El Edicto de Caracalla (Consituio Antoniniana en laín

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El Edicto de Caracalla (Consituio Antoniniana en laín) fue una proclama promulgada por el
emperador Marco Aurelio Antonino Basiano en el año 212 que supuso una importante reforma
con repercusiones en el ius civile y en el ámbito iscal del imperio. Las razones por las que fue
promulgado siguen siendo origen de debate entre los historiadores modernos, pero la más
aceptada es que la intención de Caracalla fue la de incrementar los ingresos iscales del imperio al
aumentar el número de personas que habrían de pagar impuestos sobre la manumisión de
esclavos o sobre los derechos de sucesión. En cuanto a la inalidad, también existe un debate
doctrinal, pero la mayoría coincide en airmar que el moivo principal fue sufragar las costosas
campañas militares del emperador en la frontera norte contra los germanos, y en oriente contra
los partos.
Caracalla extendió la ciudadanía romana a todos los habitantes libres del imperio,
mayoritariamente habitantes de las provincias que se extendían desde Oriente Medio a Hispania, y
desde Egipto a Britania. Se excluía a una minoría denominada dediicii o dediicios, éstos son los
habitantes de ciudades derrotadas por Roma, y que habían opuesto especial resistencia a la
conquista antes de capitular, o que simplemente no habían capitulado. Estas ciudades son las
llamadas dediicias y sus habitantes, los dediicios, podían ser masacrados o vendidos como
esclavos. No se hacía mención alguna a los esclavos de ningún ipo, pues en el derecho romano no
eran considerados personas, en el senido jurídico-civil, sino que jurídicamente tenían la
consideración de cosas, por lo que se les aplicaban las reglas del ius ad rem o derecho sobre las
cosas.
Desde la dinasía Flavia, el otorgamiento de la ciudadanía romana se había converido en un medio
de promoción jurídica, consituyendo un honor. La ciudadanía romana era un requisito
indispensable para acceder a las magistraturas y cargos del cursus honorum, en especial para
acceder al cargo de cónsul o senador. La decisión del emperador no obtuvo una gran acogida por
parte de las clases altas, tanto por parte de familiares y allegados del emperador, como por parte
de autores, como el historiador Dión Casio, que en sus obras posteriores manifestaba lo acertado
de la pretensión de Caracalla.
El Edicto de Milán (en laín, Edictum Mediolanense), conocido también como La tolerancia del
crisianismo, fue promulgado en Milán en el año 313 y en él se establecía la libertad de religión en
el Imperio romano, dando in a las persecuciones dirigidas por las autoridades contra ciertos
grupos religiosos, paricularmente los crisianos. El edicto fue irmado por Constanino I el Grande
y Licinio, dirigentes de los imperios romanos de Occidente y Oriente, respecivamente.
La invesigadora italiana Edvige Abete indica en un su escrito Costanino e l’edito “che non c’è”,
que dicho edicto probablemente no fue promulgado.
Anteriormente, en el año 311 el emperador Galerio había emiido en la ciudad un edicto conocido
como el Edicto de Tolerancia de Nicomedia. En él se concedía indulgencia a los crisianos y se les
reconocía su existencia legal y libertad para celebrar reuniones y construir templos para su dios,
por lo que la persecución de los mismos inalizaría.
En el momento de la promulgación del edicto, exisían en el Imperio cerca de 1500 sedes
episcopales y al menos de 5 a 7 millones de habitantes de los 50 que componían el imperio
profesaban el crisianismo.2 Después de la aprobación, se inició la etapa conocida por los
historiadores crisianos como la Paz de la Iglesia.
En un intento por reintegrar el Imperio romano bajo una sola autoridad, Licinio se armó en contra
de Constanino. Como parte de su esfuerzo para ganarse la lealtad del ejército, Licinio eximió al
ejército y los funcionarios públicos de la prácica de la políica de tolerancia que imponía el edicto,
permiiéndoles coninuar la persecución de crisianos. Como consecuencia de esta orden, algunos
crisianos perdieron sus propiedades y hasta la vida. De entonces sobrevive una leyenda, que
cuenta de 40 crisianos en Sevaste, que al negarse a ofrendar vino a los dioses romanos, fueron
torturados y encarcelados. Al rehusar aún paricipar en el rito, fueron obligados a mantenerse de
pie desnudos sobre el hielo del invierno hasta la congelación. Unos cuantos cedieron y aceptaron
renunciar al crisianismo con tal de acompañar a los soldados en las fogatas, al mismo iempo que
un número igual de soldados decidieron confesar su hasta entonces secreta devoción al
crisianismo y se unieron a aquellos en el hielo. Cuenta la tradición que descendieron del cielo
ángeles, quienes colocaron coronas en las cabezas de los márires.
El edicto o consitución imperial fue aprobado entre otra serie de medidas tomadas en conjunto
por los emperadores romanos de Oriente y Occidente en junio del año 313. En el mismo se
establecía lo siguiente:
Habiendo adverido hace ya mucho iempo que no debe ser cohibida la libertad de religión, sino
que ha de permiirse al arbitrio y libertad de cada cual se ejercite en las cosas divinas conforme al
parecer de su alma, hemos sancionado que, tanto todos los demás, cuanto los crisianos,
conserven la fe y observancia de su secta y religión... que a los crisianos y a todos los demás se
conceda libre facultad de seguir la religión que a bien tengan; a in de que quienquiera que fuere el
numen divino y celesial pueda ser propicio a nosotros y a todos los que viven bajo nuestro
imperio. Así, pues, hemos promulgado con saludable y recísimo criterio esta nuestra voluntad,
para que a ninguno se niegue en absoluto la licencia de seguir o elegir la observancia y religión
crisiana. Antes bien sea lícito a cada uno dedicar su alma a aquella religión que esimare
convenirle.
Copias de las consituciones imperiales de Constanino y Licinio, traducidas del laín al griego
Consecuencias[editar]
El edicto de Milán no sólo signiicó el reconocimiento oicial de los crisianos, sino que trajo como
consecuencia profundos cambios dentro del Imperio romano, así como el comienzo de la
expansión de la Iglesia. La aplicación del edicto devolvió a los crisianos sus aniguos lugares de
reunión y culto, así como otras propiedades que habían sido coniscadas por las autoridades
romanas y vendidas a pariculares: «las propiedades habrán de ser devueltas a los crisianos sin
exigir pago o recompensa de ningún ipo, y sin admiir ningún ipo de fraude o engaño». Esto le
brindó al crisianismo (y a cualquier otra religión) un estatus de legiimidad junto con la religión
romana, y en efecto, depuso a esta úlima como la religión oicial del imperio romano y de sus
ejércitos.
Todavía no se han recuperado registros en piedra del edicto. Las citas que se le conocen provienen
de los capítulos 35 y 48 del documento histórico De moribus persecutorum (Sobre la muerte de
los perseguidores), escrito por Lactancio.
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