Medardo Castro. (1artítulolDl ~el[ó~¡go[¡vil [iIiiII. TESIS Las ITI~didas provisional~s a qUe s~ rdiere el artícUlo 201 del Código Civil, no deben dictars~ sino en presencia de Una prlIeba qUe las jUstifique ••••• • ••• Bogolli.-1919.-C!asa Edl/orlaJ de Arboleda i Valeutlla. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia Medardo Castro. (1 arlítDlll~l~el[óiill[ilil[iltllill. TESIS Las ITl~didas Jlrovisional~s a q Ue s~ r~fiere el artícUlo 201 del Código Civil, no deben dictars~ sino en presencia de Una prUeba qlIe las jUstifiqUe •••• • •••• Bogoló.-1919.-aasa Editorial de Arboleda a 17alenata. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia R mis padres ):'hermanos; mu):' se~ ñaladamente a mi caballeroso hermano, el señor don Honorio Castro. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia RECTOR DE LA FACULTAD: Doctor ANTONIO JOSE URIBE PRESIDENTE DE TESIS: Doctor JOSE MARIA GONZALEZ VALENCIA CONSEJO DE EXAMINADORES: Doctor ANTONIO JOSE URffiE Doctor JUAN EVANGELISTA TRUJILLO Doctor FELIX CORTES Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia IlLa Facultad no aprueba ni desaprueba las opiniones emitidas en las tesis; tales opiniones deben considerarse como propias de sus autores». (Acuerdo del Consejo Directivo de la Facultad, de 14 de agosto de 1919). Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia ADVERTENCIA Por disposición reglé1mentaria se ha determinado en la Facultad que los trabajos que es de rigor presentar para el discernimiento del doctorado, lleven una nota bibliográfica expresiva de las obras que se hayan consultado. Creo que tal determinación no si?1nifica que el graduando esté siempre obligado a la consulla de autores para sazonar sus escritos. sino que cuando así lo haga debe manifestados. Este trabajito es propiamente hablando una memoria, es decir, simples apuntamientos que qUiZdS me sirvé1n más tarde para escribir algo mejor: pero para hacerlos no he tenido que consultar especialmente u ningún uutor. Si la interpretación que he ensayado dar al artículo 201 del Código Civil colombiano, fuere leída con alguna atención, eso ya sería para mí un triunfo, que de todas maneras se lo debería a mis profesores. Seu, pues, para ellos cualquier mérito que algún benévolo ledor prelcndiere descubrir en estos apuntes. M.e. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia INTRODUCCION Entre las disposiciones de nuestro Código Civil hay una, inspirada en la más estricta equidad, que por la sencillez de su contexto y la inequívoca significación de los términos en ella empleados, parece no haber suscitado dudas en la mente de sus comentadores. Me refiero a la contenida en el artículo 201, que a la letra dice: «Demandada la separación de bienes, podrá el juez, a petición de la mujer, tomar las providencias que estime conducentes a la seguridad de los intereses de ésta mientras dure el juicio" Los comentadores de leyes que, como la nuestra, reconocen a la mujer el derecho de demandar una separación judicial de bienes, exponen sus doctrinas desde un punto de vista que no es el que me propongo tomar en consideración en la presente memoria. Ellos estudian el fundamento jurídico de aquel derecho reconocido a la mujer y se explanan en la meditación de las distintas causas que lo generan; señalan su extensión y consecuencias, analizando la condición de lo~; bienes materia de la separación, la capacidad civil de la mujer COIl relación al manejo de tales bienes una vez decretada la separación, etc. Todos se ocupan de penetrar en el fondu de esta cuestión y producen sus consideraciones como si dijéramos en relación con el alma misma de ella. Cual corresponde a un simple estudiante de derecho, procuraré no inmiscuirme en esos tópicas, y puramente me limitaré a exponer por escrito algunas observaciones que yo mismo me he hecho al estudiar la disposición legal antes transcrita. Ninguna como ella consulta mejor el principio aquel de que el derecho positivo en cualquiera de sus manifestaciones, ha de ser razón escrita. Y, sin embargo, en tratándose de su aplicación en la práctica. ha sido ocasión de desaciertos que dependen, en mi entender, de que por la jurisprudencia de jueces y magistrados no se ha dado a aquella disposiciÓn el alcance jurídico que estrictamente le corresponde. Si la mujer tiene derecho para impetrar de la justicia una separación total de bienes. sea por causa de divorcio, o porque su marido está insolvente, administra con fraude, descuidada o erróneamente, porque está ausente o incapacitado por cualquiera cauj Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia -10sa para el ejercicio de sus derechos civiles, preciso es convenir en que no hay nada más justo que proteger los intereses de la mujer durante el juicio de separación. Principalmente cuando la administración del marido es errónea y cuando éste se halla insolvente, debe incapacitársele para que no pueda perjudicar los intereses de su consorte, cuyos derechos podrían llegar a ser ilusorios. Es porque a la sentencia que decreta la separación, precede un inventario de los bienes, así de los propios de cada cónyuge como de los de la sociedad conyugal, diligencias que entre nosotros suelen demorarse indefinidamente. Además, según ley expresa de nuestros procedimientos, siempre que por el Código de éstos una controversia judicial no tenga señalada tramitación especial, debe sujetarse a las reglas del juicio ordinario, y como por otra parte estos juicios son la materia propia del recurso de casación, podría suceder que si al marido no se recortasen provisionalmente las facultades que por la ley se le conceden como jefe supremo de la sociedad conyugal, la mujer quedará reducida al papel de un espectador que ve disiparse su fortuna sin poderlo remediar. Tal el espíritu del artículo 201 del Código Civil colombiano. Una disposición semejante pero más explícita, es la contenida en el artículo 3.° de la Ley 95 de 1890, aplicable al caso en que la separación demandada por la mujer tenga por causa, no la insolvencia ni la administración fraudulenta del marido, sino una acción previa de divorcio ya iniciada por la mujer y admitida por la respectiva autoridad. Pero si el fundamento jurídico que sirve de base a estas dos disposiciones no se discute, paréceme, no obstante, que convendría señalar el límite de las atribuciones del juez en cada uno de los casos contemplados por ellas y, sobre todo, averiguar si la mujer, para obtener de aquél un auto de medidas proVisionales debe ser obligada a consignar alguna prueba o si, por el contrario, le basta una petición desnuda, tan sólo basada en las afirmaciones hechas por ella en su demanda de separación. Como se ve, las cuestiones son diferentes. La doctrina de los autores se va demasiado al fondo, y deja por entero al arbitrio del juez la decisión en cada caso de lo que él debe entender como más conducente a la seguridad de los intereses de la mujer casada. Mi punto de vista ¡es :naturalmente más modesto: pero llevado a la práctica, se me hace que ha de tener igual importancia. Comenzaré, pues, por ahí. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia CAPITULO l IMPORTANCIA DE LA CUESTI()N Parece a primera vista que si la mujer solicita y obtiene del juez que a su marido se le prohiba hacer ciertas cosas, verbigracia, celebrar contratos que se refieran él los bienes propios de aquélla a los de la sociedad conyugal, que venda o grave con hipoteca c) prenda los unos o los otros, que los arriende por períodos mayores de los que el mismo juez le señale, el nuevo estado de cosas no traspasara los lindes de la familia y que, por tanto, aquello no pasara de ser una ligera anormalidad, en ningún caso funesta para terceros. No es así, sin embargo. Si el marido es el jefe de la sociedad conyugal, y si el haber de ésta y el del marido se consideran respecto de terceros como si fueran un solo patrimonio. de tal manera que los acreedores de aquél pueden perseguir para la efectividad de sus créditos el conjunto de esos bienes, es forzoso admitir que éstos constituyen para los acreedores una prenda común que responde de la totalidad de las obligaciones contraídas por el marido. Ahora bien: en la complejidad de vínculos creados por las relaciones ci viles, no es difícil encontrar casos en los cuales, reducido el marido de un momento para otro a la condición de un relativamente incapaz, sus acreedores no hallen cómo hacer efectivos sus derechos. Veamos algunos casos: Es, por ejemplo, que el marido ha contraído un compromiso para asegurar una obligación por medio de una hipoteca o una prenda. Supongo que aquel compromiso no ha pasado de ser tál, es decir, que lo que ha contraído el marido es una obligación naciente de una promesa celebrada en legal forma, y que llegará a hacerse efectiva a la expiración de un determinado plazo. En el tiempo comprendido por éste se establece contra dicho marido una demanda de separación, y pcndentc juditio se le prohibe la celebración de ningún contrato que pueda afectar los intereses de la mujer. Es evidente que a la expiración del plazo estipulado para dar cumplimiento a la promesa, el marido se hallará incapacitado para llevarla a efecto, de lo cual se pueden derivar perjuicios tanto para él como para el tercero. ° Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia - 12- Llamado el marido para que reconozca una obligación que no consta sino por documento privado, si el llamamiento se hace con posterioridad al auto de medidas provisionales, el reconocimiento que de la obligación hiciera el marido no podría afectar los intereses de la mujer, porque siendo ese reconocimiento una confesión y equiparándose ésta en materias civiles a· una enajenación, quedaría comprendida entre los actos prohibidos por el juez al marido y, por lo mismo, no podría perjudicar a la mujer. Y como puede suceder que el marido no tenga bienes bastantes de su exclusiva pertenencia, el tercero no podría hacer efectivo su crédito. y aunque la prueba de la obligación se hubiera constituido con anterioridad al auto del juez, la conclusión seria la misma, porque aquélla no tendría fecha cierta respecto de terceros sino a partir del día del reconocimiento (artículo 1762 del Código Civil), y es preciso convenir en que si para algo se dictan las medidas provisionales, es para que la mujer quede con respecto a su marido ocupando la condición de un tercero a quien no pueden perjudicar los actos que él ejecute. Conforme a las disposiciones que regulan las sociedades, el socio colectivo responde de las obligaciones contraídas por la sociedad a que pertenece, no sólo hasta concurrencia de su aporte sino también con sus propios bienes. Si al marido, socio colectivo de una compaf'iía, se le incapacita para la celebración de ciertos actos, y si las cargas que eche sobre sí después de la prevención judicial no pueden perjudicar los intereses que tenga la mujer en la sociedad conyugal, puede originarse un grave conflicto entre los intereses de la sociedad a que pertenece el marido, los de la sociedad conyugal, los de terceros contratantes con la compai'iía y los del marido mismo. Porque si el haber de la sociedad conyugal es de tal magnitud que una vez liquidada y repartidos los bienes que la componen, le tocare al marido una porción tal de ellos que sumada a los suyos propios pueda con todos satisfacer sus obligaciones contraídas después del auto de medidas provisionales, éste no habría creado mayores conflictos. Pero las cosas pueden no ser así, y en el caso en que esa porción no alcanzara para aquel objeto, los terceros no tendrían cómo hacer efectivos sus créditos, porque si lo pudieran sobre la porción que de la división de los bienes le tocare a la mujer, el auto de prohibiciones para el ma~ rido quedaría sin efecto. Nada tendría de raro que una mujer, movida por algún sentimiento innoble, promoviera contra su marido una demanda temeraria con la mira de obtener como pronta providencia contra éste un auto por medio del cual lograse colocarlo en la condición de un cuas i-interdicto. En el campo de las suposiciones, las sugeridades por las malas inclinaciones de nuestros semejantes no debieran ocupar lugar preferente; pero la humanidad es esa, y hay que estudiarla como Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia - 13es; y aunque la pluma se resienta al tratar estas cuestiones, no debemos olvidar que al abogado le toca una buena parte en la función de atender las enfermedades que aquejan la parte moral del sér sociable. Caso menos probable, pero siempre posible, sería el de que marido y mujer se pusieran de acuerdo para que ésta intentara ante los tribunales una acción de separación de bienes, con el fin de conseguir para el primero una incapacidad relativa que lo inhabilitara en el cu mplimiento de ciertas obligaciones, con lo cual se defraudaría a terceros. Pero aun prescindiendo de estas consideraciones, quizás demasiado suspicaces, el simple hecho de que a un sui juris se le pueda reducir a menos en el ejercicio de su capacidad civil, me parece que es suficiente motivo de estudio. La petición dirigida por una mujer al juez para obtener de éste que a su marido se le prohiba sin fórmula de juicio la ejecución de gran número de actos que en sus relaciones civiles ordinarias le son permitidos, debe ser meditada por aquél, porque si es verdad que los derechos de la peticionaria pueden llegar a ser ilusorios si al marido se le deja la plenitud de sus facultades dispositivas, la misma razón debe servir para sostener la tesis de que si la acción de la mujer es infundada el marido no tiene por qué sufrir las ligerezas de su consorte en materia tan delicada. Antes de reducir la capacidad legal del marido, siquiera sea provisionalmente, el juez debe meditar. Pero ¿sobre qué principios? Si el ideal supremo de la administración de justicia es que las decisiones del magistrado sean conforme a la verdad de los hechos y conforme a la ley en el derecho, es preciso que ésta y aquéllos sean la norma de toda providencia judicial. De otra parte, como el auto en que se ordenan las medidas provisionales es de los que en el lenguaje del foro se llaman interlocutorios (1), las apelaciones se surten ante el tribunal por un solo magistrado, de donde resulta una verdadera anarquía en las decisiones, pues lo que para unos es conducente, a otros les parece disparatado; de donde resulta una gran instabilídad, que es el mayor defecto en la administraciÓn de justicia. Por todo lo anterior, creo que tiene importancia el estudio detenído de la disposición del artículo 201 del Código Civil. Veamos cuál es, según mi entender, su alcance jurídico. CAPITULO 11 ALCANCE JURIDICO DEL ARTIcULO 201 DEL CÓDIGO CIVIL El Código Civil nacional, sancionado en mayo de 1872, contenía la siguiente disposición: «Podrá el juez dictar, a petición de la mujer, las providencias que estime conducentes para que el marido, como adminis(1) Ha habido Juez que sostenga la peregrina idea de que semejante auto es de mera sustanciación. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia - 14- trador de los bienes de la mujer, no cause perjuicios a ésta-o (Artículo 158, inciso 2.°). Tenemos, pues, que el primer paso que el legislador colombiano dio en el camino de defender los intereses de la mujer, fue en el sentido de protegerla contra los actos que su marido pudiera ejecutar con perjuicio de sus intereses vinculados en sus propios bienes. Se creyó luégo que era conveniente y justo extender la misma acci6n protectora de la ley sobre aquellos otros intereses que la mujer pudiera tener como presunta partícipe de las ganancias de la sociedad conyugal, y en 1890 se dictó la Ley 95, cuyo artículo 3.° dijo: «Podrá el juez dictar, a petición de la mujer, las medidas provisionales que estime convenientes para que el marido, como administrador de los bienes de la mujer, no cause perjuicio a ésta en dichos bienes; ni en lo que le corresponda en los gananciales de la sociedad conyugal-. El primitivo inciso 2.° del artículo 158 quedó así subrogado por el 3.° de la precitada ley. Pero es conveniente adelantar la observación de que estos dos preceptos legales se refieren ambos al caso en que la demanda de separación tenga por fundamento una acción previa de divorcio; por donde aparece ya la duda de si el articulo 201, incorporado en el capitulo que trata de la simple separación de bienes, se refiere a los propios de la mujer y a los que le puedan corresponder en razón de gananciales, o solamente a los primeros. Esta duda crece con la consideración de que el articulo 157 del Códif;{o dice que "al iniciarle la demanda de divorcio, o antes, si hubiere urgencia-, se tomarán por el juez varias providencias mientras dure el juicio. Y como según el inciso 3.° del articulo 1820 de la misma obra, el divorcio trae como consecuencia la disolución de la sociedad conyugal y, por consiguiente, su liquidación, es natural tomar precauciones encaminadas a salvaguardiar los intereses de la mujer mientras dure el juicio. Tal habia hecho el legislador de 1873 imperfectamente, lo que vino a corregir el de 1890. Pero si la disposición del articulo 201 del Código Civil es contemporánea de la contenida en el inciso 2.° del articulo 158, es razonable pensar que la de aquél estaba inspirada en la misma tendencia que ésta, y que aunque la del inciso 2.° haya sido subrogada por la ley de 90, no parece jurídico concluir que aquella otra también lo haya sido; por lo cual estimo que la del artículo 201, no habiendo sido modificada, debe entenderse dentro de los limites sefialados por el espíritu primero que la infirmó. A lo menos éste es el alcance que debe dársele si se atiende a la primera de las causales enunciadas en el artículo 200 como generadoras del derecho de separación, a saber, la insolvencia del marido. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia - 15- En efecto: el término insolvencia es técnico en el lenguaje del derecho, y quiere decir que la persona a quien se aplica se halla en incapacidad de atender al P;¡go corriente de sus obligaciones. Ahora bien: conforme el artículo 1806, el marido es respecto de terceros dueño de los bienes sociales, como si ellos y los suyos propios formasen un solo patrimonio, y los acreedores podrán perseguir tanto los unos como los otros. De donde resulta que si la ley concede a la mujer una acción para demandar la separación de bienes cuando el marido está insolvente, implícitamente reconoce que ni éste tiene bienes ni tampoco la sociedad conyugal, pues si los tuvieran en cantidad suficiente para atender al pago de las obligaciones del marido, éste no estaría insolvente y, por lo mismo, la causal alegada por la mujer no existiría. Mas entonces es forzoso admitir que la acción intentada por la mujer en este caso tiene como objetivo la protección de sus propios bienes, que no están ligados a los compromisos del marido sino en cierta medida que la ley misma establece; pero si esto es así, al auto de medidas provisionales 110 se le debe dar una extensión mayor de la que realmente tiene, habida consideración a los motivos que lo generan. Por donde vengo a concluir que ese auto no puede referirse sino a los bienes propios de la mujer, con la mira de que el marido, como administrador de ellos, no les cause perjuicio. Darle una extensión mayor al precepto del artículo 201 sería sacar la ley del terreno de lo real para hacer recaer sus efectos sobre cosas inexistentes. Pero se dirá acaso que si ni el marido ni la sociedad tienen bienes, por cuanto las precauciones tomadas por el juez respecto de esa nada, en nada pueden afectar la situación real de aquél, no importa extender esas precauciunes para el caso en que durante el juicio varíe dicha situación. Mas es preciso no olvidar que el fallo que ha de poner término al juicio, debe situarse en el momento de la litis contestación, y que cualquier hecho sobrevinicnte en nada debe alterar la situación jurídica creada por aquel fenómeno. Por otra parte, si la mujer afirmare que su marido está insolvente sin estarlo, no comprendiendo el auto de medidas provisionales sino los bienes propios de aquélla, en nada se afectaría la capacidad del marido en cuanto a los de la sociedad conyugal, y la mujer no habría logrado su propósito de reducirlo a la condición de un capitis minutus por medio de una demanda temeraria. Luego las medidas provisionales en el caso de simple separación según el espiritu del articulo 200, sólo debe referirse a los bienes propios de la mujer. Estudiemos la segunda causal consignada es decir, la de administración fraudulenta. en el artículu Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 200, - 16La palabra fraude, según 10 observa Escriche, se toma en el lenguaje vulgar como sinónima de engaño, pero en su significación técnica es el hecho de frustrar la ley o los derechos que de ella se derivan. De manera que la expresión administración fraudulenta de que se vale el artículo antes citado, da idea de hechos ejecutados por el marido para burlar los derechos que la ley reconoce a la mujer en los bienes de la sociedad conyugal o en los que hubiere aportado al matrimonio. En este orden de ideas, hay que suponer que el legislador quiso dar protección a los intereses de la mujer, no sólo en relación con sus bienes propios sino también en los que le puedan corresponder en razón de gananciales. Pero surge aquí otra cuestión. Las providencias conservativas a que se contrae el artículo 3.° de la Ley 95 no pueden tomarse por el juez sino en presencia del certificado de que hace mención el inciso 2.° del artículo 4.° de la misma ley; es decir, que si el juicio de separación tiene como causa el divorcio, es menester que por la mujer. se acredite que la demanda de aquél ha sido admitida. Se requiere una prueba que haga siquiera verosímil la existencia de la causa que debe poner fin a la sociedad conyugal. ¿ No será necesario un requisito semejante cuando el motivo de la disolución de la misma sociedad sea la administración fraudulenta del marido, y la mujer solicite del juez las providencias conservativas a que se refiere el artículo 201? La respuesta afirmativa parece indicada por la justicia. Un auto de medidas provisionales implica para el marido la disminución de su capacidad civil, una capitis deminutio, como decían los romanos, y una providencia de tales consecuencias no se debe dictar de buenas a primeras por el solo hecho de que una mujer se presente al juez demandándola. No es ésta, sin embargo, la opinión de algunos jueces y magistrados. Fallos conozco reñidos con la idea que dejé antes expuesta; pero a pesar de todo, creo que la práctica de incapacitar al marido con el pretexto de que eso no será sino mientras dure el juicio, y sin que por parte de la mujer se haya establecido aunque sea la verosimilitud de los hechos en que funda sus pretensiones, es contraria a los fines de la jurisprudencia y, por tanto, inconciliable con los sanos principios de la lógica jurídíca. Porque si la mala fe no se presume y quien la afirma de su adversario es obligado a probarla,. no encuentro razón para eximir de esta obligación a la mujer que afirma ser fraudulenta la administración de su marido. Se contestará a esa observación que evidentemente no se la exime y que tanto es así, que su demanda se somete a los trámites de un juicio ordinario, que es el más amplio y en el cual el marido puede hacer valer sus medios de defensa en cuanto a la prueba y en cuanto al derecho. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia -- 17 - Eso es verdad; pero ya vimos que ese JUICIO es demasiado largo y lento, y si diez años dura, diez años ha de quedar el marido en estado de interdicción con solo el auto de medidas provisionales. La objeción de que me hice cargo no resolvería, pues, la cuestión, porque aun en el supuesto de que léI sentencia definitiva le fuera adversa al m;uido, hasta entonce:s no se demostraría que los temores de la mujer con relaciÓn a la administración de éste eran fundados. y por el contrario, si la sentencia le es favorable, el juez tendría que reconocer que obró desacertadamel11e al colocarlo en una cuasi-interdicción, sin un fundamento de hecho que hubiera justificado tal providencia. En resumen; Si la separación tiene por causa el divorcio, las providencias conservativas del juez pueden referirse tanto él los bienes propios de la mujer como a los que le pueden curresponder en razón de gananciales; pero entonces es preciso acreditar que la demanda de divorcio ha sido admitida. Si la separación tiene por causa la insolvenciél del marido, las providencias del Juez no pueden referirse sino a los bienes propios de la mujer; y entonces debe probar, siquiera sea sumariamente, que tiene bienes propios. Si la separaciÚn es causada por la administración fraudulenta, las providencias del Juez pueden referirse tanto él los linos bienes como a los otros; mas en este caso toca establecer a la mujer, aunque sea de una manera sumaria, la verosimilitud de la causa, motivo de la separación. y veamos ya el fundamento legal que existe para exigir esta prueba sumaria. CAPITULO 1lI LA PRUEBA SUMARIA No es únicamente la mujer casada la que puede ser perjudicada en sus intereses por causas extrañas a su voluntad, dimanadas de un acto ético. Cualquiera penwna natural o jurídica en quien la ley reconozca derechos que requieran para su efectividad el ejercicio de una acciÓn, puede ser perjudícada por los actos de un tercero que le está obligado, tanto como la mujer puede serio por su marido, a causa de lIna maja administración. En ocasiones un acreedor ve cómo su dcudor disipa sus haberes inconsideradamente llegando de esta manera gradualmente a la insolvencia, con la cual quedará incapacitaJo para solucionar sus obligaciones. Otras veces el titular de un derecho real observa cómo la cosa materia de su derecho es destruida o empeorada por el que está obligado a restituírsela, o tiene conocimiento de que la per2 Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia - 18- sona contra quien le será preciso instaurar alejar del lugar donde debe ser demandada. una acción se va a En todos estos casos existe para el titular del derecho real o personal un peligro inminente de que aquél le resulte ilusorio. La ley le proporciona entonces los medios conducentes a obtener la seguridad de sus intereses mientras dure el juicio correspoRdie'lte,. mediante el cual necesita hacer valer su derecho. Son infinitos los casos que pueden presentarse, por 10 que creo que el legislador, en vez de consagrar en cada relación jurfdica la facultad para el acreedor de recurrir ante la justicia en demanda de una providencia con la cual se incapacite provisionalmente a su deudor para hacer daño a sus derechos, juzgó más cuerdo y científico disponer, de una vez por todas, que el titular de un derecho, si considera que puede ser burlado, tiene acción para pedir al Poder Público que le dé la protección debida. Así 10 hizo, y al efecto dijo: «Para evitar que el juicio sea ilusorio en sus efectos, si la cosa demandada fuere mueble o semoviente y se me temiese que el que la tiene la trasponga, empeore o disipe, comprobado esto por el actor con una información sumaria de dos o más testigos, el Juez dispondrá que la cosa se deposite o ponga en secuestro, a cargo de una persona de responsabilidad y buen crédito», (Articulo 372 del Código Judicial). Este artículo, como todos los que antes del afto de 1907 integraban el parágrafo 2.° del Capítulo V del Libro 2.° del Código Judicial, fue derogado expresamente por el artículo 178 de la Ley 40 de ese afto; pero el espíritu de las disposiciones legales que vinieron a reemplazarlo es el mismo. Con la denominación genérica de -acciones accesorias del demandante,. reglamenta el Libro 2,° del Código Judicial, en su Capitulo V, el derecho que pudiéramos llamar de perseguir antes del juicio lo que se nos debe. Entre los romanos los incidentes de esta misma especie eran también objeto de una acción previa, y recibían el nombre de prejuditia. ¿Son, propiamente hablando, una acción y nada más que eso? ¿O participan en cierta manera de los caracteres de un derecho? 0, en otros términos: ¿Las leyes que los sistematizan son netamente procedimentales o sustantivas? Creo que participan de ambos Célfacteres. El reconocimiento de todo derecho por una leyes alg'l muy sustancial que indudablemente la coloca en la categona a que pertenecen los preceptos puramente sustantivos; la manera de hacer efectivo ese derecho es cuestión de procedimiento, y la ley que lo establece es adjetiva. Siendo esto así, veamos algunas de las disposiciones contenidas en el Capítulo V del Titulo 2.° de nuestro Código de procedimientos. El artículo 365 de éste dice: Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia - 19- «Antes o después de presentada una demanda puede el interesado pedir que se arraigue la persona que ha demandado o va a demandar, pero para esto es necesario que compruebe sumariamente que esa persona es su deudor y que se teme con razón que se ausente con perjuicio de su acreedor». El artículo 8.° de la Ley 40 de 1901 se expresa así: «La persona que se crea con derecho a perseguir cosas muebles que pueden ser sustraídas, transportadas, ocultadas, empeoradas o disipadas, puede pedir, antes de establecer la demanda, el secuestro de ellas al Juez del lugar en donde se encuentren». Preceptos semejantes contienen los artículos 9, 10, 11 Y 14 de la misma ley. Evidentemente todos ellos son para mí puramente sustantivos, y bien pudieran hallarse diseminados en el cuerpo del Código Civil, cuandoquiera que fuese necesario para la seguridad de los intereses de alguna persona, como lo están en sus respectivos lugares las disposiciones que procuran la efectividad de los derechos de la mujer casada que pretende seguir contra su marido un juicio de separación de bienes. y recíprocamente, las últimas a que me he referido pudieran colocarse en un parágrafo especial del ccpítulo correspondiente a las acciones accesorias del demandante. ~on, pues, éstas y aquél1as de la misma naturaleza, persiguen un mismo fin. Hasta puede sostenerse que si las referentes a la seguridad de los intereses de la mujer no existieran, la extensión que por analogía puede darse a ciertos mandatos del legislador, según principios de hermenéutica legal, podría tener en este caso plena aplicación. Es semejante el derecho de que vengo hablando al que los expositores l1aman de retención, reconocido por la ley a ciertos acreedores: al vendedor a plazo que se ve en peligro inminente de perder el precio de la cosa vendida (artículo 1882 del Código Civil); al arrendador sobre ciertos muebles del arrendatario, para garantizarse el pago del precio del arrendamiento (artículo 2000 ibidem); al mandatario sobre las cosas que se le hayan entregado por cuenta del mandante para asegurarse de las prestaciones a que éste le fuere obligado (articulo :i88 ibídem); y al comodatario sobre la cosa que le hubiere sido prestada para hacer efectivas las indemnizaciones a que estuviere obligado su prestamista en Jazón del contrato. Sólo que para éstos, el hecho de tener en su poder las cosas sobre las cuales la ley les reconoce el derecho de retención, les facilita grandemente la efectividad de sus créditos; en tanto que el que /10 está en esas condiciones privilegiadas se ve precisado a impetrar una providencia judicial que lo coloque en análoga situación. Pero si los procedimientos son diversos, el derecho, en el fondo, es el mismo: es un desarrollo del principio de que el patrimonio de las personas constituye la prenda com~n de sus acreedores. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia - 20- Son estas consideraciones las que me han hecho creer que las llamadas acciones accesorias del demandante son, más propiamente hablando, un derecho, para el ejercicio del cual la misma ley que entre nosotros lo reconoce, señala el procedimiento. Por esto he dicho que aquella ley, por unos aspectos es sustantiva, y por otros procedimental. Hay, pues. una identidad jurídica entre las disposiciones de los artículos 363 del Código Judicial, 8.°, 9.°, 10, 11 Y 14 de la Ley 40 de 1907, y las contenidas en el 3.° de la Ley 95 de 1890, y 201 del Código Civil. Si existe alguna diferencia entre ellas es en cuanto a la extensión del derecho que por unas y otras se reconoce, yeso no siempre, porque puede suceder que un deudor, aun enajenando a favor de su acreedor todo su patrimonio, no alcance a Iibertarse por entero de sus obligaciones, y entonces ese acreedor podría, conforme al artículo 10 de la ley de 1907, pedir el embargo y secuestro de todos los bienes de su deudor, para conseguir lo cual no tendría sino que individualizarlos. Mas bien podría sefíalarse alguna diferencia diciendo que en el caso de la mujer casada, el auto del Juez acarrea una incapacidad propiamente dicha, es decir, un fenómeno de orden subjetivo y personal con respecto al marido, en tanto que el mismo auto, en los casos de embargo y secuestro preventivos, tiene un efecto de orden objetivo, en cuanto recae directamente sobre los bienes del deudor. Pero es de observarse que las leyes del secuestro y embargo, a la vez que reconocen un derecho, sef'lalan también el procedimiento Que debe seguirse para hacerla efectivo; en tanto que las que consagran derechos semejantes a favor de la mujer casada nada dicen acerca del procedimIento. Parece entonces lógico llenar el vacío de estas últimas con l<l suficiencia de las primeras. Asi es como he llegado a convencerme de que las providencias judiciales de carácter provisional que incapacitan al marido en el caso de una separación de bienes, requieren, para ser fundadas, una prueba sumaria que debe suministrarse por la parte actora. Intentaré discurrir sobre el alcance de esta tesis, relacionándola con las formas que pueden afectar algunos intereses de la mujer casada. CAPITULO ALGUNOS INTERESES IV DE LA MUJER CASADA No trataré en este lugar, claro es, de aquellos intereses que la mujer puede tener como dimanados del matrimonio considerado en sí mismo y sin relación a los bienes, y que están de- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia - 21 - terminados por la ley civil en el Título 9.° del Código de este ramo, por /lO ser ello el ohjeto principal de mi estudio. La materia que me he propuesto considerar tiene más directa relaciÓn con algunas de las disposiciones contenidas en el título que trata de la sociedad conyugal. Tocaré, pues, sin profundizarlas, con algunas de ellas, y sólo para relacionarlas con la cucstiÚn principal: la regla del articulo 201. De los bienes que cualquiera de los cÓIlyu~es aportare al m:1trimonio, unos siguen pertcneciendo en propiedad al aportantc, y otros, por ministerio de la ley, pasan a Ser de la sociedad conyugal por el solo !Jecho del matrimonio, ql1cdándole a aquel de los cónyuges que los hubiese aporta.Jo un derecho de acrcencia contra la misma sociedad, que se hará exigible con la disolución de la misma. Como se ve, el interés que la mujer pueda tener en prevenir un perjuicio para sus intereses, es más o menos grande, segÚn sea la calidad de los bienes que hubierc aportado o, en otros términos, segÚn sea mayor o menor el riesgo que ellos corran en manos dcl marido. Conserva la mujer su título dl' dueñ~ sobre los bienes i/lmuebles que hubiere aportado, con la excepción consignada en el numeral 6.° del artículo 1781 del C(¡digo Civil; y pierde esa calidad sobre los dineros, las cosas fungibles y especies muebles, los cuales, conforme a los numerales 3." y 4." del mismo artículo, pasan a la sociedad conyugal con cargo par,) ésta de restituir su valor. Hay otros bienes que sin ser inmuebles debe restituir en especie el marido a la mujer, cuales son, verbigracia, las cosas que a éste se le hubiesen donado o asignado a cualquier otro titulo gratuito. Por lo que respecta tanto a los inmuebles como a los bienes de que trata el anterior aparte, los derechos de la mujer están bastantemente bien asegurados por la ley {lb initio, porque para la enajen.:¡ción o gravamen de los primeros se requieren ciertos requisitos que por si solos son suficiente garantía; y por lo que hace a esos otros, la enajenación ha menester para su validez el consentimiento de la mujer. SegÚn esto, es difícil concebir un acto exclusivo del marido que redundara en perjuicio tle la mujer, por lo cual creo que el fundamento del precepto contenido en el articulo 201 no puede ser el temor de quc aquél transfiera la propiedad dl~ tales bienes, porque si asi lo hiciera, los derechos de la mujer no se harían efectivos por el solo fallo que decretara la separaciÚn, sino que, además, le sería nccesario ejercitar una acción reivíndicatoria para recuperarlos. Pero podría suceder que una vez obtenida la ¡;orrcspondiente licencia judicial para la enajenación e hipotecación de algÚn in- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia - 22mueble de los que para serIo necesitan ese requisito previo, la mujer descubriera en el marido la intención comprobable de defraudarla, consistente esta en el propósito de destinar el producto de la enajenación a objetos distintos de los que demandan la utilidad o necesidad de la mujer; y ocurre preguntar si en este caso podría ella valerse del recurso a que se refiere el artículo 201, intentando al efecto una demanda de separación. Indudablemente la equidad se pronuncia por la afirmativa, porque siempre será más cuerdo evitar el mal que remediarlo; pero la cuestión no tiene la misma solución considerada por su aspecto legal. En efecto: la legislación positi va no extiende su acción sino sobre los actos externos del hombre; y en este orden de ideas, los que no se hayan exteriorizado no pueden ser objeto de una prescripción como la contenida en el artículo a que he hecho referencia. Podría argUirse, no obstante, que el fundamento de dicho precepto es la simple posibilidad de que el marido cause perjuicio a los intereses de la mujer, y que si para algo se dictan las medidas provisionales, es precisamente para evitar la consumación del perjuicio; pero no hay que olvidar que la disposición cuestionada forma con la contenida en el artículo 200 una unidad jurídica indivisible y que, por lo mismo, el auto de precauciones tiene como base la demanda de separación, de la cual no es más que un simple accesorio; de donde resulta que un acto que aún no se ha ejecutado no puede calificarse, aunque su comisión sea inminente, por lo cual en el supuesto que he hecho, no podría decirse que el marido administra fraudulentamente, y no existiendo esta especie de administración, que sería la causal valedera en este caso, la acción de separación no prosperaría; y no siende viable la acción principal, menos puedo serio la accesoria. Pero en el terreno de la práctica las cosas suelen no considerarse así, porque los sistemas procedimentales establecidos no tienen en cuenta estas observaciones, y le señalan mayor importancia a la acción accesoria con que la mujer pide las medidas conducentes a la seguridad de sus intereses mientras dure el juicio, que al resultado mismo de éste, lo que está refiido con los principios. El artículo 653 del Código, al clasificar los bienes en cosas corporales e incorporales, y el 654 al decir que las cosas corporales se dividen en muebles e inmuebles, parecen dejar comprender que los que consisten en cosas incorporales no pueden clasificarse como lo hace este último respecto de los bienes corpóreos; pero es doctrina generalmente admitida por los autores y aun por algunas legislaciones, como lo nuestra, la de que los bienes ¡ncorporales tienen la calidad de las cosas a que se refieren. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia -23Importante sería establecer si la distinción entre bienes incorporales muebles e inmuebles tiene :lIgún interés práctico o si, por el contrario, debe dejarse en el campo de las disquisiciones puramente especulativas. Por lo pronto tenemos la disposición consignada en el artículo 667, según el cual los derechos y acciones se reputan muebles, según lo sea la cosa en que han de ejercerse o que se debe. Y agrega que el derecho de usufructo sobre un inmueble es inmueble, y que lo es también la acción que tiene el comprador para pedir la entrega de la finca comprada. No parecen propios los términos en que se expresa dicho artículo cuando dice que las acciones son bienes incorporales, porque en el lenguaje estrictamente técnico, la acción es el medio de hacer valer un derecho en juicio, de donde se deduce que ella es un adherente del derecho mismo, del cual, no pudiéndose separar, no puede considerarse como un bien distinto. Hecha esta salvedad, la cuestión que acabo de plantear, tiene interés práctico en relación con el punto principal de mi tesis, porque si se dice que los derechos incorporales inmuebles siguen en su régimen legal todas las prescripciones del derecho positivo, regirían para ellos en cuanto fueran de la mujer casada, todas las restricciones y modalidades de que son susceptibles la enajenación y gravámen de dichos bienes. Esa parece ser la conclusión a que debe llegarse, sobre todo si se tiene en cuenta que en último análisis los bienes incorporales inmuebles son precisamente los derechos reales constituidos sobre inmuebles, con excepción del derecho real de herencia, que puede afectar las dos formas, según sean los bienes sobre que versa re. Ahora bien: en la expresión enajenar de que se vale el artículo 1810 del Código Civil, queda comprendida la constitución de todo gravamen en aquellos bienes, y conforme a los principios, la limitacióu del derecho de dominio es un gravamen impuesto sobre él. Veamos ya la suerte que pueden correr los intereses de la mujer respecto de aquellos bienes cuya propiedad se pierde para ella por el hecho del matrimonio. Son, como ya quedó expresado en otro lugar, los dineros, las cosas fungibles y especies muebles. Como respecto de éstos la sociedad adquiere su dominio por el solo hecho del matrimonio, el marido puede disponer de ellos a su arbitrio, quedándole a la mujer tan sólo un derecho de acreencia en contra de la sociedad. El peligro para los intereses de la mujer en este caso sería mucho mayor; y entonces debe tener plena aplicación la disposición del artículo 201; pero es entonces cuando la actora debe com- Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia - 24probar sumariamente que la sociedad le es deudora y que hay razones fundadas para estimar que sus intereses corren grave peligro (1). Bogotá, noviembre 11 de 1919. Vista y aceptada. JOSÉ M. GONZÁLEZ VALENCIA. (1) Esta tesis fue sostenida ante el Tribunal de Cundinamarca en un juicio de separación iniciado ante el Juzgado 0.° del Circuito de Bogotá, el día 2 de mayo del corriente a~o. El escrito que la sustenta, aunque no lleva mi firma, siempre es mio, lo cual me veo predsado a anotar para evitar equivocaciones. Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia INDICE ANALITICO Páginas. INTRODUCCIÓN.-El articulo 201 del Código Civil.-Espíritu que lo informa.-EI artículo 3.° de la Ley 95 de 1890. Es aplicable sólo al caso de divorcio.-Un modesto punto de vista CAPiTULO l.-Importancia de la cuestión.-Las provídencias conservativas del articulo 201 pueden ser funestas para terceros.-Algunos casos de frecuente ocurrencia. -Posibilidad de una demanda infundada. -Posible inteligencia entre la mujer y el marido para hacer dal'io a terceros.-Supremo ideal de la administración de justicia. Falta de unidad en la jurisprudencia de los Tribunales ... CAPiTULO n.-Alcance jurídico del artículo 201 de Código Civil colombiano.-Un precepto subrogado.--Convenienda y justicia de tal determinación.-- Si el artículo 3.° de la Ley de 90 no subrogó sino al inciso 2.° del 158 del Código, el 201 de éste no se refiere sino a los bienes propios de la mujer.-Alcance del artículo 201 en relación con el 200.-Examen de la primera causal.-Lo Que es la insolvencia.-EI fallo debe referirse a la situación creada por la Iitis contestación.-Análisis de la segunda causal enunciada en el artículo 200.-Debe preestablecerse.-Un resumen CAPiTULO III.-La prueba sumaria.-La petición de medidas provisionales pedidas por la mujer es una caución accesoria.-Su comparación con las de esta clase reglamentadas por el Capítulo V, Libro 2." del Código Judicial. Leyes sustantivas y procedímentales.--Semejanzas con el derecho de retención.-Sus diferencias CAPiTULO Iv.-Algunos intereses de la mujer casada.-Distintas clases de bienes que puede aportar al matrimonio. Riesgos que pueden correr éstos. - Seguridades suficientes en cuanto a los inmuebles.--Los requisitos exigidos por el articulo 181O.-Breves consideraci0nes sobre bienes corporales e incorporales.--Requisitos que deben exigirse con la acción accesoria consagrada por el articulo 201 Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia 9 11 13 17 20