El Euro o la dimensión monetaria de la integración europea RICARDO M. BUZO DE LA PEÑA* L a integración económica europea es un acontecimiento histórico que impacta como ningún otro a la economía y a la política mundial del cambio de milenio. Aunque el proceso que la define se ha venido consolidando desde los inicios de la segunda mitad del siglo XX, cuando comienza el siglo XXI su plena maduración se hace evidente, a través del curso que describe la integración monetaria de esa constelación de naciones, que en mayo de 2004 incluirá a 25 países del Viejo Mundo.1 La adopción del euro como la moneda común europea, por 12 de los 15 países miembros que hasta abril de 2004 formaban la Unión Europea (UE), es el rasgo más concreto que caracteriza, en forma notoria y muy plástica, parte de las tendencias de la globalización de la economía del planeta. Al fungir como el cemento que favorece a los propósitos de sellar el camino de la plena integración de varias economías nacionales, incluyendo a las de algunas de las principales potencias del orbe, como son los casos de Alemania y Francia, las tendencias que muestran su surgimiento merecen una reflexión en retrospectiva y perspectiva, sin perder el enorme peso contemporáneo de su impacto en el Sistema Monetario Internacional (SMI). En el presente ensayo se pretende llamar la atención sobre el contexto en cuyo transcurso se fraguó el surgimiento del euro, expresado a través de los principales rasgos de la historia monetaria reciente que hicieron posible su concepción y adopción, las características de su incorporación entre los hasta ahora 12 países europeos que lo reconocen como la moneda eurocomunitaria,2 y las perspectivas de su vigencia y trayectoria en el SMI. Profesor investigador de tiempo completo de la Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco y de asignatura de la Academia de Economía Internacional de la Facultad de Economía, UNAM. 1 La Unión Europea está formada, según el orden cronológico de su incorporación por los siguientes países, desde 1952 (como signatarios de la CECA o Comunidad Europea del Carbón y del Acero que dio origen en 1957 a la Comunidad Económica Europea) por Alemania Federal, Bélgica, Francia, Holanda, Italia y Luxemburgo; desde 1973 por Dinamarca, Irlanda y el Reino Unido; desde 1981 por Grecia; desde 1986 por España y Portugal; desde 1990 por Alemania Democrática (que en ese año, de manera reunificada a la República Federal Alemana, dio origen a la Alemania contemporánea); desde 1995 (vinculándose a la Unión Europea, acordada en 1992, según el Tratado de Maastricht) por Austria, Finlandia y Suecia; y desde 2004 por República Checa, Chipre , Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta y Polonia. 2 El euro ha sido incorporado como moneda nacional por Alemania, Austria, Bélgica, España, Finlandia, Francia, Grecia, Holanda, Irlanda e Italia. No fue adoptado por Dinamarca, Suecia y el Reino Unido * 22 Los albores de la integración monetaria europea en el Sistema de Bretton Woods Al terminar la Segunda Guerra Mundial, y como parte de sus consecuencias, al surgir el nuevo orden político internacional del bipolarismo, característico de la Guerra Fría, se diseñó por parte de las potencias vencedoras, con la obvia supremacía económica de Estados Unidos, el nuevo orden económico internacional en la famosa convención que diera origen al Sistema de Bretton Woods (SBW). Se discu- tieron entonces dos proyectos, uno británico, impulsado por John Maynard Keynes que resultó descartado y otro estadounidense, que prevaleció, propuesto por Harry Dexter White. La emergencia de un nuevo orden monetario se basaría en el imperio de un sistema de tipos de cambio fijos, mediante el cual las monedas del mundo se vincularían al oro y al dólar estadounidense. Los años dorados del predominio de la libra esterlina, de los ajustes automáticos y del patrón oro clásico o puro se habían desvanecido para siempre, como lo hacía el deteriorado y decadente imperio británico. La emergencia del nuevo SMI, diseñado en el SBW, requirió desde sus inicios del respaldo monetario de la flamante potencia americana. Entre 1948 y 1952 se consolida, con el Plan Marshall,4 el impulso a la funcionalidad de las instituciones, creadas a partir del SBW. Tanto el Fondo Monetario Internacional (FMI) como el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF o Banco Mundial) necesitaban liquidez para operar, de acuerdo con las tareas que se les había asignado. Esa necesidad no la satisfacían los principales países de la economía mundial, que eran, además de Estados Unidos, los países de Europa occidental. Velar por la armonía de los pagos internacionales, el equilibrio de las balanzas de pagos y la armonía de los tipos de cambio, entre las Para evitar anacronismos o confusión, se prefiere la referencia a la Europa Comunitaria para los acontecimientos previos a 1992. Las razones de esta advertencia se derivan de la evolución del proceso de integración en Europa. La Comunidad Económica Europea se funda en 1957, compartiendo su existencia institucional con la Comunidad Europea del Carbón y el Acero y la Comunidad Europea de Energía Atómica, modificando su denominación en 1985 por la de Comunidad Europea, que agrupa bajo ese nombre a las tres comunidades europeas citadas. Para 1992, a partir del tratado de Maastricht que consolida el proceso integrador europeo, reconociéndose la vigencia de las condiciones propias de un mercado común, se adopta la nueva denominación de la Europa comunitaria llamándose en adelante Unión Europea, nombre que por preciso y vigente debe remplazar al de Comunidad Económica Europea que resulta más limitado y anacrónico. . 4 El Plan Marshall, denominado oficialmente Plan de Recuperación Económica Europea suministró entre 1948 y 1952 casi 20 000 millones de dólares en materias primas, alimento y equipo industrial, y propició en 1948 el surgimiento de la Organización Europea de Cooperación Económica, como responsable de la administración de los recursos del Plan Marshall. En 1961 se transformó en la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico, proyectándose como foro de consulta y cooperación entre países desarrollados que en 1994 admitieron a México como país miembro. 3 23 NÚM. 325 ABRIL DE 2004 Para comprender el proceso del surgimiento de la primera moneda oficial de carácter regional de la historia, será necesario revisar dos escenarios fundamentales: la evolución del SMI y la estrategia de adaptación de la Europa Comunitaria3 a los desafíos de las tensiones experimentadas por la dimensión monetaria de las relaciones económicas internacionales. En los siguientes pasajes del presente artículo se revisa, bajo una perspectiva estrictamente cronológica, la trayectoria que se fue adoptando entre los países que forman la UE para la adopción del euro como su signo monetario común. En toda la revisión se tomará como referente el curso descrito en por el SMI desde su diseño en el contexto del SBW Sistema de Bretón Woods. monedas responsables de los grandes flujos del dinero mundial, y apoyar la reconstrucción en la posguerra no era una labor factible entre economías devastadas por una guerra global, la injerencia de Estados Unidos se hacía prioritaria para el funcionamiento del SMI del SBW. La renuencia estadounidense en tan estratégica labor, en el escenario de la bipolaridad de la Guerra Fría, amenazaba traducirse en la claudicación de los valores propios del capitalismo y en el estímulo a la propagación de alternativas socialistas de solución, con el apoyo de la Unión Soviética, cuya influencia geopolítica y geoeconómica se había desplegado por Europa oriental. El primer antecedente de cooperación monetaria, entre los países europeos occidentales, en la posguerra fue el establecimiento de la Unión Europea de Pagos, cuya creación en 1948 antecede a los inicios del proceso de integración europea plasmados en la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), instaurada en 1951. No requiere un análisis profundo la obvia sospecha de que la UEP y la CECA estimularon el proceso que ha dado origen a la UE, que pasó por una primera fase conocida como Comunidad Económica Europea (CEE) de 1957 a 1985, Comunidad Europea (CE) de 1985 a 1992 y UE desde 1992. El acicate promotor de este proceso fue una combinación entre el temor a una recuperación lenta y tortuosa, acompañada del riesgo de injerencia del mundo socialista en expansión, y la inminencia de una fuerte dependencia de Estados Unidos. Tales amagos aceleraron el interés por la adopción expedita de mecanismos autónomos de cooperación en el ámbito monetario. La UEP se gestó bajo los auspicios de la OECE, que la concibió como organización que propiciaría la sustitución de los sistemas bilaterales de pagos por un mecanismo multilateral de compensación de saldos entre los países miembros. Para cumplir con sus funciones, la UEP se apoyó en el Banco de Pagos Internacionales de Basilea.5 Aunque para efectos prácticos dejó de funcionar con la entrada en vigor de la convertibilidad de las monedas de sus países miembros, fue sustituida en 1955 por el Acuerdo Monetario Europeo (AME), que significó el reconocimiento formal de de la convertibilidad plena de las monedas de la región. De la convertibilidad de las monedas europeas frente al dólar y al oro a la crisis de Bretton Woods Entre 1955 y mediados de la década de los años sesenta, pero de manera más precisa entre 1958 y 1967, el régimen del SBW proporcionó un marco de coordinación de políticas monetarias, con cierto grado de estabilidad, bajo el régimen de tipos de cambio fijos, a los países eurocomunitarios. Sin embargo, en el transcurso del último lustro de los turbulentos años sesenta, la secuela de diversos eventos motivó a varios países europeos a plantearse con seriedad la pertinencia de emprender el camino hacia la adopción de nuevos mecanismos de integración monetaria. Entre los eventos que mayor inquietud causaron, destaca la persistencia de crecientes déficit de la balanza de pagos estadounidense, resultantes de la creciente pérdida de la con- El Banco Internacional de Pagos se creó en 1930. Su finalidad inicial fue facilitar la liquidación de las reparaciones de guerra de Alemania a los aliados vencedores de la Primera Guerra Mundial. Su sede está en Basilea, Suiza. Fue agente de la Unión Europea de Pagos y del Acuerdo Monetario Europeo. Actualmente colabora con al Banco Central Europeo, cuya creación en 1993 se previó en el Tratado de Maastricht para coordinar el manejo de la moneda europea. Su sede está en Frankfurt, Alemania. 5 24 Unión Monetaria Europea (UME). Se proponía la pertinencia de procurar para el naciente bloque de la Comunidad Económica Europea la adopción de una moneda común en 1980, resultante de la coordinación y la convergencia de las políticas fiscales y monetarias, así como de la reducción de las fluctuaciones cambiarias entre los países de la Comunidad. La vaguedad de importantes detalles para su aplicación y las turbulencias que afectaban al SMI, que en agosto de 1971 culminarían con la decisión del presidente Nixon de suspender la convertibilidad del dólar en oro, impidieron mejores resultados para el Informe Werner, que sin embargo previó el acuerdo denominado “la serpiente en el túnel”.7 Se trató de la respuesta europea a la tendencia generalizada a la flotación de los tipos de cambio, que entre 1971 y 1973, establecería la agonía del SBW que pasaría a la historia, al menos en su versión clásica. Conforme al nuevo esquema adoptado, se acordó que las monedas de los países miembros de la CEE no fluctuaran más allá de una banda angosta de flotación, de +2.25 o -2.25% cuyo comportamiento gráfico sugiere la figura de una serpiente. Se admitía que los países de la CEE se deslizaran en una banda de 4.50 puntos. La escalada de precios del petróleo de 19731974 y la ulterior recesión global de 1975, al combinarse con fuertes presiones alcistas de las tasas de inflación de varios países de la CEE, hicieron imposible para los países con monedas más débiles adherirse al sistema. En un lapso muy corto Francia, Irlanda, Italia y el Reino Unido abandonarían el acuerdo serpentario. La continua especulación en torno a las 6 Debe este nombre a Pierre Werner, primer ministro de Luxemburgo, que en 1970 recomendó en su Informe que se dieran los pasos necesarios hacia la unificación monetaria de Europa. 7 La Serpiente en el Túnel es la expresión de la representación gráfica de la flotación conjunta de varias monedas dentro de una banda de fluctuación 25 NÚM. 325 ABRIL DE 2004 fianza en el dólar, de cuya estabilidad cambiaria se dudaba cada vez más, en un ambiente caracterizado por la recuperación de Europa y Japón y el inicio de la relativa declinación de la economía de Estados Unidos. El financiamiento de la Guerra de Vietnam fue un suceso que detonó las dificultades financieras y monetarias de Washington que, en condiciones financieras de muy precarias, coincidió con el programa electoral lanzado por el presidente Johnson de la Gran Sociedad, consistente en ambiciosos programas de gasto social dirigido a seducir al electorado estadounidense en tiempos de una guerra regional . A los síntomas de debilidad del dólar, eje del SBW, se agregaba la urgente necesidad de estabilidad cambiaria, urgida por parte de los países eurocomunitarios, que avanzaban en sus estrategias de integración y necesitaban la certidumbre de la estabilidad monetaria. Se embarcaban en proyectos integracionistas de gran envergadura financiera, como la Política Agrícola Común (PAC), establecida desde 1958, que se basa en un gran programa de subsidios a la producción y comercialización de productos del agro frente a la competencia extrarregional. En el desalentador escenario de los embates de presión contra la estabilidad cambiaria de las principales monedas europeas, como el franco francés y la libra esterlina que sufrieron presiones para devaluar en 1967 y del marco alemán para revaluar en 1969. En ese año, la entonces Europa Comunitaria de los Seis, acordó en Luxemburgo, atendiendo al Informe Werner,6 el establecimiento de la monedas duras, como el marco alemán, el yen, el franco suizo y el florín contra el dólar, fueron el detonante del fracaso de la serpiente. Los tipos de cambio cada vez más flexibles, que infestaron los mercados cambiarios a la muerte de la serpiente, crearon incertidumbre y desequilibrios de pagos. Para ser fieles al espíritu de su proyecto de integración los países de la CEE precisaban de un nuevo programa conjunto de concertación monetaria que comprometiera a todo el bloque. Surge entonces el Sistema Monetario Europeo (SME) en marzo de 1979. La integración monetaria europea en el sistema de flexibilidad generalizada de los tipos de cambio El emergente SME tuvo como su principal legado sus dos rasgos distintivos, consistentes en un Mecanismo de Tipos de Cambio (MTC) y el surgimiento de la Unidad Monetaria Europea ECU (por sus siglas en inglés, equivalentes a European Currency Unit). El MTC intentó instaurar un sistema coordinado de paridades ajustables, alrededor de una banda como la de la “serpiente “, de +2.25 a -2.255 para la mayoría de las monedas de la CEE. Si se alcanzaban los límites de la banda los bancos centrales intervendrían para mantener las paridades dentro de los límites requeridos. Sin embargo, tras una serie de eventos que dislocaron al SME, se acordó ir flexibilizando las paridades de las monedas de la CEE. El ECU es sin duda el producto más característico del SME. Su adopción significó el surgimiento de una nueva moneda que constituiría la unidad europea de cuenta, formada 26 a base de una cesta de monedas de la CEE, que serviría de referencia dentro del SME. Su antecedente más inmediato fue el EURCO, surgido en noviembre de 1973, cuando se decidió la supresión definitiva del doble mercado del oro que se iniciara en 1968. En 1973 la firma financiera británica NM Rothschild & Sons estableció para sus emisiones y empréstitos en el área de la CEE, la European Composite Unit o EURCO, con base en una cesta de las entonces nueve monedas de la CEE. Se trataba de una unidad de cuenta menos vulnerable a las oscilaciones del oro o de una sola moneda de reserva como el dólar. El valor final del EURCO quedaba sometido a la variación conjunta resultante de las fluctuaciones al alza y a la baja de las distintas monedas integrantes de la cesta. Se trató del primer precedente de adopción de una unidad de cuenta basada en una cesta ponderada de monedas nacionales, que fue oficial e internacionalmente imitado en 1974, por el FMI, para establecer el valor de los Derechos Especiales de Giro (DEG). El ECU es la unidad monetaria inmediata al surgimiento del euro. Su vigencia transcurre del paso de la CEE a la CE entre las décadas de los setenta y ochenta, para declinar en el transcurso de la década de los noventa, cuando a partir del Tratado de Maastricht se establece a plenitud la UE, con toda su ambiciosa agenda integradora. A través del ECU se formularon los presupuestos y los demás cálculos monetarios eurocomunitarios. La experiencia del ECU, desde su introducción en 1979 fue positiva; hasta 1998 sirvió de patrón de valoración monetaria, cotizándose diariamente en todos los mercados de la UE e incluso en Estados Unidos y Japón 27 tacando el caso de la economía alemana, lo que se tradujo en más de un incidente de tensión entre el Bundesbank o Banco Central Alemán y algún país miembro de la CE, participante del SME y del ECU. La memorable crisis bursátil del 19 de octubre de 1987 incentivó a los países de la CE a reconocer la vulnerabilidad del bloque y su proyecto integrador, respecto a las fluctuaciones del dólar y del mercado monetario estadounidense. Se dio entonces un paso aun más audaz, al reconocerse la necesidad de crear la futura moneda europea. El surgimiento del euro como corolario de la consolidación de la unión europea surgida del acta única europea Al suscribirse en 1986 el Acta Única Europea (AUE), entre los países miembros de la CE, se acordó dar los pasos necesarios para concretar la creación del mercado interno ampliado de los países del bloque, mediante la remoción de todas las barreras sobre los movimientos de bienes, personas y capitales dentro de la CE a partir del 1º. de enero de 1993. el AUE incluía el compromiso de arribar a la unión monetaria y económica europea (UMEE). El objetivo coronaba los esfuerzos de la CE y pavimentaba el camino hacia la UE. En 1988 se creó un comité responsable de los pasos que consolidarían los esfuerzos más intensos hacia la plenitud de la integración europea. El Comité Delors, encabezado por Jacques Delors, presidente de la Comisión Europea propuso una estrategia consistente en tres fases que materializarían la UMEE. El primero consistía en la coordinación de las políticas monetarias nacionales; el segundo la realineación de los tipos de cambio de las NÚM. 325 ABRIL DE 2004 . Asimismo se realizaron emisiones y se otorgaron préstamos en ECUs, cuya naturaleza de valor, basada en una cesta lo hacía un signo monetario menos fluctuante que el dólar, pues entre sus monedas participantes unas tendían a apreciarse y otras a depreciarse, compensándose entre sí. La composición de la participación en la cesta fue objeto de revisión cada cinco años. El ingreso de una moneda nacional europea en el sistema del ECU presagió los esfuerzos disciplinarios que tendrían que formularse después bajo el euro. La participación en el ECU implicó el compromiso de adoptar una disciplina con restricciones muy severas a la utilización del tipo de cambio como arma comercial o del mercado financiero. Esa fue la razón que explica la renuencia de Londres a la incorporación en el ECU de la libra esterlina, toda vez que el Reino Unido siempre ha aspirado a mantener su moneda como activo de reserva internacional y como base del poderío de la “City” londinense, que es una de las principales plazas financieras del mundo. En 1989 España y Portugal se incorporaron al SME, adoptando el uso del ECU. El SME experimentó un grado razonable de éxito, entre 1979 y principios de la década de los noventa, en la medida en que contribuyó a sembrar los indispensables hábitos de cooperación, en el ámbito monetario, entre los países eurocomunitarios. Sin embargo, desde finales de la década de los ochenta, al consolidarse el paso de la CEE a la CE, también exhibió las desventajas de tratarse de la expresión de una unión monetaria parcial sometida a fuertes presiones especulativas. Como su funcionamiento se basó en mecanismos de disciplina autoimpuesta por cada país participante, la credibilidad de su desempeño dependió del liderazgo de las economías más solventes des- monedas de los países miembros; y el tercero, la creación de una moneda única regulada por una nueva autoridad bancaria central . La siguiente etapa de negociaciones hacia la instauración de la unificación monetaria se plasmó en el Tratado de la Unión Europea o Tratado de Maastricht, que se adoptó entre 1991 y 1992, y se formalizó con el acuerdo de arribar a la UMEE en 1999, que velaría por la instauración de la moneda común y del banco central europeo, que ejercería amplia autoridad sobre el control de la oferta monetaria de los países participantes y de sus políticas fiscal y financiera. La mecánica de incorporación a la UMEE supone la adopción de una serie de medidas de convergencia, en materia de política económica. Se estableció que los déficit presupuestarios no excedieran de 3% del Producto Interno Bruto (PIB) de los países participantes; una deuda pública que no supere el 60% del PIB; y tasas de inflación razonablemente bajas. Los rigurosos requisitos que suponen los criterios de convergencia han repercutido en dolorosos recortes en el bienestar nacional y en gastos sociales, lo que no ha dejado de ocasionar importantes manifestaciones de descontento. Las medidas de compatibilidad y concertación no impactan de la misma manera a las economías más grandes o a las más pequeñas. El país más poderoso de Europa, Alemania, ha asumido la renuncia a su poderosa divisa, el marco alemán, que después de dólar fue la más aceptada del mundo, hasta que se fundió en el proceso de surgimiento del euro. Países como Francia enfrentaron la presión de grupos que se oponían a un proyecto de unificación mone- 28 taria, monitoreado por un Banco Central Europeo, ubicado en Frankfurt, Alemania, el país más poderoso de la UE y el rival de más amargos recuerdos para los franceses. Suecia y Dinamarca miran con escepticismo las perspectivas de sumarse a lo que ya algunos analistas llaman Eurolandia o territorio de Europa donde impera la primera moneda regional de la historia. En el Reino Unido se teme a las influencias continentales, que sin duda amenazan el celo británico de añoranza por la hegemonía imperial venida a menos, de una potencia mundial que junto a su aliado natural, Estados Unidos sigue ejerciendo posiciones de liderazgo, como se ha notado en el conflicto de Irak de 2003 y 2004. Grecia, estuvo a punto de ser excluida del grupo de países bajo el euro, por no dar el ancho en los requisitos de políticas de convergencia pero finalmente cubrió las expectativas y se sumó como el miembro número doce (y último hasta la fecha). La adopción del euro se ha venido dando por etapas pausadas. En 1999 lo adoptan once países, en 2001 Grecia es finalmente admitida. La nueva moneda desplaza a las monedas nacionales de los países que la incorporan a sus economías , y a partir de 2002 se vuelve la moneda de uso corriente entre los países participantes de la UMEE, convirtiéndose en la unidad de cuenta oficial de la UE. Hasta 2004 el euro ha mostrado más su fortaleza que su debilidad. Sin embargo, aunque refleja los avances de la UE, no es exagerado advertir que mucho de su vigor también refleja la suerte de la economía estadounidense, que a principios del siglo XXI se muestra poderosa con una moneda a la que con frecuencia se acusa de mantenerse en la sobrevaluación. Como se podrá observar, el advenimiento del euro ha sido el resultado de un proceso que se remonta a toda la segunda mitad del siglo XX, estando íntimamente vinculado a la suerte de la trayectoria de la integración de los países que forman la UE. Los intentos por arribar a su creación, como la primera moneda de un bloque de países afines la convierte en el principal instrumento que complementa y sella los mecanismos de integración económica en Europa y en el símbolo más concreto del proceso de globalización que describe la economía mundial. Las perspectivas de la fortaleza o la debilidad de esta nueva moneda se vinculan con los resultados económicos que arrojen cotidianamente los países que la admiten como su moneda nacional, siendo asimismo crucial su desempeño para acrecentar el vigor de las fuerzas centrípetas que están consolidando a la UE. Si el territorio del euro aun no cubre a toda la Europa comunitaria, la dinámica de las fuerzas que la están propiciando irán impulsando paula- 29 tinamente la generalización de su uso cotidiano. El curso que describa su desempeño costituye desde su instauración el indicador pivote que permite la observación y análisis de lo que acontece en la UE BIBLIOGRAFÍA Mc Cormick, John, Understanding The European Union A Concise Introduction London Ed. Palgrave, 2002. Cohn, Theodore H., Global Political Economy, Nueva York, Ed. Longman, 2003. Eichengreen, Barry, La Globalización del capital Historia del Sistema Monetario Internacional, Barcelona, Antoni Bosch, editor, 2000. Gilpin, Robert, The Challenge of Global Capitalism the World Economy in the 21 st. Century, Princeton, Ed. Princeton University Press, 2000. Tamames, Ramón y Begoña G. Huerta, Estructura Económica Internacional Madrid Ed. Alianza, 1998. NÚM. 325 ABRIL DE 2004 Conclusiones