará liberado hasta el consentimiento del acreedor (art. 1205 CC)”. 65 A efectos registrales, ROCA SASTRE- ROCA-SASTRE MUNCUNILL, Derecho Hipotecario, VII, cit., pp. 343 y 349, entienden que en caso de retención el comprador no puede ser considerado tercer poseedor de finca hipotecada (“a consecuencia de la retención el comprador no es completamente extraño al débito personal garantizado, lo que impide que pueda reunir en todo caso tal condición de tercero poseedor”), mientras que sí reunirá esta condición en caso de descuento. Por otro lado, debe señalarse que ambas operaciones (también en caso de compraventa con precio aplazado por el importe de la carga) tienen acceso al Registro conforme al art. 10 LH por medio de nota marginal (art. 58 RH). En contra de la diferencia sobre la condición o no de tercer poseedor, REY PORTOLÉS, J. M., “La pretendida asunción automática de la deuda por parte del adquirente de finca hipotecada”, en Escritos varios sobre hipotecas y anotaciones preventivas de embargo, Colegio de Registradores de la Propiedad y Mercantiles de España, Centro de Estudios Registrales, Madrid, 1995, p. 129. 66 No obstante, ROCA SASTRE- ROCA-SASTRE MUNCUNILL, Derecho Hipotecario, VII, cit., p. 310, entienden que el precepto incorpora importantes novedades a la regulación general: “El art. 118 de la Ley Hipotecaria facilita grandemente el cumplimiento del requisito del asenso o consentimiento del acreedor hipotecario –que es esencial para que la asunción del débito sea perfecta– al reducir su alcance a los efectos liberatorios del anterior deudor, al permitir que sea tácitamente manifestado, al no exigir que sea prestado en el propio acto de la compraventa, y al prescindir del trámite de la notificación de la asunción al acreedor. Asimismo, da base para que el efecto liberatorio que provoca el consentimiento del acreedor se retrotraiga al tiempo de pactarse la asunción entre vendedor y comprador”. 354 MENU SALIR pacto, ha tenido que hacer frente a la deuda, una subrogación ex lege en su favor: “Si no se hubiere pactado la transmisión de la obligación garantizada, pero el comprador hubiere descontado su importe del precio de la venta, o lo hubiere retenido y al vencimiento de la obligación fuere ésta satisfecha por el deudor que vendió la finca, quedará subrogado éste en el lugar del acreedor hasta tanto que por el comprador se le reintegre el total importe retenido o descontado”67. 2.2.- La posible asunción ex lege de la deuda como consecuencia de un procedimiento judicial de ejecución. Es cuestión muy controvertida en la doctrina desde hace tiempo la de decidir si el adjudicatario o rematante en la ejecución de un crédito hipotecario posterior asume por ello y automáticamente las deudas garantizadas con una hipoteca anterior, produciéndose con ello la liberación del deudor cuya obligación garantizaba esta hipoteca anterior. El tema, sobre el que ha incidido la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil en la forma que más adelante se dirá, ha sido revitalizada últimamente a raíz de la STS de 30 de enero de 1999 (RJA 522), que ha sido objeto de diversos comentarios, destacando entre ellos el realizado por MIQUEL GONZÁLEZ y publicado en el n.º 3 de la Revista de Derecho Patrimonial. Los hechos fueron, en esencia, los siguientes: El 31 de mayo de 1988 el Banco Árabe Español (ARESBANK) concedió a una sociedad (Daylong Island Corporation) un crédito hasta el límite de 1100 millones de ptas. (precio aplazado de la compra de una finca a “Unión Resinera, S. A.”, que fue de 1400 millones, de 67 Al respecto, ROCA SASTRE- ROCA-SASTRE MUNCUNILL, Derecho Hipotecario, VII, cit., pp. 303 y ss; DÍEZ PICAZO- GULLÓN BALLESTEROS, Sistema de Derecho Civil, vol. III, Ed. Tecnos, Madrid, 2001, p. 478; ALBALADEJO GARCÍA, Derecho Civil, III-2.º, Ed. Bosch, Barcelona, 1994, p. 310; ADAME MARTÍNEZ, M. A., Asunción de deuda en Derecho civil, Ed. Comares, Granada, 1996, pp. 530 y ss; REY PORTOLÉS, “La pretendida..., cit., pp. 130 y ss; CASTILLO MARTÍNEZ, C., Responsabilidad personal y garantía hipotecaria, Ed. Aranzadi, Pamplona, 1999, pp. 253 y ss; HERBOSA MARTÍNEZ, La asunción..., cit., pp. 166 y ss; MERINO GUTIÉRREZ, A., “Hipoteca y asunción de deuda”, La Ley, 1995-2, pp. 780 y ss. Se trata de un supuesto un tanto especial de subrogación, como explica SANCHO REBULLIDA, en LACRUZ y OTROS, Elementos..., III-2.º, cit., p. 376: “Se trata de una suerte – muy especial, por otra parte– de pago con subrogación; muy especial, por cuanto el solvens no es un tercero interesado en el pago sino el mismo deudor obligado a realizarlo, porque el crédito en el que se subroga el solvens no es el mismo que ostentaba el acreedor accipiens, sino el ya preexistente en el solvens, frente al comprador por la pars pretii retenida o descontada; crédito sometido a la condición suspensiva de que pague su deuda el vendedor; y porque, aun siendo distinto, se eleva al rango de crédito hipotecario. En el fondo, se trata de una aplicación legal de la doctrina del enriquecimiento injusto, cuyas ventajas prácticas y razones de equidad son evidentes”. 355 MENU SALIR los que pagó 400 y aplazó 1000) y en garantía de su devolución se constituyó una hipoteca sobre una finca sita en Marbella y con n.º 2651, que después fue objeto de segregación creándose otra nueva (la n.º 3092) sin hacerse distribución alguna de la responsabilidad hipotecaria entre ambas. Posteriormente, ARESBANK concedió un nuevo crédito, en esta ocasión de 644 millones, a la también sociedad “Spanish Promotions Properties”, y se constituyó una nueva hipoteca que gravaba la finca originaria, sin extenderse a la segregada. Incumplida esta segunda obligación por parte de la sociedad, el Banco procedió a la ejecución de la hipoteca a través del procedimiento establecido en los entonces arts. 129 y ss. de la LH, produciéndose la adjudicación de la finca a favor del ejecutante. La cuestión litigiosa surge cuando el Banco pretende el cobro del primer crédito y la realización de la garantía constituida para su aseguramiento. El TS se pronuncia sobre esta cuestión en los siguientes términos: 1.º) Es claro que en nuestro Derecho y conforme al art. 133 LH, se produce la subsistencia de las cargas anteriores y preferentes tras el procedimiento de ejecución hipotecaria, y es evidente que la primera hipoteca lo es. 2.º) Ello no obstante y conforme a la interpretación más adecuada de las reglas 10 y 11 del art. 131 LH, hay que entender que, tras la adjudicación de la finca a favor del acreedor ejecutante, se ha producido un subrogación (asunción automática) de éste en las deudas y obligaciones anteriores y subsistentes, esto es, el adjudicatario es el nuevo deudor y se ha producido la liberación de los deudores anteriores. 3.º) En consecuencia, ARESBANK es acreedor hipotecario y ejecutante respecto al primer crédito, y al mismo tiempo, deudor de ésta misma relación obligatoria como consecuencia de la subrogación, produciéndose, por tanto, una extinción de ésta por confusión al ser coincidentes la persona del deudor y del acreedor. 4.º) La consecuencia inmediata del punto anterior es que, al extinguirse el crédito, también hay que entender extinguida la hipoteca que lo garantizaba, como derecho accesorio de aquél que es, y además porque en otro caso estaríamos ante 356 MENU SALIR un caso de hipoteca sobre cosa propia (hipoteca de propietario), proscrita por nuestro Derecho hipotecario: extinción por consolidación. Aunque el problema lo fue respecto a un adjudicatario conforme al procedimiento sumario de ejecución hipotecaria establecido en la LH, la cuestión trasciende al mismo para plantearse también respecto al rematante, distinto del acreedor ejecutante y adjudicatario, y también respecto a cualquier procedimiento de ejecución, hipotecario o no, que desemboque en una adjudicación en pago o en un remate del bien ejecutado. Por ello y aun cuando este epígrafe se refiera a la asunción de deuda con ocasión de la transmisión de una finca hipotecada, también se hará referencia a otros procedimientos de ejecución distintos de los que tengan por objeto bienes hipotecados. Sobre la posible asunción automática de las deudas anteriores (y no sólo de la responsabilidad derivada de las cargas anteriores) por el adjudicatario o rematante de la finca o fincas objeto de la ejecución, la doctrina había venido manteniendo dos posiciones antagónicas. Por un lado, los autores favorables a la subrogación del adjudicatario o rematante en la obligación personal con liberación del deudor antiguo (BLÁZQUEZ, DE LA RICA ARENAL, J. GONZÁLEZ, GUASP, SANZ FERNÁNDEZ o ROCA SASTRE68); de otro, los que estiman que para que se produzca un cambio de deudor en la obligación garantizada con hipoteca, aun en el supuesto de que en el supuesto de enajenación del inmueble en pública subasta como consecuencia de un procedimiento ejecutivo, es necesario que concurra el consentimiento inequívoco en este sentido del acreedor hipotecario por aplicación de los arts. 1205 CC y 118 LH, entre otras razones (REZA, RUIZ ARTACHO y SELVA SÁNCHEZ, y en fechas más recientes, ADAME MARTÍNEZ, PEÑA BERNALDO DE QUIRÓS, CASTILLO MARTÍNEZ, DÍEZ PICAZO- GULLÓN BALLESTEROS, HERBOSA 68 BLÁZQUEZ, B., “El procedimiento ejecutivo en caso de remate de inmuebles”, RCDI, 1944, pp. 227-240, 289-302, 362-368, 450-458, 508-519 y 553-567; DE LA RICA ARENAL, R., “La obligación personal y la responsabilidad real en las nuevas modalidades de hipoteca”, AAMN, vol. IV, 1948, pp. 3 y ss; GONZÁLEZ, Jerónimo, “La memoria de este año”, RCDI, 1929, pp. 117-129; GUASP, J., “La ejecución procesal de al Ley Hipotecaria”, RCDI, 1942, pp. 392-394; ROCA SASTRE- ROCA-SASTRE MUNCUNILL, Derecho Hipotecario, VII, cit., pp. 319 y ss (lo mismo respecto al procedimiento extrajudicial de ejecución hipotecaria y a la vía de apremio) y IX, cit., pp. 420 y ss. 357 MENU SALIR MARTÍNEZ, MIQUEL GONZÁLEZ, MONTERO AROCA o REY POTOLÉS, entre otros69). Los argumentos fundamentales de los partidarios de la subrogación legal en el crédito (además de en la responsabilidad hipotecaria) son básicamente dos: 1.º) Argumento literal: Así lo establecen, fundamentalmente, las reglas 8.ª, 10.ª, 11.ª, 12.ª y 13.ª del art. 131 de la LH, fiel reflejo de la reforma de la LH operada en 1909 y cuya finalidad era el mantenimiento o subsistencia de las cargas anteriores y preferentes a la ejecución hipotecaria, frente al sistema de purga anterior. Idéntico argumento literal se ha utilizado también en la hipoteca en garantía de rentas y prestaciones periódicas. Además, “subrogación es un término que equivale a “sustitución total”, esto es, en la responsabilidad hipotecaria y en las deudas. En conexión con este argumento literal se ha utilizado la lógica: la referencia a la subrogación en las cargas y gravámenes no puede entenderse como subrogación en la responsabilidad derivada de la hipoteca, porque eso es ya obvio tras la reforma de 1909, por lo tanto, tiene que referirse a la subrogación en la deuda garantizada con la hipoteca. 2.º) Argumento basado en la justicia o en la equidad. Común es la cita de J. GONZÁLEZ: “Resultaría, en efecto, injusto, que después de valorar la finca en un millón de pesetas y de adjudicarla por 300.000 al mejor postor, que se ha subrogado en una obligación hipotecaria de 700.000, se exigiera, andando el tiempo, al primitivo deudor, el pago del todo o parte de la misma obligación, por no haber satisfecho el citado postor tal deuda, y por no haber podido el acreedor hipotecario preferente cobrar su importe con el valor últimamente obtenido en una 69 REZA, “La subrogación en las cargas preferentes”, RCDI, 1950, pp. 43 y ss; RUIZ ARTACHO, “Cuestión resuelta por el Reglamento hipotecario vigente”, RCDI, 1947, pp. 600 y ss., y SELVA SÁNCHEZ, “La posición del rematante en el artículo 131 de la Ley Hipotecaria”, RCDI, 1986, pp. 1411 y ss; ADAME MARTÍNEZ, Asunción..., cit., pp. 518-526; PEÑA BERNALDO DE QUIRÓS, Derechos reales. Derecho hipotecario, II, Centro de Estudios Registrales, Madrid, 1999, pp. 222-223; DÍEZ PICAZO- GULLÓN BALLESTEROS, Sistema..., III, cit., pp. 473-474, p. 557; MIQUEL GONZÁLEZ, J. M., “Las cargas anteriores en la ejecución de un crédito hipotecario posterior”, RDPatr, n.º 3, 1999-2, pp. 27-66; MONTERO AROCA, J., Procedimiento judicial sumario del art. 131 LH, Valencia, 1998, pp. 854 y ss; MONTSERRAT VALERO, A., El procedimiento judicial sumario de ejecución hipotecaria (art. 131 LH), Ed. Aranzadi, Pamplona, 1998, pp. 487-488; REY PORTOLÉS, “La pretendida..., cit., pp. 117-152; CASTILLO MARTÍNEZ, Responsabilidad personal..., cit., pp. 242 y ss (también IDEM, en com. a la STS de 30 de enero de 1999, RDP, abril 2000, pp. 308 y ss; también respecto a esta misma sentencia, CORDERO LOBATO, E., en CARRASCO PERERA- CORDERO LOBATO- MARÍN 358 MENU SALIR nueva venta de al finca hipotecada”70. Es decir, la Reforma de 1909 pretendió proteger al acreedor o acreedores hipotecarios anteriores o preferentes y cuyos créditos estuvieran garantizados con hipoteca, que quedan adecuadamente protegidos, pero ello no debe permitir perjudicar injustamente al deudor. En contra de estos argumentos, se opuso inicialmente que: 1.º) No puede ser concluyente el simple argumento literal para justificar un cambio de deudor sin concurrencia del consentimiento del acreedor, puesto que en estos casos de adquisiciones de un inmueble como consecuencia de la subasta en procedimiento ejecutivo, la terminología utilizada por al ley no es unívoca. Así, el 131. 10.ª de la LH habla de “subrogación en la obligación de satisfacerlas”, el 131. 8.ª de “subrogación en la mera responsabilidad” y el 131.11ª remite a regla 10.ª (subrayado nuestro). En realidad, la terminología aludida responde al sentido de la Reforma de 1909, es decir, recuerda al adjudicatario o rematante, aunque no sea deudor, la responsabilidad de la finca de la que ahora es propietario, pero sin que ello le convierta en deudor. Este es el sentido también del término “subrogación”. 2.º) En conexión con lo anterior, la Reforma de 1909 no pretendió sino proteger los intereses de los acreedores hipotecarios anteriores o preferentes, lo que no se compadece con la postura favorable a la subrogación legal, puesto que éstos acreedores ven sustituidos a sus deudores por el rematante o adjudicatario, sin su consentimiento, vulnerándose los arts. 1205 CC y 118 LH, además del art. 1911 CC por cuanto al cambiarse el deudor también se ha cambiado el patrimonio que responde del cumplimiento de las obligaciones. Acogiendo los anteriores y exponiendo otros, es muy clara la exposición de MIQUEL GONZÁLEZ y su crítica de los argumentos favorables a la asunción automática, que compartimos, oponiendo: 1.º) Argumento literal: Subrogación en cargas y gravámenes es distinto de asunción de la obligación principal; esta distinción ha sido establecida muy claramente por el legislador y para ello pueden verse los arts. 131, reglas 8, 10, 11 y 13 en relación al art. 118 LH, donde la LÓPEZ, Tratado de los derechos de garantía, Ed. Aranzadi, 2002, pp. 643-645). 70 GONZÁLEZ, “La memoria..., cit., pp. 120-121. 359 MENU SALIR distinción es tajante; 2.º) Argumento sistemático: Deben ponerse en relación los arts. 105 y 118 LH y 1205 y 1911 CC, que exigen el consentimiento del acreedor; 3.º) Argumento histórico: La finalidad de la reforma de 1909 fue la de establecer un sistema de subsistencia de cargas y gravámenes anteriores o preferentes y a ello se deben las puntualizaciones y referencias del art. 131; 4.º) Argumento teleológico: La finalidad de estas normas: las cargas anteriores o preferentes subsisten y no se extinguen, pero ello no prejuzga quién tiene que pagarlas. La finalidad de la norma es proteger a los acreedores preferentes, y defendiendo la asunción automática, éstos se pueden perjudicar, como es el caso de la STS de 30 de enero de 1999. En general, en estos supuestos, desechada la posibilidad de una asunción liberatoria o cumulativa por el rematante o el adjudicatario, el problema está en determinar la relación existente entre el precio que la finca alcanza en la subasta y el importe de las cargas anteriores que subsisten, de forma que al precio a pagar en el Juzgado deba añadirse el importe de estas cargas, deba restarse o ni una cosa ni la otra. Es decir, se trata de determinar si se produce o no una asunción de las cargas anteriores con efectos meramente internos. La nueva LEC, en tramitación cuando MIQUEL GONZÁLEZ comentó la STS de 30 de enero de 1999, establece en su art. 666, respecto a la subasta de bienes inmuebles en el procedimiento de apremio, una asunción interna ex lege, de forma que el rematante se entiende que asume, frente al deudor pero sin efectos frente al acreedor, la responsabilidad personal (la deuda) derivada de las cargas que subsisten porque se deducen en el avalúo de los bienes subastados. Es decir, por un lado se establece la subsistencia de las cargas o gravámenes anteriores (arts. 668.3.º y 670.5)71, y por otro, se prevé un trámite específico de valoración de inmuebles para su subasta: “Los bienes inmuebles saldrán a subasta por el valor 71 A este respecto, hace notar MONTSERRAT VALERO, “Las novedades de la ejecución hipotecaria en la LEC 2000”, Revista Jurídica de Cataluña, 2002-4, p. 1145, que “El art. 134 LH, reformado por la nueva LEC, contiene una norma que no existía en la regulación anterior, se cancelarán las cargas, gravámenes e inscripciones de terceros poseedores, sin excepción, lo cual, quizás definitivamente, aclara que también se cancelarán las cargas posteriores aunque estén afectas a un crédito preferente al hipotecario. Además la nueva regulación, al prever la subsistencia de cargas anteriores (art. 688 LEC), ha suprimido todas las menciones que contenía la antigua (art. 131.8.ª LH y 1512 LEC) sobre la subsistencia de las cargas anteriores o preferentes, lo cual se esgrimía como argumento a favor de la subsistencia de las cargas posteriores afectas a un crédito preferente”. 360 MENU SALIR que resulte de deducir de su avalúo, realizado de acuerdo con lo previsto en los artículos 637 y siguientes de esta Ley, el importe total de todas las cargas y derechos anteriores al gravamen por el que se hubiera despachado ejecución cuya preferencia resulte de la certificación registral de dominio y cargas” (art. 666.1, párr. 1.º); “Esta operación se realizará por el Secretario Judicial descontando del valor por el que haya sido tasado el inmueble el importe total garantizado que resulte de la certificación de cargas o, en su caso, el que se haya hecho constar en el Registro con arreglo a lo dispuesto en le apartado 2 del artículo 657” (párr. 2.º)72. Asimismo, se acoge el llamado principio de cobertura en el 666.2: “Si el valor de las cargas o gravámenes iguala o excede del determinado para el bien, el tribunal alzará el embargo”. Respecto a la ejecución de bienes hipotecados, la regulación de la subasta se hace por remisión a la establecida para la subasta de bienes inmuebles en el procedimiento de apremio (art. 691.4), aunque con algunas particularidades. En concreto, y tal y como se establecía en la regulación anterior a la nueva LEC, el actual art. 682.2.1.º de la misma reitera la exigencia de “que en la escritura de constitución de la hipoteca se determine el precio en que los interesados tasan la finca o bien hipotecado, para que sirva de tipo en la subasta”, lo que no aclara si en esta tasación se habrá producido o no el descuento de las cargas anteriores, de manera que se entiendan asumidas las deudas, con efectos internos, por parte del rematante. Más bien cabe pensar lo contrario, puesto que será imposible normalmente saber en el momento de la constitución de la hipoteca qué cargas subsistirán y en qué cuantía. Por otro lado, es relativa la ayuda que puede proporcionar la emisión por parte del Registrador de la certificación de dominio y cargas (art 688 LEC, con remisión al art. 656) si no va también acompañada de una adecuada información suministrada por los acreedores anteriores sobre la efectiva subsistencia y cuantía 72 No obstante este trámite, debe tenerse en cuenta que no siempre deberá producirse el descuento de las cargas, ya que deberá tenerse en cuenta la identidad de los sujetos intervinientes en la subasta si no quiere llegarse a situaciones contrarias al espíritu de la norma: “Si el rematante es el deudor de esas cargas no puede asumir su pago, porque ya lo debe y entonces no hay que descontarle nada. Si el deudor de la carga preferente no es el sujeto pasivo de la hipoteca por la que se procede a la ejecución, no tiene sentido que el rematante pague por él el importe de la carga (MIQUEL GONZÁLEZ, “Las cargas anteriores..., cit., p. 65. 361 MENU SALIR de sus créditos, así como de sus condiciones. El suministro de esta información se prevé en el art. 657, aunque únicamente a petición del ejecutante: “A petición del ejecutante, el tribunal se dirigirá a los titulares de los créditos anteriores que sean preferentes al que sirvió para el despacho de la ejecución para que informen sobre la subsistencia actual del crédito garantizado y su actual cuantía. Los acreedores a quienes se reclame esta información deberán indicar con la mayor precisión si el crédito subsiste o se ha extinguido por cualquier causa y, en caso de subsistir, qué cantidad resta pendiente de pago, la fecha de vencimiento y, en su caso, los plazos y condiciones en que el pago debe efectuarse. (...)”. Por todo ello, la posibilidad de que las cargas se conozcan y puedan deducirse (quedando internamente obligado a su pago el rematante) va a depender de lo que se establezca en la específica subasta, aunque parece lo más lógico que las cargas se deduzcan, como ocurre en el procedimiento de apremio y aunque otra cosa parece deducirse del art. 639.3 LEC: “La tasación de bienes y derechos se hará por su valor de mercado, sin tener en cuenta, en caso de bienes inmuebles, las cargas y gravámenes que pesen sobre ellos, respecto de las cuales se estará a lo dispuesto en el artículo 666”, si tenemos en cuenta que, para la ejecución de bienes hipotecados, no existe un precepto similar al 666. Por último, debe tenerse en cuenta que éste es uno de los discutibles supuestos legales de asunción automática de deuda por el adquirente de finca hipotecada, pero hay más. REY PORTOLÉS estudia también, rechazando igualmente la posibilidad de asunción automática, la adquisición de finca gravada con la llamada hipoteca de responsabilidad limitada (art. 140 LH), la pretendida asunción por adquirente, voluntario o forzoso, de finca gravada con hipoteca en garantía de rentas o prestaciones periódicas y la pretendida asunción por adquirente de finca gravada hipotecariamente a favor del Banco Hipotecario de España73, y otro tanto hace SELVA SÁNCHEZ, respecto a la hipoteca en garantía 73 REY PORTOLÉS, “La pretendida..., cit., pp. 139 y ss. No obstante y tras haber sido objeto de larga discusión por la doctrina, tras la STC 128/1994, de 5 de mayo, no existe ya duda sobre la no vigencia del art. 36 de la Ley de creación del Banco Hipotecario de España, de 2 de diciembre de 1872 (después, art. 13 del Real Decreto-Ley de 4 de agosto de 1928, de Estatuto Orgánico del Banco Hipotecario), que establecía la subrogación del adquirente de la finca hipotecada a favor del Banco Hipotecario “en todas las obligaciones que por razón de ella hubiera contraído su causante con el Banco”. Puede verse, al respecto, la exposición de CASTILLO MARTÍNEZ, Responsabilidad personal..., cit., pp. 278-290. 362 MENU SALIR de deudas ajenas, hipoteca de máximo, hipoteca en garantía de títulos transmisibles por endoso o al portador, hipotecas legales e hipotecas en garantía de rentas o prestaciones periódicas74. 74 SELVA SÁNCHEZ, “La posición..., cit., pp. 1411-1442. Vid. también ROCA SASTRE y ROCA-SASTRE MUNCUNILL, Derecho Hipotecario, VII, cit., pp. 317-319. 363 MENU SALIR CONCLUSIONES 1.ª) No aparece regulada en nuestro Derecho la figura de la asunción de deuda como tal, es decir, como el efecto derivado de un contrato o acuerdo de voluntades en virtud del cual un tercero se hace cargo de una obligación previamente existente, de manera tal que la obligación contraída provoca o es apta para provocar la extinción de la preexistente. Tal extinción se producirá en el mismo momento de la asunción de la deuda cuando lo celebrado haya sido una asunción de carácter liberatoria, que provocará la sustitución del asumente en lugar del deudor de la relación previa. Por otro lado, la obligación contraída por el asumente, una vez cumplida, será apta para provocar la extinción de la deuda previa en caso de asunción de carácter cumulativo (o acumulativo), que hará nacer a favor del acreedor el derecho a exigir del asumente la obligación contraída, sin perder la posibilidad de reclamar, en su caso, al deudor, que continúa obligado. Por último, también la llamada asunción interna o de cumplimiento es apta para provocar la extinción de la deuda previa, pero consiste en la obligación contraída por el asumente frente al deudor de la misma de pagar en tiempo al acreedor, sin otorgar a éste el derecho a exigir la prestación. 2.ª) La regulación española responde esencialmente a la tradición histórica procedente del Derecho romano y recoge, de manera muy parcial y claramente insuficiente, la figura de la novación, siendo una de sus posibles aplicaciones la consistente en producir el cambio o la sustitución de la persona del deudor (novación subjetiva por cambio de deudor). Aunque la novación romana producía esencialmente la extinción de una obligación (la que obligaba al antiguo deudor) y el nacimiento de otra nueva en su lugar (a cargo del nuevo deudor), es lo cierto que el Codificador español, influido por la revisión doctrinal y jurisprudencial a que estaba siendo sometida la figura, la recoge como uno de los modos de extinción de las obligaciones 364 MENU SALIR (art. 1156 CC), pero la regula más como un supuesto de modificación que de extinción de obligaciones (art. 1203 y ss. CC). En esta sede, entendemos que son aplicables al cambio de la persona del deudor (asunción liberatoria) los arts. 1203.2.º, 1205 y 1206 a 1208 CC. 3.ª) El análisis del régimen jurídico de la asunción de deuda debe realizarse, a nuestro juicio, atendiendo fundamentalmente a los efectos jurídicos que razonablemente deben atribuirse a los acuerdos celebrados por los contratantes en ejercicio de su autonomía privada, en relación al marco jurídico de referencia del que pueda disponerse. Para ello, deben tenerse en cuenta las relaciones jurídicas que se establecen o pueden establecerse entre los sujetos protagonistas o afectados por la asunción de deuda: la relación jurídica previa (relación de valuta), que vincula al deudor primero con el acreedor, la relación jurídica entre el asumente y el deudor (relación de cobertura) y la relación jurídica que, nacida del contrato de asunción de deuda, une al asumente (en la asunción de deuda, pero no en la asunción interna o de cumplimiento) con el acreedor. 4.ª) Tradicionalmente, el estudio de la asunción de deuda se aborda desde el análisis de las distintas figuras negociales que la tradición histórica ha venido admitiendo como aptas para producir los efectos propios de la asunción de deuda. En este sentido, la tradición romana es portadora de las figuras de la delegación de deuda y la expromisión, a las que el Derecho comparado o la autonomía de la voluntad añade el contrato entre los dos deudores ratificado por el acreedor (regulado en el § 415 BGB y en el art. 1273 del Codice civile) y el llamado contrato trilateral en el que concurren los dos deudores con el acreedor. En nuestra investigación, aun sin desconocer estas figuras y sus peculiaridades concretas, sin embargo, la regulación del fenómeno jurídico al que sirven entendemos que debe realizarse atendiendo sobre todo a los efectos jurídicos que razonablemente deben atribuirse a los acuerdos celebrados por los contratantes, pero sin un detenimiento especial en el mecanismo jurídico a cuyo través se han realizado. Los efectos jurídicos proceden esencialmente de la concreta obligación contraída por el 365 MENU SALIR asumente y de la postura adoptada por el deudor antiguo, más que de la calificación jurídica (delegación, expromisión, contrato trilateral, etc) a cuyo través se ha llegado. 5.ª) En la línea señalada en el apartado anterior, parece especialmente útil, ante todo para la determinación de los efectos de la asunción de deuda en las relaciones internas entre los deudores, la distinción, a partir de la letra del art. 1205 CC, entre asunción de deuda consentida por el deudor, asunción de deuda ignorada por el deudor y asunción de deuda que cuenta con la oposición del deudor. Las principales consecuencias jurídicas que se derivan de tal distinción se manifiestan en la determinación de las acciones o derecho de regreso que corresponden, en su caso, al asumente frente al deudor antiguo, en función también de si la asunción lo había sido solvendi causa, credendi causa o donandi causa. Pero también tiene tal distinción manifestaciones concretas en las relaciones externas (con el acreedor), como ocurre con la responsabilidad que el art. 1206 CC pone a cargo del deudor antiguo para el caso de insolvencia anterior y pública o conocida del deudor en la asunción liberatoria. 6.ª) A efectos de régimen jurídico, debe separarse nítidamente entre asunción de deuda liberatoria y asunción de deuda cumulativa. Aun cuando presentan ambas figuras evidentes puntos de contacto, sin embargo es muy diferente la lógica a que responde un contrato que produce la sustitución de la persona del deudor de la que fundamenta un contrato que conlleva una acumulación de deudores con una clara función de garantía o refuerzo de la posición del acreedor. Por ello, la asunción cumulativa es figura mucho más cercana a la regulación de la fianza y la solidaridad de deudores que a la novación. 7.ª) En la asunción liberatoria el asumente ocupará, a todos los efectos posibles, la misma posición que hasta entonces venía ocupando el deudor primitivo, que queda liberado, por lo que, como regla, la deuda tendrá el mismo contenido. No obstante, el deudor antiguo que haya participado en este negocio jurídico debe responder ex art. 1206 en caso de insolvencia anterior y pública del deudor nuevo o conocida por él. Esta responsabilidad se concreta en una acción de nulidad ex lege que tiene como 366 MENU SALIR finalidad declarar nula o ineficaz la liberación del primer deudor, abocando a una situación de acumulación de deudores. Pero no puede decirse que, con la sustitución del deudor, la relación jurídica en la que se inserta la deuda asumida no sufra otras modificaciones o alteraciones. Así ocurre con las obligaciones accesorias que acompañaban a la deuda que estaba a cargo del deudor antiguo. La cuestión queda parcialmente resuelta con el art. 1207 CC, que no plantea dudas sobre la extinción de las garantías personales prestadas por terceros. Respecto a las garantías personales prestadas por el nuevo deudor con anterioridad a la asunción y que puedan entenderse subsistentes tras la asunción por él realizada (cláusula penal, pacto de arras, etc.) deberá entenderse que subsisten con posterioridad a ésta, adoptando el más amplio criterio interpretativo favorable a la vinculación del nuevo deudor, salvo pacto en contrario, mientras que las prestadas por el deudor antiguo que sean compatibles con su cualidad de deudor (también, por ejemplo, cláusula penal, pacto de arras, etc.) habrán de entenderse como accesorios de la deuda, y por tanto, asumidas por el nuevo deudor conjuntamente con los demás elementos de ésta. Por lo que a las garantías reales se refiere, entendemos acogibles también las soluciones anteriores. La asunción liberatoria de deuda también provocará la extinción de los privilegios especiales unidos a la deuda anterior, así como también de los privilegios generales, salvo, respecto a estos últimos, cuando persista en el asumente la causa que justificó su establecimiento. 8.ª) Aspecto central del régimen jurídico de la asunción de deuda es la determinación de las excepciones o medios de defensa en sentido amplio que puede oponer el asumente al acreedor. Éstas quedan determinadas también y en buena medida por la idea de la sustitución del primitivo deudor por el asumente en la misma posición ocupada por aquél. En consecuencia, y teniendo en cuenta el régimen concreto de cada excepción o grupo de excepciones asimilables, el asumente podrá oponer al acreedor, como regla, las excepciones que podía haber opuesto el primer deudor, con alguna señalada excepción como es el caso de la compensación, las que correspondan en virtud de sus relaciones internas, si las hubiere, con el acreedor, así 367 MENU SALIR como las excepciones derivadas del propio contrato de asunción de deuda. Pero no podrá oponer el asumente las excepciones derivadas de sus relaciones internas con el anterior deudor, salvo que el negocio de asunción se haya construido como una unidad, aportando la relación previa o relación de cobertura al mismo y siendo ello consentido por el acreedor. Pero el asumente no se convierte en parte contractual de la relación de valuta que vincula, antes y después de la asunción, al deudor liberado con el acreedor. Por ello, determinadas excepciones derivadas del carácter de parte contractual no podrán ser opuestas por el asumente al acreedor, como ocurre con el ejercicio de la acción de resolución. 9.ª) En la asunción cumulativa de deuda el marco jurídico de referencia para la determinación del régimen jurídico básico aplicable está constituido por las normas reguladoras de la fianza (también la solidaria) y por la solidaridad de deudores. La conjugación de las normas procedentes de uno y otro bloque normativo deben aplicarse combinadamente a fin de encontrar soluciones razonables para problemas concretos, en la medida en que los contratantes no hayan dispuestos soluciones diversas. En esta labor, debe tenerse en cuenta que la asunción cumulativa de deuda no siempre da lugar al nacimiento de una obligación solidaria en el lado pasivo, puesto que no puede imponerse al deudor antiguo este concreto régimen jurídico sin su consentimiento o contra su voluntad, ni tampoco cuando la voluntad de los contratantes sea hacer subsidiaria la obligación del deudor antiguo. Pero la inexistencia de un régimen jurídico solidario no impide el reconocimiento al acreedor de un derecho de reclamación indistinta (ius variandi o electionis) a uno y otro deudor hasta la obtener la satisfacción de su crédito, así como la aplicación de algunas de las soluciones establecidas para la solidaridad. De la misma manera, tampoco es asimilable en términos absolutos la posición ocupada por el fiador y por el asumente. Éste, de ordinario, no es un obligado subsidiario, su obligación tampoco es habitualmente una obligación accesoria 368 MENU SALIR respecto a la del deudor primero, aunque en ocasiones pueda serlo, y suele ser el único obligado a cumplir en las relaciones internas. Por ello, sólo parcialmente coincide el régimen jurídico aplicable a la obligación del fiador con el del asumente, debiendo acogerse algunas soluciones pensadas para el fiador y ser rechazadas otras. 10.ª) Entendemos que han de estudiarse en esta sede también aquellos supuestos en los cuales un tercero contrae una deuda que provoca o es apta para provocar la extinción de otra deuda preexistente a cargo de un sujeto distinto, pero de manera que la deuda contraída presenta un objeto distinto respecto a la deuda preexistente (o cuyas diferencias no se mantienen en los límites establecidos por el art. 1140 CC para la solidaridad). Aunque algunas de las soluciones defendidas para la asunción de deuda, tanto liberatoria como cumulativa, no puedan mantenerse en este caso, sin embargo, otras soluciones son perfectamente acogibles. 11.ª) El régimen jurídico general aplicable a la asunción de deuda debe sufrir algunas modificaciones o matizaciones, según los casos, en aquellos supuestos respecto a los cuales exista una regulación jurídica positiva que pueda incidir en aplicaciones concretas de esta figura. Así ocurre con el art. 1534 CC en materia de venta de herencia, que recoge a favor del vendedor de la herencia un derecho de reembolso frente al comprador por todo lo que aquél haya pagado por las deudas y cargas de la herencia. Supone el reconocimiento ex lege de un supuesto de asunción interna o de cumplimiento de deuda, que responde a la voluntad del legislador de reconstruir la entidad que el haber relicto tenía al ser heredado. El art. 1534 CC no provoca, por sí mismo, una asunción de deuda, cumulativa o liberatoria, que precisará ser establecida mediante una norma de carácter contractual. Sin embargo, conforme a las exigencias de la buena fe (art. 1258 CC) debe entenderse que el propio contrato de venta de herencia, en combinación con el art. 1534, impone al comprador (con independencia de la obligación de abonar las ya satisfechas por el vendedor) la obligación de adelantarse al pago de las deudas y cargas de la herencia pendientes, de tal manera que el vendedor no tenga que satisfacerlas primero y luego reclamar su reembolso. 369 MENU SALIR 12.ª) El art. 118 LH, respecto a la regulación de la asunción de la deuda garantizada con una hipoteca por parte del adquirente de la finca hipotecada, supone una remisión a las normas generales aplicables a la asunción de deuda. La única peculiaridad que establece es el reconocimiento de un derecho de subrogación ex lege a favor del adquirente a título oneroso de la finca hipotecada en caso de retención o descuento de la carga hipotecada sobre el precio de la enajenación, si finalmente es el vendedor quien tiene que cumplir la obligación garantizada. Sin embargo, el art. 666 de la LEC impone al rematante o adjudicatario, respecto a la subasta de bienes inmuebles en el procedimiento de apremio, una asunción interna de las cargas (deudas) anteriores que subsisten tras la subasta, porque tales cargas se deducen en el avalúo de los bienes subastados. Por el contrario y respecto a la ejecución de bienes hipotecados, no existe norma que establezca la deducción de tales cargas sobre el precio de subasta de estos bienes, porque tal precio es fijado en la escritura pública de constitución de la hipoteca. Por ello, habrá que estar a lo determinado en cada subasta para saber si el rematante o adjudicatario se subroga no sólo en la responsabilidad derivada de la hipoteca, sino también en la deuda con ella garantizada. 13.ª) Por último, para el caso de venta de empresa y a diferencia de lo que ocurre con otros Ordenamientos de nuestro entorno, no se ha previsto legislativamente ninguna norma que imponga al adquirente o comprador de la empresa la obligación de pagar o asumir las deudas empresariales pendientes, aunque tales soluciones pueden establecerse, y de ordinario así ocurre, en virtud de la autonomía de la voluntad, sea de manera expresa o tácita. No puede decirse que estas deudas constituyan un elementos esencial, accidental o natural de la venta de empresa, y el silencio, sin otro elemento de juicio, no puede ser interpretado como una declaración de voluntad del adquirente de querer asumirlas. Cuestión distinta es que pueda admitirse que algunos hechos puedan funcionar como indicios de una voluntad del adquirente en orden a la asunción, sobre todo, cuando se pretendió enajenar la empresa como un todo unitario con la voluntad, más o menos expresada en el contrato, de que el adquirente ocupara, a todos los 370 MENU SALIR efectos posibles (incluido el relativo a las deudas pendientes), la misma posición que el transmitente. 371 MENU SALIR BIBLIOGRAFÍA CITADA ACCURSIUS, Digestum Novum seu Pandectarum iuris civilis, ex Pandectis florentinis, commentariis Accursii, scholiis Contii et Dionysii Gothofredi lucubrationibus ad Accursium illustratus, tomo III, Lugduni, 1627, en Corpus Iuris Civilis Iustinianei, studio et opera Ioannis Fehi, tomo III, reimpressio phototypica editionis, 1627, Osnabrück, 1966. ADAME MARTÍNEZ, M. A., Asunción de deuda en Derecho civil, Ed. 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