UN CUERPO PROPIO - Latin American Studies Association

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UN CUERPO PROPIO
Prepared for delivery at the 2001 meeting of the Latin American Studies
Association, Washington DC, September 6-8, 2001
AUTORA: Gilda Salazar Antúnez
Centro de Investigación en Alimentación
Y Desarrollo, A.C
Hermosillo, Sonora, México
UN CUERPO PROPIO1
En mi casa no se hablaban cosas
sobre el cuerpo, era una cosa especial; deja
que te cuente una anécdota: Cuando
estábamos chicas, mis primas -que eran
hijas de una hermana de mi papá- fueron a
visitarnos al rancho donde vivíamos, para
estar con nosotros de vacaciones. Un día,
se nos ocurrió jugar a las embarazadas, a
todas se nos ocurrió y nos pegaron una
“pela”, nos pegaron muchísimo con un cinto
porque
andábamos
vestidas
de
embarazadas…
Rosario, 47 años.
El cuerpo, esa entidad tan íntima y a veces tan lejana, con la que se puede
sentir placer y dolor con la misma intensidad y en ocasiones, por las mismas
razones.
“Mi cuerpo”, decimos las humanas(os), y “mi” es un pronombre que
indica posesión o pertenencia. Cuando decimos esta frase, ¿qué tanto nos
estamos refiriendo a un cuerpo que sentimos y/o percibimos como nuestro?, ¿o se
trata solamente de un pronombre que hemos aprehendido como una forma de
saber las conjugaciones de los verbos: mío, tuyo, suyo, de él?, ¿qué tanto nos
referimos a “mi cuerpo”, cuando relatamos cualquier experiencia de vida?, ¿las
mujeres y los hombres tenemos ese sentido de pertenencia del “mi”, sobre el
cuerpo que nos transporta, sobre ese cuerpo que nos hace ser y estar en el
mundo?.
Nunca sabré con certeza si tener un cuerpo con genitales de hombre,
significa transitar en este mundo patriarcal con menos dolores o dificultades. Lo
1
Agradesco profundamente las aportaciones y el trabajo de tres colegas y amigas(os) que amorosamente
prestaron su tiempo y conocimiento para este ensayo. A Maren Von Der Borch y a Mary Goldsmith, cada una
con su especialidad leyó cuidadosamente el primer borrador del texto e hicieron comentarios y propuestas,
Rubén Duarte, revisó el texto final cuidando redacción y estilo.
que si sé, es que hay razones para pensar que los hombres y las mujeres no
vivimos la experiencia corporal de igual manera y por lo tanto nos conducimos de
forma distinta en relación a nuestros cuerpos. ¿Las mujeres, somos un cuerpo o
tenemos un cuerpo? y si lo tenemos, ¿cómo lo habitamos?
La decisión de realizar este ensayo es, sobre todo, un deseo: la necesidad
de transitar por la escritura y comunicar, más que resultados de investigación en
estricto sentido, un conjunto de ideas y reflexiones que se refieren a las preguntas
arriba planteadas, y que se desprenden de la experiencia de vivirme mujer y
compartir ese hecho con amplios grupos de mujeres, desde mi práctica política, en
mi quehacer como feminista y como antropóloga interesada en la experiencia de
otras mujeres.
Escuchar hablar a las mujeres sobre su experiencia de vida en relación a la
sexualidad y al cómo han sido tratados sus cuerpos en la atención a su salud
reproductiva (atención al parto, anticoncepción, prácticas preventivas como la
realización de la prueba del papanicolaou, entre otras) así como escuchar sus
relatos de sus malestares y “achaques”, no sólo me ofreció la vinculación con mis
emociones y me impuso dolores que me remitieron a mis propios malestares, sino
que me hicieron sentir mayor compromiso con la lucha de las mujeres por una
mejor calidad de vida.
Desde ese lugar se desplegaron en mí, montones de preguntas: ¿cómo
vivimos el cuerpo las mujeres?, ¿cómo lo sentimos?, ¿cómo lo percibimos?, ¿qué
cargamos en el?, ¿cuál es la autoimagen que tenemos de el?, ¿poseemos ese
cuerpo o nos posee él a nosotras?, ¿está o no habitado por nosotras?, ¿cómo,
cuándo, quiénes nos habitaron?. Todas ellas me remitieron a la vivencia del
cuerpo que experimentamos las mujeres.
No voy a resolver aquí todas estas interrogantes, pero son el punto de
partida para abordar los objetivos que me planteo: a) presentar una brevísima
discusión sobre las distintas perspectivas de pensar el cuerpo, b) introducir una
reflexión sobre las formas de expropiación del cuerpo en la cultura patriarcal, c)
aportar una elaboración de cómo se construye la experiencia del cuerpo de las
mujeres, a partir de connotaciones culturales sobre los eventos biológicos
(particularmente la menstruación), d) elaborar una reflexión sobre la relación que
guardan las percepciones del cuerpo con las prácticas de atención y prevención
de la salud, en la que discuto la relación que llamo “apropiación del cuerpo y
cuidado de la salud”, que inevitablemente lleva a pensar el significado de vivir un
cuerpo que no nos pertenece.2
Pensar el cuerpo
Cuando se piensa o se habla del cuerpo, se está pensando en distintas
dimensiones: la biología, la psique, la historia, la cultura. El cuerpo entonces, nos
remite a bienestares y malestares, a procesos de salud-enfermedad, a la muerte,
al placer y al dolor (en un sentido físico-real tanto como emocional-social); también
nos remite al consciente e inconsciente, a lugares y biografías, a la pornografía y
la política, y a nociones y concepciones de la filosofía, la sociología, la psicología,
la antropología y el psicoanálisis3. Nos refiere, por supuesto, a distintas
conceptualizaciones de lo que son los valores, las sensaciones y las emociones,
tanto como las percepciones.
Con el cuerpo sentimos, conocemos y percibimos el entorno, dicen los
fenomenólogos. El cuerpo es un espacio en el que transita el poder, dice Foucault.
Es el espacio de lo simbólico, explica Lacan. Es bisagra entre lo social y lo
psíquico, diría Marta Lamas. Es significado y constructo de una identidad,
expresión de una construcción del género en una cultura específica, señala Judith
Butler, entre otras. Así, actualmente, se escuchan con frecuencia conceptos como
“vivencia del cuerpo”, “experiencia corporal” y “percepción del cuerpo”, pero no
queda claro a qué se refieren. “Imagen”, “representaciones”, “significados del
cuerpo”, son otros conceptos que aparecen con la mayor ambigüedad. Están
2
Con el término de pertenencia, me refiero a tener conciencia del propio cuerpo. Entiendo por conciencia la
capacidad de reconocimiento, control y decisión sobre el cuerpo propio.
3
Para obtener un panorama y una síntesis de las diferentes corrientes, y una discusión sobre la
construcción de las diferentes conceptualizaciones del cuerpo, ver el Capítulo II del texto de
Margarita Báez Metáforas del cuerpo, citado en la bibliografía.
además todas las corrientes terapéuticas actuales que, desde las distintas
psicologías, recuperan al cuerpo como energía, e incorporan una noción del
cuerpo como agente del cambio, además de la cura emocional (integración
funcional y autoconciencia por el movimiento, Ciclo del movimiento, Arraigo
sexual)4
Por supuesto que éste no es el lugar para discutir todas estas posturas y
abordajes. Solamente quiero plantear algunas premisas que son la base de esta
reflexión. Pienso que la complejidad de la temática es profunda en tanto que
involucra al espacio de la constitución de los sujetos, y la experiencia subjetiva de
ser y vivir desde un cuerpo. Es además, un ente “natural”, en tanto que es
biológico, y una construcción social, en tanto que es dotado de significados y
valores asignados a través de la pertenencia a una cultura que le asigna una
identidad genérica diferenciada, justamente a partir de las diferencias biológicas.
Es decir, el cuerpo y la cultura se implican mutuamente; el cuerpo está sujeto a los
procesos de la naturaleza, y al mismo tiempo, nada en él es natural. “Todo él es
un campo de fuerzas donde se escenifican las estrategias del orden social; es
también, una superficie de inscripción de los códigos de la sociedad ”(Báez, 1996:
98). En tanto que cultura, el cuerpo está cargado de connotaciones sociales
adjudicadas según el sexo (es decir las diferencias biológicas), la edad, el
momento del ciclo vital, la pertenencia étnica, la clase social y las asignaciones de
género. Es entonces un proceso histórico y de múltiples dimensiones, lo que indica
que éste ha ido cambiando, no sólo de significados, sino de simbolizaciones y
valoraciones. En la cultura occidental judeo-cristiana, por ejemplo -a diferencia de
la cultura oriental- el cuerpo no ha tenido funciones relevantes como instrumento
del crecimiento y del placer; más bien, se le ha asociado al castigo y la flagelación.
4
Para consultar sobre Integración funcional y Ciclo del Movimiento ver los textos de Moshe
Feldenkrais y Christine Caldwell, citados en la bibliografía. El concepto de Arraigo Sexual proviene
de una técnica de trabajo corporal, relativamente nueva, denominada Sexual Grounding Therapy, la
cual, ha sido fundada por el Holandés Willem Poppeliers, cuyos escritos aún no han sido
publicados.
En la medida en que el cuerpo es el ente que nos transporta, la percepción que
cada mujer construye de sí misma es, entre otras cosas, a partir del vínculo que
establece con su cuerpo. Ese vínculo puede ser de pertenencia o no, de
apropiación o no, lo que estará en juego con la percepción5 que las mujeres van
construyendo sobre su cuerpo a través de su experiencia de vida. Es justamente
esta idea de apropiación o no del cuerpo, lo que se relaciona con mi hipótesis que
es la siguiente: la cultura del cuerpo6 y la sexualidad construida para ambos
géneros, por una tradición patriarcal cada vez más debilitada pero todavía intacta,
es el origen de la no apropiación de nuestros cuerpos. Así se desarrolla una
manera de vivir el cuerpo sin habitarlo, es decir, sin escucharlo; sin reconocer las
señales que indican salud o enfermedad; y sobre todo, sin atenderlo, cuidarlo y
prepararlo para las distintas etapas de ciclo vital.
Cuerpo y cultura patriarcal
El desnudo y los genitales masculinos no han tenido el mismo significado
que los femeninos. Estos últimos ha tenido connotaciones eróticas, de prestigio
tanto como de desprestigio social de las mujeres. Desde hace muchos años, casi
en todas las sociedades y en todas las culturas, al cuerpo femenino se le han
asignado funciones e identidades referidas a su sexualidad: santa, virgen, madre
y prostituta, desde donde ha sido también conminado, con una silenciosa y
alarmante complicidad social, a ser el receptáculo de agresiones verbales, físicas
y sexuales, en la calle, en la casa y en los hospitales. Las construcciones sociales
con una importante presencia cultural en las sociedades patriarcales, han sido la
desnudez y la virginidad del cuerpo femenino, tiene que ver con la toma de
posesión de un cuerpo femenino por un hombre de fuera o de dentro de un
sistema de parentesco. La posición de una mujer ante la virginidad define su lugar
5
En este ensayo voy a referirme con percepción del cuerpo, a todas aquellas ideas, concepciones y
formas en las que las mujeres definen e incorporan la vivencia de sus experiencias corporales
concretas (físicas).
6
En este caso el término cultura se refiere a las ideas y valores aprendidos durante la socialización
de los niños(as) en la familia y la escuela, así como las percepciones que se construyen sobre el
cuerpo y la sexualidad en este mismo proceso, a través de las relaciones con los “otros(as)”, en la
interacción social.
en el sistema de parentesco; un lugar que suele aparecer codificado por los
conceptos como “ciclos de vida” o “edades sociales”. Está definida “por el acceso
sexual a su cuerpo” (Rivera, 1996: 41). La virginidad, en tanto que construcción
social del orden patriarcal nos está hablando del grado de pertenencia o del tipo
de pertenencia de uno o más hombres sobre el cuerpo de una mujer, es pues una
construcción que simboliza un principio de propiedad de un cuerpo sobre otro. Un
ejemplo claro de esto es la construcción que en el orden patriarcal se ha hecho
para dividir a las mujeres en categorías distintas, que refieren a sus cuerpos
sexuados: la casada es de un solo hombre, su marido; la prostituta es de todos los
hombres, y la monja es de Cristo.
Al mismo tiempo y en otro tenor, la cultura occidental ha negado los
genitales, el cuerpo y la existencia de la sexualidad7 como expresión propia e
intrínseca al ser humano. Una de las aportaciones de la reflexión feminista sobre
la cultura sexual y la educación, es precisamente el reconocimiento de que, tanto
la educación sexual como el tratamiento del cuerpo, ha sido diferenciado para
niños y niñas, de manera tal, que no se les inculcan los mismos valores sobre su
cuerpo; durante el crecimiento a las niñas se les enseña que no deben mostrarlo y
que hacerlo es vergonzoso, mientras que a los niños se les hace sentir orgullosos
del mismo, esto se expresa a través de los juegos y los movimientos, posturas
corporales permitidas para las niñas y los niños, entre otros. Contrariamente a
este valor sobre el cuerpo de las niñas, algunos medios de comunicación, como
es el caso de la televisión, trasmiten imágenes de mujeres -rara vez de hombresque se “muestran”. Estas acciones diferenciadas hacia el cuerpo de la niña y el
niño, tanto como los mensajes que transmiten imágenes femeninas encontradas
con los valores hegemónicos de cómo debe ser una mujer, conforman parte de las
ideologías de género. Ideologías que, como veremos, guardan estrecha relación
con la percepción del cuerpo que las mujeres experimentan.
7
Sexualidad es un concepto en permanente construcción, y aquí la definimos como una experiencia
construida social y culturalmente, más que enfatizar su contenido biológico y el comportamiento
fisiológico.
La relación con los genitales y la experiencia del cuerpo
Hay dos lugares del cuerpo femenino que, durante siglos, el sistema
sexo/género8 y la cultura patriarcal, necesitó mantenerlos cerrados: la boca y la
vulva, a partir de esa premisa se construyeron cuerpos de mujeres sumisas, sin
poder, con una identidad en la que las cualidades son el silencio, la pasividad y la
receptividad. Las mujeres que callan han sido calificadas de discretas. Las mujeres
cuya vulva es utilizada para tener hijos también son las mejor vistas. Cerrar ambos
pares de labios del cuerpo femenino, nos dice Milagros Rivera, tiene que ver con
la pérdida de control de las mujeres sobre el propio cuerpo, al hacerse sujetas del
dominio de los padres en el sistema de parentesco/sistema de géneros (Rivera,
1996: 44). En este contexto, la virginidad tanto como la violación sobre el cuerpo
femenino son mecanismos de la sociedad patriarcal que dice a las mujeres que su
cuerpo no les pertenece, que puede ser inseminado, tanto como que está
expuesto a la maternidad no deseada. El ejercicio de esta cultura hegemónica, que
sostiene el sistema patriarcal de parentesco, da a los genitales femeninos el valor
de dar prestigio, y proporciona poder a quienes los poseen. Los genitales
femeninos carecen de valor por si mismos, más bien dan valor a quienes acceden
a ellos. Así las mujeres han sido separadas de sus genitales, estos han sido
puestos en un lugar aparte y confinados a funciones reproductivas y eróticas, que
se expresan contrariamente opuestas, dejando éstas últimas sólo para el caso de
las mujeres “públicas”o “livianas”.
El proceso de convertir lo relativo al cuerpo y los genitales un asunto
privado y confundirlo con la intimidad, representa una forma en la cual las mujeres
perciben su propio cuerpo en alejamiento y ven, precisamente, los genitales como
algo íntimo, que deben resguardar, no mostrar y no ser vistos por nadie, y muchas
veces ni por ellas mismas. No tener acceso a los propios genitales va a construir
8
Para una revisión del concepto, sistema Sexo/género ver el artículo de Gayle Rubin El tráfico de
mujeres: notas sobre la Economía Política del sexo y el de Marta Lamas La Atropología feminista y
la categoría género, en la revista Nueva Antropología, Vol. VIII. No. 30, año1998, pp.95-145 y pp.
173-198, respectivamente.
una percepción de un cuerpo ajeno que más tarde repercute en el control sobre el
mismo, las decisiones sexuales y reproductivas, y el cuidado preventivo de la
salud.
Desde hace ya varios años las feministas, tanto en el espacio político como
en el académico, se han encargado de problematizar las asignaciones que se le
han dado al cuerpo y a los genitales femeninos. A principios de los años setenta,
Carla Lonzi, en su clásico Escupamos sobre Hegel, hace alusión a la manera en
que nuestra sociedad -a través de ignorarlos no nombrándolos- oculta los
genitales de las niñas, frente al pene de los niños, al que se señala sin ninguna
inhibición. Así, señala la autora, “la relación entre macho y hembra no es, pues,
una relación entre dos sexos, sino entre un sexo y su carencia” y este es el
principio de la construcción de las identidades de género diferenciadas a partir de
poseer determinados genitales.
Cuerpo, sexualidad y ciclos vitales9
A partir de mi aproximación a toda clase de relatos -a través de varios años
de investigación de campo, particularmente sobre las condiciones de la salud
reproductiva de las mujeres en Sonora10- llegué a observar lo que he denominado
apropiación del cuerpo y cuidado de la salud.
A mi ver estas nociones nos
acercan a la comprensión del vínculo que estas mujeres establecen con su
cuerpo, cómo lo perciben y cómo lo habitan. En uno de mis encuentros quedé muy
impresionada al conversar con Doña Rita sobre su estado físico, cuando ella me
decía: “fíjese yo a veces amanezco con mucha taranta pero me levanto, y hago el
quehacer y medio me compongo, por eso digo que no estoy enferma, me siento
9
Este apartado está referido a las mujeres en Sonora, y los testimonios utilizados forman parte de la
base de datos cualitativa de una investigación realizada por Carmen Castro y Gilda Salazar,
Elementos socioculturales en la prevención del cáncer cérvicouterino, un estudio en Hermosillo,
Sonora, investigación que se llevó a cabo durante el período 1997-1999 y financiada por el Consejo
Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y la Fundación Mexicana para la Salud, Capítulo
Sonora (Funsalud).
10
Entrevistas de campo con grupos de mujeres jóvenes de 25 a 35 años y mayores de 45 años, acerca de sus
concepciones y definiciones sobre el estado de salud-enfermedad y las prácticas de prevención y atención en el
cuidado de su salud.
como si estuviera, pero no estoy enferma” . ¿Y qué es para usted estar enferma
doña Rita?, le pregunté. “Pues de plano estar tirada en la cama y no poder
levantarme y no poder hacer el quehacer”11, respondió.
Este proceso de poder sobreponerse al malestar relativo al cuerpo y
asegurar no estar enferma a pesar de “sentirse como si estuviera”, impacta y
remite, entre otras cosas, a las preguntas que he planteado a lo largo del ensayo
y que relacionan las percepciones del cuerpo y el cuidado de la salud.
En lo que sigue, intentaré ilustrar a partir de uno de los eventos biológicos
más significativos de las mujeres en nuestra cultura -la menstruación- cómo se
han construido algunas de las percepciones sobre el cuerpo femenino.
La manera como se vive dicho suceso va a reflejar la cultura del cuerpo
femenino, y construye la relación y el vínculo que las mujeres van a tener con el
suyo. Se reconoce de manera generalizada, que los cambios en el cuerpo
femenino, en este caso la menstruación, se ha experimentado por generaciones
con bastante desconocimiento. Aunque en la actualidad las formas de vivir el
suceso están cambiando, las mujeres con quienes hemos conversado acerca de
la experiencia, pertenecen a la generación cuyas madres no transmitieron
información verbal sobre los sucesos biológicos durante el desarrollo físicocorporal, ni exposiciones explícitas acerca del cuerpo y la sexualidad. Más bien la
experiencia corporal se encuentra asociada a mensajes implícitos a través del
silencio y la negación del propio cuerpo, particularmente de la existencia de los
genitales y lo que provenga de la vagina, en particular de la sangre y la
menstruación. Para casi todas las mujeres que entrevistamos, la primera
menstruación fue un evento que desconocían; si bien las madres o amigas les
transmitieron alguna información, ésta no fue clara y mucho menos extensa, sino
que se concretaba a determinadas advertencias, que habían de tener, entre ellas
la higiene y el cuidado en los juegos y el uso de la ropa. Sólo algunas de las
11
Con ”quehacer”, se refiere al trabajo doméstico de limpiar la casa, atención al esposo y los(as)
hijos(as) etc.
entrevistadas sabían y/o habían oído hablar vagamente de la menstruación y otras
habían tenido información de las amigas o maestras. La mayoría no había recibido
ninguna clase de mensaje verbal, directo y explícito de parte de su madre, ni
comunicación previa sobre el evento, hasta el momento en que ellas mismas lo
experimentaron.
Por los testimonios recogidos, la información recibida sobre la menstruación,
se reducía básicamente a toda clase de advertencias y expresiones respecto a los
“significados” de los peligros que en nuestra cultura se asocian al cambio que
conlleva la menstruación. Todo referido a los cuidados que debían tener al
menstruar, en relación a evitar o controlar no el cuerpo, sino sus riesgos: riesgo
de embarazarse por el paso de niña a adolescente, riesgo de ser descubierta al
mancharse de sangre menstrual, riesgo de lastimarse, riesgo de ser tocada o
delatada por algún otro niño, etc. Veamos lo que Margarita, de 29 años de edad,
relata en relación a lo que a ella le habían dicho:
¿Tu mamá nunca te habló de la menstruación?
Sí, la primera vez que fue mi menstruación, cuando me bajó la
regla, sí me dijo “tienes que cuidarte más”.
¿Eso te dijo tu mamá?
No andar corriendo ni andar jugando con niños porque te puedes
lastimar. Nada, no me explicó nada ella. Pero me dijo “cuídate más,
ya dejaste de ser niña ”y así, pero nomás...fue todo.
Como se ve en el testimonio de Margarita, no hay ninguna expresión de
alegría, gusto o confianza en relación con la experiencia. Tales advertencias
sobre el inicio de la menstruación, conforman las ideologías sobre el cuerpo
femenino y de género, que a su vez constituyen la identidad de las mujeres y las
van acostumbrando a la negación y los silencios corporales.
La ausencia de información explícita, tanto como el silencio guardado por
las madres y personas adultas respecto a los procesos del desarrollo biológico
femenino y en particular sobre el sangrado menstrual, conformó, para el caso de
las mujeres entrevistadas, una vivencia generalmente asociada con el miedo, en la
medida
que
ellas
experimentaron
su
primera
menstruación,
bajo
el
desconocimiento de la existencia y la zona de su cuerpo de donde salía el
sangrado, como lo muestra los siguientes testimonios de Lupita y Rosa:
Cuando ya me vino la regla yo me asusté porque no sabía y ya
tenía 13 años, y me acuerdo que muy asustada le dije a mi mamá:
¡Ay mamá! me está saliendo sangre y me duele mucho el
estómago. Yo pensé que era otra cosa, pues, y ya fue cuando ella
(se refiere a la mamá) me platicó, y me dijo que nunca me había
dicho, porque pensó, como teníamos una amiga pues ya más
grande ¿no?, y pensó que ella ya nos había platicado. Eso me dijo
y no, pues nunca, nada.
-Yo estaba en la escuela, en tercer año de primaria y fue cuando
me bajó la regla, que me asusté y me fui con mi mamá, lo normal
cuando no tiene información uno”.
-¿Tú no sabías nada?
-No tenía absolutamente nada de información de lo que me iba a
pasar, vivíamos en un pueblo, no tenía información, cuando me bajó
la regla a los 11 años yo estaba en la escuela, y me asusté mucho.
El mensaje transmitido por parientes y otros adultos, una vez experimentado
el primer sangrado, sobre “algo” que se debe “esconder”, guardar discreción y aún
más, de lo que nadie debe saber, ha construido una vivencia de la menstruación y
del propio cuerpo, como un evento que causa miedo, angustia y sentimiento de
vergüenza. La vergüenza por la menstruación es uno de los primeros sentimientos
que las mujeres entrevistadas recuerdan en relación a su cuerpo y la sexualidad,
conformando una percepción de poseer un cuerpo cuya pertenencia (a la niña o
mujer) le genera vergüenza, a ella misma y en relación a los otros.
La ausencia de información y las advertencias sobre el cuidado que se debe
tener, nos hablan del significado de la sangre menstrual, en tanto que prepara a
un cuerpo sexuado y en desarrollo, que representa potencial de reproducción, y
además de placer, los testimonios nos remiten a los cuidados que las niñas deben
tener sobre todo en los juegos con los niños. En este sentido la menstruación
conlleva un significado de peligro por el hecho de estar asociado directamente a
la capacidad de reproducción de una chica que entra al período de la menarquia.
Es decir, desde este momento que es una mujer que corre el riesgo de ser
embarazada; pareciera que ésta es la amenaza y por lo tanto, parte del
significado de la nueva vida frente al cambio biológico. El silencio y el doble
mensaje en torno a los cambios del cuerpo van construyendo una cultura corporal
relacionada a un concepto de feminidad en la que el pudor, la vergüenza y la
seguridad personal a través del “control”, van siendo las formas aprendidas de
relación con el propio cuerpo.
-Yo no sabía nada, pues no me platicaron, me llegó y ya después me
vino a los 10 años.
-¿No sabías lo que era la regla?
-No, no, ya después asocié que mi mamá me decía “traime algo de una
cajita”, ¿no? y cuando a mí me vino, fue poco a poco, una manchita así que
yo decía, ¿“qué es”? Y ya después pues que “ponte esto”, y yo pues “ay
qué tengo”, ¿no?, y todo el mundo comentando, “¡ay! que ya es señorita”, y
yo toda flaca con cuerpo de niña. Ahora para sentirme segura, siempre que
reglo uso ropa negra y puras toallas nocturnas, sobre todo cuando me
tocaba salir al trabajo, era un martirio para mi que me tocara ir así, ¿no? (se
refiere menstruando).
El testimonio de Lourdes muestra una idea que remite a una noción en la cual
la expresión de la corporeidad y la posibilidad de la reproducción fuera una
sentencia y, por lo tanto, habría que “cuidarse” de ser descubierta. Hay algunos
matices en las vivencias sobre la menstruación, particularmente entre las
entrevistadas del sector medio, que habían tenido experiencias distintas en
relación a la menstruación y en las cuales el tratamiento de los temas del cuerpo
variaba dependiendo de la relación con la madre y las relaciones familiares. Sin
embargo, el mensaje siempre terminaba siendo similar al que recibieron todas.
Pues eso de que mi mamá siempre nos habló de que, por ejemplo,
cuando sean señoritas tienen que cuidarse, tienen que lavarse muy
bien, asearse mucho, no dejarse tocar, mucho cuidado con las
bicicletas. Y con mis hermanas nos respetábamos mucho de que si
alguien estaba en el baño no tocar la puerta, no molestar a nadie,
pero por ejemplo entre hermanas nos bañábamos juntas, pero hasta la
adolescencia, ya nomás empezamos a crecer y cada quien... te entra
el pudor de que no te vean.
El cuerpo habitado: un cuerpo propio
Desde la obra de la filósofa feminista Simone De Beauvoir, no sólo
comprendimos el cuerpo como una existencia en movimiento que encarna
posibilidades culturales, sino que entendimos la manera en la que los eventos
fisiológicos y biológicos constituyen la experiencia humana, a la vez que
construyen y significan el género. Las teorías fenomenológicas explican que la
existencia corpórea asume ciertos significados en el contexto de la experiencia de
vida. Merleau-Ponty plantea los asuntos de la experiencia del cuerpo de tal
manera que afirma, que más que una especie natural, “el cuerpo es una idea
histórica”12, a esto es a lo que de Beauvoir se refiere en su obra El Segundo Sexo,
cuando argumenta que la “mujer no nace, se hace”, lo que remite justamente a la
noción de que ser mujer es más que un hecho natural, una situación históricacultural a partir de determinada biología13.
Desde ambas perspectivas, es como se entienden las conformaciones del
género y los significados de la experiencia de portar un cuerpo con determinados
genitales. En el contexto de estas estructuras que incluyen relaciones de género y
dan los significados culturales y las asignaciones de las experiencias sobre los
eventos biológicos que se describen aquí, conforman una determinada experiencia
corpórea, que significan, construyen y dan contenido a las percepciones que las
mujeres van incorporando sobre su existencia y que se encuentran implicadas en
las prácticas que ellas construyen sobre el cuidado de su cuerpo y su salud. Es
decir, por las funciones sexuales de las mujeres en los sistemas de parentesco y
su posición en las relaciones sociales y de género, se ha construido la experiencia
de su cuerpo, como un espacio que no es habitado por ellas, que se desconoce, y
no se tienen control ni decisión sobre él. Es en este sentido que las mujeres
12
Maurice Merleau-Ponty, Fenomenología de la percepción, Ediciones Península, S. A., Barcelona,
2000.
13
Simone de Beauvoir, El Segundo Sexo, Ediciones Siglo Veinte,
Buenos Aires, Argentina, 1981.
desarrollan una percepción de “no pertenencia” que repercute, de manera directa,
en las prácticas del cuidado de la salud y en la subordinación que como género
tienen, frente a los poderes ejercidos sobre sus cuerpos. Un ejemplo del
sometimiento al sistema de salud y el poder otorgado al médico, es el siguiente
relato:
-Cuando me hicieron la césarea la primera vez, de esta niña, me
dijeron que venía muy chiquita. Entonces que si me pegaban dolores
de parto quizás no resistiera, pero eran mentiras. Pesó tres doscientos
cuando nació.
-¿Y esa fue la justificación de la cesárea?
-Sí, la justificación de la cesárea.
-Y tú, ¿qué pensaste?
-Que no, o sea que... pues sí, lo que ellos dijeran, ¿no? Porque yo
estaba para lo que ellos dijeran. Si es así, pues ni modo. Pero me
hubiera gustado tenerla bien... o sea normal.
El testimonio de Maura, cuando afirma que “ella estaba para lo que ellos
dijeran”, es un ejemplo de la falta de apropiación sobre su cuerpo; a pesar de tener
la claridad de lo que ella hubiera querido, hace presencia una especie de voluntad
para que otros decidan sobre ella aún tratándose de su cuerpo.
Tanto desde la perspectiva del otorgamiento del poder que se hace sobre el
cuerpo femenino, que despoja a las mujeres de una percepción de un cuerpo
propio, se asumen los obstáculos en las prácticas de prevención de las
enfermedades y el cuidado de la salud. En las prácticas de prevención tanto del
VIH-Sida como del cáncer cérvicouterino están directamente involucrados, en la
primera, el papel pasivo de la sexualidad de las mujeres y en la segunda, los
genitales y la autopercepción que las mujeres construyen sobre los mismos, y en
ambas una percepción de no pertenencia, cuyo contenido además es la vergüenza
y el temor, entre otros, sobre el propio cuerpo.
Lograr que el cuerpo sea un cuerpo propio, habitado, amado y amable es
condición para que las mujeres puedan contrarrestar la adquisición de
enfermedades como el VIH-Sida y el VPH14. El cómo hacerlo, no tiene soluciones
definitivas, pero de una cosa estoy segura, se requiere conciencia del cuerpo para
lograr su apropiación y su transformación; se requiere de “poder” hacer para
poder cambiar.
Se hace necesario contrarrestar los cientos de mensajes negativos sobre
los cuerpos sociales y biológicos de las mujeres, que han invadido la experiencia
femenina de temores, incapacidades y vergüenzas, que rodean el mundo femenino
de parálisis y acciones que minan la vida de una mayoría de mujeres. Mientras las
mujeres no traspasen los otros poderes sobre sus cuerpos, transformándolos y
pudiendo decidir sobre ellos, no habrá cambio definitivo en las formas del cuidado
y prevención de la salud. Se requiere de transformar el propio cuerpo, esa casa
que no habitamos, en un cuerpo propio, para sí y en relación con otros.
14
El VPH, virus del papiloma humano, es un virus que se adquiere por contacto sexual y que es trasmitido
por los varones y provoca el cáncer de útero. En Sonora este tipo de cáncer es la segunda causa de muerte de
mujeres mayores de 45 años.
BIBLIOGRAFÍA
Amuchástegui Herrera, Ana (1998) “Virginidad e iniciación sexual en México: la
sobre vivencia de saberes sexuales subyugados frente a la modernidad”, en
Debate feminista, Año 9. vol.18. México, octubre, 1998, pp.131-151.
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