el navío - Brunel`s ss Great Britain

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Abordo del Great Britain viajaron
además de emigrantes, soldados.
Entre 1855 y 1857 la nave actuó como
transporte de tropas, desplazando
a un total de 44.000 soldados al
Mediterráneo durante la Guerra de
Crimea y Bombay durante la Primera
Guerra Hindú de Independencia.
En dichos viajes, en el trayecto de
vuelta traía soldados heridos a
Inglaterra para que se recuperasen.
En 1876 los estándares de construcción
de barcos cambiaron y la Great Britain
ya no se podía asegurar para
transportar pasajeros. Gibbs Bright &
Co la vendió y sus nuevos propietarios
la adaptaron para transportar carga a
granel: le quitaron los motores y la
transformaron en un enorme velero de
3 mástiles. En 1882 zarpó de Penarth,
en Gales, cargada con carbón y en
dirección a San Francisco.
En el tercero de dichos viajes
se encontró con tormentas
huracanadas que la dañaron
tanto que el capitán tuvo que
cambiar el rumbo y buscar
refugio en las Islas Malvinas.
Los propietarios del barco, que no
estaban dispuestos a pagar los costes
de las reparaciones, se la vendieron a
la Falkland Island Company. De 1886 a
1933 actuó como almacén flotante de
carbón y lana hasta que acabó siendo
demasiado frágil hasta para eso. En
1937 fue remolcada a Sparrow Cove
para ser hundida en el lecho del
mar y abandonada a los elementos.
Esto podría haber sido el final de
su historia. Sin embargo, en 1968 el
arquitecto naval Ewan Corlett escribió
al The Times en busca de apoyo para
recuperar este navío histórico.
Su petición despertó un esfuerzo
internacional heroico. En 1970, un
equipo de rescate alemán, pequeño
pero experimentado, reflotó a la Great
Britain mediante un pontón submarino
y la ayuda de los malvineses y la Royal
Navy. Después, y a pesar de feroces
tormentas, lograron remolcarla casi
13.000 kilómetros a través del
Atlántico hasta llegar al Canal de
Bristol. Allí los estibadores arreglaron
su frágil casco para que pudiera flotar
sin ayuda y tres remolcadores la
llevaron por el Avon hasta Bristol.
La Great Britain volvió a su astillero
original, donde se puede ver hoy, un
19 de julio, 127 años después de su
bautizo. Una gran multitud la dio la
bienvenida a casa, y allí permanece
como un querido emblema de Bristol
y la ambiciosa visión de Brunel.
*
LA MAYOR
ATTR ACCIÓN
DE BRISTOL
DESCUBRA
EL
NAVÍO
QUE CA MBIÓ
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UNA BREVE HISTORIA
DEL SS GREAT BRITAIN
BRUNEL’S ss GREAT BRITAIN,
GREAT WESTERN DOCKYARD, BRISTOL BS1 6TY
0117 926 0680
s s g r e at br it a i
n.or g
Cuando la Great Britain hizo su primer viaje en 1845 se convirtió
en el mayor navío del mundo y el más avanzado tecnológicamente.
A diferencia del resto de barcos en servicio entonces, tenía un casco
de hierro y se propulsaba a hélice gracias a un enorme motor de
vapor. Aunque era la primera nave de su clase, de hecho, era un
gigantesco experimento férreo, su diseño tuvo un éxito increíble.
habría acabado con cualquier barco
de madera. Por desgracia la GWSCC
no pudo afrontar los costes del rescate
y en 1850 tuvieron que vender la
innovadora nave a Gibbs Bright &
Company por tan solo 18.000£.
Isambard Kingdom Brunel,
principal responsable de
este diseño innovador,
transformó el futuro de
la construcción naval.
Gibbs Bright remodeló la Great Britain
y la transformó en un clíper de vapor
para emigrantes. Se encargó de llevar
a miles de personas a Australia, que
estaba en plena fiebre del oro y
durante los siguientes 23 años hizo
más de 33 viajes de ida y vuelta
circunnavegando el planeta 32 veces.
Hoy en día se calcula que alrededor de
1 millón de australianos y neozelandeses
descienden de sus pasajeros.
Brunel trabajó con la Great Western
Steamship Company de Bristol. La ss
Great Britain era la segunda nave de
la compañía: la primera era un barco
de palas a vapor con un casco de
madera llamado el Great Western.
Era un barco rápido y bien construido,
que comenzó a navegar de Bristol
a Nueva York en 1838. La compañía
quería una nave similar para crear
su negocio transatlántico, pero los
influyentes consejos de Brunel les
convencieron de hacer dos grandes
cambios al diseño.
Primero, Brunel demostró que un
barco de vapor más grande y con una
mayor capacidad ofrecería una mayor
eficiencia energética que uno más
pequeño. Crear una nave a esta nueva
escala sólo se podía lograr usando
hierro, porque es inherentemente
más fuerte que la madera.
En segundo lugar, en mayo de 1840
Brunel y sus colaboradores vieron una
nave experimental, la Archimedes,
que usaba una “hélice propulsora”
de vapor. Se trataba de una forma
nueva de dirigir una nave y a
diferencia de las palas, la hélice
siempre estaba sumergida y
funcionaba incluso en aguas
encrespadas. Brunel quedó
impresionado y empezó a
experimentar con distintos diseños
de hélices. Demostró que una hélice
podría ser más eficaz que una pala
y convenció a la Great Western
Steamship Company para que le
dejaran rediseñar su barco e incluir
esta nueva tecnología.
Los armadores empezaron a trabajar en
el diseño mejorado de Brunel en 1841.
El 19 de julio de 1843,
exactamente 4 años después de
que comenzase la construcción
y ante una multitud de 30.000
personas, el Príncipe Alberto
bautizó a la nueva nave
llamándola ss Great Britain.
La Great Britain fue cara: su
construcción costó 117.295 libras,
6 chelines y 7 peniques. Debido a ello
los directores de la compañía estaban
ansiosos por obtener beneficios,
pero para su viaje inaugural a Nueva
York sólo se vendieron 45 de los 360
billetes. Por desgracia los primeros
viajes hicieron poco para aumentar
la confianza de los viajeros, ya que,
aunque la nave podía atravesar el
Atlántico en tan solo 13 días, sus
hélices se rompían, encalló varias
veces e incluso el motor llegó a
incendiarse. Para empeorar las cosas,
en septiembre de 1846 y durante su
quinto viaje, el capitán Hosken no
encontró el faro de la Isla de Man y
acabó embarrancando de forma
desastrosa en la bahía de Dundrum,
en las costas de Irlanda del Norte.
La ss Great Britain estuvo encallada
11 meses hasta que finalmente un
intento de rescate muy decidido
tuvo éxito. El casco de hierro del barco
había sobrevivido a una catástrofe que
Muchos de los pasajeros escribieron
diarios que han llegado a nuestros
días y que narran las historias de sus
vivencias en el mar. Para algunos,
el viaje fue extremadamente duro.
Los pasajeros que viajaban en “las
máquinas” estaban confinados y
cualquier comodidad que tenían
debían compartirla con desconocidos.
Muchos dejaban atrás a sus hogares
y familias en pos de un futuro incierto
en Australia y tuvieron que enfrentarse
al mal tiempo, las enfermedades y el
aburrimiento, además de lo poco
familiar que les era la vida a bordo. Para
aquellos que podían permitirse viajar en
los camarotes privados de la primera
clase y disfrutar de excelentes comidas a
sabiendas de que podrían volver a casa,
el viaje era una aventura fascinante.
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