TE MATARÉ DOS VECES

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Te mataré dos veces
Carlos Patiño
Te mataré dos veces
Carlos Patiño
1a edición: abril, 2014
© Editorial Ígneo, C.A., 2014
www.editorialigneo.com
Correo electrónico: [email protected]
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ISBN: 978-980-7641-02-9
Depósito legal: lf2522014800703
Diseño de portada por Roxanna Ortega
Impreso en Venezuela por Liliana Acosta
Bienvenido al lugar donde mueres dos veces.
Acribillado moral e ideológicamente.
De miedo y desaliento.
De impotencia y desesperanza.
O incluso en la mente de otro.
Por eso no temas.
Cuando vengan por ti, ya estarás muerto.
Índice
PRÓLOGO por Israel Centeno
11
CABILLA 13
EL ASESINO DEL METRO
19
LA MÁSCARA DE FAWKES
25
EL BOLÍVAR 31
ALFIL NEGRO 41
EL PREDICADOR 49
CUANDO TODO ACABE
55
CARELOCO 61
ALBINO 65
LA FATIGA 67
LA OBRA DE ARTE
69
EVA 71
LA TRAMPA 73
BLANCA 79
PRESAGIO O INSECTO NOCTURNO
87
ALBERGUE PARA NIÑOS BUENOS
89
EL APAGÓN 91
TE MATARÉ DOS VECES
93
Prólogo
T
e mataré dos veces recoge un grupo de relatos realistas y pone
de manifiesto la percusión de una voz que se individualiza en
los diferentes escenarios por el que nos hace fluir el hilo conductor
que las une. En sus textos, el lector encontrará frescos de una realidad considerablemente trabajada en la última década del siglo
pasado. No obstante, una red tejida con celo por el narrador la
diferencia por su impronta, que sin alejarla del signo de la marginalidad, la acerca al ámbito de la clase trabajadora.
El oxímoron anterior es posible al acoplar la coherencia en los
argumentos, nutridos por el contexto pre moderno de la venezolanidad. Logramos ver en la presente apuesta narrativa de Carlos
Patiño, la continuidad de una tradición legada por Ramón Díaz
Sánchez, Miguel Otero Silva y cierto Gustavo Díaz Solís.
Sin embargo, no sería justo encasillar la muestra en una literatura contingente, urbana y de clase. Todo lo contrario, los personajes son ubicuos: pueden encarnar en un líder obrero que huye
del sicariato, un fenómeno común en estos tiempos de revoluciones; en un cazador itinerante que irá por el mundo tras quienes
usan la máscara de Anonymous, dejando en suspenso el dilema
de Fuenteovejuna; o en un sórdido policía obsesionado por descubrir la identidad de un asesino en serie que comete sus fechorías
en las líneas del metro de Caracas; un justiciero cuyo fin último
será ejecutar el destino de quien lo persigue.
Desfilan por los entablados de los relatos reunidos en Te mataré dos veces, personajes de un paisaje urbano negado a la modernidad. Ellos interactúan alienados en una mascarada de perdedores, travestidos, funcionarios corruptos, celópatas y amores
mediocres. Mientras exploramos los relatos, nos convertimos en
testigos de una ópera, a veces bufa, trenzada al margen de todo
heroísmo.
Israel Centeno
Cabilla
1
Desde 2005, más de 300 personas fueron asesinadas por
conflictos relacionados con violencia intersindical
Informe de Derechos Humanos en Venezuela de la
ONG PROVEA
«E
ste juego es una mierda», digo no muy convencido. En
verdad estoy nervioso, quiero irme. Que si Rincón metió
jonrón, que Cheo es tremendo short stop. Qué me importa si están
a punto de matarme.
Tengo que escapar del estadio. Tres matones del SUTRA me
vigilan. Me di cuenta en el segundo inning, cuando poncharon a
los Tigres y los tipos ni se inmutaron. Solo veían a su «encargo».
Solo me miraban a mí.
Me entran unas ganas terribles de orinar. Me levanto para ir
al baño y pensar qué hacer pero qué va, los tipos están cerca de
la entrada.
Llamo a Pérez y no atiende el celular. «Cuídate» me dijo ayer.
Le dejo un mensaje pidiéndole que me busque en carro. Cuando
creamos el SINTRA jamás pensamos que ayudar a la gente pesara tanto.
El estadio está lleno. Me siento de nuevo y le agarro la mano
a mi esposa. Disimulo mirando un juego que ya no entiendo. Si
eres sindicalista tienes que enfrentar al poder económico. Pero si
eres sindicalista del sector público es mucho peor: al económico
se suma el poder político.
Pérez y Armando estuvieron conmigo desde el principio.
Pérez dice que soy el cerebro del SINTRA. Yo creo que él es el
corazón. En una organización no todo es la estrategia, hay que
ejecutar las ideas sorteando imposibles.
1
El cuento Cabilla fue seleccionado y leído en público en la V Semana de la
Nueva Narrativa Urbana, organizada por el PEN CLUB de Venezuela (2010).
13
Te mataré dos veces
Pérez puede reunir trescientos trabajadores en veinte minutos sin que el patrono se dé cuenta.
Armando, en cambio, siempre fue el más impulsivo, que, aunque de pocas ideas, cumplía con las tareas necesarias del sindicato.
Pérez y Armando son completamente distintos, aquél siempre anda de punta en blanco, con chaqueta y zapatos de suela, el
otro, más joven, le gusta andar de jeans y franela.
Si bien yo era el moderado del grupo, el equilibrio y la diversidad de agremiados se lograba con las distintas visiones políticas de Armando y Pérez. El primero era un militante convencido
del gobierno revolucionario. El segundo, un opositor radical.
Al principio tuve miedo. Pero con el tiempo mi cuero se curtió de vivir con esta adrenalina perenne. Aún no había iniciado
la cabilla.
Nuestra lucha se centraba en el contrato colectivo. El nuestro
tenía diez años vencido luego de que despidieron a los dirigentes
del antiguo sindicato por cerrar con candado el instituto. El Ministro los mandó a botar y todavía están demandando.
Aun así, decidimos fundar el SINTRA.
Recogimos las firmas en secreto. El Ministerio del Trabajo
nos regresó cuatro veces el proyecto de sindicato hasta que no
tuvo otra opción que registrarnos. Al mes siguiente presentamos
el nuevo contrato para discutirlo con el patrono. Logramos el
respaldo de la mayoría absoluta de los trabajadores.
Las discusiones fueron difíciles, en este país si defiendes una
cláusula, si no aceptas la desmejora de un beneficio laboral, te
acusan de enemigo del gobierno, de subversivo.
De unas reuniones al principio conciliatorias, la discusión
derivó en insultos y pretensiones regresivas. «No hay recursos»,
eran las palabras favoritas del patrono. Entonces venía la bronca. A los empleados públicos no nos caen a coba, somos testigos
impotentes de la corrupción voraz como el óxido, que de a poco
pero sin pausa se come nuestras instituciones.
Solo hay real pa’ lo que les conviene.
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Patiño
Así llegó el día tan temido. Luego de cuatro meses, el Ministro
decidió suspender las discusiones del contrato colectivo por un
supuesto recorte presupuestario y no sé qué guerra económica.
Teníamos que reaccionar. Los trabajadores nos presionaban,
los reales no alcanzaban y nosotros éramos su esperanza. Para
ellos todo se reducía a buscar culpables. Si pagaban era gracias
al Ministro, si no, era culpa del sindicato.
«Nos jodieron, Presidente…», se lamentaba Pérez.
«Tranquilo, hermano», le calmaba. «Para cada truco hay un
retruco».
Repartimos volantes, hicimos asambleas, empapelamos el
instituto con pancartas y nada. Presentamos un pliego conflictivo con intención de ir a la huelga y el Ministerio del Trabajo lo
rechazó por razones inverosímiles. Desde el paro de los petroleros, el Gobierno no admite huelgas en el sector público. Si haces
una huelga ilegal, vas preso o te militarizan la vaina.
Decidimos intentar otra ofensiva.
La acción consistía en hacer una protesta sorpresiva trancando la calle frente al instituto el siguiente lunes al mediodía. Lo
que más disgustaba al Ministro era una acción mediática y además justificada. Pérez se encargaría de los cauchos, el kerosene,
la candela; yo, de dirigir la protesta con el megáfono y Armando
buscaría la gente y la prensa.
A las once y media todo estaba listo. Pérez y yo en la calle y
Armando entrando al instituto para traer a los trabajadores. La
avenida era una fila infernal de carros, como todas las calles y
autopistas de Caracas al mediodía.
Al trancar la vía, crearíamos un caos suficiente para llamar la
atención del país y del Ministro.
A las doce y cuarto nadie se había acercado, empezamos a
preocuparnos. Llamamos a Armando, no respondía. Aparecieron tres patrullas de la policía y rodearon el sitio. Los trabajadores que estaban cerca se espantaron. El patrono había descubierto el plan.
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