Angustia Maruja Torres La adolescencia es una edad angustiosa, algo así como hallarse sola a las cuatro de la madrugada en un callejón desierto, cuando el desastre parece definitivo, y los errores irresolubles, exasperantes. Cualquiera que guarde memoria del abrumador sentido de la responsabilidad que en semejante momento de la vida se desploma sobre uno, como una carga personal e insoslayable, tiene, por fuerza, que haberse sentido acongojado por los resultados de la encuesta de la Confederación Española de Asociaciones de Padres de Alumnos. Un 45% de alumnos, de edades comprendidas entre los 13 y 16 años, consideran que están fracasando total o parcialmente en los estudios. Creen haber fracasado cuando aún están empezando a palparse el ego, como esos arbolillos urbanos que, justo cuando arrancan a verdecer, parece que miran alrededor y, asfixiados por la perspectiva de desarrollarse en un entorno adverso, se agostan y renuncian a dar la batalla de sus brotes tiernos. El propio sentido de la autocrítica –que al crecer se va abandonando: sin autocomplacencia, resultaría bastante depresivo ser adulto- y el endemoniado sistema de enseñanza masificada y exámenes globales arrasan la propia estima de chicas y chicos que, además, se ven condicionados por el culto que esta sociedad rinde al triunfo. Asimismo, las más livianas condiciones en que su existencia se desenvuelve –hablando en términos generales-, en comparación con la dureza que marcó –también en general- a las generaciones precedentes, son brutalmente cuestionadas por la pavorosa ausencia de futuro. Pues se les exige cumplir con creces, en nombre de las facilidades iniciales que reciben, pero saben que nadie les esperará a la salida de la universidad para mostrarles el camino hacia su lugar en el mundo. Ellos son el resultado de nuestras más profundas malas notas. El País, 3/1/2011 1. Establecimiento del tema, resumen de su contenido y descripción o explicación de su estructura. [2] 2. Analice sintácticamente: “El propio sentido de la autocrítica y el endemoniado sistema de enseñanza masificada y exámenes globales arrasan la propia estima de chicas y chicos que, además, se ven condicionados”. [2] 3. Analice morfológicamente: “exasperantes”, “brutalmente” y “arrasan”. Defina, en su contexto, “ego” e “insoslayable”. [2] 4. El esperpento y su reflejo en Luces de bohemia. [2] El tema es el alto nivel de exigencia al que están sometidos los estudiantes. El tema es la crítica a la presión que ejercen los padres sobre sus hijos. El tema es el fracaso colectivo en la formación de nuestra juventud. El tema es la exculpación de los jóvenes en sus resultados académicos. El tema es la responsabilidad de los adultos en el pesimismo de la juventud. Un posible resumen del texto puede ser el siguiente: Una etapa difícil de nuestras vidas es la adolescencia. El sentimiento de fracaso en los estudios que invade a casi la mitad de los jóvenes, sometidos a un ambiente hostil, nos lleva a pensar que les exigimos demasiado solo porque han crecido en mejores condiciones que nosotros y no tenemos en cuenta que ellos también se exigen, que la educación que reciben no es la adecuada y que sus oportunidades de futuro son escasas. ¿No será que los adultos no lo estamos haciendo bien? O: Siempre los adolescentes se han sentido agobiados. Por eso, no es de extrañar que casi la mitad de los jóvenes ya se sienta fracasado académicamente. Sin embargo, ellos no tienen la culpa de la nefasta educación que reciben ni del alto nivel exigido, así como tampoco de haber crecido en condiciones más favorables que las de sus mayores, lo que tampoco les asegura un puesto de trabajo. Somos nosotros los responsables de su inquietud. La estructura que presenta este artículo de opinión de Maruja Torres responde a una disposición externa en cuatro párrafos que, internamente, podrían dividirse en dos partes. Un primer núcleo esencialmente expositivo abarcaría los dos primeros párrafos, mientras que un segundo núcleo argumentativo ocuparía los dos siguientes (el último párrafo contiene la tesis explícitamente formulada a modo de conclusión). La primera parte nos introduce en la problemática juvenil del fracaso escolar y la segunda parte analiza las causas y consecuencias del problema. En la primera línea la autora da por sentada la idea de que la pubertad es una etapa vital difícil para cualquiera (premisa indiscutible). Compara analógicamente (líneas 1-2) la adolescencia con una experiencia terrorífica y apela al sentir mayoritario de la gente (argumento de mayoría o de cantidad) para reafirmarse en la idea de que el recuerdo de la adolescencia no es grato para nadie, porque empiezan a asumirse responsabilidades de adulto. Esto le sirve para aludir al final del párrafo a unos datos extraídos de una encuesta (fuente fidedigna: CEAPA). El segundo parágrafo, continuación lógica del anterior, detalla los datos estadísticos de la encuesta anteriormente citada (líneas 8-9) e, inmediatamente, la autora, mediante un argumento analógico en el que compara un arbolito urbano y un joven acosado por el entorno (líneas 10-13), muestra su defensa de los adolescentes y su rechazo de la presión a la que son sometidos por el entorno. El tercer párrafo contiene la serie de causas que provocan el malestar de la juventud. La primera de ellas (líneas 14-15) se refiere al exceso de autocrítica del adolescente frente al conformismo de los adultos (contraste de ideas), la segunda a la planificación académica y forma de evaluación que no contempla un tipo de enseñanza personalizada (líneas 15-16), la tercera al culto al triunfo (línea 17). Se añade una cuarta causa proveniente de los padres, que no pudieron estudiar por carecer de medios y que desean a toda costa que sus hijos estudien porque entienden que tienen todo a su favor (contraste de ideas), sin percatarse de que el futuro pinta negro y es fácil que cunda la desilusión en sus hijos (líneas 18-23). Finalmente, la conclusión no puede ser más obvia pues se deriva de todo lo anterior: somos los adultos y no los jóvenes quienes hemos fracasado (tesis). Por tanto, estaríamos ante un tipo de estructura sintetizante o inductiva. Un esquema de las ideas primarias y secundarias operantes en el texto podría ser el que a continuación sigue: 1. Adolescencia: etapa conflictiva de la vida. 1.1. Asunción de responsabilidades. 1.1.1. Sensación de fracaso escolar (encuesta de CEAPA). 1.1.2. Entorno asfixiante (analogía con el árbol). 1.2. Causas del problema. 1.2.1. Excesiva autoexigencia. 1.2.2. Planes de estudio ineficaces. 1.2.3. Baja autoestima. 1.2.3.1. Se les recriminan condiciones ventajosas. 1.2.4. Porvenir oscuro. 2. La responsabilidad es nuestra: hemos fracasado en su educación. Iniciamos nuestra valoración crítica del texto destacando lo novedoso de la postura de Maruja Torres. En efecto, estamos acostumbrados a que todas las voces autorizadas de la sociedad (escritores, famosos y, en general, la voz de la calle) clamen contra los jóvenes y les critiquen su pasotismo, lo bien que viven y lo poco que se preocupan por su provenir. Incluso se les echa en cara que no ayudan a sus padres. Sin embargo, todos sabemos que esto no siempre es cierto. Y Maruja Torres, como bien demuestra en este artículo, también lo sabe. Es más: no duda en denunciar la presión tan grande que ejercemos sobre los chicos y chicas. Ahora bien, yo creo que esto lo hacemos inconscientemente o incluso a veces pensando que es lo mejor para ellos. Yo, por ejemplo, como profesor si en alguna ocasión le he exigido a un alumno más de lo que puede dar ha sido porque ese alumno me importa. En mi opinión, el equilibrio, tan difícil de conseguir, entre la exigencia y la permisividad sería lo deseable. No tengo hijos pero puedo comprobarlo en mis alumnos. Éstos agradecen tanto los elogios como las recriminaciones (siempre que no sean ofensivas, claro está). Lo que no soportan es que se pase de ellos o que a unos siempre se les exija y a otros siempre se les vitupere. Creo que hay que saber (y esto lo da la experiencia con muchos alumnos) cuándo el halago puede perjudicarles y cuándo la llamada de atención puede ser un revulsivo. En cualquier caso, no podemos prescindir de los jóvenes para construir un futuro mejor.