Tema 3. Platón.

Anuncio
Tema 3. Platón.
3-1. Contexto histórico, y dentro de él la
biografía de Platón.
3-2. Contexto sociocultural.
3-3. Contexto filosófico.
3-4. La filosofía de Platón
a-El conocimiento y la realidad
(epistemología y ontología)
b-El ser humano (psicología o
antropología)
c-La ética (la acción, la moral)
d-La sociedad y la política
3-5. Textos de Platón (Fedón)
*Los contextos de Platón están estregados en fotocopia. No está en ellos la biografía de Platón, que hay
que introducir en el contexto histórico
3-4.El pensamiento o filosofía de Platón.
3-4-a. El conocimiento y la realidad
Sostenía Platón que el conocimiento y la ciencia existen y han de tener un objeto, por lo que éste también
ha de existir. Dado que el conocimiento al que Platón se refiere es el que es universal y necesario, sus
objetos deben ser también universales y necesarios. Estos objetos universales no se encuentran en este
mundo, luego los objetos del conocimiento han de estar en otro mundo. De las cosas de este mundo sólo
hay opinión.
Hay ,pues, un mundo (topos noetos) que contiene las ideas o formas ( realidades absolutas, eternas,
universales, independientes del mundo sensible y de la mente que las conoce), y de él hay conocimiento
en sentido estricto, mas de este mundo sensible, que contiene cosas particulares, relativas, mortales, etc.,
cabe sólo el estado mental llamado opinión (doxa).
La teoría de las ideas, es decir, la afirmación de la existencia de ese mundo, constituye la afirmación
fundamental de toda la filosofía de Platón
El mundo de las ideas contiene absolutos morales, estéticos, matemáticos, especies… y ni es espacial ni
es temporal.
El mundo inteligible (el de las ideas) se relaciona con el mundo sensible por participación (las ideas están
presentes en las cosas de un modo parcial) o imitación (las cosas copian a las ideas modelo). En el diálogo
llamado Timeo, Platón acude al Demiurgo para explicar que este agente inteligente y ordenador configura
la materia-espacio (jora) según el modelo de las ideas.
En el famoso símil de la línea (República) Platón muestra la correspondencia entre tipos de realidad y
tipos de conocimiento:
Tipos de conocimiento
Tipos de realidad
Noesis
ideas
dianoia
objetos de la matemática
pistis
objetos sensibles
eikasía
copias de los objetos sensibles
episteme
doxa
La noesis. Es el conocimiento de las relaciones entre las ideas. Éstas están jerarquizadas según su
amplitud predicativa, de menor a mayor, y culminan en la idea de Bien, que es la que más amplitud
tendría.
A la noesis también se la llama dialéctica, y en ella cabe distinguir la dialéctica ascendente, la que va de
las ideas de menor amplitud a la idea de Bien, y la descendente, es decir, la que funda desde el
conocimiento del Bien, todas las demás ideas.
La idea de Bien aparece como fundamento del ser de las demás ideas, como el fundamento de su
inteligibilidad, y como el fundamento de la intelección.
Dianoia. Es el conocimiento hipotético de la razón, y por tanto el que piensa desde supuestos no
demostrados. Es, según Platón, el conocimiento que el matemático tiene. El matemático, por ejemplo,
puede deducir el teorema de Pitágoras, pero lo hace desde la suposición del triángulo mismo como
entidad supuesta. Dice además Platón, que este conocimiento se ayuda con representaciones sensibles, y
así, por ejemplo, el matemático dibuja el triángulo sobre el que demuestra el teorema.
Pistis. Significa creencia, y hace referencia a la percepción de las realidades particulares de este mundo
sensible. Es un estado mental que se caracteriza por su mutabilidad, que es la que corresponde a los
objetos sobre los que recae, los cuales son también mutables.
Eikasia. Significa imaginación, y es el estado mental con el que nos relacionamos, por ejemplo, con las
imágenes de los sueños, o con los rumores, o con las informaciones de segunda mano, etc.
El conocimiento de las ideas se inicia con ocasión de la percepción de los sensibles, que recuerdan a las
ideas. El conocimiento es así reminiscencia o recuerdo, recuerdo que se va clarificando en la dialéctica. El
diálogo Menón, en el que Sócrates muestra cómo el esclavo de aquél, es capaz, por sí mismo y desde sí
mismo, de tener conocimientos matemáticos, es una buena ilustración de la idea de que el conocimiento
no es sino recuerdo de lo aprendido en una vida previa.
El motor psicológico del conocimiento es el eros, es decir, el amor al Bien.
La correspondencia entre conocimiento y realidades es también enseñada por Platón mediante la metafóra
del Mito de la caverna. El mito, que podéis ver en youtube, cuenta que en el fondo de una caverna
subterránea se encuentran atados de pies y manos unos extraños esclavos (son los seres humanos en
estado de eikasía) que conocen sólo las imágenes proyectadas en el fondo de la cueva. Detrás de ellos hay
un muro, como una mampara, sobre el que sobresalen las figuraciones en madera u otro material de los
objetos del mundo exterior a la caverna, y que son portadas por unos aún más extraños paseantes que
hablan entre ellos, y que hacen creer a los esclavos que las sombras que ven proyectadas en la pared dicen
cosas. Detrás de estos paseantes se encuentra encendido un fuego, que produce la luz que hace posible la
proyección de imágenes sobre el fondo de la caverna. Un día uno de los esclavos consigue desatarse de
las cadenas, y ascender desde la morada subterránea al exterior. En su camino descubre que las imágenes
de la pared no son sino copias de las figuraciones que pasean sobre el muro los portadores, y que el fuego,
al que poco a poco consigue mirar de frente, es la luz que permite la visión de las figuraciones y de sus
sombras. Cuando el liberado percibe las figuraciones y el fuego se encuentra en el estado mental que
Platón llama pistis (percepción de los sensibles). Cuando el esclavo sale al exterior de la caverna, la luz
del sol es tan fuerte que no le permite mirar de frente ni siquiera a las cosas del mundo, y debe primero
acostumbrar sus ojos a la luz mirando los reflejos de las cosas, o sus sombras, o a las cosas en la noche.
Está en el estado que Platón llama dianoia. Finalmente, acostumbrado ya a la luz del sol, podrá mirar las
cosas directamente sin cegarse, y se dará cuenta que tiene los originales verdaderos ante sus ojos, aquellos
que son copiados por las figuraciones de la caverna. El momento culminante de este estado mental será
cuando mirando directamente al sol (simboliza la idea de Bien) se dé cuenta de que el ser y la vida de las
cosas (las ideas) dependen de él, y que la visibilidad es posible por él, y que por él y en su luz es posible
el ver mismo. Al estado mental que se corresponde con este último tramo de la ascensión lo llama Platón
dialéctica o noesis en la línea.
El mito de la caverna también contiene una enseñanza moral, pues señala la misión ética y política del
filósofo, es decir, del liberado de las cadenas, el cual, después de haber contemplado el Bien y las ideas,
siente la obligación de regresar a la caverna para liberar y enseñar la verdad a sus antiguos compañeros.
Sin embargo, esto no será fácil ni estará exento de peligros, pues puede ser que los que continúan
encadenados se resistan a la liberación y pretendan, incluso, darle muerte (alusión a la figura de Sócrates)
3-4-b.El hombre
En relación al ser humano Platón defiende la postura llamada dualismo antropológico. Según esta postura
el hombre es un compuesto de cuerpo y alma, siendo esta composición algo accidental, en el sentido de
que el alma puede ser también sin el cuerpo. Pero en esta vida, el alma se junta a un cuerpo y en él está
como presa, y de hecho Platón acepta el dicho órfico-pitagórico de que el cuerpo es una cárcel para el
alma (soma sema). La unión con el cuerpo se interpreta al modo de una caída que conlleva culpa.
El alma transmigra de cuerpo en cuerpo mientras no consigue la purificación perfecta, purificación que
según Platón, sólo se consigue mediante una vida dedicada a la filosofía.
El alma posee partes (teoría tripartita del alma) según sostiene nuestro autor en la República. Sólo
suponiendo estas partes en el alma es posible explicar la existencia de conflictos en el psiquismo humano.
Así Leoncio (personaje de la República), sabe que no debe ver el montón de cadáveres por ser algo
repugnante (esto lo dicta la parte racional del alma, situada en la cabeza), sin embargo desea verlos (lo
apetece con la parte concupiscible de su alma, situada en el vientre), y finalmente al verlos se enoja
consigo mismo por haberlo hecho (su enojo proviene de la parte vehemente, situada en el pecho).
En el Fedro se nos da la imagen del alma como un carro alado. El carro es conducido por una auriga
(parte racional) y movido por dos caballos, uno de los cuales parece naturalmente obediente (parte
vehemente o irascible) mientras que el otro parece tender el desenfreno (parte apetitiva o concupiscible).
Es obvio que sólo bajo la unitaria dirección del auriga podrá el carro dirigirse a su meta.
El alma es capaz de existir sin el cuerpo, y esto lo viene a demostrar Platón con diferentes argumentos que
aparecen en diferentes diálogos. Atendiendo a los que da en el Fedón y en la República tendríamos los
siguientes:
-en el género de cosas en que hay contrarios, cada contrario procede de su opuesto. Así, se calienta lo frío
y se hace grande lo que era antes pequeño, del mismo modo que sólo decrece lo que era mayor o se enfría
lo que estaba antes más caliente. Del mismo modo, en el par de contrarios que son la vida y la muerte,
dirá Platón que sólo muere lo que estaba vivo, así como que sólo vive lo que antes estaba muerto. O dicho
de otro modo, a la vida le sigue la muerte, y de esta surge la vida, y esto se repite sin término. Así pues, el
alma, que es vida, pasará a un estado que llamamos muerte, pero de ese estado mismo volverá, como su
contrario, a la vida de nuevo.
-en el mundo sensible es imposible encontrar correlatos objetivos de las ideas o formas inmutables, y sin
embargo el alma conoce estas formas. El alma conoce estas formas porque las encuentra dentro de sí en
un proceso de reminiscencia o recuerdo, recuerdo que exige haber contemplado en una vida previa esas
formas. Al nacer olvidamos, pues, lo que aprendimos en una vida anterior a esta, siendo este mundo
sensible, por su parecido con el inteligible, el que dispara el proceso de clarificación del recuerdo.
-sólo muere lo que es compuesto, y muere justamente al descomponerse, mas, lo que es simple es por su
propia naturaleza no descomponible. La parte racional del alma es simple, y es justo por esta simplicidad
que puede tener acceso o relación con las ideas o formas, cada una de las cuales es igualmente simple,
inmutable y eterna.
-el alma participa esencialmente de la idea de vida, la idea o forma de vida excluye de su naturaleza
esencial la muerte, de donde se sigue que el alma no puede morir, pues esto sería participar de una idea
excluida por aquello de lo que esencialmente participa.
-dado que los males del alma (ignorancia, maldad, locura) no matan al alma, menos aún podrán hacerlo
los males del cuerpo (enfermedad, violencia, etc.)
3-4-c. La ética
Platón entiende que la felicidad, la vida buena, es una condición del alma. Para conseguirla requerimos de
la virtud, y para ser virtuosos requerimos del conocimiento.
La vida buena del alma, mientras está encarnada, tenderá fundamentalmente a purificarla del cuerpo, pues
el reino o patria del alma es el mundo inteligible, y es en la contemplación de las ideas que el alma
alcanza su verdadera felicidad.
No obstante, Platón sabe que la vida del alma encarnada, la vida del hombre, requiere también de la
convivencia con el mundo sensible, y por tanto esta es inevitable mientras se vive. Sin embargo, en esta
convivencia con lo sensible el alma nunca puede dejar de tener claro que este mundo es solo una copia del
real, y que es éste su verdadera morada. Por eso que Platón no condene el placer, y que tienda a admitirlo,
mejor cuanto más puro y más acompañado de salud y sobriedad sea.
La teoría de la virtud de Platón enseña que cada parte del alma tiene su virtud propia: sabiduría y
prudencia (sofia y fronesis) para la parte racional, valor para seguir el bien y evitar el mal (andreia) para
la irascible y templanza (sofrosine) para la concupiscible. El hombre en el que cada parte del alma
cumple su función de modo virtuoso es un hombre en el que también está la virtud de la justicia, que es
sólo una especie de virtud resultante de las demás. En el hombre que no es justo hay inversión de
funciones (mandan los deseos o las emociones), o se apena por el esfuerzo que lleva al bien, o se alegra
del mal hecho, etc.
El auriga del mito del Fedro, alma racional, debe pues dirigir el carro, y los caballos deben obedecerle.
La vida más valiosa es la del filósofo, pues en ella el alma esta lo más alejada posible del cuerpo y puede
dedicarse a la contemplación de la ideas, purificándose así o no contaminándose con la irrealidad del
mundo corporal.
Tras esta vida hay premios para los justos y castigos para los injustos.
3-4-d. La política
Platón dedicó tres diálogos a temas relacionados con la política y la sociedad: República, Político y
Leyes. Así pues, aunque la muerte de Sócrates le alejara de la práctica política, para la que, por otra
parte, había sido educado, su interés por la teoría política no decayó nunca. Además, debemos recordar
que sus intentos por hacer filósofos a los tiranos de Siracusa se alinean dentro del marco de su interés por
estos temas de la dirección de la convivencia.
Platón enseña, como lo hará más tarde Aristóteles, que el ser humano es por naturaleza un ser que
necesita y se realiza en la vida social. La ciudad y el estado no son por convención, como habrían
enseñado algunos sofistas, sino que son el ámbito en el que el individuo, que no se basta a sí mismo,
puede convertirse en una realidad lograda.
Inicialmente la asociación se produce por necesidad económica, pero pronto se aprecia que la sociedad es
también el lugar en el que el hombre puede practicar actividades más refinadas y espirituales. Además, al
crecer, la sociedad requiere de un elemento militar para la conquista y la defensa, y por supuesto requiere
de guías que la conduzcan al bien. Es por esto que Platón señala tres clases dentro de la sociedad ideal
que construye en la República: artesanos, es decir, los que producen la vida material con su trabajo,
auxiliares, es decir, militares que defienden la ciudad del mal interno y de amenazas externas, y
guardianes o gobernantes, que serán quienes dirijan la ciudad con su mandato.
Como vemos, la ciudad reproduce a gran escala la división tripartita del alma, y así como en esta había
tres partes también las hay en la ciudad, que no es sino una alma hecha de rasgos más grandes. Del mismo
modo, a cada una de las partes de la sociedad le corresponde una virtud o excelencia en su actividad: a la
productora la templanza, a la de los guardianes el valor, y a la gobernante la sabiduría. En realidad Platón
afirma que mientras los gobernantes no sean filósofos, o los filósofos no gobiernen, la ciudad no estará
nunca bien gobernada. La razón es que sólo el filósofo, que ha contemplado la idea de Bien, puede
conducir con prudencia y sabiduría la ciudad hacia su perfección.
Una ciudad en la que las partes invierten sus funciones, de modo que, por ejemplo, manden los auxiliares
o los artesanos, es una ciudad sin justicia. Al contrario, la justicia resulta del ejercicio virtuoso de la
función propia por cada clase.
En la sociedad ideal que planea Platón, la clase de los artesanos tendrá propiedad privada y familia, pero
en las clases superiores ni habrá propiedad privada ni familia tradicional de mujer e hijos, sino que se
vivirá en comunidad, y los hijos se considerarán comunes. Se elimina la propiedad para que nadie pueda
encontrar intereses privados opuestos al bien común. Platón traza además un plan de eugenesia para que
sólo se tengan relaciones sexuales los días señalados y entre quienes los guardianes hayan dispuesto que
se unan. Para lograr estos objetivos los guardianes podrán mentir, y hacer creer, por ejemplo, que las
relaciones resultan de juegos como el sorteo. Los hijos que nazcan de uniones no planeadas podrán ser
eliminados.
Es de resaltar la igualdad de hombres y mujeres que Platón defiende en su ciudad ideal, y que hace que
ambos sexos sean considerados aptos para las mismas actividades.
Además, es conveniente entender que sólo se pertenece a una u otra clase social en virtud de la naturaleza
particular de cada alma, lo que se conoce por el proceso de selección que el proceso educativo va
realizando, y del que ahora hablaremos.
En efecto, ligada a esta descripción de la ciudad ideal se encuentra la teoría platónica sobre la educación
en la polis. Ésta corre a cargo del Estado, y tiene como fin crear individuos justos y una sociedad justa. La
verdadera y entera educación incluye la formación del sujeto dentro de un proceso que le va conduciendo
del mundo sensible a la contemplación del inteligible, además de buscar que la parte racional del alma
gobierne las partes alógicas o irracionales y el cuerpo mismo. Por eso que tanto el Mito de la caverna,
como el del Carro alado, sean también metáforas de la buena educación.
Resumiendo lo que dice Platón sobre el proceso educativo decimos que: todos los niños y niñas de padres
ciudadanos recibirán educación en gimnasia y música. Estas disciplinas incluyen también prácticas de
baile y ejercicios del uso de armas, así como escritos, lecturas y conocimientos de las narraciones y
poemas.
Además, todos recibirán un conocimiento básico de matemáticas.
Aquellos que sean seleccionados para formar parte de las clases de auxiliares y gobernantes añadirán a
estos estudios otros hasta la edad de treinta años. Estos estudios incluirán el tratamiento de las materias
anteriores en grado superior y también estudios astronómicos.
A los treinta años, aquellos que hubieran mostrado más paciencia, más amor a la verdad y más fortaleza
en el estudio, continuarán la formación durante cinco años en el conocimiento de la dialéctica o filosofía
propiamente dicha, hasta que por ella sean capaces de conocer el mundo inteligible y su fundamento en el
Bien. Después serán enviados al ejercicio del mando entre los hombres durante quince años (la bajada a la
caverna ya sabemos que es una metáfora de la obligación moral del filósofo de ser guía del resto de los
ciudadanos).
Aquellos que salieran puros de estas pruebas, cuando hayan cumplido los cincuenta, serán retirados de las
tareas prácticas de mando, para poder ocuparse sólo de la filosofía y de la contemplación del Bien. No
obstante, desde este saber del Bien como fundamento de toda realidad, atenderán a la vigilancia de la ley,
las buenas costumbres, la educación y la administración, siempre con las miras puestas en el bien común,
e interviniendo prácticamente sólo cuando fuera necesario. A su muerte les serán rendidos honores y
sacrificios como hombres divinos y benditos, y se les dedicarán monumentos públicos.
Además de la construcción imaginada de esta sociedad ideal que Platón elaboró en la República, clasificó
Platón las diferentes formas posibles de gobierno de mejor a peor: monarquía-aristocracia (gobierno del
mejor o los mejores, es decir, de los sabios o filósofos), timocracia (gobierno de la clase militar y de la
búsqueda de honores) , oligarquía (gobierno de los ricos y de la ambición), democracia (gobierno de
todos, donde hay igualdad y libertad pero reina el desorden y la falta de valores) y tiranía (gobierno del
capricho y la pasión de uno o varios individuos injustos, a la par que infelices en grado sumo).
En las Leyes Platón mostró más pesimismo que en la República, y cambió, entre otras cosas, la visión del
filósofo como máxima autoridad incontestable por la autoridad inflexible de la ley. Además, el
pensamiento de Platón sobre la esclavitud aparece más explícitamente tratado en el diálogo de las Leyes
que en los anteriores. En este se muestra Platón partidario de la institución de la esclavitud, y concibe al
esclavo como una propiedad del amo que puede ser enajenada (vendida, regalada, etc.). Además en
algunas apreciaciones se muestra Platón incluso más severo que la propia ley ateniense, así, cuando
considera que el hijo/a nacido de una esclava y un ciudadano debe ser tratado como propiedad del dueño
de la esclava y no, como decía la ley de Atenas, como hombre libre. Sin embargo, atenúa esta severidad
en otros casos, por ejemplo al recomendar un trato justo hacia el esclavo, precisamente porque es bien
fácil tratarlos con injusticia.
3-5. TEXTOS DEL FEDÓN (PLATÓN).
TEXTO 1.
–Examina ya –dijo él– si esto es de este modo. Decidimos que existe algo igual. No me refiero a
un madero igual a otro madero ni a una piedra con otra piedra ni a ninguna cosa de esa clase, sino a algo
distinto, que subsiste al margen de todos esos objetos, lo igual en sí mismo. ¿Decimos que esto es algo, o
nada?
–Lo decimos, ¡por Zeus! –dijo Simmias–, y de manera rotunda.
–¿Es que, además, sabemos lo que es?
–Desde luego que sí –repuso él.
–¿De dónde, entonces, hemos obtenido ese conocimiento? ¿No, por descontado, de las cosas que
ahora mismo mencionábamos, de haber visto madero o piedras o algunos objetos iguales, o a partir de
esas cosas lo hemos intuido, siendo diferentes a ellas? ¿O no te parece que es algo diferente? Examínalo
con este enfoque. ¿Acaso piedras que son iguales y leños que son los mismos no le parecen algunas veces
a uno iguales, y otras no?
–En efecto, así pasa.
–¿Qué? ¿Las cosas iguales en sí mismas es posible que se te muestren como desiguales, o la
igualdad aparecerá como desigualdad?
–Nunca jamás, Sócrates.
–Por lo tanto, no es lo mismo –dijo él– esas cosas iguales y lo igual en sí.
–De ningún modo a mí me lo parece, Sócrates.
–Con ello –dijo–, ¿a partir de esas cosas, las iguales, que son diferentes de lo igual en sí, has
intuido y captado, sin embargo, el conocimiento de eso?
–Acertadísimamente lo dices –dijo.
–¿En consecuencia, tanto si es semejante a esas cosas como si es desemejante?
–En efecto.
–No hay diferencia ninguna –dijo él–. Siempre que al ver un objeto, a partir de su contemplación,
intuyas otro, sea semejante o desemejante, es necesario –dijo– que eso sea un proceso de reminiscencia.
–Así es, desde luego.
TEXTO 2.
–Por tanto, ¿reconocemos que, cuando uno al ver algo piensa: lo que ahora yo veo pretende ser
como algún otro de los objetos reales, pero carece de algo y no consigue ser tal como aquél, sino tuvo que
haber logrado ver antes aquello a lo que dice que esto se asemeja, y que le resulta inferior?
–Necesariamente.
–¿Qué, pues? ¿Hemos experimentado también nosotros algo así, o no, con respecto a las cosas
iguales y a lo igual en sí?
–Por completo.
–Con que es necesario que nosotros previamente hayamos visto lo igual antes de aquel momento
en el que al ver por primera vez las cosas iguales pensamos que todas ellas tienden a ser como lo igual
pero que lo son insuficientemente.
–Así es.
TEXTO 3.
–Así que si, habiéndolo adquirido antes de nacer, nacimos teniéndolo, ¿sabíamos ya antes de
nacer y apenas nacidos no sólo lo igual, lo mayor y lo menor, y todo lo de esa clase? Pues el
razonamiento nuestro de ahora no es en algo más sobre lo igual en sí que sobre lo bello en sí, y lo bueno
en sí, y lo justo y lo santo, y, a lo que precisamente me refiero, sobre todo aquello que etiquetamos “eso lo
que es”, tanto al preguntar en nuestras preguntas como al responder en nuestras respuestas. De modo que
nos es necesario haber adquirido los conocimientos de todo eso antes de nacer.
–Así es.
–Y si después de haberlos adquirido en cada ocasión no los olvidáramos, naceríamos siempre
sabiéndolos y siempre los sabríamos a lo largo de nuestra vida. Porque el saber consiste en esto: conservar
conocimiento que es adquirido y no perderlo. ¿O no es eso lo que llamamos olvido, Simmias, la pérdida
de un conocimiento?
–Totalmente de acuerdo, Sócrates –dijo.
–Y si es que después de haberlos adquirido antes de nacer, pienso, al nacer los perdimos y luego
al utilizar nuestros sentidos respecto a esas mismas cosas recuperamos los conocimientos que en un
tiempo anterior ya teníamos, ¿acaso lo que llamamos aprender no sería recuperar un conocimiento ya
familiar? ¿Llamándolo recordar lo llamaríamos correctamente?
TEXTO 4.
–Vayamos, pues, ahora, -dijo– hacia lo que tratábamos en nuestro coloquio de antes. La entidad
misma, de cuyo ser dábamos razón al preguntar y responder, ¿acaso es siempre de igual modo en idéntica
condición, o unas veces de una manera y otras de otras? Lo igual en sí, lo bello en sí, lo que cada cosa es
en realidad, lo ente, ¿admite alguna vez un cambio y de cualquier tipo? ¿O lo que es siempre cada uno de
los mismos entes, que es de aspecto único en sí mismo, se mantiene idéntico y en las mismas condiciones,
y nunca en ninguna parte y de ningún modo acepta variación alguna?
–Es necesario –dijo Cebes– que se mantengan idénticos y en las mismas condiciones, Sócrates.
–¿Qué pasa con la multitud de cosas bellas, como, por ejemplo, personas o caballos o vestidos o
cualquier otro género de cosas semejantes, o de cosas iguales, o de todas aquellas que son homónimas con
las de antes? ¿Acaso se mantienen idénticas o, todo lo contrario a aquéllas, ni son iguales a sí mismas, ni
unas a otras nunca ni, en una palabra, de ningún modo son idénticas?
–Así son, a su vez –dijo Cebes–, estas cosas: jamás se presentan de igual modo.
–¿No es cierto que éstas puedes tocarlas y verlas y captarlas con los demás sentidos, mientras que
a las que se mantienen idénticas no es posible captarlas jamás con ningún otro medio, sino con el
razonamiento de la inteligencia, ya que tales entidades son invisibles y no son objetos de la mirada?
–Por completo dices verdad –contesto.
–Admitiremos entonces, ¿quieres? –dijo–, dos clases de seres, la una visible, la otra invisible.
–Admitámoslo también –contestó.
–¿Y la invisible se mantiene idéntica, en tanto que la visible jamás se mantiene en la misma
forma?
–También esto –dijo– lo admitiremos.
TEXTO 5.
–Yo te lo diré –contestó–. Conocen, pues, los amantes del saber, –dijo– que cuando la filosofía se
hace cargo de su alma, está sencillamente encadenada y apresada dentro del cuerpo, y obligada a
examinar la realidad a través de éste como a través de una prisión, y no ella por sí misma, sino dando
vueltas en una total ignorancia, y advirtiendo que lo terrible del aprisionamiento es a causa del deseo, de
tal modo que el propio encadenado puede ser colaborador de su estar aprisionado. Lo que digo es que
entonces reconocen los amantes del saber que, al hacerse cargo la filosofía de su alma, que está en esa
condición, la exhorta suavemente e intenta liberarla, mostrándole que el examen a través de los ojos está
lleno de engaño, y de engaño también el de los oídos y el de todos los sentidos, persuadiéndola a
prescindir de ellos en cuanto no le sean de uso forzoso, aconsejándole que se concentre consigo misma y
se recoja, y que no confíe en ninguna otra cosa, sino tan sólo en sí misma, en lo que ella por sí misma
capte de lo real como algo que es en sí. Y que lo que observe a través de otras cosas que es distinto en
seres distintos, nada juzgue como verdadero. Que lo de tal clase es sensible y visible, y lo que ella sola
contempla inteligible e invisible.
TEXTO 6.
Y el alma, entonces, la parte invisible, que se va a otro lugar de su misma índole, noble, puro e
invisible, al Hades en el verdadero sentido de la palabra a reunirse con un dios bueno y sabio, a un lugar
al que, si la divinidad quiere, también habrá de encaminarse al punto mi alma; esa alma, repito, cuya
índole es tal como hemos dicho, y que así es por naturaleza, ¿queda disipada y destruida, acto seguido de
separarse del cuerpo, como afirma el vulgo? Ni por lo más remoto, oh amigo Cebes y Simias, sino que
muy al contrario, lo que sucede es esto. Si se separa del cuerpo en estado de pureza, no arrastra consigo
nada de él, dado el que, por su voluntad, no ha tenido ningún comercio con él a lo largo de la vida, sino
que lo ha rehuido, y ha conseguido concentrarse en sí misma, por haberse ejercitado constantemente en
ello. Y esto no es otra cosa que filosofar en el recto sentido de la palabra y, de hecho, ejercitarse en morir
con complacencia. ¿O es que esto no es una práctica de la muerte?
RESPUESTAS a la pregunta 1 de selectividad: Exponer las ideas y estructura argumentativa del
texto propuesto.
Texto 1.
El texto habla de las siguientes nociones: de las Ideas (a través de «lo igual en sí»), de la
percepción sensible y los objetos sensibles, de la reminiscencia.
En su desarrollo estructural el texto defiende que «lo igual en sí mismo» existe, que sabemos lo
que es, que es diferente de los objetos iguales (maderos iguales, piedras iguales, etc.) y que su
conocimiento no lo hemos obtenido de esos objetos iguales, pero que es a partir de ellos que lo hemos
intuido. Por tanto, hemos llegado a ello por reminiscencia.
Contextualizando el texto desde la filosofía de Platón, podemos decir que defiende en él que las
Ideas (mundo inteligible), o «lo en sí», existen y son diferentes de los objetos del mundo sensible, que la
percepción sensible (pistis) inicia el recuerdo de las Formas en cuanto los objetos del mundo sensible
(joratá) copian o imitan a éstas, pero que las Ideas no se obtienen de las cosas sensibles.
En el texto queda justificada la diferencia entre la Idea y los objetos que la imitan cuando
defiende que piedras y leños iguales pueden aparecer como desiguales, pero que, sin embargo, lo «igual
en sí» nunca aparece como desigualdad.
También queda justificado en el texto que llamemos reminiscencia al paso que damos desde lo
percibido a lo intuido por la mente, pues se dice «siempre que la contemplación de un objeto nos lleva a
la intuición de otro, se trata de un proceso de reminiscencia».
Estas son las ideas y estructura encontradas en este texto de Platón, fragmento del diálogo en el
que se narra el último día de la vida de Sócrates, y que pasó hablando con sus discípulos sobre la filosofía
como preparación para la muerte y la inmortalidad del alma.
Texto 2 (Una posible respuesta).
El texto habla de las siguientes nociones: la Forma de la igualdad, las cosas sensibles
deficientemente iguales, el carácter modélico de la primera, y el conocimiento de la Idea como previo a la
interpretación de los sensibles como copias.
En su desarrollo estructural el texto sostiene lo siguiente: aquel que «mirando» algo piensa que
ese algo tiende a ser como otro algo pero que algo le falta, ha de haber «visto» ese otro algo antes de
haber mirado al algo en el que ve la carencia.
Por tanto, y más concretamente, el texto sostiene que para reconocer la insuficiente o deficiente
igualdad de los objetos iguales, la mente ha de haber visto antes lo igual en sí.
Contextualizando el texto desde la filosofía de Platón, entiendo que lo que se destaca en él es el
carácter modélico de la Idea, su carácter de ideal, de perfección, desde la cual se puede medir el mayor o
menor grado de parecido que muestra respecto a esa perfección la cosa sensible que la imita. Además, si
la mente es capaz de reconocer la deficiencia de los objetos sensibles, es porque ellos mismos manifiestan
su imperfección ante una mente que ha conocido antes lo perfecto.
En definitiva, es porque el alma contempló la realidad perfecta e ideal de las Formas, por lo que
puede comprender las copias del mundo sensible como más o menos parecidas a su modelo. Por tanto, es
porque el alma contempló las Ideas de lo igual, de los justo, de lo santo, etc., por lo que puede juzgar las
cosas del mundo sensible como más o menos iguales, justas, santas, etc.
Estas son las ideas y estructura que encuentro en este fragmento del diálogo en el que Platón narra
el último día de la vida de su maestro, el cual lo pasó dialogando con sus discípulos sobre la filosofía
como «meditatio mortis» y sobre la inmortalidad del alma.
Texto 2 (Otra posible respuesta)
El texto habla de las siguientes nociones: la Forma de la igualdad, las cosas sensibles
deficientemente iguales, el carácter originario de la primera, y el conocimiento de la Idea como previo a
la interpretación de los sensibles como copias.
En el proceso de recordar, aquello que es recordado requiere de haberse conocido antes de
percibir aquello que nos lo recuerda, dice Platón, al modo como diríamos que para que el retrato de
Sócrates nos recuerde a Sócrates es preciso haber conocido antes a éste.
Como esto mismo es lo que ocurre entre las cosas iguales que percibimos, y aquello que nos
recuerdan (lo igual en sí), es necesario conocer ya de antemano esto último.
Por tanto, antes de la primera vez que percibimos cosas iguales en el mundo sensible, teníamos ya
que conocer lo igual en sí.
Contextualizando desde lo que sabemos de la filosofía de Platón, el texto es un ejemplo para
ilustrar la idea general de Platón de que el mundo sensible nos recuerda al inteligible (mundo de la Ideas),
y como en todo recuerdo lo recordado debió ser conocido antes, el mundo inteligible también debió ser
conocido antes de la primera vez que percibimos el sensible, el cual nos recuerda a aquél.
Estas son las ideas y estructura que encuentro en este fragmento del diálogo en el que Platón
narra el último día de la vida de su maestro, el cual lo pasó dialogando con sus discípulos sobre la
filosofía como «meditatio mortis» y sobre la inmortalidad del alma.
Texto 3.
En su desarrollo estructural este fragmento del Fedón sostiene que para todo lo que es en sí, o
también, para todo de lo que se dice «eso lo que es», vale lo que decimos a continuación:
–es necesario que su conocimiento lo hayamos adquirido antes de nacer;
–es necesario que lo perdamos al nacer (pues si no siempre seríamos capaces de conservarlo y
saberlo, o como dice en otro lugar, de «dar razón de él»);
–que lo recuperemos a partir del uso de los sentidos sobre los objetos sensibles. A esta
recuperación la llamamos «aprender», y es por eso que podemos decir que aprender es recordar.
Contextualizamos ahora el texto en la filosofía de Platón y decimos que quiere significar lo que
sigue: en relación a cualquier Idea o Forma (realidad absoluta, eterna, inmutable, perfecta… del mundo
inteligible), su conocimiento por el alma es previo a la encarnación del alma. Además, el alma al
encarnarse olvida (pierde de algún modo) su conocimiento de lo inteligible. Además, la percepción de las
cosas sensibles nos permite recuperar las Ideas como recuerdos (es decir, nos permite recordarlas). A esto
es a lo que llamamos aprender.
El texto, pues, recoge, entre otras, las siguientes nociones: las Ideas, el olvido y el recuerdo de las
mismas (teoría de la anámnesis), el conocimiento, el mundo sensible, el alma y la encarnación del alma.
El texto presentado es un fragmento del Fedón, diálogo en el que se narra el último día de la vida
de Sócrates.
Texto 4.
Platón trata de las siguientes ideas en el texto presente: de lo que es en sí, de su caracterización y
de cómo se conoce, y también, de las cosas del mundo sensible, su caracterización y el modo en que se
conocen.
Estas ideas las articula así: lo en sí, lo que es en sí, lo ente o la entidad, es inmutable, inaccesible a
los sentidos (invisible) y sólo cognoscible por el razonamiento de la inteligencia. Sin embargo, las cosas
múltiples del mundo sensible, están en devenir y son captables por los sentidos.
Contextualizando lo anterior desde la filosofía platónica, decimos que Platón en este texto nos
presenta su dualismo ontológico y epistemológico, según los cuales existen dos mundos, uno inteligible,
inmutable, eterno, etc., que contiene las Ideas o Formas, y que es conocido por la dialéctica
(razonamiento de la inteligencia), y otro sensible, en constante devenir, temporal, etc., y que contiene los
objetos que son conocidos por la doxa (opinión), en sus dos formas de pistis y eikasía.
Este dualismo ontológico supone la separación (jorismos) entre los dos mundos, y Platón
necesitará usar nociones como la participación, imitación, etc., para resolver este problema
Estas son las ideas y estructura encontradas en este texto de Platón, fragmento del diálogo en el
que se narra el último día de la vida de Sócrates, y que pasó hablando con sus discípulos sobre la filosofía
como preparación para la muerte y la inmortalidad del alma.
Texto 5.
Platón trata en este texto de la situación, conocida por los filósofos, del hombre en el mundo
como un alma encarnada, y de qué modo la filosofía puede ayudar al alma a vivir mejor.
La exposición articulada de las ideas que presenta el texto es la que sigue: el amante del saber
(filósofo), sabe que el cuerpo es una cárcel para el alma (soma-sema, como decían órficos y pitagóricos),
y que cuando el alma está encarnada, si se deja gobernar por el deseo del cuerpo, andará en una vida llena
de confusión, ignorancia y esclavitud, pues el mundo sensible (que es lo que se conoce y desea a través
del cuerpo) está siempre cambiando su ser y es en el fondo vano. La filosofía ayuda, justamente, al
hombre a que su alma viva lo más desprendida del cuerpo que sea posible, mientras esté encarnada,
mostrándole la insustancialidad del mundo sensible y visible, y llevándola por el Eros (exhortándola
suavemente) a recogerse en sí misma y ascender hasta lo que de verdad es en sí y siempre igual a sí, y
verdaderamente real, y es además la «patria» verdadera del alma y el lugar de su liberación.
Leyendo el fragmento desde la filosofía de Platón, cabe decir que presenta aquí al hombre en su
dualismo antropológico, en el que el alma no debe ser dirigida por el cuerpo so pena de quedarse en la
ignorancia y en la copia sombría que el mundo sensible representa, sino que debe ser ella la que ejerza el
control del ser humano, desprendiéndose en lo que pueda de los deseos del cuerpo para así poder ascender
con la dialéctica al verdadero conocimiento de las Ideas, de su jerarquía y de su culminación en la Idea de
Bien-Belleza. El ejercicio de la filosofía es así, una especie de preparación para la muerte, pues en la
muerte ocurrirá justamente la separación del alma y el cuerpo. Además, el texto lo podemos entender
también a la luz del mito de la caverna.
Texto 6.
Ideas del texto:
a) Distintas características del alma respecto del cuerpo:
-“invisible”
-inmortal (“¿queda disipada y destruida, acto seguido de separarse del cuerpo, como
afirma el vulgo? Ni por lo más remoto”).
b) Afinidad/semejanza del alma con el Mundo de las Ideas:
-“noble, puro, invisible”;
-de la misma “índole”;
-“reunirse con un dios bueno y sabio” (en el Hades, “en el verdadero sentido de la
palabra”).
c) El alma accede al Mundo de las Ideas cuando se encuentra en “estado de pureza”. Para
alcanzarlo:
-Control/separación del cuerpo (pasiones, deseos…) por parte del alma.
d) El ejercicio de la verdadera filosofía (“filosofar en el recto sentido”) conduce a la
liberación/purificación del alma respecto del cuerpo, lo que equivale a “ejercitarse en morir con
complacencia”.
Descargar