HACER LAS COSAS SIN QUE SE NOTE Vivimos en el mundo del "famoseo". Uno no es famoso por ser importante, sino que se convierte en importante por ser famoso. Hay que salir en la tele, hay que salir en los periódicos... hay que dejarse ver en las fiestas, espectáculos y todo tipo de actos públicos. Si algún famoso ayuda a alguien tiene que salir en las noticias. Si algún país da ayuda humanitaria a otro se tiene que anunciar a los cuatro vientos. Todos estamos de acuerdo en que son gestos magníficos y necesarios. Pero no siempre la intención es la de ayudar sino la de ser vistos, ganarse simpatías y aumentar la fama. En estos 40 días de Cuaresma, en los que hay personas que deciden gastar menos y compartir su dinero ayudando a los más necesitados, en los que "ayunamos" de cosas habituales para darlo a los demás, hay unas palabras que pueden servirnos de consejo para no caer en la misma actitud: "Procurad no hacer el bien en público para que se os vea. De lo contrario, no tendrá ningún valor para vuestro Padre del cielo. Cuando ayudéis a alguien, que no se os note. No hagáis ruido como hacen los hipócritas para que la gente los aplauda. Cuando tú ayudes a alguien, que ni siquiera tu mano izquierda se entere de lo que ha hecho la derecha. Porque de ese modo tu ayuda quedará guardada en tu interior y sólo Dios sabrá que has hecho el bien, pues en Él está tu recompensa". (Jesús de Nazaret) Ave María TENGO ALGO QUE DECIRTE HOY Piensa ahora mismo en alguien. Alguien a quien llevas tiempo queriéndole decir algo. Esa persona a quien no se lo has dicho porque te da vergüenza, porque está lejos, porque tienes miedo, porque no encuentras el momento... Quizás quieras decirle GRACIAS por tantos favores que te hace, por tantas veces a tu lado cuando lo necesitas. Quizás la palabra sea PERDÓN por haberle herido o haberle fallado. Puede que quieras que escuche cómo sale de tus labios un TE QUIERO. ¿No crees que esas palabras poseen tanto valor que sólo por ellas merece la pena vencer la vergüenza, el miedo y los problemas de agenda? ¿No crees que si has pensado ya en la persona a la que se lo dirías, es porque es más importante que las excusas? Hoy plantéatelo. Acércate y dile a esa persona: HAY ALGO QUE TE TENGO QUE DECIR. Vengo aquí esta mañana, mi Señor, a olvidar las prisas de mi vida. Ahora solo importas Tú, dale tu paz a mi alma. Vengo aquí esta mañana, mi Señor, a encontrarme con tu paz que me serena. Ahora solo importas Tú, dale Tú valentía a mi alma. PADRE NUESTRO... APRENDER A SERVIR Jesucristo vino al mundo para “servir” a la humanidad. Lo dijo en numerosas ocasiones. Y lo hizo durante toda su vida en la tierra. Servir consiste en buscar siempre la felicidad del otro. Consiste en compartirlo todo. Es el único medio de cambiar el mundo y de devolverle la capacidad de amar. Es una tarea difícil. Algunos dicen que es imposible. Jesús nos demuestra que no lo es tanto, Él lo consiguió y nos invita a que nosotros también lo intentemos. Pero... ¿cómo? Jesús nos da pistas: mirando más allá de las apariencias; sirviendo y ofreciendo nuestra paciencia, nuestra alegría, nuestro perdón; caminando hasta el final, sin cansarnos y tirar la toalla a mitad de camino. Con Jesucristo los cristianos logran que la vida triunfe sobre el mal y la muerte. Los cristianos, siguiendo al Señor Jesús, aprendemos a servir, a ofrecer lo mejor que tenemos para que el otro sea feliz. Los seguidores de Jesús tenemos que entender la vida como un tiempo para aprender a servir. - Aprender a servir, explicando a un compañero el problema que no entiende. - Aprender a servir, no criticando a los demás, sino ayudándoles a mejorar. - Aprender a servir, cumpliendo con nuestras obligaciones. - Aprender a servir, perdonando de corazón a aquellos que nos molestan. - Aprender a servir, pensando siempre en la felicidad de los que están a mi alrededor. PADRE NUESTRO… “QUE TU LUZ BRILLE” Hoy propongo escuchar con atención un breve texto del evangelio. Jesús les decía a sus discípulos: “¿Acaso se trae una lámpara para taparla con una vasija de barro o ponerla debajo de la cama? ¿No es para ponerla encima de una mesa o de un candelero y que alumbre a toda la casa”. Como dice Jesús… nadie enciende una vela para esconderla, sino para que dé luz. Ciertamente que parece evidente esto que hemos escuchado. Pues mirad. Creo que en muchas ocasiones, todos nosotros podemos ser luz para todos los que nos rodean, pero en lugar de “ABRIRNOS” y dar nuestra luz, nos escondemos y no dejamos que la luz que llevamos dentro salga para alumbrar a los demás. Quizá por miedo a SER AUTÉNTICOS, a ser gente que se preocupa por los demás, por ser compañeros atentos, cercanos a todos, y por miedo a “ser diferente”, escondemos esa luz que todos llevamos dentro, y que puede hacer tanto bien a los demás. Nadie se compra un móvil para no usarlo; nadie compra una lavadora para luego lavar a mano, nadie compra un coche para dejarlo en el garaje… Por eso, ábrete a los demás, comparte tus cualidades con los que te rodean, sonríe, bromea, haz que la gente sea más feliz y consigue así que tu vida sea luz para los que te conocen. PADRE NUESTRO... El abecedario de la amistad Dice un libro de la Biblia no muy conocido, el Sirácida o Eclesiástico, que “El amigo fiel es seguro refugio; el que lo encuentra, ha encontrado un tesoro” (Sir 6,14). Y es verdad. Una vida sin amigos es una vida vacía. Dicen que uno tiene los amigos que se merece. En parte sí y en parte no, pero qué duda cabe de que sólo tiene amigos quien es capaz de mantener una amistad. Por eso te voy a proponer, para la oración de hoy y la de mañana, un curioso abecedario de la amistad Un amigo: Acepta cómo eres tú. Busca cómo apoyar tus sueños. Cree en ti. Da lo mejor de sí cuando lo necesitas. Escucha con atención tus problemas. Frena tus insensateces. Grita cuando no escuchas. Habla bien de ti. Influye constructivamente en tu vida. Juguetea y te hace reír, aun en los momentos difíciles. K-alla aunque esté a punto de explotar. Lamenta tus fracasos (aunque te los haya advertido). Mantiene y cultiva la amistad en las buenos y en los malos momentos. Ave María El abecedario de la amistad Seguimos en este rato de oración el abecedario de la amistad: Un amigo: No te juzga. Ofrece su apoyo incondicional. Perdona tus errores. Quiere lo mejor para ti. Recuerda y aprecia lo que eres para él. Se alegra con tus éxitos. Tiene la valentía de decirte lo que necesitas escuchar. Utiliza sus mejores recursos para apoyarte. Valora lo que eres. W-uarda con agrado el recuerdo de los buenos momentos. X veces intenta explicarte de forma que entiendas. Y... Zambulle su conciencia en tus adversidades. La amistad no se programa ni se planifica. Surge casi por accidente. Pero hay un momento en el que pide que la alimentemos, si no, termina por morir. La amistad exige el trato, el crecimiento en confianza, la aceptación del amigo tal como es… Durante el día de hoy dedica un tiempo a ese amigo especial. Seguro que no es tiempo perdido. PADRE NUESTRO... La mujer y el hombre perfecto A Nasrudin le preguntó un amigo. ¿Nunca pensaste en casarte? Sí que lo pensé -respondió Nasrudin. –cuando era muy joven, decidí buscar a la mujer perfecta. Crucé el desierto, llegué a Damasco, y conocí una mujer muy espiritual y bella; pero ella no sabía nada de las cosas materiales de este mundo. Pasaba todo el día rezando. Continué viajando, y fui a Isfahan; allí encontré una mujer que se manejaba muy bien en las cosas de este mundo, en su trabajo, en la casa y en la familia. También era muy espiritual, pero no era bonita. Entonces decidí ir hasta El Cairo, donde conocí por fin a una moza bonita, religiosa, y conocedora de la realidad material. -¿Y te casaste con ella? -No. -¿Por qué? – le preguntó el amigo -¡Ah, compañero mío! Lamentablemente ella también quería un hombre perfecto. Por eso no me he casado. Esta historia nos enseña que debemos aceptar a las personas como son porque no vamos a encontrar nunca a nadie perfecto. También hemos de aceptarnos a nosotros mismos tal y como Dios nos ha hecho, intentando mejorar en todos los aspectos de nuestra vida pero sabiendo que perfecto solo es Dios. PADRE NUESTRO... Confiar... y después, confiar Por las circunstancias que te ha tocado vivir, es posible que confíes en pocas personas, e incluso que pocas personas confíen en ti. Pero ¿Qué es confiar?. La confianza es tener fe. Es contar con los demás y creer en alguien o algo. Es tener seguridad de que el bien sucederá sin que yo tenga que controlarlo. Igual que uno confía que el sol saldrá por la mañana sin que haya que mover un solo dedo. Confiar en los demás es creer que las personas van a cumplir su palabra sin tener que obligarles. Confiar en uno mismo es tener fe en tu propia capacidad de aprender, cambiar y crecer. Cuando decimos que la vida no se ha portado bien con nosotros, nos resulta muy difícil confiar. Tener confianza no significa esperar que la vida nos resulte sencilla en todo momento. Confiar es estar seguro de que en todo lo que nos trae la vida siempre hay algo que aprender y que el amor de Dios siempre nos acompaña. Cuando tienes confianza sabes que nunca estás solo. Necesitas confiar en las personas, en los amigos y en ti mismo. Ten en cuenta que la confianza tarda mucho en construirse y muy poco en venirse abajo. Cuando prometes algo a alguien, cuando te comprometes o cuando alguien confía en ti, no debes traicionar esa confianza porque si fallas, te costará volver a recuperarla. Confiar en todos es una insensatez pero no confiar en nadie es una neurótica. PADRE NUESTRO...