Ponencia presentada en el Seminario: LA ARGENTINA Y AMERICA LATINA EN LAS PROXIMAS DECADAS: HACIA UNA ETAPA DE DESARROLLO SUSTENTABLE CON EQUIDAD Banco de la Nación Argentina Buenos Aires, noviembre de 2007 Título: “Nueva institucionalidad público-privada para el Desarrollo Regional” Dr. Oscar Madoery. Director del Centro de Estudios Desarrollo y Territorio, UNSAM. Director Ejecutivo de la Maestría en Desarrollo Local (Universidad Autónoma de MadridUNSAM). Investigador UNR. Docente UNSAM. Magíster en Ciencias Sociales, FLACSO. Dr. en Ciencias Sociales, UBA. Docente invitado Universidad de Yucatán (México) y Universidad de la Frontera (Chile). Ex Secretario de Producción, Promoción del Empleo y Comercio Exterior de la Municipalidad de Rosario. Mi disertación girará en torno al tema del desarrollo mirado desde los territorios, desde las ciudades, desde las regiones, los espacios urbano-rurales, que creo ofrecen una alternativa para pensar los dilemas del desarrollo en América Latina y nuestro país en particular. Me centraré específicamente en uno de los aspectos del desarrollo territorial: la articulación público-privada, que creo ofrece algunas aristas importantes para aportar a este debate sobre desarrollo sostenible en la región. La pregunta inicial que uno se hace al abordar estos temas es ¿porque hablar hoy de desarrollo regional en América Latina y en Argentina en particular?. Escuchábamos en las presentaciones de este seminario que algunos datos de lo que esta ocurriendo en nuestro país y en la región marcan la pauta de que América Latina está ante un nuevo ciclo histórico y, como todo proceso nuevo, plantea renovados desafíos que debemos afrontar. • Si uno piensa algunos de los datos salientes que encontramos en la región, no podemos desconocer que formamos parte de la región más desigual del mundo. América Latina presenta los peores índices de distribución de la riqueza, con casos muy graves en algunos países. • También es cierto, como dato positivo, que estamos atravesando un período de consolidación democrática en la región que no ha tenido antecedentes en nuestra historia reciente. 1 • Argentina y América Latina se están reinsertando en los mercados internacionales, están aumentando su participación en el comercio internacional, aunque aún lejos de los porcentajes que tenía en las primeras décadas del siglo XX. Pero en este rubro, también aparecen indicadores preocupantes: en casi todos los países de la región, el valor agregado del kilogramo de importación es superior al kilogramo de exportación; esto significa que exportamos productos con un bajo valor agregado en relación a lo que la región le demanda al resto del mundo. • Por otro lado, si consideramos la incidencia de inversión en Investigación y Desarrollo (I+D), encontramos que es muy baja en relación a otras partes del mundo. Cuando se compara con otras regiones del mundo, allí no solo es mayor el porcentaje de I+D en relación al gasto público total, sino que la proporción que aporta el sector privado es significativamente mas importante. Entonces ahí comienzan a aparecer algunos de los elementos que me interesa comentar, respecto de la necesidad de la articulación público-privado. • También es cierto que en la región se está recuperando el rol de lo público, a diferencia del sesgo distintivo de los 90 que fue la anulación del Estado como actor relevante, no solo en las relaciones económicas sino también en la institucionalidad y en las relaciones sociales predominantes en la región. Y es cierto que si queremos una sociedad mas desarrollada y una región que vaya resolviendo algunos de los aspectos que tenemos como déficit, necesitamos una presencia pública mucho mas vigorosa. Todos estos elementos, además de otros que no enfocaremos en esta presentación, nos están dando la pauta de que estamos ante un nuevo ciclo histórico y ante una nueva oportunidad histórica. La región, y nuestro país en particular, están recuperando la idea de desarrollo, lo cual es altamente positivo, estamos volviendo a hablar en términos del desarrollo de nuestras sociedades. En las últimas décadas pareciera como que nos preocupábamos mas por algunos aspectos instrumentales que convertíamos en fines en si mismos: el equilibrio fiscal por ejemplo, como si fuera ese todo el objetivo de una sociedad para entrar en el camino del desarrollo; o el crecimiento 2 económico, que durante muchas décadas hemos asimilado a la idea de desarrollo. Pero ahora hemos aprendido que no son sinónimos, que el crecimiento es una condición necesaria para el desarrollo de las sociedades pero no suficiente. La década de los 90 nos mostró que se puede crecer y sin embargo también pueden elevarse la pobreza, la desigualdad social, la marginación, etc. Desarrollo es crecimiento más algo más. Y esto nos invita a poner en discusión las aproximaciones teóricas con que hemos abordado en la región la temática del desarrollo. A mi me parece que, mas allá de matices y posturas ideológicas predominantes y tomas de posición que hemos tenido en distintos momentos, ha habido dos ideas predominantes para abordar la idea del desarrollo en la región. Por un lado, el desarrollo entendido como una evolución natural de la sociedad, basado en una idea racionalista de la política, con una fuerte influencia del positivismo; una idea de de progreso constante, de armonía, de “naturalización de lo social” como diría Lechner, donde la convicción es que las sociedades evolucionan naturalmente y por ende el porvenir es siempre mejor que el presente y que éste es mejor que el pasado. Por lo tanto, de lo que se trata es de aplicar recetas adecuadas que permitan iniciar, consolidar o acelerar los procesos de desarrollo. Frases como la “Argentina está condenada al éxito” es un ejemplo de este paradigma, de esta manera de ver la idea del desarrollo económico y social. Esta manera de pensar provoca una descontextualización de los procesos económicos, creer que la economía funciona al margen de los procesos sociales e institucionales. Por eso en la región, durante mucho tiempo, nos despreocupamos de vincular crecimiento económico con institucionalidad democrática y daba lo mismo que ese crecimiento económico se diera bajo gobiernos militares o democráticos. La otra idea predominante, alternativa, ha sido la del desarrollo como imposición. El desarrollo, o mejor dicho, la falta de desarrollo en nuestras sociedades, el subdesarrollo, se explica por un condicionamiento externo, por una imposición desde sociedades que se desarrollan a merced nuestro. Es una postura amparada en una concepción antagonista de la política, donde la realización de uno está basada en la imposibilidad de realización del otro. Frases como “la asfixia exterior del desarrollo latinoamericano”, son propias de este pensamiento. A diferencia de la perspectiva anterior, no hay armonía sino 3 conflicto, ya que para dar vuelta una condición de subdesarrollo, no queda otra que rechazar el estatus quo y destruir para poder hacer algo nuevo. Estas dos ideas estuvieron, por muchas décadas, muy presentes en el debate conceptual e inspiraron las políticas públicas acerca del desarrollo en nuestras sociedades. Más allá de sus diferencias, que dieron lugar a paradigmas opuestos sobre el desarrollo latinoamericano, presentan algunos elementos en común: ambas son ideas deterministas, porque el devenir de la sociedad esta determinado o predeterminado, está fuera de nosotros, la explicación de los problemas y los alcances en el desarrollo de nuestras sociedades obedece a factores que están por fuera de nuestras sociedades. Son, en algún sentido también, ideas reduccionistas, porque reducen la idea del desarrollo sólo a variables económicas. Son también exógenas, nos colocan a quienes vivimos en esas sociedades en un rol de espectadores, sitúan los procesos de cambio fuera de las personas, de los protagonistas y de los sujetos reales de estas sociedades. Las causas, las razones que explican nuestro estado de situación son exógenas, están por fuera de nosotros. Creo que afrontar un nuevo ciclo histórico en la región, nos invita a pensar en otra manera de abordar la problemática del desarrollo. Y me interesa compartir con uds. una idea de desarrollo como creación. Comenzar a pensar el desarrollo como un proceso creado a partir de la gente, de los sujetos, de los territorios donde esas personas viven. No como algo impuesto desde afuera sino ligado a nuestras capacidades. Pensar en una idea agonista de la política, en términos de Chantal Mouffe, que no niega las diferencias, que no niega que podemos manejarnos en términos de nosotros y de ellos, saber que tenemos diferencias en cuanto a nuestros puntos de vista, a nuestros intereses y a nuestra incidencia sobre los procesos sociales, pero eso no impide pensar en proyectos aglutinadores, en proyectos estratégicos, que puedan hacer prevalecer objetivos comunes sobre objetivos particulares. Una idea compleja del desarrollo, donde ya no es solo algo ligado a lo económico, sino que es algo también que vincula lo social, lo ambiental, lo institucional. Que debe articular, hacer converger objetivos divergentes como la eficiencia económica, la equidad social y el equilibrio ambiental. Una idea compleja que entienda que el desarrollo va más allá de lo tangible, de lo material, de las riquezas de una sociedad, de sus recursos 4 naturales, de sus instituciones. También hay elementos que hacen al desarrollo que son intangibles, pero que representan el sustrato, la base que edifica la estrategia de desarrollo de una sociedad: los valores, la cultura, el clima psicosocial que existe en una sociedad. Aspectos en los que la teoría social latinoamericana ha hecho enormes aportes, al reconocer las subjetividades, las creencias, los estados de ánimo, como elementos que permiten hacer avanzar los procesos de desarrollo. Celso Furtado decía hace 25 años que el desarrollo es un proceso de activación de energías sociales, energías productivas, asociativas, energías que fomenten redes de confianza, elementos intangibles que están en la base y son la llama que permite avanzar en la transformación de una sociedad. Y es cierto que cuando uno se ubica en esta posición, del desarrollo como creación, encuentra ejemplos muy ricos a nivel de los territorios locales, a nivel de las ciudades y de las regiones. América Latina tiene una cantidad de buenas experiencias que pueden remarcarse, de centros de empresas como en Maringá (Brasil); de agencias desarrollo que en distintos lugares de la región se han ido creando, como en Argentina, Brasil, Ecuador, Chile; de planes estratégicos de desarrollo en ciudades como Mérida (México), Bogotá (Colombia), Montevideo (Uruguay), Rosario (Argentina); de nuevos espacios de participación en políticas sociales inclusivas como Villa el Salvador (Perú). Una multiplicidad de buenas prácticas que presentan un elemento en común: están basadas en la articulación público-privada. Su sustento real es la coordinación de esfuerzos entre actores públicos y privados, la creación de densidad institucional, que alude no a la cantidad de actores vinculados, que de por si es un dato importante, sino a la calidad de las relaciones que son capaces de establecer, a los vínculos, a los compromisos, y a su institucionalización que alimenta y respalda las políticas públicas. Es decir que, comienza a percibirse en la región una riqueza de experiencias con fuerte fundamento en la articulación entre actores, que va dando la pauta de una manera de pensar y de trabajar sobre el desarrollo, algo novedoso que se viene dando en la región y de la cual podemos aprender mucho todavía. ¿Qué brindan estas prácticas de articulación entre actores territoriales? 5 En primer lugar, nos dan una idea de sinergia, este tipo de prácticas provocan sinergias, nos marcan que el desarrollo no solo es responsabilidad pública, como pude derivarse de perspectivas intervencionistas, ni que tampoco es una sumatoria de esfuerzos individuales y aislados como ciertos postulados neoliberales pueden suponer; de lo que se trata es de generar puntos de encuentro, sumar energías sociales dispersas, detrás de un proyecto de desarrollo. Son prácticas basadas en relaciones de proximidad que, a su vez, si se van consolidando y fortaleciendo, permiten el surgimiento de relaciones de confianza entre actores diversos y disminuyen la posibilidad de que primen relaciones conflictivas o confrontativas. La articulación públicoprivada requiere de determinadas condiciones que resultan necesarias para que la interdependencia acontezca: reglas formales e informales, incentivos a cooperar, voluntad política de quienes detentan poder e influencia sobre el sistema institucional y confianza entre los diversos actores involucrados en el proceso. En segundo lugar, permiten incorporar un criterio de estrategia, que sirve en la coordinación de políticas para mirar al futuro e impulsar visiones creativas, al tiempo de evaluar comportamientos y experiencias pasadas; para establecer objetivos medibles tanto a mediano como a largo plazo y alcanzar metas a partir de actuaciones concretas. Es un modelo, un conjunto de objetivos a alcanzar, una filosofía de cómo hacer frente a esos objetivos y un proceso práctico de cómo resolverlos. En ese proceso se va dando un aprendizaje, una retroalimentación entre pensamiento y acción. De este modo, la coordinación estratégica representa un nuevo estilo y nueva manera de gestionar y también una forma de entender el gobierno del territorio. Y, fundamentalmente, esta articulación público-privado en ámbitos urbanos, permite aumentar las capacidades endógenas, que son, a mi juicio las que explican en última instancia porqué se desarrollan los territorios. Las ciudades, así como las regiones urbano-rurales se transforman a partir de sus propias dinámicas organizativas, creativas, emprendedoras; de la forma cómo se utilizan los recursos exógenos y se aprovechan las oportunidades del contexto; de la manera cómo se organizan, cómo se gestionan los conflictos y se definen las estrategias territoriales. Ese conjunto de capacidades otorgan una mayor capacidad de adaptación del sistema productivo-tecnológico a los cambios de 6 entorno y un mayor control de los actores locales sobre el propio proceso de desarrollo. Se trata de cualidades y dinámicas relacionales que expresan las personas, las organizaciones y las empresas de un territorio local. De su combinación sinérgica surgen atributos específicos que le otorgan a un territorio local mejores posibilidades de desarrollo endógeno. En contextos macroeconómicos similares solemos encontrar desempeños diferentes en ciudades y regiones. Yo vengo de la provincia de Santa Fe, de haber desempeñado funciones ejecutivas en la ciudad de Rosario y uno puede marcar allí enormes diferencias a nivel de las ciudades, a pesar de una misma coyuntura de crecimiento y de tratarse de una provincia que está siendo beneficiada por el auge de las actividades agroindustriales. Sin embargo, las realidades locales son diferentes, ciudades con proyecto, con movilización social, con identidades locales fortalecidas, con competitividad creciente en sus sistemas productivos, como Rosario, Rafaela, Sunchales, Venado Tuerto. Y ciudades con déficit de horizontes, con desconexión entre actores, con apatía ciudadana, como lo fue en los últimos años la capital de la provincia. ¿Qué es lo que explica estos desempeños diferentes? Necesitamos introducirnos mejor en el conocimiento de la realidad de cada sociedad local, de sus prácticas y valores predominantes, de sus fortalezas y debilidades, de sus expectativas y certezas. Y ahí es donde empiezan a cobrar valor estas miradas sobre lo local, donde aparecen elementos de la densidad institucional, de las posibilidades de expresión de la cultura local, de la planificación estratégica, de la creación de nuevas instituciones para el desarrollo local. Lo que quiero significar es que el desarrollo territorial nos ofrece una nueva aproximación a la temática del desarrollo en nuestras sociedades, que no anula la mirada del desarrollo nacional, que ha sido la postura prevaleciente durante décadas en el pensamiento latinoamericano sobre el desarrollo. El desarrollo territorial no desconoce la necesidad de contextos económicos, políticos, institucionales y sociales adecuados a las expectativas y necesidades de un país. No es alternativo al desarrollo nacional, por el contrario, el desarrollo territorial es una condición de posibilidad del desarrollo nacional, porque el futuro de una sociedad no se construye sólo de arriba para abajo, sino también de abajo para arriba. 7 Por último, me interesa hacer una reflexión respecto a cómo estamos organizados institucionalmente en la región y en nuestro país en particular, de modo de permitir que este tipo de procesos relacionales se sigan profundizando. Y aquí es donde me parece que surgen algunas luces de alerta. La distribución de atribuciones institucionales entre escalas de la administración pública (nacional, regional, local), no parece ser la más adecuada a los fines de fomentar procesos endógenos. La región muestra una diversidad de formas institucionales, pero las políticas que se han implementado en los últimos 15-20 años han fortalecido proceso de centralización y en algunos casos han vaciado a los territorios de las capacidades necesarias para gestionar sus propias realidades. Argentina presenta uno de los niveles de correspondencia fiscal mas desequilibrados, es decir si comparamos donde ingresan los recursos públicos y donde se gastan, vamos a encontrar una fuerte concentración de ingresos en la escala federal y un creciente gasto en los niveles subnacionales, en provincias y municipios, entre otras razones, por demandas sociales cada vez focalizadas en ese nivel de la administración. Esto genera cuellos de botella en situaciones de crisis (tuvimos 14 monedas circulando en nuestro país!) y genera prácticas distorsivas en épocas de oportunidades porque siempre hay una demanda desde los territorios hacia el ámbito federal para obtener los recursos que de allí provienen. En general, los municipios argentinos encuentran crecientes dificultades de financiamiento, a partir de agendas locales en permanente expansión. Creo que pensar en términos de una nueva geografía de responsabilidades públicas pasa a ser un tema necesario de discusión que tendremos que abordar con mucho mas énfasis a futuro. Poner en la mesa de discusión el tema de las autonomías municipales, de descentralización administrativa y funcional, de coparticipación de impuestos, de fortalecimiento de instituciones y economías a nivel de los territorios. Creo que estos son temas de agenda que, a mí entender, están débilmente presentes en la discusión política e institucional en la región y que son necesarias para promover el desarrollo regional. Creo también, que predomina aún una mirada sectorial, tanto de la economía como de la gestión pública. Una mirada de sector primario, de sector secundario, de sector terciario de la economía y la producción. Y una gestión 8 por áreas administrativas: salud, educación, producción, trabajo, promoción social, etc. Tenemos que animarnos a complementar con una mirada territorial, que nos invite a pensar más en tramas productivas que en sectores diferentes, más en articulación de políticas que en acciones separadas por parte de las distintas esferas de la administración. A los territorios todavía les siguen llegando de manera compartimentada las políticas sectoriales de los distintos ministerios nacionales y provinciales, y muchas veces eso les dificulta a los actores territoriales la posibilidad de trabajo, de actuación eficiente. Es necesario comenzar a hacer prevalecer miradas de construcción desde lo territorial. Y hay ya muy buenos ejemplos al respecto, como algunas políticas del Ministerio de Trabajo de la Nación de acuerdos territoriales de empleo, un programa que invita a la negociación y a los acuerdos programáticos entre actores nacionales y actores territoriales públicos y privados, que permite optimizar recursos y llegar efectivamente a los destinatarios. Lo mismo ocurre con algunos programas de áreas estratégicas de Ciencia y Técnica, por citar ejemplos, que demuestran que se ha comenzado a transitar este camino de territorializar miradas y políticas, pero es mucho más lo que tenemos por delante. Y creo que sigue predominante a nivel país una cultura centralista, es decir una cultura donde predomina la idea de que los grandes cambios, en ultima instancia, son cambios macro o superestructurales, y esto nos impide ver la riqueza y la fortaleza de este conjunto de prácticas locales, que son prácticas generadas a partir de sujetos comprometidos en la transformación de su realidad, de agentes de transformación y de cambio de la realidad de la cual forman parte, de su propia comunidad. Son prácticas que fortalecen conductas y acercan las posibilidades de cambios a nivel de la sociedad nacional en su conjunto. Yo recuerdo que, en una reciente exposición, un amigo y maestro, José Arocena (sociólogo uruguayo que trabaja desde hace muchos años en el desarrollo local desde una perspectiva latinoamericana), decía que en la región, en los últimos 30 años, se han realizado estudios sobre sociedades locales, en sus especificidades, en sus rasgos particulares, y también se han realizado estudios sobre el desarrollo; pero no son abundantes los estudios sobre el desarrollo de las sociedades locales. Creo que si combinamos esto, vamos a poder ampliar nuestra capacidad de análisis, tanto de los sistemas de 9 acción social, como de los procesos de transformación en el tiempo; vamos a poder encontrar una nueva síntesis entre el cambio que debe venir de arriba hacia abajo, con el cambio que proviene de los territorios, de las regiones. En definitiva, una invitación a considerar que si hablamos de desarrollo local no estamos acotando el concepto de desarrollo a un ámbito específico, sino que, en última instancia, nos estamos refiriendo a un nivel de especificidad de la práctica social y de la práctica política, fuertemente amparada en la coordinación de acciones entre actores diversos. Muchas gracias. 10