Del euro al fiorito

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Columnas
Del euro al fiorito
La profunda crisis del euro estimula la creación y el uso de monedas locales
alternativas en diversos países del Viejo Continente
ENRIQUE SERBETO / CORRESPONSAL EN BRUSELAS
Día 02/11/2011
ABC
La moneda propia del municipio italiano de Filettino, con la imagen del alcalde Luca Sellari
Mientras los jefes de gobiernos y de grandes bancos vuelan de una cumbre a otra tratando de
encontrar una salida a la crisis financiera, en muchos lugares de Europa se está desarrollando
una fórmula alternativa que poco a poco gana adeptos. Frente al euro, en algunas regiones
creen haber encontrado un remedio eficaz simplemente creando su propia moneda.
La más antigua de esas divisas es el chiemgauer, de curso más o menos legal en el municipio
bávaro de Prien am Chiemsee desde 2003, pero que en tiempos de crisis ha servido de
inspiración para muchas otras comunidades. En Filettino (Italia) se llama fiorito, y en Mons
(Bélgica) han creado el rupi. Para Alan Adrian, portavoz del colectivo belga de «objetores al
crecimiento», el nacimiento de estas monedas es un medio para contener los efectos no
deseados de la globalización. «El objetivo es relocalizar el consumo y la producción porque
no tiene sentido traer del otro lado del mundo cosas que se producen aquí, o comprar
productos a multinacionales. La cantidad de dinero en circulación es la misma, pero así
logramos que la actividad y el comercio se centren en la propia comunidad».
Para todo ello hace falta que un grupo de comerciantes y de consumidores se ponga de
acuerdo en aceptar esa moneda, que se cambia a la par del euro. En Mons el nacimiento del
rupi se inició alrededor de un colegio, en el que sus alumnos empezaron a intercambiar
servicios remunerados en esa moneda, que a su vez solo servía para pagar en una tienda de
material escolar. Poco a poco, otros comercios están empezando a aceptar rupis y ya hay un
colectivo que prepara extender la experiencia a Lieja. En el caso del fiorito, sin embargo,
Luca Sellari —el alcalde de Filettino cuya efigie aparece en los billetes— acudió a esta
solución para hacer frente a los drásticos recortes dictados desde Roma por el Gobierno de
Berlusconi.
Desde que apareció el chiemgauer, en Alemania ya hay más de medio centenar de
comunidades que han decidido emitir sus propios billetes para proteger su economía de los
vaivenes del mercado. Las monedas alternativas tienen incluso sus defensores en las
grandes corrientes de economistas. Bernard Lietaer, un ex funcionario del Banco Nacional de
Bélgica que participó en la creación del ecu, el ancestro del euro, y que ahora trabaja en la
Universidad de Berkeley, opina que las monedas regionales alternativas «aumentan la
diversidad en el sistema financiero, y, aunque disminuyen su eficacia, mejoran su capacidad
de adaptación y permiten resolver mejor problemas muy diversos, como la gestión de las
consecuencias económicas del envejecimiento de la población o los cimientos del
desarrollo sostenible».
El hecho de que los billetes de las monedas alternativas pierdan sistemáticamente una décima
parte de su valor cada año está pensado para evitar la acumulación o la falsificación y para
alentar a los usuarios a utilizar cuanto antes este dinero que puede ser una solución
imaginativa para la crisis, pero que por ahora tiene pocas probabilidades de competir en el
mercado internacional de divisas.
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