Documento descargado de http://www.elsevier.es el 18/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. CARTAS AL DIRECTOR TABLA 1 Evolución de las enzimas cardiacas Día intervención 1º día post. Hora CK total (U/L) CK-MB masa (μg L–1) Troponina T (ng mL–1) 1:53 // 20:41 60 3,56 // 19,45 0,019 // 0,397 10:32 74,55 0,249 2º día post. 6:50 7084 44,85 0,168 Valor discriminativo daño miocardico leve: 0,04. Valor discriminante IAM: 0,1. ritmo de salida una taquicardia supraventricular a 120 lpm, con disminución del ST en la derivación II. A los 10 minutos de la primera parada cardiaca, nuevo episodio de asistolia que también respondió a las maniobras de RCP. Se finalizó la intervención y se trasladó al paciente a la Unidad de Reanimación. Las cifras de troponina T y CK-MB empezaron a aumentar (Tabla 1). No hubo cambios del ST característicos. En la ecocardiografía transtorácica (ETT) se apreció un ventrículo izquierdo hipertrófico con hipoquinesia global. Se decidió añadir al tratamiento ácido acetil salicílico. Necesitó ventilación mecánica y apoyo inotrópico durante 3 días. Aunque la función renal se deterioró, con creatinina de 2,63 mg dL–1 en el segundo día del postoperatorio y las glucemias oscilaron entre 165 y 286 mg dL–1 durante 3 días, el paciente evolucionó favorablemente y a los 8 días fue dado de alta a planta. La coronariografía demostró lesiones de un 50% en tronco coronario izquierdo, 30% en segmento proximal de descendente anterior, 100% del segmento proximal de la circunfleja y 100% del segmento medial de coronaria derecha, con fracción de eyección (FE) de un 40% e hipoquinesia severa del segmento diafragmático y moderada del segmento posterobasal. Una segunda ETT confirmó hipoquinesia severa pósteroinferior y el estudio con Tecnecio-99m demostró una necrosis inferior del 26% del miocardio ventricular izquierdo con un área isquémica perinecrótica del 7%. En el caso de nuestro paciente pasó desapercibida una glucemia preoperatoria de 126 mg dL–1. La diabetes mellitus implicaba la práctica de pruebas preoperatorias no invasivas (recomendación de clase IIb y nivel de evidencia B)1. En los pacientes con AAA, las más usadas son la ecocardiografía de esfuerzo con dobutamina y la gammagrafía con taliodipiridamol2. Si se confirma la existencia de enfermedad coronaria debemos plantearnos hacer una revascularización o un tratamiento farmacológico con beta-bloqueantes y estatinas previo a la intervención. Respecto al uso de beta-bloqueantes, la última guía de la ACC recomienda su uso (recomendación de clase I y nivel de evidencia B). Sin embargo, autores como Deveraux3 consideran que hay que interpretar con cautela los resultados de los meta-análisis disponibles y que es necesario un ensayo clínico aleatorizado en una población más amplia. El centro coordinador del POISE en la Universidad McMaster de Ontario no nos autorizó a desenmascarar el tratamiento del 314 paciente. Se trata de un estudio a doble ciego, que está todavía en curso. A nuestra pregunta de si podíamos abrir el sobre correspondiente al paciente en cuestión, nos contestaron que lo hiciéramos sólo en caso de que se produjera una demanda judicial. La revascularización coronaria previa a la intervención sigue en controversia. El estudio más reciente a este respecto es el de Landesberg4. Ya han sido comunicadas anteriormente paradas cardiacas durante la cirugía de AAA5. La ecocardiografía transesofágica (ETE) puede ser de gran ayuda para el diagnóstico etiológico en estas situaciones críticas1,5,6. Este caso nos enseña que la evaluación preanestésica antes de la cirugía de AAA a veces no es la óptima, que el cuidado perioperatorio del paciente intervenido de AAA continúa siendo un reto para el anestesiólogo y que posiblemente la monitorización intraoperatoria con ETE nos habría proporcionado una información precoz sobre la causa de las asistolias. A. Aginaga Badiola, B. Castellano Paulis, L. Esnaola Ormazabal, I. Zubelzu Jaca Servicio de Anestesiología y Reanimación. Hospital Donostia. San Sebastián. BIBLIOGRAFÍA 1. Fleisher LA, Beckman JA, Brown KA, Calkins H, Chaikof E, Fleischmann KE et al. ACC/AHA 2007 guidelines on perioperative cardiovascular evaluation and care for noncardiac surgery: a report of the American College of Cardiology/American Heart Association Task Force on Practice Guidelines (Writing Committee to Revise the 2002 Guidelines on Perioperative Cardiovascular Evaluation for Noncardiac Surgery). J Am Coll Cardiol. 2007;50(17):e159-241. 2. Marret E, Lembert N, Bonnet F. Anaesthesia and critical care for scheduled infrarenal abdominal aortic aneurysm surgery (Review). Ann Fr Anesth Réanim. 2006;25(2):158-79. 3. Deveraux PJ, Beattie WS, Choi PT, Badner NH, Guyatt GH, Villar JC, et al. How strong is the evidence for the use of perioperative beta blockers in non-cardiac surgery? Systematic review and meta-analysis of randomised controlled trials. BMJ. 2005;331(7512):313-21. 4. Landesberg G, Berlatzky Y, Bocher M, Alcalai R, Anner H, GanonRozental T, et al. A clinical survival score predicts the likelihood to benefit from preoperative thallium scanning and coronary revascularization before major vascular surgery. Eur Heart J. 2007;28(5):533-9. 5. Aono J, Ueda K, Hendry J, Kitamura F. Sudden cardiac arrest immediately after aortic cross clamping during abdominal aortic aneurysm repair. Acta Anaesthesiol Scand. 2002;46(9):1158-60. 6. Lin T, Chen Y, Lu C, Wang M. Use of transoesophageal echocardiography during cardiac arrest in patients undergoing elective non-cardiac surgery. Br J Anaesth. 2006;96(2):167-70. LEUCOENCEFALOPATÍA POSTERIOR REVERSIBLE EN GESTANTE A TÉRMINO. A PROPÓSITO DE UN CASO Sr. Director: La leucoencefalopatía posterior reversible (LPR) es un síndrome descrito recientemente que afecta al sistema nervioso central y que cursa con cefalea, náuseas, vómitos, alteraciones del nivel de consciencia, crisis convulsivas, alteraciones visuales y, ocasionalmente, con otras 60 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 18/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. CARTAS AL DIRECTOR focalidades neurológicas1. Las causas subyacentes más habituales son la encefalopatía hipertensiva, la eclampsia, la insuficiencia renal y los fármacos inmunosupresores. Su diagnóstico se basa en la clínica y en las pruebas de imagen. Son fundamentales un diagnóstico precoz y tratamiento adecuado. Presentamos un caso de LPR asociado a gestante con crisis de eclampsia. Gestante de 32 años sin antecedentes de interés, que en la semana 38 de embarazo ingresa por presentar crisis convulsiva tónico-clónica, tensión arterial (TA) de 220/110 mmHg, cefalea y escotomas visuales. Se indicó cesárea urgente que se realizó bajo anestesia general y se trasladó a la paciente a la Unidad de Reanimación para su control posterior. Se inició tratamiento con sulfato de magnesio y urapidilo en perfusión continua según protocolo de nuestro hospital, controlando así la TA. Tras estabilización hemodinámica y respiratoria de la paciente, ésta pudo ser extubada a las 8 horas de su ingreso. Posteriormente, continuó refiriendo escotomas visuales y visión borrosa en ausencia de otra clínica neurológica. Se realizó un control de fondo de ojo sin encontrar alteraciones. Ante la sospecha del síndrome de LPR, se realizó tomografía computarizada cerebral (TC) que mostró imagen sugestiva de isquemia cerebral en lóbulo occipital izquierdo y resonancia magnética (RM) en secuencias T2 y flair (fluid-attenuated Inversion Recovery) que destacaron la lesión parieto-occipital compatible con el síndrome sospechado (Figura 1). Tras 48 horas se logró el control de la TA y desapareció la clínica neurológica, por lo que se pasó a medicación por vía oral. Tras el alta de nuestra Unidad se realizaron pruebas de imagen que junto con la desaparición de la clínica neurológica confirmaron el diagnóstico. La LPR es un síndrome clínico-radiológico descrito por primera vez en 19961. En realidad puede no ser completamente reversible y no siempre afectar a las regiones posteriores del cerebro, por lo que se ha propuesto cambiar su nomenclatura por la de encefalopatía posterior reversible2. Es una entidad de presentación aguda o subaguda cuyos síntomas varían de un caso a otro. Los más frecuentes son: cefalea, náuseas y vómitos, alteraciones del estado mental (desde confusión hasta agitación psicomotora), crisis convulsivas y transtornos visuales1,3. La clínica visual puede presentarse como ceguera cortical, visión borrosa, escotomas o hemianopsia homónima. La etiología de este síndrome es diversa. Se ha asociado a encefalopatía hipertensiva, eclampsia, insuficiencia renal, fármacos inmunosupresores, conectivopatías, hipercalcemia, cocaína, transfusiones sanguíneas, VIH, etc.1,3,4. Varios son los mecanismos patogénicos sugeridos, pero hoy en día la hipótesis más admitida es la del edema vasogénico5, que se produce cuando se pierde la autorregulación cerebral a medida que aumenta la TA media, lo que conduce a vasodilatación arteriolar, fallo de la función barrera del endotelio y trasudado capilar. La parte posterior del cerebro suele ser la más afectada debido a que la densidad de inervación perivascular simpática es menor, y se pierde la función protectora de la vasoconstricción frente a la hipertensión arterial (HTA). En cuanto a la relación entre eclampsia y LPR, como es el caso que nos ocupa, se cree que comparten mecanismos fisiopatológicos: 61 Fig. 1. Imagen de resonancia magnética en secuencia “flair” que destaca la zona de lesión (flecha). Esta secuencia permite suprimir la señal del líquido cefalorraquídeo adyacente y distinguir mejor las lesiones. edema cerebral, alteración en la reactividad vascular, déficit de prostaglandinas vasodilatadores y disfunción endotelial6,7. También son entidades clínicamente similares, por lo que habrá que sospechar LPR en el caso de aparición y persistencia de la clínica neurológica. La solicitud de pruebas de imagen en el caso de la eclampsia no es frecuente, ya que en la mayoría de los casos la clínica comicial suele controlarse y la recuperación sin secuelas neurológicas es lo habitual. Sin embargo, indicaríamos pruebas de imagen en caso de que persistan las convulsiones, que no haya recuperación del nivel de conciencia tras la crisis, que presente signos de focalidad neurológica o irritación meníngea o subsistan dudas respecto al diagnóstico etiológico. En la LPR, la TC muestra imágenes hipointensas en la zona afectada por el edema. La RM es el método de mayor valor diagnóstico. Así, la secuencia T1 muestra la zona afecta como hipointensa; T2 la muestra hiperintensa [lo que hace a veces difícil de detectar, ya que se confunde con la señal del líquido cefalorraquíedo (LCR), también hiperintensa]. Por eso, la secuencia flair aporta la ventaja de poder diferenciar mejor las lesiones al suprimir la señal del LCR adyacente2. Las lesiones suelen ser bilaterales y de localización occipital, pero pueden ser unilaterales y afectar otras áreas cerebrales. La clínica no es específica y puede darse en otras situaciones como enfermedades desmielinizantes, encefalitis, ictus, trombosis de senos venosos, etc., por lo que deberemos tener en cuenta los antecedentes del paciente, la clínica y pequeños detalles radiológicos diferenciadores. Éste es un aspecto no carente de importancia, ya que en las guías de tratamiento del ictus se recomienda no tratar la HTA leve o moderada, mientras que en pacientes con LPR es imprescindible un control exhaustivo de la TA con fármacos hipotensores para evitar la progresión del daño cerebral y poder revertir el proceso edematoso. 315 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 18/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. CARTAS AL DIRECTOR Concluimos destacando que este síndrome es una entidad de reciente descripción que posiblemente se encuentre infradiagnosticada, en parte por la similitud con la eclampsia. Este hecho hace todavía más importante un reconocimiento precoz de un posible caso de LPR para poder así iniciar un tratamiento temprano que pueda evitar daños neurológicos posteriores, así como indicar pruebas de neuroimagen lo suficientemente sensibles para detectar las lesiones y constatar la recuperación tras el tratamiento. D. Peral, J. Martín, R. Higueras, C. Solaz Servicio de Anestesiología, Reanimación y Terapia del Dolor. Hospital Doctor Peset de Valencia. BIBLIOGRAFÍA 1. Hinchey J, Chaves C, Appignani B, Breen J, Pao L, Wang A, et al. A reversible posterior leukoencephalopathy syndrome. N Eng J Med. 1996;334(8):494-500. 2. Casey S, Sampaio R, Michel E, Truwit C. Posterior reversible encephalophaty syndrome: utility of fluid attenuated inversion recovery MR imaging in the detection of cortical and subcortical lesions. Am J Neuroradiol. 2000;21(7):1199-206. 3. López-García F, Amorós-Martínez F, Sempere AP. Síndrome de leucoencefalopatía posterior reversible. Rev Neurol. 2004;38:261-6. 4. Kahana A, Rowley HA, Weinstein JM. Cortical blidness: clinical and radiological findings in reversible posterior leukoencephalophaty syndrome: case report and review of the literature. Ophtalmology. 2005;112(2):e7-11. 5. Schwartz RB, Mulkern RV, Gudbjartsson H, Jolesz F. Diffusionweighted Mr imaging in hypertensive encephalophaty:clues to pathogenesis. Am J Neuroradiol. 1998;19(5):859-62. 6. Roberts JM, Redman CW. Preeclampsia: more than pregnancy-induced hypertension. Lancet. 1993;341(8858):1447-51. 7. Long TR, Hein BD, Brown MJ, Rydberg CH, Wass CT. Posterior reversible encephalopathy syndrome during pregnancy: seizures in a previously healthy parturient. J Clin Anesth. 2007;19(2):145-8. EMPLEO DE LA ECOGRAFÍA EN EL MANEJO DE LLENADO DE UNA BOMBA DE INFUSIÓN INTERNA. A PROPÓSITO DE UN CASO Sr. Director: Las técnicas de imagen son, cada vez más, herramientas indispensables a la hora de realizar procedimientos invasivos en las Unidades de Tratamiento del Dolor. El desarrollo tecnológico, así como el conocimiento cada vez mayor de los posibles riesgos asociados a los procedimientos, han hecho que progresivamente algunos abordajes tanto diagnósticos como terapéuticos realizados no se realicen a ciegas. Dos son los motivos fundamentales de ello, por un lado el posible fracaso de la técnica, y por otro el aumento de incidencia de efectos yatrógenos. Dentro de las técnicas de imagen disponibles, la ecografía ha experimentado un importante desarrollo en cuanto a su aplicación en el manejo intervencionista del dolor. Es una técnica que permite identificar tejidos blandos, vasos y nervios en tiempo real y de forma continua, sin exponer al paciente ni al personal sanitario a radiaciones, a diferencia de procedimientos como la fluoroscopia o la tomografía computarizada (TC). 316 En cuanto a costes y dependiendo del equipo utilizado la ecografía es, en general, una técnica más barata que las dos anteriores. Además, el desarrollo de equipos pequeños y transportables ha hecho que su disponibilidad y manejo sea inmejorable1. A pesar de estas grandes ventajas, la ausencia en la literatura médica de publicaciones sobre eficacia y seguridad de procedimientos eco-guiados en el tratamiento del dolor, ha hecho que hoy en día, la fluoroscopia y la TC sigan siendo las técnicas de imagen de referencia en las Unidades de Tratamiento del Dolor. Se describe el caso de una paciente portadora desde hacía 4 años de una bomba de infusión intratecal (modelo SynchroMed II, Medtronic® Minneapolis, USA) de morfina para tratamiento de dolor somático severo en el contexto de artrosis generalizada. La paciente como antecedente personal relevante, presentaba obesidad mórbida con un índice de masa corporal (IMC) de 36 en control por Endocrinología de nuestro Centro. Con intervalos de relleno de aproximadamente 6 semanas acudió para realización de un nuevo llenado, siendo en esta ocasión imposible localizar por palpación el punto de inyección (port de punción de la bomba). Se decidió valorar mediante ecografía el caso. Con un transductor de 12 Hz conectado a un ecógrafo LOGIQe (GE Healthcare) se localizó con facilidad el port que se encontraba a 1,5 cm de la superficie cutánea. Siguiendo las indicaciones de Egerszegi et al.2, la ecografía no se empleó para guiar la aguja de inyección (aguja 24 G Surecan® BBraun, Melsungen, Germany), sino solamente para marcar la proyección en piel del acceso al port. Tras ello, se procedió al relleno de la bomba bajo condiciones de esterilidad y realizando solamente una única punción en piel. Mediante la imagen ecográfica obtenida, además de facilitar el llenado, que inicialmente mediante palpación hubiera sido muy dificultoso, se pudo descartar inmediatamente el volteo de la bomba, causa que podía haber justificado la ausencia de palpación de la membrana de llenado. Esta duda no podía haber sido resuelta con el empleo de la plantilla que marca teóricamente el punto de entrada al port del sistema implantable y que ofrece en forma de kit de relleno la empresa fabricante de la bomba de infusión interna (Medtronic® Minneapolis, USA) (Figura 1). Basándonos en los algoritmos de manejo de las complicaciones asociadas a los sistemas de infusión intratecal de fármacos desarrollado por nuestro grupo3, la imagen del reservorio interno obtenida mediante ecografía descartó la posibilidad de volteo de la bomba de infusión interna “a la cabecera del paciente” sin necesidad de someter al sujeto a irradiaciones innecesarias. Es por esto, que consideramos la ecografía como primera opción diagnóstica a realizar (por delante de la fluoroscopia o la TC) para descartar un volteo en el caso de que el port de llenado sea imposible de detectar mediante palpación. El relleno de una bomba de infusión interna es una técnica rutinaria en las Unidades de Tratamiento del Dolor no exenta de graves complicaciones. En una reciente revisión de pacientes portadores de una bomba de infusión interna de baclofeno, Plassat et al4. des62