Tabaquismo. Intereses contrapuestos El humo del tabaco es sin ningún género de dudas, el principal agente causal de enfermedad en los países desarrollados. En Salud Pública, la medida más eficaz y eficiente para disminuir la incidencia de enfermedades cardiovasculares, broncopatías crónicas y diversos tipos de cáncer es promover el abandono del hábito de fumar en la población. De esa forma disminuirá el gasto sanitario del país (sumando gasto farmacéutico, hospitalizaciones, bajas laborales, pensiones de invalidez, etc.) y también el tremendo coste socio-laboral que estas enfermedades provocan, pues para mayor desgracia, las muertes por tabaquismo se dan en edades medias de la vida, en las que la persona está en plena actividad laboral, creativa, manteniendo una estructura familiar, etc. El famoso epidemiólogo Peto, estima que el tabaquismo puede llegar a disminuir en 20 años la expectativa de vida de una persona. Probablemente, el tabaco sea el único producto manufacturado, de venta legal, que sabemos que puede ocasionar enfermedad y muerte en el que lo consume. En España, según la última Encuesta Nacional de Salud, fuma un 36,4% de la población, ocasionando más de 46.000 muertes atribuibles al tabaco por año, con el consiguiente drama humano que supone para una familia la pérdida de uno de sus miembros, de forma, a veces, brusca (infarto de miocardio, ictus) o dejarlo con secuelas permanentes (parálisis, incontinencia urinaria, sin capacidad de habla o con demencia vascular). Si el panorama es tan sombrío ¿por qué no se prohíbe su consumo?. Si es una droga que provoca dependencia física y psíquica cuyo poder de adicción es comparable a la heroína ¿Por qué no provoca tanta alarma social como la heroína o la cocaína? ¿Si ocasiona tantas muertes como el terrorismo, el SIDA. y los accidentes de tráfico juntos, ¿Por qué los medios de comunicación no le dedican portadas en los periódicos o en los noticiarios a los muertos por tabaco y sí a los muertos por causas violentas? No se prohíbe su consumo por la larga tradición cultural y social de su consumo, que viene del siglo XVI y porque prohibir una cosa es sinónimo de criminalizar su venta y consumo, como ocurre con otras drogas. Baste recordar la “Ley Seca” de Estados Unidos en los años 20, donde proliferaron los “gangster”. Además hay que recordar que los distintos gobiernos del mundo obtienen unas buenas ganancias por la vía de impuestos directos (en España se estima unos ingresos de alrededor de 4.200 millones €). Esto supera ampliamente los gastos sanitarios derivados del cuidado de los enfermos cardiovasculares, oncológicos y broncópatas crónicos provocados por el tabaquismo. Aquí subyace un interés contrapuesto entre los responsables políticos de sanidad y los de economía. No es nada desdeñable el inmenso poder económico y mediático que las grandes multinacionales tabaqueras ejercen sobre la sociedad, con presupuestos, algunas de ellas, similares al del Estado Español y que con un gran esfuerzo publicitario contrarrestan ampliamente las tímidas campañas antitabaco promovidas por los ministerios y consejerías de sanidad, las sociedades científicas médicas y, a título particular, los profesionales sanitarios sensibilizados con la epidemia del tabaquismo, que de forma individual o colectiva pretendemos hacer educación sanitaria a la población para promover hábitos de vida saludables, como es el consejo antitabaco. Ha de reconocerse que la batalla que libran las autoridades sanitarias (con la O.M.S. a la cabeza) y los profesionales sanitarios contra la industria tabaquera es desigual, pues las empresas publicitarias y de marketing que asesoran a éstas son tremendamente eficaces y potentes, con grandes recursos en sus manos. De todas formas van perdiendo batallas judiciales y por lo menos, se están obteniendo indemnizaciones por parte de los afectados. Soluciones para aumentar el número de exfumadores: Aumento de precios del tabaco por su efecto disuasorio y para que con los impuestos obtenidos se diseñen campañas de sensibilización a la población advirtiendo del riesgo de su consumo e incentivando los fármacos que ayudan a la deshabituación (ahora están excluidos de la finaciación de la Seguridad Social en casi todas las Comunidades Autónomas). Prohibir su venta en máquinas automáticas de escaso control de venta a menores. En España hay más puntos de venta de tabaco que de pan o agua mineral. Potenciar aún más los espacios sin humo (colegios, institutos, centros oficiales, etc.). Implicación ética de los medios de comunicación para rechazar campañas publicitarias de las compañías tabaqueras, aunque sus cuentas de resultados se resientan. El control de los ayuntamientos de la publicidad estática del tabaco en autobuses, mobiliario urbano y otros medios de su responsabilidad. Crear, por fin, en la enseñanza media una asignatura de educación sanitaria en donde se expliquen éste y otros muchos temas de salud pública (alimentación, ejercicio, enfermedades trasmisibles, etc.) a los adolescentes, para que adopten, después de estar bien informados, los hábitos de vida más cardiosaludables. Por último conviene decir que estas reflexiones van contra el tabaco, no contra los fumadores. Si este artículo sirve para que algunos fumadores decidan dejar de fumar, se dará por bien empleado. Dr. José García-Galbis Marín Profesor de la Cátedra de Riesgo Cardiovascular de la UCAM