LA DICTADURA FRANQUISTA ENTRE 1959 Y 1975: ASPECTOS SOCIALES, POLÍTICOS Y ECONÓMICOS. ASPECTOS POLÍTICOS.La segunda etapa del régimen de Franco se abre prácticamente en los años sesenta, una década extraordinaria para la sociedad española, en la que se convirtió en una sociedad industrial. Durante la década de los años sesenta se producen en España cambios sociales y económicos que condicionan una gran parte de la contemporaneidad española. El régimen franquista, que ha sobrevivido a la etapa autárquica gracias al nuevo clima internacional de la guerra fría, inicia, con la ayuda de los Estados Unidos y de los organismos económicos internacionales, una amplia operación de ajuste y liberalización de la economía española. En la segunda remodelación de gobierno que tuvo lugar en 1957, entraron como ministros los primeros tecnócratas del OPUS DEI (Institución católica fundada por José María Escrivá de Balaguer en 1928 y dedicada al fomento y propagación de la moral católica), que será muy influyente en la España de los años sesenta. La política del régimen iba a experimentar un sensible cambio, que, sin alterar para nada sus bases dictatoriales y profundamente antidemocráticas, iniciaría una reorientación de la política económica basada en el abandono de la autarquía. La tecnocracia daba más importancia al progreso económico que a los principios políticos. El objetivo era liberalizar la economía española e integrar a España en el mercado capitalista occidental. Desde 1957 hasta comienzos de los años 70, los ministerios claves en la economía se entregaron a hombres procedentes del OPUS DEI. Su objetivo era liberalizar la economía española, integrar a España en el mercado capitalista occidental y justificar el régimen por sus resultados económicos. Los ministros pertenecientes al Opus Dei fueron aumentando su número, hasta que ya en 1969 se habla, por primera vez, de un gobierno monocolor por el predominio de los ministros pertenecientes a esta institución. Una nueva orientación católica, que se apartaba de la ideología falangista, hizo que pasaran a controlar también, sectores como la educación, la información, la justicia. En 1962 se creó la figura del vicepresidente del gobierno, cargó que ocupó desde 1967 Luis Carrero Blanco, quien se convirtió en el indiscutible hombre fuerte del régimen. En 1970 el cargo de vicepresidente se convirtió en el de Presidente del Gobierno. La última Ley Fundamental, la Ley Orgánica del Estado de 1967, pretendió ser una culminación y recapitulación de todas la Leyes Fundamentales anteriores. El régimen dijo entonces que ésta representaba la definitiva “Constitución” española. La Ley de Sucesión de 1969 estableció el mecanismo de la sucesión de Franco en Don Juan Carlos que prestó su juramento de fidelidad a los Principios del Movimiento, recibiendo el título de príncipe de España. No se trataba de un regreso a la anterior Monarquía, sino de la instauración de una nueva, aunque con la misma dinastía Borbón. ASPECTOS ECONÓMICOS.A partir de la década de los sesenta se pone fin a la autarquía económica, y entre esta fecha y hasta 1974 la economía experimentó un proceso de transformación sin precedentes. Es la época de la tecnocracia y el desarrollismo. España se incorporó al reducido grupo de países industriales y este hecho se debió a la fase expansiva dominante entonces en la Europa más desarrollada, es decir, a la coyuntura económica internacional, y también a la base industrial interna consolidada en nuestro país a lo largo del siglo. Las primeras medidas del nuevo equipo económico que se formó en 1957, intentaban atajar el alza de precios y el alarmante déficit: se subieron los tipos de interés, se reformó el sistema fiscal para garantizar mayores ingresos a la Hacienda, se congelaron los sueldos públicos … En 1958 España entra en el FMI y en el Banco Mundial, y tras dar garantías de que se estaba preparando un plan de reforma económica, ambos organismos y los EEUU se comprometieron a financiarlo. El Plan de Estabilización de 1959 contribuyó al fin de la autarquía y a la concesión de préstamos por parte de los organismos internacionales con el fin de hacer frente al agotamiento de las reservas de oro y divisas y salvar el equilibrio entre importaciones y exportaciones, y significó también el inicio de la etapa final de la industrialización en España. A cambio de estas ayudas, el gobierno español se comprometía a reducir el intervencionismo y a suprimir las trabas burocráticas, a reducir los salarios y el dinero en circulación, al recorte del gasto público, así como a la apertura de la economía española a las inversiones extranjeras y a las mercancías del exterior. El resultado inmediato fue un fuerte parón económico, pero los objetivos de reducción drástica del déficit y la acumulación de capitales se cumplieron, de modo que a partir de 1961 se inicia un relanzamiento de la economía española que se basó en el aumento del sector industrial y de servicios y que permitió un proceso de modernización que afectó profundamente a la sociedad española. Se promulgaron tres Planes de Desarrollo que centraron su interés en el sector industrial y que intentaban orientar, más que dirigir, las inversiones privadas. Se trataba de conseguir en un periodos de tres años una serie de objetivos de crecimiento en sectores claves mediante incentivos fiscales, ayudas a la exportación y subvenciones estatales. Se emprendieron dos grandes líneas de actuación: a.- Solucionar las deficiencias estructurales, como las pequeñas dimensiones de las empresas y su baja productividad. b.- Crear polos de desarrollo para reducir los desequilibrios económicos regionales promoviendo nuevas industrias en zonas de escasa industrialización. La planificación no fue la causa del dinamismo económico de los años 60, ya que las previsiones de los planes no se cumplieron, y se debe más a que la iniciativa privada confiaba más en la coyuntura internacional que en la planificación estatal. De todas maneras hubo un proceso de gran expansión económica y de gran desarrollo de la industria. La atracción que el crecimiento de la industria produjo sobre la mano de obra provocó un intenso trasvase de trabajadores campesinos que emigraron hacia las grandes ciudades. Al mismo tiempo, otra oleada de trabajadores en paro se veía obligada a buscar empleo en los países europeos. El resultado fue el alza de los salarios en el campo, al disminuir la oferta de mano de obra, lo que a su vez impulsó la mecanización de las tareas agrícolas y la consiguiente demanda de bienes industriales por parte del sector agrario español. Así modernización agrícola y despoblamiento del interior fueron fenómenos paralelos. El proceso de expansión industrial se basaba en los bajos salarios y en la acumulación de capitales generada durante los años cincuenta, a la que vino a sumarse la masiva introducción de inversiones extranjeras en los sectores punta del proceso de crecimiento. Como, además, la tecnología procedía del extranjero la economía española pasó a depender por completo del exterior. El déficit de la balanza de pagos se cubrió gracias a tres recursos: en primer lugar los ingresos procedentes del turismo, ya que durante el segundo franquismo España fue la meta de millones de turistas europeos: franceses, británicos y alemanes principalmente, cuyos países se encontraban en pleno boom económico después de la recuperación de los desastres de la Segunda Guerra Mundial. Los turistas llegaban a nuestro país atraídos por los precios bajos, por el carácter abierto de los españoles, por el sol permanente y las playas espléndidas en un medio costero todavía sin degradar. El turismo, además de enjuagar la balanza de pagos con las aportaciones de muchos millones en divisas, produjo en nuestro país otros efectos no siempre positivos como fue un cambio importante en la estructura de los sectores productivos, una masificación de la oferta lo que atrajo un turismo de escasa capacidad económica, y un deterioro importante del paisaje natural. En segundo lugar la entrada de inversiones extranjeras a largo plazo que se computaba como ingresos por la Contabilidad Nacional. El sector energético, el químico y el de automoción fueron los más penetrados por el capital extranjero. Y por último, las aportaciones de los emigrantes, que enviaban buena parte de sus ganancias en Europa para el mantenimiento de sus familias, y que significaban una buena cantidad de divisas añadidas para la economía española. Nuevos bloques de viviendas y multitud de pequeños negocios surgieron por doquier, financiados con los ahorros de los emigrantes que empezaron a regresar al país a partir de los años setenta. Sin ello no hubiera existido el milagro económico español ya que hubiera sido imposible importar la tecnología que revolucionó la producción, Los principales beneficiarios de este crecimiento económico fueron la Banca y los grandes grupos industriales, que consiguieron el apoyo económico mediante exenciones fiscales. A pesar de todo esto, a comienzos de los años setenta la renta por habitante española seguía siendo muy inferior a la de las economías europeas más avanzadas. El crecimiento económico español, desde la entrada en vigor del primer Plan de Desarrollo, hasta el impacto de la crisis del petróleo de 1973, representó una transformación profunda de las estructuras productivas y la apertura de la economía hacia el mercado y hacia el capitalismo mundial, cambio sustancial que, al mejorar las condiciones de vida y cambiar la mentalidad social de los españoles permitió superar las secuelas materiales y espirituales de la Guerra Civil. CAMBIOS SOCIALES Y CULTURALES.A pesar de la industrialización, como hubo una mejora tecnológica, se ahorró mano de obra y aumentaron las cifras del paro. En el interior hubo importantes desplazamientos de población de unas comunidades a otras y, principalmente, desde las zonas del interior, Galicia y Extremadura, hacia Cataluña y al País Vasco fundamentalmente, dejando patente las enormes diferencias en el dinamismo económico de las distintas áreas geográficas. Otras zonas de atracción eran Madrid, Navarra y la actual Comunidad Valenciana. En el exterior hubo una masiva emigración hacia Europa. Más de un millón trescientos mil españoles, la décima parte de la población activa, tuvo que trasladarse a otros países para encontrar trabajo; Francia y Alemania fueron los principales destinos. Otros importantes cambios experimentados por la población son: aumento de la población urbana, aumento del número de obreros industriales que va a influir en el nacimiento de un nuevo movimiento obrero y de un nuevo sindicalismo, un incremento de las clases medias, nuevos comportamientos sociales (débil incorporación de la mujer al trabajo, un cambio en la mentalidad de la población, incluso en el terreno religioso) y culturales (aumento de la población escolarizada, desde la enseñanza primaria a la Universidad y aumento de las inversiones del estado en el sistema educativo con la consiguiente disminución del analfabetismo; entrada en España de forma clandestina de numerosas publicaciones prohibidas, y aumento de la información relacionada con el exterior). Finalmente en esta etapa se proclama la Ley General de Educación de 1970 y un sector de la Iglesia española comenzó a distanciarse algo del régimen y experimentó una apertura de la mano del Concilio Vaticano II. Proliferaron las declaraciones de la jerarquía católica contra el franquismo, sobre todo entre los sacerdotes vascos y catalanes. También mostró una actitud crítica hacia el sistema el cardenal Vicente Enrique y Tarancón, arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española. Algunos sacerdotes y religiosos (los llamados curas obreros) colaboraban incluso con el movimiento obrero y con el PCE Aunque la oposición antifranquista dio sus primeros pasos en los años cincuenta, ésta no se organizó y renovó seriamente hasta los sesenta. El crecimiento de esta oposición en el interior se debió en gran medida al gran cambio social que se estaba operando en el país: había aparecido una nueva clase obrera en las nuevas industrias, una nueva burguesía que pedía más democracia y la oposición intelectual, especialmente en la Universidad, se hacía más agresiva. Así pues, los principales sectores de la oposición son: 1.- La nueva clase obrera y los Sindicatos, sobre todo UGT y CC.OO., clandestinos pero que adquieren un papel importante a partir de la Ley de Convenios Colectivos de 1958, que permitía aprovechar desde dentro las posibilidades que el sindicalismo del régimen daba para actuar. 2.- Los viejos partidos políticos, PCE y PSOE, que se renovaron en estos años, y también aparecieron nuevos partidos a la izquierda y derecha de estos. Una de las acciones que tuvo mayor repercusión fue lo que los periódicos franquistas llamaron “el Contubernio de Munich” del año 62, y que fue la coincidencia por primera vez de la oposición española en el exilio y de los llegados desde el interior de España; en Munich se pidió la desaparición del régimen y el paso a una España democrática. Los asistentes fueron encarcelados o desterrados a su regreso. En el periodo final del franquismo empezaron a promover manifestaciones importantes los partidos nacionalistas regionales en aquellos lugares donde existía una tradición nacionalista. 3.- Aparición de organizaciones estudiantiles al margen del oficial SEU, de afiliación obligatoria. Tenían tendencias políticas diversas y estaban en relación con los partidos. 4.- Surgen movimientos sociales como asociaciones de vecinos, agrupaciones culturales, que entraron en una política de oposición más o menos abierta al régimen. En los años sesenta hubo manifestaciones masivas en las calles y un gran aumento de la conflictividad laboral. 5.- El terrorismo político se incrementó. La organización terrorista más importante fue ETA, un movimiento revolucionario creado en 1959 por jóvenes nacionalistas vascos descontentos con la pasividad del PNV. En la práctica, esta organización derivó hacia el independentismo radical y el leninismo, y llevó a cabo asesinatos, secuestros y chantajes a empresarios en una supuesta lucha armada contra las autoridades de España y Francia que impiden, según su visión, la libertad del pueblo vasco. Aparecieron además otras organizaciones terroristas de extrema izquierda, como el Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico (FRAP) y los Grupos Revolucionarios Antifascistas Primero de Octubre (GRAPO). Ante la oposición, la única respuesta fue la represión, para lo cual se creó en 1963 el Tribunal de Orden Público (TOP). Los consejos de guerra y las ejecuciones se convirtieron en escándalos en el ámbito internacional y sirvieron para difundir la propaganda antifranquista dentro y fuera de España. Entre ellos cabe destacar el fusilamiento del dirigente del PCE Julián Grimau (1963), el conocido como proceso de Burgos, instruido contra ETA (1970) y el proceso 1001, en el que se juzgó a dirigentes de Comisiones Obreras. Aún en 1974 se produjo la ejecución del anarquista Salvador Puig Antich. La extrema derecha (Guerrilleros de Cristo Rey) organizó constantes provocaciones y atentados presionando para que el régimen no cediese en absoluto a las reivindicaciones de la oposición. CRISIS FINAL DEL RÉGIMEN.Los cambios económicos y sociales no fueron paralelos a un cambio político. Esta contradicción va a generar una crisis en esta etapa final, que se acentúa con el atentado del Vicepresidente Luis Carrero Blanco por la banda terrorista ETA el 20 de diciembre de 1973. A partir de este momento, y dentro del régimen franquista surgieron dos tendencias: los inmovilistas y los aperturistas o reformistas. A partir de Enero de 1974 se formó un nuevo gobierno presidido por Arias Navarro. Realizó cierto aperturismo, como anunciar reformas sindicales y una ley sobre asociaciones políticas, pero pronto se evidenció que eran más formales que reales, y que el régimen era incapaz de democratizarse. Por otro lado la oposición está más organizada y las protestas se hacen cada vez más intensas. Uno de los hechos más importantes fue la constitución de la llamada Junta Democrática, que pretendía ser una plataforma unitaria de la oposición donde estaban integrados el PCE, PSP de Tierno Galván, algunos partidos más a la izquierda, sindicatos como Comisiones, asociaciones vecinales, profesionales etc. la Junta propuso un programa de 12 puntos donde proponía un régimen democrático similar a los de Europa Occidental y se fueron creando juntas similares por todo el país. La enfermedad de Franco en el verano de 1974 y la cesión temporal de la Jefatura del Estado al entonces príncipe de España, Don Juan Carlos de Borbón, dio a entender con claridad que el fin de la dictadura se encontraba próximo. A partir de ese momento la oposición se movilizó de cara a los acontecimientos que se avecinaban, estableciendo contactos con personalidades próximas al régimen, incluso con los militares, algunos de cuyos miembros se habían congregado en torno a la Unión Militar Democrática, desarticulada a principios de 1975. El régimen aumentó su actitud represiva y en 1975 se promulgó una nueva Ley Antiterrorista que sirvió para condenar a muerte a cinco activistas de ETA y del FRAP, que fueron ejecutados a pesar de las protestas nacionales e internacionales. Trece países retiraron a sus embajadores de Madrid. El franquismo estaba en una situación de aislamiento político como no había vivido desde finales de los años 40. Además, el gobierno tuvo que hacer frente a un nuevo foco de desestabilización, el conflicto del Sahara, colonia española desde finales del siglo XIX. Era una zona rica en fosfatos y era ambicionada por Argelia, Mauritania y, sobre todo, Marruecos que reivindicaba poseer derechos históricos sobre el territorio saharaui. En 1973 se había creado el Frente Polisario, una formación nacionalista y de tendencia socialista que propugnada la independencia saharaui. España optó por aceptar la descolonización y permitir un referéndum de autodeterminación en el territorio, que aún hoy, no se ha celebrado. El rey de Marruecos, Hassan II, en plena agonía de Franco, organizó en el mes de octubre la “Marcha Verde”, invasión pacífica del territorio, para frenar una posible expansión de Argelia. España firmó “El Acuerdo de Madrid” que suponía la entrega del Sahara a Marruecos y Mauritania. El Frente Polisario proclamó la República Árabe Saharaui. Franco falleció después de una larga enfermedad el 20 de noviembre de 1975. Juan Carlos le sucedería en la Jefatura del Estado como estaba previsto en la Ley de Sucesión. Franco había dejado todo “atado y bien atado”, pero el cambio político fue inevitable.