LOS SENADORES REALES Y EL DEBATE SOBRE LA ORGANIZACIÓN TERRITORIAL DEL ESTADO EN LOS TRABAJOS PARLAMENTARIOS DE LA CONSTITUCIÓN DE 1978 David Sánchez Cornejo Universidad Autónoma de Madrid 1. Introducción Los numerosos estudios sobre la Transición a la Democracia en España, realizados tanto en el ámbito de la historiografía como de la ciencia política, subrayan la importancia del problema regional en este periodo histórico, manifestado en la afirmación y el activismo de los nacionalismos periféricos preexistentes y en la eclosión de nuevas identidades regionales, así como en la articulación de la confrontación partidista en torno a los ejes centro/periferia e izquierda/derecha desde las elecciones fundacionales de 1977, lo que configuraba un elemento diferenciador de nuestra transición a la democracia respecto a procesos políticos similares y coetáneos en países del sur de Europa, como Portugal y Grecia, o en países de Iberoamérica. En el debate constituyente desarrollado entonces en las cámaras la cuestión más polémica y que originó mayores problemas para lograr el consenso entre las fuerzas políticas fue así la configuración de un modelo de organización territorial del estado, que remitía a su vez a la cuestión de la identidad nacional de España y al conflicto que se arrastraba desde el siglo XIX entre la propuesta nacionalista que postulaba la existencia de una nación española, que servía de fundamento al estado español, y las propuestas nacionalistas “periféricas”, que planteaban la existencia de identidades nacionales diferenciadas en ciertos ámbitos territoriales de ese estado, principalmente en Cataluña y el País Vasco. Tal conflicto, agudizado por la política uniformista y centralista a ultranza del régimen de Franco y por su apropiación del nacionalismo español, deslegitimado entre la oposición a la dictadura, se intentaría encauzar durante la Transición a la Democracia a través del reconocimiento simultáneo de una nación española y de nacionalidades y regiones en su seno en el artículo 2º de la Constitución de 1978 y a través del nuevo modelo de Estado de las Autonomías. 2 En esta comunicación se analiza la activa participación de algunos senadores designados por el Rey en dicho debate del proceso constituyente. La Ley para la Reforma Política estableció en su artículo 2º que “el Rey podrá designar para cada legislatura Senadores en número no superior a la quinta parte del de los elegidos”. El Senado configurado a partir de las primeras elecciones democráticas de 15 de junio de 1977 y que, junto al Congreso de los Diputados, tendría la trascendental función de elaborar una nueva Constitución incorporaba así a cuarenta y un senadores designados por el Rey Juan Carlos I, algunos de los cuales eran relevantes miembros del partido del gobierno Unión de Centro Democrático (UCD) y el resto eran destacados intelectuales y profesores, o de extracción militar, integrados en los grupos parlamentarios Independiente (GPI), Agrupación Independiente (GPAI) o Grupo Mixto del Senado (GPMXS), junto a un senador del Grupo Senadores Vascos (GPSV) y tres del Grupo Entesa dels Catalans (GPEDC). Las posiciones de los senadores reales que se implicaron activamente en el debate reflejaban distintos planteamientos suscitados entre las élites políticas del momento sobre la “cuestión nacional” en España. Hay que señalar que el estudio de los discursos desarrollados por las élites políticas respecto a los problemas de identidad nacional se inserta en las concepciones acerca del fenómeno nacionalista predominantes en la actualidad y expuestas en diversas obras por autores como Eric Hobsbawm, Ernest Gellner, Benedict Anderson, Miroslav Hroch o Eugen Weber en cuanto destacan el componente de ingeniería social que subyace en los procesos de formación de identidades nacionales, que parten de las élites (gobierno, partidos políticos, intelectuales y agentes económicos) para convertirse en una fase posterior, si tienen éxito, en fenómenos de masas. Como fuente principal y primaria se han utilizado los debates parlamentarios del proceso constituyente, recogidos en los Diarios de Sesiones del Congreso de los Diputados y del Senado, y sistematizados en los cuatro volúmenes editados por las Cortes Generales con el título “Constitución Española. Trabajos Parlamentarios” en su segunda edición, preparada por Fernando Sainz Moreno y Mercedes Herrero de Padura, de 1989. Dicha obra constituye una fuente documental de primer orden para analizar los debates suscitados y las posiciones sustentadas por todas las fuerzas políticas con representación parlamentaria en el proceso constituyente de 1978, reproducidos íntegramente y cuya amplia diversidad refleja las actitudes y las mentalidades existentes entre las élites políticas durante el proceso de 3 Transición a la Democracia en España, configurando así un valioso instrumento para el investigador interesado en este periodo de nuestra historia reciente. 2. El debate sobre los términos nación y nacionalidad La referencia a España y a los territorios que la integran en el artículo 2º del texto constitucional impulsó, desde el primer Anteproyecto, el debate teórico entre las fuerzas políticas respecto a los conceptos de nación, nacionalidad y región, para justificar su aplicación o no a esas entidades territoriales y fundamentar así todo el modelo de organización territorial del estado. La intervención de los senadores reales en este debate se realizó desde dos posiciones claramente diferenciadas: la de aquellos senadores que, al igual que fuerzas políticas de la derecha como Alianza Popular (AP), realizaban una interpretación del significado de los términos nación y nacionalidad como sinónimos, dándoles un contenido político consistente en su relación directa con la formación de estados y afirmando la contradicción que suponía el reconocimiento simultáneo de distintas “nacionalidades” en la Constitución, frente a los senadores reales que eran miembros de UCD o no tenían adscripción partidista pero coincidían en tomar como punto de partida la clásica diferenciación entre las ideas de “nación política” y “nación cultural” para justificar el reconocimiento constitucional simultáneo de una nación española y de distintas nacionalidades y regiones en su seno. Para los sectores de derecha la eliminación de la alusión a unas “nacionalidades” diferentes a la “nación” española en el artículo 2º de la futura Constitución fue un objetivo insistentemente planteado en los debates, a través de las enmiendas e intervenciones de destacados miembros de Alianza Popular, como Manuel Fraga, Licinio de la Fuente, Federico Silva, Francisco Cacharro o Gonzalo Fernández de la Mora. En esa línea un senador real de extracción militar como Marcial Gamboa SánchezBarcáiztegui formuló una enmienda al texto constitucional del Congreso en la que insistía en la idea de que debía suprimirse el término “nacionalidades” del artículo 2º, considerando que“nacionalidad” era una expresión ambigua y sin sustantividad propia, definida como cualidad de pertenencia de cada individuo a una determinada nación y que deriva, por tanto, de esta última. Este senador concluía así afirmando la incompatibilidad entre la 4 proclamación de la unidad de la “nación” española y el reconocimiento de otras “nacionalidades” en su seno, y manifestaba igualmente sus temores frente al riesgo de “desintegración nacional” de España si se reconocían simultáneamente la “nación” española y su unidad y a otras “nacionalidades” diferenciadas1. En parecidos términos se expresaba durante los debates en el Senado otro senador de extracción militar, Luis Díez-Alegría, el cual, partiendo del carácter derivado de la idea de “nacionalidad” respecto de la de “nación” y del significado político de ésta como vinculada a la idea de estado, manifestaba igualmente su oposición a la inclusión del término “nacionalidades” en la futura Constitución, por resultar incompatibles con la idea de una “nación” española única e indivisible.2 Por su parte, el intelectual y también senador por designación real, Julián Marías, se oponía a la inclusión del término “nacionalidades” en el artículo 2º de la futura Constitución, alegando que la ambigüedad del concepto podría dar lugar a graves conflictos por su posible uso político, dado que consideraba que “nacionalidad” no debía entenderse, como consideraba que se hacía en el texto constitucional, como “nación subordinada o subnación o parte de nación”, sino que “se usa en el Derecho español y en el de los demás países, y en el internacional, en los tratados internacionales y en el uso común de la lengua en el sentido de que es el vínculo de pertenencia o la cualidad de conducción de alguien que pertenece a una nación".3 Otro intelectual y senador por designación real, Camilo José Cela, planteó en una de sus enmiendas sustituir las nociones “nacionalidades” y “regiones”, que consideraba “polémicas, no bien definidas y, por ende, confundidoras”, por la de “países”4. También Torcuato Fernández-Miranda, senador que había jugado un papel muy destacado en el proceso de cambio político, insistía en la vinculación entre los conceptos de nacionalidad y nación y aludía al principio de las nacionalidades expuesto por Mazzini para afirmar que “toda nación tiene derecho a organizarse en un Estado soberano e independiente” y que la idea de nacionalidad se planteaba entonces en términos de 1 Cortes Generales, Constitución de 1978, Trabajos Parlamentarios, t. III y IV, 1989, pp. 3198 y 4533. Cortes Generales, Constitución..., t. III y IV, op. cit., pp. 3209, 4535 y 4536. 3 Cortes Generales, Constitución..., t. III y IV, op. cit., pp. 3129 y 4539. 4 Cortes Generales, Constitución..., t. III, op. cit., p.2717 2 5 soberanía, por lo cual expresaba sus temores respecto a su futura interpretación si se introducía en la Constitución.5 En este sentido, se propugnaba como alternativa el reconocimiento de una única nación –la española– y la sustitución del término “nacionalidades” por el de “regiones” o, incluso, “países” en el caso de Julián Marías y Camilo José Cela, términos que para estos senadores carecían de connotaciones políticas y eran compatibles con la idea de una única nación, evitando además la creación de agravios comparativos entre “nacionalidades” y “regiones”. El discurso de estos senadores reales apelaba además, al igual que hacían los representantes de los partidos de la derecha, a la concepción del progreso según la cual este implicaría la creciente integración de espacios económicos y políticos en unidades de mayor tamaño, que darían lugar a los modernos Estados nacionales. Estos podían verse amenazados, como en el caso de España, por las reivindicaciones de reconocimiento de distintas nacionalidades sobre la base de criterios culturales. En esta idea abundaron senadores como Marcial Gamboa o Luis Díez-Alegría, ya que el primero afirmaba que “estamos ante una realidad histórica y una esperanza universal de formar comunidades superiores, que en lo que a España se refiere serían Iberoamérica y Europa”,6 mientras que el segundo afirmaba que la radicalización de los nacionalismos vasco y catalán hacia el separatismo “va contra la corriente de la historia y no parece tener sentido en un mundo que camina lenta, penosa y difícilmente hacia integraciones nacionales cada vez más amplias”.7 Frente a todas esas concepciones, el senador y entonces Ministro de Justicia del gobierno de UCD Landelino Lavilla declaró en su intervención ante la comisión constitucional del Congreso de los Diputados de 9 de mayo de 1978: [...]la utilización del término nacionalidades [...] desde el punto de vista del Gobierno y de la responsabilidad que supone en una visión dinámica de la historia y de la política solo es aceptable como expresión de identidades históricas y culturales que, para hacer auténticamente viable la organización racional del Estado, han de ser reconocidas y 5 Cortes Generales, Constitución..., t. III, op. cit., pp. 3187 y 3188. Cortes Generales, Constitución..., t. IV, op. cit., p. 4533. 7 Cortes Generales, Constitución..., t. IV, op. cit., p. 4536. 6 6 respetadas incluso en la propia dimensión política que les corresponde, en la fecunda y superior unidad de España8 Tal planteamiento se corresponde claramente con las concepciones teóricas sobre las ideas de nación y nacionalidad asumidas mayoritariamente por la UCD, expuestas de un modo bastante similar por los diputados Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón y Rafael Arias-Salgado en el Congreso de los Diputados y por el senador Luis González Seara en el Senado, a partir de la idea de la disociación entre el concepto “nacionalidades” y los de “nación” y “estado”. Así, y con distintos matices, los representantes del partido gubernamental intentaban tranquilizar a los sectores conservadores que sustentaban el nacionalismo español tradicional realizando una disociación teórica de los conceptos de nación y estado, lo que permitía constitucionalizar a la “nación española” como soberana, indivisible y titular de la autodeterminación junto a unas “nacionalidades” concebidas en base a criterios histórico-culturales y a las que se atribuía un derecho a la autonomía y a la “autoidentificación”. Por su parte, y de modo más explícito, el senador nombrado por el Rey Luis Sánchez Agesta presentaría una enmienda al texto del artículo 2º del texto constitucional elaborado en el Congreso a través de la cual reconocía simultáneamente a una “nación española” a la que consideraba “fundamento de una organización política independiente”, junto a unas “nacionalidades” y “regiones” a las que definía como “históricas” y “culturales”9. Tal planteamiento se aproximaba también al desarrollado por representantes del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) como Gregorio Peces-Barba o José María Benegas, e incluso al discurso expuesto por algunos representantes del nacionalismo catalán, como Miquel Roca, al diferenciar los conceptos de “nación-Estado” y “naciones sin Estado” o “nacionalidades” y afirmar la posibilidad de su coexistencia. 8 9 Cortes Generales, Constitución..., t. I, op. cit., p. 717 Cortes Generales, Constitución..., t. III y IV, op. cit., pp. 2803 y 4410 7 3. Visiones sobre el “problema nacional” en España y la articulación territorial del Estado Los senadores reales que habían desarrollado un discurso sobre las ideas de nación y nacionalidad similar al expuesto por los representantes de los partidos de derecha como Alianza Popular realizarían durante los debates, desde esos presupuestos teóricos, una constante afirmación de España como única entidad merecedora del nombre de “nación” frente a lo que únicamente entendían como “regiones” que la integraban. En este discurso la afirmación del carácter de España como nación se basaba en la utilización de los clásicos criterios objetivos y subjetivos que definían a los entes nacionales, aludiendo principalmente a acontecimientos y episodios históricos de carácter político o militar que conformaban el imaginario del nacionalismo español desde el siglo XIX, pero también a factores lingüísticos, lo que se completaba con la idea de que tal concepto de España como nación era compartido por la gran mayoría de sus habitantes a lo largo de la historia. Un argumento histórico justificatorio de la idea de España como nación utilizado por estos senadores reales, como por los representantes parlamentarios de AP, fue, coherentemente con la identificación teórica que establecían entre los conceptos de “nación” y “estado”, la existencia de la monarquía hispánica desde el reinado de los Reyes Católicos. Así, el senador Marcial Gamboa presentó una enmienda al texto elaborado en el Congreso de los Diputados en que solicitaba la supresión del término “nacionalidades” del artículo 2º del proyecto, alegando que “España es el fruto renovado de una constante integración y unidad”, de modo que “la historia de España, desde mucho antes de los Reyes Católicos, que consolidaron y dieron forma a la unidad, aparece como un proceso creciente de integración entre los españoles, (...) no sólo frente a los eventuales enemigos exteriores, sino, fundamentalmente, como resultado de una profunda cohesión interna”. El Senador Gamboa afirmaba también que “las páginas más gloriosas de la Historia de España las escribieron todos los españoles desde la unidad”, poniendo como ejemplo la “obra cumbre” del “descubrimiento y evangelización de Hispanoamérica” 10. 10 Cortes Generales, Constitución..., t. IV, op. cit., p. 4533. 8 El senador Luis Díez-Alegría también presentó sendas enmiendas en las que solicitaba la supresión de la referencia a “nacionalidades” diferentes de la española en el artículo 2º, afirmando en su defensa que “en el sentido moderno del término no hay en nuestro territorio más nación que España”. Reiterando los argumentos ya enunciados, aunque con el matiz de considerar que en los tiempos medievales no había naciones ni Estados en sentido moderno, Díez-Alegría consideraba que la nación española constituyó, desde que los Reyes Católicos empezaron a regir conjuntamente los reinos de Castilla y Aragón en la segunda mitad del siglo XV, el primer Estado moderno unificado de Europa”. De este modo, la “unidad española”se habría mantenido: [...]durante cinco siglos, a lo largo de los cuales el Estado que la encarna ha creado entre sus pueblos fuertes vínculos culturales, sociales, económicos y políticos; ha llevado a cabo empresas colectivas de carácter mundial y de una grandeza y una trascendencia históricas innegables y ha alcanzado formas de vida, de cultura y de economía muy superiores a cuanto las distintas regiones españolas hubieran podido lograr separadamente11 En su interpretación histórica, este senador afirmaba que “los movimientos nacionalistas catalán y vasco nacieron a fines del siglo XIX en una hora de desorientación y de decadencia nacionales”. A estos argumentos añadiría Díez-Alegría la importancia de las funciones que desempeña el Estado moderno y la existencia de un mercado único español, permitiéndole concluir que “la unidad histórica, política y económica de España es (...) un hecho innegable e intangible del que resultan beneficios para todos los españoles” 12. Este discurso de afirmación de la identidad nacional de España en base al criterio político de su existencia histórica como estado se correspondía con las enmiendas que varios senadores reales, como Julián Marías y Carlos Ollero, plantearon al primer artículo del Título que regulaba la Corona, para definir al Rey como “símbolo de la unidad y permanencia de la Nación” o declarar que “personifica a la Nación española”13. Otro criterio “objetivo” utilizado por estos senadores en su discurso de afirmación de España como nación fue el lingüístico, desarrollado en los debates parlamentarios sobre el artículo 3º de la futura Constitución, relativo a la regulación de las lenguas utilizadas en España. 11 Cortes Generales, Constitución..., t. III, op. cit., p. 3210. Cortes Generales, Constitución..., t. IV, op. cit., pp. 4536 y 4537. 13 Cortes Generales, Constitución..., t. III, op. cit., pp. 2763 y 2919. 12 9 Así una enmienda del senador Gamboa reflejaba la visión del castellano como lengua “nacional” de España, sinonimia que debía recogerse en la Constitución y que llevaría aparejado que sólo el conocimiento de dicha lengua podría ser obligatorio, mientras que el uso de las “lenguas regionales” sería un derecho reservado para las “relaciones particulares” o “ante las comunidades regionales y locales”.14 Destacados intelectuales que eran también senadores por designación real intervinieron en los debates constitucionales afirmando la sinonímia o identidad entre “castellano” y “español” como “lengua nacional” de España o “lengua común de los españoles”. En este sentido elaboraron enmiendas Camilo José Cela, Luis Sánchez Agesta, Guillermo Luca de Tena y Justino de Azcárate, en cuya defensa coincidían alegando que, pese a sus orígenes históricos en Castilla, una lengua que se utilizaba en todo el territorio español, que había recibido aportaciones de otras lenguas de España y que se había proyectado internacionalmente como “lengua española” debía ser reconocida constitucionalmente como tal. Guillermo Luca de Tena y Justino de Azcárate postulaban, además, que se estableciera que, “salvo lo que se disponga en leyes especiales, a nadie se le podrá exigir el conocimiento y el uso de ninguna lengua regional”.15 Toda esta argumentación, que incidía en elementos “objetivos” se completaría con la referencia a un criterio subjetivo, según el cual la mayoría de los españoles asumían que España era una nación, lo que el senador Gamboa expresaba afirmando la existencia de un sentimiento general de “una España unida por y para todos los españoles”16. La defensa del carácter de nación de España también se reflejaría también en cuestiones simbólicas, como la regulación constitucional del uso de las banderas. En este sentido Marcial Gamboa postulaba en otra enmienda que en el artículo correspondiente de la Constitución se aludiese a la «bandera “nacional” de España» como “enseña de la patria y símbolo de su unidad y soberanía”17, aludiendo a una referencia de Tito Livio a las enseñas de los “hispanos” como “expresión demostrativa de la realidad de Hispania ya en aquellos tiempos”, y alegando que la bandera es “calor, sentimiento de 14 Cortes Generales, Constitución..., t. IV, op. cit., p. 4553. Cortes Generales, Constitución..., t. III, op. cit., pp. 2717, 2718, 2803, 2832, 2833 y 2912. 16 Cortes Generales, Constitución..., t. IV, op. cit., p. 4533 17 Cortes Generales, Constitución..., t. III, op. cit., p. 2728. 15 10 patria”.18 Igualmente se solicitaba en dicha enmienda que se garantizase la “preeminencia de lugar y tamaño” de la “bandera nacional” cuando ondease junto a banderas “regionales”. También en relación a los símbolos “nacionales” regulados en el artículo 4º de la Constitución elaboraron enmiendas para su discusión en el Senado los senadores designados por el rey Manuel de Prado y Colón de Carvajal, Luis Sánchez Agesta y, en nombre de la Agrupación Independiente, Justino de Azcárate. Si las enmiendas presentadas por los dos primeros pretendían también asegurar un lugar preferente para la bandera de España en relación con las de las Comunidades Autónomas,19 la defendida por Justino de Azcárate planteaba la regulación de un “escudo oficial del Estado español”, no prevista en el artículo 4º, y que debería sustituir al entonces vigente, utilizado por el régimen franquista, por otro “en armonía con la España que define la Constitución”.20 El carácter defensivo de este discurso nacionalista, en función de los temores que suscitaba la redacción del artículo 2º de la norma fundamental, se reflejaba en la enmienda presentada por el senador Gamboa, que reiteradamente aludía a su condición militar, solicitando la referencia en el artículo correspondiente del texto constitucional a la garantía de la“unidad de la patria” como una de las misiones a cargo de las Fuerzas Armadas21. Similar era la enmienda que el senador Luis Díez-Alegría presentó para su discusión en la Comisión de Constitución y en el Pleno del Senado, solicitando que se asignase a las Fuerzas Armadas la misión de defender “la unidad de la nación española”.22 Por su parte, y resumiendo buena parte de los argumentos del discurso de afirmación de España de estos senadores, Juan de Arespacochaga presentó una enmienda al texto constitucional elaborado en el Congreso, en la cual rechazaba también la inclusión del término “nacionalidades” en el artículo 2º, alegando que “España es una sola nación y cualquier alusión a nacionalidades dentro de ella es ir en contra de su historia, contra el sentir de la mayoría de los españoles y contra el curso normal del desarrollo español desde que se consolidó como nación”.23 18 Cortes Generales, Constitución..., t. IV, op. cit., pp. 4555 y 4556. Cortes Generales, Constitución..., t. III y IV, op. cit., pp. 2823 y 4413 20 Cortes Generales, Constitución..., t. III y IV, op. cit., pp. 2943, 4413 y 4563. 21 Cortes Generales, Constitución..., t. III y IV, op. cit., pp. 2729 y 4414. 22 Cortes Generales, Constitución..., t. III y IV, op. cit., pp. 2827 y 4414. 23 Cortes Generales, Constitución..., t. III, op. cit., p. 2671. 19 11 La única, aunque importante, diferencia entre el discurso de afirmación de la identidad nacional de España por parte de este grupo de senadores reales y los planteamientos desarrollados por Alianza Popular radicaba en que los senadores reales no aludieron a un elemento considerado tradicionalmente por el nacionalismo español conservador y por dicha fuerza política como caracterizador de la identidad nacional, referido a la vinculación de la idea de España con la religión católica. La afirmación de España como nación por parte de estos senadores reales llevaba también aparejada la atribución exclusiva de la soberanía a dicha nación, lo que se reflejó en distintas enmiendas e intervenciones parlamentarias de Carlos Ollero, Torcuato Fernández-Miranda, Luis Díez-Alegría y Luis Sánchez Agesta24, y todo este discurso conducía a algunos de ellos a postular un modelo de Estado regional y una mera descentralización administrativa del mismo, al igual que hicieron los representantes parlamentarios de Alianza Popular. Así el senador Gamboa elogiaba “el fenómeno regional, cuya diversidad enriquece el conjunto hispánico”, afirmando que “precisamente porque la uniformidad es contraria a la unidad, defiendo el reconocimiento de las peculiaridades regionales y el compromiso del Estado en su protección”. Este reconocimiento debía limitarse, sin embargo, para el senador Gamboa a una “autonomía administrativa de las corporaciones regionales y locales”, justificada “como exigencia de la participación de los españoles en las responsabilidades colectivas, y por razones de eficacia de la gestión pública”,y excluyendo las “funciones legislativas y judiciales” como “indivisibles e inseparables del Estado”.25 También Luis Díez-Alegria, tras declarar que no tenía nada en contra de “unas autonomías que hagan compatible el respeto a las peculiaridades y a las tradiciones regionales con el que es debido a la unidad de la nación”, afirmaría que “España no es ni un Estado Federal, ni un Estado multinacional”, de modo que «dentro del término “región” caben holgadamente todas las posibles competencias autonómicas (...) sin introducir en la Constitución (el) concepto de “nacionalidades”». Díez-Alegría consideraba así que “las autonomías suponen solo una delegación de poder a favor de ciertas comunidades en 24 25 Cortes Generales, Constitución..., t. III y IV, op. cit., pp. 2917, 3167, 3168, 3188, 3210, 4535 y 4998. Cortes Generales, Constitución..., t. IV, op. cit., pp. 4533 y 4534. 12 relación con las cuestiones que sólo a ellas afectan, en los asuntos referentes a los intereses y aspectos peculiares de su vida interior”.26 Los senadores Luis Díez-Alegría, Luis Sánchez Agesta y Carlos Ollero también intervinieron activamente en los debates del Título VIII de la norma fundamental rechazando la ambigua redacción del importante precepto constitucional que preveía la posibilidad de transferir o delegar a las futuras comunidades autónomas “facultades correspondientes a materia de titularidad estatal que por su propia naturaleza sean susceptibles de transferencia o delegación”. Si Díez-Alegría postulaba que el estado no podía transferir en ningún caso materias de su exclusiva competencia, y solo cabía la posibilidad de delegar “la ejecución de los servicios y funciones administrativas” correspondientes a dichas materias, Sánchez Agesta reclamaba que se enunciasen explícitamente en el precepto las materias no susceptibles de transferencia o delegación, y Ollero solicitaba que se garantizase por la Constitución la futura redacción de una ley orgánica que determinara dichas materias intransferibles27. Los discursos de los senadores conservadores sobre los problemas de identidad nacional en España se aproximaban al expuesto por el Ministro de Justicia del gobierno de UCD y senador real, Landelino Lavilla, cuando declaró en su intervención ante la Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados el 9 de mayo de 1978 que “no cabe cuestionar (...) la identidad nacional española”, existiendo “la voluntad histórica de vivir juntos los pueblos de España”, puesto que “España ha sido siempre una y varia”.28 Pero si este senador, al igual que los representantes de UCD, con distintos matices, realizaba una afirmación de España como nación, también disociaría claramente tal concepción de España del “Estado centralista”, al cual rechazaba explícitamente apelando, incluso, a la propia identidad plural de España. Así, Landelino Lavilla, partiendo de la “identidad nacional española”, consideraba que las autonomías debían servir para “revertir” el “proceso centralizador” y para que “encuentren encaje las diversas personalidades históricas, decantadas a partir de la voluntad de unos pueblos de vivir juntos sin mengua de 26 Cortes Generales, Constitución..., t. IV, op. cit., pp. 4534, 4535 y 4537. Cortes Generales, Constitución..., t. IV, op. cit., pp. 4227, 4228, 4229, 4230, 4233, 4234, 4235, 4469, 4470, 4903, 4904 y 4905. 28 Cortes Generales, Constitución..., t. I, op. cit., pp. 716 y 717. 27 13 su propia identidad.”29 Al igual que hicieran otros representantes de UCD, como Rafael Arias-Salgado o Luis González Seara, y en nombre del gobierno, Landelino Lavilla insistiría en esta idea al señalar: [...] a través de las autonomías debe darse respuesta satisfactoria a dos necesidades de naturaleza y dimensión distintas: de una parte el respeto, el reconocimiento y hasta la proclamación de la identidad singular de pueblos que integran España; de otra parte, la regresión del Estado centralista en el que se ha producido una concentración de competencias que pugna, [...] no solo, con la conveniencia política, sino con la necesaria eficiencia y racionalidad en la organización y actuación del Estado30 Lavilla caracterizó tal modelo de vertebración territorial defendido por UCD como una opción por un “Estado inteligente”, que implicaría “rechazar como término de opción un Estado torpemente fundado en excesos centralistas [o] temerariamente inspirado en principios disgregadores”.31 El senador real y entonces vicepresidente segundo del gobierno y ministro de economía Fernando Abril Martorell intervendría también en los debates para defender la posición de UCD en relación al polémico reconocimiento constitucional de los derechos históricos de los territorios forales vasco-navarros en la Disposición Adicional Primera de la norma fundamental, defendiendo la necesidad de incardinar sin ambigüedades tales derechos históricos y su actualización en el marco constitucional y autonómico para poder “saber que en caso de una colisión entre esos derechos históricos y la letra de la Constitución [...] prevalece la Constitución”.32 Otro senador real y miembro de UCD, Luis de Angulo Montes, centraría sus intervenciones parlamentarias en relación al Título VIII en su demanda, no satisfecha, de regulación constitucional del derecho de las provincias integrantes de una comunidad autónoma a separarse de la misma “en el caso de que no reciban el trato que tienen derecho y que tiene que ser parigual respecto de todas las provincias que se integran en un ente autonómico”.33 29 Cortes Generales, Constitución..., t. I, op. cit., p. 714. Cortes Generales, Constitución..., t. I, op. cit., p. 716. 31 Ibidem, p. 716. 32 Cortes Generales, Constitución..., t. II y IV, op. cit., pp. 2542, 4968, 4969, 4973 y 4974. 33 Cortes Generales, Constitución..., t. III y IV, op. cit., pp. 3058,4127, 4136 y 4461. 30 14 La reivindicación de una referencia constitucional específica a las provincias que constituían “territorios forales” y a su vinculación a las comunidades autónomas en que se integraran sería utilizada también por el único senador real y miembro del Partido Nacionalista Vasco (PNV), Juan Ignacio de Uría Epelde, para esbozar los fundamentos del discurso de dicho partido respecto a los derechos históricos de tales territorios, señalando que “los fueros de las Provincias Vascongadas arrancan de su primitiva independencia y no son concesiones de nadie”.34 Este senador afirmaba igualmente que “si España tiene sentido, este está en la identidad de sus pueblos”35, lo que se incardinaba también en la concepción nacionalista, desarrollada en los debates de las Cortes Constituyentes por Xavier Arzalluz y otros miembros del PNV, según la cual el “estado español” se habría formado a partir de la unión pactada de unos pueblos dotados de una independencia o una soberanía originarias, que habrían cedido voluntariamente al Estado. Es destacable el hecho de que, pese a que los senadores reales Martín de Riquer, Mauricio Serrahima y José María Socías estaban integrados en el Grupo Parlamentario de Entesa dels Catalans, no intervinieron en los debates para sostener los planteamientos del nacionalismo catalán en relación a los problemas de identidad nacional y organización territorial del estado, que fueron expuestos por otros miembros de este grupo parlamentario. Ninguno de los senadores reales defendería tampoco los planteamientos federalistas sustentados en el debate constitucional por los representantes de los partidos de izquierda, como el PSOE, el Partido Comunista de España y el Partido Socialista Popular. La gran mayoría de los senadores designados por el Rey votaron a favor del texto constitucional definitivo, elaborado por una Comisión Mixta Congreso-Senado, salvo el senador Gamboa Sánchez-Barcaiztegui, que votó en contra, y los senadores Díez-Alegría Gutiérrez, Salas Larrazabal y Uria Epelde, que se abstuvieron. La abstención de este último se correspondió con la de los representantes del Partido Nacionalista Vasco, al no aceptarse la exigencia de esta fuerza política de una actualización de los derechos históricos mediante pacto entre el gobierno central y las instituciones de los territorios forales y establecerse que dicha actualización se llevaría a cabo en el marco de la Constitución y de los Estatutos de Autonomía. 34 35 Cortes Generales, Constitución..., t. IV, op. cit., p. 4841. Ibidem, p. 4841. 15 4. Conclusiones Las intervenciones de los senadores designados por el Rey durante los debates del proceso constituyente de 1978 reflejaron, principalmente, la contraposición entre aquellos que sustentaban un discurso nacionalista español similar al de Alianza Popular, afirmando la identidad de España como nación, rechazando la existencia de distintas nacionalidades en su seno y postulando una mera descentralización administrativa del Estado, frente a quienes apoyaban el discurso del partido del gobierno Unión de Centro Democrático y defendían soluciones de consenso y compromisos entre las fuerzas políticas que pudieran satisfacer a los sectores que demandaban el reconocimiento de identidades peculiares en determinadas zonas del país y la descentralización del estado sin poner en cuestión la idea de nación española. Por el contrario, las intervenciones de los senadores reales apoyando los discursos de los nacionalismos vasco y catalán fueron escasas o inexistentes, y ninguno defendió expresamente los planteamientos de vertebración territorial en España. la izquierda sobre los problemas de 16 SENADORES DE DESIGNACIÓN REAL Designación con fecha 15 de junio de 1977 ABRIL MARTORELL, FERNANDO GPUCD del 21/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. ANGULO MONTES, LUIS DE GPUCD del 22/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. ARESPACOCHAGA Y FELIPE, JUAN DE GPMXS del 26/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. AZCÁRATE FLÓREZ, JUSTINO GPAI del 21/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE (MIEMBRO DE LA DIPUTACIÓN PERMANENTE) con fecha 26/03/1979. BEGUÉ CANTÓN, GLORIA GPAI del 21/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senadora por CESE con fecha 02/01/1979. CARVAJAL Y URQUIJO, JAIME GPAI del 21/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. CELA Y TRULOCK, CAMILO JOSÉ DE GPAI del 21/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. DÍEZ-ALEGRÍA GUTIÉRREZ, LUIS GPI del 21/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. ESCÁMEZ LÓPEZ, ALFONSO GPI del 21/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. FERNÁNDEZ-MIRANDA Y HEVIA, TORCUATO GPUCD del 26/07/1977 al 30/07/1978 GPMXS del 30/07/1978 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. FUENTES QUINTANA, ENRIQUE 17 GPAI del 22/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. GAMBOA SÁNCHEZ-BARCAIZTEGUI, MARCIAL GPMXS del 26/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. GARCÍA LÓPEZ, IGNACIO GPUCD del 22/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. GARCÍA SABELL, DOMINGO GPAI del 21/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. GONZÁLEZ GONZÁLEZ, ANTONIO GPAI del 21/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. GUTIÉRREZ RUBIO, JULIO GPMXS del 26/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. HERNÁNDEZ GIL, ANTONIO GPMXS del 26/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. LANDABURU GONZÁLEZ, MARÍA BELÉN GPMXS del 26/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senadora por CESE (MIEMBRO DE LA DIPUTACIÓN PERMANENTE) con fecha 26/03/1979. LAVILLA ALSINA, LANDELINO GPUCD del 22/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. LUCA DE TENA Y BRUNET, GUILLERMO GPI del 21/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. MARÍAS AGUILERA, JULIÁN GPAI del 21/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. MARTÍN VILLA, RODOLFO GPUCD del 21/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. 18 OLARRA UGARTEMENDÍA, LUIS GPI del 21/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. OLLERO GÓMEZ, CARLOS GPAI del 21/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. OREJA AGUIRRE, MARCELINO GPUCD del 21/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. ORTEGA SPOTTORNO, JOSÉ GPAI del 21/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. OSORIO GARCÍA, ALFONSO GPI del 21/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. PEDROL RIUS, ANTONIO GPMXS del 26/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. PRADO Y COLÓN DE CARVAJAL, MANUEL DE GPI del 21/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. PRIMO DE RIVERA Y URQUIJO, MIGUEL GPI del 21/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. RIBERA ROVIRA, ANDRÉS GPI del 21/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. RIQUER MORERA, MARTÍN DE GPAI del 22/07/1977 al 22/08/1978 GPEDC del 22/08/1978 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. SALAS LARRAZÁBAL, ÁNGEL GPMXS del 26/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. SAMPEDRO SÁEZ, JOSÉ LUIS 19 GPAI del 21/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. SÁNCHEZ AGESTA, LUIS GPI del 21/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE (MIEMBRO DE LA DIPUTACIÓN PERMANENTE) con fecha 26/03/1979. SERNA Y GUTIÉRREZ-REPIDE, VÍCTOR DE LA GPAI del 21/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. SERRAHIMA BOFILL, MAURICIO GPEDC del 21/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. SILVA MELERO, VALENTÍN GPMXS del 26/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. SOCÍAS HUMBERT, JOSÉ MARÍA GPMXS del 26/07/1977 al 02/08/1977 GPEDC del 02/08/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. URÍA EPELDE, JUAN IGNACIO DE GPSV del 20/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. ZELADA DE ANDRÉS MORENO, FERMÍN GPI del 21/07/1977 al 02/01/1979 Baja como Senador por CESE con fecha 02/01/1979. Fuente: www.senado.es/legis0/senadores/desig_real.html