RESUMEN Se aportan ciertos hitos en la evolución de la situación

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PRIMER CONGRESO PROFESIONAL DE LOS
INGENIEROS DE MONTES
Sesión 2ª : La Proyección Del Ingeniero De Montes Y
Del Colectivo Profesional Ante La Sociedad
Comunicación: Desaparición “Mortis Causa” de la
Ingeniería de Montes
Autor: Bernardo Catón Santarén
RESUMEN
Se aportan ciertos hitos en la evolución de la situación profesional, según los cuales se
interpreta que, o son modificados, o la profesión desaparecerá en pocos años.
Tras seis años en el ejercicio libre de la profesión, tres y medio en Servicios Forestales
forales, cuatro más en temas genéricamente ambientales, cinco y medio en
responsabilidades sobre caza, pesca en aguas continentales, parques naturales, biotopos
protegidos, aplicación de Directivas en dichas materias, coordinación con servicios
forales y resto de Administraciones Públicas del Estado competentes en aquellas
materias... y, finalmente, desde 1995 trabajando en temas energéticos y mineros, no
puedo sino afirmar con dolor pero con rotundidad que la Ingeniería de Montes está
viviendo sus últimos años de existencia impulsada tanto por miembros del colectivo,
que han propiciado, por omisión, sus exequias fúnebres, como por falsos científicos, y
celebradas gozosamente por colectivos de otros profesionales que han sabido estar
impunemente en el sitio oportuno, y en el momento adecuado.
Es necesario hacer un mínimo repaso histórico, no necesariamente cronológico, para
ello están los historiadores, de los hitos que han marcado la situación actual de la
profesión. Destacaré en su momento, por su relación con la anterior auto-inculpación
por omisión, algunos de los que, sin aparecer en nuestra senda, la han truncado.
•
Ley de Montes de 8 de junio de 1957, su Reglamento y normativa de desarrollo:
Como todo el colectivo de Ingenieros de Montes conoce, más si han tenido conflictos en
el ejercicio libre de la profesión con otros colectivos profesionales, la Ley de Montes
no cita en ningún momento materia forestal alguna de la exclusiva competencia de
los Ingenieros de Montes.
La Jurisprudencia de los Tribunales españoles, mantiene la exclusividad en favor de
unos u otros profesionales en virtud de que la competencia profesional en la materia en
litigio esté atribuída por ley a un determinado colectivo.
Este paraguas legal, ampara incluso a Ordenes de Consejero, en función de las
competencias reconocidas bien por la Constitución, bien por los Estatutos de
Autonomía, o bien por leyes básicas, por su rango, como más adelante se pondrá en
evidencia.
Ha de entenderse que existiera en la época de promulgación de la vigente Ley de
Montes razón para ello: la inexistencia, en la práctica, de Ingenieros de Montes en el
ejercicio libre, sensu estricto, de la profesión. Es una Ley de y para la Administración
Forestal, donde lo único que queda absolutamente claro es lo relativo al Cuerpo de
Ingenieros de Montes del Estado, así como la intervención de la Administración
Forestal en materia de aprovechamientos y que, por obvio, no cita la capacitación
exclusiva de los técnicos de montes en las materias diferenciadoras de los mismos
respecto a otras profesiones técnicas.
Ya la ley nació tuerta, al no considerar la tecnificación de los montes en mano privada,
lo que ha propiciado, incluso, el otorgamiento de fondos públicos bajo la figura de
actividades de fomento "forestal" a acciones y proyectos carentes de respaldo técnico,
no ya forestal, sino de tipo alguno, incluso en Comunidades eminentemente forestales,
con la aquiescencia de quienes informan las ayudas, Ingenieros de Montes en muchos
de los casos, y del Colegio profesional.
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El problema estriba en que los tiempos han cambiado radicalmente, la Ley,
preconstitucional y preautonómica, no ha sido modernizada como tal, sino que ha ido
experimentando los recortes y derogaciones parciales que resultan de casi cincuenta
años de legislación posterior, tanto en los campos que ella tocaba como en otros de
nueva aparición, muchos, por qué no decirlo, con mera diferencia semántica en algunos
de sus contenidos: Leyes de Protección de la Naturaleza, de Medio Ambiente, de
Ordenación del Territorio, o de los Recursos Naturales...
A la par, otros colectivos profesionales sí han obtenido la definición legal de sus
campos de competencia exclusiva, en unos casos, y concurrentes con las forestales, en
otros.
Para tener una idea respecto al tratamiento que dan los tribunales a esta cuestión, véase
extracto de la sentencia del Tribunal Supremo de 15 de abril de 1998 (RJ 1998\3635):
"...ha de integrarse con aquellas normas que regulan lo que constituye el núcleo
esencial de cada ingeniería, de tal forma que, junto a la capacidad técnica derivada de
los conocimientos adquiridos conforme a los respectivos planes de estudio, debe
tenerse en cuenta el ámbito en que el legislador ha querido que se desenvuelva su
actividad; es decir, han de conjugarse la competencia técnica y la legal,..."
Así enunciado parece ecuánime sin serlo: en los litigios de competencia que han de ser
resueltos por los tribunales, siempre prevalece la Ley, como ha de ser, así que, cuando
sucede que al sentido común no le ha seguido la legislación, caso en que se encuentran
los temas forestales, el colectivo de los Ingenieros de Montes sale sistemáticamente
perjudicado en sus intereses profesionales.
El actual Ingeniero de Montes tiene una magnífica preparación técnica de partida,
incomparable en cuanto a la visión integral de la incidencia de sus proyectos, más allá
del mero cumplimiento del encargo profesional, por lo que está en inmejorable
situación, por su formación técnica y científica, para intervenir, dirigir, coordinar, no
sólo proyectos sectoriales, sino también planes de acción integral sobre el territorio,
redactados por imprescindible equipo multidisciplinar. Sin embargo, tras 150 años de
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ejercicio, desarrollo y modernización constante de la profesión, ni es conocida ni goza
de un reconocimiento social positivo, lo que es evidentemente peor, o de un respaldo
legal de sus capacidades específicas y diferenciales.
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Saber es hacer.
Hermoso lema el de los Ingenieros de Montes, pero los actos derivados del mismo han
de ser puestos en evidencia. En la defensa de la profesión no es suficiente la convicción
de la idoneidad de nuestra ejecutoria, el anonimato sistemático del colectivo, cuyo
origen debiera analizarse, lo hace inexistente, por lo tanto innecesario.
La sociedad no reclama la concurrencia de profesionales inexistentes, sino de
aquellos que activamente dicen saber hacer lo que ella necesita y ha refrendado
legalmente.
Es así como, basados en el apoyo más legal que en capacidad técnica y científica real,
colectivos muy populares por numerosos y por el apoyo encontrado en los medios de
difusión, muy especialmente en las televisiones, obtienen respaldo legal, sin que
encuentren una respuesta adecuada por parte de la Corporación de Derecho Público que
ha de defender a los Ingenieros de Montes.
•
El anonimato del Ingeniero de Montes: un caso patológico:
Primero por la evidencia histórica de que no existían otros profesionales en la materia
forestal, de la cosa pública, y no podía recurrirse a ellos para lo privado pues,
simplemente, no existía ejercicio libre.
Lo anterior fue encaminando a otros profesionales a un intrusismo espontáneo por mera
relación oferta-demanda: Agrónomos, Agrícolas, Biólogos..., cubren paulatinamente, a
su manera, la demanda no satisfecha por los Ingenieros de Montes.
En paralelo, el colectivo es sacado del anonimato para ser vilipendiado por otros que,
bien o mal intencionados, aventan errores o presuntos errores, que son atribuídos
genéricamente a la Administración Forestal, lo que, consecuencia inmediata de ello, es
extrapolado al colectivo profesional en unos momentos en los que ya tiene cierto peso
relativo el conjunto de los que no ejercen la profesión en el seno de la Administración.
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Es sangrante recordar que en aquellos colectivos denostadores, también había
Ingenieros de Montes, por lógica consecuencia de la evolución de las cosas cuando se
producen cambios esenciales o críticos: El incremento del colectivo por encima de la
capacidad de incorporación a las administraciones públicas forestales, genera
profesionales en paro en coincidencia histórica con la puesta en evidencia de algunos
comportamientos discutibles que proceden de la Administración tachada, no sin parte de
razón, de franquista, como buena parte del profesorado de la vieja Escuela. Todo se
mezcla y en la mezcla se pierde la objetividad.
El fundamentalismo, con independencia de sus bases, signo político o ideología motriz,
se apellide fascista, ecologista, o de cualquier otra manera, va haciendo mella, como
hizo también en la época anterior.
La consecuencia primera de esos duros años en los que se siguen formando Ingenieros
de Montes casi exclusivamente para el ejercicio libre de la profesión, en coincidencia
con el inicio de la época democrática, fue el retraimiento, la huida de toda notoriedad,
de toda manifestación que pudiera asociar la imagen negativa generada en torno a la
Administración Forestal a los Ingenieros de Montes en el ejercicio libre de la profesión,
aún más, el apoyo de algunos de ellos a la injusta generalización sufrida.
La segunda consecuencia es la nueva inmersión en el anonimato, la vergüenza de propio
ser...Es la auto-inmolación.
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Defensa de la Profesión efectuada por el Colegio Oficial.
Caso paradigmático a traer: Contencioso interpuesto, y perdido, contra la aprobación de
los Estatutos del Colegio de Biólogos: se recurre el reconocimiento de su habilitación
genérica para redactar proyectos, en lugar de recurrirse la habilitación en las materias
técnicas sobre las que se atribuyen competencias en manifiesta intrusión en campos
técnicos forestales y en campos técnicos en general, sobre los que no se impartían los
conocimientos adecuados en sus Facultades. ¿No es evidente que los Científicos están
capacitados para redactar proyectos de investigación?
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Si se analizan los Estatutos del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos de Minas de
Aragón, aprobados por Orden de 21 de julio de 1999 del Consejero de Presidencia, se
encuentran facultados, entre otros, a la redacción de proyectos de restauración del medio
alterado por la actividad extractiva lo que, si se trata de devolver el medio a usos
similares a los anteriores, según indica el Real Decreto 2994/1982 que regula la
Restauración de los ámbitos alterados por la minería, conlleva implícitamente, entre
otros, el reconocimiento de la capacidad técnica para proyectar reforestaciones.
En igual sentido cabe pronunciarse de la mera lectura de los contenidos que se enuncian
en algunas asignaturas de la carrera universitaria creada por el Politécnico bajo la
sorprendente denominación de "Licenciado en Ciencias Ambientales", destacando la
materia obligatoria "Restauración Ambiental": tipologías, diagnóstico, diseño y control
de: Construcciones Arquitectónicas, Explotación de Minas, Ingeniería Agroforestal...,
con el añadido de tener igual denominación sus titulados, que aquellos que son
formados, por ejemplo, en la Universidad del País Vasco, con un carácter típico de una
licenciatura, frente al técnico de los titulados del Politécnico.
El confusionismo terminológico lleva, finalmente, a que profesionales no técnicos
desarrollen funciones técnicas, con dos consecuencias claras: peor servicio al cliente
desde el punto de vista de precisión y ejecutabilidad de proyecto, e intrusismo
legalizado con reducción de opciones de acceso al mercado profesional de los titulados
idóneos.
Si se acude a la lectura de los Estatutos del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes, se
observa que es una profesión de la que se puede decir que, o vale para todo, o no vale
para nada, ya que explícitamente nada se hace constar al respecto, no acuñándose nada
que pueda establecer la diferencia específica de la titulación con cualquier otra de
carácter técnico pero, eso sí, quedando excluída de campos que otras sí han sabido
oportunamente reservarse: Arquitectura, Ingeniería Naval, Aeronáutica, Minas,
Caminos..., en términos muy forestales, nos tenemos que valer exclusivamente en
terrenos libres, mientras que otros colectivos tienen sus cotos, y además, disponen del
terreno libre.
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Se comprende que buena parte de la escasa operatividad del Colegio se deba a la corta
disponibilidad de recursos económicos, aspecto en el que nos encontramos nuevamente
con la insolidaridad de aquellos que eluden la tramitación del visado de sus proyectos, o
de sus aportaciones a proyectos colectivos, en tanto que una gran parte del colectivo que
presta servicio en administraciones públicas, raramente necesitado del apoyo del
Colegio, permanece colegiado.
Tras veinticinco años colegiado, de los cuales más de dieciocho sin obligación de
estarlo, he conseguido:... ¡el aumento de la cuota!, nunca la auténtica defensa de la
Profesión que suponía de rigor.
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Actos conmemorativos del 150 aniversario: un funeral sin requiem.
No consigo evitar la asociación de ideas que me surge cuando con orgullo y con tristeza,
-esquizofrénica combinación-, recuerdo el significado profundo de una celebración
como esa:
Por un lado, una casi incomparable experiencia profesional que ha ido acumulándose
para mayor acierto en la preparación de los futuros profesionales y corrección de errores
en donde los haya habido, y por otro, la sensación de la inutilidad del esfuerzo, la
pérdida del patrimonio del conocimiento acumulado, convirtiendo la celebración en el
agónico canto del cisne en su despedida final.
Así pues la celebración ha constituido, personalmente, un funeral sin requiem del que, a
modo de estampa-recordatorio, nos quedan unas publicaciones, desfasadas desde el día
que se cerraron.
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Conclusión:
La obligación de los Tribunales de pronunciarse claramente en favor de las
competencias exclusivas de unos u otros profesionales en los solos casos en que así
venga dispuesto por normativa legal, hace concluir que si no se obtiene dicho tipo de
respaldo emanado del sentido común que ha de regir las normas legales, los rasgos no
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comunes, diferenciales de los Ingenieros de Montes respecto a otros profesionales, no
serán puestos en valor socialmente, motivando la desaparición de la profesión.
Hemos de hacer política legislativa.
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