LEO SCHEFFCZYK EL SUJETO DE LA INFALIBILIDAD DESDE EL PUNTO DE VISTA ECLESIOLÓGICO Die Frage nach den Trägern der Unfehlbarkeit in ekklesiologischer Sicht, Theologische Quartalschrift, 142 (1962), 310-339. La cuestión del sujeto de la infalibilidad es sólo un sector parcial de un problema más amplio: el de las relaciones entre Primado, Episcopado e Iglesia. Con todo, la respuesta a esta cuestión parcial es ya un juicio previo para la solución de todo el problema. Dos son las posiciones tradicionales respecto del sujeto de la infalibilidad. Ambas se oponen diametralmente. Parecen tan irreconciliables que muchos autores renuncian a la posibilidad de esclarecer él problema y otros muchos admiten resignadamente que carece de solución. ¿Es uno o es doble el sujeto de la infalibilidad? El Colegio episcopal con el Papa y bajo el Papa, por un lado, y el mismo Papa como persona pública, por otro, ¿son dos sujetos inmediatos de la infalibilidad inadecuadamente distintos, o el sujeto inmediato de toda la infalibilidad de la Iglesia es sólo el Papa y por su medio se transfiere al cuerpo episcopal, como de la cabeza a los miembros? La primera de estas posiciones sostiene la tesis de la infalibilidad independiente -son dos los sujetos de la infalibilidad- e inadecuadamente distinta - los dos sujetos no están completamente separados, sino que forman cierta unidad, ya que los obispos actúan con el Papa y bajo el Papa-. La segunda posición defiende antitéticamente un único sujeto inmediato de la infalibilidad, el Papa; la infalibilidad de los obispos es dependiente e inadecuadamente distinta. Síntesis de la Infalibilidad papal y episcopal en la unidad de la Iglesia Las dos posiciones tradicionales presentan el mismo inconveniente: considerar el Papa y el Episcopado sólo como fundamentalmente opuestos y partir de una dualidad y distinción de poderes, aceptadas como un dato. Por ello fracasan sus intentos encaminados a superar el dualismo, ya establecido en el punto de partida, pues la distinción inadecuada de unos resulta artificial y el asentamiento de una infalibilidad independiente, exigida por los otros, aunque salva la unidad, lo hace a expensas sólo de debilitar la consistencia propia del Episcopado. Ambas posiciones consideran siempre Primado y Episcopado como "esferas" que descansan en sí mismas, absolutamente aisladas, que reciben su sentido a partir de sí mismas o de sus mutuas relaciones. No tienen en cuenta que el Primado y el Episcopado se insertan en un orden y unidad más amplios, en los que deben desempeñar funciones determinadas. Esta unidad superior y más amplia es la Iglesia. El Papa y el Episcopado, a pesar de la diferencia que entre ellos introduce el Primado del Pontífice, representan el magisterio de los Apóstoles y constituyen el único cuerpo docente de la Iglesia. Es tarea común de ambos, como continuadores del Colegio LEO SCHEFFCZYK apostólico, predicar la doctrina apostólica y proponer con autoridad la verdad de Cristo a los creyentes. La igualdad en la tarea y en la función no exigiría por si misma que el poder docente descansase en un único sujeto. Pero sí llegamos a esta conclusión si tenemos en cuenta dos cosas: 1.° Se trata, por un lado, del sujeto más elevado de este poder. 2.° Cada uno de los sujetos -hipotéticamente diversos (Papa y Episcopado)- sólo recibe el poder docente con vistas a la totalidad del magisterio apostólico y en relación con todo el cuerpo docente. Se afirma de los obispos que, en su totalidad, sólo disponen del poder superior docente como miembros -unidos con el Papa- del Colegio episcopal. Pero también esto se ha de aplicar consecuentemente al Papa; éste posee poder doctrinal por su puesto en y para el cuerpo docente total. Por tanto, si estos sujetos sólo son portadores del poder doctrinal superior por su relación con el cuerpo docente, total y en conexión con él, podemos claramente afirmar que el sujeto propio de este poder es un sujeto colectivo: el Colegio Episcopal cuya cabeza es el Papa. Si atendemos a los obispos es fácil apreciar que el poder docente reside en una unidad colegial; pues el Colegio episcopal necesita al Papa, como centro y cabeza, para su desarrollo y perfección. No aparece tan claro que el sujeto del poder docente sea colectivo si atendemos solamente al Papa; pues su poder primacial parece inducirnos a otorgarle una posición aislada del Episcopado y hasta enfrentada con él. Sin embargo una consideración más profunda nos lleva a la misma conclusión. El Papa es la cabeza del cuerpo docente; pero una cabeza viva posee poder siempre y sólo como cabeza de los miembros, los representa; le seria mortal estar separada de ellos. La Iglesia como totalidad La unidad del poder superior docente de la Iglesia es sólo una consecuencia que brota necesariamente de la unidad de la Iglesia como totalidad. La Iglesia es el pueblo peregrino de Dios. No puede tene r un doble y superior conductor en la doctrina y en la verdad. Al cuerpo misterioso de Cristo le es imposible poseer dos cabezas visibles en representación de su Cabeza invisible. Si el Papa y el Episcopado son sujetos portadores de poder doctrinal, solame nte pueden serlo dentro de la estructura unitaria del único cuerpo docente. Y el Magisterio debe mantener y garantizar la perfecta unidad de la Iglesia como totalidad. La infalibilidad La infalibilidad es la cualidad distintiva del Magisterio. Por tanto, si el sujeto portador del poder doctrinal es único -por causa de la unidad perfecta de la Iglesia total- también será único el sujeto de la infalibilidad: el cuerpo docente episcopal unido orgánicamente con la cabeza. Esta infalibilidad que reside en un sujeto colegial único puede manifestarse de diversas maneras: 1.ª Al hablar la cabeza "ex cathedrae. 2.ª En una solemne decisión conciliar del Colegio episcopal. 3.ª En el Magisterio ordinario de los obispos dispersos por todo el mundo -en unidad con el Papa-. Sólo resulta problemático el carácter colectivo del sujeto de la infalibilidad en el primero de estos casos: la definición "ex cathedrae del Papa, ya que parece pronunciarse aislada del Episcopado. Sin embargo, también ella guarda relación con el cuerpo total infalible. Cuando el Concilio Vaticano habla de "ex LEO SCHEFFCZYK sesea no quiere decir que el Papa tiene un poder aislado y enfrentado al del cuerpo total docente. Pretende corregir el antiguo error jansenista para el que la obligatoriedad de los juicios "ex cathedrae provenía de su confirmación extrínseca hecha por el Episcopado o por la Iglesia. Con esto no negaba de ningún modo la unión intima y necesaria del cuerpo docente con la cabeza, aun en el caso del ejercicio de la infalibilidad individual del Papa. Aunque debemos reconocer que no es fácil determinar exactamente el modo cómo se hace presente el Episcopado en las decisiones del Papa, ni por qué caminos se concreta su participación. Esto se debe a que este influjo es esencialmente interior, vivo, orgánico y por consiguiente, se sustrae a una perfecta objetivación y a una clara fijación jurídica. Con todo, este influjo se podría advertir nítidamente en algunos casos. Por ejemplo, cuando el Papa anunciara solemnemente una verdad que sin estar formalmente definida, hubiera sido enseñada por el Magisterio ordinario como verdad de fe. En este caso la doctrina común e infalible de la totalidad de los obispos no sólo serviría de fundamento al juicio discrecional del Papa, que debe preceder a una definición "ex cathedrae y que debe informarse de la verdad viva en el cuerpo total docente, sino que también seria el fundamento inmediato del juicio decretorio de la definición. También aparecería claramente este influjo cuando el Papa, en un Concilio o fuera de él, recurriera al juicio de todos los obispos en la preparación de una definición iex cathedrae. En este caso el Papa no podría desatender el juicio moralmente unánime del Episcopado, sino que debería aceptarlo, ya que expresaría la infalibilidad manifiesta del cuerpo docente. Objeciones Atendamos a dos objeciones que nos oponen. La primera se apoya en la consideración de la esencia de la infalibilidad. Afirma ser necesaria la multiplicidad de los sujetos de la infalibilidad precisamente para conservar la unidad, porque este don asignado a varios sujetos impediría que, al predicar éstos la verdad, por ser sujetos particulares de la infalibilidad, cayesen en un error o se contradijesen mutuamente.. Pero esta objeción parte de una consideración puramente abstracta del carisma de infalibilidad, sin tener en cuenta que el uso aislado de ella hecho por los sujetos particulares encerraría al menos el peligro de proponer la misma verdad de diverso modo, bajo diverso aspecto y con distinta intención. Esto causaría prácticamente una falta de unidad en la predicación de la Iglesia. Pero, sobre todo, esta dificultad no ha valorado lo que es el punto central del problema: la infalibilidad como prerrogativa de un poder superior docente. El problema decisivo no consiste en si, ordinariamente, pueden existir varios sujetos de la infalibilidad en un organismo, sino en si son posibles dos sujetos del poder superior infalible sin suprimir la unidad de ese organismo. La segunda objeción afirma que en el Colegio apostólico disfrutaron de infalibilidad muchos sujetos sin que ello fuera un estorbo para la unidad de la Iglesia. Pero esta referencia al Colegio apostólico más bien confirma nuestra posición. Aunque cada apóstol poseyó una infalibilidad universal, no fue ésta en él soberana; ni estuvo aislada, ni era equiparable al poder docente superior. Cada apóstol poseía su poder infalible como miembro del Colegio apostólico bajo Pedro como cabeza. Y a su vez Pedro poseía su poder docente como cabeza del Colegio apostólico. La infalibilidad múltiple del Colegio apostólico no se opone a la unidad de un portador superior de la infalibilidad LEO SCHEFFCZYK constituido por un sujeto colegial. Al contrario, este sujeto colectivo tiene su origen en el Colegio apostólico. Configuración de la Infalibilidad en la Iglesia En nuestras consideraciones anteriores la unidad de la Iglesia total nos ha servido de principio regulador para establecer un sujeto de la infalibilidad único y colegial. Pero además veremos ahora que esta unidad de la Iglesia total determina íntimame nte el ser específico de la infalibilidad activa. Esto, al mismo tiempo que aclarará más el origen, peculiaridad y ordenación del sujeto único en el organismo de la Iglesia total, nos permitirá trazar la configuración completa de la infalibilidad en la Iglesia. Además de la infalibilidad activa del cuerpo decente (que es de la que hasta ahora hemos hablado), existe en la Iglesia una infalibilidad pasiva que reside en el cuerpo creyente de la Iglesia, que es todo el pueblo cristiano. La existencia de estos dos sujetos distintos de infalibilidad, el activo y el pasivo, es una prueba de que debe buscarse una unidad fundamental más profunda que sólo se dará en la Iglesia. Vimos que el carisma de infalibilidad sólo se concedía al Episcopado como un medio e instrumento en provecho de todo el organismo de la Iglesia y por tanto no era una prerrogativa de la que pudiera disponer el Magisterio con .plena independencia. Esta falta de independencia en el carisma de infalibilidad es todavía más palpable si tenemos en cue nta que también en, el cuerpo creyente reside la infalibilidad y no por serle transferida por medio del cuerpo docente, pues los carismas no pueden ser transmitidos por un sujeto creado a otro. Más aún, como afirma Scheeben, la infalibilidad es propiedad más inmediata del cuerpo creyente que del cuerpo docente porque la infalibilidad activa del cuerpo docente se concede solamente para asegurar y completar la única fe inerrante de la Iglesia total. Cuerpo docente y creyente son mutuamente imprescindibles y se hallan unidos funcionalmente como los miembros de un organismo. También podemos aplicar aquí lo que dijimos al hablar del cuerpo docente como parte del organismo: si las partes ejercen y poseen sus funciones por causa del puesto que ocupan en el puesto total, estas funciones y prerrogativas deben ser atribuidas en primer lugar al organismo total, que es más que sus partes y órganos. Por tanto podríamos decir que la infalibilidad es una perfección del cuerpo total de la Iglesia que sólo se asigna a los órganos en cuanto pertenecen al todo y obran para el todo. Fundamentos en la Escritura y en la Tradición En la Sagrada Escritura encontramos algunas expresiones confirmativas de que la Iglesia como tal es el sujeto inerrante de la verdad. En 1 Tim 3,15 la Iglesia es llamada casa de Dios viviente, columna y sostén de la verdad. Y 1 Jo 2, 27 cuando, al precaver de los falsos profetas, habla de la Unción, que os enseña sobre todas las cosas y que excluye de todo error, piensa en una inerrancia de todos los creye ntes apoyada en la palabra de Cristo, y por tanto de la Iglesia total. También está apuntada esta solución en Mt 16, 18 al garantizar Jesús la firmeza inquebrantable del fundamento de la Iglesia. No sólo porque la firmeza de un edificio no depende exclusivamente de su fundamento, sino porque la promesa tiene como objeto la inquebrantabilidad de la Iglesia como tal, contra la que no prevalecerán las puertas del infierno. LEO SCHEFFCZYK También encontramos testimonios que lo confirman en la Tradición. San Alberto Magno dice que las palabras de Mt 16, 18 se refieren en último término a la Iglesia y que en la oración de Cristo por Pedro en Le 22,32 se le promete a éste la firmeza en la fe sólo como representante de la Iglesia (in persona Ecclesiae). Para san Alberto el fundamento íntimo de la infalibilidad está en la catolicidad y santidad de la Iglesia. Esto demuestra que considera la infalibilidad como un atributo del organismo total eclesial, atributo que pertenece al todo y no solamente a las partes. Cuando santo Tomás afirma que el Espíritu que anima la Iglesia, como su propio cuerpo, causa y dirige la actividad de los órganos, reconoce al todo repleto por el Espíritu como sujeto del poder y prerrogativas que advienen a los órganos. El principio vital de la Iglesia Al señalar que la infalibilidad corresponde a los órganos de la Iglesia en su relación y ordenación al todo se debe evitar el error jansenista. Afirmando que el cuerpo total es el sujeto de la infalibilidad no se dice que la Iglesia total es un nuevo sujeto enfrentado a los órganos y partes individuales a las que transmitiría su poder. Pues de lo contrario la Iglesia total recibiría una autoridad sobre el Magisterio, de manera que éste sólo podría actuar por encargo y en representación del sujeto propio del pleno poder. Esto lógicamente nos conduciría a establecer que formalmente el cuerpo creyente es el que tiene autoridad sobre el Magisterio; ya que la Iglesia total enfrentada y antepuesta al Episcopado sólo puede concretarse en el cuerpo creyente. Y de este modo defenderíamos de nuevo el error jansenista. Pero con ello habríamos suprimido radicalmente la concepción orgánica de la vida del cuerpo total, y la habríamos sustituido por una visión naturalista- mecánica defensora de que la autoridad y el principio vital interior de una comunidad proceden de la suma de las partes y de que el sujeto último de todo poder reside en la masa de los miembros. Pero la concepción auténtica de la Iglesia es orgánica. Y la concepción orgánica exige la introducción de un factor especial que precede a la totalidad de las partes y que actúa como fundamento común de su vida. En el organismo de la Iglesia este factor sustancial totalizante es el Espíritu Santo. Por Él las partes de la Iglesia se unen a un todo. Él es el principio de la actividad de todos los órganos en la Iglesia. Tanto el cuerpo docente como el creyente reciben de Él, como principio vital, y a modo de una especial moción divina, su infalibilidad. Por tanto sólo a Él corresponde radicalmente esta perfección en el todo. Sin embargo, el íntimo principio vital (como principio vital), no es un ser independiente y aislado del organismo corporal. Forma una unidad con el cuerpo que anima (la Iglesia como templo del Espíritu, como encarnación del Espíritu). Esta unidad constituye la esencia completa. Ella determina todas las funciones del principio vital que entonces llegan a ser actividades y resultados del ser total vivificado. Esta imagen tomada de la vida orgánica ilustra la cooperación que presta la Iglesia a la obra del Espíritu divino, colaborando en la configuración de su corporeidad terrena. Y en este sentido puede considerarse la Iglesia como la base y el sujeto total de toda infalibilidad. La infalibilidad es, pues, una en su principio informador (el Espíritu Santo), una en su sujeto común y original (la Iglesia total repleta del Espíritu Santo); se actualiza en el cuerpo total en dos funciones y órganos específicamente diversos (cuerpo docente y LEO SCHEFFCZYK creyente), que sin embargo están estrechamente unidos, y en su forma activa (en el más alto Magisterio) se concentra necesariamente (por causa de la unidad de la Iglesia) en un sujeto único. Tradujo y condensó: JULIO COLOMER