EL ORDEN DE SUCESIÓN A LA CORONA, ABDICACIONES Y RENUNCIAS (ARTÍCULO 57 DE LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA) José Manuel Serrano Alberca REAL ACADEMIA DE JURISPRUDENCIA Y LEGISLACIÓN Realización: Artia Comunicación Gráfica EL ORDEN DE SUCESIÓN A LA CORONA, ABDICACIONES Y RENUNCIAS (ARTÍCULO 57 DE LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA) José Manuel Serrano Alberca Índice I Introducción ..................................................................... 6 II El orden sucesorio, la dinastía histórica, los sucesores de Don Juan Carlos I de Borbón .............. 10 La extinción de todas las líneas llamadas en Derecho. Supuestos y procedimiento ............................................. 22 El Príncipe de Asturias. Posición constitucional del Príncipe heredero. Llamamiento a la sucesión ............................................. 30 Las causas de exclusión del orden de sucesión A) Por causa de matrimonio ........................................... B) Por incapacidad o indignidad .................................... 37 40 III IV V 5 VI VII Las abdicaciones y renuncias A) Las abdicaciones. Concepto, efectos y procedimiento ........................... B) Las renuncias. Concepto, efectos y procedimiento ........................... 45 48 La Ley Orgánica a que se refiere el art. 57.5 de la Constitución (contenido, forma, consenso, oportunidad, soluciones) ................................................. 52 Bibliografía ............................................................................... 56 Anexo Documental .................................................................. 64 I Introducción José Manuel Serrano Alberca Excmo. Señor Presidente Excmos. Señores Académicos Excmas. Autoridades Señoras y señores. D ecÍA cánovAS Del cAStIllo en el debate parlamentario de la Constitución de 1876 que sin sucesión no hay monarquía, pues no hay asunto más vital y consustancial con la monarquía que el principio hereditario en la sucesión en el Trono porque sirve a la estabilidad e independencia que da la continuidad basada en la herencia. En el discurso de hoy voy a analizar el art. 57 de la Constitución que es precisamente el que trata de la sucesión del Trono, tema atractivo y de actualidad porque estamos asistiendo a la lectura de comentarios en los medios de comunicación y a opiniones de los expertos del Derecho Constitucional que tratan de interpretar las dudas que se plantean en relación con la sucesión a la Corona que se regula en el citado artículo. Esta cuestión puede tener muchos enfoques. Por eso, advierto desde ahora, que el mío va a ser un enfoque jurídico salpicado con las necesarias matizaciones históricas y de teoría política, imprescindibles para entender las razones y la importancia de una 7 8 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias interpretación correcta de este artículo que nos pueda dar la pauta para su desarrollo constitucional. De este enfoque jurídico, nunca político, no se podrá deducir una postura a favor o en contra de las posibles interpretaciones o decisiones que se adopten, ya que sólo me inspira el ánimo de completar el régimen jurídico de la monarquía parlamentaria de nuestra Constitución. Una mínima base introductoria sobre la monarquía parlamentaria y la Corona es necesaria, porque la forma de Estado que establece nuestra Constitución se fundamenta en un sistema de sucesión hereditaria de la Jefatura del Estado sobre la base del principio de la monarquía de que “El Rey nunca muere”, principio muy distinto de los que inspiran las formas republicanas en el nombramiento de la Jefatura del Estado. Max Weber, en su análisis de los tipos puros de formas políticas, hizo un descubrimiento genial al distinguir entre la legitimidad tradicional, la racional y la carismática. La tradicional, corresponde a la monarquía, en cuanto que el monarca fundamenta su poder en tradiciones históricas y simbólicas, mientras que el principio que domina el sistema democrático ancla su fundamento en la soberanía popular. Como ha dicho Javier Conde, los rasgos típicos de cada uno de estos supuestos rara vez se dan en toda su pureza. De la monarquía absoluta, en la que todos los poderes estaban residenciados en el Rey, hasta la monarquía parlamentaria, en la que se produce un sistema mixto entre el principio monárquico y el principio democrático, se han dado en la historia muchas formas y figuras. El principio monárquico que dominó los ordenamientos constitucionales alemanes en el Siglo XIX, inspirándose en las teorías de Stern y Stahl, fue una fórmula jurídica para adaptar legitimidad tradicional al necesario compromiso del monarca con la Constitución. José Manuel Serrano Alberca La monarquía orleanista y las Constituciones Españolas del Siglo XIX fueron también fórmulas mixtas de soberanía compartida entre el Rey y el Parlamento. La monarquía parlamentaria de la Constitución Española de 1978 se caracteriza porque en ella predomina el principio democrático sobre el principio monárquico, del que queda un residuo, el de la creencia en la santidad de las tradiciones inveteradas y en la funcionalidad política de la tradición monárquica, lo que conduce a aceptar el carácter legítimo del sistema hereditario para la sucesión en la Jefatura del Estado, vinculado a una determinada dinastía, que reconoce nuestra Constitución. El reconocimiento de D. Juan Carlos I de Borbón como legítimo heredero de la dinastía histórica da a la monarquía un rasgo típico y necesario de la legitimidad tradicional hacia el pasado y garantiza la continuidad de esa institución a través de un régimen sucesorio hacia el futuro, ambos conceptos de legitimidad y continuidad contribuyen decisivamente a que la Jefatura del Estado Monárquica dé estabilidad al sistema político español por encima de los avatares de los intereses de los Partidos y las Comunidades que integran la nación española. Rubio Llorente ha dicho, con acierto, que por primera vez en nuestra historia constitucional el Titulo II no alude al Rey, sino a la Corona como institución a través de la cual el Rey ejerce más que un poder, una autoridad. El ejercicio de esta autoridad se resume en las funciones de ser símbolo, moderador y árbitro, funciones difíciles de definir y más difíciles de ejercer, que sirven a la estabilidad y a la independencia que da la continuidad basada en la herencia histórica y esa continuidad requiere normas claras sobre la sucesión. Sin temor a exagerar podemos afirmar que, como hemos dicho, no hay asunto más vital y más consustancial a la monarquía que la cuestión de la sucesión en el Trono, lo que queda del principio monárquico no es nada más, pero nada menos, que el régimen sucesorio establecido en el art. 57 de la Constitución. 9 II El orden sucesorio y la dinastia historica, los sucesores de don Juan carlos I de Borbón José Manuel Serrano Alberca A nteS De coMenzAr a analizar estos conceptos, haré una observación inicial y es la de que por muy interesante que sea la discusión sobre si debe suprimirse la preferencia del varón en relación con la mujer en el orden sucesorio establecido en la Constitución, este tema plantea de antemano una modificación constitucional y, en consecuencia, no pertenece al ámbito de este discurso porque lo que se pretende es dar respuesta a las dudas que se planteen en el orden sucesorio regulado en este art. 57, junto con las abdicaciones y renuncias. Decía Javier Conde que la piedra de toque de todo sistema de derecho político está en su realidad y que para captarla debíamos analizar un conjunto ordenado de conceptos. El art. 57 de la Constitución Española establece: “1. La Corona de España es hereditaria en los sucesores de S. M. Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica. La sucesión en el trono seguirá el orden regular de primogenitura y representación, siendo preferida siempre la línea anterior a las posteriores; en la misma línea, el grado más próximo al más remoto; en el mismo grado, el varón a la mujer, y en el mismo sexo, la persona de más edad a la de menos. 11 12 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias 2. El Príncipe heredero, desde su nacimiento o desde que se produzca el hecho que origine el llamamiento, tendrá la dignidad de Príncipe de Asturias y los demás títulos vinculados tradicionalmente al sucesor de la Corona de España. 3. Extinguidas todas las líneas llamadas en Derecho, las Cortes Generales proveerán a la sucesión en la Corona en la forma que más convenga a los intereses de España. 4. Aquellas personas que teniendo derecho a la sucesión en el trono contrajeren matrimonio contra la expresa prohibición del Rey y de las Cortes Generales, quedarán excluidas en la sucesión a la Corona por sí y sus descendientes. 5. Las abdicaciones y renuncias y cualquier duda de hecho o de derecho que ocurra en el orden de sucesión a la Corona se resolverán por una ley orgánica.”. Los conceptos jurídicos contenidos en el art. 57 Constitución, no son sencillos y su redacción no es ni mucho menos perfecta, a lo que hay que añadir la dificultad de que contienen conceptos históricos y políticos. El art. 57.1 se refiere a tres conceptos básicos: a) Legitimidad de D. Juan Carlos I como legítimo heredero de la dinastía histórica. b) Orden regular, cuyos principios inspiran la sucesión en la dinastía. c) Y quiénes son los sucesores de D. Juan Carlos I de Borbón. Empecemos por analizar a qué se refiere la Constitución cuando José Manuel Serrano Alberca emplea la expresión “dinastía histórica”, de la que es legítimo heredero D. Juan Carlos I de Borbón. Esta precisión introducida en el art. 57 de la Constitución por la enmienda de Joaquín Satrústegui en el Senado, estableció la relación entre el Rey D. Juan Carlos I y la dinastía histórica, al ser reconocido por la Constitución como legítimo heredero de aquélla y tal reconocimiento constitucional produjo el efecto importante de añadir la legitimación proveniente del principio monárquico a la legitimación democrática y a la legalidad hasta entonces vigente. De esta forma, la monarquía parlamentaria de la Constitución de 1978 ya no se basa en las leyes fundamentales del régimen anterior dejando de ser una monarquía instaurada para ser una monarquía restaurada o si se quiere reinstaurada. Y esta circunstancia tiene importantes efectos a la hora de determinar quiénes son los componentes de la dinastía histórica y en consecuencia los sucesores del Rey D. Juan Carlos I. La referencia a la dinastía histórica tiene consecuencias sobre el conjunto del art. 57 y tiñe al precepto de una inevitable historicidad al aceptar la unión entre el concepto de Corona y el de dinastía histórica. Y esta relación pone de manifiesto, de un lado que el Rey ya reinaba con anterioridad a la Constitución y, de otro, que era y es el titular de los derechos de sucesión dinásticos, conforme a las reglas tradicionales e históricas de la Casa Real española, lo que se apoya en la cesión de derechos hecha por su padre, D. Juan de Borbón, en 1977. ¿Qué significa “dinastía histórica”? Según la Real Academia Española, una dinastía es una serie de Príncipes soberanos en un determinado país pertenecientes a una familia, pero lo característico de la dinastía histórica es que están asociados a la perpetuación de la Corona y por ello sus integrantes están llamados eventualmente a desempeñar el oficio regio, son sucesores del Rey. Solo son miembros de la dinastía quienes ostentan derechos a la sucesión del Trono. Los demás descendientes de la estirpe 13 14 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias regia no forman parte en rigor del orden dinástico ni sucesorio, sino de la Familia del Rey en sentido amplio. Aunque tampoco, como luego veremos, el orden sucesorio coincide exactamente con el concepto de Familia Real en el sentido estricto a que se refieren los Reales Decretos de 1981 y 1987. En España la dinastía histórica a que se refiere la Constitución de 1978, según Pérez de Armiñán, es la existente hasta 1868, restaurada en 1874 y reinante hasta 1931. En efecto, la dinastía histórica recibe su última formulación jurídico-positiva, en rigor, de la Constitución de 1876 y a ella hay que referirse para saber quiénes la componían en 1978, contando con la validez de las renuncias efectuadas dentro de la dinastía hasta esa fecha, puesto que se proclama en la Constitución expresamente que el heredero legítimo de dicha dinastía es Don Juan Carlos I de Borbón. Según el art. 61 de la Constitución de 1876, extinguidas las líneas de los descendientes legítimos de D. Alfonso XII, sucederán por el orden regular, sus hermanas –las Infantas Dª Isabel, Dª Paz y Dª Eulalia–, su tía la infanta Dª Luisa Fernanda, hermana de su madre, y sus legítimos descendientes y los de sus tíos, hermanos de D. Fernando VII si no estuvieran excluidos (rama Carlista). Este orden sucesorio se aplicó legalmente en España hasta 1931 y desde entonces se mantuvo dentro de la Casa Real española en el exilio, quebró en 1969 con la designación del Príncipe D. Juan Carlos de Borbón, como sucesor en la Jefatura del Estado a título de Rey y se restableció en 1977 con la renuncia de D. Juan de Borbón de sus derechos históricos como jefe de la Casa Real en favor de su hijo. Por tanto, la última determinación de quiénes forman parte de la dinastía histórica a la que alude la vigente Constitución, y sobre José Manuel Serrano Alberca la cual pueden considerarse determinadas personas como sucesores del Rey D. Juan Carlos I, procede del art. 61 de la Constitución de 1876, y ello tanto si se aplica el principio de propincuidad y representación en el orden regular como si se aplica la restricción establecida en el Código Civil para los herederos ab intestato que limita la sucesión al cuarto grado colateral. En cualquier caso, el concepto de sucesores del art. 57 es más amplio que el de descendientes porque los sucesores que están en la dinastía histórica, en principio, no son solo los descendientes. De ahí que, en defecto de descendientes de D. Juan Carlos I de Borbón solo podrían tenerse en cuenta a las personas que descienden de los mencionados en el art. 61 de la Constitución Española de 1876 y que no hubieran renunciado a sus derechos de sucesión con anterioridad a 1978, bien por decisión propia o por haber contraído matrimonio contraviniendo la pragmática sanción de Carlos III de 1776, hoy derogada por la Constitución, o que estuvieran más allá del cuarto grado del actual Rey, por aplicación del art. 954 Código Civil que limita la sucesión ab intestato. Si se aplican estos criterios para determinar quiénes son miembros de la dinastía histórica como sucesores en la Corona en el día de hoy, este orden sucesorio estaría compuesto únicamente por los descendientes del Rey D. Juan Carlos I. Los demás descendientes de D. Alfonso XIII, los de las hermanas de éste, las Infantas Dª María de las Mercedes y Dª María Teresa, casadas, respectivamente, con D. Carlos de Borbón-Dos Sicilias y con D. Fernando de Baviera y Borbón, los de las hermanas de D. Alfonso XII, las Infantas Dª Isabel, Dª Paz y Dª Eulalia, los descendientes de la Infanta Dª Luisa Fernanda de Borbón, hermana de Dª Isabel II y los del Infante D. Francisco de Paula de Borbón, hermano de Fernando VII, han renunciado por decisión voluntaria o por causa de matrimonio a los derechos sucesorios o se encuentran más allá del cuarto grado de parentesco dentro de la dinastía con el actual Rey y, por tanto, están 15 16 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias fuera del concepto de sucesores del art. 57 de la Constitución Española interpretado de acuerdo con nuestro derecho histórico y con el Código Civil. La dinastía histórica, tal y como la hemos definido, se rige por un conjunto de principios jurídicos que constituyen el orden sucesorio. El orden de sucesión de la dinastía histórica se rige por el llamado orden regular que contiene los principios básicos de este orden, de acuerdo con nuestra tradición histórica. Así, el apartado 1 del art. 57 Constitución Española, anteriormente citado, se refiere en primer lugar a que el orden regular de sucesión en el Trono será el de primogenitura y representación. Este precepto se remite a las normas que han venido regulando históricamente esta cuestión y tal orden regular no es otro que el establecido en la Ley 2ª, Título XV, de la 2ª Partida, confirmada por el Ordenamiento de Alcalá de 1348, mantenida a lo largo de los siglos hasta su alteración por Felipe V mediante el célebre Auto acordado de 10 de mayo de 1713 que implantó la Ley Semisálica, que excluía a las mujeres de la sucesión y que fue derogada por Fernando VII mediante la Pragmática Sanción de 1830, lo cual dio lugar a las sangrientas guerras carlistas que enfrentaron a los españoles durante el Siglo XIX. Este orden regular de Las Partidas fue seguido por todas las Constituciones del Siglo XIX, aunque éstas establecieron un matiz importante en relación a las Partidas, pues mientras en ellas se hacía apelación a suceder al más próximo pariente (propincuidad) en defecto de descendientes legítimos del último monarca, las Constituciones Españolas establecieron un orden de llamamientos sucesivos que una vez agotados permitía a las Cortes hacer nuevos llamamientos (Constitución de 1812) o resolver “como más convenga a la nación” (Constituciones de 1837, 1845, 1869 y 1876) o “como vean que más importa a la nación”. José Manuel Serrano Alberca ¿En qué consiste el orden regular? El orden regular se rige por el principio de primogenitura y representación, con aplicación de los conceptos civiles de línea, grado y edad de los arts. 915 y siguientes del Código Civil. Las líneas se forman a partir del Rey con las personas que descienden directamente de él (línea recta descendente) o de un tronco común (línea colateral). Las líneas rectas descendentes están encabezadas cada una por un hijo o hija del Rey. En la preferencia de líneas, anteriores y posteriores, de que habla la Constitución, se emplean los criterios de sexo y edad (primogenitura). La línea encabezada por un varón es anterior a la encabezada por mujeres y dentro de cada línea es preferente el de mayor edad. Prevalece pues el varón primogénito, que tiene su fundamento histórico en la indivisibilidad del Reino. Si bien, este principio se encuentra hoy en discusión, como es bien sabido. Dentro de cada línea, los grados representan a cada generación, de modo que el más próximo excluye al más remoto con la excepción del principio de representación, según el cual el hijo de primogénito premuerto al Rey es preferido a los otros hijos del Rey, sus tíos. Aunque estos principios de primogenitura y representación son los constitutivos del orden regular, lo cierto es que en ellos no se agota el concepto. La mención en el art. 57 al orden regular quiere decir algo más, se refiere a las reglas que siendo propias de ese orden de acuerdo con la tradición histórica no se mencionan de forma específica en el precepto constitucional. Esto es, la sujeción del orden sucesorio a la filiación matrimonial y a la consanguinidad que excluiría a los hijos adoptivos y a los ilegítimos. Pasemos ahora a analizar si es aplicable en nuestra Constitución el principio de propincuidad o proximidad. 17 18 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias El principio de propincuidad o proximidad es reconocido en las partidas y en la legislación vincular posterior. Fue aplicado en la sucesión de Carlos II, a favor del Duque de Anjou. Con esa sucesión se produjo el llamamiento en el testamento del monarca en el que se decía expresamente que había cesado la causa de las renuncias de las Infantas Dª Ana y Dª María Teresa de Austria, tía y hermana del Rey, al casarse con los Reyes de Francia Luis XIII y Luis XIV, reconociendo al Duque de Anjou, hijo segundo del delfín de Francia, más tarde Felipe V, la condición de sucesor por ser el pariente más inmediato que podía suceder sin ocasionar la unión de las Coronas de España y Francia. Precisamente la interpretación del principio de proximidad en relación con el Archiduque D. Carlos de Austria, con preterición de éste a favor del pariente más próximo, el Duque de Anjou, dió lugar a la Guerra de Sucesión de España, que terminó con el reconocimiento por las potencias de Felipe V como Rey de España. La discrepancia en punto a las consecuencias de la aplicación de los principios de propincuidad y representación en el orden regular, tiene importancia a la hora de interpretar el art. 57.1 de nuestra Constitución, que no establece, como en las anteriores, llamamientos expresos a favor de personas concretas cuando falten descendientes del monarca, por lo que cabría entender que la Constitución al referirse al orden regular de sucesión y no especificar quiénes son los sucesores de D. Juan Carlos I, a diferencia de las Constituciones Monárquicas del Siglo XIX, se remite a las reglas de la Partida Segunda que recogen la aplicación del principio de propincuidad a falta de descendencia por vía matrimonial, lo cual haría que este llamamiento fuera hasta el infinito, según la teoría de López Vilas. Otra interpretación del principio de propincuidad en el orden regular, que es la sostenida por Pérez de Armiñán y con la que estoy de acuerdo, limitaría su extensión por aplicación de las reglas del Derecho Civil común. En consecuencia, los sucesores de D. José Manuel Serrano Alberca Juan Carlos I serían sus descendientes y aquellos que, perteneciendo a la dinastía histórica, tal y como la hemos conceptuado, tuvieran vínculos de sangre con él hasta el cuarto grado colateral por aplicación del art. 954 del Código Civil. Algún sector doctrinal ha apuntado sin suficiente apoyo, a nuestro entender, que en el orden regular los sucesores de D. Juan Carlos I serían sus descendientes, lo cual en la práctica, como he dicho, es cierto, pero no se deriva automáticamente de la interpretación del art. 57 de la Constitución Española. Sin embargo, el orden regular en la dinastía histórica española debe tener en cuenta en el orden de sucesión los principios tradicionales de esta dinastía, unos recogidos expresamente en el art. 57 Constitución Española y otros deducibles de las normas del orden regular, como son la consanguinidad, la filiación matrimonial y la proximidad o propincuidad. El principio de propincuidad o proximidad, si se limita al cuarto grado de parentesco, lo cual como vengo diciendo parece razonable en términos jurídicos, produciría el efecto de que en la actualidad solo los descendientes de D. Juan Carlos I de Borbón serán los sucesores en el Trono. No obstante, para evitar las dudas que la interpretación del art. 57.1 Constitución Española pudieran plantear, la ley orgánica prevista en el art. 57.5, podría establecer el orden sucesorio a partir del Rey D. Juan Carlos I. Como venimos diciendo, los sucesores del Rey D. Juan Carlos I son hoy sólo sus descendientes. Conviene aclarar, sin embargo, que el concepto de sucesores no se identifica con la Familia Real y tampoco con la Familia del Rey. La Familia Real está regulada por dos Reales Decretos, el de 27 de noviembre de 1981, sobre Registro Civil de la Familia Real y el del 6 de noviembre de 1987, de Tratamiento y Honores de la Familia Real. 19 20 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias El Real Decreto de 1981 establece la composición de la Familia Real en la que se incluyen expresamente, el Rey, su augusta consorte, sus ascendientes en primer grado, sus descendientes y el Príncipe heredero. El Real Decreto de 1987, establece que la Familia Real está compuesta por el Rey, la consorte del Rey mientras lo sea o permanezca viuda, el consorte de la Reina mientras lo sea o permanezca viudo, el Príncipe de Asturias como heredero de la Corona, su consorte, los otros hijos o hijas del Rey y los hijos o hijas de Príncipe de Asturias que serán Infantes de España, sus consortes, mientras lo sean o permanezcan viudos, los Infantes llamados “de Gracia”, los padres del Rey y las hermanas del Rey D. Juan Carlos, que conservan vitaliciamente el tratamiento de Alteza Real y el de Infantas de España, pero no sus consortes ni sus hijos. Como se deduce de estos preceptos, algunos miembros de la Familia Real no son sucesores del Rey (la Reina, los consortes del Príncipe y de las Infantas, los ascendientes, las hermanas del Rey y los Infantes de Gracia). La Familia del Rey es, por el contrario, un concepto más amplio en el que están comprendidos todos los parientes consanguíneos de la estirpe regia de los Borbones, en la cual pueden estar incluidos parientes del Rey que no forman parte de la Familia Real y que tampoco están en el orden sucesorio. José Manuel Serrano Alberca 21 III La extinción de todas las líneas llamadas en Derecho. Supuestos y procedimiento José Manuel Serrano Alberca e l Art. 57.3 de la Constitución Española dice que: “Extinguidas todas las líneas llamadas en Derecho, las Cortes Generales proveerán a la sucesión en la Corona en la forma que más convenga a los intereses de España.”. En las Constituciones del Siglo XIX se contemplaba también esta posibilidad de la intervención de las Cortes cuando no había sucesores del Rey. Pero al establecer el orden sucesorio, primero se cita a los descendientes y después a los parientes más próximos de las líneas colaterales con un llamamiento expreso para ellos y sus descendientes, lo cual en definitiva supone aplicar el principio de propincuidad pero de una manera concreta y restringida. Solo en el caso de que se extingan las líneas descendentes y las colaterales que expresamente se mencionan en la Constitución, se harán por las Cortes nuevos llamamientos por el mismo orden y como más convenga a la nación. Este es el sistema de las Constituciones de 1812, 1837, 1845 y 1876. En la Constitución de 1869, precisamente por razón de que ya no se tenía en cuenta la dinastía histórica de los Borbones y se preveía 23 24 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias la posible elección de otra dinastía, no se establecieron, como es lógico, llamamientos concretos y, solamente extinguida la nueva dinastía se podían hacer nuevos llamamientos por las Cortes. En la Constitución de 1978, el presupuesto es diferente porque la expresión “extinguidas todas las líneas” es inexacta si antes no se ha hecho mención a qué líneas se refiere, como se hacía en las Constituciones del Siglo XIX. Por esta razón, la interpretación de la expresión “extinción de todas las líneas llamadas en Derecho” es esencial. Se extinguen todas las líneas cuando no hay sucesores y, como hemos dicho anteriormente, por razones históricas actuales no hay próximos parientes que no pasen del cuarto grado que no hayan renunciado a la sucesión, con lo cual los sucesores son actualmente solo los descendientes. Ahora bien, una vez extinguidas todas las líneas de los descendientes de D. Juan Carlos I, se ha propuesto por algún sector de la doctrina (López Vilas, Pérez de Armiñán, Fernández-Fontecha) que las Cortes Generales a la hora de adoptar la decisión de designar al nuevo monarca, tuvieran en cuenta la proximidad del sucesor en el parentesco con el último monarca, solución que parte de la idea de que las Cortes Generales no puedan apartarse de la forma monárquica ni tampoco de la dinastía histórica y escoger un nuevo Rey ajeno a la estirpe hasta entonces reinante. Para ello se ha acudido al concepto de estirpe regia, diferente y más amplio que el de dinastía histórica, en el que estarían comprendidos parientes colaterales consanguíneos del Rey, aunque hubieran renunciado con anterioridad a 1978 y a los que se podría aplicar el principio de propincuidad con la interpretación más amplia, es decir sin exigir que no pasaran del cuarto grado. Es cierto, como dice Pérez de Armiñán, que esta solución no se desprende necesariamente del apartado 3 del art. 57 Constitu- José Manuel Serrano Alberca ción Española y que el único límite estaría en no apartarse de la estirpe familiar en que se apoya la dinastía historia, cuyas líneas llamadas a la sucesión se han extinguido. Solo en el caso de imposibilidad, por inexistencia de un heredero de la estirpe regia de los Borbones, podrían las Cortes Generales recurrir a otra dinastía, o incluso proponer como Rey a una figura de gran prestigio que no perteneciera al círculo de las familias reales. Estas dos soluciones ya se plantearon en el Siglo XIX, cuando se eligió a Amadeo de Saboya como Rey, aunque también se había propuesto al General Espartero para ceñir la Corona. Sin embargo, lo que sí parece claro es que las Cortes deben mantener la monarquía parlamentaria, sin que a nuestro entender exista la posibilidad de cambiar la forma de Estado a la república, pues para ello se necesitaría una modificación constitucional. La segunda cuestión que plantea este artículo es la de que las Cortes deberán elegir al sucesor teniendo en cuenta lo que más convenga a los intereses de España y las limitaciones anteriores. Parece obvio que son las Cortes Generales las que tendrán que decidir discrecionalmente cuáles son esos intereses en un momento histórico determinado. Si las Cortes tienen que elegir un miembro de la estirpe regia y sin tener en cuenta la limitación del cuarto grado ni las renuncias, existiría una mayor discrecionalidad en la elección. Una cuestión diferente a las planteadas anteriormente en relación a este artículo, es la de si la ley orgánica a que se refiere el art. 57.5 Constitución Española, puede ser una ley general que regule las cuestiones sucesorias contempladas en este precepto, o ha de ser una ley orgánica específica para la elección del sucesor. El precedente de elección parlamentaria de un monarca en la historia contemporánea española es el de D. Amadeo de Saboya en 1870. Su candidatura partió de Prim y compitió, entre otras, 25 26 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias con la del Duque de Montpensier, la del General Espartero. Entonces se exigió mayoría absoluta. Si nos atenemos a las previsiones del art. 74 de la Constitución, la elección de sucesor no es un acto de carácter legislativo. Por esta razón, entendemos que la ley orgánica a que se refiere el art. 57.5 Constitución Española, debe ser una ley general que regule el procedimiento de elección del sucesor. Por ello, la ley orgánica deberá regular los supuestos de la elección pero deberá remitirse al Reglamento de las Cortes Generales para regular las cuestiones de procedimiento parlamentario. Así pues, el Reglamento de las Cortes Generales deberá prever el procedimiento dentro de las Cortes, pero la ley orgánica de desarrollo del art. 57.5 Constitución Española, regulará a quién corresponde la iniciativa para plantear a las Cortes tal sucesión. Entiendo que la iniciativa para el nombramiento del sucesor en la Corona la debería tomar el Presidente del Gobierno, que remitirá a las Cortes la propuesta de sucesión y éstas en sesión conjunta y por mayoría absoluta procederán a la designación del nuevo Rey. La ley orgánica podría regular esta materia diciendo: “Extinguidas todas las líneas llamadas en Derecho, las Cortes Generales designarán al sucesor de la Corona entre los parientes consanguíneos del último Rey, que desciendan de las personas mencionadas en el art. 61 de la Constitución de 1876, como más convenga a los intereses de España.”. En estos dos apartados en los que hemos tratado del orden sucesorio, la dinastía histórica y los sucesores de D. Juan Carlos I de Borbón, se planteaban las dudas que hemos estado describiendo sobre quiénes eran los integrantes de la dinastía histórica en la actualidad por aplicación de los principios del orden regular. Hemos visto que las Partidas y en nuestro derecho vincular se seguían los principios de primogenitura, representación, preferencia de la línea del varón sobre la de las mujeres, grado más José Manuel Serrano Alberca próximo y mayor edad. Y se aplicaba también el principio de propincuidad, que llamaba al Trono al más próximo pariente en ausencia de descendiente. Las Constituciones Españolas del Siglo XIX no aplicaron de manera general el principio de propincuidad porque establecieron unas líneas, tanto rectas descendientes, como colaterales, para determinar de manera expresa quiénes eran los sucesores de la Corona dentro de la dinastía histórica. La Constitución de 1978 no establece estos llamamientos concretos, con lo que se plantea el problema o la duda de si para llamamientos sucesivos se puede aplicar el principio de propincuidad. Hemos analizado que partiendo de la dinastía histórica, que es la determinada en el art. 61 de la Constitución de 1876, serían sucesores de D. Juan Carlos I, sus descendientes y los parientes colaterales que estén dentro del cuarto grado y no hayan renunciado a sucesión a la Corona antes de 1978. En consecuencia, solo aplicando estos criterios podemos descubrir cuáles son actualmente los sucesores de D. Juan Carlos I, que coinciden con los descendientes, sin que, en la práctica, por razones históricas y jurídicas pueda ser aplicable el principio de propincuidad dentro del cuarto grado colateral del actual Rey. Hemos analizado la cuestión de la expresión “extinguidas todas las líneas llamadas en Derecho” a los efectos de determinar quién sería en este caso el sucesor. Como hemos dicho, en las Constituciones del Siglo XIX se establecían con claridad cuándo se extinguían las líneas, puesto que determinaban expresamente y de manera concreta quiénes eran los componentes de estas líneas. La Constitución Española de 1978 no dice nada, con lo cual sólo se planteará la duda en el hipotético supuesto de que se extinguieran las líneas descendentes de D. Juan Carlos I. Esta cuestión está muy relacionada con quiénes son los sucesores del Rey y por tanto hay que entender que se extinguirían todas las líneas llamadas en Derecho sólo si se extinguen las líneas que arrancan de los tres hijos del Rey D. Juan Carlos I. 27 28 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias En este caso, muy improbable dada la amplitud de los descendientes de D. Juan Carlos I, se plantearía el problema de la designación del Rey por las Cortes, cuestión que tiene el límite de que no se puede modificar de forma de Estado, es decir, no se puede instaurar a un régimen republicano, puesto que para ello habría que modificar la Constitución Española y que en principio tampoco se puede cambiar de dinastía, puesto que ésta está reconocida en la propia Constitución Española de 1978. En este caso, creemos que sí sería posible llamar a la sucesión por las Cortes a los parientes consanguíneos del último Rey, interpretando por el propio Parlamento cuáles son los intereses de España en ese momento en concreto. José Manuel Serrano Alberca 29 IV El Príncipe de Asturias. Posición constitucional del Príncipe heredero. Llamamiento a la sucesión José Manuel Serrano Alberca e l Art. 57.2 De lA conStItucIón eSPAñolA contiene una regulación muy escueta de la posición constitucional del Príncipe heredero, es decir, de su Estatuto. Dice el art. 57.2 Constitución Española “el Príncipe heredero, desde su nacimiento o desde que se produzca el hecho que origine su llamamiento, tendrá la dignidad de Príncipe de Asturias y los demás títulos vinculados tradicionalmente al sucesor de la Corona de España”. Torres del Moral nos describe el origen del título de Príncipe de Asturias que se remonta al Rey Juan I de Castilla, tras el pacto con el Duque de Lancaster, pretendiente a la Corona de Castilla, en 1387. El título de Príncipe de Asturias se le concedió al primogénito del Rey que más tarde reinaría bajo el nombre de Enrique III, “El Doliente”, quien se casó al año siguiente con Catalina de Lancaster, nieta por vía materna de Pedro I “El Cruel”, poniendo así fin al pleito dinástico entre su descendencia y los Trastámaras. Este título fue confirmado por Juan II en 1444 a favor de su hijo Enrique IV El Impotente. El título, después de sufrir muchas vicisitudes históricas, a lo largo de las dinastías de los Austrias y de los Borbones, fue reconocido en la Constitución de 1812, que en su art. 201 decía que el hijo primogénito del Rey se titulará Príncipe de Asturias. Pero las Constituciones de 1837 y de 1845 no se referían al Príncipe de Asturias, si bien un Real Decreto de 26 de mayo de 1850 dispuso que los inmediatos sucesores de la Corona continuarían denominándose Príncipes de Asturias. Llama la atención que fuera precisamente la Constitución de 1869 la que volvió a referirse al Príncipe de Asturias, a pesar de ser bajo 31 32 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias su vigencia cuando se rompió la monarquía reinante, y que, en cambio, la de 1876, que la restauraba, no se refiriera a este título. El silencio de las Constituciones del Siglo XIX sobre el Príncipe de Asturias se compensó por normas de rango inferior. Un Decreto de Isabel II de 26 de mayo de 1850, refrendado por Narváez, decía que los sucesores inmediatos de la Corona, sin distinción de varones y hembras, continuarán llamándose Príncipes de Asturias, lo cual significaba que lo eran desde su nacimiento o desde que adquirieran la condición de sucesor inmediato de la Corona. Conforme a este Decreto, la hija de la Reina Isabel II, la Infanta Dª Isabel –popularmente conocida como “La Chata”–, fue considerada desde su nacimiento Princesa de Asturias hasta el nacimiento de su hermano el futuro Rey Alfonso XII. En ese momento se operó una transferencia del título por aplicación del orden regular. Cuando Alfonso XII fue proclamado Rey, la Infanta Isabel volvió a ostentar el título de Princesa de Asturias por Real Orden de 1875, refrendada por Cánovas. Pero el sistema jurídico fijado en 1850 sufrió un cambio en 1880, inspirado por el propio Cánovas. Un Decreto de este año establecía que solo los hijos varones del Rey que fueran inmediatos sucesores continuarían gozando desde su nacimiento del título de Príncipe de Asturias, los demás Infantes que fueran inmediatos sucesores de la Corona podían llevar el título de Príncipe de Asturias, pero sólo cuando tal dignidad les fuese otorgada expresamente por el Rey. Cuando el 11 de septiembre de 1880 nació Dª María de las Mercedes de Borbón, primera hija de Alfonso XII, era sucesora inmediata de la Corona, aunque el título de Princesa de Asturias lo ostentaba su tía, María Isabel Francisca. Esta cuestión planteó un debate parlamentario entre liberales y conservadores que zanjó el Rey concediendo el título de Princesa de Asturias a su hija mediante Real Decreto de 1881 refrendado por Sagasta. La Infanta Mercedes llevó el título de Princesa de Asturias hasta su muerte en 1904 y aunque José Manuel Serrano Alberca el inmediato sucesor de la Corona era el Infante D. Alfonso, primogénito de ésta, no era hijo de Rey, por lo que no ostentó el título de Príncipe de Asturias sino el de sucesor de la Corona. Hasta 1907, en que nació el primogénito de Alfonso XIII, D. Alfonso de Borbón y Battenberg, no hubo Príncipe de Asturias. D. Juan Carlos I nunca fue oficialmente en España Príncipe de Asturias, sino Príncipe de España, y fue el Real Decreto de 21 de enero de 1977 el que nombró Príncipe de Asturias a D. Felipe de Borbón y Grecia, con el fin de dejar zanjada esta cuestión antes del proceso constituyente que iba a comenzar inmediatamente. La Constitución Española vigente sigue el criterio tradicional de conferir el título de Príncipe de Asturias al inmediato sucesor de la Corona en el orden regular con preferencia al varón, sin exclusión de la mujer, con lo que las denominaciones de Príncipe de Asturias y Príncipe heredero coinciden en el mismo fenómeno, ser el primero en el orden sucesorio. Sin embargo, como dice Torres del Moral, los dos conceptos no son sinónimos. Príncipe de Asturias es una dignidad que se ostenta, Príncipe heredero y sucesor son descripciones de una determinada posición en el orden sucesorio. La identificación del Príncipe de Asturias en cada momento es sencilla, basta acudir al orden sucesorio. Dice la Constitución que el Príncipe heredero lo es desde su nacimiento o desde el hecho que origine el llamamiento y este llamamiento se puede producir por varias causas: muerte del predecesor, nacimiento de otra persona con mejor derecho (como ocurrió con la hermana de D. Alfonso XII la Infanta Dª Isabel, en relación con la hija primogénita de aquél, Dª María de las Mercedes), por renuncia del predecesor, por exclusión por matrimonio de éste contraviniendo la prohibición conjunta del Rey y de las Cortes Generales y por exclusión por incapacidad o indignidad. Conforme al orden regular, el Príncipe heredero sería llamado automáticamente a suceder a su predecesor en todos los casos a 33 34 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias que nos hemos referido antes (muerte, mejor derecho, renuncia, incapacidad, matrimonio). Y tal llamamiento se produciría ope constitutione y, a todos los efectos, desde el momento en que se origina sin necesidad de que se produzca un reconocimiento oficial por las Cortes, pues el juramento que presta el Príncipe heredero no es constitutivo. En el supuesto de extinción de todas las líneas llamadas a la sucesión y, por supuesto, estando vacante el título de Príncipe de Asturias, el llamamiento no es automático, pues tendrían que intervenir las Cortes y, por tanto, el art. 57.3 Constitución Española al referirse en este caso a la decisión de las Cortes para la sucesión en la Corona, también sería aplicable al Príncipe heredero. Este supuesto se podría producir cuando el Rey no tuviera parientes que puedan sucederle conforme al orden regular y tampoco tenga un sucesor inmediato. Se plantea entonces si la elección del sucesor, es decir del Príncipe heredero, se debería hacer por las Cortes antes o después de la muerte del Rey. Torres del Moral dice que “la elección se haría para que el sucesor asuma el Trono, pero no antes, con lo cual se podría producir un período de vacancia de la situación de Príncipe heredero”. Pero también podría nombrarse el sucesor por las Cortes en vida del Rey. Cuestión ésta que plantea una duda en la sucesión que podría también ser solucionada por la ley orgánica que prevé el art. 57.5 de la Constitución Española. En el caso de que las Cortes elija al sucesor en la Corona, bien para que de inmediato sea el Rey o para que sea el Príncipe heredero, se deberían seguir las mismas reglas de procedimiento por las Cortes y por el Gobierno, a las que nos hemos referido con carácter general para el supuesto de la extinción de todas las líneas llamadas en Derecho. ¿En qué supuestos y con qué causas puede el Príncipe heredero ser privado de su dignidad y excluido de su orden sucesorio? José Manuel Serrano Alberca La Constitución se ocupa de la inhabilitación del Rey pero no de la inhabilitación del heredero. Pérez de Armiñán dice que la inhabilitación del Rey es diferente de la del Príncipe heredero, pues la primera priva al Rey del ejercicio de sus facultades, pero no de su condición de Rey, mientras que la segunda supone una privación de los derechos sucesorios y en consecuencia una modificación en el orden de sucesión. Si el Príncipe heredero se incapacita por razones físicas o psíquicas de carácter permanente, el problema debe tener una solución y la doctrina ha entendido que existen diferencias entre la incapacitación del Príncipe heredero y la de los demás sucesores. Creo que a pesar de la tesis que mantiene la imposibilidad de incapacitar al Príncipe heredero, que mantiene Pérez de Armiñán, sí debería regularse su incapacitación en la ley orgánica prevista en el art. 57.5 Constitución Española. Entiendo además que la inhabilitación por incapacidad no debe afectar a los descendientes. La causa de exclusión grave que en nuestro derecho histórico desde las Partidas suponía que el heredero hubiera hecho cosa porque mereciere perder el derecho a la Corona, no se encuentra en la Constitución y, como ya hemos dicho, esta cuestión va más allá de una simple duda de hecho o de derecho, es una situación límite que no parece pueda solucionarse en un debate parlamentario. En este discurso no hablamos del Estatuto del Príncipe heredero, que sería propio de un desarrollo diferente. También por ley orgánica podría regularse si el Príncipe heredero debe tener fuero especial o no. Entiendo que, dada la condición y el estatus y funciones que desempeña el Príncipe heredero, no se le puede extender la inviolabilidad de que goza el Rey, pero una determinada protección procesal debería determinar que cualquier cuestión que se plantee de tipo jurídico en la actuación del Príncipe heredero, debería conocerla el Tribunal Supremo. No así para los demás sucesores, que deberían de continuar sometidos a los Tribunales Ordinarios. 35 V Las causas de exclusión del orden de sucesión José Manuel Serrano Alberca A) Por causa de matrimonio Dice el art. 57.4 Constitución Española que “aquellas personas que teniendo derecho a la sucesión en el trono contrajeran matrimonio contra la expresa prohibición de Rey y de las Cortes Generales, quedarán excluidas de la sucesión por sí y por sus descendientes.”. El matrimonio de los Reyes ha tenido y tiene una importancia singular porque, como decía Martínez de la Rosa, el matrimonio de los Reyes condiciona muchas veces la suerte del Estado. Sin embargo, esta consideración válida para las monarquías absolutas queda relativizada en una monarquía parlamentaria. Cuando se discutía la Constitución de 1845, el propio Martínez de la Rosa dirá que los Reyes por tener esta dignidad suprema no dejan de ser hombres y sería cruel que hubieran de renunciar a todos sus afectos para echar sobre sí una coyunda, perpetua e indisoluble. De la misma opinión era Cánovas del Castillo con ocasión del matrimonio de D. Alfonso XII con su prima María de las Mercedes. Los constitucionalistas y los políticos españoles han entendido, por regla general, que la nación a través de las Cortes debía tener intervención en los matrimonios del Rey y de su inmediato sucesor, pero esta intervención ha revestido dos formas distintas. La primera, iniciada por la Constitución de 1812 y seguida por la de 1837 y 1869, exigía que el Rey estuviera autorizado por una ley para contraer matrimonio; la segunda, exigía solo el conocimiento de las Cortes (Constituciones de 1845 y 1876). 37 38 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias Estas dos formas de exigencia para el matrimonio del Rey correspondían al signo progresista o conservador de las Constituciones, aunque en realidad durante la vigencia de las Constituciones de 1812, 1837 y 1869, que exigían una ley de autorización para los matrimonios del Rey, esta prescripción no llegó a tener aplicación pues no se celebró ningún matrimonio regio que estuviera comprendido en su disposición. Las Constituciones de 1845 y 1876, de carácter claramente conservador, solo exigían la intervención de las Cortes a efectos informativos, pero no vinculantes para el monarca. No existen referencias en el derecho comparado imponiendo obligaciones para el matrimonio del monarca y la Constitución de 1978 ni siquiera menciona el matrimonio del Rey, a diferencia de lo que hace con los sucesores. No hay por tanto limitación alguna en cuanto a la elección del cónyuge, al régimen económico y a la forma de matrimonio. Ahora bien, la inviolabilidad del Rey, es decir, la no sumisión a los Tribunales de Justicia, plantea la dificultad de una separación o divorcio, en el que tuvieran que intervenir los Tribunales. La Constitución Española no se refiere, en absoluto, al matrimonio del Rey, como ya hemos dicho, solamente se refiere a los matrimonios de los sucesores en el art. 57.4 Constitución Española. El precedente de este artículo se encuentra en la Pragmática Sanción de 1776 dictada por Carlos III. Esta Pragmática llamada “De matrimonios”, regulaba la obligación de los Príncipes de la sangre de poner en conocimiento del Rey su matrimonio y de obtener la autorización de éste en el caso de contraer el matrimonio con personas de menor rango, incluso dentro del ámbito de la nobleza (matrimonios morganáticos). Si en estos supuestos no se obtenía la autorización del Rey, el contrayente y sus descendientes quedaban excluidos del orden sucesorio, pero aunque se obtuviera la autorización, si el contrayente era de inferior rango se excluía del orden sucesorio a los descendientes. José Manuel Serrano Alberca La Pragmática de 1776 ha hecho pensar que fue dictada por Carlos III para excluir de la sucesión a su hermano el Infante D. Luis. En efecto si se aplicaba la Ley Semi-sálica, establecida por el Auto acordado de 1713 del Rey Felipe V, aparte de excluirse a las mujeres de la sucesión de Trono, solo podían ser sucesores de la Corona los hijos del Rey que hubieran nacido en España. Pero los hijos del Rey Carlos III habían nacido todos en Nápoles. Carlos III autorizó el matrimonio de su hermano con Dª María Teresa de Vallabriga, con lo que, por aplicación de la Pragmática, sus descendientes no podían ser ya sucesores de la Corona y se apresuró a nombrar Príncipe de Asturias a su hijo el futuro Carlos IV. Después de la Constitución de 1978, esta Pragmática, como he señalado, se considera derogada porque sin necesidad de aplicar el art. 14 de la Constitución, ésta establece un régimen de exclusión diferente a aquélla por causa de matrimonio, pues solo se da esa exclusión cuando el matrimonio de una persona llamada a la sucesión en la Corona tiene lugar en contra de una prohibición expresa mantenida conjuntamente por el Rey y por las Cortes Generales. La exclusión por causa de matrimonio establecida en el art. 57.4 debe interpretarse en sentido restrictivo al ser una norma sancionadora y, por tanto, no es aplicable a los matrimonios de las personas pertenecientes al orden sucesorio de la Corona si no se dan las circunstancias expresas del precepto constitucional. Analizaremos esta prohibición en sus aspectos concretos. El matiz esencial de esta autorización es que no se trata de prohibir el matrimonio, sino de que si se celebra en contra de la prohibición del Rey y de las Cortes Generales, el contrayente pierde los derechos sucesorios. Afecta, pues, a cualquier persona integrante del orden de sucesión de la Corona y no solo a los que se encuentran inscritos en el Registro Civil de la Familia Real. Es una limitación que 39 40 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias afecta a los sucesores del Rey y, se encuentra, por tanto en conexión con el orden regular de sucesión de la dinastía histórica. Debería establecerse por esta razón una obligación por parte de los afectados de comunicar al Rey el matrimonio y éste, en caso de no autorizarlo y decidir prohibir contraerlo a la persona en cuestión, tomaría la iniciativa, con el refrendo del Presidente del Gobierno, para comunicar tal decisión a las Cortes Generales, que deberían reunirse en sesión conjunta para decidir sobre la cuestión. Tal decisión no tendría el carácter de una ley sino el de una resolución de las Cortes, tomada por mayoría absoluta en sesión conjunta de las dos Cámaras. Este acto tiene consecuencias jurídico-públicas innegables e implica una alteración del orden sucesorio de la Corona y una exclusión para toda la línea que proceda de la persona excluida, ya que se aplica también a los futuros descendientes de ese matrimonio. Esta cuestión, el matrimonio y la exclusión, puede plantear dudas sobre la sucesión y por eso su desarrollo debería contenerse en la ley orgánica que prevé el art. 57.5 de la Constitución, que debería contener también la obligación por parte de las personas que se encuentren en este orden de sucesión de poner en conocimiento del Rey su matrimonio. B) Por incapacidad o indignidad La Ley 2ª XV-2 de Las Partidas establecía dos requisitos cuyo incumplimiento implicaba la exclusión para suceder cuando se trataba del llamamiento no a los descendientes sino al más próximo pariente (propincuidad), y éstos eran que el pariente más próximo “fuere hombre para ello” y “que no hubieran hecho cosa por que lo pudiera perder”. Por el primero se exigía que fuera capaz, es decir, que estuviera en pleno uso de sus facultades, y por el segundo, que no hubiera cometido alguna acción indigna o contra el Rey o la Reina. José Manuel Serrano Alberca Estos requisitos fueron recogidos en todas nuestras Constituciones Monárquicas del Siglo XIX, pero referidos también a los descendientes. Para decidir estas cuestiones en algunos textos bastaba la autorización de las Cortes (art. 181 de la Constitución de 1812, art. 54 de la de 1837, art. 80 de la de 1869). En otros casos se necesitaba una ley (art. 54 de la Constitución de 1845, art. 64 de la de 1876). La Constitución de 1812 preveía la exclusión de la sucesión por causa de incapacidad o indignidad, mediante el reconocimiento por las Cortes. Precisamente el 18 de marzo de 1812 las Cortes decretaron la exclusión de la sucesión de la Infanta María Luisa y del Infante Francisco de Paula, si bien sus derechos fueron restaurados por las Cortes en 1820. También se consideró excluida, por su rebelión contra Isabel II a la rama Carlista desde 1833. La incapacidad física o psíquica, que es causa de inhabilitación para el Rey según el art. 59 de la Constitución de 1978, no se menciona como causa de exclusión para los sucesores, incluido el Príncipe heredero. Si bien es verdad que la inhabilitación del Rey y la de sus sucesores tienen naturaleza jurídica diferente, puesto que la inhabilitación del Rey prevista en el art. 59 de la Constitución priva al Rey del ejercicio de sus funciones, pero no de su condición de Rey, mientras que la inhabilitación por incapacidad de los sucesores les priva de los derechos sucesorios y determina una modificación del orden de sucesión. En el caso de la inhabilitación por incapacidad del Príncipe heredero, Torres del Moral considera que deben ser las Cortes Generales las que reconozcan esta incapacidad por causas físicas o psíquicas y se debería seguir las reglas de inhabilitación que se establezcan para el Rey, es decir, se tratará de una decisión de las Cortes Generales reunidas en sesión conjunta que emitirán una resolución de carácter no legislativo. Parece que la iniciativa para esta inhabilitación debería adoptarla el Rey con referendo del Presidente del Gobierno. 41 42 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias Aunque la inhabilitación del Príncipe heredero por incapacidad reviste unas características especiales, la de los demás sucesores, por la gravedad que supone eliminarlos del orden sucesorio, debería seguir un procedimiento idéntico al que se regule para el Príncipe heredero. Diferente del supuesto de exclusión de la sucesión por incapacidad es la causa de indignidad o, como decía la Constitución de 1812, de aquellas personas que hayan hecho cosa por la que merezcan perder la Corona. La Constitución de 1978 tampoco se refiere a esta causa, aunque podía haber recogido los preceptos de nuestro derecho histórico. Para Pérez de Armiñán, con cuya opinión coincido, la exclusión por indignidad del Príncipe heredero y de las demás personas llamadas a la sucesión, plantearía un debate parlamentario que dañaría fuertemente a la monarquía y está en el límite de planteamientos políticos más que en un supuesto relativo a la regulación de la sucesión. José Manuel Serrano Alberca 43 VI Las abdicaciones y renuncias José Manuel Serrano Alberca A) Las abdicaciones. Concepto, efectos y procedimiento Con ocasión del debate de la Constitución de 1876, Cánovas del Castillo explicaba la razón por la que la Constitución de 1812 había establecido la necesidad de que el Rey estuviera autorizado por las Cortes para abdicar, regla de la autorización de las Cortes que continuó siendo la que establecieron todas las Constituciones del Siglo XIX. Explicaba Cánovas del Castillo que las abdicaciones en nuestro derecho histórico no han exigido la autorización de las Cortes, pone el ejemplo del Emperador Carlos V, incluso de forma más cercana podemos citar la abdicación del primer Borbón, D. Felipe V. Una abdicación excepcional fue precisamente la de este Rey, que después de abdicar el 10 de enero de 1724, volvería a reinar una vez muerto su hijo el Rey Luis I, incluso en contra de la propia Ley Semi-sálica que él mismo había promulgado y según la cual debería haber sucedido a D. Luis I, su hermano D. Fernando, que más tarde sería Rey con el nombre de Fernando VI. La necesidad de la autorización de las Cortes para abdicar se basa en la teoría del pacto entre el Rey y el pueblo y se estableció en nuestro derecho constitucional ligada a los sucesos de Bayona. Mediante Decreto de 27 de diciembre de 1810, las Cortes 45 46 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias proclamaron como Rey legítimo a Fernando VII y declararon nula la cesión de la Corona que se había hecho a favor de Napoleón porque no había habido consentimiento de la nación. La Constitución de 1812 estableció el mismo principio y la exigencia de autorización de las Cortes y las Constituciones de 1837, 1845 y 1876 establecieron que el Rey necesitaba estar autorizado por una ley especial para abdicar en la Corona en su inmediato sucesor, expresión esta última que fue luego suprimida por la Constitución de 1869 y por la de 1876. Cánovas del Castillo criticaba esta exigencia porque decía que la obligación de que el Rey tuviera que estar autorizado por una ley para abdicar no se ha cumplido nunca ni se cumplirá jamás y citaba el caso del Rey Amadeo de Saboya, cuya abdicación se produjo por un intercambio de mensajes entre el propio D. Amadeo al Presidente del Gobierno, Ruiz Zorrilla, que éste remitió a las Cortes, y un mensaje de las Cortes aceptando la abdicación, por lo que este intercambio de mensajes sustituyó a la ley prevista en la Constitución. Se preguntaba a Cánovas de qué modo podría obligarse al Rey Amadeo de Saboya a ser Rey si no quería serlo y a quién se le habría ocurrido jamás hacer un Rey a la fuerza. La abdicación no se da en un Rey destronado, que solo puede renunciar a unos derechos dinásticos, como ocurrió con Dª Isabel II y D. Alfonso XIII. La Reina Isabel II firmó una declaración de abdicación en 1870, que no era tal, sino la renuncia de sus derechos a favor de su hijo, el que luego sería D. Alfonso XII. Tampoco abdicó Alfonso XIII al proclamarse la República en 1931. Fue en 1941 cuando renunció a sus derechos dinásticos a favor de su hijo, D. Juan, en un Acta Notarial llamada de manera impropia “Acta de Abdicación”. Las Constituciones de 1837, 1845, 1869 y 1876 exigían, como ya hemos dicho, que el Rey estuviera autorizado por una ley es- José Manuel Serrano Alberca pecial para abdicar en la Corona en su legítimo sucesor, pero en la realidad histórica esta ley de autorización no ha existido nunca, como ya hemos visto. La Constitución de 1978 no dice nada sobre los requisitos y efectos de la abdicación y se remite a lo que establezca la ley orgánica prevista en el art. 57.5. La regulación de la abdicación no es una duda en la sucesión en la Corona, sino un vacío legal que es preciso llenar. La Constitución no obliga a que el Rey esté autorizado por una ley para abdicar, sino que prevé que una ley orgánica, la prevista en el art. 57.5 Constitución Española, regule este proceso políticamente complicado en el caso de que se produzca. La abdicación es un acto unilateral de carácter recepticio, personal e irrevocable, en virtud del cual se produce la renuncia al ejercicio de las facultades inherentes a la condición de Rey. La doctrina considera acertadamente que el contenido de esta regulación por ley orgánica debería consistir en un acto de abdicación del Rey con refrendo de legitimidad del Presidente del Gobierno para evitar posibles coacciones. El Presidente del Gobierno debería poner en conocimiento del Parlamento el acto del Rey y las Cortes reunirse en sesión conjunta para tomar conocimiento de esta abdicación, puesto que sería impensable que el Parlamento no aceptara la abdicación, dado el carácter personalísimo e irrevocable de la misma. Por esta razón, la ley orgánica debería, a nuestro juicio, establecer que la decisión de las Cortes se adopte mediante una resolución en la que las Cámaras en sesión conjunta tomen conocimiento del acto de abdicación, pero no decisión sobre su contenido y efectos. Creo que no sería razonable que la abdicación exigiera una ley orgánica no solo por el procedimiento de tramitación que implicarían enmiendas, debates, etc., sino porque la naturaleza jurídica del acto de las Cortes no es legislativa y se trata por tanto en uno de los supuestos previstos 47 48 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias en el art. 74.1 de la Constitución. Esta es otra de las razones por las que debe entenderse que la ley orgánica a que se refiere el art. 57.5 de la Constitución, debe ser una ley general que dé soluciones a los problemas que se planteen en relación con la sucesión, sin que en ningún caso haga falta una ley orgánica para decidir cada supuesto. Con la abdicación entraría directamente a ejercer las facultades del Rey el Príncipe heredero o, si éste fuera menor, la institución de la regencia prevista en el art. 59, pero como hemos dicho el Rey no abdica en el Príncipe, sino que éste se convierte en Rey por derecho propio, con independencia de su posterior proclamación y juramento en las Cortes. La abdicación produce efectos: el Rey pierde sus facultades y funciones y también el privilegio de la inviolabilidad. No nos toca aquí profundizar en esta cuestión, de hondo calado jurídico. B) Las renuncias. Concepto, efectos y procedimiento La renuncia es un acto de dejación de derechos sucesorios que tiene carácter voluntario, personalísimo, unilateral, recepticio e irrevocable. Se diferencia de la abdicación en que la renuncia lo es de los derechos sucesorios y la abdicación es una renuncia al ejercicio de las funciones correspondientes al Rey. En España la renuncia ha tenido recientemente dos manifestaciones simultáneas. En el año 1933, hallándose D. Alfonso XIII en el exilio, su hijo primogénito D. Alfonso de Borbón y Battenberg decidió contraer matrimonio con persona que no reunía las condiciones de la Pragmática Sanción de 1776 y mediante escrito dirigido a su padre el 11 de junio de este año, renunció antes de contraer matrimonio a los derechos de sucesión que José Manuel Serrano Alberca pudieran corresponderle conforme a la Constitución de 1876, por sí y por sus descendientes. A continuación, D. Jaime de Borbón, segundo hijo del Rey D. Alfonso XIII, renunció por sí y por sus futuros descendientes a los derechos que pudiera llegar a tener el 21 de junio de 1933. Estas renuncias no pueden plantear de cara al futuro ningún problema jurídico en orden a la sucesión, ya que el padre de estos dos Príncipes, D. Alfonso XIII, aceptó dichas renuncias y a su vez renunció a sus derechos como titular de la Casa Real española a favor de su hijo D. Juan mediante el Acta Notarial del año 1941. A su vez, D. Juan renunció a los derechos recibidos de su padre a favor del Rey D. Juan Carlos en 1977. En cuanto a las hermanas de D. Juan Carlos I, las Infantas Dª Pilar y Dª Margarita, aunque integrantes de la Familia Real, renunciaron también a sus derechos sucesorios al entender aplicable la Pragmática de 1776, y no se encuentran, por tanto, en el orden sucesorio de la Corona. La renuncia es el ejercicio de una facultad en virtud de la cual el titular de un derecho sucesorio a la Corona se autoexcluye de orden de sucesión por sí mismo, y en su caso, por sus futuros descendientes. El acto de la renuncia plantea diversas cuestiones: ¿Es igual la renuncia del Príncipe heredero que el de los demás sucesores? ¿Se necesita la autorización de las Cortes para renunciar a los derechos sucesorios? ¿La renuncia a los derechos sucesorios afecta a sus herederos o descendientes? Todas estas cuestiones deberían resolverse por la ley orgánica prevista en el art. 57.5 de la Constitución, si bien no son dudas sucesorias sino lagunas en la regulación de la renuncia. Desde el punto de vista jurídico, la renuncia del Príncipe heredero tiene una mayor importancia que la de los demás sucesores, porque el Príncipe heredero tiene un status específico al ser el inmediato sucesor de la Corona. Sin embargo, no hay en nuestro derecho constitucional histórico una regulación de la renuncia de 49 50 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias Príncipe heredero a su derecho sucesorio. Tampoco se regula en la Constitución Española de 1978 y, por tanto, sería una de las cuestiones que tendría que regular la ley orgánica prevista en el art. 57.5 de la Constitución. Parece evidente que si el Príncipe heredero o Príncipe de Asturias quisiera renunciar a sus derechos, debería ponerlo en conocimiento del Rey y éste, a su vez, del Presidente del Gobierno. La cuestión consiste en saber si las Cortes Generales deben de tomar decisiones sobre esta renuncia. No parece adecuada ni necesaria la tramitación de una ley orgánica específica para autorizar o aprobar la renuncia porque, como en el caso de las abdicaciones del Rey, no hay nada que debatir o enmendar sino solo conocer o ratificar la voluntad personal del heredero, ya que se trata de un acto personalísimo no susceptible de decisión política y, por tanto, de contenido no legislativo. Como en el caso de la abdicación, las Cortes deberían tener conocimiento de la renuncia del Príncipe heredero en sesión conjunta, resolución que sería una declaración de conocimiento y no de voluntad. En el supuesto de las renuncias de los demás sucesores, éstas deberían hacerse ante el Rey que daría conocimiento por medio del Presidente del Gobierno al Presidente de las Cortes Generales, sin necesidad de reunir el Parlamento en sesión conjunta. Los efectos de la renuncia son la modificación del orden sucesorio. Por ello, es importante determinar si la renuncia afecta o no a los descendientes del renunciante. Torres del Moral dice acertadamente que el titular de un derecho sucesorio no lo cede a otra persona, sino que se limita a cesar en su derecho. Para este autor el Príncipe heredero que renuncia lo haría por sí y por sus descendientes. Sin embargo, no es absolutamente evidente que una renuncia afecte automáticamente a los descendientes, porque el principio de representación del orden regular haría que si nada se dice expresamente en la renuncia, ésta no afectaría a los descendientes. Incluso si esta renuncia se hace por sí y por los José Manuel Serrano Alberca descendientes, podría entenderse que se trata de una renuncia en perjuicio de terceros, siempre claro está que los descendientes hayan nacido con anterioridad a la renuncia, por lo que en virtud de lo establecido en el art. 6 Código Civil que regula las renuncias en perjuicio de tercero, ésta no tendría efectos para los descendientes ya nacidos; por el contrario, a los descendientes posteriores a la renuncia les afectaría plenamente. Los precedentes históricos que acaban de mencionarse, se hicieron siempre antes de contraer matrimonio o con ocasión de éste, sin que existieran en ese momento descendientes. 51 VII La Ley Orgánica a que se refiere el art. 57.5 de la Constitución (contenido, forma, consenso, oportunidad, soluciones) José Manuel Serrano Alberca e l Art. 57.5, DIce: “Las abdicaciones y renuncias y cualquier duda de hecho o de derecho que ocurra en el orden de sucesión a la Corona se resolverán por una ley orgánica.”. Este precepto es, en gran parte, la razón de este discurso porque, como hemos visto, se plantean dudas en la interpretación del orden sucesorio. Su precedente se encuentra en la Constitución de 1845, en cuyo art. 53 se dice lo mismo en relación con las dudas sobre la sucesión a la Corona. Sin embargo, la ley orgánica a la que se refiere el art. 57, además de referirse a las dudas sobre la sucesión, amplía su contenido a las abdicaciones y renuncias. En este caso no se trata de solucionar dudas sino de desarrollar la Constitución en relación con estas importantes cuestiones. No es fácil distinguir entre lo que sean dudas de hecho o de Derecho, pero como ha dicho López Vilas, cuestiones de hecho se transforman en una cuestión jurídica cuando se trata de aplicar los principios de consanguinidad y legitimidad. Por esta razón, las dudas de hecho se transformarán en dudas de Derecho. 53 54 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias Como es de sobra conocido, la Constitución remite estas cuestiones a su desarrollo por una ley orgánica. En principio, este planteamiento de exigir una ley con una mayoría reforzada para desarrollar la Constitución, parece lo adecuado. No obstante, la cuestión principal consiste en dilucidar si esta ley orgánica debe ser una ley general que regule todas las dudas sucesorias y además las abdicaciones y renuncias, o si por el contrario, la Constitución exige una ley orgánica para solucionar cada duda o para autorizar las abdicaciones y renuncias. La doctrina en este punto no es uniforme, una parte se inclina porque debe tratarse sobre una ley general sobre la Corona. Creo que ésta es la solución más adecuada por las razones que a continuación expreso: Las abdicaciones y renuncias, aunque exijan la intervención de las Cortes, no necesitan autorización por una ley, pues se trata de actos personalísimos del Rey y sus sucesores, que no pueden estar sometidos a debate o a enmiendas y mucho menos a votación. Como ya hemos dicho, las Cortes deben de tomar conocimiento del acto, sin más. La resolución de las Cortes no es una ley, ni siquiera ordinaria, se trata de un acto que no está dentro de la competencia legislativa de los previstos en el art. 74.1 de la Constitución. El orden sucesorio, que no está regulado expresamente en la Constitución, puede ser objeto de una ley orgánica general que lo establezca, así como la cuestión relativa al supuesto de extinción de las líneas llamadas en Derecho y la designación de un nuevo Rey porque se trata de temas directamente relacionados con el orden sucesorio previsto en la Constitución. La regulación de las causas de exclusión del orden sucesorio, por razón de matrimonio o por incapacidad, no son decisiones José Manuel Serrano Alberca parlamentarias que exijan una ley. Se trata de actos parlamentarios no legislativos que, como la inhabilitación del Rey, se deben adoptar por las Cortes en sesión conjunta de ambas Cámaras de conformidad con lo que establezca el Reglamento de las Cortes Generales. Por estas razones, una ley orgánica general decidiría sobre las dudas de la sucesión y sobre las abdicaciones y renuncias que, en ningún caso, podrían resolverse por una ley ad hoc para cada situación. Con todo, la regulación de todas estas materias plantea un problema de oportunidad política y la necesidad de un amplio consenso previo, para evitar un debate parlamentario sobre la Corona y la Monarquía. En cualquier caso, y por lo que se refiere al orden sucesorio, la ley orgánica no es urgente, dada la extensión actual de los descendientes de D. Juan Carlos I. Los otros supuestos, relativos a las abdicaciones y renuncias, al tratarse de actos del Rey y de los sucesores de carácter personalísimo, podrían resolverse, llegado el caso, con una interpretación integradora de la Constitución que no exigiría, en principio, una ley. En conclusión, como decíamos al principio, no hay asunto más vital y consustancial a la monarquía que el principio hereditario y la sucesión al Trono para la estabilidad e independencia que da la continuidad basada en la herencia. Esta conferencia ha pretendido esclarecer algunos problemas planteados por la redacción del art. 57 de la Constitución. Si lo he conseguido, podría ser útil para el conocimiento y aplicación del orden sucesorio de la Corona, cuando la naturaleza así lo disponga. 55 Bibliografía José Manuel Serrano Alberca w LA MONARQUÍA PARLAMENTARIA: FAMILIA REAL Y SUCESIÓN A LA CORONA, Autor: Yolanda Gómez Sánchez, Edit. Hidalguía, 2008 w XXV AÑOS DE MONARQUÍA PARLAMENTARIA, Autor: Yolanda Gómez Sánchez (Coord.), Edit. Sanz y Torres, 2006 w CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA Y REGLAMENTO DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS, Publicaciones Congreso de los Diputados, 9ª edición, 2004 w DERECHO NOBILIARIO. EL DOGMA DE LA IMPRESCRIPTIBILIDAD, Autor: Luis Vallterra Fernández, Edit. 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Texto del informe y debates académicos”, Autora: Yolanda Gómez Sánchez, Publicaciones del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2006 61 62 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias w DERECHO DE SUCESIÓN EN LA CORONA Y DISCRIMINACIÓN POR RAzÓN DE SEXO: ANÁLISIS DE LA POSIBLE SUPRESIÓN DE LA PREFERENCIA SUCESORIA DE LOS VARONES (ART. 57.1 DE LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA), Artículo de la obra “El informe del Consejo de Estado sobre la reforma constitucional. Texto del informe y debates académicos”, Autor: Fernando Rey Martínez, Publicaciones del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2006 w REFORMA CONSTITUCIONAL DE LA SUCESIÓN EN LA CORONA, Artículo de la obra “El informe del Consejo de Estado sobre la reforma constitucional. Texto del informe y debates académicos”, Autor: Antonio Torres del Moral, Publicaciones del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2006 w LA MONARQUÍA PARLAMENTARIA COMO FORMA POLÍTICA DEL ESTADO ESPAÑOL SEGÚN LA CONSTITUCIÓN DE 1978, Artículo de la obra “Estudios sobre la Constitución Española de 1978”, Autor: Antonio Bar Cendón, Edit. Libros Pórtico, 1979 w PRÍNCIPE HEREDERO. REGENCIA. REINA CONSORTE Y CONSORTE DE LA REINA, Artículos de la “Enciclopedia Jurídica Básica”, Autor: J. García Torres, Edit. Civitas w EL DECRETO-LEY: ¿EXCEPCIONALIDAD O HABITUALIDAD?, Artículo de la “Enciclopedia Jurídica Básica” (Revista de las Cortes Generales, N. 11 -2º cuatrim. 1978-), págs. 4780, Autor: Marc Carrillo, Edit. Civitas w CONCEPCIÓN PANSIMBOLISTA DE LA MONARQUÍA PARLAMENTARIA, Artículo de “Corts: Anuario de derecho parlamentario (nº 15 extraordinario)”, págs. 187-217, Autor: Antonio Torres del Moral, Publicaciones Cortes Valencianas, 2004 José Manuel Serrano Alberca w HEREDERO. HEREDERO (DECLARACIÓN DE). INDIGNIDAD PARA SUCEDER, Artículos de la “Enciclopedia Jurídica Básica”, Autores: J. Mª Miquel González, J. A. Tomé García, M. Coca Payeras, Edit. Civitas w REY. SUCESIÓN EN LA CORONA, Artículos de la “Enciclopedia Jurídica Básica”, Autores: M. P. Andrés Sáenz de Santa María, J. García Torres, Edit. Civitas. w CORONA. FAMILIA REAL, Artículos de la “Enciclopedia Jurídica Básica”, Autores: A. Recalde Castells, J. García Torres, Edit. Civitas. 63 Anexo documental Las Siete Partidas ................................................ 65 Las Leyes de Toro ................................................ 67 Auto acordado del 10 de mayo de 1713 (Ley Semi-sálica) .................................................. 69 Pragmática Sanción de 1776............................. 75 Pragmática Sanción de 1830............................. 77 La Constitución de 1812 .................................... 81 La Constitución de 1837 .................................... 86 La Constitución de 1845 .................................... 89 La Constitución de 1869 .................................... 92 La Constitución de 1876 .................................... 96 Decreto Ley 17/1975 de 20 de noviembre ..... 100 Real Decreto 2.917/81 de 27 de noviembre ... 102 Real Decreto 1.368/87 de 6 de noviembre ..... 104 José Manuel Serrano Alberca Las Siete Partidas SEGUNDA PARTIDA, quE habla dE los EmpEradorEs y dE los rEyEs, y dE los otros GrandEs sEñorEs dE la tiErra, quE la han dE mantEnEr En justicia, y En vErdad. TÍTULO XV: Cuál debe ser el pueblo en guardar al Rey en sus hijos. LEY II.—Como el fijo mayor ha adelantamiento, e mayoria sobre los otros sus hermanos. Mayoria en nascer primero, es muy grand señal de amor que muestra Dios a los fijos de los Reyes, quellos que el la entre los otros sus hermanos, que nascen despues del. Ca aquel a quien esta honrra quiere fazer bien da a entender que lo adelanta, e lo pone sobre los otros, porque le deuen obedescer, e guardar, assi como a padre, e a Señor. E que esto sea verdad, prueuase por tres razones. La primera naturalmente. La segunda por ley. La tercera por costumbre. Ca segun natura, pues que el padre, e la madre, cobdician aner linaje que herede lo suyo, auqel que primero nasce, e llega mas ayna para com- plir lo que dessean ellos, aquel por derecho deue ser mas amado dellos: e lo ha de auer. E segun ley se prueua, por lo que dixo nuestro Señor Dios, a Abraham quando le mando (Como prouandole) que tomasse su fijo Ysaac el primero: que mucho amaua, e le degollasse por amor del. E esto le dixo por doz razones. La una, porque aquel era el fijo que mas amaua, assi como a si mesmo, por lo que de suso diximos. La otra, porque Dios le auia escogido por santo, quando quiso que nasciesse primero, e por esso le mando, que de aquel le fiziesse sacrificio. Ca segund el dixo a Moysen, en la vieja ley, todo masculo que nasciesse primeramente, seria llamado cosa sancta de Dios. E que los hermanos le deuen tener en lugar de padre se muestra, porque el ha mas dias que allos, e vino primero al mundo. E que le han de 65 66 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias obedescer como a Señor: se prueua por las palabras, que dizo Ysaac, a Iacob su fijo, quando le dio la bendicion, ouydando que era el mayor: tu seras señor de tus hermanos e ante ti se encoruaran los fijos de tu madre. E aquel que bendixeres sera bendito, e aquel que maldixeres caerle ha maldicion. Onde, por todas estas palabras, se da a entender, que el fijo mayor ha poder sovbre los otros sus hermanos, assi como padre, e Señor, a que ellos en aquel lugar le deuen tener. Otrosi segun antigua costumbre: como quier que los padres, comunalmente, auian piedad de los otros fijos, non quisieron que el mayor lo ouiesse todo, mas que cada uno dellos ouiesse su parte. Pero con todo esso, los omes sabios, e entendidos catando el pro comunal de todos, e conosciendo que esta particion, non se podria fazer en los reynos, que destruydos non fuessen, segun nuestro Señor Iesu Christo dixo que todo reyno partido seria estragado, touieron por derecho que el señorio del reyno, non lo ouiesse si non el fijo mayor, despues de la muerte de su padre. E esto usaron siempre, en todas las terras del mundo, do quier que el Señorio ouieron por linaje: e mayormente en España. E por escusar muchos males que acaescieron, e podrian aun ser fechos, pusieron que el Señorio del Reyno heredassen siempre aquellos, que viniessen por la liña derecha. E por ende esta- blescieron, que si fijo varon, y non ouiesse, la fija mayor heredasse el reyno. E aun mandaron, que si el fijo mayor muriesse, ante que heredasse, si dexasse fijo o fija, que ouiesse de su muger legitma, que aquel, o aquella lo ouiesse, e non otro ninguno. Pero si todos estos falleciessen, deue heredar el reyno, el mas propinco pariente, que ouiesse, seyendo ome para ello: non auiendo fecho cosa, porque lo deuiesse perder. Onde todas estas cosas es el pueblo tenudo de lo guardar, ca de otra guisa non podria el Rey ser complidamente guardado, si ellos assi non guardassen el reyno. E por ende, qualquier que contra esto fiziese faria traycion conoscida, e deue auer tal pena, como de suso es deicha, de aquellos que desconoscen Señorio al Rey. José Manuel Serrano Alberca Las Leyes de Toro LEY XL.– En la succesion del mayorazgo, aunque el hijo mayor muera en vida del tenedor del mayorazgo, ó de aquel á quien pertenesce, si el tal hijo mayor dexare fijo, ó nieto, ó descendiente legitimo, estos tales descendientes del hijo mayor por su orden prefieran al hijo segundo del dicho tenedor, ó de aquel á quien el dicho mayorazgo pertenescia. Lo qual no solamente mandamos que se guarde, y platique en la succesion del mayorazgo á los ascendientes, pero aun en la succesion de los mayorazgos á los transversales, de manera que siempre el hijo, y sus descendientes legitimos por su orden representen la persona de sus padres, aunque sus padres no ayan succedido en los dichos mayorazgos, salvo si otra cosa estuviere dispuesta por el que primeramente constituyó, y ordenó el mayorazgo, que en tal caso, mandamos que se guarde la voluntad del que lo instituyó. (Ley 5.º, tit. VII, libro, Novis. Recop.) LEY XLV.– Mandamos que las cosas que son de mayorazgo, agora sean villas ó fartalezas, ó de qualquier calidad que sean, muerto el tenedor del mayorazgo, luego sin otro acto de aprehensión de posesión se traspase la posesión civil y natural en el siguiente grado que según la disposición del mayorazgo debiere succeder en él, aunque haya otro tomado la posesión de ellas en vida del tenedor del mayorazgo, ó del muerto, ó el dicho tenedor le haya dado posesión dellas. (Ley 8.º, tit. 7º, libro 5º, Novis. Recop.) novÍSIMA recoPIlAcIón LIBRO SEXTO: De los vasallos: Su distinción de estados y fueros: obligaciones, cargasy contribuciones. TÍTULO PRIMERO.– De los Señores de vasallos, Grandes de España, y otros Títulos de Castilla. LEY XXV.– Las gracias y mercedes de Títulos de Castilla que se conce- 67 68 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias dan en los sucesivo, se tengan por vinculadas. El mismo (Don Carlos IV) en Aranjuez por Res. á Cons. 12 Dic. 180, y Céd. 29 Ab. 804. He tenido á bien mandar, que se tengan por vinculadas todas las gracias y mercedes de Títulos de Castilla que se concedan en lo sucesivo, siempre que no manifieste yo expresamente en las tales gracias ó mercedes ó posteriores Reales órdenes ser otra mi voluntad; pero quiero, que no por esto se entiendan libres los ya concedidos, sino que se estime su naturaleza segun el fin de la concesion, ó permiso para su venta ó enagenacion que despues de dichas mercedes hubiere yo concedido José Manuel Serrano Alberca Auto acordado del 10 de mayo de 1713 (Ley Semi-sálica) leY v. d. FElipE v. En madrid á 10 dE mayo dE 1713. nuEvo rEGlamEnto sobrE la sucEsion En Estos rEynos. Habiéndome representado mi Consejo de Estado las grandes conveniencias y utilidades que resultarian á favor de la causa pública y bien universal de mis Reynos y vasallos, de formar un nuevo reglamento para la sucesion de esta Monarquía, por el cual, á fin de conservar en ella la agnación rigorosa, fuesen preferidos todos mis descendientes varones por la línea recta de varonia á las hembras y sus descendientes, aunque ellas y los suyos fuesen de mejor grado y línea; para la mayor satisfaccion y seguridad de mi resolución en negocios de tan grave importancia, aunque las razones de la causa pública y bien universal de mis Reynos han sido expuestas por mi Consejo de Estado, con tan claros é irrefragables fundamentos que no me dexasen duda para la resolucion; y que para aclarar la regla mas conveniente á lo interior de mi propia Familia y descendencia, podria pasar como primero y principal interesado y dueño á disponer su establecimiento ; quise oir el dictamen del Consejo, por la igual satisfacción que me debe el zelo, amor, verdad y sabiduría que en este como en todos tiempos ha manifestado ; á cuyo fin le remití la consulta de Estado, ordenándo. e, que antes oyese á mi Fiscal: y habiéndola visto, y oídole, por uniforme acuerdo de todo el Consejo se conformó con el de Estado; y siendo el dictamen de ambos Consejos, que para la mayor validacion y firmeza, y para la universal aceptacion concurriese el Reyno al establecimiento de esta 69 70 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias nueva ley, hallándose este junto en Córtes por medio de sus Diputados en esta Corte, ordené á las Ciudades y Villas de voto en Córtes, remitiesen á ellos sus poderes bastantes, para conferir y deliberar sobre este punto lo que juzgaren conveniente á la causa pública; y remitidos por las Ciudades, y dados por esta y otras Villas los poderes á sus Diputados, enterados de las consultas de ámbos Consejos, y con conocimiento de la justicia de este nuevo reglamento, y conveniencias que de él resultan á la causa pública, me pidieron, pasase á establecer por ley fundamental de la sucesion de estos Reynos el referido nuevo reglamento, con derogacion de las leyes y costumbres contrarias. Y habiéndolo tenido por bien, mando, que de aquí adelante la sucesion de estos Reynos y todos sus agregados, y que á ellos se agregaren, vaya y se regule en la forma siguiente. Que por fin de mis días suceda en esta Corona el Príncipe de Asturias, Luis mi muy amado hijo, y por su muerte su hijo mayor varon legítimo, y sus hijos y descendientes varones legítimos y por línea recta legítima, nacidos todos en constante legítimo matrimonio, por el orden de primogenitura y derecho de representacion conforme á la ley de Toro; y á fal- ta del hijo mayor del Príncipe, y de todos sus descendientes varones de varones que han de suceder por la órden expresada, suceda el hijo segundo varon legítimo del Principe, y sus descendientes varones de varones legítimos y por línea recta legítima, nacidos todos en constante y legítimo matrimonio, por la misma orden de primogenitura y reglas de representacion sin diferencia alguna: y á falta de todos los descendientes varones de varones del hijo segundo del Príncipe suceda el hijo tercero y quarto, y los demás que tuviere legítimos; y sus hijos y descendientes varones de varones, asimismo legítimos y por línea recta legítima; y nacidos todos en constante legítimo matrimonio por la misma órden, hasta extinguirse y acabarse las líneas varoniles de cada uno de ellos; observando siempre el rigor de la agnacion, y el órden de primogenitura con el derecho de representacion, prefiriendo siempre las líneas primeras y anteriores á las posteriores: y á falta de toda la descendencia varonil, y líneas rectas de varon en varon del Príncipe, suceda en estos Reynos y Corona el Infante Felipe, mi muy amado hijo, y á falta suya sus hijos y descendientes varones de varones legítimos y por línea recta legítima; nacidos José Manuel Serrano Alberca en constante legítimo matrimonio; y se observe y guarde en todo el misma órden de suceder que queda expresado en los descendientes varones del Príncipe sin diferencia alguna; y á falta del Infante; y de sus hijos y descendientes varones de varones, sucedan por las mismas reglas, y Orden de mayoría y representacion, los demás hijos varones que yo tuviere de grado en grado, prefiriendo el mayor al menor, y respectivamente sus hijos y descendientes varones de varones legítimos y por línea recta legítima, nacidos todos en constante legítimo matrimonio, observando puntualmente en ellos la rigorosa agnacion, y prefiriendo siempre las líneas masculinas primeras y anteriores á las posteriores; hasta estar en el todo extinguidas y evacuadas. Y siendo acabadas íntegramente todas las líneas masculinas del Príncipe, Infante, y demás hijos y descendientes mios legítimos varones de varones, y sin haber por consiguiente varon agnado legítimo descendiente mio, en quien pueda recaer la Corona segun los llamamientos antecedentes, suceda en dichos Reynos la hija o hijas del último reynante varon agnado mio en quien feneciese la varonía; y por cuya muerte sucediere la vacante, nacida en constante legíti- mo matrimonio, la una después de la otra, y prefiriendo la mayor á la menor, y respectivamente sus hijos y descendientes legítimos por línea recta y legítima, nacidos todos en constante legítimo matrimonio; observándose entre ellos el órden de primogenitura y regias de representacion, con prelacion de las líneas anteriores á las posteriores, en conformidad de las leyes de estos Reynos; siendo mi voluntad, que en la hija mayor, o descendiente suyo que por su premoriencia entrare en la sucesion de esta Monarquía, se vuelva á suscitar, como en cabeza de línea, la agnacion rigorosa entre los hijos varones que tuviere nacidos en constante legítimo matrimonio, y en los descendientes legítimos de ellos; de manera que después de los días de la dicha hija mayor, ó descendiente suyo reynante, sucedan sus hijos varones nacidos en constante legítimo matrimonio, el uno después del otro, y prefiriendo el mayor al menor, y respectivamente sus hijos y descendientes varones de varones legítimos y por línea recta legítima, nacidos en constante legítimo matrimonio, con la misma órden de primogenitura, derechos de representacion, prelacion de líneas, y reglas de agnacion rigorosa que se ha dicho, y queda establecido en los hi- 71 72 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias jos y descendientes varones del Príncipe; Infante y demás hijos mios; y lo mismo quiero se observe en la hija segunda del dicho último reynante varon agnado mio, y en las demás hijas que tuviere; pues sucediendo qualesquiera de ellas por su órden en la Corona, ó descendiente suyo por su premoriencia, se ha de volver á suscitar la agnacion rigorosa entre los hijos varones que tuviere nacidos en legítimo constante matrimonio, y los descendientes varones de varones de dichos hijos legítimos y por línea recta legítima, nacidos en constante legítimo matrimonio; debiéndose arreglar la sucesión en dichos hijos y descendientes varones de varones de la misma manera que va expresado en los hijos y descendientes varones de la hija mayor, hasta que esten totalmente acabadas todas las líneas varoniles, observando las reglas de la rigorosa agnacion. Y en caso que el dicho último reinante varon agnado mio no tuviere hijas nacidas en constante legítimo matrimonio, ni descendientes legítimos y por línea legítima, suceda en dichos Reynos la hermana ó hermanas que tuviere descendientes mias legítimas y por línea legítima, nacidas en constante legítimo matrimonio, la una después de la otra, prefiriendo la mayor á la menor, y respectivamente sus hijos y descendientes legítimos y por línea recta, nacidos todos en constante legítimo matrimonio, por la misma órden de primogenitura, prelacion de líneas y derechos de representacion segun las leyes de estos Reynos, en la misma conformidad prevenida en la sucesion de las hijas del dicho último reynante; debiéndose igualmente suscitar agnacion rigorosa entre los hijos varones que tuviere la hermana, ó el descendiente suyo que por su premoriencia entrare en la sucesion de la Monarquía, nacidos en constante legítimo matrimonio, y entre los descendientes varones de varones de dichos hijos legítimos y por línea recta legítima, nacidos en constante legítimo matrimonio, que deberán suceder en la misma órden y forma que se ha dicho en Ios hijos varones y descendientes de las hijas de dicho Ultimo reynante, observando siempre las reglas de la rigurosa agnacion. Y no teniendo el último reynante hermana ó hermanas, suceda en la Corona el transversal descendiente mio legítimo y por la línea legítima, que fuere proximior y mas cercano pariente del dicho último reynante, ó sea varon ó sea hembra, y sus hijos y descendientes legítimos y por línea recta legítima, nacidos todos en constante le- José Manuel Serrano Alberca gítima matrimonio, con la misma órden v reglas que vienen llamados los hijos y descendientes de las hijas del dicho último reynante: y en dicho pariente mas cercano varon ó hembra, que entrare á suceder, se ha de suscitar también la agnación rigorosa entre sus hijos varones nacidos en constante legítimo matrimonio, y en los hijos y descendientes varones de varones de ellos legítimos y por línea recta legítimos, nacidos en constante legítimo matrimonio, que deberán suceder con la misma órden y forma expresados en los hijos varones de las hijas del último reinante, hasta que sean acabados todos los varones de varones, y enteramente evacuadas todas las líneas masculinas. Y caso que no hubiere tales parientes transversales del dicho último reynante, varones ó hembras descendientes de mis hijos y míos, legítimos y por línea legítima, sucedan á la Corona las hijas que yo tuviere nacidas en constante legítimo matrimonio, la una después de la otra, prefiriendo la mayor á la menor, y sus hijos y descendientes respectivamente y por línea legítima, nacidos todos en constante legítimo matrimonio; observando entre ellos el órden de primogenitura y reglas de representacion, con prelacion de las líneas ante- riores á las posteriores, como se ha establecido en todos los llamamientos antecedentes de varones y hembras: y es también mi voluntad, que en qualquiera de dichas mis hijas, 6 descendientes suyos que por su premoriencia entraren en la sucesion de la Monarquía, se suscite de la misma manera la agnacion rigorosa entre los hijos varones de los que entraren á reynar, nacidos en constante legítimo matrimonio, y entre los hijos y descendientes varones de varones de ellos legítimos y por línea recta legítima, nacidos: todos en constante legítimo matrimonio, que deberá suceder por la misma órden y reglas prevenidas en los casos antecedentes, hasta que esten acabados todos los varones de varones, y fenecidas totalmente: las líneas masculinas: y se ha de observar lo mismo en todas y en quantas veces, durante mi descendencia legítima y por línea legítima, viniere el caso de entrar hembra, ó varon de hembra, en la sucesion de esta Monarquía, por ser mi Real intención de que, en quanto se pueda, vaya y corra dicha sucesion por las reglas de la agnación rigorosa. Y en el caso de faltar y extinguirse enteramente toda la descendencia mia legítima de varones y hembras nacidos en constante legítimo matrimonien, 73 74 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias de manera que no haya varon ni hembra descendiente mio legítimo y por líneas legítimas, que pueda venir á la sucesion de esta Monarquía ; es mi voluntad, que era tal caso, y no de otra manera, entre en la dicha sucesion la Casa de Saboya, según y como está declarado, y tengo prevenido en la ley últimamente promulgada á que me remito. Y quiero y mando, que la sucesion de esta Corona proceda de aquí adelante en la forma expresada ; estableciendo esta por ley fundamental de la sucesión de estos Reynos, sus agregados y que á. ellos se agregaren, sin embargo de la ley de la Partida, y de otras qualesquiera leyes y estatutos, costumbres y estilos y capitulaciones, ú otras qualesquier disposiciones de los Reyes mis predecesores que hubiere en contrario; las quales derogo y anulo en todo lo que fueren contrarias á esta ley, dexándolas en su fuerza y vigor para lo demás: que así es mi voluntad. (aut. 5. tit. 7. lib. 5. R.) José Manuel Serrano Alberca Pragmática Sanción de 1776 4. articulos 11 y 12 dE la praGmática sanción dE 23 dE marZo dE 1776 sobrE matrimonios dEsiGualEs (1o) XI. Mando asimismo, que se con- serve en los Infantes y Grandes la costumbre y obligación de darme cuenta, y a los Reyes mis sucesores, de los contratos matrimoniales que intenten celebrar ellos o sus hijos e inmediatos sucesores, para obtener mi Real aprobación; y si omitiese alguno el cumplimiento de esta necesaria obligación, casándose sin Real permiso, así los contraventores como su descendencia, por este mero hecho, queden inhábiles para gozar los Títulos, honores y bienes dimanados de la Corona; y la Cámara no les despache a los Grandes la cédula de sucesión, sin que hagan constar al tiempo de pedirla, en caso de estar casados los nuevos poseedores, haber celebrado sus matrimonios precedido el consentimiento paterno y el Regio sucesivamente. XII. Pero como puede acaecer al- gún raro caso de tan graves circunstancias, que no permitan que deje de contraerse el matrimonio, aunque sea con persona desigual, cuando esto suceda en los que están obligados a pedir mi Real permiso, ha de quedar reservado a (9) ibid. f.º 174 v.º y ss . (10) antonio álvarEZ dE linEra: «la extraña actitud…», op. cit., pág. 37 y 38. se puede consultar el texto original de 1776 de la pragmática en la biblioteca nacional, donde se conservan las 16 páginas impresas con todos los artículos. se trata de 16 páginas impresas por pedro marín, con la signatura viejos Especiales, caja 470, núm. 1: El título del texto original es el siguiente: «Pragmática-Sanción, a consulta del Consejo en que S.M. establece lo conveniente para que los hijos de familia con arreglo a las leyes del Reyno pidan el consejo, y consentimiento paterno, antes de celebrar esponsales haciendo lo mismo en defecto de padres, á las madres, abuelos ó deudos mas cercanos y á falta de ellos hábiles, a los tutores, y curadores, baxo de las declaraciones y penas que expresa.» 75 76 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias mi Real Persona y a los Reyes mis sucesores el poderlo conceder; pero también en este caso quedará subsistente e invariable lo dispuesto en esta Pragmática en cuanto a los efectos civiles; y en su virtud la mujer, o el marido que cause la notable desigualdad, quedará privado de los Títulos, honores y prerrogativas que le conceden las leyes de estos Reinos, ni sucederán los descendientes de dichos matrimonios en las tales dignidades, honores, vínculos o bienes dimanados de la Corona, los que deberán recaer en las personas a quienes en su defecto corresponda la sucesión; ni podrán tampoco estos descendientes de dichos matrimonios desiguales usar de los apellidos y armas de la Casa de cuya sucesión queden privados; pero tomarán precisamente el apellido y las armas del padre o madre que haya causado la notable desigualdad; concediéndoles que puedan suceder en los bienes libres y alimentos que deban corresponderles, lo que se prevendrá con claridad en el permiso y partida de casamientos (11). (11) cita como referencia álvarez de linera de estos artículos la ley iX del título ii del libro X de la novísima recopilación, págs. 13 y 14 del tomo v de la edición de 1805. José Manuel Serrano Alberca Pragmática Sanción de 1830 5. praGmática-sanción dE 29 dE marZodE 1830 sobrE la sucEsion dE la corona Extraemos el siguiente texto del que reproduce don Federico Suárez (12) Don Fernando VII por la gracia de Dios, etc. A los Infantes, prelados, duques, marqueses, condes, ricos homes, priores, comendadores de las órdenes, etc. sabed: Que en las Cortes que se celebraron en mi palacio del Buen Retiro, el año 1789, se trató a propuesta del Rey, mi augusto padre (Q.E.E.G), de la necesidad y conveniencia de hacer observar el método regular establecido por las leyes del Reino y por la costumbre inmemorial de suceder en la Corona de España, con preferencia de mayor a menor y de varón a hembra, dentro de las respectivas líneas por su orden y teniendo presentes los inmensos bienes que de su observancia por más de setecientos años había reportado esta Monarquía, así como los motivos y circunstancias eventuales que contribuyeron a la reforma decretada por el auto acordado de 10 de marzo de 1713, elevaron a sus reales manos una petición con fecha 30 de Septiembre del referido año 1789, haciendo méritos de las grandes utilidades que habían al Reino, ya antes, ya particularmente después de la unión de las Coronas de Castilla y Aragón, por el orden de suceder señalado en la ley 2.ª, título 15, Partida 2.ª, y suplicándole que, sin embargo de la novedad hecha en el citado auto acordado, tuviese a bien mandarse observa- (12) Federico suárEZ: La Pragmática Sanción de 1830, Ed. consejo superior de investigaciones científicas, Escuela de historia moderna, valladolid, 1950. 77 78 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias se y guardase perpetuamente en la sucesión de la Monarquía dicha costumbre inmemorial, atestiguada en la citada ley, como siempre se había observado y guardado; publicándose Pragmática-sanción como ley hecha y formada en Cortes, por la cual constase esta resolución y la derogación de dicho auto acordado. A esta petición se dignó el Rey mi augusto padre resolver, como le pedía el Reino, decretando la consulta con que la Junta de asistentes a Cortes, Gobernador y Ministro de mi Real Cámara de Castilla acompañaron la petición de las Cortes, que había tomado la resolución correspondiente a la citada súplica, pero mandado que por aquel entonces se guardase el mayor secreto, por convenir así a su servicio, y en el decreto a que se refiere mandaba a los de su Consejo expedir la Pragmáticasanción que en tales casos se acostumbra. Para en su caso pasaron las Cortes a la vía reservada copia certificada de la citada súplica y demás concernientes a ella, por conducto de su Presidente, Conde de Campomanes, Gobernador del Consejo, y se publicó todo en las Cortes, con la reserva encargada. Las turbaciones que agitaron la Europa en aquellos años, y las que experimentó después la Península, no permitieron la ejecución de estos importantes designios, que requerían días más serenos. Y habiéndose restablecido felizmente por la misericordia divina la paz y el buen orden que tanto necesitaban mis amados pueblos, después de haber examinado este grave negocio, y oído el dictamen de ministros celosos de mi servicio y del bien público, por mi real decreto dirigido al mismo Consejo en 26 del presente mes, he venido en mandarle que, con presencia de la petición original, de lo resuelto a ella por el Rey mi querido padre y de la certificación de los escribanos mayores de Cortes, cuyos documentos se le han acompañado, publique inmediatamente la ley Pragmática en la forma pedida. Publicado aquél en el mismo mi Consejo pleno, con asistencia de mis dos fiscales, y oídos invoce en el día 27 de este mismo mes, acordó su cumplimiento y expedir la presente en fuerza de ley y Pragmática-sanción, como hecha y promulgada en Cortes, por la cual mando se observe, guarde y cumpla perpetuamente el literal contenido de la ley 2.ª, título 15, Partida 2.ª, según la petición de las Cortes celebradas en mi pala- José Manuel Serrano Alberca cio del Buen Retiro en el año de 1789, que queda referida cuyo tenor es el siguiente: Mayoría en nacer primero, es muy gran señal de amor que da nuestro Dios a los hijos de los Reyes, a aquellos que le da entre los otros sus hermanos que naces después de él, ya que a quien esta honra quiere facer bien da a entender que adelanta et le pone sobre los otros porque lo deben obedecer et guardar así como a padre e señor. Et que esto sea verdad pruébase por tres razones; la primera naturalmente, la segunda por ley, la tercera por costumbre; ca según natura, pues que el padre et la madre cobdician haber linaje que heredó le suyo, aquel que primero nasce et llega más aman para cumplir lo que ellos deseen, por derecho debe ser más amado de ellos et ello deben haber; et según ley, se prueba por lo que dijo Nuestro Señor a Abraham quando le mandó, como probándole, que tomase su hijo Isaac el primero: que mucho amaba; et le degollase por amor del: et esto le dijo por dos razones: la una porque aquel era fijo que él amaba, así como asimismo, por los que desuso dijimos; la otra porque Dios le había escogido por santo quando quiso que nasciese primero, et por eso le mandó que de aquél le faciese sacrificio, ca según él dijo a Moisés en la vieja ley, todo masculo que nasciese primeramente sería llamado cosa santa de Dios, et que los hermanos le deben tener en lugar de padre, se muestra porque él ha más días que ellos, et vino primero al mondo, et que han de obedecer como a señor se prueba por las palabras que dijo Isaac a Jacob su fijo quando le dió la bendición, cuidando que era el mayor: tú serás señor de tus hermanos; et ante ti se tornarán los fijos de tu padre, et al que bendigieres será bendicho, et al que maldigieres cayerla la maldición ende por todas esas palabras se da a entender que el fijo mayor ha poder sobre los otros sus hermanos, así como padre et señor, et que ellos en aquel hogar le debe tener. Otrosí, según antigua costumbre, como quier que los padres comunalmente habiendo piedad de los otros fijos non quisieron que le mayor lo hobiese todo más que cada uno de ellos hobiese su parte; pero todo eso los homes sabios et entendidos, catando el procomunal de todos et conosciendo que esta partición non se podría facer en los regnos, que destruidos no fuesen según Nuestro Señor Jesucristo dijo, que todo regno partido astragado sería, tovieran por derechoa quel señorío 79 80 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias del regno non lo hobiese si non el fijo mayor después de la muerte de su padre. Et esto usaron siempre en todas las tierras del mundo do el señorió hubieron por linaje, et mayormente en España, ca por acusar muchos males que acaecieron el podrían aun ser fechas posieron que el señorio de regno heredasen siempre aquellos que viniesen por liña derecha, et por ende establecieron que si el fijo mayor moriese antes que heredase, si dejase fijo o fija que hobiese de su mujer legítima, que aquel o aquellas os hobiese et non ninguno; pero si todo éstos fallesciesen debe heredar el regno el más próximo pariente que hobiere, seyendo home para ellos, et non habiendo fecho cosa porque lo debiese perder. Onde por todas estas cosas el pueblo tenudo de guardar el fijo mayor dey Rey, ca de otra guisa non podría ser el Rey complidamente guardado, si ellos así non guardase el regno, et por ende, cualquier que contra éste faciese, faría traición, conoscida, et debe haber tal pena como desuso et dicha de aquellos que desconocen señorío al Rey. Y por tanto, os mando a todos y cada uno de vos, en vuestros distritos, jurisdicciones y partidos, guardéis, cumpláis y ejecutéis, y hagáis guardar, cumplir y ejecutar, esta mi ley y Pragmática-sanción en todo y por todo, según y como en ella se contiene, ordena y manda, dando para ello las provincias que se requieran, sin que sea necesario otra declaración alguna más que ésta, que ba de tener su puntual ejecución desde el día que se publique en Madrid, y en las ciudades, villas y ciudades de estos mis reinos y señoríos, en la forma acostumbrada, por convenir así a mi real servicio, bien y utilidad de la causa pública de mis vasallos, que esa es mi voluntad y que al traslado impreso de esa mi carta, firmado de don Valentín Pinilla, mi escribano de cámara más antiguo y de gobierno de mi Consejo, se le dé la misma fé y credito que a su original. Dado en Palacio, a 29 de Marzo de 1830.-Yo el Rey. Siguen las firmas de costumbre. José Manuel Serrano Alberca La Constitución de 1812 tÍtulo Iv Del rey CAPÍTULO I: dE la inviolabilidad dEl rEy y dE su autoridad Art. 168. La persona del Rey es sagrada e inviolable, y no está sujeta a responsabilidad. Art. 169. El Rey tendrá el trata- • miento de Majestad Católica. Art. 170. La potestad de hacer ejecutar las leyes reside exclusivamente en el Rey, y su autoridad se extiende a todo cuanto conduce a la conservación del orden público en lo interior, y a la seguridad del Estado en lo exterior, conforme a la Constitución y a las leyes. Art. 171. Además de la prerroga- tiva que compete al Rey sancionar las leyes y promulgarías, le corresponden como principales las facultades siguientes: • Primera. Expedir los decretos, • • • • • reglamentos e instrucciones que crea conducentes para la ejecución de las leyes. Segunda. Cuidar de que en todo el reino se administre pronta y cumplidamente la justicia. Tercera. Declarar la guerra, y hacer y ratificar la paz, dando después cuenta documentada a las Cortes. Cuarta. Nombrar los magistrados de todos los tribunales civiles y criminales, a propuesta del Consejo de Estado. Quinta. Proveer todos los empleos civiles y militares. Sexta. Presentar para todos los obispados y para todas las dignidades y beneficios eclesiásticos de real patronato, a propuesta del Consejo de Estado. Séptima. Conceder honores y 81 82 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias • • • • • • • • distinciones de toda clase, con arreglo a las leyes. Octava. Mandar los ejércitos y armadas, y nombrar los generales. Novena. Disponer de la fuerza armada, distribuyéndola como más convenga. Décima. Dirigir las relaciones diplomáticas y comerciales con las demás potencias, y nombrar los embajadores, ministros y cónsules. Undécima. Cuidar de la fabricación de la moneda, en la que se pondrá su busto y su nombre. Duodécima. Decretar la inversión de los fondos destinados a cada uno de los ramos de la administración pública. Décimatercia. Indultar a los delincuentes, con arreglo a las leyes. Decimacuarta. Hacer a las Cortes las propuestas de leyes o de reformas, que crea conducentes al bien de la Nación, para que de liberen en la forma prescrita. Décimaquinta. Conceder el pase, o retener los decretos conciliares y bulas pontificias con el consentimiento de las Cortes, si contienen disposiciones generales; oyendo al Consejo de Estado, si versan sobre negocios particulares o gubernativos, y si contienen puntos contenciosos, pasando su conocimiento y decisión al supremo tribunal de justicia, para que resuelva con arreglo a las leyes. • Décimasexta. Nombrar y separar libremente los secretarios de Estado y del Despacho. Art. 172. Las restricciones de la au- toridad del Rey son las siguientes: • Primera. No puede el Rey impedir bajo ningún pretexto la celebración de las Cortes en las épocas y casos señalados por la Constitución, ni suspenderías ni disolverlas, ni en manera alguna embarazar sus sesiones y deliberaciones. Los que le aconsejasen o auxiliasen en cualquiera tentativa para estos actos, son declarados traidores, y serán perseguidos como tales. • Segunda. No puede el Rey ausentarse del reino sin consentimiento de las Cortes; y silo hiciere se entiende que ha abdicado la corona. • Tercera. No puede el Rey enajenar, ceder, renunciar o en cualquiera manera traspasar a otro la autoridad real, ni alguna de sus prerrogativas. • Si por cualquiera causa qui- José Manuel Serrano Alberca • • • • • • • siere abdicar el trono en el inmediato sucesor, no lo podrá hacer sin el consentimiento de las Cortes. Cuarta. No puede el Rey enajenar, ceder o permutar provincia, ciudad, villa o lugar, ni parte alguna, por pequeña que sea, del territorio español. Quinta. No puede el Rey hacer alianza ofensiva, ni tratado especial de comercio con ninguna potencia extranjera sin el consentimiento de las Cortes. Sexta. No puede tampoco obligarse por ningún tratado a dar subsidios a ninguna potencia extranjera sin el consentimiento de las Cortes. Séptima No puede el Rey ceder ni enajenar los bienes nacionales sin consentimiento de las Cortes. Octava. No puede el Rey imponer por sí directa ni indirectamente contribuciones, ni hacer pedidos bajo cualquier nombre o para cualquiera objeto que sea, sino que siempre los han de decretar las Cortes. Novena. No puede el Rey conceder privilegio exclusivo a persona ni corporación alguna. Décima. No puede el Rey tomar la propiedad de ningún particular ni corporación, ni turbarle en la posesión, uso y aprovechamiento de ella; y si en algún caso fuere necesario para un objeto de conocida utilidad común tomar la propiedad de un particular, no lo podrá hacer, sin que al mismo tiempo sea indemnizado, y se le dé el buen cambio a bien vista de hombres buenos. • Undécima. No puede el Rey privar a ningún individuo de su libertad, ni imponerle por sí pena alguna. El secretario del Despacho que firme la orden, y el juez que la ejecute, serán responsables a la Nación, y castigados como reos de atentado contra la libertad individual. • Sólo en el caso de que el bien y seguridad del Estado exijan el arresto de alguna persona, podrá el Rey expedir órdenes al efecto; pero con la condición de que dentro de cuarenta y ocho horas deberá hacerla entregar a disposición del tribunal o juez competente. • Duodécima. El Rey antes de contraer matrimonio dará parte a las Cortes para obtener su consentimiento; y si no lo hiciere, entiéndase que abdica la corona. Art. 173. El Rey en su adveni- miento al trono, y si fuere me- 83 84 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias nor, cuando entre a gobernar el reino, prestará juramento ante las Cortes bajo la fórmula siguiente: “N. (aquí su nombre) por la gracia de Dios y la Constitución de la Monarquía española, Rey’ de las Españas; juro por Dios y por los santos Evangelios que defenderé y conservaré la religión católica, apostólica, romana, sin permitir otra alguna en el reino: que guardaré y haré guardar la Constitución política y leyes de la Monarquía española, no mirando en cuanto hiciere sino al bien y provecho de ella: que no enajenaré, cederé ni desmembraré parte alguna del reino: que no exigiré jamás cantidad alguna de frutos, dinero ni otra cosa, sino las que hubieren decretado las Cortes: que no tomaré jamás a nadie su propiedad y que respetaré sobre todo la libertad política de la Nación, y la personal de cada individuo: y si en lo que he jurado, o parte de ello, lo contrario hiciere, no debo ser obedecido; antes aquello en que contraviniere, sea nulo y de ningún valor. Así Dios me ayude, y sea en mi defensa; y si no, me lo demande.” CAPITULO II: dE la sucEsión a la corona Art. 174. El reino de las Españas es indivisible, y sólo se sucederá en el trono perpetuamente desde la promulgación de la Constitución por el orden regular de primogenitura y representación entre los descendientes legítimos, varones y hembras, de las líneas que se expresarán. Art. 175. No pueden ser Reyes de las Españas sino los que sean hijos legítimos habidos en constante y legítimo matrimonio. Art. 176. En el mismo grado y línea los varones prefieren a las hembras y siempre el mayor al menor; pero las hembras de me- jor línea o de mejor grado en la misma línea prefieren a los varones de línea o grado posterior Art. 177. El hijo o hija del primo- génito del Rey, en el caso de morir su padre sin haber entrado en la sucesión del reino, prefiere a los tíos y sucede inmediatamente al abuelo por derecho de representación. Art. 178. Mientras no se extingue la línea en que esté radicada la sucesión, no entra la inmediata. Art. 179. El Rey de las Españas es el Señor Don Fernando VII de Borbón, que actualmente reina. José Manuel Serrano Alberca Art. 180. A falta del Señor Don Fernando VII de Borbón, sucederán sus descendientes legítimos, así varones como hembras: a falta de éstos sucederán sus hermanos y tíos hermanos de su padre, así varones como hembras, y los descendientes legítimos de éstos por el orden que queda prevenido, guardando en todos el derecho de representación y la preferencia de las líneas anteriores a las posteriores. Art. 181. Las Cortes deberán ex- cluir de la sucesión aquella persona o personas que sean incapaces para gobernar o hayan hecho cosa por que merezcan perder la corona. Art. 182. Si llegaren a extinguirse todas las líneas que aquí se señalan, las Cortes harán nuevos llamamientos, como vean que más importa a la Nación, siguiendo siempre el orden y reglas de suceder aquí establecidas. Art. 183. Cuando la corona haya de recaer inmediatamente o haya recaído en hembra, no podrá ésta elegir marido sin consentimiento de las Cortes; y si lo contrario hiciere, se entiende que abdica la corona. Art. 184. En el caso de que llegue a reinar una hembra, su marido no tendrá autoridad ninguna respecto del reino, ni parte alguna en el Gobierno. CAPITULO III: dE la mEnor Edad dEl rEy, y dE la rEGEncia Art. 185. El Rey es menor de edad hasta los diez y ocho años cumplidos. Art. 186. Durante la menor edad del Rey será gobernado el reino por una Regencia. 85 86 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias La Constitución de 1837 F. conStItucIón De lA MonArQuÍA eSPAñolA (18 de junio de 1837) Doña Isabel II, por la gracia de Dios y la Constitución de la Monarquía Española, Reina de las Españas, y en su Real nombre; y durante su menor edad, la Reina Viuda su Madre Doña María Cristina de Borbón, Gobernadora del Reino; a todos los que la presente vieren y entendieren, sabed: Que las Cortes generales han decretado y sancionado, y Nos de conformidad aceptado, lo siguiente: Siendo la voluntad de la Nación revisar, en uso de su Soberanía, la Constitución política promulgada en Cádiz el 19 de Marzo de 1812, las Cortes generales, congregadas a este fin, decretan y sancionan la siguiente constitución dE la monarquÍa Española tÍtulo vI Del reY Art. 44. La persona del Rey es sa- grada e inviolable, y no está sujeta a la responsabilidad. Son responsables los Ministros. Art. 45. La potestad de hacer eje- cutar las leyes reside en el Rey, y su autoridad se extiende a todo cuanto conduce a la conservación del orden público en lo interior y a la seguridad del Estado con lo exterior, conforme a la Constitución y a las leyes. Art. 46. El Rey sanciona y pro- mulga las leyes. José Manuel Serrano Alberca Art. 47. Además de las prerrogati- vas que la Constitución señala al Rey, le corresponde: 1.º Expedir los decretos, reglamentos e instrucciones que sean conducentes para la ejecución de las leyes. 2.º Cuidar de que en todo el Reino se administre pronta y cumplidamente la justicia. 3.º Indultar a los delincuentes con arreglo a las leyes. 4.º Declarar la guerra y hacer ratificar la paz, dando después cuenta documentada a las Cortes. 5.º Disponer de la fuerza armada, distribuyéndola como más convenga. 6.º Dirigir las relaciones diplomáticas y comerciales con las demás potencias. 7.º Cuidar de la fabricación de la moneda, en la que se pondrá su busto y nombre. 8.º Decretar la inversión de los fondos destinados a cada uno de los ramos de la administración pública. 9.º Nombrar todos los empleados públicos y conceder honores y distinciones de todas clases, con arreglo a las leyes. 10.º Nombrar y separar libremente los Ministros. Art. 48. El Rey necesita estar au- torizado por una ley especial: 1.º Para enajenar, ceder o permutar cualquiera parte del territorio español. 2.º Para admitir tropas extranjeras en el Reino. 3.º Para ratificar los tratados de alianza ofensiva, los especiales de comercio y los que estipulen dar subsidios a alguna potencia extranjera. 4.º Para ausentarse del Reino. 5.º Para contraer matrimonio y para permitir que lo contraigan las personas que sean súbditos suyos y estén llamadas por la Constitución a suceder en el Trono. 6.º Para abdicar la Corona en su inmediato sucesor. Art. 49. La dotación del Rey y de su familia se fijará por las Cortes al principio de cada reinado. tÍtulo vII De lA SuceSIón De lA coronA Art. 50. La Reina legítima de las Españas es Doña Isabel II de Borbón. Art. 51. La sucesión en el Trono de las Españas será según el orden regular de primogenitura y re- 87 88 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias presentación, prefiriendo siempre la línea anterior a las posteriores: en la misma línea, el grado más próximo al más remoto; en el mismo grado, el varón a la hembra, y en el mismo sexo, la persona de más edad a la de menos. Art. 52. Extinguidas las líneas de los descendientes legítimos de Doña Isabel II de Borbón, sucederán, por el orden que queda establecido, su hermana y los tíos hermanos de su padre, así varones como hembras, y sus legítimos descendientes, si no estuviesen excluidos. Art. 53. Si se llegaren a extin- guirse todas las líneas que señalan, las Cortes harán nuevos llamamientos, como más convenga a la Nación. Art. 54. Las Cortes deberán ex- cluir de la sucesión aquellas personas que sean incapaces para gobernar, o hayan hecho cosa porque merezcan perder el derecho a la Corona. Art. 55. Cuando reine una hem- bra, su marido no tendrá parte ninguna en el Gobierno del Reino. tÍtulo vIII De lA Menor eDAD Del reY, Y De lA reGencIA Art. 56. El Rey es menor de edad hasta cumplir catorce años. Art. 57. Cuando el Rey se imposi- bilitare para ejercer su autoridad, o vacare la Corona siendo de menor edad el inmediato sucesor, nombrarán las Cortes para gobernar el Reino, una Regencia compuesta de una, tres o cinco personas. José Manuel Serrano Alberca La Constitución de 1845 A. conStItucIón De lA MonArQuÍA eSPAñolA (23 de mayo de 1845) Doña Isabel II, por la gracia de Dios y la Constitución de la Monarquía Española, Reina de las Españas; a todos los que la presente vieren y entendieren, sabed: Que siendo nuestra voluntad y la de las Cortes del Reino regularizar y poner en consonancia con las necesidades actuales del Estado los antiguos fueron y libertades de estos Reinos, y la intervención que sus Cortes han tenido en todos tiempos en los negocios graves de la Monarquía, modificando al efecto la Constitución promulgada en 18 de Junio de 1837, hemos venido, en unión y de acuerdo con las Cortes actualmente reunidas, en decretar y sancionar la siguiente constitución dE la monarquÍa Española tÍtulo vI Del reY Art. 42. La Persona del Rey es sa- grada e inviolable, y no está sujeta a responsabilidad. Son responsables los Ministros. Art. 43. La potestad de hacer ejecu- tar las leyes reside en el Rey, y su autoridad se extiende a todo cuanto conduce a la conservación del orden público en lo interior, y a la seguridad del Estado en lo exterior, conforme a la Constitución y a las leyes. Art. 44. El Rey sanciona y promulga las leyes. Art. 45. Además de las prerroga- tivas que la Constitución señala al 89 90 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias Rey, le corresponde: 1.º Expedir los decretos, reglamentos e instrucciones que sean conducentes para la ejecución de las leyes. 2.º Cuidar de que todo en el Reino se administre pronta y cumplidamente la justicia. 3.º Indultar a los delincuentes con arreglo a las leyes. 4.º Declarar la guerra y hacer y ratificar la paz, dando después cuenta documentada a las Cortes. 5.º Disponer de la fuerza armada, distribuyéndola como más convenga. 6.º Dirigir las relaciones diplomáticas y comerciales con las demás Potencias. 7.º Cuidar de la fabricación de la moneda, en la que se pondrá su busto y su nombre. 8.º Decretar la inversión de los fondos destinados a cada uno de los ramos de la administración pública. 9.º Nombrar todos los empleados y conocer honores y distinciones de todas clases, con arreglo a las leyes. 10.º Nombrar y separar libremente los Ministros. Art. 46. El Rey necesita estar au- torizado por una ley especial: 1. Para enajenar, ceder o permutar cualquier parte del territorio español. 2.º Para admitir tropas extranjeras en el Reino. 3.º Para rectificar los tratados de alianza ofensiva, los especiales de comercio y los que estipulen dar subsidios a alguna Potencia extranjera. 4.º Para abdicar la Corona en su inmediato sucesor. Art. 47. El Rey, antes de contraer matrimonio, lo pondrá en conocimiento de las Cortes, a cuya aprobación se someterán las estipulaciones y contratos matrimoniales que deban ser objeto de una ley. Lo mismo se observará respecto del matrimonio del inmediato sucesor a la Corona. Ni el Rey ni el inmediato sucesor pueden contraer matrimonio con persona que por ley esté excluida de la sucesión a la Corona. Art. 48. La dotación del Rey y de su Familia se fijará por las Cortes al principio de cada reinado. tÍtulo vII De lA SuceSIón A lA coronA Art. 49. La Reina legítima de las Es- pañas es Doña Isabel II de Borbón. Art. 50. La sucesión en el Trono de las Españas será según el or- José Manuel Serrano Alberca den regular de primogenitura y representación, prefiriendo siempre la línea anterior a las posteriores; en la misma línea, el grado más próximo al más remoto; en el mismo grado, el varón a la hembra, y en el mismo sexo, la persona de más edad a la de menos. das las líneas que se señalan, se harán por una ley nuevos llamamientos, como más convenga a la Nación. Art. 51. Extinguidas las líneas de los descendientes legítimos de Doña Isabel II de Borbón, sucederán por el orden que queda establecido su hermana y los tíos hermanos de su padre, así varones como hembras, y sus legítimos descendientes, si no estuviesen excluidos. Art. 54. Las personas que sean Art. 52. Si llegaren a extinguirse to- Art. 53. Cualquier duda de hecho o de derecho que ocurra en orden a la sucesión de la Corona se resolverá por una ley. Artículo 58. incapaces para gobernar, o hayan hecho cosa por que merezcan perder el derecho a la Corona, serán excluidas de la sucesión de una ley. Art. 55. Cuando reine una hem- bra, su marido no tendrá parte ninguna en el gobierno del Reino. tÍtulo vIII De lA Menor eDAD Del reY, Y De lA reGencIA Art. 56. El Rey es menor de edad hasta cumplir catorce años. el tiempo de la menor edad del Rey. Art. 57. Cuando el Rey fuere Art. 58. Para que el pariente más menor de edad, el padre o la madre del Rey, y en su defecto el pariente más próximo a suceder en la Corona, según el orden establecido en la Constitución, entrará, desde luego, a ejercer la Regencia, y la ejercerá todo próximo ejerza la Regencia, necesita ser español, tener veinte años cumplidos, y no estar excluido de la sucesión de la Corona. El padre o la madre del Rey sólo podrán ejercer la Regencia permaneciendo viudos. 91 92 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias La Constitución de 1869 B. conStItucIón De lA MonArQuÍA eSPAñolA (1.º de junio de 1869) LA NACION ESPAÑOLA y en su nombre las Cortes Constituyentes, elegidas por sufragio universal, deseando afianzar la justicia, la libertad y la seguridad, y proveer al bien de cuantos vivan en España, decretan y sancionan la siguiente Constitución: tÍtulo Iv Del rey Art. 67. La persona del Rey es inviolable, y no está sujeta a responsabilidad. Son responsables los ministros. a la Constitución y a las leyes. libremente sus ministros. Art. 70. El Rey dispone de las fuerzas de mar y tierra, declara la guerra y hace y ratifica la paz, dando después cuenta documentada a las Cortes. Art. 69. La potestad de hacer Art. 71. Una sola vez en cada le- Art. 68. El Rey nombra y separa ejecutar las leyes reside en el Rey, y su autoridad se extiende a todo cuanto conduce a la conservación del orden público en lo interior y a la seguridad del Estado en lo exterior, conforme gislatura podrá el Rey suspender las Cortes sin el consentimiento de éstas. En todo caso las Cortes no podrán dejar de estar reunidas el tiempo señalado en el artículo 43. José Manuel Serrano Alberca Art. 72. En el caso de disolu- ción de uno o de ambos Cuerpos Colegisladores, el Real decreto contendrá necesariamente la convocatoria de las Cortes para dentro de tres meses. Art. 73. Además de las faculta- des necesarias para la ejecución de las leyes, corresponde al Rey: 1º. Cuidar de la acuñación de la moneda, en la que se pondrá su busto y nombre. 2º. Conferir los empleos civiles y militares con arreglo a las leyes. 3º. Conceder en igual forma honores y distinciones. 4º. Dirigir las relaciones diplomáticas y comerciales con las demás potencias. 5º. Cuidar de que en todo el Reino se administre pronta y cumplida justicia. 6º. Indultar a los delincuentes con arreglo a las leyes, salvo lo dispuesto relativamente a los ministros. Art. 74. El Rey necesita estar autorizado por una ley especial: 1º. Para enajenar, ceder o permutar cualquier parte del territorio español. 2º. Para incorporar cualquiera otro territorio al territorio español. 3º. Para admitir tropas extranjeras en el Reino. 4º. Para ratificar los tratados de alianza ofensiva, los especiales de comercio, los que estipulen dar subsidios a una potencia extranjera, y todos aquellos que puedan obligar individualmente a los españoles. En ningún caso los artículos secretos de un tratado podrán derogar los públicos. 5º. Para conceder amnistías e indultos generales. 6º. Para contraer matrimonio, y para permitir que lo contraigan las personas que sean súbditos suyos y tengan derecho a sucederle en la Corona, según la Constitución. 7º. Para abdicar la Corona. Art. 75. Al Rey corresponde la facultad de hacer reglamentos para el cumplimiento y aplicación de las leyes, previos los requisitos que las misma señalen. Art. 76. La dotación del Rey se fijará al principio de cada reinado. 93 94 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias tÍtulo v. De la Sucesión de la corona y de la regencia del reino Art. 77. La autoridad real será he- reditaria. La sucesión en el trono seguirá el orden regular de primogenitura y representación, siendo preferida siempre la línea anterior a las posteriores; en la misma línea, el grado más próximo al más remoto; en el mismo grado el varón a la hembra, y en el mismo sexo la persona de más edad a la de menos. Art. 78. Si llegare a extinguirse la dinastía que sea llamada a la posesión de la Corona, las Cortes harán nuevos llamamientos como más convenga a la Nación. Art. 79. Cuando falleciere el Rey, el nuevo Rey jurará guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes, del mismo modo y en los mismos términos que las Cortes decreten para el primero que ocupe el trono conforme a la Constitución. Igual juramento prestará el Príncipe de Asturias cuando cumpla dieciocho años. Art. 80. Las Cortes excluirán de la sucesión a aquellas personas que sean incapaces para gobernar, o hayan hecho cosa por que merezcan perder el derecho a la Corona. Art. 81. Cuando reine una hem- bra, su marido no tendrá parte ninguna en el gobierno del Reino. Art. 82. El Rey es mayor de edad a los dieciocho años. Art. 83. Cuando el Rey se impo- sibilitare para ejercer su autoridad, y la imposibilidad fuere reconocida por las Cortes, o vacare la Corona siendo de menor edad el inmediato sucesor, nombrarán las Cortes para gobernar el Reino una Regencia compuesta de una, tres o cinco personas. Art. 84. Hasta que las Cortes nom- bren la Regencia será gobernado el Reino provisionalmente por el padre, o en su defecto por la madre del Rey, y en defecto de ambos por el Consejo de Ministros. Art. 85. La Regencia ejerce- rá toda la autoridad del Rey, en cuyo nombre se publicarán los actos del Gobierno. José Manuel Serrano Alberca Durante la Regencia no puede hacerse variación alguna en la Constitución. Art. 86. Será tutor del Rey me- nor el que le hubiere nombrado en su testamento el Rey difunto. Si éste no le hubiere nombrado, recaerá la tutela en el padre, y en su defecto en la madre mientras permanezcan viudos. A falta de tutor testamentario o legitimo, lo nombrarán las Cortes. En el primer y tercer caso, el tutor ha de ser español de nacimiento. Las Cortes tendrán, respecto de la tutela del Rey, las mismas facultades que les concede el artículo 80 en cuanto a la sucesión de la Corona. Los cargos de Regente y de tutor del Rey no pueden estar reunidos sino en el padre o la madre. 95 96 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias La Constitución de 1876 A. conStItucIón De lA MonArQuÍA eSPAñolA (30 de junio de 1876) Don Alfonso XII, por la gracia de Dios, Rey constitucional de España; a todos los que las presentes vieren y entendieren, sabed: Que en unión y de acuerdo con las Cortes del Reino actualmente, hemos venido en decretar y sancionar la siguiente tÍtulo vI Del rey y sus Ministros Art. 48. La persona del Rey es sa- grada e inviolable. Art. 49. Son responsables los Mi- nistros. Ningún mandato del Rey puede llevarse a efecto si no está refrendado por un Ministro, que por solo este hecho, se hace responsable. Art. 50. La potestad de hacer ejecutar las leyes reside en el Rey, y su autoridad se extiende a todo cuanto conduce a la con- servación del orden público en lo interior y a la seguridad del Estado en lo exterior, conforme a la Constitución y a las leyes. Art. 51. El Rey sanciona y pro- mulga las leyes. Art. 52. Tiene el mando supremo del Ejército y Armada, y dispone de las fuerzas de mar y tierra. Art. 53. Concede los grados, as- censos y recompensas militares, con arreglo a las leyes. José Manuel Serrano Alberca Art. 54. Corresponde además al Rey: Primero. Expedir los decretos, reglamentos e instrucciones que sean conducentes para la ejecución de las leyes. 2.º Cuidar de que en todo el Reino se administre pronta y cumplidamente la justicia. 3.º Indultar a los delincuentes con arreglo a las leyes. 4.º Declarar la guerra y hacer y ratificar la paz, dando después cuenta documentada a las Cortes. 5.º Dirigir las relaciones diplomáticas y comerciales con las demás Potencias. 6.º Cuidar de la acuñación de la moneda, en la que se pondrá su busto y nombre. 7.º Decretar la inversión de los fondos destinados a cada uno de los ramos de la Administración, dentro de la ley de Presupuestos. 8.º Conferir los empleos civiles, y conceder honores y distinciones de todas clases, con arreglo a las leyes. 9.º Nombrar y separar libremente a los Ministros. Art. 55. El Rey necesita estar au- torizado por una ley especial: 1.º Para enajenar, ceder o permutar cualquier parte del territorio español. 2.º Para incorporar cualquiera otro territorio al territorio español. 3.º Para admitir tropas extranjeras en el Reino. 4.º Para ratificar los tratados de alianza ofensiva, los especiales de comercio, los que estipulen dar subsidios a alguna Potencia extranjera y todos aquellos que puedan obligar individualmente a los españoles. En Ningún caso los artículos secretos de un tratado podrán derogar los públicos. 5.º Para abdicar la Corona en su inmediato sucesor. Art. 56. El Rey, antes de contraer matrimonio, lo pondrá en conocimiento de las Cortes, a cuya aprobación se someterán los contratos y estipulaciones matrimoniales que deban ser objeto de una ley. Lo mismo se observará respecto del inmediato sucesor a la Corona. Ni el Rey ni el inmediato sucesor pueden contraer matrimonio con persona que por la ley esté excluida de la sucesión a la Corona. Art. 57. La dotación del Rey y de su Familia se fijará por las Cortes al principio de cada reinado. Art. 58. Los Ministros pueden ser Senadores o Diputados y tomar 97 98 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias parte en las discusiones de ambos Cuerpos Colegisladores; pero sólo tendrán voto en aquel a que pertenezcan. tÍtulo vII De la sucesión a la corona Art. 59. El Rey legítimo de Espa- ña es Don Alfonso XII de Borbón. Art. 60. La sucesión al Trono de España seguirá el orden regular de primogenitura y representación, siendo preferida siempre la línea anterior a las posteriores; en la misma línea, el grado más próximo al más remoto; en el mismo grado, el varón a la hembra; y en el mismo sexo, la persona de más edad a la de menos. Art. 61. Extinguidas las líneas de los descendientes legítimos de Don Alfonso XII de Borbón, sucederán por el orden que queda establecido sus Hermanas; su Tía, hermana de su Madre, y sus legítimos descendientes, y los de sus Tíos, hermanos de Don Fernando VII, si no estuviesen excluidos. Art. 62. Si llegaran a extinguirse todas las líneas que se señalan, las Cortes harán nuevos llamamientos, como más convenga a la Nación. Art. 63. Cualquiera duda de hecho o de derecho que ocurra en orden a la sucesión de la Corona se resolverá por una ley. Art. 64. Las personas que sean in- capaces para gobernar, o hayan hecho cosa por que merezcan perder el derecho a la Corona, serán excluidas de la sucesión por una ley. Art. 65. Cuando reine una hem- bra, el Príncipe consorte no tendrá parte ninguna en el gobierno del Reino. tÍtulo vIII De la menor edad del rey, y de la regencia Art. 66. El Rey es menor de edad hasta cumplir diez y seis años. Art. 67. Cuando el Rey fuere me- nor de edad, el padre o la madre del Rey, y en su defecto el pariente más próximo a suceder en la Corona, según el orden establecido José Manuel Serrano Alberca en la Constitución, entrará desde luego a ejercer la Regencia, y la ejercerá todo el tiempo de la menor edad del Rey. Art. 68. Para que el pariente más próximo ejerza la Regencia necesita ser español, tener veinte años cumplidos, y no estar excluido de la sucesión de la Corona. El padre o la madre del Rey, sólo podrán ejercer la Regencia permaneciendo viudos. Art. 69. El Regente prestará ante las Cortes el juramento de ser fiel al Rey menor y de guardar la Constitución y las leyes. Si las Cortes no estuviesen reunidas, el Regente las convocará inmediatamente, y entre tanto prestará el mismo juramento ante el Consejo de Ministros, prometiendo reiterarle ante las Cortes tan luego como se hallen congregadas. Art. 70. Si no hubiere ninguna persona a quien corresponda de derecho la Regencia, la nombrarán las Cortes, y se compondrá de una, tres o cinco personas. Hasta que se haga este nombra- miento, gobernará provisionalmente el Reino el Consejo de Ministros. Art. 71. Cuando el Rey se imposibilitare para ejercer su autoridad, y la imposibilidad fuese reconocida por las Cortes, ejercerá la Regencia, durante el impedimento, el hijo primogénito del Rey, siendo mayor de diez y seis años; en su defecto, el consorte del Rey, y a falta de éste, los llamados a la Regencia. Art. 72. El Regente, y la Regencia en su caso, ejercerá toda la autoridad del Rey, en cuyo nombre se publicarán los actos del Gobierno. Art. 73. Será tutor del Rey menor la persona que en su testamento hubiere nombrado el Rey difunto, siempre que sea español de nacimiento; si no le hubiese nombrado, será tutor el padre o la madre, mientras permanezcan viudos. En su defecto le nombrarán las Cortes; pero no podrán estar reunidos los encargos de Regente y de tutor del Rey sino en el padre o en la madre de éste. 99 100 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias Decreto-ley 17/1975, de 20 de noviembre, sobre restablecimiento del Registro del Estado Civil de la Familia Real dEcrEto-lEy 17/1975, dE 20 dE noviEmbrE, sobrE rEstablEcimiEnto dEl rEGistro dEl Estado civil dE la Familia rEal dE España El Real Decreto de veintidós de enero de mil ochocientos setenta y tres, completado por diversas disposiciones posteriores, estableció el Registro del Estado Civil de la Familia Real de España, el cual subsistió hasta el año mil novecientos treinta y uno. Razones obvías aconsejan el restablecimiento inmediato y urgente de esta institución tradicional de la Monarquía española. En su virtud, a propuesta del Consejo de Ministros en su reunión del día veinte de noviembre de mil novecientos setenta y cinco, en uso de la autorización conferida por el artículo trece de la Ley Constitutiva de las Cortes, texto refundido aprobado por Decreto de veinte de abril de mil novecientos sesenta y siete, y oída la Comisión a que se refiere el apartado primero del artículo doce de la citada Ley, este Consejo de Regencia, DISPone: Artículo primero.– Se restablece el Registro del Estado Civil de la Familia Real de España. Artículo segundo.– Se autoriza al Gobierno para dictar, a propuesta del Ministerio de Justi- cia, un texto refundido de las disposiciones promulgadas para regular dicho Registro, las cuales serán armonizadas con la vigente legislación del Registro Civil. José Manuel Serrano Alberca DISPoSIcIoneS ADIcIonAleS Primera.– Los libros y documen- tos del Registro del Estado Civil de la Familia Real de España, actualmente bajo la custodia del Juez municipal encargado del Registro Civil del Distrito de Palacio de Madrid, serán devueltos al Ministerio de Justicia. Segunda.– El presente Decreto- ley, del que se dará cuenta inmediata a las Cortes, entrará en vigor al día siguiente de su publicación en el «Boletín Oficial del Estado». Así se dispone por el presente Decreto-ley, dado en Madrid a veinte de noviembre de mil novecientos setenta y cinco. El Presidente del Consejo de Regencia, ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE VALCÁRCEL Y NEBREDA El Presidente del Gobierno, CARLOS ARIAS NAVARRO 101 102 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias Real Decreto 2.917/1981, de 27 de noviembre, sobre Registro Civil de la Familia Real rEal dEcrEto 2917/1981, dE 27 dE noviEmbrE, sobrE rEGistro civil dE la Familia rEal El Registro del Estado Civil de la Familia Real de España requiere para su restablecimiento y regulación armonizar las antiguas disposiciones especiales con los preceptos constitucionales sobre la Corona y con la terminología y la técnica actuales de la vigente legislación sobre el Registro Civil General, en uso de la autorización contenida en el artículo segundo del Decreto-ley diecisiete/mil novecientos setenta y cinco, de veinte de noviembre. En su virtud, de acuerdo con el Consejo de Estado, a propuesta del Ministro de Justicia y previa deliberación del Consejo de Ministros en su reunión del día veintisiete de noviembre de mil novecientos ochenta y uno, DISPonGo: Artículo primero.– En el Registro Civil de la Familia Real se inscribirán los nacimientos, matrimonios y defunciones, así como cualquier otro hecho o acto inscribible con arreglo a la legislación sobre Registro Civil, que afecten al Rey de España, su Augusta Consorte, sus ascendentes de primer grado, sus descendientes y al Príncipe heredero de la Corona. Artículo segundo.– Este Registro estará a cargo del Ministro de Justicia, asistido como Secretario por el Director general de los Registros y del Notariado. Las funciones que la legislación general atribuye a los órganos del Registro Civil quedarán encomendadas, en cuanto se refiere al de la Familia Real, exclusivamente al Ministro de Justicia. José Manuel Serrano Alberca Artículo tercero.– El Registro se lle- vará en un solo Libro Especial, confeccionado al efecto y con todas sus hojas en blanco. Los asientos se practicarán sucesivamente, sin distinción de secciones. El índice del Libro se llevará por orden de asientos. Artículo cuarto.– Las certificacio- nes sólo podrán expedirse a petición del Rey o Regente, de los miembros de la Familia Real con interés legítimo, del Presidente del Gobierno o del Presidente del Congreso de los Diputados. Se extenderán de oficio y en papel especial. Artículo quinto.– Las circunstancias de los asientos, los titulos para practicarlos y, en general, cualquiera otra materia no prevista en los artículos anteriores, se regularán por la legislación general sobre Registro Civil. DISPoSIcIoneS ADIcIonAleS Primera.– El Ministro de Justicia procederá a abrir inmediatamente el libro del Registro Civil de la Familia Real, que se encabezará con la inscripción de nacimiento de Su Majestad el Rey. Este asiento se practicará en virtud de traslado, por certificación literal expedida de oficio, de la inscripción actualmente existente en el Registro Civil Central. Cuando su Encargado reciba la oportuna comunicación del Ministerio de Justicia de haberse verificado el traslado, cancelará el asiento obrante en su Registro, con sujeción a las reglas formales contenidas en el artículo ciento sesenta y cuatro del Reglamento del Registro Civil. El mismo sistema se seguirá para las inscripciones que hayan de practicarse en el Registro Civil de la Familia Real y que existan ya previamente extendidas en cualquier Registro Civil español. Segunda.– Quedan derogados los Reales Decretos de veintidós de enero de mil ochocientos setenta y tres, de diecinueve de agosto de mil ochocientos ochenta, de veintiocho de enero de mil novecientos uno y de veintinueve de mayo de mil novecientos veintidós. Dado en Madrid a veintisiete de noviembre de mil novecientos ochenta y uno. JUAN CARLOS R. El Ministro de Justicia, PÍO CABANILLAS GALLAS 103 104 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias Real Decreto 1.368/1987, de 6 de noviembre, sobre régimen de títulos, tratamientos y honores de la Familia Real y de los Regentes rEal dEcrEto 1.368/1987, dE 6 dE noviEmbrE, sobrE réGimEn dE tÍtulos, tratamiEntos y honorEs dE la Familia rEal y dE los rEGEntEs A propuesta del Ministro de Justicia, previa deliberación del Consejo de Ministros en su reunión del día 6 de noviembre de 1987, DISPonGo: cAPÍtulo PrIMero De la real Familia Artículo 1.º 1. El titular de la Co- rona se denominará Rey o Reina de España y podrá utilizar los demás títulos que correspondan a la Corona, así como las otras dignidades nobiliarias que pertenezcan a la Casa Real. Recibirá el tratamiento de Majestad. 2. La consorte del Rey de España, mientras lo sea o permanezca viuda, recibirá la denominación de Reina y el tratamiento de Majestad, así como los honores correspondientes a su Dignidad que se establezcan en el ordenamiento jurídico. 3. Al consorte de la Reina de España, mientras lo sea o permanezca viudo, corresponderá la Dignidad de Príncipe. Recibirá el tratamiento de Alteza Real y los honores correspondientes a su Dignidad que se establezcan en el ordenamiento jurídico. Art. 2.º El heredero de la Corona tendrá desde su nacimiento o desde que se produzca el hecho que origine el llamamiento la Dignidad de Príncipe o Princesa de Asturias, así como los demás titulos vinculados tradicionalmente al Sucesor de la Corona y los honores que como tal le correspondan. Recibirá el tratamiento de Alteza Real. De igual Dignidad y trata- José Manuel Serrano Alberca miento participara su consorte, recibiendo los honores que se establezcan en el ordenamiento jurídico. Art. 3.º 1. Los hijos del Rey que no tengan la condición de Príncipe o Princesa de Asturias y los hijos de este Príncipe o Princesa serán Infantes de España y recibirán el tratamiento de Alteza Real. Sus consortes, mientras lo sean o permanezcan viudos, tendrán el tratamiento y honores que el Rey, por vía de gracia, les conceda en uso de la facultad que le atribuye el apartado f) del artículo 62 de la Constitución. 2. Asimismo el Rey podrá agraciar con la Dignidad de Infante y el tratamiento de Alteza a aquellas personas a las que juzgue dignas de esta merced por la concurrencia de circunstancias excepcionales. 3. Fuera de lo previsto en el presente artículo y en el anterior, y a excepción de lo previsto en el artículo 5 para los miembros de la Regencia, ninguna persona podrá: a) Titularse Príncipe o Princesa de Asturias u ostentar cualquier otro de los títulos tradicionalmente vinculados al Sucesor de la Corona de España. b) Titularse Infante de España. c) Recibir los tratamientos y honores que corresponden a las Dignidades de las precedentes letras a) y b). Art. 4.º Los hijos de los Infantes de España tendrán la consideración de Grandes de España, sin que ello dé origen a un tratamiento especial distinto del de Excelencia. cAPÍtulo II De la regencia Art. 5.º Quienes ejerzan la Re- gencia tendrán el tratamiento de Alteza e iguales honores que los establecidos para el Príncipe de Asturias, a no ser que les correspondan otros de mayor rango. cAPÍtulo III De los títulos de la casa real Art. 6.º El uso de títulos de nobleza, pertenecientes a la Casa Real, solamente podrá ser autorizado por el Titular de la Corona a los 105 106 El ordEn dE sucEsión a la corona, abdicacionEs y rEnuncias miembros de su Familia. La atribución del uso de dichos títulos tendrá carácter graciable, personal y vitalicio. DISPoSIcIoneS trAnSItorIAS Primera.– 1. Don Juan de Borbón y Battemberg, padre de Su Majestad el Rey, Don Juan Carlos I de Borbón, continuara vitaliciamente en el uso del título de Conde de Barcelona, con tratamiento de Alteza Real y honores análogos a los que corresponden al Príncipe de Asturias. 2. Igual título y tratamiento recibirá la madre de Su Majestad el Rey, don Juan Carlos I de Borbón, Doña María de las Mercedes de Borbón y Orleans. Segunda.– Las hermanas de Su Majestad el Rey, Don Juan Carlos I de Borbón, serán Infantas de España y conservarán el derecho al uso del tratamiento de Alteza Real vitaliciamente, pero no sus consortes ni hijos. Tercera.– Los miembros de la familia del Rey Don Juan Carlos I de Borbón, que en la actualidad tuviesen reconocido el uso de un título de la Casa Real y el tratamiento de Alteza Real, podrán conservarlo con carácter vitalicio, pero no sus consortes ni descendientes. DISPoSIcIón DeroGAtorIA Quedan derogadas las disposiciones del mismo o inferior rango que se opongan a lo previsto en el presente Real Decreto. Dado en Madrid a 6 de noviembre de 1987. JUAN CARLOS R. El Ministro de Justicia, FERNANDO LEDESMA BARTRET EL ORDEN DE SUCESIÓN A LA CORONA, ABDICACIONES Y RENUNCIAS (ARTÍCULO 57 DE LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA) José Manuel Serrano Alberca REAL ACADEMIA DE JURISPRUDENCIA Y LEGISLACIÓN