Nota de trabajo sobre la noción de sufrimiento

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Universidad de Buenos Aires – Facultad de Ciencias Sociales
Equipo de Cátedras del Prof. Ferrarós
Nota de trabajo sobre la noción de sufrimiento1
Christophe Dejours
En los años '80 propuse en Psicopatología del Trabajo la noción de sufrimiento para marcar los límites de un
campo de investigación que se diferencia del de la enfermedad mental (en la acepción que se le da a este último término
en psiquiatría). En la psiquiatría clásica, efectivamente, sólo se distinguen dos estados: el estado de enfermedad y el
estado de salud mental. Distinción demasiado radical desde varios puntos de vista, ya que entre salud y enfermedad hay
un gran espacio que se caracteriza por la lucha contra la enfermedad mental y al que deberíamos tomar en cuenta,
sobre todo en los que nos concierne aquí, cuando se trata de la relación entre el hombre y el trabajo.
En lo que se refiere a la definición de salud, propuse en otra parte la idea de que la salud no es un estado
estable, sino más bien un fin; lo que cuenta es, una vez más, los procedimientos utilizados para conquistarla o para
recuperarla cuando se ha perdido.
El sufrimiento designa entonces, en una primera aproximación, al campo que separa la enfermedad de la
salud. En una segunda acepción el sufrimiento designa un campo más restrictivo. Se concibe como una noción
específica válida en Psicopatología del Trabajo, pero aparentemente no exportable a otras disciplinas, sobre todo al
Psicoanálisis. Entre el hombre y la organización prescripta del trabajo hay a veces un espacio de libertad que autoriza
una negociación, invenciones, y acciones de modulación del modo operatorio, es decir una intervención del operador
sobre la organización del trabajo misma para adaptarla a sus necesidades, incluso para tornarla más acorde a su deseo.
Cuando esta negociación es llevada a su límite extremo, y cuando la relación hombre-organización del trabajo se
bloquea comienza el dominio del sufrimiento y de la lucha contra el sufrimiento.
El espacio propio de esa negociación puede ubicarse con mayor precisión si uno se remite al trabajo de ciertos
ergónomos que subrayan la distinción entre organización prescripta del trabajo y organización real del trabajo. Siempre
existe una brecha propicia a la negociación y a la adaptación referida tanto a la organización misma del trabajo como al
operador. Las dos finalidades explicitadas son por un lado la de mejorar la calidad del trabajo, y por el otro lado,
minimizar la carga de trabajo, a pesar de las exigencias de la calidad. Cuando la relación hombre-organización del
trabajo se bloquea el único margen que queda es la adaptación del hombre al sufrimiento: es el terreno propio de las
defensas contra el sufrimiento.
1
Artículo incluido en la obra colectiva "Plaisir et souffrance dans le travail" - Tomo 1 - Ed.de l'AOCIP, 1988. Traducción: Lic. María
José Acevedo.
Dejours, Christophe: “Nota de trabajo sobre la noción de sufrimiento”.
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En Psicopatología del Trabajo hemos puesto en evidencia dos filiaciones fundamentales del sufrimiento, en
relación con el miedo y con el aburrimiento respectivamente. Una tercera filiación está siendo explorada: la referida a "las
relaciones de trabajo" (la división de los hombres en el marco de la organización del trabajo). Finalmente una cuarta
filiación podría ser considerada en el estudio del sufrimiento y es la que está en relación con "la economía del cuerpo".
Contrariamente a esa relación bloqueada del hombre con el trabajo existen organizaciones del trabajo que
implican constantemente, o al menos por períodos, una acción del operador sobre la definición misma de su
organización del trabajo. En otras palabras se le otorga al operador una responsabilidad de concepción. En esas
condiciones (encontradas en los trabajos de oficio, entre otros) la relación hombre-trabajo es siempre susceptible de ser
modificada por el operador. E incluso de ser remodificada una o varias veces en lo sucesivo. La problemática de la
relación hombre- trabajo ya no es entonces la del sufrimiento sino más bien la del placer en el trabajo. De esta manera
podemos estimar la relación psíquica con el trabajo de acuerdo a una graduación que se enunciaría en términos de
sufrimiento-placer. Estas nociones de sufrimiento y de placer no son stricto-sensu utilizables más que en Psicopatología
del Trabajo.
Queda aún por plantear la articulación de esas nociones con los conceptos propios del Psicoanálisis.
Sufrimiento y placer califican la relación del hombre con la realidad y demandan la participación del individuo y del
colectivo. Sufrimiento y placer pueden entonces estudiarse tanto en el orden individual como en el orden colectivo de la
relación hombre(s)-trabajo.
Las nociones psicoanalíticas
Las nociones de deseo, angustia, sublimación, regresión, etc., son por lo contrario, estrictamente
psicoanalíticas y aplicables al orden individual. La noción de placer en Psicoanálisis es más teórica que clínica. El placer
sólo es verdaderamente invocado en el registro llamado "económico", sobre todo respecto del llamado "principio del
placer" al que se opone el "principio de realidad". El placer entonces no es un término de uso corriente en Psicoanálisis,
y es por ello que es posible conferirle una significación específica en el campo de la Psicopatología del Trabajo sin gran
riesgo de confusión.
La angustia es el afecto penoso por excelencia. Resulta de un conflicto intra-psíquico (conflictos entre
pulsiones, entre instancias o entre sistemas). El espacio psíquico de la angustia es el Yo. La angustia, entonces, resulta
de conflictos intra-psíquicos (y se opone así al miedo, cuyas particularidades señalamos en relación a las situaciones
reales de peligro en el trabajo). Ella es entonces heredera de la historia singular del sujeto, historia precoz de sus
relaciones con los padres, cuyos efectos se inscriben en la estructuración del aparato psíquico y en el funcionamiento
mental habitual de un sujeto.
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Angustia-deseo versus sufrimiento-placer
¿Qué relación existe entre la angustia y el par sufrimiento-placer?
Esquemáticamente puede responderse que la angustia surgida de conflictos intrapsíquicos se juega en todas
la escenas accesibles al sujeto, incluida la escena del trabajo. La pregunta que se nos plantea es la de saber en qué
medida la situación de trabajo ofrece al sujeto una escena pertinente para que juegue allí su angustia. En el teatro de la
realidad social, y particularmente de la realidad del trabajo, hay a veces ocasión para esta mise en scène de la angustia
y del deseo, mise en scène propicia para hacer evolucionar a los términos. Ese espacio es ciertamente el de la actividad
de concepción del operador sobre su organización del trabajo.
La actividad de concepción sería entonces propicia para poner en juego al sujeto del deseo. Pero cómo
concebir esta articulación entre el registro social y el registro individual. Por fuera de la sublimación, de la cual
hablaremos un poco más adelante, no hay continuidad entre sujeto del deseo y operador comprometido en una actividad
de concepción. Los dos campos en los que evolucionan no dejan de ser heterogéneos y no es posible hacer funcionar
los conceptos de un campo en el otro. Si la articulación no puede entenderse en términos de continuidad puede en
cambio concebirse en términos de resonancia. A título de comparación podríamos poner como ejemplo las relaciones
entre la corriente que circula en una bobina y el campo magnético que se desarrolla en el cuerpo de esa bobina. No hay
continuidad entre el campo eléctrico y el campo magnético, pero hay entre ambos una relación de interacción. Entre el
campo del deseo y el campo de la concepción en la organización del trabajo habría una relación algo similar. Esa
relación de resonancia (y claro está no hay que entender este término en su acepción mecánica sino como una
metáfora), no es propuesta aquí a título de "explicación metafórica". La escena del deseo (y del fantasma) y la escena
del trabajo guardan relaciones que pueden ser explicitadas.
Ante todo es necesario distinguir aquí deseo de fantasma. El deseo remite al sujeto y al inconsciente. En
cambio el fantasma sólo remite al sujeto en forma enigmática, en la medida en que podemos encontrar el lugar del sujeto
en diferentes partes de la escena fantasmática, en los diferentes roles asignados a los personajes del fantasma, y en los
diferentes segmentos del relato de esa escena fantasmática. El fantasma es un teatro en el que se ponen en escena el
deseo y el sujeto del deseo. El fantasma no es un deseo.
La relación entre campo del deseo y campo del operador es ante todo una relación entre el fantasma y el
trabajo, concibiendo a los dos últimos términos como dos escenas. La articulación por resonancia puede ser enfocada
como una relación entre fantasma y concepción del trabajo, relación signada por la ambigüedad y el equívoco. No hay
entre esas dos escenas adecuación absoluta, ni complementación, ni equivalencia. Sin embargo la inadecuación
fundamental de ambas escenas no implica una disyunción ni una ruptura pura y radical. Por el contrario, la ambigüedad y
el equívoco aseguran lazos que aproximan, lazos de sugerencia, lazos de evocación o de alusión. Inadecuación, alusión,
equívoco son las cualidades que otorgan especificidad a la relación entre fantasma y trabajo de concepción.
Se habrá comprendido que las particularidades de la relación de resonancia son esencialmente las mismas
que las que caracterizan a la metáfora y a la simbolización. Si más arriba afirmábamos que no se puede dar cuenta de la
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relación entre deseo y trabajo a partir de una metáfora, diremos ahora que el vínculo entre los dos es un vínculo
metafórico. La explicación no es metafórica, el vínculo sí lo es.
Encontramos aquí una preocupación central de la Psicopatología del Trabajo: El trabajo puede tener una
relación con el fantasma tal que la continuidad entre los dos campos sea contrabalanceada por la "resonancia simbólica".
Por ello muchas veces nos veremos conducidos en nuestros desarrollos en Psicopatología del Trabajo, a evocar al
deseo y al sujeto del deseo, como así también al fantasma, aún cuando la Psicopatología del Trabajo se sitúa en un
campo específicamente diferente al del Psicoanálisis. Lo que vincula al Psicoanálisis con la Psicopatología del Trabajo
es la antropología psicoanalítica. En este caso la antropología psicoanalítica es lo que se nos dice del hombre, y sobre
todo de su historia singular. Si el trabajo está vinculado metafóricamente a la escena del fantasma puede inscribirse
significativamente en la historia del sujeto y ubicarse en el centro mismo del proceso de simbolización, es decir estar al
servicio de la expansión del Yo y de la continuación de la historia singular.
A partir de esto se hace evidente que el trabajo puede tomar dentro de la economía psicosomática un valor que
calificaremos como "estructurante". Por lo contrario cuando la organización del trabajo es demasiado discordante o rígida
con respecto a la historia singular, a partir de ese momento todo un campo en el que podrían haberse jugado procesos
de simbolización se verá clausurado. La primacía del sufrimiento y las defensas contra el sufrimiento en el trabajo ganan
terreno sobre la primacía de los juegos del deseo, al punto de aparecer como frontalmente opuestos a éstos últimos. El
sufrimiento sin embargo es evocado también en la clínica individual, pero no se trata entonces de un concepto
psicoanalítico y su uso es de orden metafórico. Existe una acepción aún más amplia de la noción de sufrimiento que ella
sí concierne a la psicopatología en tanto tal, es decir por su propia definición, es el estudio del sufrimiento psíquico, sin
prejuzgar las herramientas de análisis utilizadas para investigarlo.
En lo que respecta a la Psicopatología del Trabajo el sufrimiento designa entonces la vivencia particular
resultante de una situación específica vinculada a la exigencia organizacional. El sufrimiento, en ese marco, no tiene casi
valor estructurante, no es "constitutivo" de la persona. En Psicopatología del Trabajo el sufrimiento está situado al lado
de la infelicidad a la que se es sometido y es necesario distinguirlo de la angustia o del dolor tal como son considerados
desde la economía psíquica, es decir, como intermediarios entre deseo y realidad.
Sufrimiento y placer en el trabajo
Tampoco hay continuidad entre sufrimiento y placer en el trabajo. La problemática del sufrimiento se instaura
cuando no ya no queda suficiente espacio para el juego metaforizado del deseo en la actividad de concepción. Por lo
contrario la problemática del placer en el trabajo resulta de la posibilidad de esa metaforización, de esa articulación
fantasma/trabajo intermediada por la "resonancia simbólica". Si un menor sufrimiento permite un mayor placer no es
menos cierto que no hay causalidad directa entre sufrimiento y placer. La victoria sobre el sufrimiento toma por ejemplo a
menudo la forma de "adaptación", de estabilización, en su punto de extremo, de alienación. No desemboca por lo tanto
necesariamente en el placer (a diferencia de lo que sucede en la economía psíquica donde angustia y placer dependen
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íntimamente uno de otro). Esto se debe a que angustia y placer guardan una relación consubstancial con la historia
psíquica, mientras que en el campo del trabajo el choque se produce entre organización del trabajo y organización de la
personalidad como derivada de la historia psíquica. En consecuencia el sufrimiento en el trabajo se inscribe en ruptura
fundamental con la historia subjetiva cuando ésta no puede jugar un rol directo en el compromiso del operador con su
tarea.
Para terminar agreguemos que cuando el trabajo se encuentra en una relación de resonancia simbólica con el
fantasma la angustia derivada de los conflictos intrapsíquicos ocupa un lugar central en los juegos del placer en el
trabajo (....) En este caso queremos simplemente indicar (y esto ya es mucho) que no hay placer en el trabajo que pueda
obtenerse sin dialéctica con la angustia.
La sublimación
Se sabe la importancia que Freud confirió a la sublimación como destino pulsional. La sublimación es un
proceso psíquico a través del cual las pulsiones, sexuales en su origen, son sometidas a una operación de
desexualización cambiando, al mismo tiempo, de objeto y de fin, para expresarse finalmente en una actividad social
(desexualizada). La sublimación establece así una continuidad psíquica entre inconsciente y campo social. Es esta
continuidad la que plantea problema respecto de los otros destinos pulsionales, en la medida en que el resultado no es
ya del todo semejante al deseo que subyace, pero sin por ello proceder de la renuncia a ese deseo.
La referencia a la clínica en Psicopatología del Trabajo permite quizás aclarar algunos aspectos del proceso.
Permite extender la investigación más allá de las actividades clásicamente atribuidas al registro de la sublimación
(creación artística, investigación científica, vocación religiosa), y observar lo que sucede en otras situaciones de trabajo.
A partir de esta referencia clínica podemos proponer la hipótesis de que la sublimación asegura una continuidad psíquica
que retoma el desafío de la discontinuidad de escenas (escena del deseo, escena de trabajo). La sublimación se apoya
precisamente en la resonancia simbólica. Es así como la Psicopatología del Trabajo abre el camino al estudio de
diferentes tipos de situaciones de trabajo, tanto de aquellas que permiten el juego de procesos sublimatorios como de
aquellas que los obstaculizan. También permite deducir toda una psicopatología del trabajo "estructurante", como así
también el trabajo anti-sublimatorio y sus consecuencias sobre la economía pulsional, el sufrimiento, el placer e incluso
sobre la salud.
Juego y sublimación
Retomando la objeción de Fernandez Zoïla en su discusión del 16 de Enero de 1986, diré que las tareas en las
que queda espacio para la concepción también hay lugar para el juego en el sentido de Winnicott. Juego que es una de
las modalidades de articulación entre el terreno intrapsíquico y la realidad, en una problemática angustia-satisfacción en
la que precisamente se presenta una apuesta: el placer en el trabajo y, a cambio, un seguro para el dominio de la
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angustia. El juego es una forma posible de resonancia simbólica entre fantasma y trabajo. El juego remite ante todo en
Freud y en Winnicott a un juego entre presencia y ausencia en relación al objeto, entre el encuentro y la pérdida, entre el
amor y el duelo, y las angustias correspondientes.
En mi opinión la sublimación se diferencia del juego y lo prolonga abriendo un campo específico: el de la
articulación de lo psíquico y lo social. El juego, por su parte, se refiere a la relación del sujeto con la imagen que el otro le
devuelve de sí mismo. Implica al objeto total.
La sublimación al contrario se referiría ante todo a las pulsiones parciales que, al no estar integradas a la
sexualidad edípica, desembocan (cuando permanecen sexualizadas) en la sexualidad llamada perversa. La sublimación
opera desexualizando la pulsión y ofreciendo una salida no sexual, en el campo de la actividad reconocida como de
utilidad social. Para simplificar las cosas digamos que la sexualidad edípica se juega en el registro de la relación erótica
o de la neurosis, mientras que la sexualidad parcial se juega entre la perversión y la sublimación.
Por otra parte el juego es una actividad simbolizante que concierne al niño desde su más temprana edad. La
sublimación, en cambio, tendría su máximo desarrollo durante el período de latencia (entre los 5 y 10 años), período en
el que comienzan en el niño efectivamente en forma específica las actividades de trabajo estructuradas. El juego se
sitúa entonces en la continuidad misma de la sexualidad mientras que la sublimación está sobre todo referida a las
pulsiones que han permanecido fuera de la organización edípica de la sexualidad. Si el juego es entonces una actividad
mental donde puede ubicarse la sexualidad como tal, el trabajo es sólo una escena posible del juego. Hay otras
(comenzando por las de los juegos sexuales). En cambio fuera de la actividad de trabajo no hay otros campos para la
sublimación. Es esto en mi opinión lo que le otorga al trabajo un lugar único en el funcionamiento psíquico. A falta de un
trabajo que le ofrezca espacio a la sublimación el sujeto debe renunciar a usar una parte de su patrimonio pulsional.
Cerrando el espacio para la sublimación ciertas organizaciones del trabajo comprometen no solamente al registro
simbólico sino también al registro económico, el de las pulsiones y, yendo más lejos, a la vida sexual, mental y somática.
Sublimación - Defensa individual - Defensa colectiva
La sublimación apunta a resolver conflictos intrapsíquicos (entre pulsiones). Evidentemente se trata de un
proceso individual pero que tiene la particularidad de culminar en el campo social y de exigir reconocimiento por parte de
los pares. En este sentido la sublimación compromete al nivel colectivo y a la comunidad de pertenencia. Es por esto que
convocamos en el registro de la Psicopatología del Trabajo al concepto de sublimación, originariamente psicoanalítico.
Las otras defensas, especialmente la inhibición y la represión, son por su parte estrictamente individuales. No
se puede hablar de represión ni de inhibición colectivas. Sin embargo en la Psicopatología del Trabajo intentamos poner
en evidencia las defensas colectivas (sobre todo las ideologías defensivas del oficio). Por eso el término defensa se
encontrará tanto en psicología individual, como en Psicoanálisis y en Psicopatología del Trabajo. La articulación entre
defensas individuales y defensas colectivas no resulta simple en la medida en que las primeras remiten a la angustia
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intrapsíquica y las segundas al sufrimiento relacionado con el trabajo. Pero unas y otras pueden coordinarse en ciertas
condiciones potencializándose.
Para sintetizar diría entonces que existe una articulación exitosa entre organización mental y organización del
trabajo, entre deseo subjetivo y placer en el trabajo, entre historia singular y exigencias actuales de la realidad a saber: la
resonancia simbólica entre fantasma y trabajo de concepción que sería, de alguna manera, el cerrojo interno de la
sublimación.
Por otra parte sufrimiento y placer son nociones propias de la Psicopatología del Trabajo a las que conviene
distinguir de los conceptos de deseo y satisfacción del deseo que pertenecen al Psicoanálisis.
Finalmente la articulación entre lo individual y lo colectivo pertenece ante todo al registro de las defensas, pero
sujeto, deseo e identidad son nociones esencialmente individuales. Del mismo modo se puede oponer un psicoanálisis
de la angustia a una sociología de las defensas contra el sufrimiento.
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