La morfología de las ciudades depende fundamentalmente de

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La morfología de las ciudades depende fundamentalmente de cuatro factores que han
influido en su origen y en su posterior desarrollo:
1.
2.
3.
4.
Su pasado histórico
El precio del suelo
La planificación urbana
La tecnología disponible
1. El pasado histórico de las ciudades españolas
1.1. La huella del pasado. La mayor parte de las ciudades europeas tienen un largo
pasado histórico, que remonta su origen a la época clásica greco-romana o a la medieval.
Este pasado no queda reflejado sólo en el patrimonio artístico y cultural de las ciudades, sino
que deja una profunda huella que marca su evolución posterior. Las ciudades actúan, según
el profesor F. Terán, como un “palimpsesto”, como un libro en el que narra una historia (un
argumento) pero que cada época reescribe para adaptarla a sus lectores, a su idioma, a sus
gustos y a sus necesidades. Queda el contenido básico, pero se reforma la forma de
contarlo. Así, las ciudades van reedificándose a lo largo de su historia, se van adaptando a:
- Las nuevas funciones que realiza
- Al tamaño de la población que acoge
- A la tecnología de la que dispone
- A las formas de vida de la sociedad que la habita
con:
Pero mantiene unas pervivencias, unas profundas huellas que suelen tener que ver
- Su emplazamiento1 topográfico, que se manifiesta en resistencias para modificar
tendencias que se dieron en su origen. Por ejemplo, las ciudades del valle medio del
Ebro tienden a emplazarse en la orilla meridional (seguramente por la deriva del cauce
del río hacia el norte) y tardan mucho en desarrollar barrios al otro lado, al norte.
- Su posición2 y los rasgos básicos que determinan las funciones que realiza con
respecto al territorio que organiza. Seguramente porque en el origen de las ciudades
es determinante su ubicación territorial (ciudades defensivas, ciudades “encrucijada”,
ciudades “puerto”), luego esas funciones territoriales perduran, como perdura su
posición. Pero, cuando los avances tecnológicos hacen que esa posición pierda
importancia, la funcionalidad se refuerza por otros medios. Por ejemplo, las ciudades
que surgieron para defender y aprovechar las ventajas de un cruce de caminos
naturales (por ejemplo, ríos), cuando el trazado de carreteras y ferrocarriles ya hace
irrelevante esa posición, sigue manteniéndola, pero ahora a partir de una posición de
encrucijada de carreteras y redes ferroviarias o por la ubicación de un aeropuerto de
distribución.
- La estructura de su trama viaria y los recintos amurallados o sus huellas. No
debemos pensar que las calles que hoy pisamos en el casco histórico de las ciudades
siguen el trazado que tuvieron en su origen. Esto es cierto en muy pocos casos. El
trazado actual obedece a la evolución del caserío que ha ido amoldándose al número
de habitantes a los que ha tenido que alojar y a los recursos (incluida tecnología)
disponibles.
- El legado monumental que, como elemento patrimonial, cumple varias funciones:
•
•
•
Es un resto histórico, que permite conocer nuestro pasado.
Es una manifestación de un pasado que aun actúa hoy condicionando la
idiosincrasia de la sociedad que habita esa ciudad.
Es un conjunto de elementos urbanos que hoy siguen teniendo funciones
urbanas, aunque sean distintas a las que tuvieron en su origen. Por ejemplo, un
palacio renacentista hoy no es un edificio emblemático en el que reside una
familia nobiliaria, pero sí que puede ser un museo, una oficina municipal o la de
una empresa o institución, que aprovechan la relevancia artística o monumental
del edificio para realzar el prestigio de la institución a la que acudimos para hacer
una visita cultural o para realizar cualquier trámite. Así, el palacio fue foco
urbano en su origen y ahora, por distintas razones, sigue siendo foco urbano.
- La centralidad de ciertos espacios de la ciudad, que les otorga un rango, que les
confiere una posición privilegiada para ciertas actividades. Los foros romanos fueron
los lugares en los que se ubicaron los principales edificios públicos y religiosos y, a lo
largo del tiempo, han seguido siendo los lugares que se han asociado con las
instituciones de gobierno y las autoridades religiosas. Los lugares donde se levantaban
las mezquitas principales vieron como luego se erguían en ellas las catedrales, los
zocos fueron sustituidos por vicos y muchas veces en lugares en los que hoy se ubican
tradicionales mercadillos. Esto pone de manifiesto la pervivencia que se produce a lo
largo del tiempo en la asignación de cierto rango a ciertos lugares.
A la hora de hablar del pasado de las ciudades es necesario establecer dos grandes
etapas: la fase preindustrial y la fase en la que el crecimiento de la ciudad se relaciona con la
El concepto de emplazamiento nos explica el marco topográfico en el que la ciudad
ha enraizado, el terreno elegido para levantar las edificaciones.
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La posición hace referencia a la ubicación de la ciudad con respecto a hechos
naturales susceptibles, en el pasado y en el presente, de influir en su desarrollo, siendo
un concepto que explica la localización de la ciudad con respecto a su región.
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industrialización y modernización económica. La mayor parte de la trama urbana de nuestras
ciudades anterior a los años ochenta del pasado siglo XX debe su origen a esta segunda
etapa, la parte correspondiente a la etapa preindustrial ocupa un espacio minúsculo, aunque
eso no le resta importancia.
1.2. Las huellas de la ciudad romana
El imperio romano se articuló en base a una red de calzadas y de ciudades, desde las
que se administraba el territorio y se irradiaba el proceso de romanización. Esta estructura,
junto a otros factores, favoreció el desarrollo del comercio y permitió lo que podemos
considerar una intensa vida urbana. Casi todas las ciudades que hoy son grandes centros
urbanos derivan de núcleos romanos, siendo muy escasas las excepciones. Su tamaño
variaba desde las grandes ciudades, capitales de provincia (Tarraco, Corduba), que ocupaban
un área de 70 u 80 Ha, hasta las pequeñas ciudades que no superaban las 15 Ha. Zaragoza
(Caesaraugusta) vino a ocupar en torno a las 20 Ha.
La estructura de estas ciudades era regular, de planta en damero (serie de calles que
se cruzan en ángulo recto), destacando dos calles principales perpendiculares, el cardo y el
decúmano, en cuyo cruce se encontraba el foro, plaza donde se ubicaban los edificios
públicos más importantes (templos, palacios...) y la zona comercial más valorada. Muchas de
estas ciudades estuvieron rodeadas por murallas, que las defendían (no conviene olvidar que
Roma había conquistado y explotaba Hispania) y demarcaban sus límites. El espacio
intramuros no estaba dedicado en exclusiva a edificios, sino que huertas y espacio libre
ocupaban parte de él. De este pasado algunas de nuestras ciudades aún conservan la huella
del antiguo trazado, en cascos antiguos con una trama más o menos regular, y
especialmente la huella de cardo y decúmano, que suelen corresponder al trazado de las dos
calles principales del centro histórico. Se conserva también la idea de prestigio asociada al
lugar en el que estaba el foro, que luego se convertiría en muchos casos en plaza de la
mezquita, la catedral y el lugar principal de la ciudad.
1.3. Las huellas de la ciudad musulmana
Al-Andalus fue otra etapa de florecimiento de la vida urbana y nuestras ciudades se
tuvieron que adaptar a nuevas gentes, nuevas creencias, nuevas formas de vida, etc.
aunque también los musulmanes que vinieron se adaptaron a las formas de vida e
idiosincrasia de la Península.
Las ciudades se componían de dos partes esenciales:
•
•
La medina, un núcleo central, generalmente amurallado o rodeado de tapial, en el
que se ubicaban las actividades de mayor rango: la mezquita mayor, la alcaicería
(mercado cerrado de productos de alto precio) y el palacio del gobernador y su corte.
El proceso de palimsepstación hizo que en muchas ocasiones la mezquita estuviese
en el lugar donde estaba el templo principal romano (frecuentemente reutilizaron los
materiales constructivos del templo para la construcción de la mezquita), la alcaicería
en donde antes estaba la zona comercial de alto rango, etc.
Rodeando a la medina se
disponían en forma radial los
barrios (arrabales3), donde
habitaba la población. Estos
barrios tenían una relativa
autonomía y se organizaban
por criterios religiosos (barrio
cristiano, judío) o étnicos
(barrio árabe, bereber, franco),
y a veces económicos. Cada
uno tenía su templo propio, su
pequeño
mercado
y
su
autoridad propia.
El concepto de arrabal que se utiliza comúnmente hoy como barrio en las afueras de
una calidad urbana baja no se corresponde con el musulmán que se refería a
cualquier tipo de barrio fuera de la medina. Muchas ciudades españolas han
heredado de su etapa musulmana barrios que conservan el apelativo de “arrabal”.
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En el trazado de las calles dominaba la irregularidad, con viarios laberínticos en los
que sólo destacaba la calle principal que conducía a la medina.
La conquista cristiana de los territorios de al-Andalus, al realizarse con el pretexto de
una cruzada, acabó con mezquitas y edificaciones principales islámicas, de las que nos
quedan pocos restos. Las ciudades actuales, especialmente las andaluzas, donde más cuajó
y perduró la dominación islámica, aún conservan la huella de esos trazados tortuosos
(Granada, barrios de Axares y Cucaracha; Córdoba, barrio de la mezquita, por ejemplo).
1.4. Las huellas de la ciudad medieval cristiana
La etapa supuso, en general, un languidecimiento de la vida urbana, excepto en el
Camino de Santiago, donde las actividades de acogida y comerciales produjeron todo lo
contrario. Pero el resto del territorio vio como hasta el siglo XIII las ciudades perdían
funciones (y, por ende, población) convirtiéndose en núcleos administrativos y militares. Este
carácter militar y la epopeya de la “Reconquista” amurallaron las ciudades españolas4.
Igualmente importante fue la necesidad de delimitar jurisdiccional y fiscalmente el ámbito
urbano en una sociedad en proceso de señorialización.
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También se observa un reforzamiento de los emplazamientos defensivos.
Al igual que las ciudades musulmanas, las ciudades cristianas se dividían en barrios o
parroquias (se articulaban en torno a una iglesia, que era su parroquia), siguiendo criterios
religiosos5, morales6, sanitarios7, étnicos y económicos (barrio de artesanos). La red de
calles es también irregular, pero ahora forman un espacio unitario, en el que siempre es
posible orientarse o llegar a tener una idea general del barrio o de la ciudad. Las calles no
son iguales, sino que existe una gradación continua de arterias principales y secundarias.
Un caso aparte fueron las ciudades surgidas a lo largo del Camino de Santiago. Su
origen se debe, en parte, en el interés de las monarquías por favorecer este vehículo de
desarrollo económico. Por ello se les dieron “fueros” para atraer población y se planificó su
trama urbana. De esta manera, el plano de los cascos antiguos de estas ciudades mantiene
cierta regularidad, que es una excepción en un panorama dominado por la irregularidad.
Sucede lo mismo con los nuevos barrios para los inmigrantes del Camino que se trazaron en
las ciudades preexistentes.
La Baja Edad Media trajo un rebrote comercial que, junto al desarrollo de las
universidades y de la economía en general, supuso una cierta recuperación de la vida
urbana, especialmente en las ciudades portuarias vinculadas al comercio mediterráneo
(especialmente Barcelona y Valencia), al comercio de la lana castellana (Laredo, Santander,
Bilbao) o a localizaciones especiales, como Sevilla. En el interior peninsular el pulso de la
5 Los musulmanes que optaban por quedarse tras la conquista de la ciudad eran
expulsados a un barrio propio (la morería), con un responsable político y administrativo
propio, en los que se les permitió continuar con sus costumbres y tradiciones. Los judíos
fueron alojados en juderías.
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Barrios como las mancebías se agrupaban y se situaban en las afueras.
Las actividades molestas se alejaron de las zonas habitadas. Por ejemplo, los tintes y
los curtidos se solían situar en las afueras cerca de cauces fluviales.
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vida urbana fue menor, aunque más acusado en aquellas ciudades que estaban situadas en
alguna de las rutas comerciales.
Este resurgir urbano dio lugar a un aumento de la población urbana, que supuso:
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Un aumento en la densidad del caserío que albergaban las viejas ciudades, que de
esta forma retorcieron sus tramas, aumentando su irregularidad.
El desarrollo de nuevos barrios, generalmente planificados previamente, lo que les
dio una trama relativamente regular.
Sin duda alguna, las ciudades españolas deben mucho a la Edad Media cristiana, que es
la etapa que más ha marcado la herencia de la que disponemos: catedrales, palacios,
murallas, castillos, configuración definitiva de la primacía de los lugares centrales del casco
antiguo, trazado de barrios, etc. son huellas que nos quedan y componen el patrimonio de
nuestras ciudades.
1.5. La huella de las ciudades modernas (s. XVI-XVII)
Sin cambios transcendentales, el período fue de desarrollo de la vida urbana,
especialmente de los núcleos situados en las rutas comerciales vinculadas con el comercio
internacional. El fuerte crecimiento poblacional condujo al establecimiento extramuros,
incorporándose los arrabales a la ciudad, y al a derribo de las antiguas murallas romanas que
constreñían la expansión urbana. El lugar que ocupaban se convertirá en una importante
calle circundante (en muchos lugares se denominará “coso”, de “cursun” en latín).
El desarrollo del estado “absolutista” de los Austrias produjo el crecimiento de la
burocracia (que habitaba en los núcleos urbanos) y el desarrollo de las funciones
administrativas de las ciudades. En este mismo sentido, se obligó a los concejos a disponer
de “casa adecuada” a su rango, fue el origen de los Ayuntamientos, y de un nuevo edificio
que aporta centralidad.
El desarrollo del estado y la conversión de la antigua nobleza “feudal” en cortesana,
conducirán a ésta a abandonar el campo y establecerse en las ciudades, para lo que
edificarán nuevos palacios al estilo de la época, que enriquecerán y adornarán el patrimonio
urbano. Estas suntuosas residencias se ubicarán en los tradicionales lugares de prestigio o
en las nuevas calles que surgirán con el derribo de las murallas. Esta inmigración de clases
pudientes producirá el desarrollo de actividades de servicio (servicio doméstico, cultural,
etc.) y dará mayor vida a las ciudades.
Paralelamente, nuestras ciudades observarán tres novedades urbanas:
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El fuerte peso que el catolicismo adquirió en el período (los Austrias como defensores
de la iglesia católica frente a los protestantes) se manifestó en la aparición en el
interior de las ciudades de una serie de edificios religiosos (conventos, hospitales,
refugios, beaterios, etc.), que romperán el tejido urbano preexistente y crearán una
importante proporción del suelo urbano que luego se venderá en la Desamortización.
La construcción de las Plazas Mayores que, especialmente en el reino de Castilla,
primero fueron lugares de mercado y posteriormente lugares centrales de la ciudad,
posición que se verá reforzada con la edificación en las mismas de los
ayuntamientos. Su modelo se estableció en la Plaza Mayor de Valladolid, un espacio
público cuadrangular, porticado y cerrado, al que daban las fachadas principales de
los edificios que lo circundaban.
La edificación de las primeras plazas de toros.
1.6. Las huellas de las ciudades ilustradas
El Despotismo Ilustrado aplicó una política urbanística que, al igual que en otros
campos, pretendía reformar la ciudad para embellecerla y mejorar la calidad de vida de sus
habitantes, pero sin alterar de forma transcendente la trama urbana. Destacaremos:
•
Las obras de saneamiento e infraestructuras (distribución de agua, fuentes, vertidos,
etc.) en el interior de las ciudades.
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El trazado, en las afueras, de paseos8 y alamedas9
adornadas con fuentes,
plazuelas, esculturas y bancos, lugares de paseo y reunión social, como los salones y
ramblas.
El estado borbónico quiso representar su magnificencia y la del nuevo orden
defendido por la Ilustración en los grandes edificios públicos (ayuntamientos,
palacios, cuarteles, etc.), construidos en barroco final y en Neoclásico.
La política de protección y promoción de las manufacturas encontró su cauce en la
creación de numerosas Reales Fábricas, que se situaron en las afueras de las
grandes ciudades, en muchos casos, rodeadas de las viviendas de los asalariados
que trabajaban en ellas.
En las ciudades en las que era más evidente el hacinamiento de la población de
planificó la expansión urbana. El modelo que se planteó fue el de crecimiento a lo
largo de unas calles principales que, en forma de abanico, partían de una puerta de
la ciudad o de una plaza. Tenemos ejemplos en Madrid, en las zonas de Atocha o de
la Puerta de Toledo.
Por ejemplo, el espolón en Burgos, o el paseo de la Bomba en Granada.
La idea ilustrada de un acercamiento del hombre a la Naturaleza, que se entiende
como un espacio “ajardinado” y de ocio, donde el hombre se “reencuentra” y hace
vida social.
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